- Eutanasia…significados
diversos - La eutanasia a lo largo de la
historia - Posiciones que pretenden
justificar la eutanasia… - Posiciones que no justifican
eutanasia - Posición de la
Iglesia Católica - Valor de la vida
humana - El cristiano ante el sufrimiento
y el uso de los analgésicos - El uso proporcionado de los medios
terapéuticos - Posición del
Estado - Opiniones en otros
países - Conclusiones
finales - Bibliografía
Es indudable, a nuestra manera de ver, que el primordial
derecho que puede asistir hoy a todo ser humano es el de la vida,
pero cuando se ve afectado por unas condiciones de salud lamentables, que
llevan a quien las padece a verse en una situación en la
cual se ve recluido en una unidad de cuidados intensivos, de la
cual no se sabe si saldrá, donde su existencia esta en la
cuerda floja, donde puede existir una salida irreversible, donde
la existencia dependerá en el futuro de medios
extraordinarios, conectado a maquinas como el respirador
artificial, cabe preguntarse si se esta cuidando la vida o
prolongando la agonía que nos puede llevar a la muerte. En
un momento así… ¿EUTANASIA?.
EUTANASIA…SIGNIFICADOS
DIVERSOS
Etimológicamente "eutanasia" significa: buena
muerte, dulce,
libre de sufrimientos. La empleo por
primera vez Francisco Bacon en el siglo XVII.
La eutanasia moderna en los pueblos primitivos era sobre
todo cuestión de estomago: se dirigía a la
supresión de bocas inútiles.
Definición del término
eutanasia
La palabra eutanasia viene del griego, así : eu =
bueno, thanatos = muerte. "Buena muerte" término que ha
evolucionado y actualmente hace referencia al acto de acabar con
la vida de otra persona, a
petición suya, con el fin de minimizar su
sufrimiento.
Formas de aplicación de la
eutanasia
– Eutanasia pasiva : este es un término mal
utilizado por los medios de
comunicación y a lo único que se refiere es a
la muerte natural, así se suspende el uso de los
instrumentos de apoyo de vida o el suministro de medicamentos
para que se dé una muerte completamente natural que no
contraria en nada la ley
natural.
– Eutanasia activa : este término se
refiere a la muerte que se ocasiona de una manera directa para
poner fin al sufrimiento del paciente.
El suicidio asistido
se relaciona vagamente con la eutanasia, este se produce cuando
alguien le da información y los medios necesarios a un
paciente para que pueda terminar fácilmente con su propia
vida.
Posición de las distintas religiones frente a la
eutanasia
La Iglesia
Católica Romana, la Luterana y la Episcopal han emitido
declaraciones formales opuestas a la eutanasia y al suicidio
asistido. Los grupos de fe
Evangélica y Fundamentalista se cree que están
también en desacuerdo con estas prácticas. La
Asociación Unitaria – Universalista, un grupo liberal,
emitió una declaración en 1.988 a favor de la
eutanasia y, si hay condiciones adecuadas, del suicidio asistido.
Declaraciones similares han sido hechas por la Iglesia Unida de
Cristo y la Iglesia Metodista. Las otras Iglesias parecen
divididas en este punto. La mayoría de cuerpos religiosos
no se oponen a la eutanasia pasiva que no es más que dejar
que la muerte se produzca de una manera natural sin aplazarla ni
acelerarla.
En general, eutanasia significa el hecho de
provocar una muerte fácil y sin dolores a un paciente
que está próximo a morir por causa de una
enfermedad terminal. El mismo paciente puede inducirse la
muerte sin el
conocimiento ni la cooperación de otras personas.
Puede también ser provocada por otros a petición
del enfermo o con su consentimiento. En todos estos casos se
habla de eutanasia voluntaria. Si se causa la muerte contra la
voluntad del paciente o sin su conocimiento,
hablamos entonces de eutanasia involuntaria.
Estos medios con los cuales se causa la
muerte pueden coincidir todos en una intervención
positiva, por ejemplo, en una sobredosis de píldoras
conciliadoras del sueño o en otra clase de medicinas, o
una inyección de cloruro de potasio, que causa de
inmediato la muerte. A veces se usa el término dar una
muerte piadosa para esta clase de intervención. Con todo,
lo normal es que se le llame eutanasia positiva, activa, o
directa. En cambio se
llama eutanasia negativa, pasiva o indirecta a la omisión
de un tratamiento eficaz, o sea, al hecho de no prolongar el
proceso de
morir por medio de máquinas o
aparatos que mantienen la vida al paciente, como por ejemplo, el
respirador artificial. Las definiciones son útiles pero no
hay que darles demasiada importancia ya que ellas no resuelven
por sí mismas los problemas
morales a que se refieren.
Queda el problema de sí existe o no diferencia,
desde el punto de vista moral, entre
la omisión y la realización de un acto. ¿La
omisión de un tratamiento puede equivaler al hecho de dar
muerte a un paciente? ¿Desconectar el respirador ocasiona
directamente la muerte del enfermo? ¿El descuido de poner
a un paciente bajo el control de un
aparato y dejarlo morir, difiere moralmente de retirarle el
aparato? ¿Cuál es aquí la diferencia moral
entre acción y omisión, entre omisión e
intervención? ¿El paciente o el doctor están
obligados a impedir la muerte cuanto sea posible? ¿Y por
qué medios? Vamos a examinar todos estos
problemas.
La eutanasia involuntaria, positiva o
activa, ¿podrá alguna ve justificarse? Un ejemplo
de eutanasia involuntaria positiva fue la orden del tristemente
célebre A. Hitler quien
estableció la eutanasia eugenésica en
octubre de 1939. (Por engaño, tal orden fue predatada con
fecha 1 de septiembre de 1939, como si hubiera estado en
conexión con el comienzo de la campaña militar
contra Polonia) Más de 80 mil pacientes mentales de
Alemania y
Australia, epilépticos, débiles mentales y personas
deformes, fueron ejecutados en cámaras de gas entre 1940 y
1941. En un comienzo la ley se refirió en forma exclusiva
a los niños
pequeños, pero luego se elevó la edad.
Otro ejemplo de eutanasia involuntaria
activa lo tenemos en Napoleón. En 1779 se dice que pidió
a su médico militar aplicar la eutanasia a soldados
infectados con enfermedades contagiosas
para frenar su expansión.
En la eutanasia voluntaria positiva no se le impone al
paciente la muerte, sino más bien, este se la busca. En el
fondo, esta clase de eutanasia es un suicidio o la
cooperación con otros que lo comenten. Sin embargo, se
trata de una clase especial de suicidio, ya que se comente tan
sólo con miras a poner fin a dolores intolerables o una
vida "inútil". Este tipo de suicidio fue defendido por
algunos filósofos en la antigüedad y
practicado en algunos países. Sócrates
sostuvo que el hombre era
propiedad de
los dioses y que sería injusticia destruir esta propiedad.
Sin embargo, la necesidad imperiosa de morir, da a entender el
permiso de los dioses para poner fin a la propia vida.
¿Está permitido omitir o rehusar
tratamientos inútiles que ya no curan una enfermedad y que
se limitan a…
Una legislación acerca de la "Muerte Natural",
en que se reconoce el derecho a morir de un paciente terminal,
bajo condiciones legales cuidadosamente determinadas, Otros 17
Estados se encuentran deliberando sobre la posibilidad de hacer
otro tanto para 1987, prácticamente ya todos los
Estados
Unidos han legislado en favor de la "Muerte Natural"(. The
New York Times, 5 de Febrero de
1978.)
El objetivo que
se proponen estas leyes es el de
defender el derecho del paciente a morir. ¿Sí
alcanzan este objetivo? Parece cierto pero sólo en forma
limitada. El derecho del paciente se encuentra restringido por
el requisito de escribir un documento, que debe ser renovado de
tiempo en
tiempo de acuerdo con diversas estipulaciones (en California,
por ejemplo, cada cinco años) para que conserve su
validez. ¿Cuántas personas se van a imponer la
molestia de escribir y de renovar tal documento para
salvaguardar el derecho
natural, que ya poseen sin necesidad de legislación
alguna? En California en 1978 se distribuyeron más de
100 mil formularios
sobre el Derecho a Morir. Pero de acuerdo con el informe de
una Asociación Médica de California tales
formularios no se usan con mucha frecuencia. Ya avanzado el
año 1977, un sondeo hecho a 112 médicos, que
pidieron un total de más de 11 mil copias, reveló
que sólo se utilizaron 6720. Todo paciente
crítico hospitalizado sin un documento –"Esta es
mi Voluntad", ajustado a la ley, corre el riesgo de que
lo sometan a tratamientos inútiles que prolongan su
proceso de morir. Los médicos tratantes, afectados por
demandas de "mala práctica·" con seguridad se
negarán a no comenzar o a interrumpir un tratamiento
innecesario ante la ausencia de un documento legal que los
protegiera.
La preocupación principal de
cualquier legislación sobre la Muerte Natural debiera
ser afirmar, de manera práctica, el derecho natural de
cualquier persona a no ser sometida a tratamientos
inútiles. El Estado no
nos concede este derecho. Hablando con más propiedad,
él debe venir en defensa de tal derecho, ya que lo
tenemos en virtud de nuestra propia naturaleza.
Richard A. Mac Cormick y André E. Hellegers sugirieron
que tal ley debiera especificar la obligación de todo
médico a registrar una enfermedad mortal con un personal
apropiado del hospital, que tendría el derecho a
verificar el asunto. "Un paciente capaz podría entonces
exigir por escrito que no se le apliquen tratamientos
extraordinarios. En el caso de un paciente que no estuviera en
condiciones de hacerlo, por la edad o por las circunstancias,
la familia
podría redactar un documento semejante con la solicitud.
Una vez que se haya escrito esta la legislación
podría determinar que el médico tratante no
estaría sujeto a demanda
civil o penal por omisión o interrupción del
tratamiento"
( RICHARD A. McCORMICK and ANDRE F- HELLEGERS,
"Legislation and the Living WiLL- América
, marzo 12,1977. p. 213.)
El moralista Mc Cormick en un
artículo escrito en 1981 suavizó su posición
referente a la legislación sobre "Esta es mi Voluntad"
porque "un impresionante número de médicos,
abogados y legisladores siguen creyendo que la afirmación
de una persona no es válida sin el respaldo de la ley".
Son de parecer que las principales objeciones contra la
legislación acerca del Derecho a Morir están
todavía en pie. El propósito de tal
legislación, afirmar el derecho natural de un paciente
terminal a morir en paz, es recomendable y moralmente justa. Con
todo, este objetivo no se alcanza con facilidad, porque las leyes
exigen un documento legal, una voluntad expresa, antes de que se
tome la decisión de no aplicar las técnicas
para mantener la vida. Una futura legislación debiera,
tener en cuenta esta dificultad de tal suerte que pueda
alcanzarse de manera fácil el fin tan laudable de las
leyes que defienden el derecho a morir con dignidad. Robert M.
Veatch redactó tal proyecto de ley,
basado en el derecho natural del paciente terminal a rehusar un
tratamiento que pro-
longue la vida.
¿Es lícito dejar morir a
un paciente, incapaz de tomar decisiones, no aplicándole o
suspendiéndole un tratamiento
inútil?
Si un paciente terminal, en buenas condiciones
mentales, puede lícitamente rehusar un tratamiento
inútil, las personas responsables de un paciente inepto
mentalmente deben poseer tal derecho. En el caso de menores de
edad, la práctica médica reconoce el derecho de
los padres, a rehusar un tratamiento inútil. Sin
embargo, se ha dado un buen número de casos en los que
el hospital ha rechazado la decisión de los padres y ha
recurrido a los jueces para obtener la autorización de
un tratamiento. El caso de Karen Ann Quinlan cautivó
atención mundial.
La señorita Quinlan, de 21 años,
sufrió un colapso (por sobredosis de una mezcla de
drogas y
alcohol) y
quedó en estado de coma el 15 de abril de 1975. No
recuperó su estado de conciencia y fue
mantenida en vida mediante un aparato respirador y alimentación
intravenosa por muchos meses. Dado que no se veía
esperanza de su recuperación, sus padres solicitaron al
hospital que retirara el respirador. Rehusada la solicitud por
los médicos de la señorita Quinlan, los padres
recurrieron al juez y le solicitaron autorización para
retirar el respirador. El Juez Muir, Jr, de la Corte Superior de
New Jersey, el 10 de noviembre de 1975 negó la solicitud
del padre de Karen. Este hizo apelación a la Corte Suprema
de New Jersey, la cual el 1 de abril de 1976 falló por
unanimidad en el sentido de que podía retirarse el
respirador. Se suspendió tal aparato pero Karen
continuó respirando por su cuenta sin lograr salir de su
estado de coma. Continuó así por largos y penosos
años para sus padres (Karen murió finalmente en
1986).
Surgen dos preguntas con respecto a la
eutanasia involuntaria
1ra).- ¿Según la moral, es
lícito, tratándose de un paciente terminal,
mentalmente incapaz, no aplicarle un tratamiento inútil o
suspendérselo, retirándole aparatos, o como se
suele decir,"desconectándolo?"
2da). – ¿Quién es la persona autorizada
para tomar tal decisión?
Se sigue de nuestras consideraciones anteriores que es
moralmente lícito permitir que todo paciente, en tales
condiciones, muera. Contradice a la naturaleza racional aplicar
medios inútiles. En un Mensaje de Su Santidad Pío
XII, dirigido a un grupo de anestesiólogos el 24 de
noviembre de 1957 hizo énfasis en el derecho que asiste a
todo ser humano de morir dignamente. Se valió de los
términos utilizados entonces de medios ordinarios y
extraordinarios, y enseñó con acierto que no existe
obligación de usar medios extraordinarios para conservar
la vida
El 5 de mayo de 1980 la Santa Sede promulgó un
Documento con el título: Declaración sobre la
Eutanasia. Aquí se repite la doctrina tradicional de la
Iglesia Católica expuesta por Pío XII y luego la
aplica a las condiciones actuales. Allí se
afirma:
"No se puede imponer a nadie la obligación de
recurrir a un tipo de tratamiento que, aunque ya esté en
uso, todavía no está libre de peligro o es
demasiado costoso. Su rechazo no equivale al suicidio; significa
más bien o simple aceptación de la condición
humana, o deseo de evitar la puesta en práctica de un
procedimiento
médico desproporcionado a los resultados que se
podrían esperar, o bien una voluntad de no imponer
gastos
excesivamente pesados a la familia o a la
comunidad"
¿Quién está autorizado para tomar
la decisión de dejar morir a un enfermo terminal sin que
se prolongue innecesariamente su proceso de morir? De acuerdo con
el orden de la naturaleza, tal derecho corresponde a aquellos que
tienen el deber de velar por tal persona. Tales son los miembros
de la familia, los padres, cónyuges, hijos y parientes
cercanos. Tal derecho no pertenece a las autoridades
públicas, ya que los ciudadanos no son propiedad del
Estado. De acuerdo con el principio de subsidiaridad las
autoridades públicas poseen tal derecho y tal deber
sólo cuando no existen miembros o deudos competentes de la
familia que ejerciten este derecho.
El derecho de los padres para suspender un tratamiento
en el caso de menores de edad es en general reconocido por las
leyes en Norteamérica. Con todo, parece que no existe una
política
clara con respecto a los adultos, mentalmente incapaces. La Corte
Suprema de Massachusetts, en su decisión del 28 de
noviembre de 1977, refiriéndose al caso de Joseph
Saikewicz afirmó que el Tribunal del Testamento posee
dicha autoridad . Un
decreto tal, si fuera a ser reconocido en toda la Nación
(USA) privaría las familias y a aquellos que velan
directamente por el enfermo, de su derecho natural a tomar esta
decisión. La Corte tendría un derecho que no tiene
y además estaría en incapacidad de ejercitarlo. Se
están presentando a diario tantos casos semejantes que las
cortes se van a ver demasiado recargadas. Entretanto todos los
pacientes terminales van a estar sujetos a la tortura de verse
sometidos a aparatos que les prolonguen la vida
indignamente.
La Corte Suprema de Massachusetts aclaró
más adelante que no se requería una orden de la
corte para todos los casos. Pero insistió en que, en
última instancia, la validez legal de una
decisión hecha en nombre de un paciente termina¡
sólo podía ser juzgada por las cortes. Para
evitar la necesidad de recurrir a las cortes, la
legislación sobre la "Muerte Natural" redactada con
esmero, debiera proteger en forma clara el derecho natural de
la familia y de todos aquellos que se encargan directamente del
moribundo.
La sentencia que afirma que la eutanasia pasiva o sea el
retiro o suspensión de un tratamiento inútil, es
moralmente lícita, se ataca desde dos frentes: los
defensores de la eutanasia argumentan que la pasiva no difiere de
la activa. No cuenta si una persona muere a consecuencia de una
inyección mortal o por la desconexión del
respirador. En ambos casos se produce la muerte. Si la moral y la
ley justifican la eutanasia pasiva, siguen argumentando, entonces
se justifica también la eutanasia activa y debiera
legalizarse. Algunos opositores de la eutanasia, equiparando de
la misma manera las dos clases de eutanasia, sostienen la
posición contraria. Dado que no existe diferencia entre la
eutanasia activa y la pasiva, ambas son inmorales y ambas deben
ser proscritas por la ley. Por tanto, un paciente moribundo debe
mantenerse forma indefinida bajo el control de aparatos que le
den vida artificial
Debemos a nuestros hermanos, los seres humanos, el ser
sinceros con ellos, en todo momento, pero en especial cuando se
están aproximando al fin de su peregrinación
terrena. Nosotros mismos no queremos para nosotros nada menos
que una sincera compasión en los últimos momentos
de nuestra vida.
En resumen; la Eutanasia se clasifica
según:
- Su finalidad:
Eutanasia eugénica: por razones de
"higiene racial",
libera a la sociedad de los
enfermos que son una carga.
Eutanasia piadosa: es la que se practica con el
fin de aliviar los dolores y sufrimientos a un
enfermo.
- Sus medios:
Eutanasia positiva: es aquella en que el agente
de manera directa y positiva actúa sobre la persona
enferma provocándole la muerte.
Eutanasia negativa: el agente deja de hacer algo
que permite proseguir con la vida del
paciente.
- Sus intenciones:
Eutanasia directa: cuando en la intención
del agente existe el deseo de provocar la muerte directamente del
enfermo.
Eutanasia indirecta: consiste en la muerte no
querida en su intención que sobreviene a causa de los
efectos secundarios del tratamiento paliativo del
dolor.
- Su voluntariedad:
Eutanasia voluntaria: es la que solicita el
paciente de palabra o por escrito.
Eutanasia involuntaria: es la que se aplica a los
pacientes sin su consentimiento.
LA EUTANASIA A LO
LARGO DE LA HISTORIA
"Quedan autorizados para disponer cuanto
sea necesario, a fin de que los enfermos considerables
incurables, a tenor de los conocimientos actuales, se los pueda
eliminar físicamente para poner fin a sus sufrimientos."
Adolf Hitler
No solo él ha defendido una postura
frente a la eutanasia; miremos las posiciones de diferentes
corrientes del pensamiento
respecto de este tema:
Para el Jusnaturalismo, la
obligación por cuestión divina de respetar la vida
en toda circunstancia, existe una prohibición estricta
sustentada en leyes naturales de disponer por cuenta propia de la
vida.
Juan Pablo II, en su encíclica "El
Evangelio de la Vida" define la Eutanasia como:
"Adueñarse de la muerte, procurándola de modo
anticipado y poniendo así fin "dulcemente" a la propia
vida o a la de otro". Y se considera esto como una "cultura de la
muerte" que se ve en las sociedades del
bienestar, caracterizadas por una mentalidad eficientista, que va
en contra de los ancianos y los más débiles,
caracterizadas como algo gravoso e insoportable, aisladas por la
familia y la sociedad, según lo cual una vida
inhábil no tiene ya valor alguno.
Y vuelve a definir la Eutanasia como una "acción o una
omisión que por su naturaleza y en la intención
causa la muerte, con el fin de eliminar cualquier dolor "situada
en la intención y los métodos
usados".
En términos de una teoría
utilitarista de los derechos, la eutanasia se nos
muestra como
una opción más práctica en el caso de que se
nos presente una existencia marcada por el dolor y sin
posibilidades de felicidad. Desde esta perspectiva, la eutanasia
es buena dados los dolores que se le quitan a quien los
está sufriendo, se disminuyen los daños a la
sociedad y se termina con una "carga" para la familia.
En la Utopía de
Tomás Moro, aparece el concepto
médico y moral de la Eutanasia: "…Cuando a estos males
incurables se añaden sufrimientos atroces, los magistrados
y sacerdotes, se presentan al paciente para exhortarle tratan de
hacerle ver que está ya privado de los bienes y
funciones
vitales…y puesto que la vida es un puro tormento, no debe dudar
en aceptar la muerte, no debe dudar en liberarse a sí
mismo o permitir que otros le liberen… esto es, la muerte no le
apartará de las dulzuras de vida sino del suplicio y se
realiza una obra …piadosa y santa…este tipo de muerte se
considera algo honorable" Aquí se ve: una atención
esmerada a los enfermos, una enfermedad intolerable, que legitima
la muerte voluntaria y la eutanasia en utopía , tiene en
cuenta los derechos de la persona:
responsabilidad moral, libertad, los
sacerdotes son intérpretes de la divinidad.
Hume, critica la posición
eminentemente moralista del suicidio y de paso la eutanasia
así: "nuestro horror a la muerte es tan grande que cuando
ésta se presenta bajo cualquier otra forma distinta de la
que un hombre se
había esforzado en reconciliar con su imaginación,
adquiere nuevos aspectos aterradores y resulta abrumadora para
sus pocas fuerzas. Y cuando las amenazas de la
superstición se añaden a esta natural timidez, no
es extraño que consigan privar a los hombres de todo
poder sobre
sus vidas" y va en contra de un determinismo al decir que " si el
disponer de la vida humana fuera algo reservado exclusivamente al
todopoderoso, y fuese un infringimiento del derecho divino el que
los hombres dispusieran de sus propias vidas, tan criminal
sería el que un hombre actuara para conservar la vida,
como el que decidiese destruirla."
Finalmente justifica la eutanasia en
términos prácticos al decir que : " una vez que se
admite que la edad, la enfermedad o la desgracia pueden convertir
la vida en una carga y hacer de ella algo peor que la
aniquilación. Creo que ningún hombre ha renunciado
a la vida si esta mereciera conservarse." Quien se retira de la
vida no le produce daño a la sociedad , a lo sumo deja de
producirle un bien .
En términos de Kant, a
él no le importa la singularidad, el suicidio es malo, al
contrario de Hume, por que viola deberes para conmigo mismo, el
respeto por
nosotros mismos. Frente a la eutanasia tiene en cuenta es la
potencialidad de ese ser humano que se quita la vida, las
posibilidades de desarrollo de
sus capacidades. La vida no vale por sí misma, sino en
función
de un proyecto de vida ligado con una libertad y una
autonomía, ésta se justifica si permite la base
material para una vida digna.
POSICIONES QUE
PRETENDEN JUSTIFICAR LA EUTANASIA…
Se suelen presentar las siguientes razones en pro de la
eutanasia voluntaria positiva:
1.-La vida de una persona que sufre de una
enfermedad terminal ha venido a ser inútil para su
familia, para la sociedad y para el mismo paciente. Una persona
sana no debe cometer suicidio porque tiene muchos deberes para
con su familia, la sociedad y su propio desarrollo. Por el
contrario, una persona que sufre de una enfermedad terminal no
tiene ya más deberes que cumplir, sencillamente porque se
encuentra en incapacidad de hacer algo por sí misma o por
los demás. Nadie saca ningún provecho de que su
vida continúe, cargada como está con el peso del
sufrimiento. Por tanto es razonable afirmar que tal persona se
encuentra justificada para poner fina a su propia vida, por su
cuenta o con la ayuda de los demás.
2.-Cuando uno se encuentra ante dos males,
tiene que escoger el mal menor. La prolongación de un
sufrimiento inútil es un mal mayor que el procurarse una
muerte inmediata, que de todas maneras pronto iría a
sobrevenir.
3.-Resulta inhumano e insensato conservar
en vida a un paciente terminal cuando él ya no quiere
vivir más, y una simple inyección podría
poner fin a su lamentable estado, sin dolor.
4.-Una persona que no cree en Dios puede
razonablemente concluir que el hombre es el dueño de su
propia vida. En consecuencia, puede decidir libremente poner fin
a su propia vida, por su cuenta o con la ayuda de otros, cuando
ya no tiene más deberes que cumplir con respecto a su
familia y a la sociedad.
5.-La libertad del hombre para obrar no
debe cohibirse a menos que haya razones convincentes de que su
libertad entra en conflicto con
los derechos de los demás. Ahora bien, no puede
demostrarse tal conflicto en el caso del enfermo terminal. Por
tanto tal persona tiene el derecho a morir como ella
escoja.
6.-La eutanasia voluntaria positiva es un
acto de delicadeza para con la propia familia y para con la
sociedad, ya que el enfermo terminal decide no seguir siendo
oneroso para ellos prolongando su enfermedad, con los
consiguientes costos y todo
el trabajo de
cuidar a un paciente enfermo de gravedad. Es mejor liberar los
escasos recursos
médicos y financieros para que se empleen en curar a
aquellas personas que pueden llevar una vida
útil.
7.-Los creyentes sostenemos que Dios nos
dio la vida. De aquí no se sigue que no podamos intervenir
en ella, ya que Dios nos hizo sus admiradores. Es sensato, por
tanto, pensar que Dios no quiere que suframos innecesariamente
cuando podemos de manera fácil poner fin a nuestra
desgracia.
POSICIONES QUE NO JUSTIFICAN
EUTANASIA
1.- La tradición occidental y la
filosofía teísta se han manifestado contra la
muerte directa de uno mismo, sea solo, sea con la ayuda de los
demás. La razón principal en favor de esta
posición es el que Dios pose el dominio directo
sobre la vida humana. Somos administradores de nuestra propia
vida pero no sus propietarios. Así como no podemos decidir
el comienzo de nuestra propia vida, tampoco nos es lícito
determinar su final.
Aunque este argumento es válido con base en una
filosofía teísta, quizás no convenza a todo
mundo, tal vez ni siquiera a los creyentes. ¿Podría
aducirse otra razón?
2.- A través de toda esta obra hemos venido
usando la naturaleza humana racional como el criterio de
moralidad. Hemos justificado la intervención en nuestra
naturaleza cuando es posible probar que una tal
intervención es razonable y sirve para promover nuestra
dignidad humana. Preguntémonos ahora: ¿es la
eutanasia voluntaria positiva una intervención razonable
en nuestra naturaleza? ¿ Constituye dicha eutanasia un
factor humanizante o deshumanizante para el individuo implicado y
para la sociedad?
¿Qué razón puede aducir una persona
a su médico para solicitarle que ponga fin a su vida? Tal
razón puede ser la liberación del dolor, ya que el
hombre posee un deseo natural de vivir y, precisamente, de vivir
sin dolor y sin desgracia. Pero no resulta prudente ni sabio
cortar el dolor poniendo fin a la vida. Sería una
intervención más razonable tratar de aliviar el
dolor más bien que matar al paciente. Por fortuna la
medicina moderna
es muy eficaz para calmar el dolor. Supuesto que es posible
mitigar el dolor, parece ser más digno del hombre hacer
esto que administrar al paciente una inyección
mortal.
3.- Cuando hablamos de eutanasia voluntaria se presume
que el paciente solicita libremente la muerte. Para evitar
cualquier engaño o mala interpretación, la
solicitud del enfermo debe obtenerse por escrito y con la firma
en presencia de testigos. ¿Se encuentra un paciente,
debilitado por una enfermedad terminal, de hecho en capacidad de
valorar su propia situación y de hacer una petición
con una mente lúcida? ¿Cómo pueden los
testigos dar testimonio de que el enfermo hizo la solicitud de su
propia muerte con mente sana y recta? Por tanto, existe el
problema de la libertad en la toma de decisión ¿Se
pueden eliminar las presiones?. La posibilidad de abuso no es
imaginaria sino muy real, dados los encontrados intereses
financieros y de otros órdenes, de la familia del paciente
y de la sociedad.
4.- Además, debe determinarse el tiempo exacto
para la aplicación de la inyección mortal. Esto se
parece mucho a una ejecución. La mayoría de los
países acabaron con la pena de muerte
porque es una forma muy inhumana de castigo. Es cosa cruel
anunciara una persona la hora exacta de su muerte.
¿Queremos ahora nosotros introducir de nuevo
dicha ejecución por medio de la inyección en forma
masiva? Como dijimos antes, muchos Estados norteamericanos han
aprobado leyes que determinan la ejecución de la pena de
muerte por medio de una inyección. Admitiendo que existe
una diferencia entre ejecutar a un criminal y 91 dar la muerte a
un enfermo, con todo las deshumanizantes y horripilantes
circunstancias de la ejecución y de la eutanasia son las
mismas.
5.- ¿Además, quién va a aplicar la
inyección mortal? ¿Van los médicos a aceptar
el papel de
administrar la muerte en vez de la curación?'. Para quien
va a aplicar la inyección no se requiere que sea
médico, ya que el sencillo procedimiento puede ser
aprendido por cualquiera, ¿ Va entonces a existir una
nueva profesión cuya tarea va a consistir- en dar la
muerte, exactamente igual a los ejecutores de la pena de muerte
que reciben una paga por su"servicio"
6.- No faltará quien diga que esta
descripción de la eutanasia es exagerada o
hasta sarcástica. No pensariamos así. No puede
pasarse por alto la realización concreta de la eutanasia.
Teniendo en cuenta todas las circunstancias' ,la eutanasia
voluntaria positiva es dehumanizante. No es un, "morir con
dignidad" La posibilidad de abusos relacionados con la
legalización de la eutanasia podría aumentar el
temor de los ancianos de que una enfermedad grave es una
ocasión que se presenta a la familia o a las autoridades
para despacharlos de este mundo. Está mucho más en
conformidad con la dignidad humana dejar que la naturaleza siga
su curso y aceptar la muerte cuando venga a través de
factores que no caen bajo el control humano.
POSICION DE LA IGLESIA
CATOLICA
DECLARACION SOBRE LA
EUTANASIA
Los derechos y valores
inherentes a la persona humana ocupan un puesto importante en la
problemática contemporánea. A este respecto, el
Concilio Ecuménico Vaticano 11 ha reafirmado solemnemente
la dignidad excelente de la persona humana y de modo particular
su derecho a la vida. Por ello ha denunciado los crímenes
contra la vida, como «h<xnicí
dios de cualquier clase, genocidios, aborto, eutanasia
y el mismo suicidio deliberado» (Cons. Past. Gaudium et
spes, n. 27).
La S. Congregación para la Doctrina de la Fe, que
recientemente ha recordado la doctrina católica acerca del
aborto procurado juzga oportuno proponer ahora la enseñanza de la Iglesia sobre el problema
de la eutanasia.
En efecto, aunque continúen siendo siempre
válidos los principios
enunciados en este terreno por los últimos
Pontífices, los progresos de la medicina han hecho
aparecer, en los recientes años, nuevos aspectos M
problema de la eutanasia que deben ser precisados ulteriormente
en su contenido ético.
En la sociedad actual, en la que no raramente son
cuestionados 1os mismos valores fundamentales de la vida
humana, la modificación de cultura influye en el modo de
considerar el sufrimiento y la muerte; medicina ha aumentado su
capacidad de curar y de prolongar la vida en determinadas
condiciones que a veces ponen problemas de carácter
moral. Por ello los hombres que viven en tal ambiente se
interrogan con angustia acerca del significado de la ancianidad
prolongada y de muerte, preguntándose consiguientemente
si tienen el derecho de procurarse a sí mismos o a sus
semejantes la «muerte dulce», que serviría
para abreviar el dolor y sería, según ellos,
más conforme con la dignidad humana.
Diversas Conferencias Episcopales han preguntando al
respecto esta S. Congregación para la Doctrina de la Fe,
la cual, tras haber pedido el parecer de personas expertas
acerca de los varios aspectos de eutanasia, quiere responder
con esta Declaración a las peticiones de k obispos, para
ayudarles a orientar rectamente a los fieles y ofrecerles
elementos de reflexión que puedan presentar a las
autoridades civiles propósito de este gravísimo
problema.
La materia
propuesta en este documento concierne ante todo a k que ponen
su fe y esperanza en Cristo, el cual mediante su vida, muerte
resurrección ha dado un nuevo significado a la
existencia y sobre todo la muerte del cristiano, según
las palabras de San Pablo: «pues si vivimos para el
Señor vivimos; y si morimos, morimos para el
Señor. En fin, se que vivamos, sea que muramos, del
Señor somos» (Rom. 14, 8; Fil 1, 20).
Por lo que se refiere a quienes profesan otras
religiones, mucho admitirán con nosotros que la fe – si
la condividen – en un Dios creador Providente y Señor de
la vida confiere un valor eminente a toda persona humana y
garantiza su respeto.
Confiamos, sin embargo, en que esta Declaración
recogerá el consenso de tantos hombres de buena voluntad
los cuales, por encima do diferencias filosóficas o
ideológicas, tienen una viva conciencia de la derechos
de la persona humana. Tales derechos, por lo demás, han
sido proclamados frecuentemente en el curso de los
últimos años en declaraciones de Congresos
Internacionales (a); y tratándose de derechos
fundamentales de cada persona humana, es evidente que no se
puede recurrir 2 argumentos sacados del pluralismo
político o de la libertad religiosa para negarles valor
universal.
(a)Recuérdese en particular la
recomendación 779 (1976). referentes a los derechos de
los enfermos y de los moribundos de la Asamblea Parlamentaria
del Consejo de Europa en su
XXVII sesión ordinaria. CL SIPECA. 1977, pp.
14-.
La vida humana es el fundamento de todos los bienes,
la fuente y condición necesaria de toda actividad humana
y de toda convivencia social. Si la mayor parte de los hombres
creen que la vida tiene un carácter sacro y que nadie
puede disponer de ella a capricho, los creyentes ven a la vez
en ella un don del amor de
Dios, que son llamados a conservar y hacer fructificar. De esta
última consideración brotan las siguientes
consecuencias:
1. Nadie puede atentar contra la vida de un hombre
inocente sin oponerse al amor de Dios hacia él, sin
violar un derecho fundamental, irrenunciable e inalienable, sin
cometer, por ello, un crimen de extrema
gravedad.(b)
2. Todo hombre tiene el deber de conformar su vida con
el designio de Dios. Esta le ha sido encomendada como un bien
que debe dar sus frutos ya aquí en la tierra,
pero que encuentra su plena perfección solamente en la
vida eterna.
3. La muerte voluntaria o sea el suicidio es, por
consiguiente, tan inaceptable como el homicidio;
semejante acción constituye en efecto, por parte del
hombre, el rechazo de la soberanía de Dios y de su designio de
amor. Además, el suicidio es a menudo un rechazo del
amor hacia sí mismo, una negación de la natural
aspiración a la vida, una renuncia frente a los deberes
de justicia y
caridad hacia el prójimo, hacia las diversas comunidades
y hacia la sociedad entera, aunque a veces intervengan, como se
sabe, factores psicológicos que, pueden atenuar o
incluso quitar la responsabilidad.
Se deberá, sin embargo, distinguir
bien del suicidio aquel sacrificio con el que, por una causa
superior -como la gloria de Dios, la salvación de las
almas o el servicio a los hermanos – se ofrece o se pone en
peligro la propia vida.
Para tratar de manera adecuada el problema de la
eutanasia, conviene ante todo precisar el
vocabulario.
.(b). Se dejan completamente de lado las cuestiones
de la pena de muerte y de la guerra que
exigirían consideraciones especificas, ajenas al tema de
esta Declaración.
Etimológicamente la palabra eutanasia
significaba en la antigüedad una muerte dulce sin
sufrimientos atroces. Hoy no nos referimos tanto al significado
original del término, cuanto más bien a la
intervención de la medicina encaminada a atenuar los
dolores de la enfermedad y de la agonía, a veces incluso
con el riesgo de suprimir prematuramente la vida.
Además el término es usado, en sentido
más estricto, con el significado de «causar la
muerte por piedad», con el fin de eliminar radicalmente los
últimos sufrimientos o de evitar a los niños
subnormales, a los enfermos mentales o a los incurables i la
prolongación de una vida desdichada,
quizás por muchos años que podría
imponer cargas demasiado pesadas a las familias o a la
sociedad.
Es pues necesario decir claramente en qué
sentido se toma el término en este documento.
Por eutanasia se entiende una acción o una
omisión que por su naturaleza, o en la intención,
causa la muerte, con el fin de eliminar cualquier dolor. La
eutanasia se sitúa pues en el nivel de las intenciones o
de los métodos usados.
Ahora bien, es necesario reafirmar con toda firmeza
que nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser humano
inocente, sea feto o embrión, niño o adulto,
anciano, enfermo incurable o agonizante. Nadie además
puede pedir este gesto homicida para sí mismo o para
otros confiados a su responsabilidad, ni puede consentirlo
explícita o implícitamente. Ninguna autoridad
puede legítimamente imponerlo ni permitirlo. Se trata en
efecto de una violación de la ley divina, de una ofensa
a la dignidad de la persona humana, de un crimen contra la
vida, de un atentado contra la humanidad.
Podría también verificarse que el dolor
prolongado e insoportable, razones de tipo afectivo u otros
motivos diversos, induzcan a alguien a pensar que puede
legítimamente pedir la muerte o procurarla a otros.
Aunque en casos de ese género
la responsabilidad personal pueda estar disminuida o incluso no
existir, sin embargo el error de juicio de la conciencia
-aunque fuera incluso de buena fe – no modifica la naturaleza
del acto homicida, que en sí sigue siendo siempre
inadmisible. Las súplicas de los enfermos muy graves que
alguna vez invocan la muerte no deben ser entendidas como
expresión de una verdadera voluntad de eutanasia; estas
en efecto son casi siempre peticiones angustiadas de asistencia
y de afecto. Además de los cuidados médicos, lo
que necesita el enfermo es el amor, el
calor humano
y sobrenatural, con el que pueden y deben rodearlo todos
aquellos que están cercanos, padres e hijos,
médicos y enfermeros.
EL CRISTIANO ANTE
EL SUFRIMIENTO Y EL USO DE LOS ANALGESICOS
La muerte no sobreviene siempre en
condiciones dramáticas, al final de sufrimientos
insoportables. No debe pensarse únicamente en los casos
extremos. Numerosos testimonios concordes hacen pensar que la
misma naturaleza facilita en el momento de la muerte una
separación que sería terriblemente dolorosa para un
hombre en plena salud. Por lo cual una enfermedad prolongada, una
ancianidad avanzada, una situación de soledad y de
abandono, pueden determinar tales condiciones psicológicas
que faciliten la aceptación de la muerte.
Sin embargo se debe reconocer que la muerte precedida o
acompañada a menudo de sufrimientos atroces y prolongados
es un acontecimiento que naturalmente angustia el corazón
del hombre.
El dolor físico es ciertamente un elemento
inevitable de la condición humana; a nivel
biológico, constituye un signo cuya utilidad es
innegable; pero puesto que atañe a la vida
psicológica del hombre, a menudo supera su utilidad
biológica y por ello puede asumir una dimensión tal
que suscite el deseo de eliminarlo a cualquier precio.
Sin embargo, según la doctrina cristiana, el
dolor, sobre todo el de los últimos momentos de la vida,
asume un significado particular en el plan
salvífico de Dios; en efecto, es una participación
en la Pasión de Cristo y una unión con el
sacrificio redentor que El ha ofrecido en obediencia a la
voluntad del Padre. No debe pues maravillar si algunos cristianos
desean moderar el uso de los analgésicos, para aceptar
voluntariamente al menos una parte de sus sufrimientos y
asociarse así de modo consciente a los sufrimientos de
Cristo crucificado (ef Mi 27, 34). No sería sin embargo
prudente imponer como norma general un comportamiento
heroico determinado. Al contrario, la prudencia humana y
cristiana sugiere para la mayor parte de los enfermos el uso de
las medicinas que sean adecuadas para aliviar o suprimir el
dolor, aunque de ello se deriven, como efectos secundarios,
entorpecimiento o menor lucidez. En cuanto a las personas que no
están en condiciones de expresarse, se podrá
razonablemente presumir que desean tomar tales calmantes y
suministrárseles según los consejos del
médico.
Pero el uso intensivo de analgésicos no
está exento de dificultades, ya que el fenómeno de
acostumbrarse a ellos obliga generalmente a aumentar la dosis
para mantener su eficacia. Es
conveniente recordar una declaración de Pío XII que
conserva aún toda su validez. Un grupo de médicos
le había planteado esta pregunta: « ¿La
supresión del dolor y de la conciencia por medio de
narcóticos está permitida al médico y al
paciente por la religión y la moral
(incluso cuando la muerte se aproxima o cuando se prevé
que el uso de narcóticos abreviará la
vida)?». El Papa respondió: «Si no hay otros
medios y si, en tales circunstancias, ello no impide el
cumplimiento de otros deberes religiosos y morales:
Sí». En este caso, en efecto, está claro que
la muerte no es querida o buscada de ningún modo, por
más que se corra el riesgo por una causa razonable:
simplemente se intenta mitigar el dolor de manera eficaz, usando
a tal fin los analgésicos a disposición de la
medicina.
Los analgésicos que producen la
pérdida de la conciencia en los enfermos, merecen en
cambio una consideración particular. Es sumamente
importante, en efecto, que los hombres no sólo puedan
satisfacer sus deberes morales y sus obligaciones
familiares, sino también y sobre todo que puedan
prepararse con plena conciencia al encuentro con Cristo. Por
esto, Pío XII advierte que «no es lícito
privar al moribundo de la conciencia propia sin grave
motivo».
EL USO
PROPORCIONADO DE LOS MEDIOS TERAPÉUTICOS
Es muy importante hoy día proteger,
en el momento de la muerte, la dignidad de la persona humana y la
concepción cristiana de la vida contra un tecnicismo que
corre el riesgo de hacerse abusivo. De hecho algunos hablan de
«derecho a morir expresión que no designa el derecho
de procurarse o hacerse procurar la muerte como se quiere, sino
el derecho de morir con toda serenidad, con dignidad humana y
cristiana. Desde este punto de vista, el uso de los medios
terapéuticos puede plantear a veces algunos
problemas.
En muchos casos, la complejidad de las situaciones puede
ser tal que haga surgir dudas sobre el modo de aplicar los
principios de la moral. Tomar decisiones corresponderá en
último análisis a la conciencia del enfermo o de
las personas cualificadas para hablar en su nombre, o incluso de
los médicos, a la luz de las
obligaciones morales y de los distintos aspectos del
caso.
Cada uno tiene el deber de curarse y de
hacerse curar. Los que tienen a su cuidado los enfermos deben
prestarles su servicio con toda diligencia y suministrarles los
remedios que consideren necesarios o útiles.
¿Pero se deberá recurrir, en
todas las circunstancias, a toda clase de remedios
posibles?
Hasta ahora los moralistas
respondían que no se está obligado nunca al uso de
los medios «extraordinarios». Hoy en cambio, tal
respuesta, siempre válida en principio, puede parecer tal
vez menos clara tanto por la imprecisión del
término como por los rápidos progresos de la
terapia. Debido a esto, algunos prefieren hablar de medios
«proporcionados» y «desproporcionados».
En cada caso, se podrán valorar bien los medios poniendo
en comparación el tipo de terapia, el grado de dificultad
y de riesgo que comporta, los gastos necesarios y las
posibilidades de aplicación con el resultado que se puede
esperar de todo ello, teniendo en cuenta las condiciones del
enfermo y sus fuerzas físicas y morales.
Para facilitar la aplicación de
estos principios generales se pueden añadir las siguientes
puntualizaciones:
– A falta de otros remedios, es lícito recurrir,
con el consentimiento del enfermo, a los medios puestos a
disposición por la medicina más avanzada, aunque
estén todavía en fase experimental y no
estén libres de todo riesgo. Aceptándolos, el
enfermo podrá dar así ejemplo de generosidad para
el bien de la humanidad.
– Es también lícito interrumpir la
aplicación de tales medios, cuando les resultados
defraudan las esperanzas puestas en ellos. Pero, al tomar una tal
decisión, deberá tenerse en cuenta el justo deseo
del enfermo y de sus familiares, así como el parecer de
médicos verdaderamente competentes; estos podrán
sin duda juzgar mejor que otra persona si el empleo de
instrumentos y personal es desproporcionado a los resultados
previsibles, y si las técnicas empleadas imponen al
paciente sufrimientos y molestias mayores que los beneficios que
se pueden obtener de los mismos.
Es siempre lícito contentarse con los medios
normales que la medicina puede ofrecer. No se puede, por lo
tanto, imponer a nadie la obligación de recurrir a un tipo
de cura que, aunque ya esté en uso, todavía no
está libre de peligro o es demasiado costosa. Su rechazo
no equivale al suicidio: significa más bien o simple
aceptación de la condición humana, o deseo de
evitar la puesta en práctica de un dispositivo
médico desproporcionado a los resultados que se
podrían esperar, o bien una voluntad de no imponer gastos
excesivamente pesados a la familia o la colectividad.
– Ante la inminencia de una muerte
inevitable, a pesar de los medios empleados, es lícito en
conciencia tomar la decisión de renunciar a unos
tratamientos que procurarían únicamente una
prolongación precaria y penosa de la existencia, sin
interrumpir sin embargo las curas normales debidas al enfermo en
casos similares. Por esto, el médico no tiene motivo de
angustia, como si no hubiera prestado asistencia a una persona en
peligro.
Posición de la Iglesia en Argentina:
A) Muerte digna en
Diputados
Cautela de la Iglesia ante la
iniciativa
Curas y médicos católicos no rechazan
el proyecto parlamentario, pero tienen algunas
objeciones.
La Iglesia mira con prudencia el proyecto de ley sobre
la llamada
"muerte digna", según la cual un enfermo terminal
puede decidir que se le suspenda el tratamiento que lo mantiene
con vida. Fuentes
eclesiásticas encuentran positivo el hecho de
acabar con lo que
algunos denominan "encarnizamiento terapéutico";
es decir, mantener al pa ciente con vida a través de
tratamientos excesivamente dolorosos y prolongados.
"Hay que proteger al enfermo de los excesivos cuidados
del sistema
sanitario", señaló monseñor
Héctor Aguer, obispo auxiliar de Buenos Aires, al
ser consultado por La Nación.
Muerte digna y eutanasia
Asimismo, obispos y sacerdotes coinciden en
señalar la diferencia esencial entre la muerte digna y la
eutanasia, un sistema rechazado en casi todas las legislaciones
del mundo y contra el cual la Iglesia sostiene, desde el Papa
hasta el más remoto párroco, su firme
oposición.
En la eutanasia, el destino del enfermo no está
en sus propias manos, sino en las del médico, quien se
encarga de subir o bajar su pulgar y decidir así la
continuidad de la vida del paciente, recordaron allegados a la
Iglesia.
Aunque la Iglesia mira con buenos ojos la muerte digna,
Aguer objeta el hecho de que el proyecto de ley estipule que
sólo el enfermo pueda decidir su deseo de interrumpir el
tratamiento, y que no se admita la opinión de su familia.
"Creo que no se le puede pedir a un paciente terminal que
evalúe con claridad y estabilidad afectiva la
decisión de discontinuar el tratamiento",
aseguró.
Los médicos católicos
asienten
El profesor Rubén Revello, master en bioética
por la Universidad del
Sacro Coure, de Milán, y perito de la Conferencia
Episcopal, se manifestó conforme con la
intervención de un juez en el caso de una persona incapaz.
Además, dijo que le parece cruel que el médico
esté obligado a comunicarle al paciente que tiene una
enfermedad terminal, según establece el dictamen por
mayoría de los legisladores.
El dolor visto por los especialistas
Comité de bioética: profesionales de
distintas disciplinas se esfuerzan por curar el dolor espiritual
de los enfermos.
"Es fundamental que se empiece a tener en cuenta que el
ser humano tiene que vivir dignamente hasta su última
hora", asegura Ignacio Maglio, abogado miembro del Comité
de Bioética del Hospital Muñiz.
Un sacerdote, un abogado, médicos y enfermeros
conforman ese comité interdisciplinario que se encarga de
brindar cuidados paliativos a los enfermos terminales. Su
función es justamente que los pacientes vivan su
agonía de la mejor forma posible.
A pesar de ver con aprobación que se permita al
enfermo terminal decidir si continúa o no con los
tratamientos que puedan causarle dolor, Maglio remarca que es
fundamental acompañar al paciente, cuidarlo más
allá de que no se lo pueda curar."El dolor espiritual es
mucho más insoportable que el físico. Muchos mueren
infelices y abandonados; eso es lo que hay que tratar de evitar",
comentó.
Morir con angustia
En un establecimiento como el Muñiz, donde se
internan la mayor parte de los enfermos de Sida, los
médicos deben enfrentarse con situaciones críticas
a diario.
Adriana Basombrío, médica
infectóloga, afirma que la angustia es la sensación
que invade a la mayoría de los pacientes que ve morir.
"Cada vez que pasa una cosa así, es señal de que
estamos haciendo algo mal", dice.
Las actitudes del
enfermo terminal en el momento más crítico pueden
ser muy distintas: "Algunos saben que la muerte es inminente,
pero no se rinden, otros dicen que no quieren sufrir más,
que los ayudes a morir", dice Basombrío.
En tanto, Olga Camargo, enfermera de la sala de
Inmunodeprimidos, asegura que hay momentos en que el profesional
se queda sin palabras. "Cuando el que se da cuenta que no se va a
salvar, con todo su dolor, te toma de la mano y te ruega que lo
dejes morir, es
algo horrible, una de la cosas que más me cuesta
asumir".
Cuando se habla de muerte digna se cae muchas veces en
el error de confundirla con la eutanasia. Maglio remarca que hay
grandes diferencias entre una y otra. "La muerte digna apunta a
controlar el dolor físico y espiritual del enfermo y
lograr que termine sus días de la forma más
pacífica posible.
"En cambio, si se habla de provocar la muerte, nos
acercamos a lo que es la eutanasia. Por eso, es importante que se
respete la autonomía de los pacientes, pero no tiene que
ser total. Si no caeríamos en el suicidio asistido del
doctor Kervorkian", afirmó.
Según Maglio, lo que debe definir la ley es
aquello que se entiende por dignidad. Una definición
adecuada tendría que abarcar, desde su punto de vista,
tres cosas: eliminar el dolor físico, espiritual y social;
ayudar al paciente a relacionarse con su entorno; y posibilitar
que tome decisiones adecuadas desde su propio ser."La forma de
lograrlo es mediante el fomento de los cuidados paliativos.
Deberían formarse equipos que puedan atender a los
enfermos en sus casas y permitir que los familiares puedan
tomar
licencias en sus trabajos para cuidarlos, así los
últimos días serán realmente dignas",
señaló.
Martín Rodríguez Yebra
Controversia entre los
especialistas
Opiniones: distintas reacciones provocó entre los
médicos consultados el proyecto sobre muerte
digna.
Especialistas en diversas áreas fueron
consultados por La Nación acerca del proyecto de ley sobre
muerte digna, el cual aboga por el derecho de cualquier enfermo
terminal a decidir la suspensión del tratamiento
médico para evitar el ensañamiento
terapéutico.
"Dios es el único que puede disponer sobre la
vida y la muerte. El hombre no puede quebrar el orden de los
ciclos naturales", dijo la licenciada en psicología
Eloísa Abello, especialista en pacientes
terminales.
Además, señaló la importancia de
hablar sobre la muerte, que deje de ser un tabú en la
sociedad. "La muerte es parte de la vida y es una decisión
interna no externa; por lo tanto, esta ley no aumentaría
los casos de personas que quieren poner fin a su existencia",
consideró la licenciada.
Uno de los interrogantes que plantea el proyecto es
cómo compatibilizar el juramento médico, por el
cual todo profesional de la salud está obligado a prestar
asistencia al enfermo hasta último momento, con el derecho
del paciente -que protege esta ley- de interrumpir el
tratamiento.
"Toda persona tiene derecho a una vida y a una muerte
digna, pero el médico tiene un juramento por el cual debe
asistir al enfermo. Creo que no se puede legislar sobre un tema
tan delicado que se enmarca en la libertad de conciencia entre el
paciente y su médico",
respondió el doctor Manuel Luis Martí,
miembro del Comité de Ética del
Hospital de Clínicas.
Asimismo, destacó: "El pofesional debe encontrar
un equilibrio
entre el ensañamiento terapéutico, que sería
una asistencia en exceso, y la eutanasia que sería por
defecto.
Para el doctor Jorge Mazzinghi, especialista en derecho
de familia,
"es legítimo que una persona decida no someterse
al ensañamiento terapéutico, pero hay que
diferenciar bien entre esto y la interrupción artificial
de la vida".
En el caso de enfermos incapaces de decidir, el proyecto
prevé que un juez asuma la representación legal. Al
respecto, Mazzinghi opinó que la intervención
judicial en cuestiones tan íntimas como la
interrupción del tratamiento médico en enfermos
terminales es peligrosa porque supone la intromisión en la
intimidad de la persona. Además, el doctor Mazzinghi
indicó que antes que decidir un juez debiera hacerlo la
familia del enfermo terminal.El proyecto en su artículo
tercero prevé la intervención de un psiquiatra de
un establecimiento oficial para estimar que la decisión de
interrumpir el tratamiento fue tomada en forma libre por el
enfermo. Para el psiquiatra y psicoterapeuta Daniel Coifman "el
ser humano tiene la capacidad para tomar la decisión de
interrumpir su tratamiento y morir de una forma digna; si alguien
va a morir sufre menos al poder tomar decisiones y no sentirse
víctima de un sistema que no le permite
elegir".
Antes que puntos claros, o conclusiones, respecto al
tema, lo que tenemos es una innumerable lista de aspectos sin
resolver que, creemos, deben tenerse en cuenta, aunque de por
sí, de acuerdo con la definición dada más
atrás, se podría aprobar o reglamentar este
derecho. Aunque de por sí, en un país como el
nuestro, podría ser causa más de perjuicios que de
beneficios, dado que no están dadas las condiciones de
conciencia, de legislación, y de cubrimiento necesarias
para que se pueda tener de alguna manera en cuenta.
Si se aprobara la Eutanasia por parte de un
Estado, se deberían tener en cuenta aspectos como los
siguientes:
1.El testamento en Vida (o testamento vital) : Un
testamento vital es un documento en el que el interesado expresa
sus voluntad sobre las atenciones médicas que desea
recibir caso de padecer una enfermedad irreversible o terminal
que le haya llevado a un estado que le impida expresarse por
sí mismo. Puede realizar su propio testamento vital
personalizado, con las indicaciones y razonamientos que considere
pertinentes. De este tipo de documentos
existen muy variadas versiones, existen fundaciones en muchos
países que asesoran a cualquier persona sobre este
aspecto, de acuerdo con las leyes vigentes en cada país.
Los argumentos que podrían estar a favor de ello pueden
ser: El promedio de esperanza de vida ha aumentado enormemente en
los países más prósperos. (y aún en
países menos prósperos, como el nuestro) Ello nos
beneficia mientras gozamos de un buen estado de salud. Pero los
avances médicos, que han supuesto una gran mejora para la
salud, pueden servir también para alargar el proceso de la
muerte. En teoría, se necesita nuestro consentimiento para
que se nos administre un tratamiento, pero la mayoría de
la gente acepta automáticamente lo que el médico le
suministra. Hay quien pasa meses, incluso años, con una
calidad de
vida tan pobre que llega a desear vehementemente morir. Lo
que la mayoría de la gente desea En todos aquellos lugares
en que se han realizado encuestas, la
mayoría de la gente piensa que se debería permitir
que los médicos pudiesen ayudar a morir a un paciente
incurable si el paciente lo solicita . En la mayoría de
los países en los que un médico lleva a cabo esta
ayuda puede acusársele de homicidio, en Colombia, se
llama homicidio por piedad y tiene cárcel de 6 meses a
tres años. (Ley 2241 art. 3261. Código.
Penal Colombiano)
2.Se debería tener en cuenta el derecho a
la intimidad, como lo consagra el artículo 15 de la
Constitución de 1991. Y a la hora de
legislar sobre la Eutanasia, habría de considerarse este
derecho relacionado.
3.Tener en cuenta, el derecho a la libre
disposición del cuerpo, como lo reconoce el derecho
consuetudinario y reconocerle, así mismo, la posibilidad
de la autonomía sobre su vida al ser humano.
4.Deben tenerse en cuenta o aplicarse los mismos
principios a un paciente mentalmente capacitado que a otro
afectado de muerte cerebral, en estado vegetativo persistente, o
en estado grave e irreversible de demencia? Esto por que
podría caerse a través de esto en una "eutanasia
social" donde los desechables pueden ser eliminados muy
suavemente, sin condenas morales y desconociéndoles de
alguna manera sus más elementales derechos. 5.La
aplicación continuada de medios extraordinarios para
alargar la vida (o la agonía?) es una violación de
los derechos constitucionales del paciente (o quien lo
represente) sería ir contra la dignidad de la persona y
contra su intimidad.
6.Si se hablase de pacientes mentalmente
incapacitados para tomar una decisión de este tipo,
ésta debe apoyarse en el principio de subrogación
para proteger los derechos de autodeterminación y el
bienestar del afectado directamente. Sin embargo, aquí
podría caerse en el horroroso camino de decidir quien y
como vive alguien al poder plantear la ley que si una persona no
puede volver a tener una existencia "normal" consciente,
íntegra y útil (en los mejores términos del
utilitarismo) , significaría que sólo una vida
"normal, íntegra y útil" es digna de
protección legal. Serían los riesgos de las
personas de determinada edad, o los llamados desechables.
Más aún la pérdida de confianza en el
médico o personal de la salud. A esto se contrapone que el
simple hecho de que las funciones del paciente sean limitadas o
que el pronóstico médico sea negativo, no implica
que pueda disfrutar de lo que le queda de vida, ni que todos
tengamos que ser homogéneos. 7.Se debe tener en
cuenta el interés
del paciente, cuando éste no haya decidido algo en
condiciones de vida normales anteriores, en el interés del
paciente, se hallarían implícitos aspectos como la
calidad de la
vida y la edad.
8.Sería aconsejable que los hospitales
tuviesen comisiones éticas a la hora de tener que tomar
decisiones de ésta índole, para aconsejar a los
pacientes, si se puede, a los familiares y a los médicos y
puedan establecer directrices hospitalarias sobre el trato a los
moribundos. Idealmente, sería aconsejable que estas
comisiones fueran interdisciplinarias, con médicos,
abogados, psicólogos, enfermeras y sacerdotes entre
otros.
9.Al prolongarse inútilmente la
agonía de una persona, se pone a la familia en situaciones
que podrían llamarse inhumanas, se pueden destacar, en el
país, los costos de tener una persona en unidad de
cuidados intensivos, que fácilmente ascienden a
$1.500.000.oo diarios, costos que difícilmente pueden
sufragar familias de escasos recursos, (que entre otras, son el
60 % de la población colombiana, según datos optimistas)
estos gastos, dan, por lo general, al traste con la economía familiar, no
son difíciles de encontrar situaciones en las que la
familia queda en la ruina por destinar todos los recursos
disponibles en la atención de quien irremediablemente iba
a morir. Definitivamente, en este país enfermarse es un
lujo costoso.
10.El ejemplo anterior lo que nos muestra es una
realidad tangible en nuestro país, donde la
práctica de la medicina se ha deshumanizado como producto de
una sociedad de economía capitalista salvaje, donde, prima
el capital sobre
la vida.
11.En muchos casos se alude que mantener una
persona "que de todas formas se iba a morir" supondría una
carga social y económica para la sociedad mantener con
vida a esos seres tan deficientes. Hemos considerado que
así como se dedican grandes presupuestos
para la guerra interna en el país, se deben dedicar
mínimos recursos para atender a estos desafortunados y
darles un resto de vida digna o un camino hacia la muerte
más digno. Pero que sea el estado quien atienda estas
necesidades.
12.Si se legisla sobre la eutanasia (cosa no
fácil de lograr), ésta legislación debe ser
lo suficientemente amplia y clara para que quepa la posibilidad
de que cada caso (por ejemplo el de la persona que padece una
enfermedad incurable, dolorosa e irreversible; o el del
cuadripléjico lucido a quien ya no le importa vivir)
presenta sus propias y peculiares dificultades. Por otro lado, el
estado "debe alentar a los individuos para que tomen decisiones
con respecto a su futuro por sí mismos y de la mejor
manera que puedan" (para que éstos decidan sobre su futuro
autónomamente).
Posición de la legislatura
Argentina:
Derecho a morir: no hubo consenso
Diputados: las divergencias sobre el proyecto
llevaron a la
Cámara alta a devolver el proyecto a la
comisión respectiva.
Un nuevo tropiezo tuvo en la Cámara de Diputados
el proyecto de ley del régimen de los derechos de los
enfermos terminales de interrumpir toda asistencia médica
que signifique padecimiento, conocido como "muerte
digna".
La iniciativa ya había tenido dos postergaciones
en su definición.
Cuando el cuerpo no consiguió quórum para
sesionar poner que el proyecto vuelva a la comisión
respectiva para reanalizarlo. Y así
ocurrió.
Se frustró la media
sanción de muerte digna
A comisión: la diputada Zuccardi (Frepaso)
impulsó el regreso; el proyecto fue criticado de
innecesario, peligroso y confuso; será
reformulado.
La Cámara de Diputados no pudo dar ayer media
sanción al proyecto de ley del régimen de los
derechos de los enfermos terminales, más conocido como
"muerte digna". Inesperadamente, la mayoría de los
legisladores modificó su postura favorable a la
iniciativa, de la semana última, y el cuerpo votó
la vuelta a comisión de la propuesta.
Las divergencias surgieron dentro mismo de las bancadas
legislativas. Cristina Zuccardi de Flammarique (Frepaso-Mendoza)
resultó la impulsora del regreso del proyecto a la
Comisión de Salud.
A lo largo de la discusión, su moción fue
logrando el respaldo de otros pares como Antonio Erman
González (PJ-Capital), Elisa Carrió (UCR-Chaco),
Víctor Peláez (UCR-Neuquén), José
David Ruiz Palacios (Acción Chaqueña), Rafael
Bulacio (Fuerza
Republicana-Tucumán), María Cristina Guzmán
(Popular Jujeña), Nicolás Garay
(Liberal-Corrientes), Juan Pablo Cafiero (Frepaso-Buenos
Aires) y
Juan Carlos Olima (PAIS-Capital), entre
otros.
El proyecto fue impulsado por los justicialistas Carlos
Raúl Alvarez (Buenos Aires) y José Manuel Corchuelo
Blasco (Chubut). Si bien la UCR presentó un dictamen de
minoría -votarían favorablemente en general- varios
radicales terminaron rechazando totalmente la
propuesta.
En el PJ, Erman González torció varias
voluntades.
La iniciativa establece que toda persona que padezca una
enfermedad irreversible, incurable o terminal, o haya sufrido un
accidente que la coloque en esa situación, informada
fehacientemente, podrá oponerse a los tratamientos
clínicos y quirúrgicos cuando ellos sean
extraordinarios o desproporcionados y produzcan dolor o
sufrimiento. Para esta conflictiva decisión, se fija un
conjunto de requisitos, entre los cuales sobresale la plena
capacidad mental del paciente para decidir, aunque se habilita a
terceros para autorizar la interrupción de los
tratamientos. La iniciativa prohibe expresamente, además,
el ejercicio de la eutanasia. Durante el debate, el
dictámen de mayoría tuvo el apoyo de las peronistas
Silvia Martínez (Buenos Aires) y Gioconda Perrini
(Tucumán) y del radical José Gabriel Dumon (Buenos
Aires). Las principales objeciones al proyecto fueron las
siguientes:
La ley es innecesaria, porque ese derecho del paciente
está legislado en el artículo 19, inciso 3, de la
ley 17.132, del ejercicio de la medicina, y está previsto
en la Constitución Nacional.
Es peligrosa, en virtud de los sistemas de
medicina capitada (PAMI y obras sociales) obtienen ganancias
pecuniarias con el no uso de los servicios. Se
podría encubrir e inducir, por lo tanto, a que aquellos
con menos recursos deban tomar decisiones sobre su muerte en
relación a los costos de los sistemas de salud. Es
confusa, por cuanto, según coincidieron los legisladores
disidentes, se presta a dobles interpretaciones.
Mientras Rodolfo Gazia (PJ-La Pampa) y Marcelo Stubrin
(UCR-Capital) confiaron al cronista del diario La
Nación su intención de "darle otra ronda de
consultas" a la muerte digna, en el recinto Cristina Zuccardi
negociaba la vuelta a comisión de la iniciativa con
Corchuelo Blasco y con el jefe del bloque de la UCR, Federico
Storani. En un clima de fracaso
del proyecto, Corchuelo Blasco admitió que era
preferible
"no someterlo al riesgo". Storani y su correligionaria
María del Carmen Banzas de Moreau (Buenos Aires) aprobaron
el pase a comisión. En tanto, Alberto Natale
(Demoprogresista-Santa Fe) entreveía jocosamente una
"digna muerte para la muerte digna".
La frepasista Cristina Zucardi bregó desde el
comienzo por el "pase a comisión de una ley innecesaria,
porque los derechos de los pacientes ya está legislado; se
pretende, en realidad, proteger a los médicos de su
responsabilidad".
Erman González (PJ) propuso "que en vez de
legislar para facilitar la muerte, el Congreso legisle para una
vida digna". Para Peláez (UCR), "no existen las muertes
dignas o indignas, aunque estas son más bien las del PAMI
y por falta de atención adecuada".
Por su parte, Ruiz Palacios (Acción
Chaqueña) criticó "la intención de legislar
sobre aspectos que hacen a la intimidad misma, como la dignidad y
la muerte". La radical Carrió dijo que "para determinados
estamentos sociales y culturales esto ya está legislado,
pero a los pobres se los puede inducir a decidir su muerte por
una cuestión de" costos". Según Bulacio, se trataba
también de una norma "innecesaria", en tanto que Cafiero
(Frepaso) sostuvo que "se habilitará una forma de
eutanasia que afectará a sectores de menores
recursos.
Nunca el derecho a morir, por muy
controvertido que sea, puede convertirse en el deber de morir.
Siempre es mejor intentar eliminar el sufrimiento humano que
eliminar al ser humano que sufre. Recurrir a los cuidados
paliativos sobre enfermos terminales, aseguran una muerte digna
para el ser humano.
Una vez que los médicos renuncian al juramento
Hipocrático, por el que deben defender la vida desde el
momento de su concepción hasta su extinción
natural, los límites de
la actuación ético-médica se desdibujan.
Esta es la conclusión a la que han llegado los
representantes de la asociación holandesa "Grito por la
vida", el mayor grupo de presión de
este país contra la eutanasia y el
aborto.
- EL ESPEJISMO DE LA EUTANASIA
Los veinte años de autodeterminación para
la eutanasia en Holanda y el peligro de los abusos que en nombre
de una "buena, feliz e indolora muerte" se hacen con enfermos
terminales es el espejo en el que parece que han de reflejarse el
resto de países que, como España, no
se han definido legalmente y de forma concluyente sobre este
tema. Sólo los Países Bajos y Uruguay han
traspasado esa frontera con leyes permisivas al respecto. La
legalización de estas prácticas no afecta
únicamente a una ética confesional particular, sino
también al Estado, por su responsabilidad sobre la
protección de la vida y el respeto a los derechos
humanos.
Cuando se establece un principio de selección
sin límite, los resultados en la misma sociedad pueden
llegar a ser desastrosos, por muy humanitarias que parezcan a
primera vista las causas que se aducen para llevar a cabo estas
"muertes médicamente asistidas", eufemismo utilizado para
encubrir la ayuda al suicidio.
Impresionante es la existencia en Holanda de un
"pasaporte a la muerte" que autoriza la práctica de la
eutanasia sobre el titular, pero más increíble
resulta que muchos holandeses se vean obligados a llevar otro
"pasaporte a la vida", que ya se conoce como "tarjeta no me
matéis", por el miedo de caer enfermos y no tener la mente
clara para poder decidir.
- ELIMINAR EL SUFRIMIENTO DEL HOMBRE Y NO AL HOMBRE
QUE SUFRE
Los múltiples casos documentados de muertes
involuntarias ponen de manifiesto que no todo está bajo
control, y que muchos enfermos a los que se les adelantó
su final biológico nunca firmaron una autorización
expresa para ello. La eutanasia infantil es el ejemplo más
claro de la indefensión a la que se enfrentan niños
nacidos con disminuciones físicas. Nunca el derecho a
morir, por muy controvertido que sea, puede convertirse en el
deber de morir. Los que apoyan la eutanasia afirman que esta
medida se basa en la autodeterminación y la
elección particular del paciente; sin embargo con lo que
no cuentan es que el 1% de muertes producidas en este país
en 1990 fueron provocadas por drogas mortales administradas sin
su consentimiento. Esta estadística holandesa está recogida
en el informe Remmelink, auspiciado por el Gobierno.
Una alternativa importante a esta dolorosa
situación por la que pasa tanto el enfermo como su familia
es recurrir a los cuidados paliativos, que aseguran una muerte
digna, y tener clara la postura de oposición al
encarnizamiento terapéutico. No se prohíbe utilizar
medicamentos para calmar los dolores, aunque eso suponga un
acortamiento de la vida del paciente, ni existe ninguna
obligación de prolongar a través de medios
técnicos situaciones que conducen irremediablemente a la
muerte. Los motivos de esperanza son muchos, y no se puede negar
la evidencia: es siempre mejor intentar eliminar el sufrimiento
humano que eliminar al ser humano que sufre.
En Colombia esta prohibida, como en la
mayor parte del mundo, la denominada eutanasia activa o que una
persona concurra al medico para que le aplique una
inyección letal.
La eutanasia pasiva en la que la persona puede suspender
un tratamiento o no recibirlo, no estaba reglamentada. Sin
embargo existe un articulo que penaliza con hasta tres
años de prisión a quien realizare un homicidio por
piedad para poner fin a los sufrimientos. Este articulo
seguirá en el Código, pero se le adjuntara otro que
dice que no hay responsabilidad si el deceso se produjera en caso
de enfermedad terminal o por autorización de la
persona.
Es verdad que, cuando se habla de
eutanasia, suavizamos el termino con un lenguaje
afectivo para purificarlo de toda su carga negativa. No se quiere
matar por capricho, por egoísmo o por simple utilidad,
sino que se justifica como un gesto de cariño y
compasión humanitaria, para eludir un desenlace
trágico y doloroso. La buena intención pretende
quitar el carácter de violencia e
injusticia que todo atentado contra la vida encierra, como si
tales sentimientos pudieran modificar el significado profundo de
la acción.
Podríamos decir que si la ultima
alternativa para escapar de una muerte terrible, insoportable y
angustiosa fuera el empleo de la eutanasia, la condena de esta
ultima se haría harto difícil. Resultaría
monstruoso dejar morir a una persona en medio de dolores
intolerables sabiendo que no existe ninguna posibilidad de
salvación. Un espectáculo que se haría igual
de irresistible para cualquiera que lo presenciara.
Para facilitar una muerte serena y dulce, a la que todos
tienen derecho, no es preciso llegar a tanto. Con los principios
dados anteriormente se consigue obtener esa misma finalidad, pero
dentro de un espacio ético y sin invadir la frontera que
delimita un derecho intangible: el respeto a la
vida.
La fuerza de este discusión esta
avalada por una conciencia casi universal. Hasta los mismos
defensores de la eutanasia y los diferentes proyectos
presentados en algunos países para su legalización
civil, en algunos casos concretos no se refiere nunca a la
eutanasia impuesta o involuntaria, sino que exige siempre la
previa conformidad del sujeto debidamente constatada. La
equivocidad del termino provoca en muchos lamentables
confusiones. Pedir su tolerancia legal
no significa permitir la muerte involuntaria del enfermo. Unas
veces se trata de reconocer, con una legislación adecuada,
el derecho del paciente a una muerte digna y sin encarnizamientos
terapéuticos. En otras se pretende una defensa del medico
contra posibles denuncias de familiares por interrumpir un
tratamiento sin sentido o no prolongar absurdamente la vida. En
algún caso se pide también que, aunque la eutanasia
sea intolerable, no se la considere tampoco como un delito criminal;
entonces… ¿Sería lícita la eutanasia
voluntaria?
Aún existen muchos aspectos
indeterminados en torno a la
eutanasia, cabe mencionar algunos como la dignidad humana y la
autonomía, el no tomar al ser humano desde un punto de
vista eminentemente biológico, la calidad de la vida y la
libertad de elección. Sin dejar de tener en cuenta la
ambigüedad a la que se puede llegar con su eventual
legalización.
Sin embargo, la discusión sigue
abierta…
Andrew Vargas – Bioética – Ed.
Paulinas
Eduardo Arcusa – Responsabilidad Medica – Ed.
Paulinas
Eduardo Lopez Aspitarte – Etica y Vida – Ed.
Paulinas
Sagrada Congregacion para la Doctrina de la Fe –
Apendice II – Tratado sobre la Eutanasia
Luis Aldo Ravaioli – Valoración
ética de la eutanasia – Ed. Serviam
Diario LA NACION (Buenos
Aires, Argentina) –
Consulta de los articulos de los dias:
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