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La eutanasia




Enviado por rominabraun



    1. Eutanasia…significados
      diversos
    2. La eutanasia a lo largo de la
      historia
    3. Posiciones que pretenden
      justificar la eutanasia…
    4. Posiciones que no justifican
      eutanasia
    5. Posición de la
      Iglesia Católica
    6. Valor de la vida
      humana
    7. El cristiano ante el sufrimiento
      y el uso de los analgésicos
    8. El uso proporcionado de los medios
      terapéuticos
    9. Posición del
      Estado
    10. Opiniones en otros
      países
    11. Conclusiones
      finales
    12. Bibliografía

    INTRODUCCION

    Es indudable, a nuestra manera de ver, que el primordial
    derecho que puede asistir hoy a todo ser humano es el de la vida,
    pero cuando se ve afectado por unas condiciones de salud lamentables, que
    llevan a quien las padece a verse en una situación en la
    cual se ve recluido en una unidad de cuidados intensivos, de la
    cual no se sabe si saldrá, donde su existencia esta en la
    cuerda floja, donde puede existir una salida irreversible, donde
    la existencia dependerá en el futuro de medios
    extraordinarios, conectado a maquinas como el respirador
    artificial, cabe preguntarse si se esta cuidando la vida o
    prolongando la agonía que nos puede llevar a la muerte. En
    un momento así… ¿EUTANASIA?.

     EUTANASIA…SIGNIFICADOS
    DIVERSOS

    Etimológicamente "eutanasia" significa: buena
    muerte, dulce,
    libre de sufrimientos. La empleo por
    primera vez Francisco Bacon en el siglo XVII.

    La eutanasia moderna en los pueblos primitivos era sobre
    todo cuestión de estomago: se dirigía a la
    supresión de bocas inútiles.

    Definición del término
    eutanasia

    La palabra eutanasia viene del griego, así : eu =
    bueno, thanatos = muerte. "Buena muerte" término que ha
    evolucionado y actualmente hace referencia al acto de acabar con
    la vida de otra persona, a
    petición suya, con el fin de minimizar su
    sufrimiento.

    Formas de aplicación de la
    eutanasia

    – Eutanasia pasiva : este es un término mal
    utilizado por los medios de
    comunicación y a lo único que se refiere es a
    la muerte natural, así se suspende el uso de los
    instrumentos de apoyo de vida o el suministro de medicamentos
    para que se dé una muerte completamente natural que no
    contraria en nada la ley
    natural.

    Eutanasia activa : este término se
    refiere a la muerte que se ocasiona de una manera directa para
    poner fin al sufrimiento del paciente.

    El suicidio asistido
    se relaciona vagamente con la eutanasia, este se produce cuando
    alguien le da información y los medios necesarios a un
    paciente para que pueda terminar fácilmente con su propia
    vida.

    Posición de las distintas religiones frente a la
    eutanasia

    La Iglesia
    Católica Romana, la Luterana y la Episcopal han emitido
    declaraciones formales opuestas a la eutanasia y al suicidio
    asistido. Los grupos de fe
    Evangélica y Fundamentalista se cree que están
    también en desacuerdo con estas prácticas. La
    Asociación Unitaria – Universalista, un grupo liberal,
    emitió una declaración en 1.988 a favor de la
    eutanasia y, si hay condiciones adecuadas, del suicidio asistido.
    Declaraciones similares han sido hechas por la Iglesia Unida de
    Cristo y la Iglesia Metodista. Las otras Iglesias parecen
    divididas en este punto. La mayoría de cuerpos religiosos
    no se oponen a la eutanasia pasiva que no es más que dejar
    que la muerte se produzca de una manera natural sin aplazarla ni
    acelerarla.

    En general, eutanasia significa el hecho de
    provocar una muerte fácil y sin dolores a un paciente
    que está próximo a morir por causa de una
    enfermedad terminal
    . El mismo paciente puede inducirse la
    muerte sin el
    conocimiento ni la cooperación de otras personas.
    Puede también ser provocada por otros a petición
    del enfermo o con su consentimiento. En todos estos casos se
    habla de eutanasia voluntaria. Si se causa la muerte contra la
    voluntad del paciente o sin su conocimiento,
    hablamos entonces de eutanasia involuntaria.

     Estos medios con los cuales se causa la
    muerte pueden coincidir todos en una intervención
    positiva, por ejemplo, en una sobredosis de píldoras
    conciliadoras del sueño o en otra clase de medicinas, o
    una inyección de cloruro de potasio, que causa de
    inmediato la muerte. A veces se usa el término dar una
    muerte piadosa para esta clase de intervención. Con todo,
    lo normal es que se le llame eutanasia positiva, activa, o
    directa. En cambio se
    llama eutanasia negativa, pasiva o indirecta a la omisión
    de un tratamiento eficaz, o sea, al hecho de no prolongar el
    proceso de
    morir por medio de máquinas o
    aparatos que mantienen la vida al paciente, como por ejemplo, el
    respirador artificial. Las definiciones son útiles pero no
    hay que darles demasiada importancia ya que ellas no resuelven
    por sí mismas los problemas
    morales a que se refieren.

    Queda el problema de sí existe o no diferencia,
    desde el punto de vista moral, entre
    la omisión y la realización de un acto. ¿La
    omisión de un tratamiento puede equivaler al hecho de dar
    muerte a un paciente? ¿Desconectar el respirador ocasiona
    directamente la muerte del enfermo? ¿El descuido de poner
    a un paciente bajo el control de un
    aparato y dejarlo morir, difiere moralmente de retirarle el
    aparato? ¿Cuál es aquí la diferencia moral
    entre acción y omisión, entre omisión e
    intervención? ¿El paciente o el doctor están
    obligados a impedir la muerte cuanto sea posible? ¿Y por
    qué medios? Vamos a examinar todos estos
    problemas.

     La eutanasia involuntaria, positiva o
    activa, ¿podrá alguna ve justificarse? Un ejemplo
    de eutanasia involuntaria positiva fue la orden del tristemente
    célebre A. Hitler quien
    estableció la eutanasia eugenésica en
    octubre de 1939. (Por engaño, tal orden fue predatada con
    fecha 1 de septiembre de 1939, como si hubiera estado en
    conexión con el comienzo de la campaña militar
    contra Polonia) Más de 80 mil pacientes mentales de
    Alemania y
    Australia, epilépticos, débiles mentales y personas
    deformes, fueron ejecutados en cámaras de gas entre 1940 y
    1941. En un comienzo la ley se refirió en forma exclusiva
    a los niños
    pequeños, pero luego se elevó la edad.

     Otro ejemplo de eutanasia involuntaria
    activa lo tenemos en Napoleón. En 1779 se dice que pidió
    a su médico militar aplicar la eutanasia a soldados
    infectados con enfermedades contagiosas
    para frenar su expansión.

    En la eutanasia voluntaria positiva no se le impone al
    paciente la muerte, sino más bien, este se la busca. En el
    fondo, esta clase de eutanasia es un suicidio o la
    cooperación con otros que lo comenten. Sin embargo, se
    trata de una clase especial de suicidio, ya que se comente tan
    sólo con miras a poner fin a dolores intolerables o una
    vida "inútil". Este tipo de suicidio fue defendido por
    algunos filósofos en la antigüedad y
    practicado en algunos países. Sócrates
    sostuvo que el hombre era
    propiedad de
    los dioses y que sería injusticia destruir esta propiedad.
    Sin embargo, la necesidad imperiosa de morir, da a entender el
    permiso de los dioses para poner fin a la propia vida.

    ¿Está permitido omitir o rehusar
    tratamientos inútiles que ya no curan una enfermedad y que
    se limitan a…  

    Una legislación acerca de la "Muerte Natural",
    en que se reconoce el derecho a morir de un paciente terminal,
    bajo condiciones legales cuidadosamente determinadas, Otros 17
    Estados se encuentran deliberando sobre la posibilidad de hacer
    otro tanto para 1987, prácticamente ya todos los
    Estados
    Unidos han legislado en favor de la "Muerte Natural"(. The
    New York Times, 5 de Febrero de
    1978.) 

    El objetivo que
    se proponen estas leyes es el de
    defender el derecho del paciente a morir. ¿Sí
    alcanzan este objetivo? Parece cierto pero sólo en forma
    limitada. El derecho del paciente se encuentra restringido por
    el requisito de escribir un documento, que debe ser renovado de
    tiempo en
    tiempo de acuerdo con diversas estipulaciones (en California,
    por ejemplo, cada cinco años) para que conserve su
    validez. ¿Cuántas personas se van a imponer la
    molestia de escribir y de renovar tal documento para
    salvaguardar el derecho
    natural, que ya poseen sin necesidad de legislación
    alguna? En California en 1978 se distribuyeron más de
    100 mil formularios
    sobre el Derecho a Morir. Pero de acuerdo con el informe de
    una Asociación Médica de California tales
    formularios no se usan con mucha frecuencia. Ya avanzado el
    año 1977, un sondeo hecho a 112 médicos, que
    pidieron un total de más de 11 mil copias, reveló
    que sólo se utilizaron 6720. Todo paciente
    crítico hospitalizado sin un documento –"Esta es
    mi Voluntad", ajustado a la ley, corre el riesgo de que
    lo sometan a tratamientos inútiles que prolongan su
    proceso de morir. Los médicos tratantes, afectados por
    demandas de "mala práctica·" con seguridad se
    negarán a no comenzar o a interrumpir un tratamiento
    innecesario ante la ausencia de un documento legal que los
    protegiera.

     La preocupación principal de
    cualquier legislación sobre la Muerte Natural debiera
    ser afirmar, de manera práctica, el derecho natural de
    cualquier persona a no ser sometida a tratamientos
    inútiles. El Estado no
    nos concede este derecho. Hablando con más propiedad,
    él debe venir en defensa de tal derecho, ya que lo
    tenemos en virtud de nuestra propia naturaleza.
    Richard A. Mac Cormick y André E. Hellegers sugirieron
    que tal ley debiera especificar la obligación de todo
    médico a registrar una enfermedad mortal con un personal
    apropiado del hospital, que tendría el derecho a
    verificar el asunto. "Un paciente capaz podría entonces
    exigir por escrito que no se le apliquen tratamientos
    extraordinarios. En el caso de un paciente que no estuviera en
    condiciones de hacerlo, por la edad o por las circunstancias,
    la familia
    podría redactar un documento semejante con la solicitud.
    Una vez que se haya escrito esta la legislación
    podría determinar que el médico tratante no
    estaría sujeto a demanda
    civil o penal por omisión o interrupción del
    tratamiento"

    ( RICHARD A. McCORMICK and ANDRE F- HELLEGERS,
    "Legislation and the Living WiLL- América
    , marzo 12,1977. p. 213.)

     El moralista Mc Cormick en un
    artículo escrito en 1981 suavizó su posición
    referente a la legislación sobre "Esta es mi Voluntad"
    porque "un impresionante número de médicos,
    abogados y legisladores siguen creyendo que la afirmación
    de una persona no es válida sin el respaldo de la ley".
    Son de parecer que las principales objeciones contra la
    legislación acerca del Derecho a Morir están
    todavía en pie. El propósito de tal
    legislación, afirmar el derecho natural de un paciente
    terminal a morir en paz, es recomendable y moralmente justa. Con
    todo, este objetivo no se alcanza con facilidad, porque las leyes
    exigen un documento legal, una voluntad expresa, antes de que se
    tome la decisión de no aplicar las técnicas
    para mantener la vida. Una futura legislación debiera,
    tener en cuenta esta dificultad de tal suerte que pueda
    alcanzarse de manera fácil el fin tan laudable de las
    leyes que defienden el derecho a morir con dignidad. Robert M.
    Veatch redactó tal proyecto de ley,
    basado en el derecho natural del paciente terminal a rehusar un
    tratamiento que pro-

    longue la vida.

     ¿Es lícito dejar morir a
    un paciente, incapaz de tomar decisiones, no aplicándole o
    suspendiéndole un tratamiento
    inútil?

    Si un paciente terminal, en buenas condiciones
    mentales, puede lícitamente rehusar un tratamiento
    inútil, las personas responsables de un paciente inepto
    mentalmente deben poseer tal derecho. En el caso de menores de
    edad, la práctica médica reconoce el derecho de
    los padres, a rehusar un tratamiento inútil. Sin
    embargo, se ha dado un buen número de casos en los que
    el hospital ha rechazado la decisión de los padres y ha
    recurrido a los jueces para obtener la autorización de
    un tratamiento. El caso de Karen Ann Quinlan cautivó
    atención mundial.

    La señorita Quinlan, de 21 años,
    sufrió un colapso (por sobredosis de una mezcla de
    drogas y
    alcohol) y
    quedó en estado de coma el 15 de abril de 1975. No
    recuperó su estado de conciencia y fue
    mantenida en vida mediante un aparato respirador y alimentación
    intravenosa por muchos meses. Dado que no se veía
    esperanza de su recuperación, sus padres solicitaron al
    hospital que retirara el respirador. Rehusada la solicitud por
    los médicos de la señorita Quinlan, los padres
    recurrieron al juez y le solicitaron autorización para
    retirar el respirador. El Juez Muir, Jr, de la Corte Superior de
    New Jersey, el 10 de noviembre de 1975 negó la solicitud
    del padre de Karen. Este hizo apelación a la Corte Suprema
    de New Jersey, la cual el 1 de abril de 1976 falló por
    unanimidad en el sentido de que podía retirarse el
    respirador. Se suspendió tal aparato pero Karen
    continuó respirando por su cuenta sin lograr salir de su
    estado de coma. Continuó así por largos y penosos
    años para sus padres (Karen murió finalmente en
    1986).

     Surgen dos preguntas con respecto a la
    eutanasia involuntaria
     

    1ra).- ¿Según la moral, es
    lícito, tratándose de un paciente terminal,
    mentalmente incapaz, no aplicarle un tratamiento inútil o
    suspendérselo, retirándole aparatos, o como se
    suele decir,"desconectándolo?" 

    2da). – ¿Quién es la persona autorizada
    para tomar tal decisión? 

    Se sigue de nuestras consideraciones anteriores que es
    moralmente lícito permitir que todo paciente, en tales
    condiciones, muera. Contradice a la naturaleza racional aplicar
    medios inútiles. En un Mensaje de Su Santidad Pío
    XII, dirigido a un grupo de anestesiólogos el 24 de
    noviembre de 1957 hizo énfasis en el derecho que asiste a
    todo ser humano de morir dignamente. Se valió de los
    términos utilizados entonces de medios ordinarios y
    extraordinarios, y enseñó con acierto que no existe
    obligación de usar medios extraordinarios para conservar
    la vida

    El 5 de mayo de 1980 la Santa Sede promulgó un
    Documento con el título: Declaración sobre la
    Eutanasia. Aquí se repite la doctrina tradicional de la
    Iglesia Católica expuesta por Pío XII y luego la
    aplica a las condiciones actuales. Allí se
    afirma: 

    "No se puede imponer a nadie la obligación de
    recurrir a un tipo de tratamiento que, aunque ya esté en
    uso, todavía no está libre de peligro o es
    demasiado costoso. Su rechazo no equivale al suicidio; significa
    más bien o simple aceptación de la condición
    humana, o deseo de evitar la puesta en práctica de un
    procedimiento
    médico desproporcionado a los resultados que se
    podrían esperar, o bien una voluntad de no imponer
    gastos
    excesivamente pesados a la familia o a la
    comunidad
    " 

    ¿Quién está autorizado para tomar
    la decisión de dejar morir a un enfermo terminal sin que
    se prolongue innecesariamente su proceso de morir? De acuerdo con
    el orden de la naturaleza, tal derecho corresponde a aquellos que
    tienen el deber de velar por tal persona. Tales son los miembros
    de la familia, los padres, cónyuges, hijos y parientes
    cercanos. Tal derecho no pertenece a las autoridades
    públicas, ya que los ciudadanos no son propiedad del
    Estado. De acuerdo con el principio de subsidiaridad las
    autoridades públicas poseen tal derecho y tal deber
    sólo cuando no existen miembros o deudos competentes de la
    familia que ejerciten este derecho. 

    El derecho de los padres para suspender un tratamiento
    en el caso de menores de edad es en general reconocido por las
    leyes en Norteamérica. Con todo, parece que no existe una
    política
    clara con respecto a los adultos, mentalmente incapaces. La Corte
    Suprema de Massachusetts, en su decisión del 28 de
    noviembre de 1977, refiriéndose al caso de Joseph
    Saikewicz afirmó que el Tribunal del Testamento posee
    dicha autoridad . Un
    decreto tal, si fuera a ser reconocido en toda la Nación
    (USA) privaría las familias y a aquellos que velan
    directamente por el enfermo, de su derecho natural a tomar esta
    decisión. La Corte tendría un derecho que no tiene
    y además estaría en incapacidad de ejercitarlo. Se
    están presentando a diario tantos casos semejantes que las
    cortes se van a ver demasiado recargadas. Entretanto todos los
    pacientes terminales van a estar sujetos a la tortura de verse
    sometidos a aparatos que les prolonguen la vida
    indignamente. 

    La Corte Suprema de Massachusetts aclaró
    más adelante que no se requería una orden de la
    corte para todos los casos. Pero insistió en que, en
    última instancia, la validez legal de una
    decisión hecha en nombre de un paciente termina¡
    sólo podía ser juzgada por las cortes. Para
    evitar la necesidad de recurrir a las cortes, la
    legislación sobre la "Muerte Natural" redactada con
    esmero, debiera proteger en forma clara el derecho natural de
    la familia y de todos aquellos que se encargan directamente del
    moribundo. 

    La sentencia que afirma que la eutanasia pasiva o sea el
    retiro o suspensión de un tratamiento inútil, es
    moralmente lícita, se ataca desde dos frentes: los
    defensores de la eutanasia argumentan que la pasiva no difiere de
    la activa. No cuenta si una persona muere a consecuencia de una
    inyección mortal o por la desconexión del
    respirador. En ambos casos se produce la muerte. Si la moral y la
    ley justifican la eutanasia pasiva, siguen argumentando, entonces
    se justifica también la eutanasia activa y debiera
    legalizarse. Algunos opositores de la eutanasia, equiparando de
    la misma manera las dos clases de eutanasia, sostienen la
    posición contraria. Dado que no existe diferencia entre la
    eutanasia activa y la pasiva, ambas son inmorales y ambas deben
    ser proscritas por la ley. Por tanto, un paciente moribundo debe
    mantenerse forma indefinida bajo el control de aparatos que le
    den vida artificial

    Debemos a nuestros hermanos, los seres humanos, el ser
    sinceros con ellos, en todo momento, pero en especial cuando se
    están aproximando al fin de su peregrinación
    terrena. Nosotros mismos no queremos para nosotros nada menos
    que una sincera compasión en los últimos momentos
    de nuestra vida. 

    En resumen; la Eutanasia se clasifica
    según
    : 

    • Su finalidad:

    Eutanasia eugénica: por razones de
    "higiene racial",
    libera a la sociedad de los
    enfermos que son una carga.

    Eutanasia piadosa: es la que se practica con el
    fin de aliviar los dolores y sufrimientos a un
    enfermo. 

    • Sus medios:

    Eutanasia positiva: es aquella en que el agente
    de manera directa y positiva actúa sobre la persona
    enferma provocándole la muerte.

    Eutanasia negativa: el agente deja de hacer algo
    que permite proseguir con la vida del
    paciente. 

    • Sus intenciones:

    Eutanasia directa: cuando en la intención
    del agente existe el deseo de provocar la muerte directamente del
    enfermo.

    Eutanasia indirecta: consiste en la muerte no
    querida en su intención que sobreviene a causa de los
    efectos secundarios del tratamiento paliativo del
    dolor. 

    • Su voluntariedad:

    Eutanasia voluntaria: es la que solicita el
    paciente de palabra o por escrito.

    Eutanasia involuntaria: es la que se aplica a los
    pacientes sin su consentimiento.

    LA EUTANASIA A LO
    LARGO DE LA HISTORIA

     "Quedan autorizados para disponer cuanto
    sea necesario, a fin de que los enfermos considerables
    incurables, a tenor de los conocimientos actuales, se los pueda
    eliminar físicamente para poner fin a sus sufrimientos."
    Adolf Hitler

     No solo él ha defendido una postura
    frente a la eutanasia; miremos las posiciones de diferentes
    corrientes del pensamiento
    respecto de este tema:

    Para el Jusnaturalismo, la
    obligación por cuestión divina de respetar la vida
    en toda circunstancia, existe una prohibición estricta
    sustentada en leyes naturales de disponer por cuenta propia de la
    vida.

    Juan Pablo II, en su encíclica "El
    Evangelio de la Vida"
    define la Eutanasia como:
    "Adueñarse de la muerte, procurándola de modo
    anticipado y poniendo así fin "dulcemente" a la propia
    vida o a la de otro". Y se considera esto como una "cultura de la
    muerte" que se ve en las sociedades del
    bienestar, caracterizadas por una mentalidad eficientista, que va
    en contra de los ancianos y los más débiles,
    caracterizadas como algo gravoso e insoportable, aisladas por la
    familia y la sociedad, según lo cual una vida
    inhábil no tiene ya valor alguno.
    Y vuelve a definir la Eutanasia como una "acción o una
    omisión que por su naturaleza y en la intención
    causa la muerte, con el fin de eliminar cualquier dolor "situada
    en la intención y los métodos
    usados".

     En términos de una teoría
    utilitarista
    de los derechos, la eutanasia se nos
    muestra como
    una opción más práctica en el caso de que se
    nos presente una existencia marcada por el dolor y sin
    posibilidades de felicidad. Desde esta perspectiva, la eutanasia
    es buena dados los dolores que se le quitan a quien los
    está sufriendo, se disminuyen los daños a la
    sociedad y se termina con una "carga" para la familia.

     En la Utopía de
    Tomás Moro, aparece el concepto
    médico y moral de la Eutanasia: "…Cuando a estos males
    incurables se añaden sufrimientos atroces, los magistrados
    y sacerdotes, se presentan al paciente para exhortarle tratan de
    hacerle ver que está ya privado de los bienes y
    funciones
    vitales…y puesto que la vida es un puro tormento, no debe dudar
    en aceptar la muerte, no debe dudar en liberarse a sí
    mismo o permitir que otros le liberen… esto es, la muerte no le
    apartará de las dulzuras de vida sino del suplicio y se
    realiza una obra …piadosa y santa…este tipo de muerte se
    considera algo honorable" Aquí se ve: una atención
    esmerada a los enfermos, una enfermedad intolerable, que legitima
    la muerte voluntaria y la eutanasia en utopía , tiene en
    cuenta los derechos de la persona:
    responsabilidad moral, libertad, los
    sacerdotes son intérpretes de la divinidad.

     Hume, critica la posición
    eminentemente moralista del suicidio y de paso la eutanasia
    así: "nuestro horror a la muerte es tan grande que cuando
    ésta se presenta bajo cualquier otra forma distinta de la
    que un hombre se
    había esforzado en reconciliar con su imaginación,
    adquiere nuevos aspectos aterradores y resulta abrumadora para
    sus pocas fuerzas. Y cuando las amenazas de la
    superstición se añaden a esta natural timidez, no
    es extraño que consigan privar a los hombres de todo
    poder sobre
    sus vidas" y va en contra de un determinismo al decir que " si el
    disponer de la vida humana fuera algo reservado exclusivamente al
    todopoderoso, y fuese un infringimiento del derecho divino el que
    los hombres dispusieran de sus propias vidas, tan criminal
    sería el que un hombre actuara para conservar la vida,
    como el que decidiese destruirla."

     Finalmente justifica la eutanasia en
    términos prácticos al decir que : " una vez que se
    admite que la edad, la enfermedad o la desgracia pueden convertir
    la vida en una carga y hacer de ella algo peor que la
    aniquilación. Creo que ningún hombre ha renunciado
    a la vida si esta mereciera conservarse." Quien se retira de la
    vida no le produce daño a la sociedad , a lo sumo deja de
    producirle un bien .

     En términos de Kant, a
    él no le importa la singularidad, el suicidio es malo, al
    contrario de Hume, por que viola deberes para conmigo mismo, el
    respeto por
    nosotros mismos. Frente a la eutanasia tiene en cuenta es la
    potencialidad de ese ser humano que se quita la vida, las
    posibilidades de desarrollo de
    sus capacidades. La vida no vale por sí misma, sino en
    función
    de un proyecto de vida ligado con una libertad y una
    autonomía, ésta se justifica si permite la base
    material para una vida digna.

    POSICIONES QUE
    PRETENDEN JUSTIFICAR LA EUTANASIA…

    Se suelen presentar las siguientes razones en pro de la
    eutanasia voluntaria positiva:

     1.-La vida de una persona que sufre de una
    enfermedad terminal ha venido a ser inútil para su
    familia, para la sociedad y para el mismo paciente. Una persona
    sana no debe cometer suicidio porque tiene muchos deberes para
    con su familia, la sociedad y su propio desarrollo. Por el
    contrario, una persona que sufre de una enfermedad terminal no
    tiene ya más deberes que cumplir, sencillamente porque se
    encuentra en incapacidad de hacer algo por sí misma o por
    los demás. Nadie saca ningún provecho de que su
    vida continúe, cargada como está con el peso del
    sufrimiento. Por tanto es razonable afirmar que tal persona se
    encuentra justificada para poner fina a su propia vida, por su
    cuenta o con la ayuda de los demás.

     2.-Cuando uno se encuentra ante dos males,
    tiene que escoger el mal menor. La prolongación de un
    sufrimiento inútil es un mal mayor que el procurarse una
    muerte inmediata, que de todas maneras pronto iría a
    sobrevenir.

     3.-Resulta inhumano e insensato conservar
    en vida a un paciente terminal cuando él ya no quiere
    vivir más, y una simple inyección podría
    poner fin a su lamentable estado, sin dolor.

     4.-Una persona que no cree en Dios puede
    razonablemente concluir que el hombre es el dueño de su
    propia vida. En consecuencia, puede decidir libremente poner fin
    a su propia vida, por su cuenta o con la ayuda de otros, cuando
    ya no tiene más deberes que cumplir con respecto a su
    familia y a la sociedad.

     5.-La libertad del hombre para obrar no
    debe cohibirse a menos que haya razones convincentes de que su
    libertad entra en conflicto con
    los derechos de los demás. Ahora bien, no puede
    demostrarse tal conflicto en el caso del enfermo terminal. Por
    tanto tal persona tiene el derecho a morir como ella
    escoja.

     6.-La eutanasia voluntaria positiva es un
    acto de delicadeza para con la propia familia y para con la
    sociedad, ya que el enfermo terminal decide no seguir siendo
    oneroso para ellos prolongando su enfermedad, con los
    consiguientes costos y todo
    el trabajo de
    cuidar a un paciente enfermo de gravedad. Es mejor liberar los
    escasos recursos
    médicos y financieros para que se empleen en curar a
    aquellas personas que pueden llevar una vida
    útil.

     7.-Los creyentes sostenemos que Dios nos
    dio la vida. De aquí no se sigue que no podamos intervenir
    en ella, ya que Dios nos hizo sus admiradores. Es sensato, por
    tanto, pensar que Dios no quiere que suframos innecesariamente
    cuando podemos de manera fácil poner fin a nuestra
    desgracia.

     POSICIONES QUE NO JUSTIFICAN
    EUTANASIA

     1.- La tradición occidental y la
    filosofía teísta se han manifestado contra la
    muerte directa de uno mismo, sea solo, sea con la ayuda de los
    demás. La razón principal en favor de esta
    posición es el que Dios pose el dominio directo
    sobre la vida humana. Somos administradores de nuestra propia
    vida pero no sus propietarios. Así como no podemos decidir
    el comienzo de nuestra propia vida, tampoco nos es lícito
    determinar su final.

    Aunque este argumento es válido con base en una
    filosofía teísta, quizás no convenza a todo
    mundo, tal vez ni siquiera a los creyentes. ¿Podría
    aducirse otra razón?

    2.- A través de toda esta obra hemos venido
    usando la naturaleza humana racional como el criterio de
    moralidad. Hemos justificado la intervención en nuestra
    naturaleza cuando es posible probar que una tal
    intervención es razonable y sirve para promover nuestra
    dignidad humana. Preguntémonos ahora: ¿es la
    eutanasia voluntaria positiva una intervención razonable
    en nuestra naturaleza? ¿ Constituye dicha eutanasia un
    factor humanizante o deshumanizante para el individuo implicado y
    para la sociedad?

    ¿Qué razón puede aducir una persona
    a su médico para solicitarle que ponga fin a su vida? Tal
    razón puede ser la liberación del dolor, ya que el
    hombre posee un deseo natural de vivir y, precisamente, de vivir
    sin dolor y sin desgracia. Pero no resulta prudente ni sabio
    cortar el dolor poniendo fin a la vida. Sería una
    intervención más razonable tratar de aliviar el
    dolor más bien que matar al paciente. Por fortuna la
    medicina moderna
    es muy eficaz para calmar el dolor. Supuesto que es posible
    mitigar el dolor, parece ser más digno del hombre hacer
    esto que administrar al paciente una inyección
    mortal.

    3.- Cuando hablamos de eutanasia voluntaria se presume
    que el paciente solicita libremente la muerte. Para evitar
    cualquier engaño o mala interpretación, la
    solicitud del enfermo debe obtenerse por escrito y con la firma
    en presencia de testigos. ¿Se encuentra un paciente,
    debilitado por una enfermedad terminal, de hecho en capacidad de
    valorar su propia situación y de hacer una petición
    con una mente lúcida? ¿Cómo pueden los
    testigos dar testimonio de que el enfermo hizo la solicitud de su
    propia muerte con mente sana y recta? Por tanto, existe el
    problema de la libertad en la toma de decisión ¿Se
    pueden eliminar las presiones?. La posibilidad de abuso no es
    imaginaria sino muy real, dados los encontrados intereses
    financieros y de otros órdenes, de la familia del paciente
    y de la sociedad.

    4.- Además, debe determinarse el tiempo exacto
    para la aplicación de la inyección mortal. Esto se
    parece mucho a una ejecución. La mayoría de los
    países acabaron con la pena de muerte
    porque es una forma muy inhumana de castigo. Es cosa cruel
    anunciara una persona la hora exacta de su muerte.

    ¿Queremos ahora nosotros introducir de nuevo
    dicha ejecución por medio de la inyección en forma
    masiva? Como dijimos antes, muchos Estados norteamericanos han
    aprobado leyes que determinan la ejecución de la pena de
    muerte por medio de una inyección. Admitiendo que existe
    una diferencia entre ejecutar a un criminal y 91 dar la muerte a
    un enfermo, con todo las deshumanizantes y horripilantes
    circunstancias de la ejecución y de la eutanasia son las
    mismas.

    5.- ¿Además, quién va a aplicar la
    inyección mortal? ¿Van los médicos a aceptar
    el papel de
    administrar la muerte en vez de la curación?'. Para quien
    va a aplicar la inyección no se requiere que sea
    médico, ya que el sencillo procedimiento puede ser
    aprendido por cualquiera, ¿ Va entonces a existir una
    nueva profesión cuya tarea va a consistir- en dar la
    muerte, exactamente igual a los ejecutores de la pena de muerte
    que reciben una paga por su"servicio"

     6.- No faltará quien diga que esta
    descripción de la eutanasia es exagerada o
    hasta sarcástica. No pensariamos así. No puede
    pasarse por alto la realización concreta de la eutanasia.
    Teniendo en cuenta todas las circunstancias' ,la eutanasia
    voluntaria positiva es dehumanizante. No es un, "morir con
    dignidad" La posibilidad de abusos relacionados con la
    legalización de la eutanasia podría aumentar el
    temor de los ancianos de que una enfermedad grave es una
    ocasión que se presenta a la familia o a las autoridades
    para despacharlos de este mundo. Está mucho más en
    conformidad con la dignidad humana dejar que la naturaleza siga
    su curso y aceptar la muerte cuando venga a través de
    factores que no caen bajo el control humano.

     POSICION DE LA IGLESIA
    CATOLICA

      DECLARACION SOBRE LA
    EUTANASIA

    Los derechos y valores
    inherentes a la persona humana ocupan un puesto importante en la
    problemática contemporánea. A este respecto, el
    Concilio Ecuménico Vaticano 11 ha reafirmado solemnemente
    la dignidad excelente de la persona humana y de modo particular
    su derecho a la vida. Por ello ha denunciado los crímenes
    contra la vida, como «h<xnicí

    dios de cualquier clase, genocidios, aborto, eutanasia
    y el mismo suicidio deliberado» (Cons. Past. Gaudium et
    spes, n. 27).

    La S. Congregación para la Doctrina de la Fe, que
    recientemente ha recordado la doctrina católica acerca del
    aborto procurado juzga oportuno proponer ahora la enseñanza de la Iglesia sobre el problema
    de la eutanasia.

    En efecto, aunque continúen siendo siempre
    válidos los principios
    enunciados en este terreno por los últimos
    Pontífices, los progresos de la medicina han hecho
    aparecer, en los recientes años, nuevos aspectos M
    problema de la eutanasia que deben ser precisados ulteriormente
    en su contenido ético.  

    En la sociedad actual, en la que no raramente son
    cuestionados 1os mismos valores fundamentales de la vida
    humana, la modificación de cultura influye en el modo de
    considerar el sufrimiento y la muerte; medicina ha aumentado su
    capacidad de curar y de prolongar la vida en determinadas
    condiciones que a veces ponen problemas de carácter
    moral. Por ello los hombres que viven en tal ambiente se
    interrogan con angustia acerca del significado de la ancianidad
    prolongada y de muerte, preguntándose consiguientemente
    si tienen el derecho de procurarse a sí mismos o a sus
    semejantes la «muerte dulce», que serviría
    para abreviar el dolor y sería, según ellos,
    más conforme con la dignidad humana.

    Diversas Conferencias Episcopales han preguntando al
    respecto esta S. Congregación para la Doctrina de la Fe,
    la cual, tras haber pedido el parecer de personas expertas
    acerca de los varios aspectos de eutanasia, quiere responder
    con esta Declaración a las peticiones de k obispos, para
    ayudarles a orientar rectamente a los fieles y ofrecerles
    elementos de reflexión que puedan presentar a las
    autoridades civiles propósito de este gravísimo
    problema.

    La materia
    propuesta en este documento concierne ante todo a k que ponen
    su fe y esperanza en Cristo, el cual mediante su vida, muerte
    resurrección ha dado un nuevo significado a la
    existencia y sobre todo la muerte del cristiano, según
    las palabras de San Pablo: «pues si vivimos para el
    Señor vivimos; y si morimos, morimos para el
    Señor. En fin, se que vivamos, sea que muramos, del
    Señor somos» (Rom. 14, 8; Fil 1, 20).

    Por lo que se refiere a quienes profesan otras
    religiones, mucho admitirán con nosotros que la fe – si
    la condividen – en un Dios creador Providente y Señor de
    la vida confiere un valor eminente a toda persona humana y
    garantiza su respeto.

    Confiamos, sin embargo, en que esta Declaración
    recogerá el consenso de tantos hombres de buena voluntad
    los cuales, por encima do diferencias filosóficas o
    ideológicas, tienen una viva conciencia de la derechos
    de la persona humana. Tales derechos, por lo demás, han
    sido proclamados frecuentemente en el curso de los
    últimos años en declaraciones de Congresos
    Internacionales (a); y tratándose de derechos
    fundamentales de cada persona humana, es evidente que no se
    puede recurrir 2 argumentos sacados del pluralismo
    político o de la libertad religiosa para negarles valor
    universal.

    (a)Recuérdese en particular la
    recomendación 779 (1976). referentes a los derechos de
    los enfermos y de los moribundos de la Asamblea Parlamentaria
    del Consejo de Europa en su
    XXVII sesión ordinaria. CL SIPECA. 1977, pp.
    14-. 

    VALOR DE LA VIDA
    HUMANA
     

    La vida humana es el fundamento de todos los bienes,
    la fuente y condición necesaria de toda actividad humana
    y de toda convivencia social. Si la mayor parte de los hombres
    creen que la vida tiene un carácter sacro y que nadie
    puede disponer de ella a capricho, los creyentes ven a la vez
    en ella un don del amor de
    Dios, que son llamados a conservar y hacer fructificar. De esta
    última consideración brotan las siguientes
    consecuencias: 

    1. Nadie puede atentar contra la vida de un hombre
    inocente sin oponerse al amor de Dios hacia él, sin
    violar un derecho fundamental, irrenunciable e inalienable, sin
    cometer, por ello, un crimen de extrema
    gravedad.(b)

    2. Todo hombre tiene el deber de conformar su vida con
    el designio de Dios. Esta le ha sido encomendada como un bien
    que debe dar sus frutos ya aquí en la tierra,
    pero que encuentra su plena perfección solamente en la
    vida eterna.

    3. La muerte voluntaria o sea el suicidio es, por
    consiguiente, tan inaceptable como el homicidio;
    semejante acción constituye en efecto, por parte del
    hombre, el rechazo de la soberanía de Dios y de su designio de
    amor. Además, el suicidio es a menudo un rechazo del
    amor hacia sí mismo, una negación de la natural
    aspiración a la vida, una renuncia frente a los deberes
    de justicia y
    caridad hacia el prójimo, hacia las diversas comunidades
    y hacia la sociedad entera, aunque a veces intervengan, como se
    sabe, factores psicológicos que, pueden atenuar o
    incluso quitar la responsabilidad.

     Se deberá, sin embargo, distinguir
    bien del suicidio aquel sacrificio con el que, por una causa
    superior -como la gloria de Dios, la salvación de las
    almas o el servicio a los hermanos – se ofrece o se pone en
    peligro la propia vida. 

    Para tratar de manera adecuada el problema de la
    eutanasia, conviene ante todo precisar el
    vocabulario.

    .(b). Se dejan completamente de lado las cuestiones
    de la pena de muerte y de la guerra que
    exigirían consideraciones especificas, ajenas al tema de
    esta Declaración.

    Etimológicamente la palabra eutanasia
    significaba en la antigüedad una muerte dulce sin
    sufrimientos atroces. Hoy no nos referimos tanto al significado
    original del término, cuanto más bien a la
    intervención de la medicina encaminada a atenuar los
    dolores de la enfermedad y de la agonía, a veces incluso
    con el riesgo de suprimir prematuramente la vida.

    Además el término es usado, en sentido
    más estricto, con el significado de «causar la
    muerte por piedad», con el fin de eliminar radicalmente los
    últimos sufrimientos o de evitar a los niños
    subnormales, a los enfermos mentales o a los incurables i la
    prolongación de una vida desdichada,

    quizás por muchos años que podría
    imponer cargas demasiado pesadas a las familias o a la
    sociedad. 

    Es pues necesario decir claramente en qué
    sentido se toma el término en este documento.

    Por eutanasia se entiende una acción o una
    omisión que por su naturaleza, o en la intención,
    causa la muerte, con el fin de eliminar cualquier dolor. La
    eutanasia se sitúa pues en el nivel de las intenciones o
    de los métodos usados.

    Ahora bien, es necesario reafirmar con toda firmeza
    que nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser humano
    inocente, sea feto o embrión, niño o adulto,
    anciano, enfermo incurable o agonizante. Nadie además
    puede pedir este gesto homicida para sí mismo o para
    otros confiados a su responsabilidad, ni puede consentirlo
    explícita o implícitamente. Ninguna autoridad
    puede legítimamente imponerlo ni permitirlo. Se trata en
    efecto de una violación de la ley divina, de una ofensa
    a la dignidad de la persona humana, de un crimen contra la
    vida, de un atentado contra la humanidad.

    Podría también verificarse que el dolor
    prolongado e insoportable, razones de tipo afectivo u otros
    motivos diversos, induzcan a alguien a pensar que puede
    legítimamente pedir la muerte o procurarla a otros.
    Aunque en casos de ese género
    la responsabilidad personal pueda estar disminuida o incluso no
    existir, sin embargo el error de juicio de la conciencia
    -aunque fuera incluso de buena fe – no modifica la naturaleza
    del acto homicida, que en sí sigue siendo siempre
    inadmisible. Las súplicas de los enfermos muy graves que
    alguna vez invocan la muerte no deben ser entendidas como
    expresión de una verdadera voluntad de eutanasia; estas
    en efecto son casi siempre peticiones angustiadas de asistencia
    y de afecto. Además de los cuidados médicos, lo
    que necesita el enfermo es el amor, el
    calor humano
    y sobrenatural, con el que pueden y deben rodearlo todos
    aquellos que están cercanos, padres e hijos,
    médicos y enfermeros.

    EL CRISTIANO ANTE
    EL SUFRIMIENTO Y EL USO DE LOS ANALGESICOS

     La muerte no sobreviene siempre en
    condiciones dramáticas, al final de sufrimientos
    insoportables. No debe pensarse únicamente en los casos
    extremos. Numerosos testimonios concordes hacen pensar que la
    misma naturaleza facilita en el momento de la muerte una
    separación que sería terriblemente dolorosa para un
    hombre en plena salud. Por lo cual una enfermedad prolongada, una
    ancianidad avanzada, una situación de soledad y de
    abandono, pueden determinar tales condiciones psicológicas
    que faciliten la aceptación de la muerte.

    Sin embargo se debe reconocer que la muerte precedida o
    acompañada a menudo de sufrimientos atroces y prolongados
    es un acontecimiento que naturalmente angustia el corazón
    del hombre.

    El dolor físico es ciertamente un elemento
    inevitable de la condición humana; a nivel
    biológico, constituye un signo cuya utilidad es
    innegable; pero puesto que atañe a la vida
    psicológica del hombre, a menudo supera su utilidad
    biológica y por ello puede asumir una dimensión tal
    que suscite el deseo de eliminarlo a cualquier precio.

    Sin embargo, según la doctrina cristiana, el
    dolor, sobre todo el de los últimos momentos de la vida,
    asume un significado particular en el plan
    salvífico de Dios; en efecto, es una participación
    en la Pasión de Cristo y una unión con el
    sacrificio redentor que El ha ofrecido en obediencia a la
    voluntad del Padre. No debe pues maravillar si algunos cristianos
    desean moderar el uso de los analgésicos, para aceptar
    voluntariamente al menos una parte de sus sufrimientos y
    asociarse así de modo consciente a los sufrimientos de
    Cristo crucificado (ef Mi 27, 34). No sería sin embargo
    prudente imponer como norma general un comportamiento
    heroico determinado. Al contrario, la prudencia humana y
    cristiana sugiere para la mayor parte de los enfermos el uso de
    las medicinas que sean adecuadas para aliviar o suprimir el
    dolor, aunque de ello se deriven, como efectos secundarios,
    entorpecimiento o menor lucidez. En cuanto a las personas que no
    están en condiciones de expresarse, se podrá
    razonablemente presumir que desean tomar tales calmantes y
    suministrárseles según los consejos del
    médico.

    Pero el uso intensivo de analgésicos no
    está exento de dificultades, ya que el fenómeno de
    acostumbrarse a ellos obliga generalmente a aumentar la dosis
    para mantener su eficacia. Es
    conveniente recordar una declaración de Pío XII que
    conserva aún toda su validez. Un grupo de médicos
    le había planteado esta pregunta: « ¿La
    supresión del dolor y de la conciencia por medio de
    narcóticos está permitida al médico y al
    paciente por la religión y la moral
    (incluso cuando la muerte se aproxima o cuando se prevé
    que el uso de narcóticos abreviará la
    vida)?». El Papa respondió: «Si no hay otros
    medios y si, en tales circunstancias, ello no impide el
    cumplimiento de otros deberes religiosos y morales:
    Sí». En este caso, en efecto, está claro que
    la muerte no es querida o buscada de ningún modo, por
    más que se corra el riesgo por una causa razonable:
    simplemente se intenta mitigar el dolor de manera eficaz, usando
    a tal fin los analgésicos a disposición de la
    medicina.

     Los analgésicos que producen la
    pérdida de la conciencia en los enfermos, merecen en
    cambio una consideración particular. Es sumamente
    importante, en efecto, que los hombres no sólo puedan
    satisfacer sus deberes morales y sus obligaciones
    familiares, sino también y sobre todo que puedan
    prepararse con plena conciencia al encuentro con Cristo. Por
    esto, Pío XII advierte que «no es lícito
    privar al moribundo de la conciencia propia sin grave
    motivo».

     EL USO
    PROPORCIONADO DE LOS MEDIOS TERAPÉUTICOS

     Es muy importante hoy día proteger,
    en el momento de la muerte, la dignidad de la persona humana y la
    concepción cristiana de la vida contra un tecnicismo que
    corre el riesgo de hacerse abusivo. De hecho algunos hablan de
    «derecho a morir expresión que no designa el derecho
    de procurarse o hacerse procurar la muerte como se quiere, sino
    el derecho de morir con toda serenidad, con dignidad humana y
    cristiana. Desde este punto de vista, el uso de los medios
    terapéuticos puede plantear a veces algunos
    problemas.

    En muchos casos, la complejidad de las situaciones puede
    ser tal que haga surgir dudas sobre el modo de aplicar los
    principios de la moral. Tomar decisiones corresponderá en
    último análisis a la conciencia del enfermo o de
    las personas cualificadas para hablar en su nombre, o incluso de
    los médicos, a la luz de las
    obligaciones morales y de los distintos aspectos del
    caso.

     Cada uno tiene el deber de curarse y de
    hacerse curar. Los que tienen a su cuidado los enfermos deben
    prestarles su servicio con toda diligencia y suministrarles los
    remedios que consideren necesarios o útiles.

     ¿Pero se deberá recurrir, en
    todas las circunstancias, a toda clase de remedios
    posibles?

     Hasta ahora los moralistas
    respondían que no se está obligado nunca al uso de
    los medios «extraordinarios». Hoy en cambio, tal
    respuesta, siempre válida en principio, puede parecer tal
    vez menos clara tanto por la imprecisión del
    término como por los rápidos progresos de la
    terapia. Debido a esto, algunos prefieren hablar de medios
    «proporcionados» y «desproporcionados».
    En cada caso, se podrán valorar bien los medios poniendo
    en comparación el tipo de terapia, el grado de dificultad
    y de riesgo que comporta, los gastos necesarios y las
    posibilidades de aplicación con el resultado que se puede
    esperar de todo ello, teniendo en cuenta las condiciones del
    enfermo y sus fuerzas físicas y morales.

     Para facilitar la aplicación de
    estos principios generales se pueden añadir las siguientes
    puntualizaciones:

    – A falta de otros remedios, es lícito recurrir,
    con el consentimiento del enfermo, a los medios puestos a
    disposición por la medicina más avanzada, aunque
    estén todavía en fase experimental y no
    estén libres de todo riesgo. Aceptándolos, el
    enfermo podrá dar así ejemplo de generosidad para
    el bien de la humanidad.

    – Es también lícito interrumpir la
    aplicación de tales medios, cuando les resultados
    defraudan las esperanzas puestas en ellos. Pero, al tomar una tal
    decisión, deberá tenerse en cuenta el justo deseo
    del enfermo y de sus familiares, así como el parecer de
    médicos verdaderamente competentes; estos podrán
    sin duda juzgar mejor que otra persona si el empleo de
    instrumentos y personal es desproporcionado a los resultados
    previsibles, y si las técnicas empleadas imponen al
    paciente sufrimientos y molestias mayores que los beneficios que
    se pueden obtener de los mismos.

    Es siempre lícito contentarse con los medios
    normales que la medicina puede ofrecer. No se puede, por lo
    tanto, imponer a nadie la obligación de recurrir a un tipo
    de cura que, aunque ya esté en uso, todavía no
    está libre de peligro o es demasiado costosa. Su rechazo
    no equivale al suicidio: significa más bien o simple
    aceptación de la condición humana, o deseo de
    evitar la puesta en práctica de un dispositivo
    médico desproporcionado a los resultados que se
    podrían esperar, o bien una voluntad de no imponer gastos
    excesivamente pesados a la familia o la colectividad.

     – Ante la inminencia de una muerte
    inevitable, a pesar de los medios empleados, es lícito en
    conciencia tomar la decisión de renunciar a unos
    tratamientos que procurarían únicamente una
    prolongación precaria y penosa de la existencia, sin
    interrumpir sin embargo las curas normales debidas al enfermo en
    casos similares. Por esto, el médico no tiene motivo de
    angustia, como si no hubiera prestado asistencia a una persona en
    peligro. 

    Posición de la Iglesia en Argentina:

     A) Muerte digna en
    Diputados

    Cautela de la Iglesia ante la
    iniciativa

    Curas y médicos católicos no rechazan
    el proyecto parlamentario, pero tienen algunas
    objeciones.

    La Iglesia mira con prudencia el proyecto de ley sobre
    la llamada

    "muerte digna", según la cual un enfermo terminal
    puede decidir que se le suspenda el tratamiento que lo mantiene
    con vida. Fuentes

    eclesiásticas encuentran positivo el hecho de
    acabar con lo que

    algunos denominan "encarnizamiento terapéutico";
    es decir, mantener al pa ciente con vida a través de
    tratamientos excesivamente dolorosos y prolongados.

    "Hay que proteger al enfermo de los excesivos cuidados
    del sistema

    sanitario", señaló monseñor
    Héctor Aguer, obispo auxiliar de Buenos Aires, al
    ser consultado por La Nación.

     Muerte digna y eutanasia

    Asimismo, obispos y sacerdotes coinciden en
    señalar la diferencia esencial entre la muerte digna y la
    eutanasia, un sistema rechazado en casi todas las legislaciones
    del mundo y contra el cual la Iglesia sostiene, desde el Papa
    hasta el más remoto párroco, su firme
    oposición.

    En la eutanasia, el destino del enfermo no está
    en sus propias manos, sino en las del médico, quien se
    encarga de subir o bajar su pulgar y decidir así la
    continuidad de la vida del paciente, recordaron allegados a la
    Iglesia.

    Aunque la Iglesia mira con buenos ojos la muerte digna,
    Aguer objeta el hecho de que el proyecto de ley estipule que
    sólo el enfermo pueda decidir su deseo de interrumpir el
    tratamiento, y que no se admita la opinión de su familia.
    "Creo que no se le puede pedir a un paciente terminal que
    evalúe con claridad y estabilidad afectiva la
    decisión de discontinuar el tratamiento",
    aseguró.

     Los médicos católicos
    asienten

    El profesor Rubén Revello, master en bioética
    por la Universidad del
    Sacro Coure, de Milán, y perito de la Conferencia
    Episcopal, se manifestó conforme con la
    intervención de un juez en el caso de una persona incapaz.
    Además, dijo que le parece cruel que el médico
    esté obligado a comunicarle al paciente que tiene una
    enfermedad terminal, según establece el dictamen por
    mayoría de los legisladores.

    El dolor visto por los especialistas

    Comité de bioética: profesionales de
    distintas disciplinas se esfuerzan por curar el dolor espiritual
    de los enfermos.

    "Es fundamental que se empiece a tener en cuenta que el
    ser humano tiene que vivir dignamente hasta su última
    hora", asegura Ignacio Maglio, abogado miembro del Comité
    de Bioética del Hospital Muñiz.

    Un sacerdote, un abogado, médicos y enfermeros
    conforman ese comité interdisciplinario que se encarga de
    brindar cuidados paliativos a los enfermos terminales. Su
    función es justamente que los pacientes vivan su
    agonía de la mejor forma posible.

    A pesar de ver con aprobación que se permita al
    enfermo terminal decidir si continúa o no con los
    tratamientos que puedan causarle dolor, Maglio remarca que es
    fundamental acompañar al paciente, cuidarlo más
    allá de que no se lo pueda curar."El dolor espiritual es
    mucho más insoportable que el físico. Muchos mueren
    infelices y abandonados; eso es lo que hay que tratar de evitar",
    comentó. 

    Morir con angustia

    En un establecimiento como el Muñiz, donde se
    internan la mayor parte de los enfermos de Sida, los
    médicos deben enfrentarse con situaciones críticas
    a diario.

    Adriana Basombrío, médica
    infectóloga, afirma que la angustia es la sensación
    que invade a la mayoría de los pacientes que ve morir.
    "Cada vez que pasa una cosa así, es señal de que
    estamos haciendo algo mal", dice.

    Las actitudes del
    enfermo terminal en el momento más crítico pueden
    ser muy distintas: "Algunos saben que la muerte es inminente,
    pero no se rinden, otros dicen que no quieren sufrir más,
    que los ayudes a morir", dice Basombrío.

    En tanto, Olga Camargo, enfermera de la sala de
    Inmunodeprimidos, asegura que hay momentos en que el profesional
    se queda sin palabras. "Cuando el que se da cuenta que no se va a
    salvar, con todo su dolor, te toma de la mano y te ruega que lo
    dejes morir, es

    algo horrible, una de la cosas que más me cuesta
    asumir".

    Cuando se habla de muerte digna se cae muchas veces en
    el error de confundirla con la eutanasia. Maglio remarca que hay
    grandes diferencias entre una y otra. "La muerte digna apunta a
    controlar el dolor físico y espiritual del enfermo y
    lograr que termine sus días de la forma más
    pacífica posible.

    "En cambio, si se habla de provocar la muerte, nos
    acercamos a lo que es la eutanasia. Por eso, es importante que se
    respete la autonomía de los pacientes, pero no tiene que
    ser total. Si no caeríamos en el suicidio asistido del
    doctor Kervorkian", afirmó.

    Según Maglio, lo que debe definir la ley es
    aquello que se entiende por dignidad. Una definición
    adecuada tendría que abarcar, desde su punto de vista,
    tres cosas: eliminar el dolor físico, espiritual y social;
    ayudar al paciente a relacionarse con su entorno; y posibilitar
    que tome decisiones adecuadas desde su propio ser."La forma de
    lograrlo es mediante el fomento de los cuidados paliativos.
    Deberían formarse equipos que puedan atender a los
    enfermos en sus casas y permitir que los familiares puedan
    tomar

    licencias en sus trabajos para cuidarlos, así los
    últimos días serán realmente dignas",
    señaló.

    Martín Rodríguez Yebra

     Controversia entre los
    especialistas

    Opiniones: distintas reacciones provocó entre los
    médicos consultados el proyecto sobre muerte
    digna.

    Especialistas en diversas áreas fueron
    consultados por La Nación acerca del proyecto de ley sobre
    muerte digna, el cual aboga por el derecho de cualquier enfermo
    terminal a decidir la suspensión del tratamiento
    médico para evitar el ensañamiento
    terapéutico.

    "Dios es el único que puede disponer sobre la
    vida y la muerte. El hombre no puede quebrar el orden de los
    ciclos naturales", dijo la licenciada en psicología
    Eloísa Abello, especialista en pacientes
    terminales.

    Además, señaló la importancia de
    hablar sobre la muerte, que deje de ser un tabú en la
    sociedad. "La muerte es parte de la vida y es una decisión
    interna no externa; por lo tanto, esta ley no aumentaría
    los casos de personas que quieren poner fin a su existencia",
    consideró la licenciada.

    Uno de los interrogantes que plantea el proyecto es
    cómo compatibilizar el juramento médico, por el
    cual todo profesional de la salud está obligado a prestar
    asistencia al enfermo hasta último momento, con el derecho
    del paciente -que protege esta ley- de interrumpir el
    tratamiento.

    "Toda persona tiene derecho a una vida y a una muerte
    digna, pero el médico tiene un juramento por el cual debe
    asistir al enfermo. Creo que no se puede legislar sobre un tema
    tan delicado que se enmarca en la libertad de conciencia entre el
    paciente y su médico",

    respondió el doctor Manuel Luis Martí,
    miembro del Comité de Ética del
    Hospital de Clínicas.

    Asimismo, destacó: "El pofesional debe encontrar
    un equilibrio
    entre el ensañamiento terapéutico, que sería
    una asistencia en exceso, y la eutanasia que sería por
    defecto.

    Para el doctor Jorge Mazzinghi, especialista en derecho
    de familia,

    "es legítimo que una persona decida no someterse
    al ensañamiento terapéutico, pero hay que
    diferenciar bien entre esto y la interrupción artificial
    de la vida".

    En el caso de enfermos incapaces de decidir, el proyecto
    prevé que un juez asuma la representación legal. Al
    respecto, Mazzinghi opinó que la intervención
    judicial en cuestiones tan íntimas como la
    interrupción del tratamiento médico en enfermos
    terminales es peligrosa porque supone la intromisión en la
    intimidad de la persona. Además, el doctor Mazzinghi
    indicó que antes que decidir un juez debiera hacerlo la
    familia del enfermo terminal.El proyecto en su artículo
    tercero prevé la intervención de un psiquiatra de
    un establecimiento oficial para estimar que la decisión de
    interrumpir el tratamiento fue tomada en forma libre por el
    enfermo. Para el psiquiatra y psicoterapeuta Daniel Coifman "el
    ser humano tiene la capacidad para tomar la decisión de
    interrumpir su tratamiento y morir de una forma digna; si alguien
    va a morir sufre menos al poder tomar decisiones y no sentirse
    víctima de un sistema que no le permite
    elegir".

     POSICION DEL ESTADO

    Antes que puntos claros, o conclusiones, respecto al
    tema, lo que tenemos es una innumerable lista de aspectos sin
    resolver que, creemos, deben tenerse en cuenta, aunque de por
    sí, de acuerdo con la definición dada más
    atrás, se podría aprobar o reglamentar este
    derecho. Aunque de por sí, en un país como el
    nuestro, podría ser causa más de perjuicios que de
    beneficios, dado que no están dadas las condiciones de
    conciencia, de legislación, y de cubrimiento necesarias
    para que se pueda tener de alguna manera en cuenta.

     Si se aprobara la Eutanasia por parte de un
    Estado, se deberían tener en cuenta aspectos como los
    siguientes:

    1.El testamento en Vida (o testamento vital) : Un
    testamento vital es un documento en el que el interesado expresa
    sus voluntad sobre las atenciones médicas que desea
    recibir caso de padecer una enfermedad irreversible o terminal
    que le haya llevado a un estado que le impida expresarse por
    sí mismo. Puede realizar su propio testamento vital
    personalizado, con las indicaciones y razonamientos que considere
    pertinentes. De este tipo de documentos
    existen muy variadas versiones, existen fundaciones en muchos
    países que asesoran a cualquier persona sobre este
    aspecto, de acuerdo con las leyes vigentes en cada país.
    Los argumentos que podrían estar a favor de ello pueden
    ser: El promedio de esperanza de vida ha aumentado enormemente en
    los países más prósperos. (y aún en
    países menos prósperos, como el nuestro) Ello nos
    beneficia mientras gozamos de un buen estado de salud. Pero los
    avances médicos, que han supuesto una gran mejora para la
    salud, pueden servir también para alargar el proceso de la
    muerte. En teoría, se necesita nuestro consentimiento para
    que se nos administre un tratamiento, pero la mayoría de
    la gente acepta automáticamente lo que el médico le
    suministra. Hay quien pasa meses, incluso años, con una
    calidad de
    vida tan pobre que llega a desear vehementemente morir. Lo
    que la mayoría de la gente desea En todos aquellos lugares
    en que se han realizado encuestas, la
    mayoría de la gente piensa que se debería permitir
    que los médicos pudiesen ayudar a morir a un paciente
    incurable si el paciente lo solicita . En la mayoría de
    los países en los que un médico lleva a cabo esta
    ayuda puede acusársele de homicidio, en Colombia, se
    llama homicidio por piedad y tiene cárcel de 6 meses a
    tres años. (Ley 2241 art. 3261. Código.
    Penal Colombiano)

    2.Se debería tener en cuenta el derecho a
    la intimidad, como lo consagra el artículo 15 de la
    Constitución de 1991. Y a la hora de
    legislar sobre la Eutanasia, habría de considerarse este
    derecho relacionado.

    3.Tener en cuenta, el derecho a la libre
    disposición del cuerpo, como lo reconoce el derecho
    consuetudinario y reconocerle, así mismo, la posibilidad
    de la autonomía sobre su vida al ser humano.

    4.Deben tenerse en cuenta o aplicarse los mismos
    principios a un paciente mentalmente capacitado que a otro
    afectado de muerte cerebral, en estado vegetativo persistente, o
    en estado grave e irreversible de demencia? Esto por que
    podría caerse a través de esto en una "eutanasia
    social" donde los desechables pueden ser eliminados muy
    suavemente, sin condenas morales y desconociéndoles de
    alguna manera sus más elementales derechos. 5.La
    aplicación continuada de medios extraordinarios para
    alargar la vida (o la agonía?) es una violación de
    los derechos constitucionales del paciente (o quien lo
    represente) sería ir contra la dignidad de la persona y
    contra su intimidad.

    6.Si se hablase de pacientes mentalmente
    incapacitados para tomar una decisión de este tipo,
    ésta debe apoyarse en el principio de subrogación
    para proteger los derechos de autodeterminación y el
    bienestar del afectado directamente. Sin embargo, aquí
    podría caerse en el horroroso camino de decidir quien y
    como vive alguien al poder plantear la ley que si una persona no
    puede volver a tener una existencia "normal" consciente,
    íntegra y útil (en los mejores términos del
    utilitarismo) , significaría que sólo una vida
    "normal, íntegra y útil" es digna de
    protección legal. Serían los riesgos de las
    personas de determinada edad, o los llamados desechables.
    Más aún la pérdida de confianza en el
    médico o personal de la salud. A esto se contrapone que el
    simple hecho de que las funciones del paciente sean limitadas o
    que el pronóstico médico sea negativo, no implica
    que pueda disfrutar de lo que le queda de vida, ni que todos
    tengamos que ser homogéneos. 7.Se debe tener en
    cuenta el interés
    del paciente, cuando éste no haya decidido algo en
    condiciones de vida normales anteriores, en el interés del
    paciente, se hallarían implícitos aspectos como la
    calidad de la
    vida y la edad.

    8.Sería aconsejable que los hospitales
    tuviesen comisiones éticas a la hora de tener que tomar
    decisiones de ésta índole, para aconsejar a los
    pacientes, si se puede, a los familiares y a los médicos y
    puedan establecer directrices hospitalarias sobre el trato a los
    moribundos. Idealmente, sería aconsejable que estas
    comisiones fueran interdisciplinarias, con médicos,
    abogados, psicólogos, enfermeras y sacerdotes entre
    otros.

    9.Al prolongarse inútilmente la
    agonía de una persona, se pone a la familia en situaciones
    que podrían llamarse inhumanas, se pueden destacar, en el
    país, los costos de tener una persona en unidad de
    cuidados intensivos, que fácilmente ascienden a
    $1.500.000.oo diarios, costos que difícilmente pueden
    sufragar familias de escasos recursos, (que entre otras, son el
    60 % de la población colombiana, según datos optimistas)
    estos gastos, dan, por lo general, al traste con la economía familiar, no
    son difíciles de encontrar situaciones en las que la
    familia queda en la ruina por destinar todos los recursos
    disponibles en la atención de quien irremediablemente iba
    a morir. Definitivamente, en este país enfermarse es un
    lujo costoso.

    10.El ejemplo anterior lo que nos muestra es una
    realidad tangible en nuestro país, donde la
    práctica de la medicina se ha deshumanizado como producto de
    una sociedad de economía capitalista salvaje, donde, prima
    el capital sobre
    la vida.

    11.En muchos casos se alude que mantener una
    persona "que de todas formas se iba a morir" supondría una
    carga social y económica para la sociedad mantener con
    vida a esos seres tan deficientes. Hemos considerado que
    así como se dedican grandes presupuestos
    para la guerra interna en el país, se deben dedicar
    mínimos recursos para atender a estos desafortunados y
    darles un resto de vida digna o un camino hacia la muerte
    más digno. Pero que sea el estado quien atienda estas
    necesidades.

    12.Si se legisla sobre la eutanasia (cosa no
    fácil de lograr), ésta legislación debe ser
    lo suficientemente amplia y clara para que quepa la posibilidad
    de que cada caso (por ejemplo el de la persona que padece una
    enfermedad incurable, dolorosa e irreversible; o el del
    cuadripléjico lucido a quien ya no le importa vivir)
    presenta sus propias y peculiares dificultades. Por otro lado, el
    estado "debe alentar a los individuos para que tomen decisiones
    con respecto a su futuro por sí mismos y de la mejor
    manera que puedan" (para que éstos decidan sobre su futuro
    autónomamente).

    Posición de la legislatura
    Argentina:

    Derecho a morir: no hubo consenso

    Diputados: las divergencias sobre el proyecto
    llevaron a la

    Cámara alta a devolver el proyecto a la
    comisión respectiva.

    Un nuevo tropiezo tuvo en la Cámara de Diputados
    el proyecto de ley del régimen de los derechos de los
    enfermos terminales de interrumpir toda asistencia médica
    que signifique padecimiento, conocido como "muerte
    digna".

    La iniciativa ya había tenido dos postergaciones
    en su definición.

    Cuando el cuerpo no consiguió quórum para
    sesionar poner que el proyecto vuelva a la comisión
    respectiva para reanalizarlo. Y así
    ocurrió.

     Se frustró la media
    sanción de muerte digna

    A comisión: la diputada Zuccardi (Frepaso)
    impulsó el regreso; el proyecto fue criticado de
    innecesario, peligroso y confuso; será
    reformulado.

    La Cámara de Diputados no pudo dar ayer media
    sanción al proyecto de ley del régimen de los
    derechos de los enfermos terminales, más conocido como
    "muerte digna". Inesperadamente, la mayoría de los
    legisladores modificó su postura favorable a la
    iniciativa, de la semana última, y el cuerpo votó
    la vuelta a comisión de la propuesta.

    Las divergencias surgieron dentro mismo de las bancadas
    legislativas. Cristina Zuccardi de Flammarique (Frepaso-Mendoza)
    resultó la impulsora del regreso del proyecto a la
    Comisión de Salud.

    A lo largo de la discusión, su moción fue
    logrando el respaldo de otros pares como Antonio Erman
    González (PJ-Capital), Elisa Carrió (UCR-Chaco),
    Víctor Peláez (UCR-Neuquén), José
    David Ruiz Palacios (Acción Chaqueña), Rafael
    Bulacio (Fuerza
    Republicana-Tucumán), María Cristina Guzmán
    (Popular Jujeña), Nicolás Garay

    (Liberal-Corrientes), Juan Pablo Cafiero (Frepaso-Buenos
    Aires) y

    Juan Carlos Olima (PAIS-Capital), entre
    otros.

    El proyecto fue impulsado por los justicialistas Carlos
    Raúl Alvarez (Buenos Aires) y José Manuel Corchuelo
    Blasco (Chubut). Si bien la UCR presentó un dictamen de
    minoría -votarían favorablemente en general- varios
    radicales terminaron rechazando totalmente la
    propuesta.

    En el PJ, Erman González torció varias
    voluntades.

    La iniciativa establece que toda persona que padezca una
    enfermedad irreversible, incurable o terminal, o haya sufrido un
    accidente que la coloque en esa situación, informada
    fehacientemente, podrá oponerse a los tratamientos
    clínicos y quirúrgicos cuando ellos sean
    extraordinarios o desproporcionados y produzcan dolor o
    sufrimiento. Para esta conflictiva decisión, se fija un
    conjunto de requisitos, entre los cuales sobresale la plena
    capacidad mental del paciente para decidir, aunque se habilita a
    terceros para autorizar la interrupción de los
    tratamientos. La iniciativa prohibe expresamente, además,
    el ejercicio de la eutanasia. Durante el debate, el
    dictámen de mayoría tuvo el apoyo de las peronistas
    Silvia Martínez (Buenos Aires) y Gioconda Perrini
    (Tucumán) y del radical José Gabriel Dumon (Buenos
    Aires). Las principales objeciones al proyecto fueron las
    siguientes:

    La ley es innecesaria, porque ese derecho del paciente
    está legislado en el artículo 19, inciso 3, de la
    ley 17.132, del ejercicio de la medicina, y está previsto
    en la Constitución Nacional.

    Es peligrosa, en virtud de los sistemas de
    medicina capitada (PAMI y obras sociales) obtienen ganancias
    pecuniarias con el no uso de los servicios. Se
    podría encubrir e inducir, por lo tanto, a que aquellos
    con menos recursos deban tomar decisiones sobre su muerte en
    relación a los costos de los sistemas de salud. Es
    confusa, por cuanto, según coincidieron los legisladores
    disidentes, se presta a dobles interpretaciones.

    Mientras Rodolfo Gazia (PJ-La Pampa) y Marcelo Stubrin
    (UCR-Capital) confiaron al cronista del diario La
    Nación
    su intención de "darle otra ronda de
    consultas" a la muerte digna, en el recinto Cristina Zuccardi
    negociaba la vuelta a comisión de la iniciativa con
    Corchuelo Blasco y con el jefe del bloque de la UCR, Federico
    Storani. En un clima de fracaso
    del proyecto, Corchuelo Blasco admitió que era
    preferible

    "no someterlo al riesgo". Storani y su correligionaria
    María del Carmen Banzas de Moreau (Buenos Aires) aprobaron
    el pase a comisión. En tanto, Alberto Natale
    (Demoprogresista-Santa Fe) entreveía jocosamente una
    "digna muerte para la muerte digna".

    La frepasista Cristina Zucardi bregó desde el
    comienzo por el "pase a comisión de una ley innecesaria,
    porque los derechos de los pacientes ya está legislado; se
    pretende, en realidad, proteger a los médicos de su
    responsabilidad".

    Erman González (PJ) propuso "que en vez de
    legislar para facilitar la muerte, el Congreso legisle para una
    vida digna". Para Peláez (UCR), "no existen las muertes
    dignas o indignas, aunque estas son más bien las del PAMI
    y por falta de atención adecuada".

    Por su parte, Ruiz Palacios (Acción
    Chaqueña) criticó "la intención de legislar
    sobre aspectos que hacen a la intimidad misma, como la dignidad y
    la muerte". La radical Carrió dijo que "para determinados
    estamentos sociales y culturales esto ya está legislado,
    pero a los pobres se los puede inducir a decidir su muerte por
    una cuestión de" costos". Según Bulacio, se trataba
    también de una norma "innecesaria", en tanto que Cafiero
    (Frepaso) sostuvo que "se habilitará una forma de
    eutanasia que afectará a sectores de menores
    recursos.

    OPINIONES EN OTROS
    PAISES

     Nunca el derecho a morir, por muy
    controvertido que sea, puede convertirse en el deber de morir.
    Siempre es mejor intentar eliminar el sufrimiento humano que
    eliminar al ser humano que sufre. Recurrir a los cuidados
    paliativos sobre enfermos terminales, aseguran una muerte digna
    para el ser humano.

    Una vez que los médicos renuncian al juramento
    Hipocrático, por el que deben defender la vida desde el
    momento de su concepción hasta su extinción
    natural, los límites de
    la actuación ético-médica se desdibujan.
    Esta es la conclusión a la que han llegado los
    representantes de la asociación holandesa "Grito por la
    vida", el mayor grupo de presión de
    este país contra la eutanasia y el
    aborto.

    • EL ESPEJISMO DE LA EUTANASIA

    Los veinte años de autodeterminación para
    la eutanasia en Holanda y el peligro de los abusos que en nombre
    de una "buena, feliz e indolora muerte" se hacen con enfermos
    terminales es el espejo en el que parece que han de reflejarse el
    resto de países que, como España, no
    se han definido legalmente y de forma concluyente sobre este
    tema. Sólo los Países Bajos y Uruguay han
    traspasado esa frontera con leyes permisivas al respecto. La
    legalización de estas prácticas no afecta
    únicamente a una ética confesional particular, sino
    también al Estado, por su responsabilidad sobre la
    protección de la vida y el respeto a los derechos
    humanos.

    Cuando se establece un principio de selección
    sin límite, los resultados en la misma sociedad pueden
    llegar a ser desastrosos, por muy humanitarias que parezcan a
    primera vista las causas que se aducen para llevar a cabo estas
    "muertes médicamente asistidas", eufemismo utilizado para
    encubrir la ayuda al suicidio.

    Impresionante es la existencia en Holanda de un
    "pasaporte a la muerte" que autoriza la práctica de la
    eutanasia sobre el titular, pero más increíble
    resulta que muchos holandeses se vean obligados a llevar otro
    "pasaporte a la vida", que ya se conoce como "tarjeta no me
    matéis", por el miedo de caer enfermos y no tener la mente
    clara para poder decidir.

    • ELIMINAR EL SUFRIMIENTO DEL HOMBRE Y NO AL HOMBRE
      QUE SUFRE

    Los múltiples casos documentados de muertes
    involuntarias ponen de manifiesto que no todo está bajo
    control, y que muchos enfermos a los que se les adelantó
    su final biológico nunca firmaron una autorización
    expresa para ello. La eutanasia infantil es el ejemplo más
    claro de la indefensión a la que se enfrentan niños
    nacidos con disminuciones físicas. Nunca el derecho a
    morir, por muy controvertido que sea, puede convertirse en el
    deber de morir. Los que apoyan la eutanasia afirman que esta
    medida se basa en la autodeterminación y la
    elección particular del paciente; sin embargo con lo que
    no cuentan es que el 1% de muertes producidas en este país
    en 1990 fueron provocadas por drogas mortales administradas sin
    su consentimiento. Esta estadística holandesa está recogida
    en el informe Remmelink, auspiciado por el Gobierno.

    Una alternativa importante a esta dolorosa
    situación por la que pasa tanto el enfermo como su familia
    es recurrir a los cuidados paliativos, que aseguran una muerte
    digna, y tener clara la postura de oposición al
    encarnizamiento terapéutico. No se prohíbe utilizar
    medicamentos para calmar los dolores, aunque eso suponga un
    acortamiento de la vida del paciente, ni existe ninguna
    obligación de prolongar a través de medios
    técnicos situaciones que conducen irremediablemente a la
    muerte. Los motivos de esperanza son muchos, y no se puede negar
    la evidencia: es siempre mejor intentar eliminar el sufrimiento
    humano que eliminar al ser humano que sufre.

     En Colombia esta prohibida, como en la
    mayor parte del mundo, la denominada eutanasia activa o que una
    persona concurra al medico para que le aplique una
    inyección letal.

    La eutanasia pasiva en la que la persona puede suspender
    un tratamiento o no recibirlo, no estaba reglamentada. Sin
    embargo existe un articulo que penaliza con hasta tres
    años de prisión a quien realizare un homicidio por
    piedad para poner fin a los sufrimientos. Este articulo
    seguirá en el Código, pero se le adjuntara otro que
    dice que no hay responsabilidad si el deceso se produjera en caso
    de enfermedad terminal o por autorización de la
    persona.

    CONCLUSIONES
    FINALES

     Es verdad que, cuando se habla de
    eutanasia, suavizamos el termino con un lenguaje
    afectivo para purificarlo de toda su carga negativa. No se quiere
    matar por capricho, por egoísmo o por simple utilidad,
    sino que se justifica como un gesto de cariño y
    compasión humanitaria, para eludir un desenlace
    trágico y doloroso. La buena intención pretende
    quitar el carácter de violencia e
    injusticia que todo atentado contra la vida encierra, como si
    tales sentimientos pudieran modificar el significado profundo de
    la acción.

     Podríamos decir que si la ultima
    alternativa para escapar de una muerte terrible, insoportable y
    angustiosa fuera el empleo de la eutanasia, la condena de esta
    ultima se haría harto difícil. Resultaría
    monstruoso dejar morir a una persona en medio de dolores
    intolerables sabiendo que no existe ninguna posibilidad de
    salvación. Un espectáculo que se haría igual
    de irresistible para cualquiera que lo presenciara.

    Para facilitar una muerte serena y dulce, a la que todos
    tienen derecho, no es preciso llegar a tanto. Con los principios
    dados anteriormente se consigue obtener esa misma finalidad, pero
    dentro de un espacio ético y sin invadir la frontera que
    delimita un derecho intangible: el respeto a la
    vida
    .

     La fuerza de este discusión esta
    avalada por una conciencia casi universal. Hasta los mismos
    defensores de la eutanasia y los diferentes proyectos
    presentados en algunos países para su legalización
    civil, en algunos casos concretos no se refiere nunca a la
    eutanasia impuesta o involuntaria, sino que exige siempre la
    previa conformidad del sujeto debidamente constatada. La
    equivocidad del termino provoca en muchos lamentables
    confusiones. Pedir su tolerancia legal
    no significa permitir la muerte involuntaria del enfermo. Unas
    veces se trata de reconocer, con una legislación adecuada,
    el derecho del paciente a una muerte digna y sin encarnizamientos
    terapéuticos. En otras se pretende una defensa del medico
    contra posibles denuncias de familiares por interrumpir un
    tratamiento sin sentido o no prolongar absurdamente la vida. En
    algún caso se pide también que, aunque la eutanasia
    sea intolerable, no se la considere tampoco como un delito criminal;
    entonces… ¿Sería lícita la eutanasia
    voluntaria?

     Aún existen muchos aspectos
    indeterminados en torno a la
    eutanasia, cabe mencionar algunos como la dignidad humana y la
    autonomía, el no tomar al ser humano desde un punto de
    vista eminentemente biológico, la calidad de la vida y la
    libertad de elección. Sin dejar de tener en cuenta la
    ambigüedad a la que se puede llegar con su eventual
    legalización.

     Sin embargo, la discusión sigue
    abierta…

    BIBLIOGRAFIA

    Andrew Vargas – Bioética – Ed.
    Paulinas

    Eduardo Arcusa – Responsabilidad Medica – Ed.
    Paulinas

    Eduardo Lopez Aspitarte – Etica y Vida – Ed.
    Paulinas

    Sagrada Congregacion para la Doctrina de la Fe –
    Apendice II – Tratado sobre la Eutanasia

    Luis Aldo Ravaioli – Valoración
    ética de la eutanasia – Ed. Serviam

    Diario LA NACION (Buenos
    Aires, Argentina) –

    Consulta de los articulos de los dias:

    Jueves 22 de mayo de 1997

    Domingo 12 de enero de 1997

    Jueves 14 de noviembre de 1996

    Viernes 8 de noviembre de 1996

     Consultas a Internet, mediante el
    explorador Altavista

      

    Braun, Romina

    Iricibar, Mercedes

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