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La formación, un tema siempre en debate



Partes: 1, 2

    1. La
      formación
    2. Las Referencias
      Epistemológicas y
      Teórico-Metodológicas
    3. Modernidad, pensamiento y
      formación
    4. La
      formación en el centro del debate
      actual

    Exponer en el contexto del
    Doctorado en Educación de la
    Universidad
    Pedagógica Experimental Libertador (UPEL), ciertos asuntos
    vinculados con la experiencia indagadora personal,
    específicamente concebida como La Formación en la
    Venezuela del
    Futuro: Compleja y Transdisciplinaria, permitió concebir
    un espacio discursivo en el que se podrán apreciar
    –al menos- dos propósitos esenciales: uno, el
    más abarcante, orientado a desplegar una Tesis de
    Doctorado en Educación en la que puedan circular vivamente
    algunas ideas colocadas en el escenario interesado (la
    universidad), con disposición de reconsiderar las lecturas
    de la formación docente; el otro propósito
    está dirigido a presentar lo que pudiera llegar a ser y lo
    que está siendo el espíritu epistemológico y
    teórico que ronda la preocupación investigativa en
    el contexto del tiempo
    contemporáneo.

    En el primer caso, eso de las ideas "colocadas en el
    escenario interesado", no estará facturado como
    pensamientos orientadores o vectores para el
    pensamiento,
    sino que se refiere a pensamientos claves, con posibilidad de
    suscitar cierta pulsión, concebidos desde una perspectiva
    crítica. En el segundo caso, la referencia de "lo que
    viene siendo" estará representado por el toque intensivo
    (se espera) de varios campos de investigación que darán una mirada
    de lo que hasta el momento se investigó. Desde un punto de
    vista estratégico, se aspira que partiendo de lo segundo,
    pueda arribarse a lo primero.

    Lo que viene en esta sección son solo algunos
    rasgos, ciertos trazos; quizás, peculiaridades distintas
    de la indagación por presentar, sin líneas de
    definiciones acabadas. Lo que hay para acariciar, son conjuntos de
    posibilidades, de perspectivas, de dar cuenta seriamente de que
    se ha venido construyendo a lo largo de casi tres (3)
    años; incluso, de lo que en un momento se había
    asumido como definitivamente elaborado y ahora está en
    cuentas por
    pagar. Es una deuda por saldar.

    La presente INTRODUCCIÓN es una especie de
    prefiguración, de antesala y, en lo mejor del estilo
    tradicional de lectura, se
    recomienda visualizarla preliminarmente.

    Antesala Dialógica:
    Formación, Venezuela,

    Futuro y Transcomplejidad

    La
    formación

    De intentar una fuerte sintonía con resonancia
    foucaultiana, pudiera señalarse que una
    investigación sobre las formas de pensar y los sistemas de
    representar la formación, implicaría no sólo
    dar cuenta de la formación que existe, del recuento de lo
    que es y de lo que ha venido siendo; también sería
    la oportunidad para exponer como ha sido pensada y representada
    en sus dispositivos; para analizar el régimen que
    configura lo que se piensa, se dice y se hace con relación
    a la formación, a su régimen de verdad, a sus
    relaciones de poder; para
    construir otros modos de interrogación, otro sistema de
    preguntas, otra forma de visibilidad; y desde el ámbito de
    la formación, comenzar a preguntarse, por ejemplo:
    ¿Quiénes somos? ¿Cómo hemos sido
    constituidos? ¿Cómo actuamos sobre los
    demás? ¿Cómo nos constituimos en agentes
    morales? ¿Cómo hemos sido constituidos en sujetos
    educativos? ¿Cómo constituirnos de otro
    modo?

    Puede que una atenta lectura de un texto de Jorge
    Larrosa (2000), también sea suficiente para propulsar una
    amplia reflexión que aspira, precisamente, no dejar
    frutos, sino la oportunidad de concebir un acto germinativo que,
    además, tiene un puente tendido hacia la referencia del
    párrafo
    anterior. Se estarían planteando dos asuntos: el primero,
    relacionado con la noción misma de formación; el
    segundo, para dar cuenta, autocríticamente, de la idea
    antecedente de formación que (nos) rondaba y su
    vinculación con el problema capital de la
    constitución del sujeto.

    Realmente, la puesta en escena de la formación
    "como trayecto no normado en el que se aprende a leer (y a
    recorrer) el mundo" (Larrosa, 2000, p. 10), es una
    expresión demoledora, literalmente explosiva para los
    regímenes de verdad que la impusieron, dominante y
    exclusivamente, como efecto de dar forma según estatutos
    predeterminados; para los presupuestos
    relacionados con el deber-ser de los perfiles, de la capacitación de recursos
    humanos, de utilidad
    profesional, de identidad con
    una fisonomía regularizada, moldeada.

    No pudiera decirse, como constatación, que la
    metáfora de leer y recorrer el mundo, representa
    algún acuerdo de semejanza con la décima primera
    Tesis de Feuerbach, donde Carlos Marx
    (1975) señala que "los filósofos se han limitado a interpretar el
    mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo"
    (p. 668), lo que sí se señalaría, es que eso
    de leer y recorrer el mundo, pudiera pensarse desde interpretar y
    transformar. Esto colocaría a la formación que da
    forma, en el sitio donde llegaría con un puntapié
    de alcance interestelar.

    El otro componente que destaca en la frase, es "el
    trayecto no normado", y se cometerá el atrevimiento de
    acercarse a lo que Larrosa, quizá nombra trayecto, no
    precisamente para interpretarlo, sino para referir una sencilla
    apreciación, nada más. Puede que ese trayecto no
    identifique una línea entre puntos distantes o un camino
    expresamente definido, con coordenadas, solo por recorrer y ya.
    Más bien, ese trayecto, puede ser un espacio, como un
    espacio topográfico, en el que pueden hacerse y cambiarse
    los trazos, las trochas, los senderos, más que atender los
    caminos mismos. Así, en franco acuerdo con el autor, se
    pudiera sugerir "pensar la formación sin tener una idea
    pre-escrita de su desarrollo ni
    un modelo
    normativo de su realización. Algo así como un
    devenir plural y creativo, sin patrón y sin proyecto, sin una
    idea prescriptiva de su itinerario y sin una idea normativa,
    autoritaria y excluyente de su resultado, de eso que los
    clásicos llamaban humanidad o ser plenamente humano"
    (Larrosa, 2000, p. 11)

    El segundo asunto de reflexión, se indicaba que
    era la relación entre la idea (nuestra) de
    formación (inicialmente finalística) y la
    constitución del sujeto. De lo que se trata, es de lo
    siguiente: tanto en la primera versión del proyecto
    ingatorio para ejecutar en el Doctorado, al igual que en la
    segunda, donde se intentó darle unos ligeros retoques, la
    formación allí expuesta estaba escandalosamente
    abombada de teleología; se pensó, fuerte e
    insistentemente, en una política tradicional
    de formación docente, en un diseño
    prefigurado de currículo general, en los componentes
    normativos del perfil, etc.; pero el asunto no es que concebir
    una política de formación, un currículo y un
    perfil, fueran parte de una escena totalmente objetable; sino que
    desde el fondo, desde los fundamentos, lo que rezumaría
    sería una política del poder para constituir
    sujetos, no para hacer personas, seres humanos con interés
    por la vida, por su vida, por la sociedad, con una
    actitud
    profundamente ética y no
    una cultura
    moral.

    Grosso modo, estas ideas permiten contar con un espacio
    donde el proceso de
    formación sea pensado abiertamente, con posibilidad de que
    sucedan otras cosas y desde la transcomplejidad, pueden ocurrir.
    Eso esperamos.


    Venezuela en el siglo
    XXI

    Una investigadora como Evelym Palma (2002), en el
    ánimo de interrogarse sobre el mundo actual, hace dos
    preguntas realmente aterradoras: la primera, "¿Cómo
    se explica que en la historia de la cultura, la
    destrucción de la vida humana y animal ha progresado, en
    medios y
    fines, junto con el progreso [categoría discutible] de la
    civilización?" (p.12) y la segunda, "¿Cómo
    es posible que la crueldad y el odio que hoy son actualizados a
    través de mediaciones materiales
    cada vez más refinadas, cada vez más invisibles y
    cada vez más espantosas… han aumentado a la par con
    la posibilidad de eliminar esta opresión a través,
    por ejemplo, en los avances de la salud, de la
    educación…?" (p. 12)

    Ante esto, casi patéticamente, pudiera
    responderse con un telegrama muy bien conocido por casi todo el
    mundo: la destrucción de la vida, y esto no es una
    metáfora, es un dato constitutivo de la cultura de la
    destrucción que ronda nuestro planeta. Ahora, aquí
    hay que aclarar que el único culpable no es, precisamente,
    Osama bin Laden y sus huestes de Al Khaeda. Desde la primera guerra
    mundial y con más fuerza, desde
    la segunda, con la presencia de los ghettos, los campos de
    concentración, las exterminaciones sistemáticas, el
    incremento de la tecnología y biotecnología de guerra, entre
    otras "menudencias", son parte de la lección que aun
    está pendiente por ser aprendida.

    Tomemos de Palma otra clave, una que es definitivamente
    fundamental: en medio de este escenario mundial / nacional, de
    esta destrucción de la vida, del planeta, de la presencia
    expresa de la crueldad y del odio, resuena una palabra
    mágica, una palabra encantadora, una palabra realmente
    hermosa: la educación. ¡Señoras y
    señores, una gran noticia: la educación puede
    ayudarnos a enfrentar la cultura de la destrucción! Una
    formación en clave de vida, en clave fresca de
    transformación, puede ser lo que reoriente en lo que hoy
    nos estamos constituyendo.

    Silvia Duschatzky y Carlos Skliar (2001), dan otra pista
    para el análisis, al afirmar que "La modernidad
    inventó y se sirvió de una lógica
    binaria a partir de la cual denominó de distintos modos al
    componente negativo de la relación cultural: marginal,
    indigente, loco, deficiente, drogadicto, homosexual, extranjero,
    etc." (p. 191). Pensando en colaborar con Duschatzky y Skliar,
    pudiera notificárseles que aquí en Venezuela
    también se conoce, muy bien, la categoría de
    lógica binaria con su componente negativo de
    relación cultural; ejemplos en versión
    rápida: malandro, niche, flojo, indio, gallo, naco,
    marginal.

    Otra palabra de fuerte "raigambre cultural", de la que
    hay quienes se han atrevido a señalar que forma parte de
    los "símbolos nacionales" (casi, como la orquídea,
    el turpial y el araguaney) o de la "identidad venezolana", siendo
    colocada en los medios de
    comunicación por Arturo Úslar Pietri, es:
    pendejo. Las transnacionales del consumismo y alentadoras del
    libre mercado, aliadas
    con la
    televisión, han lanzado su último programa
    "formativo" para revertir ese proceso atroz de "apendejamiento
    nacional" y buscando hacer de los connacionales algo más
    interesante y propio de estos tiempos; es el otro componente
    binario fundamental: la viveza. Quien esté interesado en
    propiciar esto, puede solicitar el video de la
    gaseosa en cuestión o el cronograma de publicidad de los
    canales privados, para "gozar" de esta excelsa muestra de
    creatividad,
    donde se conjugan: la complicidad de peloteros famosos (los
    neo-héroes), los adolescentes
    vivos (el sujeto en emergencia), los adolescentes pendejos (el
    no-sujeto) y la necesidad de consumo (lo
    más importante). Después hay quien se queja porque
    no se hace nada por la "cultura nacional".

    Indicando otros aspectos, también habría
    que decir que en la sociedad en que vivimos, podemos definirla
    como heredada y allí se han acumulado graves problemas
    estructurales. La pobreza, el
    desempleo, la
    inseguridad,
    la violencia, la
    intolerancia, el racismo,
    representan buena parte de esos componentes fundamentales que aun
    presenciamos en los comienzos de este siglo XXI.

    ¿Y el panorama educativo, de formación?
    Los procesos de
    gestión
    que requiere la educación (léase también:
    formación) venezolana en general y la educación
    superior en particular, exigen desplegar teodolitos
    cognitivos que permitan visualizar los accidentes,
    las rugosidades topográficas de lo que ha venido siendo y
    lo que de cierta manera es lo educativo venezolano. Ahora, tal
    acercamiento a ese complejo campo de problemas, no sería
    conveniente calificarlo, exclusivamente, como un estudio
    situacional o un análisis de situaciones y … tarea
    culminada. El asunto, más bien, hay que colocarlo en una
    perspectiva de máximo interés institucional, de
    referencia actitudinal de quienes están involucrados, de
    pulsión ética, de concebir y excitar nuevas
    experiencias, de auténtica voluntad. De otra manera:
    compartir esto que se refiere como un mapa o un croquis o un
    boceto, que haga posible acercarse a lo que la educación
    venezolana ha venido siendo y es, debe dar el chance estelar e
    inaplazable, al menos, de visualizar las políticas
    de transformación (ver: Peñalver, 2002, pp.
    265-272) que, quizás se pudiera, colectivamente, impulsar
    desde una especie de Red de Instituciones
    de Educación Superior, desde los sectores que están
    éticamente involucrados con una educación realmente
    distinta.

    Para tener una mirada profundamente escrutadora, que
    permita ver más allá de lo evidente, que traspase
    los inventarios
    externos de caracterización, es necesario apertrecharse de
    la posibilidad, tanto de encarar el campo de problemas, como de
    los retos que requieren, ahora más que nunca, respuestas
    en formato de auténtica trans-formación.

    Desde esta amplia perspectiva es que se ofrecen esas
    rugosidades topográficas de contenido educativo, pero
    también colocadas en aliento de desafíos y
    más allá del acto de contemplación. Hay que
    apreciarlas como "constelación de problemas
    fundamentales".

    Un vistazo más o menos rápido sobre la
    educación superior venezolana (ver: Ministerio de
    Educación, Cultura y Deportes, 2001), permitiría
    apreciar los siguientes componentes:

    • Una creciente expansión que se aprecia
      fundamentalmente en el crecimiento y diversificación de
      las instituciones y en el incremento de la matrícula
      estudiantil.
    • la diversificación de la oferta de
      carreras, tanto en las instituciones públicas como
      privadas, que no necesariamente se corresponde con la
      complejidad de las demandas de la sociedad
      venezolana.
    • La presencia de instituciones con fines y
      propósitos disímiles, con diversos modelos de
      organización y gestión, con
      distintos grados de complejidad y con diferentes grados de
      calidad.
    • Desdibujamiento de la diferenciación entre las
      misiones y funciones de
      las instituciones.
    • Desigualdad en lo relacionado con la distribución regional de instituciones,
      carreras y matrículas.
    • Crecimiento poco controlado de instituciones
      privadas.
    • Progresivo deterioro de las instituciones
      públicas, como efecto de la tendencia estatal a eludir
      la responsabilidad en la orientación,
      control y
      financiamiento del sector
      público.
    • Preocupante tendencia a la inequidad social en el
      acceso a la educación superior y, sobro todo, a las
      universidades.
    • Cuestionada calidad de instituciones universitarias y
      no universitarias, oficiales y privadas, donde el Estado se
      ha mostrado poco capaz de establecer mecanismos de evaluación.
    • La marcada orientación hacia la
      formación profesional, alejada de la formación de
      actitudes
      humanísticas, intelectuales y éticas.
    • Ofertas de postgrado sin la debida
      acreditación y sin procesos serios de
      investigación.
    • Predominio por el
      conocimiento, descuidando el análisis, la síntesis, la contextualización, la
      valoración crítica, la visión compleja,
      el trabajo
      colectivo.

    Luego de este mea culpa del Estado
    venezolano, ya era hora, ¿Qué se diría?
    Puede responderse con una noticia literaria de alto vuelo. En
    marzo de 2000, el XXVIII Premio Anagrama de Ensayos, fue
    concedido por unanimidad a Carlos Monsiváis, por el texto:
    Aires de familia, que
    tiene por subtítulo: Cultura y sociedad en América
    Latina. En ese libro
    encantador, en la sección denominada A Manera de
    Epílogo, hay una frase que pudiera parecer terriblemente
    demoledora: "La educación pública: el universo de
    los reprobados". Desde esas palabras de Monsiváis, puede
    hacerse un ejercicio interrogativo ¿Qué
    tendrá reprobado la educación universitaria, la
    educación básica, la educación preescolar?
    ¿Que tendrán reprobado el colectivo
    pedagógico, los alumnos, los textos? Los estudiantes de
    Doctorado en Educación, aquí ahora, como
    interesados, como estudiantes e investigadores postgraduados,
    ¿Se atreverían a construir un inventario de lo
    que tienen reprobado? ¿Será posible, en medio de
    una "reprobación" por atender, que aun quede algún
    espacio, por mínimo que sea, para darle oportunidad a una
    Venezuela con otra forma de vivir, de hacerse y des-hacerse, con
    otra formación que lo impulse? ¿Habrá chance
    para otra cultura, para otra forma de pensar que de al traste con
    la cultura de la destrucción, del pensamiento
    único? ¿Un chance para la
    transcomplejidad?

    El futuro en clave
    de porvenir

    En 1872, a 130 años de nuestra fecha,
    Nietzsche
    (2000) , con 27 años recién cumplidos, cuando
    estaba a punto de iniciar el ciclo de lectura de las
    conferencias, intitulado: Sobre el porvenir de nuestras escuelas,
    también obsequiaba a sus allegados con un texto
    recién impreso: El nacimiento de la tragedia.

    En la Introducción del primer texto, Giorgio Coli
    señala que la ocupación central de Nietzsche es
    atender el debate de la
    educación y la cultura, para lo que acude a una
    ficción literaria en la que un filósofo viejo, de
    aspecto venerable, sostiene la tesis proposicional "de una
    cultura clásica, aristocrática, antimoderna,
    antihistórica, antiacadémica" (p. 12). La
    reanimación de la fantasía y la memoria de
    los asistentes a las conferencias, el hecho de considerar los
    problemas de la cultura como experiencias íntimas,
    provocar cierto estremecimiento, son los intentos nietzscheanos
    dirigidos a quienes pertenecen al mundo académico
    interesado.

    En el inicio del Primer Prefacio, Nietzcshe
    señala que debe empezar aclarando el título y el
    objeto de las conferencias y con esa palabra siempre escandalosa,
    señala lo siguiente: "Si he prometido hablar sobre el
    porvenir de nuestras escuelas, con eso no he pensado en primer
    lugar en el porvenir específico ni en el desarrollo
    posterior de nuestras instituciones basileenses de esa naturaleza" (p.
    19)

    Es probable que la sensación de mayor intensidad
    en esta idea, se halle colocada en ese "hablar sobre el
    porvenir". De intentar recoger y exponer el pensamiento de
    Nietzsche al respecto, podría presentarse lo siguiente: en
    primer lugar, y siendo extremadamente cautelosos, Nietzsche,
    reconociéndose inexperto, poco enterado, le parece que no
    estaría en condiciones ni de configurar las relaciones
    culturales, ni delinear con cierta seguridad su
    porvenir; en segundo lugar, señala estar conciente de cual
    es el lugar en el que expondrá sus conferencias: una
    ciudad que intenta fomentar la cultura y la educación de
    sus ciudadanos; en tercer lugar, la situación de reconocer
    que donde más se hace por la cultura y la
    educación, también se piensa más en ellas;
    en cuarto lugar, hay un deseo apremiante: hacer una
    relación espiritual con quienes estarán en las
    conferencias que, se supone, tienen máximo interés
    por los problemas de la educación y la cultura; en quinto
    lugar, no hay oportunidad para un pensamiento profético;
    en sexto lugar, la referencia a "nuestras" escuelas no refiere la
    dimensión particular, sino la vinculación
    institucional; en séptimo lugar, los numerosos cambios que
    se han suscitado en las escuelas, buscando volverlas más
    <actuales>, no son otra cosa que desfiguraciones y
    aberraciones; en octavo lugar, lo que podemos esperar del futuro
    con respecto a las escuelas, es una renovación, una
    especie de rejuvenecimiento; "solo en el sentido de esa esperanza
    hablo de un porvenir de nuestras escuelas"(p. 22).

    Precisemos un punto pendiente, comenzando con una
    pregunta: ¿Con cuáles términos puede hacerse
    un acercamiento a la pretensión de eso nombrado como
    porvenir? Nótese lo que al respecto dice
    Nietzsche:

    A nadie debería estar permitido pronunciarse en
    tono de profecía sobre el porvenir de nuestra cultura y,
    en relación con ella, sobre el porvenir de nuestros
    instrumentos y métodos
    de educación, si no puede demostrar que en alguna medida
    esa cultura futura existe ya en el presente y que le basta con
    extenderse a su alrededor en mayor medida para conseguir
    ejercer una influencia necesaria sobre la escuela y
    sobre las instituciones escolares (p. 22)

    Y más adelante indica:

    Desde luego, nosotros no envidiamos a quien se sienta
    completamente de acuerdo con este presente, y lo acepte como
    algo "evidente", ni por esa fe ni por esa escandalosa palabra
    de moda
    -"evidente"-; en cambio,
    quien haya llegado al punto de vista opuesto, ya está
    desesperado, ya no tiene necesidad de combatir y, apenas se
    entregue a la soledad, estará con toda seguridad, solo.
    Sin embargo, en el centro, entre los servidores de
    lo "evidente" y los solitarios, están los
    combatientes, es decir, quienes están henchidos
    de esperanza (p. 23)

    Porvenir, como referencia histórica, no marca un corte a
    la espera de que culmine el presente, que cierre cierto momento,
    para luego dar inicio a otro tiempo, a otro acontecimiento. El
    porvenir nietzscheano, en visión que compartimos, es
    construir el porvenir "en las vísceras del presente", como
    un augur romano. La profetización, se cabe alguna, es
    profetización en el presente, con los datos del
    presente. Desde esta intencionalidad, lo que se aspira presentar
    como perspectiva, como posibilidad, con fuerza de esperanza, es
    porque -en cierta medida- tal perspectiva existe ya en el
    presente y lo que vendrá será una especie de
    desbordamiento, de despliegue, de dispersión de la semilla
    que cae en tierra
    buena.

    La
    transcomplejidad

    Los procedimientos
    disciplinarios y de relacionamiento de diverso orden que abundan
    clásicamente en las universidades, por sí solos, no
    se dan abasto ni para captar la complejidad y la dimensión
    planetaria de los conflictos
    actuales, ni para ofrecer una visión global del ser
    humano. Además, hay una larga y retardada mora tanto para
    enfrentar la autodestrucción, ya acentuada, de la especie
    humana, como de la superación las distintas desigualdades.
    Quizás eso que ahora se nombra como transcomplejidad,
    pueda ser el escenario propicio para unas oportunidades distintas
    de proceder y de vivir. Pero sería muy conveniente
    enterarse, al menos preliminarmente, que es eso, comenzando por
    señalar que una opción bien radical para la
    visión de una nueva formación y para ponerle un
    poco de calor, de
    movimiento, a
    la vida, pudiera estar implicada de transcomplejidad.

    El 6 de noviembre de 1994, en el Convento de
    Arrábida (Portugal), Edgar Morin, Basarab Nicolescu y
    otros distinguidos intelectuales, fueron nombrados Comité
    de Redacción para presentar una Carta de la
    Transdisciplinariedad. La excusa: el Primer Congreso Mundial
    sobre la Transdisciplinariedad. Hoy puede decirse sin temor, que
    en los cerca de ocho años que pronto tendrá
    la Carta, su
    mensaje central, sus inquietudes, sus esperanzas, su referente
    utópico, están más palpitantes que nunca y
    aun cuando ha pasado bastante agua bajo el
    puente de la transdisciplinariedad, siempre ha sido grato volver
    sobre ella. Como documento y referente originario, es
    fundamental. Por ahora, solo con efecto introductorio, se
    compartirán los ánimos transdisciplinarios que
    ahora se prefieren leer como transcomplejos: el compromiso
    ético, los niveles de realidad, el papel de las
    disciplinas, lo que atraviesa, esta dentro y transciende las
    disciplinas; el acercamiento entre ciencias,
    arte y
    poesía;
    lo multirreferencial y multidemensional; el reconocimiento de
    la tierra como
    nuestro hogar, actitud abierta hacia la diferencia, la alteridad,
    lo transcultural; el privilegio del conocimiento,
    la intuición, la imaginación, la sensibilidad, el
    gesto; el diálogo,
    la actitud, Se volverá sobre ellos
    intensivamente.

    Este breve cause transcomplejo puede ser una muestra del
    atento recorrido que podría ser la formación en la
    Venezuela del futuro, en un futuro leído en clave de
    porvenir.

    Las
    Referencias Epistemológicas y
    Teórico-Metodológicas

    En la Introducción al texto de Michel Foucault (1988):
    Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones, Miguel
    Morey expone un esquema que le permite dar cuenta del itinerario
    intelectual de Foucault, que ha dado "lugar a dos propuestas
    metódicas: el método
    arqueológico y el método genealógico" (p.
    iii) Desde esta misma orientación, la periodización
    de sus principales textos, permitiría establecer tres
    grandes grupos: primero,
    la Formación del método; segundo, el Método
    arqueológico y, tercero, el Método
    genealógico. En cuanto a los obras del período
    denominado Método arqueológico, Morey indica, que
    aquí "ocupa un lugar central la preocupación por la
    política del discurso" (p.
    iii). Sobre el Método genealógico, señala:
    "Se iniciaría con el artículo Nietzsche, la
    Génealogie, l’Histoire (1971), en el que se sientan
    las bases de su modo actual de entender la historia" (p. iii-iv)
    Aun cuando pudieran compartirse las afirmaciones de Mauricio
    Jalón (1994), sobre lo que, con mucha cautela, denomina
    "estilo arqueogenealógico", al señalar que "Su
    objetivo es,
    pues, delimitar la aparición, la regularidad y las
    condiciones de posibilidad de un determinado tipo de discurso"
    (p. 65); con todo lo que ello implique, es más conveniente
    acercarse, directamente, a lo que Michel Foucault dice al
    respecto. Por supuesto, el esfuerzo adicional no busca justificar
    un "estilo" metodológico, sino leerlo en clave del
    discurso de formación.

    Si se le preguntase a Foucault (1979)
    ¿Cómo es la genealogía?, diría en
    principio: "La genealogía es gris, es meticulosa y
    pacientemente documentalista. Trabaja sobre sendas embrolladas,
    garabateadas, muchas veces reescritas" (p. 7). Pero una
    interrogante con mayor intensidad, sería la que
    preguntaría por la genealogía misma:
    ¿Qué es hacer genealogía?:

    Hacer la genealogía de los valores,
    de la moral,
    del ascetismo, del conocimiento, [¿de la
    formación?,] no será por tanto partir en la
    búsqueda de su "origen", minusvalorando como
    inaccesibles todos los episodios de la historia; será
    por el contrario ocuparse en la meticulosidades y en los azares
    de los comienzos; prestar una escrupulosa atención a su derrisoria malevolencia;
    prestarse a verlas surgir quitadas las máscaras, con el
    rostro del otro; no tener pudor para ir a buscarlas allí
    donde están –revolviendo los bajos fondos-
    dejarles el tiempo para remontar el laberinto en el que ninguna
    verdad nunca jamás las ha mantenido bajo su
    protección… Es preciso saber reconocer los
    sucesos de la historia, sus sacudidas, sus sorpresas, las
    victorias afortunadas, las derrotas más digeridas, que
    dan cuenta de los comienzos, de los atavismos y de las
    herencias; como hay que saber diagnosticar las enfermedades del cuerpo,
    los estados de debilidad y energía, sus trastornos y sus
    resistencias… (pp. 11-12)

    En la perspectiva del "estilo arqueogenealógico"
    está una oportunidad metodológica para indagar el
    conjunto de reglas, de principios; el
    ordenamiento, la
    organización de los procedimientos que engendran,
    ponen en movimiento, determinan las normas de los
    enunciados como representaciones de saber; para hacer un trabajo
    de arqueogeneaólogo sobre esa especie de genealogía
    cognitiva que se sucede en capas discontínuas; es una
    especie de descubrimiento de los datos de saber que están
    en las distintas estratigrafías de conocimiento; capas,
    con determinadas características que también se
    integran con conjuntos previos y posteriores, se entrecruzan en
    el tiempo, en las épocas. El análisis
    arqueogenealógico, o mejor: propiamente
    genealógico, de la composición atiborrada de trozos
    de ideas, de conceptualizaciones, de inquietudes discursivas, de
    representaciones epistémicas, "no busca hacer aparecer la
    verdad de nuestro pasado, sino de mostrar el pasado de nuestras
    verdades". (Morey, 1983, p. 23) Se trata de una oportunidad
    indagatoria para comprender nuestro presente y explicar
    cómo y por qué ciertos saberes emergen y se
    configuran. Esto en clave de formación, luce como de
    oportunidad extraordinaria.

    No se trata, en lo absoluto, de buscar los
    orígenes, perdidos o borrosos, sino la formación en
    lo nuevo, la emergencia, eso que Foucault llamó la
    actualidad, aunque Nietzsche lo haya llamado lo inactual, lo
    intespectivo. Sería intentar sacar a la luz los sistemas
    de formación, descubriendo su constitución
    histórica; por cierto, sistemas que siguen "vigentes" y en
    los que seguimos atrapados. En el fondo, se aspira diseñar
    una crítica de la formación en el presente, fundada
    en un análisis retrospectivo.

    CAPITULO I

    MODERNIDAD, PENSAMIENTO Y
    FORMACIÓN

    Ilustración y
    Modernidad

    Las interpretaciones de lo que la
    Ilustración (Aufklärung) es, han dejado una
    indeleble huella en mucho del llamado pensamiento
    filosófico occidental moderno; más inquietante es
    el tema, si ciertas ópticas ofrecen una dimensión
    que va más allá de los referentes temporales, como
    época o etapa, y prefieren acercársele como un
    acontecimiento. En su orientación más
    clásica, está familiarizada con determinada
    ideología o con cierta cultura burguesa
    europea, dirigida a oponerse al absolutismo y
    a la nobleza del siglo XVII.

    En términos generales, y bajo un criterio
    ampliamente aceptado, la Ilustración emerge como una actitud
    crítica frente al orden establecido, con cinco (5)
    características esenciales:

    1. El Racionalismo, con primacía de la
      razón y en manifiesta oposición a lo sobrenatural
      y a lo tradicional. El ilustrado pretende llegar al
      prójimo a través de la razón y no de la
      revelación. De ahí lo de "siglo de las luces", en
      referencia meridiana a las luces de la lógica y de la
      inteligencia
      (razón) que debían iluminarlo todo. Por supuesto,
      y desde esta racionalidad, solo será real aquello que
      puede ser entendido por la razón; caso contrario,
      será inútil o falso.
    2. La Búsqueda de la Felicidad,
      considerándose que la Naturaleza creó al ser
      humano para ser feliz, pero para que esa felicidad sea
      auténtica, deberá estar sustentada en la propiedad,
      la libertad y
      la igualdad.
    3. La Creencia en la Bondad Natural del Hombre, pues
      los filósofos ilustrados pensaron que el ser humano es
      bueno por naturaleza.
    4. El Optimismo, colocado en el vector donde la historia
      supone la evolución progresiva de la humanidad, de
      su continuo perfeccionamiento, hasta llegar el momento en que
      se construirá una sociedad perfecta, el paraíso
      en La Tierra.
    5. El Laicismo, como nueva cultura al margen del
      cristianismo; así, la virtud cristiana se
      transforma en virtud laica; el amor al
      prójimo por amor a Dios
      (caridad), se convierte en amor al ser humano por el ser humano
      mismo (filantropía) Por otro lado, la puesta en escena
      de ciertos discursos,
      toma un giro vertiginoso: sí durante el siglo XVII los
      textos más editados eran de las vidas de los santos, en
      el siglo XVIII, las obras más editadas eran de
      filosofía y ciencias
      naturales y apenas de libros
      religiosos.

    Una referencia extraordinaria a estas consideraciones
    preliminares, es, precisamente, Emmanuel Kant (1992)
    Algunas de sus ideas en torno a la
    Aufklärung, indican lo siguiente:

    La propensión a una razón pasiva y, por
    tanto, a la heteronomía de la razón,
    llámese prejuicio; y el mayor entre todos los prejuicios
    es el representarse la naturaleza no subordinada a las reglas
    que el entendimiento le pone por fundamento a través de
    su propia ley esencial:
    esto es, la superstición. El liberarse de la
    superstición se denomina ilustración; porque, aun
    cuando esta denominación le corresponde a la
    liberación de los prejuicios en general, la
    superstición merece preferentemente ser llamada
    prejuicio,… (p. 205)

    Y en otro texto señala:

    Pero ¿qué limitación obsta a la
    ilustración? ¿Y cuál, por el contrario, la
    fomenta? Contesto, el uso público de su razón
    debe ser en todo momento libre, y sólo éste puede
    llevar a los hombres al estado de la ilustración; pero
    su uso privado debe ser a menudo limitado muy estrechamente,
    sin que ello obste, en particular, al progreso de la
    ilustración. (1999, p. 65).

    El espíritu ilustrado de Kant tiene una
    centralidad que puede destacarse por fundamental: "liberarse de
    la superstición", dejar aquel conjunto de creencias que
    pudieran ser extrañas a la fe o contrarias a la
    razón; además, la Ilustración es un estado,
    entendido como situación de una persona, como
    modo de ser, como aquello que puede modificar la condición
    de alguien, en síntesis: la defensa de la
    Ilustración que hace Kant, y esto es sólo una
    interpretación, es exponerla como actitud ante el mundo,
    como una actitud distinta ante el mundo; en este sentido, la
    Ilustración, acudiendo a una categoría del mismo
    Kant (1992), es "un modo de pensar, es decir con máxima
    que procuren supremacía a lo intelectual y a las ideas de
    la razón por sobre la sensibilidad" (p. 186). No
    sería descabellado afirmar que este Denkungsart, "puede
    llevar a los hombres al estado de la
    ilustración".

    En una línea de interpretación del
    pensamiento kantiano, el filósofo italiano Mauricio
    Ferraris (1989), citado por Enzo del Búfalo (1992),
    señala que "il mondo moderno sorge sulla distruzione dei
    miti e della tradizione, afferma la superioritá dei
    moderni sugli antichi e sulle loro favole, dichiara eioé
    in varie forme teoretichi e práctiche la morte de Dio" (p.
    126).

    En esta reflexión, un componente crucial es el
    ligado a la noción esquiva de modernidad. Desde un acuerdo
    limitado con Habermas (1998, p. 28), pudiera afirmarse que los
    filósofos de la Ilustración formularon en el siglo
    XVIII el proyecto de la modernidad, pero sería conveniente
    realizar una aclaratorias en uno y en otro sentido. De lo que
    aquí se trataría, es de exponer cual sería
    (podría ser) una actitud ante la Ilustración y la
    modernidad; porque, en principio, la hipótesis más atractiva en este
    campo de ideas y de pensamiento, es la referencia de la actitud,
    de la postura, del estado de ser, más que otras
    consideraciones.

    1. Desde el texto que ahora se expone, bien lejos
      están las coordenadas cognitivas dirigidas a identificar
      la modernidad, exclusivamente como una época o como el
      conjunto de propiedades que identifican un momento
      histórico determinado. Por supuesto, el esquema
      simplista de la determinación lineal, sucesiva, que
      representa, por ejemplo: pre-modernidad-modernidad-postmodernidad, no tiene referentes serios, al
      menos desde donde se vislumbra el monitoreo de la presente
      discusión. La opción evolucionista de apreciar la
      modernidad como continuación y desarrollo de la
      Aufklärung, deja que los "espíritus del tiempo"
      decidan en relación a los procesos socio –
      históricos, así habría: un tiempo de
      ilustración, un tiempo de modernidad, un tiempo de
      postmodernidad, un tiempo de transmodernidad, un tiempo
      de… ¡Ah!, por supuesto, con los debidos cortes
      delimitantes o transicionales.
    2. No es propósito de la parte inicial de este
      capítulo, despachar en unas pocas líneas un
      acontecimiento histórico que, acudiendo a Morin, tiene
      todas y cada una de las condiciones para denominarlo de
      máxima complejidad; ni muchísimo menos, intentar
      dar cuenta apresurada de las diversas interpretaciones que
      sobre modernidad se han elaborado en dos siglos largos (218
      años, si contamos desde 1784, cuando Kant
      escribió ¿Qué es la Ilustración?,
      hasta el 2003, cuando se está culminando este
      trabajo).
    3. El asunto no se resuelve, tampoco, aun si se hacen
      fuertes y escandalosas militantes a favor o en contra de la
      modernidad o dirigir el dedo acusador e intolerante contra
      quienes se presumen modernos o posmodernos. Pero esto no
      permite liberarse del asunto, debatiendo sí se permanece
      en la vorágine de la racionalidad moderna o sí se
      alienta una versión tipo Houdine, haciendo acto de
      escapismo de tal racionalidad. El chantaje, que a veces se
      presenta como propuesta "intelectual", que hay que estar a
      favor o en contra, es una pobre y ridícula
      opción, esgrimida para volcarse en el maniqueísmo
      más barato, determinado sobre la base única de
      valoración dicotómica.
    4. Puede tenerse una actitud distinta ante el
      acontecimiento de la modernidad concebida desde la
      Ilustración; se trata de comenzar a descubrir
      cómo a través de la modernidad nos hemos
      constituido en sujetos de lo que hacemos, de lo que decimos;
      pero, también de lo que pensamos y como pensamos. Una
      constatación primordial, es reconocer la modernidad como
      una manera específica de pensar. Que hay una forma
      moderna de pensar, una forma de pensar bajo una
      específica y definida racionalidad.

    En el comienzo de éste primer Capítulo, se
    afirma que las interpretaciones sobre la Ilustración, han
    dejado una indeleble huella en mucho del llamado pensamiento
    filosófico occidental moderno. Foucault (1999), en un tono
    más atrevido, afirma lo siguiente:

    De Hegel a
    Horckheimer o a Habermas, pasando por Nietzsche o Max Weber no
    hay apenas filosofía que, directa o indirectamente, no
    se haya confrontado con esa misma cuestión:
    ¿cuál es, pues este acontecimiento que se llama
    Aufklärung y que ha determinado, al menos en parte, lo que
    hoy en día somos, lo pensamos y lo que hacemos? (p.
    335)

    Esta es una intención de actitud: descubrir lo
    que la unidad ilustración – modernidad es, porque
    allí, probablemente, hay mucho de lo que hoy somos y
    estamos siendo, de lo que hoy pensamos y como pensamos y de lo
    que hoy hacemos y como lo hacemos.

    El esfuerzo reflexivo e interpretativo sobre este
    asunto, apunta también hacia la "incompletad", a su
    "inacabamiento" del proyecto de la modernidad. Habermas (1998),
    uno de sus defensores más empedernidos, llega a afirmar
    que

    El proyecto de la modernidad formulado en el siglo
    XVIII por los filósofos de la Ilustración
    consistió en sus esfuerzos para desarrollar una ciencia
    objetiva, una moralidad y leyes
    universales y un arte autónomo acorde con su
    lógica interna. Al mismo tiempo, este proyecto
    pretendía liberar los potenciales cognoscitivos de cada
    uno de estos dominios de sus formas más
    esotéricas. Los filósofos de la
    Ilustración querían utilizar esta
    acumulación de cultura especializada para el
    enriquecimiento de la vida cotidiana, es decir, para la
    organización racional de la vida cotidiana. (p.
    28)

    Dos cosas parecen ciertas; la primera, que el
    espíritu de Kant (a propósito de los esoterismos),
    está en Hábermas; la segunda, este género de
    interpretación está inscrito en un candente y
    extraordinario debate identificado como de modernidad –
    postmodernidad.

    ¿Cómo se aprecia entonces una idea de
    modernidad anotada en su peculiar inacabamiento? Siguiendo la
    crítica de Vattimo (1998) y sus interpretaciones sobre el
    particular, procedentes de la referencias de Nietzsche y
    Heidegger, la modernidad bien pudiera ser caracterizada como un
    gran suceso centrado en una voluminosa idea: la historia del
    pensamiento, pero no una historia para dar cuenta de cómo
    de produce y reproduce el modo moderno de pensar, sino
    interpretada "como una progresiva iluminación que se desarrolla sobre la base
    de un proceso cada vez más pleno de apropiación y
    reapropiación de los fundamentos" (p. 10). De ahí
    las interpretaciones de volver a la Ilustración, a los
    orígenes de la modernidad y, quizás, es probable
    que desde allí se "logre salvar la civilización".
    Esto es fe en la Ilustración, fe en la modernidad como
    proyecto inacabado, como proyecto que hay que retomar.

    Siguiendo a Habermas, Pedro Ramírez
    (1997) afirma que "el proyecto moderno es un proyecto inconcluso,
    cuyo potencial está aun sin agotarse y sus metas
    pertenecen todavía a la utopía de la sociedad
    actual. Entre estas utopías están la
    creación de una sociedad más racional, más
    científica, más desarrollada, más libre, y
    la creación de un Estado abierto y universal" (p. 3) A
    diferencia de Ramírez, del mismo Habermas y de quienes
    transitan por el proyecto Ilustración – modernidad,
    uno de los más escandalosos planteamientos proviene de
    Jean-François Lyotard (1998); del proyecto moderno, como
    realización de la universalidad, pudiera decirse que "no
    ha sido abandonado ni olvidado, sino destruido, liquidado" (p.
    30). Según Lyotar, hay muchos modos de destrucción
    y muchos símbolos que pudieran acompañar esa
    circunstancia: Auschwitz, "puede ser tomado como un nombre
    paradigmático para la no realización trágica
    de la modernidad" (idem) Siempre es conveniente aclarar, que la
    afirmación "liquidadora" de Lyotard, se refiere a la no
    realización de la universalidad.

    Si la formación tiene alguna fibra, ésta,
    ya de forma bien determinante, ha sido tocada por las
    intenciones, declaradamente ilustradas, modernas o postmodernas.
    Una referencia, puede que con cierta seriedad, sobre la
    formación, no está exenta de las conexiones
    directas, de las influencias indirectas, de los alientos
    espirituales que hoy avivan el debate sobre la cuestión
    modernidad – posmodernidad
    (sin t)

    Racionalismo y Racionalidad

    En el proyecto de la modernidad, se gestó un modo
    único de pensar; es decir, una específica
    racionalidad (el racionalismo), que colocó en la
    razón su máxima centralidad; así, hizo
    cuerpo un régimen de verdad (el adoctrinamiento) que
    alienta la primacía de la razón en el proceso
    cognoscitivo y la independencia
    de la razón respecto de lo sensorial, lo sensitivo; ello
    con el propósito básico de dominar las fuerzas de
    la naturaleza y lograr el perfeccionamiento del ser
    humano.

    Junto a la historia como principio ordenador, las
    búsquedas de restitución de la unidad, el
    surgimiento del hombre como lugar del fundamento, el surgimiento
    de la ciencias humanas y la primacía de la razón,
    está buena parte de la representación de la
    episteme moderna, del cuerpo de los fundamentos. Por allí
    circulan los medios y el modo de pensar, la verdad, el
    método, la realidad, el discurso, las prácticas, la
    investigación, el conocimiento, las disciplinas, la
    educación, la formación, la enseñanza, los proyectos, lo que
    se dice, etc.

    René Descartes
    (1998), en su Discurso del método, expone los cuatro
    "preceptos que encierra la lógica", a saber:

    Fue el primero no admitir como verdadera cosa alguna,
    como no se supiese con evidencia que lo es; es decir, evitar
    cuidadosamente la precipitación y la prevención,
    y no comprender en mis juicios nada más que lo que se
    presentase tan clara y distintamente a mi espíritu, que
    no hubiese ninguna ocasión de ponerlo en
    duda.

    El segundo, dividir cada una de las dificultades que
    examinare en cuantas partes fuere posible y en cuentas partes
    requiriese su mejor solución.

    El tercero, conducir ordenadamente mis pensamientos,
    empezando por los objetos más simples y más
    fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco,
    gradualmente, hasta el conocimiento de los más
    compuestos, e incluso suponiendo un orden entre los que no se
    preceden naturalmente.

    Y el último, hacer en todos unos recuentos tan
    integrales y
    unos revisiones tan generales, que llegase a estar seguro de no
    omitir nada. (p. 26)

    Bajo la perspectiva cartesiana, con los arietes
    cognitivos de la intuición y la deducción, la
    razón solo podrá obtener un conocimiento verdadero
    en cualquier ámbito, solo en el caso de guiarse por un
    método o los "preceptos que encierra la lógica".
    Así, desde estas premisas racionalistas, erige Descartes
    su doctrina metodológica: a) no admitir como verdadera
    cosa alguna que no aparezca a la razón clara y distinta y
    no suscite duda alguna de lo que es; b) dividir cada dificultad
    en cuantas partes sea posible y en cuantas requiera su mejor
    solución; c) conducir ordenadamente el pensamiento de lo
    conocido y demostrado a lo desconocido y por demostrar, y d)
    hacer recuentos integrales en los que no se omita
    nada.

    Esta racionalidad cartesina, devenida moderna; ese modo
    de pensar / hacer de claro signo tecno – instrumental,
    alojado en los espacios educativos como dispositivo predominate
    de saber – poder, colocó un freno a otras
    posibilidades de aprehender la realidad, de mover la rosa de los
    vientos hacia otras tentaciones, pues cierta praxis instalada
    como burocratización del pensamiento, colocaba (y aun
    coloca) alcabalas de legitimación o de exclusión,
    que refieren una educación (formación) a) impulsada
    bajo la modalidad de separar los conocimientos,
    compartimentarlos, impidiendo la posibilidad de contextualizar,
    de religar un saber en contexto en la estructura de
    donde ha salido; b) privilegiadora del acto reduccionista,
    alienando el modo de pensar; c) excluidora de las pasiones, de
    las emociones, sin
    espacio para la irracionalidad; d) propiciadora de una especie de
    gramática del pensamiento unificado,
    patentada en expresiones como el método es uno, el
    método es universal, el conocimiento es neutral, la
    objetividad científica, entre otras nociones como
    progreso, experimentación u causalidad; e) profusamente
    separadora de sujeto y objeto, ética y ciencia, saber y
    subjetividad, ciencia y valor, ciencia
    y arte, ciencia y poesía, ciencia y política. En
    tono de síntesis, André Bourguignon (1997),
    señala lo siguiente:

    Dès l’antiquité grecque, le besoin
    s’est fait sentir de distinguer la nature des diverses
    activités humaines qui reposent sur un savoir. Aristote
    proposa d’en distinguer tríos sortes: les sciences
    practiques, les asciences poétiques et les sciences
    theoriques (mathématiques, physique, theologie). Au
    Moyen Âge, les diverses branches de la connaissance
    constituèrent les arts libéraux, repartís
    entre le quadrivium (scientifique) qui comprenait la
    geométrie, l’arithmétique,
    l’astronomie et la musique, et le trivium
    (littéraire) qui regroupait la grammaire, la
    rhétorique et la dialectique on logique. Au debut du
    XVIIe siécle, a l´époque où naissait
    la science moderne, Descartes preconiza une méthode pour
    "chercher la vérite dans les sciences", avant même
    que le techniques d’investigation se soient
    perfectionnées. Cette méthode ouvrit la voie
    à l’autonomisation des disciplines scientifiques
    (p. 1).

    Al final, una idea sigue siendo fundamental: el
    racionalismo puede leerse, sin lugar a dudas, como modo de
    pensar. De hacer la pregunta la pregunta con Magaldy
    Téllez (1999) ¿Qué ha sido el racionalismo?,
    élla responde:

    No un enfoque, ni una teoría en particular, sino un determinado
    modo de pensar; como decir un lugar desde el cual se piensa lo
    que se piensa, se dice lo que se dice, se hace lo que se hace.
    Ese lugar desde el cual se anula la realidad como
    incógnita, y en el cual se han instalado y
    continúan instalándose prácticas y
    discursos en el mundo universitario. El que a su vez, remite a
    determinadas relaciones de conocimiento que han constituido un
    tipo de científico, de investigador, de profesor, cuyas
    pretensiones de productor y poseedor del conocimiento verdadero
    han sido acompañadas de una especie de ceguera (p.
    27)

    El mundo universitario, con fuertes y tristes evidencias
    a la vista, ha sido el lugar privilegiado para que la
    racionalidad moderna "organice" y "dirija" lo que se piensa, lo
    que se dice, lo que se hace. El mapa disciplinario, como
    referencia racional de universalidad, recubre las intenciones
    curriculares universitarias (y no universitarias) más
    "avanzadas", tanto así, que casi cualquier acuerdo
    dirigido a concebir un proyecto curricular, primero pasa de forma
    privilegiada por la definición de las disciplinas. Los
    espacios universitarios como la Universidad Pedagógica
    Experimental Libertador (UPEL), son muestra de ello; para marzo
    del 2002 (Vicerrectorado de Docencia), en los ocho (8) Institutos
    que la integran, están 28 especialidades de pregrado,
    distribuidas en 36 departamentos que parecen tener criterios
    extraños de denominación: mientras que las llamadas
    "ciencias duras" están agrupadas en departamentos
    identificados como de a) Biología y Química, b) Ciencias
    Naturales, c) Biología, d) Química, e) Ciencias
    Naturales y Matemáticas, f) Matemáticas y
    Física, g)
    Matemática
    y h) Física; las "ciencias blandas" tienen departamentos
    cuyos nombres son: a) Arte, b) Humanidades y Artes, c) Geografía e Historia,
    d) Ciencias Sociales y e) Ciencias
    Sociales y Comunicación; el campo de la
    "formación" es mas prolijo, con departamentos que tienen
    los siguientes nombres: a) Pedagogía, b) Formación Docente, c)
    Componente Docente, d) Pedagogía e Investigación,
    e) Pedagogía y Práctica Profesional, f)
    Prácticas Docentes, g) Práctica Profesional y h)
    Integración de la Experiencia
    Docente.

    Conociendo la UPEL "por dentro", aun siguen
    emitiéndose voces que aspiran la "creación" de
    otros departamentos y de otras especialidades. El problema no
    estaría únicamente colocado en la creación o
    fundación, sino en la concepción que sobre tal
    asunto se tiene; pero, por ahí, no pasa precisamente la
    discusión. Pudiera afirmarse con Rigoberto Lanz (1999),
    que "esta separación [disciplinaria] sirvió
    históricamente para asegurarse territorios cognoscitivos a
    cuyo interior los desempeños intelectuales encontraban ya
    hechos los marcos de referencia, los criterios de verdad y los
    rituales de legitimación de los mandarines" (p. 6) Los a
    veces frecuentes pugilatos por la incorporación o
    desincorporación de "materias", son parte de esa defensa y
    apropiación que se hace en y desde los territorios
    cognitivos que pretenden "demostrar" el mapa disciplinario de la
    Universidad. Ahora "un fantasma recorre" las universidades
    venezolanas: mientras más especialidades o profesiones
    tengan, más universidad se creen que son.

    Lo que pudiera denominarse el panorama nacional, tiene
    el mismo signo. De acuerdo con la información disponible del Consejo Nacional
    de Universidades (CNU, 2002), para el proceso de
    clasificación de la demanda por
    áreas de conocimiento y carreras , correspondiente a 1988
    – 1989, se pudieron totalizar ciento once carreras
    disponibles; para el correspondiente a 1999-2000, la demanda se
    distribuyó en trescientos veintitrés carreras. El
    rumbo de la hiper-especialización, de la
    fragmentación creciente, de la atomización en la
    definición de los diseños, pareciera ser una idea
    central en el desarrollo de la educación superior
    venezolana. Sobre este tema, un poco en la sintonía de las
    consecuencias y de forma general, pudiera afirmarse con Edgar
    Morín (en Valenzuela, 1992), lo siguiente:

    Muchos científicos solo tienen una
    visión de los problemas de sus respectivas disciplinas,
    que han sido arbitrariamente recortadas en el tejido complejo
    de los fenómenos. Esos científicos tienen una
    pobreza
    increíble para comprender los problemas globales y hoy
    todos los problemas importantes son problemas globales. Nuestro
    modo de pensamiento científico, yo diría el modo
    cartesiano que consiste en aislar los problemas, es algo que
    aporta ignorancia (p. 2)

    Por supuesto; en principio, propiciar un radicalismo
    para "detener" la fragmentación del conocimiento, por la
    vías de la especialización, no tendría
    fuerza impactante necesaria para cautivar un sector
    suficientemente amplio de los espacios universitarios, pero si se
    intentara propiciar, con el mismo ímpetu, una
    pulsión religadora, otra pudiera ser el panorama.
    Así sería posible colocar el asunto en separar y
    unir, no como componentes de un determinado proceso, sino como un
    proceso mismo. Puede que la experiencia, entre otras, de programas de
    postgrado denominados interdisciplinarios (CNU, 2000), apenas 32
    hasta el 2000, sea una (buena) señal del "binomio uno"
    separar / unir.

    El Modo de Pensar que Forma y Crisis de la
    Racionalidad

    Orillando las reflexiones, como para tener algo
    significativo en las manos (y en las neuronas), el debate que
    interesa destacar, contenido en el momento contemporáneo
    como el tiempo en el confluyen muchos tiempos, tiene un
    encantador aroma a crisis, una crisis tomada como excusa para
    hacer, no para ser pensada como encallejonamiento y
    obstrucción, pero también para interrogarse, como
    lo hace Chantal Maillard (1998), en los términos
    siguientes: "cuando un mundo se derrumba porque sus valores ya no
    lo sostienen ni pueden tampoco trocarse por otros, importa
    preguntarse por el modo de racionalidad con el que fue
    diseñada su estructura, importa darnos cuenta de que no
    son los valores lo que habrá de reemplazarse, sino el modo
    de ver y de utilizar la razón" (p. 11); aquí, de
    manera rasante, hay al menos tres (3) datos de un interés
    supremo: primero, el reconocimiento de la crisis; segundo, el
    sistema de racionalidad instalado; tercero, como hemos sido
    constituidos de una determinada manera; y cuarto, la urgente
    situación sobre el modo de ver y usar la razón, es
    decir, el pensamiento. Disponer estas claves evitaría
    correr riesgo de colocar
    el tema central en un cambio de valores, de enunciados, sin
    acercarnos al fondo más importante del asunto: desde donde
    se piensa.

    En medio de la crisis generalizada y generalizante,
    interesa la dirección de crisis del tipo de
    racionalidad que se pavoneaba con pretendidas expresiones de
    cientificismo que hacían "la verdad", pero en la que no es
    posible que entraran las experiencias, las sensibilidades, la
    existencialidad, la pasión. Esa racionalidad instalada en
    los espacios de la universidad, devino crisis,

    porque hablar de la crisis actual de la universidad es
    hablar justamente del tipo de racionalidad que fundó su
    estructura como espacio institucional moderno, es decir, como
    espacio de poder saber legitimado en las grandes narrativas de
    la Historia, el Progreso, el Sujeto, la Razón, la Ciencia,
    la Verdad. Y porque el desmoronamiento de esta racionalidad es
    la puesta al desnudo de sus límites,
    no sólo para la comprensión de lo (nos) acontece
    sino para que tal comprensión se juegue como experiencia
    creadora. (Téllez, 1999, p. 25)

    El modo de pensar-hacer de claro signo
    tecno-instrumental, alojado como dispositivo predominante del
    saber-poder, colocó un freno a otras posibilidades de
    aprehender la realidad, de mover la rosa de los vientos hacia
    otras vías, pues cierta praxis y la burocratización
    del pensamiento, hacían alcabalas de legitimación o
    exclusión. Algunas muestras de lo que aun sucede, por lo
    general, en los espacios educativos:

    1. Una educación impulsada bajo la modalidad de
      separar los conocimientos y, sobre todo, compartimentarlos,
      impidiendo la posibilidad de contextualizar, es decir, de
      religar un saber en el contexto y en la estructura de la que ha
      salido. La ferocidad de las disciplinas, como una
      versión académica desde donde pensar,
      culminó en ferocidad entre los integrantes de las
      comunidades académicas. Se llega a calificar o a
      descalificar, según la disciplina
      con la alguien se anote. El conocimiento y el pensamiento
      fueron convertidos en cotos, generándose y
      fortaleciéndose una especie de autarquía
      cognitiva.
    2. Una formación que privilegia el acto
      reduccionista, alienando el modo de pensar, que solo recurre a
      las dimensiones externas, a las variables,
      al dato; que deja fuera la vida: las pasiones, las emociones,
      la subjetividad, tendrán poco chance en una
      formación que privilegia "el cambio de conducta",
      que ha puesto su interés en cómo enseñar
      en vez de qué enseñar.
    3. Los desafíos más transcendentales de la
      vida, hoy son planetarios. Un pensamiento que limita en las
      fronteras de cierta territorialidad, tiene pocas oportunidades
      de ver la alteridad.
    4. La gramática del pensamiento se expresa en la
      presencia de "el método es uno", "el método
      científico es universal", "conocimiento neutral",
      objetividad, entre otras nociones como progreso,
      experimentación, causalidad.
    5. Por si fuera poco, una formación con traje de
      corte instrumental en la que sucede una separación de
      sujeto y objeto, pues de lo contrario habría
      subjetividad; separa ética y ciencia, porque sino el
      conocimiento no puede ser neutral; separa ciencia y
      subjetividad, porque ciencia que se respete debe ser objetivad;
      separa ciencia y arte, porque el arte está "carcomido"
      de pasión; separa ciencia y política, porque,
      además, la "gente de ciencia" no hace
      política.

    Como para agregarle más ingredientes al
    análisis, puede afirmarse que "en relación con la
    escuela, esta situación de crisis global tiene como
    consecuencia que,…, los entes escolares se hayan
    convertido,…, en algo insignificante, a menudo,.. ,
    traumatizante, mudos en relación con las preguntas
    fundacionales que,… , nunca deja de plantearse el ser humano"
    (Duch, 1998, p. 12) Mientras esto ocurre en las universidades
    venezolanas, en la Universidad Pedagógica Experimental
    Libertador, un poco más allá, en la vida de todos
    los días, esa arrolladora vida cotidiana, vienen
    sucediendo cosas: emergen fenómenos completamente frescos,
    de dimensiones complejas, donde las otrora verdades (en un
    momento) incuestionables, no son suficientes para aprehender la
    magnitud de-lo-que-venimos-siendo-en-esta-época-
    contemporánea. Quedaron huérfanas de actualidad.
    Sencillamente, ya no dan. Perdieron el tiempo útil.
    Están agotadas, exánimes de cansancio explicativo.
    En términos de Michel Maffesoli (1997): "Hay que entender
    que el racionalismo, en su pretensión científica,
    es particularmente incapaz de captar, incluso de aprehender, el
    aspecto prolijo, lleno de imágenes y
    simbolismos de la experiencia vivida. La abstracción ya no
    es oportuna cuando lo que prevalece es el hervidero de un nuevo
    conocimiento" (p. 32)

    Puede que afirmar: "la racionalidad moderna hace de la
    escuela, tal o cual cosa", implique cierto escozor en quienes
    siguen viendo la escuela como si el asunto no fuera con ella y
    así sería más cómodo y menos
    embarazoso, dirigir las culpas al Estado, a los representantes, a
    los docentes, etc. Sin embargo, en acuerdo con otros autores, el
    asunto tiene más rugosidades de las que se pueden ver,
    tocar o sentir. Por allí circulan la
    especialización de saberes, la instalación
    desmedida de la racionalidad moderna, la capacitación de
    "recursos
    humanos", los espacios de legitimidad, etc. En una amplia
    exposición de Roberto Follari (1996),
    pueden destacarse detalles realmente dignos de tener en
    cuenta:

    En este creciente campo de institucionalización
    que produjo saberes especializados, de gestación de la
    "jaula de hierro" (M.
    Weber)
    moderna, la escuela no resultó simplemente un caso
    más. No se trata de una manifestación cualquiera
    de las formas modernas de establecimiento de la
    racionalización, sino de una privilegiada. La escuela es
    el lugar donde se conforman los especialistas que luego
    operarán en las más diversas áreas del
    quehacer social. La escuela es el sitio de legitimación
    de la razón, el lugar por excelencia del saber
    sistematizado. Es espacio de producción de alumnos y de profesionales
    que se diseminan hacia el resto de las instituciones; es el
    lugar más propio en que lo discursivo plantea sus
    exigencias de ordenamiento a partir de las cuales se buscan
    cauces de los cuales los sujetos no debieran salirse, en tanto
    son aquellos en que habita lo que se define como "racional" (p.
    19)

    ¿Y en el ámbito de la
    investigación? Esperar que las soluciones de
    formación para la investigación, vengan
    exclusivamente por la vía de los cursos
    metodológicos y tutoriales o
    seminarios de investigación, no es suficiente. Poniendo
    las cosas en su lugar, la producción de conocimientos y el
    ejercicio de la docencia, como acto integral, no es algo que
    puede resolverse exclusivamente por la vía de eso que
    llaman, en su forma más tradicional, metodología de la investigación,
    donde los procesos se efectúan como si se tratara de un
    taller de ensamblaje, con cierta hojalatería de
    cómoda factura, donde
    todo o casi todo está identificado, y lo que hay que hacer
    es armar, recomponer, en acuerdo con ciertos patrones de
    legitimidad y de exclusión, de formas diseñadas
    para orientar pistas de visibilidad, en una especie de aeropuerto
    metodológico nocturno, donde lo que hay que esperar es que
    esté despejado, las condiciones sean favorables y, por
    supuesto, que enciendan las luces direccionales para ir derechito
    a la zona de desembarque. ¿Será esa la
    formación que queremos para la investigación que
    aspiramos o viceversa?.

    La instalación del proceso de modelamiento, de
    los modelos, de los modelados y de los modeladores en la
    Universidad, le han hecho un daño grave, en primer lugar,
    al ejercicio de la crítica; ahora, cuando hay, hay una
    "crítica" cómplice, sobre todo esa crítica
    perversa y dañina que llaman crítica constructiva.
    Una buena crítica, como lo dice Aníbal Lares, es
    destructiva. No todo lo destructivo tiene que ser malo. A veces
    leemos y escuchamos una crítica que da, sinceramente,
    muchísima pena. En segundo lugar,  a la creatividad,
    que está casi prohibida o es "canalizada" o se pretende
    llamar creatividad a cualquier mamarracho. En tercer lugar, al
    pensamiento, porque se piensa fragmentariamente y de a ratos,
    porque ahora se buscan lecciones para pensar y la efectividad de
    esos catecismos del pensamiento está severamente
    cuestionada; en cuarto lugar, a la vida, por que a veces importa
    muy poco, porque no la atendemos en el pregrado, en los
    postgrados, en la Universidad. En quinto lugar, al discurso,
    porque hay gramáticas reconocidas que desechan otras
    experiencias de comunicación. En palabras de Osmery
    Becerra (1999):

    En nuestra cultura académica, esa racionalidad
    se ha institucionalizado, imponiéndose como el
    único modo de pensar y de producir conocimientos. En los
    centros de educación superior encontramos dependencias,
    cátedras y unidades específicas de
    investigación donde "legítimamente" se producen
    "conocimientos" científicos y ellos dan la pauta, los
    criterios, el modelo para esa producción, incluso,
    determinan, con anterioridad, en gran parte, lo que ha de
    producirse… Pero no solo dan pauta, también definen y
    determinan las problemáticas, las temáticas,
    incluso las preguntas que habrán de formularse al objeto
    de investigación. (p. 3)

    Y más adelante:

    Dicha racionalidad,… , opera, efectivamente, como
    sistema de representaciones cognitivas y valorativas que
    aparecen como procesos naturales, total y absolutamente
    neutros, pero en ningún modo inocentes, pues condicionan
    fuertemente el modo como ciertos actores sociales piensan. De
    este modo la racionalidad científica en referencia ha
    ido generando e imponiendo, en nuestros centros
    académicos, todo un sistema de representaciones,
    caracterizado por la simplificación, la
    fragmentación y la exclusión. Tal forma de
    representarse la realidad, descarta del proceso de
    aprehensión de la realidad social la posibilidad de
    nociones y categorías inclusivas e integradoras;
    privilegiando, en su defecto, una lectura descontextualizada,
    reductora y separadora de la realidad que aísla los
    fenómenos sociales de su contexto y reduce a la simple
    descripción, la complejidad que tiene
    lugar en los procesos (p. 5).

    Empezar a salir de esto tiene varios caminos, pero uno
    fundamental, con el que probablemente se provoque el desquite y
    la excitación, es estudiar e investigar y estudiar e
    investigar ferozmente, desde otros modos de pensar debe ser la
    consigna.

    Con el mayor atrevimiento y debe extenderse ésta
    invitación a los colegas y a los estudiantes de los
    diversos campos cognitivos y así conversar sobre
    cómo se investigando, cómo se está formando
    para la investigación, desde dónde y qué se
    está investigando, cómo se está viendo eso
    de la vinculación formación-investigación.
    Esto es algo a lo que hay que volver con frecuencia:
    ¿Qué investigamos? ¿Por qué
    investigamos "eso" y no otra cosa? ¿Qué
    tendrá que ver la unidad formación y la
    investigación?.

    Para "acabar con el fastidio de la crisis" hay que
    reiniciar el camino de concebir nuevos mapas de
    inteligibilidad, de nuevas topografías cognitivas, de esas
    que permitan desembarazarse de las ataduras
    epistemológicas del saber-poder impuestas en nombre de la
    verdad, de la cientificidad, que también han generado
    cierto tipo de ser docente, de cierto estilo de
    formación.

    La lógica de legitimación de ciertos
    dispositivos en los espacios de la universidad, no pierde
    oportunidad en aplazar con cero (0) "materias" como
    reflexión, crítica y creatividad. Algo más
    que urgente es transgredir, quizá con cierta violencia, la
    racionalidad conjugada y tomar muy en serio, otro modo pensar.
    Mejor si es plural: nuevos modos de pensar.

    Partes: 1, 2

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