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Las alegorías como proyecto metafísico, epistemológico y político




Enviado por noldinjj



    Indice
    1.
    Introducción

    2. Las alegorías como proyecto
    metafísico, epistemológico y
    político

    3. Referencias
    bibliográficas

    1.
    Introducción

    Los puntos elegidos para realizar el trabajo
    son: la descripción de la alegoría de la
    línea, la comparación entre el Bien y el sol en
    relación con la alegoría de la caverna, el de
    la
    educación de los filósofos y, por último, el estudio
    realizado por Eggers Lan en
    El sol, la
    línea y la caverna sobre la hipótesis/supuesto y principio.

    Vale aclarar que los puntos no se desarrollarán
    por separado, sino que, debido a la correlación que existe
    entre éstos, se consideró conveniente exponerlos de
    manera conjunta.

    2. Las alegorías
    como proyecto
    metafísico, epistemológico y
    político

    La ontológica platónica se constituye
    sobre un claro dualismo, el que encontramos en la
    dicotomía presentada entre la esfera de lo sensible y la
    de lo inteligible. Con esto no queremos manifestar que esta
    metafísica conciba la existencia de dos
    mundos, ya que, una interpretación rigurosa de las
    alegorías propuestas en la República nos
    revelará que, tanto el ámbito sensible como el
    inteligible, pertenecen al mismo mundo. Eggers Lan lo explica
    de la siguiente manera: "Mas si hablamos de estas
    alegorías de la República y pretendemos encontrar
    en ellas el mencionado dualismo, no podremos hablar de
    ‘mundos’, y esto en sentido de que no permite suponer
    que uno de los ‘lugares esté en otro mundo que en el
    que vivimos"

    Es imperioso aclarar que la intención de Platón en
    cada una de las alegorías mencionadas apunta, si bien la
    relación existente entre éstas es sólida y,
    por esta razón, ninguna es libre de las otras dos, a
    resultados diferentes. Pues el paradigma de
    la línea conlleva una intencionalidad, podría
    decirse, de carácter
    epistemológico; por otro lado, la comparación que
    hace entre el sol y el Bien contiene mayormente una carga
    metafísica y, por último diremos,
    que la alegoría de la caverna posee una elevada
    connotación ético-política.

    Empecemos por estudiar la comparación entre el
    sol y el Bien. Cuando Sócrates
    explica a Glaucón, a través de esta
    comparación, qué es el Bien, no se refiere, en
    ningún momento y en ninguna medida, al bien moral,
    aquí la voz bien adquiere el valor
    semántico que toma cuando decimos, por ejemplo:
    «este es un buen lápiz». Adquiere, por decirlo
    de algún modo, el valor de
    plenitud.

    Este es un punto crucial en la metafísica
    propuesta por Platón, ya
    que en este pasaje, está dejando ver claramente cual
    será la naturaleza del
    ámbito inteligible. Estamos ahora en condiciones de
    explicitar cuál es la función
    cumplida por el Bien. En primer lugar el Bien es lo que hace
    posible que los objetos del mundo de las ideas sean inteligibles,
    o, mejor dicho, que puedan ser pensados; las palabras de Sócrates,
    referidas a esta cuestión, son las siguientes: "… en el
    mundo visible, con relación a la vista y a los objetos
    visibles, el sol, es análogo al bien". Más adelante
    agrega: "Pues bien, de igual modo dirás que las cosas
    inteligibles no sólo reciben del bien su condición
    de inteligibles, sino también su ser y su esencia, pero
    sin que el bien mismo sea esencia, sino algo muy superior a la
    esencia en dignidad y poder…".
    Aquí encontramos que la esencia de cada idea es provista
    por el bien. Entendida esta cuestión podemos manifestar
    que el bien de esta manera está asegurando la
    perfección de los objetos pertenecientes al ámbito
    de lo inteligible. Pero lo qué es el Bien no queda
    explicado en su totalidad en esta comparación, la
    cuestión se aclara un poco más en el paradigma de
    la línea.

    Vale aclarar que todas las formas de platear una
    epistemología están directamente
    relacionadas con las concepciones metafísicas, por eso no
    podemos pensar independientemente en una epistemología platónica, al
    considerar el paradigma de la línea, sin considerar la
    base metafísica en la que se apuntala. Para Platón
    hay tantas clases de conocimientos como clase de entes. El
    paradigma de la línea que propone Platón divide al
    mundo en dos partes, en el ámbito inteligible y el
    ámbito sensible, en las cuales se encontrarán la
    episteme(ciencia) y la
    dóxa(opinión) respectivamente como modos de
    conocimientos adosados a estas esferas.

    A la vez produce una división en cada uno de
    estas esferas. Los entes del mundo sensible están
    divididos en dos tipos, en primer lugar, las imágenes y
    en un nivel superior los objetos representados por esas imágenes;
    en otras palabras, las cosas propiamente dichas. A cada
    subdivisión le asigna como facultades de conocimiento
    la cicagia(imaginación) y la pístis(creencia). En
    resumen, el modo de conocimiento
    dóxa abarca a la imaginación y a la
    creencia.

    Por otro lado, en la primer parte del mundo de las ideas
    coloca a los objetos inteligibles inferiores, siendo estos las
    ideas que necesitan representación material y a las que se
    llega a través de supuestos. En la otra parte sitúa
    a los objetos inteligibles superiores, que son las ideas que no
    necesitan representación y que son principios a los
    que se llega a través de la dialéctica; o sea,
    sólo recurren a las ideas consideradas en sí
    mismas. A la primer parte le fija como medio cognoscitivo la
    diánoia(entendimiento) y al segundo la
    nóesis(inteligencia).
    El entendimiento, tal como Platón lo concibe, es la parte
    del conocimiento que necesita remitirse a principios
    hipotéticos, los cuales servirán de base para el
    razonamiento, Platón toma como ejemplo de esto a los
    geómetras. Por el contrario, la inteligencia
    sírvese solamente de la dialéctica, la cual, si
    bien utiliza hipótesis, lo hace
    a modo de peldaños con el fin de llegar a los verdaderos
    principios. Platón lo explica de la siguiente manera:
    "_comprende ahora que entiendo por la segunda sección de
    lo inteligible aquello a que llega la razón por sí
    misma, […] desciende hasta la ultima conclusión sin
    valerse de nada sensible, sino de las ideas consideradas en
    sí mismas, por las cuales su demostración comienza,
    sigue y termina".

    Recapitulando diremos que la episteme engloba a estos
    dos modo de conocimiento. Nótase, que la alegoría
    de la línea, fundamentalmente adquiere un manifiesto
    carácter epistemológico.

    Es necesario hacer un alto en este asunto para analizar,
    de breve manera, las nociones hipótesis/supuesto(hypótesis) y
    principio(arché); para ello tendremos en cuenta el
    análisis que hace Eggers Lan en El sol, la
    línea y la caverna. Empecemos por dar cuenta, tal como
    Eggers Lan lo hace, que la diferencia que Platón hace en
    el ámbito de lo inteligible es estrictamente
    epistemológica donde en una se parte de supuestos, como si
    fueran principios y se desciende haciendo uso de imágenes
    sensibles; en la otra se parte de supuestos pero no se va por
    encima de éstos. Podemos entender que el uso de la
    diánoia implica un pensamiento a
    partir de Ideas cuya existencia o naturaleza se da
    por supuesta, sin buscar su fundamento que es la Idea de Bien; en
    cambio, va
    discurriendo de tal manera que hace necesario el empleo de
    imágenes sensibles. El uso de la nóesis, al
    contrario, si bien a partido de supuestos, avanza hasta llegar a
    un principio no-supuesto (arché anypóthetos).
    Platón censura el modo, propio de los matemáticos,
    de no dar cuenta de los supuestos. Tal como lo concibe, la
    diánoia es intermedia entre la dóxa y la
    noûs.

    Concluyendo afirmaremos que la Idea de Bien, a la cual
    se llega solamente a través de noûs es el principio
    no hipotético (arché anypóthetos)
    raíz y fundamento de todos los entes del ámbito de
    lo inteligible.

    Platón, todo el tiempo, nos
    asegura que a través de nuestros sentidos podemos percibir
    los objetos e imágenes, empero nunca llegaremos al
    conocimiento propiamente dicho si sólo de ellos nos
    valemos. Para éste hay diferentes grados de realidad lo
    cual implica indefectiblemente diferentes grados de conocimiento.
    En la alegoría de la caverna nos muestra como los
    hombres que estaban dentro veían y entendían
    proyecciones a las que llamaban realidad, siendo que la verdadera
    realidad estaba fuera de la caverna, estos hombres presos de la
    caverna, alegoría de su ignorancia, sólo
    están limitados a emitir opiniones. En esta
    alegoría Platón nuevamente juega con la
    comparación entre el sol y el Bien, esto lo encontramos en
    el 516a-b cuando el hombre
    liberado de la caverna es llevado a la superficie, que representa
    al mundo inteligible, y es segado por el brillo del sol, que
    representa a la Idea de Bien. Platón siempre utiliza
    ejemplos de este tipo, podría decirse que la
    alegoría de la caverna es la continuación de la
    comparación que hace entre el sol y la Idea de Bien, pero
    en realidad el sentido de esta alegoría es diferente en su
    esencia, la primer comparación lleva consigo la
    intención de aclarar asuntos metafísicos, mientras
    la alegoría en cuestión adopta una intencionalidad
    ético-política. Afirmamos
    entonces que la alegoría de la caverna es una
    prédica ético-política que se fundamenta
    sobre la base metafísica expuesta en la comparación
    entre el Bien y el sol.

    En el pasaje del libro VII
    519b-c Platón llega a un punto vital de la obra, nos
    afirma que quienes no han recibido educación no son
    aptos para el gobierno de la
    pólis; por otro lado, también manifiesta que
    quienes sólo se limitan a estar toda la vida en el
    estudio, tampoco son aptos, ya que, según las palabras de
    Sócrates «no conseguirán nunca que se eche
    sobre ellos semejante carga, creyéndose ya en vida en la
    isla de los bienaventurados». Lo que está bien claro
    es que la
    educación debe enseñarle el Bien a quien
    gobernará, lo que implica que éste deberá
    retornar desde las alturas al submundo donde habitan los hombres
    para guiarlos por el camino de la verdad y la justicia.

    La educación de los
    gobernantes es un proceso que
    consta de diferentes etapas. La primera etapa, que comienza en la
    niñez, es la educación básica, que se
    compone del aleccionamiento en rudimentos de matemática, gimnasia,
    poesía
    y música. A
    los 20 años se les enseña ciencias
    matemáticas, a los 30 años
    dialéctica, a los 35 comienza la actividad practica en
    el estado. Por
    último, a los 50 años tendrán la
    visión de la Idea de Bien y podrán aspirar a ser un
    Rey filósofo.

    Para terminar, manifestaremos que el ámbito de
    las ideas platónico, en suma, la concepción que
    corona su metafísica; no se comprende aislado, sino que,
    por el contrario, termina siendo funcional al mundo sensible. En
    otras palabras, Platón utiliza al mundo de las ideas no
    sólo como referente epistemológico, sino
    también como referente político. Tal como lo
    entiende, el ámbito de las ideas debe ser utilizado para
    mejorar el mundo de los hombres, el mundo sensible. De esta
    manera la metafísica de Platón se constituye en un
    fundamento admirable de su no menos admirable aspiración
    política.

    3. Referencias
    bibliográficas

    PLATÓN, La república, Eudeba, Buenos Aires.
    EGGERS LAN, Conrado, El sol, la línea y la caverna,
    Eudeba, Buenos Aires,
    1985.

     

     

    Autor:

    Juan José Noldin

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