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Inmigracion y literatura: literatura infantil y juvenil (página 2)



Partes: 1, 2, 3

Graciela Montes se refiere a este libro: "El modelo del
Centro Editor como polo cultural me hacía fantasear con la
posibilidad de construir algo semejante pero para los chicos, con
buena divulgación y buena literatura, ambas cosas, pero
bien diferenciadas. A Entender y Participar, donde
escribíamos sobre todo Graciela Cabal y yo, siguió
Vida y Salud con María Inés Bogomoly y Julieta
Imberti, luego Una Historia Argentina (para los que quieren saber
de qué se trata), en la que yo hacía el relato pero
los historiadores Lilia Ana Bertoni y Luis Alberto Romero se
ocupaban de elaborar el informe y supervisar
académicamente" (4).

Ema Wolf "nació en Carapachay, provincia de
Buenos Aires (Argentina), el 4 de mayo de 1948. Es licenciada en
Lenguas y Literaturas Modernas por la Universidad Nacional de
Buenos Aires. En 1974 realizó una investigación
sobre el kitsch en los medios masivos de comunicación para
el Instituto de Literatura Argentina de la Facultad de
Filosofía y Letras, trabajo que se completó con un
curso dictado en la Universidad de Bahía Blanca y un
fascículo sobre la novela de folletín para el
Centro Editor de América Latina. En 1977 realizó
investigaciones para el libro Ortiz, la Argentina opulenta, de
Félix Luna. Ya desde 1975 trabajó en forma
continuada para distintos medios periodísticos y revistas
infantiles. En la década del 80, a partir de su
vinculación con la revista Humi, comenzaron a publicarse
sus primeros títulos en el campo de la literatura para
chicos. En 1996 inició sus colaboraciones en la revista
del diario La Nación e integró el comité de
redacción de la revista La Mancha" (5). En 2000, obtiene
el Primer Premio Nacional de Literatura Infantil, en el certamen
organizado por la Secretaría de Cultura de la
Nación correspondiente a la producción 1994/1997.
La obra galardonada fue Historias a Fernández (Buenos
Aires, Sudamericana, 1994). El jurado estuvo integrado por los
escritores María Granata, Perla Suez, Ana María
Shua y Antonio Requeni (6).

En 1991 Sudamericana publicó La gran
inmigración, con texto de Ema Wolf, investigación
histórica de Cristina Patriarca e ilustraciones de Daniel
Rabanal. Canela es la directora editorial, y la asesoría
histórica estuvo a cargo de Félix Luna. Este ensayo
-que fue reeditado varias veces; la última, en 1997-
integró la serie "Vida cotidiana", acerca de la que afirma
Luna, en las "Palabras liminares": "Los volúmenes de esta
serie, pues, son auténticos libros de historia. Pero
historia de la gente común en sus vicisitudes cotidianas:
hombres y mujeres que en su anónima humildad elaboraron
día a día la compleja urdimbre del país que
tenemos. Que estas realizaciones sirvan para entender mejor
nuestras propias raíces y, consecuentemente, a quererlas
más y serles más fieles".

La editorial expresa la motivación que dio origen
a la obra: "En la segunda mitad del siglo pasado, los nacidos en
esta tierra asisten, sorprendidos, al desembarco de miles de
inmigrantes. Son suizos, turcos, alemanes, irlandeses,
judíos, italianos, españoles, galeses, que han de
modificar definitivamente nuestra identidad. Cada grupo
protagoniza un capítulo poblado de historias
trágicas y cómicas, mitos resucitados,
sueños, prejuicios, chifladura, poesía y lucha por
el duro sobrevivir de cada día. Este libro, que abarca
aproximadamente el período 1830-1910, nace con el
propósito de acercar a los jóvenes la épica
fantástica de aquellos años –injustamente
domesticada por los manuales escolares- que tuvo por actores,
esta vez, a sus propios abuelos" (7).

Notas

  • 1. Montes, Graciela: "Datos
    biográficos", en www.gracielamontes.com Noviembre de
    2001

  • 2. S/F: "Argentina: Ema Wolf obtiene el Premio
    Nacional de Literatura Infantil", en Imaginaria, N° 19,
    Buenos Aires, 23 de febrero de 2000.

  • 3. Montes, Graciela; Romero, Luis y Bertoni,
    Hilda: Los tiempos de los inmigrantes. Buenos Aires, Libros
    del Quirquincho, 1990

  • 4. Montes, Graciela: "Literatura y sociedad",
    en www.gracielamontes.com Noviembre de 2001

  • 5. S/F: "Datos biográficos", en
    Imaginaria, N° 9, Buenos Aires, 6 de octubre de
    1999.

  • 6. S/F: "Argentina: Ema Wolf obtiene el Premio
    Nacional de Literatura Infantil", en Imaginaria, N° 19,
    Buenos Aires, 23 de febrero de 2000.

  • 7. Wolf, Ema y Patriarca, Cristina: La gran
    inmigración. Buenos Aires, Sudamericana,
    1991.

3.
Memorias

El historiador Exequiel César Ortega sostiene que
"La inmigración jugó importante papel ya a mediados
de esta etapa del "80 al "30. En ciudad y campaña, en
oficios diversos que abarcaron la agricultura y la naciente
industria; e incluso se dieron lugares como ejemplos de
cuánto podía una colonización bien
planeada…". Comenta qué sucedió con los
inmigrantes llegados a nuestra tierra: "El medio nuestro los
asimiló bien pronto y sus descendientes inmediatos se
sintieron integrantes "de la tierra". A menudo ascendieron de
Status, integraron profesiones, comercio e industria; impulsaron
los nuevos partidos políticos mayoritarios".

El gobierno de esa época "En lo social
favorecería cada vez más la inmigración,
sobre todo la europea en general, perdidas bastante las
esperanzas de la anglosajona y francesa en particular.
Inmigración que cubriese las necesidades crecientes de
mano de obra ciudadana y sobre todo rural, mediante la
colonización y la ocupación de dependencia o el
arrendamiento y la mediería (1)".

En el 80, la autobiografìa surge como el "lugar
donde se expresa lo particular, lo curioso, lo diferenciador, lo
propio de un sector social" (2); este sector es el de la clase
dirigente, grupo que se caracteriza por haber sido educado con
una gran influencia de la cultura europea, particularmente
francesa (3). Cobra gran importancia la evocaciòn de la
vida "vulgar", calificativo que abarca tanto la vida cotidiana,
real, como los comportamientos censurados por la moral corriente
(4).

La autobiografìa se caracteriza, en este
perìodo, por asumir el aspecto de la charla social
(causserie), de la anècdota, y por la frecuente
utilizaciòn de citas que remiten a lecturas extranjeras.
En las obras autobiogràficas de los hombres del 80 aparece
como modelo el "hombre de mundo", que conjuga en sì mismo
muy diversas facetas. Como consecuencia del impacto de la
inmigraciòn, aparecen "evocaciones nostàlgicas de
tiempos màs austeros" y "descripciones costumbristas con
toques moralizantes".

Miguel Cané fue un "escritor argentino nacido en
Montevideo en 1851. Licenciado en derecho y periodista
político, desempeñó distintos cargos
públicos y, como diplomático (Ministro de Asuntos
Exteriores), estuvo en Europa en varias ocasiones. Fue decano de
la facultad de Filosofía y Letras. Entres su obras,
fragmentada y testimonial, se distinguen Juvenilia (1884), novela
en que evoca recuerdos infantiles y de adolescencia; En Viaje
1881-1882 (1884), impresiones de Venezuela y Colombia; Prosa
Ligera (1903), Charlas literarias, etc. Póstumamente
aparecieron recapitulados sus Discursos y Conferencias (1909). Es
una de las figuras del grupo de prosistas llamado "hombres del
80", influidos por el parnasianismo y el naturalismo.
Murió en Buenos Aires en 1905" (5).

Susana Zanetti destaca que "la actitud de nostalgia, de
reminiscencia, de regreso al pasado, es una constante del 80";
Juvenilia presenta -a su criterio- "un melancòlico
contrapunto entre la adolescencia despreocupada de ayer y el
hombre maduro de hoy. Aùn asì, la evocaciòn
tiende generalmente a las anècdotas festivas, alegres". En
la obra advierte ciertas semejanzas con David Copperfield, de
Charles Dickens, pero la diferencia de la obra inglesa el hecho
de no entrañar denuncia ni afàn
testimonial.

El tema del fracaso generacional està encarnado
en la suerte corrida por los condiscìpulos; algunos han
muerto, otros se encuentran empleados con sueldos de hambre,
sòlo unos pocos se destacan. Esta actitud surge de lo que
la ensayista denomina "doble melancolìa" frente al pasado
y frente al povenir (6).

Miguel Canè nos ha dejado en Juvenilia (7)
testimonio de su visiòn de los inmigrantes. A las figuras
del grotesco enfermero italiano y los temibles quinteros vascos,
contrapone la grandiosidad del profesor Amadeo Jacques,
sìmbolo de la inmigraciòn anhelada por los hombres
del 80.

En su autobiografìa, Canè evoca este
personaje con rasgos despectivos. "La enfermerìa era, como
es natural, econòmicamente regida por el enfermero. Acabo
de dejar la pluma para meditar y traer su nombre a la memoria sin
conseguirlo; pero tengo presente su aspecto, su modo, su
fisonomìa, como si hubiera cruzado hoy ante mis ojos.
Habìa sido primero sirviente de la despensa; luego,
segundo portero, y, en fin, por una de esas aberraciones que
jamàs alcanzarè a explicarme, enfermero. "Para esa
plaza se necesitaba un calculador, dice Beaumarchais; la obtuvo
un bailarìn" ".

Se refiere al aspecto fìsico del inmigrante: "Era
italiano y su aspecto hacìa imposible un càlculo
aproximativo de su edad. Podìa tener treinta años,
pero nada impedìa elevar la cifra a veinte unidades
màs. Fue siempre para nosotros una grave cuestiòn
decir si era gordo o flaco. (…) Empezaba su individuo por una
mata de pelo formidable que nos traìa a la idea la confusa
y entremezclada vegetaciòn de los bosques primitivos del
Paraguay, de que habla Azara; veìamos su frente, estrecha
y deprimida, en raras ocasiones y a largos intervalos, como suele
entreverse el vago fondo del mar, cuando una ola violenta absorbe
en un instante un enorme caudal de agua para levantarlo en
espacio. Las cejas formaban un cuerpo unido y compacto con las
pestañas ralas y gruesas como si hubieran sido afeitadas
desde la infancia. La palabra mejilla era un ser de razòn
para el infeliz, que estoy seguro jamàs conociò
aquella secciòn de su cara, oculta bajo una barba, cuyo
tupido, florescencia y frutos nos traìa a la memoria un
ombù frondoso".

"El cuerpo, como he dicho, era enjuto; pero un vientre
enorme despertaba compasiòn hacia las dèbiles
piernas por las que se hacìa conducir sin piedad. El
equilibrio se conservaba gracias a la previsiòn materna
que lo habìa dotado de dos andenes de ferrocarril, a guisa
de pies, cuyo envoltorio, a no dudarlo, consumìa un cuero
de baqueta entero. Un dìa, nos confiò en un momento
de abandono, que nunca encontraba alpargatas hechas y que las que
obtenìa, fabricadas a medida, excedìan siempre los
precios corrientes".

Recuerda el personal castellano del enfermero:
"Debìa haber servido en la legiòn italiana durante
el sitio de Montevideo o haber vivido en comunidad con
algùn soldado de Garibaldi en aquellos tiempos, porque en
la època en que fue portero, cuando le tocaba despertar a
domicilio, por algùn corte inesperado de la cuerda de la
campana, entraba siempre en nuestros cuartos cantando a voz en
cuello, con el aire de una diana militar, este verso (!) que
tengo grabado en la memoria de una manera inseparable a su
pronunciaciòn especial: Levàntasi, muchachi,/ que
la cuatro sun/ e lo federali/ sun venì a Cordun.
Perdiò el gorjeo matinal a consecuencia de un reto del
señor Torres que, hacièndole parar el pelo, le puso
a una pulgada de la puerta de calle".

Sobre sus aptitudes para el trabajo, afirma: "Como
prototipo de torpeza, nunca he encontrado un spècimen
màs completo que nuestro enfermero. Su escasa cantidad de
sesos se petrificaba con la presencia del doctor, a quien
habìa tomado un miedo feroz y de cuya conciencia
mèdica hablaba pestes en sus ratos de
confidencia".

Los estudiantes encontraban diversas distracciones en la
quinta de Colegiales; una de ellas, vinculada a otros
inmigrantes. "En la Chacarita estudiàbamos poco, como era
natural; podìamos leer novelas libremente, dormir la
siesta, salir en busca de camuatìs y sobre todo, organizar
con una estrategia cientìfica, las expediciones contra los
"vascos" ".

Describe el escenario y las virtudes de la fruta de esos
quinteros: "Los "vascos" eran nuestros vecinos hacia el norte,
precisamente en la direcciòn en que los dominios
colegiales eran màs limitados. Separaba las jurisdicciones
respectivas un ancho foso, siempre lleno de agua, y de bordes
cubiertos de una espesa planta baja y bravìa. Pasada la
zanja, se extendìa un alfalfar de una media cuadra de
ancho, pintorescamente manchado por dos o tres pequeñas
parvas de pasto seco. Màs allà (…) en pasmosa
abundancia, crecìan las sandìas, robustas, enormes,
(…) allì doraba el sol esos melones de origen
exòtico (…) No tenìan rivales en la comarca, y es
de esperar que nuestra autoridad sea reconocida en esa materia.
Las excursiones a otras chacras nos habìan siempre
producido desengaños, la nostalgia de la fruta de los
"vascos" nos perseguìa a todo momento, y jamàs
vibrò en oìdo humano en sentido menos figurado, el
famoso verso de Garcilaso de la Vega".

Se refiere a la disposiciòn anìmica de
esos inmigrantes: "Pero debo confesar que los "vascos" no eran lo
que en el lenguaje del mundo se llama personajes de trato
agradable. Robustos los tres, àgiles, vigorosos y de una
musculatura capaz de ablandar el coraje màs probado,
eternamente armados con sus horquillas de lucientes puntas,
levantando una tonelada de pasto en cada movimiento de sus brazos
ciclòpeos, aquellos hombres, como todos los mortales,
tenìan una debilidad suprema: ¡amaban sus
sandìas, adoraban sus melones!"

Dos veces hurtaron fruta los adolescentes sin ser
vistos. La tercera, "detràs de una parva, un vasco
horrible, inflamado, sale en mi direcciòn, mientras otro
pone la proa sobre mi compañero, armados ambos del
pastoril instrumento cuyo solo aspecto comunica la ingrata
impresiòn de encontrarse en los aires, sentado
incòmodamente sobre dos puntas aceradas que penetran…
(…) ¡cuàn veloz me parecìa aquel vasco,
cuyo respirar de fuelle de herrerìa creìa sentir
rozarme los cabellos! (…) aquel hombre terrible meyado en su
tridente, empezò a injuriarme de una manera que revelaba
su educaciòn sumamente descuidada. (…) Me tendì
en la cama y, mientras el cuerpo reposaba con delicia,
reflexionè profundamente en la velocidad inicial que se
adquiere cuando se tiene un vasco irritado a retaguardia, armado
de una horquilla".

En otro pasaje se refiere a Amadeo Jacques -quien
naciò en 1813 y muriò en 1865-, destacando su
loable acciòn dentro del Colegio: "El estado de los
estudios en el Colegio era deplorable, hasta que tomò su
direcciòn el hombre màs sabio que hasta el
dìa haya pisado tierra argentina. Sin documentos a la
vista para rehacer su biografìa de una manera exacta me
veo forzado a acudir simplemente a mis recuerdos que, por otra
parte, bastan a mi objeto".

"Amedèe Jacques pertenecìa a la
generaciòn que al llegar a la juventud encontrò a
la Francia en plena reacciòn filosòfica,
cientìfica y literaria". (…) habìa crecido bajo
esa atmòsfera intelectual, y la curiosidad de su
espìritu lo llevaba al enciclopedismo. A los treinta y
cinco años era profesor de filosofìa en la Escuela
Normal, y habìa escrito, bajo el molde eclèctico,
la psicologìa màs admirable que se haya publicado
en Europa. El estilo es claro, vigoroso, de una marcha viva y
elegante; el pensamiento sereno, la lògica inflexible y el
mètodo perfecto. Hay en ese manual, que corre en todas las
manos de los estudiantes, pàginas de una belleza literaria
de primer orden y aùn hoy, quince años
despuès de haberlo leìdo, recuerdo con
emociòn los capìtulos sobre el mètodo y la
asociaciòn de ideas. Al mismo tiempo, el joven profesor se
ocupaba en las ediciones de las obras filosòficas de
Fenelòn, Clarke, etc., ùnicas que hoy tienen curso
en elmundo cientìfico".

Evoca el exilio del francès: "Pero Jacques no era
uno de esos espìritus frìos, estèriles para
la acciòn, que viven metidos en la especulaciòn
pura, sin prestar oìdo a los ruidos del mundo, y sin
apartar su pensamiento del problema, (…) El 2 de diciembre,
como a Tocqueville, como a Quinet, como a Hugo, lo arrojò
al extranjero, pobre, con el alma herida de muerte, y con la
visiòn horrible de su porvenir abismado para siempre en
aquella bacanal".

"Tomò el camino del destierro y llegò a
Montevideo, desconocido y sin ningùn recurso
mecànico de profesiòn; lo sabìa todo, pero
le faltaba un diploma de abogado o de mèdico para poder
subsistir. Abriò una clae libre de fìsica
experimental, dàndole el atractivo del fenòmeno
producido en el acto; aquello llamò un momento la
atenciòn. Pero se necesitaba un gabinete de fìsica
completo y los instrumentos son caros".

"Un momento Jacques fue retratista, (…) Pero ni la
fotografìa, que màs tarde perfeccionaron, ni la
daguerrotipia, que le cedìa el paso, como el
telègrafo de señales a la electricidad, daban
medios de vivir".

"Jacques se dirigiò a la Repùblica
Argentina, se hundiò en el interior, casòse en
Santiago del Estero, emprendiò veinte oficios diferentes,
llegando hasta fabricar pan, y por fin, tuvo el Colegio Nacional
de Tucumàn el honor de contarlo entre sus profesores.
Fueron sus discìpulos los doctores Gallo, Uriburu,
Nouguès y tantos otros hombres distinguidos hoy, que han
conservado por èl una veneraciòn profunda, como
todos los que hemos gozado de la luz de su
espìritu".

"Llamado a Buenos Aires por el gobierno del general
Mitre, tomò la direcciòn de los estudios en el
Colegio Nacional, al mismo tiempo que dictaba una càtedra
de fìsica en la Universidad. Su influencia se hizo sentir
inmediatamente entre nosotros. Formulò un programa
completo de bachillerato en ciencias y letras, defectuoso tal vez
en un solo punto, su demasiada extensiòn. Pero M.Jacques,
habituado a los estudios fuertes, sostenìa que la
inteligencia delos jòvenes argentinos es màs viva
que entre los franceses de la misma edad y que, por consiguiente,
podìamos aprender con menor esfuerzo".

Tres nacionalidades, tres ocupaciones bien distintas,
son evocadas por Miguel Canè en esta obra. Los
pàrrafos transcriptos, sin embargo, no alcanzan para
brindar una visiòn acabada de la postura del autor acerca
de la inmigraciòn. Para lograrla, se debe recurrir a todos
sus textos –algunos de ellos no literarios, como la Ley de
Residencia, de 1904-, los cuales, junto a Juvenilia, nos
proporcionaràn una cabal idea del sentimiento de este
hombre del 80 frente al aluviòn inmigratorio.

Notas

  • 1. Ortega, Exequiel Cèsar: Còmo
    fue la Argentina (1516-1972). Buenos Aires, Plus Ultra,
    1972.

  • 2. Stratta, Isabel: Pròlogo a Juvenilia.
    Buenos Aires, CEAL, 1980.

  • 3. Prieto, Adolfo: La literatura
    autobiogràfica argentina. Buenos Aires, CEAL,
    1982.

  • 4. Ara, Guillermo: Pròlogo a Wilde,
    Eduardo: Aguas abajo. Buenos Aires, Huemul

  • 5. S/F: en Internet.

  • 6. Zanetti, Susana: op. cit.

  • 7. Canè, Miguel: Juvenilia. Buenos
    Aires, CEAL, 1980.

4. Novelas

El escritor y politico Lucio Vicente López
nació en Montevideo, Uruguay, en 1848; falleció en
Buenos Aires en 1894. "Hijo de Vicente Fidel López y nieto
de Vicente López y Planes, llegó a Buenos Aires en
1863 y se graduó de abogado en 1872. Apoyó a Adolfo
Alsina y fue diputado provincial y nacional. Tomó parte de
la Revolución del 90. Fue ministro del Interior de Luis
Sánez Peña. Colaboró con El Nacional, diario
de Domingo Faustino Sarmiento, en La Nación y en Sud
América, donde publicó, como folletín, La
gran aldea, su obra más importante" (1).

Esa novela(2), que Lòpez dedica a Miguel
Canè, su "amigo y camarada", aparece en 1884. "El
subtìtulo de La gran aldea, "Costumbres bonaerenses",
previene ya las caracterìsticas del realismo a que
recurrirà su autor, Lucio Vicente Lòpez
(1848-1894): una actitud crìtica, no disolvente sino
reformista, encaminada a registrar tipos y hàbitos de una
sociedad, y a poner de relieve algunos de entre ellos mediante el
sarcasmo, la ironìa o la simple caricatura. (…) la
propuesta fundamental de La gran aldea es la de demostrar que el
Buenos Aires provinciano de 1860 pervive en el Buenos Aires
cosmopolita de 1880, que la clase social que manejaba sus
destinos en la època de Pavòn continuaba
controlando los hilos de la polìtica y de las finanzas y
dando el tono de la sociabilidad en la època del alumbrado
a gas y de los tranvìas a caballo" (3).

"Aunque esperanzada con el potencial talento literario
del autor, ya en el momento de su publicaciòn la
crìtica fue en general adversa con la novela, pero
ùtil, segùn Lòpez, porque "ha despertado la
curiosidad y me ha favorecido la venta". En ella pesa màs
la crònica que la densidad literaria -Rojas la ve
"inferior a su fama"-, y asì parece haber sido desde que
se publicò: en su època influyeron tanto su calidad
de instrumento de lucha polìtica e ideològica como
el hecho de ser una novela en "clave", por la que desfilaban las
figuras del dìa (Mitre, Sarmiento, Avellaneda,
etcètera); en nuestros dìas pesa el valor
testimonial, intenciòn que ya proclama el autor desde el
subtìtulo (Costumbres bonaerenses), que permite rastrear
el pasaje de un Buenos Aires "patriota, semisencillo,
semitendero, semicurial y semialdea", a la ciudad "con
pretensiones europeas" en diversos registros: en lo urbano, con
la transformaciòn de la ciudad que es màs
modernizaciòn que ampliaciòn, con la
incorporaciòn a la vida cotidiana del gas de alumbrado, el
tranvìa, las nuevas formas de la arquitectura y la
decoraciòn; en lo social, con el advenimiento de las
nuevas burguesìas, el gallego sirviente al lado del
mulaterìo, la desapariciòn del tendero criollo; en
lo polìtico, con la consolidaciòn del roquismo, que
impone la unificaciòn del paìs desde el poder
central –y desde la ciudad capitalizada- y las tensiones
que eso provoca; en lo econòmico, con el pasaje de los
buenos tiempos del Estado de Buenos Aires al manejo financiero
que culminarà con la crisis de 1890; en lo religioso, con
el progresivo avance del laicismo estatal y la nueva
religiòn de la burquesìa; en lo literario, con el
pasaje del Romanticismo al Realismo y al teatro ligero
francès…" (4).

En esta obra aparecen inmigrantes, vistos desde la
perspectiva de un escritor que añora un pasado que no
volverà.

Lòpez compara a los tenderos de antaño con
los del presente: "¡Y què mozos! ¡Què
vendedores los de las tiendas de entonces! Cuàn lejos
estàn los tenderos franceses y españoles de hoy de
tener la alcurnia y los mèritos sociales de aquella
juventud dorada, hija de la tierra, ùltimo vàstago
del aristocràtico comercio al menudeo de la
colonia".

Recuerda a uno de aquellos tenderos criollos: "Entre los
prìncipes del mostrador porteño, el màs
cèlebre, sin disputa, era don Narciso Bringas: gran
tendero, gran patriota, nacido en el barrio de San Telmo, pero
adoptado por la calle del Perù como el rey del mostrador.
No habìa mostrador como el de aquel porteño: todo
el barrio junto no era capaz de desdoblar una pieza de
madapolàn y de volverla a doblar como don Narciso; y si la
piràmide misma le hubiera querido disputar su amor a
Buenos Aires, a la piràmide misma le habrìa
disputado ese derecho".

Describe la estrategia del tendero para dirigirse a su
clientela: "Don Narciso subìa o bajaba el tono
segùn la jerarquìa de la parroquiana: dominaba toda
la escala; poseìa toda la preciosidad del lenguaje culto
de la època y daba el do de pecho con una dama para dar el
sì con una cocinera".

"Los tratamientos variaban para èl segùn
las horas y las personas. Por la mañana se permitìa
tutear sin pudor a la parda o china criolla que volvìa del
mercado y entraba en su tienda. Si la clienta era hija del
paìs, la trataba llanamente de hija; hija por arriba e
hija por abajo. Si èl distinguìa que era vasca,
francesa, italiana, extranjera, en fin, iniciaba la rebaja, el
ùltimo precio, el "se lo doy por lo que me cuesta", por el
tratamiento de madamita. ¡Oh!, ese madamita lanzado entre 7
y 8 de la mañana, con algunas cuantas palabras de
imitaciòn de francès que èl sabìa
balbucir, era irresistible. Durante el dìa, los
tratamientos variaban entre hija e hijita, entre tù y
usted, entre madamita y madama, segùn la edad dela gringa,
como èl la llamaba cuando la compradora no caìa en
sus redes".

Los inmigrantes trabajaban junto a los criollos: "daban
las cuatro y, no bien habìa entrado el gallego cotidiano
con las viandas, don Narciso se engolfaba en los antros profundos
de la trastienda". Lucio V. Lòpez menciona otro gallego
relacionado con la tienda: "Caparrosa, el cadete de Bringas, un
galleguito ladino y vivaracho".

En la adolescencia, el protagonista acude a la escuela
de dos maestros, a los que describe con estas palabras: "Don
Pîo Amado y don Josef Garat, mis maestros, eran dos
personajes singulares; singular era su escuela, singular la
enseñanza, singular todo lo que los rodeaba. Don
Pìo era la bondad y la benevolencia personificadas; don
Josef era la intransigencia, el mal humor y la ira misma.
Reunidos, don Pìo era la nota còmica del colegio,
don Josef era la nota èpica. Amàbamos a don
Pìo y lo amàbamos con toda el alma;
temblàbamos ante don Josef y lo respetàbamos a
fuerza de malquererlo".

En otro pàrrafo se refiere al aspecto
fìsico del segundo: "Don Josef, en cambio, era un Orestes.
Alto, vigoroso, la cara roja como un pimiento, la nariz chica y
encorvada, la cabeza mezquina pero bien puesta sobre los hombros.
Don Josef pasaba la vida clamando contra todo lo que lo rodeaba:
contra el paìs, contra sus hombres, contra las mujeres,
contra los muchachos y contra don Pìo, a quien
tenìa en poca cuenta en las situaciones
normales".

Uno de estos maestros era inmigrante: "Don Josef era
oriundo de Cataluña y se vanagloriaba de haber nacido en
el castillo Monjuich, de haber salvado la vida a varias personas,
de haber presenciado un naufragio y de haber sido casi
vìctima del hambre de una tigra mansa; preciàbase
de haber conocido a la reina de España, doña
Cristina, de haberla visto comer una olla podrida en un
dìa de toros. Hacìa sacrificio de confesarse
descendiente de don Gonzalo de Còrdoba, pero no se
prestaba a pregonar mucho el parentesco, y lo repudiaba con
majestad, porque no querìa que nadie sospechase que
èl aprobaba las rendiciones de cuentas de su poco
escrupuloso antepasado. Vivìa crònicamente
colèrico, sin que esto importe decir que no supiera
interrumpir sus accesos para hablar con fruiciòn, de los
tesoros de Potosì y de fortunas colosales como las de los
cuentos de hadas, porque el buen viejo tenìa altamente
desarrollada la nota de la codicia".

Pero, cuando èl levantaba la voz en la clase, o
fuera de la clase, o con los tertulianos nocturnos que lo
visitaban en el colegio, entonces temblaba la casa: buscaba la
invectiva, la lanzaba al rostro del adversario y la sazonaba con
vocablos de estofado acabando por dominar el debate con sus
gritos estentòreos. Dentro de ese cuerpo vigoroso, de rica
muscultura de atleta, en el fondo de ese caràcter
atrabiliario, disputador y pendenciero que amenazaba tragarse la
tierra, se escondìa un ser enteramente pusilànime.
Don Josef era una liebre".

Recuerda con cariño a esos pedagogos: "Era un
muchacho de quince años cuando entrè en el colegio
y apenas sabìa leer y escribir, pero trabajè con
tesòn y me abrì paso. Don Pìo me amaba y don
Josef, que habìa empezado por expresarme el màs
profundo desprecio, habìa pasado del indiferentismo al
entusiasmo con una facilidad extraordinaria. Yo comenzaba a ser
su ìdolo. De cuando en cuando pensaba que, siendo yo como
era un pobre diablo, sin padre, sin fortuna, era demasiada
generosidad de su parte interesarse por mì como se
interesaba y me lo echaba en cara; pero cuando lo
sorprendìa con un progreso inesperado para èl, o
con un buen rasgo de conducta, entonces el buen viejo se exaltaba
y pasaba los lìmites del entusiasmo en sus
elogios".

Inmigrantes y criollos conviven en esta obra -que
incluye pàginas de "larvada xenofobia"-, en la que "Lucio
Lòpez anticipa una visiòn crìtica
nostàlgica y casi desesperanzada del cariz que toma la
vida polìtica y social de la Argentina".

La llegada de los inmigrantes a suelo argentino
significò una transformaciòn de gran importancia.
El porteño se encontrò conviviendo con extranjeros
de diversas nacionalidades y esa realidad se vio reflejada en la
literatura.

En algunos autores, el sentimiento de aversiòn no
reviste tonos demasiado violentos; se limitan –como Miguel
Canè, en Juvenilia- a presentar vascos temibles e
italianos ridìculos. En Cambaceres, el inmigrante es
presentado como un ser ignorante e inmoral; el escritor no
disimula lo que siente ante quienes llegaron a tentar suerte en
nuestro paìs.

Eugenio Cambaceres nació en Buenos Aires en 1843;
falleció en París en 1888. "Cursó estudios
en el Colegio Nacional de Buenos Aires y se graduó de
abogado en la Facultad de Derecho. En 1870 fue elegido diputado
de la Legislatura de la provincia de Buenos Aires, donde
presentó un proyecto de separación de Iglesia y
Estado, que produjo un gran revuelo. Electo diputado nacional en
1874, al poco tiempo abandonó la vida pública para
dedicarse a la literatura. Siendo una de las figuras centrales de
la Generación del 80, publicó cuatro novelas:
Potpourrí: silbidos de un vago (1881), Música
sentimental (1884), Sin rumbo (1885) y En la sangre (1887). Fue
el principal escritor argentino adscripto a las técnicas
del naturalismo, lo que le permitió incorporar diferentes
temas urbanos a la narrativa nacional, como la fiebre
especulativa y la inmigración. A pesar de que, en un
comienzo, la crítica se mostró hostil con su obra,
sus novelas obtuvieron gran éxito de público"
(5).

En la novela En la sangre (6) alude al italiano, padre
del protagonista, con estas palabras: "Arrojado a tierra desde la
cubierta del vapor sin otro capital que su codicia y sus dos
brazos, y ahorrando asì sobre el techo, el vestido, el
alimento, viviendo apenas para no morirse de hambre, como esos
perros sin dueño que merodean de puerta en puerta en las
basuras de las casas, llegò el tachero a redondear una
corta cantidad".

Andrès Avellaneda encuentra una
explicaciòn para esta actitud: "Esos otros, responsables
del peligro que ronda en la nueva ciudad, son para Cambaceres los
inmigrantes y sus hijos, cuyas exigencias pugnan por modificar
una realidad celosamente congelada" (7).

El desdèn por el extranjero se evidencia con gran
claridad en este libro. La sangre es el medio por el que las
lacras sociales se transmiten de generaciòn en
generaciòn. No obstante haber nacido en la Argentina, el
protagonista tiene las caracterìsticas del inmigrante, de
acuerdo con los postulados del naturalismo, corriente en la que
encontramos al autor.

Este movimiento, surgido en Francia en la segunda mitad
del siglo XIX, sostiene tres principios bàsicos: la
influencia de la raza, el medio y el momento; la importancia de
la herencia y el caràcter fisiològico de las
pasiones. "Con Eugenio Cambaceres –afirma Teresita Frugoni
de Fritzsche- el naturalismo francès se incorpora a la
novela argentina permitièndole asì alcanzar una
dimensiòn realista que seguirìan todos los autores
del siglo XIX y proncipios del XX, superando los esquemas simples
y antitèticos de la època romàntica"
(8).

La argumentaciòn naturalista lleva a un
determinismo que permite, segùn la teorìa, predecir
el rumbo que tomarà la vida de los descendientes. Genaro,
aunque argentino, lleva en sus venas la marca hereditaria del
napolitano; està signado por todos los defectos que el
novelista atribuye a ese grupo social y, al igual que sus
paisanos, parece no tener virtud alguna. Lejos de plantear la
responsabilidad del individuo, el autor hace hincapiè en
lo heredado, en lo fatal. No sòlo da por supuestas las
cuestionables leyes de la herencia y la influencia de la raza, el
medio y el momento, sino que se aferra ciegamente a ellas,
llegando a una postura prejuiciosa y, por ende,
injusta.

La novela apareciò publicada como folletìn
en 1887, en el diario Sud-Amèrica. Fritzsche nos recuerda
cuàl fue la acogida que tuvo la obra: "Paralelamente con
su publicaciòn aparecen en el diario artìculos de
ìndole diversa vinculados con la novela. Suponemos que
parte del pùblico la considera inmoral, si nos atenemos a
la defensa que J.A.A. (Juan Antonio Argerich) realiza en el
nùmero del 13 de setiembre, observando que no es preciso
atender a los asuntos que explota Cambaceres sino a su
mèrito literario, pues es un hombre que conoce la vida y
por lo tanto un escèptico".

Encontramos en Genaro dos momentos sucesivos: durante
los primeros años, mortificado, trata de sobreponerse a su
condiciòn; luego, con resentimiento y gran dolor, acepta
su estigma. El muchacho culpa a sus progenitores por el desprecio
de que lo hacen vìctima sus condiscìpulos; la
vergûenza de su origen lo llena de odio, despecho y deseos
de venganza, que consumarà en la persona de su esposa.
"Estaba en su sangre eso, constitucional, inveterado –dice
el novelista-, le venìa de casta como el color de la piel,
le habìa sido transmitido por herencia, de padre a
hijo".

Genaro desprecia a sus padres. Cambaceres muestra una
vez màs la bajeza del joven, quien piensa: "¡Su
padre… menos mal èse, se habìa muerto y de los
muertos nadie se acordaba; pero su madre viva y a su lado,
estando con èl, era una broma, un clavo, adònde
irìa èl que no lo vieran, que no supieran, que no
le hiciese caer la cara de vergûenza con la facha que
tenìa, con sus caravanas de oro y su peinado de rodetes!".
Para evitarse esa humillaciòn constante, Genaro hace que
su madre vuelva a Italia. Queda en libertad para disponer a su
antojo de los ahorros de sus padres y, a cambio, ni siquiera lee
las cartas que la mujer le envìa.

Al describir a los inmigrantes, Cambaceres recurre
siempre a la comparaciòn con animales; asì, habla
de la cabeza de ave de rapiña del padre del protagonista,
de la astucia felina de Genaro: "En un brusco manotòn de
gato hambriento, alargò de instinto el brazo; crispados
los dedos, como clavada la garra ya sobre el montòn de
billetes". Estas imàgenes son empleadas por el escritor
con el propòsito de degradar a los extranjeros, de
mostrarlos lindando con lo irracional".

Ante la fuerza del instinto, nada puede hacer el
protagonista: "Y si tal habìa nacido -se defiende-, si
asì lo habìan fabricado y echado al mundo de sus
padres, ¿era èl el responsable, tenìa
èl la culpa por ventura? No, como no la tenìan las
vìboras de que fuera venenoso su colmillo". Ni siquiera
tiene valor para matarse: "ni de ese triste rasgo de nobleza, ni
de esa ùltima, ni de esa ùnica prueba de valor y
entereza era capaz". El "vivirìa, seguirìa prendido
con dientes y uñas a la vida, como los perros a las
osamentas!…".

Antonio Pagès Larraya opina sobre el tratamiento
que Cambaceres da a sus personajes: "La herencia y el medio
conforman a Genaro, criatura vacìa de ètica, casi
infrahumana. Quizàs el afàn de apegarse a una
conclusiòn que hoy nos parece arbitraria –la de que
en los hijos del inmigrante perdura el inescrupuloso apetito de
los padres- volviò estrecho el relato. Las aventuras del
"parvenu", del trepador que se eleva sin elegir los medios,
pierde vigor por su forzada limitaciòn a una tesis"
(9).

Aparecen, a lo largo de la obra, otros inmigrantes
retratados con la misma crueldad. Entre ellos, los amigos del
napolitano, quienes "habìanse pasado la voz para el
velorio. Poco a poco fueron llegando de a uno, de a dos, en
completos de paño negro, con sombreros de panza de burro y
botas gruesas recièn lustradas". El comportamiento de los
paisanos, afligidos, le merece un comentario despiadado:
"Zurdamente caminaban, iban y se acomodaban en fila a lo largo de
la pared, en derredor del catafalco elevado en la trastienda. Uno
que otro, cabizbajo, en puntas de pie, aproximàbase al
muerto y durante un breve instante lo contemplaba. Algunos daban
contra el umbral al entrar, levantaban la pierna y volvìan
la cara".

El "tano" capataz del cementerio tenìa voz
vinosa; el gallego portero de la universidad era ñato de
nariz y cuadrado de cabeza; Bearnès, el dueño del
cafè, era ronco, gordo, gritòn y gran bebedor de
ajenjo. Y asì, podrìamos enumerar muchas
oportunidades en las que los inmigrantes son vìctimas del
escarnio del autor.

El testimonio de Cambaceres nos brinda la posibilidad de
conocer la actitud de un hombre de esa època ante las
profundas transformaciones que se estaban operando. El
aluviòn inmigratorio cambiò para siempre la
estructura de la sociedad y motivò pàginas como las
del autor de En la sangre, las cuales, aunque resultan violentas
a los lectores, son tambièn parte de nuestra
literatura.

La atmòsfera de la Argentina de
fines del siglo XIX es descripta por el historiador Exequiel
Cèsar Ortega, quien escribe: "Las medidas
econòmicas y financieras oficiales, de todo tipo, se
encaminaron hacia las soluciones desesperadas. El esfuerzo por
reducir desniveles se reflejò hasta en los cambios de los
ministros de Hacienda, emisiones monetarias clandestinas,
proyecto de nuevas ventas, concesiones y emprèstitos,
circulaciòn de emisiones derogadas ya… Hasta que
llegò el llamado presidencial de Juàrez Celman
contra la fiebre especuladora y que exhortaba en cambio a la
cordura en inversiones, negocios, gastos y juego de Bolsa "a pase
y diferencia" (10).

Algunas obras literarias reflejan la crisis de la Bolsa
de Comercio y la revoluciòn de 1890. Son novelas que
aparecieron como una manifestaciòn de los creadores frente
a una situaciòn; ellos buscaron moralizar y demostrar los
peligros que se corrìan si no se cambiaba el
rumbo.

Andrès Avellaneda escribe al respecto: "Hacia el
90, como una consecuencia de la crisis que vive el paìs y
uno de cuyos sìntomas màs agudos es probablemente
el crack financiero que se produce en la Bolsa para esa fecha,
este naturalismo se hace social, recoge la temàtica de esa
crisis, y documenta el fenòmeno en una serie de novelas
que, por ese mismo motivo, ha sido llamado "el ciclo de la Bolsa"
" (11).

Irene Ferrari realiza una valoraciòn de las obras
a las que nos referimos. Ella escribe: "Varios de nuestros
escritores buscaron comprender lo ocurrido y dejar constancia de
ello. Las once novelas de esta etapa, de escaso valor literario,
fueron llamadas posteriormente "el ciclo de la Bolsa". Entre las
màs representativas estàn Horas de fiebre, de
Segundo Villafañe, y Quilito, de Carlos Marìa
Ocantos. Pero la ùnica reconocida por la posteridad es la
de Martel" (12).

Acerca de la revoluciòn y de la caìda de
Juàrez Celman aparecieron La Bolsa y Horas de fiebre de
Segundo Villafañe, y en Parìs Quilito, de Carlos
Marìa Ocantos. Cinco años màs tarde Pedro
Morante publica Grandezas. En las pàginas de estas cuatro
novelas se suceden escenas de los lugares màs
significativos en la vida porteña de ese momento: Palermo,
el Hipòdromo, Florida, el Club del Progreso, pero
particularmente describen el edificio y la actividad de la Bolsa.
Todos coinciden en censurar las costumbres y la moral de ese
momento tan convulsionado de nuestra historia. Los ecos de la
revoluciòn y de los acontecimientos que la precedieron se
prolongan en otra novela aparecida en 1898: La Maldonada, del
periodista español Francisco Grandmontagne, incorporado a
la vida argentina. Pero posiblemente el relato que pinta
màs acabadamente ese momento històrico sea La
Bolsa" (13).

Andrès Avellaneda señala que "dos grandes
grupos de novelas filiadas en mayor o menor grado al naturalismo,
se refieren a los temas decisivos en el momento ochentista: el
inmigrante y la fiebre financiera". Entre las novelas
protagonizadas por inmigrantes menciona En la sangre de
Cambaceres, Inocentes o culpables de Argerich, Bianchetto de
Adolfo Saldìas y Teodoro Foronda de Francisco
Grandmontagne, ademàs de algunas de las Novelas argentinas
de Carlos Marìa Ocantos.

El otro grupo de novelas –el que tiene que ver con
la Bolsa- aparece con celeridad: "El mismo año de la
crisis se publica Abismos de Manuel Bahamonde; al año
siguiente aparecen La Bolsa, de Juliàn Martel (Josè
Marìa Mirò) (14); Quilito, de Carlos M. Ocantos; y
Horas de fiebre, de Segundo I. Villafañe".

No termina aquì la producciòn al respecto:
"El tema sigue interesando a los novelistas a partir de 1891
–agrega-: Grandezas (1896), de Pedro G. Morante; Quimera
(1899), de Josè Luis Cantilo, prolongan una lìnea
temàtica que llega hasta Roberto J. Payrò, con
Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira
(1910)".

"Escasa informaciòn ha sido recogida acerca de la
existencia de Josè Marìa Mirò, conocido
literariamente como Juliàn Martel –escribe
Noè Jitrik. Sin embargo, hay dos hechos relevantes que
vinculan su vida con su obra: fue pariente pobre de una poderosa
familia cuyo palacio se levantaba donde hoy està la Plaza
Lavalle y, como consecuencia de ello, tuvo que trabajar en el
periodismo, de cuyo anonimato emergiò por esta novela, la
ùnica que escribiò. (…) Al parecer, cuando
tenìa 20 años se acercò a la Bolsa para
inicarse en las operaciones con la esperanza, muy comùn en
esa època, de enriquecerse ràpidamente para poder
conquistar asì el corazòn de una mujer. Es
verosìmil que eso haya sucedido, asì como la
pèrdida de todo su dinero. Posteriormente a esos
episodios, es decir hacia 1888, entra al diario La Naciòn
como cronista volante, episodio trascendental en primer lugar
porque constituye un excelente puesto de observaciòn,
luego porque siendo una tarea anònima no le concede el
reconocimiento esperado".

"Durante 1890 escribiò La Bolsa; la ùltima
frase fue redactada el 30 de diciembre. Dos hechos notables
pueden observarse: el primero es que siendo una obra realista y
de actualidad no ha incluido como tema la revoluciòn del
mismo año; el segundo es que en el mismo año se
publicò en Francia L'Argent, novela mediante la cual Zola
investiga y condena el sistema financiero. (…) La Bolsa aparece
en folletìn en La Naciòn desde el 24 de agosto
hasta el 4 de octubre de 1891, con gran èxito de
pùblico y de crìtica".

"La Bolsa es una obra literariamente poco importante,
inmadura, pero que asì y todo expresa varias cosas de
interès; en primer lugar hay, conscientemente o no, una
tentativa por trascender la literatura del 80 en su
fisonomìa màs exterior; en segundo lugar, muestra
un escritor desclasado, emergente del periodismo y que anticipa,
por esas razones, un nuevo tipo de escritor, el profesional; en
tercer lugar, se trata de un libro inspirado en hechos
contemporàneos, ubicado en una actualidad, comprometido
polèmicamente con sus interpretaciones" (15).

El propòsito moralizante aparece en la obra de
Martel, en la que una mujer observa còmo su marido,
estudiante brillante de otros tiempos, se ve envuelto en la
fiebre especuladora. Le advierte cuàles seràn las
consecuencias de su actitud, pero "no logrò convencerlo ni
aquel dìa en que con sus dos hijos en brazos (dos
preciosuras, frutos de sus amores) le preguntò si
correrìa el peligro de verlos expuestos al deshonor o a la
miseria".

El narrador tambièn advierte al personaje que,
enceguecido, no puede escucharlo: "¡Come, come, insigne
doctor, saborea despacio los manjares que te presentan, porque
los bolsistas como tù, sàbelo bien, no tienen nunca
seguro el pan de mañana!…". El narrador le habla
asimismo al lector, a quien hace partìcipe de sus funestos
vaticinios: "Con su ancha cara bondadosa disfuminada en una
expresiòn de insana codicia, oyèrais hablar a aquel
ministro de emisiones clandestinas, de grandes negocios solapados
que, al aumentar la fortuna de S. E., seràn màs
tarde la ruina y el deshonor de la patria".

Escribe Martel: "la raza semita, arrastràndose
siempre como culebra, vencerà, sin embargo, a la raza
aria". Noè Jitrik analiza la visiòn del inmigrante
en esta novela: "Hay dos razones aparentes de culpabilidad; una
es polìtica, el règimen juarista, la otra es moral,
la de los que medran con el sistema, Granulillo, Armel y los
otros; pero los verdaderos culpables son otros, los agentes
corruptores, los que frìamente traman apoderarse del
paìs y destruir a sus hombres y, especialmente, su sentido
moral: son los judìos y en ellos se detiene la mirada
profunda, sagaz; hay una esencia en ellos a que debe remitirse
toda comprensiòn del fenòmeno. Varias veces los
judìos son atacados ya sea por personajes ya por el
narrador; quien los defiende es el personaje màs
corrompido, Granulillo. Glow los ataca con argumentos de Edouard
Drumont, cuyo libro, La France juive (1886), cita. Sorprende sin
embargo que en la novela no se haga actuar concretamente a un
personaje judìo sino que todas las acusaciones sean de
caràcter general. Los "culpables" estàn
establecidos; se lo ha encontrado ya sea porque estaban en el
ambiente, ya porque el argumento sirve para escamotear un
anàlisis màs concreto de responsabilidades
actuales".

"Segùn algunos crìticos, Bagù entre
ellos, no existìa problema judìo en el paìs
-agrega-; todas las referencias literarias anteriores son
incidentales; las manifestaciones del propio Sarmiento
(Condiciòn del extranjero en Amèrica) tienen un
caràcter teòrico; en 1888 entraron al paìs 8
familias judìas, al año siguiente 136 y casi todos
se fueron al interior. El judìo viene a ser lo extranjero
por antonomasia y, en una concepciòn naturalista, un
objeto privilegiado pues no ha mezclado su sangre. Lo màs
probable es que el ataque sea contra los extranjeros en general,
lo cual le restituye el alcance de alegato antirroquista que se
va constituyendo a partir de la aplicaciòn del plan
roquista, especialmente inmigratorio. En consecuencia, su
profecìa de ruina cubre la moral de la naciòn
entera, fiscaliza todo un sistema polìtico y canaliza el
resentimiento de los que estàn fuera de èl; el
prototipo de este alejamiento es el general Mitre, cuyo diario
publica este folletìn".

"La lectura màs superficial e ingenua de La Bolsa
de Juliàn Martel sorprende por la enorme carga de
xenofobia y antisemitismo –afirma Gladys Onega. (…) Los
protagonistas del drama se convierten en un ente abstracto
llamado judaìsmo internacional; los instrumentos, algunos
patricios argentinos "contagiados" (de acuerdo con la
terminologìa naturalista); las vìctimas, otra vez,
los mismos patricios. ¿Cuàl es la actuaciòn
de la clase media y del proletariado en la crisis? Ninguna.
¿Cuàl es la funciòn del inmigrante? La
imagen que tiene Martel sobre la inmigraciòn masiva
està subordinada a la del tipo argentino
aristocràtico y ambas, a su vez, a la del judìo que
es el deus ex machina de la concepciòn irracionalista de
la economìa" (16).

Abelardo Arias nació en Córdoba en 1918;
falleció en Buenos Aires en 1989. "Fue director de la
Biblioteca del Colegio de Escribanos. De sus numerosos viajes por
Europa quedan testimonios en sus crónicas Diario Latino y
París-Roma: lo visto y lo tocado. Escribió algunos
dramas pero alcanzó notoriedad con sus novelas realistas y
de hondura psicológica. En Alamos talados y La vara de
fuego se inspiró en elementos autobiográficos. En
Polvo y espanto y De tales cuales abordó la novela
histórica. En Minotauroamor recreó el mito de
Teseo. Obtuvo, entre otros, el Premio Municipal" (17).

Alamos talados (18) fue distinguida en 1942 con el
Primer Premio de Literatura de Mendoza, el Primer Premio
Municipal de Buenos Aires y el Primer Premio de la
Comisión Nacional de Cultura. Marcela Grosso y Marta
Baldoni señalan la importancia de la inmigración en
la novela: "El poder se ve amenazado por la presencia de lo otro,
del elemento extraño: el inmigrante, figura que genera
tres efectos correlativos: a) el enfrentamiento entre gringos y
criollos, b) la exaltación del linaje y la hispanidad, c)
el rechazo del progreso y las nuevas costumbres".

La clase alta, representada fundamentalmente por los
abuelos, se mostraba bondadosa con los criollos y los
inmigrantes, en general, aunque había excepciones: "El
inmigrante aparece descalificado, caricaturizado (…) o mirado
con simpatía, en tanto se ciña al mandato de la
abuela y no compita en el circuito de producción
económica. Don Ramón Osuna sentía un
"desprecio soberano por los gringos, como él llamaba a
cuantos no hablaran el castellano. Desprecio que alcanzaba a toda
idea que de ellos proviniera. No quiso alambrar su estancia;
sembrar era cosa de gringos y nunca el arado rompió sus
tierras. (…) Decir "gringo" es un insulto (…) El atributo
"criollo", en cambio, tiene connotaciones positivas (…) se
convierte en una abstracción, en un símbolo de
pureza racial y moral" (19).

La diferencia entre terratenientes e inmigrantes es
señalada por uno de los personajes: "Doña Pancha
aún no podía comprender cómo abuela
había recibido, "con aire de visita", a uno de esos
gringos bodegueros, decía ella recalcando la palabra con
retintín. Ella no podía entenderlo y menos
disculparlo. Entre tener una viña y tener bodega para
hacer vino había un abismo infranqueable. Eran dos castas
distintas, y la Pancha se había constituido
guardián insobornable de esa
separación".

Cuando las penurias económicas obligan a la
anciana señora a talar los álamos, allí
está un inmigrante, posibilitando que el lector saque
conclusiones sobre la personal postura del autor: "Con el pie en
el estribo de su auto rojo, el turco hacía anotaciones en
una libreta. Uno, tras otro, caían los álamos de mi
adolescencia" (20). Grosso y Baldoni sostienen que "La presencia
invasora del inmigrante aparece metaforizada por el coche rojo
del turco, que recorre el texto en varios capítulos".
Acerca del propietario del vehículo comentan: "Claras son
las connotaciones demoníacas que despliega este personaje
(…) Las aspiraciones comerciales del turco, que exceden a las
del agricultor contratado, lo convierten en una amenaza, un
peligro para el sistema. La compra de la vid y de la madera es
sustituida por la idea de usurpación, de estafa: el turco
no compra sino que "se leva". Caída, atropello,
usurpación, tala, profanación, son los efectos del
ingreso del inmigrante en el sistema, que es quebrado sin
posibilidades de restauración" (21).

Los criollos, que se agrupan bajo la protección
de la señora y sus descendientes, ven como algo degradante
el trabajo en la viña, pues nacieron para domar potros y
para hacer tareas que exijan valor y destreza: " "Los criollos no
somos muy guapos pa" estos menesteres, eso di" andar cortando
racimitos son cosas pa" los gringos y las mujeres
–había dicho Eulogio-. Ahora, lidiar con toros,
jinetear potros, trenzar tientos de cuero crudo, marcar animales,
ésas son cosas di" hombre" y hasta si se trataba de dar
una manito para cargar las canecas, entonces se ajustaban el
cinto y la faja, acomodaban el cuchillo en la cintura, "y no le
hacían asco a juerciar un poco" " (22).

Quienes se interesan por el arte y la cultura
conoceràn seguramente al arquitecto Luis Fernando
Rodrìguez Querejazu, cuyos cursos audiovisuales son
seguidos por gran cantidad de pùblico en diversas
instituciones. Rodrìguez Querejazu no es sòlo
arquitecto y docente. Es tambièn escritor, y ha cultivado
en algunas de sus obras la vertiente autobiogràfica. Nos
referimos a aquellas en las que aparece la historia reciente, en
las que se presenta como protagonista desde su
nacimiento.

Como Fernando de Querejazu publica El pequeño
obispo (23), una novela "absolutamente autobiográfica,
aunque parezca un disparate lo que ocurre allí", surgida
de "la necesidad de homenajear a mis padres, que eran admirables"
(24).

El 10 de febrero de 1926 llegó a América
el hidroavión Plus Ultra, piloteado por Ramón
Franco, concretando así una proeza histórica. Ese
mismo día, en un pueblo de inmigrantes de la provincia de
Córdoba, veía la luz el protagonista de esta
novela. Sus padre, de origen español, lo llamaron Fernando
en homenaje a la isla Fernando de Noronha, en la que se produjo
el aterrizaje.

Marino Gòmez- Santos, Premio Nacional de
Literatura de España, explica què significaba para
los hispanos el arribo a Amèrica del hidroaviòn:
"El diagnòstico que resulta del estudio de la
situaciòn polìtica, en lo cual coinciden algunas
personalidades que merecen el mayor crèdito, es realmente
alarmante. (…) Todo se olvida dìas despuès,
cuando Ramòn Franco, Julio Ruiz de Alda, Duràn y
Rada parten en el hidroplano Plus Ultra para llevar a cabo la
heroica travesìa de Palos a la Argentina. Este raid
aèreo es una hazaña maravillosa, y su onda
expansiva, como noticia sensacional, llega a todos los rincones
del mundo. Una vez màs los españoles sueñan
con la proeza de llegar a tierras de Amèrica, ahora por el
aire, cuya navegaciòn sigue siendo un azar, como en
tiempos de Colòn lo habìa sido por el mar. Los
pilotos, con elementales instrumentos de orientaciòn a
bordo, llegan al punto de destino despuès de haber sufrido
contratiempos y averìas tremendas. Despuès de la
gesta del Plus Ultra, el viaje rutinario a Amèrica, a
bordo de un aviòn, iba a ser posible enseguida. Una
època sorprendente parece comenzar" .

"La euforia general es aprovechada por Primo de Rivera,
quien, "consciente de la hostilidad que ha ido
acumulàndose en torno a su persona, aprovecha la llegada a
Madrid de los tripulantes del Plus Ultra. El 10 de abril el rey
impone en el aeròdromo de Cuatro Vientos, la medalla que
lleva el nombre del hidroplano famoso, asì como la del
Mèrito Aèreo, a Ramòn Franco y a los
demàs aviadores que habìan tomado parte en el raid
Palos-Buenos Aires. Primo de Rivera se acoge
espontàneamente a la popularidad del acto, en el cual don
Alfonso XIII le impone la Gran Cruz de la Orden de San Fernando"
(25).

La evocación del escritor, que se inicia en la
fecha de arribo del hidroavión, tiene como escenario el
querido paisaje de Canals, provincia de Córdoba, donde "se
vivía bien, atrayendo a las poblaciones cercanas, en un
gran radio a la redonda, que buscaban los atractivos de este
centro vitalizador". En esta localidad, fundada por un naviero
valenciano, no se conocían las desdichas; la naturaleza,
pródiga, brindaba a los hombres todo lo necesario para ser
felices. Su tesón y fe en el futuro de la nueva patria
eran una fuerza vital y fecunda.

Fernando, el pequeño que despierta a la
conciencia, será el reflejo de dos mundos unidos en la
sangre nueva.

En Una ciudad junto al río, Jorge E. Isaac evoca
la inmigración árabe que llegó a la
Argentina. El escritor entrerriano fue distinguido con el premio
"Presidente de la Naciòn" por sus cuentos regionales, con
el Premio Municipal de Cultura de Concepciòn del Uruguay
para obras teatrales, y con el lauro de la fundaciòn
Arcien por su novela Antes que termine el siglo… En 1988,
durante la Feria del Libro, el doctor Renè Baròn le
entregò personalmente el premio que lleva su nombre,
distinguiendo a Una ciudad junto al rìo (26) como la mejor
novela editada durante los años 1986 y 1987. El jurado que
lo otorgò -designado por la Sociedad Argentina de
Escritores- estuvo integrado por Luis Ricardo Furlàn,
Raùl Larra y Juan Josè Manauta.

La novela fue presentada en la Uniòn Arabe por el
profesor Elio C. Leyes -"escritor y presidente de la Universidad
Popular, autor de Voz telùrica de Gerchunoff, editado por
el Ateneo Judeo Argentino "19 de abril" de Rosario" (27)-, quien
"señalò que el libro bien podìa llamarse
"Los gauchos àrabes", en justo parangòn
–según dijo-con la celebrada obra de Gerchunoff, en
la cual no debe haber escritor que haya profundizado tanto como
èl" (28).

El Gobierno de Entre Rìos la declarò, por
iniciativa del Consejo General de Educaciòn, de lectura
complementaria en las escuelas superiores de la provincia, a
partir del sèptimo grado, recomendando su
utilizaciòn en la enseñanza.

La obra està dedicada "a los inmigrantes
àrabes –sirios y libaneses- y, por natural
extensiòn, a españoles, italianos, alemanes,
judìos, suizos, rusos, polacos, yugoslavos, y de cuanto
otro origen y procedencia màs, que se lanzaron un
dìa por los riesgosos caminos del mar a la aventura de
"hacer la Amèrica" ".Partiendo de su propia etnia, la
mirada de Isaac se vuelve abarcadora, hasta incluir a hombres de
diversa procedencia.

Los siriolibaneses "comienzan a llegar a mediados del
siglo diecinueve, pero arriban con mayor intensidad a partir de
1896, radicándose en colonias fundadas entre ese
año y 1903. Se establecieron en Buenos Aires,
Córdoba, Santa Fe y Misiones. Más tarde "llegaron
al Noroeste, A Santiago del Estero y a Cuyo" (29).Y a la
Patagonia fronteriza (30). Isaac evoca su gesta.

Un 10 de noviembre –nòtese la fecha
elegida-, el autor fue, como de costumbre, a pescar. Ese
dìa, algo inusual alterò la placidez de su hobby:
un objeto centelleaba, entre las ruinas de una vivienda, a la luz
del sol. Intrigado, se acercò a èl y vio que era un
cofre. Una vez en su casa, lo abriò sin dilaciòn, y
comprobò, con gran sorpresa, que era un libro de cuentos
escrito en àrabe. Con su tesoro fue en busca de un editor,
quien lo enfrentò a un problema: la obra no podìa
editarse sin tìtulo, y el mismo debìa surgir de
ella, como un resultado lògico. Una vez superado el
obstàculo, nos hallamos ya en condiciones de emprender la
lectura de estos papeles, a los que Isaac –empleando un
recurso literario de larga data- no hizo màs que
encontrar.

La acciòn transcurre durante el año 1925.
Cada acontecimiento se detalla prolijamente, ya que estos papeles
eran un diario personal. El autor del diario, un joven, cuenta
sus andanzas por el puerto, desde donde podìa observar la
llegada de los inmigrantes de diferentes nacionalidades, a los
que reconocìa por sus costumbres y fisonomìas,
aùn cuando ellos no habìan descendido del
barco.

El protagonista evoca el momento en que los extranjeros
arriban a la nueva tierra: "Los inmigrantes, aunque vengan en el
mismo barco, llegan y descienden aquí de manera diferente
según sea su origen que nosotros, con sólo mirarlos
y hasta a veces sin oírlos, hemos aprendido a determinar
con riesgo escaso de equivocarnos". Seguidamente, describe el
desembarco de italianos, alemanes, españoles,
judíos y árabes, señalando las peculiares
características de cada grupo.

Sobre estos ùltimos, comenta: "Los àrabes
–siriolibaneses- que disputan el tercer lugar a los
alemanes en cuanto al nùmero de los que ingresan en estas
regiones, son los màs independientes de todos. Es muy raro
que arriben en parejas. Tan raro que nunca vi ninguna. Ellos
emprenden el viaje solos y si descienden varios juntos de un
barco y se comportan como parientes, es que se han hecho amigos
durante el dilatado trayecto. En su mayorìa son
cristianos, pertenecientes a la Iglesia Griega
Ortodoxa".

"Cuando recorren la angosta planchada por la que
descienden, muestran el gesto adusto, expresivo de la
trascendencia que para ellos asume el primer contacto con la
nueva tierra. Siempre observo que lo hacen moviendo los labios. Y
aunque en manera alguna puede oìrse màs que un leve
murmullo, yo sè que estàn diciendo, con la profunda
y religiosa unciòn de un ruego: "Ayùdame, Dios
mìo…" ". Luego, solos tambièn, acometeràn
la empresa que alentaron en la intimidad de sus mejores
sueños".

A este pormenorizado relato de costumbres se suman, como
hilos paralelos de la acciòn, las narraciones de cuanto
sucedìa en Arabia –que el joven conocìa con
dos meses de retraso- y en el mundo entero, hacièndose
especial hincapiè en los adelantos de la ciencia y la
tècnica.

Afirma el escritor que "tiene la novela la misiòn
fundamental de ir revelando aspectos poco conocidos de la
inmigraciòn àrabe, que ocupa el tercer lugar, a
continuaciòn de la española e italiana, entre las
que le han proporcionado el fundamento humano que hoy posee el
paìs. Destaca el individualismo de sus componentes, su
coraje para internarse solos en las regiones menos hospitalarias
y màs desoladas, y su decisiòn de insertarse en la
nueva tierra sin prevenciòn alguna. Y expone una
teorìa, que se apoya en los ocho prodigiosos siglos de
dominaciòn en la penìnsula ibèrica,
"teorìa no carente de sòlido fundamento",
segùn señala en su nota de crìtica literaria
La Prensa".

Le preguntamos què se propuso al escribir la
obra. Nos responde: "El libro tiende a reflejar las
caracterìsticas de las principales corrientes
inmigratorias -especialmente la àrabe- al tiempo que me
ocupo de sus costumbres, tradiciones y tendencias en sus
actividades laboriosas, y lo hace con un sentido de inocultable
admiraciòn hacia esos hombres y mujeres a quienes los
unìa un antecedente comùn: su valentìa
rayana en la heroicidad, al cortar las amarras sentimentales que
los unìan a los lugares que amaban y a los seres queridos
que quizàs no volverìan a ver màs. De esta
manera desfilan en èl, tambièn, españoles,
italianos, alemanes, judìos, polacos, griegos, y de otros
orìgenes, y son ellos, con sus diàlogos y acciones,
los hacedores de la obra y los constructores del tiempo en que se
enmarca la novela".

Comenta que escribirla le llevò "Seis o siete
meses. No màs. Mi paso por las redacciones de los diarios
–de lo cual nunca termino de agradecerle al destino-, me ha
proporcionado cierta soltura para expresarme. Me llevò
sì, otro tèrmino parecido la inserciòn
temporal de la obra. Necesitaba ubicarla entre 1918 y 1930.
Aunque los aportes inmigratorios màs numerosos llegaron al
paìs a fines del siglo XIX y principios del XX,
requerìa algo màs cercano que le proporcionase
cierta vital proximidad. Despuès de1918, porque terminada
la que se llamò "Gran Guerra" –1914/1918- se
reanudò el flujo de inmigrantes. Y antes de 1930, porque
en ese año se detuvo, coincidiendo -por motivos que
serìa extenso analizar ahora- con el comienzo de la
declinaciòn del paìs".

Señala que es la suya "una obra cuidadosamente
documentada". Recuerda la investigaciòn que llevò a
cabo: "Estuve casi tres meses en los archivos hojeando La
Naciòn y La Prensa de aquellos doce años, hasta
que, al fin, se me aparecieron dos hechos, en fechas casi
coincidentes, cuyo hallazgo justificò con creces el tiempo
que me llevò buscarlos; ambos, de gran trascendencia
nacional y repercusiòn universal. Uno: la rebeliòn
acaudillada por Abd-el-Krim, cuyas primeras acciones resultan
victoriosas, conmoviendo al mundo àrabe y, por
consiguiente, a los inmigrantes de ese origen, pues nunca
claudicarà en aquel el sueño de recuperar su
perdida grandeza. Otro: el vuelo del Plus Ultra que emociona
hasta el delirio a los españoles y a sus descendientes,
pero que asume tambièn la singularidad de extenderse a las
otras colectividades, de manera que, al tèrmino del vuelo,
el jùbilo alcanza a todas y a todos por igual. No es
posible leer los relatos de aquellos dìas sin que cierta
emociòn, superando los años transcurridos, nos
alcance de alguna manera. En La Naciòn, Leopoldo Lugones
volcò su encendida prosa glorificando la
hazaña".

No sòlo de los diarios provino la
informaciòn: "tambièn hay otro tipo de fuentes,
como la vida misma; muchos de los personajes fueron tomados de la
vida real, como el alemàn que tenìa esa tremenda
cicatriz en el lado izquierdo del rostro, o Don Amìn,
quien, sin embargo, puede resultar el menos creìble de los
personajes de la obra".

La novela tuvo un hermoso destino, pues fue seleccionada
para obsequiarla al Papa: "Habìa que elegir un regalo para
Su Santidad y -como podrà imaginar- no era nada
fàcil. Alguien propuso regalarle un libro, un libro
dedicado a los inmigrantes, cuyo tìtulo evoca un lugar
como el que visitarìa Juan Pablo II. El ilustre visitante
pronunciò, en el acto de su arribo, uno de los discursos
màs emotivos que se hayan escuchado. Y su tema fue, por
pura casualidad, claro… ¡los inmigrantes!". Luego, el
libro partiò de esta tierra, con su ropaje de lujo, en el
aviòn papal. Y allà està ahora. En el
Vaticano, al que arribò en tan original manera"
(31).

"Perla Suez (n. el 28 de noviembre de 1947 en
Córdoba) es una escritora especializada en literatura
infantil y juvenil, ensayista, novelista y traductora argentina.
Se recibió de Profesora y Licenciada en Letras Modernas en
la Universidad de Córdoba. También estudió,
en la misma universidad, Psicopedagogía y
Cinematografía. Entre 1885 y 1989 dictó talleres en
el marco del Plan Nacional de Lectura de la Dirección
Nacional del Libro.

Cofundó el CEDILIJ (Centro de Difusión e
Investigación de Literatura Infantil y Juvenil) y lo
dirigió desde 1983 a 1990. Creó la revista Piedra
Libre, que dirigió hasta 1995. Realizó la
traducción de Le loup est révenu de J. De Pennart.
Fue jurado en diversos concursos literarios (32).

Acerca de su novela Memorias de Vladimir (33), ella
escribe: "Nací en Córdoba. Me crié en
Basavilbaso, un pueblo de la provincia de Entre Ríos. Muy
cerca de donde transcurre una etapa de la vida de Vladimir. A
medida que la historia avanzaba me reencontraba con espacios
vividos. Sabía que estaba escribiendo un episodio de mi
vida. Buscaba dentro mío una voz propia que naciera de mis
palabras. Soy nieta de inmigrantes judíos que escaparon de
Rusia en la época en que el zar Nicolás II los
perseguía. Durante el tiempo en que trabajé en este
libro estuve muy preocupada por la suerte de mi personaje.
Sentí ternura por él y esa ternura no me
abandonó hasta el final. Mi personaje habla en esta
historia como lo hacía mi abuelo. Vladimir tiene un aire a
mi padre. Vera, el gran amor de Vladimir se me figura a mi madre"
(34).

Relata el protagonista: "Nací en la aldea de
Porskurov hace mucho tiempo. El zar mandaba en Rusia, el zar
Nicolás II. No conocí a mis padres. Fui criado por
mi tío Fedor. A los diez años hachaba leña
de la mañana a la noche por apenas un copec.
(…)Tío Fedor era colchonero, guardaba la máquina
de cardar en el cobertizo. A veces para soportar el miedo yo
cardaba lana. Cuando oía chirriar el cerrojo de la puerta
y reconocía sus pasos, mi corazón volvía a
su remanso".

La novela fue galardonada con el White Ravens, 1992,
Biblioteca Internacional de la Juventud de Munich, Alemania, y
ALIJA, Asociación Argentina de Literatura Infantil,
Sección Nacional del IBBY.

Polifacético autor, es novelista, escritor de
cuentos, periodista cultural, ensayista, guionista de cuentos y
cine, autor teatral, humorista, traductor etc. Como periodista,
ha colaborado en numerosos periódicos y revistas de habla
hispana.

En su vertiente de novelista, se caracteriza por tratar
frecuentemente temas y personajes judíos (ese era su
origen), con finas descripciones y con gran sentido del humor. En
la periodística, sus ensayos y artículos,
están muy bien documentados y analizados con rigor. Ha
recibido varios premios, traduciéndose sus obras a varios
idiomas (35). Es el autor de El alma al diablo.

"A pocas cuadras de donde vive Mordejai, en el Once, el
barrio judio de Buenos Aires, se alza una casa misteriosa y
cerrada muy distinta de la que habita el con su familia. Luego de
varios anos, cuando Mordejai esta por cumplir los trece, los
habitantes de aquella casa regresan, acompanados de una oscura
historia; la curiosidad y el azar llevan a Mordejai a
involucrarse en una trama de suspenso que derivara en la verdad"
(36).

Dimitri es el nieto de Vladimir. En Dimitri en la
tormenta (37), "Dimitri y su abuelo ayudan a Tania, que viene
escapando del nazismo, a entrar al país. A través
de lo que la mujer cuenta, el chico irá descubriendo el
horror de la guerra. Comprenderlo se le hace difícil, muy
difícil. Una novela donde se entrelazan sin tapujos
tristeza, odio y dolor con momentos de intensa felicidad. Any, el
amor y la emoción profunda de cumplir trece años y
festejar el barmitzvá" (38).

Relata Tania: "Con el anillo de brillantes de mi madre
compré a uno de los comandantes y escapé.
Vagué por cloacas, estuve en una iglesia donde un
sacerdote me ayudó. Disfrazada de mendiga, pude llegar a
la bahía de Gdansk. Y logré esconderme en el barco
carguero en el que llegué".

Esta novela fue seleccionada por la Asociación de
Literatura Infantil y Juvenil Argentina (ALIJA) y por la
Fundación de Lectura, Fundalectura, Bogotá,
Colombia, entre los mejores libros para
jóvenes.

María Teresa Andruetto "naciò en Arroyo
Cabral, provincia de Còrdoba, en 1954. Es egresada de la
carrera de Letras, de la Universidad Nacional de Còrdoba.
Ejerciò paralelamente el periodismo y la docencia.
Publicò Palabras al rescoldo, Pavese y otros poemas y
Kodak (poesìa), Tama (novela, Primer Premio Luis de
Tejeda/92) y Todo movimiento es cacerìa (cuentos) y
diversos libros para chicos y jòvenes. Contribuyò a
fundar y trabajò durante años en un centro
especializado en literatura juvenil (CEDILIJ) y fue secretaria de
redacciòn, entre 1987 y 1996, de la revista Piedra Libre.
Ejerce la docencia en el nivel terciario, coordina talleres de
escritura y asesora diversos proyectos docentes en su
especialidad" (39).

En varios de sus libros aparece el tema de la
inmigraciòn, que ella conoce bien de cerca, ya que
desciende de inmigrantes. A Stéfano (40), una de sus
novelas, nos referiremos seguidamente.

En esta obra, dedicada a su padre, relata la vida de un
inmigrante italiano que llega a nuestro paìs con su bagaje
de ilusiones y recuerdos. En tiempos de guerra, en Italia, la
pobreza llega a extremos patéticos. La madre del
protagonista ha encontrado un ave. Años después, el
hijo recuerda: "La veo en la cocina: saca agua de la que hierve
en un latón, echa el agua sobre la torcaza muerta y la
despluma con dedos diestros, luego la chamusca sobre la llama y
la desventra. Lava víscera por víscera, desechando
sólo la hiel amarga. Cuando está limpia, la divide
en cuatro y dice: Tenemos para cuatro días. Yo no digo
nada, sólo miro cómo separa una de las partes y
luego oigo que me envía a guardar las tres restantes sobre
el techo de la casa, para que el sereno las mantenga frescas.
Cuando regreso, está sacando de la bolsa harina de
maíz. Mete la mano hasta el fondo y yo escucho el ruido
que hace el tazón al raspar la tela. ¿Alcanza?,
pregunto. Para esta vez, dice. ¿Y mañana? Dios
dirá".

La autora nos ha confirmado la condiciòn
autobiogràfica de ese episodio: "el hambre de mis abuelos
y tambièn el de mi padre durante la guerra (el episodio
del huevo –lo blanco o lo amarillo- y el flan de huevos son
literalmente episodios de su vida)" (41).

Stèfano se despide de su madre, viuda y sin
màs hijos, quien no quiso acompañarlo en la
aventura por el nuevo mundo. La partida es desgarradora para
ambos, no obstante haber sido anunciada con años de
anticipaciòn por el muchacho. La mujer "distinguiò,
por sobre la distancia que los separaba, los tiradores
derrumbados, el pelo de niño ingobernable, la compostura
todavìa de un pequeño. Sabìa que
correrìa riesgos, pero no dijo una palabra, la mirada
detenida allà en la curva que le tragaba el hijo. A poco
de doblar, cuando supo que habìa quedado fuera de la vista
de su madre, Stèfano se secò los ojos con la manga
del saco".

Luego vendrìa la travesìa en el Syrio, el
naufragio. A Stéfano le toca en suerte un viaje
accidentado: "En medio de la noche los ha despertado la tormenta,
el ruido del agua contra la banda de estribor. El llanto de un
niño viene del camarote vecino o de otro que está
más allá. Aquí donde ellos esperan, nadie
grita, sólo el hombre de jaspeado dice que el mar esta
noche no quiere calmarse y es todo lo que dice; habla con
serenidad, pero Stéfano sabe que está asustado. Al
llanto del niño se han sumado otros, pero nadie ha de
tener más miedo que él, que quisiera que a este
barco llegara su madre y lo apretara entre los brazos y le
dijera, como cuando era pequeño y todavía no
soñaba con América, duerme, ya
pasará".

Llegan los sobrevivientes. Stèfano se hospeda en
el Hotel de Inmigrantes: "El hotel está a pocos pasos de
la dársena; tiene largos comedores y un sinfín de
habitaciones. Les ha tocado un dormitorio oscuro y húmedo.
En la puerta, un cartel dice: Se trata de un sacrificio que dura
poco. (…) Los dormitorios de las mujeres están a la
izquierda, pasando los patios. Por la tarde, después de
comer y limpiar, después de averiguar en la Oficina de
Trabajo el modo de conseguir algo, los hombres se encuentran con
sus mujeres. Un momento nomás, para contarles si han
conseguido algo. Después se entretienen jugando a la mura,
a los dados o a las bochas". Comienza la vida americana del
inmigrante.

El muchacho y su amigo se trasladan al campo del
tìo de este ùltimo, en el que comprende que, por
mucho que se esfuerce, nunca tendrà un puesto similar al
de su compañero de viaje. Se inicia en la mùsica y
se integra a un circo, hasta que finalmente se establece, forma
pareja, y la vida le regala la felicidad de un hijo.

Este es –muy resumido- el argumento de la historia
que està destinada a lectores adolescentes, pero que puede
ser leìda con sumo interès por los adultos. Tanto
unos como otros encontraràn en ella ecos de lo que les han
relatado sus mayores, atisbos de la misma esperanza y el mismo
dolor, narrados con maestrìa por una escritora que sabe
hacernos vibrar con su pluma y que presenta interesantes recursos
estilìsticos, como el manejo del tiempo y el cambio de
registro en la narraciòn.

La novela permite que los jòvenes de hoy,
bisnietos de quienes vinieron a "hacer la Amèrica"
comprendan cuànto debieron abandonar sus mayores y
cuànto encontraron aquì. Al mismo tiempo les
permitirà disfrutar de la lectura de una obra muy bien
escrita, que no por abordar un tema con sentimiento, deja de lado
la riqueza de la literatura cultivada con talento.

Cecilia Pisos es la autora de Como si no hubiera que
cruzar el mar (42), novela con la que resultó Finalista
del Premio Jaén de Narrativa Infantil y Juvenil (Alfaguara
y Caja General de Ahorros de Granada), Granada, España,
2003 (43). En esa obra, "Carolina tiene doce años y viaja
por primera vez sola en avión hacia Madrid, donde la
espera su tío. La acompañan las cartas de
María, su bisabuela, que también cruzó el
mar sola, pero en barco y desde España hacia la Argentina.
Aunque las épocas son muy distintas y las historias se
cruzan, las vivencias se parecen mucho y esas cartas le sirven a
Carolina para crecer y entender tantas cosas que le suceden en
ese país tan distinto y a la vez tan similar al suyo.
Cartas, relatos, canciones, chistes, charlas telefónicas,
recetas de cocina y muchos otros géneros pueblan esta
novela inteligente y emotiva, que atrapa página tras
página" (44).

En una de las cartas, escribe la bisabuela María
del Pilar, que dejó su Santa Cruz de Portas: "Buenos Aires
es muy grande. Tiene ruidos y olores extraños y las voces
que se escuchan son de muchas partes, así que todos hablan
pero no creo que ninguno se entienda. A mí me cuesta: dos
o tres veces tengo que intentar hasta que encuentro a alguien que
me hable en español y a quien yo pueda preguntar por una
calle o un sitio cualquiera".

Lydia Carreras de Sosa nació en Rosario
(Argentina) en 1949 Y allí vive. Actualmente es profesora
de Inglés. Ha publicado una docena de cuentos para
adultos. Para ella la Literatura Infantil y Juvenil es un
desafío fascinante ante el que se enfrenta a diario. Busca
la atención de los jóvenes a través de
situaciones de la vida real (45).

A principios del siglo xx, cinco de los hermanos
Centenera deciden emigrar a la Argentina, tierra de
oportunidades. Huérfanos, jóvenes y sin trabajo,
emprenden el viaje en barco, llenos de ilusiones. Pero cuando
están a punto de llegar, la hermana pequeña
desaparece. Incapaces de enfrentarse a esta tragedia, y perdidas
todas las esperanzas de hallarla, juran no volver a mencionar el
hecho y seguir adelante con sus vidas. Con el tiempo, Joseph, uno
de los hermanos, rompe la promesa y cuenta todo a una amiga,
quien va a ayudarlos a desvelar la verdad (46).

"El día que Mijaíl preguntó por
Ángela y el carnaval, Sabino escuchó el
retintín de la desgracia, el cencerro de la muerte. Bien
sabía que cuando la tragedia se pone en movimiento, ya no
hay quien la detenga.

Una plaza en la parte vieja de la ciudad. Un vendedor de
yuyos que llegó desde Bolivia huyendo de la miseria. Una
muchacha que no pudo vivir más allá ni más
acá de su hermosura. Y el carnaval en el barrio de San
Pedro, saturado de humo de frituras y de ensueños. Campo
de batalla contra la muerte entre guerreros coloridos y
emplumados. En donde caen las máscaras sociales y todos
son iguales. Por un rato.

Presagio de carnaval cumple las reglas de la tragedia.
Un destino fatal que se inició con el primer hombre y
continúa su marcha.

Liliana Bodoc inaugura con esta novela una nueva etapa
en su deslumbrante narrativa: Presagio de carnaval es una novela
trágica que, lejos de la fantasía, reflexiona sobre
las miserias de la existencia humana (47)".

Liliana Bodoc nació en Santa Fe, el 21 de julio
de 1958. Es autora de "La Saga de los Confines" que incluye las
novelas "Los días del Venado", "Los días de la
Sombra" y "Los días del fuego". Publicó
también la novela juvenil "Diciembre Súper
Álbum" y el libro de cuentos "Sucedió en colores".
Recibió el Premio a la Mejor Obra Literaria Juvenil de la
Fundación el Libro (2000), la distinción White
Ravens (IBBY, 2000 y 2001), el Premio de Narrativa de la
Fundación Fantasía Infantil y Juvenil (2001), la
distinción Destacado de Alija (2003), el Premio
Calidoscopio (2003) y el Premio Konex (2004)" (48).

Norma Huidobro nació en Lanús, provincia
de Buenos Aires, en 1949. Es egresada de la carrera de Letras por
la Universidad de Buenos Aires. Dictó clases de Lengua y
Literatura en colegios secundarios y coordinó talleres
literarios. Actualmente se desempeña como asesora
literaria. Ha publicado Octubre un crimen, El misterio del
mayordomo, El misterio de la casa verde, El sospechoso viste de
negro, Sopa de diamantes y, en esta misma colección
¿Quién conoce a Greta Garbo?, que fue finalista del
premio Norma-Fundalectura del año 2000. Recibió
también, entre otras distinciones, el Premio El Barco de
Vapor (2004) y Premio Clarín de Novela (2007)"
(49).

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