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Historia del teatro en Panam




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    Historia del teatro en
    Panamá

    Teatro: Antigua
    Profesión

    Antecedentes Del Teatro
    Panameño

    Evolución Del Teatro
    Panameño

    Influencia del Teatro en la
    Sociedad Educativa Panameña

    Teatro Universal y Literatura
    Panameña

    Conclusión

    Bibliografía

    INTRODUCCIÓN

    Generalmente, el teatro es visto
    como un punto donde se fusionan elementos artísticos dando
    lugar a una forma de arte que reclama
    la atención de casi todos nuestros sentidos.
    Tan impresionante es la historia del teatro cuyo
    origen se remonta a épocas antiquísimas y ha
    evolucionados junto con las civilizaciones forjadas por el hombre. El
    teatro es pues motivo de fascinación y a la vez de
    inquietud y ha sido a veces considerado como prueba que da
    testimonio de la capacidad creativa del hombre. En
    particular, el teatro, así como ha dejado huellas
    indelebles en muchas naciones alrededor del mundo, igual lo ha
    hecho en nuestra cultura e
    historia.

    Sin embargo, son pocos los esfuerzos dirigidos a
    desvelar el papel de la
    actividad teatral en nuestro país, pero aún
    así son valiosos intentos que arrojan luz sobre la
    trayectoria de la actividad teatral nuestra. No es la
    intención de este estudio ser un compendio fidedigno de la
    historia de nuestro teatro ni tampoco una aproximación
    sintetizada de la misma. De hecho, lo que se pretende ofrecer es
    una comprensiva visión panorámica de nuestro teatro
    y su papel en
    nuestro accionar socio-cultural. Es entonces el teatro
    panameño materia que
    ocupa ahora nuestra atención y razón para acopiarnos de
    nociones que nutran nuestra comprensión sobre el
    mismo.

    I. TEATRO: ANTIGUA
    PROFESIÓN

    La historia del teatro, sin lugar a duda, es una de
    las más extensas y enigmáticas. De hecho podemos
    asegurar que el teatro es tan antiguo como el lenguaje,
    sin ánimos de pecar de precipitados al respecto de tal
    afirmación. Mucho se ha escrito y dicho sobre el arte
    histriónico que muchos no dudan en atribuirle origen
    helénico por excelencia. Los cultos a Dionisos, dios
    selvático de la viña, son supuestos a haber sido
    vitales en el fomento de la poesía
    lírica y, consecuentemente, el teatro. Dícese
    además que fue Tespis, un poeta nacido hacia el año
    580 a.C., quien ejecutara las primeras manifestaciones
    dramáticas en Grecia. Sin
    embargo, a través de los años, han surgido nuevas
    pruebas que
    demuestran que la actividad teatral se remonta casi al año
    8 mil a.C., más allá del territorio
    helénico, específicamente en Mesopotamia.
    Incluso los egipcios tuvieron manifestaciones teatrales rituales
    desde el año 2500 a.C., pero no es nuestro
    propósito establecer un punto de partida preciso para este
    arte, considerado la más vieja de las
    profesiones.

    A diferencia de las otras manifestaciones
    artísticas propias del hombre, el
    teatro es la más dinámica puesto que representa la
    conjugación del movimiento, el
    color, la palabra
    y la música.
    Es una expresión que, según Ávila (1985); se
    materializan antes los ojos del espectador y es un hecho
    impredecible, que nace del hombre: su ingrediente principal.
    Adicionalmente, afírmase que el teatro es el instrumento
    infalible que proyecta de manera vívida los conflictos
    humanos, las creencias e incluso el producto
    ficcional de mentes por musas seducidas. En otras palabras, el
    teatro puede considerarse como un medio que recrea los
    constructos de la creatividad
    humana.

    Hablar de teatro no es simplemente subordinarse a
    llanas definiciones que tienden a reducir el concepto a
    connotaciones que no son fieles a su alcance verdadero. El teatro
    representa una dimensión paralela a la realidad que ha
    evolucionado a la par con la humanidad y ha formado parte crucial
    en el acervo cultural de muchas naciones. Concretamente; nuestro
    país, aunque inicialmente indiferente a este arte, da
    señales modestamente significativas de apreciación
    al teatro que en estos últimos cien años no han
    pasado desapercibidas. Por tal razón, podemos decir que el
    teatro en nuestro país supone una expresión
    artística vinculada estrechamente con el folklore y la
    alegoría clásica que dicho arte
    abraza.

    II. ANTECEDENTES DE
    NUESTRO TEATRO

    El teatro panameño como manifestación
    artística es un renglón de gran interés
    para aquellos estudiosos que tratan de hacer un acercamiento
    sobre su impacto y trayectoria. El teatro en nuestro país,
    a diferencia de aquel en otros países que formaban parte
    del viejo mundo conocido, dista mucho en cuanto a la magnitud de
    sus primeros pasos. De hecho, con la llegada de las empresas
    "descubridoras" auspiciadas por reyes y gobernantes europeos,
    nuestro continente, en general, hace aparición en el
    conocimiento humano de la época. Podríamos
    entonces decir que la producción artística en nuestros
    pueblos sólo fue documentada posterior al establecimiento
    de las primeras poblaciones en el nuevo mundo. Particularmente,
    las manifestaciones artísticas de nuestro país,
    especialmente el teatro, yacieron en la oscuridad del
    desinterés por muchos años. De hecho, dícese
    que el teatro en nuestro país es "un área de
    estudio abundante en lagunas y en contradicciones"
    (Rodríguez, 1984) que varios estudios sólo pueden
    contribuir en su clarificación.

    A. PRIMERAS FORMAS DRAMÁTICAS

    Al referirnos a los antecedentes del teatro en nuestro
    país resulta necesario echar una mirada a aquellos
    capítulos de nuestra historia que no reposan en
    páginas escritas sino más bien en las
    manifestaciones culturales de nuestros grupos
    indígenas. Varios investigadores han hecho referencia
    sobre las así llamadas formas dramáticas propias de
    los grupos
    indígenas existentes en nuestro país. Incluso
    dichas formas han sido considerada un área que antecede a
    la emergencia formal de la producción teatral en nuestro país
    aunque completamente desligadas de ésta debido a las
    radicales diferencias entre ambas en términos de
    significado, contenido y valor
    artístico. Sobre el tema, Rodríguez (1984) afirma
    que aún cuando los grupos indígenas que existen en
    nuestro país son nuestros contemporáneos, sus
    mismas características de tradición en sus
    ceremonias constituyen actos que vienen celebrándose desde
    hace tiempo y en los
    cuales es evidente muy poca influencia occidental. A pesar de
    este aspecto, considérase pertinente no obviar las formas
    dramáticas de los grupos indígenas ya que las
    mismas representan un testimonio viviente importante en el
    estudio de nuestro teatro.

    1. LOS GUAYMÍES

    Este grupo
    indígena, el cual puede encontrarse en regiones de las
    provincias de Bocas del Toro, Chiriquí y Veraguas,
    desarrollan ciertos ritos y fiestas que son parte de su cultura y que
    sin duda eran practicadas por sus antepasados, aún antes
    de la llegada de los españoles. Entre los ritos y fiestas
    practicadas por los guaymíes, y que aún subsisten,
    las más conocidas incluyen:

    • La Claria o La Clarida: Considerada la
      fiesta más misteriosa y desconocida de los
      guaymíes, la misma se lleva a cabo en noches de luna y
      en lugares apartados. Dicha práctica tiene como fin
      celebrar el paso de los jóvenes a la edad adulta y,
      por lo tanto, la presencia de mujeres o extraños se
      prohíbe enérgicamente. Una vez congregados los
      varones en una locación alejada, vendan a los
      jóvenes y los abandonan hasta una hora
      específica de la madrugada cuando los adultos,
      disfrazados con máscaras y dando alaridos,
      volvían a amedrentarlos. Aquellos ya maduros y fuertes
      de espíritu que no se amedrentan son los que pasan a
      la vida adulta mientras que los temerosos sufren la
      vergüenza de no ser fuertes.
    • La Balsería: Tal vez la más
      conocida de las prácticas en el acervo cultural de los
      guaymíes, ésta puede ser ceremonial o
      deportiva. La primera modalidad tiene como fin celebrar la
      prosperidad agrícola o para "jugar mujeres", mientras
      que la segunda es ciertamente competitiva.
    • La Chichería: Esta consiste en una
      celebración con respecto a la entrada a la pubertad de
      la mujer
      donde intervienen el baile y el canto y otras
      alegorías, todo acompañado por el consumo de
      bebidas fermentadas.

    2. LOS KUNAS

    Ocupando una gran porción de la comarca Kuna Yala
    y las numerosas islas de la parte nordeste del país, los
    kunas desarrollan prácticas donde se observan elementos
    teatrales más notorios. Las fiestas de la pubertad como
    Inna Uila, Namake, Ner Surba, entre otras, consisten en diversos
    cantos que describen acciones que
    son protagonizadas por varios participantes. Adicionalmente, los
    kunas desarrollan otras festividades que celebran otros aspectos
    de la vida cotidiana como la cacería, las cuales consisten
    en cantos descriptivos.

    3. LOS CHOCOES

    Éstos ocupan regiones selváticas y
    ribereñas de la provincia de Darién. Son
    espiritistas y al igual que los kunas y los guaymíes
    cuentan con ceremonias y ritos de iniciación de la
    pubertad femenina. Además, cuentan con ceremonias de
    invocación de espíritus pidiendo protección
    cuando realizan actividades como la cacería, la pesca,
    construcción de viviendas y la agricultura.

    B. PRESENCIA ESPAÑOLA EN EL
    ISTMO

    Según historiadores, en el que sería su
    cuarto y último viaje, el genovés Cristóbal
    Colón llega a costas panameñas después de
    haber explorado el litoral de la América
    Central Ístmica, desde Honduras, en 1502. Habiendo hecho
    un recorrido desde la Bahía Caribaró o Almirante
    hasta la Bahía de Portobelo, regresa a la costa norte de
    Veraguas, donde funda la primera población española en tierra firme.
    Sin embargo, dicha población fue destruida casi inmediatamente
    por los guaymíes, en gran parte debido a la codicia y
    abuso de los colonizadores españoles.

    Lo anterior es obviamente de interés
    para estudiosos de nuestra historia o investigadores que tratan
    de recrear un cuadro panorámico de los hechos más
    importantes de la humanidad. Particularmente, para nuestro
    enfoque sobre el teatro en Panamá es
    necesario hacer referencia sobre la presencia de colonizadores en
    nuestro territorio ya que los mismos pusieron gran parte de la
    región latinoamericana en el mapa. Ciertamente, debe
    recalcarse el hecho de que la mayoría de los colonizadores
    que incursionaron en el nuevo mundo no eran representativos de
    las clases educadas de los países que patrocinaban las
    expediciones. Tal como se hace alusión en el párrafo
    anterior, la codicia y el abuso por parte de los colonizadores
    eran la nota característica de la presencia
    española en América
    Latina.

    En 1501, con la llegada a Panamá de
    Rodrigo Galván de Bastidas, motivado por los interesantes
    "descubrimientos" en el nuevo mundo, se dio inicio al periodo
    hispánico, significando además la
    incorporación del Istmo a la Historia
    Universal. Sin embargo, a pesar del papel de Galván de
    Bastidas en el territorio panameño, las manifestaciones
    artísticas tardaron varios años para que empezaran
    a aflorar. Al respecto, Ávila (1985) planteó lo
    siguiente:

    "Desconectada la población flotante y las
    actividades mercantiles de las Ferias de Portobelo y del enlace
    terrestre, a través del Istmo, entre las flotas de uno y
    otro océano, nada socialmente apreciable podía
    haber en ella, la actividad cultural se limitaba a la
    rudimentaria de algunas escuelas eclesiásticas y la
    literatura
    naturalmente no existía".

    En otras palabras, lo realmente importante para ese
    entonces era el enriquecimiento personal en la
    mente de aventureros y buscadores de
    fortunas que viajaban desde Europa,
    reduciendo drásticamente las posibilidades para el auge de
    la cultura en el Istmo. Agrega Ávila que la actividad
    teatral a inicios del periodo hispánico se limitaba
    entonces a la canturria de coplas, romances y décimas, por
    parte de aquellos hombres con talento que ocasionalmente
    transitaban por Portobelo por motivo de las ferias mercantiles
    que allí se celebraban.

    III. EVOLUCIÓN DEL TEATRO

    Tal como hemos dicho, la actividad cultural e el Istmo a
    principios del
    siglo XVI era extremadamente mínima. La falta de riqueza
    apreciable y el hostil clima
    istmeño, complementados con el afán de riqueza o el
    espíritu de curiosidad o de aventura de extranjeros,
    fueron factores decisivos que coadyuvaron al abandono cultural en
    nuestro territorio. Posteriormente, la actividad cultural da sus
    primeros pasos a lo largo del siglo XVI y continua floreciendo.
    Consecuentemente, el teatro también se vio favorecido por
    el despertar de las artes a partir de la primera mitad del siglo
    XVI.

    A. EL TEATRO MISIONERO

    Según varios escritos, fueron los frailes, o
    curas, con su labor evangelizante, los que iniciaron la
    titánica tarea de civilizar a América. La presencia de misioneros en el
    Nuevo Mundo significaría la aparición de las
    primeras actividades culturales, dentro de las cuales cae lo
    teatral. Inicialmente fiel a las formas del teatro medieval
    europeo, el teatro misionero se caracterizó luego por la
    influencia indígena, lo que supuso una corriente diferente
    a aquella conocida en España. Se
    afirma que el teatro misionero se basaba en los autos
    sacramentales, los cuales fueron perdiendo su carácter
    original con el tiempo. Se dice
    además que el teatro misionero se apoyaba en piezas que
    los mismos misioneros escribían y dramatizaban para los
    indios para inculcarles los principios del
    catolicismo.

    Otra característica del teatro misionero era que
    el mismo no radicaba en lo literario ya que los frailes lo
    empleaban como un método de
    cristianización con los indígenas. A pesar de ello,
    vale reconocerse el papel del teatro misionero con respecto al
    Auto de los Reyes Magos, los Moctezumas, los Grandiablos, etc.
    Aun cuando la Iglesia
    depurara el teatro misionero en nuestro continente debido a la
    influencia indígena que lo caracterizaba, el mismo
    representaría un adelanto significativo en lo teatral.
    Incluso dichas manifestaciones se incorporaron al acervo cultural
    de nuestro país, específicamente en las provincias
    de Herrera y Los Santos, donde dichas actividades aun subsisten e
    impresionan por sus elementos coreográficos y
    estructurales.

    B. PRIMEROS ACONTECIMIENTOS TEATRALES

    Las primeras manifestaciones teatrales en nuestro
    país, de parte de los curas o sacerdotes instalados en las
    misiones, tuvieron principalmente fines evangelizadores, sin dar
    mucho énfasis en lo estético o lo recreacional.
    Casi 30 años después de la llegada de Rodrigo
    Galván de Bastidas al Istmo, según el historiador y
    educador Rodrigo Miró (1971), se lleva a cabo la primera
    expresión dramática (conocida como El Juego de Moros
    y Cristianos) de que dan cuenta nuestros anales
    históricos. Dicho acontecimiento, el cual marca el inicio
    formal del teatro como modalidad de entretenimiento, tuvo como
    escenario la Villa de Acla, en el mes de septiembre en el
    año de 1532, por motivo de la visita de importantes jefes
    indígenas de la Culata de Urabá. Sobre esta
    expresión dramática, en una charla ofrecida en la
    Universidad de
    Panamá la noche del 9 de febrero de 1971, Miró
    describe lo siguiente:

    "…EL Gobernador invitó a los principales a
    comer, y como manifestaban interés por ver a los
    cristianos bailar, mando traer unos atabales, un pandero, unas
    flautas y unos platillos, e hizo venir a unos negros que
    sabían tocar muy bien esos instrumentos. Y los jefes
    indígenas fueron satisfechos en su
    curiosidad".

    El Juego de Moros
    y Cristianos representado en 1532 es considerado como el primer
    acontecimiento teatral en Panamá, pero el mismo tuvo
    orígenes en España
    donde se le denominada una practica común con fines
    evangelizadores (Rodríguez, 1984). Posterior a este hecho,
    se da una segunda representación, según
    Miró, en la ciudad de Panamá por motivo de la
    visita del Primer Virrey del Perú, Blasco
    Núñez Vela, 1544. durante su breve estancia se
    recitó una comedia para entretener al importante personaje
    que solamente se encontraba de paso por nuestro
    país.

    Ambos acontecimientos teatrales tal vez fueron punto de
    referencia que hayan motivado la producción teatral a
    cierta escala, e incluso
    pudieron haber sido un aliciente para que las actividades de
    orden artístico e intelectual fueran abriéndose
    paso. Al respecto, Rodríguez (1984) afirma:

    "…la verdad de que estos acontecimientos son los
    primeros es relativa. Se resaltan porque son los que constan en
    las paginas de los cronistas que junto con la inculta
    soldadezca, los frailes y capitanes, describieron sus visiones
    de este mundo maravilloso y extraño. Claro, por ser
    ellos los primeros en escribir lo nuestro, son dignos de fe y
    de credibilidad".

    C. EL TEATRO DURANTE LA ÉPOCA
    COLONIAL

    La historia nos revela que la empresa de la
    conquista culmina en nuestro país con la
    Gobernación de Pedro Vásquez de Acuña en
    1539 y se inicia entonces la época colonial. La llegada de
    los españoles significó una inyección
    cultural y racial que varios historiadores han sostenido a lo
    largo de los años. La actividad teatral durante los siglos
    siguientes es supuesta a estar aun orientada hacia la
    cristianización del Nuevo Mundo, pero son de importancia
    artística algunos acontecimientos en cuanto a dicha
    actividad en nuestro país, a los cuales nos referimos en
    orden cronológico:

    • 1612: Aparece la figura del panameño Pablo
      Crespillo de Oralle (también conocido como Pablito)
      cuyo talento dramático lo llevo a actuar en México. Junto a su esposa, Juana de
      Escobar, forma un elenco de varias compañías.
      Poco se sabe de este personaje debido a las escasas
      referencias sobre el pero su papel como profesional del arte
      histriónico merece ser mencionada.
    • 1747: Se da una actividad teatral significativa en
      el Istmo con motivo de la solemne proclamación de
      Fernando VI, en cuya oportunidad el gremio de sastres hizo
      representar las comedia Lances de Amor y
      Fortuna (de Pedro Calderón de la Barca), Solo Piadoso
      Es Mi Hijo (de Juan de Matos Fragoso y otros) y El
      Montañés Más Hidalgo. Esto es evidencia,
      ciertamente, del afloramiento del espíritu teatral
      para esa época.
    • 1790: Se representan comedias en fiestas celebradas
      en la Ciudad de Panamá con motivo de la
      proclamación de Carlos IV.
    • 1809: Se monta en Penonomé una pieza
      dramática llamada La Política del Mundo. Dicha pieza era una
      tragedia en tres actos y en verso de segura atribución
      a un panameño, Víctor de la Guardia y Ayala.
      Esta tragedia criticaba alegóricamente la
      invasión francesa de la península y elogiaba al
      rey Fernando, El Deseado.

    El periodo anterior a la independencia
    de Panamá de España puede describirse como un lapso
    de nuestra historia en que las estructuras
    sociales convulsionaban debido en gran parte a las irreversibles
    trasformaciones en tales aspectos como la política, la economía y la
    cultura. La fidelidad a la Corona Española
    respondía a razones especiales vinculadas a nuestra
    posición estratégica. Por tal razón, la
    actividad teatral estuvo sujeta a modelos
    europeos y en honor a reyes. Sin embargo, es justo al final de
    esta época cuando se da forma a la primera obra de
    autoría panameña, lo cual puede interpretarse como
    un llamado a la producción artística de nuevas
    generaciones de escritores en anos siguientes.

    D. EL TEATRO DURANTE EL PERIODO
    POST-INDEPENDENTISTA

    Con la independencia
    de Panamá de España en 1903 y nuestra casi
    inmediata unión a la Gran Colombia debido a
    la necesidad de respaldo al movimiento de
    libración, para garantizar la recién adquirida
    independencia, y la cesación de las concesiones
    mercantiles hechas al Istmo por la Corona Española. Sin
    embargo, estos cambios políticos radicales en nuestra
    historia no alteraron la afición de los panameños
    por el teatro. Sostiene Miró (1971) que la actividad
    teatral era principalmente motivada por diversos hechos que
    sucedieron a nuestra independencia de España, tales como
    la Victoria del General Padilla en Maracaibo (1823) y la Victoria
    de Ayacucho (1824), los cuales eran de interés para la
    Gran Colombia y, por
    lo tanto, para Panamá con departamento recién
    adherido. Las funciones
    teatrales se realizaban como parte de celebraciones alusivas a
    aquellos eventos. De
    hecho, podemos referirnos a algunos eventos que
    tuvieron impacto definitivo en nuestro teatro, los cuales se
    presentan en orden cronológico:

    • 1832: Se pone en escena la obra titulada Oscar,
      basada en los poemas de
      Ossian para celebrar la vigencia formal de la Constitución de la Nueva Granada en la
      Plaza de la Catedral.
    • 1850: Aparece la figura de Mateo Furnier, actor y
      empresario español, quien inaugura el primer teatro
      de la ciudad, presentando la tragedia Alfonso Munio de
      Gertrudis Gómez de Avellaneda. Dícese que este
      acontecimiento fue claro antecedente del auge escénico
      en Panamá.
    • 1853 y 1857: Se montan obras dramáticas (Dios
      y Ayuda y Felipe) por iniciativa de grupos aficionados,
      demostrándose el interés de los panameños
      por incursionar en el campo del arte
      histriónico.
    • 1865-1867: Se presentan en nuestro país las
      compañías de Mateo O’Loglin y de Torres y
      Luque, lo cual representa la presencia de foráneos
      haciendo teatro en este periodo.
    • 1875-1876: Se intenta poner el arte
      histriónico panameño en alto por medio de la
      Compañía Dramática de Aficionados,
      dirigida por Don Carlos Cucalón, considerado como una
      personalidad
      importante en el ámbito teatral en nuestro país a
      fines del siglo XIX.
    • 1876: Se estrena la obra Amor y
      Suicidio,
      segunda pieza de autoría panameña, después
      de La Política del Mundo. Dicha obra, escrita por
      José María Alemán, se basaba en el
      infortunado amor del Dr. Tomás Argote.
    • 1885 y 1886: Escribe para el teatro Federico Escobar,
      el poeta obrero, las obras La Ley Marcial y
      La Hija Natural.

    Particularmente, se ha considerado esta época
    como fructífera para el teatro panameño. Sin
    embargo, con la quiebra de la
    Compañía del Canal Francés se dan
    situaciones que tendrían un efecto definitivo en nuestra
    historia al final del siglo XIX, significando un letargo para
    actividades en cualquier orden en nuestro país. De hecho,
    afirma Rodríguez (1984) que la actividad teatral marchaba
    al compás de los cambios en lo político, lo
    económico y lo social de aquel entonces. Afirma luego que
    "el comportamiento
    teatral era producto de la
    sociedad que
    se estaba formando".

    E. EL TEATRO DURANTE EL SIGLO XX

    Para inicios del siglo XX, el Istmo había sido
    desolado por la Guerra de los
    Mil Días, lo que significó cambios profundos que
    darían lugar a nuestra separación de la Gran
    Colombia. La sociedad en aquel
    entonces experimentaba dichos cambios, viéndose afectados
    diversos renglones incluyendo lo artístico. Los primeros
    años de nuestra vida republicana fueron cruciales para el
    despegue de nuestro teatro de modo formal. A lo largo de cien
    años se fue acentuando nuestro arte histriónico,
    aderezado por acontecimientos que definitivamente tuvieron
    trascendencia para el mismo.

    1. EL TEATRO NACIONAL

    No podemos siquiera pensar en obviar la importancia que
    el Teatro Nacional ha tenido para la actividad teatral
    contemporánea en nuestro país. El mismo representa
    un ícono en nuestra antología cultural que ha sido
    considerado uno de nuestros principales centros culturales. Fue
    en 1904 cuando nuestra primera Convención Nacional,
    presidida por Pablo Arosemena, emitió la Ley 52 por medio
    de la cual se ordenaba construir dicho edificio, bajo el gobierno de
    nuestro primer presidente Dr. Manuel Amador Guerrero. Construido
    sobre lo que antes era el convento e iglesia de las
    monjas de la Concepción durante el periodo colonial, el
    Teatro Nacional fue inaugurado el primero de octubre de 1908,
    coincidiendo con la toma de posesión de Don José
    Domingo de Obaldía como presidente de la
    República.

    Inicialmente, el Teatro Nacional tuvo un gran apogeo
    hasta 1930. Diversas compañías de teatro, de
    danza, de
    ópera, orquestales y demás que venían de
    diversos puntos del globo se daban cita en este sitio para el
    deleite de una selecta muestra de
    individuos muy reducida. Sin embargo, la gran depresión
    mundial de los años 30 a raíz de la Primera Guerra
    Mundial provoca el decline de su apogeo inicial. Cabe notarse
    que para esos años pocos fueron los nacionales que
    estuvieron involucrados en la actividad teatral. No es sino hasta
    finales de esa década, específicamente en 1937,
    cuando se presentó por vez primera La Cucarachita Mandinga
    de Rogelio Sinán, justo cuando el Teatro Nacional
    atravesaba su periodo crítico.

    Posteriormente, la actividad en el Teatro Nacional
    resurge a cierto nivel en parte debido a la intervención
    de figuras célebres de la época que nuestra
    historia recuerda. Uno de ellos, aquel que fuera elegido
    presidente por primera vez en 1940, el Dr. Arnulfo Arias, hizo
    reacondicionar este edificio. De hecho, esto no fue suficiente
    como para que el Teatro Nacional retomara el auge inicial que
    tuvo. Por otro lado, la actividad teatral era muy regular y se
    desarrollaba en otros escenarios lejos este coliseo. Es en este
    periodo, además, que surge la figura de Anita Villalaz,
    quien fundó una compañía teatral que luego
    se presentaría en el Teatro Nacional por motivo de su
    quincuagésimo aniversario.

    Los siguientes quince años fueron amargos para el
    Teatro debido a la casi nula actividad teatral. No fue sino en
    1974, cuando se crea el Instituto Nacional de Cultura mediante la
    Ley 63 del 6 de junio de ese mismo año, que el Teatro
    Nacional es reinaugurado dando así renovados bríos
    al arte histriónico panameño, el cual ha crecido
    notablemente en las últimas tres décadas. Sobre la
    historia del Teatro Nacional, Rodríguez (1984) expresa lo
    siguiente:

    "Este teatro ha tenido épocas brillantes y
    tristes épocas de multitudes y épocas de
    soledades. Ha persistido con su historia sin opacar ni ocultar
    la de otros lugares, que más modestos, han hecho del
    teatro un eslabón de estudio en la historia de la
    cultura panameña".

    2. PRECURSORES DE NUESTRO TEATRO

    Durante sus primeros 25 años de vida, el Teatro
    Nacional fue escenario para varios artistas foráneos que
    deleitaron a la clase pudiente de la época, pero el mismo
    sería luego considerado nuestro primer coliseo en la
    creación de una tradición cultural panameña.
    Las primeras manifestaciones grupales musicales en nuestro
    país fueron acogidas generosamente, incluyendo la primera
    orquesta sinfónica que existió en Panamá, la
    cual fue protagonista de magnos sucesos artísticos
    aún sin igualar entre 1912 y 1915, según Brenes
    (1984). En particular, los siguientes años en la historia
    del Teatro Nacional sirven de referencia para hacer
    alusión al trabajo de aquellos que bien pueden ser
    considerados los iniciadores del teatro en Panamá. Entre
    ellos podemos mencionar a algunos que con sus esfuerzos
    contribuyeron a pavimentar el camino para las siguientes
    generaciones de dramaturgos, directores y actores:

    Rogelio Sinán: Se le atribuye la
    autoría y puesta en escena de La Cucarachita Mandinga
    entre 1937 y 1938, marcando un suceso sin precedentes en la
    historia del
    arte nacional por su mérito artístico y la
    acentuación de lo vernacular y lo folklórico.
    Sinán, cuyo verdadero nombre fue Bernardo
    Domínguez Alba, representó una forma de
    rebelión contra las formas tradicionales de la poesía existente y la primera
    manifestación dramatúrgica que logro plasmarse
    escénicamente en la primera mitas del siglo XX. La labor
    de Sinán fue determinante en años siguientes en
    el fomento de nuestro teatro y la literatura.

    Anita Villalaz: Nacida en Bogotá y una
    vez profesora del Conservatorio Nacional de Música y
    Declamación, descolla en el teatro y crea una
    compañía que logra ubicarse en el mapa
    artístico de nuestro país. Incluso hay quienes la
    consideran la primera de nuestras mujeres que se destaca en el
    arte de la actuación. Interpretó obras de
    García Lorca, Jacinto Benavante, Marcel Pagnol, Shakespeare,
    entre otros, motivando el espíritu artístico en
    la ciudad de Panamá. Adicionalmente, participó en
    la primera telenovela nacional en Panamá producida en
    1964 y la cual se denominaba En La Esquina del Infierno,
    escrita por Aurelio Paredes.

    Ramón María Condomines: Junto a
    Sinán, realizó labores importantes durante el
    periodo de resurgimiento del Teatro Nacional. Bajo su dirección se forma el Teatro Experimental
    de Panamá, grupo en que
    se da la mayor cantidad de teatristas panameños. Monta
    su obra Misterios de la Pasión, mejor conocida como El
    Gran Drama, considerado uno de los espectáculos
    más aplaudidos a fines de los años 70.

    Miguel Moreno: La participación de
    Miguel Moreno en el fomento de nuestro teatro se hizo notoria
    con la fundación del Teatro Club y el Teatro Estudiantil
    Panameño en 1961, significando así una iniciativa
    encomiable en inculcar el arte teatral en los jóvenes de
    la época.

    José A. Díaz: Reforzó
    notablemente el movimiento teatral universitario, el cual
    apenas había comenzado a desarrollarse en la
    década del 60. Contribuyó a acrecentar las
    nociones sobre arte dramático y ha definir las
    características del Teatro Universitario que se
    mantienen imperecederas.

    José Ávila: Tal vez una de las
    figuras más prominentes de nuestro teatro.
    Dirigió el Círculo de Arte Dramático de
    Panamá y fomentó la actividad teatral en la
    capital. Se
    le atribuye la autoría de muchas obras que él
    mismo montaba y varios estudios dirigidos a resaltar la
    importancia de nuestro teatro.

    3. AUTORES REPRESENTATIVOS DE NUESTRO
    TEATRO

    La dramaturgia panameña adquiere notoriedad en la
    segunda mitad del siglo pasado, en gran parte debido al Concurso
    Ricardo Miró, bautizado así en honor a ese
    grandioso diseñador de rimas inmortales que han
    glorificado a nuestra patria. Dicho concurso ha sido visto como
    la única salida para el dramaturgo panameño que
    pretende hacer llegar su trabajo a un público mayor. Desde
    1953, cuando se instaura la sección teatro en el
    mencionado certamen que premia el esfuerzo de nuestros artistas
    en las bellas artes, han sido galardonadas más de 75 obras
    y casi menos de la mitad han sido llevadas a escena. Hacemos
    alusión al Concurso Ricardo Miró ya que mismo nos
    sirve de referencia para notar a aquellos dramaturgos
    panameños que han descollado en el campo y han contribuido
    a definir la actividad teatral nuestra. Entre los autores
    más representativos, y algunas de sus obras,
    tenemos:

    • Rogelio Sinán: La Cucarachita Mandinga,
      Chiquilinga, El Desquite de Caperucita Roja.
    • Renato Ozores: Un Ángel, La Fuga, El Cholo,
      Una Mujer
      Desconocida.
    • Mario Riera Pinilla: La Montaña Encendida,
      Entre Ellas.
    • Ernesto Endara: ¡Ay de los Vencidos!, La Mujer de
      Sal, El Trono, El Gran Rey de Corazón
      Negro, Una Bandera.
    • Dora Pérez de Zárate: Niebla al
      amanecer, La Fuga de Blanca Nieves.
    • Miguel Moreno: Ayara, Fugitiva de la Gloria, El
      Triunfo de la Cenicienta, Secretarias Perfectas.
    • Carlos García Moreno: El Minotauro, Celeste
      por mañana, La otra cara del sol
    • José de Jesús Martínez: El
      mendigo y el avaro, Aurora y el mestizo, La Ciudad, Roberto,
      Cero y van tres, Baby Baby, La Guerra del
      Banano.
    • José Ávila: La Búsqueda,
      Ejercicio para tres, Acaso un día Miguel.
    • Agustín del Rosario: Un día de lirios o
      los Bellos Días de Isaacs, A veces esa palabra libertad.
    • Eustorgio Chong Ruiz: Detrás de la noche,
      Después del manglar.
    • José Franco: Redobles al amanecer.
    • Raúl Alberto Leis: Viaje a la salvación
      y otros países, El niño de
      Macúa.
    • Alfredo Arango: Pepita de Marañón, El
      Entierro de la Sardina, Hay que corromper al Presidente, Tin
      Marín.
    • Edgar Soberón Torchía:Yo quiero ser
      artista.

    Resulta verdaderamente fascinante la cantidad de obras
    de autoría panameña producidas a lo largo de los
    años. Una considerable cantidad de ellas ha sido puesta en
    escena en diversas salas de teatro como El Teatro en
    Círculo (fundado por Isabel de Nachio), el Teatro La
    Cúpula, entre otros. Otras obras han sido escenificadas
    por diversos grupos teatrales formales, entre los que se cuentan
    Los Trashumantes (fundado por Roberto Mckay), Los Mosqueteros
    (dirigido por Ricardo Gutiérrez), entre otros, y grupos
    independientes, entre los cuales podemos mencionar la Junta
    Teatral Victoriano, La Compañía América, ABA
    Producciones Artísticas (fundada por Aurea Horta), entre
    otros. Evidentemente, la actividad teatral en las últimas
    tres décadas del siglo pasado se ve acentuada notablemente
    por la aparición de diversos grupos teatrales.

    Los autores panameños han tenido y tienen como
    fuentes de
    inspiración diversos aspectos que van desde lo cotidiano
    hasta lo puramente ficcional. Sin embargo, merece ser recalcado
    que los motivos de muchos dramaturgos, tanto de antaño
    como los de hoy en día, se basan principalmente en la
    necesidad de expresar artística y dinámicamente
    inquietudes sociopolíticas y de presentar a manera
    vívida tales aspectos como la violencia
    interfamiliar y urbana, la falta de seguridad y el
    sentimiento general de molestia en la ciudadanía; y la
    angustia existencial. Si bien es cierto que varios autores se han
    valido del teatro para resaltar lo folklórico y lo
    vernacular, también debemos reconocer que ha habido
    autores que han hecho uso de este arte con el fin de parodiar
    cuestiones éticas en el sector sociopolítico.
    Podemos aseverar entonces que el dramaturgo panameño
    contempla diversas intenciones que se materializan a
    través del arte teatral.

    A este punto podemos atrevernos a decir que nuestro
    teatro no es enclaustra en la dimensión de los amores
    trágicos o del heroísmo hiperbólico. Nuestro
    teatro más bien pretende hacer una aproximación con
    respecto a los dramas reales a través de un prisma
    artístico. Podemos incluso decir que nuestro teatro tiene
    casi la misma intencionalidad que la literatura panameña
    abraza. La
    motivación del autor reside categóricamente en
    presentar el lado intimista humano en las tramas intrincadas
    dentro del amplio panorama de la realidad.

    IV. INFLUENCIA DEL
    TEATRO EN LA SOCIEDAD EDUCATIVA
    PANAMEÑA

    Tradicionalmente, los productos
    culturales constituyen un área de imperiosa
    resaltación cuando se trata del planeamiento
    curricular a nivel educativo. Debemos aclarar que los así
    llamados productos
    culturales envuelven manifestaciones pictóricas, musicales
    y dramáticas con vertiente folklórica y universal.
    En otras palabras, el proceso
    educativo que se desarrolla en nuestro medio dirige un cierto
    porcentaje de atención a dichas manifestaciones agrupadas
    bajo el titulo de Bellas artes. Particularmente, dícese
    que el estudio del teatro raras veces forma parte de los programas
    oficiales propuestos para el nivel de enseñanza primaria o secundaria. Esto tal
    vez puede ser un factor critico que imposibilita un acercamiento
    al arte histriónico causando su
    ‘invisibilidad’ ante la percepción
    de un considerable sector de la población
    estudiantil.

    Aún cuando el arte dramático dista
    considerablemente del lugar que ocupan la música y la
    plástica como cursos
    complementarios en los programas
    oficiales educativos, el mismo es enfatizado compensatoriamente a
    nivel superior especializado. Sin embargo, lo que aquí
    realmente interesa es el impacto del arte histriónico
    dentro de nuestra sociedad educativa. Según Contreras
    (2002), el teatro es vital ya que permite el acceso a variadas
    posibilidades por medio de practicas especializadas implicando el
    autoconocimiento y desarrollo de
    la capacidad expresiva y generando la riqueza artística.
    Ya hemos dicho que el teatro constituye un instrumento
    preponderante a favor de la expresión y la
    proyección de ideales e interpretaciones en torno al quehacer
    humano; metafóricamente materia prima
    por excelencia de este arte, pero el mismo adquiere matices que
    lo hacen imprimir modestamente su huella en los sectores
    educativos.

    Afirma además Contreras (2002) que el estudio
    y practica del teatro permite acceder a entrenamientos valiosos
    sin los cuales "la figura humana bosquejada a través del
    proyecto
    educativo quedaría incompleta y privada de sus funciones
    contemplativas, críticas y estéticas". En base a
    tal afirmación, la labor de uno de nuestros dramaturgos
    más laureados, Miguel Moreno, de dar una formación
    cultural y disciplinaria a la par con la académica t
    técnica adquiere un profundo significado. La
    formación y proliferación de grupos teatrales
    universitarios y a nivel secundario en nuestro país son
    muestra
    evidente de reacciones tendientes a nutrir el espíritu
    artístico como parte de la tarea educativa de ofrecer
    instrucción integral al individuo.

    El papel del teatro dentro de círculos
    educativos apunta a específicos fines estrechamente
    vinculados con las necesidades culturales del país.
    Adquiere primacía entonces la connotación del
    teatro como actividad humana que permite el acercamiento a los
    legados universales de la dramaturgia y a aquellos que forman
    parte de nuestro acervo. Adicionalmente, la influencia del teatro
    en nuestra sociedad educativa puede expresarse en los siguientes
    términos:

    • Acentuación de la actividad teatral en sus
      diversas manifestaciones (escolar, universitaria, aficionada,
      profesional, etc.)
    • Desarrollo de la capacidad crítica y
      creativa.
    • Autoconocimiento individual y
      social.
    • Contacto con la tradición artística,
      los conflictos
      actuales y nuestro potencial
      emotivo-intelectual..

    En síntesis,
    el teatro supone un medio propicio que puede complementar la
    labor de formar integralmente al individuo. Ya que el teatro
    representa una confluencia de diversas artes, no podemos
    prescindir del valor del
    mismo como actividad que puede desembocar en el enriquecimiento
    de la apreciación artística en el educando. Se debe
    dar lugar a la ampliación en el alcance del teatro a nivel
    educativo ya que puede ser una alternativa valiosa que propenda a
    la maximización de la apreciación cultural
    colectiva. El teatro no es simplemente una manifestación
    alegórica sino también un canal que nos pone en
    contacto con nuestra parte íntima y
    reflexiva.

    V. TEATRO UNIVERSAL Y
    LITERATURA PANAMEÑA

    Como se planteó con anterioridad, el teatro y
    la literatura están necesariamente vinculadas y comparten
    casi la misma intencionalidad. Conviene hacer referencia al hecho
    que en nuestra historia cultural muchos han sido representantes
    de esa confluencia de la dramaturgia y la literatura.
    Adicionalmente, cada una de estas artes ha sido beneficiada por
    la otra, lo que supone una reciprocidad valiosa en el campo de la
    expresión. El teatro, tal como lo sustentara García
    Lorca (1935 citado en Tusón y Lazaro, 1985), "es uno de
    los más expresivos y útiles instrumentos para la
    edificación de un país y el barómetro que
    marca su
    grandeza o su descenso", y tal afirmación nos sirve para
    atribuirle a la literatura el compromiso de proyectar las ideas a
    través del tiempo y el espacio.

    Habiendo resaltado el papel de la dramaturgia y
    literatura panameñas, es apropiado voltear la mirada hacia
    la magnanimidad del teatro universal y reconocer en él
    aquellos aspectos que fecundaran y motivaran la creación
    literaria nuestra. Bien conocidos son los legados de Shakespeare, de
    Moliere o de Lope de Vega, que han calado poderosamente en la
    ideología de filósofos, ensayistas y escritores
    alrededor del mundo. Particularmente, el teatro español
    representó un arquetipo que prevalecería por casi
    tres siglos en nuestro país y que talvez dejaría
    una huella profunda en nuestra cultura. Lo que se trata de
    recalcar es que el teatro universal significó; por
    ejemplo, un ataque contra todo exceso a nivel social, un medio
    hacia la sensibilización humana o una metáfora
    basada en la vida misma. De hecho, García (1958) afirma lo
    siguiente:

    "…el teatro, que, además de enriquecer sus
    posibilidades como ‘espectáculo’, deja de
    ser un reflejo de las costumbres de la época, al aspirar
    a darnos una visión estilizada y profunda de los
    problemas
    que afectan al hombre."

    Es precisamente esta última afirmación
    que nos sirve de argumento que justifica el rumbo que nuestra
    literatura ha tomado y que caracterizaría a las letras
    panameñas a lo largo del último siglo. Al respecto,
    podemos citar las palabras de Villarreal Castillo
    (2002):

    "La literatura panameña durante casi todo el
    siglo XX estuvo comprometida con la historia patria, pues han
    sido tantos los sufrimientos experimentados por el país,
    que los literatos, en gran medida, tan solo acataron a
    recrearlos en sus obras".

    Los dramas recogidos por nuestra literatura adquieren
    una longevidad sublime que incluso puede considerarse patrimonios
    ideales que se integran igualmente a nuestra historia y nuestra
    cultura. Y es que esa afinidad entre el teatro y la literatura,
    en sus calidades de interpretes de los conflictos humanos,
    difícilmente podría dejarlos cometer anacronismos.
    Aún sin los elementos ornamentales que caracterizan al
    teatro, como a la poesía, la intención del autor
    siempre tiene como norte la expresión de su interioridad
    con respecto a su visión empírica del mundo que es
    su entorno inmediato. Ciertamente, sobre esto, Rodríguez
    (2002) señala lo siguiente:

    "El escritor, como sujeto cultural, es autor y
    actor de una cultura geográfica e históricamente
    condicionada, pero siempre es un sujeto sospechoso. Su
    orientación y fijación de rasgos identitarios no
    lo hace al margen de su propia inserción social, y del
    lugar y del papel que le han sido otorgados como sector dentro
    de la sociedad".

    Joaquín Beleño, José Franco y
    Antonio Moscoso Barrera han sido considerados máximos
    representantes de la tendencia literaria a la que Villarreal
    Castillo hace alusión. Sus obras, que giran principalmente
    en torno a la
    efervescencia política y las lucha por la soberanía a lo largo del siglo XX,
    consolidan el papel de las letras a favor de esa estilizada y
    profunda visión con respecto a los conflictos en nuestro
    escenario nacional. La dramaturgia, tal como hemos insistido,
    tiene en común el mismo fin e incluso nuestro teatro ha
    servido para corporizar lo que nuestra literatura narra. Puede
    entonces comprenderse como ambas artes, en matrimonial
    relación, pueden procrear formas artísticas
    arraigadas en una dimensión más completa y
    estilizada.

    CONCLUSIÓN

    El teatro como hecho cultural es una forma
    artística que trasciende los límites de
    la estética. Las salas de teatro no
    constituyen un claustro inquisitivo que cercene el alcance del
    arte histriónico. El teatro guarda, sin pecar de falaces,
    estrecha relación con la evolución histórica y se ha
    constituido en el reflejo alegórico del hombre y la
    sociedad. Es el teatro nuestro, particularmente, una
    manifestación artística que se alimenta de los
    dramas reales que se desarrollan en nuestro suelo, tratando
    de aliviar el peso de los modelos
    artísticos foráneos imperantes antes del nacimiento
    de nuestra patria. Es nuestro teatro también arte
    dependiente de la fecundidad literaria en nuestro país a
    lo largo del último siglo, comprometiéndose ambos
    en resaltar nuestra identidad
    nacional.

    Es, de hecho, innegable el papel de la actividad
    teatral nuestra que ha sabido como aflorar en gran parte gracias
    al empeño y esfuerzo de panameños entregados al
    arte. Dramaturgos, escritores, directores, actores y demás
    personas vinculadas con el teatro forman una élite que
    hacen de este arte un medio para la comunicación
    social y un instrumento que puede despejar la conciencia de
    cada individuo con respecto a su entorno inmediato. En otras
    palabras, el teatro y tienen una doble responsabilidad que involucra la proyección
    artística de la realidad y la concienciación
    colectiva sobre aquellos conflictos que repercuten en nuestro
    diario vivir. Susténtase así la función
    del teatro como práctica que grafica los ascensos y
    descensos de nuestra sociedad en nuestro escenario
    existencial.

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    Realizado por:

    Alcides Núñez

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