Historia del teatro en
Panamá
Antecedentes Del Teatro
Panameño
Influencia del Teatro en la
Sociedad Educativa Panameña
Teatro Universal y Literatura
Panameña
Generalmente, el teatro es visto
como un punto donde se fusionan elementos artísticos dando
lugar a una forma de arte que reclama
la atención de casi todos nuestros sentidos.
Tan impresionante es la historia del teatro cuyo
origen se remonta a épocas antiquísimas y ha
evolucionados junto con las civilizaciones forjadas por el hombre. El
teatro es pues motivo de fascinación y a la vez de
inquietud y ha sido a veces considerado como prueba que da
testimonio de la capacidad creativa del hombre. En
particular, el teatro, así como ha dejado huellas
indelebles en muchas naciones alrededor del mundo, igual lo ha
hecho en nuestra cultura e
historia.
Sin embargo, son pocos los esfuerzos dirigidos a
desvelar el papel de la
actividad teatral en nuestro país, pero aún
así son valiosos intentos que arrojan luz sobre la
trayectoria de la actividad teatral nuestra. No es la
intención de este estudio ser un compendio fidedigno de la
historia de nuestro teatro ni tampoco una aproximación
sintetizada de la misma. De hecho, lo que se pretende ofrecer es
una comprensiva visión panorámica de nuestro teatro
y su papel en
nuestro accionar socio-cultural. Es entonces el teatro
panameño materia que
ocupa ahora nuestra atención y razón para acopiarnos de
nociones que nutran nuestra comprensión sobre el
mismo.
La historia del teatro, sin lugar a duda, es una de
las más extensas y enigmáticas. De hecho podemos
asegurar que el teatro es tan antiguo como el lenguaje,
sin ánimos de pecar de precipitados al respecto de tal
afirmación. Mucho se ha escrito y dicho sobre el arte
histriónico que muchos no dudan en atribuirle origen
helénico por excelencia. Los cultos a Dionisos, dios
selvático de la viña, son supuestos a haber sido
vitales en el fomento de la poesía
lírica y, consecuentemente, el teatro. Dícese
además que fue Tespis, un poeta nacido hacia el año
580 a.C., quien ejecutara las primeras manifestaciones
dramáticas en Grecia. Sin
embargo, a través de los años, han surgido nuevas
pruebas que
demuestran que la actividad teatral se remonta casi al año
8 mil a.C., más allá del territorio
helénico, específicamente en Mesopotamia.
Incluso los egipcios tuvieron manifestaciones teatrales rituales
desde el año 2500 a.C., pero no es nuestro
propósito establecer un punto de partida preciso para este
arte, considerado la más vieja de las
profesiones.
A diferencia de las otras manifestaciones
artísticas propias del hombre, el
teatro es la más dinámica puesto que representa la
conjugación del movimiento, el
color, la palabra
y la música.
Es una expresión que, según Ávila (1985); se
materializan antes los ojos del espectador y es un hecho
impredecible, que nace del hombre: su ingrediente principal.
Adicionalmente, afírmase que el teatro es el instrumento
infalible que proyecta de manera vívida los conflictos
humanos, las creencias e incluso el producto
ficcional de mentes por musas seducidas. En otras palabras, el
teatro puede considerarse como un medio que recrea los
constructos de la creatividad
humana.
Hablar de teatro no es simplemente subordinarse a
llanas definiciones que tienden a reducir el concepto a
connotaciones que no son fieles a su alcance verdadero. El teatro
representa una dimensión paralela a la realidad que ha
evolucionado a la par con la humanidad y ha formado parte crucial
en el acervo cultural de muchas naciones. Concretamente; nuestro
país, aunque inicialmente indiferente a este arte, da
señales modestamente significativas de apreciación
al teatro que en estos últimos cien años no han
pasado desapercibidas. Por tal razón, podemos decir que el
teatro en nuestro país supone una expresión
artística vinculada estrechamente con el folklore y la
alegoría clásica que dicho arte
abraza.
II. ANTECEDENTES DE
NUESTRO TEATRO
El teatro panameño como manifestación
artística es un renglón de gran interés
para aquellos estudiosos que tratan de hacer un acercamiento
sobre su impacto y trayectoria. El teatro en nuestro país,
a diferencia de aquel en otros países que formaban parte
del viejo mundo conocido, dista mucho en cuanto a la magnitud de
sus primeros pasos. De hecho, con la llegada de las empresas
"descubridoras" auspiciadas por reyes y gobernantes europeos,
nuestro continente, en general, hace aparición en el
conocimiento humano de la época. Podríamos
entonces decir que la producción artística en nuestros
pueblos sólo fue documentada posterior al establecimiento
de las primeras poblaciones en el nuevo mundo. Particularmente,
las manifestaciones artísticas de nuestro país,
especialmente el teatro, yacieron en la oscuridad del
desinterés por muchos años. De hecho, dícese
que el teatro en nuestro país es "un área de
estudio abundante en lagunas y en contradicciones"
(Rodríguez, 1984) que varios estudios sólo pueden
contribuir en su clarificación.
A. PRIMERAS FORMAS DRAMÁTICAS
Al referirnos a los antecedentes del teatro en nuestro
país resulta necesario echar una mirada a aquellos
capítulos de nuestra historia que no reposan en
páginas escritas sino más bien en las
manifestaciones culturales de nuestros grupos
indígenas. Varios investigadores han hecho referencia
sobre las así llamadas formas dramáticas propias de
los grupos
indígenas existentes en nuestro país. Incluso
dichas formas han sido considerada un área que antecede a
la emergencia formal de la producción teatral en nuestro país
aunque completamente desligadas de ésta debido a las
radicales diferencias entre ambas en términos de
significado, contenido y valor
artístico. Sobre el tema, Rodríguez (1984) afirma
que aún cuando los grupos indígenas que existen en
nuestro país son nuestros contemporáneos, sus
mismas características de tradición en sus
ceremonias constituyen actos que vienen celebrándose desde
hace tiempo y en los
cuales es evidente muy poca influencia occidental. A pesar de
este aspecto, considérase pertinente no obviar las formas
dramáticas de los grupos indígenas ya que las
mismas representan un testimonio viviente importante en el
estudio de nuestro teatro.
1. LOS GUAYMÍES
Este grupo
indígena, el cual puede encontrarse en regiones de las
provincias de Bocas del Toro, Chiriquí y Veraguas,
desarrollan ciertos ritos y fiestas que son parte de su cultura y que
sin duda eran practicadas por sus antepasados, aún antes
de la llegada de los españoles. Entre los ritos y fiestas
practicadas por los guaymíes, y que aún subsisten,
las más conocidas incluyen:
- La Claria o La Clarida: Considerada la
fiesta más misteriosa y desconocida de los
guaymíes, la misma se lleva a cabo en noches de luna y
en lugares apartados. Dicha práctica tiene como fin
celebrar el paso de los jóvenes a la edad adulta y,
por lo tanto, la presencia de mujeres o extraños se
prohíbe enérgicamente. Una vez congregados los
varones en una locación alejada, vendan a los
jóvenes y los abandonan hasta una hora
específica de la madrugada cuando los adultos,
disfrazados con máscaras y dando alaridos,
volvían a amedrentarlos. Aquellos ya maduros y fuertes
de espíritu que no se amedrentan son los que pasan a
la vida adulta mientras que los temerosos sufren la
vergüenza de no ser fuertes. - La Balsería: Tal vez la más
conocida de las prácticas en el acervo cultural de los
guaymíes, ésta puede ser ceremonial o
deportiva. La primera modalidad tiene como fin celebrar la
prosperidad agrícola o para "jugar mujeres", mientras
que la segunda es ciertamente competitiva. - La Chichería: Esta consiste en una
celebración con respecto a la entrada a la pubertad de
la mujer
donde intervienen el baile y el canto y otras
alegorías, todo acompañado por el consumo de
bebidas fermentadas.
2. LOS KUNAS
Ocupando una gran porción de la comarca Kuna Yala
y las numerosas islas de la parte nordeste del país, los
kunas desarrollan prácticas donde se observan elementos
teatrales más notorios. Las fiestas de la pubertad como
Inna Uila, Namake, Ner Surba, entre otras, consisten en diversos
cantos que describen acciones que
son protagonizadas por varios participantes. Adicionalmente, los
kunas desarrollan otras festividades que celebran otros aspectos
de la vida cotidiana como la cacería, las cuales consisten
en cantos descriptivos.
3. LOS CHOCOES
Éstos ocupan regiones selváticas y
ribereñas de la provincia de Darién. Son
espiritistas y al igual que los kunas y los guaymíes
cuentan con ceremonias y ritos de iniciación de la
pubertad femenina. Además, cuentan con ceremonias de
invocación de espíritus pidiendo protección
cuando realizan actividades como la cacería, la pesca,
construcción de viviendas y la agricultura.
B. PRESENCIA ESPAÑOLA EN EL
ISTMO
Según historiadores, en el que sería su
cuarto y último viaje, el genovés Cristóbal
Colón llega a costas panameñas después de
haber explorado el litoral de la América
Central Ístmica, desde Honduras, en 1502. Habiendo hecho
un recorrido desde la Bahía Caribaró o Almirante
hasta la Bahía de Portobelo, regresa a la costa norte de
Veraguas, donde funda la primera población española en tierra firme.
Sin embargo, dicha población fue destruida casi inmediatamente
por los guaymíes, en gran parte debido a la codicia y
abuso de los colonizadores españoles.
Lo anterior es obviamente de interés
para estudiosos de nuestra historia o investigadores que tratan
de recrear un cuadro panorámico de los hechos más
importantes de la humanidad. Particularmente, para nuestro
enfoque sobre el teatro en Panamá es
necesario hacer referencia sobre la presencia de colonizadores en
nuestro territorio ya que los mismos pusieron gran parte de la
región latinoamericana en el mapa. Ciertamente, debe
recalcarse el hecho de que la mayoría de los colonizadores
que incursionaron en el nuevo mundo no eran representativos de
las clases educadas de los países que patrocinaban las
expediciones. Tal como se hace alusión en el párrafo
anterior, la codicia y el abuso por parte de los colonizadores
eran la nota característica de la presencia
española en América
Latina.
En 1501, con la llegada a Panamá de
Rodrigo Galván de Bastidas, motivado por los interesantes
"descubrimientos" en el nuevo mundo, se dio inicio al periodo
hispánico, significando además la
incorporación del Istmo a la Historia
Universal. Sin embargo, a pesar del papel de Galván de
Bastidas en el territorio panameño, las manifestaciones
artísticas tardaron varios años para que empezaran
a aflorar. Al respecto, Ávila (1985) planteó lo
siguiente:
"Desconectada la población flotante y las
actividades mercantiles de las Ferias de Portobelo y del enlace
terrestre, a través del Istmo, entre las flotas de uno y
otro océano, nada socialmente apreciable podía
haber en ella, la actividad cultural se limitaba a la
rudimentaria de algunas escuelas eclesiásticas y la
literatura
naturalmente no existía".
En otras palabras, lo realmente importante para ese
entonces era el enriquecimiento personal en la
mente de aventureros y buscadores de
fortunas que viajaban desde Europa,
reduciendo drásticamente las posibilidades para el auge de
la cultura en el Istmo. Agrega Ávila que la actividad
teatral a inicios del periodo hispánico se limitaba
entonces a la canturria de coplas, romances y décimas, por
parte de aquellos hombres con talento que ocasionalmente
transitaban por Portobelo por motivo de las ferias mercantiles
que allí se celebraban.
Tal como hemos dicho, la actividad cultural e el Istmo a
principios del
siglo XVI era extremadamente mínima. La falta de riqueza
apreciable y el hostil clima
istmeño, complementados con el afán de riqueza o el
espíritu de curiosidad o de aventura de extranjeros,
fueron factores decisivos que coadyuvaron al abandono cultural en
nuestro territorio. Posteriormente, la actividad cultural da sus
primeros pasos a lo largo del siglo XVI y continua floreciendo.
Consecuentemente, el teatro también se vio favorecido por
el despertar de las artes a partir de la primera mitad del siglo
XVI.
A. EL TEATRO MISIONERO
Según varios escritos, fueron los frailes, o
curas, con su labor evangelizante, los que iniciaron la
titánica tarea de civilizar a América. La presencia de misioneros en el
Nuevo Mundo significaría la aparición de las
primeras actividades culturales, dentro de las cuales cae lo
teatral. Inicialmente fiel a las formas del teatro medieval
europeo, el teatro misionero se caracterizó luego por la
influencia indígena, lo que supuso una corriente diferente
a aquella conocida en España. Se
afirma que el teatro misionero se basaba en los autos
sacramentales, los cuales fueron perdiendo su carácter
original con el tiempo. Se dice
además que el teatro misionero se apoyaba en piezas que
los mismos misioneros escribían y dramatizaban para los
indios para inculcarles los principios del
catolicismo.
Otra característica del teatro misionero era que
el mismo no radicaba en lo literario ya que los frailes lo
empleaban como un método de
cristianización con los indígenas. A pesar de ello,
vale reconocerse el papel del teatro misionero con respecto al
Auto de los Reyes Magos, los Moctezumas, los Grandiablos, etc.
Aun cuando la Iglesia
depurara el teatro misionero en nuestro continente debido a la
influencia indígena que lo caracterizaba, el mismo
representaría un adelanto significativo en lo teatral.
Incluso dichas manifestaciones se incorporaron al acervo cultural
de nuestro país, específicamente en las provincias
de Herrera y Los Santos, donde dichas actividades aun subsisten e
impresionan por sus elementos coreográficos y
estructurales.
B. PRIMEROS ACONTECIMIENTOS TEATRALES
Las primeras manifestaciones teatrales en nuestro
país, de parte de los curas o sacerdotes instalados en las
misiones, tuvieron principalmente fines evangelizadores, sin dar
mucho énfasis en lo estético o lo recreacional.
Casi 30 años después de la llegada de Rodrigo
Galván de Bastidas al Istmo, según el historiador y
educador Rodrigo Miró (1971), se lleva a cabo la primera
expresión dramática (conocida como El Juego de Moros
y Cristianos) de que dan cuenta nuestros anales
históricos. Dicho acontecimiento, el cual marca el inicio
formal del teatro como modalidad de entretenimiento, tuvo como
escenario la Villa de Acla, en el mes de septiembre en el
año de 1532, por motivo de la visita de importantes jefes
indígenas de la Culata de Urabá. Sobre esta
expresión dramática, en una charla ofrecida en la
Universidad de
Panamá la noche del 9 de febrero de 1971, Miró
describe lo siguiente:
"…EL Gobernador invitó a los principales a
comer, y como manifestaban interés por ver a los
cristianos bailar, mando traer unos atabales, un pandero, unas
flautas y unos platillos, e hizo venir a unos negros que
sabían tocar muy bien esos instrumentos. Y los jefes
indígenas fueron satisfechos en su
curiosidad".
El Juego de Moros
y Cristianos representado en 1532 es considerado como el primer
acontecimiento teatral en Panamá, pero el mismo tuvo
orígenes en España
donde se le denominada una practica común con fines
evangelizadores (Rodríguez, 1984). Posterior a este hecho,
se da una segunda representación, según
Miró, en la ciudad de Panamá por motivo de la
visita del Primer Virrey del Perú, Blasco
Núñez Vela, 1544. durante su breve estancia se
recitó una comedia para entretener al importante personaje
que solamente se encontraba de paso por nuestro
país.
Ambos acontecimientos teatrales tal vez fueron punto de
referencia que hayan motivado la producción teatral a
cierta escala, e incluso
pudieron haber sido un aliciente para que las actividades de
orden artístico e intelectual fueran abriéndose
paso. Al respecto, Rodríguez (1984) afirma:
"…la verdad de que estos acontecimientos son los
primeros es relativa. Se resaltan porque son los que constan en
las paginas de los cronistas que junto con la inculta
soldadezca, los frailes y capitanes, describieron sus visiones
de este mundo maravilloso y extraño. Claro, por ser
ellos los primeros en escribir lo nuestro, son dignos de fe y
de credibilidad".
C. EL TEATRO DURANTE LA ÉPOCA
COLONIAL
La historia nos revela que la empresa de la
conquista culmina en nuestro país con la
Gobernación de Pedro Vásquez de Acuña en
1539 y se inicia entonces la época colonial. La llegada de
los españoles significó una inyección
cultural y racial que varios historiadores han sostenido a lo
largo de los años. La actividad teatral durante los siglos
siguientes es supuesta a estar aun orientada hacia la
cristianización del Nuevo Mundo, pero son de importancia
artística algunos acontecimientos en cuanto a dicha
actividad en nuestro país, a los cuales nos referimos en
orden cronológico:
- 1612: Aparece la figura del panameño Pablo
Crespillo de Oralle (también conocido como Pablito)
cuyo talento dramático lo llevo a actuar en México. Junto a su esposa, Juana de
Escobar, forma un elenco de varias compañías.
Poco se sabe de este personaje debido a las escasas
referencias sobre el pero su papel como profesional del arte
histriónico merece ser mencionada. - 1747: Se da una actividad teatral significativa en
el Istmo con motivo de la solemne proclamación de
Fernando VI, en cuya oportunidad el gremio de sastres hizo
representar las comedia Lances de Amor y
Fortuna (de Pedro Calderón de la Barca), Solo Piadoso
Es Mi Hijo (de Juan de Matos Fragoso y otros) y El
Montañés Más Hidalgo. Esto es evidencia,
ciertamente, del afloramiento del espíritu teatral
para esa época. - 1790: Se representan comedias en fiestas celebradas
en la Ciudad de Panamá con motivo de la
proclamación de Carlos IV. - 1809: Se monta en Penonomé una pieza
dramática llamada La Política del Mundo. Dicha pieza era una
tragedia en tres actos y en verso de segura atribución
a un panameño, Víctor de la Guardia y Ayala.
Esta tragedia criticaba alegóricamente la
invasión francesa de la península y elogiaba al
rey Fernando, El Deseado.
El periodo anterior a la independencia
de Panamá de España puede describirse como un lapso
de nuestra historia en que las estructuras
sociales convulsionaban debido en gran parte a las irreversibles
trasformaciones en tales aspectos como la política, la economía y la
cultura. La fidelidad a la Corona Española
respondía a razones especiales vinculadas a nuestra
posición estratégica. Por tal razón, la
actividad teatral estuvo sujeta a modelos
europeos y en honor a reyes. Sin embargo, es justo al final de
esta época cuando se da forma a la primera obra de
autoría panameña, lo cual puede interpretarse como
un llamado a la producción artística de nuevas
generaciones de escritores en anos siguientes.
D. EL TEATRO DURANTE EL PERIODO
POST-INDEPENDENTISTA
Con la independencia
de Panamá de España en 1903 y nuestra casi
inmediata unión a la Gran Colombia debido a
la necesidad de respaldo al movimiento de
libración, para garantizar la recién adquirida
independencia, y la cesación de las concesiones
mercantiles hechas al Istmo por la Corona Española. Sin
embargo, estos cambios políticos radicales en nuestra
historia no alteraron la afición de los panameños
por el teatro. Sostiene Miró (1971) que la actividad
teatral era principalmente motivada por diversos hechos que
sucedieron a nuestra independencia de España, tales como
la Victoria del General Padilla en Maracaibo (1823) y la Victoria
de Ayacucho (1824), los cuales eran de interés para la
Gran Colombia y, por
lo tanto, para Panamá con departamento recién
adherido. Las funciones
teatrales se realizaban como parte de celebraciones alusivas a
aquellos eventos. De
hecho, podemos referirnos a algunos eventos que
tuvieron impacto definitivo en nuestro teatro, los cuales se
presentan en orden cronológico:
- 1832: Se pone en escena la obra titulada Oscar,
basada en los poemas de
Ossian para celebrar la vigencia formal de la Constitución de la Nueva Granada en la
Plaza de la Catedral. - 1850: Aparece la figura de Mateo Furnier, actor y
empresario español, quien inaugura el primer teatro
de la ciudad, presentando la tragedia Alfonso Munio de
Gertrudis Gómez de Avellaneda. Dícese que este
acontecimiento fue claro antecedente del auge escénico
en Panamá. - 1853 y 1857: Se montan obras dramáticas (Dios
y Ayuda y Felipe) por iniciativa de grupos aficionados,
demostrándose el interés de los panameños
por incursionar en el campo del arte
histriónico. - 1865-1867: Se presentan en nuestro país las
compañías de Mateo O’Loglin y de Torres y
Luque, lo cual representa la presencia de foráneos
haciendo teatro en este periodo. - 1875-1876: Se intenta poner el arte
histriónico panameño en alto por medio de la
Compañía Dramática de Aficionados,
dirigida por Don Carlos Cucalón, considerado como una
personalidad
importante en el ámbito teatral en nuestro país a
fines del siglo XIX. - 1876: Se estrena la obra Amor y
Suicidio,
segunda pieza de autoría panameña, después
de La Política del Mundo. Dicha obra, escrita por
José María Alemán, se basaba en el
infortunado amor del Dr. Tomás Argote. - 1885 y 1886: Escribe para el teatro Federico Escobar,
el poeta obrero, las obras La Ley Marcial y
La Hija Natural.
Particularmente, se ha considerado esta época
como fructífera para el teatro panameño. Sin
embargo, con la quiebra de la
Compañía del Canal Francés se dan
situaciones que tendrían un efecto definitivo en nuestra
historia al final del siglo XIX, significando un letargo para
actividades en cualquier orden en nuestro país. De hecho,
afirma Rodríguez (1984) que la actividad teatral marchaba
al compás de los cambios en lo político, lo
económico y lo social de aquel entonces. Afirma luego que
"el comportamiento
teatral era producto de la
sociedad que
se estaba formando".
E. EL TEATRO DURANTE EL SIGLO XX
Para inicios del siglo XX, el Istmo había sido
desolado por la Guerra de los
Mil Días, lo que significó cambios profundos que
darían lugar a nuestra separación de la Gran
Colombia. La sociedad en aquel
entonces experimentaba dichos cambios, viéndose afectados
diversos renglones incluyendo lo artístico. Los primeros
años de nuestra vida republicana fueron cruciales para el
despegue de nuestro teatro de modo formal. A lo largo de cien
años se fue acentuando nuestro arte histriónico,
aderezado por acontecimientos que definitivamente tuvieron
trascendencia para el mismo.
1. EL TEATRO NACIONAL
No podemos siquiera pensar en obviar la importancia que
el Teatro Nacional ha tenido para la actividad teatral
contemporánea en nuestro país. El mismo representa
un ícono en nuestra antología cultural que ha sido
considerado uno de nuestros principales centros culturales. Fue
en 1904 cuando nuestra primera Convención Nacional,
presidida por Pablo Arosemena, emitió la Ley 52 por medio
de la cual se ordenaba construir dicho edificio, bajo el gobierno de
nuestro primer presidente Dr. Manuel Amador Guerrero. Construido
sobre lo que antes era el convento e iglesia de las
monjas de la Concepción durante el periodo colonial, el
Teatro Nacional fue inaugurado el primero de octubre de 1908,
coincidiendo con la toma de posesión de Don José
Domingo de Obaldía como presidente de la
República.
Inicialmente, el Teatro Nacional tuvo un gran apogeo
hasta 1930. Diversas compañías de teatro, de
danza, de
ópera, orquestales y demás que venían de
diversos puntos del globo se daban cita en este sitio para el
deleite de una selecta muestra de
individuos muy reducida. Sin embargo, la gran depresión
mundial de los años 30 a raíz de la Primera Guerra
Mundial provoca el decline de su apogeo inicial. Cabe notarse
que para esos años pocos fueron los nacionales que
estuvieron involucrados en la actividad teatral. No es sino hasta
finales de esa década, específicamente en 1937,
cuando se presentó por vez primera La Cucarachita Mandinga
de Rogelio Sinán, justo cuando el Teatro Nacional
atravesaba su periodo crítico.
Posteriormente, la actividad en el Teatro Nacional
resurge a cierto nivel en parte debido a la intervención
de figuras célebres de la época que nuestra
historia recuerda. Uno de ellos, aquel que fuera elegido
presidente por primera vez en 1940, el Dr. Arnulfo Arias, hizo
reacondicionar este edificio. De hecho, esto no fue suficiente
como para que el Teatro Nacional retomara el auge inicial que
tuvo. Por otro lado, la actividad teatral era muy regular y se
desarrollaba en otros escenarios lejos este coliseo. Es en este
periodo, además, que surge la figura de Anita Villalaz,
quien fundó una compañía teatral que luego
se presentaría en el Teatro Nacional por motivo de su
quincuagésimo aniversario.
Los siguientes quince años fueron amargos para el
Teatro debido a la casi nula actividad teatral. No fue sino en
1974, cuando se crea el Instituto Nacional de Cultura mediante la
Ley 63 del 6 de junio de ese mismo año, que el Teatro
Nacional es reinaugurado dando así renovados bríos
al arte histriónico panameño, el cual ha crecido
notablemente en las últimas tres décadas. Sobre la
historia del Teatro Nacional, Rodríguez (1984) expresa lo
siguiente:
"Este teatro ha tenido épocas brillantes y
tristes épocas de multitudes y épocas de
soledades. Ha persistido con su historia sin opacar ni ocultar
la de otros lugares, que más modestos, han hecho del
teatro un eslabón de estudio en la historia de la
cultura panameña".
2. PRECURSORES DE NUESTRO TEATRO
Durante sus primeros 25 años de vida, el Teatro
Nacional fue escenario para varios artistas foráneos que
deleitaron a la clase pudiente de la época, pero el mismo
sería luego considerado nuestro primer coliseo en la
creación de una tradición cultural panameña.
Las primeras manifestaciones grupales musicales en nuestro
país fueron acogidas generosamente, incluyendo la primera
orquesta sinfónica que existió en Panamá, la
cual fue protagonista de magnos sucesos artísticos
aún sin igualar entre 1912 y 1915, según Brenes
(1984). En particular, los siguientes años en la historia
del Teatro Nacional sirven de referencia para hacer
alusión al trabajo de aquellos que bien pueden ser
considerados los iniciadores del teatro en Panamá. Entre
ellos podemos mencionar a algunos que con sus esfuerzos
contribuyeron a pavimentar el camino para las siguientes
generaciones de dramaturgos, directores y actores:
Rogelio Sinán: Se le atribuye la
autoría y puesta en escena de La Cucarachita Mandinga
entre 1937 y 1938, marcando un suceso sin precedentes en la
historia del
arte nacional por su mérito artístico y la
acentuación de lo vernacular y lo folklórico.
Sinán, cuyo verdadero nombre fue Bernardo
Domínguez Alba, representó una forma de
rebelión contra las formas tradicionales de la poesía existente y la primera
manifestación dramatúrgica que logro plasmarse
escénicamente en la primera mitas del siglo XX. La labor
de Sinán fue determinante en años siguientes en
el fomento de nuestro teatro y la literatura.
Anita Villalaz: Nacida en Bogotá y una
vez profesora del Conservatorio Nacional de Música y
Declamación, descolla en el teatro y crea una
compañía que logra ubicarse en el mapa
artístico de nuestro país. Incluso hay quienes la
consideran la primera de nuestras mujeres que se destaca en el
arte de la actuación. Interpretó obras de
García Lorca, Jacinto Benavante, Marcel Pagnol, Shakespeare,
entre otros, motivando el espíritu artístico en
la ciudad de Panamá. Adicionalmente, participó en
la primera telenovela nacional en Panamá producida en
1964 y la cual se denominaba En La Esquina del Infierno,
escrita por Aurelio Paredes.
Ramón María Condomines: Junto a
Sinán, realizó labores importantes durante el
periodo de resurgimiento del Teatro Nacional. Bajo su dirección se forma el Teatro Experimental
de Panamá, grupo en que
se da la mayor cantidad de teatristas panameños. Monta
su obra Misterios de la Pasión, mejor conocida como El
Gran Drama, considerado uno de los espectáculos
más aplaudidos a fines de los años 70.
Miguel Moreno: La participación de
Miguel Moreno en el fomento de nuestro teatro se hizo notoria
con la fundación del Teatro Club y el Teatro Estudiantil
Panameño en 1961, significando así una iniciativa
encomiable en inculcar el arte teatral en los jóvenes de
la época.
José A. Díaz: Reforzó
notablemente el movimiento teatral universitario, el cual
apenas había comenzado a desarrollarse en la
década del 60. Contribuyó a acrecentar las
nociones sobre arte dramático y ha definir las
características del Teatro Universitario que se
mantienen imperecederas.
José Ávila: Tal vez una de las
figuras más prominentes de nuestro teatro.
Dirigió el Círculo de Arte Dramático de
Panamá y fomentó la actividad teatral en la
capital. Se
le atribuye la autoría de muchas obras que él
mismo montaba y varios estudios dirigidos a resaltar la
importancia de nuestro teatro.
3. AUTORES REPRESENTATIVOS DE NUESTRO
TEATRO
La dramaturgia panameña adquiere notoriedad en la
segunda mitad del siglo pasado, en gran parte debido al Concurso
Ricardo Miró, bautizado así en honor a ese
grandioso diseñador de rimas inmortales que han
glorificado a nuestra patria. Dicho concurso ha sido visto como
la única salida para el dramaturgo panameño que
pretende hacer llegar su trabajo a un público mayor. Desde
1953, cuando se instaura la sección teatro en el
mencionado certamen que premia el esfuerzo de nuestros artistas
en las bellas artes, han sido galardonadas más de 75 obras
y casi menos de la mitad han sido llevadas a escena. Hacemos
alusión al Concurso Ricardo Miró ya que mismo nos
sirve de referencia para notar a aquellos dramaturgos
panameños que han descollado en el campo y han contribuido
a definir la actividad teatral nuestra. Entre los autores
más representativos, y algunas de sus obras,
tenemos:
- Rogelio Sinán: La Cucarachita Mandinga,
Chiquilinga, El Desquite de Caperucita Roja. - Renato Ozores: Un Ángel, La Fuga, El Cholo,
Una Mujer
Desconocida. - Mario Riera Pinilla: La Montaña Encendida,
Entre Ellas. - Ernesto Endara: ¡Ay de los Vencidos!, La Mujer de
Sal, El Trono, El Gran Rey de Corazón
Negro, Una Bandera. - Dora Pérez de Zárate: Niebla al
amanecer, La Fuga de Blanca Nieves. - Miguel Moreno: Ayara, Fugitiva de la Gloria, El
Triunfo de la Cenicienta, Secretarias Perfectas. - Carlos García Moreno: El Minotauro, Celeste
por mañana, La otra cara del sol - José de Jesús Martínez: El
mendigo y el avaro, Aurora y el mestizo, La Ciudad, Roberto,
Cero y van tres, Baby Baby, La Guerra del
Banano. - José Ávila: La Búsqueda,
Ejercicio para tres, Acaso un día Miguel. - Agustín del Rosario: Un día de lirios o
los Bellos Días de Isaacs, A veces esa palabra libertad. - Eustorgio Chong Ruiz: Detrás de la noche,
Después del manglar. - José Franco: Redobles al amanecer.
- Raúl Alberto Leis: Viaje a la salvación
y otros países, El niño de
Macúa. - Alfredo Arango: Pepita de Marañón, El
Entierro de la Sardina, Hay que corromper al Presidente, Tin
Marín. - Edgar Soberón Torchía:Yo quiero ser
artista.
Resulta verdaderamente fascinante la cantidad de obras
de autoría panameña producidas a lo largo de los
años. Una considerable cantidad de ellas ha sido puesta en
escena en diversas salas de teatro como El Teatro en
Círculo (fundado por Isabel de Nachio), el Teatro La
Cúpula, entre otros. Otras obras han sido escenificadas
por diversos grupos teatrales formales, entre los que se cuentan
Los Trashumantes (fundado por Roberto Mckay), Los Mosqueteros
(dirigido por Ricardo Gutiérrez), entre otros, y grupos
independientes, entre los cuales podemos mencionar la Junta
Teatral Victoriano, La Compañía América, ABA
Producciones Artísticas (fundada por Aurea Horta), entre
otros. Evidentemente, la actividad teatral en las últimas
tres décadas del siglo pasado se ve acentuada notablemente
por la aparición de diversos grupos teatrales.
Los autores panameños han tenido y tienen como
fuentes de
inspiración diversos aspectos que van desde lo cotidiano
hasta lo puramente ficcional. Sin embargo, merece ser recalcado
que los motivos de muchos dramaturgos, tanto de antaño
como los de hoy en día, se basan principalmente en la
necesidad de expresar artística y dinámicamente
inquietudes sociopolíticas y de presentar a manera
vívida tales aspectos como la violencia
interfamiliar y urbana, la falta de seguridad y el
sentimiento general de molestia en la ciudadanía; y la
angustia existencial. Si bien es cierto que varios autores se han
valido del teatro para resaltar lo folklórico y lo
vernacular, también debemos reconocer que ha habido
autores que han hecho uso de este arte con el fin de parodiar
cuestiones éticas en el sector sociopolítico.
Podemos aseverar entonces que el dramaturgo panameño
contempla diversas intenciones que se materializan a
través del arte teatral.
A este punto podemos atrevernos a decir que nuestro
teatro no es enclaustra en la dimensión de los amores
trágicos o del heroísmo hiperbólico. Nuestro
teatro más bien pretende hacer una aproximación con
respecto a los dramas reales a través de un prisma
artístico. Podemos incluso decir que nuestro teatro tiene
casi la misma intencionalidad que la literatura panameña
abraza. La
motivación del autor reside categóricamente en
presentar el lado intimista humano en las tramas intrincadas
dentro del amplio panorama de la realidad.
IV. INFLUENCIA DEL
TEATRO EN LA SOCIEDAD EDUCATIVA
PANAMEÑA
Tradicionalmente, los productos
culturales constituyen un área de imperiosa
resaltación cuando se trata del planeamiento
curricular a nivel educativo. Debemos aclarar que los así
llamados productos
culturales envuelven manifestaciones pictóricas, musicales
y dramáticas con vertiente folklórica y universal.
En otras palabras, el proceso
educativo que se desarrolla en nuestro medio dirige un cierto
porcentaje de atención a dichas manifestaciones agrupadas
bajo el titulo de Bellas artes. Particularmente, dícese
que el estudio del teatro raras veces forma parte de los programas
oficiales propuestos para el nivel de enseñanza primaria o secundaria. Esto tal
vez puede ser un factor critico que imposibilita un acercamiento
al arte histriónico causando su
‘invisibilidad’ ante la percepción
de un considerable sector de la población
estudiantil.
Aún cuando el arte dramático dista
considerablemente del lugar que ocupan la música y la
plástica como cursos
complementarios en los programas
oficiales educativos, el mismo es enfatizado compensatoriamente a
nivel superior especializado. Sin embargo, lo que aquí
realmente interesa es el impacto del arte histriónico
dentro de nuestra sociedad educativa. Según Contreras
(2002), el teatro es vital ya que permite el acceso a variadas
posibilidades por medio de practicas especializadas implicando el
autoconocimiento y desarrollo de
la capacidad expresiva y generando la riqueza artística.
Ya hemos dicho que el teatro constituye un instrumento
preponderante a favor de la expresión y la
proyección de ideales e interpretaciones en torno al quehacer
humano; metafóricamente materia prima
por excelencia de este arte, pero el mismo adquiere matices que
lo hacen imprimir modestamente su huella en los sectores
educativos.
Afirma además Contreras (2002) que el estudio
y practica del teatro permite acceder a entrenamientos valiosos
sin los cuales "la figura humana bosquejada a través del
proyecto
educativo quedaría incompleta y privada de sus funciones
contemplativas, críticas y estéticas". En base a
tal afirmación, la labor de uno de nuestros dramaturgos
más laureados, Miguel Moreno, de dar una formación
cultural y disciplinaria a la par con la académica t
técnica adquiere un profundo significado. La
formación y proliferación de grupos teatrales
universitarios y a nivel secundario en nuestro país son
muestra
evidente de reacciones tendientes a nutrir el espíritu
artístico como parte de la tarea educativa de ofrecer
instrucción integral al individuo.
El papel del teatro dentro de círculos
educativos apunta a específicos fines estrechamente
vinculados con las necesidades culturales del país.
Adquiere primacía entonces la connotación del
teatro como actividad humana que permite el acercamiento a los
legados universales de la dramaturgia y a aquellos que forman
parte de nuestro acervo. Adicionalmente, la influencia del teatro
en nuestra sociedad educativa puede expresarse en los siguientes
términos:
- Acentuación de la actividad teatral en sus
diversas manifestaciones (escolar, universitaria, aficionada,
profesional, etc.) - Desarrollo de la capacidad crítica y
creativa. - Autoconocimiento individual y
social. - Contacto con la tradición artística,
los conflictos
actuales y nuestro potencial
emotivo-intelectual..
En síntesis,
el teatro supone un medio propicio que puede complementar la
labor de formar integralmente al individuo. Ya que el teatro
representa una confluencia de diversas artes, no podemos
prescindir del valor del
mismo como actividad que puede desembocar en el enriquecimiento
de la apreciación artística en el educando. Se debe
dar lugar a la ampliación en el alcance del teatro a nivel
educativo ya que puede ser una alternativa valiosa que propenda a
la maximización de la apreciación cultural
colectiva. El teatro no es simplemente una manifestación
alegórica sino también un canal que nos pone en
contacto con nuestra parte íntima y
reflexiva.
V. TEATRO UNIVERSAL Y
LITERATURA PANAMEÑA
Como se planteó con anterioridad, el teatro y
la literatura están necesariamente vinculadas y comparten
casi la misma intencionalidad. Conviene hacer referencia al hecho
que en nuestra historia cultural muchos han sido representantes
de esa confluencia de la dramaturgia y la literatura.
Adicionalmente, cada una de estas artes ha sido beneficiada por
la otra, lo que supone una reciprocidad valiosa en el campo de la
expresión. El teatro, tal como lo sustentara García
Lorca (1935 citado en Tusón y Lazaro, 1985), "es uno de
los más expresivos y útiles instrumentos para la
edificación de un país y el barómetro que
marca su
grandeza o su descenso", y tal afirmación nos sirve para
atribuirle a la literatura el compromiso de proyectar las ideas a
través del tiempo y el espacio.
Habiendo resaltado el papel de la dramaturgia y
literatura panameñas, es apropiado voltear la mirada hacia
la magnanimidad del teatro universal y reconocer en él
aquellos aspectos que fecundaran y motivaran la creación
literaria nuestra. Bien conocidos son los legados de Shakespeare, de
Moliere o de Lope de Vega, que han calado poderosamente en la
ideología de filósofos, ensayistas y escritores
alrededor del mundo. Particularmente, el teatro español
representó un arquetipo que prevalecería por casi
tres siglos en nuestro país y que talvez dejaría
una huella profunda en nuestra cultura. Lo que se trata de
recalcar es que el teatro universal significó; por
ejemplo, un ataque contra todo exceso a nivel social, un medio
hacia la sensibilización humana o una metáfora
basada en la vida misma. De hecho, García (1958) afirma lo
siguiente:
"…el teatro, que, además de enriquecer sus
posibilidades como ‘espectáculo’, deja de
ser un reflejo de las costumbres de la época, al aspirar
a darnos una visión estilizada y profunda de los
problemas
que afectan al hombre."
Es precisamente esta última afirmación
que nos sirve de argumento que justifica el rumbo que nuestra
literatura ha tomado y que caracterizaría a las letras
panameñas a lo largo del último siglo. Al respecto,
podemos citar las palabras de Villarreal Castillo
(2002):
"La literatura panameña durante casi todo el
siglo XX estuvo comprometida con la historia patria, pues han
sido tantos los sufrimientos experimentados por el país,
que los literatos, en gran medida, tan solo acataron a
recrearlos en sus obras".
Los dramas recogidos por nuestra literatura adquieren
una longevidad sublime que incluso puede considerarse patrimonios
ideales que se integran igualmente a nuestra historia y nuestra
cultura. Y es que esa afinidad entre el teatro y la literatura,
en sus calidades de interpretes de los conflictos humanos,
difícilmente podría dejarlos cometer anacronismos.
Aún sin los elementos ornamentales que caracterizan al
teatro, como a la poesía, la intención del autor
siempre tiene como norte la expresión de su interioridad
con respecto a su visión empírica del mundo que es
su entorno inmediato. Ciertamente, sobre esto, Rodríguez
(2002) señala lo siguiente:
"El escritor, como sujeto cultural, es autor y
actor de una cultura geográfica e históricamente
condicionada, pero siempre es un sujeto sospechoso. Su
orientación y fijación de rasgos identitarios no
lo hace al margen de su propia inserción social, y del
lugar y del papel que le han sido otorgados como sector dentro
de la sociedad".
Joaquín Beleño, José Franco y
Antonio Moscoso Barrera han sido considerados máximos
representantes de la tendencia literaria a la que Villarreal
Castillo hace alusión. Sus obras, que giran principalmente
en torno a la
efervescencia política y las lucha por la soberanía a lo largo del siglo XX,
consolidan el papel de las letras a favor de esa estilizada y
profunda visión con respecto a los conflictos en nuestro
escenario nacional. La dramaturgia, tal como hemos insistido,
tiene en común el mismo fin e incluso nuestro teatro ha
servido para corporizar lo que nuestra literatura narra. Puede
entonces comprenderse como ambas artes, en matrimonial
relación, pueden procrear formas artísticas
arraigadas en una dimensión más completa y
estilizada.
El teatro como hecho cultural es una forma
artística que trasciende los límites de
la estética. Las salas de teatro no
constituyen un claustro inquisitivo que cercene el alcance del
arte histriónico. El teatro guarda, sin pecar de falaces,
estrecha relación con la evolución histórica y se ha
constituido en el reflejo alegórico del hombre y la
sociedad. Es el teatro nuestro, particularmente, una
manifestación artística que se alimenta de los
dramas reales que se desarrollan en nuestro suelo, tratando
de aliviar el peso de los modelos
artísticos foráneos imperantes antes del nacimiento
de nuestra patria. Es nuestro teatro también arte
dependiente de la fecundidad literaria en nuestro país a
lo largo del último siglo, comprometiéndose ambos
en resaltar nuestra identidad
nacional.
Es, de hecho, innegable el papel de la actividad
teatral nuestra que ha sabido como aflorar en gran parte gracias
al empeño y esfuerzo de panameños entregados al
arte. Dramaturgos, escritores, directores, actores y demás
personas vinculadas con el teatro forman una élite que
hacen de este arte un medio para la comunicación
social y un instrumento que puede despejar la conciencia de
cada individuo con respecto a su entorno inmediato. En otras
palabras, el teatro y tienen una doble responsabilidad que involucra la proyección
artística de la realidad y la concienciación
colectiva sobre aquellos conflictos que repercuten en nuestro
diario vivir. Susténtase así la función
del teatro como práctica que grafica los ascensos y
descensos de nuestra sociedad en nuestro escenario
existencial.
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