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El derecho de participación política en la principales teorías sobre la democracia




Enviado por mirthadelrio



    1. Síntesis
    2. Desarrollo
    3. Bibliografía

    Síntesis:

    En esta monografía
    hacemos un breve análisis del tema relativo al derecho de
    participación política visto a
    través de algunas teorías
    sobre la democracia.
    Hacemos una referencia general a la democracia en
    la sociedad
    esclavista, en la sociedad feudal y
    sus transformaciones con el advenimiento del capitalismo.
    Hacemos una aproximación al concepto de
    democracia y participación en autores claves como Montesquieu,
    Rousseau,
    Kelsen y Marx. Nos
    referimos también a la polémica entre democracia y
    representación.

    Palabras claves:

    Democracia. Participación política.
    Representación. Teorías sobre la
    democracia.

    Introducción:

    Uno de los conceptos o categorías más
    discutidos en la ciencia
    política y en las ciencias
    sociales en general, es el de Democracia. La mayoría
    de los autores a lo largo de la historia la han definido
    como un forma de gobierno en la
    que el poder esta en
    manos del pueblo, partiendo del origen etimológico de la
    palabra proveniente del griego. En la actualidad muchos coinciden
    en que la Democracia implica la participación del pueblo
    en los asuntos del Estado. En la
    literatura sobre
    el tema puede observarse que desde la antigüedad hasta
    nuestros días ambos conceptos han sido tratados
    –de una u otra forma- en su
    interrelación.

    En este trabajo realizamos una aproximación al
    análisis del derecho de
    participación política a través de las
    principales teorías sobre la democracia, sin pretender
    abarcar en su totalidad un tema amplio y sumamente
    complejo.

    Desarrollo:

    Durante siglos los conceptos y categorías
    relacionados con la esfera política han sido objeto de
    profundas discusiones teórico-doctrinales,
    concediéndose a estos disímiles significados sin
    que pueda lograrse, tanto en el plano teórico como
    práctico, una unidad de criterios respecto a su
    definición y contenido.

    En ninguna otra esfera como en la política -en la
    que se reflejan de manera inmediata los conflictos y
    luchas por el poder y la
    dominación- se encuentra tanta diversidad y
    contradicción en los conceptos, estableciéndose una
    relación directa entre posición de clase y sistema
    categorial. Esto se explica porque, toda teoría
    o doctrina política pretende en mayor o menor grado
    justificar o cuestionar determinado status quo, legitimando o
    desacreditando la actuación y el comportamiento
    político de ciertos grupos o clases
    sociales. Vladimir I. Lenin en su obra Acerca del
    Estado
    al explicar las diferentes teorías burguesas
    sobre su origen y definición decía que "en el
    problema del Estado, en la
    teoría
    del Estado, podréis ver siempre (…) la lucha de las
    distintas clase entre sí, lucha que se refleja o encuentra
    su expresión en la lucha de conceptos sobre el Estado, en
    la apreciación del papel y de la
    significación del Estado."

    Entre los conceptos más discutidos en la
    filosofía y en las ciencias
    políticas y jurídicas desde la
    antigüedad, está el de "Democracia". Al decir de
    Anthony Arblaster "la democracia es una de las ideas más
    perdurables en política y se ha convertido en el siglo XX
    en una de las más centrales." Según el propio
    autor, la democracia es un concepto
    esencialmente discutible que ha tenido significados y
    connotaciones muy disímiles en su larga historia y hoy se entiende
    de manera diferente en el contexto de los distintos sistemas socio
    económicos. No obstante, afirma que "en la raíz de
    todas las definiciones de democracia está la idea del
    poder popular (…) de una situación en que el poder y
    quizá también la autoridad
    descansan en el pueblo."

    La más famosa definición de la democracia,
    dada por Abraham Lincoln en el siglo XIX, como "el gobierno del
    pueblo, por el pueblo y para el pueblo", nos muestra la idea
    del poder popular como elemento esencial de la democracia. Sin
    embargo no podemos perder de vista que el concepto de "pueblo"
    también ha tenido disímiles significados a lo largo
    de la historia, provocando cierta confusión en la
    interpretación del alcance y contenido de la democracia en
    diferentes épocas históricas. De cualquier manera,
    la democracia desde su definición en la sociedad ateniense
    implicaba una distribución igualitaria del poder
    político entre los que se consideraban sujetos
    políticos; por ello, tanto en Grecia como en
    Roma la
    democracia fue expresión de la solidaridad
    colectiva de los amos frente a una gran masa de individuos no
    catalogados como sujetos de política y por tanto excluidos
    de ella.

    A lo largo de la historia, la democracia ha sido
    concebida de diferentes maneras: como forma de gobierno; como
    conjunto de reglas que garantizan la participación
    política de los ciudadanos; como método
    para la selección
    de élites; como exigencia moral y
    humana; como principio o valor
    universal; como método de
    ejercicio del poder; etc. Su tratamiento como forma de gobierno
    ha estado presente en mayor o menor medida, desde la época
    clásica hasta hoy, entendiéndose por democracia, en
    general, a aquella "forma de gobierno en la que el poder
    político es ejercido por el pueblo." En tal sentido, ha
    sido calificada por unos como buena y por otros como la peor.
    Macpherson afirma que la tradición general occidental del
    pensamiento
    político desde Platón y
    Aristóteles hasta los siglos XVIII y XIX
    fue en esencia antidemocrática, en tanto se pensaba en la
    democracia como "el gobierno de los pobres, los ignorantes y los
    incompetentes a expensas de las clases ociosas, civilizadas y
    ricas."

    Según Bobbio en las tres tipologías
    clásicas de las formas de
    gobierno: la de Aristóteles, la de Maquiavelo y la
    de Montesquieu se
    aprecia en general un desprecio hacia la forma democrática
    de gobierno en que el poder estuviera en manos del
    pueblo.

    La concepción de la democracia como forma de
    gobierno donde el poder está en manos del pueblo, lleva
    implícita la idea de la participación popular en
    los asuntos públicos y en el ejercicio del poder
    político. El fenómeno de la participación ha
    sido tratado en todas las teorías democráticas
    desde la antigüedad; sin embargo, en las diversas
    formaciones económico sociales su tratamiento ha sido
    diferente en cuanto a su definición, contenido, alcance y
    formas de materialización, es decir, en cuanto a:
    ¿qué es participar?, ¿quienes pueden
    participar? y ¿a través de que vías o
    mecanismos se puede participar?.

    En los antiguos Estados esclavistas la
    participación política en los asuntos
    públicos era un atributo exclusivo de aquellos que se
    consideraban sujetos políticos. La noción de
    democracia surgida en Atenas, estuvo relacionada con las
    exigencias y reclamos de una parte de la clase esclavista
    (demiurgos y geómoros) que conformaron una
    alianza (demos) frente a la clase de la aristocracia
    terrateniente dueña del poder político
    (eupátridas). El demos ateniense
    logró enormes conquistas, desplazando a los
    eupátridas del poder. De esta manera el
    término democracia significó poder del
    demos, el cual fue totalmente excluyente, pues
    excluía a una gran parte de la sociedad integrada
    fundamentalmente por esclavos, mujeres y los propios
    eupátridas, no considerados ya como sujetos
    políticos.

    En Roma el derecho
    de participación fue un atributo exclusivo del
    populus, integrado primeramente por los patricios y luego
    también por los plebeyos, pero quedando fuera de este la
    gran masa de esclavos, mujeres, dediticios y demás
    individuos carentes de la ciudadanía romana. El ciudadano
    en Roma era
    considerado como un servidor de la
    res publicae o cosa pública. Su
    participación en la vida política formaba parte de
    los derechos
    públicos (ius publicum), que incluían el
    derecho a ocupar cargos y magistraturas (ius honorum) y el
    derecho a votar en los comicios (ius sufragii).El ideal
    democrático en Roma era la participación directa
    del ciudadano en la vida política como expresión
    del ejercicio de la soberanía (potestas), la cual
    consideraban indivisa, indelegable e intransferible. Por ello no
    concibieron la representación, reconociendo solamente
    determinada autoridad o
    poder de ejecución (autoritas) a los
    magistrados.

    Independientemente del carácter
    restringido y excluyente del demos y del populus,
    para esa parte de la población se establecieron numerosos
    mecanismos de participación directa en la vida
    política, por lo que se afirma la existencia de una
    genuina y auténtica democracia, dentro de los límites
    conceptuales señalados.

    Con la aparición del feudalismo las
    relaciones de dominación basadas en la explotación
    de los esclavos son sustituidas por las relaciones de vasallaje y
    el fenómeno de la participación en la vida
    política del Estado difiere sustancialmente de la
    situación existente en el esclavismo; esta
    adquiere mayor complejidad y se expresa de modo diferente en las
    distintas etapas por la que atraviesa dicho modo de producción. El rasgo característico de la participación
    en la sociedad feudal es el hecho de que va a estar condicionada
    por la división de la sociedad en estamentos, lo cual
    conduce a la llamada representación estamental; el
    individuo participa no como ente individual, sino como parte de
    un estamento social. La idea de la democracia como
    participación directa del ciudadano comienza a ceder paso
    al principio de la representación estamental.

    Con el advenimiento del capitalismo se
    producen cambios radicales en la concepción de la
    democracia y de la participación. Estos fenómenos
    se tornan más complejos y multifacéticos no solo en
    cuanto a la ampliación de las esferas en que
    tendría lugar la participación (que incluye
    además de la participación política, la
    económica y la social) sino también en cuanto a la
    ampliación de los sujetos con derecho a participar. La
    participación en el ejercicio del poder y en los asuntos
    del Estado, bien directamente o por medio de representantes, es
    consagrada jurídicamente como uno de los derechos fundamentales del
    ciudadano, extendiéndose a grandes capas de la población; se convierte en un atributo de
    masas a partir de la idea de la soberanía popular y los principios de
    libertad e
    igualdad.

    Con la revolución
    francesa se emite la Declaración de los Derechos del
    Hombre y del
    Ciudadano, que incluyó entre esos derechos el de
    participación en la vida política, lo cual
    influyó notablemente en las Constituciones burguesas
    posteriores. Un logro importante en materia de
    participación fue la implantación del sufragio
    universal masculino en casi toda Europa entre
    finales del siglo XIX y principios del
    XX, poniendo fin al sufragio censitario, unido a la
    creación de nuevas instituciones
    democráticas que permitieron la incorporación de
    grandes masas a la vida política. Sin embargo, el naciente
    constitucionalismo burgués privilegió el principio
    de la separación de poderes y de la representación
    política frente a la democracia directa. La
    participación directa cede su lugar a la
    representación política, quedando aquella limitada,
    casi exclusivamente, a la intervención del ciudadano en la
    selección de los representantes.

    Desde los inicios del régimen capitalista
    proliferaron numerosas teorías sobre la democracia, como
    expresión de la aguda lucha de clases y el carácter
    marcadamente clasista que adoptaron el Estado y el
    Derecho burgués. Muchas de esas teorías centraron
    su atención en la participación
    política, en la participación económica o en
    la participación social, ejerciendo su influencia unas, en
    la democracia liberal que impera hoy día en la
    mayoría de los Estados de occidente, y otras en los
    movimientos de izquierda. Veamos brevemente algunas de esas
    teorías.

    Durante el siglo XVII aparecen en Inglaterra dos
    corrientes democráticas fundamentales: las
    utopías
    y el movimiento de
    los niveladores
    . Ambos se pronunciaron por la
    abolición de las diferencias sociales y económicas,
    que consideraban como los mayores obstáculos para la
    existencia de un régimen democrático. El movimiento
    utópico se refirió a la democracia en la esfera
    política, planteando la necesidad de la
    conformación de los órganos de poder a partir de la
    elección. Los niveladores hicieron mayor hincapié
    en la democracia económica y en la distribución equitativa de las propiedades,
    lo que dio nombre precisamente a este movimiento.

    Dentro de los exponentes de las utopías
    democráticas estaban Tomás Moro
    (Utopía) , Tomás Campanella (La ciudad
    del sol
    ) y Winstanley (La ley de la
    libertad
    ). Entre sus ideas fundamentales figuraban la
    denuncia de todos los sistemas de poder
    basados en las diferencias de clases; consideraban que la
    propiedad
    privada era la causante de la explotación y la
    opresión, por lo que proponían su
    sustitución por la propiedad en
    común. En el estado ideal descrito por Tomás Moro
    el poder se organizaba de manera democrática, pues todas
    las autoridades serían elegidas, designándose los
    funcionarios por un año con excepción del
    príncipe que sería vitalicio. En el régimen
    social y político descrito por Campanella se aprecian
    principios democráticos como la convocatoria dos veces al
    mes de todos los ciudadanos mayores de veinte años, la
    existencia del gran consejo que propone los candidatos para los
    altos cargos del estado, fiscaliza a los funcionarios y tiene
    derecho a destituirlos. El movimiento de los niveladores, por su
    parte, se oponía a las diferencias de clases generada por
    la propiedad privada que consideraban como causa principal de la
    explotación y dominación de unos hombres sobre
    otros. Eran partidarios de una sociedad donde todos los hombres
    tuvieran propiedades suficientes para trabajar como productores
    independientes y en la que nadie tuviera propiedades en una
    cuantía tal que le permitiera explotar a otros.

    En el siglo XVIII Montesquieu desarrolla la
    teoría de la representación política, frente
    a la democracia directa; consideró que al ser
    impracticable la democracia directa en el Estado moderno de
    grandes dimensiones territoriales y humanas, solo era posible en
    la práctica un régimen representativo. Bajo un
    criterio elitista, pensaba que el pueblo o la masa de ciudadanos
    comunes no tenía la capacidad suficiente para gobernar, y
    por tanto, a este solo se le debía tener en cuenta para
    elegir a sus representantes de entre las personas con mejores
    aptitudes para dirigir los asuntos del Estado. La
    participación del pueblo quedaba reducida a la
    selección del cuerpo representante que sería el
    encargado de gobernar y de legislar.

    Las ideas de Montesquieu encontraron su mayor
    oposición en la teoría democrática de Juan
    Jacobo Rousseau,
    cuyos postulados, avanzados para su época, han tenido
    numerosos seguidores hasta el presente. En el aspecto
    económico, Rousseau consideraba que una sociedad
    verdaderamente democrática requería la igualdad en la
    propiedad. En el aspecto político era partidario de la
    democracia directa, considerándola como la única y
    verdadera democracia. Afirmaba que la voluntad popular resultante
    del pacto social tenía su máxima expresión
    en la Ley, de
    ahí la necesidad de que cada individuo participara de
    manera inmediata y directa en la discusión y
    aprobación de las leyes, llegando a
    decir que toda ley que el pueblo en persona no
    hubiera ratificado era nula y que no podía ser
    verdaderamente libre quien no se gobernara a sí mismo, por
    ello fue adversario de la representación
    popular.

    Rousseau, a pesar de considerar el poder
    democrático como el único legítimo
    llegó a la conclusión de que la democracia
    verdadera (en su forma directa) no podía existir nunca,
    dado que el gobierno democrático exigía muchos
    requisitos difíciles de reunir en un solo Estado y por
    ello llegó a afirmar que "no ha existido ni
    existirá jamás verdadera democracia. Es contra el
    orden natural que el mayor número gobierne y los menos sen
    gobernados. No es concebible que el pueblo permanezca
    incesantemente reunido para ocuparse de los negocios
    públicos, siendo fácil comprender que no
    podría delegar tal función
    sin que la forma de administración cambie." Concluyó que
    en los grandes Estados era imposible que el pueblo participara
    directamente en la creación de la ley; por ello
    consideró como mejor forma de gobierno la aristocracia
    electiva en la que sus miembros eran elegidos

    Sus ideas influirían notablemente en pensadores
    de los siglos XIX y XX hasta el punto de ser considerado por
    algunos autores como uno de los precursores de la democracia
    liberal y como el padre de la democracia moderna, criterio con el
    que no coincidimos, si tenemos en cuenta que en la democracia
    liberal y el constitucionalismo moderno ha prevalecido la
    teoría de Montesquieu de la tripartición de poderes
    y el principio de la representación, sobre el ideal de
    democracia directa defendido por Rousseau, lo que se evidencia en
    la confirmación de la llamada "democracia representativa"
    en la gran mayoría de los Estados actuales.

    La idea de considerar a Rousseau el padre de la
    democracia liberal es bastante discutible, entre otras cuestiones
    porque el liberalismo
    (sobre todo la revolución
    francesa) solo acogió las ideas russonianas de la
    soberanía popular y de la voluntad general, pues la
    concepción de la supremacía de los derechos
    individuales -que constituye la esencia del liberalismo-
    no es precisamente de Rousseau, el cual fue contrario al derecho
    natural negando la preexistencia de derechos por encima de la
    voluntad general, es decir, el individuo tiene obligaciones
    frente al Estado y solo se le reconocen aquellos derechos que
    representan un interés
    general y favorecen el bien común. Por otra parte,
    exigió del Estado una política sustantiva
    encaminada a neutralizar el crecimiento de la desigualdad social;
    negó el carácter absoluto del derecho de propiedad,
    considerándola como un bien común en manos de un
    particular; negó que el funcionario estatal (magistrado)
    fuese un representante del soberano, para él era un
    mandatario; y consideró que la soberanía era una,
    indivisible e intransferible, lo que contrasta con el principio
    de la separación de poderes propugnado por el
    liberalismo.

    La época moderna se caracteriza por la
    implantación del Estado representativo, aunque no ha
    dejado de tener valor la
    democracia directa, considerada por algunos autores como la
    única verdadera, valorando la democracia representativa
    como una desviación de la idea original del gobierno del
    pueblo, para el pueblo y por el pueblo. A nuestro modo de ver, no
    se trata de negar uno u otro principio, sino de ampliar la
    extensión del demos, entendido como sujeto titular
    del poder político, y de incrementar las vías y
    mecanismos directos de ejercicio del poder.

    La teoría de Montesquieu marcó
    definitivamente el desplazamiento de la democracia directa
    defendida por Rousseau hacia el principio de la
    representación. La polémica entre democracia
    directa y representación en el constitucionalismo moderno
    tuvo su punto de partida en estas dos grandes corrientes. Pero,
    ¿qué es la democracia directa y que relación
    tiene con el principio de la representación
    política?.

    Bajo el nombre genérico de democracia directa se
    han definido todas "las formas de participación en el
    poder que no se resuelven en una u otra forma de
    representación." Partiendo de la existencia o no de
    mecanismos de representación, suele definirse como "la
    forma de gobierno en la que se produce una coincidencia inmediata
    entre la titularidad y el ejercicio del poder por parte de la
    población (…) un ejercicio directo de la
    soberanía popular que prescindiría por completo de
    mecanismos representativos." Por tanto, democracia directa
    significa "participación" o lo que es igual,
    intervención popular directa sin
    intermediarios.

    El mecanismo de la representación ha sido
    considerado por diferentes pensadores, bien como un medio para
    limitar y controlar la participación popular y preservar
    los poderes del gobierno en manos de una élite,
    preferiblemente ilustrada (Hamilton y Madison), o como un medio
    para adaptar el principio democrático a sociedades
    grandes y populosas (Paine y James Mill). Otros la conciben como
    una "técnica" sustentada en la especialización que
    supone la vida moderna y en la profesionalización que
    exige la política, que implica una autorización en
    virtud de la cual el representante está autorizado para
    actuar por los representados, haciéndolo de manera
    legítima y pública, transfiriéndose por
    medio de ella la
    personalidad del pueblo a sus representantes, quienes obran a
    su nombre para hacer valer sus intereses o su
    voluntad.

    En su acepción política se afirma que, un
    régimen representativo es donde el pueblo se gobierna por
    medio de los elegidos que son nombrados por un tiempo limitado y
    bajo las condiciones de periodicidad, renovación, publicidad y
    responsabilidad en su gestión. Mientras que en su acepción
    jurídica, régimen representativo es aquel en que se
    produce el fenómeno jurídico de la
    representación, y por su imputación a la voluntad
    de la nación
    (o a la voluntad popular), se enlaza con los procedimientos de
    selección y nominación de los
    representantes.

    Desde el punto de vista sociológico Max Weber
    consideró la representación como una forma de
    relación social por la que "la acción de un
    partícipe determinado se imputa a los demás", por
    ello la acción de los representantes es considerada por
    los demás como legítima y vinculatoria para
    ellos.

    En esta polémica entre democracia directa y
    representación, una de las cuestiones que más se
    discute y sobre la que no existe acuerdo en el plano
    teórico, es la disyuntiva de considerar o no la
    acción del representante como una vía de
    participación política "indirecta", lo cual tiene
    que ver con el problema del vínculo o nexo que se supone
    existe entre representante y representado. Esta constituye una de
    las cuestiones más delicadas de la teoría de la
    representación y sobre ella se han enunciado las dos
    teorías fundamentales que abordan los llamados modelos
    históricos de la representación política: la
    teoría del mandato imperativo y la teoría
    del mandato representativo. En cada una de ellas, la
    relación representante-representado adquiere un
    carácter totalmente diferente. En la primera el elegido
    actúa en calidad de
    "mandatario", por lo que está sometido a la
    revocación y a la obligación de rendir cuenta a
    quienes lo eligieron; mientras que en la segunda actúa en
    calidad de
    "representante" sin la obligación de rendir cuenta de su
    gestión
    y sin que los electores puedan revocarlo, desvirtuándose
    de esta forma el contenido democrático del
    mandato.

    Más allá de la polémica existente
    en torno al
    carácter excluyente de los términos democracia y
    representación, en las condiciones actuales a partir del
    análisis de su viabilidad universal, lo cierto es que
    tienden a coexistir -aunque con más fuerza una que
    otra- cuando en pura técnica debían excluirse. La
    expresión concreta y objetiva de la democracia en la
    actualidad, pasa por el reconocimiento de la
    representación como una vía democrática,
    aún cuando en puridad teórica y conceptual la
    representación sea la negación de la democracia tal
    como fue concebida en sus orígenes. Ello está
    condicionado por la complejidad que ha alcanzado el Estado
    moderno desde el punto de vista territorial y poblacional, lo que
    hace muy difícil la existencia absoluta de la democracia
    directa.

    Esta situación impone una reflexión sobre
    la democracia que logre conjugar sus fundamentos, sus
    diseños, su expresión y efectividad en contextos
    particulares con vistas a lograr el fin, objeto de nuestro
    análisis: el incremento de los espacios de
    participación popular efectiva en la toma de
    decisiones. De ahí que el reto en la actualidad sea
    lograr un equilibrio
    entre ambas, combinando adecuadamente mecanismos de
    participación popular con mecanismos representativos y de
    control
    popular.

    En este análisis de las diversas teorías
    sobre la democracia constituyen un referente importante las
    teorías democráticas en Norteamérica
    a finales del siglo XVIII. Durante el periodo de la guerra de las
    colonias contra Inglaterra por su
    independencia,
    se formaron y desarrollaron las dos tendencias ideo políticas
    fundamentales de la sociedad norteamericana que influirían
    posteriormente en las nuevas instituciones
    políticas y jurídicas y en la formación del
    Estado norteamericano moderno: la tendencia antipopular y
    la tendencia democrática.

    La tendencia antipopular estuvo liderada por los
    federalistas Hamilton, Madison y Jay que encarnaron las
    aspiraciones políticas de la gran burguesía
    norteamericana antipopular por su esencia. Su doctrina fue
    antidemocrática porque reducía al mínimo los
    derechos políticos de los trabajadores y abogaban por el
    sufragio censitario implantando altos censos patrimoniales para
    los electores.

    La tendencia progresista democrática estuvo
    encabezada por Jefferson y Paine como representantes de la
    pequeña burguesía, granjeros libres, artesanos y
    obreros manufactureros que reclamaban la democratización
    del Estado, la ampliación de los derechos y libertades de
    los ciudadanos y el sufragio universal. Jefferson criticó
    severamente la Constitución norteamericana de 1787. Como
    defensor de la soberanía del pueblo planteó que
    todos los hombres debían gozar de igual derecho a
    participar en la formación del poder político y en
    la fiscalización del mismo. Sus ideas se inspiraron
    fundamentalmente en el pensamiento
    democrático de Rousseau.

    En cuanto a la forma de gobierno que debía
    adoptar el Estado norteamericano, los federalistas se
    pronunciaron a favor de la monarquía constitucional a semejanza de la
    inglesa, mientras que los partidarios de la tendencia
    democrática abogaron por la república
    democrática burguesa. Como sabemos, finalmente se impuso
    esta última posición.

    Si bien durante el siglo XVIII se mantuvo con bastante
    nitidez la contraposición entre las ideas de Montesquieu y
    Rousseau, es decir, entre democracia y representación, ya
    a partir del siglo XIX se incorpora un nuevo término al
    lenguaje
    político: el de Democracia Representativa. Fue Alexis de
    Tocqueville en 1835 quien en su obra más famosa La
    Democracia en América
    , al hacer una apología
    del gobierno norteamericano llama a ese régimen
    "Democracia Representativa", cuando lo cierto es que el propio
    Madison, artífice de la Constitución norteamericana de 1787,
    enemigo de las ideas democráticas, había dicho que
    "los demócratas siempre han ofrecido el espectáculo
    de la turbulencia y de la discordia, se han mostrado siempre
    enemigos de cualquier forma de garantías a favor de las
    personas o de las cosas".

    Con Tocqueville se introduce lo que Giovanni Lobrano
    llama "vacuidad conceptual" alrededor del término
    democracia en la iuspublicística contemporánea, al
    calificar de democrático un régimen (el
    norteamericano) que nunca pretendió serlo. A partir de ese
    momento se funden en un solo concepto dos conceptos hasta ahora
    vistos como contradictorios: democracia y representación.
    Al respecto, Lobrano señala que: "Del consciente y general
    rechazo de la democracia se pasa luego a un consenso general
    frente a ella (el uso de la palabra democracia implica ahora
    automáticamente un juicio aprobatorio de la sociedad o
    institución que describe), a precio, sin
    embargo, de una desvalorización tal radical del concepto,
    que hace vano cualquier intento de análisis, de tal manera
    que la más reciente iuspublicística sobre el tema
    aparece a menudo condicionada por esta vacuidad
    conceptual."

    A partir de la segunda mitad del siglo XIX la democracia
    va cambiando su carácter cediendo paso a la
    representación. Los burgueses comienzan a utilizar el
    término acuñado por Tocqueville, concediendo al
    sufragio y al sistema electoral
    en general, el papel esencial
    dentro del ejercicio democrático y relegando a un segundo
    plano la participación ciudadana en la toma de
    decisiones y en el ejercicio del poder. Hoy día, la
    representación liberal burguesa que no rinde cuenta, que
    no es revocable, que se desvincula cada vez más de los
    intereses populares, es antidemocrática, y ha mostrado su
    crisis a lo
    largo del siglo XX. Pero veamos las características fundamentales de la
    doctrina liberal.

    A partir de la emancipación de los Estados Unidos,
    la revolución
    francesa y la revolución
    de España
    y de sus antiguas colonias se fue consolidando un movimiento
    ideológico que ha tenido diferentes manifestaciones hasta
    hoy: el liberalismo. Este fue en esencia, una doctrina
    económica, pero tuvo también su reflejo en el campo
    de las ideas políticas. Se afirma, que en el plano
    político fue una tendencia antidemocrática al
    pronunciarse contraria a la legitimidad del gobierno del pueblo y
    a la idea de la igualdad social y natural entre los
    hombres.

    El liberalismo fue una reacción de la
    burguesía del siglo XIX frente a la fuerza y
    la
    organización que iba alcanzando el proletariado a
    medida que se desarrollaba el capitalismo y se incrementaba la
    explotación de las masas populares. Por tanto se produce
    una nueva interpretación de los conceptos de igualdad,
    libertad y
    democracia prevalecientes hasta ese momento. Hizo hincapié
    en la libertad económica del individuo con respecto al
    Estado, y de forma general sus partidarios se pronunciaron a
    favor del sufragio basado en el censo no solo patrimonial, sino
    también de instrucción. De esta manera el
    liberalismo fue conformando una nueva teoría
    democrática que primero enfatizaría en los derechos
    económicos de la burguesía y luego
    extendería su alcance a los derechos
    políticos.

    En Francia la
    teoría liberal halló su máximo exponente en
    Benjamín Constant (1767-1830). Pronunciándose
    contrario a las ideas democráticas tradicionales se
    refirió a la contraposición entre la "libertad de
    los antiguos" y "la libertad de los modernos". Consideraba que en
    la antigüedad la libertad radicaba en el derecho del
    ciudadano a participar activamente en la política, en la
    formación de las leyes, en
    la
    administración de justicia, en
    la elección de los funcionarios (el hombre
    político de Aristóteles), mientras que la libertad
    de los modernos se caracterizaba por la libertad individual,
    sobre todo económica, frente al Estado, y por la independencia
    del individuo con respecto al poder estatal. Para Constant esa
    libertad individual suponía también en el plano
    político la inmunidad contra las detenciones arbitrarias,
    el derecho de pronunciar la propia opinión, el derecho
    absoluto e ilimitado sobre la propiedad, el derecho de
    reunión y libertad de culto, y el derecho al sufragio pero
    sobre la base del censo patrimonial.

    En Inglaterra la teoría liberal fue defendida por
    Jeremías Betham (1748-1832) y John Stuar Mill (1806-1873).
    Betham orienta su teoría política sobre la base de
    "la utilidad".
    Según él toda la actividad del hombre se
    guiaba por este principio, por lo que su finalidad era alcanzar
    para sí la mayor cantidad de felicidad y placeres. Al
    igual que Constant se pronunciaba contra la reglamentación
    estatal de la actividad económica y a favor de la libre
    competencia. La
    legislación debía reducirse a garantizar la
    seguridad de
    los ciudadanos protegiendo su persona y su
    propiedad. Criticó la Declaración Universal de los
    Derechos del Hombre y del ciudadano proclamado por la Asamblea
    Nacional francesa en 1789.

    La democracia liberal ha tenido su desarrollo
    entre los siglos XIX y XX atravesando por diferentes etapas o lo
    que algunos autores han denominado "modelos".
    Macpherson clasifica esos modelos como sigue:

    • la democracia como protección,
    • la democracia como desarrollo,
    • la democracia como equilibrio
      y
    • la democracia como participación.

    Sus núcleos centrales serían,
    respectivamente, la defensa o protección del individuo
    frente al poder del Estado; la democracia como un medio para
    lograr el desarrollo individual de la propia personalidad;
    la democracia como competencia entre
    las élites por el poder que produce un equilibrio sin
    mucha participación popular; y la democracia con un mayor
    nivel de participación de los ciudadanos en la toma de
    decisiones.

    El modelo de la
    democracia como equilibrio se considera el imperante en la
    mayoría de los Estados modernos de habla inglesa y de
    Europa
    occidental. Sus rasgos esenciales pueden resumirse en los
    siguientes: la elección directa o indirecta de los
    gobiernos y las asambleas legislativas mediante elecciones
    periódicas con sufragio universal e igual; la posibilidad
    de los electores de optar por diferentes partidos
    políticos (pluripartidismo); la existencia de
    libertades como las de palabra, de prensa, de
    asociación; la igualdad formal ante la ley; la
    separación o tripartición de poderes y la
    consagración del Estado representativo. Como se observa,
    las posibilidades reales de participación del pueblo en el
    ejercicio del poder político y en la toma de decisiones
    públicas resultan reducidas, prácticamente, a la
    elección de los gobernantes. La democracia no va
    más allá de ser una técnica para la
    selección de las élites que posteriormente
    ejercerán el poder político en
    representación de la nación
    o del pueblo.

    Este modelo
    está muy relacionado con la llamada "escuela elitista
    de la democracia" de origen norteamericano surgida a partir de
    los años 50 del siglo XX. Sus partidarios afirman que la
    democracia moderna funciona con relativamente bajos niveles de
    participación, lo que permite un elevado nivel de
    autonomía a las élites, lo cual es conveniente para
    el mantenimiento
    de las libertades políticas, teniendo en cuenta "la mayor
    cultura
    política y vocación democrática de las
    élites en relación con las masas". Consideran que
    altos niveles de participación podrían tener un
    efecto desestabilizador sobre el sistema político y que la
    participación es un instrumento para el logro del mayor
    bienestar colectivo y no un fin en sí misma, de modo que
    si el objetivo a
    lograr puede ser alcanzado mejor mediante gobiernos puramente
    representativos y no participativos, esto sería
    preferible. Entre sus exponentes, Schumpeter introduce la
    distinción entre dos formas de
    gobierno: los gobiernos democráticos donde suelen
    existir muchas élites en competencia para acceder al
    poder, y los gobiernos autocráticos en los que se permite
    el monopolio del
    gobierno de parte de una sola y exclusiva élite. De esta
    manera la teoría elitista reduce la democracia a un
    método para la selección de
    élites.

    En esencia, este es el modelo de democracia que
    predomina en la actualidad y que los grandes centros de poder
    mundial pretenden imponer a todos los Estados. Sus partidarios
    califican de antidemocrático todo sistema político
    y estatal que no se acoja a sus principios. Valoran su modelo
    como el único viable, a pesar de que hoy atraviesa por una
    profunda crisis,
    mostrando ser un contexto institucional adecuado para la
    demagogia, la manipulación y la corrupción
    como fenómenos sociales asociados a la gestión
    pública bajo el capitalismo. La exclusión de las
    amplias mayorías del derecho de participación en
    los asuntos del Estado es uno de los factores que inciden en la
    actual crisis de la democracia liberal y en la consecuente
    ingobernabilidad de muchas de las sociedades
    contemporáneas.

    Frente al carácter poco participativo de la
    democracia liberal, es que entre las décadas del 60 y del
    70 del siglo XX comienza a difundirse entre la clase obrera en
    occidente la necesidad de una democracia más
    participativa, surgiendo así la teoría de la
    Democracia Participativa, término que nos resulta
    redundante si tenemos en cuenta que la democracia por su propia
    esencia entraña participación; sin embargo el uso
    de este término se ha extendido bastante en las
    últimas décadas, lo que obedece a las aspiraciones
    -dentro de los propios Estados de occidente- de lograr una
    sociedad más participativa y menos elitista.

    Sus partidarios abogan por una mayor
    participación de los obreros en el control de la
    industria y de
    los ciudadanos en la toma de decisiones. Sostienen la necesidad
    de concebir la democracia, en su sentido moderno como "un
    proceso en el
    cual la medida del progreso hacia niveles más altos de
    democratización es precisamente el desarrollo de
    mecanismos participativos que incrementen el poder de dirección y control de los gobernados sobre
    los gobernantes." Reconocen además, que para la existencia
    de una democracia participativa en las naciones de occidente se
    hace necesario el desarrollo de los sentimientos de comunidad frente
    al sentimiento consumista, así como la reducción de
    la desigualdad social y económica. De ahí que esta
    corriente vaya más allá de la participación
    en la esfera política, al considerar que la democracia
    debe abarcar no sólo esta, sino también la
    participación en todas las esferas de la vida social,
    económica, cultural, laboral,
    etc.

    En esa misma línea de pensamiento Norberto Bobbio
    señala, que el proceso de
    ampliación de la democracia en la sociedad
    contemporánea no se presenta solamente a través de
    la integración de la democracia representativa
    con la democracia directa, ni con la sustitución de la
    primera por la segunda -lo que de hecho se hace muy
    difícil por la complejidad del Estado moderno- sino que
    ese proceso supone el paso de la democracia en la esfera
    política a la democracia en la esfera social,
    estableciendo una diferencia entre la democratización de
    la dirección política y la
    democratización de la sociedad. Así plantea, que la
    democracia más allá de ser considerada como una
    forma de gobierno, debe ser concebida como un régimen
    caracterizado por los fines o valores que
    determinado grupo
    político pretende alcanzar, y que lo que distingue un
    régimen democrático de uno no democrático,
    por su contenido, es no la igualdad jurídica, sino la
    igualdad social y económica. Ya más concretamente,
    define la democracia como "un conjunto de reglas que facilitan y
    garantizan la más extensa participación de la
    mayoría de los ciudadanos, directa o indirectamente, en
    las decisiones que afectan a la sociedad." Para este autor el
    problema de la democracia se identifica cada vez más con
    el tema del autogobierno.

    Dentro de las principales teorías sobre la
    democracia, en la década del veinte del siglo pasado
    está sin dudas, la de Hans Kelsen, la cual se enmarca
    dentro de las teorías que conciben la democracia como una
    forma de Estado. El jusfilósofo vienés
    clasificó las formas de Estado o las Constituciones en
    autocracias y democracias desde el punto de vista
    de "la idea de la libertad política". Consideraba que el
    individuo era políticamente libre cuando estaba sujeto a
    un ordenamiento jurídico en cuya creación hubiese
    participado. Por tanto, la democracia era la forma de gobierno en
    que los individuos participaban en la creación del
    ordenamiento jurídico o el Estado, que para él eran
    la misma cosa. No obstante, llegó a la conclusión
    de que tanto las autocracias como las democracias eran solo tipos
    ideales que no se daban en la realidad política de manera
    absoluta, ocurriendo solamente una mezcla de ambas en cada
    Estado.

    Señaló que la democracia directa se
    caracterizaba por el hecho de que la legislación,
    así como las funciones
    ejecutivas y judiciales eran ejercidas por los ciudadanos en
    masa, reunidos en asamblea, lo cual solo era posible dentro de
    comunidades pequeñas y en condiciones sociales
    sencillas.

    No consideró la tripartición de poderes
    como un principio democrático, pues en la democracia todo
    el poder debía concentrarse en el pueblo, y donde no fuera
    posible la democracia directa el poder tenía que ser
    ejercido por un órgano colegiado cuyos miembros hubiesen
    sido elegidos por el pueblo y fuesen jurídicamente
    responsables ante él. Pero para que se estableciera una
    verdadera relación de representación no era
    suficiente que el representante fuese nombrado o elegido por el
    representado, sino que era necesario que estuviese
    jurídicamente obligado a ejecutar la voluntad de este y
    que el cumplimiento de esta obligación se hallase
    garantizado jurídicamente, siendo la garantía
    típica, el poder del representado de remover al
    representante en el caso de que la actividad de este
    último no se ajustara a los deseos de aquel. Llegó
    a definir como "ficción" la representación en la
    denominada democracia representativa.

    Kelsen concedió gran importancia a la iniciativa
    popular y al referendo como
    formas de democracia directa. Para él, la iniciativa
    popular implicaba que el parlamento tenía que decidir
    acerca de proyectos
    legislativos firmados por un cierto número de ciudadanos,
    y el referendo
    implicaba que ciertos proyectos
    aprobados por el parlamento tenían que se ser sometidos al
    voto popular para obtener fuerza de ley. Reconocía,
    además, que a los órganos legislativos, ejecutivos
    y judiciales correspondían diferentes funciones y que
    la democracia requería que el órgano legislativo
    tuviese el control sobre los órganos administrativos y
    judiciales.

    Independientemente de lo controvertido de la
    teoría kelseniana, principalmente en lo relativo a la
    identificación que hizo del Estado y el Derecho (cosa que
    él mismo reconoció en los últimos
    años de su vida, como el punto más débil de
    su teoría), y al carácter "puro" y apolítico
    que pretendió atribuirle al Derecho, es un autor de
    reconocida influencia en las Ciencias
    Jurídicas contemporáneas, y sus ideas sobre la
    democracia expuestas anteriormente, son sin dudas
    valederas.

    Dentro de las principales teorías sobre la
    democracia ocupa un lugar cimero la teoría
    marxista-leninista, en tanto logró develar el contenido
    clasista de los fenómenos estatales y jurídicos. En
    el pensamiento marxista clásico el tema se aborda desde el
    punto de vista del contenido de las relaciones de
    dominación propias del régimen económico
    social imperante. El concepto de democracia y el de
    participación son tratados a partir
    del enfoque clasista de los fenómenos políticos.
    Así el término "democracia" se correlaciona con el
    de "dictadura"
    cuestionando "democracia: ¿para qué clase?" y
    "dictadura:
    ¿contra qué clase?". Por ello Marx, Engels y
    Lenin se refirieron a la democracia no como valor universal, sino
    como método de ejercicio de la dominación
    política de unas clases sobre otras, enfatizando
    así en el concepto de "democracia de clase" y
    diferenciando la democracia burguesa de la democracia
    socialista.

    El hecho de que hayan enfatizado en el carácter
    clasista de la democracia no significa que negaran el valor
    universal de determinados principios democráticos en la
    organización política de la
    sociedad, tales como la igualdad formal ante la ley y la
    subordinación de la minoría a la mayoría.
    Reconocieron que un régimen democrático era
    más propicio a las libertades obreras que un
    régimen autocrático. Engels en particular, se
    pronunció por la república moderna como la forma
    más adecuada del Estado de la dictadura del
    proletariado.

    Carlos Marx y Federico Engels enuncian su
    concepción sobre la dictadura del proletariado viendo en
    ella la dominación de la clase obrera en
    sustitución de la dominación burguesa (dictadura de
    la burguesía) más allá de la presencia o no
    de mayores o menores libertades democráticas. No obstante,
    cuando V. I. Lenin perfila el sistema político que se
    corresponde con la dictadura del proletariado subraya su
    carácter de "poder férreo", pues considera
    imprescindible "limitar la participación de los
    explotadores y sus aliados". Definió la democracia como
    "el Estado que reconoce la subordinación de la
    minoría a la mayoría, es decir, una organización llamada a ejercer la violencia
    sistemática de una clase contra otra, de una parte de la
    población contra otra". Sin embargo, afirmó que en
    la sociedad comunista la extinción del Estado
    acarrearía también la extinción de la
    democracia, en el sentido de que sería destruida toda
    violencia
    organizada y sistemática y la necesidad de
    subordinación de unos hombres a otros, de una parte de la
    población a otra, pues estos "se habituarían a
    obedecer las reglas elementales de la convivencia social sin
    violencia y sin subordinación." Es oportuno señalar
    que Lenin definió la dictadura de clase que tenía
    lugar en la dictadura del proletariado, no como tiranía,
    sino como "violencia organizada" de unas clases sobre
    otras.

    Carlos Marx concedió gran importancia al tema de
    la participación popular en el Estado proletario cuando en
    su obra La Guerra Civil
    en Francia

    afirmaba que, el reencuentro que tenía lugar entre el
    Estado y la sociedad civil en
    la revolución socialista, se producía a
    través de la participación popular. Descubre que
    como resultado de la revolución proletaria se establece
    una relación entre la sociedad civil y
    el Estado, donde este último deja de ser un aparato
    parasitario de la sociedad para comenzar a estimular y facilitar
    el desarrollo de la sociedad civil, en tanto el poder
    político pasa a construirse sobre la base de los intereses
    y la participación directa e indirecta de las clases y
    sectores sociales anteriormente oprimidos, siendo ésta la
    vía de la transformación del poder público
    en poder directamente social.

    Marx habla de un nuevo tipo de relación entre la
    clase obrera y el mundo de la política, a partir de la
    conversión de las masas trabajadoras en sujeto de gobierno
    encabezadas por la clase obrera, y lo que condiciona ese nuevo
    tipo de relación es el hecho de que la nueva sociedad no
    se encamina a crear un nuevo régimen de explotación
    de clases, sino a la superación de las clases y de la
    propia política como atributo de dirección de la
    sociedad. Ello hace que la relación gobernantes-gobernados
    en política se diferencie cualitativamente de la existente
    en el capitalismo ya que el acceso a la dirección de la
    sociedad es una conquista de las masas a desplegar de manera
    creciente en lo sucesivo, con la peculiaridad de que los
    gobernantes surgen de ellas y responden a ellas.

    En El Estado y la Revolución, Lenin
    desarrolla la idea de que el desmantelamiento de la vieja
    máquina estatal burguesa y su sustitución por una
    nueva, necesitaba del despertar de la actividad revolucionaria de
    las masas populares, de la mayoría de la población
    y de la participación activa de estas en los asuntos del
    Estado, conjugándose el trabajo
    productivo de todos con la participación de todos en la
    gobernación del Estado. Asimismo desarrolló la idea
    de que el proletariado necesitaba un nuevo tipo de democracia,
    proletaria, capaz de servir de forma y de instrumento de la
    revolución socialista, definitivamente superior a la
    democracia burguesa. Lenin puso en evidencia que la construcción del socialismo estaba
    asociada necesariamente al papel decisivo y creciente de las
    masas populares, ante todo de las trabajadoras en la
    dirección de la sociedad. En Una gran iniciativa
    indicaba que la política podía ser concebida como
    la participación del sujeto político en los asuntos
    del Estado, en la dirección del Estado, determinando las
    normas, las
    tareas, así como el contenido de la propia actividad
    estatal. Por todo esto Lenin ha sido calificado como el
    "teórico por excelencia de la participación popular
    en el socialismo."

    A nuestro modo de ver, en El Estado y la
    Revolución
    Lenin confirma los planteamientos de Marx
    sobre la transición del capitalismo al comunismo y su
    crítica a la democracia burguesa. En este sentido, Marx
    señalaba que el paso del capitalismo al comunismo
    requería de un periodo de transición "cuyo Estado
    no podía ser otro que la dictadura del proletariado", y
    que a la transformación del proletariado en clase
    dominante iba aparejada la conquista de la democracia. Haciendo
    una fuerte crítica a la democracia burguesa, Lenin
    señala que esta, dentro del marco estrecho de la
    explotación capitalista, es en esencia una democracia para
    la minoría, para las clases poseedoras, y al respecto
    afirmaba que "en virtud de las condiciones de la
    explotación capitalista, los esclavos asalariados modernos
    viven tan agobiados por la penuria y la miseria, que no
    están para democracias, no están para
    política, y en el curso corriente y pacífico de los
    acontecimientos, la mayoría de la población queda
    al margen de toda participación en la vida
    político-social."

    Lenin reconoció que la democracia en la dictadura
    del proletariado se convertiría por primera vez en
    democracia para los pobres, en democracia para el pueblo, pero
    que a la vez implicaría una serie de restricciones
    impuestas a la libertad de los opresores, de los explotadores,
    siendo esta la modificación que sufriría la misma
    en la transición del capitalismo al comunismo.

    Al abordar las principales teorías sobre la
    democracia, debemos referirnos en alguna medida al debate que
    sobre ella tiene lugar en el contexto latinoamericano, sobre todo
    a las posiciones principales de la izquierda. En el pensamiento
    latinoamericano este debate ha
    alcanzado particular relevancia a partir de la década del
    80; ello se vincula estrechamente al resurgimiento de los
    gobiernos civiles y a la reconstrucción de instituciones
    democráticas después de un periodo de dictaduras
    militares en la mayoría de estos países. Más
    recientemente se vincula con el problema de la crisis del Estado
    y el fenómeno de la ingobernabilidad asociado a las
    políticas neoliberales, que incrementan los ya agudos
    problemas
    sociales de la región.

    Algunos autores sostienen que este debate se divide hoy
    en dos posiciones fundamentales: la que concibe la democracia
    como un valor universal desvinculado de las formas de
    dominación política de las clases dominantes, con
    lo cual desconoce el carácter de clase que contiene el
    ejercicio de la democracia; y la posición que concibe la
    democracia ligada a un tipo de Estado o dominación (de
    corte marxista). La primera, se acoge en esencia, a la tesis de la
    existencia de un modelo de democracia válido para todos
    los países, sin tener en cuenta sus particularidades y
    condiciones históricas, siguiendo los paradigmas de
    la democracia liberal de occidente. En este sentido, solo
    insisten en el aspecto formal y representativo de la democracia,
    dejando a un lado su dimensión social, económica,
    cultural, etc. Es una corriente conservadora de carácter
    elitista que privilegia los intereses de las transnacionales y de
    la burguesía conectada a los mismos, y se coloca de
    espaldas a las grandes mayorías y a sus aspiraciones de
    justicia
    social.

    La segunda posición sostiene que la democracia
    sólo puede ser una categoría que se construye desde
    el campo del poder, es decir, que no puede verse separada del
    contenido clasista de la dominación, que está
    contenida en proyectos más amplios de dominación
    política, y que ninguna propuesta de democracia, por
    neutra que parezca, es imparcial respecto del tipo de Estado y
    orden de dominación proyectado. De esta manera, se
    reconoce que la democracia es válida cuando
    política, social, económica y culturalmente da
    respuesta a las grandes demandas y soluciona los problemas
    endémicos de la región como la pobreza, la
    oligarquización del poder, la concentración
    económica, la represión, la salud, la vivienda, la educación, etc.
    Esta corriente trata de interpretar la democracia como una
    "técnica de poder", cuya característica esencial
    sería el reconocimiento de la pluralidad en su ejercicio
    práctico y cuyo contenido estaría definido por el
    grado de desarrollo, no solo institucional, sino también
    de los mecanismos de participación, integración, coacción y negociación que se crean para dar respuesta
    y satisfacer las demandas sociales, políticas,
    económicas y culturales de la sociedad.

    Aunque las posiciones de la izquierda latinoamericana no
    pueden calificarse como homogéneas, en general han
    mantenido en las últimas décadas una noción
    de la democracia donde su contenido real sigue siendo la
    búsqueda de la justicia social, la redistribución
    económica y la participación política,
    siendo su objetivo
    superar las estructuras de
    atraso y subdesarrollo
    imperantes en el continente. Ante ella se presenta el reto de
    elaborar un proyecto
    democrático alternativo al neoliberalismo
    capaz de expresar las aspiraciones populares y crear el marco
    propicio para las transformaciones políticas, sociales y
    económicas que demandan los sectores mayoritarios en estos
    países.

    Este breve análisis del derecho de
    participación política en las principales
    teorías sobre la democracia, nos muestra la gran
    polémica que a lo largo del pensamiento político-
    jurídico ha caracterizado estos fenómenos, lo cual
    está condicionada por el carácter marcadamente
    clasista e ideológico de estos conceptos dentro de la
    teoría política. Ello confirma la tesis de Lenin
    de que la lucha de clases también encuentra su
    expresión en la lucha de conceptos sobre el Estado y sobre
    todos aquellos fenómenos sociales relacionados con la
    política y los intereses de clase.

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    Fecha del Trabajo: diciembre 2002.

     

    Datos de la Autora:

    DRA. MIRTHA ARELY DEL RIO HERNANDEZ

    Nacionalidad: cubana. Fecha de nacimiento: 3 de febrero
    de 1964. Graduada en Licenciatura en Derecho en la Universidad
    Central de Las Villas, Cuba (1987).
    Doctora en Ciencias Jurídicas (2002). Es profesora de la
    Facultad de Derecho de la UCLV desde 1988, donde imparte
    Teoría del Estado y el Derecho y Metodología de la investigación
    social. Ha impartido docencia en Derecho Romano
    y Derecho de Propiedad. Ha impartido numerosos cursos de
    postgrado sobre Teoría del Derecho, Metodología de la investigación
    social, Gobernabilidad en órganos locales del poder
    popular. Es miembro del claustro del Diplomado y la
    Maestría en trabajo Comunitario, en la UCLV. Es
    colaboradora del Centro de Estudios Comunitarios de la UCLV. Ha
    investigado en Proyectos de
    investigación territoriales y nacionales.
    Realizó su doctorado en el Tema del Régimen
    jurídico para la participación
    democrática.

    Categoría: Derecho
    Público

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