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El humor negro y la ironía en tres obras de Enrique Buenaventura




Enviado por magally_sanchez



Partes: 1, 2

    1. Justificación
    2. Marco
      histórico
    3. Marco
      teórico
    4. Análisis
      de las obras
    5. Conclusiones
    6. Bibliografía

    INTRODUCCIÓN

    Hablar de Enrique Buenaventura (Cali, Colombia,
    1925-2003) es referirse esencialmente a un hombre de
    teatro. Director
    escénico, maestro y formador de actores, actor, dramaturgo
    y promotor cultural, entre otras habilidades que conciernen al
    espíritu; este caleño de pura cepa, aventurero
    desde su temprana juventud,
    consolidó su prestigio luego de más de cinco largas
    décadas de denodado trabajo, a través de las cuales
    sus dotes de investigador, escritor, versionista y
    experimentador, le hicieron brillar con luz propia en el
    inmenso espectro de las Artes; particularmente en el
    ámbito teatral.

    Sin embargo, pese a lo profuso de su obra, existe escasa
    información en el país sobre un
    aspecto puntual de la misma, léase el humor negro y la
    ironía; es el objetivo de
    este trabajo brindar, a quienes tengan la disposición de
    escudriñar el teatro de Enrique
    Buenaventura, algunas consideraciones al respecto.

    De allí, que sea éste el leit motiv de
    esta investigación a efectos de optar al
    título de Licenciada en Artes Escénicas; el Trabajo de
    Grado por tanto versará sobre este elemento constante, sin
    obviar, por supuesto, ningún otro de los que en la
    infinita gama de recursos que
    ofrece el arte
    escénico, pudo echar mano Enrique Buenaventura, más
    que como fórmula liberadora de sus propias necesidades
    expresivas, sí como propuesta estética que propendiese, además, a
    influir en sus espectadores con el objetivo de
    alcanzar los cambios sociales por los que tanto ha esperado
    América
    Latina.

    Se intentará precisar cómo la
    sátira ingeniosa, valga decir la Ironía, es una
    recurrencia en la obra de este dramaturgo; cómo se
    desprende a través de los diálogos esa
    disposición del espíritu que comprueba el buen o
    mal talante que eventualmente caracteriza nuestra idiosincrasia
    (la latinoamericana); cómo, sin menoscabo en defectos y
    virtudes, Buenaventura inteligentemente retrato las realidades,
    los sinsabores, las alegrías; en fin, la cotidianidad.
    Asimismo se procurará precisar cómo por vía
    de la burla o el sarcasmo Enrique Buenaventura nos da a entender
    lo contrario de lo que nos dice, y cómo (ex profesamente)
    determina a través de su obra, y no como contraste
    fortuito, ese carácter
    tan particular de los latinoamericanos.

    En lo que respecta a apelar, por otra parte, a lo que se
    ha dado en llamar el Humor Negro, el patetismo de ciertas
    circunstancias, también es de los recursos
    más utilizados por Buenaventura para causar la
    reflexión necesaria; en el entendimiento que esta faceta
    del humor tiene entre sus más apropiadas características la referencia al
    fenómeno de la muerte, sin
    descartar, por supuesto, cualesquiera de las otras que le puedan
    ser inherentes, como se podrá ver más
    adelante.

    En este orden de ideas se revisarán
    específicamente tres obras representativas de la
    fórmula dramatúrgica propuesta por el Teatro
    Experimental de Cali (TEC), hechura del personaje en
    cuestión, en el entendido de que a Buenaventura se le
    reconoce el mérito de ser uno de los grandes impulsores
    del género
    dramático en Colombia, gracias
    a la labor desarrollada al frente del TEC.

    Las obras que se han escogido son las siguientes: A la
    Diestra de Dios Padre, cuya primera versión data de 1958 y
    la quinta (y última que se tenga conocimiento)
    de 1984; y de la colección denominada Los papeles del
    infierno
    : La Orgía y El Menú, de 1968.
    Vale acotar que El Menú nunca llegó a ser
    representada por el TEC; y en cuanto a La Orgía, a partir
    de 1976:… "adquiere vida propia y se desprende del resto
    de Los papeles, manteniéndose en repertorio hasta
    nuestros días y modificándose con nuevas
    versiones". (Rizk. 1991, p.153).

    En lo que atañe a la presente Tesis de
    Grado, los correspondientes análisis de las tres obras en
    cuestión se reducirán, respectivamente, por un lado
    a la cuarta versión y por el otro, a las más
    antiguas versiones dadas a conocer, cabe decir: A la Diestra de
    Dios Padre (1975), y El Menú y La Orgía (1968). Se
    hará un breve recorrido histórico a partir de las
    fechas de realización de las versiones originales.
    También en el Marco Histórico, así como en
    los respectivos Análisis, se revisarán, desde las
    perspectivas de diversos estudios, las etapas por las que
    transcurrió el quehacer teatral de Buenaventura al frente
    del TEC.

    Sí se hace importante señalar aquí
    que el análisis de la Obra de Buenaventura y su proceso a
    través del tiempo, deben ser
    vistos desde los postulados que rigen el quehacer y las
    búsquedas del "Nuevo Teatro Colombiano", establecidos por
    sus protagonistas fundamentales, uno de los cuales fue
    precisamente Enrique Buenaventura; considerado el padre de este
    movimiento que
    se proyectó en el ámbito nacional e internacional a
    partir de los años sesenta y setenta.

    Entre estos postulados identificatorios del Nuevo Teatro
    se tiene que:

    • Es ante todo un "movimiento", en el que sus integrantes
      están unidos por objetivos
      comunes.
    • La dramaturgia no se da como presupuesto sino como resultado de la
      práctica, por lo tanto rompe con la tradición
      teatral en el proceso de
      producción artística,
      estableciendo una nueva relación con nuevos
      públicos y creando una nueva
      poética.
    • El texto
      literario teatral es literatura
      pero no es el "teatro", ya que éste es un
      espectáculo que se compone de varios textos: imagen
      visual, sonora y una relación específica con el
      espectador.

    Aclarado lo anterior, no está demás
    precisar que entre otras influencias, el Nuevo Teatro, y en
    particular el realizado por el TEC, está marcado por las
    teorías
    de Bertolt Brecht, reelaboradas y adaptadas a la situación
    colombiana; y políticamente ha estado
    influenciado por las teorías
    marxistas. De allí que el teatro debe ser comprometido y
    un instrumento estético para colaborar en el cambio de la
    sociedad.

    En consecuencia, el público pasó a ser el
    objetivo vertebral de la representación y las obras
    debían generar polémica. Por otra parte, la
    agrupación no debe esperar a que el espectador acuda al
    teatro, por el contrario, hay que ir en su búsqueda en las
    plazas, fábricas, calles, etcétera. Lo que dio
    lugar al cambio del
    concepto de
    montaje y de espacio teatral; ya que no se circunscribe,
    necesariamente, a la escena ó a la
    edificación.

    En otro orden de ideas, la concepción de
    agrupación teatral debe romper la estructura
    jerarquizada de compañía comercial, para ser
    sustituida por la de conjunto, de acuerdo con la
    dialéctica socialista donde todos sus miembros: autor,
    director, actor y personal
    técnico tienen la misma importancia, ya que se trabaja en
    el objetivo común de lograr una creación
    colectiva.

    Más adelante, en el Marco
    Teórico, antes de entrar de lleno en el
    Análisis de las tres obras escogidas, se
    profundizará respecto a las ideas esbozadas aquí y
    se determinará como el Nuevo Teatro rompe también
    con la valoración que el naturalismo tenía del
    personaje y genera una nueva forma de actuación y de
    escenografía, cuya técnica se basa en el
    distanciamiento brechtiano; pero que en el caso particular del
    TEC, llevó a Enrique Buenaventura a formalizar un método de
    creación colectiva basado en las improvisaciones,
    valiéndose para éstas de la analogía y la
    contradicción en lo argumental, de donde se
    desprenderá el uso del humor negro y la ironía como
    fórmulas expresivas.

    No hay que olvidar, no obstante, que el desarrollo de
    la cultura en
    Latinoamérica, en general, y Colombia no
    escapa a este fenómeno, ha sido extraordinariamente
    complejo y contradictorio. Se ha dicho, por ejemplo, que en el
    plano del arte y de la
    ideología no ha habido sino copia o
    imitación de lo extranjero. Esa tesis revela
    sólo una parte de la verdad y una profunda
    incomprensión. Es válida cuando nuestros
    intelectuales sólo han sido capaces de trasladar estilos,
    formas o corrientes de pensamiento,
    sin criba y sin anhelo profundo de creación, por mero
    prurito cosmopolita. Si ello sucede, nos tropezamos con un puro y
    simple colonialismo cultural; concepto del cual
    el propio Buenaventura fue uno de sus críticos más
    acérrimos.

    Pese a todo, técnicas y
    verdades universales pueden ser aplicadas, según la
    fórmula célebre, a la circunstancia concreta de una
    realidad nacional; en esas condiciones el producto es
    una ideología o un arte nacional. Es así
    como nos encontramos frente a la dramaturgia de Enrique
    Buenaventura. Quien haciendo acopio de fórmulas de la
    vanguardia
    teatral europea, las asumió y asimiló, produciendo
    entonces una elaboración autóctona, como se
    indicará en páginas posteriores.

    Y en el Análisis propiamente dicho de las tres
    obras escogidas, se abocará el presente estudio, como ya
    se dijo a partir de las versiones señaladas, a determinar
    puntualmente la presencia constante del humor negro y la
    ironía en las mismas; sin descuidar, claro está,
    ningún otro de los factores recurrentes de los que pudo
    haber hecho uso Enrique Buenaventura para formalizar su discurso
    estético-teatral. A partir del contexto
    histórico-político-social, el análisis
    argumental e ideológico de cada una de las piezas
    teatrales escogidas permite establecer diferencias y semejanzas,
    procediendo desde allí a elaborar un análisis
    general que determine la presencia del humor negro y la
    ironía en la dramaturgia de Enrique
    Buenaventura.

    De lo dicho anteriormente surge el entendimiento
    con el que se pretende abordar al humor negro y la ironía
    en el teatro de Enrique Buenaventura; desde una perspectiva
    personal, a
    partir de una investigación documental, así como
    el examen de las obras escogidas, determinando preferentemente
    los elementos alusivos al objetivo en cuestión; debido a
    la escasa bibliografía existente en el país,
    se apeló además al uso de entrevistas e
    internet.

    Se hace oportuno aquí, señalar que una de
    las limitaciones para la presente investigación ha sido la
    escasa bibliografía disponible en el país
    tanto sobre la obra del autor como sobre el tema a abordar. Sin
    embargo, es el propósito de este Trabajo de Grado abrir
    una brecha que permita un acercamiento más acucioso al
    Teatro tal y como lo concibió Enrique
    Buenaventura.

    Por último, en las Conclusiones se
    establecerá, a través de una serie de afirmaciones,
    como nuestro autor se vale del humor negro y la ironía
    para determinar en su propuesta teatral esa peculiar cualidad que
    de manera tan definitoria caracteriza al latinoamericano en su
    ser esencial; y cómo, además, la utilización
    de estor recursos (junto a otros) hicieron de su actividad como
    hombre de
    teatro una referencia obligatoria en el amplio panorama de la
    dramaturgia mundial.

    JUSTIFICACIÓN

    El presente Trabajo de Grado, surge de una inquietud que
    se manifiesta por la carencia informativa que existe en el
    país, de uno de los exponentes más conspicuos de la
    dramaturgia latinoamericana y específicamente del teatro
    colombiano, como lo era Enrique Buenaventura.

    Se considera que este autor, a lo largo de su
    trayectoria artística, fue un ejemplo viviente de madurez
    en el ámbito social, teatral y literario, en cuanto a
    expresión, práctica y propuesta dramática se
    refiere y que su conocimiento
    es de vital importancia para comprender al teatro
    contemporáneo latinoamericano.

    La investigación se centrará en los
    elementos que propone el autor colombiano como lo son: la
    injusticia y la iniquidad social, la violencia,
    la pobreza,
    las masacres de los campesinos, los abusos de autoridad, los
    intereses políticos, la arbitrariedad en la
    práctica de la justicia, la
    falsa moral por
    parte del gobierno y de la
    iglesia
    católica, etcétera, sin descuidar lo
    folclórico en todas sus posibilidades; los cuales
    utilizó para configurar obras tales como: El Menú,
    La Orgía y A la Diestra de Dios Padre.

    Dichas obras serán analizadas desde el punto de
    vista del humor negro y la ironía, lo que se constituye
    como el objeto principal de este estudio.

    "A los muertos hay que plantarlos", decía mi
    papá,

    "para que retoñen y labren la tierra
    que los

    parió". Las guerras, las
    revoluciones, eran buenas

    porque el hombre se
    multiplicaba bajo la tierra.

    Era una forma de devolverle a la madre tierra
    lo

    que nos daba. "A la tierra
    hay que alimentarla

    con la sangre de los
    héroes".

    León Fébres –
    Cordero.

    Capítulo I

    Marco Histórico

    En Enrique Buenaventura el movimiento teatral colombiano
    contemporáneo tiene a su figura más señera;
    a un hombre que ya para los primeros años de la
    década de los cincuenta tenía definido un
    propósito en su vida: dedicarse por entero al
    teatro.

    Década dura para Colombia. La violencia que
    se desata en el país a partir del asesinato del caudillo
    liberal Jorge E. Gaitán (ocurrido en 1948), va a hacer
    efervescencia en los primeros años de este decenio. En
    medio de este episodio, Buenaventura, procedente de su natal
    Cali, llega a Bogotá para cursar estudios universitarios;
    primero en Arquitectura
    –donde lo rechazaron- y luego en Filosofía y Letras,
    los cuales no llegó a terminar; para fortuna de las Artes
    Escénicas, pues es por estas fechas cuando se determina a
    ser un hombre de Teatro.

    Sin embargo, hablar de la violencia política en Colombia
    remite, a quien se interese en el tema, a escudriñar desde
    los tiempos de la postindependencia del dominio español,
    pasando por las guerras
    civiles del Siglo XIX entre los nacientes partidos: Liberal y
    Conservador; continuando con las insurrecciones pueblerinas de
    los años veinte del siglo pasado y que significaron la
    aparición en el escenario político colombiano del
    Partido Socialista Revolucionario, después Partido
    Comunista; donde, por cierto, militó Enrique Buenaventura.
    Por no hablar de los golpes de estado y de la
    guerra no
    declarada que se instituye en ese país con posterioridad
    al asesinato de Gaitán y que persiste hasta nuestros
    días personificada por las guerrillas, los paramilitares y
    el narcotráfico.

    Escapa a las pretensiones de este Trabajo de Grado hacer
    una cronología de los episodios de violencia política más
    resaltantes de la historia republicana de
    Colombia; sólo se dirá que en buena medida esta
    "cultura de la
    violencia" ha venido a constituir una fuente de la cual
    abrevó Buenaventura para concebir gran parte de lo
    más logrado de su repertorio.

    Y es que por vía de esta "cultura de la
    violencia", que en los más de los casos se ha intentado
    vincular sus dimensiones a simples hechos delincuenciales, se
    puede encontrar que:

    (…) en todos los casos los elementos de motivación política jugaron un
    papel
    fundamental. En todos ellos, de distinta manera, existe la
    connotación de delitos
    políticos, entendiendo como tales aquellos que se
    consideran asociados a un móvil altruista, por cuanto no
    buscan un lucro personal sino transformaciones en el aparato
    estatal. (Vargas V. 1995, p. 21).

    Enrique Buenaventura como acucioso investigador de la
    realidad que le circundó, y más allá de los
    factores ideológicos que le fueron inherentes, se pudo
    percatar de la terrible ironía que en ese macabro juego de la
    muerte estaba
    implícita, juego absurdo
    en el que todos son perdedores pero que, paradójicamente,
    sus resultados son manejados a capricho del que detenta el
    Poder; en el
    que sus desenlaces están supuestos a que:

    Todo depende, no tanto de la acción en
    sí misma, como del éxito
    bueno o malo de la guerra.
    Triunfador el revolucionario, es el héroe que sacrifica
    la tranquilidad, los bienes o la
    vida en aras del ideal; es el salvador glorioso de la libertad, el
    padre de la patria y el guerrero enérgico que
    subordinó a la adquisición de la victoria los
    intereses individuales; vencido, es encasillado dentro de las
    tristes y deshonrosas clasificaciones del Código Penal, con nombre de rebelde,
    cuadrillero, ladrón, asesino, desalmado, sediento de
    botín y eterno enemigo del orden, incapaz de ganarse la
    vida por medios
    honrados. (Rafael Uribe, citado por Vargas V. 1995,
    p.24).

    Esta triste realidad la virtió en sus creaciones
    Buenaventura, lo que ha dado lugar a que se clasifique su teatro
    como un "teatro político", a lo que el maestro en alguna
    respondió con una irónica sonrisa en su
    rostro:

    (…) a mí me han acusado de que siempre hago
    teatro político y yo digo ¿Quién no?,
    ¿Cuál es el teatro que no es político?. No
    hay ningún teatro que no sea político, incluso si
    es apolítico es más político". (Tomado de
    El País. Cali. Colombia. Citado por Alfonzo W. s/f, p.
    s/n).

    Es en este contexto histórico en el que se va a
    desarrollar el teatro de Enrique Buenaventura, con todas sus
    implicaciones en los ámbitos social, político,
    económico, cultural y teatral propiamente dicho; y en este
    específico campo de la creación artística es
    por vía del humor negro y la ironía que
    Buenaventura propondrá la reflexión
    ineludible.

    Remitiéndonos al año de 1958, fecha
    en la que se estrena la primera versión de A la Diestra de
    Dios Padre, es interesante recordar que el 2 de mayo de ese
    año, hubo una fallida intentona golpista de carácter
    militar. Ahora bien, ese hecho particular, sino se le relaciona
    con sucesos previos de una magnitud enorme, se presentaría
    como un acontecimiento aislado, que en nada ayudaría a
    comprender eso que han dado en llamar los colombianos, y
    estudiosos del tema nacidos en otras latitudes, como "cultura de
    la violencia"; fuente de la que, como ya se ha dicho,
    abrevó suficientemente Enrique Buenaventura para realizar
    su propuesta teatral.

    Valga entonces reiterar que el asesinato del líder
    político Jorge Eliécer Gaitán, ocurrido en
    pleno centro de la capital
    colombiana el 09 de abril de 1948, desató la época
    más dura que registre la historia de la violencia en
    ese país. Pero, ¿por qué este homicidio en
    especial tuvo tales repercusiones?

    Un no del todo aceptado y menos esclarecido suceso
    histórico nos puede aproximar a una respuesta: la gran
    huelga
    bananera de la costa atlántica colombiana y la masacre que
    tuvo lugar en medio de la misma, acaecida en la estación
    ferrocarrilera de Ciénaga, Departamento del Magdalena, en
    el año de 1928.

    Corría el año de 1929, y el entonces joven
    abogado penalista Jorge Eliécer Gaitán
    presentó una formal acusación referida a tan
    nefastos sucesos en la Cámara de Representantes.
    Allí, por medio de emotivos discursos en
    el Parlamento Nacional, Gaitán promovió un debate sobre
    los Consejos Verbales de Guerra a los cuales habían sido
    sometidos los dirigentes de la huelga
    bananera, así como muchos de los obreros que fueron
    capturados tras el decreto emitido por el general Carlos
    Cortés Vargas.

    Al respecto nos cuenta Reyes (1997):

    Gaitán, acompañado por un fuerte
    movimiento de estudiantes y trabajadores, consiguió que
    se ordenara la revisión de los Consejos de Guerra. El
    estudio y crítica de las medidas oficiales frente a los
    cruentos sucesos de la zona bananera, contribuyó sin
    duda a quebrantar el gobierno de
    Miguel Abadía Méndez, el último presidente
    de la hegemonía conservadora. ( p. XXIII).

    Este episodio –que con posterioridad será
    investigado por Buenaventura y plasmado en su obra La Denuncia
    (1973)- catapultaría, como organizador de un amplio
    movimiento liberal, al joven Gaitán al liderazgo
    político colombiano. Convirtiéndolo en eventual
    "presidenciable", muy al pesar de la rancia oligarquía
    conservadora de Colombia.

    Entre la masacre de la huelga bananera y el homicidio de
    Gaitán, Colombia vive cuatro lustros de agitación
    política, en los que verá caer gobiernos,
    reacomodos de los estamentos civiles y militares, levantamientos
    en las Fuerzas Armadas, y pese a los aparentes logros conseguidos
    por la denuncia de Gaitán en el Congreso en el año
    29:

    A raíz del levantamiento militar contra el
    presidente Alfonso López Pumarejo, sucedido el 10 de
    julio de 1944, se preceptuó que los llamados delitos
    políticos (Rebelión, sedición,
    conspiración, asonada, y algunos conexos con los
    anteriores) se juzgaran por la Justicia
    Penal Militar, mediante el procedimiento
    de los Consejos Verbales de Guerra. (Umaña L. en Vargas
    V. 1995, p 31).

    Recapitulando entonces, tenemos además que, con
    Gaitán a la cabeza como vocero del populismo durante
    el predominio político liberal (1930 al 46), incluyendo el
    primer gobierno reformista de Alfonso López Pumarejo
    (años 34 al 38), :…"se había introducido la
    cuestión de la ideología a la vida política
    del país".(Rizk. 1991, p. 157).

    Se hace interesante acotar que durante este
    período el partido gobernante (liberal) supo absorber
    cualquier amago de insurrección popular:
    …"diluyéndola con una actitud
    proteccionista que de paso exacerbó la tolerancia de los
    conservadores que tildaban a los liberales de ateos y
    comunistas". (ibid.).

    Sin embargo, una vez en el poder los
    conservadores con Laureano Gómez como líder,
    y sobre todo luego del asesinato de Gaitán, impregnados
    del fascismo europeo
    al que vehementemente defendían -pese a haber sido
    derrotado en la Segunda Guerra
    Mundial recién finalizada- y teniendo de su parte a
    las fuerzas del orden:

    (…) se lanzaron a la persecución y
    eliminación del partido liberal. La violencia se
    esparció por todo el país, especialmente en el
    campo.(…) La resistencia
    armada de los liberales dio paso, a su vez, a los movimientos
    de guerrilleros que dominaron la escena rural. La democracia
    oligárquica había cedido, por fin, al país
    político que se debatía en un sangriento episodio
    que costaría 300.000 vidas. (ibid.).

    Más tarde, en 1954 un militar de tendencia
    conservadora, el teniente coronel Gustavo Rojas Pinilla
    daría un golpe de estado,
    asegurando reestablecer la paz otorgando una amnistía
    general; siendo su verdadera intención la de erigirse en
    dictador.

    Ello llevó a los guerrilleros a retomar la lucha
    armada, matizando ahora con el pretexto de "lucha de clases" a
    una revuelta que era general.

    A raíz de la precitada intentona golpista del
    año 1958, y en medio de un nuevo acuerdo entre liberales y
    conservadores, que se conoció como Frente Nacional, que no
    resultó en otra cosa que la alternancia
    (alternación, la llamaron ellos) en el poder por un
    tiempo
    determinado y un reparto buracrático, se dio por
    finalizada -oficialmente- la contienda armada.

    Pero, obsérvese lo que dice respecto de aquel
    acuerdo un connotado dirigente comunista colombiano, testigo
    presencial del mismo:

    A la burguesía le pareció que era un
    sistema genial
    el que iba a inventar y no se dio cuenta que la lucha de clases
    no se detenía en Colombia, y que se iba a expresar en
    otra forma. Se expresó en el movimiento guerrillero, en
    el crecimiento del movimiento guerrillero, porque surgieron, la
    importante eran las FARC y luego surge el ELN, hay que recordar
    la cantidad de focos guerrilleros que se crearon…"
    (Entrevista a
    Gilberto Vieira en Vargas V. 1996, p.39).

    Es en medio de este enmarañado episodio
    histórico en el que va a crecer y a desarrollarse el joven
    Enrique Buenaventura, lo que sin duda lo marcará, cuando
    en definitiva asuma la determinación de hacerse un hombre
    de Teatro. Por supuesto no puede obviarse el hecho de que sus
    primeras relaciones con el hecho teatral y su temprano vagar por
    el mundo, primero en su natal Colombia, luego por Venezuela y el
    Caribe, Brasil y Argentina, y
    breve estadía en Chile,
    también tendrán definitivo impacto en su personalidad y
    en su proceso creador.

    Tras la corta pasantía chilena: …"es
    llamado a Colombia para trabajar en la recién fundada
    Escuela
    Departamental de Teatro en Cali, el futuro TEC, a finales de
    1955". (Rizk. 1991, pp. 22 y 23). Contaba a la sazón 30
    años de edad, suficientes para que alguien como él,
    aún sin nombramiento oficial, asuma la orientación
    y dirección de lo que a la postre será
    el más importante referente del quehacer teatral
    colombiano contemporáneo.

    Si bien es cierto que la Escuela
    Departamental de Teatro en Cali comenzó a funcionar a
    finales de 1955 bajo la dirección del español
    Cayetano Luca de Tena, éste no cumpliría un
    año en sus funciones,
    correspondiéndole a Buenaventura asumir esta responsabilidad, cargo que ocupará, en el
    ahora denominado Teatro Escuela de Cali, hasta julio de
    1969.

    Como bien nos lo cuenta Reyes, en esa suerte de
    cronología vivencial de Enrique Buenaventura, elaborada
    para "Teatro Inédito":

    Orienta la Escuela sin figurar porque el gobierno
    militar no está dispuesto a nombrarlo director. Empieza
    investigaciones
    sobre formas folclóricas de representación y
    literatura
    oral. Estas investigaciones
    se concretan en cuentos
    folclóricos y dramatizados, en un misterio de
    carácter contemporáneo y popular y en una pieza
    de indudable importancia para el teatro nacional: A la diestra
    de Dios Padre (primera versión). Paralelamente lleva
    adelante el montaje de obras clásicas: Shakespeare,
    Sófocles, Lope de Vega. (Reyes. 1997, p. L).

    Por supuesto que en este largo devenir, vamos a asistir
    a lo que se puede denominar la evolución del trabajo del propio
    Buenaventura, así como los avatares que enfrentará
    la propia institución dirigida por él.

    Sólo se diga que desde el principio, habrá
    el interés
    y la intención de realizar un teatro de compromiso social.
    En este sentido, en el derrotero que tomarán tanto el
    grupo como el
    novel director, se anunciarán:

    (…) dos corrientes alternativas, y en
    apariencia hasta contradictorias. (…) La primera, de
    tipo nacionalista se caracterizará por una
    búsqueda de las raíces a través de obras
    sacadas de la tradición folklórica, popular o
    histórica. (…) La segunda, se dedicará a
    la búsqueda de lo particular en lo general, a
    través de las obras del repertorio universal, sobre todo
    los clásicos. (Rizk, Ob. Cit. p. 23).

    De allí, que se combinen por un lado la
    investigación, a efectos de rescatar las formas populares,
    con la representación, por otra parte, de obras de fama
    mundial; cumpliéndose el cometido "humanista" propuesto
    por Buenaventura al frente de su agrupación: …"de
    incorporar el pueblo a la civilización sirviéndose
    del teatro para lograrlo". (ibid.).

    Corría ya el año de 1962, cuando
    Buenaventura, quien desde muy joven, por cierto, procuró
    vincularse con el arte de las tablas, no sólo en el teatro
    estudiantil, sino en compañías trashumantes de
    carácter popular, evidenciando desde ese entonces su
    preocupación por hacer un teatro con humor,
    escribe:

    Nuestro mundo se abre hacia la incorporación,
    cada vez más vasta, del pueblo, de todos los hombres, a
    los beneficios de la civilización y la cultura. Nuestro
    mundo busca, dolorosamente, una realización del Humanismo, que
    apenas soñaron los humanistas más
    consecuentes…Pues bien, el teatro, fiel a su destino de
    reflejar la realidad y de mostrar mejor que cualquier arte, su
    condición variable, tiene que responder al
    propósito enunciado arriba y convertirse en un
    instrumento eficaz para realizarlo. (Citado por Rizk, Ob. Cit.
    pp. 23 y 24).

    Por estas fechas, Buenaventura y su grupo se han
    presentado en París, Francia, en el
    Teatro de las Naciones, donde realizaron dos montajes: "A la
    diestra de Dios Padre" e "Historias para ser contadas",
    ésta última de Oswaldo Dragún. En la
    Universidad
    homónima cursó estudios y paralelamente trabaja en
    la
    radiotelevisión
    francesa; aparte, como becario del Instituto Internacional de
    Teatro, viaja a Italia,
    específicamente a Roma y
    Milán.

    Para el año 1963, está de nuevo en
    Colombia. Se funda el TEC, como Teatro Escuela de Cali,
    constituido como compañía de teatro dependiente de
    la administración
    pública y bajo su dirección; ésta
    desaparece como institución oficial (aunque queda la
    Escuela de Teatro, la cual deviene de la Escuela Departamental
    mencionada antes) al serle retirados los fondos oficiales en
    1967.

    Es de hacer notar que en un primer momento las siglas
    TEC sirvieron para identificar al Teatro Escuela de Cali
    (incluidas Compañía y Escuela propiamente dicha);
    sin embargo, al serle eliminado el subsidio gubernamental,
    Buenaventura no duda en reservarse estas siglas para que sirvan
    de identificación al Teatro Experimental de
    Cali.

    En el año de 1969, ya ha escrito Los Papeles del
    Infierno; se ha desvinculado por completo de la Escuela de Teatro
    de Cali, y el Teatro Experimental de Cali (TEC) se constituye en
    compañía de teatro independiente con sede propia,
    comprada y remodelada por los propios integrantes de la
    agrupación. Es a partir de aquí que adquiere toda
    la relevancia el teatro propuesto por Enrique Buenaventura, al
    frente del TEC, como protagonista del movimiento del Nuevo Teatro
    Colombiano y como autor del Método de
    Creación Colectiva que tanto prestigio le ganó en
    su quehacer sobre las tablas.

    No se debe obviar, no obstante, que esta década
    de los sesenta, sobre todo en latinoamérica, va a estar impactada
    irreversiblemente por lo acaecido en Cuba en 1958,
    a raíz del triunfo de la revolución
    cubana y su temprana declaratoria de Estado Socialista. El
    reflejo que ello produjo en las luchas campesinas, en las luchas
    guerrilleras, y la inmediata reacción en los elementos de
    las Fuerzas Armadas, particularmente en Colombia, amén de
    la contra-respuesta norteamericana que se materializó en
    la "Alianza para el Progreso" del año 1961, no se hizo
    esperar.

    Remitiéndonos al caso específico
    colombiano, con el cambio de táctica iniciado por el
    gobierno de Estados Unidos a
    través de la "Alianza…" el papel a jugar
    por los militares se concentraría en la lucha
    anti-subversiva. Es así como en 1962, por
    ejemplo:

    (…) durante el periodo presidencial de Alberto
    Lleras Camargo, se inició el llamado Plan Lazo, bajo
    la iniciativa del Mayor General Alberto Ruíz Novoa,
    asistido por técnicos norteamericanos, que daba lugar al
    desarrollo
    de programas
    anti-guerrilleros y de estrategias
    civiles para dar fin a la guerrilla que para esa época
    empezaba a tomar forma constitutiva. (Rizk. 1991, p.
    259).

    De tal manera que se establecía como rol
    prioritario de las Fuerzas Armadas el de erigirse en represora de
    la: …"siempre creciente presencia guerrillera que hacia
    los años 70 extendió sus operaciones a los
    centros urbanos". (Ibid.).

    A estas alturas, estudiosos de la historia
    política colombiana han podido identificar tres instantes
    puntuales en la espiral de violencia (que por cierto, aún
    no se detiene) en la que se ha visto inmersa la República
    de Colombia a lo largo del siglo pasado; terrible circunstancia
    que con el paso del tiempo ha adquirido matices cada vez
    más cruentos, es así como Alejo Vargas V. hace el
    siguiente recuento, que se antoja interesante traer a
    colación:

    (…) y efectivamente, el Teniente Alberto Cendales
    fue uno de los protagonistas centrales de la llamada
    ‘Guerra de Villarica ’, que se puede considerar
    como el tercer momento de la violencia política
    colombiana, que se inicia con ese período que se puede
    considerar como el de la ‘Violencia Chica’,
    simultáneo con el arribo al poder del Partido Liberal
    en el decenio de los 30s y que tuvo como escenario algunas
    regiones de los Departamentos de Boyacá y los
    Santaderes y que apuntaba, entre otra motivaciones, a
    consolidar el poder electoral del liberalismo en varias regiones. (Ob. Cit. pag.
    96).

    Para de seguidas comentar:

    Continúa un segundo momento de esa violencia
    política reciente, con el denominado período de
    ‘La Violencia’ una vez se inician de nuevo los
    gobiernos de hegemonía conservadora a mediados de los
    años 40s, en la cual ésta no solo se generaliza
    y se hace mucho más sanguinaria, sino que lleva a que
    como respuesta se desarrolle un amplio movimiento de
    guerrillas campesinas, liberales y comunistas, en el
    país. (Ibid.).

    La pertinencia de la acotación viene dada por la
    peculiaridad del personaje mencionado: el Teniente Alberto
    Cendales Campuzano; uno de los más brillantes
    jóvenes de la oficialidad subalterna colombiana de ese
    momento, quien protagonizó uno de los más curiosos
    acontecimientos que en esa nefasta sucesión de episodios
    violentos se puedan recordar. En una breve radiografía de
    lo que fue esta guerra, léase el relato autorizado del
    Profesor francés Jacques Aprile-Gniset:

    Desde 1946 hasta 1960, quizá Villarrica sea el
    único lugar del país en donde el campesinado
    rechazó el chantaje. No huye. Supera el terror suscitado
    por genocidios, se organiza en sus tierras, se decreta la
    auto-defensa. El colono se arma y defiende su familia, sus
    parcelas y años de trabajo, en una guerra de varios
    años. Y esta defensa armada del habitat y de las tierras
    conduce a una estrategia
    militar novedosa. Que sepamos, por primera vez en la historia
    del país, se libra una guerra prolongada de posiciones
    fijas, con un frente estabilizado constituido por líneas
    de defensiva establecidas en profundidad con servicios de
    intendencia, de transmisiones, médico, etc. En 1955
    el Estado
    Mayor del Ejército elabora un plan
    relámpago para ocupar Sumapaz y el Oriente de Tolima. El
    5 de abril se inicia la Operación Tenaza, que
    debería concluir el mismo día. Pero esta guerra
    se prolongaría más de tres años (…)
    (Citado por Vargas V. Ob. Cit. p. 97)

    Ahora bien, ¿Qué es lo que resulta tan
    interesante de este personaje como para mencionarlo en este
    trabajo de investigación?

    Pues debe responderse que es la ironía que
    está implícita en su proceder. Resulta que el, para
    aquel entonces, joven oficial Cendales fue el más
    destacado miembro de su promoción al egresar en primer puesto de la
    Escuela Militar "José María Córdoba"; y,
    entre otros honores, como Alférez obtuvo el primer lugar
    también; además, ocupó el quinto lugar en el
    curso de Rangers en la escuela de especialización militar
    que los Estados Unidos
    tenía en Panamá,
    entre un numeroso grupo de oficiales de diversos países
    latinoamericanos. Se le consideraba:

    (…) el oficial joven más brillante del
    ejército colombiano y más respetado en la
    oficialidad joven. Nombrar a Cendales era designar a un
    líder. Un hombre delgado, magro, estupendo gimnasta,
    buen espadachín, gran tirador y muy inteligente, que
    venía de clase popular y le tocó aguantar la
    violencia especialmente en Villa Rica, luchando entre otras
    cosas contra las fuerzas de Juan de la Cruz Varela. (Entrevista a
    Eduardo Umaña en Vargas V. Ob. Cit. p. 98). (cursivas
    nuestras).

    Cabe señalar que Juan de la Cruz Varela fue uno
    de los más sobresalientes comandantes guerrilleros de la
    época, al punto de llegar a conocérsele como el
    "general campesino". De Umaña es bueno advertir que fue el
    abogado defensor de Cendales en el Consejo Verbal de Guerra del
    12 de mayo de 1964, al que se le condujo por el delito de
    "CONSPIRACIÓN".

    Pero, ¿Cuál es la ironía?… al
    decir de Luis Emiro Valencia, amigo y confidente de Cendales,
    tenía todos los visos de ser un juicio contra el tremendo
    impacto continental que causó la revolución
    cubana, dados los reflejos que produjo en las luchas
    campesinas, así como en las guerrilleras, de manera que el
    proceso contra éste en realidad se trataba:

    (…) de la ‘rebelión de los
    tenientes’, porque Cendales realmente representaba una
    ‘rebelión de los tenientes’, es decir de la
    franja de oficialidad y suboficialidad que tienen contacto con
    el pueblo a través de la guerra y a través del
    conocimiento de la realidad social. Entonces Cendales es para
    mí como el paradigma,
    el elemento que se destaca en esa constelación, y del
    otro lado, la contraparte digamos histórica y social,
    más histórica que social, ya que, desde el punto
    de vista cuando el ‘general campesino’ Juan de la
    Cruz Varela estaba mucho más cerca de Cendales, que
    Cendales de los estamentos a los cuales respondía
    jerárquicamente. (Citado por Vargas V. Ob. Cit. p. 93).
    (Cursivas nuestras).

    Toda esta historia surge a partir de la fallida
    intentona militar del 02 de mayo de 1958, que se mencionó
    al principio de este Marco Histórico. Uno de los oficiales
    alzados, el Teniente Coronel Hernando Forero Gómez, a
    quien se le atribuye ser el cabecilla de la misma, fungía
    para aquel entonces como comandante del Batallón de
    Policía Militar y su lugarteniente en dicha unidad era el
    Teniente Alberto Cendales Campuzano.

    Lo curioso deriva del hecho que el joven Teniente
    Cendales, luego de dos largos años de duro trajinar en
    combate contra las huestes guerrilleras de Juan de la Cruz Varela
    (años 1955 y 56), defendiendo el status quo, no va a dudar
    en levantarse en armas para
    derrocar, precisamente, al régimen imperante; y lo que
    puede resultar aún más irónico es que en
    pleno Consejo de Guerra, del que logra salir absuelto al
    prescribírsele la acción penal, declare lo
    siguiente:

    Yo cambié de opinión: el sentido
    retardatario que tenía del Estado y la sociedad y
    comprendí que los guerrilleros tenían
    razón. Los admiré, cuando frente a frente, de
    trinchera a trinchera, alcancé a captar el valor y la
    angustia de esas gentes campesinas, luchando contra otras
    gentes de ascendencia popular como yo, que vengo de una humilde
    familia del
    Tolima. (Citado por Vargas V. Ob. Cit. p. 98).

    Este evidente contrasentido: seres humanos de una misma
    clase social antagonizando por razones que ni siquiera se les ha
    consultado, permite estar en conocimiento de la terrible realidad
    que ha debido confrontar el pueblo colombiano desde que él
    mismo tiene memoria.

    Y es justo allí, donde el genio de Enrique
    Buenaventura se levanta por encima de estas contradicciones para,
    a través de su dramaturgia, apelando cuando es necesario
    al humor negro y la ironía, impactar en la conciencia de los
    espectadores con toda la intención de hacerles reflexionar
    sobre éstas y otras cuestiones. Lamentablemente el relato
    que se acaba de hacer no pertenece a ninguna tragicomedia; es la
    más cruda realidad de un episodio histórico
    correspondiente a un país que, desafortunadamente
    todavía, no da con las rutas para conseguir la
    paz.

    En el interín, y se refiere aquí a los
    años transcurridos entre esta década de los sesenta
    y la fecha actual, Buenaventura, siempre junto al TEC, mantuvo
    ese característico e incansable ritmo de
    trabajo que tantas satisfacciones y galardones le ganaron.
    Realizando versiones, estrenando nuevas propuestas, revisando el
    método, llevando en giras su espectáculo teatral de
    manera de acercarlo cada vez más a ese pueblo llano con el
    que se sentía tan comprometido; enfrentando, en ocasiones,
    a una prensa que por
    intereses mezquinos se vuelve hostil. Pero, a fin de cuentas, siempre
    fiel a sus principios de
    hombre de teatro entregado a su trabajo, a su compromiso social
    con su pueblo.

    Capítulo II

    Marco Teórico

    (sobre el humor negro y la
    ironía)

    Previamente se ha indicado la escasa existencia de
    textos o estudios que enfoquen específicamente el tema del
    humor negro y la ironía, en lo que se refiere a su
    disponibilidad a efectos investigativos. Sin embargo, se ha
    logrado dar con algunos textos antológicos, que ofrecen
    algunas luces al respecto. Asimismo, haciendo uso de la
    también casi inexistente bibliografía que se
    dispone sobre el conjunto de la obra de Enrique Buenaventura, se
    está en capacidad de elaborar una aproximación a
    tan interesante tema.

    Por lo pronto, se considera necesario hacer algunas
    precisiones respecto a qué es humor, qué se
    entiende por humor, y cómo distinguir humor negro de
    ironía. Valga entonces señalar que figurativamente
    se entiende por humor a la disposición del espíritu
    o del carácter; así se le relaciona con humorada,
    de manera que se entiende como tal al chiste, la acción
    graciosa, más familiarmente las bromas. De allí el
    verbo bromear, que según la mayoría de los diccionarios
    equivale a hacer bromas o chanzas.

    Mas, ¿tan escuetas acepciones pueden servir para
    abordar de un modo más profundo al humor negro y la
    ironía? Definitivamente no.

    El presente estudio no tiene otra intención que
    la de establecer con suficiente claridad que el humor, con todas
    sus variantes –valga recalcar principalmente: humor negro e
    ironía– como condición sine qua non de la
    idiosincrasia del latinoamericano va a resultar una constante, un
    elemento subyacente, en el sistema creativo
    del artista nativo de estos lares. Sólo se debe reiterar
    que la investigación propuesta se reduce a la dramaturgia
    (tres obras seleccionadas) de Enrique Buenaventura; aunque no por
    ello se deje de establecer las similitudes –que las hay
    muchas- con la producción literaria de un sin fin de
    creadores latinoamericanos.

    Enrique Buenaventura se ocupó de su espacio y de
    su tiempo, entiéndase de nuestra contemporaneidad, con la
    independencia
    que le corresponde como artista, construyendo, además, un
    manifiesto en el que se vislumbra un horizonte que posibilita
    identificar una "estética social":

    (Buenaventura) parte del principio de que en América no existe una conciencia
    histórica de nuestra vida presente, de ahí que no
    existan raíces nacionales en la colectividad. Se hace
    necesario, pues, crear una imagen de esas
    raíces para que, al asimilarlas, nuestros pueblos
    adquieran una conciencia de sí. (Carlos José
    Reyes, citado por Rizk. 1991, p. 25)

    Y una de las herramientas
    de las que con más asiduidad echó mano Buenaventura
    para lograr ese propósito fue precisamente el humor negro
    y la ironía.

    En las tres obras escogidas se puede apreciar, incluso
    de la manera más desprevenida, cómo Buenaventura
    hace uso reiterado tanto del humor negro como de la ironía
    para crear esa imagen y semejanza que nos pueda aproximar, entre
    otras muchas intenciones, a ese trillado concepto de la identidad. Sin
    descuidar por ello ningún otro elemento que ayude a
    decantar ese propósito.

    De allí que el propio Buenaventura sintetice las
    intenciones fundamentales de su teatro (aunque en rigor él
    hablaba de una de sus obras, específicamente: El
    convertible rojo de 1970), al decir:

    (…) muestra el
    fracaso de la adaptación a una realidad monstruosa y
    exalta la afirmación humana que es la
    desadaptación pero, al mismo tiempo, expone las
    limitaciones de la desadaptación individual que no logra
    o no puede integrarse en la desadaptación general.
    (Enrique Buenaventura, citado por Reyes. 1997, p.
    .XXVII)

    Y en medio de este drama, que significa la existencia,
    el autor nos advertía sobre circunstancias como la
    siguiente:

    (…) lo nuevo brota por todas partes. El proceso
    de descolonización no solamente se extiende por toda
    África, Asia, sino que
    penetra en Europa y en
    los Estados Unidos. Los indios, los negros norteamericanos, los
    chicanos, los vascos, los musulmanes, los descendientes de los
    aztecas, los
    quechuas, los guaraníes, todos los pueblos sojuzgados
    buscan su identidad.
    Lo nuevo es, pues, esta búsqueda de identidad. (Enrique
    Buenaventura, citado por Vásquez Zawadzki. s/f, p.
    s/n)

    Y en esta búsqueda hace su aparición el
    humor, mejor decir el humorismo, con toda su carga de
    desasosiego, por contradictorio que ello pueda resultar. Pues no
    se olvide que referirse al humorismo, cuando se le aborda desde
    una propuesta artística determinada, configura de
    algún modo un asunto enojoso. De allí que se
    encuentren ideas como las que se refieren en el prólogo de
    la antología "El Humor Negro 1", de Editorial
    Brújula, que rezan al tenor siguiente:

    El asunto del humorismo suele constituir una
    incomodidad insalvable en los tratados de
    estética. Chesterton quiso soslayarla diciendo que
    "intentar definir el humor demuestra falta de humor", y no es
    posible culparlo demasiado por esta retirada ingeniosa: desde
    que Galeno fundó oficialmente la teoría de los humores hasta nuestros
    días, pocas palabras fueron tan propicias al caos, tan
    laboriosamente malentendidas. Dos equívocos pertinaces
    protegen la confusión. Uno consiste en suponer que el
    humorismo es algo así como un género
    literario. El otro, en confundir humorismo con buen humor. Pero
    el humorismo no es un género, sino una actitud ante
    el mundo que se encuentra en todos los géneros; no hay
    verdadera obra de arte que no la incluya de algún modo.
    Y no se trata de una actitud alegre: los últimos
    límites del humorismo lindan más
    con los laberintos de la desesperación que con el
    decorado de la felicidad convencional. En realidad, el
    humorismo es malhumorado, un incursor de los mismos territorios
    que ambicionan la úlcera, la demencia y el suicidio.
    (1969, p. 9)

    Advertencia que se hace más que válida
    cuando se pretende analizar la obra teatral de Enrique
    Buenaventura; obra, además, que en su conjunto le
    permitirá experimentar tanto en la dramaturgia propiamente
    dicha como en los diferentes aspectos de la puesta en escena:
    dirección, actuación, escenografía y
    demás componentes del hecho teatral; aparte de manifestar,
    al decir de Patricia González:

    (…) una toma de conciencia del autor y un
    compromiso. Se empieza a hacer evidente la necesidad de un
    trabajo colectivo y el maestro enfrenta su trabajo creador a la
    crítica de los autores, experimentando en el nivel del
    mensaje". (Citada por Vásquez Zawadzki,. s/f, p.
    s/n)

    Constituyendo, entonces, cada pieza una suerte de
    collage en el que se hacen presentes ciertas voces de la
    narrativa a la par del trabajo actoral, en el que miradas y
    gestos de los actores se crean y perfeccionan en el desarrollo de
    los ensayos
    mediante las improvisaciones. En las que:

    Estas improvisaciones, como en un laboratorio
    vivo y actuante, se convirtieron en la materia
    prima, de estirpe colectiva, con la cual Buenaventura
    concluyó la escritura
    final de su obra. En ella la fábula y el argumento no
    existen, en la forma tradicional de un proceso durante el cual
    se desenvuelven los elementos constitutivos de una historia,
    sino que más bien es la imagen congelada, la
    representación del imaginario colectivo, lo que se
    desenvuelve ante la mirada de los espectadores. (Reyes. 1997,
    p. XXXIII).

    De donde surge una nueva propuesta, en la que Enrique
    Buenaventura exploró nuevas posibilidades, elaborando
    nuevos postulados; a saber:

    (…) el teatro sería un instrumento
    estético para cambiar la sociedad; el texto
    dramatúrgico, en el proceso de montaje del
    espectáculo escénico un elemento, un lenguaje
    entre otros; la puesta en escena a su vez se
    fundamentaría en la creación colectiva y la
    ruptura de la
    organización jerárquica del autor, director y
    actor; y la relación con el público sería
    una relación polémica como punto de partida para
    las transformaciones posteriores de las obras. (Vásquez
    Zawadzki. s/f, p. s/n)

    Bajo estas premisas es que se pretende acometer la
    dramaturgia escogida de Enrique Buenaventura; precisando que, en
    lo que atañe a los específicos intereses de este
    Trabajo de Grado, se partirá de los siguientes
    conceptos:

    HUMOR NEGRO:

    El primero que aludió a un "humor negro" fue
    Aristóteles. Hablando de la
    melancolía, la llamó "bilis negra", y dijo que en
    dosis adecuada es un ingrediente del genio, pero que
    poseída en exceso lo es de la locura. En realidad,
    hablar de humor negro es una redundancia: todo humorismo tiene
    su negrura, que se diluye o acentúa de acuerdo con el
    conflicto en
    cuestión. Tiende al gris en los moralistas al estilo de
    Chamfort, opuestos a una convención que propone que, en
    general, los humanos somos buena gente. El mecanismo de su
    humor podría ser llamada (sic) "realista". Consiste en
    decir de pronto una verdad, aunque sea parcial, de las que
    nuestras convenciones –que nunca nos perjudican-
    disimulan. Por ejemplo: "Hace siglos que la opinión
    pública es la más malvada de las opiniones".
    El moralista (Swift no fue, a pesar de su crueldad, otra cosa
    que un moralista exaltado, un moralista de la razón) no
    inspira escalofríos mayores; muchos esperamos que su
    humorismo perderá algún día la
    razón de ser. Hay otras víctimas que hacen
    más tenebroso al humorismo: el de ellas es discurrido en
    un territorio infernal donde no cabe la cómoda
    ubicación del moralista, donde el bien y el mal, la vida
    y la muerte,
    la lógica y el absurdo, se rozan y se
    confunden. Es el territorio de los humorismos satánico,
    macabro y absurdo, los rostros más crueles del humor
    negro. El concepto usual de humor negro se restringe a estas
    tres variantes, y había comenzado a ganar adeptos antes
    que el surrealismo,
    encabezado por Breton, lo incorporara a su cuerpo doctrinario.
    El humor negro constituye la expresión
    humorística más audaz, el alzamiento más
    herético contra la ley del lugar
    común: extiende la contradicción a los valores
    más venerados, los trastoca, los identifica y los anula.
    Tras la batalla, muchas veces es difícil saber
    qué se ha ganado, y distinguir al triunfador.
    (Prólogo a la Antología "El Humor Negro 1",1969,
    p.p. 10 y 11). (Cursivas nuestras).

    Es necesario reiterar que es en el entendimiento
    de esta apreciación el cómo se va a abordar la
    dramaturgia escogida de Enrique Buenaventura. Asimismo, se hace
    interesante distinguir, por muy sutil que pueda parecer la
    diferencia, entre humor negro e ironía. Así de este
    modo:

    IRONÍA:

    La ironía consiste en decir algo de tal manera
    que se entienda o se continúe de forma distinta a la que
    las primeras palabras parecen indicar: el lector, por tanto,
    debe efectuar una manipulación semántica que le
    permita descifrar correctamente el mensaje, ayudado bien por el
    contexto, bien por una peculiar entonación del discurso.
    (…) La ironía presupone siempre en el
    destinatario la capacidad de comprender la desviación
    entre el nivel superficial y el nivel profundo del enunciado.
    Particularmente importante es el uso de la ironía en el
    relato (aplicable también a la dramaturgia), cuando la
    superioridad del conocimiento del autor y del lector (o
    espectador) con relación a los personajes y a los
    acontecimientos en los que se ven mezclados permite disfrutar
    los subrayados irónicos escondidos entre los pliegues
    del discurso, los dobles sentidos, los equívocos o
    malentendidos. (Editorial Ariel. Diccionario
    de retórica, crítica y terminología
    literaria, 1991, p. 221) – (agregado entre paréntesis y
    en cursivas nuestro).

    De donde se infiere que es requerible un ejercicio
    mínimo de inteligencia.
    No es la búsqueda de la risa fácil de lo que se
    habla aquí. Aunque ello no obsta para que la carcajada
    fluya una vez se ha entendido el discurso.

    Cabe acotar que el tema de la muerte en la
    dramaturgia de Buenaventura no se reduce a ser sólo eso:
    un tema; resulta ser un eje sobre el cual gravitan las historias
    y personajes hasta hacerse significativos por esa misma imagen.
    De allí que cuando hace en su discurso teatral referencia
    a ése tema, normalmente lo haga en tono de amarga
    ironía, de tal modo que cuando se hace la lectura de
    los textos, en clave política y sociológica, se le
    encuentre integrando en el humor el patetismo de esta
    circunstancia.

    Esta recurrencia, esta casi perenne apelación a
    tan sensible tema, fue una fórmula que utilizó
    Buenaventura para resaltar situaciones; como, por ejemplo,
    integrar al desánimo existencial la propia impotencia
    individual (o colectiva) provocada por la injusticia. Así,
    la ironía campea a lo largo de todos sus textos, filosa
    ironía. Sólo que cuando es matizada por el elemento
    mortuorio, luctuoso, con las diversas formas que éste
    tiene para constituirse y manifestarse como universo
    ideológico, más allá de los sentimientos, de
    la superstición, de las propias creencias religiosas
    (cristianas en la mayoría de los públicos de este
    dramaturgo), nos encontramos, entonces, ante la presencia del
    humor negro.

    Esta diferencia, aunque aguda, es necesaria que se tenga
    en cuenta a los efectos del análisis de las obras
    escogidas para la presente investigación. Recalcarlo
    resulta ineludible, en tanto y en cuanto ambos términos,
    ambos modos de representar el humor, léase: humor negro e
    ironía, participan del tejido discursivo de la gran
    mayoría de los escritores nacidos en
    Latinoamérica.

    Respecto a la elaboración del texto
    literario:

    En este aspecto puntual, es bueno recordar que para
    Buenaventura el texto literario como tal no representaba otra
    cosa que un elemento más dentro de la elaboración
    total del montaje; si bien es cierto que el discurso concebido
    por él era el de una fenomenología:

    (…) que se destruye y se rehace continuamente,
    donde la escasez y la desmesura conviven diariamente, y donde
    la vida y la muerte intercambian sus máscaras en un
    juego sin fin. Tal es la casi inverosímil realidad de
    América
    Latina en general y de Colombia en particular. (Reyes.
    1997, p. XXXV)

    Y aunque esta terrible realidad suponga una quiebra de
    valores, un
    relativo desorden social, el mensaje que transmiten los
    personajes no es el de la desesperanza o la angustia, sino
    más bien uno satírico, lleno de humor corrosivo;
    así es el talante del latinoamericano, quien se defiende
    de sus propias incertidumbres y temores mediante la salida
    jocosa, el chiste; en definitiva, haciendo uso del
    humor.

    Explayándose aún más sobre este
    aspecto es posible encontrarse con autores que han hecho de la
    filosofía su oficio como Alfred Stern (1975), quien
    aludiendo a las tesis del
    ensayista francés Henri Bergson sobre la risa en su
    célebre tratado homónimo, dice cosas como la
    siguiente:

    Hemos dicho que la risa es nuestra reacción a
    una degradación de valores. Con
    todo, no siempre es una reacción pasiva provocada por
    una degradación de valores; a veces es también
    una acción provocadora de una degradación de
    valores (o que al menos, busca provocarla). Cuando
    reímos de una cosa que no es risible, buscamos
    maliciosamente degradar su valor. Y a
    veces lo conseguimos ( p. 42).

    Se hace interesante este aserto pues de lo que se trata
    aquí es de cómo la reacción del eventual
    espectador o lector (ó ambos) representa a su vez una
    incidencia dentro del planteamiento del mensaje; y asimismo
    cómo, por otra parte, se puede estar en presencia de quien
    propende a ésa específica reacción (en este
    caso el autor o accionante). En este orden de ideas
    continúa Stern:

    (…) Como consecuencia de esta degradación de
    valores, la persona provoca
    la reacción de la risa sin ser víctima, (…), de
    una tentativa de degradar su valor a ojos de los demás
    por la acción intencional de la risa. (Ob. Cit.
    p.43)

    Y de seguidas aclara: "No siempre tales valores son
    morales. Muchas veces son intelectuales, estéticos,
    económicos, religiosos, eróticos".
    (Ibid.).

    Ahora bien, y en esto se puede no estar de acuerdo con
    Alfred Stern, éste refiere cómo eventualmente un
    auditorio, al estar en presencia de un incidente cualquiera en el
    que se ataca determinada jerarquía de valores, por
    ejemplo, con la carcajada que se produce en un montaje
    teatral:

    En representación de la sociedad, el
    público los castiga, pues la sociedad busca celosamente
    conservar intacta su jerarquía de valores. La risa de la
    sociedad hacia aquel que ataca su jerarquía de valores
    al degradarlos, es un castigo social".(Ob. Cit., p.
    45).

    No obstante, estas afirmaciones que en la realidad no se
    corresponden con el temperamento del latinoamericano medio
    ¿se puede decir con entera propiedad que
    es a éso, a lo que se reducía la búsqueda
    del Teatro de Buenaventura? No resulta una osadía, a la
    luz de lo que
    el propio Buenaventura predicó, responder con un
    contundente NO. Así, al referirse al mensaje, lo recalcaba
    el dramaturgo:

    (…) debe ser un discurso autónomo que
    produce el sentido del espectáculo a partir de
    códigos generadores de sentido que él combina,
    pero el sentido final no se obtiene nunca. Con la
    mediación del público se obtiene un sentido, pero
    ese sentido que se obtiene no agota, ni mucho menos, el sentido
    que pueda generar para otro grupo, en otras condiciones ese
    mismo texto. (Buenaventura, citado por Rizk, Ob. Cit. p.
    102).

    Valga reiterar entonces que entre los muchos aspectos
    que distinguen al teatro de Buenaventura, resalta en
    lo:

    (…) estilístico el uso de la ironía,
    del humor, a veces negro, tan característico de su
    pluma. Un humor que surge orgánicamente de las
    situaciones planteadas en las obras y de las salidas ingeniosas
    de los personajes (…) (Rizk, Ob. Cit., p. 107).

    Pero, es de hacer notar que esta cualidad del teatro que
    realizó Buenaventura es tan sólo una faceta dentro
    del conjunto de la propuesta dramatúrgica que
    adelantó al frente del TEC. El texto teatral, como ya se
    ha dicho, es tan sólo un elemento más dentro del
    constructo del montaje.

    Aunque el fin último del teatro como aporte a la
    sociedad, al decir del propio Buenaventura, sea:

    El teatro no tiene otro objeto que divertir a la
    gente…ahora…hay diversiones simples y diversiones
    complejas, hay diversiones que hacen pensar, como el teatro que
    nosotros hacemos; en cambio hay un teatro comercial, que vive
    de la diversión simple, pero el objetivo es siempre
    divertir, no tenemos otro. (citado por Alfonzo W. S/f, p.
    s/n).

    Respecto a la construcción de los
    personajes:

    Hay que recordar, también, que en el discurso
    teatral de tendencia naturalista tanto vale la construcción del (o de los) personaje(s)
    propiamente dicho(s), como del entramado argumental; tal como lo
    refiere González G. (2003):

    El personaje teatral puede ser concebido como una
    estructura
    que se organiza en un proceso de acciones
    determinadas y que conforma una historia vinculada con la
    sociedad en la que se enraíza. Esta sociedad incorpora
    una ideología, un conjunto de ideas, nociones, modos de
    pensar, y creencias propias de los individuos y de los
    diferentes grupos
    sociales. (p. 27)

    Ahora bien, el desarrollo dramatúrgico en el
    teatro de Enrique Buenaventura tiene la intención de
    impactar en la conciencia del espectador; y se vale, entre otros
    recursos, del humor negro y la ironía para lograr su
    cometido. Aunque no por ello olvida que lo primordial, lo que se
    debe procurar, es causar la necesaria reflexión en la
    audiencia, mientras la divierte. De este modo, siguiendo a
    González G.:

    Se reafirma así el teatro como una
    construcción ideológica, un producto
    estético constituido por signos ordenados para crear un
    lenguaje que
    comunica y expresa una visión del mundo. El personaje
    dramático forma parte de esa construcción
    ideológica, es la voz del dramaturgo, el emisor del
    discurso teatral. (ibid.)

    Mas para Buenaventura al frente del TEC, ésta
    será solo una, de las posibilidades expresivas a las que
    se apelará como parte del Método de Creación
    Colectiva; en los que el (o los) personaje(s) fuera de los rasgos
    dominantes (ahora aludiendo a Villegas, 1991):

    (…) en cuanto a su caracterización, la
    evolución de su personalidad
    y su actitud en correspondencia con la acción
    dramática. También agrega aspectos importantes
    para determinar o examinar las caracterizaciones de los
    personajes: las características físicas con las
    que aparece el personaje, el lenguaje
    utilizado por éste, las acciones
    directas que realiza, el marco o espacio escénico en
    donde se desenvuelve, y las motivaciones internas y externas.
    Finalmente, Villegas registra que la caracterización de
    un personaje es "un modo de crear a un individuo válido
    como ser humano y como portador del mundo". (ibid.).

    Sin embargo, es bueno tener presente que en el caso
    específico de la construcción del (o de los)
    personaje(s), Buenaventura -siguiendo a Brecht- va a romper con
    el esquema naturalista, por cuanto el actor, en tanto que artista
    debe ser como lo proponían Marx y Engels: un
    revelador de procesos
    ideológicos, sociales, etcétera; es decir que debe
    tener muy claro que su arte tiene una función
    social, por lo que su actitud debe ser comprometida y
    responsable, ya que es un ser útil y necesario. Debe estar
    consciente de su práctica en la sociedad y debe ser
    realista, o sea, debe representar imágenes
    verdaderas con un objetivo concreto.
    Además, debe tener muy en cuenta el grado de cultura del
    público ante el cual se presenta; de este modo el artista
    socialista tiene una función
    dentro de la sociedad, la cual está determinada por la
    ideología política presente.

    Es imprescindible tener presente, puesta de lado la
    parte formal, que es la práctica artística como la
    política de Brecht las que han ejercido el mayor
    predominio sobre la obra del teatrista caleño.

    Ya desde los tiempos de la primera versión de A
    la diestra de Dios Padre Buenaventura en este aspecto va a asumir
    una posición ante la historia y el arte, fundamentada en
    una relación crítica, futurista, liberadora, entre
    la política y la propuesta estética:

    (…) nosotros, actores situados en esta nueva
    estética…" (…) "Creo que Brecht (…)
    nos da las armas, los
    medios para
    alcanzar ese fin (un renacimiento,
    una nueva era clásica, un futuro teatro "teatral", esto
    es, popular), para crear un teatro digno de los tiempos que
    vienen. (E. Buenaventura, en 1958. Citado por Vásquez
    Zawadzki, s/f. p. s/n)

    Resultando por tanto, lo anterior, una inicial
    teorización sobre lo que las vanguardias teatrales ya
    estaban proponiendo en Europa, E.E.U.U.
    o en la propia América
    Latina; particularmente los postulados actorales épicos de
    un Brecht frente a aquellos del teatro individualista,
    naturalista, burgués de un Stanislavski.

    Respecto a la puesta en escena:

    En el teatro de Enrique Buenaventura tenemos a un
    dramaturgo conectado indisolublemente a un grupo, el TEC. De un
    repertorio amplio, moderno y clásico, se fue gestando:
    "… una dramaturgia personal y a la vez colectiva, obra
    tanto de un trabajador individual como de un equipo." (Reyes.
    1977, p. 7)

    Siguiendo a Reyes:

    El teatro de Enrique Buenaventura tiene, pues, al
    escenario como su mesa de trabajo, la improvisación de
    los actores como su "fuente de inspiración" y, a la vez,
    como el equipo que ha realizado en la práctica los
    signos propuestos con y más allá de los textos
    escritos. (ibid.).

    De esta premisa es bueno partir a efectos de entender
    que en la dramaturgia de Buenaventura, y por consecuencia del
    TEC, se encuentra algo así como un orden de escritura
    complejo, por cuanto la mayoría de estas obras tienen
    varias escrituras:

    Dos, tres o cuatro versiones, que no solo se producen
    por la permanente inconformidad del autor con su obra, lo que
    dinamiza su trabajo, sino que nacen del trabajo mismo, de sus
    grandes interrogantes, los cambios del público, de los
    espacios escénicos y sociales en que estas obras van a
    estructurarse. Son, por tanto, obras "abiertas" que no solo
    cambian a través de sus diversos montajes, sino
    también en su escritura e incluso en sus
    propósitos. (Ibid.)

    Es desde esta perspectiva que se inicia el sistema de
    trabajo que, tras sesudas y acuciosas investigaciones por parte
    del maestro Buenaventura, dio lugar a la aparición del
    Método de Creación Colectiva; que se constituye,
    además, en una herramienta muy útil para la puesta
    en escena. Método que, por lo demás, es elemento de
    estudio en las más prestigiosas escuelas de teatro y de
    literatura en el mundo entero; dicho método ya va para 40
    años de desarrollo, siendo México,
    curiosamente, el país donde lo han visto evolucionar y
    perfeccionar en mayor grado.

    Al respecto, dice el propio autor del
    método:

    Ya hay muchos países en el mundo que siguen el
    método de Creación Coloctiva, el cual no es
    propiamente un método, como el de Stanislavsky. Es
    más bien algo muy empírico, una forma de montar
    las piezas. Yo diría que es un método de montaje.
    (E. Buenaventura. Citado por Vásquez Zawadzki, s/f. p.
    s/n).

    Pero, ¿qué es en realidad el Método
    de Creación Colectiva? Se hace interesante denotar
    aquí que una de las mayores aportaciones de Buenaventura y
    el TEC al Nuevo Teatro, tanto en Colombia como allende sus
    fronteras, fue el diseño
    de una metodología sustentada en, como su nombre
    bien lo señala, la producción grupal, la
    involucración total del equipo de trabajo en la
    elaboración del producto teatral.

    En un intento de esquematizarlo, se puede decir que sus
    puntos básicos son los siguientes:

    • Cuestionamiento de la autoridad
      del director por la plantilla de actores.
    • Colectivización, a todo nivel, del trabajo
      del grupo.
    • Surgimiento de un "Colectivo de
      Dirección".
    • Participación de todo el equipo en el
      proceso de la adaptación de una obra.
    • Implicación de todos los integrantes del
      mismo en los diferentes análisis (histórico, de
      lenguaje y de fábula) previos al montaje.

    Los propios integrantes del TEC, en lo que concierne al
    método previamente bosquejado, refieren lo que
    sigue:

    (…) la creación colectiva nace de una
    necesidad: no fue el resultado de una dirección, ni de
    una intención. Al haber tomado el camino independiente,
    el grupo supo que "el teatro era una herramienta para
    participar en la transformación de la sociedad" y como
    tal tuvo que sistematizar el proceso para facilitar su
    aproximación al hecho teatral. (Rizk. Ob. Cit. p.
    109).

    Asimismo Rizk nos explica las etapas o niveles
    distintivos en que se fundamenta el proceso de creación
    colectiva:

    (…) la investigación y elaboración del
    texto; la división del texto con su respectivo
    análisis crítico; la improvisación,
    "columna vertebral del proceso"; el montaje y, por
    último, la presentación ante el público
    que incluye la síntesis
    dialéctica del espectáculo. (Ob. Cit. p.
    110).

    Aunque no se haya podido soslayar del todo, no
    está dentro de los intereses de este Trabajo de Grado el
    extenderse en los distintos aspectos y detalles de las diversas
    facetas en que está compuesto este método;
    sí se afirmará que esta sistematización de
    la práctica teatral en un método de trabajo
    colectivo va a redundar, sin duda, en enriquecimiento tanto del
    contenido como en la forma de las obras elaboradas bajo este
    nuevo modo de enfrentar el hecho teatral; y que ello le
    permitió al TEC afianzarse en su situación
    histórica, convertido ya en un grupo de teatro
    independiente, enfrentando al sistema imperante, dirigiendo su
    arte al servicio de la
    lucha de clases de una manera más obvia. Valiéndose
    para ello de una propuesta estética que se pudiese
    denominar organizadora, al estilo brechtiano.

    Respecto a la estética:

    Se hace oportuno señalar la innegable influencia
    que ha ejercido el teatro épico brechtiano en la
    dramaturgia de Buenaventura y el TEC. En este sentido caben
    algunas consideraciones sobre aquel y la estética que
    propone.

    El teatro épico se proclama como un modo de
    representación de la era científica, y como una
    nueva modalidad; se trata de un teatro que asume una
    posición dialéctica para representar al hombre y la
    sociedad. Esta nueva forma implica una nueva estética, la
    cual tiene como función crear un nuevo arte y reemplazar a
    la estética aristotélica, ya que esta no se
    compensa con la realidad ni con el momento histórico
    correspondiente.

    Estética es un estudio de la teoría
    del arte que comprende pautas que evalúan lo bello tomando
    en cuenta los a priori aplicados a la obra de arte, es la que
    permite determinar lo que es bello y lo que no, lo que es arte y
    lo que no, relacionándola con categorías que van a
    variar según el objeto artístico.

    Cuando Bertolt Brecht habla de que su teatro no tiene
    nada que ver con la poética aristotélica, se
    refiere a que el de él es opuesto a aquel, y por
    consiguiente corresponde a otro sistema estético:… "a
    una estética que parte de una concepción marxista,
    por tanto dialéctica del mundo, de los hombres y por ende
    de la historia" (Brecht. 1963). Una estética organizadora,
    entendiendo por tal a la que se sustenta en la coherencia y
    rigurosidad propias de la era científica.

    Al respecto dice el propio Brecht:

    Vivimos en una época científica y los
    hombres somos hijos de esta era: Mientras en todos los campos
    del conocimiento la ciencia
    se ha hecho sentir, el teatro aún sigue operando con
    formas caducas que obedecían a necesidades sociales
    pasadas, pero incapaces de satisfacer la nuestra. (Ob.
    Cit.)

    Esta estética a su vez parte de unos fundamentos
    ideológicos y de una concepción de la
    realidad:…"de una idea acerca de la función de la
    obra de arte y del artista". (Toro. 1987). Como quiera que sea se
    hace necesario tener presente, sin embargo, que:

    Las obras de Brecht no muestran soluciones,
    sino que desenmascaran situaciones reales. La lección se
    interrumpe a menudo con una gran ironía y se desarrolla
    en la línea de una poesía rica y dura. Acude a menudo a la
    alegría, un modo de salirse de la ilusión.
    (Berthold. 1974, p. 271).

    Deriva de lo anterior que se haya hecho preciso esbozar
    lo que es estética, y de cómo a esta
    estética brechtiana le corresponde la tarea de colaborar
    como fuerza
    intemporal antiilusionista ya sea en lo que respecta a lo que se
    quiere narrar o bien con la intención de intercambiar,
    despersonalizar o neutralizar. Ahora se considera prudente hablar
    a grandes rasgos de los fundamentos en los cuales descansa la
    teoría del teatro épico tan caro para Buenaventura
    y tan preciado para el Método de su
    autoría.

    Respecto a las influencias:

    La violación dramática de la
    ilusión teatral, la obra dentro de la obra, la introducción de apelaciones directas al
    público, el recitado de sentencias y canciones
    didácticas o críticas, todas estas posibilidades
    las conocía y utilizaba el teatro desde hacía
    siglos: desde la parábasis de la primitiva comedia
    griega hasta el canto de Salomón en La ópera de
    tres peniques. (Berthold. Ob. Cit. p. 271)

    Brecht desarrolla el concepto de teatro épico con
    la idea de sentar las reglas teatrales que pudieran "liberar" al
    hombre. Su teatro épico, la encarnación y el
    portador de esa teoría, no es otro que el estudio y la
    investigación de los procesos y
    relaciones sociales; de esta manera el teatro se transforma en
    algo activo, vivo y dinámico. Dejando, por tanto, de ser
    un simple entretenimiento pasivo e inerte, para cumplir un rol
    productivo y militante.

    Para Brecht, teatro épico significa, antes que
    nada, teatro narrativo: … "El teatro épico no revela
    personajes, no desata un "drama", cuenta, narra una historia. Y
    lo que tiene que mantenerse es la "historia". Es lo que debe
    guiar la actuación". (Desuché. 1968). Es decir
    opuesto a la trama; y narrativo tiene dos lecturas: 1) significa
    que la obra está dividida en cuadros independientes y
    autónomos, de modo tal que cada uno puede entenderse
    individualmente; y 2) visto con relación al escenario, los
    diferentes elementos que componen la escena son activos, es
    decir, para él van narrando la historia paralelamente a
    los personajes.

    Incorpora lo dramático y lo narrativo; el
    escenario, el coro, y los actores narran al unísono. El
    teatro épico, debe ante todo, historiar en la escena; es
    decir, en la historia se describe un determinado sistema social
    desde otro sistema social, los puntos de vista se desprenden del
    desarrollo de la sociedad y el representar un acontecimiento
    pasado o contemporáneo, para Brecht, se debe hacer de
    manera histórica. El teatro épico es un teatro
    dialéctico y a la vez didáctico:

    En esta observación dirigida al espectador
    está contenido de antemano todo Brecht: la
    función pedagógica y la metodología artística de su
    teatro; la renuncia a la psicología a favor
    de la ejemplaridad; la apelación a la objetividad
    crítica. (Berthold. Ob. Cit. p. 268).

    Toda la teoría del teatro épico
    está dirigida a un solo objetivo: hacer consciente al
    hombre de su circunstancia y a la vez motivarlo a transformar y
    mejorar su situación presente; y para lograr esto, Brecht,
    debía conseguir la manera de que el espectador no se
    identificara con un personaje o con una escena, para que pueda
    pensar objetivamente. ¿Qué manera encontró?
    La respuesta está en "el distanciamiento", que significa:
    a) volver extraño lo que es familiar; b) historiar,
    presentar los acontecimientos y personajes como
    históricos; y c) presentar el mundo como
    transformable.

    El efecto del "distanciamiento" trabaja en varios
    niveles en el teatro épico: a nivel de actor/personaje;
    actor/público; y a nivel del resto de elementos que entran
    en juego en la puesta en escena.

    Así, el actor al ser épico, debe cambiar
    su forma de actuar, no debe identificarse con el personaje como
    en el teatro aristotélico, debe guardar una distancia
    entre su personalidad y la del personaje, él debe
    describir a su personaje. Asimismo, el gesto en la
    actuación épica es muy importante, todo lo que se
    refiere a los sentimientos debe ser exteriorizado, es decir
    traducido al gesto; el actor debe lograr una
    visualización, una exteriorización de las emociones de su
    personaje, no es una mímica, es una actitud: de una
    acción, de unas palabras y de una escenografía
    dada. El efecto del "distanciamiento" en el actor es doble,
    porque le permite a él no identificarse con su personaje y
    también impide la identificación del
    público.

    En este sentido el efecto del "distanciamiento" en
    relación con el público, tenía por objeto
    colocar al espectador en una actitud inquisidora, crítica,
    frente al proceso representado. El trabajo es
    del actor, éste no debe caer en "trance" si no quiere que
    los espectadores caigan también. Si la audiencia se
    identifica con el personaje, aceptará su punto de vista,
    esté equivocado o no, y ésa no es la
    idea.

    Refiriendo ahora los elementos constitutivos del teatro
    épico brechtiano, dígase que son tres los elementos
    que tienen la función de intensificar "el
    distanciamiento": 1) la música; 2) la
    literarización; y 3) efectos escenográficos
    diversos. Estos no eran concebidos como algo integrado, sino como
    algo separado y con una función no subordinada, cada uno
    se desarrolla individualmente. Cada uno de estos elementos no son
    usados para acompañar y contribuir en el ambiente
    escénico, sino para destacar lo esencial de cada escena al
    distanciarla del espectador; lo que significa que cada elemento
    debe hacerse sentir en el escenario dentro de su función
    particular.

    Así, la música en las obras
    de Brecht adquiere una función narrativa, comenta los
    acontecimientos que van sucediendo en escena. El Coro
    también cumple esa función, además de
    inducir al espectador a la crítica por los comentarios que
    se van haciendo y ayuda a magnificar el gesto, sirviendo asimismo
    para interrumpir acciones o escenas, impidiendo una vez
    más la identificación con el actor. Como lo Cuenta
    Berthold:

    La canción jugaba en las obras de Brecht, desde
    el principio, un papel importante. Interrumpe la acción,
    introduce una censura que puede ser anunciada por medio de un
    gong. En La ópera de tres peniques y en Grandeza y
    decadencia de la ciudad de Mahagonny se suma a la simbiosis del
    teatro musical refinado, que Brecht intenta hacer
    antirrefinado. La Beggar’s Opera, de doscientos
    años de antigüedad, con su temática
    remozada, experimentó en el Schiffbauerdamm en 1928, con
    el título de La ópera de tres peniques, una
    fulminante reaparición. (Ob. Cit. p.269).

    Por otra parte la "literarización" significa
    lograr lo representado con lo formulado; para que esto cumpla su
    función, Brecht se vale de carteles, filmes y
    rótulos o títulos, los cuales van comentando lo que
    va sucediendo en el escenario, y lo importante es que explican lo
    difícil de la escena y destruyen toda posibilidad de
    romanticismo.

    En cuanto a los efectos escenográficos diversos,
    el decorado construido no ocupará jamás toda la
    escena con un marco fijo, sin participar directamente en la
    acción física del actor; es
    decir no es un mero ornamento. No se trata por tanto de decorar
    la obra, sino de animar el espacio; incluso la iluminación juega un papel fundamental en
    este aspecto.

    La búsqueda de Bertolt Brecht, inmersa en una
    tradición teatral alemana de reciente constitución (del siglo XVIII para
    acá), no obstante apunta a, primeramente: …"una
    valoración de la realidad objetiva" (Desuché. Ob.
    Cit.), aunque para ello deba eliminar todo subjetivismo
    sentimental esteticista; y no por ello se debe considerar
    contradictorio el hecho que:

    Brecht proclamó con dialéctica
    polifacética que se proponía "emigrar del reino
    de lo complaciente". Confesó lacónicamente que el
    carácter didáctico de su teatro épico no
    debe excluir incondicionalmente los aspectos, la belleza y el
    goce burgués. Estableció la paz entre los
    hermanos separados "teatro" y "diversión": "Pues nuestro
    teatro debe excitar las ansias de conocimiento, organizar la
    jocosidad con la modificación de la realidad".
    (Berthold. Ob. Cit. p. 270)

    La referencia al teatro épico brechtiano se
    considera básica al hablar de Enrique Buenaventura, porque
    sin duda, sus postulados marcaron indeleble influencia en la
    dramaturgia que éste desarrolló al frente del
    TEC.

    No es menos cierto que no es ésta la única
    influencia a la que se pueda señalar cuando se estudia
    dicha dramaturgia; pero sí se considera que es la
    brechtiana la de mayor importancia. Escapa al interés de
    esta investigación profundizar, por ejemplo, sobre los
    aportes que un Jarry, un Grotowski, ó Artaud, Ionesco,
    Weiss, Chomsky, etcétera, han brindado para enriquecer el
    Método de Creación Colectiva de Enrique
    Buenaventura; sólo se diga que es en el amalgamamiento y
    en su asimilación a nuestro entorno latinoamericano donde
    se ha acrisolado una dramaturgia que es hoy por hoy una
    referencia de excelencia en el ámbito mundial en el hecho
    teatral.

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