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Familia, generaciones y formación de valores: Una triada sometida a la reflexión




Enviado por ysan



     

    En la sociedad
    contemporánea la aparición de una familia tiene por
    condición esencial, la existencia previa de dos familias
    dispuestas a suministrar respectivamente una mujer o un
    hombre de cuya
    unión debe nacer una tercera. De modo que una y otra
    familia como
    unidad biológica deben renunciar a vivir replegadas en
    sí misma y "sacrificar" su identidad como
    grupo familiar
    para abrirse al juego de las
    alianzas matrimoniales creando y desarrollando nuevas identidades
    y sujetos sociales.

    Precisamente, en ello radica la lógica
    de la existencia humana que se resume en un proceso de
    nacimiento, crecimiento, desarrollo y
    muerte, como
    un ciclo de continuidad que se materializa a través de la
    sucesión de unos y otros grupos
    generacionales. Así cada familia va dando origen a sus
    generaciones y éstas van construyendo su identidad
    teniendo en cuenta las condiciones de su época y los
    problemas de
    la misma, de ahí que ninguna generación sea
    idéntica a otra, aunque en ciertos aspectos puedan mostrar
    algunas semejanzas.

    Siendo esa propia lógica
    la que nos pone frente a la disyuntiva de ruptura y continuidad
    como etapas de la vida en las que los hombres son, a la vez que
    sujetos, resultado de dicha lógica bio-social en la que
    la familia
    juega un papel
    fundamental al ser la condición necesaria para que las
    generaciones existan. Sin embargo, no basta con que ella le
    conceda la posibilidad de existencia, es necesario prepararlas
    para la vida en grupo teniendo
    en cuenta sus diferencias y respetando la identidad de cada
    generación; que equivale a decir sus ideas, concepciones,
    hábitos, modos de ser y actuar y sus valores en
    sentido general. Todo lo cual es posible si desde las edades
    tempranas se prepara al individuo para poder convivir
    en y con los distintos grupos con los
    cuales debe intercambiar e interactuar en las distintas etapas de
    la vida.

    De esa manera se convierte la familia en
    el escenario primario, donde dicho sujeto puede desplegar todas
    sus potencialidades físicas y mentales que le
    permitirán en un futuro consolidar su personalidad
    al ser capaz de desarrollar habilidades para producir todo
    aquello que necesita para satisfacer desde las necesidades
    primarias hasta las secundarias, a partir de la relación
    con sus semejantes y el entorno más inmediato.

    Este condicionamiento social de los hombres hace que la
    familia de manera general al formar su descendencia adquiera un
    compromiso socializador que se manifiesta en su responsabilidad con la misma brindándole la
    posibilidad no sólo de existir, sino de poderlo hacer en
    condiciones socioculturales favorables que le permitan crear,
    desarrollar y consolidar su identidad individual, en un
    principio, y posteriormente grupal en la medida que éste
    logre insertarse de manera plena en el ambiente
    social.

    Tales propósitos podrán ser posibles si a
    nivel familiar se logra una participación consciente y
    sistemática de los diferentes sujetos generacionales a
    partir de sus experiencias y conocimientos con el fin de que
    contribuyan a la formación y transmisión de valores
    positivos en los niños y
    jóvenes en plena correspondencia con el proyecto social y
    tomando en cuenta los intereses y necesidades de los sujetos en
    formación.

    Esta es precisamente la idea que defendemos en nuestra
    reflexión a partir de la cual se definen dos tesis
    esenciales.

    1. Las buenas relaciones intergeneracionales en la
      familia son condición necesaria, pero no suficiente para
      crear y potenciar valores positivos en el contexto
      familiar.
    2. La participación consciente y responsable de
      la nueva generación en la conformación de sus
      valores es condición necesaria para una correcta
      comprensión de estos y un actuar consecuente en la
      sociedad.

    Es válido significar que el análisis de la formación de valores
    se enfoca desde la perspectiva familiar, porque entre otras
    razones, ella es la primera institución en la que el
    individuo establece relaciones y como expresara Aristóteles, la comunidad
    establecida por la naturaleza para
    la convivencia de todos los días.

    Ahora bien, si tenemos en cuenta que la familia es
    la
    célula básica de la sociedad y una
    importantísima forma de organización de la vida cotidiana fundada
    en la unidad matrimonial y lazos de parentesco; en las relaciones
    matrimoniales entre el esposo y la esposa, los padres y los
    hijos, los hermanos y las hermanas, y otros parientes que viven
    juntos, y administran en común la economía
    doméstica en constante intercambio con el medio social,
    entonces hay que señalar que sus relaciones no sólo
    se circunscriben a las de padre y madre, padres e hijos, abuelos
    y nietos, a éstas, indudablemente hay que sumarles otras
    no menos importantes y necesarias de ser tenidas en cuenta; me
    refiero en este caso a las relaciones intergeneracionales que
    subyacen en toda familia y cuyas especificidades se expresan a
    través de las relaciones filiales y paternales.

    En su acepción más estrecha el concepto de
    generación expresa acción y efecto de engendrar,
    sucesión de descendientes en línea recta, conjunto
    de todos los coetáneos vivientes. Sin embargo, como la
    magnitud de las generaciones tanto desde el punto de vista
    biológico como social tiene un elevado alcance y en
    nuestra opinión no es suficiente tener en cuenta
    sólo la dimensión biológica para su análisis, consideramos necesario introducir
    un concepto mucho
    más amplio que revele en toda su extensión y
    profundidad la esencia del fenómeno, subrayando el aspecto
    social ya que es éste precisamente el que lo distingue y
    le confiere sentido y contenido.

    En tal sentido cuando hablamos de generación nos
    referimos a la totalidad de sujetos que viven, producen y
    reproducen su vida material y espiritual dentro de un contexto
    social determinado y en condiciones históricas concretas
    comunes, los cuales expresan una comunidad de
    problemas,
    intereses y necesidades que como inquietudes los mantienen unidos
    a partir de una experiencia y un quehacer que no se opone a la
    coexistencia antagónica de las soluciones
    propuestas a los problemas comunes, así como tampoco a la
    presencia de posiciones discrepantes del tono y el sentido
    dominante en cada tiempo.

    Desde el punto de vista de su presencia en la familia,
    notamos que en la misma se dan procesos
    importantes, generados de la dialéctica de sus relaciones
    y como producto de
    sus especificidades que la hacen irrepetibles y por tanto
    exclusivas. Uno de los elementos significativos y distintivos de
    ésta relación es que se produce una permanente
    correlación entre ellas, pues a partir de la
    conformación de las generaciones, como resultado de la
    procreación de la familia, se garantiza su sucesión
    mediante la producción y reproducción de los individuos y sus
    medios de
    vida. A partir de lo cual se va configurando tanto la familia
    como sus generaciones correspondientes cuya dinámica relacional le confieren contenido
    con su existencia a través de los momentos de ruptura y
    continuidad, aspectos éstos inherentes a éstas
    relaciones.

    Partiendo del criterio de que las generaciones son
    producto y
    resultado de la reproducción de la familia y sus relaciones
    es que consideramos que ambos conceptos en su esencia manifiestan
    una interconexión que se fundamenta en el ser de los
    propios entes conformantes de las mismas, pues al tiempo que son
    miembros de una generación forman también parte de
    una familia.

    No cabe dudas que las generaciones al desarrollarse en
    espacios de actuación común tienen la posibilidad
    de intercambiar tanto con los coetáneos como con los
    contemporáneos en dependencia del momento de convivencia y
    coincidencia en la sociedad. Dichos espacios abarcan tanto lo
    micro como lo macro social, de manera que los miembros de una
    generación se pueden encontrar como grupos o como
    individuo que se mueven en escenarios sociales muy concretos ya
    sea en los centros de trabajo, de estudio, organizaciones,
    instituciones,
    dentro de la propia familia.

    Dado que el análisis que nos ocupa se refiere a
    las generaciones y la formación de valores en el contexto
    familiar debemos destacar que al coexistir más de una
    generación su estudio no puede circunscribirse solamente a
    la cantidad de miembros que en ella conviven, más que a
    ello, el análisis debe centrar su atención en la calidad de las
    relaciones que en la misma se establecen y cómo se
    preparan a sus miembros más jóvenes para la
    inserción en la sociedad ya que la familia al darle vida a
    las generaciones, también es responsable de crear las
    condiciones para que éstas sobrevivan en la sociedad, todo
    lo cual debe materializarse mediante el cumplimiento de sus
    funciones
    sociales. Es por ello, que entre otras razones, se convierte la
    familia en la institución más importante para el
    desarrollo de
    un niño en las primeras etapas de su vida; es decir, en su
    seno el niño llega al mundo, pero no sólo llega al
    mundo en ese contexto, sino que va adquiriendo sus primeros
    valores, sus primeras normas de
    comportamiento, sus primeros sentimientos, y esto
    va determinando un desarrollo sano o no sano de su personalidad.

    De ahí que al formar parte del tejido social, la
    familia despliegue un conjunto de relaciones las cuales en su
    totalidad influyen en la proyección y conducta los
    niños y
    jóvenes que en ella se forman. Dichas relaciones
    están matizadas por hechos y acontecimientos que de una u
    otra forma han sido el resultado de la relación
    intergeneracional que en ese ámbito se desarrollan todo lo
    cual nos permite preguntarnos. ¿ Se garantiza una correcta
    y sólida formación de valores en la familia
    sólo con la existencia de buenas relaciones
    intergeneracionales?.

    Teniendo en cuenta que en la mayoría de las
    familias, ya sean de una u otra tipología existe como
    elemento común, la presencia de más de una
    generación en interacción permanente lo cual nos
    permite considerar niveles de relaciones y por tanto de
    responsabilidades diferentes, es que pensamos que no sólo
    con la existencia de buenas relaciones intergeneracionales se
    garantiza una correcta y sólida formación de
    valores, ello es condición necesaria pero no suficiente;
    pues este proceso exige
    más que cordialidad y fraternidad. Requiere primero que
    todo, conciencia de su
    importancia, conocimiento
    de la necesidad de su formación y un aspecto no menos
    importante, responsabilidad para con los sujetos en
    formación que son en definitiva los encargados de
    reproducir lo enseñado en nuevas
    circunstancias.

    Por ello, las generaciones mayores a partir de las
    posiciones que ocupan dentro del grupo familiar deben asumir de
    manera consciente responsabilidades sociales para con la nueva
    generación las cuales deben cumplir en el marco de sus
    roles dentro de las que se encuentran:

    • Crear las condiciones esenciales para dar continuidad
      a la familia con una generación cualitativamente
      superior a la que le antecedió.
    • Crear valores sólidos y perdurables que
      permitan el fortalecimiento de la familia y su continuidad
      axiológica y sociocultural.
    • Formar a las nuevas generaciones en los principios del
      respeto y la
      tolerancia
      intergeneracional.
    • Preservar el patrimonio
      familiar para que pueda ser enriquecido por las nuevas
      generaciones.
    • Propiciar la
      educación de las nuevas generaciones sobre la base
      de la experiencia acumulada por las generaciones
      anteriores.
    • Potenciar la
      comunicación intergeneracional con métodos
      flexibles y creativos en los que tanto unos como los otros
      puedan comprenderse independientemente de los años que
      los separen.
    • Defender la identidad familiar a partir de la
      conservación de los valores
      que porta cada generación.

    El cumplimiento de cada una de ellas contribuirá
    al fortalecimiento de la familia y las relaciones
    intergeneracionales y al mismo tiempo se convierten en retos y
    desafíos en esta época de profundos y permanentes
    cambios dentro de los cuales el hombre como
    sujeto generacional juega un papel
    fundamental en la perpetuación de sí mismo como
    especie del entorno y de la cultura y de
    la propia familia como célula
    fundamental de la sociedad.

    La existencia, presencia y sucesión de las
    generaciones en el seno de la familia evidencian la
    dialéctica necesaria entre sujetos y subjetividades
    diferentes que aunque distantes desde el punto de vista
    etáreo conforman como grupo la unidad familiar con sus
    especificidades, objetivos, y
    propósitos comunes y específicos. En ese sentido el
    padre y la madre, los abuelos, la familia en general tiene sus
    propias especificidades y características como agentes educativos y
    utilizan para ello vías y procedimientos
    propios de la relación y la comunicación familiar.

    Al intentar penetrar en esa dialéctica nos
    percatamos de las estrechas interconexiones que se refuerzan
    desde dentro y desde fuera por la dinámica que caracterizan las relaciones
    intra e intergeneracionales y que en su integridad le ofrecen una
    profunda riqueza y fortaleza a esas relaciones.

    Preguntarnos a propósito de esta
    reflexión, ¿En qué radica el valor del
    componente generacional presente en la familia?, nos pudiera
    ayudar en la comprensión de la dinámica referida
    anteriormente.

    En este aspecto se impone destacar que la familia a
    diferencia de otras instituciones
    sociales tiene la ventaja de contar con más de una
    generación en permanente interacción lo que entre
    otras cosas le permite un intercambio natural y humano entre sus
    miembros dadas las relaciones de parentesco que las unen. Por
    eso, el valor de esta
    relación se acrecienta a medida que se potencia la
    convivencia familiar y la misma se convierte en fuente de
    raíces, experiencia y continuidad, al integrar en su
    unidad, la diferencia y la diversidad.

    Por otro lado la presencia de las distintas generaciones
    en la familia garantiza que por medio de sus relaciones se
    transfieran las mejores y más ricas tradiciones acumuladas
    por las distintas generaciones, mediante la confrontación
    de experiencias y vivencias entre unas y otras, lo que permite
    enriquecer la cultura
    familiar, sobre todo si se utiliza de manera positiva todo la
    riqueza que los abuelos pueden ofrecer.

    Precisamente una de las mayores divisa que tiene la
    familia extensa, por citar un ejemplo, es que mediante sus
    múltiples relaciones se aprende a convivir con y el grupo,
    en ella, también, se puede vivenciar el proceso de
    transmisión de valores de forma activa y directa, a partir
    del intercambio intergeneracional, lo que lo hace más rico
    y duradero; todo dependerá de los métodos
    que se escojan para ello.

    De esa manera una generación al darle vida a la
    otra le proporciona también todo el patrimonio
    natural y cultural del cual es portadora dando continuidad
    así al ciclo de vida
    familiar que de manera ininterrumpida se produce en cada una de
    ellas. Así va tomando cuerpo la idea de la
    transmisión de valores de generación a
    generación, que no pocas veces se pronuncia como
    frías palabras sin tomar en consideración su
    dimensión y alcance, siendo convertido en un eslogan que
    muchos dicen y pocos asumen y por tanto no se detienen en
    profundizar en su contenido y menos aún en convertirla en
    práctica cotidiana.

    Siempre que de formación de valores hablamos,
    automáticamente nos viene a la mente el destino de dicha
    acción; que si bien para unos sus destinatarios son los
    jóvenes, para otros, los niños y adolescentes,
    para no pocos el nivel de generalización es mayor,
    expresado en los términos de nueva generación u
    hombre nuevo.
    Sin embargo, con relación a ello hay que decir que en
    ninguno de los casos se expresa contradicción alguna, pues
    pueden ser utilizados indistintamente en función
    del sujeto o sujetos de investigación que se haya seleccionado,
    así como de la intención y los objetivos de
    la misma. Sin embargo, no sólo basta con determinar el
    "destino; es decir a quien va dirigido, pues al asumirse como un
    proceso de transmisión de hábitos, costumbres,
    tradiciones y normas, y al
    mismo tiempo participar sujetos e instituciones formadoras sobre
    la base de valores establecidos a partir del consenso social
    dentro de las cuales la familia desempeña un rol
    fundamental, se exige necesariamente un nivel mínimo de
    preparación, siempre y cuando se tenga en
    consideración que educar a un niño nos impone un
    reto para el cual solo el buen juicio y el amor no
    bastan.

    Siendo objetivamente así entra en juego el por
    qué y para qué se forman valores, pues como
    proceso, plantea propósitos e intenciones que en todo
    momento deben estar claros tanto a nivel micro como macro social
    para que el mismo conlleve a la formación positiva y real
    de los sujetos. ¿ Qué implica entonces formar
    valores de una a otra generación?.

    Formar valores implica ante todo una profunda
    responsabilidad de la generación mayor que tiene a su
    cargo por lógica histórica la misión de
    formar su descendencia. A partir de ello, significa un fuerte
    compromiso social que tiene su punto de partida en la
    determinación clara y consecuente de los valores
    que se precisan formar y por tanto el ideal formativo a que se
    aspira, a través de la jerarquización de los
    valores fundamentales que conforman nuestro proyecto
    social.

    Significa además, considerar la forma en que los
    seres humanos se relacionan con el mundo, con nuestros
    semejantes, así como una profunda y permanente
    reflexión tanto en su dimensión conceptual como
    práctica.

    Implica encontrar y crear espacios de reflexión
    colectiva en la que los más jóvenes sean capaces de
    plantearse y replantearse de forma crítica las normas y
    los principios que le
    van a permitir enfrentar críticamente la
    realidad.

    Expresado muy sintéticamente, formar valores es
    crear condiciones reales para que los sujetos en formación
    realicen la libre elección entre los modelos y
    modales que los puedan conducir a la digna felicidad. Felicidad
    que solo es posible alcanzar bajo un clima de
    relaciones positivas que estimule crecientemente la
    comunicación y el cultivo de valores cada vez
    más humanos, solidarios y sinceros entre una y otras
    generaciones, comprensión crítica de los mismos a
    partir de un enfoque multi-dimensionales; pues solo mediante una
    multi-dimensionalidad formativa de valores se podrán
    enfrentar los males sociales que atentan contra esa felicidad,
    dígase, los problemas actuales comprendidos en la pobreza, el
    subdesarrollo
    tecnológico y material, el desempleo, la
    exclusión, la discriminación y las amenazas al medio
    ambiente, los cuales fueron planteados de manera clara y
    precisa en la Declaración sobre las Responsabilidades de
    las Generaciones Actuales para con las Generaciones Futuras,
    adoptada el 12 de noviembre de 1997 por la Conferencia
    General de la UNESCO en su 29ª reunión.

    Tales problemáticas imponen un fuerte reto a la
    formación de valores no sólo en el ámbito
    familiar, sino también a niveles macrosociales los cuales
    deben ser enfrentado de manera integrada, sistemática y
    sistémica identificando las dimensiones y los valores
    concretos a potenciar en tal sentido nos planteamos las
    dimensiones que a nuestro juicio debiera incluir la
    formación de valores de una a otra generación
    frente a los desafíos vitales que plantea el presente
    milenio?.

    Esencialmente las siguientes:

    • Dimensión humana– tiene su fundamento
      en la relación hombre – hombre y permite potenciar
      los valores de los individuos sobre la base de su
      condición humana, el respeto y
      consideración al otro.
    • Dimensión cultural– permite incentivar
      la formación de valores a través del conocimiento
      de las tradiciones (familiares, culturales y sociales en
      general), el patrimonio cultural más inmediato al
      individuo, así como las costumbres y los hábitos
      de sus ascendientes.
    • Dimensión histórica– parte del
      reconocimiento de la historia como valor cuyo
      conocimiento debe ser premisa fundamental para potenciar los
      valores en las nuevas generaciones y ello debe abarcar tanto la
      historia
      familiar como la nacional con el fin de que el proceso se
      fortalezca a partir de la participación de todos los
      sujetos implicados. Potenciar esta dimensión es
      fundamental para poder
      enfrentar las corrientes y tendencias contemporáneas que
      insisten en plantear el fin de la historia y las
      Ideologías.
    • Dimensión ecológica– tiene su
      fundamento en la relación hombre – naturaleza la
      cual tiene como misión
      la protección del medio
      ambiente y el cuidado del entono natural y del ecosistema,
      su formación posibilita mayor compromiso con el mismo en
      cuanto a cuidado, desarrollo y protección.
    • Dimensión política– implica
      el
      conocimiento del contexto político interno y externo
      en que se desarrollan las relaciones políticas del país, los principios
      sobre los cuales se sustenta el proyecto social, con el
      propósito de que se comprenda en su esencia y contenido
      para que todas las acciones
      tanto individuales y como grupales se correspondan con el
      mismo.
    • Dimensión ética– presupone la
      práctica de una conducta
      moral
      socialmente aceptada en plena correspondencia con las normas y
      principios reconocidos socialmente, una correcta y consciente
      diferenciación entre lo bueno de lo malo.

    Es preciso significar que de cada una de las dimensiones
    planteadas se derivan un conjunto de valores que la familia debe
    potenciar en consecuencia con los propósitos establecidos
    a nivel social todo lo cual permitirá materializar la
    educación
    en valores en su concreción práctica.

    Entre los valores esenciales que consideramos necesarios
    potenciar a partir de las dimensiones señaladas se
    encuentran, el amor al
    trabajo, a la patria y a su historia, a la familia, a los
    niños y ancianos, a la naturaleza, asimismo el desarrollo
    de la honradez, el humanismo, la
    honestidad, la
    solidaridad, el
    sentido del bienestar común, la educación en los
    deberes y derechos del ciudadano y la
    disciplina
    social, en síntesis
    valores que se concreten en un hombre sincero, honrado y culto
    capaz de enfrentar los retos del presente milenio sin hacer
    concesiones de principios.

    La integración de las dimensiones analizadas
    no sólo permite la formación de un hombre
    más pleno espiritual y culturalmente, sino también
    más preparado para enfrentar las relaciones sociales y
    humanas sin las cuales sería muy difícil convivir
    en la sociedad actual. Se trata pues, de enfrentar la
    formación de la nueva generación con criterios y
    acciones
    más a tono con la contemporaneidad que tenga en cuenta los
    problemas de estos tiempos y las necesidades formativas de la
    nueva generación, que requiere ser formada con
    métodos y vías menos autoritarias y verticalistas,
    lo que se traduce en mayor participación en la
    conformación de sus valores en una dimensión
    más amplia que la moral, sin
    restarle en modo alguno su importancia, pero cada vez más
    integral y profunda.

    Referencias y notas.

    Aristóteles Destagira, Obras filosóficas,
    Buenos Aires,
    1992, p.158.

    Véase Diccionario de
    Filosofía. Editorial, Progreso, Moscú,
    1984.

    Véase Enciclopedia Espasa Calpes, 1958,
    ,p.1216.

    Ares Muzio Patricia. " Eventos vitales y
    desarrollo infantil. ¿Riesgo o
    daño irreparable?, en ¿ En qué tiempo puede
    cambiarse la mente de un niño? Editora Abril. La Habana,
    1999, p.69 – 73, 229).

    Elsa Nuñez Aragón,"¿ Que sucede
    entre la familia y la escuela?", en
    ¿ En qué tiempo puede cambiarse la mente de un
    niño?, Editora Abril, La Habana, 1999, p. 92.

    Véase Patricia Ares Muzio, Ob, cit., p.69
    .

     

    Autora:

    Diana Sedal Yanes

    Profesora Asistente. Facultad de Ciencias
    Sociales. Universidad de
    Oriente. Cuba.

    Yorkys Santana González

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