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Sobre la tesis del fin del mundo del trabajo




Enviado por achogarnica



    Sobre la tesis del fin
    del mundo del trabajo

    1. Planteamiento del
      problema
    2. Hipótesis
    3. Comentarios

    Presentación

    El presente trabajo consta de tres partes, en la
    primera, hacemos el ejercicio de plantear el problema en
    cuestión, a partir del seguimiento de la lógica
    que cambia con los modelos de
    concepción del estado de
    bienestar al neoliberal, motivado por los procesos de
    globalización que empiezan a determinar
    cosmovisiones culturales, políticas,
    económicas y sociales, que repercutirán en las
    relaciones
    internacionales al plantear el ámbito transnacional.
    Producto de
    esto los estados empiezan a competir fuertemente por mejorar su
    eficiencia en
    lo económico, dejando a un lado costos que eran
    asumidos para la inversión social. El estado como
    primer empleador se desdibuja, así las políticas
    de pleno empleo pierden
    peso frente al desmantelamiento estatal que busca reducir
    costos. La
    certeza de construir sociedades a
    partir de proyectos de vida
    individuales se pierde, lo cierto ahora es la incertidumbre. La
    segunda, las hipótesis, que están referenciadas a
    su ves en tres, una, que contempla en la discusión el
    resignificado del concepto del
    trabajo, dos a través de los postulados de Andree Gorz y
    tres, en las ideas de Rifkin. La tercera, los comentarios que a
    partir de este seguimiento se suscita a la luz de las
    realidades latinoamericanas en especial la de Colombia.

    El presente ejercicio se basó en las lecturas de
    los textos de: Andre Gorz, "Salir de la sociedad
    salarial"; Fernando Urrea, "La lógica
    de la subcontratación en las relaciones
    laborales contemporáneas: el revivalismo del capitalismo
    salvaje o desregulado, vía la flexibilización de
    los procesos de
    trabajo en un contexto de mundialización de las
    economías"; Enrique de la Garza Toledo, "Fin del trabajo o
    trabajo sin fin" , " La flexibilización del trabajo en
    América
    Latina"; Harrinson B, "El lado oscuro de la producción flexible"; Edgar Varela Barrios,
    "Flexibilización, desregulación y cambios en el
    mundo del trabajo"; "El mito del fin
    del trabajo"; Alonso L.E, "La crisis del
    estado del
    bienestar nacional y las regiones vulnerables, paradojas de
    la
    globalización y transformaciones de la
    ciudadanía".

    1. PLANTEAMIENTO
    DEL PROBLEMA

    Pensemos en aquello que lleva al planteamiento del
    Fin del trabajo, lo que se muestra y lo que
    se vela, en este sentido asistimos al desmoronamiento de los
    paradigmas que
    han construido cosmovisiones del quehacer existencial humano y
    que dentro de una lógica de pasos cualitativos producto de la
    historia que se
    construye en las decisiones, aparece otras concepciones que
    revelan diversos significados de cómo seguir avanzando en
    el deleite de apropiación de lo natural como
    afirmación de la razón y en ella
    paradójicamente lo irracional.

    Los paradigmas que
    ya se disuelven por completo son los Estados industriales
    nacionales, generados a partir de la idea de ciudadanía
    social, Estado del bienestar y clases obreras nacionales con
    derechos
    laborales y sindicales muy consolidados. En la etapa de la
    posguerra se sustentaba en el modelo de
    producción y de consumo
    fordista, que entrelazaba la producción en masa con la
    adquisición generalizada de bienes de
    consumos industriales, teniendo un importante consumo
    nacional y un desarrollo de
    todos los elementos de consumo público, en forma de
    derechos de
    ciudadanía y derechos de bienestar.

    El modelo de
    capitalismo
    del bienestar estaba establecido fundamentalmente en el
    ámbito de Estado nación,
    y el Estado
    intervenía ya fuera para sostener la industria
    nacional, o para el sostenimiento del bienestar nacional. La
    sociedad de la
    seguridad se
    articulaba como un sistema de
    garantías con un centro social, el Estado, obligado a
    internalizar tanto las externalidades y fallos del mercado, como
    normalizar las situaciones sociales. Aquí era común
    hablar de las empresas de
    características multinacionales o
    transnacionales que tendían a plantear su comercio como
    internacional, manteniendo la idea primera de la
    fabricación nacional y de los Estados nacionales
    reguladores que establecían las reglas de juego de ese
    comercio
    internacional como un intercambio mercantil entre
    naciones.

    Las particularidades de este Estado se construyó
    a partir de los postulados intervencionista keynesianos, lo que
    se viene denominando Welfare state o Estado del bienestar
    que se constituyó como un sistema de
    erradicación del subconsumo social en el ámbito
    nacional, mediante la consolidación de consumos
    improductivos, en el sentido de su situación en la
    producción de capital
    privado, y de políticas sociales que afectaron
    directamente a la producción de la fuerza de
    trabajo; al mismo tiempo que
    funcionaba, también , como forma de estructuración,
    de mediación y de canalización del conflicto
    social.

    El Estado, de esta manera se transformó, en un
    conglomerado de instituciones
    mediadoras con cierta autonomía propia, en las que se
    enfrentaron los intereses de las diversas partes de la sociedad.
    Un Estado intervencionista, por tanto, que se vio obligado a ir
    sorteando contradicciones sociales y en, especial, a erigirse
    como el elemento principal de la desradicalización y de
    legitimación del conflicto
    laboral y
    territorial. Esto era posible mediante la construcción de un paradigma
    corporatista que introducía una estructura
    política
    integradora, dentro del capitalismo avanzado, de los grupos
    sociales-económicos de la producción, en un
    sistema de representación y de mutua interacción
    cooperativa en
    el nivel del liderazgo y de
    movilización y de control social en
    las masas.

    El Estado nacional que se configura reconoce las fallas
    del mercado en el
    ámbito de las relaciones
    laborales, desde lo cual es posible hablar de capitalismo
    corporatista o mejor, de la programación social del conflicto laboral, en el
    que se instauró una dinámica de cooperación negociada,
    donde la regulación corporatista del conflicto y el estado
    del bienestar keynesiano se fundieron, en su origen, en una
    especie de acuerdo implícito o compromiso de clases,
    expresado en el pacto keynesiano, presidido por la
    aceptación inevitable, por parte del trabajo, de la
    lógica de la ganancia y del mercado como principales
    guías de la asignación de recursos en el
    ámbito micro, a cambio de
    participar en la negociación de la distribución del excedente social en el
    ámbito macro.

    De esta manera el estado keynesiano supone la
    institucionalización del conflicto industrial a
    través de la función de
    arbitraje y de
    mediación del Estado contemporáneo, lo que
    venía a subrayar la complementariedad de la reivindicativa
    sindical con el reequilibrio del sistema productivo y la
    estimulación de la demanda,
    puntos centrales de las políticas económicas
    Keynesianas. Además de la politización de la
    economía
    directamente ligada a una mercantilización de lo
    político, en el sentido de un entramado complejo de
    organizaciones
    que compiten, directa o indirectamente, por prestar condiciones a
    los ciudadanos votantes de acuerdo con sus fines
    económicos, políticos y sociales, movilizando para
    ello, a su vez, un enorme potencial de recursos
    económicos, estratégicos y comunicativos.
    Así el Estado intervencionista desmercatilizador, la
    democracia
    competitiva de los partidos, el crecimiento
    económico, política de pleno
    empleo,
    institucionalización del conflicto, son características de estructuración y
    de desarrollo de
    las sociedades
    opulentas planteadas como sociedades nacionales.

    La desmercantilización parcial de ciertos
    espacios de la economía occidentales
    supusieron a nivel nacional, por tanto, una
    racionalización del capitalismo moderno con efectos
    complementarios positivos en la acumulación
    económica y en la legitimación social. El consenso
    democrático, la desradicalización del movimiento
    obrero y un cierto reparto indirecto entre los sectores
    intermedios de renta supusieron un modelo de sociedad del
    bienestar donde el pacto keynesiano representó la
    aceptación por parte de la mayoría de las
    ciudadanías occidentales, y especialmente europeas, de la
    racionalidad básica del sistema de producción. Este
    proceso de
    desmercantilización suponía, al fin y al cabo,
    desvincular, parcialmente, el proceso de
    reproducción y de gestión
    social de la fuerza de
    trabajo y con ello, como ya hemos señalado, el
    reconocimiento de derechos que no solamente eran los derechos
    políticos, sino que también era los derechos a
    participar en cierto grado de distribución social, a la vez que el
    reconocimiento del trabajo como centro social y como
    convención fúndante de los estados
    contemporáneos.

    Este modelo de relación social, que armoniza
    conflictivamente acumulación y legitimación social,
    correspondía con un tipo de intervención que se
    presentaba, en su construcción retórica, como la
    consecución de una sociedad de la seguridad, esto
    es, de consecución de niveles de vida asegurados en el
    compromiso político que se deriva del pacto keynesiano, de
    la prioridad del pleno empleo y del reconocimiento de los
    riesgos en la
    propia continuidad y en su internalización por el mismo
    aparato del estado. En esa convención genérica del
    pleno empleo y en la misma tendencia general del Estado a ser
    socializador de ciertos elementos y segmentos de la
    producción, que en el sistema industrial fordista se
    mostraba imprescindibles para la acumulación privada, pero
    que el sector mercantil puro era incapaz de ocupar por su
    insuficiente rentabilidad o
    por la gran cantidad de capital
    necesario para entrar en el sector, el estado se convertía
    en empresario, participando en la economía para generar
    empleo público, o para dotar al aparato productivo
    nacional de inversiones en
    investigación, en materias primas o en
    bienes, en
    suministros, en mantenimiento
    de mercados,
    inversiones
    imprescindibles para mantener la acumulación
    privada.

    El avance de lo público en general y el de
    la empresa
    pública en particular es, por lo tanto, producto de las
    tendencias ciertamente igualitaristas y de refuerzo de la
    democracia y
    de la ciudadanía del capitalismo en un contexto
    histórico en el que no hay que olvidar el proceso de
    reconstrucción social de las grandes guerras
    mundiales; el enfrentamiento entre bloques geoestratégicos
    y la propia fuerza estructural de unas clases obreras planta
    industrial, la ciudad-fábrica y por normas y estilos
    de vida fuertemente unificados.

    El estado del bienestar y en la misma línea el
    Estado productor no rompieron en ningún momento la
    racionalidad básica del sistema de mercado, pero si que la
    modificaron en parte con innegable éxito
    social desde la salida de la guerra hasta
    prácticamente mediados de los años setenta. Cabe
    resaltar que en los años sesenta con la
    institucionalización de los sistemas de
    relaciones entre capital y trabajo en Europa
    siguió un periodo de gran conflictividad y las visiones
    optimistas de conciliación entre los intereses de obreros
    y patrones fueron sustituidas por la tesis de las
    tendencias hacia la descalificación del trabajo. En esta
    época era muy aceptada la centralidad del trabajo en el
    conjunto de las relaciones sociales y como fuente de identidad
    colectiva.

    Ahora bien, tengamos presente que durante los
    años cincuenta con las primeras etapas de la automatización de los procesos productivos
    y la institucionalización de los sistemas de
    relaciones industriales se pensaba que estos fenómenos
    contribuirían a la constitución de una nueva clase obrera y
    significaría el enriquecimiento de las tareas o la
    recalificación y ganancia de control de los
    obreros sobre su trabajo, así como la extensión del
    estado benefactor.

    En estas circunstancias la división del trabajo
    ya no sólo era capaz de animar el proyecto de
    Adam Smith, el
    del egoísmo particular, la mano invisible y la
    acumulación privada, sino también el proyecto Durkheim, es
    decir, la división de trabajo como complementariedad
    funcional, el reconocimiento de derechos y progreso social y
    cultural a través de un derecho restitutivo y
    participativo convertido en regulador social. La modernidad,
    siguiendo una dialéctica inscrita desde su propia constitución fundacional, presentaba,
    aquí, la era de su razón social trascendente frente
    a la simple razón técnico-instrumental de la
    acumulación mercantil.

    La sociedad industrial llegaba, así, a su apogeo
    en el momento en que el trabajo,
    separado en importantísimas franjas de la población, de la miseria y del pauperismo
    reinante en la existencia obrera tradicional, se convertía
    en el centro mismo de la codificación de la
    ciudadanía y del Estado, e igualmente pasaba a ser en
    sí mismo un Estado industrial, al atravesar las barreras
    de su intervención en la asistencia social o en la
    oferta de
    bienes convencionales para conseguir con ello, por un parte,
    minimizar la capacidad industrial excedente, acercando el
    crecimiento
    económico real al crecimiento potencial de los
    aparatos productivos nacionales y por otra parte, impedir
    estrangulamientos y retardos en los sistemas económicos y
    sociales.

    El Estado se convertía en fabricante para
    acrecentar las posibilidades de acumulación de todo el
    sistema económico, potenciando las posibilidades de
    desarrollo tecnológico, de generación de mercados
    asociados y sobre todo, del mercado de trabajo, y con ello, el
    bienestar material y las posibilidades de distribución de
    ese mismo bienestar, en una intervención paradójica
    donde la propia razón desmercantilizadora era capaz de
    relanzar las posibilidades acumuladoras del propio
    mercado.

    Pero este equilibrio
    pronto se vería afectado: la crisis
    fiscal del
    Estado, manifestada en el disparo de la inflación y del
    déficit público, porque el marco económico
    dado por el capitalismo industrial y material ya no es, en esos
    momentos asistimos a cambios de paradigmas susceptibles de
    percepción, así, hoy aparece un
    espacio mercantil global, con la singular característica
    de capitalismo financiero, virtual e inmaterial, y en el que los
    espacios comerciales se juegan ya no como un intercambio de
    mercancías a nivel internacional, sino como un sistema
    articulado de empresared a nivel transnacional,
    donde lo que opera ya no es, por tanto, un comercio entre
    países, entre economías nacionales como una
    situación integrada de flujos de información, de comunicación, flujos financieros y
    económicos a nivel internacional, a la vez que un nuevo
    sistema de ordenación y complementación de la
    división internacional del trabajo se establece como un
    todo orgánico e interdependiente cruzando las barreras
    jurídicas de las naciones y barreras culturales y
    físicas de las regiones.

    Estas transformaciones están generando la idea
    típica de la
    globalización, la idea de que precisamente nuestro
    espacio de referencia es un espacio multinacional y que la
    articulación de la economía ya no pasa tanto por el
    Estado nacional como por una serie de obligaciones
    económicas que podríamos denominar supranacionales.
    Pero esta supranacionalización de la economía tiene
    efectos importantes en la vida social.

    El primer efecto, es la pérdida de la
    autonomía de los Estados nacionales. Estos ya no regularan
    la ciudadanía en función de
    los derechos laborales y sociales, son incapaces de generar una
    cultura de la
    seguridad y de la garantía laboral, porque tienen que
    competir, a nivel internacional, en mercados cada vez más
    competitivos. Este espacio de la competitividad
    internacional hace que los estados, en buena medida, más
    que intervenir para garantizar los derechos de la
    ciudadanía, lo hagan para generar situaciones mercantiles
    eficientes y por lo tanto atienda los derechos de propiedad que
    a los de bienestar. Esto trae sin duda algunas desigualdades
    económicas, desmonte y privatización de las empresas
    públicas y disolución de los monopolios
    nacionales.

    Bajo la perspectiva neoliberal el Estado de bienestar es
    un Estado derrochador, deficitario, inflacionario y cada vez
    menos eficaz para relanzar la demanda
    efectiva al generar efectos de expulsión del sector
    privado de grandes espacios de la economía y al
    desincentivar la actividad económica privada por la
    excesiva presión
    impositiva y por su ingerencia en los mercados reales y
    financieros.

    Uno de los teóricos británicos Bob Jessop,
    afirma que cada vez menos tenemos welfare state y cada vez
    más workfare state, estamos presenciando la
    transformación de un Estado del bienestar basado en las
    políticas sociales a un Estado del rendimiento basado en
    políticas de rentabilidad
    financieras y productivas. El Estado está por ello pasando
    de ser un Estado desmercantilizador a ser un Estado
    mercantilizador incluso remercantilizador.

    Las políticas sociales se van resituando
    crecientemente hacia las propias de un estado asistencial que
    solamente interviene en aquellos casos de extrema necesidad,
    demarginación, de miseria, dejando de ser un elemento de
    seguridad de las clases medias-laborales que tenderían,
    según lo nuevos criterios mercantilizadores, a asegurarse
    medios de
    recibir bienes sociales por unas vías que no fueran las
    del Estado, sino a través de sus propias posibilidades de
    capitalización privada, a partir de las
    constitución de fondos, depósitos, contratos de
    servicios,
    seguros y en
    general a partir de la entrada, por la vía privada, de una
    cierta reconstrucción del bienestar independiente de la
    ciudadanía laboral y de la obligación
    pública a mantenerla.

    Dentro de este contexto los Estados se imponen
    austeridad al coste del factor trabajo, congelación, el
    recorte o incluso el desmantelamiento, en todo o en parte de
    importantes espacios y servicios del
    Estado de bienestar, se introducen una fuerte
    tecnificación del proceso productivo y los incrementos en
    tipo de interés
    han hecho que los típicos efectos redistributivos
    clásicos de las políticas keynesianas hayan sido
    sustituidos por los efectos antidistributivos de la
    economía de la oferta.

    La expansión de la economía financiera y
    la creación de un tipo de empleo, más o menos
    especializado, de alta remuneración en el aparato de
    gestión
    de esta economía financiera y especulativa, ha servido
    para consolidar un nuevo nivel de medias-altas de renovada
    cultura
    promocionista, internacionalista e individualista, cristalizando
    a partir de ella una cultura del dinero, del
    poder y de la
    ambición que ha servido tanto para quebrar el unificador
    simbólico del consumo de masas nacional, basado en el
    valor social
    de una creciente clase media integradora, como para relegitimar y
    encumbrar un nuevo elitismo meritocrático, inmediatamente
    convertido en consumo ostentoso.

    El modelo fordista de organización del desarrollo de la
    producción ha sido desplazado por nuevos tipos de
    división del trabajo, justo como proceso de
    reestructuración productiva y de ordenación
    económica de la postcrisis. Esta dinámica responde en las sociedades
    occidentales como un proceso de reconversión
    tecnológica llevado a cabo en una doble dirección, una, institucionalmente se opta
    por una rápida desindustrialización de los
    espacios, regiones y naciones productivas tradicionales (ramas y
    sectores productivos ligados tecnológicamente a la
    transformación electromecánica), y la segunda,
    constituida por una economía neoindustrial o
    postindustrial atravesada por lo tecnológico asentado en
    la producción, en el tratamiento, en la circulación
    y en el procesamiento de información.

    Estas transformaciones han supuesto un enorme cambio en la
    estructura
    social de las sociedades occidentales que, en gran medida, puede
    ser caracterizado por un fenómeno general: la
    fragmentación. Las acciones
    públicas y privadas para restaurar la tasa de beneficios
    ha supuesto, desde principios de los
    años ochenta, el definitivo abandono de cualquier
    política de pleno empleo y con ello la contención
    de las demandas salariales, el desempleo masivo,
    la intensificación del uso del factor trabajo contratado y
    el desarrollo de políticas de oferta destinadas a destruir
    cualquier obstáculo que impidiera el funcionamiento del
    mercado, aun cuando produjese fallos de asignación y de
    desigualdad social evidentes.

    Durante esta época las preocupaciones acerca del
    trabajo se pueden apreciar en dos niveles: uno, Quienes estudian
    diversas manifestaciones del trabajo y sus transformaciones
    actuales, que han pasado a centrarse en el movimiento
    obrero en los setenta, con un enfoque en la ciencia
    política y dos, el estudio el movimiento obrero como
    movimiento social con enfoques propios de la sociología industrial, del trabajo de las
    relaciones industriales, de la economía del trabajo,
    enfoque que analiza las formas y efectos de los cambios
    tecnológicos, de organización, en las relaciones laborales,
    los mercados de trabajo, las culturas laborales y empresariales.
    Esto obedece a un proceso muy dinámico que puede
    observarse con la creación de teorías
    en los ochenta y noventa como regulacionismo,
    especialización flexible, teorías
    neoschumpeterianas, nuevos conceptos de producción,
    etc.

    De todas maneras existe una división entre
    quienes siguen estudiando el trabajo y
    esta división da lugar a dos corrientes: una, Pesimistas:
    Ponen énfasis en nuevas segmentaciones del mercado de
    trabajo, la extensión del trabajo precario o
    atípico y ven el toyotismo como una forma superior de
    control gerencial sobre el trabajo. Dos, Optimistas; ven en los
    nuevos modelos de
    producción una esperanza liberadora del trabajo humano, de
    su carácter
    enajenado, rutinario con escaso control del trabajador sobre el
    mismo

    La nueva estructuración de clases arroja hacia
    sus márgenes a colectivos muy importantes de la antigua
    clase obrera y de las viejas capas media: como es caso de los
    parados de larga duración, que ya no van encontrar un
    trabajo estable ni una ocupación que les garantice una
    situación segura; lo mismo ocurre con los trabajos
    precarios o con aquello que han empeorado sus condiciones de
    realización debido a la pérdida de las
    garantías laborales de los que los realizan; sin olvidar
    gran parte de jubilados, que no pueden mantener las condiciones
    de vida que tenían.

    Lo que convencionalmente estaba homogeneizado se ha
    fragmentado con la desindustrialización, la
    hipertecnologización, la deslocalización productiva
    y la nueva producción flexible, como consecuencia de la
    sustitución de los grandes mercados nacionales de trabajo
    regulados y defendidos, estatalmente, por toda una serie de
    mercados segmentados e impermeabilizados de trabajo, que
    funcionan transversalmente a escala
    internacional, impulsando colas y trayectorias laborales
    estructuradas con lógicas cada vez más
    diferenciadas, pero en general aumentando el nivel de
    precarización de la mayoría de ellas y todas bajo
    la presión de
    la plena disponibilidad y de la adaptación absoluta a los
    requerimientos de la competitividad
    mercantil mundial.

    Recapitulemos algunos asuntos, los argumentos del fin
    del trabajo pueden resumirse de la siguiente manera:

    Primero, la decadencia de la industria en
    relación con los servicios y el cambio en la estructura de
    las ocupaciones con crecimiento relativo de los trabajadores
    calificados, técnicos e ingenieros, cuellos blancos,
    mujeres y jóvenes y por otro lado la extensión de
    empleos atípicos, trabajos precarios, por horas, de
    tiempo
    parcial, eventuales, de mujeres, migrantes y minorías
    étnicas. En el tercer mundo encontramos la
    extensión del trabajo informal y los micronegocios y
    autoempleos; en Europa altos
    niveles de desempleo; todos
    estos fenómenos han incrementado la heterogeneidad de los
    trabajadores con la consiguiente repercusión en sus
    normas,
    valores y
    actitudes. Lo
    anterior repercute en la imposibilidad de formación de
    organizaciones, ideologías, proyectos de
    cambio social que partan de los trabajadores.

    La fundamentación del fin del trabajo es la no
    centralidad del trabajo sobre otros mundos de vida. La
    caída de la ocupación industrial es en Europa y
    Estados
    Unidos, mientras en Canadá, Sudeste Asiático y
    América
    Latina se dan otras tendencias. Por ejemplo en el tercer mundo el
    autoempleo se ha extendido mucho como forma de precariedad,
    más que de la búsqueda de satisfacciones y
    enriquecimiento de las tareas o flexibilidad creativa.

    La tesis del fin del trabajo relacionada con la
    heterogeneidad del mercado del trabajo y de las ocupaciones es
    simplista al atribuir a las posiciones en el mercado laboral la
    determinación de normas, valores y
    actitudes.

    Segundo, entender el fin del trabajo en
    términos sociológicos como el fin de la centralidad
    del trabajo en el conjunto de las relaciones sociales, de la
    conformación de identidades colectivas. Para los
    trabajadores los mundos extralaborales se han vuelto más
    importantes en la constitución de identidades que el
    trabajo. Esta argumentación es teórica, se trata de
    la desarticulación y marginación del mundo del
    trabajo con respecto de los otros mundos de vida de los
    trabajadores. Se plantea la existencia de articulaciones
    parciales y la posibilidad de que las articulaciones se
    rompan o se puedan crear otras en función de ciertas
    prácticas.

    La identidad es
    una configuración subjetiva compleja que da sentido de
    pertenencia a un grupo o clase,
    y evidentemente no depende sólo de la ocupación
    sino de las diversas formas de vida, estén o no
    articulados en la práctica o en la cabeza de los
    individuos.

    Tercero, la perdida de importancia del trabajo se
    relaciona con su función de generador de valor, hoy la
    riqueza de la sociedad se crea especulativamente en el sector
    financiero globalizado ya no depende del trabajo. Se desprecia el
    trabajo como creador de valor, se enfoca en dos sentidos, uno, en
    cuanto a la riqueza dineraria que no esta en función del
    trabajo y segundo en relación con la satisfacción
    de las necesidades humanas a través de los productos del
    trabajo.

    Cuarto, La crisis del trabajo es un problema
    político resultado de una lucha que ha implicado el cambio
    del estado hacia el neoliberalismo, la reestructuración
    productiva, organizaciones obreras incapaces de transformar sus
    formas de lucha, reemplazo del conflicto obrero patronal por la
    lucha de mercados. La crisis sindical esta relacionada con la
    apertura de mercados, la extensión de la
    subcontratación, reducción del empleo publico,
    desregulación del mercado laboral, nueva cultura laboral,
    etc.

    Esta tesis muestra un nivel
    más coyuntural y de caracterización de lo que ha
    sucedido con la clase obrera y sus organizaciones frente a las
    transformaciones y cambios de las relaciones de fuerza del
    capitalismo

    Hasta ahora se ha intentado rodear el asunto del fin del
    trabajo y en ese intento nos hemos encontrado aspectos como la
    globalización y el imperialismo,
    neoliberalismo
    y específicamente desregulación laboral, la
    privatización de empresas públicas,
    la descentralización de las unidades de
    producción de alta tecnología y los
    procesos de reestructuración industrial, el papel del
    estado; en ellos es evidente que el trabajo se constituía
    en el eje en cual giraba muchas cuestiones de los acuerdos
    sociales que regían la sociedad. El trabajo
    constituía la posibilidad de construcciones de proyectos
    de vida a largo plazo, lo que daba mucha seguridad, ahora se
    derrumba es tópico y el trabajo pierde su lugar de
    constructor de sociedad, se transforma la lógica: cambios
    profundos en las relaciones laborales, ausencia del Estado en su
    regulación, desregulación y disminución
    general del nivel de compromiso de los empleadores respecto a los
    trabajadores; las nuevas contrataciones de personal son
    siempre de personal
    más escolarizado y los niveles de selección
    se elevan regularmente; cambio de los sistemas de
    remuneración salarial, prestacional y de seguridad
    social y descenso continuo de ellos; sometimiento o
    eliminación de los sindicatos;
    incremento del empleo a tiempo parcial y del empleo informal;
    eliminación de la estabilidad laboral y del empleo a vida.
    Ante todo, lo ciclos de vida de los individuos son desordenados,
    para los jóvenes el tiempo de inserción profesional
    se prolonga, para los adultos la vida profesional se vuelve
    más incierta y discontinua, para los de mayor edad los
    riesgos de quedar
    cesantes anticipadamente son cada vez mayores; reducción
    de los tamaños de la planta, proliferación de los
    pequeños talleres de producción y del trabajo en
    casa; feminización de la nueva fuerza de trabajo
    industrial; acelerado crecimiento de la producción en
    pequeños grupos de
    trabajadores, que a la vez producen a escalas pequeñas o
    lotes por encargo; descentralización de los procesos
    productivos y desconcentración de las actividades en
    diferentes unidades autónomas; flexibilidad, polivalencia,
    disponibilidad de la fuerza de trabajo y substitución de
    trabajadores altamente calificados; balcanización de los
    tipos de contratos
    laborales, contratos de trabajo a término fijo, contratos
    interinos, a tiempo parcial, contratos de retorno al empleo,
    contratos empleo-solidaridad,
    contratos de reinserción alternativos, etc.

    Frente a los devenires de esta historia qué nos
    depara el futuro, qué construir ante estas vicisitudes, se
    agudiza la situación de esta racionalidad o por el
    contrario cambia la lógica a lo humanizante y humanizador.
    Todas son preguntas que subyacen y que se hace necesario
    abordarlas de manera estructura mediante la elaboración de
    hipótesis que permita ahondar en la
    cuestión.

    2.
    HIPOTESIS

    Ahora bien, pensemos que primeramente tendríamos
    que revaluar la concepción del trabajo, así, es
    difícil pensar que el fin del trabajo se produciría
    por el aumento del tiempo libre, de tal forma que la humanidad
    satisfecha trabajaría menos y viviría más.
    La visión de los años noventa parece ser indicar
    que no habrá trabajo para todos y que lo que
    sucedería es la transformación del trabajo, es
    decir los seres humanos seguirán trabajando aunque de
    manera diferente; en estos momentos los países del tercer
    mundo parecen anticiparse a los del primero en estas cuestiones
    existiendo el sector del empleo informal y el
    autoempleo.

    No es la terminación del trabajo sino la
    transformación del mismo por una vía no teorizada
    por los que analizan la tercera revolución
    tecnológica, no se trata de la recalificación del
    trabajo basado en la computación y en la informática, que se presenta también
    en las sociedades del tercer mundo sino de un trabajo informal
    con precarización; es decir la reducción del
    trabajo formal, estable, y la sustitución por otras formas
    consideradas anómalas por los países desarrollados
    pero que en el tercer mundo tienen una larga historia de
    normalidad.

    A través de la historia el trabajo ha tenido
    diversas concepciones por ejemplo a mediados del siglo XIX la
    teoría
    económica dominó en el campo de las ciencias
    sociales y acuño el concepto de valor
    del trabajo (el trabajo como creador de valor) con atención en el trabajo industrial, esta
    centralidad del trabajo industrial en las teorías se
    mantuvo hasta los años sesenta. Posteriormente se
    pasó del campo del trabajo al del mercado de forma que el
    trabajo se vuelve un factor más en la función de
    producción, cuyos precios los
    fija el mercado. De la crisis de 1929 a los años sesenta
    el trabajo es, sobre todo, institución de
    regulación de la relación capital-trabajo y
    organización de los obreros. Hacia los ochenta con el
    inicio del neoinstitucionalismo se da un lugar importante pero no
    central al trabajo, en los noventa lo que más interesa son
    las cadenas de empresas o las instituciones
    de coordinación entre estas y el trabajo se
    vuelve un supuesto.

    El trabajo ha cambiado desde el siglo pasado, los
    limites del trabajo y no trabajo se han transformado
    históricamente, en la antigüedad no se podía
    diferenciar el trabajo de la religión o del
    juego. El
    circunscribir el trabajo a los límites de
    la fábrica fue una circunstancia social, económica
    y política, pues sus vínculos con el trabajo no
    desaparecieron sino que fueron cortados materialmente durante la
    jornada de trabajo capitalista.

    El trabajo no tiende a terminar sino a confundirse con
    otros mundos de vida considerados propios de la reproducción social de los
    trabajadores.

    Criterios tales como empleo formal e informal, empleo y
    autoempleo, jornada continua y jornada discontinua,
    producción para el mercado y autoconsumo, dejan de ser
    criterios estáticos y se vuelven parte de la vida del
    individuo.

    No existe fin del trabajo sino una transformación
    del significado de que es trabajar, de los ámbitos
    privilegiados del trabajar, de los limites entre el trabajo y el
    no trabajo con la ruptura de una parte de las ocupaciones, del
    concepto de jornada de trabajo.

    La segunda, podría estar planteada desde Andre
    Gorz, en su estudio "Salir de la sociedad salarial" que
    desarrolló a partir de la siguiente pregunta ¿los
    países industrializados han entrado en una nueva era que
    obligará a sus gobiernos a revisar de manera radical sus
    ideas acerca de los medios para
    alcanzar un casi pleno empleo? Al respecto dos enfoques, el de
    los economistas y el de los tecnólogos.

    Los primeros, aluden a la revolución
    informacional asimilándolas a las otras revoluciones (como
    la industrial) y que como tal generará más empleos
    de los que suprime, siempre y cuando se respeten las leyes del
    mercado. La segunda, que al parecer presenta más
    aceptación, expone la Revolución informacional y la
    mundialización de la economía como motivadoras de
    una nueva sociedad donde los empleos tradicionales estables y a
    tiempo completo van a desaparecer. Veamos sus
    enunciados:

    REINGENIERIA, Nueva manera de mezclar automatización y robotización y un
    modelo de administración que permite máxima
    flexibilidad de la gestión. Esto asegura el mismo nivel de
    producción con la mitad del capital y entre un 40 a un 80%
    menos de asalariados. De esto se desprenden dos hechos
    importantes, uno, el Capitalismo usa cada vez menos trabajo para
    producir mayor riqueza y dos, los empleos adicionales se pueden
    dar o por distribución de las mismas actividades pero
    entre más gente por un lado, o por generación de
    actividades por fuera de la esfera capitalista por
    otro.

    EMPLEOS PRECARIOS E INESTABLES, No solo las nuevas
    tecnologías reducen los empleos; las empresas
    están "concentrando" sus actividades en sus operaciones
    "fundamentales". Por ende muchas actividades se están
    externalizando con subcontratistas y asalariados externos
    malpagados a destajo y trabajando tiempo variable por semana,
    dependiendo del requerimiento. Cada vez más personas pasan
    del empleo estable al empleo precario e inestable y son
    considerados empleados independientes así trabajen
    solamente para una empresa.
    Además, las personas que aún tienen su empleo
    estable y directamente con el empleador están preocupados
    de perderlo.

    CIVILIZAR EL TIEMPO LIBERADO, Se debe entender que en el
    fondo no hay un grupo de
    empleados y un grupo de desempleados pues la gente hace
    transición permanente entre estos dos estados; igualmente
    no se puede pensar que la única estrategia para
    eliminar el desempleo sea la redistribución de las labores
    entre los empleados y desempleados. La reducción de la
    jornada laboral no es una alternativa que genere aumento en el
    empleo. Por el contrario, podría aumentar el empleo
    permanente pero de menos personas. Aquí lo importante es
    saber como manejar el tiempo liberado por la
    redistribución de labores y convertirlo en un recurso para
    la sociedad de manera que todos se vuelvan dueños de su
    tiempo, de su vida y de relaciones de cooperación y de
    intercambio; es darle un nuevo valor como recurso a ese tiempo.
    Esto se da por la vía política y sus medidas
    implicarían el fin de la sociedad salarial, las cuales
    son: El trabajo ya no es la medida de riqueza y el tiempo del
    trabajo no es la medida del trabajo; El derecho a la
    remuneración no depende del empleo y el valor de la
    remuneración no depende de la cantidad de trabajo; El
    ahorro del
    tiempo de trabajo debe perseguir fines no económicos. Sin
    embargo, se debe analizar si estas formas de
    redistribución deben estar acompañadas de
    reducción en el ingreso.

    REDISTRIBUIR, Repartir los recursos entre más
    personas, como aceptar reducciones del salario a cambio
    de no hacer despidos, es una política puntual y no aporta
    una solución adecuada ni permanente. Una política
    de distribución debe repartir un volumen de
    trabajo decreciente entre una población creciente. El ingreso no debe
    disminuir en la medida en que a la vez con la reducción
    del trabajo se está dando un aumento en la
    generación de riqueza de la cual se puede redistribuir en
    alguna proporción entre más personas; solo en el
    caso en que las personas vinculadas crezcan en proporción
    mayor al incremento de la riqueza se justificaría una
    disminución del salario. Una vez
    se reabsorba el desempleo el tiempo de trabajo tendrá que
    ir disminuyendo sin que se reduzca la remuneración,
    siempre que el índice de productividad
    crezca en mayor proporción a las personas
    empleadas.

    INVERSIÓN DE VALORES, Cada vez más se
    destinará menos tiempo a las actividades de la
    producción y la actividad laboral dejará de tener
    un papel
    preponderante dentro de la esfera de la vida cotidiana de una
    persona. El
    trabajo se convertirá únicamente en el medio para
    ganarse la vida y el empleo se escogerá dependiendo de la
    cantidad de tiempo que deje disponible para las personas. Esto
    implica que habrá de dotar de un objetivo
    tangible los nuevos valores, en ruptura con el pasado donde la
    vida estaba centrada en el trabajo.

    REDUCCIÓN DEL TIEMPO DE TRABAJO, La
    reducción de la jornada laboral no puede ser a
    cuentagotas, debe ser notoria y en todo caso a igual escala de la del
    crecimiento de la productividad.
    Esta debe presentar las siguientes características:
    Reducciones periódicas, por ejemplo cada 3 o 4 años
    y en cantidades importantes; reducción hecha
    mediante ley marco sin
    importar el nivel de formación académica; dar el
    tiempo suficiente a la ley para hacer
    las previsiones necesarias sobre las necesidades cualitativas y
    cuantitativas que cada rama de la
    administración necesita (sector
    público, empresa o
    corporación, etc.); dar el tiempo suficiente para hacer
    formación en sectores donde haya insuficiencia de personas
    formadas; dar el tiempo suficiente para la negociación de convenios colectivos sobre
    trabajo, salarios,
    reorganización, etc.

    DERECHO AL TRABAJO INTERMITENTE, Se refiere a la
    posibilidad que deben tener personas que deseen tener trabajos
    intermitentes remuneración de manera permanente o a
    personas que deseen trabajar tiempo parcial remuneraciones no
    equivalentes al 100% de la remuneración por tiempo
    completo. El trabajo parcial se puede dar de diferentes maneras,
    por ejemplo trabajar dos semanas por mes o seis meses por
    año o 36 meses en 6 años. El hecho de remunerar de
    manera permanente el trabajo intermitente da la posibilidad de
    períodos de trabajo no remunerados como: Actividades
    voluntarias de ayuda a la comunidad,
    actividades artísticas y culturales, actividades
    educativas.

    EL SEGUNDO CHEQUE, La
    estrategia de
    redistribución por jornadas de tiempo parcial o trabajo
    discontinuo generan sobrecostos que no se pueden cargar
    directamente a las empresas. Esto se debe a que gran parte de la
    población activa está empleada en actividades de
    productividad estancada como la enseñanza, servicios sociales, hotelería,
    sanidad. Cada trabajador tendrá derecho a su
    remuneración salarial por el tiempo de trabajo y a un
    segundo cheque que
    compense las disminuciones salariales debidas a la
    reducción periódica de la duración del
    trabajo. Este segundo cheque existe en virtud de que la sociedad
    y los ciudadanos adquieran y se reconozcan mutuamente derechos y
    poderes.

    El método de
    financiación del segundo cheque debe satisfacer cuatro
    condiciones: No recortar la remuneración de los
    trabajadores; no incrementar costos para las empresas; permitir a
    las empresas reducir sus costos salariales mediante inversiones
    de productividad y mantener la compatibilidad de los precios del
    mercado con el ingreso de las personas.

    HACIA LA AUTOPRODUCCIÓN, Cuando el volumen de
    trabajo que el capitalismo puede usar con beneficio propio
    disminuye constantemente, no queda otro camino que desarrollarse
    por fuera de la economía capitalista. Esto se puede
    compensar con actividades como de servicios por fuera de la
    esfera mercantilista. Sin embargo existen dos maneras para
    poder
    perpetuar la sociedad salarial desde el punto de vista mercantil:
    Completar los salarios muy
    bajos con asignaciones públicas; generar una red de servicios
    públicos gratuitos o casi gratuitos para todo el mundo,
    solventados por empleados que reciban un salario
    normal.

    Sin embargo estas soluciones
    presentan el defecto de que se basan en la transformación
    en empleos asalariados de una cada vez más amplia gama de
    actividades. Como el objetivo de
    una estrategia de distribución del tiempo es precisamente
    el crecimiento de la autonomía, el desarrollo de servicios
    mercantiles tienen que disminuir. Lo que se debe generar es
    autoproducción de dichos servicios, que las personas
    tengan actividades autoorganizadas y que las personas puedan
    desarrollarse y realizar actividades en tres niveles:
    Macrosocial, con actividades productivas; Microsocial, con
    producción cooperativa y
    comunitaria; Plano personal en la relación entre personas
    o creación artística.

    Se superará la sociedad salarial cuando se den
    relaciones de cooperación voluntaria y de intercambio no
    mercantil auto-organizado. La evolución cultural va en ese sentido,
    dejando en segundo plano el valor del trabajo, el deseo de
    éxito y
    colocando en primer plano el desarrollo
    personal.

    La tercera, esta referida a la desarticulación de
    la sociedad de la seguridad laboral y de la ciudadanía
    social nos separa, definitivamente, de una sociedad intervenida
    por el sector
    público, sustentada en un sistema del bienestar
    público que permite fuentes de
    ingresos
    relativamente estables a largo plazo y posibilita, con ello
    mayores espacios de elección clara entre trabajo y ocio; y
    el contra-argumento de Rifkin, que por el contrario, sostiene que
    los avances técnicos y la actual reingeniería de la producción
    están en la base de un cambio productivo que reduce las
    necesidades de trabajo para mantener e incrementar el conjunto de
    bienes y servicios producidos.

    Dicho autor asume las ventajas del cambio
    técnico, pero insiste en la necesidad de la no
    desaparición de la función social del trabajo;
    pero, para ello, de manera paradójica y antes que defender
    la ciudadanía social, los derechos del trabajo o la
    regeneración de los mercados de trabajo balcanizados y
    precarizados, propone que se incorporen las personas desplazadas,
    tanto del sector productivo privado como del público, a un
    tercer sector donde se integra por aquellas entidades que prestan
    funciones
    sociales.

    Esto, resolvería dos problemas:
    evitaría el desempleo de estas personas y
    promovería el bienestar nacional (en este caso americano)
    y, por ende, el internacional, al permitir afrontar problemas de
    cooperación. La promoción y el desarrollo de este tercer
    sector se financiaría con algún impuesto sobre el
    consumo, en la idea de que esto sería soportable por la
    ciudadanía, y no repercutiría negativamente en la
    producción.

    Lo que caracteriza a la revolución técnica
    actual según las visiones tecnologistas en auge es que se
    aplica de forma generalizada y con los mismos resultados
    extraordinarios, en términos de incrementos de la
    productividad, en todos los sectores.

    Al cambio técnico se añaden las
    convenciones dominantes de las empresas sobre el empleo:
    constituye un coste que hay que reducir. Algunas respuestas de
    los mercados
    financieros a las reestructuraciones productivas son
    significativas, de forma que, prácticamente, se asocia
    innovación técnica con mejora
    productiva, reducción del empleo y revalorización
    financiera de los activos. El ciclo
    se completa así: máxima tecnologización
    implica también el triunfo de la economía
    financiera internacional sobre políticas industriales y
    sociales nacionales.

    Para la tecnología
    neoclásica, la primera manifestación del cambio
    técnico es el ahorro de
    inputs y, particularmente, de trabajo. Se trata del efecto
    directo del cambio técnico. La idea de equilibrio
    implicará que los precios de los factores se reduzcan al
    igual que los precios relativos de los productos, lo
    que dará origen a un incremento de la demanda, seguido, a
    su vez, de un aumento de la producción y, en última
    instancia, volver otra vez a la situación de equilibrio en
    la economía.

    La visión schumperteriana evolucionista
    señala, entre otras diferencias, que la economía no
    siempre está en equilibrio y que no se puede considerar
    una función de producción única para toda la
    economía.

    Las innovaciones no se distribuyen uniformemente por el
    conjunto de la economía, sino que los innovadores obtienen
    beneficios extraordinarios que atraen a los imitadores y, de esta
    forma, se difunden la novedad técnica.

    Bajo estas circunstancias parece lógico deducir
    que se producirá un aumento de la demanda de ocio, puesto
    que no es necesario trabajar tanto para tener lo mismo a pesar de
    la consideración schumperteriana de que puede generarse
    desempleo.

    Hasta los economistas laborales críticos que
    insisten en que toda tecnología abstracta se desarrolla en
    marcos concretos negociados, según las diferentes fuerzas
    de los agentes sociales: de tal manera que con una misma matriz
    tecnológica se pueden obtener resultados de empleo y
    condiciones de vida muy diversos. En resumen, la acción
    económica es siempre una acción social, que
    está ubicada y contextualizada en un nicho de fuerzas
    sociales y territoriales con su historia y su memoria, y la
    tecnología, por ello, se explica, así, en un
    conjunto de redes de acción
    institucionales donde la propia tecnología se mezcla con
    la política y la economía cristalizando en
    construcciones sociales concretas imposibles de reducir a un
    factor único. Esta visión acaba, de este modo, con
    cualquier posibilidad de endosarle a la tecnología el
    éxito o el fracaso social; la tecnología un
    resultado de la
    organización social, no su origen.

    El debate del
    reparto del empleo, solución o problema, para Rifkin
    pierde de vista absolutamente la visión institucional de
    la tecnología, y por tanto, ante el fin del trabajo. El
    desempleo o subempleo parece, pues, instalado en la moderna
    sociedad tecnológica, y por otra parte, se da la
    posibilidad de producir más y mejor con los mismos
    recursos, incluso con menos, está a la vista.

    No solo eso, Rifkin alude a que las necesidades de
    trabajo van a ser tan mínimas que este puede quedar sin
    función social y requerir alguna actuación. Se
    mantiene, igualmente, que ese aumento del tiempo libre, forzado
    por la sustitución de hombres por máquinas
    sin un convencimiento y una canalización hacia la
    sociedad, puede derivar a una situación de extrema
    violencia
    social.

    Qué supuestos subyacen en la propuesta de Rikfin
    sobre el reparto del empleo? Primero, que el conjunto de bienes y
    servicios que se proveen son los adecuados y suficientes para la
    sociedad, solo que para producirlos se necesita menos gente.
    Realmente no hay necesidad de mas bienes y servicios? Si nos
    referimos a los bienes y servicios que podrían identificar
    a la sociedad consumista, a los bienes posicionables, debemos
    recordar que las sociedades occidentales se caracterizan por el
    sobreconsumo.

    A principios de los
    años ochenta. Los sociodemócratas alemanes
    proponían un crecimiento económico cero por
    consideraciones medioambientales; es decir mantener los
    estándares de vida como hasta entonces, pero no consumir
    mas por que los recursos se agotan y se deteriora el medio
    ambiente. El debate actual
    no se plantea ya en estos términos, aunque podría
    considerarse y destinar los recursos liberados de la
    producción de bienes y servicios "consumistas" -los
    llamaremos así- a la producción de bienes
    comunitarios; entonces, no sería el fin del trabajo sino
    de un estilo del mismo, pues lo que se sigue necesitando es un
    trabajo socialmente útil y ecológico.

    En segundo lugar, se da por supuesto que el costo de los
    factores productivos y por consiguiente su remuneración,
    se mantiene inalterada después de una innovación técnica, puesto que la
    productividad técnica aumenta, la
    remuneración debería aumentar.

    Los precios de los productos son consecuencia de la
    interacción de la oferta y de la demanda, en un conjunto
    de múltiples mercados interdeterminados.

    Un tercer supuesto que Rifkin adopta
    implícitamente: es que no existen nuevos productores que
    aprendan y utilicen las nuevas técnicas y
    que se incorporan a la nueva esfera económica
    incrementando la oferta. La cuestión es que si aumenta la
    oferta los precios no pueden mantenerse, igual, por lo menos los
    precios relativos.

    En suma Jeremy Rifkin presupone, de manera
    tácita, que los efectos de la actual oleada de
    innovación industrial, cuanto al incremento de la
    producción y a la reducción del trabajo, son los
    que se producen en una economía cerrada y de fuerte
    hegemonía de la economía nacional, justo cuando una
    gran parte de nuestras transformaciones provienen de encontrarnos
    en una economía abierta y global, presidida por la fuerte
    movilización de las bases productivas a nivel mundial.
    Así, a nuestro entender, los resultados para el trabajo de
    introducir la globalización son completamente distintos, y
    llevar a cabo las medidas de Rifkin en un entorno internacional
    es como encender una cerilla de medio de un
    ciclón.

    Lo que se observa hoy en día, en los
    países industrializados, es que la unidad básica de
    consumo que es la familia
    está sometida a la necesidad de mas rentas para
    sostenerse.

    Cada vez se necesita, mas trabajo para mantener
    estándares de vida equiparables en términos
    relativos.

    Para Rifkin en las revoluciones industriales pasadas, se
    produjo como efecto final una considerable reducción de la
    jornada de trabajo, pero en la presente, por el contrario, los
    inusitados crecimientos de la productividad, derivados de la
    tecnología
    de la información, están generando desempleo
    estructural sin tener esperanzas en que este se compense al ser
    sus efectos acumulados mucho mas rápidos que la posible
    generación de empleo en otros sectores.

    Las empresas están así, acelerando el
    cambio técnico mediante la reducción de los costos
    del factor de trabajo, ya sea por su reducción directa, o
    por su uso más flexible o intensivo.

    En general el pensamiento
    tecnologista –siempre olvida: que el cambio técnico
    depende de las relaciones sociales que estructuran el sistema
    económico, y que cualquier suerte de determinismo
    tecnológico oculta que la economía es un campo de
    las fuerzas sociales, que existen jerarquías previas al
    progreso y al uso tecnológico y que el cambio
    técnico depende de los poderes políticos,
    económicos y sociales que se concretan en las
    políticas públicas, lo que es también por si
    misma una forma de política- que son compatibles con estos
    poderes.

    En definitiva lo que hoy se plantea como reparto del
    trabajo no es mas que reparto del empleo asalariado, y el
    objetivo que lo alienta es menos una voluntad de repartir
    igualitariamente la carga de trabajo que la de proceder a un
    reparto más igualitario de la renta.

    La otra propuesta de Jeremy Rifkin es la creación
    de un sector de trabajo voluntario capaz de absorber los
    excedentes generados en el sector del mercado. En el se
    unificarían los trabajadores expulsados de todos los tipos
    de actividad mercantil, así como los provenientes de
    distintas trayectorias sociales o profesionales debidamente
    "reciclados" y dedicados a construir. Con otros voluntarios, un
    enorme sector social de la economía, que por una parte,
    atendiese necesidades sociales insatisfechas, y por otra, diese
    salida social, laboral y vital a un creciente número de
    efectivos laborales imposibles de colocar en el sector
    mercado.

    Compensación, con lo que se ven literalmente
    obligados a trabajar en ese sector por no encontrar trabajo en el
    sector formal y poder cobrar así un salario social por su
    trabajo informal.

    El empleo generado por el tercer sector solo puede ser
    generado por los sectores de acumulación económica
    y distribuido por el resto del sistema social, en ningún
    caso tiene existencia autónoma o autógena. Con la
    lógica del mercado como eje del sistema económico,
    el tercer sector puede tener un factor fundamental en la
    realización de ciertas labores sociales
    complementarias.

    3.
    COMENTARIOS

    La Flexibilización, es decir la perdida de la
    estabilidad en los contratos de trabajo, como
    característica principal de las sociedades
    contemporáneas incluyendo los países de América
    Latina, es una de las megatendencias de la
    globalización de la sociedad capitalista.

    Las premoniciones de Carlos Marx,
    Federico Engels, M. Bakunin, J.P. Prouhdon y otros socialistas
    radicales del siglo XIX, advertían acerca del inevitable
    choque entre propietarios y no propietarios. La certeza de esta
    premonición fue la base para la formación de una
    teoría
    anticapitalista que propició la idea de una
    transformación revolucionaria de la sociedad, la
    supresión del mercado fuente de explotación del
    hombre por
    el hombre y la
    conformación de una alternativa humanista acerca de como
    organizar la sociedad, la producción y la vida publica; en
    un esquema de eliminación de la propiedad
    privada. Las ilusiones revolucionarias estaban fincadas en el
    papel protagónico de la clase obrera llamada a ser la
    sepulturera del capitalismo, que de acuerdo con el desarrollo de
    la sociedad llegaría a una etapa armónica de
    modernidad.

    En el siglo que acaba de culminar ocurrió el
    auge, perigeo y desplome de dicha alternativa política. Lo
    que actualmente existe de socialismo es la
    estatización política. Socialismo para
    la política, capitalismo para la economía, tal
    parece ser la divisa de los remanentes del experimento
    socialista. La clase obrera durante a finales del siglo XIX se
    dedicó fundamentalmente a desarrollar una lucha sindical
    por reivindicaciones económicas, sociales y asistenciales,
    volviéndose un mecanismo de concertación que no
    cuestionará el orden capitalista y permitiera una mayor
    participación en el reparto social.

    Lo que es el rasgo distintivo de nuestra época, a
    despecho del predicamento socialista radical, es el creciente
    auge, la expansión incontrolable del desempleo
    estructural. Para los socialistas del siglo XIX la
    eliminación de la explotación del capital se
    expresaba en: la eliminación de la clase parásita
    improductiva y las posibilidades ilimitadas de la
    modernización científica y tecnológica que
    liberaría al hombre del
    trabajo por la disminución de la jornada
    laboral.

    Pero en la actualidad el tiempo libre no se cierne como
    una oportunidad sino como una amenaza siniestra en nuestra
    sociedad, dramática condición del desempleo que
    imposibilita la concreción de proyectos de vida por parte
    de miles de personas en el mercado laboral del mundo. En sociedad
    como la americana este fenómeno se presenta como la
    precariedad de los contratos laborales, la perdida del garantismo
    institucional y legal. Surge entonces la OIT, organismo
    internacional para velar por el cumplimiento de la legislación
    laboral.

    Existen tres grandes esferas de la concreción del
    proceso de Flexibilización, en primer lugar: las
    organizaciones, la transformación del sector estatal y la
    esfera social llamado tercer sector (fundaciones, ONG, etc.); en
    segundo lugar la diferencia entre Flexibilización y las
    políticas publicas y en tercer lugar las regulaciones con
    criterios de transparencia, equidad, confianza, etc. Y la
    mitificación del cliente en ves
    del ciudadano con sus derechos. De este modo, la flexibilidad
    opera primordialmente dentro de las organizaciones empresariales,
    a partir del reconocimiento de las partes, de la necesidad de
    implantar un esquema polivalente de trabajo en
    equipo, empowerment.

    Enrique de la Garza sugiere que detrás del
    dominio de la
    flexibilidad se esconde una derrota del movimiento sindical. Jay
    Mazur, sindicalista norteamericano, sostiene la necesidad de
    desarrollar, a la par de la globalización económica, una agenda
    con dos pilares básicos: el fortalecimiento de los
    derechos laborales y el cuidado del medio ambiente.

    La flexibilidad en políticas laborales en los
    años 80s para América
    latina, estuvo principalmente vinculada con la apertura
    económica posterior al Consenso de Washington, la
    desaparición del estado protector, la sustitución
    de importaciones, el
    férreo proteccionismo de la industria nacional y los
    monopolios extranjeros afincados territorialmente.

    Así los ajustes neoliberales se iniciaron en
    América Latina con las dictaduras militares del cono sur
    en los años 60s, estos ajustes fueron continuados por los
    gobiernos civiles en los años 80s y en los 90s fueron
    consolidados y extendidos por toda la región.

    La Flexibilización del mercado de trabajo es una
    de las tareas en la formación y estructuración de
    las economías neoliberales. Esta Flexibilización
    hace parte de uno de los pilares del neoliberalismo que es la
    reforma estructural, que busca desmontar toda regulación
    que afecte el libre mercado entre ellos, el del
    trabajo.

    La reestructuración productiva en América
    latina ha sido efectivamente impulsada por la apertura
    económica y por el cambio del estado hacia el
    neoliberalismo; no ha implicado cambios en las configuraciones
    socio técnicas
    de los procesos productivos (tecnología,
    organización y gestión, relaciones laborales,
    perfil de la fuerza de trabajo y culturas). Los resultados
    más evidentes son:

    1. No se evidencia una ventaja masiva de las
      pequeñas y mediana empresas.
    2. No en todos los países la capacidad
      exportadora se correlaciona positivamente con la
      innovación tecnológica.
    3. Existen dos grandes estrategias de
      reestructuración en América latina: el cambio
      tecnológico duro y el cambio
      Organizacional.
    4. La innovación tecnológica dura en la
      mayoría de los casos no ha significado la introducción de tecnología de
      punta, sino pasada de moda y en
      cuanto a lo Organizacional se trata de la introducción o profundización del
      taylorismo.
    5. El perfil de la fuerza de trabajo no ha cambiado
      sustancialmente en el sector formal de la economía, en
      cambio se ha notado un dramático crecimiento del sector
      informal.

    De la teoría económica neoclásica
    viene la idea especifica de flexibilidad del mercado de trabajo,
    entendida fundamentalmente como la eliminación de las
    trabas, para que los mecanismos del mercado se encarguen, de modo
    espontáneo, de asignar al factor trabajo precio y
    empleo.

    Walras (1954), postulando la economía como una
    ciencia
    deductiva, aporta unos de los supuestos más importantes de
    la teoría neoclásica:

    1. Racionalidad de los agentes.
    2. Construcción de modelos como si fuera posible
      controlar las variables.
    3. No se toman en cuenta las instituciones
      extraeconómicas.
    4. Si se mantienen las condiciones de competencia
      perfecta se tendrá el equilibrio.

    En esta concepción tiene lugar especial la
    teoría de la productividad marginal, la oferta y la
    demanda de trabajo determinan la distribución del trabajo
    y su precio. Por el
    lado de la oferta del trabajo se supone que opera la ley de
    rendimientos decrecientes. La idea de la flexibilidad del trabajo
    es la eliminación de todas aquellas externalidades o
    fallas del mercado por el lado de la oferta y de la demanda, pero
    especialmente por el lado de la demanda, porque la oferta se
    considera constante.

    Desde sus orígenes ha sido dada por
    institucionalistas y marxistas, para estos últimos, estas
    declaran abolido el conflicto estructurado entre el capital y el
    trabajo, los institucionalistas critican la posición del
    neoliberalismo de declarar espurias las instituciones como los
    sindicatos y
    los sistemas de relaciones industriales, las relaciones de fuerza
    entre capital y trabajo.

    Dentro del concepto del posfordismo (producción
    en masa y consumo en masa), se acostumbra incluir corrientes
    como:

    Regulacionismo: trata de encontrar las
    mediaciones entre producción y consumo, con instituciones
    de regulación que permiten cierta consonancia en el
    mediano y largo plazo entre producción y consumo y
    rechazan la idea de neoclásica de ajustes
    automáticos cuando los mercados se desregulan.

    La especialización flexible:
    también plantea que la producción en masa
    llegó a su limite, coincidiendo con el surgimiento de un
    nuevo paradigma
    tecnológico, la economía de la variedad, donde las
    Pymes tienen
    mayor capacidad de cambio y de adaptación a estas nuevas
    "variedades" en la producción, entonces se pasaría
    de una lucha de clases a una lucha entre Pymes y grandes
    empresas.

    Las doctrinas gerenciales han sido revolucionadas desde
    la década pasada, a través de la gran crisis
    capitalista y de la recuperación en occidente de las
    experiencias japonesas. Hay un componente importante de la
    identidad del trabajador con la empresa, la
    productividad y la calidad, en la
    recuperación del saber hacer del obrero, el
    involucramiento y la participación, en la
    reintegración de tareas y la capacitación amplia.

    Las principales criticas son porque: la noción de
    flexibilidad tiene significados diversos; pretaylorista
    practicada por pequeñas y medianas empresas no
    modernizadas; toyotista con consenso y acuerdos entre
    obreros y patrones y la del mercado neoclásico con
    su desregulación de la demanda y de la oferta de empleo.
    El ocultamiento de que la derrota que a sufrido la clase
    trabajadora con la perdida de seguridad en el empleo y el
    salario, la intensificación de las jornadas, el
    debilitamiento de las instituciones reguladoras y el sindicato. El
    considerar que la Flexibilización es una ideología de carácter
    preventivo que no puede llegar hasta sus ultimas consecuencias
    pero que mantiene asustado al trabajador.

    Una parte de estas críticas trata de demostrar
    que las relaciones laborales no han cambiado tanto en realidad,
    empresas totalmente flexible no pueden funcionar, se necesita
    negociación del orden con los trabajadores. La
    flexibilidad no es un concepto unívoco, designa diversa
    realidades acerca del trabajo, que pueden darse a la ves y
    combinadas.

    En síntesis,
    la flexibilidad del trabajo como forma seria la capacidad de la
    gerencia de
    ajustar el empleo, el uso de la fuerza del trabajo en el proceso
    productivo y el salario a las condiciones cambiantes de la
    producción y puede tener varios contenidos según
    las concepciones que la alimenten.

    La flexibilidad del trabajo se ha extendido sobre todo
    en los países más desarrollados de América
    latina. Su presencia se ha visto en la forma de:

    • Cambio en las leyes
      laborales
    • Transformación de la contratación
      colectiva
    • Ruptura y debilitamiento de los pactos colectivos
      entre sindicato,
      estado y empresa
    • Preferencia por la Flexibilización unilateral
      impuesta por el patrono.

    Han aparecido dos nuevas corrientes que buscan
    convertirse en interlocutoras de la reestructuración
    productivas de las empresas y en cuanto a la flexibilidad,
    imponiendo limites o condiciones, sobre todo la bilateralidad: la
    neocorporativa (el sindicato como socio de la empresa, en la
    lucha por la productividad, abandonando la estrategia de la
    confrontación) y por otro lado las autónomas. Los
    resultados de estas estrategias, y en
    general, la forma de la flexibilidad tienen como mediación
    importante las diferentes relaciones industriales que se han
    acuñado en América latina, en especial su
    característica corporativa.

    La vigilancia estatal sobre las relaciones laborales se
    ha transformado, ahora el estado es el inductor de la
    flexibilidad, sea legitimándola como en el caso de
    Argentina y
    Colombia o
    propiciando pactos neocorporativos como en México.

    En Colombia esas políticas se inician con la ley
    50 de 1990 y luego la 100 de 1993, con ello se da el predominio
    del sector financiero sobre el llamado sector real de la
    economía, que a propiciado el paso del dinero del
    sector productivo al especulativo. La cuestión estriba en
    como conciliar la idea de democracia social y política con
    los derechos de asociación, sindicalización,
    negociación colectiva y al mismo tiempo atacar el
    desempleo estructural y articular los sectores excluidos y
    desarraigados en los proyectos de desarrollo. Pero el ajuste
    estructural pregonado por los organismos multilaterales no da
    respuesta positiva a estas inquietudes.

    La competitividad es vista cada vez más en
    termino de costos laborales y una de sus muestras más
    paradigmáticas es el outsourcing con
    la conformación de empresas redes. Bajo este concepto se
    ha desarrollado el concepto de Pymes que basan su competitividad
    en el desconocimiento del derecho de los trabajadores y la
    subcontratación. Ideólogos neoliberales y
    aperturistas han elevado a doctrina el aprovechamiento de la
    precarización de las condiciones laborales.

    La revista Dinero
    una nueva vocera del sector financiero aperturista reconociendo
    que la etapa de los despidos masivos de la incertidumbre laboral
    ha resultado contraproducente para las empresas propugna por la
    formula de implicar al trabajador como socio, manejando esquemas
    de incentivos
    sociales, para que se pague según la tarea o el desempeño, mediante mecanismo de
    compensación flexible.

    El sector público de América Latina se
    propugna por abolir los contratos salariales a termino indefinido
    y abolición de regímenes especiales de los servidores
    públicos, para en su lugar pactar planes y proyectos con
    vinculación anual. En Colombia las recientes
    reestructuraciones no contemplan la redefinición de la
    misión
    o naturaleza de
    las tareas sino que se plantea en términos netamente
    fiscales.

    El declive o derrota del movimiento obrero tiene diversa
    causalidades: los cambios de los procesos productivos y de la
    distribución y cambio en la sociedad de mercado
    contemporánea. El desvertebramiento del binomio
    sindicato-pueblo. En Colombia el desempleo estructural es
    más del 21 %, hecho que en cualquier país del mundo
    seria hecho evidente del fracaso de la política
    económica. Solo de un 10 al 12 % del conjunto de los
    asalariados están sindicalizados y solo una parte tiene
    representación nacional. La sindicalización privada
    ha sido fuertemente perseguida en el campo de las grandes
    empresas nacionales y multinacionales.

    Es síntoma del papel explosivo que representa el
    desempleo su inclusión como primer punto de controversia
    en las negociaciones de la insurgencia de las FARC y el gobierno en San
    Vicente del Caguan. Admitiendo la correlación entre
    violencia y
    desempleo. El conflicto armado colombiano ha implicado gran fuga
    de capitales y personas de los sectores medio altos de la
    población propiciando en el largo plazo una crisis de
    capital
    intelectual y económico.

    Federico Engel hace ya medio siglo dijo que la violencia
    no crea riqueza pero es un medio de apropiación de la
    misma. Una salida a la crisis se contempla dentro del cambio del
    modelo de desarrollo
    económico y en la concertación de mecanismo de
    redistribución de la riqueza social.

    La política de Flexibilización y las
    desregulaciones protegen el mecanismo darwiniano de defensa del
    más fuerte y debilitamiento de los sectores con menor
    capacidad de reacción.

    Al respecto podemos pregutarnos: ¿La
    máxima flexibilidad permitirá dar el salto adelante
    en el desarrollo de nuestros países?, ¿Cuál
    es el papel del estado flexibilizante estatal y empresarial?
    ¿Se trata de llegar a la máxima flexibilidad o esta
    es inevitable desde el punto de vista productivo? ¿La
    flexibilidad tiene mas un carácter disciplinador de los
    trabajadores organizados y un carácter preventivo que ser
    el futuro de las relaciones laborales de manera generalizada?
    ¿la calidad
    jugará algún papel determinante en la
    reversión de estas tendencias, en el sentido que logre
    colocar como estándar lo humano?

    UNIVERSIDAD DEL VALLE

    FACULTAD DE CIENCIAS DE LA
    ADMINISTRACIÓN

    PROGRAMA MAGISTER EN ADMINITRACIÓN DE
    EMPRESAS

    SEMINARIO: TRABAJO, SOCIEDAD Y MANAGEMENT

    PROFESOR: EDGAR VARELA BARRIOS

     

     

     

    Autor:

    HORACIO GARNICA SILVA

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