Tungasuca, actual Perú,
1741-Cuzco, id., 1781) Caudillo indígena
peruano.
Hijo del cacique Miguel Condorcanqui y de una princesa
inca descendiente de Túpac Amaru I, sucedió a su
padre como curaca de Tungasuca, Surimana y Pammarca. Durante su
infancia y
adolescencia
recibió una esmerada educación en el
colegio jesuita San Francisco de Borja de Cuzco, junto a otros
hijos de caciques. En 1776, a los treinta y cinco años de
edad, viajó a Lima en representación de los
caciques de Tinta, para denunciar los abusos de los encomenderos
e interceder por los indios sometidos a la mita y explotados en
los obrajes, las minas y el reparto de mercancías.
Fracasada su misión,
regresó a Tungasuca en 1778 y dos años más
tarde encabezó una rebelión que se propagó
por todo el virreinato y cuyo desencadenante fue el
encarcelamiento y la posterior ejecución del corregidor
Arriaga por orden de Condorcanqui, ante los abusos del
funcionario. El caudillo indio
adoptó entonces el nombre de Túpac Amaru,
se lanzó contra las poblaciones del Alto y el Bajo
Perú y degolló a cuantos blancos encontró a
su paso. Venció a las milicias de los corregidores
Quispicauchi, Lampa, Chucuito, Asangaro, Puno y Carabaya, e
incluso acabó con un ejército español en
Snagarará.
Aunque en disposición de atacar Cuzco,
regresó a Tungasuca, donde confirmó su
condición de soberano inca y trató de negociar la
rendición de aquélla. La negativa de las
autoridades españolas desembocó en la
reanudación de las hostilidades. Los rebeldes fueron
derrotados el 6 de abril de 1781, durante una operación
nocturna en Tinta. Túpac Amaru intentó huir,
pero,
traicionado por el mestizo Francisco Santa Cruz, fue
capturado en compañía de su esposa y de varios
familiares, que murieron asesinados en su presencia antes de que
él mismo fuera descuartizado, el 18 de mayo de
1781.
Túpac Amaru I
(?-Cuzco, actual Perú, 1571) Soberano inca. Hijo
de Manco Inca, debía suceder a Sayri Túpac en el
trono de Vilcabamba, pero le fue arrebatado por su hermano menor,
Titu Cusi Yupanqui (Túpac
Huallpa)Huáscar1196Atahualpa157Francisco
Pizarro1972Francisco de Toledo2400,
a quien correspondió sentar los cimientos de
Perú y su virreinato, envió un regimiento al mando
de Martín de Hurtado de Arbieto para apoderarse del
reducto. El inca, que había rechazado las amenazas de
Toledo para que abandonase Vilcabamba, se enfrentó a las
fuerzas del virrey, pero en junio de 1571 fue derrotado y
apresado junto con sus principales subordinados.
Prisionero el inca, eje en torno al cual se
organizaba la sociedad y del
que dependían la vida y la muerte de
todos, los indígenas se sentían huérfanos,
nadie sabía actuar por sí mismo y se dejaban
aniquilar. La imposibilidad de tomar iniciativas individuales y
de actuar con independencia
fue la gran carencia de los incas frente a
los conquistadores. Tres meses más tarde tuvo lugar el
juicio del soberano, quien fue condenado a muerte y
ejecutado públicamente. Con su muerte
concluyó a la dinastía de los soberanos incas.
Túpac Inca Yupanqui
(?-muerto en Chinchero, 1493) Soberano inca (1471-1493).
Hijo del prestigioso soberano Pachacuti, a los quince años
fue nombrado heredero al trono. Ya en tiempos de su padre
sobresalió como uno de los más grandes generales de
su pueblo, al realizar una serie de conquistas que llevaron al
Imperio Incaico a su punto culminante: se apoderó de
Chachapoyas, así como de Mayobamba, llevó sus
armas hasta el
reino Chimú y llegó a impulsar diversas
expediciones navales. En cambio, sus
expediciones a las regiones selváticas del río Tono
no tuvieron tanto éxito,
y fueron abandonadas ante la revuelta de los Colla y los Lupaca,
en la cuenca del Titicaca. Una vez sofocada la rebelión,
Túpac Inca Yupanqui marchó hacia el sur,
llegó hasta Tucumán y, a continuación,
consolidó sus posesiones en la costa. Cuando su padre
abdicó en su favor, en 1471, se caracterizó por la
voluntad de asentar la estructura
imperial creada por Pachacuti y llevó a cabo la
ampliación de la fortaleza de
SacsahCuauhtémoc
(Tenochtitlán?, hoy Ciudad de México,
1502?-Yucatán, actual Honduras, 1525)
Soberano azteca. Hijo de Ahuitzotl y primo de Moctezuma,
fue el último tlatoani, rey azteca. Cuauhtémoc,
nombre que significa «águila que cae», fue un
encarnizado enemigo de los españoles, especialmente
después de la matanza perpetrada por Pedro de Alvarado en
Tenochtitlán, el 23 de mayo de 1520. La brutal
acción del conquistador español
provocó la reacción del pueblo azteca, que
lapidó a Moctezuma II y sitió a los extranjeros,
aunque éstos
consiguieron huir de la capital azteca
la noche del 30 de junio al 1 de julio, posteriormente llamada la
Noche Triste. Mientras Hernán Cortés y sus hombres,
apoyados por los tlaxcaltecas, se preparaban para ocupar de nuevo
Tenochtitlán,
Cuitláhuac , hermano de Moctezuma II,
asumió el trono azteca.
Pero murió a los pocos meses, víctima de
la epidemia de viruela que, introducida por los españoles
procedentes de Cuba, causaba
estragos en los aztecas. Le
sucedió su primo Cuauhtémoc, que se había
distinguido por su arrojo contra los españoles. Ante la
nueva ofensiva de los invasores, el tlatoani organizó la
defensa de Tenochtitlán, que resistió durante tres
meses el sitio, aunque, cayó finalmente en poder de los
españoles, y Cuauhtémoc fue hecho prisionero el 13
de agosto del mismo año, cuando intentaba huir hacia
Texcoco. Desde entonces y hasta el momento de su muerte
permaneció cautivo, siendo torturado para que revelase el
lugar donde se ocultaba el tesoro real. Finalmente, ante el temor
de que organizara
una nueva rebelión, Cortés lo llevó
consigo junto a otros nobles aztecas en una
expedición al territorio de la actual Honduras. Durante la
misma, un tal Mexicalcingo lo acusó de haber participado
en una supuesta conspiración, y fue ahorcado junto con
otros aztecas principales.
uamán. A su muerte le sucedió su hijo
Huayna Cápac.
Guaicaipuro
(Los Teques, actual Venezuela,
?-?, 1568) Cacique teque. Logró formar una poderosa
confederación de tribus, con la que se enfrentó a
los españoles por el control del valle
de Caracas. Los españoles, dirigidos primero por Pedro de
Miranda y más tarde por Juan Rodríguez
Suárez, fueron expulsados de estos territorios, y el
propio Rodríguez Suárez pereció en la lucha.
En 1562, logró derrotar a una expedición de Luis
Narváez, y los españoles, ante la violencia de
los ataques de los indígenas, se vieron obligados a
refugiarse en la isla Margarita. No pudo repetir este éxito
contra Diego de Losada en su intento de apoderarse de la ciudad
de Caracas, fundada por el propio Losada, quien
contraatacó y sorprendió a Guaicaipuro en la
batalla de Maracapana. Acorralado en su vivienda, el cacique se
enfrentó a sus atacantes, a los que opuso una desesperada
resistencia hasta
la
muerte.
Atahualpa
(Quito, 1500-Cajamarca, actual Perú, 1533)
Emperador inca (1525-1533).
Hijo del emperador Huayna Cápac y de Túpac
Paclla, princesa de Quito, fue favorecido por su padre, quien,
poco antes de morir, en 1525, decidió dejarle el reino de
Quito, la parte septentrional del Imperio Inca, en perjuicio de
su hermanastro Huáscar, el heredero legítimo, al
que correspondió el reino de Cuzco. Aunque inicialmente
las relaciones entre ambos reinos fueron pacíficas, la
ambición de Atahualpa por ampliar sus dominios condujo al
Imperio Inca a una larga y sangrienta guerra
civil.
En 1532, informado de la presencia de los
españoles en el norte del Perú, Atahualpa
intentó sin éxito pactar una tregua con su
hermanastro. Huáscar salió al encuentro del
ejército quiteño, pero fue vencido en la batalla de
Quipaypán y apresado en las orillas del río
Apurímac cuando se retiraba hacia Cuzco. Posteriormente,
Atahualpa ordenó asesinar a buena parte de los
familiares y demás personas de confianza de su
enemigo y trasladar al prisionero a su residencia, en la ciudad
de Cajamarca. En ese momento, el emperador inca recibió la
noticia de que se aproximaba un reducido grupo de
gentes extrañas, razón por la que decidió
aplazar su entrada triunfal en Cuzco, la capital del
imperio, hasta entrevistarse con los extranjeros.
El 15 de noviembre de 1532, los conquistadores
españoles llegaron a Cajamarca y Francisco Pizarro, su
jefe, concertó una reunión con el soberano inca. a
través de dos emisarios. Al día siguiente,
Atahualpa entró en la gran plaza de la ciudad, con un
séquito de unos tres o cuatro mil hombres
prácticamente desarmados, para encontrarse con Pizarro,
quien, con antelación, había emplazado de forma
estratégica sus piezas de artillería y escondido
parte de sus efectivos en las edificaciones que rodeaban el
lugar. No fue Pizarro, sin embargo, sino el fraile Vicente de
Valverde el que se adelantó para saludar al inca y le
exhortó a aceptar el cristianismo
como religión verdadera y a someterse a la
autoridad del
rey Carlos I de España;
Atahualpa, sorprendido e indignado ante la arrogancia de
los extranjeros, se negó a ello y, con gesto altivo,
arrojó al suelo la Biblia
que se le había ofrecido. Pizarro dio entonces la
señal de ataque: los soldados emboscados empezaron a
disparar y la caballería cargó contra los
desconcertados e indefensos indígenas. Al cabo de media
hora de matanza, varios centenares de incas yacían muertos
en la plaza y su soberano era retenido como rehén por los
españoles. A los pocos días, Atahualpa, temeroso de
que sus captores pretendieran restablecer en el poder a
Huáscar, ordenó desde su cautiverio el asesinato de
su hermanastro. Para obtener la libertad, el
emperador se comprometió a llenar de oro, plata y piedras
preciosas la estancia en la que se hallaba preso, lo que
sólo sirvió para aumentar la codicia de los
conquistadores. Unos meses más tarde, Pizarro
decidió acusar a Atahualpa de idolatría,
fratricidio y traición; fue condenado a la muerte en la
hoguera, pena que el inca vio conmutada por la de garrote, al
abrazar la fe católica antes de ser ejecutado, el 29 de
agosto de 1533. La noticia de su muerte dispersó a los
ejércitos incas que rodeaban Cajamarca, lo cual
facilitó la conquista del imperio y la ocupación
sin apenas resistencia de
Cuzco por los españoles, en el mes de noviembre de
1533.
Los demógrafos carecen
de fuentes que
les permitan establecer con exactitud el número de
aborígenes americanos al momento de la llegada de los
españoles y durante el período colonial.
Para conocer dicha población los especialistas generalmente
han tenido que trabajar con datos
provenientes de fuentes
interesadas. Mientras unas minimizaron el descenso
demográfico nativo (correspondencia de los
conquistadores), otras lo exageraron (Historia de las Indias de
fray Bartolomé de las Casas).
Por otra parte, las diferencias culturales que
existían entre los pueblos nativos imposibilitan las
generalizaciones en el campo de la demografía histórica. Es muy
distinto estimar la población de una región donde se
desarrolló una activa vida urbana (México o
Perú), a una donde imperó la transhumancia (Chaco o
Patagonia).
El problema más grave ha sido el cálculo de
la población indígena existente antes de la
irrupción europea, pues todos los especialistas se basan
en extrapolaciones de cifras provenientes de los siglos XVI y
XVII. La interpretación de las fuentes coloniales ha
dividido a los demógrafos, lo
cual explica las enormes variaciones que encontramos en sus
estudios.
Así, mientras para unos la población
indígena en 1492 alcanzaba los 13 millones, otros la han
estimado en alrededor de 100 millones.
¿Pero cómo se explican estos contrastes en
los cálculos? La forma en que se realizaban los censos
parece ser la respuesta. En la Europa del siglo
XVI, por ejemplo, la población se contaba tomando como
base los "fuegos", que no eran otra cosa que la
cuantificación de los grupos
familiares. La dificultad se presenta cuando el coeficiente
asignado a cada "fuego" oscila (entre dos y seis miembros
generalmente) y, por tanto, la cifra de la población total
varía considerablemente. Sólo a partir del siglo
XVIII los censos de la población se pueden considerar
confiables, pues el margen de error es menor al del conteo por
"fuegos".
En América
la fuente más confiable ha sido la contabilidad
que realizaban los funcionarios españoles (corregidores y
vistadores) de los indios tributarios. Ello implicaba considerar
a una masa laboral
indígena entre los 15 y los 55 años, omitiendo a
niños,
mujeres y ancianos. Por tanto, a cada tributario se le asignaba
un coeficiente a la manera de los "fuegos" europeos, con los
consiguientes problemas ya
señalados.
Veamos a continuación un gráfico con los
cálculos de los principales autores sobre el
tema.
Población Indígena en 1492
(en millones)
Tesis "alcista" Tesis
"intermedia" Tesis
"bajista"
Dobyns 90 a 112 Denevan 57 Stewart 15.5
Cook y Borah 100 Sapper 40 a 50 Rosenblat
13.3
Rivet 40 a 45 Kroeber 8.4
Independientemente del número de indígenas
que se considere como punto de partida, en la primera mitad del
siglo XVII alrededor de un 80% de la población aborigen
había desaparecido por distintas razones. En el Virreinato
de Nueva España,
sin duda la región más estudiada por la demografía histórica americana, el
descenso poblacional ha tenido varias interpretaciones. Veamos
los dos extremos:
Descenso de la población indígena de
Mexico central
según Cook y Borah: 1492
1523
1548
1568
1580
1595
1605 25.3 millones
16.8 "
6.3 "
2.6 "
1.9 "
1.3 "
1.0 "
según Rosenblat 1492
1570
1650 4.5 millones
3.5 "
3.4 "
Fuentes: Nicolás Sánchez Albornoz, et.al.,
La población de América
Latina,
Ed.Paidos, Buenos Aires,
1968, pág.36,
Angel Rosenblat, La población indígena y
el mestizaje en América, tomo 1, Ed.Nova, Buenos Aires,
1954,
págs.59, 88 y 102.
A partir de la segunda mitad del siglo XVII
comenzó una lenta recuperación demográfica
que en algunos lugares se ha mantenido hasta la actualidad. De
hecho, en México y Perú, importantes países
de nuestra América, el porcentaje de población
nativa sigue siendo muy significativo.
Recuperación de la población
indígena del Perú
Año Población Indígena
1615 728.615
1754 343.061
1774 455.955
1789 611.431
1792 608.912
1795 648.606
1811 725.433
Fuente: Jürgen Golte, Repartos y rebeliones.
Túpac Amaru y las contradicciones de la economía colonial,
IEP, Lima, 1980, pág.47, citado en Armando de Ramón,
et.al., La gestación del mundo hispanoamericano,
Ed.Andrés
Bello, Santiago, 1992, pág.236.
¿Por qué presentamos todas estas cifras?
Primero, para demostrar las carencias que subsisten en la
demografía histórica americana y para
señalar la falta de estudios a nivel regional.
Además, para intentar la comprensión de los
problemas
indígenas en el mundo de hoy, considerando su historia, sus necesidades y
sus sentimientos.
Por último, creemos que la construcción de una América
integrada y armónica pasa por el respeto del mundo
indígena, de su historia, su cultura y la
búsqueda de soluciones
frente a las actuales condiciones de marginalidad que
sufren en muchos países.
Túpac Catari
Eduardo Galeano
Patria Grande
15 de noviembre de 1781
La Paz
Sólo hablaba aymara, la lengua de los
suyos. Se proclamó virrey de estas tierras que
todavía no se llaman Bolivia, y
nombró virreina a su mujer.
Instaló su corte en las alturas que dominan la
ciudad de La paz, escondida en un hoyo, y le puso
sitio.
Caminaba chueco y un raro fulgor le encendía los
ojos, muy hundidos en la cara joven y ya arada. Vestía de
terciopelo negro, mandaba de bastón y peleaba a lanza.
Decapitaba a los curas sospechosos de celebrar misas de
maldición y cortaba los brazos de espías y
traidores.
Julián Apaza había sido sacristán y
panadero antes de convertirse en Túpac Catari. Junto a su
mujer, Bartolina
Sisa, organizó un ejército de cuarenta mil indios
que tuvo en jaque a las tropas enviadas por el virrey desde
Buenos Aires.
A pesar de las derrotas y matazones que sufrió,
no había modo de atraparlo.
Andando noche burlaba todos los cercos, hasta que los
españoles ofrecieron a su mejor amigo, Tomás Inca
Lipe, llamado el bueno, el cargo de gobernador de la comarca de
Achacachi, a orillas del lago Titicaca.
1780: La insurrección
Tupakarista
LaCantera
En el año 1780 todo el altiplano se hallaba
convulsionado con la sublevación de Tupac Catari. En las
principales ciudades como Potosí, Charcas, La Paz sonaban
los pututus anunciando el levantamiento indígena contra
tantos años de abusos españoles.
Para los españoles dominar la insurrección
era cuestión de vida o muerte. Si vencían los
rebeldes, acababa el poderío de España no solo en
las colonias americanas, sino en todo el imperio, en cuyos
dominios nunca se ponía el
sol.
Para los indios la sublevación constituía
la recuperación de su libertad,
territorio y riquezas o su definitiva claudicación ante el
poderío de los blancos, de esa otra raza que había
venido allende los mares para hacerse dueña de sus
riquezas y de derribar su cultura
milenaria.
La vida en los pueblos de la colonia eran cada vez mas
insoportable para los naturales del país. Los cargos
públicos, con una que otra excepción, estaban
monopolizados por los españoles. Todas las riquezas que se
extraían en Potosí y de las minas del Alto
Perú eran conducidas a la metrópoli, quedando su
producto como
beneficio para el tesoro español y para los aventureros
que habían cruzado los mares en busca de riquezas en el
nuevo mundo. Los
corregidores españoles se confabulaban con los
curacas, curas y gobernadores, para oprimir a los naturales,
encarcelándolos, torturándolos y violando a la
mujeres que no tenían ningún derecho ya que eran
esclavas. Por estas causas muchos huyen hacia otras tierras,
otros se despeñan junto a su familia o
quiebran los brazos y piernas de sus hijos para que no
sean
usados como esclavos.
El corregidor de Chayanta, provincia de Potosí,
Joaquín A los y Bru, conjuntamente con el recaudador de
impuestos
reales, inició una verdadera expoliación a los
indígenas de aquella provincia, aumentando en forma
considerable el tributo que debían pagar. El cacique de
Macha, Tomas Catari, tomo la representación de sus
compañeros indígenas de la provincia de
Chayanta y se fue primero a Potosí y
después a Chiquisaca a reclamar por el aumento del tribute
real. Pero, sus reclamos fueron inútiles tanto en
Potosí como en Charcas.
No hubo autoridad que
atienda y considere sus reclamaciones , ratificándose, por
el contrario la elevación del tributo sobre las tierras de
origen y aprobándose las medidas adoptadas por el
corregidor Alor y Bru. Tupac Catari luego de muchos sacrificio
emprendió viaje a Buenos Aires allí se entrevisto
con el virrey José Vertiz quien se concreto en
darle una recomendación
para que le atiendan las autoridades de Charcas y
Potosí. Catari se presento ante la real audiencia de
Charcas enseñando la recomendación del virrey, el
fiscal de la
audiencia , José Castillo, al hacerse cargo de dicha
recomendación pidió informe al
corregidor de Chayanta, el informe de este
fue justificar el aumento y desprestigiar y humillar a Catari.
Cuando Catari
regreso a su casa fue tomado preso acusándolo de
provocar perturbaciones en el cobro de los impuestos. Este
hecho exacerbo los ánimos de los originarios quienes
atacaron la guardia que custodiaba a Catari, hasta poner a este
en libertad. Luego de esto vengaron la humillación
degollando al recaudador de impuestos de apellido
Bernal.
El corregidor A los mandó a prender a Catari a
quien consideraba el cabecilla de esta revuelta. Lo hizo conducir
a Chuquisaca para su juzgamiento por los delitos de
rebelión y asesinato. El 24 de agosto de 1780 el
corregidor de Chayanta dispuso que en el pueblo de Pocoata se
levante las nominas de los
indios que debían viajar a las minas de Potosí en
el carácter
de mitayos. Para el efecto, Alos y Bru se traslado personalmente
a aquel pueblo.
Cuando ya se iniciaba el empadronamiento, uno de los
indígenas se encontraba en el grupo de los
que debía viajar a Potosí, dio el grito de
rebelión.
E inmediatamente, todos se levantaron contra el reducido
números de españoles encargados de su custodia.
Dieron muerte a casi todos y al resto lo detuvieron entre ellos
al corregidor a quien condujeron preso hasta el pueblo de
Macha.
A la llegada de los insurrectos a esta población
no hubo resistencia, los españoles que allí se
encontraban escondieron o escaparon dejando el pueblo a los
rebeldes.
Consumada la rebelión en Macha y en Pocoata, lo
mismo que en algunos caseríos y poblados indígenas,
en los que en breve tiempo circulo la
noticia de sublevación, asumieron la jefatura del movimiento
Dámaso y Nicolás Catari, hermanos de
Tomás.
Tan pronto como tuvieron establecidos sus reductos,
enviaron emisarios a Chuquisaca, exigiendo la libertad de Tomas
Catari y haciendo saber a los oidores de la audiencia de harcas,
que conservarían en rehenes al corregidor de Chayanta y al
resto de los españoles y haciendo saberque si no
ponían en inmediata libertad a Catari degollarían
al corregidor y al resto de los españoles.
Ante esta amenaza la audiencia de charcas puso en
libertad a Tomas quien regreso a Macha, no solo con mayor
prestigio ante sus compañeros, sino decidido a terminar
con la violencia de
los españoles.
Y la rebelión creció por todas partes La
Paz, Oruro, Cochabamba, Tarija, unos tras otros los
caseríos se fueron uniendo a la
insurrección.
Los rebeldes hicieron base en Chayanta . Su líder
Tomas Apaza, conocido como Tupac Catari antes de comenzar la
guerra
había sido sacristán en la parroquia de Ayoayo
situada a noventa kilómetros de la Paz. Su esposa
Bartolina Sisa se unió a él con 25 años.
Bonifacio Chuquimamani, otrode los lideres del levantamiento ,
tomo el nombre de Manuel Clavijo.
El 13 de marzo de 1781 el Ejercito Aymara decide la toma
de La Paz, sitiándola. En la ceja del alto se
levantó el campamento desde el cual se divisaba la ciudad.
A todo esto la ciudad preparaba su defensa, Sebastián de
Segurola , brigadier, fue el líder
de las milicias.
Con el paso del tiempo comenzaron
a faltar los víveres y el agua. Todos
los días el ejercito Catarista avanzaba sobre la ciudad,
se hacían pelotas de lana empapadas con aceite o
pólvora y se arrojaban a la ciudad para cansar al enemigo
y desgastarlos para la lucha.
El 21 de mayo Tupac Catari se aleja y el ejército
queda bajo la dirección de Bartolina Sisa, su misión es
la de cuidar que el cerco a Chuquiago no se rompa pero los
españoles al ver a una mujer en la dirección envían 300 soldados para
capturarla.
Lejos de pensar en retirarse, Bartolina ordena el ataque
que ella dirige y a fuerza de
piedras los españoles son derrotados por el ejercito
andinodonde las guerreras aymaras lucharon a la par de los
hombres aymaras.
No fue rara la participación de las amazonas
Aymaras y Quechuas. El ejército de Quiswas de Chayanta,
por ejemplo, estuvo dirigido por la viuda deTomas
Katari: Kurusa Llave, quien luchó valerosamente
hasta ser derrotada por las fuerzas de auxilio que recibieron los
españoles, dirigidos por Ignacio Flores.
De la misma forma Gregoria Apaza, hermana menor de Tupac
Catari quien fue compañera de Andrés Tupac Amaru
hijo del Inca Tupac Amaru, dirigió alas tropas femeninas,
en varias batallas. Esta comandanta, vestida de hombre,
dirigió fieras ofensivas del ejercito del joven
Amaru.
Muchas otras mujeres anónimas andinas pelearon en
los ejércitos Amaristas y Cataristas.
Se habían cumplido 109 días del cerco
Katarista cuando el 10 de julio de 1781, los españoles
recibieron refuerzos desde Charcas. Después de dejar
algunas provisiones que no lograron satisfacer a la
población española y criolla en Chuquiago, el
ejército español salió de la ciudad para
asaltara las comunidades. Se produjeron nuevas atrocidades con el
incendio y quema de hombres, mujeres y niños /
as en las comunidades y el degüello de varios pobladores
indígenas.
Tupac Catari es obligado a replegarse y en esta
acción se produce la captura de Bartolina Sisa.
Cuando la comandanta se dirigía al campamento de
Pampajasi, sus mismos acompañantes la traicionan y la
entregaron al cruel Flores quien la condujo presa a la ciudad de
La Paz. En Chuquiago fue recibida por una lluviade piedras,
insultos y golpes. El genocida Segurola la encerró
encadenada en la peor de las celdas.
Los españoles torturan a Bartolina Sisa y le dan
el peor de los tratos pero la mantienen con vida esperando usarla
como un cebo para capturara Katari.
El 5 de octubre, por ejemplo, sacan a Bartolina de su
prisión y disfrazan las terribles condiciones en que la
tenían prisionera, lavada y vestida con ropajes ajenos la
colocan a pocos pasos del cerco humano del ejercito Katarista,
mientras Segurola prepara el ataque con varios soldados
españoles disfrazados de indígenas. Sin embargo,
Tupac Catari, no cae en la trampa y envía a dos mensajeros
para que entreguen alimentos, coca y
oro a Bartolina.
Los Cataristas planearon usar el recurso de la
inundación para tomar Chuaquiago,el 12 de octubre es
desbordada la represa a orillas del cerro Achachicala que las
tropas cataristas habían construido; pero la
inundación no tuvo el resultado esperado. En tanto,
Chuquiago recibió un fuerte refuerzo militar muy superior
numéricamente y armamentísticamente al ejercito
catarista, obligándolo al repliegue.
Tupac Catari es atacado por dos ejércitos, el de
Reseguín y el de Segurola quien ataca desde el valle de
Mallasilla masacrando a diferentes poblaciones indígenas.
Catari se ve obligado a ordenar la retirada hasta Peñas
dondese encuentra con Miguel Bastidas, quien ya había
desertado. Otro traidor:Tomas Inkalipe, delata a Catari y
facilita su aprehensión.
Catari es conducido hasta Achachicala, rapado, coronado
con una gorra de espinas y clavos es paseado y expuesto para
burlas. El 14 de noviembre de 1781 es masacrado. Amarrado a las
sinchas de 4 caballos que lo
descuartizarían,después de arrancarle la lengua y luego
exponen los trozos.
Después de 10 meses sus restos son quemados y sus
cenizas arrojadas alaire.
Un año mas tarde, el 5 de septiembre de 1782 los
españoles y sus bizarros mestizos, sacan a Bartolina Sisa
rapada y desnuda, la hacen pasear porla calles de Chuquiago,
torturada, golpeada e insultada, es atada a la colade un caballo
con una soga al cuello y le ponen una corona de espinas. Sus
miembros fueron arrancados y su cabeza clavada en un palo fue
expuesta en Cruzpata.
El mismo trato español, recibió Gregoria
Apaza, compañera del joven inca Andrés Tupaj Amaru,
ella fue igualmente paseada con una corona de clavosy espinas
junto a Bartolina Sisa y ahorcada y después despedazada.
Su cabeza fue expuesta en Sorata y luego quemada y sus cenizas
arrojadas al viento.
Anselmo, hijo de Andrés Tupaj Amaru, un
niño de 10 anos fué descubierto por el Corregidor
Necochea y torturado y luego muerto.
Como recompensa moral de los
esfuerzos y sacrificios que tuvo que soportar por célula
real del 20 de mayo de 1784, a la ciudad de La Paz le fue
otorgada el titulo de noble, valerosa y fiel.
Galeano:
Efemérides (1325-1536)
13 de Marzo de 1325: Se funda la ciudad de
México-Tenochtitlan
12 de Octubre de 1492: Cristobal
Colón llega a América
8 de Noviembre de 1519: Los conquistadores
españoles son recibidos en la ciudad de
Tenochtitlan
30 de Junio de 1520: Los conquistadores españoles
son derrotados por los mexicas al retirarse de
Tenochtitlan
13 de Agosto de 1521: Después de un sitio de tres
meses, la ciudad de Tenochtitlán cae en poder de los
conquistadores españoles
28 de Febrero de 1525: Muere asesinado en México,
Cuauhtémoc
12 de Diciembre de 1531: Aparición de la Virgen
de Guadalupe en México
16 de Noviembre de 1532: Los conquistadores
españoles apresan al Inca Atahualpa en
Cajamarca
15 de Noviembre de 1533: Los conquistadores
españoles entran en la ciudad sagrada del Cuzco
6 de Mayo de 1536: Manco Inca se alza en Perú
contra de los conquistadores españoles
La tierra
prometida
13 de marzo de 1325
Mal dormidos, desnudos, lastimados, caminaron toda la
noche y día durante más de 2 siglos. Iban buscando
el lugar donde la tierra se
tiende entre cañas y juncias.
Varias veces se perdieron, se dispersaron y volvieron a
juntarse.
Fueron volteados por los vientos y se arrastraron
atándose los unos a los otros, golpeándose,
empujándose; cayeron de hambre y se levantaron y
nuevamente cayeron y se levantaron. En la región de los
volcanes, donde
no crece la hierba, comieron carne de reptiles.
Traían la bandera y la capa del dios que
había hablado a los sacerdotes, durante el sueño, y
había prometido un reino de oro y plumas de
quetzal:
Sujetaréis de mar a mar a todos los pueblos y
ciudades, había anunciado el dios, y no será por
hechizo, sino por ánimo del corazón y
valentía de los brazos.
Cuando se asomaron a la laguna luminosa, bajo el sol del
mediodía, los aztecas lloraron por primera vez.
Allí estaba la pequeña isla de barro: sobre el
nopal, más alto que los juncos y las pajas bravas,
extendía el águila sus alas.
Al verlos llegar, el águila humilló la
cabeza. Estos parias, apiñados en la orilla de la laguna,
mugrientos, temblorosos, eran los elegidos, los que en tiempos
remotos habían nacido de las bocas de los
dioses.
Huitzilopochtli les dió la bienvenida:
—Éste es el lugar de nuestro descanso y
nuestra grandeza —resonó la voz
—.
Mando que se llame Tenochtitlán la ciudad que
será reina y señora de todas las demás.
¡México es aquí!
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Colón
12 de octubre de 1492,
Guanahaní
Cae de rodillas, llora, besa el suelo. Avanza,
tambaleándose porque lleva más de un mes durmiendo
poco o nada, y a golpes de espada derriba unos
ramajes.
Después, alza el estandarte. Hincado, ojos al
cielo, pronuncia tres veces los nombres de Isabel y Fernando. A
su lado, el escribano Rodrigo de Escobedo, hombre de
letra lenta, levanta el acta.
Todo pertenece, desde hoy, a esos reyes lejanos: el mar
de corales, las arenas, las rocas
verdísimas de musgo, los bosques, los papagayos y estos
hombres de piel de laurel
que no conocen todavía la ropa, la culpa ni el dinero y
que contemplan, aturdidos, la escena.
Luis de Torres traduce al hebreo las preguntas de
Cristóbal Colón:
—¿Conocéis vosotros el Reino del
Gran Kahn? ¿De dónde viene el oro que
lleváis colgado de las narices y las orejas?
Los hombres desnudos lo miran, boquiabiertos, y el
intérprete prueba suerte con el idioma caldeo, que algo
conoce:
—¿Oro? ¿Templos? ¿Palacios?
¿Rey de reyes? ¿Oro?
Y luego intenta la lengua arábiga, lo poco que
sabe:
El intérprete se disculpa ante Colón en la
lengua de Castilla.
Colón maldice en genovés, y arroja al
suelo sus cartas
credenciales, escritas en latín y dirigidas al Gran Kahn.
Los hombres desnudos asisten a la cólera del forastero de
pelo rojo y piel cruda,
que viste capa de terciopelo y ropas de mucho
lucimiento.
Pronto se correrá la voz por las
islas:
—¡Vengan a ver a los hombres que llegaron
del cielo! ¡Tráiganles de comer y de
beber!
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La capital de los aztecas
8 de noviembre de 1519,
Tenochtitlán
Mudos de hermosura, los conquistadores cabalgan por la
calzada.
Tenochtitlán parece arrancada de las
páginas de Amadís, cosas nunca oídas, ni
vistas, ni
aún soñadas… El sol se alza tras
los volcanes, calles,
acequias, templos de altas torres, se despliega y fulgura. Una
multitud sale a recibir a los invasores, en silencio y sin prisa,
mientras infinitas canoas abren surcos en las aguas de
cobalto.
Moctezuma llega en litera, sentado en suave piel de
jaguar, bajo palio de oro, perlas y plumas verdes. Los
señores del reino van barriendo el suelo que
pisará.
Él da la bienvenida al dios
Quetzalcóatl:
—Has venido a sentarte en tu trono —le
dice—. Has venido entre nubes, entre nieblas. No te veo en
sueños, no estoy soñando. A tu tierra has
llegado…
Los que acompañan a Quetzalcóatl reciben
guirnaldas de magnolias, rosas y
girasoles, collares de flores en los cuellos, en los brazos, en
los pechos: la flor del escudo y la flor del corazón,
la flor del buen aroma y la muy amarilla.
Quetzalcóatl nació en Extremadura y
desembarcó en tierras de América con un hatillo de
ropa al hombro y un par de monedas en la bolsa. Tenía
diecinueve años cuando pisó las piedras del muelle
de Santo Domingo y preguntó: ¿Dónde
está el oro? Ahora ha cumplido treinta y cuatro y es
capitán de gran ventura. Viste armadura de hierro negro y
conduce un ejército de
jinetes, lanceros, ballesteros, escopeteros y perros feroces.
Ha prometido a sus soldados: Yo os haré, en muy breve
tiempo, los más ricos hombres de cuantos jamás han
pasado a las Indias.
El emperador Moctezuma, que abre las puertas de
Tenochtitlán, acabará pronto. De aquí a poco
será llamado mujer de los españoles y morirá
por las pedradas de su gente. El joven Cuauhtémoc
ocupará su sitio. Él peleará.
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«La Noche Triste»
30 de junio de 1520, Teocalhueyacan
Hernán Cortés pasa revista a los
pocos sobrevivientes de su ejército, mientras la Malinche
cose las banderas rotas.
Tonochtitlán ha quedado atrás.
Atrás ha quedado la columna de humo que echó por la
boca el volcán Popocatépetl, como diciendo
adiós, y que no había viento que pudiera
torcer.
Los aztecas han recuperado su ciudad. Las azoteas se
erizaron de arcos y lanzas y la laguna se cubrió de canoas
en pelea. Los conquistadores huyeron en desbandada, perseguidos
por una tempestad de flechas y piedras, mientras aturdían
la noche los tambores de la guerra, los alaridos y las
maldiciones.
Estos heridos, estos mutilados, estos moribundos que
Cortés está contando ahora, se salvaron pasando
encima de los cadáveres que sirvieron de puente: cruzaron
a la otra orilla pisando caballos que se habían resbalado
y hundido y soldados muertos a flechazos y pedradas o ahogados
por el peso de las talegas llenas de oro que no se resignaban a
dejar.
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La espada de fuego
13 de agosto de 1521, Tlatelolco
La sangre corre como
agua y
está ácida de sangre el agua de
beber. De comer no queda más que tierra. Se pelea casa por
casa, sobre las ruinas y los muertos, de día y de noche.
Ya va para tres meses de batalla sin treguas.
Sólo se respira pólvora y náuseas
de cadáver; pero todavía resuenan los atabales y
los tambores en las últimas torres y los cascabeles en los
tobillos de los últimos guerreros. No han cesado
todavía los alaridos y las canciones que dan fuerza. Las
últimas mujeres empuñan el hacha de los
caídos y golpetean los escudos hasta caer
arrasadas.
El emperador Cuauhtémoc llama al mejor de sus
capitanes. Corona su cabeza con el búho de largas plumas,
y en su mano derecha coloca la espada de fuego. Con esta espada
en el puño, el dios de la guerra había salido del
vientre de su madre, allá en lo más remoto de los
tiempos. Con esta serpiente de rayos de sol, Huitzilopochtli
había decapitado a su hermana la luna y había hecho
pedazos a sus cuatrocientos hermanos, las estrellas, porque no
querían dejarlo nacer.
Cuauhtémoc ordena:
—Véanla nuestros enemigos y queden
asombrados.
Se abre paso la espada de fuego. El capitán
elegido avanza, solo, a través del humo y los
escombros.
Lo derriban de un disparo de arcabuz.
Tenochtitlán
El mundo está callado y llueve
De pronto, de golpe, acaban los gritos y los tambores.
Hombres y dioses han sido derrotados. Muertos los dioses, ha
muerto el tiempo. Muertos los hombre, la ciudad ha muerto. Ha
muerto en su ley esta ciudad
guerrera, la de los sauces blancos y los blancos juncos. Ya no
vendrán a rendirle tributo, en las barcas a través
de la niebla, los príncipes vencidos de todas las
comarcas.
Reina un silencio que aturde. Y llueve. El cielo
relampaguea y truena y durante toda la noche llueve.
Se apila el oro en grandes cestas. Oro de los escudos y
de las insignias de guerra, oro de las máscaras de los
dioses, colgajos de labios y de orejas, lunetas, dijes. Se pesa
el oro y se cotizan los prisioneros. De un pobre es el precio,
apenas, dos puñados de maíz… Los soldados arman ruedas de
dados y naipes.
El fuego va quemando las plantas de los
pies del emperador Cuauhtémoc, untadas de aceite, mientras
el mundo está callado y llueve.
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Cuauhtémoc
28 de febrero de 1525, Tuxkahá
De la rama de una antigua ceiba se balancea, colgado de
los tobillos, el cuerpo del último rey de los
aztecas.
Cortés le ha cortado la cabeza.
Había llegado al mundo en cuna rodeada de escudos
y dardos, y estos fueron los primeros ruidos que
oyó:
—Tu propia tierra es otra. A otra tierra
estás prometido. Tu verdadero lugar es el campo de
batalla. Tu oficio es dar de beber al sol con la sangre de tu
enemigo y dar de comer a la tierra con
el cuerpo de tu enemigo.
Hace veintinueve años, los magos derramaron
agua sobre su
cabeza y pronunciaron palabras rituales:
—¿En qué lugar te escondes,
desgracia? ¿En qué miembro te ocultas?
¡Apártate de este niño!
Lo llamaron Cuauhtémoc, águila que cae. Su
padre había extendido el imperio de mar a mar. Cuando
el
príncipe llegó al trono, ya los invasores
habían venido y vencido. Cuauhtémoc se alzó
y resistió. Fue el jefe de los bravos.
Cuatro años después de la derrota de
Tenochtitlán, todavía resuenan, desde el fondo de
la selva, los cantares que claman por la vuelta del
guerrero.
¿Quién hamaca ahora su cuerpo mutilado?
¿El viento o la ceiba? ¿No es la ceiba quien lo
mece, desde su vasta copa? ¿No acepta la ceiba esta rama
rota, como un brazo más de los mil que nacen de su tronco
majestuoso?
¿Le brotarán flores rojas?
La vida sigue. La vida y la muerte siguen.
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La Virgen de Guadalupe
12 de diciembre de 1531, Ciudad de
México
Esa luz, ¿sube
de la tierra o baja del cielo? ¿Es luciérnaga o
lucero?
La luz no quiere
irse del cerro de Tepeyac y en plena noche persiste y fulgura en
las piedras y se enreda en las ramas. Alucinado, iluminado, la
vio Juan Diego, indio desnudo: la luz de luces se abrió
para él, se rompió en jirones dorados y rojizos y
en el centro del resplandor apareció la más
lúcida y luminosa de las mujeres mexicanas. Estaba vestida
de luz la que en lengua náhuatl le dijo: «Yo soy la
madre de Dios.»
El obispo Zumárraga escucha y desconfía.
El obispo es el protector oficial de los indios, designado por el
emperador, y también el guardián del hierro que
marca en la
cara de los indios el nombre de sus dueños. Él
arrojó a la hoguera los códices aztecas, papeles
pintados por la mano del Demonio, y aniquiló quinientos
templos y veinte mil ídolos. Bien sabe el
obispo
Zumárraga que en lo alto del cerro de Tepeyac
tenía su santuario la diosa de la tierra, Tonantzin, y que
allí marchaban los indios en peregrinación a rendir
culto a nuestra madre, como llamaban a esa mujer vestida de
serpientes y corazones y manos.
El obispo desconfía y decide que el indio Juan
Diego ha visto a la Virgen de Guadalupe. La Virgen nacida en
Extremadura, morena por los soles de España, se ha venido
al valle de los aztecas para ser la madre de los
vencidos.
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Pizarro
16 de noviembre de 1532, Cajamarca
Mil hombres van barriendo el camino del Inca hacia la
vasta plaza donde aguardan, escondidos, los españoles. La
multitud tiembla al paso del Padre Amado, el Solo, el
Único, el dueño de los trabajos y las fiestas;
callan los que cantan y se detienen los que danzan. A la poca
luz, la última del día, relampaguean de oro y plata
las coronas y las vestiduras de Atahualpa y su cortejo de
señores del reino.
¿Dónde están los dioses
traídos por el viento? El Inca llega al centro de la plaza
y ordena esperar. Hace unos días, un espía se
metió en el campamento de los invasores, les
tironeó las barbas y volvió diciendo que no eran
más que un puñado de ladrones salidos de la mar.
Esa blasfemia le costó la vida.
¿Dónde están los hijos de
Wiracocha, que llevan estrellas en los talones y descargan
truenos que provocan el estupor, la estampida y la
muerte?
El sacerdote Vicente de Valverde emerge de las sombras y
sale al encuentro de Atahualpa. Con una mano alza la Biblia y con
la otra un crucifijo, como conjurando una tormenta en alta mar, y
grita que aquí está Dios, el verdadero, y que todo
lo demás es burla. El intérprete traduce y
Atahualpa, en lo alto de la muchedumbre, pregunta:
—¿Quién lo dijo?
—Lo dice la Biblia, el libro
sagrado.
—Dámela, para que me lo diga.
A pocos pasos, detrás de una pared, Francisco
Pizarro desenvaina la espada.
Atahualpa mira la Biblia, le da vueltas en la mano, la
sacude para que suene y se la aprieta contra el oído:
—No dice nada. Está
vacía.
Y la deja caer.
Pizarro espera este momento desde el día en que
se hincó ante el emperador Carlos V, le describió
el reino grande como Europa que
había descubierto y se proponía conquistar y le
prometió el más espléndido tesoro de la
historia de la humanidad. Y desde antes: desde el día en
que su espada trazó una raya en la arena y unos pocos de
sus soldados muertos de hambre, hinchados por las plagas, juraron
acompañarlo hasta el final. Y desde antes
aún,
desde mucho antes: Pizarro espera este momento desde que
hace cincuenta y cuatro años fue arrojado a la puerta de
una iglesia de
Extremadura y bebió leche de
puerca po no hallarse quien le diera de mamar.
Pizarro grita y se abalanza. A la señal, se abre
la trampa. Suenan las trompetas, carga la caballería y
estallan los arcabuces, desde la empalizada, sobre el
gentío perplejo y sin armas.
Cajamarca.- El rescate
Para comprar la vida de Atahualpa, acuden la plata y el
oro. Hormiguean por los cuatro caminos del imperio las largas
hileras de llamas y las muchedumbres de espaldas cargadas. El
más espléndido botín viene del Cuzco: un
jardín entero, árboles
y flores de oro macizo y pedrerías, en tamaño
natural, y pájaros y animales de pura
plata y turquesa y lapislázuli.
El horno recibe dioses y adornos y vomita barras de oro
y de plata.
Jefes y soldados exigen a gritos el reparto. Hace seis
años que no cobran.
De cada cinco lingotes, Francisco Pizarro separa uno
para el rey. Luego se persigna. Pide el auxilio de Dios, que todo
lo sabe, para guardar justicia; y
pide el auxilio de Hernando de Soto, que sabe leer, para vigilar
al escribano.
Adjudica una parte a la Iglesia y otra
al vicario del ejército.
Recompensa largamente a sus hermanos y a los
demás capitanes. Cada soldado raso
recibe más de lo que el
príncipe Felipe cobra en un año y Pizarro se
convierte en el hombre
más rico del mundo. El cazador de Atahualpa se otorga a
sí mismo el doble de lo que en un año gasta la
corte de Carlos V con sus seiscientos criados -sin contar la
litera del Inca, ochenta y tres kilos de oro puro, que es su
trofeo de general.
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Entran los conquistadores en la ciudad
sagrada
15 de noviembre de 1533, Cuzco
En el radiante mediodía, a través de la
humareda se abren paso los soldados.
Un olor a cuero mojado se alza y se mezcla con el olor
de la quemazón, mientras resuena un estrépito de
cascos de caballos y ruedas de cañones.
Nace un altar en la plaza. Los pendones de seda,
bordados de águilas, escoltan al dios nuevo, que tiene los
brazos abiertos y usa barba como sus hijos. ¿No
está viendo el dios nuevo que sus hijos se abalanzan,
hacha en mano, sobre el oro de los templos y las
tumbas?
Entre las piedras del Cuzco, tiznadas por el incendio,
los viejos y los paralíticos aguardan, mudos, los
días por venir.
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Manco Inca
6 de mayo de 1536, Machu Picchu
Harto de ser rey tratado como perro, Manco Inca se alza
contra los hombres de cara peluda. En el trono vacío,
Pizarro instala a Paullo, hermano de Manco Inca y de Atahualpa y
de Huáscar.
De a caballo, a la cabeza de un gran ejército,
Manco Inca pone sitio al Cuzco. Arden las hogueras en torno a la ciudad
y llueven, incesantes, las flechas de yesca encendida, pero
más castiga el hambre a los sitiadores que a los sitiados
y las tropas de Manco Inca se retiran, al cabo de medio
año, entre alaridos que parten la tierra.
El Inca atraviesa el valle del río Urubamba y
emerge entre los altos picos de niebla. La escalinata de piedra
lo conduce a la morada secreta de las cumbres. Protegida por
parapetos y torreones, la fortaleza de Machu Picchu reina
más allá del mundo.
Eduardo Galeano
Tupac Catari
Por Kintto Lucas*
1781. Los precios de la
producción minera de Oruro, en Bolivia, bajan
rápidamente. Los mineros, en su mayoría criollos,
contraen grandes deudas y pasan a depender del fisco y los
comerciantes… pasan a depender de los europeos. El
resentimiento se siembra y crece como la coca, por todas partes.
Los mineros que antes mandaban en el cabildo y algunas veces
hasta corregidores eran, habían perdido ya toda su
influencia en diciembre del año anterior, poco
después de la rebelión tupacamarista, cuando sus
puestos de gobierno fueron
ocupados por los españoles. Ahora por primera vez piensan
en aliarse con los indígenas… ahora por primera vez lo
concretan. El 15 de enero se inicia el levantamiento. Las
milicias que se habían formado el año anterior para
defender Oruro de la llegada de Tupac Amaru, están al
frente de la sublevación contra "el mal gobierno de los
europeos", atando la vida a su tierra. La pelea hace fuerte la
unión de criollos e indígenas.
Los hombres criollos usan poncho de terciopelo negro
como el del Inca-Rey, mujeres y niños se visten como
Aymaras. En marzo estalla otro foco rebelde, esta vez es en La
Paz y las zonas cercanas. El líder es Tupac Catari que se
hace jefe de mil guerreros y se proclama "salvador del pueblo
Aymara".
Andrés Tupac Amaru, sobrino del gran Inca llega
con su ejército Quichua para sumarse al levantamiento…
Vencen en Sorata, y La Paz queda sitiada.
Está a punto de rendirse, los españoles
están sorprendidos y ya no pueden resistir… Pero surgen
problemas entre los rebeldes: Tupac Catari y sus Aymaras no
quieren alianza con los criollos, Andrés y sus Quichuas
ven un poco más allá y, como su tío, quiere
el levantamiento de todo el pobrerío.
Evitando la pelea entre hermanos decide retirarse. Tupac
Catari es vivado por su gente y pelea heroicamente contra el
colonizador, pero sus fuerzas no son muchas y termina derrotado.
En Oruro el movimiento se
mantiene algunas semanas más, allí la unidad es
más fuerte…
Los españoles supieron sembrar resentimiento
entre los de abajo para disminuir sus fuerzas, pero no mataron el
espíritu de los guerreros, que seguirá caminando.
En 1809 el mestizo Pedro Domingo Murillo se rebela contra la
corona… 158 años después hubo un Che caminando
por La Higuera…
Hoy Quichuas y Aymaras, mineros y mestizos, viven su
tristeza muda. Tal vez cuando se unten la tristeza grite… y
otra historia recomience…
* Este texto fue
tomado del libro
Rebeliones indígenas y negras en América
Latina, de Kintto Lucas, Editorial Abya Yala, Quito,
1992.
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De: "Kinitto Lucas" <>
Domitila
Por Kintto Lucas *
CATAVI, 1967. El cementerio es como una imagen del fondo
de la tierra.
Es como esa bruma que va invadiendo toda la parroquia de
Catavi. Es como las nubes que van llegando con todas las
lágrimas de las minas. Es como el viento que va rompiendo
el horizonte y, se viene tras la multitud de cuerpos
caídos, esperando para ser enterrados; tras los muchos
pozos que, son como heridas de esta tierra, cubierta por tanto
dolor, por tanta mirada que cae como una piedra contra los
militares que, el día antes sangraron la fiesta de San
Juan en el vecino rincón de Llallagua…
Subida en el muro del cementerio, una mujer embarazada
marca a fuego
la muerte uniformada, marca la dolor con gritos salidos del
último país de la alma, que es como decir de la
furia guardada por cientos de años…
– ¡Asesinos!, ¡asesinos!…
Y todas las miradas caen sobre ellos, y todos los odios
del decir y del pensar… Pero los fusiles no hacen caso a la
agonía, que es como decir que las sombras se tomaron toda
Catavi y Llallagua. Y ella, la mujer del
muro, con la panza grande como un mundo que va queriendo salir de
sus entrañas, marcha presa por carajear los uniformes, que
es como carajear al presidente de Bolivia, o sea
nadie.
Y uno manda una patada contra ella que, se defiende y le
da un sopapo, y el mismo manda un puñete y sigue mandado
golpes, y le apreta la panza con la rodilla. Y ella se cubre y le
araña la cara. Y él sigue mandando patadas. Y
vienen otros cuatro para pegarle, y ella cae…
Cuando despierta entre rejas, con seis dientes rotos, la
sangre chorrea…
"Y como si la fatalidad del destino hiciera -dice-,
comenzó el trabajo de
parto.
Empecé a sentir dolores, dolores y dolores y a ratos ya me
vencía la criatura para nacer… Ya no pude aguantar. Y me
fui a hincar en una esquina. Me apoyé y me cubrí la
cara, porque no podía hacer ni un poquito de fuerza. La
cara me dolía como para reventarme. Y en uno de esos
momentos, me vencía. Noté que la cabeza de la
huahua ya estaba saliendo… y allí mismo me
desvanecí. Y cuando volví a despertar estaba toda
mojada. Tanto la sangre como el líquido que una bota
durante el parto, me
habían mojado toda. Entonces hice un esfuerzo y resulta
que encontré el cordón de la huahua. Y a
través del cordón, estirando el cordón,
encontré a mi huahuita, totalmente fría, helada,
allí sobre el piso".
Después, todas la nubes se hicieron agua y todos
los vientos cayeron sobre Llallagua y Catavi. Después hubo
más peleas. Después, algún día de
once años más tarde, dijo a su gente: "Nuestro
enemigo principal es el miedo. Lo tenemos adentro". Y se fue a La
Paz con otras cinco, a liberarlo…
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Domitila Chungara. Indígena nacida en
Pulacayo, zona minera de Bolivia.
Al morir su padre tuvo que hacerse cargo de sus cinco
hermanas porque su madre estaba muy enferma. Con el correr del
tiempo comenzó a preocuparse por la situación
social que vivían las comunidades mineras. El 1952, se
casó con una trabajador minero y empezó a
participar activamente en el Comité de Amas de Casa del
Distrito Minero Siglo XXI, del que la nombran Secretaria General.
Su testimonio dio a conocer la masacre de San Juan, en 1967,
cuando el dictador René Barrientos mandó al
ejército contra las comunidades mineras de Catavi y
Llalagua. Tras la matanza, ella, que estaba embarazada, fue
apresada y torturada hasta que perdió su hijo.
Posteriormente ayudó en la lucha contra la dictadura del
general Hugo Banzer. En la Navidad de
1978, en La Paz, junto a otras cuatro mujeres mineras y veinte
niños inició una huelga de
hambre contra la dictadura. A
ellas se sumó un sacerdote y en poca tiempo se sumaron
más de mil quinientas personas. Con el correr de las horas
los huelguista se multiplicaron por miles. Veintitrés
días después de que las mujeres comenzaron la
huelga de
hambre, las calles de las distintas ciudades de Bolivia fueron
invadidas por la gente. Otro gobierno militar se había
terminado. Los libros en los
que se recopilan los testimonios de Domitila son: "Si me permiten
hablar" y "Las mujeres tienen la palabra", que fueron traducidos
a varios idiomas. En 1980, se produce un nuevo golpe de estado,
y ella debe exiliarse. En 1996 vive en Bolivia junto a cuatro de
sus siete hijos.
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* Este texto fue
tomado del libro Mujeres del Siglo XX, de Kintto
Lucas,
Editorial Abya Yala, Quito, 1997.
Historia de Bolivia – La Colonia
Descendientes de tihuanacotas y de incas
Bolivia es un país de grandes alturas
físicas y de hondos problemas humanos.
Geografía e historia se encuentran en ella en un
punto de sensacionales transacciones, en una especie de
desafío irremediable confundido entre las aspiraciones del
hombre y el destino que señala Dios.
Los Bolivianos de hoy provienen de razas y culturas
milenarias que, en cierto momento, se han convertido en enigmas
para la ciencia.
Pero, indefectiblemente, pisan la tierra de unos mayores que
fueron extraordinarios, que labraban la piedra y decoraban con
monolitos gigantes sus ciudades, como los habitantes de
Tihuanaco, u organizaban imperios con una razón que
prestigiaba toda lógica
y toda justicia, como
los hombres del Imperio Incaico. Mientras la prehistoria y la
arqueología van poniéndose de acuerdo para dar una
razón valedera al pasado, el Boliviano se enorgullece de
ser un descendiente de tihuanacotas y de incas, es decir, de
aymarás y de quechuas.
Las nuevas razas
Caído el Imperio Incaico en poder de Francisco
Pizarro, que entró en su capital el 15 de noviembre de
1532, cuarenta años después del descubrimiento de
América, cambió el destino de nuestras tierras
y sus hombres. Vino, como en un alud, todo el gran asedio que
siguió a la inmensa sorpresa del descubrimiento;
expediciones parciales, búsqueda de tesoros,
encuadramiento de industrias de
explotación de la tierra, en fin, todo ese monstruoso
desplazamiento de un continente a otro que, a la postre, dio por
resultado un ordenamiento jurídico, un acatamiento de
instituciones
reales, una distribución especial del trabajo, un
régimen para la producción a la par que un connubio de
razas que originaron las clases
sociales de la época actual. En verdad, el mundo se
había transformado.
La Colonia se distinguió por dos fuerzas de vida;
la aparición del mestizo y la mansedumbre del indio. Y en
el territorio hoy Boliviano, además, por un potencial
económico, la explotación Minera.
Las instituciones
Jurídicas
El Consejo de Indias, los Virreinatos y las Audiencias
pusieron en actividad el ordenamiento jurídico de la
Colonia. Súmese a ellos, en lo que a la actual Bolivia se
refiere, la fundación de la Real y Pontificia Universidad de
San Francisco Xavier en la capital de Charcas el año 1624,
centro de compulsión cultural y de subversión
política a
la hora en que se determinan los hechos definitivos.
En buena parte, la vida de la institución
colonial, la práctica de la justicia, la defensa de los
indios por razones de humanidad y los privilegios de los
españoles y criollos sobre los mestizos fueron motores de la
guerra de emancipación. Los españoles trajeron, al
trasluz, su propia guerra emancipadora y la eficacia de sus
instituciones en bien de los hombres.
Entró en marcha, pues, en el territorio hoy
Boliviano un motor humano de
producción de plata en el Cerro Rico de Potosí, la
urbe tutelar de América en aquella época, y la
exigencia de su mayor rendimiento. Entonces el mundo ya
valía un Potosí y en 1546, por provisión de
Carlos I, en Ulm, este caserío recibió el
título de Villa Imperial.
Se habían fundado ya en el territorio ciudades de
gran porvenir: La Paz, el 20 de octubre de 1548, por Alonso de
Mendoza, en las quebradas de Chuquiapu, al pie de la más
bella montaña nevada de la Cordillera, el Illimani,
prestigiada por sus lavaderos de oro; Cochabamba, Oruro, Tarija.
Se habían realizado expediciones a los Moxos, hasta que al
fin quedó consolidada la fundación de Santa Cruz de
la Sierra, había surgido a la vida, con vigor y prosapia,
Charcas, la culta, fundada por Pedro Anzures de Campa Redondo,
con el nombre de La Plata.
Se impuso la erección de la Audiencia de Charcas
por Real Cédula de 1559, cuyo tribunal se instaló
en 1561.
Era un mundo en orden y movimiento. El criollo y el
mestizo absorbían cultura occidental y con temor y
avaricia almacenaban el razonamiento enciclopédico,
atentos a los fenómenos que ocurrían en Europa, en
cuyo drama España era actor de dolorosas
incidencias.
La honda indígena en la
rebelión
Después de dos siglos silenciosos de
sumisión, los indios se alzaron, iracundos, en aras de un
ideal irrealizable; la restauración de su imperio
nativo.
Desde la insurrección de Cuzco en 1544, la familia de
los Incas se había confinado en Vilcabamba, al norte de la
antigua capital del Imperio. Su orgullo no le permitía
mantener relaciones con los españoles y vivía
atenta
al momento trágico en que pudiera capitanear una
insurrección de masas indias. Su mártir y jefe,
Túpac Amaru, acusado de crueldad, fue mandado descuartizar
por el virrey Toledo.
Más tarde vino la insurrección de Macha
(Chayanta), cuando Tomás Catari pidió justicia y
rebaja de los tributos.
Catari fue preso y enviado a Potosí, pero el movimiento se
propagó a Charcas, Cochabamba, 0ruro y La Paz.
Después, el mal gobierno del corregidor Urrutia y
la ambición por las varas de alcalde provocaron un
motín popular en 0ruro.
Los Rodríguez, criollos, rechazaban la
elección de españoles para el Cabildo, arrastraron
éstos a los mineros y los acuartelaron en previsión
de un ataque conjunto de indios en Challapata, Poopó y
otros lugares. A la voz de Sebastián Pagador, apoyado por
los Rodríguez, estalló la insurrección el
1ro de febrero de 1781. Estos insurrectos mataron a los
españoles de la
circunscripción.
Entonces se produjo lo previsto, el asedio de los
indios. En esa ocasión, criollos y mestizos tuvieron que
enfrentarse en lid sangrienta con los indios hasta echarlos de la
ciudad. Estalló una conflagración general, que
venía del Norte con el alzamiento de Túpac Amaru, y
que sublevó Tinta y sus aledaños en la
región de Cuzco, y del Sur con la rebelión de los
Catari, que no había sido sofocada. Pronto habría
de agregarse Julián Apaza que se proclamó virrey
del Perú con el nombre de Túpac Catari. Mientras el
segundo Amaru sitiaba a Sorata y sembraba el terror en la villa
de Esquivel, Túpac Catari puso un cerco que duró
más de cinco meses y medio a La Paz.
Heroica y paciente, la ciudad paceña, defendida
por el brigadier español Sebastián de Segurola,
sufrió todas las incidencias de esa tragedia en que pudo
haber sucumbido por el hambre y la peste, amén del
almacenamiento
de aguas del río Choqueyapu, lanzado luego sobre la ciudad
en amenazante caudal. Cuentan los papeles descubiertos por los
investigadores que la extraña topografía de La Paz se hallaba ganada por
ochenta mil indios que la cercaban y hacían malones de
día y de noche en afán de aterrorizarla para su
rendición.
Las gentes, a falta de alimentos,
cocían los cueros de los zapatos y de los arcones llamados
petacas para darlos de comer a los niños y ancianos,
mientras la pugna no tenía esperanza de ser concluida. Al
fin, Segurola y los mestizos criollos que quedaban dentro del
cerco ganaron la partida, auxiliados por el coronel Ignacio
Flores, que vino a 0ruro. Túpac Catari fue ajusticiado con
los miembros amarados a la cincha de cuatro caballos, que
partieron en dirección a los cuatro puntos
cardinales.
Comúnmente se piensa que la resistencia
indígena al español se limitó al proceso de
conquista que culminó en la segunda mitad del siglo
XVI.
Inolvidables son las descripciones de cronistas e
historiadores que narran episodios tan memorables como la
caída de la ciudad de Tenochtitlán -capital del
imperio azteca- o el desbande de Cajamarca, donde Francisco
Pizarro logró apresar al Sapa Inca Atahualpa.
Sin embargo, la resistencia al europeo fue una constante
del largo período colonial. A medida que las huestes
hispanas avanzaban e intentaban dominar los extensos territorios
americanos, se enfrentaron a muchos pueblos que les opusieron una
tenaz lucha.
El rechazo se manifestó de diversas maneras,
abarcando desde la simple resistencia pasiva incorporada al
quehacer diario, hasta la rebelión armada y generalizada.
En muchas zonas conquistadas por el español, los nativos
continuaron con sus viejos ritos y creencias, desafiando a la
autoridad que intentaba imponer su religión. Estallidos
locales y motines de variada intensidad conmovían de tanto
en tanto a todas las provincias de la América colonial.
Por último, en importantes regiones alejadas de los
grandes núcleos urbanos, la guerra permanente
caracterizó las relaciones
hispano-indígenas.
Las sublevaciones del siglo XVI se deben comprender en
el contexto del proceso de
conquista. En la mayoría de ellas predominó la
violencia con todos sus excesos, practicados por ambos bandos.
Por citar un ejemplo, en la guerra de Arauco en el reino de
Chile, las
crueldades eran pan de cada día.
Fueron numerosos los empalamientos que afectaron a los
mapuches, siendo quizás el más conocido el
realizado al toqui Caupolicán. Por el otro lado, los
soldados españoles se estremecían con el sonido de las
flautas, fabricadas por los mapuches con los huesos de las
canillas de hispanos capturados en combate.
Ya a partir de la segunda mitad del siglo XVI, la
excesiva intransigencia de los misioneros católicos
respecto a las costumbres y creencias nativas, desencadenó
diversos movimientos locales que combinaban la violencia con
rasgos milenaristas. Generalmente estas rebeliones fueron
estimuladas por hechiceros que anunciaban la llegada de nuevos
tiempos. Se predicaba el abandono del cristianismo y
la vuelta a las tradiciones precolombinas a través del
establecimiento del orden interrumpido por la
conquista.
Un ejemplo de esta situación es la llamada guerra
del Mixton en el norte de México (Nueva Galicia), entre
1541 y 1542. Allí las tribus cascanes se levantaron en la
región de Tlatenango y Suchipila, quemando iglesias y
cruces, matando misioneros y castigando severamente a los
indígenas que persistían en la fe
católica.
Pero la evangelización no siempre fue resistida
violentamente. En muchos lugares el milenarismo actuó
silenciosamente a espaldas del español, originando
movimientos que cuestionaban la dominación hispana en un
plano ideológico y cultural. Quizás el caso
más conocido fue el del Taqui Ongo en el Perú de
las últimas décadas del siglo XVI. Este movimiento
preconizó el enfrentamiento de los dioses indígenas
con el dios cristiano, donde el triunfo pertenecería a los
primeros. De esa manera, los europeos serían expulsados
del mundo andino, iniciándose un nuevo ciclo
cósmico.
A la rebelión violenta y al milenarismo hay que
agregar la incorporación parcial de algunos elementos de
la doctrina católica, con el propósito de esconder
la vigencia del culto a los dioses antiguos. El sincretismo
religioso de nuestros días deriva precisamente de esta
reacción, que permitió al indígena mantener
parte de sus creencias bajo las formas del culto
cristiano.
Si bien a lo largo del siglo XVII la religión
católica fue paulatinamente asimilada en las zonas urbanas
dominadas por los españoles, en las fronteras del imperio
colonial la resistencia indígena fue un fenómeno
permanente.
Cuando empleamos el término "frontera", nos
referimos a lo que Céspedes del Castillo definió
como "un espacio geográfico en el que un pueblo en
movimiento entra en contacto con otro u otros de cultura muy
diferente a la de aquél. Frontera es, al mismo tiempo, el
proceso de interacción entre esos pueblos y sus
respectivas culturas, que en mayor o menor medida quedan
influidas unas por otras. … La frontera que se acaba o cierra
en un lugar se abre en otro si el pueblo que la inició con
su movimiento continúa desplazándose, hasta el
instante en que ese dinamismo cese".
A lo largo de todo el período colonial existieron
fronteras desde el desierto del norte de México o la selva
amazónica, hasta el extremo sur de la gobernación
de Chile. En
estas extensas regiones habitaban pueblos nómades o
seminómades que retrasaron o imposibilitaron la conquista
española de dichos territorios.
¿Cómo estas culturas pudieron hacer frente
al europeo durante tantos años?
Sin duda, se pueden enumerar muchos factores para
comprender esta situación.
Dejando de lado peculiaridades de índole
netamente local, se aprecian características más o menos
similares que son propias de la resistencia
fronteriza.
En primer lugar habría que señalar la
difícil geografía de estas
áreas en disputa, cuyo perfecto conocimiento
por parte de los indígenas causó más de un
dolor de cabeza a los españoles. Por ejemplo, los
chichimecas del norte de Nueva España subsistían en
zonas muy áridas gracias a un óptimo
aprovechamiento de la flora y fauna del
desierto, mientras los hispanos debían desplazarse con
enormes bultos que les restaban movilidad.
La estructura
socio-cultural de estos pueblos, basada en múltiples
jefaturas locales, imposibilitaba al invasor concertar acuerdos
de paz duraderos, pues cualquier cacique podía
transgredirlos. No sólo los españoles
experimentaron este problema, sino también lo vivieron los
aztecas e incas en sus respectivas guerras
expansivas.
Por otra parte, la apropiación y
asimilación de elementos materiales
desconocidos para los indígenas, les permitió
enfrentar con mayor eficacia al
invasor. Uno de los ejemplos más ilustrativos fue el uso
que los nativos dieron al caballo, que les otorgó una
mayor movilidad, rapidez y sorpresa en la guerra y también
fue incorporado al mundo ritual y a su dieta
alimenticia.
Las tácticas militares empleadas por los
naturales se fueron modificando, adaptándose a una guerra
de emboscadas o "guerrillas", que evitaba la batalla a campo
abierto contra las huestes hispanas.
Estas características sin duda nos ayudan a
entender mejor la larga duración de la resistencia que
opusieron mapuches, chichimecas, chiriguanos, guaraníes,
mayas, apaches
y navajos, entre muchos otros.
Además de las guerras
fronterizas, en los siglos XVII y XVIII se registraron numerosas
rebeliones indígenas al interior de las unidades
administrativas coloniales. Estos conflictos
fueron mucho más importantes de lo que la
historiografía tradicional ha querido admitir. Por ello,
los estudios monográficos sobre este tema son muy escasos.
Si omitimos el caso del célebre levantamiento de
Túpac Amaru en 1780 –conflicto que
cuenta con una vastísima bibliografía– la
mayoría de los otros movimientos ha permanecido casi en
las tinieblas.
Muy poco se han difundido los alzamientos de Enriquillo
en La Española, de los mayas del
Yucatán, de los acaxées en el actual estado de
Durango, de los indios pueblo del norte de México, de los
nativos de la selva amazónica liderados por Juan Santos
Atau Huallpa, de los calchaquíes del noroeste argentino o
de Túpac Catari en la Audiencia de Charcas.
Las rebeliones indígenas del período
colonial se producen por diversas motivaciones que se pueden
englobar en la imposición de un sistema
económico y social que había quebrado las antiguas
estructuras
nativas. La resistencia germina cuando el aborigen decide
rechazar dichas imposiciones por la fuerza de las
armas.
El pesado servicio
personal, la
mita, la encomienda, instituciones laborales donde el
indígena recibía escasos beneficios tras grandes
esfuerzos, provocaron insatisfacciones. Si a ellas le sumamos el
trauma de la conquista y la aparición de líderes
que ensalzaban el milenarismo, podemos entender el estallido de
numerosos motines de carácter
local y de grandes rebeliones de mayor alcance.
Sobre todo en el siglo XVIII, el clamor del
indígena se dirigió contra la figura del
corregidor. Estos funcionarios, mal pagados por la corona,
acostumbraban realizar los "repartos de mercancías".
Mediante este sistema se
obligaba al indio a adquirir artículos que no eran de
primera necesidad (medias de seda, libros de
teología, porcelana china, etc.) e
incluso se lo forzaba a endeudarse. Además, muchos
corregidores actuaban despóticamente en su
jurisdicción, tolerando abusos y disponiendo de la mano de
obra indígena.
La rebelión encabezada por José Gabriel
Condorcanqui (Túpac Amaru) simboliza la respuesta
indígena más radical frente a la situación
descrita. No fue casual el temprano ajusticiamiento del
corregidor de Tinta, hecho que se constituyó en la
señal para el alzamiento de miles de indígenas del
virreinato del Perú en noviembre de 1780.
También hubo convulsiones producto de la
ubicación del nativo en la pirámide social. La
sociedad
estamental colonial relegaba al aborigen a uno de los estamentos
más bajos, existiendo escasas posibilidades de integración en la sociedad liderada por el
estrato hispanocriollo. Los motines urbanos, con
participación de mestizos y castas, estallaban
precisamente por estas desigualdades.
Veremos a continuación la localización de
las principales rebeliones indígenas del período
colonial en los siguientes mapas:
AMERICA DEL SUR
rebelión de Manco Inca en 1536, continuada por
Sairi Túpac, Titu Cusi Yupanqui y Túpac Amaru hasta
1572
movimiento milenarista del Taqui Ongo en la
década de 1560
guerras calchaquíes en el noroeste argentino
desde 1562 y rebelión calchaquí en 1659 acaudillada
por el español Pedro Bohórquez
insurrección de los indios quimbayas en 1577 en
el valle del río Cauca
alzamientos de los taironas entre 1571 y 1575
guerras protagonizadas por los chimilas, tupés y
guajiros en la Audiencia de Bogotá
rebelión de corte milenarista de tribus
guaraníes, encabezada por Oberá alrededor de 1579 y
guerras guaraníticas entre 1754 y 1756
levantamientos generales mapuches encabezados por
Lautaro y Pelantaru en 1553 y 1598 respectivamente y rebeliones
mapuches de 1655-1656, 1723 y 1766
guerras contra los chiriguanos en la Audiencia de
Charcas durante el siglo XVI; levantamiento de los chiriguanos
acaudillados por Aruma en 1727 y
alzamientos chiriguanos en 1778 y 1799
guerra fronteriza contra distintos pueblos del Chaco
(especialmente los guaycurúes), donde sobresale el
levantamiento general de 1632 en el que participaron los
olongastas, capayanes y los cacanos o diaguitas
a mediados del siglo XVII se levanta el cacique
Andrés Zampati en el bajo Urubamba y posteriormente se
rebelan los mismos indígenas, liderados por Mangoré
y Siquirincho
levantamiento de los nativos de la isla de Chiloé
en el sur de Chile en 1712
insurrección popular en Oropesa (Cochabamba)
dirigida por el mestizo Alejo Calatayud en 1730
rebelión de Juan Santos Atau Huallpa en la selva
amazónica en tierras del Gran Pajonal, desde
1742
rebelión de José Gabriel Condorcanqui,
Túpac Amaru II, desde 1780
correrías de los hermanos Tomás,
Dámaso y Nicolás Catari en 1780 y 1781 y
rebelión de Túpac Catari en la Audiencia de Charcas
en 1781
levantamiento en la ciudad de Oruro en 1781
participación indígena encabezada por
Ambrosio Pizco en el movimiento de los comuneros del Socorro en
Nueva Granada, en 1781
MEXICO Y CENTROAMERICA
rebelión del Bahoruco encabezada por el cacique
Enriquillo en La Española entre 1519 y 1533
alzamiento en Puerto Rico en
1511
guerra de Mixton en el norte de México
(región de Tlatenango y Suchipila), donde se levantan las
tribus cascanes al mando de Tenamaxtli en 1541
guerras chichimecas que enfrentan a los zacatecos,
guachichiles, pames, cascanes y guamares con los
españoles, entre 1550 y 1590 y alzamiento general de los
guachichiles en Nueva León, en 1624
sublevación de los acaxées de la sierra de
San Andrés abanderados por el "Obispo", en 1604
levantamientos de los tepehuanes en Nueva Vizcaya, en
1616 y 1617
rebelión de los indios guazaparis en 1632 en
Sinaloa
rebelión de las siete naciones desde 1643 en el
norte de Nueva Vizcaya (Chihuahua), que aglutina a tobosos,
cabezas, salineros, mamites, julimes, conchos y
colorados
alzamientos tarahumaras en 1646, 1650-1652 y
1684-1690
sublevación de los indios pueblo liderados por el
hechicero Popé, en 1680 en torno a la ciudad de Santa
Fe
levantamiento de los indios de la Baja California
(pericúes y coras) contra las misiones jesuitas,
instigados por los jefes Botón y Chicori en 1734 y
1735
alzamiento de yaquis, pimas y mayos de Sonora en 1740 y
rebelión de los pimas entre 1768 y 1770
enfrentamientos con grupos apaches de
Tejas, en 1758
movimiento milenarista encabezado por Jacinto Caneq en
Yucatán, en 1761
Orlando Camacaro