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Inmigración a la Argentina: Españoles (página 2)



Partes: 1, 2

Madrileños

María Luisa Robledo nació en 1912. La
española expresó en una entrevista:
"He tenido una carrera muy hermosa, no me puedo quejar. Con todos
los altos y bajos que tiene esta profesión, pero estoy muy
satisfecha de ser actriz", dice María Luisa Robledo. "La
vocación me nació de siempre
–continúa-; ya desde chica cantaba. Fue la maestra
del colegio quien advirtió a mi madre que yo estaba
predestinada para todo lo que fuera arte. Entonces,
mi mamá me apoyó para que yo estudiara, sin
importarle los prejuicios de la época para con los
artistas. Y así llevo 68 años de teatro y 81 de
vida." Esta madrileña que llegó a Buenos Aires en
1935, siente devoción por la poetisa Alfonsina Storni y
por el gran Federico
García Lorca, y se lamenta de no haber podido
conocerlos personalmente (…) "Le debo mucho a este país.
Tengo más años de argentina que de
española y en todo este tiempo no he
hecho más que recibir elogios, premios, diplomas… Me
siento plena", concluye" (1).

Norma Aleandro, una de sus hijas, relata: "Estaban en la
compañía de De Rosas en España, se
conocieron, se enamoraron. Tuvieron a mi hermana y con la
guerra se
vinieron para acá. Con mi abuela, la madre de mi madre, de
manera que yo nací en Buenos Aires.
Comparada con su marido, Robledo "era más realista, pero
también amaba su profesión como un sacerdocio. Si
había que hacer algo para ganar plata en un escenario con
algo que no fuera digno, no lo hacían. (…)
Vivíamos muy humildemente. Nací en la Avenida de
Mayo, en el Palacio Vero. Luego el departamento, chico, donde no
faltaba la comida, pero un guardapolvo para todo el año, y
al siguiente el mismo, alargado. Sin vacaciones. Mis padres
hacían muchas giras para mantener la casa. Nosotras, con
mi abuela. Estar un año afuera haciendo teatro era
bastante común" (2).

El guitarrista Manolo Yglesias "nació en Madrid, comenzó
siendo bailarín de Danzas Españolas. Empieza a
tocar la guitarra. A los quince años es contratado por la
Compañía de Angel Pericet como tercer guitarrista.
En 1967 pasa a ser el primer guitarrista de esa
Compañía. Compone, escribe, dicta clases de
guitarra. Recorrió gran parte de América
y Europa dando
conciertos y seminarios. En 1995 graba su primer CD, en
Estocolmo (Suecia) y en Buenos Aires recibe el Premio Manuel de
Falla ’95 a la trayectoria musical".

En una entrevista,
contó: "Primero vino mi padre solo a buscar trabajo en
1948, como inmigrante, escapado de la guerra civil
en España.
Al año siguiente vinimos mi madre y yo. Yo contaba
sólo con dos años de edad cuando llegamos. (…) yo
me crié aquí, llegué desde muy chico, tengo
mi casa, mi familia, mi padre
murió aquí, vivo con mi madre" (3).

Notas

  1. S/F: "María Luisa Robledo a 68 años de
    su debut: ‘Me siento plena’" , en La Maga, 1°
    de abril de 1994.
  2. Mactas, Mario: "Norma Aleandro. Estados del corazón", en La Nación Revista,
    Buenos Aires, 8 de diciembre de 2002.
  3. S/F: "Manolo Yglesias", en Contratiempo 1°
    Magazine del Flamenco y la Danza
    Española. Año 1 N° 6. Buenos Aires, Mayo de
    1998.

Mallorquines

Alvaro Abós escribió sobre Juan
Torrendell, acerca de quien afirma: "Uno de los más
singulares libreros y editores de Buenos Aires fue el
mallorquín Juan Torrendell, cuyo sello Tor publicaba
libros que no
siempre respetaban su integridad (Torrendell solía
tijeretear los originales para adaptarlos a los pliegos
disponibles) pero que, a veinte o treinta centavos el tomo,
llevaron autores clásicos y modernos a millones de
lectores. Acosado por una de las tantas ‘crisis’,
Torrendell tuvo una idea extrema: en su local de Florida, bajo
una gran balanza, colocó carteles que ofrecían:
‘Un kilo de libros a 1
peso, dos kilos por 1,50’. El escándalo fue
memorable y a él contribuyó la airada protesta de
la Academia Argentina de
Letras para la cual la idea del mallorquín resultaba
herética. En su erudita investigación Libreros, editores e
impresores de Buenos Aires
(1974), Domingo Buonocuore
transcribe la solicitada aparecida en varios diarios el 6 de
junio de 1934: la Academia pedía ‘al público
lector’ que no aceptara el sistema de libros
por peso ya que ‘equipara la producción intelectual con una vil
mercancía’. Pero la librería estaba colmada a
toda hora" (1).

En "El equipo de traductores de don Juan", Fernando
Sorrentino escribe: "Lecturas seleccionadas y completas a
precios que
por su calidad son
insignificantes. Estos volúmenes lujosamente presentados,
con 250 y 300 páginas, impresos en papel de
calidad
superior y llamativas portadas en colores. Pedirlos
en todas las buenas librerías de América. El primer párrafo
se encuentra en la contratapa de El fantasma de la
Ópera
(Buenos Aires, Tor, 1944), de Gaston Leroux; el
segundo, en la de El hombre
invisible
(Buenos Aires, Tor, 1948), de Herbert George Wells.
De que los precios eran
insignificantes, no cabe duda alguna; pero nadie se
atreverá ni siquiera a insinuar que los volúmenes
estaban lujosamente presentados e impresos en papel de
calidad superior. La Editorial Tor, que perduró
—según creo— hasta más o menos 1950,
tuvo un catálogo extenso y heterogéneo. De los
muchos libros que —por su bajo precio—
compré en mi adolescencia,
sólo conservo algunas reliquias: conocí a Pedro
Antonio de Alarcón por El capitán Veneno, y
a Benito Pérez Galdós por Misericordia.
Manuel Gálvez publicó en Tor sus polémicas
biografías
Vida de don Juan Manuel de Rosas, Vida de Sarmiento
y Vida de Hipólito Yrigoyen. También
apareció con ese sello la primera edición (1935) de
la borgeana Historia universal de la infamia. Las novelas rosas de M. Delly
eran vecinas de los libros críticos y filosóficos
de Giovanni Papini. Y hasta un juvenil Bioy Casares editó,
en 1933, con el seudónimo de Martín
Sacastrú, su segundo libro:
Diecisiete disparos contra lo porvenir" (2).

Notas

  1. Abós, Alvaro: "Pasión por los libros",
    en La Nación, Buenos Aires, 4 de enero de
    2004.
  2. Sorrentino, Fernando: "El trujamán: El equipo
    de traductores de don Juan" Centro Virtual Cervantes ©
    Instituto Cervantes (España), 14 de enero de
    2004.

Murcianos

Joaquin Vicente nació en Murcia. "Creador de
‘Los Iberia’ hoy Joaquín Vicente sigue
viviendo de su guitarra y de su arte. Aunque se
dedica más a tocar Rumbas por cuestiones económicas
de vez en cuando se hace un espacio y se lo escucha interpretar
buen flamenco. Fue uno de los primeros fundadores de
‘FAMA’ el tradicional tablao porteño. Los
Iberia grabaron dos CD y de
próxima aparición el 3°. Esta familia de
artistas compuesta por su esposa Norma (baile), su hija Noelia
(baile), su hijo Gonzalo (percusión), un bajista y dos
bailarinas invitadas conforman este grupo
dispuesto a deleitar y divertir a los amantes del género"
(1).

Miguel Sánchez Romera, "nacido en la
Córdoba argentina de padres inmigrantes españoles,
y residente en Barcelona" (2),
evocó en un reportaje a su madre murciana (3).

Notas

  1. S/F: "Joaquín Vicente ‘Un poquito de
    compás", en Contratiempo 1° Magazine del Flamenco y
    la Danza
    Española. Año 1 N° 9. Buenos Aires, Agosto de
    1998.
  2. EFE: "Sánchez Romera da lecciones de Gastronomía en Japón", en www.noticiasdenavarra.com, 11
    de febrero de 2003, Núm. 2407.
  3. S/F: "Encefalograma de la gastronomía", en La Prensa, 14 de
    mayo de 2000.

Valencianos

Los valencianos y sus descendientes honraban con su
"falla" a San José, en Buenos Aires. Escribe Jorge Bucay
que en Valencia, "A la medianoche del 19 de marzo, festejando el
último día del invierno y según me cuentan
en honor a San José, patrono de todos los artesanos
carpinteros, las obras de arte callejeras se encienden al
unísono en cada rincón de la aldea. La gente, por
miles, valencianos y visitantes, festejan y aplauden lo que en
minutos pasa a pertenecer al pasado. La tradición popular
nos invita a arrojar a la falla papelitos que contienen palabras
o dibujos que
representan a aquello que quisiéramos dejar atrás,
purificado por la pira de la quema. (…) Yo, en medio de unas
100 mil personas, ensordecido por el estruendo de los fuegos
artificiales, lloré emocionado. Seguramente lloraba muchas
cosas de mi pasado, pero también recordando con nostalgia
que en pleno centro de Buenos Aires, cuando yo era
pequeño, también había fallas valencianas.
Los inmigrantes recordaban sus tradiciones y las
compartían con nosotros, que disfrutábamos sin
comprender del todo (1).

En Mar del Plata, este festejo se sigue realizando. Una
noticia publicada en el diario La Capital en marzo de 2004
informa: "Desde ayer y hasta el sábado próximo se
desarrolla en la ciudad de Mar del Plata la 50º
edición de la Semana Fallera. La celebración es
organizada por la Unión Regional Valenciana y se realiza
en la céntrica plaza Colón. Todas las noches se
ofrecen delicias gastronómicas y suben al escenario
agrupaciones de música y baile de
distintos puntos del país. (…) La celebración,
con epicentro en la ciudad española de Valencia,
alcanzará el máximo esplendor el sábado
próximo cuando a partir de las 21 se realice un
espectáculo de fuegos artificiales y luego, desde las 22,
se proceda a la crema del monumento principal de la Falla 2004.
La asistencia se estima entre 80 y 100 mil personas. (…) Este
año la estructura del
monumento principal instalado en la plaza Colón consiste
en enormes castillos que simbolizan al Fondo Monetario
Internacional y un galeón, que representa a nuestro
país, que intenta alejarse del lugar. Entre los
muñecos que forman parte de la escena se destaca la
réplica del presidente Néstor Kirchner. La
instalación tiene una altura de 31 metros y está
confeccionada con madera y
cartón. Precisamente el ritual de la "crema" consiste en
prender fuego la obra de arte, que por lo general está
inspirada en algún hecho saliente de la escena nacional o
internacional. Los valencianos atribuyen el origen de esta fiesta
a los carpinteros. Ellos trabajaban durante todo el invierno e
iluminaban sus talleres con grandes candiles de aceite,
utilizando un artefacto de madera llamado
parot. En la víspera de San José, su patrono, los
aprendices se encargaban de hacer limpieza general y en la puerta
de sus talleres formaban montañas con virutas, restos de
madera y el tradicional parot, que convertían en monigote,
con caretas sobrantes del carnaval, sombreros y guantes. Luego
quemaban los desperdicios y así nacieron las fallas"
(2).

Notas

  1. Bucay, Jorge: "El encanto de empezar de nuevo", en
    Clarín Viva, Buenos Aires, 4 de abril de
    2004.
  2. S/F: "Mar del Plata: Fallas criollas", en La Capital, Mar
    del Plata, 21 de marzo de 2004,
    www.lacapital.com.ar.

Vascos

Baldomero Fernández Moreno incluyó en
Guía caprichosa de Buenos Aires la página
"El vasco lechero en el café",
en la que dice: "he aquí que al hilo del mostrador aparece
un vasco lechero, la cara rosada, con dos parches más
rojos pegados en las mejillas, la boina encasquetada, la blusa
rizada, que no todo ha de ser fortaleza y agresividad; las
piernas combadas, las alpargatas silenciosas, y el tarro en la
mano como si blandiera un arma o un guijarro listo para ser
proyectado en la cara lisa y cosmopolita del
‘barman’. Y con el vasco lechero entra también
el campo, un aire duro y
frío y un trébol. Un trébol precisamente que
se labra un espacio verde en el ambiente gris
y que yo veo con toda nitidez" (1).

Relata María José Pérez Arango: "En
el año 57 mis padres y yo llegamos desde España
para reunirnos con mi hermano que se había venido a la
Argentina. Los años pasaron y me convertí en una
mujer que cada
día deseaba y soñaba más con volver a su
tierra. La
idea era llegar y por lo menos llorar dos días seguidos,
para luego poder recorrer
los lugares que en mi memoria se
mantenían nítidos. (…) Una vez en Madrid,
después de una hora y media de viaje en el primer asiento
de un micro atravesando los montes Cantábricos por
extensos túneles y la campiña vasca a través
de una fantástica autopista, llegamos a Bilbao.
Traté de reconocer algo, pero todo era nuevo para
mí" (2).

El madrileño José Luis Alvarez Fermosel
cuenta: "un día la mujer de
Bonasso padre, una vasca de Bilbao, me dijo: ‘Mira, no te
quedes aquí mucho tiempo porque vas
a estar en dos sillas mal sentado. Yo estoy allá y a los
20 días me da la impresión de que nunca me he ido;
cae la tarde y miro el reloj y digo: Ahora estaría yo en
Buenos Aires tomando el té con mis amigas. Y vuelvo a
Buenos Aires y pienso que podría estar allí conmis
hermanas". Cuenta, además, que Rolando Hanglin le dijo:
"Mira, te voy a poner el apelativo de Caballero español,
porque conocí a un vasco que estaba loco por mi tía
y que cuando iba a casa decía, juntando los talones a la
prusiana: ‘¡Mujica, caballero español!’ " (3).

Ángeles de Dios de Martina "nació en
Comodoro Rivadavia y desde hace más de cuatro
décadas vive en Resistencia,
Chaco. Es hija y nieta de inmigrantes españoles- andaluces
y vascos. Escribe sobre temas inmigratorios mediante los
testimonios orales de sus protagonistas, el uso de la historia oral, la descripción de fotografías y la
investigación histórica" (4). Es la
autora de Vascos en el Chaco: historias de vida
(5).

A Eibar llegaron los hermanos Sarasqueta, a conocer a
sus parientes vascos, de los que no tenían noticias desde
1902. El encuentro fue posible gracias a la Asociación
para la Cooperación Mundial entre Vascos, que ayudó
a localizarlos. "Regresaron la semana última, con las
valijas llenas de fotografías, comidas típicas y
libros sobre el lugar. ‘El primer encuentro con Pedro,
primo segundo, de 65 años, fue impactante por el parecido
con mi padre. Nos recibieron como una verdadera familia.
Valió la pena el esfuerzo’, contó Marcelo"
(6).

Sebastián Batista escribe, en "Periodistas de Mar
del Plata" acerca de Félix de Ayesa, quien "nació
el 18 de mayo en Olite (España). Llegó a nuestra
ciudad en 1910 y con su familia se radicó en Mar del
Plata. Vecino del barrio "La Estación" de trenes desde
temprano tuvo apego por la lectura y
la historia.
Egresado del Instituto Peralta Ramos, Don Félix fue
durante su vida hombre de
campo, obrero, periodista,, librero, funcionario público,
docente y en sus últimos años de vida, historiador.
Félix de Ayesa Arismendi y Rubio, como era su nombre
completo, defendió con énfasis los momentos
históricos de la ciudad, principalmente el Oratorio del
Instituto Unzué. Fue declarado ciudadano ilustre de la
ciudad por el Honorable Consejo Deliberante en 1989 y
falleció el 7 de abril de 1996"(7).

Notas

  1. Fernández Moreno, Baldomero: Poesía
    y Prosa
    . Prólogo de Jorge Lafforgue, selección de Nora Dottori y Jorge
    Lafforgue. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  2. Pérez Arango, María José: en
    "Tendencias. La vuelta al origen", en Clarín, Buenos
    Aires, 17 de octubre de 1999.
  3. Flores, Daniel: "A boca de jarro. José Luis
    Alvarez Fermosel ‘La caballerosidad no tiene que ver con
    la geografía’ ", en La Nación,
    Buenos Aires, 21 de septiembre de 2003.
  4. S/F: en www.dunken.com.ar
  5. Martina, Angeles de Dios de: Vascos en el Chaco:
    historias de vida. Buenos Aires, Dunken, 1999.
  6. Linares Calvo, Ximena: "Los hermanos que encontraron
    sus raíces", en La Nación, Buenos Aires, 29 de
    septiembre de 2002.
  7. Batista, Sebastián: "Periodistas de Mar del
    Plata", 20 de septiembre de 2001,
    www.deporteaedu.com.ar.

Varios

Lolita Torres manifestó: "No puedo explicar el
por qué del acento español. No sé, me viene
de adentro, y eso que mis padres eran argentinos. Mis abuelos
paternos eran navarros y los de mamá eran gallegos. Por un
tiempo, todos creyeron que yo era española y eso
provocó el estallido en la comunidad
hispana. Cuando se enteraron de que era argentina no tuvieron el
menor prejuicio y me siguieron apoyando" (1).

Notas

  1. Freire, Susana: "Lolita Torres. Una voz que le
    cantó a los corazones", en La Nación, Buenos
    Aires, 15 de septiembre de 2002.

Sin mención de
origen

Entrevistada por Cristina Pizarro, María Esther
de Miguel contó: "por parte de madre era más bien
de las colonias que rodeaban a Basabilbaso, las moscas (…) mi
papá tenía la usina de Larroque, la usina
eléctrica. Yo me acuerdo de que en mi casa había un
gran diploma que decía ‘A Victoriano De Miguel,
(así se llamaba) benefactor del progreso argentino’
porque él había dado esa fuente. A mí y a mi
hermana nos decían en Larroque "las chicas de la luz", cosa que
nos divertía mucho. Éramos las chicas de la
luz. A mi casa
le decían ‘El palacio de colores y de
luces’ porque teníamos mucha luz y porque
‘Como no pagan la luz, tiene encendido todo’ (…) mi
casa era un barco porque al caer la tarde se oía chuc chuc
chuc que era el ruido de los
motores, como
tenía muchos vidrios de colores, desde el jardín
miraba. Yo en mi casa de la infancia era
muy muy feliz. Porque era un espacio muy alegre" (1).

Entrevistada por Alejandra Correa, recordó: "En
mi casa se hablaba mucho de historia porque mi padre que era un
inmigrante español, era muy curioso e inteligente. Siempre
quería saber la historia del lugar y se preguntaba sobre
Urquiza y yo escuchaba" (2).

En Un dandy en la corte del rey Alfonso,
María Esther de Miguel refiere a propósito de unas
monedas, el motivo que llevó a su padre a emigrar y la
situación económica en la que debió hacerlo:
"todas habían pertenecido a mi papá, quien vino de
España por no hacer la conscripción en Marruecos.
Llegó con una mano atrás y otra adelante, en su
maleta un mantón de mi abuela y… Y nada más.
¡Ah, sí: las monedas!" (3).

Sobre Imperio Argentina escribe Xavier Quiñones:
"Magdalena Nile del Río nace el 26 de diciembre de 1906 en
Buenos Aires, en el barrio de San Telmo. Hija de padres
españoles y de ascendencia inglesa debuta en el teatro de
la Comedia de aquella ciudad con el nombre artístico de
Petit Imperio, apadrinada por la bailarina y cupletista
española Pastora Imperio. Estudia danza en España
donde adoptará el nombre artístico de Imperio
Argentina y debutará en el teatro Romea de Madrid en 1924"
(4). En una entrevista, recordó su formación: "En
Argentina hay unos profesores estupendos, y en España, no
le digo más. Joaquina Ortiz al piano, Juanita Castelao,
que era una verdadera maravilla, y Anna Pavlova, con la que
estuve bailando clásico un par de años, cuando
enseñaba en el Teatro Colón de Buenos Aires"
(5).

Eladia Blázquez agradece que sus padres
españoles hayan sido tan amplios de criterio, aunque su
formación terminó siendo autodidacta: "En mi casa
aprendí a ser libre. Mis padres eran españoles,
él obrero y ella ama de casa. Podían haber sido muy
cerrados pero no. Vieron pronto que tenían una hija
artista, desde que me dieron el primer juguete musical: tuve mis
xilofones, mis pianitos, que venían con la escala completa y
afinada. Y no me obligaban a sentarme a comer si prefería
encerrarme a hacer música. (…) Mis
padres, dentro de sus humildes medios, me
pusieron profesores de música que al poco tiempo
aconsejaban: ‘Déjenla, déjenla cantar y tocar
sola, tiene algo innato’ " (6).

Carlos Szwarcer cuenta que una familia española
había aprendido de los turcos una receta: "Pepe cuenta que
su ‘hermano trabajaba en la pollería de la calle
Gurruchaga, pelaba pollos y mi mamá me mandaba a comprar
allá. Los huevos rotos los vendían más
baratos y yo iba con una ‘lechera’ y le decía
a Gallizy – el dueño del local – ‘Hola, don Juan,
dice mi mamá si me puede dar una docena de huevos
rotos’. Y él me contestaba ‘Sí, claro,
andá, decile al Cholo’. Y yo le decía a mi
hermano, que se iba al fondo, agarraba los huevos sanos, los
golpeaba y los tiraba a la lechera, pero en vez de 12 tiraba como
50 huevos y cuando salía yo le decía ‘Dice mi
hermano que ya está don Juan’. ‘A ver,
qué te voy a cobrar si están todos rotos’ y
no me cobraba nada’. Con el rostro encendido y
nostálgico por el recuerdo de esa artimaña Don Pepe
continúa: ‘Y mi mamá pisaba todo, con
cáscara y los colaba y hacía una masita que le
enseñaron los turcos (sefaradíes), que le llamaban
‘pan esponyado’, pan de España, después
con lo que le quedaba le agregaba un poco de harina y estiraba la
masa con una cuchara y se hacía como un huevo frito y
hacía unas masitas: ‘Mulupitas’ y llevaba la
fuente a la panadería para que se la hornearan. Aprendimos
de los turcos… comíamos a cuturadas’.(3).
Ríe a carcajadas" (7).

Trincado, un inmigrante que llega de España en
1910, construye su casa en Villa Pueyrredón: "Aquella casa
era una pieza de madera y forrada por afuera de zinc, sobre una
plataforma a 40 cm del piso, ya que estaba cerca del arroyo
Medrano y se inundaba con frecuencia. La cocina estaba separada y
el baño al fondo. Sin necesidad de televisión
o radio para
acostarse a dormir, bastaba con que las gallinas comenzaran a
discutir dormidas desde el fondo o que, cuando empezaba a llover,
las ranas se convirtieran en una orquesta sensacional para
entretener a todos los ‘oyentes’. (…) Era una zona
de quintas y los chicos jugaban en la calle. Aquel
Pueyrredón era un gran campo con lagunas donde se cazaban
ranas. Había casas bajas, con calles de tierra, cuna
de tantas travesuras" (8).

Dora Schwarsztein escribe que el 5 de noviembre de 1939,
a bordo del Massilia, llegaron exiliados con destino a Chile,
Paraguay y
Bolivia: "
‘No permiten ni asomarse a los ojos de buey a los
intelectuales españoles en trànsito’,
titulaba el diario local Noticias Gráficas la
noticia del arribo del Massilia al puerto de Buenos Aires,
‘Las medidas adoptadas contra el grupo de
intelectuales y artistas españoles son de un rigorismo que
sólo tratándose de peligrosos confinados se
hubieran aceptado…. Un marinero nos informó que los
españoles refugiados tenían orden de que nadie se
aproximara a ellos y menos que se asomaran por los ojos de buey.
Es lamentable lo que ha ocurrido. No sabemos ni nos interesa
saber quién ha dado la orden terminante de que ese grupo
de gente que representa de modos distintos a la cultura y el
cerebro de
España permanezca en la sombría situación de
los delincuentes incomunicados’ " (9).

Una exiliada española brinda su testimonio a
Schwarsztein: "En el Massilia iban muchos artistas, escritores y
periodistas españoles. Con ellos viajaban numerosos
refugiados judíos polacos e italianos. Juntos
compartían la tercera clase en condiciones deplorables de
hacinamiento y promiscuidad. El viaje fue largo. Ver por
última vez las costas españolas fue muy triste,
pero era la libertad. El
grupo se integró maravillosamente, no se conocían
de antes ni tenían en definitiva nada en común,
salvo la guerra. Todos sintieron un profundo odio hacia la
tripulación francesa que los trataba mal, y que tanto
odiaban a los rojos como a los judíos. Fueron horribles
las peripecias vividas a bordo ante la amenaza constante de los
submarinos nazis. Finalmente, el Massilia atracó en Buenos
Aires, desde donde seguirían viaje a sus destinos finales
en otros países. MC recuerda que, mientras los pasajeros
esperaban a bordo el inicio de la nueva etapa de su viaje, se
presentó en el puerto Natalio Botana, director del
periódico Crìtica, que,
sorpresivamente, ofreció a los españoles una suma
importante de dinero para
facilitar su asentamiento en la Argentina". Consiguió,
además, "del presidente Ortiz el permiso para que ese
puñado de hombres, mujeres y niños
pudieran afincarse legalmente en el país" (10).

Dora Schwarsztein presenta el testimonio de una
española que llegó al Hotel. Dice la mujer: "Nos
metieron en el Hotel de Inmigrantes. Salas muy limpias, pero,
claro, una tristeza enorme. Nos agolpamos todas las mujeres
españolas por un lado. Yo recuerdo las señoras
más mayores que había, todas estaban tristes.
Allí por primera vez vi un mate" (11).

José Arias expresó sus vivencias en el
hotel de Puerto Madero, al que llegó en el 30: "Quiero
dejar aquí constancia del trato y de la atención que las autoridades tenían
con los inmigrantes. Nos daban comidas sanas y abundantes; para
dormir, camas limpias y cómodas; en mi caso han pasado
sesenta y ocho años, yo entonces tenía trece, pero
nunca podré olvidar mi paso por el Hotel de Inmigrantes. Y
como si esto fuera poco las autoridades de inmigración le sacaban el pasaje a destino
y se lo pagaban, y hasta lo acompañaban hasta las
estaciones, por lo menos en mi caso" (12).

En septiembre de 2000, se inauguró Casa FOA en el
Hotel de Inmigrantes. El estudio de Laura Ocampo y Fabián
Tanferna, que tuvo a su cargo la ambientación de uno de
los dormitorios, "antes que una reconstrucción
histórica, prefirió hacer un homenaje a todos
aquellos que vinieron con el coraje de iniciar una nueva vida"
(13). Para ello, contaron con la colaboración de algunos
de los inmigrantes que se hospedaron en el Hotel, quienes narran
sus historias en sendas grabaciones. Son estos hombres y mujeres
los húngaros Antonieta Rubido Zichy de Eicket,
Américo de Gosztonyi, Esteban Bergner y Eugenio Weisz; Ana
Wasinger de Schaab, nieta de ruso alemanes, y el español
José Pereira Barros.

Notas

  1. Pizarro, Cristina: "Con María Esther de
    Miguel", en El Tiempo, Azul, 14 y 21 de septiembre de
    2003.
  1. Correa, Alejandra: "María Esther de Miguel:
    la novela
    histórica", en Magazine Actual, Año 2 N° 8,
    Diciembre de 1997.
  2. Miguel, María Esther de: Un dandy en la corte
    del rey Alfonso. Buenos Aires, Planeta, 1999.
  3. Quiñones, Xavier: "Imperio Argentina",
    Extraído del CD BMCD 7601, sello Blue Moon, serie
    "Cancionero de Oro", editado en España, en
    www.todotango.com.
  4. Texto: Manu Mediavilla / Fotos: Marina
    del Mar: "Imperio Argentina – Cantante y actriz", 5 de
    noviembre de 2001, www.canales.laverdad.es
  5. Madrazo, Cecilia: "Eladia Blázquez: 10 cosas
    que sé", en La Nación Revista, 15
    de septiembre de 2002.
  6. Szwarcer, Carlos: "Hechizo Sefaradí", en
    SEFARaires, Nº18, 2003.
  7. Quirney Aguirre, Carla: "Don Elías Trincado",
    en El Barrio Villa Pueyrredón, Buenos Aires, Septiembre
    de 2003.
  8. Schwarsztein, Dora: "La llegada de los republicanos
    españoles a la Argentina", en Estudios Migratorios
    Latinoamericanos, Nº 37, CEMLA, Buenos Aires,
    1997.
  9. ibídem
  10. Schwarsztein, Dora: Entre Franco y Perón.
    Memoria e
    identidad
    del exilio republicano español en la Argentina.
    Crítica, 2001.
  11. Arias, José: Disqueprensa en La Prensa, Buenos
    Aires, 1998.
  12. Folleto escrito por Ocampo-Tanferna, para Casa FOA
    2000.

Españoles y
otros

Los inmigrantes trabajaron asimismo en el adoquinado de
las calles. Lo recuerda José Luis Corsetti, quien afirma:
"De las canteras de Tandil salió gran parte del empedrado
de las calles de nuestro país. Los picapedreros
españoles, italianos, montenegrinos y yugoslavos fueron,
desde 1870, personajes entrañables que dejaron cuerpo y
alma, cuando no la vida, en cada cincelada" (1).

Hugo Nario describió la dura vida de los
picapedreros: "Despeñarse, quedar aplastado por el
desprendimiento de piedras o cascajo, perder un ojo reventado por
una escalla o por un pinchote mal templado, morir destrozado por
una voladura imprevista, caer bajo las ruedas de las zorras que
bajaban cargadas de material desde lo alto de la pendiente, o
carros cuyo control de
descenso se perdía, y volcando arrastraban por el
precipicio a caballos y conductor. Y en todo tiempo, el arresto,
el allanamiento, las redadas, días y meses de encierro, la
amenaza de la deportación, a veces sin proceso"
(2).

Escribe Nélida Boulgourdjian-Toufeksian: "En la
localidad de Berisso estaba el frigorífico Armour La Plata
S.A. que inició sus operaciones en
1915. Entre dicho año y 1930, el 60% de su población obrera estaba constituida por
hombres y mujeres provenientes de Europa y Asia. Los
armenios compartieron con los italianos, españoles, rusos
y árabes, las pesadas tareas en desfavorables condiciones
de trabajo" (3).

En "Flandria, la ciudad-fábrica cuyo
espíritu vive en una banda", Jorge Iglesias se refiere al
belga Julio Steverlynck; presenta, además, el testimonio
de personas que estuvieron vinculadas a la Algodonera Flandria.
Iglesias escribe: "Por cierto, en la Argentina de finales de los
veinte, encontrar un obrero textil calificado era tarea de
cíclopes. Así, Steverlynck le abrió las
puertas de la fábrica a gran cantidad de inmigrantes
españoles e italianos. Toda gente que había dejado
sus raíces. Gente que venía a ‘hacer la
América’. Mejor, ¿por qué no?: a hacer
la Flandria… Pero, como la gente trabajando se hace, de los
telares no sólo salieron telas, como se verá,
también salieron ‘hombres de Flandria’ "
(4).

Aurora Alonso de Rocha se refiere a los editores de
periódicos de Olavarría, localidad bonaerense: "Los
españoles, dueños de un buen idioma hablado y,
seguramente, monopolizadores del español escrito en un
país babélico, eran los editores obligados"
(5).

Víctor Dorsch se refiere a las diferentes
actitudes que
se manifestaban hacia los inmigrantes: "Surge en mi memoria la
evocación maternal de la señora Beatriz, como la
llamábamos todos los que fuimos sus alumnos (…) en
aquellos años de su permanencia en
Hernández, que por cierto no fueron pocos. (…) a
nosotros (…) se nos conocía por el mote despectivo de
rusos (pero) aquella buena maestra no hacía
ningún distingo entre los así llamados y los que,
por su ascendencia española, italiana o nativa, no
pertenecían a esa casta un tanto despreciable (sic)"
(6).

Notas

  1. Corsetti, José L.: "Lejos del corralito, cerca
    de la naturaleza", en
    La Nación, 27 de enero de 2002.
  2. Nario, Hugo: "Cortando piedra", en Todo es historia,
    N°178, Marzo de 1982.
  3. Boulgourdjian-Toufeksian, Nélida: Los armenios
    en Buenos Aires. La búsqueda de la identidad
    (1900-1950). Buenos Aires, Centro Armenio, 1997.
  4. Iglesias, Jorge: "Flandria, la ciudad-fábrica
    cuyo espíritu vive en una banda", en La Nación,
    Buenos Aires, 28 de enero de 2001.
  5. Alonso de Rocha, Aurora: "Los gallegos en
    Olavarría", en El Tiempo, Azul, 30 de octubre de
    1994.
  6. Weyne, Olga: El último puerto. Del Rhin al
    Volga y del Volga al Plata. Buenos Aires, Editorial Tesis/Instituto Torcuato Di Tella,
    1986.

En memorias

Asturianos

Niní Marshall, hija de asturianos,
escribió sus memorias.
Afirma Fernando Noy: "Previsora, para disipar dudas sobre sus
procesiones por los laberintos de la memoria,
ella nos legó, acicateada por su amigo y representante
Lino Patalano, la invalorable Autobiografía donde
emerge, con astucia de autora consumada y en una sesión de
magia interminable, tan verosímil y viva como siempre,
quizás de un modo inconciente desdiciendo aquella
frase-consigna en uno de sus libretos radiales:
‘Déjenos contarle algo, déale. Si no va a
parecer una mujer demasiado
misteriosa, de esas que salen al cine y
después les agarra la mamesia al cerebro’. Y
si era necesaria mucha ‘propicacia’ para hacerlo,
sospecho que sólo quiso recompensarnos con estas
páginas a modo de despedida" (1).

Notas

  1. Noy, Fernando: "A los ‘pieses’ de la
    Marshall", en Clarín, Buenos Aires, 24 de mayo de
    2003.

Gallegos

En sus Memorias,
Lucio V. Mansilla describe las condiciones en las que los
gallegos realizaban el viaje hacia América: "El italiano
no había comenzado aún su éxodo de
inmigrante. De España, en general del Ferrol, de La
Coruña, de Vigo sobre todo, sí llegaban muchos
barcos de vela, rebosando de trabajadores, aprensados como
sardinas (…) En cierto sentido eran como cargamento de
esclavos" (1).

Gladys Onega escribió Cuando el tiempo era otro.
Una historia de infancia en la
pampa gringa (2), convencida de que "todos tenemos derecho a
escribir nuestra historia" (3).

Su historia se inicia en Acebal, provincia de Santa Fe,
donde nace en 1930, y continúa en Rosario, ciudad a la que
se mudan en 1939. Sus primeros años transcurren en el seno
de una familia integrada por un gallego tan esforzado y
ahorrativo como autoritario; una criolla apasionada por la hija
mayor, la lectura y la
costura; y dos hermanos, que acaparan la atención que la pequeña
reclamará para sí. Junto a ellos encontramos
la familia de
la casa da pena –los gallegos que quedaron en su tierra-,
los parientes gallegos que emigraron y los parientes criollos de
la madre, y los inmigrantes –en su mayoría
italianos- que viven en el pueblo.

Los días de la infancia son descriptos con
nostalgia y visión crítica. Las peleas entre los
padres, los accesos de tos convulsa, las comidas inmigrantes y
nativas, el aprendizaje de
las primeras letras, los internados católicos para varones
y mujeres, la tolerancia ante
la conducta infantil
y los castigos que imponía cada uno de los progenitores,
son recordados en el marco que proporcionan a esta familia los
avatares de la vida en la Argentina y en Europa; la Guerra Civil
en España y el fraude
político en Santa Fe son episodios evocados detenidamente
por esta narradora.

En "Mínima autobiografía de la exiliada
hija", trabajo que integrará un volumen sobre el
exilio español republicano de 1939, a publicar por la
Universidad de
Lérida, María Rosa Lojo se refiere a su vida como
hija de un gallego y una madrileña exiliados en la
Argentina. Sobre su padre, exiliado gallego, escribe: "Dejaba
negocios
equivocados y proyectos
irrealizables. Dejaba también (aunque de eso me
enteré después de su muerte: era un
hombre pudoroso) una cierta reputación juvenil de
‘mala cabeza’, y de playboy
coruñés, que fascinaba a las muchachitas y
escandalizaba a sus madres. Dejaba una España que para sus
ojos había retrocedido siglos en el tiempo, donde no
cabía la dimensión de su deseo. El futuro estaba
afuera. Había resuelto que en las nuevas tierras
haría otra cosa, y sería, casi, otra persona"
(4).

Notas

  1. Mansilla, Lucio V.: Mis memorias
  2. Onega, Gladys: Cuando el tiempo era otro. Una
    historia de infancia en la pampa gringa. Buenos Aires,
    Grijalbo-Mondadori, 1999.
  3. Duche, Walter: "Todos tenemos derecho a escribir
    nuestra historia", en La Prensa, Buenos Aires, 18 de julio de
    1999.
  4. Lojo, María Rosa: "Mínima
    autobiografía de una ‘exiliada hija’ ", en
    Sitio Al Margen Revista Digital. Noviembre de 2002.

Vascos

Miguel Canè relata que los estudiantes
encontraban diversas distracciones en la quinta de Colegiales;
una de ellas, vinculada a unos inmigrantes. "En la Chacarita
estudiábamos poco, como era natural; podíamos leer
novelas
libremente, dormir la siesta, salir en busca de camuatìs y
sobre todo, organizar con una estrategia
científica, las expediciones contra los
‘vascos’ ".

Describe el escenario y las virtudes de la fruta de esos
quinteros: "Los ‘vascos’ eran nuestros vecinos hacia
el norte, precisamente en la dirección en que los dominios colegiales
eran más limitados. Separaba las jurisdicciones
respectivas un ancho foso, siempre lleno de agua, y de
bordes cubiertos de una espesa planta baja y bravía.
Pasada la zanja, se extendía un alfalfar de una media
cuadra de ancho, pintorescamente manchado por dos o tres
pequeñas parvas de pasto seco. Más allá
(…) en pasmosa abundancia, crecían las sandías,
robustas, enormes, (…) allí doraba el sol esos
melones de origen exótico (…) No tenían rivales
en la comarca, y es de esperar que nuestra autoridad sea
reconocida en esa materia. Las
excursiones a otras chacras nos habían siempre producido
desengaños, la nostalgia de la fruta de los ’vascos
nos perseguía a todo momento, y jamás vibró
en oído
humano en sentido menos figurado, el famoso verso de Garcilaso de
la Vega" (1).

Carlos Ibarguren describe, en La historia que he
vivido
, el Buenos Aires de su infancia, en la década
de 1880. En ese entonces, "en los barrios residenciales
veíanse de mañana a los lecheros, casi todos
vascos, que llevaban en los costados de su cabalgadura sus
clásicos tarros de latón, o a los que arriando
algunas vacas con sus mamones, al son tintineante de un cencerro,
ofrecían leche
recién ordeñada" (2).

Notas

  1. Cané, Miguel: Juvenilia. Capítulo.
    Buenos Aires, CEAL, 1980.
  2. Ibarguren, Carlos: La historia que he vivido. Buenos
    Aires, Dictio, 1977.

Cántabros

Baldomero Fernàndez Moreno nació en Buenos
Aires en 1886; falleció en esta misma ciudad en 1950.
Evocó sus años de infancia, una edad escindida
entre dos tierras, Argentina y España. Recuerdos de estos
años se encuentran en su poesía,
y también en su libro en prosa
titulado La patria desconocida (1), publicado por primera
vez en 1943, como anticipo. Quince años más tarde,
esta obra se publica en la Biblioteca
Menèndez y Pelayo, de Santander, con estudio preliminar de
Gerardo Diego. En Argentina, La patria desconocida se
edita en un solo tomo con otro volumen, Vida
y desapariciòn de un mèdico
, que habìa
visto la luz en 1935. Ambos volùmenes se unifican bajo el
tìtulo de Vida. Memorias de Fernàndez
Moreno.

En el prólogo a sus memorias, Fernández
Moreno se refiere a la relación de las mismas con sus dos
patrias, y deslinda la incidencia que España y la
Argentina tienen en ellas: "Son páginas, pues,
españolas por el recuerdo que las informa, argentinas por
la mano que las trazó. Por eso este libro cobra un sentido
vernáculo, americano. Y todo aquello en medio del suspirar
por mi patria, por curiosidad, por exotismo, por poesía
naciente, y, por lo que es lo cierto, por indefinible amor hacia
ella".

Notas

  1. Fernández Moreno, Baldomero: La patria
    desconocida.

Sin mención de origen

Raúl G. Fernández Otero escribió
Ausencias, presencias y sueños (1),
autobiografía en la que evoca su infancia en un barrio
porteño, allá por el 30. El rememorar sucesos de su
vida personal lo
obliga a describir la época en que transcurren y el modo
de vida de esos tiempos que -en la pluma de Fernández
Otero- parece mucho más humano que el agitado vivir del
presente. Los padres y el hermano españoles, los vecinos,
los carnavales, las anécdotas que pueblan toda historia a
lo largo de una dilatada existencia, son la materia de la
primera parte del libro.

Notas

  1. Fernández Otero, Raúl: Ausencias,
    presencias y sueños
    . Buenos Aires, Tu
    Llave.

En
biografías

Asturianos

En "Florencio Constantino: Breve Biografía", leemos:
"Como en el caso de tantos otros inmigrantes que llegaron a
nuestro país, Florencio Constantino emigró a
América siendo muy joven para labrarse un porvenir. (…)
Hijo de Antonio Constantino Sánchez, natural de Valleval,
Asturias, y Antonia Carral Ruiz, santanderina de Arredondo,
Mariano Florencio Constantino Carral nace en Ortuella el 9 de
abril de 1868. (…) Florencio aprende con entusiasmo a tocar la
"vigüela" y rápidamente agrega a su repertorio de
canciones vaskas y españolas el canto de ‘aires
criollos’, que lo harán conocido y apreciado en
cuanta reunión festiva se dé en Bragado y
aún en las manifestaciones políticas.
(…) El año 1895 ha de ver a Constantino trasladado a
Buenos Aires, dispuesto a ser cantante. (…) trajinó los
máximos escenarios líricos del mundo. En Buenos
Aires se presentó en el Teatro de la Opera, en el Teatro
Odeón, en el Teatro Avenida, en el Hotel París, en
el Orfeón Español, en el Centro Vasco Laurak Bat,
en el Teatro Coliseo y en el Teatro Colón en varias
oportunidades. Hizo actuaciones en otras ciudades como Rosario,
La Plata, Bahía Blanca, Córdoba y por supuesto en
Bragado. (…) murió el 16 de noviembre de 1919, solo,
triste y casi olvidado. Pero con la certeza, más
allá de su delirio, de que había cumplido aquel
sueño de desenterrar el tesoro que llevaba en su garganta.
Sus restos descansaron en el Panteón Vasco del cementerio
de la ciudad de México D.F
y fueron repatriados a la Argentina en 1986, donde esperan su
último destino en Bragado, el pueblo de sus amores"
(1).

En Los dones del tiempo (2), Rubén
Benítez relata la historia de la asturiana Cecilia
Caramallo. En esa obra, el escritor vuelve al tema abordado diez
años antes en La pradera de los asfódelos
(3): la inmigración y, más
específicamente, la vida de los inmigrantes en
Bahía Blanca, sus expectativas cumplidas y fallidas, sus
recuerdos, sus abnegaciones.

América aparece –al igual que en todas las
obras de emigración- como el destino soñado, que
desconcierta a los extranjeros con su forma de entender la vida y
las distancias. Para una asturiana, las tierras son enormes, la
cantidad de ganado es tal que debe dormir a la intemperie. Son
realidades difíciles de aceptar para quienes vienen
acostumbrados a lo exiguo, a lo mínimo. Recuérdese
al respecto la sensación de la protagonista cuando ve que
tiran comida. Piensa qué hubieran hecho en su aldea con
aquello que derrochaban los argentinos.

La vida de su madre es el tema que Jorge
Fernández Díaz eligió para su libro.
Mamá (4). La asturiana Carmen Díaz, nacida
en 1932, a los quince años viaja hacia América. La
pasó mal en el viaje. Aquí la esperaban sus
tíos, con los que vivió haciendo las veces de hija
adoptiva y criada. Sus tíos "importaron a una hija de
España porque el médico que operó a Consuelo
de un fibroma tuvo al final que extirparle los ovarios. (…)
Pedía una niña, y prometía cuidarla y
educarla hasta que mi abuela pudiera viajar".

La narración, estructurada en capítulos
con nombres de los personajes, surge del reportaje que Jorge
Fernández Díaz, director de la revista
Noticias, efectuó a su madre durante más de
cincuenta horas; "Comencé a garabatear frases e ideas
sobre su azarosa biografía en un
cuaderno Rivadavia de tapa dura cuando me contó que
hacía lagrimear a su psiquiatra", escribe el
hijo.

Ese dolor de la inmigrante, y su fe en el futuro, que la
hizo salir adelante en un mundo en el que poco apoyo
tenía, son homenajeados por Fernández Díaz
en una obra que nos hace sentir admiración por esta mujer
que logró tanto contando sólo con su
tenacidad.

Susana Degoy es la autora de Niní Marshall, La
máscara prodigiosa
(5), biografía de la actriz
hija de asturianos. Degoy afirmó: "De la mano de
Niní, los argentinos nos reímos de nosotros mismos,
de la prepotencia y la cursilería, de la mezquindad y la
picardía. También de su mano aprendimos a respetar
la melancolía y los caprichos de los abuelos inmigrantes"
(6).

Niní Marshall es también la protagonista
de dos biografías aparecidas
recientemente: "Los festejos por los 100 años que
cumpliría Niní Marshall este 1° de junio
incluyen dos libros biográficos (…) Las
biografías que aparecen en estos días son
¡Niní está viva!, de la periodista
Patricia Narváez (…) Cuenta con materiales
inéditos del archivo familiar
de Angelita Abregó, hija de la actriz (…) Por otra parte
se publica Niní Marshall. El humor como refugio, de
Marily Contreras" (7).

Notas

1. S/F: "Florencio Constantino: Breve Biografía",
en Municipalidad de Bragado.

  1. Benítez, Rubén: Los dones del tiempo.
    Buenos Aires, GEL, 1998.
  2. Benítez, Rubén: La pradera de los
    asfódelos. Bahía Blanca, Siringa,
    1989.
  3. Fernández Díaz, Jorge: Mamá.
    Buenos Aires, Sudamericana, 2002.
  4. Degoy, Susana: Niní Marshall, La
    máscara prodigiosa. Manrique Zago, 1997.
  5. Ulanovsky, Carlos: "Niní Marshall Genia y
    figura", en La Nación Revista, Buenos Aires, 25 de mayo
    de 2003.
  6. Noy, Fernando: "A los ‘pieses’ de la
    Marshall", en Clarín, Buenos Aires, 24 de mayo de
    2003.

Gallegos

Manuel Castro es el autor de la biografía de
Manuel Dopazo. En ese trabajo, escribe: "La llegada de una
compañía de zarzuela a Buenos aires que ofreciera
Maruxa, requería la presencia de un gaitero. Manuel Dopazo
era el elegido. Su actividad artística lo hizo llevar la
gaita al Teatro Colón que es a lo máximo a lo que
se puede aspirar. Fue la noche del 12 de octubre de 1930 estando
presente en esa ocasión el Presidente de la
República Argentina, don Hipólito Yrigoyen. Dopazo
y sus músicos también recorrieron Brasil y Uruguay.
Participó en la película
‘Cándida’ con la famosísima Niní
Marshall y en ‘La calle junto a la luna’ con Marisa
Ibáñez Menta y Juan Carlos Thorry. Además de
ser un eximio ejecutante, Dopazo fabricaba gaitas, generalmente
para vender y fue aquí en Buenos Aires donde
aprendió a tornear. Manuel Dopazo vivió de la gaita
y mantuvo una familia de once hijos. Fue el único que pudo
hacer eso, otros gaiteros tenían otros trabajos. Soldaba
las gaitas con plata, soplando y eso lo llevó a la tumba"
(1).

También de España era un trabajador
evocado por Félix Luna en Soy Roca. Nos referimos a
Gumersindo García, mayordomo del presidente, hombre que,
de a poco, fue ascendiendo desde su primitiva ocupación de
mucamo, gracias a su bonhomía y fidelidad. En esa
biografía novelada, relata el protagonista: "me dispuse a
veranear con mis hijas en un lugar del que se estaba hablando
mucho: Mar del Plata. Pellegrini era un entusiasta de este
balneario y aseguraba que un mes entero allí era una
verdadera fuente de juvencia. Me fui con mi prole, la gobernanta,
Gumersindo y alguna muchacha de servicio,
instalándome en el Bristol Hotel, que era el centro social
del pueblito" (2).

Notas

  1. Castro, Manuel: "Manuel Dopazo", en Viajero
    Celta
    , 1996.
  2. Luna, Félix: Soy Roca. Buenos Aires,
    Sudamericana, 2000.

En
periodismo

Gallegos

Roberto Arlt viajó a Europa en 1935, enviado por
el diario El Mundo, y remitió desde allí sus
"Aguafuertes gallegas" (1), serie de notas sobre los gallegos y
su relación con América, en las que tiene gran
importancia el tema de la inmigración a la
Argentina.

En estos artículos de Arlt son frecuentes las
comparaciones: entre dos localidades gallegas, entre los gallegos
y los andaluces, entre los gallegos y los argentinos. De esta
última, no salimos bien parados, ya que el periodista
advierte que nuestra inferioridad en cuanto a capacidad de
sacrificio y laboriosidad es la que hace que un sector de nuestro
pueblo desestime al gallego. El cronista nos habla de las duras
condiciones en que se desenvuelve la vida en el noroeste
español y le resulta lógico que para el gallego
inmigrante todo sea sencillo en las Américas: "No se
siembra sobre piedras. La tierra es
tan tierna que en verano se la cruza en ferrocarril entre grandes
nubes de polvo. Aquí, en España –agrega-,
la tierra es
tan dura, que en pleno verano, cruzando la llanura de la Mancha,
que no es llanura sino una sucesión de suaves colinas,
después de seiscientos kilómetros de
travesía, conservamos la ropa limpia. (…)
¿Qué significa el esfuerzo en la gran llanura
–se pregunta-, comparado con la lucha en la mar traidora o
en la montaña empinadísima?".

En "Temas de la patria anterior" (2), escribe
González Carbalho: "Quienes fueron antes que yo en mi
sangre,
partieron por donde yo entré en España. Recuerdo
que en algún coloquio de lembranzas, hablóme
mi padre de cuando se echaba a nadar en la radiante bahía
de Vigo. Eran intentos para irse. Estaba haciendo la
práctica para la gran travesía. El alma navegante
se estaba familiarizando con la onda, el yodo, la brisa que
blanquea de sal la cara. Así partió siendo
niño. Y yo volví por donde él partió,
siendo ya varias veces hombre. Es decir: hombre y experiencia,
hombre y afán de indagar en la raíz, de sentirme en
la fuente de la savia. Hombre que necesita respirar los aires de
su patria anterior".

Notas

  1. Arlt, Roberto: Aguafuertes gallegas. Santa Fe,
    Ameghino, 1997. Selecciòn, pròlogo y notas por
    Rodolfo Alonso.
  2. González Carbalho, José: "Temas de la
    patria anterior", en La Prensa, Buenos Aires, 21 de abril de
    1957 Citado en Requeni, Antonio: "Un poeta arxentino en
    Galicia: González Carbalho". Separata del Boletín
    Galego de Literatura.

Vascos

Manuel Mujica Làinez visita Villafranca de Oria,
pueblo cercano a San Sebastián, en una
"peregrinación a las fuentes": "Con
Armendàriz torné a entrar en la iglesia. Me
enseñó, en los registros
parroquiales, las anotaciones que consignan los bautismos,
matrimonios y muertes, de gente remota vinculada a mí. Y,
saliendo del templo neblinoso, me mostró junto a él
la que fue casa de mis mayores y que, desde 1890, más o
menos, está destinada a escuela, correo,
dependencias municipales y qué sé yo qué.
Sobre la puerta sigue intacto el blasón, como en tantas y
tantas casas de Guipùzcoa" (1).

Abel Posse "cuenta la historia de Casimiro Aín,
que bailó ante Pío XI el Ave María,
de Canaro". "A las 9 de la mañana del 1° de febrero de
1924, Casimiro Aín (el Vasco o el Lecherito),
pálido y seguramente un poco aterido (invierno), sale del
hotelito de la vía Torino que le reservó la
embajada y sube a un taxi. Lleva una modesta valija con los
elementos esenciales: botines abotonados, pantalón de
fantasía con trencilla, chaqueta negra con vivos,
pañuelo al cuello, o lengue de seda japonesa y un
puñal de madera que le parecerá conveniente no
agregar al atuendo. Lleva puesto el invariable chambergo
borsalino, el gacho gris arrabalero, de cinta ancha y ribete
negro en el ala. Símbolo del malevaje ríoplatense"
(2).

Notas

  1. Mujica Làinez, Manuel: Placeres y fatigas de
    los viajes.
    Crónicas andariegas. Vol. I. Buenos Aires, Sudamericana,
    1984.
  2. Posse, Abel: "Lejanas batallas del tango (I) 1924.
    El vasco Aín en la Santa Sede", en La Nación
    Revista, Buenos Aires, 5 de octubre de 2003.

Varios

En "El siglo disfrazado", Mauricio Kartun analiza la
relación del Carnaval con la inmigración: "Fue con
el vendaval inmigratorio de principio de siglo que la farra
desbordó todo orden institucional, la mascarita se
independizó, y el disfraz pasó a ser un atributo de
fenomenal creatividad
individual, un orgullo familiar en el que las mujeres de la casa
lucían su solvencia con el molde y la aguja".

Una vez disfrazado el niño, debía
fotografiárselo, para enviar esa imagen al
país de origen: "Colas de una cuadra en Foto Bixio, o en
Pascale, bajo el sol calcinante
de febrero, ese que aseguraba con el resplandor de la primera
tarde los mejores contrastes en la vidriada galería de
pose del estudio. ¿Cómo testimoniar sino
allá en el terruño el prodigio de costura, las
costumbres, el crecimiento y la belleza de los chicos,
engalanados y maquillados?"

El afianzamiento de la inmigración hizo que
cambiaran los disfraces elegidos por las madres para sus hijos:
"Viejas fotos.
Sólo eso queda de aquella magnífica pasión
por el disfraz. De pierrot, sobre todo, hasta los
años 20 en que las colectividades tomaron peso propio. De
allí en más predominaron los baturros,
toreros y gaiteros asturianos, las majas,
las gitanas, y los vascos pelotaris con sus paletas
en miniatura, o su versión lechera con los tarros
también a escala"
(1).

Notas

  1. Kartun, Mauricio: "El siglo disfrazado", en
    Clarín Viva, 20 de febrero de 2000.

En
costumbrismo

Andaluces

En la revista Caras y Caretas se lee que por la
Avenida de Mayo transitaba el vendedor de cigarrillos, un andaluz
que pregonaba: "¡Qué distraídos,
andéis! ¡Qué distraiídos!/
¡Miraise bien los bolsillos!/ ¡Habéis orvidao
los cigarriyos!" (1).

Notas

  1. En Caras y Caretas, 1901.

Gallegos

En "Carnavalesca", Fray Mocho desliza la crítica
social, al afirmar que a la doméstica gallega, la patrona
la explota. De la abusadora señora dice el personaje: "se
aprovecha de que sos d’España para sacarte el jugo
por unos cuantos centavos". El retrato que hace del temible
gallego hermano de la joven, es despectivo, ya que pone en boca
de la doméstica este concepto: "Yo lo
conozco a mi hermano y sé que a bruto y terco no le han de
ganar muy fácil…" (1).

Notas

  1. Alvarez, Sixto A. (Fray Mocho) Cuentos. Buenos
    Aires, Huemul.

Vascos

La conversación que Fray Mocho reproduce en
"Nobleza del pago" evidencia en qué medida se
confundían los orígenes de los habitantes de
nuestro país. Una mujer cree que su abuela es vasca. A esa
convicción, le responde una parienta: "Más bien
tirab’a pampa o a correntina por l’habla… ¡Si
era bosalísima! El viejo parece que se juntó con
ella cuando andaba de picador de carros, p’allá, pa
la cost’el Salao, que fue de an’de comenzó a
internarse pa l’Azul…" (1).

Godofredo Daireaux es el autor de "Matufia", en el que
escribe: "Después del confortable almuerzo, se fue don
Narciso a siestear, y se sentaron a la sombra de los preciosos
aromas que rodeaban la estancia de don Carlos Gutiérrez,
hacendado de la vecindad, don Julio Aubert, francés
acriollado y mayordomo de una gran estancia vecina y un vasco,
ovejero rico de por allá, que llegado a comprar carneros,
a la hora de almorzar, había sido convidado por el
dueño de casa" (2).

Notas

  1. Alvarez, Sixto A. (Fray Mocho) Cuentos. Buenos
    Aires, Huemul.
  2. Daireaux, Godofredo: "Matufia", en Fray Mocho,
    Félix Lima y otros. Los costumbristas del 900.
    Sel.
    y pról. de Eduardo Romano, notas de Marta Bustos.
    Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.

Sin mención de origen

"Diego Corrientes" es uno de los textos que Francisco
Grandmontagne escribió para su "Galería de
inmigrantes", publicada en Caras y Caretas. No manifiesta
que su personaje sea un inmigrante español; lo suponemos,
por el nombre y la descripción de su tierra de origen. En esa
estampa, publicada en 1899, leemos: "La falta de pan y la sobra
de hijos arrojaba a Dieguillo del hogar nativo. Tenía 12
años, saludables como las vetas de joven encina; cual
aguilucho, ágil y fuerte, y bello además, como
engendro de dos cuerpos torneados por duro trabajo"
(1).

En "¡Ficate-in-poco; ficate!", texto de 1908,
Santiago Dallegri presenta a una española que quiere
comprar ligas de seda. Uno de los personajes dice a la mujer:
"-No s’enoje misia España, que dispués de
todo, no lo hago porque me deba un par de nales sino por hacerle
un bien. Pues dígame, ¿pa qué
v’á gastar dinero en
ligas de seda, si naides se las v’á ver?"
(2).

Notas

  1. Grandmontagne, Francisco: "Diego Corrientes", en en
    Fray Mocho, Félix Lima y otros. Los costumbristas del
    900. Sel. y pról. de Eduardo Romano, notas de Marta
    Bustos. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  1. Dallegri, Santiago: "¡Ficate-in-poco; ficate!",
    en Fray Mocho, Félix Lima y otros. Los costumbristas del
    900. Sel. y pról. de Eduardo Romano, notas de Marta
    Bustos. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.

En historietas

Gallegos

En Locuras de Isidoro, historieta de Dante
Quinterno, aparece un mayordomo gallego. "Quién no
disfrutó alguna vez –pregunta Marcelo Benini- de los
enredos protagonizados por Isidoro, ese porteño de vida
disipada que rehuía a cualquier esfuerzo físico,
incluido el trabajo, y
pasaba sus horas en casinos, hipódromos y boites?
Imposible olvidarlo: casi siempre vestía saco cruzado,
polera, mocasines y tomaba whisky importado. Vivía
disgustando a su pobre tío, el coronel Urbano
Cañones, quien sólo confiaba en él cuando
estaba acompañado por Cachorra Bazuka, una hermosa rubia
de aparente compostura que en realidad era su compañera de
juergas. Su otro aliado era Manuel, el mayordomo gallego, que lo
apañaba ante el severo militar cuando Isidoro metía
la pata. Autos
deportivos, ruletas, cartas de
póker, cigarrillos y noche componían la
iconografía de Locuras de Isidoro, la popular
revista que el inolvidable Dante Quinterno (1919-2003)
publicó entre 1968 y 1976, año en que empezó
a reeditarse" (1).

Quino creó al almacenero don Manolo y su hijo
Manolito, personajes de Mafalda.

Notas

  1. Benini, Marcelo: "Isidoro Cañones era de Villa
    Pueyrredón", en El barrio. Periódico de noticias, Agosto de
    2003.

Sin mención de origen

Un hombre dice a su mujer, en una historieta de Emilio
Ferrero: "Pensar que voy a ser papá y le voy a contar las
historias que me contaba mi abuelo… Como esa de cuando vino de
España siendo muy joven y se encontró con un
país rico y lleno de oportunidades…". La
reflexión es amarga: "¡¡Claro que ahora, visto
a la distancia, parecería que el pobre nono desde chico ya
tenía arterosclerosis!!" (1).

Notas

  1. Ferrero, Emilio: "S.O:S: Somos primerizos", en La
    Capital
    , Mar del Plata, 14 de mayo de 2000.

En
novelas

Andaluces

Eugenio Juan Zappietro es el autor de la novela De
aquì hasta el alba
(1), en la que narra lo acontecido
a colonos, soldados e indios durante la Conquista del Desierto,
en el año 1879. Bonhomìa y vileza aparecen
confrontadas en una dupla de inmigrantes. Son ellos un
irlandés, que llegó al desierto en 1866, y el socio
granadino que lo traicionó. La posta en la que
vivían los Bary había sido construida por
O’Flaherty, quien "juraba que Argentina era el país
del futuro. No se equivocó por mucho en cuanto a la
tierra; se equivocó de hombres, pero una lanza araucana
había terminado con él para evitarle la amargura de
comprobarlo".

Notas

  1. Zappietro, Eugenio Juan: De aquì hasta el
    alba
    . Barcelona, Hyspamèrica, 1971

Aragoneses

Manuel Gálvez presenta, en Nacha Regules,
a un aragonés encargado de un conventillo: "El encargado
era un aragonés testarudo, insolente y entrometido. Su
pequeña cabeza desgonzábase sobre un cogote
interminable. El tronco, angosto en los hombros,
ensanchábase hasta las caderas, cuya anchura contrastaba
ridículamente con la longitud de las flacas piernas,
movedizas y simiescas. La expresión adusta del semblante y
la nariz de perro, caricaturizábanle aún
más. Reía explosivamente, empalmando la
agonía de una carcajada con el brusco estallido de otra,
lleno de gesticulaciones, agitándose íntegro, dando
al cuerpo la línea oblícua y caídos los
brazos que temblequeaban chocando contra los flancos y
subían y bajaban sin ritmo, como émbolos
descompuestos. Gustaba hacerse el gracioso, hablando a lo
andaluz" (1).

Notas

  1. Gálvez, Manuel: Nacha Regules. Citado
    en Páez, Jorge: El conventillo. Buenos Aires,
    CEAL, 1970.

Castellanos

Rubén Benítez, autor de La pradera de
los asfódelos
, me dijo en un reportaje: "El pueblo
real es el de mi madre. Allí tomé el escenario,
personajes, anécdotas y muchos elementos que me
permitieron completar la historia de la cual yo tenía la
faz americana. Me conmovió ver el puente sobre el Agueda
del que tanto hablaba mi abuela. Me impactó la
visión mítica de la Patagonia
–que intenté traducir- que tienen muchos de los que
quedaron aguardando a os que viajaron a América y no
regresaron. O la imagen de la
cigüeña, con sus inmensos nidos en los campanarios,
ave migratoria que regresa siempre, por un misterioso
vínculo, y está identificada con el renacer
primaveral" (1).

En ese libro, un hombre que se marchó cuando
llamaron a su quinta, escribe a una madre española:
"Cuando el muchacho crezca, mándamelo. Hay campos inmensos
sin labrar que pueden dar dos o más cosechas al
año. Los animales, que no
se cuentan sino de tanto en tanto, andan sueltos. Aquí
hará fortuna. Cuando convoquen a su quinta mándalo.
Y si quieres venir tú con él, vente. No te
arrepentirás. Sobra lugar y faltan manos". La madre
exclama: "No, hermano. Prefiero que lo manden a Marruecos antes
de que escape a la Patagonia. De
Marruecos regresan todos, de la Patagonia no vuelve ninguno"
(2).

El viajero de Agartha (3), de Abel Posse, fue
distinguida con el Premio Internacional de Novela Novedades
y Diana 1988-1989 en México. El
protagonista de la novela es
Walther Werner, graduado en lenguas orientales y
arqueología, teniente coronel de las fuerzas especiales
nazis, quien se define como "el mensaje de salvación
arrojado al mar enfurecido". "Soy un SS –afirma-: mi primer
mandato es matar o morir matando esa sucia rémora hija de
una cultura
pestilente y sentimental: la nostalgia, la roñosa
humanidad y su engendro bastardo, el mentado ‘humanismo’
". Es justamente esa postura ante la vida la que hace que se
desvincule del hijo que tuvo con una española, que
apareció muerta en Burgos "cuando entraron las fuerzas
vencedoras de Franco". Recuerda el momento en el que, en Madrid,
cortó el débil lazo que lo unía al
niño; entonces aparecen las referencias a la Argentina,
país en el que se cría el pequeño, lejos de
su padre.

Notas

  1. González Rouco, María: "Rubén
    Benítez: el regreso a la entrañable tierra", en
    El Tiempo, Azul, 10 de septiembre de 1989.
  2. Benítez, Rubén: La pradera de los
    asfódelos
    . Bahía Blanca, Siringa,
    1988.
  3. Posse, Abel: El viajero de Agartha. Buenos
    Aires, Emecé.

Catalanes

En la adolescencia,
el protagonista de La gran aldea (1), de Lucio V.
López, acude a la escuela de dos
maestros. Uno de estos maestros era inmigrante: "Don Josef era
oriundo de Cataluña y se vanagloriaba de haber nacido en
el castillo Monjuich, de haber salvado la vida a varias personas,
de haber presenciado un naufragio y de haber sido casi
víctima del hambre de una tigra mansa; preciábase
de haber conocido a la reina de España, doña
Cristina, de haberla visto comer una olla podrida en un
día de toros. Hacía sacrificio de confesarse
descendiente de don Gonzalo de Córdoba, pero no se
prestaba a pregonar mucho el parentesco, y lo repudiaba con
majestad, porque no quería que nadie sospechase que
él aprobaba las rendiciones de cuentas de su
poco escrupuloso antepasado. Vivía crónicamente
colérico, sin que esto importe decir que no supiera
interrumpir sus accesos para hablar con fruición, de los
tesoros de Potosí y de fortunas colosales como las de los
cuentos de
hadas, porque el buen viejo tenía altamente desarrollada
la nota de la codicia".

María Angélica Scotti evoca, en Diario
de ilusiones y naufragios
(2), la vida de una inmigrante
española, desde que, en la infancia, deja España
con su madre; a ellas se unirá un italiano que la mujer
conoce a bordo. "El primer recuerdo que me aparece es el viaje",
dice la protagonista de la novela que mereció el premio
Emecé 1995/6. "En verdad, es más lo que me contaron
que lo que vi con mis propios ojos –continúa. No
sólo porque era muy pequeña sino también
porque hice la travesía encerrada en un camarote muy
especial: viajé oculta bajo las faldas de mamita", porque
"apenas zarpamos de Barcelona, mamita notó que yo
tenía el cuerpo y las mejillas repletos de manchuelas
coloradas. Ella ya había oído decir
que a los enfermos los obligaban a bajar en el primer puerto, y
por eso resolvió esconderme" .

Notas

  1. López, Lucio V.: La gran aldea. Costumbres
    bonaerenses. Capítulo. Buenos Aires, CEAL,
    1980.
  2. Scotti , María Angélica: Diario de
    ilusiones y naufragios. Buenos Aires, Emecé,
    1996.

Gallegos

En la novela En la sangre (1),
de Eugenio Cambaceres, el protagonista y su madre "se detuvieron
frente a la Universidad en
cuya puerta, mostrando un grueso manojo de llaves colgado de la
cintura, estaba de pie el portero, un gallego ñato de
nariz y cuadrado de cabeza".

En La gran aldea, Lucio V. López presenta
gallegos trabajando junto a los criollos: "daban las cuatro y, no
bien había entrado el gallego cotidiano con las viandas,
don Narciso se engolfaba en los antros profundos de la
trastienda". Lucio V. López menciona otro gallego
relacionado con la tienda: "Caparrosa, el cadete de Bringas, un
galleguito ladino y vivaracho" (2).

Escribe Manuel Gálvez, en Nacha Regules:
"Monsalvat imaginó que sus palabras engendrarían
entusiasmo y agradecimiento. Pero no fue así. Unos
torcieron el rostro, otros cuchichearon. Una vieja se puso a
hacer pucheros, y un gallego protestó contra el abuso de
querer echarles de la casa para después subir los
alquileres". El gallego decía que "Si ellos se encontraban
bien, ¿por qué obligarles a aceptar lo que no
pedían? ¿Qué vivían como los cuerpos?
¡Bah! Acaso vivieron antes de otra manera? Eso que
decía el patrón: la higiene y el
aire, era bueno
para los ricos. ¡Los pobres estaban tan conformes sin aire!
Y respecto de la higiene, maldita
la falta que les hacía. Además, si la vida de los
pobres era dura, no correspondía a los ricos pretender
mejorarla. Y que no les dijeran que sus ofrecimientos eran
desinteresados, porque no lo creerían. Ya conocían
demasiado a los ricos. Todos iguales. Si a veces cedían
por un lado, era para reventarlos por otro. Podía, pues,
el patrón marcharse con sus rebajas de alquiler y la
reforma del conventillo. No aceptaban la rebaja, no. ¡Ellos
no se moverían de allí!" (3).

En un conventillo reúne a sus discípulos
José Luna, personaje de Megafón, novela de
Leopoldo Marechal: "En la sala única del púgil se
juntaban sin armonizar el comedor, el dormitorio y una cocina de
leña, cuyo tiraje pésimo fue un manantial de humo
que, sin embargo, nunca molestó en adelante ni a
José Luna ni a sus tres discípulos, en las
discusiones que mantuvieron sobre las metáforas del
Apocalipsis. Los tres discípulos eran Juan Souto,
llamado ‘el gaita’, Vicente Leone, o ‘el
tano’, y Antenor Funes, conocido por ‘el
salteño’ " (4).

María Rosa Lojo define a su novela,
Canción perdida en Buenos Aires al oeste, como "la
historia de una familia narrada a través de siete
personajes, de siete voces: la voz central es la de Irene, que en
sus treinta años rescata ese nudo de vidas que conforma
sus propios orígenes, como quien canta una canción.
Una canción perdida porque es la de la infancia y la
adolescencia, la de la vida tramada por el amor, la
dicha, la desdicha, la enfermedad, la muerte, los
extravíos y las recuperaciones que constituyen el tiempo
irrestañable e incorruptible, como el agua
fluyente, que la palabra, por un momento, crea la ilusión
de retener" (5).

Después de muchos años de exiliados, los
padres de Irene sufrían el mismo desarraigo que los
acompañaría hasta el final de sus días. En
su hogar del oeste, "era el sol de la casa nativa que iluminaba
sus rostros. Los rasgos de mi madre, silenciosos y bellos, como
una estampa antigua; los ojos de mi padre, tristes de mar,
empañados de tiempo recorrido. La mesa del domingo, cuando
comíamos callados y mi padre, sólo mi padre
recitaba, tácitamente, como para sí: ‘Donde
yo me he criado…’ Y ya no escuchábamos; lo
demás se perdía en la bruma nebulosa de un mito siempre
repetido, desesperado y patético como una plegaria
inútil. La única plegaria que papá se
permitía decir" (6).

Horacio Vázquez-Rial es el autor de Frontera
Sur
. "Prostitutas, fantasmas, jugadores, gallos de
riña, socialistas primitivos, héroes del trabajo,
anarcosindicalistas o músicos que se cruzan en la vida de
tres generaciones de emigrantes gallegos, van tejiendo la trama
de Frontera Sur y la historia de Buenos Aires, entre 1880
y 1935. Roque Díaz Ouro, que llega viudo y con un hijo a
la capital
argentina, que se enamora de una prostituta de alto vuelo y que
recibe en su carrera ascendente la ayuda del espectro de un
compadrito degollado, es protagonista de este relato
épico, junto al alemán Hermann Frisch, portador de
un bandoneón y de los principios de
la
organización obrera. Pero también aparecen en
él figuras legendarias como Yrigoyen, Durruti o el propio
Gardel, que definieron el espíritu de una época y
de una ciudad apasionantes" (7)

Graciela Cabal, en Secretos de familia (8),
recuerda su aprendizaje de
muñeira: "A mi amiga Rodríguez tampoco la dejan
estudiar baile, pero ella igual sabe bailar la muñeira,
porque la muñeira se la enseñó la madre. (La
madre de Rodríguez es de un lugar donde todos saben bailar
la muñeira desde que nacen, sin que nadie se la
enseñe). Me da mucha vergüenza, pero igual voy y le
digo a la mamá de Rodríguez si por favor, por
favor, me enseña a mí a bailar la muñeira.
La mamá de Rodríguez dice que ella con mucho gusto
me enseñaría, pero hace tanto tiempo que no
baila… ’Sea buena, mamita’, le dice
Rodríguez a la madre, y la arrastra al patio. Y entonces
la madre empieza a cantar bajito mmmmm mmmmm
mmmmm y a dar unos pasos. Y después se ve que se
anima porque se pone a cantar fuerte y se mueve rápido y
hasta se saca las chancletas y el delantal, y sigue, sigue,
sigue. Y justo llega el papá del trabajo y primero se
asusta y pregunta qué es lo que está pasando en esa
casa, y después se ríe y se pone a bailar enfrente
de la madre. Y yo ya no aguanto y le digo a Rodríguez si
quiere bailar, porque algo aprendí, de mirar. Y todos
bailamos, cantamos y nos reímos, hasta la mamá de
Rodríguez, que nunca se ríe. A la mamá de
Rodríguez, cuando baila la muñeira ni se le notan
los bigotes".

Stéfano, el protagonista de una de las novelas de
María Teresa Andruetto, está alojado en el Hotel de
Inmigrantes: "Cuando el sol baja, Pino y Stéfano salen a
caminar por la ribera, hasta el muelle de los pescadores. Es la
hora en que el organito pasa: lo arrastra un viejo de barba y
gorra marinera que lleva un loro montado sobre el hombro. A
veces, junto a las barcazas, se detienen a oír el
mandolín que suena en una rueda y las canciones que cantan
los hombres de mar. Pero no sólo hay italianos en el
puerto. Ya el segundo día se habían hecho amigos,
ni saben cómo, de unos gallegos que limpian pescado junto
a la costa y van por la mañana a verlos, ayudan un poco, y
regresan, los tres días siguientes, con algunas monedas"
(9).

Guillermo Saccomanno es el autor de El buen dolor
(1999, Premio Nacional de Literatura en 2002), obra en
la que escribe sobre su abuela gallega, la que le contaba
cuentos de su
tierra: "Aunque la abuela era madrugadora y de acostarse
temprano, sufría de insomnio. Por la noche ella y vos,
acostados en su pieza, en la oscuridad, escuchaban Radio
Porteña, que transmitía desde los teatros. La obra
predilecta de la abuela era La Malquerida, interpretada
por Lola Membrives. Ay, esa madre, se desgarraba la
Membrives en la oscuridad de la pieza. Ay, repetía
la abuela. Apenas terminaba la obra, la abuela apagaba la radio. Y como
no podía dormir, te contaba un cuento"
(10).

Jorge Torres Zavaleta, en La noche que me
quieras
, presenta un vasco y un gallego. Este último
es evocado como un trabajador, en su clásica
ocupación de dueño de bar, desconfiado ante los
pedidos de sus clientes sin
dinero: "era como si todos nosotros fuéramos miembros de
una barra y los mayores solamente aquellos a los que
teníamos que engañar. Como el gallego que nos
dará un whisky o un café a
cuenta, mirándonos de reojo por debajo de las cejas
pobladas mientras se ocupa de asuntos serios" (11).

La casa de Myra (12), de Aurora Alonso de Rocha,
fue distinguida en 2001 con el Segundo Premio para Autores
Inéditos, en el "Concurso organizado por la
Fundación El Libro, en el marco de la 27ª Exposición
Feria Internacional de Buenos Aires ‘El libro del Autor al
Lector’ ". En esa obra, protagonizada por una gallega
tomada cautiva por los indígenas, narra un personaje: "En
unos meses se le puso la piel del
color del cuero
sobado, se le hicieron unos manchones del solazo debajo de los
ojos y como no los tiene oscuros como las otras se ven como gemas
transparentes. En lo que se ve del descote es pura mancha y peca
y tiene el pelo cerdoso, enrulado y reseco de tanta agua e
intemperie. Igual que las chinas va mexclada de cristiana y de
india: le
cuelgan unas ajorcas pesadas, se ata las clinas con seda trenzada
y las botas son las de media caña, de pata de potro pero
finísima, muy retobada (¡Que las quisiera para
mí!), con lazos de colorines y bordados. Por arriba usa un
vestidito de percal que ha de ser el que traía cuando la
encontré en el puerto, según recuerdo, así
que va medio disfrazada pero tan cargada de lazos y joyas como
una princesa".

En Los gallegos, una novela inédita,
Gloria Pampillo evoca la inmigración de sus mayores. El
abuelo de Gloria Pampillo era comerciante, y había elegido
el mismo nombre para todos sus negocios:
"Celta, como el nombre que mi abuelo le ponía a cada uno
de los bienes que
acá se iba ganando, desde su barco hasta los toros. Un
toro negro, morrudo, que ahora le dibujo en su
escudo de comerciante, como tantos otros dibujaron una espiga en
el almacén o
en la panadería: La flor de Galicia". Gloria Pampillo
recuerda la voluntad de unión de los emigrantes gallegos:
"Lo que van a hacer ahora es lo mismo que hizo mi abuelo cuando
llegó a la Argentina en 1870. Van a agruparse en
cofradías. Que esas cofradías formen un
ejército o una Sociedad de
Socorros Mutuos, poco importa. Lo que tienen en común es
que lejos de la tierra, ‘da mía terra’, como
dijo una mujer en el seminario con un
dolor que me volvió de barro el corazón,
van a buscarse entre ellos".

Guadalupe Henestrosa ganó en 2002 el V Premio
Clarín de novela, con Las ingratas (13), novela en
la que evoca la inmigración de cinco hermanas
españolas y la hija de una de ellas. Seis gallegas,
recién bajadas del barco, llegan a una pensión en
la que la mayor se empleará como cocinera. Allí las
asalta la nostalgia: "Esa noche entre esas paredes
húmedas, escuchando las palabrotas que venían desde
el patio, las chicas extrañaron la casa de piedra en las
montañas. Por primera vez desde aquella madrugada cuando
dejaron a su padre, Vicente, solito junto al fogón, se
sintieron lejos de todo, perdidas, a merced de unas gentes
desconocidas, con quién sabe qué costumbres.
¿Cómo encontrar el alma en una tierra donde todas
las cosas tenían otro olor?".

En Los jardines del Carmelo, escribe Ana
María Guerra: "El campo se subdividió; la casa y
unas parcelas quedaron en manos de los Ruiz, tres hermanos
venidos de Galicia, que aconsejados por Marga, establecieron un
burdel. Las dificultades de los primeros tiempos fueron
incontables; los carros se empantanaban, los jinetes entraban con
barro hasta en las fajas, y apenas caían unas gotas la
gente se acobardaba, quedando el prostíbulo vacío.
Finalmente, los Ruiz decidieron deshacerse de él"
(14).

En 2004 apareció Las libres del Sur, Una
novela sobre Victoria Ocampo
(15), de María Rosa Lojo.
En esa obra, "por medio de un personaje de ficción, una
inmigrante gallega inteligente y feminista, la autora narra,
entre otros episodios, el encuentro espiritual de Victoria Ocampo
y Rabindranath Tagore en Buenos Aires y el tormentoso
vínculo de admiración y furia que la directora de
Sur entabló con el temible y gigantesco conde
Hermann Keyserling" (16).

Notas

1 Cambaceres, Eugenio: En la sangre. Buenos Aires, Plus
Ultra, 1968.

  1. López, Lucio V.: La gran aldea. Costumbres
    bonaerenses. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  2. Gálvez, Manuel: Nacha Regules. Citado en
    Páez, Jorge: El conventillo. Buenos Aires, CEAL,
    1970.
  3. Marechal, Leopoldo: Megafón. Citado en
    Páez, Jorge: El conventillo. Buenos Aires, CEAL,
    1970.
  4. González Rouco, María: "María
    Rosa Lojo: la inmigración gallega", en El Tiempo, Azul
    17 de marzo de 1991.
  5. Lojo, María Rosa: Canción perdida en
    Buenos Aires al oeste. Buenos Aires, Torres Agüero Editor,
    1987.
  6. S/F: en Vázquez-Rial, Horacio: Frontera sur.
    Barcelona, Ediciones B, 1998.
  7. Cabal, Graciela Beatriz: Secretos de familia. Buenos
    Aires, Sudamericana, 2003.
  8. Andruetto, María Teresa: Stéfano.
    Buenos Aires, Sudamericana, 2001.
  9. Saccomano, Guillermo: El buen dolor. Buenos Aires,
    Planeta, 1999.
  10. Torres Zavaleta, Jorge: La noche que me quieras.
    Buenos Aires, Emecé, 2000.
  11. Alonso de Rocha, Aurora: La casa de Myra. Buenos
    Aires, Fundación El Libro, 2001.
  12. Henestrosa, María Guadalupe: Las ingratas.
    Novela Sentimental. Buenos Aires, Clarín-Alfaguara,
    2002.
  13. Guerra, Ana María: Los jardines del Carmelo.
    Buenos Aires, Corregidor, 2003.
  14. Lojo, María Rosa: Las libres del Sur, Una
    novela sobre Victoria Ocampo. Buenos Aires, Sudamericana,
    2004.
  15. Guerriero, Leila: "La reina de las pampas entre el
    místico y el ogro", en La Nación, Buenos Aires,
    21 de marzo de 2004.

Valencianos

Fernando de Querejazu publica El pequeño
obispo
(1), una novela "absolutamente autobiográfica,
aunque parezca un disparate lo que ocurre allí", surgida
de "la necesidad de homenajear a mis padres, que eran admirables"
(2).

El 10 de febrero de 1926 llegó a América
el hidroavión Plus Ultra, piloteado por Ramón
Franco, concretando así una proeza histórica. Ese
mismo día, en un pueblo de inmigrantes de la provincia de
Córdoba, veía la luz el protagonista de esta
novela. Sus padres, de origen español, lo llamaron
Fernando en homenaje a la isla Fernando de Noronha, en la que se
produjo el aterrizaje. La evocación del escritor, que se
inicia en la fecha de arribo del hidroavión, tiene como
escenario el querido paisaje de Canals, provincia de
Córdoba, donde "se vivía bien, atrayendo a las
poblaciones cercanas, en un gran radio a la redonda, que buscaban
los atractivos de este centro vitalizador". En esta localidad,
fundada por un naviero valenciano, no se conocían las
desdichas; la naturaleza,
pródiga, brindaba a los hombres todo lo necesario para ser
felices. Su tesón y fe en el futuro de la nueva patria
eran una fuerza vital y
fecunda.

En La canción de las ciudades (3), Matilde
Sánchez evoca la inmigración alicantina. En esa
obra –afirma Juan José Becerra-, "Alicante es un
relato familiar de una familia anterior a la narradora, quien,
excluida de los pormenores del relato paterno (que siempre es un
arcano), intenta ajustarlos a su manera" (4).

Notas

  1. Querejazu, Fernando de: El pequeño
    obispo
    . Buenos Aires, Lumen, 1986.
  2. Prebble, Carlos: Entrevista en El Tiempo,
    Azul.
  3. Sánchez, Matilde: La canción de las
    ciudades
    . Buenos Aires, Seix Barral, 1999.
  4. Becerra, Juan José: "Mapa familiar", en
    Clarín, Buenos Aires, 16 de mayo de
    1999.

Vascos

Lucio V. López relata cómo trataba a sus
clientas vascas uno de los tenderos criollos: "Si él
distinguía que era vasca, francesa, italiana, extranjera,
en fin, iniciaba la rebaja, el último precio, el
‘se lo doy por lo que me cuesta’, por el tratamiento
de madamita. ¡Oh!, ese madamita lanzado entre 7 y 8 de la
mañana, con algunas cuantas palabras de imitación
de francés que él sabía balbucir, era
irresistible. Durante el día, los tratamientos variaban
entre hija e hijita, entre tú y usted, entre madamita y
madama, según la edad de la gringa, como él la
llamaba cuando la compradora no caía en sus redes" (1).

Pedro Antón, protagonista de una novela de
Julián de Charras, añora cuanto dejó:
"Veía, allá lejos, como en una neblina, las
escarpadas pendientes de los Pirineos, las casetas ruinosas de
los montañeses, las miserables veladas, con pan negro y
escaso y luz humeante de candil de aceite; el padre, con su
rostro anguloso y cetrino, en un rincón, con la barba en
la mano, mirando fijamente la pared, como pensando en algo
indefinido; la madre hilando, hilando en la penumbra, diestros
los dedos, aunque fatigada la vista… Y él, rapaz, sin
raciocinio, raídas las ropas, que remendaba la mano
materna, al lado del fuego, hurgándose la nariz,
recordando las consejas del oso negro, de las brujas
sabáticas, del ahorcado…" (2).

En Secretos de familia (3), Graciela Cabal evoca
al vasco que les vendía la leche: "El que
sí viene con carro y caballo es el lechero. Cada vez que
el carro se para delante de la ventana, el caballo, que tiene
sombrero con claveles y dos agujeros para las orejas, hace pis.
Un chorro que suena más fuerte que cuando mi papá
va al baño. El lechero tiene pelo colorado, usa boina y
nunca hace chistes porque
es extranjero".

Jorge Torres Zavaleta evoca, en La noche que me
quieras
, a los inmigrantes vascos (4).

Notas

  1. López, Lucio V.: La gran aldea, Costumbres
    bonaerenses. Buenos Aires, CEAL.
  2. Charras, Julián de: La historia de Pedro
    Antón, en La novela semanal, Año VII, N° 294,
    Buenos Aires, 2 de julio de 1923.
  3. Cabal, Graciela Beatriz: Secretos de familia. Buenos
    Aires, Debolsillo, 2003.
  4. Torres Zavaleta, Jorge: op. cit.

Sin mención de origen

Narra el protagonista de Divertidas aventuras del
nieto de Juan Moreira
, de Roberto J. Payró:
"Acabé por acostumbrarme un tanto a la escuela. Iba a ella
por divertirme, y mi diversión mayor consistía en
hacer rabiar al pobre maestro, don Lucas Arba, un infeliz
español, cojo y ridículo, que, gracias a mí,
se sentó centenares de veces sobre una punta de pluma o en
medio de un lago de pega-pega, y otras tantas recibió en
el ojo o la nariz bolitas de pan o de papel cuidadosamente
masticadas. ¡Era de verle dar el salto o lanzar el chillido
provocados por la pluma, o levantarse con la silla pegada a los
fondillos, o llevar la mano al órgano acariciado por el
húmedo proyectil, mientras la cara se le ponía como
un tomate! ¡Qué alboroto, y cómo se
desternillaba de risa la escuela entera! Mis tímidos
condiscípulos, sin imaginación, ni iniciativa, ni
arrojo, como buenos campesinos, hijos de campesinos, veían
en mí un ente extraordinario, casi sobrenatural,
comprendiendo intuitivamente que para atreverse a tanto era
preciso haber nacido con privilegios excepcionales de carácter y
de posición" (1).

En La fuga (2), distinguida con el Premio
Emecé 1998/99, Eduardo Mignogna presenta a Adela y Angel
Villalba, una pareja de carboneros españoles que tiene un
sobrino en Mendoza, y a Camilo Vallejo, un anarquista
español.

Notas

  1. Payró, Roberto J.: Divertidas aventuras del
    nieto de Juan Moreira. Prólogo y notas por Graciela
    Montes. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  2. Mignogna, Eduardo: La fuga. Buenos Aires,
    Emecé.

Varios

Mempo Giardinelli escribió Santo oficio de la
memoria
, obra galardonada con el VIII Premio Internacional
"Rómulo Gallegos" en 1993. En esa obra -a la que Carlos
Fuentes se
refiere como a una "saga migratoria tan hermosa, tan conmovedora,
tan importante para estos tiempos de odio, racismo y
xenofobia"-, habla de un oficio que desempeñaban algunos
españoles. En 1886, "Había muchos policías,
allí. Casi todos asturianos, gallegos. No sé por
qué. También usaban bigote de manubrio y llevaban
pistolas al cinto, capote invernal, quepís duro y alzado y
linterna en mano. Cuando se hizo la noche, los policías se
movían como luciérnagas nerviosas" (1).

En "Noticias secretas de América", Eduardo
Belgrano Rawson evoca a los inmigrantes gallegos: "Cantabas un
himno más light, como regía desde principios de
siglo. Lo habían lijado un poco. ¿Qué otra
cosa podían hacer? Necesitaban cortarla con los insultos,
como explicó en su momento un operador del Ministro.
‘Tigres sedientos de sangre’ y todo eso. Culpa del
himno el embajador no pisaba la presidencia, sobre todo los 9 de
julio. A decir verdad, tampoco mostraban mucho aspecto de tigres
los vascos y los gallegos que desembarcaban todos los días
frente al Hotel de Inmigrantes, pero ésta era otra
cuestión" (2).

Notas

  1. Giardinelli, Mempo: Santo Oficio de la Memoria.
    Buenos Aires, Seix Barral, 1991.
  2. Belgrano Rawson, Eduardo: Noticias secretas de
    América. Buenos Aires, Planeta, 1998.

Españoles y otros

A criterio de Delfín Garasa, "Una de las
más cumplidas descripciones de un heterogéneo
desembarco es la que ofrece Luis Pascarella en su novela-alegato
documental, El conventillo. Llega el Christoforo
Colombo
y primero bajan los hombres de negocio con su
apoplética cerviz, con el paso resuelto de los
acostumbrados a dar órdenes y ser obedecidos, los turistas
ingleses con sus máquinas
fotográficas y algunas señoras un tanto perplejas
por no ver en el muelle indios con plumas y taparrabos. Por ese
entonces, el viaje a Europa empezaba a otorgar prestigio social,
y los argentinos que regresan cambian opiniones en alta voz sobre
los modelos de
París, el mobiliario inglés
o la sinfonía escuchada en la Opera de Viena. Y,
finalmente, aparecen los inmigrantes, tan fustigados en los
azares de las proclamas políticas,
un ‘enorme hormiguero’ que había viajado en el
mayor hacinamiento. Rostros curtidos, exhaustos, azorados. En
todos se presiente la pregunta: ¿Qué les
deparará esta nueva tierra? De pronto, una mirada se
ilumina o un brazo se agita en alto porque se ha reconocido a
alguien en la muchedumbre que espera. Van bajando los hebreos de
desgreñadas barbas y gastados levitones, los
‘turcos’ con sus espaldas combadas, los
nórdicos enjutos, los napolitanos pequeños y
retorcidos como raíces, los andaluces gárrulos, los
gallegos pacientes, los holandeses esponjosos, los genoveses de
músculo recio e insaciable voracidad. Una mujer besa la
tierra que los acoge y tras su actitud ritual
se adivina un pasado de penurias y recelos. Y agrega Pascarella:
‘La gran ciudad de calles dirigidas hacia el Oeste recibe
en su seno aquella semilla que purificada en un ambiente de
libertad (…)
se reproducirá en su inmensidad desierta" (1).

En La gran aldea aparecen inmigrantes, vistos
desde la perspectiva de un escritor que añora un pasado
que no volverá. López compara a los tenderos de
antaño con los del presente: "¡Y qué mozos!
¡Qué vendedores los de las tiendas de entonces!
Cuán lejos están los tenderos franceses y
españoles de hoy de tener la alcurnia y los méritos
sociales de aquella juventud
dorada, hija de la tierra, último vástago del
aristocrático comercio al
menudeo de la colonia" (2).

En la Bolsa de Comercio,
Julián Martel encuentra "Promiscuidad de tipos y
promiscuidad de idiomas. Aquí los sonidos ásperos
como escupitajos del alemán, mezclándose
impíamente a las dulces notas de la lengua
italiana; allí los acentos viriles del inglés
haciendo dúo con los chisporroteos maliciosos de la
terminología criolla; del otro lado las monerías y
suavidades del francés, respondiendo al ceceo susurrante
de la rancia pronunciación española"
(3).

Pedro Orgambide escribió la trilogía
integrada por El arrabal del mundo, Hacer la
América
y Pura memoria (1984-1985). En Hacer
la América
(4), evoca a los inmigrantes que llegaban a
nuestro puerto, alentados por la consigna que da título a
la obra. Españoles, italianos, judíos, griegos, son
los protagonistas de este relato que muestra la faceta
más cruda del fenómeno social que conmovió
al país al iniciarse el siglo XX. La novela narra sucesos
acaecidos en las postrimerías del siglo XIX y en los
primeros años de la centuria siguiente; sin embargo,
mediante un recurso de ficción, el autor avanza en el
tiempo hasta la década del 50. Los vaticinios de uno de
los personajes permiten al novelista señalar una
perspectiva, un desarrollo
ulterior de los hechos que está describiendo como
presente.

No obstante conformar un grupo social, los inmigrantes
poseen características propias que los
diferencian. Orgambide no presenta tipos –sociales o
nacionales- sino individualidades con su personal manera
de encarar la existencia. Algunos inmigrantes sólo cuentan
con sus hombros y su fuerza como
instrumento de trabajo; otros, en cambio, poseen
una habilidad innata para moverse en el mundo de los negocios,
habilidad que puede transformarse, en ciertos casos, en
oportunismo e insensibilidad. La obra describe incidentes
cotidianos, vistos desde la perspectiva del hombre que llega sin
otro capital que sus ambiciones. El lenguaje,
adaptándose perfectamente a la singular visión
propuesta por el autor, nos permite adentrarnos más en
esta novela que presenta una realidad harto diferente de la
evocada por los aristocráticos hombres del 80.

En Una ciudad junto al río (5), Jorge E.
Isaac evoca la inmigración que llegó a la
Argentina. El Gobierno de Entre
Ríos la declaró, por iniciativa del Consejo General
de Educación,
de lectura
complementaria en las escuelas superiores de la provincia, a
partir del séptimo grado, recomendando su
utilización en la enseñanza.

La acción transcurre durante el año 1925.
El protagonista describe el desembarco de italianos, alemanes,
españoles, judíos y árabes, señalando
las peculiares características de cada grupo. Acerca de
los españoles, escribe: "llegan solos o en parejas. De
ellos, más bien habría que decir: siguen llegando.
Se muestran desenvueltos, casi altaneros como si –por
razones históricas- aún se sintieran un tanto
dueños del país, del que en verdad lo han sido. No
son pocos los que traen dinero suficiente como para establecerse
en ésta u otras ciudades, villas o poblaciones con
algún negocio de comestibles –las más de las
veces ‘por mayor’- que es una de sus actividades
preferidas. Si hay algo que en mí más llame la
atención es su manejo preciso del idioma. Se me antoja
que, en ellos, lo recibo en estado de real
pureza, sin la
contaminación que aquí ya está sufriendo
por la influencia de los italianos que parecieran confabularse
todos para deformarlo".

En La última carta de
Pellegrini
, de Gastón Pérez Izquierdo, escribe
el protagonista: "La afluencia de inmigrantes seguía
transformando la fisonomía física y social de la
metrópoli con sus gritos, sus palabras mal pronunciadas,
sus risas y sus nostalgias por la tierra dejada. En ese fragor
positivista algunas pequeñas señales cada tanto
advertían que éramos de carne y hueso y no
estábamos en el Paraíso Terrenal. Las condiciones
deficientes de alojamiento de los inmensos contingentes de
extranjeros que desembarcaban pronto causaron una alarma general:
un brote de cólera amenazaba con expandirse como epidemia
y salirse de control. Para una
ciudad que todavía guardaba en su memoria colectiva los
horrores de la fiebre amarilla la noticia cayó como el
anuncio de la llegada de los cuatro jinetes. El Presidente
convocó de urgencia al gabinete y concurrí a la
reunión para proponer medidas intrépidas, como las
que se recordaban de los tiempos de la epidemia maldita"
(6).

Notas

  1. Garasa, Delfín Leocadio: La otra Buenos Aires.
    Paseos literarios por barrios y calles de la ciudad. Buenos
    Aires, Sudamericana-Planeta, 1987.
  2. López, Lucio V.: op. cit.
  3. Martel, Julián: La Bolsa. Buenos Aires,
    Huemul, 1979.
  4. Orgambide, Pedro: Hacer la América. Buenos
    Aires, Bruguera, 1984.
  5. Isaac, Jorge E.: Una ciudad junto al río.
    Buenos Aires, Marymar, 1986.
  6. Pérez Izquierdo, Gastón: La
    última carta de
    Pellegrini. Buenos Aires, Sudamericana, 1999.

En
cuentos

Andaluces

Carmela, personaje de un cuento de
María del Carmen García, era "una gitana como toda
gitana, morena y habladora, activa y vigorosa, que criaba a sus
siete hijos como si no le costara esfuerzo. La ropa siempre
limpia y ordenada, la pieza pulcra donde no faltaba un altarcito
para la Virgen del Rocío y una guitarra que a veces su
Rafael sonaba con melancólicos rasguidos andaluces"
(1).

Pierre Cottereau es el autor de "La abuela Augusta",
cuento en el que evoca un episodio de la ancianidad de un
inmigrante andaluz. En los recuerdos del hombre, "Las mesetas se
extienden hacia un horizonte claro, lejano; desde muy lejos llega
el perfume de las manzanas en flor y los almendros son ramos
blancos por doquier. Más allá, las praderas que
bordean la ría están salpicadas de florecillas,
desborda la primavera sobre toda Andalucía"
(2).

Notas

  1. García, María del Carmen: "Ojos
    gitanos", en Cuentos de criollos y de gringos. Buenos Aires,
    Vinciguerra, 1996. En colaboración con Fanny Fasola
    Castaño.
  2. Cottereau, Pierre: "La abuela Augusta", en El Tiempo,
    Azul, 12 de octubre de 1997..

Asturianos

María del Carmen García presenta, en el
cuento al que nos referimos anteriormente (1), a unos asturianos:
"Algún tiempo atrás habían llegado a Buenos
Aires como otros tantos inmigrantes, esperanzados en un futuro
sin miseria ni guerras.
Primero llegó él; un año después
ella. Ella era joven y bonita, pequeña y ágil en
sus movimientos, alegre de carácter.
El era alto y hosco, de hablar poco y trabajar mucho. Se
habían conocido de niños
en la aldea de Asturias en la que nacieron y se encontraron en
Buenos Aires gracias a los oficios del padrino Manuel y como era
de suponer se casaron en un septiembre lluvioso de
1910".

Notas

  1. García, María del Carmen: "Ojos
    gitanos", en Cuentos de criollos y de gringos. Buenos
    Aires, Vinciguerra, 1996. En colaboración con Fanny
    Fasola Castaño.

Catalanes

H. Bustos Domecq es el seudónimo con el que
firmaban Jorge Luis Borges
y Adolfo Bioy Casares algunas obras escritas en conjunto. En uno
de estos textos, que se titula "Las noches de Goliadkin", un
personaje expresa: "-Comparto su aversión a la radio. Como
siempre me decía Margarita -Margarita Xirgu, usted sabe-
los artistas, los que llevamos las tablas en la sangre,
necesitamos el calor del
público. El micrófono es frío, contra
natura. Yo mismo, ante ese artefacto indeseable, he sentido que
perdía la comunión con mi público"
(1).

Patricio Pron, escritor santafesino, es el autor de "La
espera". El protagonista "era porteño. Había nacido
allá por 1908 en La Boca, en el Hotel de Inmigrantes, un
día de lluvias frías. Sus padres, llegados hacia
días de Cataluña, le habían transmitido casi
sin saberlo esa sensación de ya no pertenecer a ninguna
parte, ni a Cataluña ni a Buenos Aires". El padre muere a
poco de llegar a la Argentina. El hijo pregunta por qué
murió. " ‘Porque sus ojos estaban acostumbrados a
mirar el cielo azul de Cataluña’ le dijo su madre, y
a Juan Vera le bastó esa mentira para confirmarse, sereno,
que Dios lo había olvidado" (2).

Notas

  1. Bustos Domecq, H. (Jorge Luis Borges y Adolfo
    Bioy Casares): "Las noches de Goliadkin", en El cuento policial
    H. Bustos Domecq, A. Pérez Zelaschi y otros. Selecc. de
    Jorge Lafforgue y Jorge B. Rivera. Capítulo. Buenos
    Aires, CEAL, 1981.
  2. Pron. Patricio: "La espera", en De manos abiertas…
    Cuentos por adolescentes. Buenos Aires, Tu Llave,
    1992.

Gallegos

Relata el narrador, en "El convite de Barrientos",
texto de
Santiago Estrada de 1889: "Pero todo lo que llevo referido
habría sido tortas y pan pintado, si el portero de mi
alojamiento, desconociéndome la voz y tomándola
entre sueños por la de un pariente que acababa de morir en
El Ferrol, no se hubiera negado a abrirme la puerta,
conjurándome a que, ánima en pena, volviera al
sitio de donde había salido, en la seguridad de que
en cuanto amaneciera daría de limosna a un pobre los
cuartos que me adeudaba al embarcarse para América"
(1).

En "Departamento para familias", cuento incluido en el
volumen Pasos del gran bailarín, el sevillano
Guillermo Guerrero Estrella presenta a Inés, una criada
gallega (2).

Enrique Méndez Calzada incluye, entre los
personajes de su "Cuento de Navidad", a un
ordenanza, "el leal Lavandeira", quien "extrajo de su vieja
maleta de inmigrante un haz de folletines amarillecidos ya por el
tiempo y corcusidos con hilo negro en su margen izquierdo, a
guisa de doméstica encuadernación. Se trataba,
según pude observar, de El judío errante,
pacientemente coleccionado, y recortado de las hojas de El
Heraldo de Madrid
, periódico que publicó en
folletín esa lata inmortal hace cosa de doce o catorce
años" (3).

"Juan José Saer, en "Verde y negro", cuento
incluido en Unidad de lugar, Saer escribe: "Eran como la
una y media de la mañana, en pleno enero, y como el
Gallego cierra el café a la una en punto, sea invierno o
verano, yo me iba para mi casa, con las manos metidas en los
bolsillos del pantalón, caminando despacio y silbando
bajito bajo los árboles. Era sábado y al otro
día no laburaba" (4).

En "El mundo, una vieja caja de música que tiene
que cantar", Héctor Tizón presenta un cura gallego:
"El cura comienza a pasearse despaciosamente por el salón.
Está pensativo, cabizbajo y dice por ahí
(sólo el Capataz y el Turco pueden escucharlo, los otros
no están en este momento) aludiendo quizás a su
pobreza: -Me
ha tocado una parroquia estéril como una mula. Y poblada
de locos" (5).

En "El Antonio", cuento incluido en La
manifestación
, Jorge Asís escribe: "Cómo
no recordarlo, cómo olvidar los picados en las calles, y
de la gallega neurótica que no daba la pelota cuando
caía en su casa, o la devolvía cortada, y los
piedrazos que caían de noche en su techo de chapa"
(6).

Cuando "Doña Conce", la gallega del cuento de
Jorge Dietsch, ve que se acerca su fin, pide sus zapatos, "e
incorporándose en la cama, comenzó a bailar.
Bailaba para adentro, se veía en la mirada y la sonrisa,
con una gracia joven y movimientos que debían ser de tal
agilidad que en la habitación entró un viento
fresco de montañas, con olores de campo y de menta.
Tarareaba al mismo tiempo una música tan extraña y
bella que quienes escuchaban, a pesar de la gravedad de las
circunstancias, no pudieron evitar acompañarla con
movimientos de pies. Luego, agotada de tanta danza, apoyó
la cabeza en la almohada, respiró profundo varias veces, y
cerró los ojos sin dejar la sonrisa, como soñando
un buen sueño" (7).

Elsa Gervasi de Pérez es la autora de "Carta a
Galicia" (8), texto que mereció una Mención en el
Certamen que el Rotary Club de Ramos Mejía organizó
en el año 1994. Así empieza la carta: "Meus
quiridos pai y miña nai Lorenzos. Y les dijo Lorenzos
quirido pai prablar poco ya que usté y miña nai se
llaman ijual y no es cosa dandar ripitiendo dos veces los nombres
dustedes. Les escribo para dicirles que hemos llejado bien a la
Arjintina. Nos acompañó la soerte a la Paca y a
mí y a nuestra rapaza la Paquita".

Elena Guimil es la autora de "Mi búho" (9), uno
de los seis relatos del Premio La Nación 1999 de
Cuento Infantil. En ese relato, la escritora recuerda la
oportunidad en que su padre, "un gallego fornido" le trajo un
pichón. Acerca del texto premiado, afirma la autora: "Este
cuento nació en un momento muy especial de mi vida, donde
los recuerdos de la niñez se hacen vívidos,
provocados por un hecho sutil: encontrarme de frente con los
grandes ojos amarillos de un pichón de lechucita, parado
en un alambre de un camino de tierra rumbo a un
campo".

Escribì mi cuento "Volver a Galicia",
basàndome en una anécdota familiar. Acerca de esta
mujer, digo: "Hasta que no lograra pisar esa tierra, nada
tendría valor para
ella, porque le faltaba su punto de partida, el origen que la
había llevado a ser quien era" (10).

En "El residente", de Teresa C. Freda, aparece una
gallega, "pobre y santa enfermera, medio bruta pero buenaza"
(11).

"El Orensano" protagoniza "Se abrió el cielo", de
Jorge Alberto Reale. El inmigrante "es de Orense el pueblo de la
chispa y los dulces arpegios. Enjuto, desdentado,
recóndito. El pobre está un poco arqueado, su cara
afilada, parece disecarse. Nadie sabe si tiene familia. Cuando se
lo indaga, dice con orgullo: -Soy descendiente de Rosalía
de Castro-, más aún, afirma, ser de cuna noble,
dijéramos de escudos y blasones, no solamente porque se lo
crea buena persona. Dice de
paso y por lo bajo: -Ser bueno no quiere decir ser inofensivo, la
bondad sin talento no vale nada. Y así va, así
viene y así pasa con su anticuada armadura, entre
esmeriles y calderones. Es todo uno con algo de músico y
filósofo trashumante" (12).

Notas

  1. Estrada, Santiago: "El convite de Barrientos", en 20
    relatos argentinos. 1838-1887. Selección y prólogo de Antonio
    Pagés Larraya. Ilustraciones en colores de Horacio
    Butler. Buenos Aires, Eudeba, 1969.
  2. Guerrero Estrella, Guillermo: "Departamento para
    familias", en R. J. Payró, J. C. Dávalos, R.
    Mariani y otros El cuento argentino 1900-1930 antología.
    Sel. y pról. de Eduardo Romano, notas de Alberto
    Ascione. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  3. Méndez Calzada, Enrique: "Cuento de Navidad", en
    R. J. Payró, J. C. Dávalos, R. Mariani y otros El
    cuento argentino 1900-1930 antología. Sel. y
    pról. de Eduardo Romano, notas de Alberto Ascione.
    Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  4. Saer, Juan José: "Verde y negro", en El cuento
    argentino 1959-1970** antología J. J. Hernández,
    H. Tizón, Isidoro Blaisten y otros. Selección,
    prólogo y notas del Seminario
    Crítica Literaria Raúl Scalabrini Ortiz.
    Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1981.
  5. Tizón, Héctor: ""El mundo, una vieja
    caja de música que tiene que cantar", en El cuento
    argentino 1959-1970** antología J. J. Hernández,
    H. Tizón, Isidoro Blaisten y otros. Selección,
    prólogo y notas del Seminario Crítica Literaria
    Raúl Scalabrini Ortiz. Capítulo. Buenos Aires,
    CEAL, 1981.
  6. Asís, Jorge: "El Antonio", en El cuento
    argentino 1959-1970* antología A. Castillo, D.
    Sáenz, H. Conti y otros. Seminario Crítica
    Literaria Raúl Scalabrini Ortiz (sel., pról. y
    notas). Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1981.
  7. Dietsch, Jorge: "Doña Conce o la despedida",
    en El Tiempo, Azul, 14 de marzo de 1999.
  8. Gervasi de Pérez, Elsa: "Carta a Galicia", en
    Rotary Club de Ramos Mejía. Comité de Cultura.
    Buenos Aires, 1994.
  9. Guimil, Elena: "Mi búho", en El
    desafío. Buenos Aires, Sudamericana, 2000.
  10. González Rouco, María: "Volver a
    Galicia", en El Tiempo, Azul, 1998.
  11. Freda, Teresa C.: "El residente", en El Tiempo, Azul,
    26 de junio de 2002.
  12. Reale, Jorge Alberto: "Se abrió el cielo", en
    el grillo, N° 36, Noviembre-Diciembre 2003.

Vascos

En "La pesquisa" (1), de Paul Groussac, aparece una
sirvienta vasca. La mujer es descripta por el empleado de correo:
"joven aún, vestida como sirvienta y de aspecto
extranjero, había retirado una carta, exhibiendo un
pasaporte español a su mismo nombre".

En "Una conversación interesante", de Conrado
Nalé Roxlo, uno de los personajes se refiere a un turco
que se va a casar, y afirma que un vasco piensa frustrar ese
matrimonio:
"creo que se le va a aguar la fiesta porque el vasco Indurrimendi
se ha enterado de que Flores es casado en Turquía y, como
usted sabe que tienen rivalidad por los negocios, ha dado parte
al comisario y al registro civil y
hasta creo que les ha mandado el pasaje a las esposas turcas del
turco para que se presenten el día del casamiento y armen
un escándalo. Si vienen todas va a ser divertido"
(2).

En "Hotel Comercio", Bernardo Kordon presenta un
comerciante vasco: "Efraín Gutiérrez, el
dueño de ‘El Vasquito’ " (3).

En "Los trotadores", de Elías Carpena, dice uno
de los personajes: "-¡Mire, patrón: de los
troteadores que ahí, en la Coronel Roca, corrieron el
domingo, ni los que corrieron antes, le hacen ninguna mella… :
ni siquiera el del vasco Estévez, que ganó
sobrándose por el tiro largo, ni el de la cochería
Tarulla, que ganó con el oscuro a la paleta! ¡Usted
tiene el oro y lo confunde con el cobre!"
(4).

Es vasco un personaje de "Mundo, mundo" (5), de Cristina
Siscar.

En "La fotografía", Celia Matilde Caballero relata
que un vasco logra ingresar a la foto en la que estaban su esposa
y sus hijos (6).

En la provincia de Buenos Aires se afinca el
protagonista de un cuento de Arturo M. García: "Don Javier
Echegaray y Tarragona, oriundo de San Sebastián en el
país vasco y como su nación, fuerte de
temperamento, férrea voluntad, constante en el trabajo y
perseverante en sus ideas había llegado a la Argentina a
los doce años con unas ansias inconmensurables de hacerse
la América. Recaló en Buenos Aires, pero la ciudad
que crecía no le brindaba muchas ilusiones y esperanzas,
eran los resabios de la generación del 80 con su crisis
económica, financiera y social y Javier evocando las
praderas vascuences y las montañas pirenaicas, solo, se
exilió de nuevo. Viajaba como linyera en trenes de carga
hacia el Sur, comenzó a admirar las extensas pampas, se
asombraba contemplando la cantidad de ganado pastando a la vera
de los rieles del ferrocarril, asentándose por fin como
peón en las regiones de Pigüé, Coronel
Suárez y Saavedra. Trabajó mucho y fuerte,
ahorró dinero y junto con las pocas pesetas que le
mandaban los tíos desde la patria, fue haciendo un capital
que le permitió comprar primero unas pocas
hectáreas, luego más terrenos, una granja
después y por fin una estancia en la zona de Tornquist"
(7).

Arturo M. García relata, en "Ella eligió
así", lo sucedido a Raquel Amanda Olascoaga, hija de
vascos tomada cautiva por Biguá, con quien pidió
contraer matrimonio
cristiano, rehusando volver a la sociedad. Cuando
la llevaron los indios, ella era una "mujer de treinta
años de edad, dama de recio temple y extraordinaria
hermosura, hija única de un matrimonio de origen vasco,
que después de haber habitado muchos años en el
Río de la Plata, donde cosecharon una ingente fortuna a
través de negocios de importación de bebidas espirituosas,
traídas de Europa, se volvieron a su país natal,
dejando a su hija ya madura, al frente de sus casas en Buenos
Aires y Montevideo" (8).

Notas

  1. Groussac, Paul: "La pesquisa", en El cuento policial
    H. Bustos Domecq, A. Pérez Zelaschi y otros. Selecc. de
    Jorge Lafforgue y Jorge B. Rivera. Capítulo. Buenos
    Aires, CEAL, 1981.
  2. Chamico (Conrado Nalé Roxlo): El muerto
    profesional. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  3. Kordon, Bernardo: "Hotel Comercio", en El cuento
    argentino 1930-1959*** R. Arlt, J. L. Borges y otros
    antología. Selección y prólogo de Eduardo
    Romano, notas de Marta Bustos (notas):Capítulo. Buenos
    Aires, CEAL, 1981.
  4. Carpena, Elías: Los trotadores. Buenos Aires,
    Huemul, 1973.
  5. Siscar, Cristina: "Mundo, mundo", en Reescrito en la
    bruma. Buenos Aires, Per Abbat, 1987.
  6. Caballero, Celia Matilde: "La fotografía", en Fantasía y
    amor. Buenos
    Aires, Ediciones Arlequín de San Telmo,
    1998.
  7. García, Arturo: "El cóctel", en el
    grillo N° 22. Buenos Aires, 1999.
  8. García, Arturo M.: "Ella eligió
    así", en el grillo, Suplemento: Gabinete de Letras y
    Arte El tema es la libertad, N° 18, 2004.

Sin mención de origen

En "La pesquisa" (1), de Paul Groussac, aparece un
español que había logrado un buen pasar: "La
señora de C., viuda de un comerciante español,
después de liquidar la sucesión había
colocado en diferentes bancos el importe
de su modesta fortuna, para retirarse a aquella casita-quinta de
su propiedad".

En "El hombre de
la radio a transistores",
cuento incluido en El yugo y la marcha, Andrés
Rivera relata que al restorán Aguila llegó
El Español: "A las ocho menos cuarto de la noche de ese
martes se levantaron las persianas del restorán; se
prendieron las luces; llameó, pálida, la pantalla
del televisor. A la ocho y media llegó El Español.
Era fuerte y alto, la nuca rapada en una cabeza pequeña;
los ojos verdes, estrechos, jóvenes. La piel del
rostro, quemada por el sol, tenía un color rojizo,
vestía overall y saco, camisa de algodón, oscura,
boina y borceguíes. Saludó a
Pichón y a otros amigos desparramados por el local, y se
sentó cerca del mostrador" (2).

En "Historia de José Montilla", Fernando
Sorrentino da vida a un tendero inmigrante: "don José
Montilla era, pues, un próspero comerciante
español. No era panadero, no era almacenero, no
atendía una casa de comidas: queden esos menesteres para
los compatriotas de Galicia. En donde mostró escasa
originalidad fue en el nombre que eligió para su tienda:
Al Caballero Elegante. Aunque en realidad no sé si lo
eligió don José o el comercio ya se llamaba
así antes de que él lo comprara. Era un local
profundo y ancho: brillaban las largas maderas de los pisos y
brillaban las olorosas maderas de los cajones y de las
estanterías, y brillaban los metales de
manijas y llaves y esquineros, y brillaban los cristales y los
espejos. «Todo para el caballero elegante»: medias,
ropa interior, camisas, corbatas, trajes, sobretodos, sombreros,
cinturones, tiradores, billeteras" (3).

Para conjurar la nostalgia, algunos inmigrantes traen de
su tierra algo que les resulta especialmente querido: un retrato,
un mantón, fotos… O el olivo que la española
plantó en el fondo de su casa, en el cuento "Don Paulino",
de Marita Minellono (4).

En "El encuentro", de Jonatan Gastón Nakache,
encontramos un mozo español. (5).

El protagonista de "La foto", de Alicia Pombar de
Tourón, es un descendiente de hispanos: "Se llamaba Juan
Carlos, era argentino, porteño, y había nacido en
Versalles (…) Era nieto de inmigrantes españoles,
agricultores por parte paterna, que buscaron alejar a sus hijos
mayores de la guerra, y dejaron sus campos soñando volver.
Su padre, uno de los menores, no compartía ese
sueño. Había hecho de Argentina su patria y, pese a
que desde los catorce años tuvo que empezar a trabajar
para ayudar a sus padres, se convirtió en un autodidacta,
esforzado por inculcar en sus hijos el apego por el estudio"
(6).

Notas

  1. Groussac, Paul: "La pesquisa", en El cuento policial
    H. Bustos Domecq, A. Pérez Zelaschi y otros.
    Selección, Jorge Lafforgue y Jorge B. Rivera.
    Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1981.
  2. Rivera, Andrés: "El hombre de
    la radio a transistores",
    en El cuento argentino 1959-1970* antología A. Castillo,
    D. Sáenz, H. Conti y otros. Selección,
    prólogo y notas del Seminario Crítica Literaria
    Raúl Scalabrini Ortiz. Capítulo. Buenos Aires,
    CEAL, 1981.
  3. Sorrentino, Fernando: "Historia de José
    Montilla", en www.badosa.com.
  4. Minellono, Marita: "Don Paulino", en Reunión.
    Buenos Aires, Corregidor.
  5. Nakache, Jonatan Gastón: "El encuentro", en
    Escritura
    Joven III Concurso Literario para Jóvenes "Clara
    Kliksberg". Buenos Aires, Milá.
  6. Pombar de Tourón, Alicia: "La foto", en el
    grillo, Suplemento: Gabinete de Letras y Arte El tema es la
    libertad, N° 18, 2004.

Españoles y otros

En "Torito", cuento de Julio
Cortázar incluido en Final del juego, relata el
narrador, refiriéndose al boxeo: "En ese entonces no era
macana, pibe. Te venía cada tano de Italia, cada
gallego que te daba miedo, y no te digo nada de los rubios"
(1).

Notas

  1. Cortázar, Julio: "Torito", en El cuento
    argentino 1930-1959*** R. Arlt, J. L. Borges y otros
    antología. Selección y prólogo de Eduardo
    Romano, notas de Marta Bustos (notas):Capítulo. Buenos
    Aires, CEAL, 1981.

En
poesía

Cántabros

A su abuela española canta Baldomero
Fernández Moreno, en "Inicial de oro": "Nací,
hermanos, en esta dulce tierra argentina,/ pero el primer
recuerdo nítido de mi infancia/ es éste: una
mañana de oro y de neblina,/ un camino muy blanco y una
calesa rancia.// Luego un portal oscuro de caduca arrogancia/ y
una abuelita toda temblona y pueblerina,/ que me deja en la cara
una agreste fragancia/ y me dice: -¡El mi nieto, que caruca
más fina!-// Y me llenó las manos de
castañas y nueces,/ el alma de leyendas, el
corazón de preces,/ y los labios recientes de un divino
parlar.// Un parlar montañés de viejecita bruja/
que narra una conseja mientras mueve la aguja./ El mismo que
ennoblece, hermanos, mi cantar" (1).

El poeta y ensayista César Fernández
Moreno es el autor del poema "Argentino hasta la muerte", en
el que se refiere a su condición de descendiente de
españoles: "a buenos aires la fundaron dos veces/ a
mí me fundaron dieciséis/ ustedes han visto
cuántos tatarabuelos tiene uno/ yo acuso siete
españoles seis criollos y tres franceses/ el partido
termina así/ combinado hispanoargentino 13 franceses 3/
suerte que los franceses en principe son franceses/ si no
que haría yo tan español" (2).

Notas

  1. Fernández Moreno, Baldomero: "Inicial de oro",
    en Cantan los pueblos americanos. Selección de
    Germán Berdiales; ilustraciones de David Cohen. Buenos
    Aires, Ediciones Peuser, 1957.
  2. Fernández Moreno, César: "Argentino
    hasta la muerte", en
    La poesía argentina. L. Lugones, B. Fernández
    Moreno, R. Molinari y otros. Antología, prólogo y
    notas por Alberto M. Perrone. Capítulo Buenos Aires,
    CEAL, 1979.

Castellanos

En "Regreso", Rubén Benítez canta a su
madre española: "Nuestra madre,/ la pobre
exclamaría/ Has vuelto muy cambiado/ como si fueras otro./
Jamás serás el mismo/ que se ha ido./ Naciste con
silencio/ de abismo/ en tu costado/ y cuando te mecía/
velaba ya en tu piel la indiferencia./ Tu cuna ya era un barco/
de mares demorados/ y de ausencias.// Pobre madre,/ portaba en su
mirada/ distante y abatida/ la luz del desencanto/ triste flor de
su tierra prometida" (1).

Notas

  1. Benítez, Rubén: "Regreso", en La Nueva
    Provincia, Bahía Blanca, 3 de septiembre de
    1998.

Gallegos

Dice Vacarezza en un conocido soneto: "La escena
representa un conventillo./ Personajes: un grébano
amarrete,/ un gallego que en todo se entromete,/ dos guapos, una
paica y un vivillo."(1).

En "El espiante", escribe Bartolomé R. Aprile:
"Se junaban con bronca las viejabas/ -gaitas tolas, cabreras por
un cuento-/ y se fajaban a lo potro biabas/ al lado ‘e la
pileta del convento// ‘Una decía: -¡Se le van
las tabas/ a ese reo por m’hija de contento!-/ Otra
decía: -¡Se le caen las babas/ a esa lora por
m’ hijo y le da vento!-// Se fajaban de nuevo: el amasijo/
para los ‘cosos’ era espiant’en fija/ hacia el
nido de amor que cabuliaron.// Y al gritar una:
-¡M’hija nos pa su hijo/ y la otra:
-¡Qué más quisiera su hija!/ los chingolos el
vuelo levantaron" (2).

Navarrine en su tango
"Galleguita", de 1924, dice: "Juntar mucha platita para tu pobre
viejita que allá en la aldea quedó" (3).

En el poema "Cuando mi padre habló de su
infancia", José González Carbalho enumera las
posesiones que el niño inmigrante tenía en Galicia:
un río, un monte, un horizonte, su perro y sus canciones.
En América, ya nada tiene de eso, y se lamenta: "Ay, el
dueño de valles/ y misteriosos bosques/ por el que andaba
yo/ mi perro y mis canciones./ Mis canciones que vuelven
sólo para que llore/. Mi perro ya olvidado/ de obedecer al
nombre./ Yo, que perdí mis cielos, / ¡y soy tan
pobre!" (4).

Francisco Luis Bernárdez llora a su madre
gallega: "Nuestras pequeñas bicicletas iban por aquella
carretera de España./ Detrás quedaba Carballino,
con sus casas envueltas por la madrugada./ Dejando mi
corazón mucho más a obscuras, el amanecer
despuntaba./ ¿Era posible que pudiera venir, como todos
los días, la mañana?/ El silencio de mis hermanos
era el eco de la soledad de sus almas./ Yo sentía sobre
mis hombros algo parecido al peso de una montaña./ El
paisaje abría los ojos como si no se hubiera enterado de
nada./ Nunca olvidaré que en el monte de Corzos
había un ruiseñor que cantaba./ Al llegar a
Dacón oímos el nombre querido en la voz de la
campana./ Mamá y el mundo habían muerto para
siempre y sólo aquella voz los lloraba" (5).

En "Tríptico a Galicia", Enrique Urbina
García canta la nostalgia del inmigrante de esa
región: "Y aquel que por Vigo, apabulló su sombra;/
en su misterio –pompas de luna- ocultará olvido/ y
por las vides de Galicia como raíz sangrante/
tendrá su mente endulzando retornos válidos. (…)
Todo el que con un gallego trata, alcanza/ sólo un poco lo
que el corazón de ese hombre/ desparrama, porque el amor, vive
en su España" (6).

El protagonista de una canción de Alberto Cortez
conoció Galicia cumpliendo la promesa que hiciera a su
abuelo: "Y el abuelo un día cuando era muy viejo/ allende
Galicia/ me tomó la mano y yo me di cuenta/ que ya se
moría/ Y entonces me dijo, con muy pocas fuerzas/ y con
menos prisa: ‘Prométeme hijo que a la vieja aldea/
irás algún día/ Y al viento del Norte
dirás que su amigo/ a una nueva tierra, le entregó
la vida’ " (7).

Carlos Penelas es el autor del poema "Los trasterrados",
que dedica a sus abuelos Pedro Penelas y Tomás Abad. En
él dice: "Se ocupaban de las cosas comunes:/ del trabajo,
del pan, de los hijos./ No expresaron fatiga ni dolor.
Morían en silencio./ Llevaban en la sangre/ el honor, la
palabra, la brisca./ Bebían vino tinto. No reclamaron
nada./ Caminaban el tiempo de otro tiempo" (8).

Manuel Castro Cambeiro y Eliseo Mauas Pinto son los
autores de Legado Celta. En el poema "Soy el llamado
ancestral", incluido en ese libro, expresan: "Son a voz que
pradica, incansabele/ antre os do meu pobo/ lonxe da terra,/ a
qu’os exhorta/ a non anuzar de si mesmos
"
(9).

Notas

  1. Vacarezza, : "Un sainete en un soneto", en Cantos de
    la vida y de la tierra. 1944.
  2. Aprile, Bartolomé R.: "El espiante", citado en
    Páez, Jorge: El conventillo. Buenos Aires, CEAL,
    1970.
  3. Navarrine, A. y Petorossi, H.: "Galleguita", citado
    por Gustavo Cirigliano, en El Tiempo,
  4. González Carbalho, José: "Cuando mi
    padre habló de su infancia", en Requeni, Antonio: Un
    poeta arxentino en Galicia: González Carbalho. Separata
    del Boletín Galego de Literatura.
  5. Bernárdez, Francisco Luis: "Poema de las
    cuatro fechas", en Cielo de tierra. Buenos Aires, Editorial
    Sudamericana, 1948. Ilustraciones de Horacio
    Butler.
  6. Urbina García, Eugenio: "Tríptico a
    Galicia", en La Capital, Mar del Plata, 28 de febrero de
    1999.
  7. Cortez, Alberto: "El abuelo", citado por Colegio
    Schönthal en Bajaron de los barcos, www.monografias.com.
  8. Penelas, Carlos: "Los trasterrados", en El mirador de
    Espenuca. Buenos Aires, Torres Agüero Editor,
    1995.
  9. Castro, Manuel, y Mauas Pinto, Eliseo: Legado Celta.
    1993.

Vascos

Leopoldo Lugones, en "la ‘Oda a los ganados y las
mieses’, canta al vasco: "¡Oh alegre vasco matinal,
que hacía/ Con su jamelgo hirsuto y con su boina/ La
entrada del suburbio adormecido/ Bajo la aguda escarcha de la
aurora!:/ Repicaba en los tarros abollados/ Su eclógico
pregón de leche gorda,/ Y con su rizo de humo iba la pipa/
Temprana, bailándole en la boca,/ Mezclada a la quejumbre
del zorzico/ que gemía una ausencia de zampoñas./
Su cuarta liberal tenía llapa,/ Y su mano leal y
generosa,/ Prorrogaba la cuenta de los pobres/ Marcando tarjas en
sus puertas toscas" (1).

Notas

  1. Lugones, Leopoldo: "Oda a los ganados y las mieses",
    en Antología poética. Buenos Aires,
    Espasa, 1965.

Varios

Enrique Larreta canta, en "Las criadas y el
niño", a las domésticas españolas: "Que
otros digan de escuelas y de universidades./ Yo canto el cuarto
aquel de plancha y de costura/ y sus buenas mujeres.
¡Galicia! ¡Extremadura!/ y las que me
enseñaban a palmear soledades.// España de las
tierras y no de las ciudades./ También las castellanas de
grave catadura./ La blanca, la trigueña; la moza, la
madura./ De todas las pellejas, de todas las edades.// ¡Ay,
qué cuentos aquellos! Fablas de romería./ Consejas
de la lumbre. ¡Y qué linda manera/ de nombrar cada
cosa! ¡Cuánta sabiduría!// entre aquellos
refajos! Erase que se era/ un juglar que les debe toda su
nombradía./ Gaita sentimental y sonaja parlera"
(1).

En su poema "En el día de la recolección
de los frutos", Alfredo Bufano homenajea a la inmigración
española: "¡Salud, nietos sin mengua de
Francisco Pizarro/ y de Ruy Díaz de Vivar;/ hijosdalgo de
Avila de los Caballeros,/ sudorosos hacheros de Ontoria del
Pinar,/ labriegos de las rudas mesetas castellanas,/ pescadores
galaicos de las rías y el mar,/ hortelanos de Murcia,
vascos roblizos, fuertes/ extremeños: ¡larga gloria
tengáis/ todos vosotros, hijos de las viejas
Españas,/ hombres de eterna y recia y heroica mocedad,/ en
cuyas venas corre la misma sangre nuestra/ y cuyas bocas se abren
con nuestro mismo hablar!" (2).

A sus abuelas, inhumadas en tierra americana, canta
Ricardo Adúriz: "Dulces abuelas trashumadas/ desde estos
cielos/ a aquellos cementerios./ Que vuestros nombres, en medio
del océano/ de sombra, sajados vivos de la noche larga,/
os devuelvan la luz de un tiempo suave/ en Freas de Eiras
–tierra de Galicia-y en el Madrid de fin de siglo.//
Vuestras son estas últimas luciérnagas,/ fragmentos
puros de un espejo roto,/ donde brillan los rostros del olvido"
(3).

Notas

  1. Larreta, Enrique: "Las criadas y el niño", en
    Cantan los pueblos americanos. Selección de
    Germán Berdiales; ilustraciones de David Cohen. Buenos
    Aires, Ediciones Peuser, 1957.
  2. Bufano, Alfredo: "En el día de la
    recolección de los frutos", en Para todos los hombres
    del mundo que quieran habitar el suelo
    argentino. Buenos Aires, Clarín.
  3. Adúriz, Ricardo: Torre del homenaje. Madrid,
    Ediciones Cultura Hispánica del Centro Iberoamericano de
    Cooperación, 1979.

Españoles y otros

De Leopoldo Díaz es el poema "Tierra prometida",
en el que expresa: "¡América! te anuncia el nuevo
día/ en que el arte y la ciencia te
den gloria./ Serás del pensamiento la
victoria,/ no la victoria de la guerra impía.// La voz del
porvenir es la voz mía;/ mi palabra augural no es
ilusoria;/ hecha de luz y lágrimas tu historia/ habla en
mí con fervor de profecía.// El viejo mundo se
desploma y cruje… El odio, entre la sombra acecha y ruge…/
Una angustia mortal tiene la vida…// Y como leve arena que alza
el viento,/ a ti vendrán el paria y el hambriento/
soñando con la Tierra Prometida" (1).

"Barco de peltre, acero o
cucurucho,/ mole de mundo,/ cargado de niñez, hombres y
tumbos,/ arribaste./ Estrenaste el chocolate,/ la delicia de
mazorcas tiernas…/ Alimentaste sed de tierra,/ abiertas/ para
manos rocosas,/ temples tristes.", canta Carolina de Grinbaum en
"Llegaste". (2)

En su poema "Inmigrante", Cristina Pizarro evoca la
desolación de quien ve frustradas sus expectativas: "Yo
era el que no tenía título,/ ni un doble apellido,/
el que deseaba vivir en un chalet de dos pisos/ con
jardín/ y revestimientos de piedra Mar del Plata./ Era uno
de esos/ originarios de tierras/ devastadas./ Ahora/ soy/ este
aire ambiguo/ este daño/ que regresa/ y este adiós/
menoscabado" (3).

Los agricultores inmigrantes también fueron tema
de poesías. En "Ese inmigrante", Virginia
Rossi canta: "Se llenaba de espigas/ los puños y los
brazos/ y su paso medía/ la soledad del campo"
(4)

La nostalgia los embargaba; canta Cristina Assenato en
"País de inmigrante": "-porque comimos el pan triste/ y la
sal quemó ciertas noches/ porque tu hijo y el mío/
caben en el proyecto del
pájaro/ y están allí reunidos/ en la curva
del trigo,/ en el signo abierto de la gran ciudad"
(5).

Notas

  1. Díaz, Leopoldo: "Tierra prometida", en
    Cantan los pueblos americanos. Selección de
    Germán Berdiales; ilustraciones de David Cohen. Buenos
    Aires, Ediciones Peuser, 1957.
  2. Grinbaum, Carolina de: "Llegaste", en
    Inmolación. Buenos Aires, el grillo,
    2002.
  3. Pizarro, Cristina: en La voz viene de lejos.
    Buenos Aires, Ayala Palacio, 1996.
  4. Rossi, Virginia: "Ese inmigrante", en
    Capítulos, Editorial Nueva
    Generación.
  5. Assenato, Cristina: "Paìs de inmigrante", en
    El Tiempo, Azul, 21 de febrero de 1999.

En
teatro

Andaluces

En Los políticos, "sainete
cómico-lírico en un acto y tres cuadros, en prosa y
verso", escrito por Nemesio Trejo, con música de Antonio
Reynoso, aparece un barbero andaluz que canta: "Con el vito vito
vito/ con el vito vito va/ no me haga usted cosquillas/ que me
pongo colorá". El se identifica como "Benito Pérez
y Ciudad Real, barbero, soltero, extranjero, con tres años
de residencia en el país" (1).

En Bohemia criolla (2) aparecen un Andaluz que
canta "San José fue carpintero,/ según la historia
lo anuncia…/ y por eso es que los Pepes…/ (no hay regla sin
excepción)/ y por eso es que los Pepes/ ¡suelen ser
unos virutas!…".

Notas

  1. Trejo, Nemesio: Los políticos en Canillita y
    otras obras Sánchez, Trejo, Pacheco, Discépolo,
    Dragún. Selección, prólogo y notas por
    Jorge Lafforgue. Capítulo. Buenos Aires, CEAL,
    1980.
  2. María, Enrique de: Bohemia criolla, en El
    teatro argentino. 6.El sainete. Prólogo de Abel Posadas;
    selección y notas por Marta Speroni y Griselda Vignolo.
    Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.

Catalanes

En Canillita, de Florencio Sánchez,
aparece un mercero catalán, que pregona su
mercadería: "¡Toallas, peinetas, jabones, cinta de
hilera, agujas, camisetas, botones de hueso, carreteles de hilo,
madapolán, pañueletas! (…) Pañueletas,
calzoncillos, alfileres, festones, sombreros de paja,
servilletas, libros de misa. (…) Libros de misa, esponjas,
corbatas, cortes de vestido, tarjetas postales,
jabón…" (1).

Notas

  1. Sánchez, Florencio: Canillita, en Canillita y
    otras obras Sánchez, Trejo, Pacheco, Discépolo,
    Dragún. Selección, prólogo y notas por
    Jorge Lafforgue. Capítulo. Buenos Aires, CEAL,
    1980.

Gallegos

En Los políticos, "sainete
cómico-lírico en un acto y tres cuadros, en prosa y
verso", escrito por Nemesio Trejo, con música de Antonio
Reynoso, aparece un almacenero gallego que pregunta a un vasco
por qué le está cobrando cinco centavos más
por litro (1).

En Bohemia criolla (2), de Enrique de
María, aparecen gallegos. Uno de ellos es José, que
dice: "Métase uno a hacer servicius…/ Pur defender a
esos pobres/ amigus de Pata Blanca,/ que para mí son unos
jóvenes/ buenos… vamos… como el pan/ mi mujer me mata
a golpe…".

"¡Al campo!, de Nicolás Granada
(1840-1915), se estrena en el Teatro Apolo el 26 de setiembre de
1902, tras del éxito
obtenido por La piedra del escándalo, de
Martín Coronado. La animación de ¡Al
campo! e
stá a cargo de Lea Conti (Gilberta), Herminia
Mancini (Dolores), María C. De Muez (doña
Fortunata), Pablo Podestá (quien con 27 años
interpreta a don Indalecio, de 58), José J. Podestá
(Gabriel), Ubaldo Torterolo (don Timoteo), Antonio Podestá
(Fernández), Pepito Petray (Palemón), etc"
(3).

En esa pieza aparece Santiago, un criado gallego. El
autor lo hace hablar en esta forma: "Este señor prejunta
por las señoras. (…) –Usted dispense; un lu
sabía. Que no estaban en casa, esu sí; pero que
estuvieran en el monte… Si usted quiere que se lu dija…"
(4).

Escrita por Florencio Sánchez, "En familia
sube por primera vez al escenario del Teatro Apolo, el 6 de
octubre de 1905, animada por la Compañía
Podestá Hermanos" (5).

Uno de los personajes de esa pieza confiesa:
"Todavía no me doy cuenta de cómo he podido
amoldarme a semejante vida. Con decirte que yo, tu madre, que fue
siempre una mujer de orden y delicada, ha llegado hasta robarle a
una pobre gallega sirvienta… (…) Hasta robarle, sí
señor; hasta robarle a una pobre mujer los ahorros que me
había confiado" (6).

En La comparsa se despide, escribe Vacarezza: "Un
patio de conventillo,/ un italiano encargao/, un yoyega retobao,/
una percanta, un vivillo,/ un chamuyo, una pasión,/
choque, celos, discusión,/ desafío,
puñalada,/ aspamento, disparada,/ auxilio, cana…
telón" (7).

En Los primeros fríos, de Alberto
Novión, uno de los actores expresa: "-Ahora me voy a
conversar con una mucamita que trabaja en la Legación de
España, es galleguita y sin primo, ¿se da cuenta?"
(8).

En 2002, se estrena Temperley. "Con una
crítica excelente por parte de varios medios, la
obra de Luciano Suardi y Alejandro Tantanian, denominada
Temperley, está por estos días en cartel en
el Teatro Sarmiento. La pieza se basa en las experiencias de
Amparo, una
gallega que encuentra en nuestra ciudad un sitio ideal para sus
sueños, aunque las penurias lleguen de todas maneras.
Destacan el clima general de
la obra, con un logro especial en materia de escenografía
y sonido"
(9).

"Anónima y en apariencia tan impersonal como una
estación en la que los trenes descargan pasajeros, cambian
de vías y vuelven a salir siempre rumbo al sur. Así
es T. C., una mujer de casi 90 años que llegó de
España a los 17, pasó por el Hotel de los
Inmigrantes, se casó con un muchacho bueno y trabajador y
armó su casita con un jardín que serviría de
cobijo a su descendencia. Allí, en Temperley, por
supuesto. Ahora, su vida es una obra de teatro. Un
espectáculo en el que T.C. –ahora rebautizada como
Amparo–
resulta un paradigma de
su generación, la de los inmigrantes que llegaron en busca
de sus sueños de progreso. Aquellos que dos generaciones
más tarde ven a sus nietos escapar de estas tierras que
fueron cobijo y que ahora resultan demasiado ásperas."
(10).

Notas

  1. Trejo, Nemesio: Los políticos en Canillita y
    otras obras Sánchez, Trejo, Pacheco, Discépolo,
    Dragún. Selección, prólogo y notas por
    Jorge Lafforgue. Capítulo. Buenos Aires, CEAL,
    1980.
  2. María, Enrique de: Bohemia criolla, en El
    teatro argentino. 6.El sainete. Prólogo de Abel Posadas;
    selección y notas por Marta Speroni y Griselda Vignolo.
    Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  3. Ordaz, Luis: en Granada, Nicolás: ¡Al
    campo!, en El teatro argentino 3.Afirmación de la escena
    nativa. Selección, prólogo y notas por Luis
    Ordaz. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  4. Granada, Nicolás: ¡Al campo!, en El
    teatro argentino 3.Afirmación de la escena nativa.
    Selección, prólogo y notas por Luis Ordaz.
    Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  5. Ordaz, Luis: en Sánchez, Florencio: En
    familia, en El teatro argentino 4.Florencio Sánchez.
    Selección, prólogo y notas por Luis Ordaz.
    Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  6. Sánchez, Florencio: En familia, en El teatro
    argentino 4.Florencio Sánchez. Selección,
    prólogo y notas por Luis Ordaz. Capítulo. Buenos
    Aires, CEAL, 1980.
  7. Vacarezza: La comparsa se despide. Citado en
    Páez, Jorge: El conventillo. Buenos Aires, CEAL,
    1970.
  8. Novión, Alberto: Los primeros fríos, en
    El teatro argentino. 6.El sainete. Prólogo de Abel
    Posadas; selección y notas por Marta Speroni y Griselda
    Vignolo. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  9. S/F: "Artes y espectáculos", en
    www.temperleyweb.com.ar,
    agosto de 2002.
  10. S/F: "Para entendidos", en www.gcba.gov.ar.

Madrileños

En Babilonia, de Armando Discépolo,
aparecen varios criados españoles. La mucama
madrileña "es limpia, espumosa en su tualé de
mucama, bella. Se sienta ante su puerta en silla baja y
mirándose a un espejo de mano canturrea algo de su tierra,
su cintura y sus muslos inquietos" (1).

Notas

  1. Discépolo, Armando: Babilonia. Una hora entre
    criados. En Canillita y otras obras. Sánchez, Trejo,
    Pacheco, Discépolo, Dragún. Selección,
    prólogo y notas por Jorge Lafforgue. Capítulo.
    Buenos Aires, CEAL, 1980.

Vascos

Solané (1), de Francisco F.
Fernández, fue escrita en 1872, y se refiere a la Masacre
de Tandil, de la que pudo salvarse Ramón
Santmarina. Escribe Angela Blanco Amores de Pagella: "El
protagonista de esta obra es Jerónimo Solané, un
chileno hijo de una araucana y un francés, que
existió en la realidad y que llegó a los pagos de
Tandil con fama de curandero. El asunto se refiere a un hecho
real: el asesinato de un comerciante de Tandil fue atribuido
injustamente a Solané (…) Solané fue preso, pero
no se le pudo probar nada. Entonces fue muerto a través de
los hierros de la ventana de la prisión" (2).

Un vasco creado por Carlos Mauricio Pacheco para su
"sainete lírico-dramático en un acto" titulado
Los disfrazados dice, por ejemplo: "¿Y no manya ni
medio?", "No vaya a ser cosa que se retobe el grévano…"
y "Me han hecho ráir…qué infeliz el gringo
este…" (3).

De Nemesio Trejo, con música de Antonio Reynoso,
es el "sainete cómico-lírico en un acto y tres
cuadros, en prosa y verso" que se titula Los
políticos
. En él, aparece un vasco que habla
dificultosamente castellano, quien
dice que tuvo que aumentar el precio de la leche "Porque el
Municipalidad hacerme comprar tapos de lata. Si yo casas
intendente verá que tapos poner; ¡gran siete!". Y
canta "Agurneré biotreco/ amacho maitiá/ laiste
recorri conaiz/ consola saítea" (4).

En Bohemia criolla, de Enrique de María
aparece un personaje con esta indumentaria: "Román,
sentado sobre un cajón, tiene una libreta en la que figura
escribir, viste gorra de vasco, un saco viejo y un diario (La
Prensa
) colocado como chiripá de mantilla, en vez de
pantalones". En otra escena, aparecen "Un gallego, un Vasco, un
Andaluz, un Criollo y Coro de hombres. Traen guitarra,
acordeón, bandurria, etc., etc."; el vasco canta:
"¡Ay, ay, ay! Mutilá…/ ¡Ja, ja, ja, ja, ja,
ja!/ ¡Qué lindo es lo que sigue/ en lengua es
h’aldurriá!/ ¡Ay!… ¡Ay… ay…
mutilá/ chapela gurriá!…" y finaliza gritando
"¡Aurrerá nescacha polita!" (5).

Alberto Novión es el autor de El vasco de
Olavarría
(6), comedia en tres actos presentada en el
Politeama. El inmigrante siente nostalgia; dice la hija:
"papá, a pesar de que ya está viejo y que ha
formado en esta tierra su hogar, su fortuna, su tranquilidad;
viera Ud. cuántas veces lo he sorprendido cantando bajito
los aires de su tierra natal, y cuántos suspiros,
mensajeros de muchos besos, han ido desde sus labios hasta sus
montañas, para morir en los muros de su casa, allá
en la aldea de la falda".

Notas

  1. Fernández, Francisco F.: Solané, en
    Blanco Amores de Pagella, Angela: Iniciadores del teatro
    argentino. Buenos Aires, Ediciones Culturales Argentinas,
    1972.
  2. Blanco Amores de Pagella, Angela: Iniciadores del
    teatro argentino. Buenos Aires, Ediciones Culturales
    Argentinas, 1972.
  3. Pacheco, Carlos Mauricio: Los disfrazados, en
    Canillita y otras obras. Sánchez, Trejo, Pacheco,
    Discépolo, Dragún. Selección,
    prólogo y notas por Jorge Lafforgue. Capítulo.
    Buenos Aires, CEAL, 1980.
  4. Trejo, Nemesio: Los políticos en Canillita y
    otras obras Sánchez, Trejo, Pacheco, Discépolo,
    Dragún. Selección, prólogo y notas por
    Jorge Lafforgue. Capítulo. Buenos Aires, CEAL,
    1980.
  5. María, Enrique de: Bohemia criolla, en El
    teatro argentino. 6.El sainete. Prólogo de Abel Posadas;
    selección y notas por Marta Speroni y Griselda Vignolo.
    Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  6. Novión, Alberto: El vasco de Olavarría.
    En La Escena Revista Teatral N° 99. Buenos Aires,
    1920.

Sin mención de origen

Doña Pilar es una inmigrante española
casada con un italiano, ambos personajes de Pájaro de
barro
, de Samuel Eichelbaum. La inmigrante opina acerca de
las mujeres argentinas: "En este país, las mujeres
jóvenes no trabajáis. Eso está mal. En mi
tierra… En mi tierra, cuando las mujeres tienen tu edad, las
ponen a trabajar en los olivares…" (1).

Notas

  1. Eichelbaum, Samuel: Pájaro de barro. En El
    teatro argentino 10.Samuel Eichelbaum Selección,
    prólogo y notas por Luis Ordaz. Capítulo. Buenos
    Aires, CEAL, 1980.

Varios

"En Mustafá, sainete que Armando
Discépolo y Rafael José De Rosa escriben en
colaboración, y estrenan en 1921, don Gaetano (tano
típico del género) se
entusiasma ante la fusión, la
‘mescolanza’, que se logra en las bulliciosas casas
de vecindad porteñas" (1), en las que también viven
españoles: "E lo lindo ese que en medio de esto batifondo
nel conventillo todo ese armonía, todo se
entiéndano: ruso co japonese; francese con tedesco;
italiano co africano; gallego co marrueco. ¿A qué
parte del mondo se entiéndono como acá: catalane co
españole, andaluce co madrileño, napoletano co
genovese, romañolo
co calabrese? A nenguna parte. Este e no paraíso. Ese ne
jauja. ¡Ne queremo todo! (2).

Notas

  1. Ordaz, Luis: "Armando Discépolo o el
    ‘grotesco criollo’ ", en Historia de la Literatura
    Argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  2. Discépolo, Armando y De Rosa, Rafael:
    Mustafá. Citado en Páez, Jorge: El conventillo.
    Buenos Aires, CEAL, 1970.

En
cine

Algunos cineastas evocaron la inmigración
española que llegó a tierra americana. en filmes en
los que se evoca esa etapa de nuestro pasado y se pone al alcance
del público testimonios de quienes protagonizaron un
fenómeno social que dejó indelebles
huellas.

Gallegos

Niní Marshall creó, entre otros
inolvidables personajes, a Cándida Loureiro Ramallada, "la
gallega bruta y charlatana", que fue su primera
caracterización en Radio Municipal, en 1934. "En el film
Cándida (1939, Bayón Herrera), sobre un
barco y con sus ropas de campesina recién llegada, la
gallega hace su jocosa presentación: ‘Vengo a este
país a ganar cuarenta pesos, casa y comida. Salida, los
domingos’. (…) "La voz de Niní es testigo del
movimiento de
los estratos sociales medios argentinos y de los desplazamientos
culturales y de la flexibilidad de los grupos y
colectividades, en el paso de los años treinta a cuarenta"
(1).

Notas

  1. España, Claudio: "Llega Niní Marshall",
    en Cien años de cine. Buenos
    Aires, La Nación Revista, Tomo I.

Sin mención de origen

De 1933 es el film El tango, el cine y el
fútbol son los tres berretines
, realizada por el
Equipo Lumiton, a partir de una obra teatral de Arnaldo Malfatti.
"Cada uno de los berretines –obsesiones- representa
un hijo (Luis Sandrini, entre ellos), pero también
están los padres, los abuelos y un cuarto hijo. Los
mayores son inmigrantes españoles y casi seguro el padre
también, aunque el actor Luis Arata disimula su acento
tras una verba gangosa. El cuarto hijo (Florindo Ferrario), en
realidad el mayor, se recibió de arquitecto, no halla
trabajo y está enamorado de una chica (Luisa Vehil) de
clase social más alta. Los inmigrantes conservan los modos
–son anticuados, delatan su procedencia- del sainete
más popular; los jóvenes desarrollan el decir y las
costumbres del medio que frecuentan: el café, las
películas, la cancha. Como en el sainete, la acción
casi no sale del patio. La oposición paterna a los
berretines no trata en volverse comprensión humana"
(1).

En La Fuga (Argentina-España, 2000),
aparecen inmigrantes españoles. La película fue
dirigida por Eduardo Mignogna, con Ricardo Darín, Miguel
Angel Solá, Gerardo Romano, Patricio Contreras,
Inés Estévez, Facundo Arana, Arturo Maly, Norma
Aleandro.

"En el verano de 1928 escribe Juan Sasiaín- siete
presos acosados por la angustia del encierro, ansiosos por los
aleteos de libertad, se fugan de una penitenciaria de Buenos
Aires. Los prófugos toman rumbos diversos, intentando
retornar a lo que eran sus vidas. Laureano Irala (interpretado
por Miguel Angel Solá) narra las historias de sus
compañeros, con una voz cálida y reflexiva:
"ninguno de nosotros podría librarse de las ataduras que
tenía antes de caer preso…". Eduardo Mignogna,
basándose en su novela homónima, dirige el film
siguiendo su estilo en clave de melodrama. La excusa de la fuga
sirve para contar el cuento de cada uno de los presos, el
re-encuentro con sus pasiones individuales; presos de sus propios
deseos no logran fugarse de sus destinos de encierro. Lo
único que une a estos personajes es el deseo del afuera
que cantan a coro de presos: "Pide a la estrella la libertad".
(…)Es un lujo para el cine argentino contar con un narrador de
historias cargadas de emoción, poesía y delicadeza
de la talla de Mignogna. Su novela ganó el premio
Emecé y su película ganará sonrisas y
lágrimas de los deseosos espectadores" (2).

Notas

  1. España, Claudio: "Así es la vida", en
    Cien años de cine. Buenos Aires, La Nación
    Revista, Tomo I.
  2. Sasiaín, Juan: "La fuga", en
    www.cineismo.com.

Españoles y otros

Así es la vida, realizada por Francisco Mugica en
1939, proviene de una obra teatral de Nicolás de las
Llanderas. Claudio España señala que en ese film,
"con Enrique Muiño y Elías Alippi, el sainete
pervive sólo en dos amigos de la familia, un
gallego y el italiano –los de afuera; los de casa son
porteños. Por su peso, gana forma la comedia familiar,
apoyada en el sentido aglutinador de la mesa del comedor, blanca
en extremo por la luz simbólica que le arrojan los
directores de fotografía. Temporalmente, esta comedia se
inicia en el patio y prosigue en la sala con piano y con una mesa
amplia donde caben todos. Los inmigrantes mantienen el decir
cocoliche; los otros son porteños y los novios, en sus
encuentros, se hablan de tú" (1).

El 31 de mayo de 1943 se estrenó
Juvenilia, un film sonoro, en blanco y negro, de 104
minutos de duración. Lo dirigió Augusto
César Vatteone. Escribieron el guión Pedro E. Pico,
Alfredo de la Guardia y Manuel Agromayor, según la novela
homónima de Miguel Cané. La interpretaron Elisa
Christian Galvé, José Olarra, Ernesto Vilches, Eloy
Alvarez, Ricardo Passano (h), Marcos Zucker y Gogó Andreu,
entre otros (2).

"En La Patagonia rebelde (1974), Héctor
Olivera dramatiza las huelgas de los trabajadores anarquistas, en
el sur de la Argentina, durante 1920 y 1921, según la
investigación realizada por Osvaldo Bayer en Los
vengadores de la Patagonia trágica
". Rodada en
momentos de gran tensión política, intenta una
lectura aleccionadora de la historia. Para eso, el film se
constituye en un vasto flash back, que protagonizan los
cabecillas Soto, Facón Grande y el alemán Schultze,
seguido de la secuencia que marca el presente
de la narración, con la muerte del teniente coronel Zabala
(Varela, en la realidad). Completando este juego de
tiempos, sobre el final, un plano detalle de la mirada
desconcertada del militar, mientras le hacen oír una
canción en inglés, envía al espectador a una
reflexión sobre el futuro. La crítica especializada
destacó la esmerada dirección del elenco, encabezado por
Héctor Alterio (Zavala), Federico Luppi, Luis Brandoni,
Pepe Soriano, Osvaldo Terranova, Pedro Aleandro, José
María Gutiérrez, entre otros. Obtuvo el Oso de
Plata en el Festival de Berlín, mientras la
exhibición local fue demorada dos meses en espera de la
calificación del Instituto Nacional de
Cinematografía. Cuatro meses después del estreno
fue levantada de las pantallas por amenazas de grupos violentos,
en el país. Las crudas imágenes
de este film emblemático, lamentablemente premonitorias,
son el ejemplo de un cine histórico en el que no se niega
el compromiso del realizador, expuesto en el punto de vista desde
donde se cuentan los sucesos" (3).

Aller simple: Tres Historias del Río de la
Plata
se estrenó en video en Buenos
Aires en 1998, en el cine Cosmos. Es una coproducción
francoargentina de 1994, de 82 minutos de duración,
codirigida por los franceses Noel Burch y Nadine Fischer y el
uruguayo Nelson Scartaccini –a quien pertenece la idea
original-, presentada por la productora Cine-ojo, de
Marcelo Céspedes y Carmen Guarini.

El film "indaga en las peripecias de la
inmigración en la Argentina y el Uruguay. (…)
Aller simple (Pasaje de ida) elige un peculiar sesgo
narrativo para adentrarse en esta larga historia. La
cámara se planta fija en una calle cualquiera de Buenos
Aires y vemos pasar gente mientras una voz describe la dura
situación económica que atraviesa el país,
haciendo pie en el peso de la deuda externa
sobre cada uno de los argentinos. En un momento, la cámara
se detiene y quedan tres rostros, elegidos al azar, que nos
enfrentan. Dos hombres y una mujer. A partir de esas caras, la
película se adentra en las ficticias historias familiares
de cada una. Presuponen, los realizadores, que uno es
francés, el otro italiano y la tercera española. Y
arman mediante fotografías de época,
películas históricas del cine argentino (como
Pampa bárbara y Su mejor alumno) y material
documental antiquísimo, una suerte de rompecabezas de la
inmigración en la Argentina en el siglo que va de 1830 a
1930. Aller simple presenta, una por una, las historias
familiares. La del francés, que se convirtió en un
rico integrante de la Sociedad Rural; el italiano, que se fue al
Uruguay y le costó levantar cabeza pese a la solidez
económica comparativa de ese país respecto del
nuestro; y, por último, la española, que se
integró a la clase media cuentapropista poniendo una
carnicería" (4).

En abril de 1998, anuncia una noticia de la agencia
Télam: "La novela de Horacio Vázquez Rial,
‘Frontera sur’, finalmente fue elegida
–después de cantidad de lecturas- por el cineasta
español Gerardo Herrero para dar vida a una historia de
inmigrantes. ‘La filmación se hará
enteramente en la Argentina; hay muchas locaciones en
Luján, donde el 27 de este mes empieza el rodaje, que
durará ocho semanas’, confirmó el autor de
‘El soldado de porcelana’ a Télam. Entre los
actores contratados figuran Federico Luppi, el alemán
Peter Lomaier (conocido por su trabajo en ‘El enigma de
Kaspar Hauser’, de Werner Herzog) y Maribel Verdú en
los papeles principales. ‘Pero habrá varias
sorpresas más’, dice el escritor, que prefiere no
hacer adelantos. También dice que el guión de
‘Frontera…’ le pertenece: ‘Es una experiencia
muy enriquecedora e intensa. Y es curioso, porque el director
tiene un respeto por la
novela mucho mayor que el autor’. ‘Me traiciona cada
tres líneas, pero el resultado me gusta. Y, aunque no
participo en el proceso (de
producción, filmación, montaje,
etc.), no iría nunca en plan Javier
Marías quejándome porque me cambiaron la
novela’, agrega. ‘Es un trabajo de ida y vuelta. Yo
despojé la novela. Gerardo la devolvió.
Después hicimos un trabajo de poda. En fin, agregamos
cosas por indicación de los actores. El cine, en ese
sentido, no tiene nada que ver con la literatura: es un trabajo
en común’, dijo el escritor" (5).

Notas

  1. España, Claudio: "Así es la vida", en
    Cien años de cine. Buenos Aires, La Nación
    Revista, Tomo I.
  2. Verbeke, Natalia: "Juvenilia", en www.cinenacional.com.
  3. Kriger, Clara: "La Patagonia rebelde", en Cien
    años de cine. Buenos Aires, La Nación Revista,
    Tomo II.
  4. Lerer, Diego: "Tres caras de la historia", en
    Clarín, Buenos Aires, 4 de julio de 1988.
  5. S/F: " ‘Frontera sur’ llega a la pantalla
    grande", en El Tiempo, Azul, 12 de abril de 1998.

Videos

Gallegos

En la muestra "Luis
Seoane. Pinturas, dibujos y
grabados", que se llevó a cabo en el Museo de Arte Moderno
de Buenos Aires, en el invierno de 2000, se exhibió un
video que
brindó al espectador la oportunidad de entrar en contacto
con este espíritu y su singular obra. Con música de
Milladoiro y Xeito Novo, y la interpretación
de Walter Santana, quien lee fragmentos de ensayos y
obras de teatro de Seoane, se muestra al artista como un
peregrino que vive un doble extrañamiento: el del tiempo y
el del espacio. Con estas palabras lo dice: "Soy un peregrino de
la Edad Media,
pero estoy varado en el siglo XX" y también "ir rumbo a
Santiago de Compostela, mas estar varado en Buenos Aires". La
resignación que lo invade es resumida en la frase que
afirma: "Soy y seré para siempre un desarraigado
permanente. Lo seré aunque decida volver a mi país.
Es el destino del exiliado".

Televisión

Gallegos

En 1973, "Abel Santa Cruz tiene siete obras en
tevé. Una de ellas es Carmiña, con
María de los Angeles Medrano y Arturo Puig, y Raúl
Rossi en el rol de Hipólito Yrigoyen. En radio se
conoció como Tu nombre es María Sombra; en
tevé en1969 como Nuestra galleguita. En el exterior
se emitió como Natasha" (1).

Notas

  1. Itkin, Silvia: "El Estado
    llega a la
    televisión", en Ulanovsky, Carlos, Itkin, Silvia y
    Sirvèn, Pablo: Estamos en el aire. Buenos Aires,
    Planeta, 1999.

Españoles y otros

A partir de abril de 2000, Canal "á" puso "en el
aire ‘La otra tierra’ (historias de inmigrantes en un
país que busca su identidad), una nueva versión del
recordado ciclo televisivo". Se llevó "a cabo en emisiones
semanales de media hora de duración, poniendo en relieve el
aporte cultural de cada una de las corrientes migratorias". El
ciclo contó "con la producción y dirección
de la recordada Clara Zapettini y la conducción de
Canela". El equipo que respaldó el proyecto "estuvo
compuesto por Adriana Ocón en la producción; Moira
Soto en investigación, e Ivonne Fournery como guionista"
(1).

Un año después, Ivonne Fournery se
refirió en un reportaje a ambas versiones del ciclo: "En
el año ’86 yo empecé a escribir… haciendo
guiones en documentales periodísticos, en un programa muy
lindo que se llamaba ‘La otra tierra’, que trataba de
inmigrantes en un país que busca su identidad. El proyecto
estaba dirigido por Clara Zapettini, una mujer muy talentosa…
(…) Una mujer que siempre se destacó, y en esa
oportunidad la convocaron para ‘La otra tierra’, y
fue tal el impacto que, por ejemplo, el año pasado se
firmó un contrato con
canal A y se grabaron programas de
media hora, con un único testimonio cada uno. La ideología, tanto en la primera oportunidad,
en los ’80, como ahora, fue la misma, o sea, no poner el
acento para nada en la colectividad o comunidad, sino
en la síntesis
de las culturas. Es decir, hacer hincapié en el aporte que
significó a nuestra identidad esa cultura. Lo cual
enriquece al programa, lo hace
mucho más vivo y mucho más real. De lo contrario,
se transforma en una cosa… te diría que pintoresca o
turística… y no es ésa la intención.
Además, te cuento… yo no hacía la
investigación periodística, pero lo que yo
aprendí de las culturas haciendo esto no te puedo
explicar. Por otra parte, fueron muchos programas: en el
’86 se hicieron 55 y en este último año, 39.
O sea que realmente fue un privilegio. Y ahí yo
hacía los textos y la voz en off" (2).

Notas

  1. Hall, Annie: "Bambalinas", en La Nación,
    Buenos Aires, 9 de enero de 2000.
  2. Ceratto, Virginia: "La indiferencia, en un 94%, es
    falta de conocimiento", en La Capital, Mar del Plata, 18
    de marzo de 2001.

En
fotos

Castellanos

Fernando de la Orden homenajea a su abuela en un ensayo que
"fue expuesto en el Centro Cultural Recoleta y publicado en forma
de libro en la Colección Orbital bajo el título
‘Pan y manteca’, con el texto de Raquel
Garzón" (1).

La abuela Lola "nació en Logroño, Rioja,
en 1916. Su padre era militar y pasó toda su infancia
residiendo en diferentes lugares de España, a donde
él era enviado. A poco de cumplir 18 años de edad
se casó con el abuelo Gerardo, suboficial del arma de
artillería y, dos años más tarde, estando
ella embarazada la guerra los separa. Durante los tres
años de la guerra, de 1936 a 1939, no se pudieron ver.
Finalmente, en 1950, deciden emigrar a la Argentina. Tienen tres
niñas y aquí nace la cuarta. En 1977 muere el
abuelo Gerardo. Hoy, la abuela Lola tiene 85 años de edad,
cuenta con orgullo nueve nietos, diecisiete bisnietos y dos
tataranietos" (2).

En "Fernando de la Orden La abuela Lola", escribe Raquel
Garzón: "No hay neutralidad en las imágenes
de Fernando ni objetividad fotográfica ni pretendida
distancia. Más bien, un homenaje de orgullo y afecto, la
nostalgia de cierto reino (¿el del pan con manteca, los
abrazos, el rin-raje?) y la certeza íntima, secreta,
corajuda de que existe todavía en algún punto del
mapa un lugar que podemos llamar hogar, mientras soñamos
con volver a casa (3).

El fotógrafo dijo a Leila Guerriero que cuando la
anciana mira la fotografía de su familia: "para ella debe
ser impresionante ver la foto, y saber que ella y el abuelo
crearon toda esa gente, esta vida. En ese sentido, creo que no
piensa en la familia que dejó en España, sino en la
que está acá. Y somos todos tan unidos
también por la abuela" (4).

Notas

  1. S/F: en www.fotomundo.com
  2. ibídem
  3. Garzón, Raquel: "Fernando de la Orden La
    abuela Lola" (Del prólogo del libro Pan y Manteca,
    Colección Orbital), en www.fotomundo.com
  4. Guerriero, Leila: "Pan & Manteca", en La
    Nación Revista, Buenos Aires, 5 de mayo de
    2002

Gallegos

Silvia Marzochini es la autora de la foto mural de dos
gallegas, que se exhibe en el Nuevo Banco Industrial
de Azul.

En conjunto

En 1999, en el Patio del Zorzal del shopping Abasto de
Buenos Aires, se presentó Buenos Aires 1910. Memoria del
porvenir, una muestra multimedia que
reunió "400 objetos y 400 imágenes provenientes de
40 archivos
públicos y privados". La misma fue organizada por el
Instituto Internacional de Medio Ambiente
y Desarrollo, el
Fondo Nacional de las Artes, la Facultad de Arquitectura,
Diseño
y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, The Getty Research
Institute for the History of Art and the Humanities y el Banco Mundial.
Contó con un benefactor fundador y benefactores nacionales
y asociados y con el auspicio de la Secretaría de Cultura
de la Nación, la Secretaría de Cultura del Gobierno de la
Ciudad de Buenos Aires, la Secretaría de Cultura del
Gobierno de la Provincia de Buenos Aires y la UNESCO.

Había fotos, objetos –muchos de ellos
hallados en excavaciones-, mapas, maquetas,
imágenes de un pasado del que quedan innumerables
vestigios. Uno de los temas importantes dentro de esta muestra
fue la inmigración. La información que acompañaba las
fotografías señalaba que entraba al puerto un
inmigrante cada dos minutos, y salía uno, cada seis. Pude
ver un Baedeker de la Argentina (una guía para
viajeros), fotos del Hotel de Inmigrantes y una fotografía
de pasajeros españoles comiendo en la cubierta con platos
de latón, antes de desembarcar. La tomó León
Lacroix, en 1910. Esa foto se puede ver actualmente en una de las
paredes del Hipermercado Coto del Abasto, de Buenos
Aires.

…..

Así vivieron los españoles en la
Argentina, trabajando, reuniéndose, cultivando las
tradiciones de su tierra y transmitiéndolas de
generación en generación. En los testimonios que
transcribimos parcialmente, en los artículos
periodísticos, las obras literarias y los filmes y las
fotos, se evoca su laboriosidad, su nostalgia y su esperanza, la
lucha por sus ideales, y el afán de superación que
se traduce en la relevancia alcanzada por muchos de sus
descendientes.

 

 

Autor:

María González Rouco

Licenciada en Letras UNBA, Periodista Profesional
Matriculada

Partes: 1, 2
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