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Preparación de suelos para producción de piña




Enviado por garbati



    1. Algunas exigencias de la
      preparación de suelos para la producción de
      piña
    2. Tecnologías de
      preparación de suelos para la producción de
      piña en campos de reposición
    3. Algunos resultados de
      investigaciones experimentales obtenidos en Ciego de Avila,
      Cuba
    4. Bibliografía

    Características generales del
    cultivo de la piña.

    La piña tiene una amplia adaptación en las
    regiones tropicales y se cultiva en diversos países,
    aunque en algunos de ellos la superficie cultivada y la producción son insignificantes, a pesar de
    su condición tropical. En contraparte, la gran
    producción mundial de esta fruta se ha concentrado en unos
    cuantos países (Sánchez y Caraveo, 1996). Los
    indicadores de
    producción de piña por países se pueden
    obtener en el sitio web de la
    Organización de las Naciones Unidas
    para la Agricultura y
    la alimentación (FAO. FAOSTAT Database
    http://apps.fao.org).

    La piña (Ananás comosus L. Merrill) es una
    planta herbácea, perenne. Pertenece a la familia de
    las Bromeliáceas, subclase de las monocotiledóneas.
    Se cultiva en las regiones tropicales y subtropicales, desde el
    nivel del mar hasta los 800 m de altitud. Necesita
    precipitación de 1000 a 1500 mm anuales, temperatura
    promedio de 26 oC, humedad relativa del 70 %, y un
    fotoperíodo promedio mínimo de 5 horas/día,
    o sea, 1825 horas/año.

    Se distingue de los otros miembros de la familia por el
    hecho de que el fruto es una inflorescencia (un sincarpo),
    compuesto por la coalescencia de los frutos individuales, de las
    brácteas subyacentes y del eje de la inflorescencia,
    mientras que en los otros géneros los frutos individuales
    quedan libres.

    En la planta se distinguen el tallo o eje de la planta,
    comúnmente conocido como cepa; las hojas, dispuestas en el
    tallo en forma de roseta; las raíces, las más de
    las veces adventicias y superficiales; el tallo o mango
    fructífero (pedúnculo), que sostiene al fruto
    compuesto de un sincarpo, y los rebrotes, que pertenecen a
    diferentes tipos según su punto de inserción en la
    planta.

    El tallo es corto y grueso, tiene forma de porra y
    presenta una longitud máxima de 35 cm, con un
    diámetro de la base de 2 a 3,5 cm y un diámetro de
    5,5 a 7 cm en la parte más gruesa del ápice. La
    parte subterránea del tallo puede ser curvada o recta. Los
    entrenudos son muy cortos, de 1 a 10 mm; los más largos se
    encuentran en la parte media del tallo.

    En la anatomía del tallo es
    posible distinguir dos regiones claramente: la corteza y el
    cilindro central. La parte más externa de la corteza
    está formada por células
    esclerequimáticas adyacentes a la epidermis. La banda
    comprendida entre la corteza y el cilindro central está
    constituida por tejido vascular típico de las bromeliacae,
    producido por el meristemo. Es muy fino y traslúcido en el
    ápice del tallo donde los tejidos son
    más jóvenes, y más grueso y suberificado en
    la parte inferior. Esta suberización explica la gran
    resistencia
    mecánica de los tallos viejos de
    piña a las intervenciones mecánicas para la
    destrucción de los campos, por las acciones
    microbianas después del enterramiento de los
    residuos.

    Las plantas presentan
    entre 70-80 hojas, de forma lanciolada y muy alargadas. Algunas
    veces alcanzan una longitud máxima de 1,0 m y 10,7 cm de
    ancho. El número de espinas es diferente para cada
    variedad. El color de las
    hojas varía de amarillo pálido a azul verdoso,
    dependiendo de las condiciones ecológicas, el clima y las
    condiciones nutricionales.

    La distribución radial de las hojas, en forma
    de roseta, reduce el calentamiento y facilita una
    ventilación satisfactoria, también ayuda la
    posición erecta de las hojas durante el crecimiento en las
    cuales los rayos solares caen con un ángulo de baja
    incidencia. El color plateado de
    la superficie de las hojas produce la reflexión de la
    luz y ayuda a
    prevenir el sobrecalentamiento por la intensidad de la luz solar. La
    forma acanalada de las hojas le permite captar agua de
    lluvia.

    Las hojas son extremadamente fibrosas, tenaces y
    abrasivas (debido a su alto contenido de silicio). Contienen
    cordones de fibras, específicos de la piña y otras
    especies similares, constituidas de células
    esclerenquimáticas, que le confieren gran resistencia a la
    torsión.

    Estas características hacen que el proceso de
    descomposición de los residuos sea muy prolongado, por lo
    que debe propiciarse la acción del medio sobre
    éstos para disminuir el tiempo necesario
    para dicho proceso.

    El sistema radical
    de la piña es superficial, limitado y frágil. En la
    mayoría de los suelos las
    raíces no penetran a más de 50 cm de profundidad, y
    rara vez se extienden por debajo de 30 cm de profundidad, o hacia
    la periferia más allá del área de goteo de
    la planta. Esto hace posible el cultivo de piña a
    densidades muy altas (Samson, 1991).

    El drenaje y la eliminación del agua son
    críticos para el crecimiento de la piña, y el
    sistema radical
    es intolerante a los suelos mal aireados. Se deben evitar
    áreas que acumulan agua o que tienen barreras internas
    para el movimiento del
    agua como pisos de aradura, compactados o estratos impermeables.
    Los suelos ideales para el crecimiento de la piña tienen
    alto contenido de materia
    orgánica con excelente drenaje interno y alto contenido de
    aire para proveer
    cantidades óptimas de agua, nutrientes y oxígeno
    a las raíces de las plantas (Hepton,
    2003).

    Las plantas de piña producen un fruto entre los
    16 a 24 meses, para lo cual desarrolla un tallo erecto central
    sobre el que crece el pedúnculo floral que, al madurar,
    origina el fruto múltiple característico. En ese eje central,
    pedicelos y frutos se unen formando una masa dulce y jugosa, de
    gran tamaño y sin semillas en las variedades cultivadas,
    que constituye el fruto agrícola.

    La altura de las plantas adultas puede alcanzar 1,0-1,5
    m; el peso de las plantas completas oscila entre 4 000 y 4 500 g,
    pesando el tallo 600-650 g, y el mazo de hojas hasta 3 500 g. El
    diámetro de la copa alcanza 1,3-1,5 m.

    En la tabla 1 aparece el volumen y
    composición de los rastrojos en campos de piña de
    demolición, variedad Española roja, con densidad de
    plantación 33 000 plantas/ha.

    Tabla 1. Masa vegetal y nutrientes presentes en los
    rastrojos de piña, cultivar Española roja,
    después de la tercera cosecha (Peña,
    1984).

    Órganos

    Masa verde, t/ha

    N,

    kg/ha

    P2O5,
    kg/ha

    K2O, kg/ha

    Ca, kg/ha

    Mg, kg/ha

    Hojas

    78,0

    150,0

    60,0

    630,0

    20,0

    40,0

    Vástagos

    19,0

    6,6

    16,6

    93,3

    3,3

    13,3

    Tallos

    32,0

    66,6

    33,3

    156,6

    10,0

    13,3

    Raíces

    4,0

    6,6

    3,3

    10,0

    3,3

    3,3

    Plantas completas

    133,0

    230,0

    113,3

    890,0

    36,6

    70,0

    Después de la recolección
    del fruto, las yemas axilares del tallo prosiguen su desarrollo y
    forman una nueva planta semejante a la primera, que da un segundo
    fruto o retoño, generalmente de tamaño inferior al
    primero, al tiempo que las
    yemas axilares del hijo se desarrollan a su vez para dar un
    tercer fruto. De esta forma pueden sucederse numerosas
    generaciones vegetativas, pero en la práctica para la
    mayoría de los cultivadores no resulta rentable ir
    más allá de las dos o tres cosechas.

    La densidad de
    plantación es de 30 000 a 40 000 plantas por
    hectárea en dependencia de la variedad y el destino del
    fruto, aunque en algunos países puede ser de hasta 70 000
    plantas/ha.

    Algunas
    exigencias de la preparación de suelos para la
    producción de piña.

    Según Py et al. (1984) la calidad de la
    preparación de suelos reviste una importancia particular
    en el cultivo de la piña, debido a las
    características de su sistema radical. Para obtener una
    buena prospección del suelo por las
    raíces y un buen funcionamiento de ellas, es indispensable
    que:

    • El suelo sea muy
      esponjoso con la aportación de material vegetal hasta
      una profundidad de hasta 35-40 cm y que se mantenga el mayor
      tiempo posible;
    • No se expongan las raíces a la
      asfixia;
    • La materia
      orgánica procedente de la descomposición de los
      residuos del cultivo precedente sean bien
      descompuestas;
    • Contenga en estado
      asimilable los primeros elementos que la planta
      necesita;
    • Los niveles de contagio de los principales
      parásitos sean reducidos lo más
      posible.

    Tres puntos son particularmente importantes en el caso
    de la piña (Py et al., 1984):

    • Los residuos del cultivo precedente son muy
      importantes: su peso pasa frecuentemente de 200 t/ha, en
      dependencia de los niveles de fertilización.
    • Su descomposición es indispensable para evitar
      que ellos sirvan de hospederos a diferentes tipos de
      parásitos (nemátodos, cochinillas harinosas…),
      porque pueden contribuir a salvaguardar la fertilidad de los
      suelos y poner a disposición del cultivo sucesivo una
      parte de los elementos minerales que
      los componen.
    • El sistema radical es muy sensible al asentamiento
      (compresión) del suelo: en un suelo compactado la
      elongación de las raíces es reducida, la anatomía de las
      raíces afectada, y la masa de suelo explorado por las
      raíces es limitada. Es indispensable evitar la
      compactación durante las operaciones de
      preparación de suelos, reduciendo los pasajes
      después de la labor. El sistema radical es igualmente
      muy sensible a la asfixia.

    Según Peña et al. (1996) para plantar un
    suelo donde el cultivo precedente fue piña, es necesario
    comenzar la preparación con un período no menor de
    tres meses antes de plantar, a fin de lograr la
    descomposición de los residuos vegetales, que en el caso
    de la piña son abundantes y muy fibrosos, lo que hace
    más lenta la descomposición. Para lograr este
    objetivo se
    pueden usar cuatro variantes:

    • Realizar la chapea de las plantas de piña y
      posteriormente incorporar los restos vegetales al suelo a
      través de las labores de aradura y gradas. Esta variante
      presenta el inconveniente que cuando el desarrollo
      foliar de las plantas es muy grande, no se realiza la
      incorporación completa de todo el material vegetal y,
      además, se dificulta la labor de aradura, la que no
      alcanza la profundidad necesaria.
    • Destruir los residuos de la plantación
      anterior de piña a través de la quema y
      después realizar las labores de preparación de
      suelo convencionales. Presenta el inconveniente que las plantas
      no se destruyen totalmente con el fuego, y ello afecta el
      proceso de acondicionamiento del suelo.
    • La combinación de las dos variantes
      anteriores, o sea, chapear, quemar y después realizar el
      resto de las labores de preparación del suelo. Esta
      variante puede resultar muy útil si se logra que la
      labor de primera aradura se realice adecuadamente.
    • Recogida mecanizada de todos los residuos vegetales
      para ser usados en la alimentación animal
      o para otros fines y después iniciar el proceso de
      preparación del suelo.

    Hepton (2003) plantea que, debido a la morfología
    de las hojas, las plantas de piña secan lentamente, y los
    renuevos producidos por los tallos de las plantas vivas
    incorporados al suelo pueden infestar los campos. Por ello es
    común cortarlas para acelerar su desecación y
    descomposición. Según Sánchez y Caraveo
    (1996) la incorporación y descomposición de
    residuos no resulta fácil debido a lo fibroso de la hoja y
    a la dureza del tallo.

    El crecimiento de las plantas de piña es
    relativamente lento, mientras el terreno es muy expuesto,
    principalmente durante los primeros meses de vegetación, a
    todas las formas de agresividad del clima y, en
    primer lugar, a la erosión.
    Los riesgos
    varían de un suelo a otro según sus
    características propias y dependiendo, en primer lugar, de
    la intensidad y frecuencia de las precipitaciones, y de la
    pendiente del terreno (Py et al., 1984).

    Según Py (1968), al comenzar la
    preparación del suelo donde ha existido cualquier otro
    cultivo y donde hubo otra plantación de piña, es
    necesario destruir la totalidad del material vegetal provocando
    su descomposición o destruyéndolo por medio del
    fuego, no solo para poner a su disposición los elementos
    que lo componen sino también por razones
    sanitarias.

    Una buena descomposición de los rastrojos de
    piña no puede ser obtenida sin el fraccionamiento de los
    tallos de esta masa vegetal; esto es obtenido habitualmente
    haciendo uso de trituradoras o, con resultados inferiores pero
    menos onerosos, con la utilización de arados con discos
    dentados (Py et al., 1984).

    Py et al. (1984) plantean que las exportaciones e
    inmobilizaciones de nutrientes durante el cultivo de la
    piña pueden ser restituidas al suelo con la
    destrucción de las plantas madres. La plantación
    sucesiva utiliza una parte de estos nutrientes, variable de
    acuerdo a la forma en que los residuos retornan al suelo (quema,
    mulch –cobertura de la superficie del suelo con residuos-,
    o enterramiento).

    La destrucción por el fuego -técnica
    generalmente poco recomendable- es, sin embargo, la única
    económicamente posible para las pequeñas
    explotaciones, arrancando previamente las matas viejas para
    facilitar su desecación, formando haces, en esta forma se
    libera la mayor parte del terreno para otros cultivos (abonos
    verdes) que pueden mejorarlo (Py, 1968).

    Según Samson (1991), la quema provoca la
    destrucción de la mayor parte de la materia
    orgánica presente en la vegetación. No sólo
    se pierde carbono,
    hidrógeno y oxígeno, sino también gran cantidad
    de nitrógeno y azufre se incorpora a la atmósfera. La ceniza
    que queda enriquece el suelo con minerales,
    especialmente potasio, pero no por mucho tiempo. Una gran
    cantidad puede perderse por escurrimiento o lixiviación.
    Por lo tanto, es deseable no quemar completamente, o al menos
    hacerlo en la menor proporción posible.

    Dos especies de cochinillas, pertenecientes al género
    Dysmicoccus (D. brevipes y D. neobrevipes), son reconocidas como
    responsables de la enfermedad de Wilt, que puede causar
    considerables pérdidas de rendimiento. Los residuos del
    cultivo precedente pueden servir de hospederos a estas
    cochinillas, que son entonces el punto de partida de nuevas
    reinfestaciones, por lo que es indispensable destruirles. Es por
    ello que, en grandes plantaciones, hay interés en
    desmenuzar lo más posible y a enterrarlos para activar su
    descomposición, o a quemarlos, pero esto no es posible hoy
    y tiene sus inconvenientes. En las pequeñas explotaciones
    se pueden arrancar y exportar para hacer compost o quemarlos (Py
    et al., 1984).

    Para la demolición de campos de piña
    aún se utilizan prácticas que afectan el medio
    ambiente, como la aplicación de herbicidas, la chapea
    y quema posterior de residuos, o su trituración con pases
    sucesivos de gradas o arados de discos, aunque se han utilizado
    otras soluciones
    más avanzadas (Garbati Pegna y Zoli, 1997).

    Tecnologías
    de preparación de suelos para la producción de
    piña en campos de reposición.

    Garbati Pegna y Zoli (1997) realizaron un estudio sobre
    las posibilidades de mecanización de la producción
    de piña, incluyendo las tecnologías de
    reacondicionamiento de suelos para establecer las nuevas
    plantaciones. Plantearon que el uso de la mecanización
    está condicionado por la disponibilidad y el costo de la mano
    de obra en los países productores. A continuación
    se recogen los criterios de estos autores con relación a
    la producción de piña en Australia, Filipinas e
    Islas Hawaii.

    La producción de piña en Australia se
    concentra en el estado de
    Queensland, donde existen cerca de 320 haciendas dedicadas a este
    cultivo. La variedad más cultivada es la Cayena lisa
    (Smooth Cayenne) y la producción media anual esta
    comprendida entre 200 y 500 t de frutos frescos por hacienda; la
    producción total esta estimada alrededor de 135 000 t, de
    las cuales casi el 70 % se procesa industrialmente.

    Estas haciendas, generalmente, son especializadas, y
    tienen una superficie de plantación que va desde algunas
    hectáreas hasta algunas decenas de estas; la
    producción es familiar, la intensidad cultural es bastante
    alta y su nivel tecnológico es bueno.

    En los campos donde sucesivamente se planta piña,
    los residuos culturales son desmenuzados mediante láminas
    dentadas de eje vertical o con fresa; menos frecuentemente con
    trituradoras de mayales o rodillos con discos. La
    incorporación de estos residuos al suelo se realiza con
    azadas rotativas o arados de rejas. El número de pasadas
    depende de la urgencia con que debe plantarse el nuevo cultivo,
    pero entre el enterramiento y la nueva plantación pasan,
    generalmente, de tres a seis meses.

    En Filipinas la piña se cultiva en casi todo el
    archipiélago, en pequeños campos, la mayoría
    de las veces en producciones familiares y con poca
    significación desde el punto de vista de la
    mecanización, excepto en la isla de Mindanao, en el
    extremo sur del archipiélago, donde, debido a las
    condiciones ambientales favorables y la disponibilidad de mano de
    obra barata, las principales multinacionales cultivan algunas
    decenas de millares de hectáreas en la zona de Bukidnon y
    Cotavato, y hacen de este país el primer productor del
    mundo.

    La gran extensión de superficie dedicada a la
    producción de piña no ha proporcionado un notable
    desarrollo de la mecanización debido a la facilidad de
    disponer de mano de obra productiva y capaz a un costo muy bajo.
    Aquí las plantaciones son mantenidas por dos ciclos
    productivos y después se destruyen con varios pases de
    azadas rotativas y arados con discos. La labranza para la
    preparación de la nueva plantación se realiza con
    arados y gradas de discos que se alternan
    sucesivamente.

    En las Islas Hawaii actualmente se dedica a la
    producción de piña alrededor de 9 000 ha de
    terreno. Las producciones más importantes se encuentran en
    la isla Maui y en Oahu, mientras las plantaciones menores se
    hallan en Kauai y Hawaii. El costo de la mano de obra es elevado,
    y sólo la mecanización permite al producto
    hawaiano competir en el mercado
    internacional; las labores manuales son
    utilizadas principalmente en las fases de plantación y
    cosecha, y para la localización del material de
    plantación.

    Para la preparación del terreno, los residuos
    culturales de la plantación precedente se desmenuzan con
    varios pases de arado de discos, dejándolos secar para
    quemarlos o enterrarlos con un arado de vertederas. Una vez
    eliminados los residuos culturales, el terreno es arado a una
    profundidad de 450-600 mm y después repasado con un arado
    de discos para desmenuzarlo y favorecer la penetración de
    los fungicidas.

    En Hawaii, la variedad Cayena lisa es la más
    extendida en la producción de piña, se basa en 2-3
    ciclos de cosecha, requiriendo aproximadamente 32-46 meses,
    respectivamente, para completar el ciclo productivo (Bartholomew
    et al., 2002).

    Según la Asociación de Productores de
    Piña de Hawaii (1998), al final del segundo o tercer ciclo
    de cosecha, el campo se destruye o "derriba" incorporando los
    residuos de cosecha en el suelo con arados de vertederas. El
    campo es dejado en barbecho (3-12 meses) para permitir el
    deterioro de los residuos de piña, mejorar la cama de
    siembra, y reducir la transmisión de enfermedades
    (nemátodos y hongos).
    Posteriormente, el campo de piña se cultiva con grandes
    gradas de discos y subsoladores para obtener el deseado
    desmenuzamiento del suelo. Según Bartholomew et al. (2002)
    si el suelo no posee buen drenaje, se deben formar camas de al
    menos 20 cm de altura.

    Otra solución brindada a la demolición de
    campos de piña fue mostrada a los participantes en el
    Segundo Simposio
    Internacional sobre la Piña Tropical celebrado en febrero
    de 1995, en Trois-Ilets, Martinicas, Antillas Francesas, durante
    la visita a la plantación mecanizada más importante
    de esta isla.

    La máquina consiste en la modificación de
    una fresadora agrícola de eje vertical para realizar el
    desmenuzamiento de las plantas de piña. Esta
    máquina posee cuchillas verticales, lo que podría
    tener como desventaja, al realizar el corte a lo largo de tallos
    y hojas, o próximo a esta posición, la
    obtención de residuos de gran tamaño,
    dificultándose su enterramiento y descomposición,
    además de su mayor complejidad constructiva, si se compara
    con otro tipo de máquina trituradora.

    Fig. 1. Máquina utilizada para demolición
    de campos de piña en Martinicas.

    En México, el
    Instituto Nacional de Investigaciones
    Agropecuarias y Forestales (INIFAP) ha recomendado, para la
    preparación de suelos en los campos de piña que son
    demolidos, la secuencia de labores siguiente: chapea e
    incorporación de los residuos de cosecha, barbecho,
    rastreo, nivelación y drenaje de los campos. La quema de
    residuos es recomendada cuando hay antecedentes de plagas y
    enfermedades en
    el cultivo anterior, con sus consecuencias sobre la
    disminución de materia orgánica en el suelo, la
    eliminación de los controles biológicos de las
    propias plagas, entre otras (Sánchez y Caraveo,
    1996).

    En los suelos de turba de Malasia, las plantas son
    eliminadas con Gramoxone para acelerar su desecación. Una
    vez desecadas, los residuos de las plantas pueden ser quemados, o
    incorporadas al suelo, proporcionando suficiente humedad y tiempo
    para su descomposición (Hepton, 2003).

    El uso de prácticas agrícolas inadecuadas
    ejerce un efecto muy negativo sobre el medio ambiente. En
    Honduras el cultivo intensivo (sin rotación) de la
    piña ha tendido a empobrecer los suelos, y a causar
    problemas de
    erosión
    (Pomareda et al., 1997).

    La producción de la piña en Costa Rica causa
    un deterioro muy marcado de los suelos. Se han identificado
    cuatro problemas
    específicos de manejo que amenazan la sostenibilidad de la
    producción: la erosión, la compactación, el
    deterioro en la actividad microbiológica del suelo y la
    producción como monocultivo. Se produce alta
    erosión de los suelos debido a la mala selección
    del área de siembra y la labranza antes de la siembra. Las
    zonas con fuertes precipitaciones son susceptibles de sufrir un
    serio impacto como consecuencia de la limitada cobertura vegetal
    que el cultivo de la piña otorga al suelo, o por su
    labranza en el período lluvioso, necesaria para escalonar
    las producciones durante todo el año (Quijandria et al.,
    1997).

    En Panamá se
    recomienda arar a una profundidad de 6 a 8 pulgadas y de 8 a 12
    pulgadas si se va a encamar. Pasados unos 30 días,
    realizar tres pases de rastra para que el terreno quede bien
    suelto y sin terrones. En los suelos con problemas de drenaje, se
    realiza el subsolado (dos pases cruzados) y se termina de pasar
    la rastra; luego se procede a pasar la encamadora que conforma
    camas de 25 cm de altura, 80 cm de ancho, y 30 cm de zanja. Entre
    los implementos que se utilizan para estas labores se tienen, el
    arado de disco, roma,
    semi-roma y la rastra
    liviana o rotatiler.

    El Departamento de Frutales del Ministerio de la
    Agricultura de
    Cuba, en el
    Instructivo técnico para el cultivo de la piña
    (MINAG, 1989), plantea:

    "Para incorporar los residuos vegetales al suelo, es
    necesario comenzar la preparación de éste con el
    pase de una chapeadora (desbrozadora), a fin de cortar toda la
    masa vegetal en pequeños pedazos para facilitar así
    las araduras necesarias y alcanzar con esto una masiva y uniforme
    descomposición.

    "Este método
    puede confrontar dificultades en aquellas zonas donde el
    desarrollo foliar sea muy grande, pues el carácter
    fibroso de la masa vegetal puede entorpecer la función de
    los órganos de trabajo o discos de los implementos
    agrícolas.

    "La destrucción de los residuos por el fuego debe
    ser usada en las zonas donde las plantas alcancen gran desarrollo
    foliar. Es muy eficaz, ya que en poco tiempo la materia vegetal
    queda reducida grandemente, sin que se conozcan efectos nocivos
    sobre los suelos".

    Tales recomendaciones no se corresponden con las
    tendencias actuales de la producción agrícola en el
    mundo, por lo que resulta necesario establecer tecnologías
    más respetuosas del ambiente,
    aspecto en el cual se trabaja en la actualidad.

    La demolición de los campos de piña se ha
    realizado, tradicionalmente, utilizando una desbrozadora de eje
    vertical (chapeadora CH-60), para posteriormente realizar la
    labranza del terreno con tecnologías basadas en el uso de
    arados y gradas de discos.

    La chapeadora CH-60 realiza el corte en el plano
    horizontal, utilizando sólo dos cuchillas, por lo que las
    dimensiones de residuos triturados que se obtienen son grandes.
    Esto afecta la preparación de suelos, al constituir los
    residuos un obstáculo para la profundización de los
    implementos de labranza, y retardarse el proceso de
    descomposición de los residuos, lo que favorece la
    transmisión de plagas y enfermedades del cultivo
    precedente a la nueva plantación.

    Según Peña et al. (1996) la chinche
    harinosa o cochinilla produce agotamiento de las plantas de
    piña y es vector de un virus conocido
    como Wilt; ambos producen grandes daños a las
    plantaciones. El control de la
    cochinilla (Dysmicoccus brevipes) comienza con la
    preparación de suelos, y la erradicación de las
    plantas hospederas. En campos de reposición es necesario
    que se logre la total descomposición de los restos de
    cosechas, pues en ocasiones se observan pequeños
    fragmentos de tallos y a diferentes profundidades en el suelo,
    con fuerte grado de ataque.

    La labranza intensiva con órganos de discos
    produce pérdida de humedad, la compactación del
    terreno, la mineralización de las sustancias
    húmicas presentes y la degradación de la estructura del
    suelo, incurriéndose en altos costos
    energéticos y de trabajo. Como consecuencia, se afecta la
    sostenibilidad de la producción.

    La quema de rastrojos no permite el reciclaje de los
    residuos vegetales. Con su realización se pierden materia
    orgánica y nutrientes, y se afecta la calidad del
    suelo. Además, esta práctica ha demostrado su
    ineficacia en la destrucción de los tallos de piña,
    los que constituyen un importante obstáculo para la
    preparación del suelo, y pueden mantener su capacidad de
    generar nuevas plantas a partir de sus yemas, con lo que se
    originaría el nacimiento de plantas indeseables en el
    cultivo establecido en el campo.

    Fig. 2. Brote de retoños en tallos de piña
    de plantas quemadas.

    El empobrecimiento en materia orgánica es
    más importante en la piña que en otros cultivos
    importantes como el plátano. Según Py et al. (1984)
    esta evolución se debe a:

    • La discontinuidad de las restituciones: éstas
      se realiza masivamente en el momento de la destrucción
      de los residuos, con intervalos de tiempo superiores a dos
      años;
    • La temperatura
      y la humedad del suelo: el suelo permanece desnudo o
      débilmente cubierto durante algunos meses de cultivo de
      la piña. Además de la elevación de la
      temperatura del suelo en que esto resulta, las consecuencias
      son múltiples sobre la erosión y su estructura.

    Según King (1931, 1934), la piña responde
    a la presencia y al incremento de la materia orgánica en
    el suelo. La incorporación de residuos de piña no
    es tóxica para el crecimiento de la siguiente
    plantación en campos de reposición. Con la
    incorporación de rastrojos de piña, la
    relación C/N (carbono/nitrógeno) en el suelo se
    incrementa, y la disponibilidad de nitrógeno disminuye
    durante las primeras semanas pero se incrementa posteriormente
    (Tam y Magistad, 1936).

    Algunos
    resultados de investigaciones
    experimentales obtenidos en Ciego de Avila, Cuba.

    La trituración e incorporación de
    rastrojos de piña ha contribuido a la mejora de la calidad
    del suelo, principalmente cuando se utiliza la tecnología de
    labranza vertical en sustitución de las tecnologías
    de labranza con el empleo de
    arados y gradas de discos.

    La calidad de la trituración de los residuos de
    piña con la trituradora de mayales Nobili BNU-160 es
    superior a la obtenida con la desbrozadora CH-60H utilizada
    tradicionalmente, debido a las diferencias en las
    características funcionales de ambas máquinas.

    La desbrozadora posee un árbol vertical, en el
    cual se colocan dos brazos con cuchillas articuladas, las cuales
    realizan el corte por impacto al girar a alta velocidad en
    el plano horizontal, próximo a la superficie del terreno.
    Al realizar el corte, las cuchillas golpean las plantas de
    piña, lanzándolas hacia atrás en la misma
    dirección de movimiento de
    las cuchillas, por lo que no se obtienen pequeñas
    dimensiones de los residuos triturados.

    La trituradora de mayales posee un árbol
    horizontal, al cual se le articulan varias cuchillas, que giran a
    gran velocidad en
    el plano vertical. Su principio de corte también es por
    impacto, pero actúa mayor número de cuchillas sobre
    la planta, produciendo una mayor trituración de los
    residuos, con lo que se facilita la preparación de suelos
    y la incorporación de los mismos.

    Para ver el gráfico seleccione la
    opción "Descargar" del menú superior

    Fig. 3. Demolición de campos de piña con
    una máquina desbrozadora CH-60H (izquierda) y con la
    trituradora de mayales Nobili BNU-160 (derecha).

    En la figura 3 se pueden apreciar residuos grandes,
    obtenidos durante la demolición de campos de piña
    con la desbrozadora (chapeadora) CH-60 H. El acordonamiento
    producido por el lanzamiento de los residuos triturados hacia la
    parte trasera de la máquina puede dificultar la labranza,
    debido a la acumulación de residuos en los órganos
    de los implementos de labranza.

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    Fig. 4. Rastrojos de piña triturados con la
    desbrozadora CH-60. Los residuos grandes no se incorporan durante
    la aradura (a la derecha).

    El contenido de materia orgánica se
    incrementó en las parcelas donde se realizó la
    labranza vertical, mientras en las parcelas donde se
    empleó la labranza con órganos de discos
    inicialmente se produjo un incremento y posteriormente
    decrecimiento del contenido de materia
    orgánica.

    El incremento del contenido de materia orgánica
    en el estrato 0-10 cm, para la labranza vertical, se corresponde
    con el hecho de que la mayoría de los residuos (54 %) se
    ubicaron en la superficie, y prácticamente el 90 % de
    éstos se distribuyeron entre la superficie y los primeros
    10 cm del perfil del suelo, y con las condiciones que se
    obtuvieron durante la labranza, lo que ha favorecido la
    aireación, el desarrollo de la fauna microbiana
    del suelo y la descomposición de los residuos.

    A pesar de que en las parcelas donde se realizó
    la labranza con discos cerca del 70 % de los residuos se
    distribuyeron entre la superficie (13,58 %) y los primeros 10 cm
    del suelo, se produjo una disminución del contenido de
    materia orgánica entre los seis y los 15 meses posteriores
    a la preparación del suelo, influenciado no sólo
    por la distribución de los residuos, sino
    también por la acción intensiva de los discos sobre
    la estructura del suelo, y por las fuertes lluvias, lo que
    provocó una modificación sustancial del
    suelo.

    La densidad aparente del suelo en el área donde
    se utilizó la tecnología
    tradicional no manifestó diferencias significativas con el
    testigo (suelo en estado
    natural), pero sí con el área de laboreo vertical,
    siendo más favorables las condiciones obtenidas en las
    parcelas donde se utilizó ésta
    última.

    La velocidad de infiltración del agua en el suelo
    también resultó favorecida por el empleo de la
    labranza vertical, influido por la formación de capas
    endurecidas (sellaje y piso de aradura) en la parte inferior del
    estrato de suelo labrado debido a la acción vertical de
    los órganos de discos. Esta acción física provoca
    compactación y dificultades con la infiltración del
    agua, afectando negativamente el desarrollo del
    cultivo.

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    Ing. Jorge S. Pérez de Corcho
    Fuentes

    Facultad de Ingeniería. Universidad de Ciego de
    Avila.
    Carretera a Morón. Km. 9. Ciego de
    Avila.

    CP 69450. Cuba.

    Dr. Francesco Garbati Pegna

    Dipartimento de Ingegneria Agraria e Forestale.
    Università di
    Firenze.
    Piazzale delle Cascine, 15. Firenze.
    50144. Italia.

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