- Algunas exigencias de la
preparación de suelos para la producción de
piña - Tecnologías de
preparación de suelos para la producción de
piña en campos de reposición - Algunos resultados de
investigaciones experimentales obtenidos en Ciego de Avila,
Cuba - Bibliografía
Características generales del
cultivo de la piña.
La piña tiene una amplia adaptación en las
regiones tropicales y se cultiva en diversos países,
aunque en algunos de ellos la superficie cultivada y la producción son insignificantes, a pesar de
su condición tropical. En contraparte, la gran
producción mundial de esta fruta se ha concentrado en unos
cuantos países (Sánchez y Caraveo, 1996). Los
indicadores de
producción de piña por países se pueden
obtener en el sitio web de la
Organización de las Naciones Unidas
para la Agricultura y
la alimentación (FAO. FAOSTAT Database
– http://apps.fao.org).
La piña (Ananás comosus L. Merrill) es una
planta herbácea, perenne. Pertenece a la familia de
las Bromeliáceas, subclase de las monocotiledóneas.
Se cultiva en las regiones tropicales y subtropicales, desde el
nivel del mar hasta los 800 m de altitud. Necesita
precipitación de 1000 a 1500 mm anuales, temperatura
promedio de 26 oC, humedad relativa del 70 %, y un
fotoperíodo promedio mínimo de 5 horas/día,
o sea, 1825 horas/año.
Se distingue de los otros miembros de la familia por el
hecho de que el fruto es una inflorescencia (un sincarpo),
compuesto por la coalescencia de los frutos individuales, de las
brácteas subyacentes y del eje de la inflorescencia,
mientras que en los otros géneros los frutos individuales
quedan libres.
En la planta se distinguen el tallo o eje de la planta,
comúnmente conocido como cepa; las hojas, dispuestas en el
tallo en forma de roseta; las raíces, las más de
las veces adventicias y superficiales; el tallo o mango
fructífero (pedúnculo), que sostiene al fruto
compuesto de un sincarpo, y los rebrotes, que pertenecen a
diferentes tipos según su punto de inserción en la
planta.
El tallo es corto y grueso, tiene forma de porra y
presenta una longitud máxima de 35 cm, con un
diámetro de la base de 2 a 3,5 cm y un diámetro de
5,5 a 7 cm en la parte más gruesa del ápice. La
parte subterránea del tallo puede ser curvada o recta. Los
entrenudos son muy cortos, de 1 a 10 mm; los más largos se
encuentran en la parte media del tallo.
En la anatomía del tallo es
posible distinguir dos regiones claramente: la corteza y el
cilindro central. La parte más externa de la corteza
está formada por células
esclerequimáticas adyacentes a la epidermis. La banda
comprendida entre la corteza y el cilindro central está
constituida por tejido vascular típico de las bromeliacae,
producido por el meristemo. Es muy fino y traslúcido en el
ápice del tallo donde los tejidos son
más jóvenes, y más grueso y suberificado en
la parte inferior. Esta suberización explica la gran
resistencia
mecánica de los tallos viejos de
piña a las intervenciones mecánicas para la
destrucción de los campos, por las acciones
microbianas después del enterramiento de los
residuos.
Las plantas presentan
entre 70-80 hojas, de forma lanciolada y muy alargadas. Algunas
veces alcanzan una longitud máxima de 1,0 m y 10,7 cm de
ancho. El número de espinas es diferente para cada
variedad. El color de las
hojas varía de amarillo pálido a azul verdoso,
dependiendo de las condiciones ecológicas, el clima y las
condiciones nutricionales.
La distribución radial de las hojas, en forma
de roseta, reduce el calentamiento y facilita una
ventilación satisfactoria, también ayuda la
posición erecta de las hojas durante el crecimiento en las
cuales los rayos solares caen con un ángulo de baja
incidencia. El color plateado de
la superficie de las hojas produce la reflexión de la
luz y ayuda a
prevenir el sobrecalentamiento por la intensidad de la luz solar. La
forma acanalada de las hojas le permite captar agua de
lluvia.
Las hojas son extremadamente fibrosas, tenaces y
abrasivas (debido a su alto contenido de silicio). Contienen
cordones de fibras, específicos de la piña y otras
especies similares, constituidas de células
esclerenquimáticas, que le confieren gran resistencia a la
torsión.
Estas características hacen que el proceso de
descomposición de los residuos sea muy prolongado, por lo
que debe propiciarse la acción del medio sobre
éstos para disminuir el tiempo necesario
para dicho proceso.
El sistema radical
de la piña es superficial, limitado y frágil. En la
mayoría de los suelos las
raíces no penetran a más de 50 cm de profundidad, y
rara vez se extienden por debajo de 30 cm de profundidad, o hacia
la periferia más allá del área de goteo de
la planta. Esto hace posible el cultivo de piña a
densidades muy altas (Samson, 1991).
El drenaje y la eliminación del agua son
críticos para el crecimiento de la piña, y el
sistema radical
es intolerante a los suelos mal aireados. Se deben evitar
áreas que acumulan agua o que tienen barreras internas
para el movimiento del
agua como pisos de aradura, compactados o estratos impermeables.
Los suelos ideales para el crecimiento de la piña tienen
alto contenido de materia
orgánica con excelente drenaje interno y alto contenido de
aire para proveer
cantidades óptimas de agua, nutrientes y oxígeno
a las raíces de las plantas (Hepton,
2003).
Las plantas de piña producen un fruto entre los
16 a 24 meses, para lo cual desarrolla un tallo erecto central
sobre el que crece el pedúnculo floral que, al madurar,
origina el fruto múltiple característico. En ese eje central,
pedicelos y frutos se unen formando una masa dulce y jugosa, de
gran tamaño y sin semillas en las variedades cultivadas,
que constituye el fruto agrícola.
La altura de las plantas adultas puede alcanzar 1,0-1,5
m; el peso de las plantas completas oscila entre 4 000 y 4 500 g,
pesando el tallo 600-650 g, y el mazo de hojas hasta 3 500 g. El
diámetro de la copa alcanza 1,3-1,5 m.
En la tabla 1 aparece el volumen y
composición de los rastrojos en campos de piña de
demolición, variedad Española roja, con densidad de
plantación 33 000 plantas/ha.
Tabla 1. Masa vegetal y nutrientes presentes en los
rastrojos de piña, cultivar Española roja,
después de la tercera cosecha (Peña,
1984).
Órganos | Masa verde, t/ha | N, kg/ha | P2O5, | K2O, kg/ha | Ca, kg/ha | Mg, kg/ha |
Hojas | 78,0 | 150,0 | 60,0 | 630,0 | 20,0 | 40,0 |
Vástagos | 19,0 | 6,6 | 16,6 | 93,3 | 3,3 | 13,3 |
Tallos | 32,0 | 66,6 | 33,3 | 156,6 | 10,0 | 13,3 |
Raíces | 4,0 | 6,6 | 3,3 | 10,0 | 3,3 | 3,3 |
Plantas completas | 133,0 | 230,0 | 113,3 | 890,0 | 36,6 | 70,0 |
Después de la recolección
del fruto, las yemas axilares del tallo prosiguen su desarrollo y
forman una nueva planta semejante a la primera, que da un segundo
fruto o retoño, generalmente de tamaño inferior al
primero, al tiempo que las
yemas axilares del hijo se desarrollan a su vez para dar un
tercer fruto. De esta forma pueden sucederse numerosas
generaciones vegetativas, pero en la práctica para la
mayoría de los cultivadores no resulta rentable ir
más allá de las dos o tres cosechas.
La densidad de
plantación es de 30 000 a 40 000 plantas por
hectárea en dependencia de la variedad y el destino del
fruto, aunque en algunos países puede ser de hasta 70 000
plantas/ha.
Algunas
exigencias de la preparación de suelos para la
producción de piña.
Según Py et al. (1984) la calidad de la
preparación de suelos reviste una importancia particular
en el cultivo de la piña, debido a las
características de su sistema radical. Para obtener una
buena prospección del suelo por las
raíces y un buen funcionamiento de ellas, es indispensable
que:
- El suelo sea muy
esponjoso con la aportación de material vegetal hasta
una profundidad de hasta 35-40 cm y que se mantenga el mayor
tiempo posible; - No se expongan las raíces a la
asfixia; - La materia
orgánica procedente de la descomposición de los
residuos del cultivo precedente sean bien
descompuestas; - Contenga en estado
asimilable los primeros elementos que la planta
necesita; - Los niveles de contagio de los principales
parásitos sean reducidos lo más
posible.
Tres puntos son particularmente importantes en el caso
de la piña (Py et al., 1984):
- Los residuos del cultivo precedente son muy
importantes: su peso pasa frecuentemente de 200 t/ha, en
dependencia de los niveles de fertilización. - Su descomposición es indispensable para evitar
que ellos sirvan de hospederos a diferentes tipos de
parásitos (nemátodos, cochinillas harinosas…),
porque pueden contribuir a salvaguardar la fertilidad de los
suelos y poner a disposición del cultivo sucesivo una
parte de los elementos minerales que
los componen. - El sistema radical es muy sensible al asentamiento
(compresión) del suelo: en un suelo compactado la
elongación de las raíces es reducida, la anatomía de las
raíces afectada, y la masa de suelo explorado por las
raíces es limitada. Es indispensable evitar la
compactación durante las operaciones de
preparación de suelos, reduciendo los pasajes
después de la labor. El sistema radical es igualmente
muy sensible a la asfixia.
Según Peña et al. (1996) para plantar un
suelo donde el cultivo precedente fue piña, es necesario
comenzar la preparación con un período no menor de
tres meses antes de plantar, a fin de lograr la
descomposición de los residuos vegetales, que en el caso
de la piña son abundantes y muy fibrosos, lo que hace
más lenta la descomposición. Para lograr este
objetivo se
pueden usar cuatro variantes:
- Realizar la chapea de las plantas de piña y
posteriormente incorporar los restos vegetales al suelo a
través de las labores de aradura y gradas. Esta variante
presenta el inconveniente que cuando el desarrollo
foliar de las plantas es muy grande, no se realiza la
incorporación completa de todo el material vegetal y,
además, se dificulta la labor de aradura, la que no
alcanza la profundidad necesaria. - Destruir los residuos de la plantación
anterior de piña a través de la quema y
después realizar las labores de preparación de
suelo convencionales. Presenta el inconveniente que las plantas
no se destruyen totalmente con el fuego, y ello afecta el
proceso de acondicionamiento del suelo. - La combinación de las dos variantes
anteriores, o sea, chapear, quemar y después realizar el
resto de las labores de preparación del suelo. Esta
variante puede resultar muy útil si se logra que la
labor de primera aradura se realice adecuadamente. - Recogida mecanizada de todos los residuos vegetales
para ser usados en la alimentación animal
o para otros fines y después iniciar el proceso de
preparación del suelo.
Hepton (2003) plantea que, debido a la morfología
de las hojas, las plantas de piña secan lentamente, y los
renuevos producidos por los tallos de las plantas vivas
incorporados al suelo pueden infestar los campos. Por ello es
común cortarlas para acelerar su desecación y
descomposición. Según Sánchez y Caraveo
(1996) la incorporación y descomposición de
residuos no resulta fácil debido a lo fibroso de la hoja y
a la dureza del tallo.
El crecimiento de las plantas de piña es
relativamente lento, mientras el terreno es muy expuesto,
principalmente durante los primeros meses de vegetación, a
todas las formas de agresividad del clima y, en
primer lugar, a la erosión.
Los riesgos
varían de un suelo a otro según sus
características propias y dependiendo, en primer lugar, de
la intensidad y frecuencia de las precipitaciones, y de la
pendiente del terreno (Py et al., 1984).
Según Py (1968), al comenzar la
preparación del suelo donde ha existido cualquier otro
cultivo y donde hubo otra plantación de piña, es
necesario destruir la totalidad del material vegetal provocando
su descomposición o destruyéndolo por medio del
fuego, no solo para poner a su disposición los elementos
que lo componen sino también por razones
sanitarias.
Una buena descomposición de los rastrojos de
piña no puede ser obtenida sin el fraccionamiento de los
tallos de esta masa vegetal; esto es obtenido habitualmente
haciendo uso de trituradoras o, con resultados inferiores pero
menos onerosos, con la utilización de arados con discos
dentados (Py et al., 1984).
Py et al. (1984) plantean que las exportaciones e
inmobilizaciones de nutrientes durante el cultivo de la
piña pueden ser restituidas al suelo con la
destrucción de las plantas madres. La plantación
sucesiva utiliza una parte de estos nutrientes, variable de
acuerdo a la forma en que los residuos retornan al suelo (quema,
mulch –cobertura de la superficie del suelo con residuos-,
o enterramiento).
La destrucción por el fuego -técnica
generalmente poco recomendable- es, sin embargo, la única
económicamente posible para las pequeñas
explotaciones, arrancando previamente las matas viejas para
facilitar su desecación, formando haces, en esta forma se
libera la mayor parte del terreno para otros cultivos (abonos
verdes) que pueden mejorarlo (Py, 1968).
Según Samson (1991), la quema provoca la
destrucción de la mayor parte de la materia
orgánica presente en la vegetación. No sólo
se pierde carbono,
hidrógeno y oxígeno, sino también gran cantidad
de nitrógeno y azufre se incorpora a la atmósfera. La ceniza
que queda enriquece el suelo con minerales,
especialmente potasio, pero no por mucho tiempo. Una gran
cantidad puede perderse por escurrimiento o lixiviación.
Por lo tanto, es deseable no quemar completamente, o al menos
hacerlo en la menor proporción posible.
Dos especies de cochinillas, pertenecientes al género
Dysmicoccus (D. brevipes y D. neobrevipes), son reconocidas como
responsables de la enfermedad de Wilt, que puede causar
considerables pérdidas de rendimiento. Los residuos del
cultivo precedente pueden servir de hospederos a estas
cochinillas, que son entonces el punto de partida de nuevas
reinfestaciones, por lo que es indispensable destruirles. Es por
ello que, en grandes plantaciones, hay interés en
desmenuzar lo más posible y a enterrarlos para activar su
descomposición, o a quemarlos, pero esto no es posible hoy
y tiene sus inconvenientes. En las pequeñas explotaciones
se pueden arrancar y exportar para hacer compost o quemarlos (Py
et al., 1984).
Para la demolición de campos de piña
aún se utilizan prácticas que afectan el medio
ambiente, como la aplicación de herbicidas, la chapea
y quema posterior de residuos, o su trituración con pases
sucesivos de gradas o arados de discos, aunque se han utilizado
otras soluciones
más avanzadas (Garbati Pegna y Zoli, 1997).
Tecnologías
de preparación de suelos para la producción de
piña en campos de reposición.
Garbati Pegna y Zoli (1997) realizaron un estudio sobre
las posibilidades de mecanización de la producción
de piña, incluyendo las tecnologías de
reacondicionamiento de suelos para establecer las nuevas
plantaciones. Plantearon que el uso de la mecanización
está condicionado por la disponibilidad y el costo de la mano
de obra en los países productores. A continuación
se recogen los criterios de estos autores con relación a
la producción de piña en Australia, Filipinas e
Islas Hawaii.
La producción de piña en Australia se
concentra en el estado de
Queensland, donde existen cerca de 320 haciendas dedicadas a este
cultivo. La variedad más cultivada es la Cayena lisa
(Smooth Cayenne) y la producción media anual esta
comprendida entre 200 y 500 t de frutos frescos por hacienda; la
producción total esta estimada alrededor de 135 000 t, de
las cuales casi el 70 % se procesa industrialmente.
Estas haciendas, generalmente, son especializadas, y
tienen una superficie de plantación que va desde algunas
hectáreas hasta algunas decenas de estas; la
producción es familiar, la intensidad cultural es bastante
alta y su nivel tecnológico es bueno.
En los campos donde sucesivamente se planta piña,
los residuos culturales son desmenuzados mediante láminas
dentadas de eje vertical o con fresa; menos frecuentemente con
trituradoras de mayales o rodillos con discos. La
incorporación de estos residuos al suelo se realiza con
azadas rotativas o arados de rejas. El número de pasadas
depende de la urgencia con que debe plantarse el nuevo cultivo,
pero entre el enterramiento y la nueva plantación pasan,
generalmente, de tres a seis meses.
En Filipinas la piña se cultiva en casi todo el
archipiélago, en pequeños campos, la mayoría
de las veces en producciones familiares y con poca
significación desde el punto de vista de la
mecanización, excepto en la isla de Mindanao, en el
extremo sur del archipiélago, donde, debido a las
condiciones ambientales favorables y la disponibilidad de mano de
obra barata, las principales multinacionales cultivan algunas
decenas de millares de hectáreas en la zona de Bukidnon y
Cotavato, y hacen de este país el primer productor del
mundo.
La gran extensión de superficie dedicada a la
producción de piña no ha proporcionado un notable
desarrollo de la mecanización debido a la facilidad de
disponer de mano de obra productiva y capaz a un costo muy bajo.
Aquí las plantaciones son mantenidas por dos ciclos
productivos y después se destruyen con varios pases de
azadas rotativas y arados con discos. La labranza para la
preparación de la nueva plantación se realiza con
arados y gradas de discos que se alternan
sucesivamente.
En las Islas Hawaii actualmente se dedica a la
producción de piña alrededor de 9 000 ha de
terreno. Las producciones más importantes se encuentran en
la isla Maui y en Oahu, mientras las plantaciones menores se
hallan en Kauai y Hawaii. El costo de la mano de obra es elevado,
y sólo la mecanización permite al producto
hawaiano competir en el mercado
internacional; las labores manuales son
utilizadas principalmente en las fases de plantación y
cosecha, y para la localización del material de
plantación.
Para la preparación del terreno, los residuos
culturales de la plantación precedente se desmenuzan con
varios pases de arado de discos, dejándolos secar para
quemarlos o enterrarlos con un arado de vertederas. Una vez
eliminados los residuos culturales, el terreno es arado a una
profundidad de 450-600 mm y después repasado con un arado
de discos para desmenuzarlo y favorecer la penetración de
los fungicidas.
En Hawaii, la variedad Cayena lisa es la más
extendida en la producción de piña, se basa en 2-3
ciclos de cosecha, requiriendo aproximadamente 32-46 meses,
respectivamente, para completar el ciclo productivo (Bartholomew
et al., 2002).
Según la Asociación de Productores de
Piña de Hawaii (1998), al final del segundo o tercer ciclo
de cosecha, el campo se destruye o "derriba" incorporando los
residuos de cosecha en el suelo con arados de vertederas. El
campo es dejado en barbecho (3-12 meses) para permitir el
deterioro de los residuos de piña, mejorar la cama de
siembra, y reducir la transmisión de enfermedades
(nemátodos y hongos).
Posteriormente, el campo de piña se cultiva con grandes
gradas de discos y subsoladores para obtener el deseado
desmenuzamiento del suelo. Según Bartholomew et al. (2002)
si el suelo no posee buen drenaje, se deben formar camas de al
menos 20 cm de altura.
Otra solución brindada a la demolición de
campos de piña fue mostrada a los participantes en el
Segundo Simposio
Internacional sobre la Piña Tropical celebrado en febrero
de 1995, en Trois-Ilets, Martinicas, Antillas Francesas, durante
la visita a la plantación mecanizada más importante
de esta isla.
La máquina consiste en la modificación de
una fresadora agrícola de eje vertical para realizar el
desmenuzamiento de las plantas de piña. Esta
máquina posee cuchillas verticales, lo que podría
tener como desventaja, al realizar el corte a lo largo de tallos
y hojas, o próximo a esta posición, la
obtención de residuos de gran tamaño,
dificultándose su enterramiento y descomposición,
además de su mayor complejidad constructiva, si se compara
con otro tipo de máquina trituradora.
Fig. 1. Máquina utilizada para demolición
de campos de piña en Martinicas.
En México, el
Instituto Nacional de Investigaciones
Agropecuarias y Forestales (INIFAP) ha recomendado, para la
preparación de suelos en los campos de piña que son
demolidos, la secuencia de labores siguiente: chapea e
incorporación de los residuos de cosecha, barbecho,
rastreo, nivelación y drenaje de los campos. La quema de
residuos es recomendada cuando hay antecedentes de plagas y
enfermedades en
el cultivo anterior, con sus consecuencias sobre la
disminución de materia orgánica en el suelo, la
eliminación de los controles biológicos de las
propias plagas, entre otras (Sánchez y Caraveo,
1996).
En los suelos de turba de Malasia, las plantas son
eliminadas con Gramoxone para acelerar su desecación. Una
vez desecadas, los residuos de las plantas pueden ser quemados, o
incorporadas al suelo, proporcionando suficiente humedad y tiempo
para su descomposición (Hepton, 2003).
El uso de prácticas agrícolas inadecuadas
ejerce un efecto muy negativo sobre el medio ambiente. En
Honduras el cultivo intensivo (sin rotación) de la
piña ha tendido a empobrecer los suelos, y a causar
problemas de
erosión
(Pomareda et al., 1997).
La producción de la piña en Costa Rica causa
un deterioro muy marcado de los suelos. Se han identificado
cuatro problemas
específicos de manejo que amenazan la sostenibilidad de la
producción: la erosión, la compactación, el
deterioro en la actividad microbiológica del suelo y la
producción como monocultivo. Se produce alta
erosión de los suelos debido a la mala selección
del área de siembra y la labranza antes de la siembra. Las
zonas con fuertes precipitaciones son susceptibles de sufrir un
serio impacto como consecuencia de la limitada cobertura vegetal
que el cultivo de la piña otorga al suelo, o por su
labranza en el período lluvioso, necesaria para escalonar
las producciones durante todo el año (Quijandria et al.,
1997).
En Panamá se
recomienda arar a una profundidad de 6 a 8 pulgadas y de 8 a 12
pulgadas si se va a encamar. Pasados unos 30 días,
realizar tres pases de rastra para que el terreno quede bien
suelto y sin terrones. En los suelos con problemas de drenaje, se
realiza el subsolado (dos pases cruzados) y se termina de pasar
la rastra; luego se procede a pasar la encamadora que conforma
camas de 25 cm de altura, 80 cm de ancho, y 30 cm de zanja. Entre
los implementos que se utilizan para estas labores se tienen, el
arado de disco, roma,
semi-roma y la rastra
liviana o rotatiler.
El Departamento de Frutales del Ministerio de la
Agricultura de
Cuba, en el
Instructivo técnico para el cultivo de la piña
(MINAG, 1989), plantea:
"Para incorporar los residuos vegetales al suelo, es
necesario comenzar la preparación de éste con el
pase de una chapeadora (desbrozadora), a fin de cortar toda la
masa vegetal en pequeños pedazos para facilitar así
las araduras necesarias y alcanzar con esto una masiva y uniforme
descomposición.
"Este método
puede confrontar dificultades en aquellas zonas donde el
desarrollo foliar sea muy grande, pues el carácter
fibroso de la masa vegetal puede entorpecer la función de
los órganos de trabajo o discos de los implementos
agrícolas.
"La destrucción de los residuos por el fuego debe
ser usada en las zonas donde las plantas alcancen gran desarrollo
foliar. Es muy eficaz, ya que en poco tiempo la materia vegetal
queda reducida grandemente, sin que se conozcan efectos nocivos
sobre los suelos".
Tales recomendaciones no se corresponden con las
tendencias actuales de la producción agrícola en el
mundo, por lo que resulta necesario establecer tecnologías
más respetuosas del ambiente,
aspecto en el cual se trabaja en la actualidad.
La demolición de los campos de piña se ha
realizado, tradicionalmente, utilizando una desbrozadora de eje
vertical (chapeadora CH-60), para posteriormente realizar la
labranza del terreno con tecnologías basadas en el uso de
arados y gradas de discos.
La chapeadora CH-60 realiza el corte en el plano
horizontal, utilizando sólo dos cuchillas, por lo que las
dimensiones de residuos triturados que se obtienen son grandes.
Esto afecta la preparación de suelos, al constituir los
residuos un obstáculo para la profundización de los
implementos de labranza, y retardarse el proceso de
descomposición de los residuos, lo que favorece la
transmisión de plagas y enfermedades del cultivo
precedente a la nueva plantación.
Según Peña et al. (1996) la chinche
harinosa o cochinilla produce agotamiento de las plantas de
piña y es vector de un virus conocido
como Wilt; ambos producen grandes daños a las
plantaciones. El control de la
cochinilla (Dysmicoccus brevipes) comienza con la
preparación de suelos, y la erradicación de las
plantas hospederas. En campos de reposición es necesario
que se logre la total descomposición de los restos de
cosechas, pues en ocasiones se observan pequeños
fragmentos de tallos y a diferentes profundidades en el suelo,
con fuerte grado de ataque.
La labranza intensiva con órganos de discos
produce pérdida de humedad, la compactación del
terreno, la mineralización de las sustancias
húmicas presentes y la degradación de la estructura del
suelo, incurriéndose en altos costos
energéticos y de trabajo. Como consecuencia, se afecta la
sostenibilidad de la producción.
La quema de rastrojos no permite el reciclaje de los
residuos vegetales. Con su realización se pierden materia
orgánica y nutrientes, y se afecta la calidad del
suelo. Además, esta práctica ha demostrado su
ineficacia en la destrucción de los tallos de piña,
los que constituyen un importante obstáculo para la
preparación del suelo, y pueden mantener su capacidad de
generar nuevas plantas a partir de sus yemas, con lo que se
originaría el nacimiento de plantas indeseables en el
cultivo establecido en el campo.
Fig. 2. Brote de retoños en tallos de piña
de plantas quemadas.
El empobrecimiento en materia orgánica es
más importante en la piña que en otros cultivos
importantes como el plátano. Según Py et al. (1984)
esta evolución se debe a:
- La discontinuidad de las restituciones: éstas
se realiza masivamente en el momento de la destrucción
de los residuos, con intervalos de tiempo superiores a dos
años; - La temperatura
y la humedad del suelo: el suelo permanece desnudo o
débilmente cubierto durante algunos meses de cultivo de
la piña. Además de la elevación de la
temperatura del suelo en que esto resulta, las consecuencias
son múltiples sobre la erosión y su estructura.
Según King (1931, 1934), la piña responde
a la presencia y al incremento de la materia orgánica en
el suelo. La incorporación de residuos de piña no
es tóxica para el crecimiento de la siguiente
plantación en campos de reposición. Con la
incorporación de rastrojos de piña, la
relación C/N (carbono/nitrógeno) en el suelo se
incrementa, y la disponibilidad de nitrógeno disminuye
durante las primeras semanas pero se incrementa posteriormente
(Tam y Magistad, 1936).
Algunos
resultados de investigaciones
experimentales obtenidos en Ciego de Avila, Cuba.
La trituración e incorporación de
rastrojos de piña ha contribuido a la mejora de la calidad
del suelo, principalmente cuando se utiliza la tecnología de
labranza vertical en sustitución de las tecnologías
de labranza con el empleo de
arados y gradas de discos.
La calidad de la trituración de los residuos de
piña con la trituradora de mayales Nobili BNU-160 es
superior a la obtenida con la desbrozadora CH-60H utilizada
tradicionalmente, debido a las diferencias en las
características funcionales de ambas máquinas.
La desbrozadora posee un árbol vertical, en el
cual se colocan dos brazos con cuchillas articuladas, las cuales
realizan el corte por impacto al girar a alta velocidad en
el plano horizontal, próximo a la superficie del terreno.
Al realizar el corte, las cuchillas golpean las plantas de
piña, lanzándolas hacia atrás en la misma
dirección de movimiento de
las cuchillas, por lo que no se obtienen pequeñas
dimensiones de los residuos triturados.
La trituradora de mayales posee un árbol
horizontal, al cual se le articulan varias cuchillas, que giran a
gran velocidad en
el plano vertical. Su principio de corte también es por
impacto, pero actúa mayor número de cuchillas sobre
la planta, produciendo una mayor trituración de los
residuos, con lo que se facilita la preparación de suelos
y la incorporación de los mismos.
Para ver el gráfico seleccione la
opción "Descargar" del menú superior
Fig. 3. Demolición de campos de piña con
una máquina desbrozadora CH-60H (izquierda) y con la
trituradora de mayales Nobili BNU-160 (derecha).
En la figura 3 se pueden apreciar residuos grandes,
obtenidos durante la demolición de campos de piña
con la desbrozadora (chapeadora) CH-60 H. El acordonamiento
producido por el lanzamiento de los residuos triturados hacia la
parte trasera de la máquina puede dificultar la labranza,
debido a la acumulación de residuos en los órganos
de los implementos de labranza.
Para ver el gráfico seleccione la
opción "Descargar" del menú superior
Fig. 4. Rastrojos de piña triturados con la
desbrozadora CH-60. Los residuos grandes no se incorporan durante
la aradura (a la derecha).
El contenido de materia orgánica se
incrementó en las parcelas donde se realizó la
labranza vertical, mientras en las parcelas donde se
empleó la labranza con órganos de discos
inicialmente se produjo un incremento y posteriormente
decrecimiento del contenido de materia
orgánica.
El incremento del contenido de materia orgánica
en el estrato 0-10 cm, para la labranza vertical, se corresponde
con el hecho de que la mayoría de los residuos (54 %) se
ubicaron en la superficie, y prácticamente el 90 % de
éstos se distribuyeron entre la superficie y los primeros
10 cm del perfil del suelo, y con las condiciones que se
obtuvieron durante la labranza, lo que ha favorecido la
aireación, el desarrollo de la fauna microbiana
del suelo y la descomposición de los residuos.
A pesar de que en las parcelas donde se realizó
la labranza con discos cerca del 70 % de los residuos se
distribuyeron entre la superficie (13,58 %) y los primeros 10 cm
del suelo, se produjo una disminución del contenido de
materia orgánica entre los seis y los 15 meses posteriores
a la preparación del suelo, influenciado no sólo
por la distribución de los residuos, sino
también por la acción intensiva de los discos sobre
la estructura del suelo, y por las fuertes lluvias, lo que
provocó una modificación sustancial del
suelo.
La densidad aparente del suelo en el área donde
se utilizó la tecnología
tradicional no manifestó diferencias significativas con el
testigo (suelo en estado
natural), pero sí con el área de laboreo vertical,
siendo más favorables las condiciones obtenidas en las
parcelas donde se utilizó ésta
última.
La velocidad de infiltración del agua en el suelo
también resultó favorecida por el empleo de la
labranza vertical, influido por la formación de capas
endurecidas (sellaje y piso de aradura) en la parte inferior del
estrato de suelo labrado debido a la acción vertical de
los órganos de discos. Esta acción física provoca
compactación y dificultades con la infiltración del
agua, afectando negativamente el desarrollo del
cultivo.
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Ing. Jorge S. Pérez de Corcho
Fuentes
Facultad de Ingeniería. Universidad de Ciego de
Avila. Carretera a Morón. Km. 9. Ciego de
Avila.
CP 69450. Cuba.
Dr. Francesco Garbati Pegna
Dipartimento de Ingegneria Agraria e Forestale.
Università di
Firenze. Piazzale delle Cascine, 15. Firenze.
50144. Italia.