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El poder del silencio en el Cantar del Mio Cid




Enviado por el_viajero_jmn



    1. Hipótesis
    2. Conclusión
    3. Bibliografía

    Introducción

    A lo largo de esta monografía, iremos viendo como el uso de
    los silencios dentro de la obra crean momentos de tensión
    y un ambiente
    especial.

    Perfectamente ubicados, el enigma que gira en torno a este
    recurso se acrecienta con uso una y otra vez. Intentaremos
    descubrirlos.

    Hipótesis

    Antes de iniciarse la obra, el silencio es protagonista
    desde el mismo momento en que los enemigos han colocado al
    héroe en la terrible situación del destierro,
    incluso, descubrir a estas personas será uno de los
    enigmas que presiden la trama. Sin embargo, la identidad del
    auténtico enemigo del Cid, que tiene el suficiente
    poder para
    obrar contra él y no se nos revelará hasta casi
    llegados al final del Cantar cuando un García
    Ordóñez al que hemos visto ya antes, de forma
    dosificada y paulatina, hacer protestas sobre la legitimidad del
    valor del Cid
    ante el rey, se nos manifieste en las cortes, en ese combate
    final con su famoso enemigo.

    La ocultación del enemigo, cuya actuación
    nefasta sobre el protagonista solo percibimos a través de
    las desgracias que caen sobre los hombros del héroe,
    convierte a este enemigo, al que sabemos que existe, pero al que
    no vemos, en un enemigo tejido de la misma sustancia del terror
    humano: el misterio.

    Comenzando con los manuscritos de Per Abat, en los
    primeros versos encontramos en primer silencio: la tristeza del
    Cid cuando es desterrado del reino

    "De los sos ojos tan fuertemientre llorando
    llorando

    tornaba la cabeV a i estávalos catando.

    Vío puertas abiertas e uV os sin
    cañados,

    E sin falcones e sin adtores mudados.

    Suspiró mio Cid bien e
    tan mesurado:"

    Este primer verso, narra el momento de partida del Cid,
    el llanto, la mirada hacia atrás y el suspiro ayudan a
    crean una atmósfera de angustia
    hacia el lector, recién en ese entonces pronuncia sus
    primeras palabras.

    Las acotaciones también son excelentes
    ejemplificadoras de los usos de los silencios, aunque más
    no sea una breve aclaración. Martín Antolinez
    visita a los judíos a pedido del Cid para preparar el
    engaño de las arcas:

    "¿Ó sodes, Raquel e Vidas, ios mios
    amigos caros?

    En poridad fablar querría con amos.

    Non lo detardan, todos tres se apartaron."

    Esta pequeña aclaración hace que el lector
    quede expectante ante la respuesta de los judíos, y pasa
    lo mismo en una segunda oportunidad mientras se espera el
    resultado del pedido

    "Raquel e Vidas seiénse consejando"

    La despedida del Cid de su esposa y de sus hijas, con el
    agregado de los silencios, potencia
    exponencialmente los sentimientos escritos, son breves pausas que
    permiten adentrarse aún más en la piel del
    personaje:

    "¿Dadnos consejo por amor de
    santa María!

    Enclinó las manos la barba vellida.

    Llora de los ojos, tan fuertemientre
    sospira:

    Ya doña Ximena, la mi mugier tan
    complida"

    Esta breve pausa, no hace más que dar un breve
    instante al lector para que imagine esa situación, lo hace
    compenetrarse de manera total. Pero esto es sólo la
    antesala a la separación, cuando una vez terminada la misa
    y la oración final, el Cid se despide de su
    esposa:

    "La oraV
    ión fecha, la misa acabada la an,

    salieron de la iglesia, ya
    quieren cabalgar.

    El Cid a doña Ximena íbala
    abraV
    ar;

    doña Ximena al Cid la mánol va
    besar,

    llorando de los ojos, que non sabe qué se
    far.

    E él a las niñas tornólas
    catar:

    A Dios vos acomiendo e al Padre spirital;"

    La expectativa crece en momentos en que los infantes de
    Carrión le piden al rey su consentimiento para que ellos
    puedan casarse con las hijas del Cid:

    "Merced vos pedimos commo a rey e a
    señor;

    con vuestro conssejo lo queremos fer nos,

    que nos demandedes fijas del Campeador:

    casar queremos con ellas a su ondra y a nuestra
    pro.

    Una grant ora el rey pensó e
    comidió;

    Yo eché de tierra al
    buen Campeador"

    Esta parte de la obra se ve doblemente beneficiado con
    la breve intervención del silencio entre la propuesta de
    los infantes y la respuesta del rey: sabemos que los infantes de
    Carrión son acérrimos enemigos del Cid y
    además el rey lo desterró injustamente, se
    está poniendo en duda la decisión que tomó
    en su debido momento. Asimismo, queda pensativo el Cid Campeador
    cuando recibe la noticia:

    "Quando lo oyó mio Cid el
    buen Campeador,

    una gran ora pensó e
    comidió:"

    El lector sabe de las reales intenciones de los
    infantes, y el autor nos deja expectantes hasta escuchar la
    respuesta del Cid, deducible por cierto.

    El cantar tercero, La Afrenta de Corpes, nos presenta
    una situación en la que deja ver el verdadero carácter
    de los yernos del Mio Cid cuando se escapa un león de una
    jaula. En una demostración del dominio que tiene
    sobre las bestias, el Cid Campeador, ante la huída de sus
    nuevos parientes, se incorpora y, sorpresivo y calmado, enfrenta
    y calma al felino:

    "¿Quês esto, mesnadas, o qué
    queredes vos?

    Ya señor ondrado, rebata nos dio el
    león.

    Mio Cid fincó el cobdo, en pie se
    levantó,

    El manto trae al cuello e adeliñó
    pora´ león;

    El leon quando vió, assí
    avergonV
    ó,

    ante Mio Cid la cabeV a premió e el rostro
    fincó."

    Conclusión

    Como hemos podido ver con estos pocos ejemplos, al autor
    ha usado en más de una oportunidad de los que llamamos
    "silencio", muchos podrán decir que esto es propiedad
    incorporada del género
    literario de la narración, pero la sabia administración de los silencios como rasgo
    caracterizador de la madurez y profundidad de un cantar
    épico como el de Mio Cid, hace añicos uno de los
    principios
    estructurales del género
    épico tradicional: la ingenuidad y directez de sus
    modelos. El
    juego
    técnico que se hace con los silencios, dotándolos
    de igual o mayor poder comunicativo que lo contado o presentado
    nos lo demuestra.

    Dejamos como pregunta latente: "¿existía
    en esa época un género literario llamado
    narración?" "¿Fue el Mio Cid el primero de
    ellos?"

    Bibliografía

    Poema del Cid, Ramón
    Menéndez Pidal, El Cantar del Mio Cid, 1938 editorial
    Losada.

     

    Juan Manuel Nieto

    Instituto de Enseñanza Superior nro. 1

    Alicia Moreau de Justo

    Literatura Española I

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