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Plaza General Lavalle




Enviado por nicopiazza



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    Plaza General Lavalle

    1. Ubicación
      Geográfica
    2. Las Calles y sus
      nombres
    3. Historia del barrio San
      Nicolás de Bari
    4. El nacimiento de la Plaza del
      Parque
    5. El Parque Argentino y Palacio
      Miró
    6. El Primer Camino de Hierro
      Argentino
    7. La
      metamorfosis
    8. Tres etapas de Plazas en Buenos
      Aires
    9. Lo nuevo, lo viejo
      remodelado
    10. Origen de
      Plaza
    11. Monumentos, esculturas y
      elementos relevantes de Plaza General
      Lavalle
    12. Descripción de los
      elementos internos y externos de la Plaza General
      Lavalle
    13. Especies
      Arbóreas de la Plaza General Lavalle
    14. Un Poco de
      Actualidad
    15. Bibliografía

    Introducción

    Pocos sitios de Buenos Aires
    atesoraron en su evolución tantos jalones y sucesos
    destacables como la Plaza Lavalle. En sus comienzos se mezclaron
    allí las fragancias más heterogéneas:
    primero, el vaho de la campiña y el perfume de las flores
    de sus quintas; después, cuando se convirtió en
    basural, el hedor de los desperdicios en fermentación, mezclado con el olor a
    pólvora que emanaba de la primitiva fábrica de
    fusiles y del Parque de Artillería. Mas tarde, el de la
    humareda de La Porteña inaugurando una era de progreso al
    conducir el primer tren argentino desde la Estación del
    Parque, situada frente a la calle Libertad.

    Desde ese mismo solar partirían, medio siglo mas
    tarde, los acordes de "Aída", envolviendo a la plaza en un
    manto de lirismo que no conocía aun, pues solo la
    habían surcado los sonidos marciales de las bandas
    militares y quejumbrosas notas de bandoneones y violines
    provenientes de uno de sus viejos cafés.

    A su vera, sobre la calle Talcahuano, donde a principios de
    siglo todavía se veían soldados dirigiéndose
    a su antiguo cuartel, se alza impetuoso el Palacio de Justicia, el
    emporio del foro
    argentino.

    Preside la plaza el monumento del jefe unitario y, a su
    vera, encontramos también tres escuelas que honran a
    la
    educación argentina, el
    templo principal de una congregación religiosa, la casa
    matriz de la
    Dirección General Impositiva y el Teatro Nacional
    Cervantes.

    Ya no están ni el celebre café
    "El Parque"ni la botica del mismo nombre, y las vías del
    tren no la atraviesan mas. No queda sino Parte de la fina
    arboleda que rodeaba al palacio Miró, una de las mansiones
    más señoriales del Buenos Aires de
    ayer.

    Todo eso pertenece al pasado de esta plaza, cuya
    evocación tiene la virtud de acercarnos a la historia de nuestra ciudad,
    fresca aun, pero rica en motivos trascendentes.

    Ubicación
    Geográfica:

    La Plaza General Lavalle se encuentra emplazada en la
    zona oeste de Buenos Aires, en el barrio de San Nicolás de
    Bari.

    El barrio está delimitado por las siguientes
    avenidas: Eduardo madero, La Rábida Norte, Rivadavia,
    Callao y Córdoba.

    Los barrios con los que limita son: al norte Retiro, al
    sur Montserrat, al oeste Balvanera, y al este con el Río
    de la Plata.

     

     La Plaza General Lavalle se encuentra ubicada
    entre las siguientes calles:

    • Al oeste, Lavalle
    • Al este, Avenida Córdoba
    • Al norte, Talcahuano
    • Al sur, Libertad
    • Y a su vez esta cruzada de norte a sur por las calles
      Tucumán y Viamonte.

     Libertad:

    Toma ese nombre a partir de 1822, en
    conmemoración a la Declaración de la Independencia.
    Según el Trazado dispuesto por el fundador Juan de Garay,
    esta calle constituía el limite desde La Trinidad, Fue
    algo así como el limite que separaba la ciudad de las
    grandes quintas.

    Talcahuano:

    Anteriormente se llamaba Irigoyen. Ahora lleva el nombre
    de un departamento de Chile y de su
    puerto militar, que es el principal de ese
    país.

    Lavalle:

    Lleva este nombre en homenaje a un general Argentino que
    participo en la guerra de la
    Independencia,
    fue uno de los héroes de la batalla de Ituzaingó.
    Combatió a Rosas y
    venció a Borrego a quien hizo fusilar. Falleció en
    Jujuy. (Profundizaremos mas adelante)

    Córdoba:

    Ciudad del centro de Argentina,
    capital de la
    provincia homónima. Se encuentra localizada en el
    límite entre la llanura pampeana y las sierras de
    Córdoba. Se extiende por una superficie de 576 Km² y
    esta bañada por el río Suquia o Primero, el cual se
    halla embalsado en el dique San Roque. Presenta un clima
    continental, con temperaturas medias de 26 °C en el mes
    más calido y de 12 °C en el más frío. La
    ciudad es un destacado nudo ferroviario y un centro fabril y
    cultural.

    Cuenta con una notable industria
    agroalimentaria y de transportes, lo que la convierte en la
    segunda ciudad en importancia de Argentina. Es sede de la
    Universidad
    Nacional de Córdoba (fundada por los jesuitas en 1613), de
    la Academia Nacional de Córdoba, del Observatorio
    Astronómico y del Instituto Meteorológico
    Nacional.

    Las bellas sierras cercanas han convertido a
    Córdoba en un popular destino turístico, que
    enriquecen su importante patrimonio
    cultural.

    La ciudad fue fundada en 1573, por el conquistador
    español
    Jerónimo Luis de Cabrera con el nombre de la Nueva
    Andalucía. Desde hace varios siglos goza de prestigio como
    centro educativo, hasta el punto de ser denominada "La Docta". En
    la época del Virreinato del Río de la Plata,
    Córdoba fue también capital de la
    provincia colonial de Tucumán.

    Viamonte:

    En honor al militar y político argentino,
    gobernador de Entre Ríos y de Buenos Aires. Nació
    en Buenos Aires y siguió la carrera de armas. Fue
    ayudante de Santiago Liniers y Bremond durante las invasiones
    inglesas, e intervino en la Revolución
    de Mayo de 1810. Tomó parte en la campaña del Alto
    Perú, y en 1814, fue nombrado gobernador de la provincia
    de Entre Ríos. Al año siguiente, se lo
    designó jefe de la expedición que luchó
    contra el General José Gervasio Artigas. En 1818, fue
    diputado del Congreso Nacional y poco después, se lo
    designó jefe del ejército para luchar en la
    provincia de Santa Fe y reducirla. Su acción tuvo
    resultados poco satisfactorios. En 1829, se desempeño como gobernador interino de la
    provincia de Buenos Aires, siendo designado de forma efectiva en
    1833. Después emigró a Montevideo, donde
    murió.

    Tucumán:

    En honor a la reunión de los representantes de
    las Provincias Unidas del Río de la Plata, cuyas sesiones
    se iniciaron el 24 de marzo de 1816, y cuyos objetivos
    fundamentales fueron nombrar un director, declarar la
    independencia respecto del poder español y
    dictar una constitución. Fue elegida como sede la
    ciudad de San Miguel de Tucumán, por quedar equidistante
    de todas las provincias. Carmen Bazán y Laguna de
    Zavalía cedió su casa, que fue arreglada para
    proporcionar una amplia sala de sesiones. El 24 de marzo de 1816,
    se inauguraron oficialmente las sesiones.

    Siguiendo las directivas de dos ilustres patriotas, los
    generales Manuel Belgrano y José de San Martín, en
    la sesión del 9 de julio de 1816, presidida por Francisco
    Narciso Laprida, se declaro la Independencia, primero por
    aclamación y después por el voto individual de cada
    diputado.

    La moción fue aprobada por unanimidad y recibida
    jubilosamente por los asistentes. El Congreso eligió como
    director a Juan Martín de Pueyrredon.

    Las Calles y sus nombres

    Las calles que rodean a la Plaza Lavalle tuvieron
    distintos nombres:

    Avenida Córdoba: Año 1769: Santa
    Rosa

    Año 1808: Yañez (Martín
    Gregorio)

    Año 1915: Córdoba

    Viamonte: Año 1738: San Bernardo

    Año 1808: Ocampo

    Año 1883: Gral. Viamonte

    Año 1912: Viamonte

    Tucumán: Año 1738: San
    Santiago

    Año 1769: Santiago

    Año 1808: Herrero (Francisco Antonio)

    Año 1822: Tucumán

    Libertad: Año 1769: San Pablo

    Año 1808: Velarde (Pedro)

    Año 1822: Libertad

    Talcahuano: Año 1769: Santiago del
    Estero

    Año 1808: Irigoyen (Santos)

    Año 1822: Talcahuano

    Lavalle: Año 1738: San Benito

    Año 1808: Merino (Geronimo)

    Año 1822: Del Parque

    Año 1891: Lavalle

    Historia del barrio San Nicolás de
    Bari

    La Plaza General Lavalle se encuentra situada en la zona
    oeste de Buenos Aires, en el barrio de San Nicolás de
    Bari.

    El nombre dado a este barrio se debe a la iglesia
    homónima, fundada en 1773 por Domingo Acasusso, en la
    esquina de las calles Carlos Pellegrini y Corrientes, por real
    cédula del 8 de julio de 1767.

    San Nicolás, juntamente con Montserrat fueron los
    primeros lugares habitados de la orgullosa Santa María del
    Buen Ayre, ya que un cuarto del barrio forma parte del trazado de
    la ciudad por Juan de Garay, en 1580.

    Desde la fundación de Buenos Aires transcurriendo
    la época de la colonia y hasta el crecimiento desmesurado
    de ella, que llevó sus límites
    más allá de los de la gran aldea, por la historia transitó los
    tranquilos días del Virreinato, se agitó en los
    expectantes momentos prerrevolucionarios, se convulsionó
    en la defensa ante las invasiones inglesas, vio caminar por sus
    calles a las figuras políticas
    y artísticas de mayor trascendencia y fue siempre
    protagonista de los episodios que más convulsionaron a la
    vida política de los argentinos.

    Cortada por la mitad, por la avenida más ancha
    (del mundo), atravesada por la ´´avenida que nunca
    duerme´´ y donde por primera vez se izó la
    enseña nacional; por sus calles también
    nació y se desarrolló la música ciudadana,
    pergeñada si en los arrabales, pero dada a luz hasta pisar
    la Corrientes Noctámbula. Pegada al puerto, la zona de San
    Nicolás fue el pórtico de entrada de toda novedad a
    la que tan afecta era y es la coqueta Buenos Aires.

    San Nicolás siempre fue el barrio de vanguardia, a
    tal punto que podemos afirmar, que todos los restantes barrios
    crecieron mirando a San Nicolás, adoptando sus modas y su
    vertiginosa capacidad de ser la vidriera receptora de las
    novedades del mundo. Además, porque sin duda debe ser el
    barrio más transitado por los mismos porteños y por
    los argentinos que viven ahí nomás, cruzando la
    Gral. Paz. Es por Corrientes, por Florida, por la 9 de Julio, por
    Tribunales, por donde pasa lo más representativo de la
    ciudad más hermosa del mundo: ´´la
    nuestra´´

    Es en una casa del barrio donde se escuchó por
    primera vez el Himno Nacional, la casa de Mariquita
    Sánchez de Thompson ubicada en Florida y Perón,
    donde transcurrían las tertulias de los más
    ilustres habitantes del Buenos Aires de la Revolución
    de Mayo. En una de las dependencias de esa casa, funcionó
    además la Logia Lautaro, donde se reunían San
    Martín, Alvear, Zapiola, Monteagudo, Anchorena quienes por
    algún tiempo marcaron
    los destinos políticos nacionales.

    San Nicolás fue el barrio que tuvo el primer
    Hospital (San Martín), tuvo las primeras representaciones
    teatrales, la primera exhibición cinematográfica en
    el derruido “Odeón´´, la primera calle
    empedrada de la ciudad – Rivadavia entre Florida y San
    Martín – la primera línea de
    tranvías.

    Días en San Nicolás

    San Nicolás, era como el espejo de la noche o la
    reunión de afiebrados mediodías. Es decir donde
    todos los porteños encontraban su identidad,
    su carta de
    ciudadanía. Noches de San Nicolás, quien no se
    acuerda, cuando la vieja radio Municipal
    estaba en el subsuelo del Teatro
    Colón y trasmitía los grandes conciertos de
    tango en los
    mediodías de los domingos que daba el bandoneón de
    Troilo y donde cantaban “el pibe de Oro“ Rufino y el inacabable
    Polaco Goyeneche.

    Todos los porteños tenían pasión
    por el barrio donde soñamos nuestro destino, o donde
    frente a un cortado a medio tomar miramos el humo del ultimo
    ‘faso’

    O la ancha con obelisco de por medio y pizzerías
    famosas de ahora y entre el ruido
    estrepitoso de alguna cafetería al paso.

    La aduana metafísica
    de los almanaques va cambiando pero hay algo que perdura: los
    teatros, hoteles y
    vidrieras.

    El barrio de San Nicolás tan enraizado con los
    orígenes mismos de Buenos Aires, pero al mismo tiempo tan
    representativo de la transformación de la gran urbe;
    moderno, vertiginoso y cosmopolita.

    El barrio de San Nicolás alberga hoy a la City y
    a Tribunales. A cientos de servicios
    conexos a ellas. En él están ubicados los
    más grandes teatros del país y en algunos casos de
    Latinoamérica. Y los restaurantes de
    antología y la mítica calle Corrientes, y la
    imagen que
    identifica a Buenos Aires: el Obelisco con su plaza de la
    República.

    Este barrio no es un lugar geográfico, sino un
    mito en el
    corazón
    .

    Lugares históricos:
    destacados

    Basílica de la Merced: ubicada en Perón y
    Paraná. El edificio se levantó en 1721 y la
    razón de ser monumento histórico se debe a que los
    Defensores de la Ciudad libraron una encarnizada batalla desde
    sus terrazas contra los invasores en 1807. También, sus
    claustros fueron dispuestos como hospital en 1827, para los
    numerosos heridos de guerra que
    arribaban a Buenos Aires, como consecuencia de la Guerra contra
    el imperio del Brasil.

    Casa de Mitre: San Martín 336. Es una casa
    construida a fines del siglo XVIII. En ella Bartolomé
    Mitre escribió la ´´Historia de San
    Martín y la Independencia de América´´, la
    ´´Historia de Belgrano´´ y tradujo la
    ´´´Divina Comedias. Además
    albergó la mayor biblioteca
    americanista de su momento.

    Las Catalinas: en Viamonte y San Martín.
    El edificio se remonta a 1783. En 1807, fue invadida y tomada por
    varios días por los ingleses y prontamente recuperada por
    la valerosa defensa de sus moradores y vecinos.

    Lugares Característicos

    Uno de los centros nocturnos más importantes del
    barrio fue la manzana comprendida por las calles Perón,
    Suipacha, Sarmiento y Pellegrini, sesgada por el mítico
    pasaje Carabelas. La manzana abrigó innumerables
    cafés y restaurantes en donde recalaban indefectiblemente
    los porteños amantes de la noche. Poetas, escritores,
    músicos, gente del teatro encontraban allí el
    ambiente
    propicio para la polémica, la bohemia y el libre fluir de
    los sueños y delirios.

    En Perón y Carabelas estaba “el
    Conte´´ el más famoso restaurante con una
    cocina cuyo prestigio aún hoy rememoran los
    porteños. Era uno de los restaurantes más caros y
    frecuentados por Carlitos Gardel.

    Era común, que luego de una tarde afortunada en
    Palermo, los muchachos se fueran a gastar “la
    guita´´ en el Conte: “después te espero en El
    Conte, pa´ poderlo festejar…´´ dice el
    tango.

    Calle Corrientes: era quien marcaba a la ciudad
    con sus cafés, sus boliches, restaurantes quien
    posibilitó a que los porteños desarrollaran esa
    vocación por hacer de la amistad un culto,
    por usar los lugares de encuentro luego de la oficina, para
    desgranar horas de charla sobre “el fulbo´´, la
    política,
    la melancolía y la nostalgia. Lugares para dejar
    transcurrir horas pérdidas o ganadas mirando el
    crecimiento del país, a través de los vidrios de
    ese segundo hogar porteño.

    Cortada Carabelas: definida por un periodista
    herido de porteñidad como ´´el tajo malevo que
    el progreso le hizo a nuestro barrio“ fue una callejuela
    frecuentada por elementos del mal vivir y de aquellos escritores
    y poetas que encontraron en sus restaurantes y cafetines el
    venero inagotable que da la vida mostrando sus llagas.
    Allí estaba "La Croce di Malta" donde se reunían
    los periodistas de "La Patria Argentina" "La Nación". Los cafetines: Los Pajaritos y La
    Taberna de Mario, donde las noches eran finalizadas casi siempre
    con cuchillos, la sangre y la
    taquería.

    El
    nacimiento de la Plaza del Parque

    Como otros tantos ´´huecos´´, el
    de Zamudio se convirtió con el tiempo en una de las plazas
    de la ciudad. La nomenclatura de
    Plaza del Parque aparece por primera vez en el plano que el
    Ingeniero Felipe Bertrés dibujó en homenaje a don
    Bernardino Rivadavia en 1822. La plaza abarcaba entonces, tres
    manzanas: las dos que tendría después, antes de su
    ampliación en 1937, y una tercera entre las calles
    Talcahuano, Uruguay,
    Tucumán y Viamonte, que sólo años
    después empezaría a poblarse.

    La mayoría de estas arterias urbanas cambiaron o
    recibieron su nombre en 1808. Ello ocurrió durante el
    virreinato de Liniers, que colocó a casi todas las calles
    el apellido de un criollo o español de destacada
    actuación en la lucha contra el invasor inglés.

    En 1822, cuando el hueco se convierte en plaza, un solo
    edificio se destacaba por su imponencia en esa zona. Era el
    Parque de Artillería, emplazado en la manzana donde se
    levantó a principios de
    esta centuria el palacio de los Tribunales. Por su importancia se
    lo tomó como punto de referencia y se le dio su nombre
    tanto a la plaza como a una de las calles que lo
    flanqueaban.

    El Parque de Artillería era un edificio de estilo
    colonial, lo rodeaba en todo el perímetro de manzana, un
    muro chato y liso. En su pórtico la estatua de Marte le
    confería su aspecto marcial. Fue instalado para taller y
    maestranza del ejército. El edificio tenía entonces
    siete extensos almacenes con
    artículos de guerra, una sala de armas, cinco
    talleres y las oficinas y habitaciones de los
    empleados.

    El viejo Parque, imponente pero al mismo tiempo de
    líneas sobrias, con sus altos y blanqueados muros,
    llegó a ser una Institución en un barrio en el que
    las casitas blancas salpicaban cada vez más el verdor de
    las quintas, hasta que la edificación empezó a
    tomar tal vuelo que el aspecto agreste de la zona
    desapareció casi por completo.

    La nueva plaza, plagada todavía de biznaga, fue
    un lugar bastante solitario y abandonado hasta los albores de la
    segunda mitad del siglo XIX, a pesar de los mendigos que
    pululaban en sus adyacencias. Tanto es así, que eran pocos
    los que se animaban a cruzarla a medianoche, seguramente por
    temor a encontrase con la Viuda del Parque.

    La Viuda, una de las supersticiones más
    arraigadas en aquella época. Era una aparición,
    especie de fantasma que se presentaba en noche en los sitios
    apartados en forma de mujer enlutada,
    cubierta de pies a cabeza con un gran manto o rebozo negro. Este
    siniestro personaje salía inesperadamente al paso de los
    jinetes o peatones y corría detrás o delante de
    ellos.

    Bien dicen que hasta las supersticiones más
    grotescas se apoyan sobre un fondo de verdad. Así,
    según las versiones de la época, un asaltante
    nocturno tenía a mal traer a la población porteñas que acostumbraban
    cumplir su cometido a caballo en las zonas apartadas de la
    ciudad. Este sujeto, que llevaba prendas femeninas y al que se
    conocía con el nombre de La Viuda, habría dado
    origen al dicho popular.

    Nota: el término hueco se le daba a aquel
    espacio vació, en total estado de
    abandono, el cual pasaba de las manos del dueño a poder del
    Estado.

    Siguen los
    recuerdos:

    El
    Parque Argentino y Palacio Miró

    Durante muchos años el barrio del Parque
    vivió poblado de acordes marciales que partían de
    la manzana que bordeaba la plaza por la calle Talcahuano. Eran el
    toque de los clarines y el redoble de los tambores los que
    marcaban las horas de monótona existencia. Al amanecer,
    las dianas coreadas por el canto de los gallos; a media
    mañana la asamblea; la orden general, cuando culminaba la
    hora de la siesta; lista mayor y oración, al caer la
    tarde, dejando oír sus notas tristes como un
    lamento.

    En ese barrio tranquilo, cuya única nota de
    color
    solían darla los abnegados soldados de la tropa de
    línea con sus ejércitos y despliegues de guerra,
    hacía falta crear un motivo de atracción que fuera
    al mismo tiempo un imán para los porteños.
    Así lo entendió Santiago Wilde, quien se
    asoció con u grupo de
    caballeros ingleses para instalar el famoso Vauxhall o Parque
    Argentino, el primer jardín público que al estilo
    europeo se abrió al público en 1827.

    El Jardín ocupaba la manzana comprendida entre
    las calles Temple (actual Viamonte), Córdoba, Uruguay y
    Paraná, es decir, lindaba prácticamente con la
    primitiva Plaza del Parque. El Vauxhall constaba de una serie de
    edificios rodeados por magníficos jardines con plantas
    exóticas de indudable valor. Su
    nombre inglés
    recordaba los jardines de Londres. A pesar de la estricta
    vigilancia, algunas concurrentes arrancaban a hurtadillas
    plantas que
    sus sirvientas procuraban contrabandear en la forma más
    disimulada posible

    Sarmiento, en ´´Recuerdos de
    Provincia´´, sostiene que aquel espacio de tierra
    cultivada con la gracia del arte
    inglés, que aquellos sotillos en que la mano del hombre
    remedaba las gracias de la Naturaleza, era
    hasta entonces el mejor contraste que la cultura
    europea podía hacer con la desierta pampa; era un
    fragmento de Europa
    transportado a la América.

    Había en el Parque un lujoso hotel francés a cargo de los
    señores Porch y Bernard, grandes salones de baile y un
    circo con capacidad para 1.500 personas.

    En el Vauxhall, actuó años después
    un célebre personaje de la época, el italiano Pedro
    Sotora, que se auto titulaba ´´el hombre
    incombustible y el rey del fuego´´. Una de sus
    habilidades más llamativa era la de comer estopa ardiente.
    Solía lanzarse a la pista dando saltos mortales. Fue el
    primer divo que se vistió y pintó de payaso en el
    país.

    En el Vauxhall, se había construido
    también un pequeño teatro. En el verano se
    realizaban funciones
    vespertinas con actores del Teatro Argentino.

    En el Parque tampoco faltó una buena banda de
    música,
    que los domingos quebraba con sus acordes la monotonía de
    esa zona, todavía despoblada.

    El Parque estaba rodeado por una rústica pared de
    cerco, que sobre la calle Uruguay estaba emplazada 5m más
    adentro de la línea general, para que los concursantes
    puedan dejar ahí sus cabalgaduras y carruajes,
    todavía hoy esa calle es más ancha entre
    Córdoba y Viamonte.

    En el año 1830, los residentes franceses
    festejaron, en el Vauxhall, la ascensión al trono del Rey
    Luis Felipe.

    La residencia privada de don Santiago Wilde se
    encontraba también en la manzana del Parque. El
    deán Funes, ya octogenario, achacoso y escaso de recursos,
    solía visitarlo. Pero el 10 de enero de 1829, mientras los
    dos amigos conversaban frente al proscenio del teatro, el
    deán se desplomó para siempre.

    Como es de suponer, el Parque Argentino, era un
    aliciente para los habitantes de la ciudad, porque les brindaba
    un espectáculo novedoso y atrayente. Pero había un
    serio problema que le restaba concurrencia. Después de las
    lluvias era muy difícil llegar hasta allí, porque
    el viaje desde el centro se interrumpía cuando se arribaba
    al famoso arroyo.

    Algunos años más duró el apogeo del
    Parque Argentino, pero el mal estado de las calles hacía
    sumamente difícil el acceso al lugar y por eso sus
    directores abandonaron la
    empresa.

    El ´´Tercero´´ había
    vuelto a ganar una batalla más y seguía retardando
    el avance de la ciudad. Pero su reinado no debía durar
    muchos más, pues la eliminación de los molestos
    zanjones fue una de las primeras medidas de don Torcuato de
    Alvear, el primer Intendente porteño y colosal propulsor
    de su progreso.

    La eliminación de estos arroyos impulsó y
    la ciudad cambió su aspecto general.

    Palacio
    Miró

    En el año 1841, don Mariano Miró, en
    pública subasta y en la más leal puja,
    adquirió el valioso solar ubicado entre las calles
    Viamonte, Córdoba, Libertad y Talcahuano.

    En ese mismo lugar, don Mariano, uno de los pioneros del
    barrio hizo levantar un suntuoso palacete de tipo suburbano, de
    dos plantas, galería perimetral en el piso bajo y un
    vistoso mirador. Su construcción estuvo a cargo de los
    arquitectos Nicolás y José Canale, padre e hijo
    (genoveses).

    El palacio fue inaugurado en 1868.

    Miró había contraído enlace con
    doña Felisa Dorrego, sobrina del ilustre militar federal
    inmolado en Navarro. El esposo tenía entonces 35
    años, mientras que Felisa apenas 16.

    Si bien no tuvieron hijos, se perpetuaron con numerosas
    obras de bien público.

    Ese palacio y el parque que lo rodeaba fueron motivo de
    permanente admiración, en especial por su valiosa arboleda
    rica en finísimos ejemplares, algunos desconocidos en el
    país.

    Que porteño de ayer no recuerda todavía la
    belleza del palacio Miró, con su enrejado simple y fuerte,
    cuyos pilares tenían imponentes jarrones con cactos, el
    jardín estaba adornado por leones de mampostería y
    se habían plantado especies exóticas. Una verja
    sencilla lo rodeaba, con pilares coronados por jarrones en donde
    se advertían cactáceas; el camino que
    conducía por el parque hacia la escalinata de
    mármol, el corredor y los lujosos aposentos, sus salones
    decorados con valiosas obras de arte, su
    señorial fachada, la vidriera en forma de cúpula
    servía de remate al edificio. A ambos lados del
    portón de acceso, las columnas remataban en bustos
    romanos.

    A la muerte de
    sus dueños – don Mariano falleció en 1871 y
    doña Felisa el 4 de diciembre de 1896 – el palacio
    pasó a manos de su sobrina Ernestina Ortiz Basualdo casada
    con don Felipe Llavallol, hijo del primer presidente del
    directorio del F.C.O.

    La señora Dorrego de Miró siguió
    viviendo en la casa rodeada del cariño de sus
    sobrinos.

    El 21 de agosto de 1881, fue sorprendida por un hecho
    macabro, que terminó siendo policial. Recibió una
    extensa y amenazadora carta en la cual
    le comunicaban que, a fin de cobrar un rescate, los restos
    mortales de su madre, Inés Idarte Dorrego, habían
    sido retirados de su bóveda familiar y ubicados en otro
    lugar. Que sólo lo restituirían bajo una
    condición, si ustedes quieren ser condescendientes con
    nosotros.

    Con más claridad y en el resumen: usted
    Doña Felisa Dorrego de Miró y familia nos
    abonarán en el término de veinticuatro horas la
    cantidad de dos millones de pesos, que son ochenta mil patacones,
    si quieren que los restos de su finada madre sean devueltos
    intactos al santuario mortuorio de la familia,
    donde han sido sacados, sin que nadie sepa de lo ocurrido, se lo
    juramos.

    Extensamente y en forma numerada señalaban los
    paso a seguir. Acompañaban la carta firmada
    con las iniciales los C. de la N., con un cajón sencillo y
    de madera
    ordinaria, pintado de colorado, donde debían colocarse la
    suma con sello sin dirigirle siquiera la palabra, no hacerle
    preguntas de ninguna clase, que pudiera darle sospecha de algo, o
    hacerle maliciar que va a llevar consigo valores.

    Tomaron parte en el asunto los sobrinos de Doña
    Felisa Dorrego, se trasladaron a la Recoleta, constaron la
    desaparición del ataúd de la bóveda
    familiar, pero sin mucho investigar advirtieron que habían
    sido depositados, sin daño en la bóveda vecina de
    la familia
    Requijo, a la que se había violentado el
    candado.

    Asegurados al respecto, se decidió seguir con la
    comedia. Felipe Llavallol y su esposa dieron parte a la
    policía, atendiendo en todo las instrucciones de los
    secuestradores. Hábilmente siguieron los rastros del que
    había retirado el cajoncito en el que se habían
    colocado papeles de diario en el lugar del dinero.
    Así llegaron hasta la estación de Retiro, donde el
    cofre pasó a manos de otro hombre que
    emprendió viaje rumbo al norte; sin más vueltas
    detuvieron al hombre, lo interrogaron, confesando que él
    tenía que tirar el cajoncito a la playa del arroyo
    Maldonado. Persiguieron a los que allí aguardaban y todo
    culminó con la detención de los miembros de los C.
    de la N., una banda que se auto llamaba los caballeros de la
    noche.

    El hecho tuvo amplia difusión periodística
    y originó un pleito que duró dos años
    después, el defensor Dr. Rafael Calzada logró la
    libertad para los imputados pues nuestro código
    penal no contemplaba tal delito. A partir
    de entonces se incorporó el artículo N° 171,
    que impone de dos a seis años de prisión al que
    sustrajese un cadáver para hacerse paga por su
    devolución.

    A pocos años de este suceso, la familia
    volvió a ser protagonista de otro hecho
    contradictorio:

    El 19 de diciembre de 1887, quedó inaugurada a
    escasos metros de su residencia, en el centro de la plaza del
    parque, la estatua del General Juan Galo Lavalle.

    La señora Felisa Dorrego de Miró, a partir
    de ese momento decidió cerrar la puerta principal y
    sellaron las ventanas de la casa que miraban hacia el monumento.
    Ello hizo pensar por mucho tiempo, que la residencia estaba
    inhabitada.

    Años después, durante la revolución
    de 1890, que tubo a la Plaza del Parque, como principal
    escenario, el palacio Miró sufrió un gran
    deterioro, pues, fue cantón revolucionario al mando
    primero del mayor Fernando Cabrera y luego del mayor Carlos
    Soler. Del mirador vidriado solo quedó el armazón
    de hierro. La
    enorme balaustrada sobre la calle Libertad, quedó
    destruida. Las balas de los Rémington habían
    causado destrozos en las ventanas y en las paredes interiores.
    Las estatuas de las hornacinas ya no estaban en su lugar y una
    sección de la verja junto a algunos árboles
    habían sido destruidos.

    Esta residencia también fue uno de los saraos
    más importantes que se le ofreció a la Infanta
    Isabel, embajadora del Rey Alfonso XIII, durante los festejos del
    Centenario, tuvo como escenario al palacio.

    La Nación
    del lunes 30 de Mayo de 1910, nos da una visión anticipada
    de lo que sería la gran fiesta: ´´el palacio
    Miró, que representa una tradición de abolengo, ha
    sido espléndidamente engalanado; sus salones, adornados
    con plantas y flores, y las galerías cubiertas de
    cristales y bien calentadas, han sido habilitadas para la fiesta.
    Los esposos Llavallol pensaban y tenían resuelto servir
    una cena en pequeñas mesitas, pero la inclemencia del
    tiempo los ha obligado a suspender esta parte de la
    fiesta.´´

    Dentro del edificio se encontraba en una galería
    recubierta de hidra, luego, se llegaba al gran hall alfombrado de
    granate. Grupos de palmas
    decoraban los ángulos del mismo.

    A las 23:15hs, llegó el Presidente de la
    República, doctor Figueroa Alcorta. Momentos
    después llegaba la Infanta, en un lujoso
    automóvil.

    En el año 1936. La respectiva ley de
    expropiación le había fijado su última
    hora.

    El senado y cámara de diputados de la
    Nación Argentina en el Congreso etc.

    sanciona con fuerza de
    Ley:

    Art. 1 – Declarase de utilidad
    pública los terrenos e inmuebles de propiedad
    particular, conocido generalmente como Palacio de Miró,
    situados en la manzana comprendida por las calles Viamonte,
    Córdoba, Libertad y Talcahuano, y el solar de metros
    cuadrados 24.643, propiedad de
    la congregación de la Santa Unión de los Sagrados
    Corazones, situados en la calle Rivadavia entre Campichuelo y
    Divela Dorma, frente al parque Rivadavia.

    Art. 2 – Autorizase a la Municipalidad de la
    ciudad de Buenos Aires, para efectuar las expropiaciones
    correspondientes de acuerdo con la Ley 189, de 13 de Septiembre
    de 1866.

    Art. 3 – Autorizase a la Municipalidad de Buenos
    Aires, para contratar un empréstito especial con destino
    al pago de las expropiaciones de referencia.

    Art. 4 – Comuníquese al Poder
    Ejecutivo.

    Dada la sala de sesiones del Congreso Argentino, en
    Buenos Aires a 21 días del mes de Diciembre del año
    1936.

    Así, en 1937, se iba con él un mundo que
    ya no tenía vigencia, pero quedaría en el recuerdo
    como testimonio de una época que no ha de
    volver.

    En el paseo María Guerrero, esquina Viamonte y
    Libertad hay una placa que nos dice:

    Municipalidad de la Ciudad de Buenos
    Aires.

    Obra de ampliación Plaza
    Lavalle

    Viamonte – Libertad –
    Córdoba – Talcahuano: 1/11/1937

    Presidente de la Nación:
    Agustín P. Justo

    Intendente Municipal: Dr. de Vedia y
    Mitre

    Secretario de Hacienda: Atilio Oro
    Maiani

    Secretario de Obras Públicas:
    Dr. Almicar Razori

     

    El
    Primer Camino de Hierro
    Argentino

    Ninguna plaza porteña puede enorgullecerse tanto
    como la del Parque, de haber sido una verdadera avanzada del
    adelanto de la ciudad. Así, en 1855, un grupo de
    patriotas visionarios emprendió una obra colosal, con
    ribetes novelescos: construir un ferrocarril cuya estación
    central se emplazaría mirando a nuestro solar, que desde
    entonces y por espacio de 25 años, iba a tener el
    privilegio de ser surcado por los primeros tramos de vía
    férrea instalados en el país.

    La idea nació en 1853 en la mente de un grupo de
    caballeros, entre los que podemos citar a don Manuel José
    Guerrico, don Norberto de la Riestra, don Mariano Miró don
    Felipe Llavallol. La mayoría de ellos no había
    visto un ferrocarril en su vida. Faltaba experiencia, pero
    había fe y confianza en el futuro de la
    Nación.

    Así, el 17 de septiembre de 1853, Llavallol,
    Miró, Guerrico, Larroudé, de la Riestra Van Praet y
    Gowland, a los que luego se unieron Esteban Rams y Vicente
    Basavilbaso, constituidos en ´´Sociedad del
    camino de hierro de Buenos Aires al Oeste´´, se
    presentaron ante el gobierno de la
    Prov. solicitando: la concesión y privilegio de construir
    un camino de primer orden, cuyas conducciones se
    efectuarían por locomotoras.

    En esa solicitud no se fijaba el punto de partida de la
    línea que ´´partiendo de la ciudad de Buenos
    Aires se extendería hacia el Oeste´´. Sin
    embargo, oficiosamente se había sugerido que podría
    ser la calle Potosí (Alsina), Federación
    (Rivadavia), Piedad (Bartolomé Mitre) o Cangallo. El
    vecindario, al enterarse de este proyecto, puso el
    grito en el cielo, alarmado por los peligros que podía
    significar el simple anuncio de una locomotora atravesando
    nuestras principales vías céntricas.

    Fue entonces cuando se pensó en ubicar la
    estación en una de las orillas de la ciudad, como lo era
    en aquellos tiempos la Plaza del Parque.

    La respuesta de la Legislatura de Buenos Aires no se
    hizo esperar, ya que por ley del 9 de enero de 1854
    autorizó al P.E. a otorgar la concesión para la
    formación de una sociedad
    anónima y la construcción de un ferrocarril al Oeste, de
    24.000 varas de extensión.

    La primera estación se establecería en el
    predio donde se levanta el Teatro Colón, y para evitar
    expropiaciones las vías atravesarían la plaza
    formando una ligera curva por delante del Parque de
    Artillería y, al enfrentar la esquina de éste,
    tomaría la calle Lavalle, seguirían por Callao,
    Corrientes, Centro América (hoy Pueyrredón),
    Piedad

    (Bartolomé Mitre), hasta empalmar en la actual
    Plaza del Once con el trazado actual, hasta Flores. Estaciones
    intermedias serían Almagro, Caballito y Flores.

    El proyecto fue
    motivo de vivas polémicas y los habitantes de la ciudad,
    todavía gran aldea, conservadores y desconfiados por
    naturaleza, lo
    acogieron con gran escepticismo. Sus principales opositores
    fueron los que vivían bordeando el trazado de las futuras
    vías por el siniestro temor de que el paso de la
    locomotora del tren produjese el derrumbamiento de los edificios
    vecinos.

    Para tranquilizar a los atemorizados vecinos, frente a
    los crecientes problemas
    económicos que afectaban a la empresa, el
    directorio de ésta pensó en la eventualidad de
    reemplazar las locomotoras por la tracción
    animal.

    Los trabajos empezaron en 1855, a pesar de una serie de
    inconvenientes y evidente oposición del vecindario.
    Así, los terraplenes fueron perjudicados por las lluvias
    que cayeron en el otoño de 1857, y otras obras, entre
    ellas las vías, fueron destrozadas varias veces por manos
    anónimas, consecuencia de la hostilidad con que algunos
    miraban el avance de los trabajos.

    Respecto del material rodante, la compañía
    adquirió finalmente en Inglaterra una
    locomotora usada que ya había hecho su campaña en
    la Guerra de Crimea.

    La veterana locomotora fue trasladada a Buenos Aires y
    sacó carta de ciudadanía con el nombre de
    ´´La Porteña´´. Si grande fue la
    expectativa que en la Navidad de
    1856 suscitó la llegada al puerto de aquella
    máquina de vapor, mayor fue el aborto veinte
    días después, al verla pasar por las calles de la
    Ciudad sobre un enorme carromato construido ex profeso y tirado
    por treinta caballos.

    Unos días más tarde del desembarco de La
    Porteña, llegó el maquinista Allan, especialmente
    traído para iniciar en el manejo de la locomotora a sus
    futuros colegas argentinos. La locomoción de vapor estaba
    asegurada, por lo que los caballos de tiro no entraron siquiera
    en escena.

    Los vagones que compusieron el primer convoy ferroviario
    argentino y que acompañaron en su viaje oceánico a
    La Porteña y a la Argentina, la segunda locomotora que se
    introdujo en el país, eran vehículos de cuatro
    ejes, divididos en comportamientos, sin plataformas, con
    portezuelas y estribos laterales, con asientos dispuestos en
    forma transversal y cortinas de género en
    las ventanillas. Eran alumbrados por lámparas de aceite y
    estaban hechos de madera de pino
    (La Porteña y el Vagón se encuentran en muestra en el
    Museo de Transporte y
    Producción de Luján, Provincia. de
    Buenos Aires.).

    Corrían los primeros meses de 1857 y los
    preparativos eran cada vez más febriles. Si muchos
    habían sido los contratiempos, uno más iba a
    agregarse a la larga serie, pero éste, afortunadamente, no
    llegó a oídos del público. De otra manera,
    la empresa
    hubiera fracasado antes del día de su
    inauguración.

    Ocurrió en el viaje de ensayo e
    inspección. Por fin iban a viajar en tren los promotores
    de la sociedad. Sólo Gowland y Larroudé lo
    habían hecho en Europa. En el
    tramo de ida, todo marchó espléndidamente. Pero a
    la vuelta, Allan aumentó la velocidad, fue
    entonces cuando la comitiva se acercaba al puente del
    ´´Once de Septiembre´´, ocurrió lo
    imprevisto. El tren descarriló desde el alto
    terraplén y el viaje terminó en una zanja. Por
    suerte, las contusiones de los arriesgados empresarios fueron
    sólo leves y al parecer nadie advirtió la
    desafortunada maniobra.

    Las vías fueron reparadas, se ajustaron otros
    detalle y día 27 se hizo otra prueba, ya todo estuvo listo
    para el esperado instante de la inauguración, cuya fecha
    exacta ha dado lugar a algunas controversias. Bajo el frontis de
    la antigua estación del Parque se leía escrito con
    grandes letras: ´´inaugurado el 30 de Agosto de
    1857´´. En cambio, todo
    lo contrario ocurre al observar la reproducción de la invitación que se
    cursó a Juan Allan y que consigna el 29 como fecha
    inaugural del primer convoy.

    La incógnita no se ha dilucidado todavía.
    Indudablemente la inauguración pudo haberse realizado en
    dos fases: el 29, ceremonia oficial y el primer viaje
    simbólico, y el 30, libramiento del servicio al
    público.

    Las conmemoraciones se efectúan siempre los
    días 30 de agosto.

    En el centro de la plaza se instaló el altar,
    entre altos mástiles revestidos con los colores patrios.
    En el estrado principal se encontraban, presidiendo los festejos,
    el Gobernador de Buenos Aires: don Valentín Alsina, los ex
    Ministros, el entonces coronel Bartolomé Mitre y el Dr.
    Vélez Sarsfield, José Barros Pazos, el Gral.
    Zapiola y otras distinguidas personalidades, entre ellas el Dr.
    Obligado.

    El convoy avanzó lentamente en las primeras
    cuadras, entre dos altos enrejados de hierro que impedían
    el paso de los peatones. El estupor, y al mismo tiempo el
    júbilo de los concurrentes, fue algo difícil de
    narrar. Pero en medio de los vítores, los aplausos y la
    cohetería, había quienes miraban con desconfianza
    aquel monstruo rugiente y sudoroso que arrojaba humo y
    ensordecía a la gente. Eran los pacíficos
    habitantes de la población cercana a los rieles, que
    sólo atinaban a mirar sus casas por si se
    derrumbaban

    Y cuentan las viejas crónicas que algunos vecinos
    precavidos se mudaron a sitios más distantes del camino de
    hierro, en tanto otros suspiraban con cierto temor al paso del
    tren, esperando de un momento a otro que la casa se les viniera
    encima.

    Afortunadamente no se produjo ningún
    derrumbamiento y meses más tarde la población
    porteña aceptó con alegría el moderno medio
    de locomoción.

    Se había sembrado la semilla que habría de
    producir, con el correr de los años, el árbol
    gigantesco que cubrió con su sombra una importante
    porción del suelo
    patrio.

    A fines de 1857, la empresa
    habilitó un horario nocturno entre las 20:30hs y las
    23:00hs

    Pero quedó debidamente aclarado que dicho tren
    no correría las noches sin luna.

    Es importante destacar que el primer servicio
    oficial para la provisión de aguas corrientes lo
    estableció el Ferrocarril del Oeste, que llevó
    agua del
    río por un caño desde la Recoleta hasta la
    estación del Parque, para el servicio de sus locomotoras
    las que con el agua
    salobre de los pozos sufrían frecuentes deterioros de sus
    calderas.

    Durante la epidemia de fiebre amarilla de 1871, se
    registró un movimiento
    inusitado de pasajeros en la estación del Parque, en buena
    parte motivado por un acuerdo en el cual se otorgaban pasajes
    gratuitos a los pobres que deseaban salir del
    municipio.

    Ese mismo año se instaló un servicio
    especial de trenes hasta la Chacarita. El propósito de
    este era depositar los cadáveres que iban a efectuar su
    último viaje. La Porteña conducida por Juan Allan,
    cumplió tan triste misión.
    Fueron contados los viajes que
    pudo realizar el recordado técnico, pues fue el 5 de Junio
    que cayó para siempre, alcanzado también por el
    terrible flagelo.

    Durante esa época la ciudad se iba extendiendo
    hacia el Oeste, entonces nuestra plaza dejó de ser un
    lugar apartado, para convertirse en un apéndice de la zona
    céntrica. Por eso a nadie extrañó la
    sanción del decreto gubernativo de 1878, por el cual se
    prohibía al Ferrocarril del Oeste el tránsito de
    sus trenes de vapor por las calles del municipio hasta el Once de
    Septiembre, dándosele un año de plazo para hacer
    efectiva la medida.

    Los años pasaban, en 1882 una
    representación de vecinos se presentó a la
    Municipalidad para pedir la rápida efectivización
    del traslado, oportunamente dispuesto. Ese fue el último
    reclamo, pues fue el 1° de enero del año siguiente que
    se clausuraba para siempre nuestra primera estación
    ferroviaria
    .

    La
    metamorfosis

    Poco quedaba ya del viejo barrio del Parque, cuya vida
    apacible y monótona había sido sacudida solamente
    por los estremecimientos de horas trascendentales para la vida
    del país. Así como un día presenció
    el paso de las tropas inglesas camino a su derrota definitiva,
    orientándose por la línea oscura de los cercos y
    tapiales de las posesiones de Merlo y de Zamudio, una
    mañana de 1852 vio llegar a la caballería
    triunfante de Urquiza, que avanzaba desde el noroeste, dejando
    detrás de si todo un ciclo de nuestra historia.

    Ese barrio cuyas casitas blancas salpicaban el verdor de
    las quintas, quedó en el pasado para siempre.

    Es sabido que el ferrocarril abre nuevos rumbos a la
    civilización. Y en nuestro caso, la Estación
    Parque, tuvo la virtud de transformar la plaza que llevaba el
    mismo nombre desde 1822 y de convertir a sus adyacencias en una
    zona poblada, con vida propia y que décadas más
    tarde se incorporaría al centro mismo de la
    ciudad.

    Así la plaza cambió en parque
    inglés por obra y gracia del hábil horticultor M.
    Ferrer. Y con el correr de los años, el antiguo basural
    que impregnó con su olor pútrido a toda la vecindad
    se transformó en uno de los paseos públicos
    más concurridos, gracias a la constante
    preocupación del organismo municipal y de los vecinos, que
    no escatimaron esfuerzo alguno para lograr su
    embellecimiento.

    La edificación empezó a tomar vuelo, y el
    aspecto agreste de la zona desapareció casi por
    completo.

    En 1854, la Municipalidad dividió a la ciudad en
    once parroquias. Nuestra Plaza, como sucedería con las
    divisiones posteriores, quedó comprendida dentro de la
    parroquia de San Nicolás.

    En el plano de la ciudad trazado por el Ingeniero
    Nicolás Grondona en 1856, aparece la plaza con las dos
    manzanas, que conservó hasta 1937. En este plano aparece
    por primera vez la vía del ferrocarril surcando el solar
    que es objeto del presente estudio.

    En pocos años, el antiguo hueco se había
    convertido en una plaza y posteriormente también en paseo
    público, o sea en un lugar especialmente ornamentado con
    plantas y árboles, como para servir de esparcimiento
    a grandes y chicos.

    La Memoria
    correspondiente al 1858, señala, que una de las mejoras
    que fueron ejecutadas fue el empedrado de las calles por donde
    corrían las aguas del Tercero, hacia la parte norte de la
    ciudad, que por tantos años habían perjudicado las
    propiedades. Todas las calles fueron empedradas, con el
    consiguiente beneficio para las propiedades y la higiene
    pública.

    Por la Memoria
    Municipal de 1860, sabemos que el vecindario volvió a
    reunirse para continuar las obras del Paseo, quien encabezaba era
    Mariano Miró (presidente de la Comisión). La
    respuesta municipal no pudo ser más favorable, en siete
    meses se niveló el terreno, formándose las calles
    correspondientes. Se colocaron quinientas varas de barandas en
    tres frentes y se colocó una reja sobre un muro de
    ladrillo. Siguiendo con la traza del plano, se plantaron
    paraísos y acacias.

    El año 1861, fue menos propicio para los miembros
    de la Comisión del Paseo del Parque, ya que por los
    preparativos para la guerra entre Buenos Aires y la
    Confederación, algunos de ellos tuvieron que atender las
    obligaciones
    del servicio militar.

    En 1862, se coloca la pared circunvalatoria con reja y
    asientos, pues era preciso proteger al paseo de ser pisoteado por
    los caballos y preservado de los vagos y malhechores.

    Tres
    etapas de Plazas en Buenos Aires

    A lo largo de la evolución de las plazas en Buenos Aires,
    vamos a distinguir tres etapas en su diseño,
    siendo las dos ultimas con notables particularidades.

    Primera etapa: Durante ésta, a
    excepción de la Plaza de Mayo, las plazas son simplemente
    "huecos", tierras sobrantes, en el crecimiento de la ciudad, que
    era muy despacio. La función
    que cumplían era servir de paradores de carretas, mercado de
    frutas, basureros o lugares que la gente asociaba con tradiciones
    fantasmales o hechizos.

    Segunda etapa: La ubicamos después de
    mediados del siglo XIX. Se caracteriza por la aparición de
    árboles en forma alineada, y los jardines con formas
    geométricas, ambos diseños aplicados tanto a los
    parques como a las plazas. Se toman los modelos
    europeos, en un intento por imitar los bulevares parisienses,
    aunque en forma modesta al principio.

    Tercera etapa: Comienza desde fines del siglo
    XIX, hasta el presente, en una continua evolución. Los
    diseños se tornan más complejos, en el afán
    de lograr mayor efectividad visual. Este periodo, se distingue
    por los espacios abiertos urbanos que logran equilibrar
    adecuadamente el elemento verde, la arquitectura y
    los grupos
    escultóricos más importantes.

    La evolución en que se encuentra esta etapa, esta
    condicionada y determinada por cambios en las formas de vida,
    factores económicos y técnicos. La expansión
    de la ciudad obligó a que se modificara el diseño
    regular de las plazas, basado en la utilización de ejes
    rígidos, debido a que se incorporan elementos que hacen a
    la vida misma de la ciudad. Entre ellos vamos a encontrar algunos
    que se integran al diseño, como ser los juegos
    infantiles, los mástiles, las esculturas; pero hay otros
    que no a saber: paradas de colectivos, lugares para
    estacionamiento, cabinas telefónicas, bocas de
    subterráneos, que toman ubicación en las plazas
    debido a la oferta de
    espacio libre.

    Lamentablemente, constituyen elementos que no
    están en relación con la esencia de la plaza, dado
    que pertenecen a la red vial, y con el gran
    problema que causan, que es la perdida de la identidad de
    los espacios verdes, ya que convierten a estos en lugares de
    paso.

    Debido a los factores económicos, el mantenimiento
    se ha vuelto muy caro, y como consecuencia de ello han
    desaparecido en las plazas de la capital, aquellas plantas que
    exigen una tarea de conservación delicada, como los
    rosales, que sí podemos encontrar en las plazas
    provinciales.

    Los avances del siglo XX y el surgimiento de la ciencia
    denominada urbanismo, han introducido nuevas normas que
    determinan la superficie necesaria para los distintos usos, las
    distancias apropiadas entre los espacios verdes y los edificios,
    todo ello enmarcado en un plan integral
    para el diseño de los espacios verdes en la ciudad. Esto
    resulto de difícil aplicación y a veces imposible,
    en la ciudad de Buenos Aires, sobre todo en aquellos barrios de
    alta densidad
    poblacional. En la construcción de los parques y plazas,
    encontramos que se ha utilizado tanto los modelos
    tradicionales, como aquellos barrios de alta densidad
    poblacional. En la construcción de los parques y plazas,
    encontramos que se ha utilizado tanto los modelos tradicionales,
    como aquellos que siguen pautas racionales y usos
    predeterminados. De esta manera, se llega a las soluciones
    actuales, que muestran un cambio en el
    repertorio formal, en el tratamiento de los niveles. Surge
    así el estilo actual que reemplaza la regularidad
    tradicional, inspirada en el jardín anglofrancés,
    esto determina un análisis más profundo que el que
    surge de evaluar el uso practico del lugar.

    Conviene aclarar que muchas veces, el diseño no
    cumple con aquellas condiciones que facilitan su identidad y
    adecuación a la escala urbana. No
    se ha prestado atención al entorno, que puede sofocar o
    deprimir, se ha pasado por alto el tratamiento del paisaje como
    una totalidad, como ejemplo, la presencia de medianeras,
    baldíos.

    Las plazas del periodo anterior, tuvieron a su favor que
    pese a ser tratadas de la misma forma, constituían
    jardines rodeados por entorno apacible, y de baja altura,
    además de que sus ejes expresaban una clara
    imposición para enmarcar un edificio o vista
    importante.

    Lo
    nuevo, lo viejo remodelado

    La plaza actual, con su distribución racional de espacios, presenta
    problemas
    estéticos y visuales difíciles de resolver. Como
    toda plaza urbana, prevalece el concepto de lo
    utilitario sobre lo decorativo, es decir el aspecto practico
    sobre lo visual.

    Un factor sobre el que se construyeron, fue el tener el
    menor costo de mantenimiento,
    con lo cual, obviamente, la superficie verde se encuentra en su
    limite mínimo, prevaleciendo la llamada parte seca o
    inerte. La consecuencia es la perdida de grandes beneficios, dado
    que su ubicación adecuada, contribuye a realzar el
    entorno, elimina los efectos negativos, logra destacar los
    elementos importantes, manejando aberturas que determinan una
    orientación visual hacia los mismos, permite formar
    barreras que respaldan y aíslan el espacio abierto de, por
    ejemplo, el transito.

    Origen de Plaza

    El término Plaza, tiene en la actualidad una
    acepción absolutamente diversa a lo que se daba en la
    Ciudad de la Trinidad, durante los siglos anteriores. Entonces,
    plazas eran los lugares destinados a las carretas y ventas de
    artículos de todo género,
    con preferencia de abasto, traídos de estancias o chacras.
    En pocas palabras eran mercados
    públicos donde los minoristas adquirían en las
    carretas, cantidades que luego las revendían al por menor
    a la población.

    Dicha operación, se hacía en la propia
    plaza, extendiendo sobre el suelo un poncho o
    trapo que delimitaba el espacio del vendedor. Sobre eso mostraba
    la mercancía y si se trataba de aves, pescados
    y otros productos
    semejantes, los ponían directamente en la tierra.

    Es de imaginarse el cuadro del conjunto que
    ofrecía en horas matinales, concurridas por un
    público ruidoso en constante movimiento,
    con predominio de negros esclavos y perros vagos,
    yendo y viniendo entre las nubes de moscas que nada alcazaba a
    ahuyentar, en medio de gritos, llamados, protestas, risas
    típico de un lugar con gran concurrencia de
    gente.

    Llegado el mediodía, se dispersaba la clientela,
    con el consiguiente retiro de los comerciantes, dejando el sector
    con todo tipo de mercadería, pisoteada y mal oliente a
    merced de los perros, ratas y
    moscas que se adueñaban del lugar.

    Algunos comerciantes poseían bándolas,
    especie de quita y pon, constituidos por un mostrador o
    simplemente cajones y cestos, protegidos por un toldo que se
    alzaba a gusto del negociante. Una simetría actual de las
    denominada ferias francas.

    La vida de mudas se desarrollaba en esos centros de
    transacciones diarias y también de chismes permanentes,
    dado que acudían habitantes de todas las casas de la
    ciudad.

    Es posible que de esta costumbre derive el significativo
    de tal o cual plaza. O también mercadería puesta en
    plaza o condiciones de plaza, que con el uso y extensión
    abarca hasta los más fuertes mercaderes de la Plaza de
    Buenos Aires.

    Monumentos, esculturas y elementos relevantes de
    Plaza General Lavalle

     

    Referencias del
    plano

    Para facilitar el reconocimiento de los distintos
    elementos que se hallan en el plano de la Plaza General Lavalle,
    se han identificado a los árboles con números y a
    los elementos escultóricos con letras.

    A

    José J. Podestá

    M

    Carlos López Buchardo

    B

    Paseo María Guerrero

    N

    Don Miguel
    Hidalgo Costilla

    C

    Hipólito Irigoyen

    Ñ

    Personalidades de la Música
    Nacional

    D

    Paseo Luciano F. Molinas

    O

    Ballet Nacional

    E

    Florencio Parravicini

    P

    Dr. Roberto Repetto

    F

    Reloj de Sol

    Q

    Dr. Rómulo Naón

    G

    Placa Caja N. de Ahorro
    Postal

    R

    Abdón Calderón

    H

    Beethoven

    S

    Amia

    I

    Palacio Miró

    T

    Árbol de Norma Plaa

    J

    Fútbol

    U

    Abogados

    K

    Emperador Trajano

    V

    Juan Galo Lavalle

    L

    Constantino Gaito

     

     

    Identificación de las
    especies arbóreas en Plaza Lavalle

    1

    Erythina crista-galli (Seibo o Ceibo)

    18

    Sterculia coccinea (Roxbg)

    2

    Magnolia grandiflora (Magnolia)

    19

    Ficus Sp. (Gomero)

    3

    Livistona chinensis (Palmera)

    20

    Ficus macrophylla (desf) (Gomero)

    4

    Araucaria excelsa plumosa (Araucaria)

    21

    Callistemon imperiale (Escobillon rojo o limpia
    botellas)

    5

    Ficus elastica (Gomero)

    22

    Feijoo sallowiana (Falso guayabo)

    6

    Cedros deodara (Cedro)

    23

    Nerium oleander (Laurel rosa de
    jardín)

    7

    Jacaranda mimosifolia (Jacaranda)

    24

    Populus Sp. (Álamo)

    8

    Agathis robusta (F.v. Mueller)

    25

    Eritrina falcata Benth (Ceibo
    jujeño)

    9

    Styphnolobium japonicum
    (Sófora)

    26

    Buxus sempervirens l. (Boj
    común)

    10

    Schinus molle areira (Aguaribay)

    27

    Acacia visco Lor. Ap. (Acacia)

    11

    Cedros atlántica (Cedro del
    Atlas)

    28

    Quercus robar (Roble)

    12

    Tijuana tipú (Benth) (Tipa
    blanca)

    29

    Tilia moltkey Spaeth (Tilo
    común)

    13

    Phoenix canariensis (Horth) (Palmera)

    30

    Eucaliptus globulus (Eucalipto macho)

    14

    Sequoia sempervirens (Sequoia)

    31

    Washingtonia filifera linden
    (Palmera)

    15

    Phoenix reclinata (Jacq) (Palmera)

    32

    Hacer negundo L. (Acer)

    16

    Arecastrum romanzophianum (Palmera
    Pindó)

    33

    Picus retusa L. (Gomero)

    17

    Phoenix paludosa (Roxbg) (Palmera)

    34

    Cedros Libani (Cedro del
    Líbano)

    Descripción de los elementos internos y
    externos de la Plaza General Lavalle

    José J.
    Podestá:

    Toda persona que se
    detenga en la esquina de la Av. Córdoba y Libertad, al
    acercarse a una escultura que allí se encuentra,
    leerá lo que una placa nos presenta

    José J.
    Podestá

    Artífice del Teatro
    Nacional

    1858 – Primer centenario de su
    natalicio

    1958 – Homenaje de las
    entidades Teatrales Argentinas

    Congreso de la Nación Ley
    N° 14.497 – año 1958

    La base de mampostería se halla revestida en
    mármol. En la cara anterior hay un relieve
    realizado en piedra que representa a José J.
    Podestá, en su personaje de Juan Moreira. Sobre
    esta base se halla el busto en bronce del artista. Todo el
    conjunto escultórico es obra del Argentino Luis
    Perlotti.

    Biografía:

    José J. Podestá, de nacionalidad
    Uruguaya, era hijo de genoveses. A los 26 años, en 1884
    pasó a formar parte de la compañía
    circense norteamericana de los hermanos Carlo, en la que
    actuaba el famoso payaso inglés Frank Brown. En la calle
    Corrientes y Paraná estaba el circo, ocupando una
    construcción de madera, en el lugar donde más
    tarde habría de levantarse el Teatro
    Politeama.

    Podestá ya era famoso como Clown con el nombre
    de Pepino el 88, en sus actuaciones en el Circo de
    Raffeto. Ese nombre obedecía a lo siguiente:

    Una tarde cuenta Podestá en que estaba cosiendo
    el traje de payaso, al cortar una levita vieja para pegarle
    parches en los fundillos, me salieron al tuntún trozos
    que tenían la forma de los anteojos de Mahoma, que en el
    juego de la
    lotería viene a ser el N° 88.

    Entonces exclamé: ¡ya tengo el
    sobrenombre! Me cambié el pepe Castellano
    por, el Pepino Italiano, agradándole el 88, cifra que se
    antojaba cabalística y que, efectivamente, me
    resultó una verdadera mascota, pues alcancé un
    éxito
    insospechado.

    Pepino el 88, fue el primer Tony con características criollas, con
    italianismos en su lenguaje,
    con gags, caídas y bofetadas particulares.

    Como novedad en el repertorio los Hermanos Carlo
    incorporaron en 1884 la obra Juan Moreira. Para esto
    obtuvieron la autorización de su autor Ricardo
    Gutiérrez para representar en pantomima su novela titulaba
    Juan Moreira, que había publicado en forma de
    folletín en La Patria Argentina.

    José Podestá que era gaucho, jinete,
    cantor y bailarín protagonizó a Juan Moreira. Una
    música adecuada acompañaba la
    representación.

    Luego el actor se separó de los Hermanos Carlo
    e integró la Compañía
    Podestá-Scotti. Entonces dispuso hacer hablar a los
    personajes según parlamentos tomados de la obra de
    Eduardo Gutiérrez. Así se originó el
    Teatro Gauchesco, incorporando las obras Juan Cuello,
    Santos Vega, otros folletines de Eduardo Gutiérrez, y
    también el Martín Fierro de José
    Hernández.

    Ello explica la colocación de una placa sobre
    el césped que dice:

    José Podestá Homenaje
    de Argentistas

    en el Día del Circo
    6/10/59

    Sirve de telón de fondo a este monumento, un
    ejemplar de Erythrina crista-galli, con corteza rugosa, gruesa
    y sus ramas arqueadas.

    Se trata de un árbol al que comúnmente
    llamamos Seibo o Ceibo. Con respecto a la ortografía de la palabra, la Academia
    Argentina de Letras en su Boletín N° 31 de acuerdo
    con un dictamen, dejó establecido que es igualmente
    correcto escribir de las dos formas la palabra, aunque el
    decreto que instituyó la Flor Nacional, aparece escrita
    con C. Por ser un árbol que pertenece a nuestra flora
    indígena, se lo conoce, también con los nombres
    de Zuimandí e Iverá-iputezú.

    La floración se produce entre noviembre y
    abril. Su cáliz campanulado, aparentemente bilabiado, es
    de intenso color rojo. Las
    flores aparecen en manojos axilares o racimos
    terminales.

    Por ser una especie que en nuestro país se
    encuentra desde la frontera norte hasta el NE de la provincia
    de Buenos Aires, fue declarada Flor Nacional Argentina
    según Ley

    N° 138.974 de 1942.

    Paseo María Guerrero:

    Separado de la calle libertad por un cantero, a un
    costado de la plaza entre la Av. Córdoba y Viamonte, se
    halla un sendero que antes fue una callecita al que se le ha
    dado el nombre de "Paseo María Guerrero" según
    Ordenanza N° 25.2255 de 1971. Si bien es cierto la calle
    desapareció, la designación perdura.

    Se ha querido rendir así un homenaje a la
    actriz por cuya iniciativa se construyó el Teatro
    Cervantes. Una placa colocada sobre el césped
    dice:

    Ministerio de Justicia y
    Educación

    A María Guerrero y Fernando
    Díaz de Mendoza

    En el cincuentenario del Teatro
    Nacional Cervantes.

    5 de septiembre de
    1971.

    Biografía:

    Actriz española, cuya actuación en la
    escena y en el teatro ha sido significativa, pues ha
    contribuido poderosamente a elevar el nivel social del actor y
    a mejorar las condiciones artísticas. Nació en
    Madrid en 1867
    y su primera actuación coincide con el momento
    histórico de la Restauración. Desde el punto de
    vista teatral, la época es de una pobreza
    lamentable: mínima atención al teatro, dificultad de estreno
    en los autores, importación masiva de obras extranjeras,
    a lo que se suma poca preocupación por la
    escenografía y una forma anárquica en la
    interpretación de los actores, que casi siempre
    improvisan. Este clima encuentra
    en María Guerrero una auténtica renovadora en su
    labor de modernización del teatro, que intenta
    equipararlo con el estilo y corrientes europeas, y eleva la
    escena española. Su mayor virtud consiste en haber
    impuesto una
    disciplina y
    un método
    de trabajo. No confía nada a la improvisación. En
    sus teatros (Español y Princesa de Madrid, Cervantes de
    Buenos Aires) llega a establecer una verdadera escuela en
    la que se estudian los detalles de cada representación.
    Ella misma orienta a los actores y supervisa
    escenografía y figurines.
    La mejor lección de María Guerrero no es
    sólo su vida dedicada al teatro, sino el haber dado un
    sentido de responsabilidad, verdaderamente poco frecuente
    en la escena española. Hija de un industrial muy
    conocido en los medios
    teatrales, estudia con Teodora Lamadrid y en la Escuela de
    Declamación, e interpreta papeles de vodevil, que es el
    género más en boga durante la Regencia. Desde que
    presencia la actuación de E. Duse (v.) en la Feodora de
    Sardou, en el Teatro de la Comedia de Madrid, se dedica desde
    entonces a mejorar su estilo. En 1890, hace la Comedia nueva de
    L. Fernández de Moratín, con tal éxito, que a la temporada siguiente
    interpreta el papel de
    primera actriz en El vergonzoso en palacio y la Da Inés
    de Zorrilla en el Español. Va a París, donde
    recibe lecciones de Sarah Bernhardt (v.) y C. B. Coquelin, y en
    1892 se casa con el actor Fernando Díaz de Mendoza,
    conde de Lalaing y de Belazot, marqués de Fontana y
    Grande de España;
    estrenan ambos Realidad, de Galdós, y Mariana, de
    Echegaray. La trayectoria de los estrenos interpretados por el
    matrimonio
    abarca 40 años de la historia del teatro; se inicia con
    el posromanticismo, sigue con el teatro realista de
    Galdós (La loca de la casa, La de San Quintín, El
    abuelo, Doña Bárbara), incorpora el sentido
    escénico del 98 con Benavente (La noche del
    sábado), modernista con Villaespesa y Marquina
    (María la Brava), costumbrista de los Quintero y llega
    al teatro poético de Fernández Ardavín, al
    de Pío Baroja (El cometa), Leopoldo Alas (Teresa) y
    Valle Inclán (Voces de gesta, La marquesa
    Rosalinda).
    Las dificultades con los empresarios deciden a María
    Guerrero a tener su propio local. En 1898, su padre arrienda al
    Ayuntamiento de Madrid el Español y más tarde
    compra el Princesa (hoy María Guerrero), donde, a la par
    que se estrenan obras españolas y extranjeras de
    categoría, se dedica la máxima atención a
    los clásicos españoles. Para dar a conocer este
    teatro, cruza varias veces el Atlántico y construye en
    Buenos Aires el teatro Cervantes. En todos estos escenarios,
    propios o alquilados, María Guerrero procura vivir en el
    teatro, como auténtico lugar de trabajo, atendiendo y
    dando clases a los actores. Sostiene una larga y costosa
    plantilla de actores, que le obligan a desprenderse de su
    teatro Cervantes de Buenos Aires, que pasa a ser propiedad del
    Banco Nacional
    hasta su destrucción en un incendio. Entre estos actores
    se encuentran Thuiller, Catalina Bárcena, Carmen Ruiz
    Moragas, Irene López Heredia, María Fernanda
    Ladrón de Guevara. María Guerrero, dotada de un
    gran sentido emotivo y unos registros de
    voz envidiables, es la intérprete ideal de los
    clásicos. Como actriz alcanza una categoría
    memorable. No así como directora, aferrada a un realismo
    exagerado, fruto del naturalismo de fines del XIX y que
    María Guerrero impone siempre. Pero, sobre estos
    defectos, destaca el mérito de haber elevado el nivel
    teatral con su contribución y su entusiasmo.
    Murió en Madrid el 23 de enero 1928.

    La parquización de ese sector paralelo a la
    calle Libertad es particular y constituye un sector
    diferenciado en la "Plaza General Lavalle". Se hallan
    allí árboles de gran porte como varios ejemplares
    de Magnolia Grandiflora, otros dos de Livistona Chinensis. Una
    Araucaria excelsa plumosa, un Ficus elástica, un Phoenix
    Leonensis y dos Cedrus deodara.

    Transpuesto el Paseo María Guerrero nos vamos a
    encontrar con dos árboles declarados como notables.
    Así como por la Ley N° 12.665, algunos
    árboles son declarados como históricos. La
    Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, por Ordenanza
    N° 20.747 también determina cuales son, por su
    desarrollo,
    los árboles notables dentro de la jurisdicción
    municipal.

    Estos ejemplares pueden encontrarse en plazas, parques
    y paseos y también en jardines que pertenezcan a museos
    o instituciones municipales.

    El primero de eso árboles que en el plano hemos
    señalado con el N° 33, es un "Ficus Retusa
    L.",
    árbol de gran porte, ornamental por excelencia,
    copa globosa, compacta, oscura. Algunas de sus ramas tienen
    raíces adventicias. Una característica son sus
    pequeños frutos, menores de 1cm de diámetro,
    purpúreos. En nuestro medio se aprecian al terminar el
    verano. Es un árbol que procede de la India.

    Muy cerca del Ficus Retusa L., se halla
    señalado en el plano con el número 8 un
    Agathis robusta (F. V. Mueller). Si bien es cierto es un
    árbol de gran porte, su copa es estrecha y erguida. El
    científico Milán 1. Dismitri lo llama Agathis
    alba. Su nombre común es Dammara.

    Procede de Australia –Quenslan- por eso lo llama
    Kauri australiano. Llega a alcanzar 45 metros de alto. El
    ejemplar que nos ocupa mide 24 cm. de alto. Su tronco ha
    alcanzado la circunferencia de 3,20 m.

    Sinagoga de la Congregación
    Israelita-Argentina:

    Sobre la calle Libertad Nº 785, se halla el
    llamado “Gran Templo de la Congregación Israelita de la
    República Argentina´´

    El grupo de judíos residentes en Buenos Aires,
    a mediados del siglo XIX, no pasaba de un centenar. En general
    eran varones empleados o representantes de casas comerciales
    inglesas, alemanas o francesas. Ello dio lugar a un episodio
    que sentó jurisprudencia.

    En 1860, cuando aún no existía el
    Registro
    Civil y los matrimonios se registraban en la Curia
    eclesiástica, dos jóvenes judíos franceses
    (Salomón Levy Schwab y Elizabeth Luvy Salomón)
    quisieron formalizar su casamiento, no encontraron iglesia
    donde formalizar. Al efecto se presentaron ante la Suprema
    Corte para solicitar la legalización de su enlace
    matrimonial. La imprevista situación fue resuelta en
    virtud de los argumentos del jurisconsulto Miguel Navarro
    Viola, quién logró un pronunciamiento concordante
    con lo expresado en la Constitución Nacional sobre libertad de
    cultos en Nuestro País. En 1862, durante la presidencia
    de Bartolomé Mitre, ese reducido grupo de judíos
    pensó en reunirse en una entidad comunitaria. Se
    acercaba Pascua (Peisaj) y los judíos querían
    celebrarla juntos. De tal manera, realizaron el primer Miniam,
    donde

    Diez hombres se reunieron para orar. Así
    nació la Congregación Israelita de Buenos Aires,
    que más adelante se llamó Congregación
    Israelita de la República Argentina. El proceso fue
    lento.

    Para ingresar como socios debían someterse a
    determinadas exigencias. Los socios fundadores fueron veinte y
    su primer presidente se llamó Segismundo Aguerbag. En
    1871, aprobaron su propio estatuto. Al comienzo las actividades
    religiosas se llevaban a cabo en el domicilio de Gabriel
    Krámer, en un saloncito ubicado en la calle
    Artes

    Nº 301, actual Carlos Pellegrini Nº
    351.

    En 1876, el Gobierno
    Argentino autorizó por primera vez el ejercicio del
    Ministerio del Rabinato Judío en el país,
    reconociendo la autoridad
    espiritual de Henry Joseph, que había estudiado en el
    seminario
    Rabínico de París. Estaba autorizado para
    registrar casamientos, nacimientos y defunciones de acuerdo a
    Ley Mosaica.

    El diario “La Nación´´ del 14 de
    Agosto de 1881, anunciaba: “Ayer se firmó el decreto
    por el cual se designa a don José María Bustos,
    agente de inmigración en Petersburgo. Su
    nombramiento tiene por objeto el que haga propaganda a
    fin de dirigir hacia nuestro país a los israelitas que
    salen del imperio ruso´´

    En 1888, arribaron las primeras ocho familias
    agricultoras, serían las fundadoras de Moisesville, en
    la Pcia. de Santa Fe.

    Siguió un grupo de cincuenta familias que
    fundaron la ya desaparecida Colonia de Aronsville.

    En 1889, el vapor Weser, procedente de Bremen,
    llegó con un grupo de 824 personas. Todos estos
    judíos provenían en general de la región
    de Podolia en Ucrania. Eran estrictos observantes de la
    religión. Vestían como lo
    hacían tradicionalmente los judíos en Europa
    Oriental y usaban barba.

    De acuerdo a 105 informes
    sobre las condiciones favorables para la inmigración agrícola judía
    en la Argentina, se formó en Londres una empresa
    colonizadora. Su fundador era el Varón Mauricio Hirsch
    de Guereuth que había nacido en Munich, en 1831, quien a
    través de su vida obtuvo las condecoraciones de la Gran
    Cruz de la Orden de Francisco José de Austria y
    Comandante de la Legión de Honor.

    La empresa se llamó Jewis Colonization
    Association
    , su capital ascendía a 2.000.000 de
    libras esterlinas. Sus estatutos establecían que el
    objetivo era
    facilitar la inmigración de los israelitas de los
    países de Europa Asia donde
    ellos son perseguidos por leyes
    restrictivas especiales y donde están privadas de los
    derechos
    políticos, hacia otras regiones del mundo donde puedan
    gozar de estos y de los demás derechos inherentes al
    hombre.

    De tal manera, en 1891, el vapor Pampa fletado por el
    Barón Hirsch trajo 817 inmigrantes judíos de
    Ucrania, Polonia, Lituania y Besarabia.

    Así comenzaron las colonias de Carlos Casares,
    en la Pcia. de Buenos Aires, también en Entre
    Ríos. Los residentes judíos en Buenos Aires,
    publicaron en 1888 el primer periódico escrito con caracteres
    hebraicos. Se llamaba “El Fonógrafo
    Hebraico´´ estaba dirigido por Fabián S.
    Halevy. En realidad no estaba escrito en hebreo tradicional
    sino en una especie de argot germánico, muy generalizado
    entre los hebreos. En 1889 compraron la Finca, de Av.
    Calle Junín Nº 1775-77, casi esquina Vicente
    López, con el propósito de construir una
    Sinagoga, donde pudieran reunirse, que tal es el significado de
    la palabra.

    Los fondos reunidos no fueron suficientes. Vendieron
    entonces la propiedad de la calle Junín y compraron el
    terreno de la calle Libertad, frente al Palacio de Miró.
    La piedra fundamental se colocó el 27 de Septiembre de
    1897, a cuya ceremonia asistió el Intendente Municipal,
    el señor Francisco Alcobendas. Era Presidente de la
    República el Dr. José Evaristo
    Uriburu.

    Transcurridos algunos años, en 1932, ese
    edificio fue modificado y es el que actualmente se halla frente
    a la Plaza Lavalle. La elaboración del proyecto
    corresponde al Arquitecto Norman y a los Ingenieros Enquin y
    Gantner. Como ingenieros constructores intervino la Firma
    Riccheri, Jaroslavsky y Thiexay.

    El estilo no es definido, aunque se notan influencias
    del románico y el bizantino. Podríamos decir que
    pertenece al modelo
    europeo occidental alemán de posguerra.

    El frente es un conjunto de lo que en arquitectura se
    denomina Archivolta Concéntrica, o sea arcos de medio
    punto rodeados de molduras y escultóricas de
    diámetro de longitud escalonada conformando una
    gigantesca media bocina sostenida por una serie de pilas tras
    laterales

    En el centro de los arcos concéntricos, como si
    fuera un foco luminoso está el conocido sello de David:
    la Estrella de seis puntas. El escudo de David, está
    compuesto por dos triángulos entrelazados. Su origen es
    desconocido, aunque se presume muy remoto, pues se lo encuentra
    en reliquias de pueblos antiquísimos, como egipcios,
    chinos, hindúes, peruanos, etc. Generalmente, se lo
    interpreta como la conjunción de la materia
    cuando el triángulo tiene la base hacia abajo y
    espíritu cuando el vértice está abajo,
    apoyándose en un punto que es el espíritu, o
    también el triángulo que tiene el vértice
    hacia arriba, tiende hacia Dios, el que lo tiene abajo es el se
    apoya en la
    tierra.

    Sobre la puerta de entrada se hallan unas manos,
    representan la forma de bendecir de los sacerdotes antiguos de
    Jerusalén.

    En lo alto del templo se ven las Tablas de la Ley, que
    llevan los Diez Mandamientos que figuran en el Libro del
    Éxodo, Capitulo XX del Antiguo Testamento. El
    Señor le entregó las Tablas de la Ley a
    Moisés, después de hablar con él en el
    Monte Sion, Estas Tablas eran de piedra y estaban escritas por
    el dedo de Dios, en ambos lados.

    Mandamientos:

    1. Amar a Dios sobre todas las cosas
    2. No tomar el nombre de Dios en vano
    3. Acuérdate de santificar las
      fiestas
    4. Honrar a tu padre y madre
    5. No matar
    6. No cometer actos impuros
    7. No robar
    8. No levantar falsos testimonios, ni
      mentir
    9. No desear la mujer
      de tu prójimo
    10. No codiciar los bienes
      ajenos

    Tengamos en cuenta que al otro lado de la Plaza
    General Lavalle, en lo alto del frente del Palacio de los
    Tribunales, sobre la calle Talcahuano, también
    están las Tablas de la Ley, símbolo de la
    Justicia

    una verja separa al edificio de la vereda. En ella se
    hallan doce medallones de cobre que
    representan las doce tribus de Israel, a
    través de sus símbolos. Las Tribus fueron
    organizadas por Moisés, haciendo un censo de toda la
    comunidad
    israelita, por clases y por familias, tomando un hombre de cada
    tribu y que sea jefe de familia:

    1. Parentela de los hijos de Rubén
    2. Parentela de los hijos de Sirnám
    3. Parentela de los hijos de Gad
    4. Parentela de los hijos de Uda
    5. Parentela de los hijos de Isaac
    6. Parentela de los hijos de
      Zabuión
    7. Parentela de los hijos de José
    8. Parentela de los hijos de Manases
    9. Parentela de los hijos de
      Benjamín
    10. Parentela de los hijos de Dan
    11. Parentela de los hijos de Aser
    12. Parentela de los hijos de
      Neftalé

    (“Números. Antiguo Testamento)

    El templo tiene capacidad para 1.000 feligreses. El
    interior es de aspecto solemne.

    Tiene tres naves y asientos corridos de madera, muy
    parecidos a los de la Iglesia Evangélica de la Av.
    Corrientes al 700. Las paredes están revocadas imitando
    piedras, el piso es de baldosas graníticas.

    Está construido de forma que el frente de la
    nave mire a Jerusalén, los fieles miran a Oriente. Es
    que el día nace en el Oriente con todas las esperanzas y
    las ilusiones que trae el nuevo día, la luz viene de
    Oriente, significando las luces del espíritu y el
    progreso. Nosotros necesitamos orientarnos para reconocer o
    trasladarnos a un lugar. Los Reyes Magos se orientaron por la
    estrella de Belén que se movió hacia arriba,
    guiándolos.

    En ese extremo oriental del templo en forma de
    ábside se protege el tabernáculo, donde se guarda
    la Torá. Que significa en hebreo Ley, en especial, Ley
    Divina; también significa enseñanza y guía. La Torá o
    Sefer, son imponentes rollos o libro
    sagrado escritos por lo general en pergamino y a mano, de unos
    70cm de ancho. Los cinco libros del
    Pentateuco son escritos, de acuerdo a la tradición en
    forma continuada, sobre pergamino en un rollo que componen su
    totalidad. Con pluma se realiza la letra tradicional. Se
    envuelve desde los extremos hacia el centreo por medio de dos
    ejes de madera. Su lectura
    comprende todo un año y se leyendo señalando la
    palabra con un señalador, generalmente de plata labrada
    que termina en un dedo índice extendido. La Torá
    se halla en el tabernáculo separado, por cortina o
    parojet, con bordados. Cuando es sacada, o corrida, los fieles
    deben ponerse de pie. En el frente se halla el almenor o
    púlpito donde se leen las oraciones que han de repetir
    los fieles.

    Por arriba del Tabernáculo, detrás de
    una baranda se ubica el coro de unos 20 integrantes, delante
    del órgano. Este es muy similar al de la Catedral de
    Buenos Aires y es de los primeros de
    Sudamérica.

    El ábside culmina en la parte superior con una
    media cúpula revestida interiormente por una serie de
    ornamentos en forma de vulva de ostra de imponente color
    dorado. En su centro se halla el Sello de David. El
    ábside tiene un vitreaux que da luz natural.

    En el altar se halla el candelabro de siete luces
    –Medová o Menorá-

    Cuando Jehová instruyó a Moisés
    sobre los rituales religiosos, le dijo que los candelabros
    tenían que tener siete velas.

    El misterio, representa a la sabiduría y a la
    perfección suprema, es la suma de los cuatro elementos
    del mundo antiguo: Tierra, Agua,
    Aire y
    Fuego; más los tres componentes de la vida: El Padre, La
    Madre y El Hijo. Por lo demás, siete fueron los que
    duró la creación del mundo, los días de la
    semana, los colores arco
    iris, los pecados capitales y los sellos que menciona el
    Apocalipsis…

    Museo Judío de Buenos
    Aires:

    Dr. Salvador Kibrik

    En el Petit Hotel lindero a la Sinagoga Judía,
    Libertad N° 773, funciona la Secretaría y el Centro
    Comunitario de la Congregación.

    Son reconocibles en la fachada elementos Art Noveau en
    la herrería de balcones y de la terraza.

    En el edificio de al lado Libertad N° 769,
    funciona el Museo Judío de Buenos Aires:

    Dr. Salvador Kibrik.

    Es característico que las sinagogas de las
    principales ciudades tengan ajenos al templo, sus respectivos
    museos en los que preferentemente se atesoran elementos,
    libros
    sagrados y ornamentos religiosos de valor
    histórico y artístico.

    En Buenos Aires, si bien es cierto que la Sinagoga de
    la calle Libertad se inauguró en 1897, el museo
    recién se concretó en diciembre de 1967. En todos
    esos años la preocupación por formar un museo
    estuvo latente. De tal manera se fueron adquiriendo objetos
    museográficos que ocuparon transitoriamente vitrinas en
    hogares de los fundadores. La ejecución y dirección del museo fueron encomendados
    al Dr. Salvador Kibrik.

    Con el debido ánimo de impulsar la obra, los
    objetos que hasta entonces habían sido conservados por
    miembros de la colectividad fueron donados y constituyeron la
    base del Museo que fue inaugurado el 22 de octubre de
    1967.

    Sus objetivos
    son:

    1. ser un exponente vivo de los
      valores espirituales del judaísmo
    2. ser un exponente por la contribución de los
      judíos argentinos y afincados, al progreso de la
      cultura
      nacional, organización política,
      evolución económica, convivencia social y toda
      otra manifestación que significa a esta Gran
      Nación.
    3. hacer conocer, exaltar y difundir las tradiciones,
      costumbres, símbolos y valores
      espirituales y éticos de la judeidad de todas las
      épocas y todos los países.

    En el museo se conservan los Libros de Actas de la
    Congregación Israelita de la República Argentina;
    los Registros
    Civiles de la Congregación; un álbum de fotos de la
    inauguración del Hogar Israelita para Huérfanos
    del 8 de mayo de 1927, por el Presidente Argentino Dr. Marcelo
    Torcuato de Alvear, una Constitución de las Provincias
    Unidas de América sancionada en 1819 de
    características unitarias, una Constitución de la
    Confederación Argentina editada en Corrientes en 1853;
    una bandera Argentina que presidió los actos de la
    Asociación Israelita de Beneficencia desde octubre de
    1873. Encontramos también la partitura musical y la
    letra del Tango Hermano Judío, escrito por Lucio Caron
    con el seudónimo de Juan Carlos Fuentes. Se
    halla registrado en SADAIC.

    El Museo Judío de Buenos Aires realiza actos
    culturales, muestras de artes plásticas, conferencias y
    publicaciones. Ellas son una prueba de impulso constructivo, a
    la vez que el museo reúne los materiales
    que atestiguan la continuidad de una presencia viva en la
    historia espiritual.

    Teatro Cervantes:

    Ubicado en el predio que toma la intersección
    de la calle Libertad y la avenida Córdoba, en el centro
    de la ciudad de Buenos Aires, el Teatro Cervantes ostenta el
    carácter
    de único Teatro Nacional de la República
    Argentina. Es Monumento Histórico-Artístico
    Nacional desde octubre de 1995, por la ley 24.570, sancionada
    por el Senado y la Cámara de diputados de la
    Nación, y se constituyó en organismo
    autárquico el 1° de enero de 1997.
    El Teatro Cervantes, presenta en su fachada
    características del renacentismo español con tres
    plantas. En la primera, la ochava, presenta un gran
    pórtico de madera rematado por dos faroles, el mismo
    está flanqueado por dos pilastras estriadas y de capitel
    corintio, a ambos lados otra entrada con rejas de hierro en
    color negro la cual se encuentra sostenida por dos pilares
    cuadrados, superior a estas un alquitrabe el cual sostiene un
    frontis triangular del cual sobresale otro farol.

    En el primer piso se pueden observar una gran ventana,
    esta presenta características similares al del
    pórtico lo que la diferencia es que esta posee vidrios.
    Sobre esta, elementos en forma decorativa y a ambos lados otras
    dos pilastras con similares características a las de la
    planta inferior, entre estas sobresale un farol. Tanto a la
    derecha como a la izquierda las primeras ventanas son iguales a
    las anteriores, las que le siguen presentan similares
    características pero estas se encuentran rematadas por
    un frontis triangular.

    En el segundo piso se encuentra el escudo de España,
    el cual está rematado por dos pilastras de fuste
    compuesto y capitel jónico, sobre este un frontis
    triangular rematando la fachada. El interior del frontis se
    encuentra trabajado y sobre el mismo se apoyan dos
    ángeles y dos ménsulas invertidas que sostienen
    un pararrayos, a ambos lados de este se encuentran cinco
    ventanas formadas por una reja de hierro, cada una de estas
    poseen una pilastras a cada lado que sostienen un arco de medio
    punto. Sobre la Av. Córdoba se puede leer la sigla, en
    bajorrelieve, TEATRO CERVANTES. A ambos lados se caracterizan
    dos ventanas cuadradas de similares características para
    luego terminar con otras cinco ventanas como las que
    mencionamos anteriormente, sobre cada una de estas se observa
    un pináculo.

    Partes: 1, 2, 3

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