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La Primera Guerra Mundial




Enviado por francorizzetto



    1. Situaciones
      previas
    2. El Periodo de
      Entreguerra
    3. Comunismo
    4. Nazismo
    5. Fascismo

    SITUACIONES
    PREVIAS:

    Durante el s. XIX Gran Bretaña era el
    único país totalmente industrializado. Pero antes
    de la primera guerra
    mundial, le surgieron importantes
    competidores.

    En 1914 los más poderosos eran EEUU, Alemania, y le
    seguían Gran Bretaña y Francia. Las
    potencias se habían repartido el resto del
    mundo.

    Causas de la guerra:

    • El asesinato del archiduque Francisco Fernando.
    • La rivalidad económica y política entre las
      distintas naciones.
    • El proceso de
      militarización, es decir la carrera armamentista entre
      las naciones.
    • El intenso espíritu nacionalista.

    Alianzas:

    Las alianzas estaban conformadas de la siguiente forma;
    Alemania y
    Austria-Hungría; enfrentada con la Triple Entente formada
    por Francia, Gran
    Bretaña y Rusia.

    La Guerra:

    Al comienzo de la guerra en 1914 los bandos quedaron
    configurados del siguiente modo, Alemania, Austria-Hungría
    y el imperio Otomano, contra la Triple Entente. Más tarde
    se incorporarían Japón e
    Italia, a favor
    de la Entente, y casi llegando al final de la guerra se
    incorporaría EEUU.

    Fue una guerra de trincheras, por lo tanto el avance era muy
    lento, y el combate se desarrollaba cuerpo a cuerpo. Se desarrollo
    tanto en el continente Europeo, como en el mar, como así
    también en las colonias.

    Alemania avanzó fuertemente logrando tomar la mayor
    parte de Francia y amenazando a Gran Bretaña.

    En 1917 el ingreso EEUU, a favor de la Triple Entente, y la
    retirada del imperio Ruso, provocaron en la guerra un vuelco
    total en contra de Alemania, que tuvo que empezar su retirada, lo
    que le costo
    territorio.

    La guerra finalizó con el tratado de Versalles firmado
    en 1918 por los participantes de la guerra.

    Resumen de la Guerra:

    La I Guerra Mundial
    duró cuatro años, tres meses y catorce días.
    El conflicto
    representó un coste de 186.000 millones de dólares
    para los países beligerantes. Las bajas en los combates
    terrestres ascendieron a 37 millones, y casi diez millones de
    personas pertenecientes a la población civil fallecieron indirectamente
    a causa de la contienda.

    A pesar de que todas las naciones confiaban en que los
    acuerdos alcanzados después del conflicto
    restablecerían la paz mundial sobre unas bases estables,
    las condiciones impuestas promovieron un conflicto aún
    más destructivo (que se inició en 1939 y que, no en
    vano, fue denominado II Guerra
    Mundial).

    Los Imperios Centrales aceptaron los catorce puntos elaborados
    por el presidente Wilson como fundamento del armisticio,
    esperando que los aliados los adoptaran como referencia
    básica en los tratados de
    paz.

    Sin embargo, la mayor parte de las potencias aliadas acudieron
    a la Conferencia de
    Paz de París (celebrada en Versalles) con la
    determinación de obtener indemnizaciones en concepto de
    reparaciones de guerra equivalentes al coste total de la misma y
    de repartirse los territorios y posesiones de las naciones
    derrotadas, además se le exigió a Alemania desarmar
    sus ejércitos, desarmar sus industrias, y
    entregar las colonias de África.

    El Periodo de
    Entreguerra

    Luego de la Primera Guerra
    Mundial, Europa sufre un
    periodo de acomodamiento, económico y
    sociopolítico. Alemania destruida y sin poder
    económico y político posee un resentimiento en el
    pueblo que facilita la expansión de las ideas socialistas,
    nacionalistas, que algunos líderes como Hitler
    aprovecharon.

    En toda Europa surgieron
    nuevos estados a raíz de la desintegración de las
    monarquías.

    El resentimiento de los estados perdedores, la
    expansión del comunismo en
    Europa y el surgimiento de líderes dio origen a
    nacionalismos exacerbados, como el Franquismo, Comunismo,
    Nazismo y el
    Fascismo.

    FRANQUISMO

    Franquismo, denominación que reciben tanto el
    periodo histórico durante el cual ejerció el
    poder en
    España
    el general Francisco Franco (1936-1975), como el régimen
    político establecido por éste y calificado
    indistintamente como dictatorial o autoritario.

    La sublevación militar que en julio de 1936
    originó la Guerra Civil pretendió establecer una
    significativa ruptura respecto del ordenamiento jurídico
    propio de la II República. Los organismos gubernamentales
    creados por los rebeldes fueron la Junta de Defensa Nacional
    (julio-octubre de 1936), la Junta Técnica de Estado
    (octubre de 1936-enero de 1938) y, finalmente, el primer gobierno
    presidido por Franco.

    El Nuevo Estado
    instaurado sobre todo el territorio español a
    raíz de la definitiva victoria franquista, obtenida en
    abril de 1939, manifestó su carácter
    antidemocrático por medio del ejercicio personal del
    poder a cargo de Franco, la proscripción de partidos
    políticos, así como la ausencia de la
    división de poderes y de libertades. Todo ello ejercido
    desde la peculiar ideología franquista, de marcado talante
    antiliberal, anticomunista, nacionalsindicalista y
    nacionalcatolicista, factores todos ellos apenas matizados
    durante la segunda mitad de existencia del régimen, cuando
    se hizo especial hincapié en el desarrollo
    económico alejado de la autarquía inicial. El
    corporativismo, expresado por medio de la llamada democracia
    orgánica, fue el sistema
    político aplicado durante los 39 años de ejercicio
    del poder franquista. Los órganos depositarios de la
    representatividad recayeron en el municipio, el sindicato
    vertical y la familia. La
    institucionalización del Nuevo Estado tuvo lugar a
    través de las denominadas siete Leyes
    Fundamentales, promulgadas desde marzo de 1938 (Fuero del
    Trabajo), hasta enero de 1967 (Ley
    Orgánica del Estado). Las otras cinco normas que
    conformaron el falso constitucionalismo franquista fueron la
    Ley
    Constitutiva de las Cortes Españolas (julio de 1942), el
    Fuero de los Españoles (julio de 1945), la Ley del
    Referéndum Nacional (octubre de 1945), la Ley de
    Sucesión a la Jefatura del Estado (julio de 1947) y la Ley
    de Principios
    Fundamentales del Movimiento
    Nacional (mayo de 1958).

    Durante la década de 1970, la crisis
    energética internacional, los problemas
    derivados de la situación del Sahara Español,
    el incremento de las huelgas y de la oposición
    antifranquista, así como del terrorismo,
    pusieron de manifiesto el agotamiento del régimen, que
    coincidía con el de su titular. El franquismo llegó
    a su fin con el fallecimiento del propio Franco, en noviembre de
    1975. El inicio del reinado de Juan Carlos I corrió parejo
    a un nuevo periodo histórico y político, la
    transición a la democracia,
    que supuso el retorno español al constitucionalismo, al
    parlamentarismo y al disfrute de las libertades.

    COMUNISMO

    Introducción

    Stalin (Iósiv Visariónovich
    Dzhugachvili) (1879-1953), político
    soviético de origen georgiano, moldeó los rasgos
    que caracterizaron al régimen de la Unión de
    Repúblicas Socialistas Soviéticas (URRS), Estado
    del que fue su máximo dirigente (1929-1953), y
    configuró más que ningún otro gobernante la
    Europa posterior a la II Guerra Mundial.

    Iósiv Visariónovich Dzhugachvili
    (hacia 1910 adoptó el apodo de Stalin, en
    español, ‘Acero’)
    nació el 21 de diciembre de 1879, en Gori (Georgia). Sus
    padres eran campesinos georgianos y no hablaban ruso, pero Stalin
    fue obligado a aprenderlo cuando asistió a la escuela religiosa
    de Gori (1888-1894), centro en el que obtuvo una beca para acudir
    al seminario
    ortodoxo de la capital
    georgiana, Tbilisi.

    El Revolucionario

    Mientras estudiaba teología, Stalin
    leyó, entre otras obras, Das Kapital (El Capital)
    de Karl Marx y
    pronto adoptó el marxismo ruso
    como forma de pensamiento.
    Fue expulsado del seminario en
    diciembre de 1899, días antes de cumplir 20 años de
    edad.

    Se afilió al Partido Obrero
    Socialdemócrata Ruso en 1899 y actuó como
    propagandista entre los trabajadores de los ferrocarriles de
    Tbilisi. La policía le detuvo en 1902. Arrestado en Batum,
    estuvo más de un año en prisión antes de ser
    exiliado a Siberia, de donde escapó en 1904. Fue la
    primera de las ocho detenciones que sufrió bajo el
    régimen zarista; la última se produjo en 1913 y
    duró hasta 1917.

    A su regreso de Siberia en 1904 Stalin se
    casó con Yekaterina Svanidze, que murió en 1910. Su
    segunda esposa, Nadezhda Alliluyeva, con la que había
    contraído matrimonio en el
    año 1919, se suicidó en 1932.

    Durante los últimos años del
    régimen zarista (1905-1917) Stalin apoyó siempre a
    la facción bolchevique del partido, pero su
    contribución fue más pragmática que
    teórica. Así, en 1907, ayudó a organizar un
    atraco a un banco de Tbilisi
    para ‘expropiar’ sumas de dinero. Lenin
    le nombró en 1912 miembro del Comité Central del
    partido. Al año siguiente, editó, por poco tiempo, el
    recién creado periódico
    del partido, Pravda (Verdad) y, a petición
    de Lenin, escribió su primera gran obra, El marxismo y la
    cuestión nacional.
    Sin embargo, antes de que se
    publicara (1914), fue deportado a Siberia.

    Tras la revolución de marzo de 1917 (febrero
    según el calendario juliano), Stalin regresó a San
    Petersburgo, donde reanudó la publicación de
    Pravda. Junto a Liev Kámenev, controló
    las decisiones del partido en la capital antes del regreso de
    Lenin en abril. Ambos propugnaron una política de
    moderación y cooperación con el gobierno
    provisional.

    Su ascenso político

    Dada su categoría de bolchevique
    experto en nacionalismo,
    Lenin le escogió como comisario del pueblo para las
    Nacionalidades tras la revolución
    de noviembre (octubre según el calendario juliano). Junto
    a Yákov Mijáilovich Sverdlov y Liev Trotski,
    asesoró a Lenin durante los primeros y difíciles
    momentos de la guerra civil que siguió a la Revolución
    Rusa. Stalin participó en esa guerra como comandante
    en varios frentes. Reforzó su posición en el seno
    del partido por su obstinado trabajo de organización y dedicación a las
    tareas administrativas del mismo. Fue comisario del pueblo para
    el Control del
    Estado entre los años 1919 y 1923, y, lo más
    importante, se convirtió en secretario general del partido
    en 1922. Desde entonces surgieron las diferencias de
    opinión con Lenin, el cual en su testamento
    político aconsejó el cese como secretario general
    de Stalin, por lo que éste ocultó dicho
    documento.

    El Dictador

    Tras la muerte de Lenin, Stalin se unió a
    Grígori Zinóviev y a Kámenev para, los tres
    juntos, gobernar el país. Con esos aliados temporales,
    Stalin actuó contra su gran rival Trotski, principal
    candidato para suceder a Lenin y cuya teoría
    de la revolución permanente contrastaba con la
    opinión del triunvirato que defendía ‘la
    construcción del socialismo en un
    sólo país’. Una vez eliminada la amenaza de
    Trotski, Stalin giró de nuevo, alineándose con
    Nikolái Bujarin y Alexéi Ivánovich
    Ríkov en contra de sus antiguos compañeros. En
    respuesta, Trotski, Zinóviev y Kámenev desafiaron
    la autoridad de
    Stalin al considerase como la ‘oposición de
    izquierdas’. Stalin venció a todos sus rivales
    gracias a una hábil manipulación y
    utilización de los órganos del partido y del
    Estado, y en 1929, ya había consolidado su posición
    como reconocido sucesor de Lenin y reforzado su poder como
    líder
    único de la Unión Soviética.

    Ante el descenso de la productividad
    agraria a finales de la década de 1920, Stalin
    reaccionó con el abandono de la NEP (Nueva Política
    Económica) y el inicio en 1929 de un programa de
    colectivización acelerada, dirigida contra los
    kulaks (campesinos propietarios). Millones de
    kulaks fueron deportados y miles de ellos murieron durante
    la aplicación de esta política que fue
    especialmente dura en regiones como Ucrania. El proceso de
    industrialización desarrollado durante la década de
    1930 tuvo mucho más éxito.
    Elevó a la atrasada URSS al nivel de otras potencias
    industriales.

    A mediados de la década de 1930
    Stalin inició una gran campaña de terror
    político. Las purgas, los arrestos y las deportaciones a
    los campos de trabajo afectaron a gran parte de la población de la URSS. Sus antiguos rivales,
    Zinóviev, Kámenev y Bujarin admitieron durante una
    serie de juicios multitudinarios y con muy pocas garantías
    las acusaciones de crímenes contra el Estado y
    fueron condenados a muerte. Un
    número indeterminado de dirigentes del partido y del
    Ejército desaparecieron durante este periodo, lo que
    despejó el camino a una nueva generación en la que
    se encontraban futuros dirigentes como Nikita Jruschov y Leonid
    Brezhnev. La dictadura del
    proletariado se había convertido en la dictadura de
    la burocracia del
    Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y
    del propio Stalin; el temor inspirado por la policía
    secreta política formaba parte esencial del
    régimen.

    El líder
    durante la guerra

    Pese al Pacto Germano-soviético de 1939,
    las tropas alemanas invadieron la Unión Soviética
    en junio de 1941 durante la II Guerra Mundial. El
    Ejército soviético (el Ejército Rojo) se
    encontraba muy debilitado por las purgas políticas
    de la década de 1930. Stalin dirigió personalmente
    la guerra contra la Alemania nazi y, tras la victoria
    soviética en la batalla de Stalingrado, se
    convirtió en uno de los líderes mundiales.

    Stalin participó en las conferencias de
    Teherán (1943), Yalta (1945) y Potsdam (1945), en las que
    logró el reconocimiento internacional de una esfera de
    influencia soviética en la Europa del Este. Acabada la
    guerra, extendió el dominio comunista
    sobre la mayor parte de los países liberados por el
    Ejército soviético, en los que se establecieron las
    denominadas democracias populares, uno de los elementos que
    propició el inicio de la Guerra
    fría. En enero de 1953 ordenó la
    detención de numerosos doctores en medicina de
    Moscú, principalmente judíos, acusándoles de
    asesinatos médicos y de conspiración contra
    el Estado. El
    llamado ‘complot de las blusas blancas’
    parecía presagiar una nueva purga, que sólo
    evitó el repentino fallecimiento de Stalin el 5 de marzo
    de 1953 en Moscú.

    Valoración

    Stalin ha pasado de ser considerado un
    mito del
    socialismo
    internacional a estar incluido en la nómina
    de dictadores irracionales del siglo XX. No en vano se conoce
    como estalinismo al régimen político caracterizado
    por el rígido autoritarismo comunista. Tres años
    después de su muerte, el XX Congreso del PCUS
    denunció a Stalin y comenzó el denominado proceso
    de desestalinización.

    NAZISMO

    Introducción

    Nacionalsocialismo, también conocido como
    nazismo, movimiento
    político alemán que se constituyó en 1920
    con la creación del Partido Nacionalsocialista
    Alemán del Trabajo (Nationalsozialistiche Deutsche
    Arbeiter-Partei,
    NSDAP), llamado habitualmente partido nazi.
    Su apogeo culminó con la proclamación del III
    Reich, el régimen totalitario alemán presidido
    entre 1933 y 1945 por Adolf Hitler,
    responsable del inicio de la II Guerra Mundial y causante
    del Holocausto.

    Surgimiento y ascenso del Nazismo

    El nacionalsocialismo tenía muchos puntos en
    común con el fascismo. No
    obstante, sus raíces eran típicamente alemanas: el
    autoritarismo y la expansión militar propios de la
    herencia
    prusiana; la tradición romántica alemana que se
    oponía al racionalismo,
    al liberalismo y
    a la democracia; diversas doctrinas racistas según las
    cuales los pueblos nórdicos —los llamados arios
    puros— no sólo eran físicamente superiores a
    otras razas, sino que también lo eran su cultura y
    moral;
    así como determinadas doctrinas filosóficas,
    especialmente las del alemán Friedrich Nietzsche, que
    idealizaban al Estado o exaltaban el culto a los individuos
    superiores, a los que se eximía de acatar las limitaciones
    convencionales.

    Entre los teóricos y planificadores
    del nacionalsocialismo se encontraba el experto en geopolítica y general alemán Karl
    Ernst Haushofer, que ejerció una gran influencia en la
    política exterior de Alemania. Alfred Rosenberg, editor y
    miembro del partido nazi, formuló las teorías
    raciales basándose en la obra del escritor
    angloalemán Houston Stewart Chamberlain. El financiero
    Hjalmar Schacht se encargó de elaborar y poner en
    práctica gran parte de la política
    económica y bancaria, y Albert Speer, arquitecto y uno
    de los principales dirigentes del partido,
    desempeñó una labor fundamental supervisando la
    situación económica en el periodo previo a la II
    Guerra Mundial.

    Las repercusiones de la I Guerra Mundial

    El origen inmediato del nacionalsocialismo debe
    buscarse en las consecuencias de la derrota alemana en la
    I Guerra Mundial (1914-1918). De acuerdo con los
    términos del Tratado de Versalles (1919), Alemania era la
    única responsable del conflicto, por lo que fue despojada
    de su imperio colonial y de importantes territorios en el
    continente, como Alsacia y Lorena, y obligada a pagar onerosas
    reparaciones de guerra. La vida política y
    económica alemana se vio gravemente afectada a causa de
    las condiciones de este acuerdo. La elevada inflación, que
    alcanzó un punto crítico en 1923, casi acabó
    con la clase media alemana, y muchos de sus miembros,
    empobrecidos y sin esperanzas, se comenzaron a sentir
    atraídos por los grupos
    políticos radicales que surgieron en la posguerra. Pocos
    años después de que se hubiera alcanzado un cierto
    grado de progreso y estabilidad económica, la crisis
    económica mundial que comenzó en 1929 sumió
    a Alemania en una depresión
    que parecía irremediable. La República de Weimar,
    régimen instaurado en Alemania tras la disolución
    del II Reich (II Imperio Alemán) al finalizar la guerra,
    se vio sometida a crecientes ataques tanto de la derecha como de
    la izquierda durante estos años y no fue capaz de
    solucionar eficazmente la desesperada situación del
    país. Hacia 1933, muchos votantes alemanes apoyaron a
    alguno de los dos principales partidos totalitarios, el Partido
    Comunista Alemán (KPD) y el NSDAP.

    El partido nacionalsocialista

    El NSDAP tuvo su origen en el Partido
    Obrero Alemán, fundado en Munich en 1919. Cuando Adolf Hitler se
    unió a él en ese mismo año, la
    agrupación contaba con unos 25 militantes, de los cuales
    sólo seis participaban en debates y conferencias. Hitler se
    convirtió en el líder de la formación poco
    después de afiliarse a ella. Durante el primer mitin del
    Partido Obrero Alemán, celebrado en Munich el 24 de
    febrero de 1920, Hitler leyó el programa del
    partido, elaborado en parte por él; constaba de 25 puntos
    en los que se combinaban desmesuradas demandas nacionalistas con
    doctrinas racistas y antisemitas; en el punto vigésimo
    quinto se establecía lo siguiente como condición
    indispensable para el cumplimiento de los objetivos
    previstos: "Frente a la sociedad moderna,
    un coloso con pies de barro, estableceremos un sistema
    centralizado sin precedentes, en el que todos los poderes
    quedarán en manos del Estado. Redactaremos una constitución jerárquica, que
    regirá de forma mecánica todos los movimientos de los
    individuos".

    Hitler, el líder supremo

    Poco después del mitin de febrero de
    1920, el Partido Obrero Alemán pasó a denominarse
    Partido Nacionalsocialista Alemán del Trabajo. Esta nueva
    organización se fue desarrollando poco a
    poco, especialmente en Baviera. Sus miembros estaban convencidos
    del valor de la
    violencia como
    medio para alcanzar sus fines, por lo que no tardaron en crear
    las Sturm Abteilung (‘sección de
    asalto’) o SA, una fuerza que se
    encargó de proteger las reuniones del partido, provocar
    disturbios en los mítines de los demócratas
    liberales, socialistas, comunistas y sindicalistas, y perseguir a
    los judíos, sobre todo a los comerciantes. Estas
    actividades fueron realizadas con la colaboración de
    algunos de los oficiales del Ejército, labor en la que
    destacó particularmente el creador de las SA, Ernst
    Röhm.

    Hitler fue elegido presidente con poderes
    ilimitados del partido en 1921. Ese mismo año, el
    movimiento adoptó como emblema una bandera con fondo rojo
    en cuyo centro había un círculo blanco con una cruz
    esvástica negra. En diciembre de 1920, Hitler había
    fundado el
    periódico Völkischer Beobachter, que
    pasó a ser el diario oficial de la
    organización. A medida que fue aumentando la
    influencia del KPD, fundado en 1919, el objetivo
    principal de la propaganda
    nacionalsocialista fue la denuncia del bolchevismo, al que
    consideraban una conspiración internacional de financieros
    judíos. Asimismo, proclamaron su desprecio por la
    democracia e hicieron campaña en favor de un
    régimen dictatorial.

    El Putsch de
    Munich

    El 8 de noviembre de 1923, Hitler,
    con 600 soldados de asalto, se dirigió a una
    cervecería de Munich en la que Gustav von Kahr, gobernador
    de Baviera que en octubre se había proclamado comisario
    general con poderes dictatoriales, estaba pronunciando un
    discurso.
    Apresó a Von Kahr y sus colaboradores y, alentado por el
    general Erich Ludendorff, declaró la formación de
    un nuevo gobierno nacional en nombre de Von Kahr. Éste,
    tras simular aceptar el cargo de regente de Baviera que Hitler le
    otorgó, fue liberado poco después y tomó
    medidas contra Hitler y Ludendorff. El líder nazi y sus
    compañeros consiguieron huir el 9 de noviembre
    después de un pequeño altercado con la
    policía de Munich, de manera que el llamado putsch
    de Munich (o de la cervecería) fracasó. Hitler y
    Ludendorff fueron arrestados posteriormente. Este último
    fue absuelto, pero Hitler resultó condenado a cinco
    años de prisión y el partido fue ilegalizado.
    Durante su encarcelamiento, Hitler dictó Mein Kampf
    (Mi lucha) a su secretario personal, Rudolf
    Hess. Esta obra, cuyo ideario antisemita sería más
    tarde desarrollado por su propio autor, era una
    declaración de la doctrina nacionalsocialista, que
    contenía además técnicas
    de propaganda y
    planes para la conquista de Alemania y, más tarde, de
    Europa. Mein Kampf se convirtió en el fundamento
    ideológico del nacionalsocialismo algunos años
    después.

    Hitler fue puesto en libertad antes
    de un año. El partido nazi se hallaba prácticamente
    disuelto, debido en gran medida a que la mejora de las
    condiciones políticas
    del país había generado una atmósfera más
    propicia para las organizaciones
    políticas moderadas. Durante los años siguientes,
    Hitler consiguió reorganizar el partido con la ayuda de un
    reducido número de colaboradores leales. Se
    autoproclamó Führer (‘jefe’) del
    partido en 1926 y organizó un cuerpo armado de unidades
    defensivas, las Schutz-Staffel o SS, para vigilar y
    controlar al partido y a su rama paramilitar, las SA. Cuando
    comenzó la crisis económica mundial de 1929,
    Alemania dejó de recibir el flujo de capital extranjero,
    disminuyó el volumen del
    comercio exterior
    del país, el ritmo de crecimiento de la industria
    alemana se ralentizó, aumentó enormemente el
    desempleo y
    bajaron los precios de los
    productos
    agrícolas. A medida que se agravaba la depresión,
    la situación se mostraba cada vez más propicia para
    una rebelión. Fritz Thyssen, presidente de un grupo
    empresarial del sector del acero, y otros
    capitalistas entregaron grandes cantidades de dinero al
    NSDAP. No obstante, numerosos empresarios alemanes manifestaron
    su firme rechazo a este movimiento.

    El Partido
    Nacionalsocialista en el Reichstag

    El NSDAP ganó apoyo rápidamente
    y reclutó en sus filas a miles de funcionarios
    públicos despedidos, comerciantes y pequeños
    empresarios arruinados, agricultores empobrecidos, trabajadores
    decepcionados con los partidos de izquierdas y a multitud de
    jóvenes frustrados y resentidos que habían crecido
    en los años de la posguerra y no tenían ninguna
    esperanza de llegar a alcanzar cierta estabilidad
    económica. En las elecciones al Reichstag (cámara
    baja del Parlamento alemán) de 1930 los nazis obtuvieron
    casi 6,5 millones de votos (más del 18% de los votos
    totales emitidos), lo que suponía un gran ascenso en
    comparación con los 800.000 votos (aproximadamente un
    2,5%) obtenidos en 1928. Los 107 escaños alcanzados en
    estas elecciones les convirtieron en el segundo partido del
    Reichstag, después del Partido Socialdemócrata
    Alemán (SPD), que ganó 143 escaños. El KPD,
    con 4,6 millones de votos, también logró un
    considerable avance con la obtención de 77
    escaños.

    El partido nazi rentabilizó al
    máximo el agravamiento de la depresión
    económica (conocida internacionalmente como la Gran
    Depresión) entre 1929 y 1932. Los esfuerzos desesperados
    del canciller Heinrich Brüning por salvar la
    república democrática mediante decretos de
    emergencia no consiguieron frenar el creciente desempleo. Por el
    contrario, la ineficacia de su administración socavó la escasa fe
    de la población alemana en la democracia parlamentaria.
    Así pues, Hitler obtuvo un elevado número de votos
    en las elecciones presidenciales de 1932, aunque la victoria
    final fue para Paul von Hindenburg.

    En las elecciones al Reichstag
    celebradas en julio de 1932, el NSDAP recibió 13,7
    millones de votos y consiguió 230 escaños de un
    total de 670. Se había convertido en el partido más
    fuerte, aunque no contaban aún con la mayoría
    absoluta, y el presidente Hindenburg ofreció a los
    nacionalsocialistas ingresar en un gobierno de coalición.
    Hitler rechazó esta propuesta y reclamó gobernar en
    solitario. Se disolvió el Reichstag y el NSDAP obtuvo
    únicamente 11,7 millones de votos (196 escaños) en
    las elecciones que se convocaron en noviembre para elegir una
    nueva asamblea. El SPD y el KPD obtuvieron en total más de
    13 millones de votos, lo que les reportó 221
    escaños; sin embargo, puesto que estos grupos eran
    rivales, los nazis, a pesar de su retroceso electoral,
    continuaron siendo la fuerza
    mayoritaria en el Reichstag. Hitler volvió a
    negarse a participar en un gobierno de coalición y la
    asamblea legislativa alemana se disolvió por segunda vez.
    Hindenburg finalmente nombró a Hitler canciller el 30 de
    enero de 1933, aconsejado por quien desempeñaba ese cargo
    hasta entonces, el dirigente del partido católico del
    Centro, Franz von Papen. A partir de este momento se
    inició la creación del Estado nacionalsocialista
    instituido bajo un sistema de partido único.

    A finales de febrero, cuando estaba a punto
    de concluir la campaña de las nuevas elecciones al
    Reichstag, el edificio que albergaba al parlamento fue
    destruido por un incendio y se sospechó que este acto
    había sido provocado. Los nazis culparon a los comunistas
    y utilizaron este incidente como un pretexto para reprimir a los
    miembros del KPD con una brutal violencia; la
    misma suerte corrió posteriormente el SPD. Ningún
    partido ofreció una resistencia
    organizada. Finalmente, todas las demás agrupaciones
    políticas fueron ilegalizadas, se consideró un
    delito la
    formación de nuevos partidos, y los nacionalsocialistas
    pasaron a ser la única organización política
    legal. Por la Ley de Poderes Especiales del 23 de marzo de 1933,
    todas las facultades legislativas del Reichstag fueron
    transferidas al gabinete. Este decreto otorgó a Hitler
    poderes dictatoriales por un periodo de cuatro años y
    representó el final de la República de Weimar. El 1
    diciembre de 1933 se aprobó una ley por la cual el partido
    nazi quedaba indisolublemente ligado al Estado.

    La Organización del
    Partido a partir de 1933

    Desde ese momento, el partido se
    convirtió en el principal instrumento del control
    totalitario del Estado y de la sociedad alemana.
    Los nazis leales no tardaron en ocupar la mayoría de los
    altos cargos del gobierno a escala nacional,
    regional y local. Los miembros del partido de sangre alemana
    pura, mayores de dieciocho años, juraron lealtad al
    Führer y, de acuerdo con la legislación del
    recién instituido III Reich, sólo debían
    responder de sus acciones ante
    tribunales especiales del partido. En principio, la pertenencia a
    esta agrupación era voluntaria; millones de ciudadanos
    deseaban afiliarse, pero muchos otros fueron obligados a ingresar
    en ella contra su voluntad. Era preciso ser miembro del partido
    para ocupar un puesto en la administración
    pública. Se estima que el número de afiliados
    llegó a alcanzar los 7 millones en el momento de mayor
    auge.

    La principal organización auxiliar del
    partido nazi eran las SA, designadas oficialmente como garantes
    de la revolución nacionalsocialista y vanguardia del
    nacionalsocialismo. Obtuvieron por la fuerza grandes cantidades
    de dinero de los trabajadores y campesinos alemanes a
    través de sus recaudaciones anuales de las contribuciones
    de invierno para los pobres; se encargaron de la formación
    de los miembros del partido menores de diecisiete años;
    participaron en la
    organización de un pogromo contra los judíos en
    1938 (causante de la denominada Noche de los cristales rotos);
    adoctrinaron a los oficiales asignados a las fuerzas terrestres
    del Ejército alemán y dirigieron a las fuerzas de
    defensa nacional del Reich durante la II Guerra
    Mundial.

    Otra importante formación del partido eran
    las SS, que organizaron divisiones especiales de combate para
    apoyar al Ejército regular en los momentos críticos
    de la contienda. Este cuerpo, junto con el
    Sicherheitsdienst (Servicio de
    Seguridad o SD),
    la oficina de
    espionaje del partido y del Reich, controló el partido
    nazi durante los últimos años de la guerra. El SD
    se encargó del funcionamiento de los campos de
    concentración, creados para retener a las víctimas
    del terrorismo
    nazi, y desempeñó un importante papel durante
    la etapa del conflicto bélico al permitir a Hitler
    controlar a las Fuerzas Armadas desde el Estado Mayor. Otra
    sección importante del partido eran las Hitler
    Jugend
    (Juventudes Hitlerianas), que formaban a
    jóvenes entre los 14 y los 17 años de edad para
    convertirlos en miembros de las SA, las SS o del partido. La
    Auslandorganisation (Organización para Asuntos
    Exteriores) se ocupaba de la propaganda nazi y creó,
    financió y dirigió las agrupaciones
    nacionalsocialistas de Alemania y de la población alemana
    residente en el extranjero.

    La reorganización de la
    sociedad alemana

    Hitler comenzó a crear un Estado
    nacionalsocialista eliminando la oposición de las clases
    trabajadoras y de todos los demócratas. El juicio del
    incendio del Reichstag sirvió como pretexto no sólo
    para suprimir al KPD y al SPD, sino para abrogar todos los
    derechos
    constitucionales y civiles y crear campos de concentración
    para confinar a las víctimas del terror
    nacionalsocialista.

    1) La Gestapo

    La Geheime Staatspolizei (Policía
    Secreta del Estado), conocida como Gestapo, fue fundada en 1933
    para reprimir la oposición al régimen de Hitler.
    Cuando se incorporó al aparato del Estado en 1936, se la
    declaró exenta de someterse a las restricciones que
    imponía la ley, y sólo debía responder de
    sus actos ante su jefe, Heinrich Himmler, y ante el propio
    Hitler.

    2) Centralización y
    coordinación

    Desde 1933 hasta 1935, la estructura
    democrática de Alemania fue sustituida por la de un Estado
    completamente centralizado. La autonomía de la que
    anteriormente habían disfrutado las autoridades
    provinciales quedó abolida; estos gobiernos regionales
    quedaron transformados en instrumentos de la
    administración central y fueron estrictamente
    controlados. El Reichstag desempeñaba un papel
    meramente formal, una vez desposeído de su carácter
    legislativo. A través de un proceso de coordinación (Gleichschaltung),
    todas las organizaciones
    empresariales, sindicales y agrícolas, así como
    la
    educación y la cultura,
    quedaron supeditadas a la dirección del partido. Las doctrinas
    nacionalsocialistas se infiltraron incluso en la Iglesia
    protestante. Se promulgó una legislación especial
    por la cual los judíos quedaron excluidos de la
    protección de la ley.

    3) La economía y la purga
    de 1934

    El desempleo fue el problema más
    transcendente al que tuvo que hacer frente Hitler al asumir el
    poder. La industria
    alemana producía en esos momentos aproximadamente a un 58%
    de su capacidad. Se estima que el número de desempleados
    de Alemania oscilaba entre los 6 y los 7 millones. Miles de ellos
    eran miembros del partido que esperaban que Hitler aplicara las
    promesas anticapitalistas expuestas en la propaganda nazi,
    acabara con los monopolios y asociaciones de industriales y
    reactivara la industria mediante la creación de un gran
    número de pequeñas empresas. Los
    miembros del partido reclamaban una segunda revolución.
    Las SA, dirigidas por Ernst Röhm, asumieron el control de
    las Fuerzas Armadas como parte del nuevo programa. Hitler tuvo
    que elegir entre un régimen nacionalsocialista sustentado
    por las masas o una alianza con los industriales del país
    y el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas y eligió esta
    última opción.

    El 30 de junio de 1934, en la
    posteriormente denominada Noche de los cuchillos largos, el
    Führer ordenó a las SS eliminar a diversos
    miembros de las SA, un grupo que
    podía instigar una rebelión en el Ejército,
    en opinión de Hitler. Fueron asesinados varios
    líderes de las SA y del partido, entre ellos Röhm y
    decenas de sus seguidores, muchos de los cuales no eran
    contrarios a la política de Hitler. También se
    incluyó en la purga a otros enemigos del régimen,
    como el general Kurt von Schleicher, y a algunos
    monárquicos que defendían la restauración de
    la dinastía Hohenzollern.

    El nuevo orden

    La supresión de los partidos de
    la oposición y las cruentas depuraciones de los contrarios
    al nuevo régimen no consiguieron resolver el problema del
    desempleo. Para ello era necesario que Hitler reactivara la
    economía
    alemana. Su solución fue crear un nuevo orden, cuyas
    premisas principales eran las siguientes: el aprovechamiento
    pleno y rentable de la industria alemana sólo
    podría alcanzarse restableciendo la posición
    preeminente del país en la economía, industria y
    finanzas
    mundiales; era preciso recuperar el acceso a las materias primas
    de las que Alemania había sido privada tras la
    I Guerra Mundial y controlar otros recursos
    necesarios; debía construirse una flota mercante adecuada
    y modernos sistemas de
    transporte
    ferroviario, aéreo y motorizado; asimismo había que
    reestructurar el sector industrial para obtener la mayor productividad y
    rentabilidad
    posible.

    Todo ello requería la
    supresión de las restricciones económicas y
    políticas impuestas por el Tratado de Versalles, lo que
    provocaría una guerra. Por tanto, era preciso reorganizar
    la economía a partir del modelo de una
    economía de guerra. Alemania debía alcanzar una
    completa autosuficiencia en lo referente a las materias primas
    estratégicas, creando sustitutos sintéticos de
    aquellos materiales de
    los que carecía y que no podrían adquirirse en el
    extranjero. El suministro de alimentos quedaba
    asegurado a través del desarrollo
    controlado de la agricultura.
    En segundo lugar, había que eliminar los obstáculos
    que impidieran la ejecución de este plan, esto es,
    imposibilitar la lucha de los trabajadores para mejorar sus
    condiciones anulando la acción de los sindicatos y
    sus organizaciones filiales.

    Los Sindicatos

    El nuevo orden supuso la ilegalización
    de los sindicatos y las cooperativas y
    la confiscación de sus posesiones y recursos
    financieros, la supresión de las negociaciones colectivas
    entre trabajadores y empresarios, la prohibición de las
    huelgas y los cierres patronales, y la exigencia a los
    trabajadores alemanes de pertenecer de forma obligatoria al
    Deutsche Arbeitsfront (Frente Alemán del Trabajo o
    DAF), una organización sindical nacionalsocialista
    controlada por el Estado. Los salarios fueron
    fijados por el Ministerio de Economía Nacional. Los
    funcionarios del gobierno, denominados síndicos laborales,
    designados por el Ministerio de Economía Nacional, se
    encargaron de todos los asuntos relativos a los salarios, la
    jornada y las condiciones laborales.

    Las asociaciones comerciales de empresarios e
    industriales de la República de Weimar fueron
    transformadas en organismos controlados por el Estado, a los que
    los patrones debían estar afiliados obligatoriamente. La
    supervisión de estos organismos
    quedó bajo la jurisdicción del Ministerio de
    Economía Nacional, al que se le habían conferido
    poderes para reconocer a las organizaciones comerciales como las
    únicas representantes de los respectivos sectores de la
    industria, crear nuevas asociaciones, disolver o fusionar las
    existentes y designar y convocar a los líderes de estas
    entidades. El Ministerio de Economía Nacional
    favoreció la expansión de las asociaciones de
    fabricantes e integró en cárteles a industrias
    enteras gracias a sus nuevas atribuciones y al margen de
    acción que permitía la legislación.
    Asimismo, se coordinó la actividad de los bancos, se
    respetó el derecho a la propiedad
    privada y se reprivatizaron empresas que
    habían sido nacionalizadas anteriormente. El
    régimen de Hitler consiguió eliminar la competencia por
    medio de estas medidas. Por último, el nuevo orden
    implantó el dominio
    económico de cuatro bancos y un
    número relativamente reducido de grandes grupos de
    empresas, entre los que se encontraba el gran imperio de
    fábricas de armamento y de acero de la familia Krupp y
    la I. G. Farben, que producía colorantes, caucho
    sintético y petróleo,
    y controlaba a casi 400 empresas. Algunas de estas
    fábricas emplearían como mano de obra forzosa a
    miles de prisioneros de guerra y a ciudadanos de los
    países que iban siendo conquistados. Los cárteles
    también suministraron materiales
    para el exterminio sistemático y científico
    realizado por el régimen nacionalsocialista de millones de
    judíos, polacos, rusos y otros pueblos o grupos.

    Las trágicas
    repercusiones del Nazismo

    La creación del nuevo orden
    permitió a los nacionalsocialistas resolver el desempleo,
    proporcionar un nivel de vida aceptable a los trabajadores y
    campesinos alemanes, enriquecer al grupo de la elite del Estado,
    la industria y las finanzas y
    crear una espectacular maquinaria de guerra. A medida que se
    erigía el nuevo orden en Alemania, los nazis avanzaban
    política y diplomáticamente en la creación
    de la Gran Alemania. La política exterior de Hitler
    representó un oscuro capítulo de la historia cuyos
    acontecimientos más relevantes fueron la
    remilitarización de Renania (1936); la formación
    del Eje Roma-Berlín (1936); la intervención
    en la Guerra Civil española (1936-1939) en apoyo de las
    tropas del general Francisco Franco; la Anschluss
    (‘unión’) de Austria (1938); la
    desintegración del Estado checoslovaco (1939), tras ocupar
    un año antes los Sudetes, región con numerosa
    población alemana; la negociación de un pacto de no
    agresión con la Unión Soviética (el
    denominado Pacto Germano-soviético), que contenía
    un acuerdo secreto para el reparto de Polonia; y, como
    consecuencia de esta cláusula, la inmediata
    invasión del territorio polaco el 1 de septiembre de 1939,
    acción que dio inicio a la II Guerra Mundial.

    Hitler se jactaba de que el
    nacionalsocialismo había resuelto los problemas de
    la sociedad alemana y perduraría durante miles de
    años. El nacionalsocialismo solucionó algunos
    conflictos
    ante los que la República de Weimar se mostró
    impotente y transformó a la débil república
    en un Estado industrial y políticamente poderoso. Pero
    esta reconstrucción condujo a la II Guerra Mundial,
    el enfrentamiento bélico más cruento y destructivo
    de la historia de la
    humanidad, del que Alemania salió derrotada, dividida y
    empobrecida. También hay que añadir al precio de esta
    empresa el
    sufrimiento del pueblo alemán durante el gobierno de
    Hitler y después de su muerte. El aspecto más
    trágico del nacionalsocialismo fue el asesinato
    sistemático de 6 millones de judíos.

    Tras el final de la II Guerra
    Mundial, e incluso después de que tuvieran lugar los
    juicios por crímenes de guerra seguidos fundamentalmente
    en la ciudad de Nuremberg, continuó existiendo un
    pequeño movimiento neonazi en la República Federal
    de Alemania, que adquirió cierta popularidad tras la
    reunificación alemana de 1990, formado por jóvenes
    descontentos que han elegido como blanco de sus actos violentos a
    ciudadanos judíos, negros, homosexuales y de otros grupos.
    También han surgido organizaciones neonazis en distintos
    países europeos y americanos.

    FASCISMO

    Introducción

    Fascismo, forma de totalitarismo del siglo XX
    que pretende la estricta reglamentación de la existencia
    nacional e individual de acuerdo con ideales nacionalistas y a
    menudo militaristas; los intereses contrapuestos se resuelven
    mediante la total subordinación al servicio del
    Estado y una lealtad incondicional a su líder. En
    contraste con los totalitarismos de izquierdas identificados con
    el comunismo, el fascismo basa sus ideas y formas en el
    conservadurismo extremo. Los regímenes fascistas se
    parecen a menudo a dictaduras —y a veces se transforman en
    ellas—, a gobiernos militares o a tiranías
    autoritarias, pero el fascismo en sí mismo se distingue de
    cualquiera de estos regímenes por ser de forma concentrada
    un movimiento político y una doctrina sustentados por
    partidos
    políticos al margen del poder.

    El fascismo hace hincapié en el nacionalismo,
    pero su llamamiento ha sido internacional. Surgió con
    fuerza por primera vez en distintos países entre 1919 y
    1945, sobre todo en Italia, Alemania
    y España.
    En un sentido estricto, la palabra fascismo se aplica para
    referirse sólo al partido italiano que, en su origen, lo
    acuñó, pero se ha extendido para aplicarse a
    cualquier ideología política comparable. Del
    mismo modo, Japón
    soportó durante la década de 1930 un régimen
    militarista que presentaba fuertes características fascistas. Los
    regímenes fascistas también existieron en periodos
    variables de
    tiempo en
    muchos otros países. Incluso democracias liberales como
    las de Francia e Inglaterra
    tuvieron movimientos fascistas importantes durante las
    décadas de 1920 y 1930. Después de la derrota de
    las potencias del Eje Roma-Berlín-Tokyo en la II Guerra
    Mundial, el fascismo sufrió un largo eclipse, pero en los
    últimos tiempos ha reaparecido de forma más o menos
    abierta en las actuales democracias occidentales, sobre todo en
    Francia y en Italia.

    Las Doctrinas Fascistas

    Antes de la I Guerra Mundial, algunos
    escritores, entre ellos el famoso poeta italiano Gabriele
    D’Annunzio, y los pensadores franceses Georges Sorel,
    Maurice Barrès, Charles Maurras y el conde Joseph de
    Gobineau, expresaron ideas fascistas. Todos ellos se opusieron a
    los valores de
    la
    Ilustración de individualismo, democracia y racionalismo
    secular; y, en conjunto, sus ideas han sido presentadas como una
    reacción a estos valores que
    fueron representados por la Revolución
    Francesa. El libro italiano
    Fascisti respondió a los ideales revolucionarios de
    "libertad,
    igualdad,
    fraternidad" con la exhortación "¡Creer!
    ¡Obedecer! ¡Combatir!" En general, veneraban la
    fuerza: la heroica voluntad del gran líder, la fuerza
    vital del Estado, la mística de los uniformes y
    formaciones paramilitares, y la utilización no contenida
    de la violencia para afianzar y fomentar el poder
    político. La filosofía de Friedrich Nietzsche,
    manipulada de forma artera por la mayoría de los
    fascistas, facilitó ideas y consignas poderosas al
    fascismo, sobre todo ‘el triunfo de la voluntad’ y el
    símbolo ‘del superhombre’. Algunos fascistas
    recurrieron al cristianismo
    como una fuerza conservadora, mientras otros rechazaban la
    moralidad cristiana por reprimir la voluntad. Muchos tomaron
    ideas del darwinismo social sobre la lucha competitiva en y entre
    los estados y sobre la obligación evolutiva que tiene el
    fuerte de aplastar al débil: esas ideas a menudo
    implicaban racismo. La
    mayoría de los teóricos fascistas abrazó el
    nacionalismo extremo que, en algunos casos (Gobineau,
    Barrès, Maurras) incluía el antisemitismo. Como
    parte de su antirracionalismo, algunos propusieron un culto
    místico a la tradición y al Estado.

    La ‘batalla por los nacimientos’
    de Benito Mussolini simbolizó la visión fascista
    del papel de la mujer, como
    pilar pasivo del hogar y madres de futuros miembros de las
    fuerzas armadas. "La mujer
    —escribió el fascista italiano Ferdinando
    Loffredo— debe volver bajo el sometimiento del hombre, padre
    o esposo, y debe reconocer por lo tanto su propia inferioridad
    espiritual, cultural y económica". Uniendo el feminismo
    militante con el marxismo y la lucha de clases, los fascistas
    hicieron un llamamiento a la reconciliación entre los
    sexos así como entre las clases
    sociales, pero en términos masculinos. Pierre Drieu La
    Rochelle, escritor francés que más tarde hizo
    apología de la ocupación nazi condenó el
    feminismo por
    ser una "doctrina perniciosa" y afirmó que las mujeres,
    carentes de las cualidades espirituales de los hombres, eran una
    fuente de decadencia. A pesar de esto, muchas mujeres han apoyado
    el fascismo, como Alessandra Mussolini, nieta de Mussolini,
    figura destacada del partido neofascista italiano Alianza
    Nacional.

    Orígenes

    El caso Dreyfus en Francia creó el
    primer movimiento fascista verdadero, al unir a los conservadores
    con los monárquicos y otros opositores al Gobierno
    republicano contra los herederos de los valores
    franceses revolucionarios de izquierdas que intentaban anular la
    condena por alta traición dictada contra el oficial
    judío Alfred Dreyfus. Charles Maurras creó el grupo
    político Acción Francesa, con un ala juvenil
    violenta llamada los Camelots du Roi y una
    ideología articulada por él mismo y por
    Barrès. El republicanismo dominó en Francia
    después del caso Dreyfus, pero Maurras y Barrès
    habían creado un modelo para
    futuros movimientos. La desarticulación económica
    después de la I Guerra Mundial y la amenaza del
    comunismo surgido de la Revolución
    Rusa de 1917, provocaron el resurgimiento del fascismo como
    una importante fuerza política. Fuertes sentimientos de
    agravio por la derrota, o por una victoria no recompensada de un
    modo conveniente, en la I Guerra Mundial, crearon el soporte
    para futuras aventuras militares. El fascismo consiguió
    apoyo en todos los sectores de la sociedad, pero con especial
    intensidad entre los miembros de la clase media que temían
    la amenaza de la revolución comunista, de los empresarios
    que tenían temores similares, de los veteranos licenciados
    que no habían conseguido adaptarse a la vida civil, y de
    violentos jóvenes descontentos.

    Fascismo Italiano

    El término actual fascismo fue utilizado
    por primera vez por Benito Mussolini en 1919 y hacía
    referencia al antiguo símbolo romano del poder, los
    fasces, unos cuantos palos atados a un eje, que representaban la
    unidad cívica y la autoridad de
    los oficiales romanos para castigar a los delincuentes.
    Mussolini, el fundador del Partido Nacional Fascista italiano,
    inició su carrera política en las filas del Partido
    Socialista. En 1912, como director del principal periódico
    socialista italiano, Avanti!, se oponía tanto al
    capitalismo
    como al militarismo. En 1914, sin embargo, cambió de
    actitud
    pidiendo que Italia entrara en la I Guerra Mundial y se
    acercó a la derecha política. Influenciado por las
    teorías
    de Sorel y Nietzsche, glorificó la "acción" y la
    "vitalidad". Tras la contienda, cuando diversas huelgas en las
    ciudades y en el campo, respaldadas por los socialistas,
    estallaron en toda Italia, Mussolini puso su movimiento al
    servicio de los empresarios conservadores y de los intereses de
    los propietarios de las tierras que, junto con la Iglesia
    católica de Roma y el Ejército,
    querían detener la "oleada roja". El cambio de
    Mussolini le aportó el apoyo político y financiero
    que necesitaba y su considerable poder oratorio hizo el resto (al
    igual que Hitler en Alemania fue un demagogo dotado de una gran
    efectividad). Sus Fascios Italianos de Combate, creados en 1919 y
    llamados ‘Camisas Negras’ a ejemplo de los
    ‘Camisas Rojas’ del líder de la
    unificación italiana, Giuseppe Garibaldi, dieron fuerza
    efectiva al movimiento e implantaron la moda del
    estilo fascista paramilitar. En 1922, Mussolini se hizo con el
    control del gobierno italiano amenazando con un golpe de Estado
    si se rechazaban sus demandas. Al principio gobernó de
    manera constitucional encabezando una coalición de
    partidos, pronto se deshizo de los obstáculos que
    ponían freno a su autoridad e implantó una
    dictadura. Todos los partidos políticos, excepto el
    Partido Fascista, fueron prohibidos y Mussolini se
    convirtió en el Duce (el líder del partido).
    Se abolieron los sindicatos, las huelgas fueron prohibidas y los
    opositores políticos silenciados.

    El Fascismo en otros países

    El régimen de Mussolini facilitó
    el modelo de fascismo característico de las décadas de
    1920 y 1930. La Gran Depresión y el fracaso de los
    gobiernos democráticos al abordar las consecuentes
    dificultades económicas y el desempleo masivo, alimentaron
    la aparición de movimientos fascistas en todo el mundo.
    Sin embargo, el fascismo en los otros países se
    diferenciaba en ciertos aspectos de la modalidad italiana. El
    nacionalsocialismo alemán era más racista; en
    Rumania, el fascismo se alió con la Iglesia ortodoxa en
    vez de con la Iglesia católica romana. En España,
    el grupo fascista radical Falange Española fue
    originariamente hostil a la Iglesia católica romana,
    aunque después, bajo la dirección del dictador Francisco Franco, se
    unió a elementos reaccionarios y pro-católicos. El
    gobierno autoritario militar de Japón se parecía
    mucho al de la Alemania nazi. Dirigido por los militares
    ensalzaba las virtudes guerreras tradicionales y una
    devoción absoluta al emperador divino. Al igual que sus
    correligionarios alemanes, los japoneses lanzaron una
    fanática ofensiva hacia la expansión a
    través de conquistas militares. En Francia el fascismo
    estaba dividido en varios movimientos. Mientras que en la
    mayoría de los casos el fascismo prosperó en
    países que estaban atrasados en el plano económico
    o marcados por fuertes tradiciones políticas autoritarias,
    el fascismo galo avanzó en una de las democracias europeas
    más consolidadas. En 1934 unas 370.000 personas
    pertenecían a las diferentes organizaciones fascistas
    francesas, tales como Jeunesses Patriotes (Juventudes
    Patrióticas), Solidarité Française
    (Solidaridad
    Francesa), Croix de Feu (Cruz de Fuego), Action
    Française
    (Acción Francesa) y Francistes
    (Francistas). Más de 100.000 de entre ellos se congregaban
    en París.

    En Gran Bretaña, la Unión de
    Fascistas Británicos, de Oswald Mosley, disfrutó de
    un breve apogeo de publicidad de su
    formación en 1932 hasta su colapso definitivo en 1936
    cuando se prohibieron los uniformes paramilitares, pero tuvo poco
    apoyo público. Del mismo modo, el fascismo belga tuvo su
    punto álgido en la primera mitad de la década de
    1930 y se reanimó por poco tiempo bajo la ocupación
    alemana durante la II Guerra Mundial. En Noruega, el
    fascismo atrajo a algunos simpatizantes notables como Vidkun
    Quisling y el premio Nobel de Literatura Knut Hamsun, pero
    del mismo modo necesitó de la ocupación alemana
    para disfrutar de algún poder político.

    El fascismo disfrutó de un mayor
    éxito
    en el periodo de entreguerras en los países del este y del
    sur de Europa. En Austria Engelbert Dollfuss, canciller desde
    1932, disolvió la República austriaca y
    dirigió un régimen proto-fascista en alianza con
    Mussolini hasta que fue asesinado en 1934 por militantes
    nacionalsocialistas que pretendían la unión con la
    Alemania nazi. El régimen personal que estableció
    Miklós Horthy en Hungría, en 1920, precedió
    en realidad a Mussolini en Italia como la primera dictadura
    nacionalista de entreguerras pero Horthy no era totalmente un
    fascista y los fascistas húngaros sólo consiguieron
    el poder bajo la ocupación alemana, de 1944 a 1945. En
    Rumania, un fuerte antisemitismo inspiró un violento
    movimiento llamado la Guardia de Hierro, que
    convulsionó la política del país desde la
    década de 1920 hasta su aniquilación por el
    Ejército rumano bajo Ion Antonescu durante la contienda
    civil que siguió a la abdicación del rey Carol II
    en 1940. Los fuertes antagonismos culturales y religiosos en
    Croacia y Bosnia llevaron a la creación de la
    Ustaša, un grupo fascista católico que, bajo los
    auspicios del Eje, llevó a cabo terribles pogromos de
    judíos y serbios ortodoxos desde 1941 hasta 1945. El
    régimen dictatorial impuesto por
    António de Oliveira Salazar en Portugal en 1932
    poseía notables características fascistas, sin
    exhibir el totalitarismo extremo del nazismo o de movimientos de
    otros lugares.

    Fascismo de posguerra y neofascismo

    La derrota de Alemania e Italia en la
    II Guerra Mundial desacreditó al fascismo en Europa
    en el periodo de posguerra. Países como España y
    Portugal, cuyos gobiernos fascistas se mantuvieron en el poder
    después de la contienda, pasaron del totalitarismo al
    autoritarismo, y difuminaron sus rasgos fascistas. La ulterior
    recuperación económica suprimió el
    descontento social que había contribuido a la
    expansión del fascismo de preguerra y en la mayoría
    de los países democráticos el fascismo
    pareció destinado a un exilio permanente en una franja
    política residual. No obstante, durante las décadas
    de 1980 y 1990 el fascismo reapareció en algunos estados
    democráticos occidentales. Sus manifestaciones más
    evidentes, englobadas de forma genérica bajo la
    denominación "neofascismo", se materializaron en actitudes de
    tipo racista y xenófobo frente a inmigrantes del Tercer
    Mundo y en la desilusión respecto a los partidos
    políticos que representaban la legalidad
    democrática.

    Bibliografía:

    • Encarta® 2002
    • Historia del mundo contemporáneo Editoriales Aique;
      A-Z; Estrada; Santillana.

     

    Franco Rizzetto

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