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El Principito. Antoine Saint Exupery




Enviado por raulsanchezyellow



    Resumen por
    capítulos

    I

    Resumen. Movido por lo que había visto en un
    libro sobre la
    Selvas Vírgenes, el narrador cuenta que cuando
    tenía seis años realizó su Dibujo
    1 (Boa cerrada). Lo mostró a las personas mayores pero
    éstas lo interpretaron erróneamente como un
    sombrero. De modo que realizó un Dibujo nº
    2 (Boa abierta) con el fin de que las personas mayores pudieran
    entenderlo correctamente. Las personas mayores no comprenden
    nunca nada, por eso le aconsejaron que dejase de lado los
    dibujos y se
    dedicase a cosas serias, útiles, como la geografía o el
    cálculo. Siguiendo tales consejos
    logró ser piloto. Conoció a muchas personas
    mayores, pero su opinión sobre ellas no cambió:
    cuando encontraba a alguna que le parecía lúcida,
    le enseñaba el dibujo de la Boa cerrada, que siempre
    había conservado. Al ver que era incapaz de comprender que
    se trataba de una boa, se colocaba a su altura y le hablaba de
    las cosas que le interesan a las personas mayores. Así
    aparecía ante ellas como una persona
    razonable.

    II

    Resumen. A pesar de haber tratado con muchas personas
    mayores vivió solo, pues no tenía nadie con quien
    hablar verdaderamente. Un día una avería en el
    motor de su
    avión le hace caer en el desierto colocándole en
    una situación límite: se encuentra en el desierto,
    solo, sin mecánico ni pasajeros. Tras la noche, au lever
    du jour, es despertado por un hombrecillo que le impele a dibujar
    un cordero. La presencia del Principito provoca sorpresa,
    asombro: es un misterio

    impresionante. El aviador se percata de que el Principito
    no presenta ninguna de las características (fatiga, hambre…)
    que cabría esperar teniendo en cuenta que ambos se
    encuentran a mil millas de toda región habitada. El
    aviador le pregunta quién es, qué hace
    ahí,… Por toda respuesta el niño le vuelve a
    pedir que le dibuje un cordero. El aviador sólo sabe hacer
    los dibujos de la
    boa abierta y cerrada. Por eso, con cierto malhumor, dice que no
    sabe dibujar. El Principito
    indica que eso no importa, lo que él quiere es que le
    dibuje el cordero. El aviador realiza el dibujo nº 1 que el
    principito identifica rápidamente como un elefante dentro
    de una boa y lo rechaza ya que él -insiste- necesita un
    cordero. Se suceden entonces una serie de tentativas infructuosas
    para dibujar un cordero según los deseos del Principito.
    Finalmente opta por dibujar una caja indicando al Principito que
    dentro de ella está el cordero. Sólo entonces
    considera el Principito atendida su petición.

    III

    Resumen. El aviador necesitó mucho tiempo para
    comprender de donde venía el Principito. Preguntaba mucho,
    pero no respondía las preguntas del aviador. Fueron
    palabras pronunciadas al azar las que, poco a poco, revelaron
    todo. Así, la primera vez que vio el avión,
    preguntó:

    —¿Qué es esa cosa?

    —No es una cosa. Vuela. Es un avión. Es mi
    avión.

    Y me sentí orgulloso de hacerle saber que yo
    volaba. Entonces exclamó:

    —¡Cómo! ¿Has caído del
    cielo?

    —Sí, hice modestamente.

    —¡Ah! Qué gracioso…

    El Principito entonces se echó a reír, lo
    cual irritó al piloto pues deseaba que sus desgracias se
    tomasen en serio. Después añadió:
    —Entonces, ¡tú también vienes del
    cielo! ¿De qué planeta eres? El piloto
    entrevió ahí una luz en el
    misterio de la presencia del Principito. El Principito, mirando
    al avión, dijo: —La verdad es que con eso no puedes
    venir de muy lejos… El Principito se sumió entonces
    en un ensueño que duró mucho. Después
    sacó mi cordero de su bolsillo y se concentró en la
    contemplación de su tesoro. Intrigado por esa
    semi-confidencia sobre "los otros planetas", se
    esfuerza por saber más. El aviador comienza a moverse en
    el ámbito propuesto por el Principito. Habla del cordero,
    no de los otros planetas:
    —… te daré una cuerda para atarlo durante el
    día. La idea de atar al cordero hace reír al
    Principito. El aviador intenta hacerle ver que es conveniente
    atarlo ya que, de no hacerlo, el cordero se iría por
    ahí, a lo que el Principito añade: —Eso no
    tiene importancia, ¡es tan pequeña mi
    casa!

    IV.

    Resumen. El aviador había aprendido una segunda
    cosa importante: el planeta de origen del Principito era apenas
    más grande que una casa. Eso no le sorprendió pues
    sabía que había planetas pequeños. Cuando un
    astrónomo descubre uno de ellos, le da un número
    por nombre. El aviador está seguro de que el
    planeta del Principito es el asteroide B612, descubierto por un
    astrónomo turco que hizo una demostración de este
    descubrimiento en un Congreso Internacional de Astronomía. Pero nadie le creyó a
    causa de su vestido. Las personas mayores son así.
    Años después rehizo la demostración con un
    traje muy elegante y todo el mundo fue de su opinión.
    Cuenta estos detalles a causa de las personas mayores. Ellos
    adoran las cifras. Son así. No hay que
    reprochárselo. Las niños
    han de ser muy indulgentes con las personas mayores. «Pero
    quienes comprendemos la vida ¡nos burlamos de los
    números!». Le hubiera gustado comenzar esta historia como un cuento de
    hadas.

    Le hubiera gustado decir: "Había una vez un
    Principito que vivía en un planeta apenas más
    grande que él, y que necesitaba un amigo…". Para
    quienes comprenden la vida, habría parecido mucho
    más verdadero. No le gusta que se lea su libro a la
    ligera. Le apena tanto contar esos recuerdos. Hace ya seis
    años que su amigo se fue con su cordero. Si trata
    aquí de describirlo es para no olvidarlo. Es triste
    olvidar a un amigo. No todo el mundo ha tenido uno. Y puede
    acabar convertido en una persona mayor que
    no se interesa nada más que por las cifras:
    «Quizá soy un poco como las personas mayores. He
    debido de envejecer».

    V

    Resumen. El tercer día conoció el drama de
    los baobabs. El Principito interroga al aviador sobre si los
    corderos comen arbustos; el aviador le contesta que sí, y
    el Principito se siente tranquilo al saberlo porque así el
    cordero podrá comerse los baobabs que crecen en su
    planeta. El aviador pensó que los baobabs son grandes
    árboles
    y que ni con una tropa de elefantes podría acabar con
    ellos, pero el Principito le aclaró que antes de ser
    grandes comienzan siendo pequeños arbustos. En el planeta
    del Principito había, como en todo otro planeta, buenas y
    malas hierbas que daban buenos y malos granos. Los granos son
    invisibles, permanecen en la tierra
    hasta que un día se despiertan y comienzan a crecer; al
    principio se trata de una briznilla inofensiva. Si es una buena
    hierba puede crecer como quiera. Si es mala, hay que arrancarla
    en cuanto se la reconozca. El planeta del Principito estaba
    infectado de una mala hierba: los baobabs. Si este árbol
    creciera destruiría el planeta. Para evitarlo, hay que
    estar vigilante. Es cuestión de disciplina: es
    una tarea aburrida, pero muy fácil. No le gusta al aviador
    adoptar un tono moralista, pero el peligro de los baobabs es tan
    poco conocido y los riesgos tan
    considerables que, por una vez, hace una excepción y dice:
    "Niños,
    ¡Prestad atención a los baobabs!". Dominado por el
    sentimiento de urgencia, se esfuerza por hacer un buen dibujo del
    baobab.

    VI. La melancolía

    Resumen. El aviador fue comprendiendo poco a poco la
    vida melancólica del Principito. Al Principito le encantan
    las puestas de sol. Por eso dice al aviador que quiere ver una.
    El aviador le hace ver que hay que esperar. El Principito cae
    entonces en la cuenta de que no está en su casa, donde
    basta desplazar un poco la silla para ver ponerse el sol. Por
    último, el Principito señala que cuando se
    está realmente triste, son agradables las puestas de
    sol.

    VII

    Resumen. Si el cordero come arbustos, también
    come flores, incluso las flores que tienen espinas. Pero
    entonces, ¿para qué les sirven las espinas? He
    ahí el problema que plantea el Principito al aviador. El
    aviador no sabía la respuesta. El Principito insiste en su
    pregunta y él, irritado por la avería, le responde
    "no importa qué". No obstante, el Principito insiste e
    insiste hasta que el aviador

    estalla: en ese momento no tiene tiempo de
    ocuparse de flores, espinas y cosas por el estilo. Lo que le urge
    es reparar la avería: ha de ocuparse de cosas serias. El
    Principito queda estupefacto: "¡cosas serias!". El aviador
    se comporta como una persona mayor, es decir, "confunde
    todo… mezcla todo". Ahora es el Principito quien
    está irritado; conoce «un planeta donde hay un
    señor carmesí. Jamás ha respirado una flor.
    Jamás ha mirado una estrella. Jamás ha amado a
    nadie. Y todo el día repite: "¡Soy un hombre serio!
    ¡Soy un hombre serio!"
    y eso le hace hincharse de orgullo. Pero ¡No es un hombre,
    es un champiñón!». ¿Cómo se
    puede pensar que los números de un señor
    carmesí son algo más serio que intentar comprender
    lo que hacen las flores desde hace millones de años? El
    Principito estalló bruscamente en sollozos. La noche
    había caído. Ahora al aviador le trae sin cuidado
    su martillo, su perno, la sed y la muerte
    porque había un Principito al que consolar. Lo intenta de
    varios modos, aunque no sabe exactamente qué decir. Se
    siente muy torpe… El país de las lágrimas es
    tan misterioso…

    VIII

    Resumen . Sobre el planeta del Principito hubo siempre
    flores simples que ni ocupaban lugar, ni molestaban a nadie.
    Aparecían y desaparecían. Pero un día
    apareció una briznilla que no se parecía a las
    otras, el tiempo y el cuidado que se tomó antes de hacer
    su primera aparición despertó en el Principito una
    expectación enorme. Era conmovedoramente bella, pero muy
    coqueta, no muy modesta, con una vanidad un poco sombría,
    exigente y alguna vez la sorprendió preparando una ingenua
    mentira. Por eso, a pesar de la buena voluntad de su amor, el
    Principito dudó pronto de ella. No obstante, confía
    al aviador que no supo comprenderla, que no debía haber
    huido, tendría que haber adivinado su ternura tras sus
    argucias. Pero "era demasiado joven para saber
    amarla".

    IX. El amor como
    camino hacia sí mismo

    Resumen. La mañana de su partida puso en orden su
    planeta realizando una serie de trabajos familiares que entonces
    le parecieron extremadamente dulces. A la hora de la despedida,
    él siente ganas de llorar. A la flor le cuesta romper su
    silencio para decir: —He sido tonta. Te pido perdón.
    Intenta ser feliz. La flor confiesa que ella lo amaba. Él
    no lo ha sabido por culpa de ella. No obstante, añade:
    —Pero tú has sido tan tonto como yo. El Principito
    intenta ponerle el globo protector, como hacía
    habitualmente, pero ella lo rechaza y lo anima a que se vaya
    pronto. Era muy orgullosa: no quería que la viese
    llorar.

    X

    Resumen. Visitó los asteroides cercanos para
    instruirse y buscar una ocupación. En primer lugar se
    encontró con un rey. El soberano lo identificó
    inmediatamente como un súbdito. Y es que para los reyes el
    mundo es muy simple: todos son súbditos. Se trataba de un
    monarca absoluto, pero razonable. No toleraba la desobediencia,
    pero por eso sólo daba órdenes razonables. Era un
    monarca universal: reinaba sobre todo y todo le obedecía.
    Su autoridad
    consistía en que sabía exigir a cada uno lo que
    podía dar. La autoridad,
    decía, reposa sobre la razón. Tengo derecho a
    exigir obediencia porque mis órdenes son razonables. El
    Principito se aburre y ve que ahí no puede hacer nada, por
    eso continúa su viaje con la idea de que las personas
    mayores son muy extrañas.

    XI. La vanidad

    Resumen. El siguiente planeta estaba habitado por un
    vanidoso que enseguida reconoció al Principito como un
    admirador. El vanidoso le pide que golpee las manos una contra la
    otra, entonces él saluda con el sombrero. El Principito lo
    entiende como un juego y le
    parece más divertido que el rey, pero pronto se fatiga por
    la monotonía del juego. Intenta
    dialogar con el vanidoso, pero éste no le escucha, ya que
    sólo tienen oídos para las alabanzas. Por eso
    intenta averiguar si el Principito lo admira mucho. Admirar,
    explica, significa reconocer que soy el hombre
    más hermoso, el mejor vestido, el más rico y el
    más inteligente de mi planeta. El Principito le hace notar
    que eso carece de sentido ya que él es el único
    habitante del planeta, pero a él le da igual: sólo
    quiere ser admirado. El Principito no entiende para qué
    puede interesarle su admiración. Se fue pensando que las
    personas mayores son muy extrañas.

    XII. El bebedor

    Resumen. El siguiente planeta era el de un bebedor. La
    visita fue muy breve, pero sumió al Principito en una gran
    melancolía. El bebedor estaba instalado en silencio ante
    una colección de botellas vacías y otra de botellas
    llenas. Dice al Principito que bebe para olvidar que se
    avergüenza de beber. Tras llegar a esta confesión, el
    bebedor se encerró definitivamente en su mutismo. El
    Principito, perplejo, se fue pensando que las personas mayores
    eran, definitivamente, muy extrañas.

    XIII

    Resumen. El cuarto fue el planeta del hombre de negocios.
    Estaba tan ocupado que ni siquiera levantó la cabeza
    cuando llegó el Principito. Su cigarro estaba apagado
    porque no tenía tiempo para volver a encenderlo: estaba
    enfrascado en sus números. Calculaba cantidades, pero sin
    saber de qué. Para el hombre de
    negocios lo
    importante es poseer, no lo poseído. El Principito
    consigue averiguar que se trata de estrellas: el hombre de
    negocios posee millones de estrellas. Poseer es ser rico, gracias
    a eso puede comprar otras estrellas. El Principito no entiende
    para qué sirve poseer estrellas. Si se posee un foulard,
    se puede poner al cuello. El Principito posee una flor y tres
    volcanes, y es
    útil a sus volcanes y a su
    flor que el Principito los posea. Pero el hombre de negocios no
    es útil a las estrellas. El Principito continuó su
    viaje pensando que las personas mayores son totalmente
    extraordinarias.

    XIV. Persona e institución

    Resumen. El quinto planeta era muy pequeño.
    Sólo había sitio para un farol y un farolero. Por
    eso parece absurdo y carente de utilidad. El
    farolero trabaja incesantemente por respeto a la
    consigna que establece que hay que encender el farol por la noche
    y apagarlo por la mañana. La consigna, dice el farolero,
    era razonable en otro tiempo. Pero el planeta fue girando cada
    vez con mayor rapidez. En la actualidad da una vuelta por minuto
    y, por eso, hay que encender y apagar el farol una vez al minuto.
    Se puede ser a la vez fiel y perezoso. De hecho, el Principito le
    propone un medio de hacer más llevadero el trabajo,
    pero al farolero lo que le gusta es dormir. Este es, respecto a
    los personajes de planetas precedentes, el único que se
    ocupa de algo distinto de sí, el único al que el
    Principito podría haber hecho amigo suyo, pero su planeta
    es tan pequeño que no hay sitio para dos.

    XV. Sabiduría, vida y sabiduría de la
    vida

    Resumen. Era un planeta diez veces más vasto,
    majestuoso. Estaba habitado por un geógrafo. Sin embargo,
    este sabio no sabía si en su planeta había
    océanos, montañas o desiertos. Él era
    geógrafo, no explorador. El geógrafo recibe los
    exploradores y los interroga. Si encuentra algo de interés en
    su relato, entonces se informa sobre su moralidad ya que un
    explorador que mienta o sea un borracho induciría a error.
    Luego se exige al explorador que aporte pruebas de su
    descubrimiento. El geógrafo cayó en la cuenta de
    que el Principito venía de lejos y le podría
    proporcionar información. El Principito habla de sus
    volcanes y de su flor. La geografía se ocupa de
    cosas eternas. Por eso, el geógrafo anota los volcanes.
    Pero no la flor, ya que es efímera, es decir, "amenazada
    de una pronta extinción". El Principito sintió
    miedo por su flor. El geógrafo le recomendó visitar
    la Tierra: un
    planeta con buena reputación.

    XVI

    Resumen. El séptimo planeta fue la Tierra. Los
    planetas anteriores estaban habitados cada uno por un tipo de
    persona. En la Tierra se
    encuentran juntos multitud de personas diferentes: cientos de
    reyes, miles de geógrafos,
    etc.

    XVII. La pérdida de la
    inocencia

    Resumen. Las personas mayores piensan ocupar mucho
    espacio sobre la Tierra, pero realmente no es así. De
    hecho, el Principito, al llegar a la Tierra no vio a nadie.
    Apareció entonces una serpiente que le informó de
    que se encontraba en el desierto. En el desierto no hay hombres,
    se está un poco solo. También se está solo
    con los hombres, añadió la serpiente. La serpiente
    es pequeña como un dedo pero poderosa como el dedo de un
    rey: puede volver a la tierra todo lo que toca. Pero no al
    Principito ya que es puro y viene de una estrella. La serpiente
    habla en enigmas. Pero los resuelve todos.

    XVIII. El respeto

    Resumen. El Principito atravesó el desierto y lo
    único que encontró fue una flor con sólo
    tres pétalos, una flor de nada, a la que el Principito le
    preguntó por los hombres.

    —¿Los hombres? Existen, creo, seis o siete.
    Los vi hace años. Pero nunca se sabe donde encontrarlos.
    El viento los mueve. Carecen de raíces.

    XIX. La vaciedad interior

    Resumen. El Principito subió a una montaña
    elevada con la intención de ver desde allí todo el
    planeta y todos los hombres, pero lo único que vio fue
    agujas de rocas bien
    afiladas. Comenzó a hablar pero sólo
    respondía el eco, repitiendo lo que él
    decía. «¡Qué planeta tan curioso!
    pensó entonces. Está todo seco, todo puntiagudo,
    todo salado. Y los hombres carecen de imaginación. Repiten
    lo que se les dice… En mi casa yo tenía una flor:
    ella hablaba siempre la primera…».

    XX. Acostumbramiento y
    devaluación

    Resumen. Tras haber pasado por multitud de dificultades
    encontró un camino que le condujo hasta un jardín
    de rosas
    idénticas a la suya. En ese momento descubrió que
    su rosa no era única en el universo, sino
    una rosa más, una rosa ordinaria. Entonces cayó en
    la cuenta de que con una rosa ordinaria y tres pequeños
    volcanes (uno quizá extinguido para siempre), no se
    podía considerar un gran príncipe.

    Y, tendido en la hierba, lloró.

    XXI

    Resumen. Fue entonces cuando apareció el zorro.
    El Principito estaba muy triste, y quiso jugar. El zorro no
    estaba domesticado, por eso no podía jugar. Domesticar
    significa "crear

    lazos". Cuando dos personas crean lazos, tienen
    necesidad el uno del otro y son el uno para el

    otro absolutamente únicos. Antes de crear lazos,
    el uno es para el otro uno más, uno del montón. La
    vida resulta así monótona, un poco aburrida, ya que
    los demás son todos iguales. Por el contrario, cuando se
    crean lazos la vida se ilumina, se llena de colorido. Por eso el
    zorro quiere ser domesticado. El Principito piensa que no tiene
    tiempo para eso: ha de descubrir muchos amigos y conocer muchas
    cosas. Pero el zorro le explica que sólo se conoce lo que
    se domestica:

    —Si quieres un amigo, domestícame. El
    Principito volvió al día siguiente y el zorro le
    explicó que hubiera sido preferible volver a la misma
    hora: así la llegada es esperada, se prepara el corazón.
    Se instaura un rito. Los ritos hacen que un día sea
    distinto de otros, y una hora distinta de otras horas. El
    Principito domesticó al zorro. Cuando llegó la hora
    de despedirse, el Principito fue a ver a las rosas. La
    relación con el zorro le había hecho comprender por
    qué su rosa era única en el mundo. Es el tiempo que
    le ha dedicado lo que hace tan importante a su rosa, y eso mismo
    lo hace responsable de ella. Por eso dice:

    —Sois bellas, pero estáis
    vacías.

    No se puede morir por vosotras.

    Al separarse, el zorro le regala un

    secreto:

    —Adiós, dijo el zorro. Este es mi secreto.
    Es muy simple: sólo se ve bien con el corazón.
    Lo esencial es invisible a los ojos.

    XXII. La prisa y el ocio

    Resumen.

    —Buenos días, dijo el
    Principito.

    —Buenos días, dijo el
    guardagujas.

    —¿Qué haces aquí? dijo el
    Principito.

    —Clasifico los viajeros en paquetes de mil, dijo
    el guardagujas.

    Envío los trenes que los llevan, a veces hacia la
    derecha a veces hacia la izquierda. Y un rápido iluminado,
    rugiendo como el trueno, hizo temblar la cabina del
    guardagujas.

    —Tienen mucha prisa, dijo el Principito.
    ¿Qué buscan?

    —El mismo hombre de la locomotora lo ignora, dijo
    el guardagujas.

    Y rugió, en sentido inverso, un segundo
    rápido iluminado.

    —¿Ya vuelven? preguntó el
    Principito…

    —No son los mismos, dijo el guardagujas. Es un
    cambio.

    —¿No estaban contentos donde
    estaban?

    —Nunca se está contento donde se
    está, dijo el guardagujas.

    Y rugió el trueno de un tercer rápido
    iluminado.

    —¿Persiguen a los primeros viajeros?
    preguntó el

    Principito.

    —No persiguen absolutamente nada, dijo el
    guardagujas.

    Duermen ahí dentro, o bien bostezan.

    Sólo los niños aplastan su nariz contra
    los cristales.

    —Sólo los niños saben lo que buscan,
    dijo el Principito. Pierden tiempo por una muñeca de
    trapo, y ella se vuelve importante, y si se la quitamos,
    lloran…

    —Tienen suerte, dijo el guardagujas.

    XXIII. El trabajo y
    la profesión

    Resumen.

    —Buenos días, dijo el
    Principito.

    —Buenos días, dijo el
    comerciante.

    Era un comerciante de pastillas perfeccionadas que
    apagan la sed. Se toma una por semana y no se siente más
    la necesidad de beber.

    —¿Por qué vendes eso?, dijo el
    Principito.

    —Es una gran economía de tiempo,
    dijo el comerciante.

    Los expertos han hecho los cálculos. Se ahorran
    cincuenta y tres minutos por semana.

    —¿Y qué se hace con esos cincuenta y
    tres?

    —Se hace lo que se quiere… tuviera
    cincuenta y tres minutos para gastar, se dijo el Principito, yo
    pasearía tranquilamente hacia una
    fuente…

    XXIV

    Resumen .Se encontraban en el octavo día de la
    avería cuando el Principito narraba sus recuerdos. Al
    piloto, consciente de que van a morir de sed, le parece absurdo
    ocuparse de eso precisamente ahora. El Principito, por su parte,
    piensa que es bueno haber tenido un amigo, aunque se vaya a
    morir. El aviador piensa que el Principito no comprende la
    situación, pero éste dice:

    —Yo también tengo sed… busquemos un
    pozo…

    Es absurdo buscar un pozo en el desierto, no obstante se
    pusieron en marcha. Al caer la noche vieron brillar las
    estrellas.

    El Principito no responde a las preguntas del aviador.
    Está cansado, reconcentrado o en sí mismo, va
    diciendo una serie de frases que el aviador no llega a
    comprender, y que son como una revelación:

    El agua puede
    ser buena también para el
    corazón…

    —Las estrellas son bellas, a causa de una flor que
    no se ve…

    —El desierto es bello. Lo que lo embellece es que
    esconde un pozo en alguna parte…El aviador comprende esto
    último. Él ama el desierto. Ahora comprende por
    qué es bello. Y comprende también qué
    hacía bella aquella casa de su infancia:
    escondía un tesoro. Y entiende en ese momento todo lo que
    ha ido diciéndole el Principito:

    —Se trate de una casa, de las estrellas o del
    desierto, lo que constituye su belleza es invisible. El
    Principito, agotado, se durmió. El aviador lo tomó
    en sus brazos y se puso en marcha contemplando ese tesoro y
    meditando lo que había aprendido. Y, andando así,
    descubrió el pozo al nacer el día.

    XXV. Disposición para el
    encuentro

    Resumen. Los hombres se encierran en los rápidos
    y se agitan apresuradamente pero realmente no saben lo que
    buscan. Eso, dice el Principito, no vale la pena. El pozo que
    encontraron parecía un pozo de aldea, pero allí no
    había ninguna. El aviador creía soñar. Todo
    estaba preparado. Daba la impresión de haber dormido y
    haber sido despertado. El aviador sacó agua. El
    Principito le pidió de ese agua y el
    piloto comprendió qué es lo que el Principito
    había buscado. Levantó el cubo hasta los labios. El
    Principito bebió con los ojos cerrados. Todo era dulce
    como una fiesta. Ese agua era algo muy distinto de un alimento.
    Había nacido de la marcha bajo las estrellas, del canto de
    la polea, del esfuerzo de sus brazos. Era buena para el
    corazón, como un regalo. Los hombres de tu mundo cultivan
    miles de rosas en un jardín, pero no encuentran lo que
    buscan. Y, sin embargo, lo que buscan podría encontrarse
    en una sola rosa o en un poco de agua. El Principito le recuerda
    que le había prometido un bozal para el cordero y le pide
    que se lo dibuje. Empiezan entonces a ver los otros dibujos: los
    baobabs, el zorro,… El tono es dulce, alegre, como de
    despedida. Por eso el aviador se da cuenta de que el Principito
    tiene proyectos que
    él ignora… Mañana será el aniversario
    de la caída del Principito en la Tierra, cerca de
    allí. El Principito se dirigía hacia ese punto
    cuando encontró al aviador. Al comprender eso, el piloto
    tuvo miedo, pero el Principito le dijo:

    —Ahora tu debes trabajar. Debes volver a tu
    máquina. Te espero aquí. Vuelve mañana
    tarde…

    XXVI. La segunda inocencia

    Resumen. Al volver del trabajo, el aviador vio al
    Principito sentado sobre un muro hablando con una serpiente
    amarilla. Al oír ruido, la
    serpiente se escabulló. El Principito dijo al
    piloto:

    —Me alegra que hayas encontrado

    lo que faltaba a tu máquina.

    Vas a poder volver a
    tu casa.

    Y añadió:

    —Yo también vuelvo hoy a mi
    casa…

    La melancólica ternura que envuelve estos
    momentos expresa claramente que está ocurriendo algo
    extraordinario.

    El Principito tiene miedo:

    —Esta noche hará un año. Mi estrella
    estará justo encima del lugar donde caí el
    año pasado…

    El Principito le hace un regalo de despedida:

    —La gente tiene estrellas que no son las
    mismas.

    Para unos, que viajan, las estrellas son guías.
    Para otros no son más que lucecitas. Para otros, que son
    sabios, son problemas.
    Para mi hombre de negocios eran oro. Pero todas esas estrellas se
    callan. Tu tendrás estrellas como nadie
    tiene…

    —Cuando mires al cielo, por la noche, puesto que
    yo viviré en una de ellas, puesto que yo reiré en
    una de ellas, entonces será para ti como si rieran todas
    las estrellas. Tú tendrás estrellas que saben
    reír. Esa noche el Principito fue en busca de la
    serpiente. El aviador le siguió. Sólo hubo un
    relampagueó amarillo junto a su tobillo. Se quedó
    inmóvil un instante. No gritó. Cayó
    dulcemente como cae un árbol. Ni siquiera hizo ruido a causa
    de la arena.

    XXVII. Para conservar la
    ilusión

    Resumen. Hace seis años ya de aquella historia del Principito. El
    aviador no la había contado hasta ahora. Está
    preocupado porque olvidó añadir al bozal una correa
    de cuero. Es posible que eso haya provocado que el cordero se
    coma la flor. Seguramente el Principito tendrá cuidado y
    cubrirá la flor con el globo de cristal, pero basta un
    descuido. Y nada en el universo es igual
    si en alguna parte, no sabemos dónde, un cordero que no
    conocemos, se ha comido o no, una rosa… Y ninguna persona
    mayor comprenderá jamás que eso tenga tanta
    importancia.

     

    Resumen realizado por

    Raul Alfredo Mauricio Sanchez

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