Vittorio Alfieri, el noble escritor de Asti, que sin
embargo aborrece a nobles y burgueses, hombre capaz
de regalar a su hermana todo su patrimonio,
reservándose únicamente una pensión
vitalicia, es sin duda una persona
sombría, con dos intentos de suicidio que
además vive en carne propia el momento de la Revolución
Francesa, el hecho más resonante de ese siglo. O, en
su defecto, podemos verlo como un lector asiduo de Plutarco,
Rouseau, Voltaire,
Maquiavelo,
Shakespeare,
Cervantes, y demás; es también un hombre capaz
de colocar en la puerta de su casa una hoja escrita de su propio
puño y letra diciendo: "Vittorio Alfieri, que no es
persona
pública y supone que por lo menos en su casa es
patrón, notifica a quienquiera lo buscare que no recibe
nunca ni personas ni embajadas ni paquetes ni cartas de
aquellos que no conoce y de los cuales no depende." Estas son las
características esenciales de un escritor
duro, sombrío y poco creyente del idealismo
perfecto.
Por otro lado está Jean-Paul Sartre, quien
en 1933 obtuvo una beca de estudios que le permitió
trasladarse a Alemania,
donde entró en contacto con la filosofía de Husserl
y de Heidegger, íconos del existencialismo. Así, en 1939 fue hecho
prisionero por los alemanes, aunque dos años
después logra escapar y retorna su París natal.
Trabaja en la resistencia
clandestina contra la ocupación alemana.
A lo largo de esta monografía, comparando las obras Orestes y
Las Moscas, iremos viendo cómo dos personas nacidas
con más de ciento cincuenta años de diferencia
parecen haber sido las mismas, no por supuesto por su contextura
física, no
por su lugar de residencia, sino por algo mucho más
difícil de descubrir y de mantener con orgullo: su
ideología. Vittorio Alfieri, nacido en
Asti, Piamonte en 1749 y Jean-Paul Sartre en
París en 1905, tuvieron vivencias, historias y acciones
similares que hicieron de ellos hitos deslumbrantes, situados
ambos en un contexto político complejo.
Separados por una cuantiosa cantidad de años,
ambos han vivido en momentos cruciales de la historia mundial: Vittorio
Alfieri la Revolución
Francesa, Jean-Paul Sartre la Primera y Segunda Guerra
Mundial, hechos que seguramente marcaron a fuego el carácter
de ambos, carácter
que vemos reflejado en las obras Orestes y Las
Moscas.
Si contáramos sobre una obra que presenta a un
Orestes retornando a su cuidad natal después varios
años de exilio para recuperar el trono de su padre
asesinado, Agamenón; un encuentro fortuito con su hermana
Electra, el dilema del odio o el amor por su
madre compañera del rey y las muertes necesarias para su
meta; nadie hasta aquí, podría diferenciar de que
obra en particular estamos hablando, por lo que pasaremos a
detallar sus paralelismos y puntos en
común.
Vittorio Alfieri comienza su obra con una frase que
tal vez sea un reflejo de su sombrío pensamiento:
"Electra: ¡Oh noche atroz! ¡Funesta,
horrible noche! Presente cada año y cada hora
¡siempre!, en mi pensamiento…
"
o también:
"Orestes: La justicia
eterna sea la razón. La sangre se me debe
y de ella estoy sediento. ¿El mejor odio? ¡He
aquí mi espada!"
Jean-Paul Sartre también empieza con una frase
semejante:
"El pedagogo: … ¿Hay algo más
siniestro que el
sol?"
En ambos casos, Orestes llega a la ciudad
acompañado de otra persona de su confianza y se produce el
encuentro con su hermana, que lo daba por muerto, aunque en su
interior sentía su presencia; y también con su
madre. Este es un momento muy importante debido al debate interno
que le genera el sentimiento hacia ella.
Vittorio Alfieri lo refleja
así:
"Orestes: La venganza que el cielo ha tomado es larga
y horrible; esa venganza que nos concede el destino a nosotros;
sin embargo debe elegir ser madre o esposa cuando a su lado vea
caer a Egisto por mi espada abatido" y Jean-Paul Sartre
también lo hace:
"Orestes: Esa cabeza… cien veces intenté
imaginarla y había acabado por verla, fatigada y blanda
bajo el brillo de los afeites. Pero no esperaba esos ojos
muertos" . Y a su vez, también la madre tendrá en
algunos momentos su propia indecisión entre continuar al
lado de su actual esposo y usurpador del trono o ponerse junto a
sus hijos. Este tema podría tener aún mayor peso en
Jean-Paul Sartre si tenemos en cuenta que el autor
consideró el segundo matrimonio de su
madre como «una traición».
Para Vittorio Alfieri la intervención del
pueblo en el encarcelamiento de Orestes es crucial, ya que los
soldados cuando lo trasladan a su celda lo liberan, y el pueblo
ayuda en el sublevamiento. En el caso de Jean-Paul Sartre, es
gracias a Electra que Orestes logra acercarse a Egisto y darle
muerte. Tal
vez responda a su filosofía del existencialismo, que apunte siempre a la
reacción individual, afirmando que la influencia de la
sociedad
moderna sobre el individuo es tan grande que produce la
serialización: el poder
individual y la libertad
sólo pueden recobrarse a través de la acción
revolucionaria colectiva.
Vittorio Alfieri muestra un
Orestes determinado a acabar con el reinado de Egisto,
asesinándolo luego de una persecución en la cual
Clitemnestra muere también accidentalmente, como
consecuencia de su furia enceguecida; en cambio en
Las Moscas, Orestes mata concientemente tanto a su madre
como a Egisto.
Jean-Paul Sartre muestra la
sociedad de
Argos que es la sociedad de la Francia de
1943, esto es, la sociedad en que él vivía. Electra
se niega a ir en contra de sus principios, se
niega a seguir las órdenes de los asesinos de su padre y
no reconoce a Júpiter como dios, un dios vengativo y que
se regodea en el sufrimiento de los habitantes de la ciudad. En
resumen, se niega a formar parte de una sociedad corrompida y
busca la libertad y la
felicidad. No lo consigue por su propio miedo a ser libre y
retrocede, dejando solo a Orestes. Las moscas representan a lo
largo de la obra el eterno remordimiento de cada individuo, la
conciencia que
los atormenta y el yugo con el cual deben lidiar cada día
de sus vidas. El coro griego en su moralizante función,
quizás, pero agiornado.
Estas dos obras han sido de un paralelismo asombroso
a lo largo de estas páginas: padre asesinado, una hermana
víctima del odio de un rey ilegítimo, luchas
propias internas, la violenta muerte
Clitemnestra y de Egisto.
Sin embargo, hay que hacer una salvedad: los
personajes de Vittorio Alfieri tienen un objetivo
distinto, definido por él mismo "Esta acción no
tiene más motor, no
desarrolla ni admite más pasión que una implacable
venganza. Pero siendo la venganza una pasión -aunque
fuerte por naturaleza– muy
debilitada en las naciones civiles, ella es considerada vil y se
acostumbra a reprobar y rechazar sus efectos. Sin embargo es
cierto que, cuando es justa, cuando la ofensa recibida es atroz,
cuando las personas y las circunstancias son tales que ninguna
ley humana
puede resarcir al ofendido y castigar al ofensor, entonces la
venganza -bajo nombre de guerra,
invasión, duelo, etc.- llega a ennoblecerse y a
engañar nuestra mente a tal punto que no sólo se
hace tolerable, también se connota de asombro y
sublimidad."
El tema remite instantáneamente al -nunca
claro para nuestra época- phatos griego, con su carga de
religiosidad aquí ausente. Ninguna Furia, ninguna
Euménide puede caber en este Alfieri de la
venganza.
Jean-Paul Sartre, como destacado representante del
existencialismo en Francia,
encuentra en el teatro el medio
más inmediato de comunicación para difundir su credo
filosófico y lo expresa magistralmente con una Electra que
habla frente al pueblo "Que el sabio no puede desear en la tierra nada
más que devolver un día el mal que le han hecho" o
a Orestes "Poco me importa la felicidad. Quiero mis recuerdos, mi
suelo, mi
lugar en medio de los hombres de Argos" son muy representativos,
la pertenencia de cada persona.
Las obras de Jean-Paul Sartre expresan su creencia en
que la libertad y la aceptación de la responsabilidad personal son
los valores
principales de la vida y que los individuos deben confiar en sus
poderes creativos más que en la autoridad
social o religiosa. Va más allá de la
pirámide social griega, más allá de todo
poder sobre la
tierra: "No
soy el amo ni el esclavo, Júpiter. ¡Soy mi libertad!
Apenas me creaste, dejé de pertenecerte". Cada individuo
con su propia libertad, con su propia responsabilidad, con su propio precio a
pagar. Esta relectura desde la libertad de elección tan
preciada que ofrece Sartre del tema griego, sería
impensable en la cuna de nuestra
civilización.
Somos hijos de nuestro tiempo más
que de nuestros padres, sintetizó Benedeto Crocce; nuestro
tiempo
deposita en nosotros ideas, convicciones, y nosotros, sólo
algunos de nosotros, creamos en el tiempo ideas que luego
nuestros cotemporáneos seguirán. Creamos ideas que
luego –independientes de nosotros- seguirán su
camino. Como piedras ante ríos caudalosos, que
crearán nuevos cauces.
O, en todo caso, la realidad nos tomará de la
mano, como un Sigfrido de las tinieblas, con espadas sin gloria,
con ideas sin tregua.
- ALFIERI, Vittorio. Orestes. Buenos Aires,
Biblioteca
Básica Universal, 1982. - ALFIERI, Vittorio. La Vida. Época IV,
capítulo V. - SARTRE, Jean-Paul. Las Moscas. Buenos Aires,
Editorial Losada, 2001.
Juan Manuel Nieto
Instituto de Enseñanza Superior Nº 1
Alicia Moreau de Justo
Literatura de Europa
Meridional