Megatendencias en la Seguridad
Internacional
Ponencia presentada en el "VIº
Encuentro Nacional De Estudios Estratégicos",
organizado por la Escuela de
Defensa Nacional. Buenos Aires, 3
al 5 de noviembre de 2003.
- Contexto internacional de
carácter imperial - Internacionalización de
los asuntos nacionales - Sacralización de las
fronteras nacionales - El choque de civilizaciones
reemplaza a la puja ideológica - Formación de dos bloques
comerciales y políticos - Aparición de nuevas
amenazas en el campo estratégico - Aparición de
regiones sin ley - Un nuevo tercer
mundo - El tema migratorio se
introducirá en las agendas
internacionales - Aparición del delito
étnico
El fin del milenio y el inicio de un nuevo siglo nos
lleva a reflexionar sobre la naturaleza del
escenario geoestratégico que nos aguarda y muy
especialmente sobre las nuevas amenazas a la seguridad y
estabilidad internacional. Es así, como sin intentar
introducirnos en un ámbito tan complejo como el de la
futurología hemos intentado, sin embargo, proyectar
algunas de las actuales grandes tendencias que imperan en el
mundo en su desarrollo a
mediano plazo. En esta tarea recurrimos a la guía del
Libro Blanco
de la Defensa Nacional elaborado por el Ministerio de Defensa de
la República Argentina y a la
opinión de otros prestigiosos especialistas. Así,
seleccionamos las siguientes diez megatencias que creemos
deberían ser tomadas en consideración al momento de
diseñar nuestras políticas
de Defensa y Seguridad Interior. Ellas son:
- Contexto internacional de carácter
imperial. - Internacionalización de los asuntos
internacionales. - Sacralización de las fronteras
nacionales. - El "choque de civilizaciones" reemplaza a la puja
ideológica. - Formación de dos bloques comerciales y
políticos. - Aparición de nuevas amenazas en el campo
estratégico. - Aparición de regiones sin ley.
- Un nuevo tercer mundo.
- El tema migratorio se introducirá en las
agendas internacionales. - Aparición del delito
étnico.
Estas megatendencias serán analizadas en forma
detenida en los siguientes capítulos.
2. CONTEXTO
INTERNACIONAL DE CARÁCTER
IMPERIAL
El contexto internacional vigente durante la Guerra
Fría (1946 – 1991) estuvo dominado por
condicionamientos estratégicos rígidos, cuya
desaparición ha dado lugar al desarrollo de
particularidades propias del actual estado de los
asuntos mundiales.
La Guerra
fría configuró un sistema bipolar,
liderado por las dos superpotencias de esa época. La
multiplicación del armamento nuclear a disposición
de ambas, con la amenaza de un holocausto que pusiera fin a la
civilización, generó un balance estratégico
que condicionó, de un modo casi total, la agenda
internacional del período, con un fuerte predominio de las
cuestiones de seguridad.
La siempre latente posibilidad de una guerra nuclear
de consecuencias imprevisibles, y el enfrentamiento absoluto de
ambos sistemas
antagónicos, actuaron como dique de contención de
otras problemáticas existentes en el mundo, ya fueran
históricas, culturales, religiosas o meramente
geográficas.
En términos generales puede decirse que el orden
dual de la Guerra
Fría da paso al nuevo orden de carácter
imperial, que se aprecia actualmente en el sistema
internacional.
Hacia fines de la década de los años
ochenta repentinamente se modificó todo el escenario
internacional. Como muy bien señala Eric Hobsbawn:
"El fin de la guerra fría suprimió de repente
los puntales que habían sostenido la estructura
internacional y, hasta un punto que todavía somos
incapaces de apreciar, las estructuras
de los sistemas
mundiales de política interna. Y
lo que quedó fue un mundo de confusión y
parcialmente en ruinas, porque no hubo nada que los
reemplazara. La idea, que los portavoces norteamericanos
sostuvieron por poco tiempo, de que
el antiguo orden bipolar podía sustituirse con un nuevo
orden mundial basado en la única superpotencia que
había quedado y que, por ello, parecía más
fuerte que nunca, pronto demostró se irreal. No
podía volverse al mundo de antes de la guerra
fría porque era demasiado lo que había cambiado y
demasiado lo que había desaparecido: todos los indicadores
habían caído, había que modificar todos
los mapas. A
políticos y economistas acostumbrados a un mundo de una
sola clase incluso les resultaba difícil o imposible
apreciar los problemas de
otra clase".
En la post Guerra Fría los Estados Unidos
de Norteamérica han emergido como la única
hiperpotencia con una concentración de poder, en lo
militar y en lo económico, sin igual en la historia. El poderío del Imperio Americano es incluso
superior al que en su momento detentaron otros imperios, como
el de los Hausburgo, en tiempos de Carlos V -siglo XVI-, o el
Imperio Británico en la era victoriana -siglo
XIX-.
A esta concentración de poder se suma otra
circunstancia también sin precedentes en la historia: la capacidad de
proyectarlo a cualquier punto del planeta. Con sólo el
cinco por ciento de la población mundial, consume el 27 por
ciento de producción mundial anual de petróleo, crea y consume el 30 por ciento
del Producto
Bruto Mundial y efectúa el 50 por ciento de todos los
gastos de
defensa del mundo.
El presupuesto del
Pentágono de 410.300 millones de dólares, implica
un gasto de 1.099 millones de dólares por día
para gastos de
defensa, investigación y desarrollo de nueva
tecnología, entre lo que se destaca el
programa de
defensa misilístico por 9.100 millones de
dólares. Esto implica que los gastos de defensa
norteamericanos superan a los gastos efectuados por el resto
del mundo, algo que nunca había ocurrido antes. Por lo
tanto, ha desaparecido toda posibilidad del balance
estratégico que caracterizó el período
anterior, sin haber sido reemplazado aún por otro
mecanismo.
El predominio estratégico de los Estados Unidos
se hizo más evidente a partir de los cambios en la
política
de defensa y seguridad norteamericana tras los atentados del 11
de septiembre de 2001. A partir de ese momento, los Estados
Unidos han redefinido sus intereses vitales haciendo depender
su seguridad nacional de la seguridad y estabilidad del sistema
internacional.
En octubre de 2002, el documento denominado "The
National Security of the United States of America" dado a
conocer por la
Administración Bush, acentuó la
predisposición de los Estados Unidos para el empleo de su
potencial militar en forma unilateral y aún de modo
preventivo.
La doctrina de la "seguridad preventiva"
marca una
transformación fundamental en los preceptos de seguridad
que han orientado la política exterior de los Estados
Unidos a lo largo del siglo XX.
A partir de esta nueva doctrina los Estados Unidos
abandonan la tradición de actuar en los grandes conflictos
bélicos como líderes de coaliciones
multinacionales. Esta fue la forma en que los americanos se
involucraron en la Primera y Segunda Guerra
Mundial y, en menor medida, en los conflictos
de Corea (1950 – 1953), Vietnam (1965 – 1975) y
Granada (1986) y en la más reciente "Guerra del
Golfo" (1991).
Norteamérica ha alcanzado tal estructura
estratégica que sus planificadores militares se
consideran en capacidad de enfrentar en forma simultánea
hasta cinco conflictos de similar envergadura que la
"Operación Tormenta del Desierto".
Otro importante cambio en la
política de defensa y seguridad es el anuncio de que
"Estados Unidos actuará contra las amenazas
emergentes antes de que ellas estén completamente
formadas" y que "en el nuevo mundo que hemos entrado el
único camino para la paz y la seguridad es el camino de
acción" –a diferencia del camino anterior
basado en la disuasión-.
El aspecto medular de la nueva política
estadounidense radica en la acción preventiva en
destruir las amenazas "antes de que alcancen nuestras
fronteras". Estados Unidos no dudará en actuar
sólo si lo considera necesario en el ejercicio de su
autodefensa. Así abandona también la "doctrina
de la retaliación", es decir, la tradición de
actuar únicamente después de ser
atacado.
En 1898, la voladura del acorazado "Maine"
–y la muerte de
400 marinos norteamericanos- fondeado en la bahía de la
Habana brindó el pretexto para intervención
norteamericana en la Guerra de Cuba.
En abril de 1917, el presidente Wilson no se
dejó tentar por la provocación que significaba la
declaración alemana de "guerra submarina a
ultranza" y el imprudente "telegrama Zimmermann"
para introducir a los Estados Unidos en la Primera Guerra
Mundial. El presidente aguardó al "incidente
manifiesto" provocado por los submarinos alemanes con el
hundimiento de cuatro buques norteamericanos, y la consiguiente
perdida de vida de sus tripulantes, antes de declarar la guerra
a las potencias centrales.
En la misma forma procedió el presidente
Franklin D. Roosevelt, quien demoró, hasta que se
produjo el ataque japonés a la base naval de Pearl
Harbour, en diciembre de 1941, para involucrar a los Estados
Unidos en la Segunda
Guerra Mundial.
Harry Truman, en 1950, esperó a que las tropas
de Pyong Yang cruzaran el paralelo 38 para lanzar a las tropas
norteamericanas a "contener" el avance comunista en
Corea. Incluso en Vietnam, el presidente Johnson dudó en
involucrar directamente a las fuerzas norteamericanas hasta el
incidente de la Bahía de Tonkin en agosto de 1964.
Más recientemente, el presidente George Bush
decidió atacar a Irak
sólo después de que Saddam Hussein invadió
al emirato de Kuwait en 1990. Incluso la lucha abierta contra
el terrorismo y
la invasión de Afganistán para destruir las bases
de Al Qaeda son una respuesta a los atentados del 11 de
septiembre de 2001.
Esta combinación de "unilateralismo" y
"acción preventiva" no puede dejar de despertar
en los pueblos del tercer mundo reminiscencias de la "del
big stick" cuando el presidente Thedy Roosevelt
defendía los intereses norteamericanos enviando
cañoneras y "marines" para castigar a cualquier
gobierno que
pretendía defender sus economías del atropello
imperial. Ayer -como hoy-, "la política de las
cañoneras" se llevaba a cabo sin ninguna
consideración por el derecho
internacional y los derechos
humanos de las poblaciones que recibían en forma
directa los efectos de la violencia
imperialista.
La política del ataque preventivo ha recibido
fuertes críticas incluso en los Estados Unidos. El ex
candidato presidencial demócrata y ex vicepresidente de
los Estados Unidos, Al Gore, señaló que esta
doctrina es contraria al artículo 51 de la carta de las
Naciones Unidas
y alertó sobre el efecto de demostración e
imitación que puede producir esta doctrina.
"Si otras naciones –dijo Gore- hacen
valer el mismo derecho, entonces las reglas del derecho
rápidamente serán reemplazadas por el reinado del
miedo. Cualquier nación que perciba circunstancias que
pueden eventualmente llevar a una amenaza inminente
podría justificar bajo esta aproximación una
acción militar contra otra nación". En consecuencia, la
aplicación de la misma doctrina por otros estados para
resolver sus conflictos, como por ejemplo India con
relación a Pakistán o China con
relación a Taiwán podría conducir
directamente a la destrucción del sistema
internacional.
Se observa ahora una situación de poder general
difuso, el cual es ejercido por múltiples actores en
diversos campos y sustentado por diversos atributos.
Esta situación ha introducido un fuerte
ingrediente de incertidumbre en la evolución de los asuntos mundiales,
debido al cual es difícil anticipar
estratégicamente tanto los acontecimientos como sus
consecuencias, generando así condiciones contextuales
más riesgosas y menos previsibles.
La antigua división entre asuntos internos de un
Estado, esfera
reservada al orden jurídico nacional y al ejercicio
absoluto de su soberanía, y asuntos internacionales donde
se involucran dos o más estados conforme al derecho internacional
público, los usos y costumbres de las relaciones
interestatales o la simple apelación al empleo de la
violencia para
la resolución de las controversias, pierden paulatinamente
su vigencia.
Ello se debe a la conjunción de varios
factores:
- La globalización. Según los
profesores británicos David Held y Antony Mc Grew:
"el concepto de
globalización define un proceso o
conjunto de procesos
universales que generan una multiplicidad de vínculos e
interconexiones que trasciende a los estados y sociedades
que conforman el sistema mundial moderno". Agregando luego:
"Las actividades sociales, políticas y económicas
están siendo «extendidas» a través
del globo de manera tal que los acontecimientos, decisiones y
actividades que ocurren en un lugar del mundo pueden ser
significantes de inmediato para personas y comunidades que se
encuentran en sitios bastante distantes del sistema
global".
En otras palabras, hoy en día, los bienes, el
capital, las
personas, el
conocimiento, las imágenes, las comunicaciones así como también el
delito, la
cultura, los
contaminantes, las drogas,
las modas y las creencias atraviesan con facilidad las
fronteras territoriales, las redes transnacionales, los
movimientos sociales y las relaciones pueden extenderse a
prácticamente todos los ámbitos de las actividad
humana. La existencia de sistemas globales de comercio, de
finanzas y
producción vincula la prosperidad y
destino de hogares, comunidades y naciones.
La internacionalización de la producción
que llevó a la
globalización de los servicios
bancarios y financiero, configurando un mercado
financiero global único con transacciones que se
realizan prácticamente durante las 24 horas del
día, ha propiciado que el crimen también se haya
hecho global en la medida que las organizaciones
delictivas se interconectan para extender sus operaciones a
todos los escenarios internacionales.
La globalización de los mercados pone a
las economías nacionales bajo la incidencia de
frecuentes crisis
económicas producidas en lugares remotos: Así, la
crisis del
tequila en México, la del sudeste asiático,
la crisis rusas proyectaron sus efectos sobre todas las
economías del mundo y en especial en los llamados
mercados
emergentes. La instalación de sedes empresariales
–por ejemplo-, o su cierre, que tanto influyen en los
lugares donde ocurren, muchas veces son decididas en lugares
lejanos y con objetivos
que nada tienen que ver con los intereses de quienes viven en
ese lugar. Es decir, que la
globalización implica, en primer término, una
interdependencia intensificada y compleja entre las
economías nacionales, con un alto grado de
interpenetración en todas las actividades
económicas.
La estabilidad de las economías nacionales, en
consecuencia, depende no solo de la gestión de las autoridades locales sino
especialmente de sus relaciones
internacionales, la diversificación de sus mercados y
la fortaleza de sus vínculos con los organismos
financieros internacionales.
- La internacionalización de la información: En la década de
1960, el escritor Marshall McLuhan acuño la
expresión "aldea global" para referirse a las
características que el planeta comenzaba
a adquirir a partir de los adelantos de las telecomunicaciones, que permitirán que la
información llegara, en forma
instantánea y al mismo tiempo, a todos
los lugares del mundo.
Esto también significa que los acontecimientos
cotidianos de cualquier lugar se ven influidos por procesos
lejanos que, aparentemente, no tienen relación con los
de allí.
El mayor alcance de los medios de
comunicación, en especial de la radio y
la
televisión, pero también de la telefonía móvil y satelital, el
fax y la
Internet hacen
que las noticias nacionales se tornen inmediatamente
internacionales y que los gobiernos pierdan el control de
la opinión
pública interna.
Las guerras se
ven por televisión en directo, con cámaras
adheridas a los blindados y periodistas "integrados" a
las tropas. Con la guerra desarrollándose por televisión, los televidentes se
convierten en parte del ejército invasor. Incluso el
mismo ejército se convierte en parte de la audiencia.
Durante la guerra de Irak, en
abril del 2003, las tropas norteamericanas –por ejemplo-
de un transporte
aéreo miraban en la CNN para observar como de
desarrollaba el conflicto y
cual era el ritmo de avance de sus fuerzas. Los soldados
observaban a sus camaradas y a sus enemigos por
televisión como simples televidentes. De pronto todos
los televidentes del mundo se ven involucrados en la
guerra.
La información se convierte en un instrumento
militar –un instrumento estratégico- a un nivel
sin precedentes. La propaganda
convierte al enemigo en un dictador o un criminal de guerra en
forma instantánea sin que sea necesario aportar pruebas. Un
gobierno se
transforma en un "régimen dictarial" que amenaza
la paz del mundo y un aliado –aunque sea una monarquía medieval que aún tolera
la esclavitud– es
presentado como parte del "mundo libre" o de las
"democracias occidentales". Durante el desarrollo de las
operaciones,
la percepción de estar ganando es casi lo
mismo que ganar realmente. Mientras Saddam Hussein
parecía en el poder en la
televisión sus tropas resistieron. Mientras el
ejército de los Estados Unidos pudo mostrar al mundo que
estaban ganando, el mundo creyó en una fácil
victoria americana. En la "aldea global" la
cámaras de televisión se transforman en armas.
- El incremento de los flujos humanos: La actual
facilidad y rapidez de las comunicaciones a distancia ha incrementado los
flujos, es decir los movimientos, entre los distintos lugares
del planeta. Los movimientos pueden ser de mercaderías o
de personas, de capital, de
información o de ideas, pero todos se caracterizan por
su volumen
creciente y por la mayor facilidad con que se realizan. El
crecimiento del número de pasajeros y de vuelos, tanto
por turismo como
por actividades comerciales y/o migratorias, de un Estado a
otro generan un nuevo tipo de relaciones que demandan un nuevo
tipo de regulaciones. Al mismo tiempo generan una
homogeneización de las costumbres, en especial de las
tendencias del consumo, y
es otra característica del actual escenario
internacional.
Al mismo tiempo generan nuevos riesgos de
seguridad en la medida que contribuyen a la difusión
mundial de enfermedades y epidemias
–por ejemplo: el Síndrome de Neumonía
Atípica- y el peligro potencial de atentados
biológicos a escala
planetaria.
- Las guerras
intraestatales: Los conflictos bélicos
también se ven afectados por este fenómeno. Las
guerras pasan de interestatales a intraestatales. Datos de la
ONU indican que
desde la caída del Muro de Berlín hasta 1995 se
produjeron en el mundo 126 conflictos, de los cuales 123 eran
intraestatales; dos de los restantes, correspondientes a Bosnia
y Nagorno – Karabakh, tenían un carácter
interestatal discutible. Los conflictos internos de un Estado
originan la intervención militar de otros estados en su
territorio.
Como afirman Hardt y Negri, la existencia de un poder
imperial convierte a todo conflicto,
en un conflicto intraestatal. Las guerras imperiales se
transforman en guerras civiles o acciones
policiales.
En un mundo íntimamente interrelacionado la
inestabilidad de un Estado se proyecta sobre sus vecinos
inmediatos o sobre terceros países. El conflicto
árabe – israelí en Medio Oriente, por ejemplo,
generó una ola terrorista que afecto a países tan
remotos y diversos como EE.UU. Alemania,
Francia o
Argentina que
se convirtieron en parte del campo de batalla. La seguridad y
estabilidad de Alemania se
ve frecuentemente afectada por conflictos en el
Kurdistán turco, en Kósovo o por la
emigración de ciudadanos rusos que pretenden escapar a
la crisis socioeconómica que sacude a su
patria.
Estos hechos sirven de justificación a los
estados poderosos para intervenir en los asuntos internos de
otros estados en nombre de los derechos humanos, la
defensa de la democracia
-Cuba-, la
lucha contra el narcotráfico –Panamá-,
el control de
las armas de
destrucción masiva –Iraq– o
cualquier otro tipo de justificación moral.
– La internacionalización de la
legislación: También se confunden las
jurisdicciones entre el derecho nacional y el internacional.
Los estados más poderosos juzgan hechos ocurridos en
otros estados aduciendo que afectan su seguridad -por la
comisión de delitos en
su territorio, especialmente en el caso del narcotráfico, el lavado de dinero o el
terrorismo-,
violan los derechos
humanos -como en el caso del general Pinochet o de
militares argentinos reclamados por la justicia
francesa o española-, o afectan los intereses
económicos de sus súbditos -un juez
estadounidense, por ejemplo, embargo los fondos que empresas
telefónicas de su país debían remesar a
la empresa
telefónica de Cuba para indemnizar con ese dinero a las
familias de dos pilotos civiles norteamericanos muertos por la
fuerza
aérea cubana cuando pretendían socorrer a
balseros cubanos en alta mar.
4.
SACRALIZACIÓN DE LAS FRONTERAS NACIONALES
El consenso internacional reconoce que las reclamaciones
de un Estado sobre el territorio del otro han sido
históricamente la principal causa de las guerras. Por lo
tanto, se ha tratado de cerrar esta fuente de conflictos
"sacralizando" las actuales fronteras y condenando
cualquier tipo de rectificación fronteriza originada en el
empleo o amenaza del empleo de la fuerza. Los
gobiernos temen al efecto "dominó" que
podría originar una anexión territorial producto de un
triunfo militar sobre otras cuestiones limítrofes
pendientes y vuelcan todos sus esfuerzos en preservar el statu
quo.
Sin embargo, no pueden evitar que ciertas fronteras
estallen por la fractura de un Estado en varias entidades
estatales nuevas como producto de conflictos étnicos
internos. Tal lo sucedido en la URSS, Checoslovaquia, o la
antigua Yugoslavia. El separatismo étnico y cultural
parece ser una de las mayores amenazas a la estabilidad y paz
internacional a corto plazo.
5. EL "CHOQUE DE
CIVILIZACIONES" REEMPLAZA A LA PUJA
IDEOLÓGICA
Tal como señalara premonitoriamente Samuel
Huntington en al hablar del "choque de civilizaciones", la
era de la confrontación ideológica que
motorizó gran parte de los conflictos en los
últimos tres siglos -primero entre absolutistas y
liberales, luego entre liberales y socialistas, para concluir en
el enfrentamiento entre las "democracias liberales o
capitalistas" y las "democracias populares o comunistas"- ha
concluido.
En la posguerra fría el liberalismo ha
triunfado a todo lo ancho y largo del planeta y ha impuesto sus dos
expresiones más características: la "economía de mercado" en
el plano económico y la "democracia
liberal" en el plano político. En el campo de las
ideas, por el momento al menos, ninguna ideología es capaz de ofrecer un modelo social,
político y económico viable.
Es por ello que la única alternativa que se
ofrece al modelo
neoliberal imperante en el mundo es la apelación a las
tradiciones nacionales, al regionalismo y al fundamentalismo
religioso.
Hoy los hombres y los pueblos defienden sus antiguos
particularismos, su religión y sus
tradiciones culturales frente al avance de un modelo societal
mundial. Al decir, de Alan Minc, las banderas del tribalismo se
levantan para enfrentar el avance de la
globalización.
Mientras el primer mundo trata de imponer las instituciones
de la llamada "democracia occidental", las sociedades del
tercer mundo intentan mantener valores y
tradiciones de culturas agrícolas más propias de un
orden medieval que colisionan con el cambio
tecnológico de las sociedades de la tercera ola -al
decir de Alvin Toofler-.
Las tensiones que genera el choque cultural suelen
desembocar en violentos conflictos –Irán,
Afganistán, Irak, Chechenia, Azerbaiyán, Cachemira,
etc.-, pero estos no siempre se producen entre la cultura
tecnotrónica y las culturas ancestrales, sino que incluso
ciertas culturas ancestrales chocan entre sí, como el
enfrentamiento entre hinduistas y musulmanes en India o
musulmanes contra cristianos en Nigeria.
El siglo veinte presentó dos tipos de guerras. En
la primera mitad del siglo las guerras fueron mundiales:
coaliciones de naciones se enfrentaron para dirimir la
hegemonía global. Los siguientes cuarenta años
estuvieron condicionados por el gran conflicto ideológico
y militar que se conoció como la "Guerra
Fría". Dos sistemas de alianzas se organizaron
alrededor de sendas megapotencias militares, que desarrollaron un
complejo armamentista capaz de terminar con toda forma de vida
sobre la tierra. La
"Guerra Fría" se desarrolló a través
de una sucesión de crisis y conflictos regionales: la
crisis de Berlín –1947-, la guerra de Corea
–1950 / 1953-, la crisis de Berlín Oriental
–1953-, el levantamiento de Hungría –1956-, la
crisis de los mísiles en Cuba –1962-, la guerra de Vietnam
-1954 / 1975-, la guerra de Afganistán –1979 /
1988-, etc.
En la última etapa del siglo XX comienzan las
"Guerras Musulmanas", tal como las denomina Huntington, la
cuales se inician en tiempos de la guerra fría con los
conflictos entre musulmanes y judíos: la guerra de
Independencia
de Israel
–1948-, la crisis de Suez –1956-, la guerra de los
Seis Días –1967-, la guerra del Yon Kippur
–1973-, la invasión al Libano –1982-. A estos
conflictos se suman la crisis de los rehenes americanos en
Irán –1979-, las guerras de Yugoslavia –1991 /
1995-, el conflicto de Chechenia –1994-, la guerra del
Golfo -1991- y finalmente la invasión a Irak
–2003-.
Según Huntington estos conflictos se originan en
el sentimiento histórico que albergan los musulmanes, y
sobre todo los árabes, de que han sido sometidos y
explotados por Occidente. Otro factor que alimenta el rencor del
mundo árabe hacia occidente son las políticas
occidentales concretas, en particular el respaldo de Estados
Unidos a Israel. Un tercer factor es la demografía del mundo islámico. A
estos argumentos suministrados por Huntington debemos agregar la
codicia occidental por el territorio y los recursos
naturales de los países musulmanes –petróleo–
y el deseo de Occidente de imponer a los musulmanes el sistema
del "capitalismo
global" y los principios
políticos y filosóficos de la "democracia
liberal" que chocan abiertamente con el sistema de creencias
propio del Islam.
Este tipo de conflicto rápidamente suele derivar
en acciones de
"limpieza étnica" que mueven a la
internacionalización del conflicto.
6. FORMACIÓN
DE DOS BLOQUES COMERCIALES Y POLÍTICOS
Como señala George Soros en el sistema
capitalista global la movilidad del capital, de la
información y el espíritu empresarial llevan a la
integración
económica. Por un lado, los Estados Unidos
formarán un espacio integrado en el continente americano.
El Tratado de Libre
Comercio de las Américas, se propone crear un mercado
común de ochocientos millones de consumidores desde Alaska
hasta Tierra del
Fuego, con el dólar como moneda única y la Reserva
Federal como banco
central.
Por el otro estará Comunidad
Europea, la unión de las veinticinco principales naciones
de Europa impulsada
por el eje Alemania – Francia, cuyos
PBI combinados constituyen la segunda economía del planeta
y su mercado de cuatrocientos cincuenta millones de consumidores
es el tercero en el mundo, después de China y la
India, pero con un poder adquisitivo muy superior al de
estos.
En la próxima década a esta unión
se sumarán Turquía, Bulgaria y Rumania formando un
espacio integrado con el euro como moneda única, bajo el
control del Banco Central
Europeo y la Asamblea Constitucional.
Ambos bloques pasarán rápidamente de la
asociación económica a la integración política.
Adoptarán legislaciones comunes y coordinarán sus
políticas exteriores. En este contexto internacional,
regido por bloques de naciones, se reducirán aún
más las posibilidades de que un Estado aplique con
éxito
una estrategia de
desarrollo independiente. Por el contrario, la política
exterior deberá estar diseñada de forma tal de
ganar posiciones dentro del propio bloque y no de diferenciarse
de los aliados regionales.
Más que nunca el peso de un Estado en el
escenario internacional dependerá del valor de sus
alianzas que de su propio peso específico.
Las rivalidades de la posguerra fría no
tendrán por protagonistas a EE.UU. y Japón
como se pensaba en la década de los años ochenta
sino a EE.UU. frente a la Europa unificada.
La Europa comunitaria, motorizada por un PBI de 8.500.000
millones de dólares anuales y contando con su población, territorio y desarrollo
tecnológico combinados será la única entidad
capaz de rivalizar la hegemonía norteamericana
desarrollando un formidable poderío militar. Los intentos
para la creación de una fuerza europea de reacción
rápida y el incremento de los presupuestos
de defensa de Francia y Alemania pueden ser las primeras
señales de este proceso.
Las diferencias entre los Estados Unidos y Europa en
materia de
política exterior y estrategias de
gobernabilidad global han comenzado a manifestarse. Se originaron
en la falta de disposición de los Estados Unidos a limitar
su soberanía en las instituciones
multilaterales –como lo manifestó Estados Unidos con
su rechazo a la Corte Penal Internacional, al Protocolo de
Kyoto sobre el cambio climático, a la prohibición
mundial del empleo de minas antipersonales, a la
verificación de las medidas del Tratado sobre Armas
Biológicas y a otras iniciativas
multilaterales-.
Estos diferendos han originado una profunda
preocupación en los analistas internacionales. El escritor
Francis Fukuyama, quien hace trece años alcanzó
celebridad al declarar el triunfo de los valores y
las instituciones comunes euro – estadounidenses como el "fin
de la historia", en la actualidad señala la existencia
de "profundas diferencias" dentro de la comunidad
euroatlántica y afirma que la fisura entre Estados Unidos
y los europeos "no es sólo un problema
transitorio". Por su parte, Jeffrey Gedmin, director del
Instituto Aspen de Berlín, habla de la
"patología" de Europa en cuanto al uso de la fuerza
y sostiene que las visiones de Estados Unidos y Europa en
materia de
seguridad son ahora tan distintas "que la vieja Alianza apenas
cumple la promesa de figurar en forma importante en la estrategia global
que Estados Unidos ha elaborado". El columnista Charles
Krauthammer no ha sido el único en afirmar que la OTAN
está "muerta".
Las brechas estructurales y de idiosincrasia entre
norteamericanos y europeos han existido en forma larvada durante
largo tiempo pero se han ampliado tras los ataques terroristas en
los Estados Unidos y por la guerra de Irak. La actitud de
Washington de involucrarse en solitario en el conflicto
bélico –encabezando una nominal coalición en
la cual sólo el Reino Unido y España
aportaron algún apoyo significativo tanto en el plano
militar como en el político-.
La tendencia de Washington al "unilateralismo",
involucrándose en un conflicto bélico en Irak en
contra de la opinión europea, fue anticipado por Robert
Kagan, en un artículo del verano de 2002, publicado en
Policy Review. El artículo comenzaba señalando que
"ya es hora de dejar de creer que los europeos y los
estadounidenses comparten una visión común del
mundo, o incluso que habitan en el mismo mundo". En el
extenso y profundo análisis que seguía, Kagan
señalaba que la disparidad del poder entre Estados Unidos
y Europa se ha vuelto tan grande que cuando hay que
"establecer prioridades nacionales, definir amenazas,
determinar desafíos y trazar e implementar la
política exterior y de defensa, Estados Unidos y Europa
toman rumbos distintos". La afirmación de Kagan de que
"podría llegar el día […] en el que los
estadounidenses no presten más atención a los pronunciamientos de la
Unión
Europea que la que prestan a los de la Asociación de
las Naciones del Sudeste de Asia o a los del
Pacto
Andino".
Por el momento, los valores e
intereses básicos estadounidenses y europeos no presentan
grandes divergencias, y las democracias europeas son
verdaderamente las aliadas más cercanas de Estados Unidos
que las naciones de cualquier otra región. Aunque sus
políticas difieren a veces, los estadounidenses y europeos
comparten ampliamente las mismas aspiraciones democráticas
y liberales para sus sociedades y para imponerlas en el resto del
mundo. Tienen intereses comunes en un comercio
internacional y un sistema de comunicaciones; en un
fácil acceso a los recursos
energéticos mundiales; en detener la proliferación
de armas de destrucción masiva, prevenir tragedias
humanitarias, etc.
A corto plazo las principales fuentes de
diferencias entre norteamericanos y europeos se manifiestan al
momento de decidir el empleo de los medios
militares –los europeos se muestran más inclinados
al empleo de medios
diplomáticos-; la forma más eficaz de combatir el
terrorismo los organismos modificados genéticamente; y la
protección del medioambiente.
7. APARICIÓN
DE NUEVAS AMENAZAS EN EL CAMPO ESTRATÉGICO
El nuevo contexto internacional ha sacado a la
superficie, con una magnitud antes desconocida, nuevas
manifestaciones de conflictos y peligros, de raíz
histórica o emergente, bajo la forma del
narcotráfico, el terrorismo, los fundamentalismos
religiosos, la proliferación de armas de
destrucción masiva y sus vectores de
lanzamiento, la transferencia de armamentos excedentes y
tecnologías intangibles –éxodos de
científicos-, el crimen transnacional, etc.
Mientras disminuye la probabilidad de
una guerra global, ya sea nuclear o convencional. Como
contrapartida, existe una multiplicación de conflictos
localizados en un contexto que ya hemos caracterizado como de
incertidumbre, surgiendo así crisis imprevistas, por la
dificultad en interpretar los signos de
tensión.
Por otra parte, han aparecido nuevos riesgos de
naturaleza
compleja, como una fuerte interdependencia en cuestiones de
seguridad y sin que haya sido posible elaborar un sistema de
seguridad eficaz.
A su vez, se ha producido una transformación en
la naturaleza y diversidad de las amenazas, y existe así
una gran dificultad para definir anticipadamente, el perfil de
los desafíos futuros.
Por un lado, mantienen su vigencia las amenazas de
seguridad clásica, las que hacen a la integridad
territorial e independencia
de los Estados y a las cuales la incertidumbre estratégica
aconseja no dejar totalmente de lado.
Pero también ha existido una mutación bajo
la forma de amenazas emergentes, las que teniendo carácter
hostil, afectan a instituciones y a personas por la mayor
permeabilidad que presentan las fronteras estatales. Adquieren
este carácter las diversas manifestaciones delictivas de
matriz
transnacional.
Se presentan, también, factores de riesgo, los
cuales, aun careciendo de una voluntad impulsora, hacen al
interés
de los Estados de diversos modos, tales como la
acumulación y transporte de
desechos peligrosos: la acumulación de armas
químicas, bacteriológicas y nucleares; y el
deterioro del medio
ambiente, entre otros factores.
Por último deben mencionarse, las fuentes de
inestabilidad, que engloban todos los bolsones de esta
característica que afloran en el mundo, en función de
disputas extra o intra – fronteras de raíz
histórica, cultural o religiosa y que aparecen ante la
percepción internacional como situaciones
potencialmente críticas, que en función de
su evolución, pueden incidir sobre su
seguridad.
En esta línea de pensamiento el
profesor Andrés Fontana señala en su interesante
trabajo "Complejidad de Riesgo e
Interdependencia. Tendencias de cambio en la Seguridad
Internacional", "Ese gran abanico de procesos, que tienen en
común el engendrar altos grados de violencia, abarca
distintas combinaciones y "cruces" del terrorismo, el crimen
organizado, el narcotráfico, movimientos guerrilleros,
grupos
étnicos o religiosos enfrentados entre sí, o con
gobiernos de Estados débiles o en proceso de
disolución. La simultaneidad del protagonismo de este
conjunto de nuevos actores implica vinculaciones
sistemáticas o esporádicas en relación, por
ejemplo al tráfico de estupefacientes y el contrabando de
armas, e incluso de materiales
sensibles".
"En diversos puertos, incluso algunos de América
Latina, se ha encontrado evidencia de una gigantesca
conexión internacional de tráfico de drogas y armas
pesadas. En muchos casos el tráfico de armas por parte de
organizaciones
internacionales de crimen organizado tiene fines puramente
comerciales. Pero en otros está destinado a equipar el
creciente número de ejércitos privados que
controlan barrios o zonas en ciudades importantes, del centro y
de la periferia, y amplias zonas rurales en esta última.
Por supuesto, los ejércitos tipo milicia neo-nazi que
emergen en los países centrales y las guerrillas de la
periferia también son clientes
primordiales del tráfico ilegal de armas pesadas. El
financiamiento
se basa fundamentalmente en los secuestros extorsivos, cuya
amplitud y sistematicidad es motivo de seria preocupación
en algunos países. Una estimación extraoficial de
los secuestros que tuvieron lugar en América
Latina a lo largo de 1994 arroja una cifra cercana a los 6.000
casos con una rentabilidad
de hasta 30 millones de dólares por operación. Por
otra parte, un informe del FBI
difundido a mediados de 1995, expresa una seria
preocupación por la posibilidad de que grupos del crimen
organizado que operan a nivel internacional puedan adquirir
componentes nucleares y venderlos a organizaciones
terroristas".
"A esto último se suman factores de riesgo de
impredecible alcance, como los accidentes por
el deterioro de usinas nucleares o de buques y submarinos
nucleares en situaciones de insuficiencia presupuestaria; la
acumulación de desechos nucleares; y los posibles accidentes
vinculados a su transporte, al de otros elementos, o a la
existencia de armas químicas "abandonadas" en mares y
océanos. Estas situaciones no necesariamente responden a
una intención hostil actual, sino en muchos casos a
confrontaciones pasadas". "Todos estos fenómenos afectan,
si bien en distinto grado y de forma diversas, la seguridad de
los individuos y de los Estados, y en muchos casos implican altos
grados de violencia. No atentan necesariamente contra la
integridad territorial de los Estados, pero hacen más
permeables a sus instituciones, hacen relativo el valor de sus
fronteras, y crean "manchas" de no estatalidad en las ciudades,
aún en las más sofisticadas y en circuitos de
negocios. En
conjunto, introducen inestabilidad en el contexto local, en el
regional y en el internacional. Ponen en riesgo la integridad
física y
moral de los
ciudadanos y corroen sistemáticamente el sentido de
"comunidad" tanto nacional como internacional".
8. APARICIÓN DE REGIONES SIN
LEY
Algunos Estados han demostrado carecer de condiciones
para ejercer el monopolio
legítimo de la violencia, es decir, de controlar los
procesos que tienen lugar en gran parte o fracciones de su
territorio. Esas regiones de ingobernabilidad estatal han sido
denominadas "áreas o regiones sin ley".
"Espacios inmensos –nos dice Alain Minc-
vuelven a su estado natural; la ilegalidad se reinstala en el
corazón
de las democracias más avanzadas; las mafias ya no son un
arcaísmo en vías de extinción, sino una
forma social en plena expansión; algunas ciudades hacen
caso omiso de la autoridad del
Estado y se sumergen en una inquietante extraterritorialidad;
millones de ciudadanos, incluso en el seno de las sociedades
más ricas y sofisticadas, caen en la sombra y en la
exclusión… Nuevas bandas armadas, nuevos delincuentes,
nueva terra incognita: aquí están todos los
ingredientes, de la nueva Edad Media.
¿Bandas armadas? En Somalia y en Turkmenistán, pero
también en Los Ángeles y en Vauls-en Velin.
¿Ladrones? Desde los señores de la droga,
instalados en el corazón de
las finanzas
internacionales, hasta los miembros de la nomenklatura rusa
que se establecen por su cuenta, apropiándose del patrimonio
público. ¿Terra incognita? Regiones enteras que
caen en la anarquía, con la imbricación, cada vez
más difícil de desentrañar, entre la
sociedad
oficial y la sociedad
clandestina, entre los asuntos limpios y los sucios, entre
el dinero
blanco y el dinero
negro."
Como señala Julio Cirino, en un interesante
trabajo titulado "Las áreas sin ley en el Hemisferio
una hipótesis de trabajo", presentado en el
"V Encuentro nacional de Estudios Estratégicos"
organizado por la Escuela de
Defensa Nacional: "Un ‘área sin ley’ es un
punto en el mapa para ‘hacer dinero’, mover
capitales, lavar activos y
desarrollar todas las actividades ilícitas que, por la
demanda de
territorialidad que ocasionan, requieren de un espacio
físico donde instalar containeres, laboratorios,
inmigrantes, etc. Una vez consolidado este territorio, las
actividades que allí se desarrollan pueden potenciarse con
la participación de otros actores, constituyéndose
en espacios ideales para la vinculación entre el crimen
organizado y el terrorismo".
"La ausencia de la ley pública conlleva,
generalmente, la imposición de códigos o
‘leyes’
privadas, llegándose a la implementación incluso de
un sistema de justicia, sea
revolucionaria, como en las áreas dominadas por las FARC,
o de fuerza, como en las zonas dominadas por caudillos del crimen
organizado y la droga (siendo
el caso más espectacular el de las favelas
brasileñas).
En una primera aproximación se puede pensar que
el fenómeno de las "regiones sin ley" se refiere a
áreas geográficas remotas o de difícil
acceso predominantemente en países del Tercer Mundo. Sin
embargo, un interesante trabajo presentado por el Capitán
Julien Gutmann de la Gendarmería Francesa, ante la
Cátedra de Política de Seguridad y Defensa del
Curso de Oficial de Estado Mayor de la Escuela Superior de
Gendarmería Nacional, nos presenta un panorama muy
diferente y más preocupante:
"En la ciudad de Paris, que es considerada como la
ciudad más insegura de Francia, así como en las
otras grandes ciudades o ciudades medianas, Lyón,
Marseille, Strasbourg, Nímes, Montpellier, Nantes, hoy
existen barrios donde la policía, los bomberos o los
médicos no van más, por razones de violencia hacia
ellos. Estos barrios están llamados ‘zones de non
droit’, es decir zonas donde la ley no se aplica
más. La explosión de la violencia urbana (+ 400% en
menos de cinco años) concierne unos cien barrios de
población mayoritariamente inmigrada. Los eventos
mediáticos de la ciudad de Strasbourg, donde cada
año durante las fiestas de Navidad y del
fin de año queman docenas de autos, hoy no
se limitan a esta sola ciudad: Paris, Lyón, Marseille,
Nantes, Vaulx-en-Velin, Mantes-la-Jolie son ejemplos
sobresalientes de esta ola de la delincuencia
vinculada con la existencia de poblaciones que rechazan la
integración en la sociedad
francesa".
"A mediano plazo, la amenaza principal podría
ser un riesgo de balcanización del país, tomando
como referencia la existencia de diferencias étnicas o
religiosas entre las diferentes poblaciones de la ex –
Yugoslavia al fin del reino de Tito, que aumentaron el riesgo de
conflicto".
Estas palabras muestran con total crudeza la
dimensión del problema del cual no escapan ni siquiera los
países más desarrollados de Europa.
Por último, Julio Cirino, en el trabajo de
referencia, menciona ocho "áreas sin ley" en
América
del Sur, a saber:
"1.- La región limítrofe entre
Brasil,
Colombia y
Perú enmarcada por las poblaciones de Tabatinga y
Leticia.
2.- La región conocida como Darien,
área limítrofe entre Colombia y
Panamá,
zona bajo control de las FARC.
3.- La zona franca de Colón, en
Panamá.
4.- La región conocida como Lago Agrio en
territorio ecuatoriano, en las cercanías de la frontera
con Colombia.
5.- La extensa frontera entre Venezuela y
Colombia, sin determinar aún el o los puntos más
críticos.
6.- Maicao en territorio colombiano, relativamente
próxima a la frontera con Venezuela.
7.- La región conocida como Tartagal –
Orán entre la provincia argentina de Salta y la
boliviana de Orán.
8.- Ciudad del Este en el punto tripartito entre
Argentina, Brasil y
Paraguay".
Como puede apreciarse de las ocho regiones sin ley, dos
corresponden a zonas fronterizas con el territorio argentino y
por lo tanto constituyen un problema de seguridad que el
país deberá asumir a mediano plazo.
Sin embargo, el trabajo de
Julio Cirino parece centrado en la problemática
internacional y por lo tanto omite la existencia de áreas
sin ley en el seno de los grandes conglomerados
urbanos.
Tanto en Brasil como en Argentina, existen zonas urbanas
en las que se combinan una alta densidad
demográfica, un marcado deterioro sociocultural de los
estratos medios y bajos y un enorme contraste entre la extrema
pobreza y la
riqueza concentrada en la misma región, en esos
ámbitos el Estado esta
ausente y su lugar ha sido ocupado por organizaciones criminales.
"Las favelas donde actúan las mafias del
narcotráfico –afirma Nilmario Miranda,
secretario nacional de Derechos Humanos de Brasil-
son territorios liberados y fértiles, por la miseria y
el desempleo".
El incremento de estas formas de criminalidad se
basó en Río de Janeiro sobre la inmensa cantidad de
población favelizada con la que cuenta la ciudad. Se
estima que 1.200.000 personas –sobre un total de 5.700.000
habitantes- viven en este momento en las favelas, a sólo
un paso de los lujos y la riqueza carioca.
En nuestro país, de acuerdo con el último
censo nacional de 2001, en los asentamientos de conurbano
bonaerense viven 577.994 personas –sobre un total de
8.684.953 habitantes- Diez años antes, en 1991,
sólo se contaban 410.461 personas viviendo en estas
condiciones. Y en 1981, la cifra era de 290.072.
No son las únicas cifras para comparar. En
Río de Janeiro, el Estado
incinera un promedio de 250 kilos de cocaína al
año. En la provincia de Buenos Aires, la
Policía bonaerense decomisó en el 2002 casi la
misma cantidad, 237 kilos. Pero el dato más saliente lo
proporciona la Gendarmería Nacional: en ese mismo
año incautaron 586 kilos de cocaína y 1.669 de
marihuana.
En este sentido, el ex subsecretario de Seguridad de la
provincia de Buenos Aires, Marcelo Sain no duda en afirmar que:
"En la provincia de Buenos Aires ya hay grandes sectores
favelizados, corredores enteros donde los marginados conviven con
la riqueza" …"Hay lugares donde el Estado ya está
ausente, se ha retirado. Y encima, el consumo de
cocaína se cuadriplicó o quintuplicó en los
últimos 15 años".
Barrios carenciados como la denominada "Villa 31"
en la zona de Retiro o el conglomerado de "La cava" en el
partido del San Isidro entran claramente en esta
categoría. Estos asentamientos, densamente poblados,
constituyen verdaderas "áreas liberadas" para el
delito. La actividad del Estado a través de sus
instituciones de asistencia social y educativa es mínima,
en tanto que la presencia de las fuerzas policiales resulta
esporádica y de efectos transitorios. Estos asentamientos
poblacionales son áreas sin ley donde, entre sus
túneles, pasadizos y embutes, prospera el tráfico
de todo tipo de armas, drogas o
documentos de
identidad y
tarjetas de
crédito
adulterados, se comercializan todo tipo de bienes robados
y sirven de refugio a los delincuentes buscados por las
autoridades o de zona segura para ocultar a personas secuestradas
a la espera de que se efectúe el pago del rescate.
Mientras que su población, arrinconada por la pobreza, la
marginalidad y
la ausencia del Estado, se convierte en rehenes de los
criminales.
Finalmente, su población constituye una masa de
votantes que atrae a los políticos venales. Allí el
voto se trafica a cambio de impunidad para cometer delitos e
influencias políticas para reducir sentencias y condenas o
para lograr la libertad
condicional de los delincuentes detenidos. Extraños
vínculos están desarrollándose entre la
población carcelaria y sus familiares, amigos y
cómplices que habitan en estos barrios.
El incremento de las áreas urbanas sin ley es uno
de los problemas
sociales y políticos de mayor impacto sobre la
seguridad y la defensa nacional. Son áreas focales del
delito que actúan como una suerte de foco infeccioso que
proyecta sus efectos nocivos sobre la totalidad del cuerpo
social. Constituyen un problema que no ha sido debidamente
tratado hasta el momento.
El colapso del mundo socialista y la creciente
globalización establecerán una nueva
categorización de los estados. El primer mundo
estará liderado por los países del G-7 y
comprenderá a las principales naciones
tecnotrónicas del hemisferio norte.
En el segundo mundo se inscribirán un conjunto de
países industrializados de menor desarrollo pero con
capacidad tecnológica y económica suficiente como
para participar de la globalización económica tanto como
mercados para las exportaciones del
mundo altamente desarrollado como para producir un cierto
número de materias primas con valor en los mercados
internacionales. Se inscribirán en este grupo Rusia y
la mayoría de los países del antiguo bloque
socialista, algunas "potencias emergentes o regionales"
como México,
Brasil, Argentina o Chile, en
América
Latina, Israel, Portugal, Turquía o Grecia, entre
otros.
Por último se ubicarán un conjunto de
países marginados del mercado global. Los mismos
permanecerán sumidos en el atraso y sin posibilidad alguna
de desarrollo. Allí las instituciones democráticas
serán tan sólo una ficción carente de
cualquier significado real. Lo más frecuente serán
las guerras civiles, los golpes de estado, la violencia y las
violaciones a los derechos humanos.
En estos países la población
seguirá creciendo en forma significativa. Ingresamos al
nuevo milenio con más personas pobres que nunca aunque
haya mucha más gente en total. De los actuales 6.000
millones de personas -en comparación con menos de 2.000
millones en 1900-, 1.300 sobreviven por debajo de la línea
de la pobreza, con
menos de 1 dólar por día, en tanto que 2.800
millones sobreviven a duras penas con menos de 2 dólares
diarios. De las más pobres, el 70 por ciento vive en
Asia.
La desigualdad se multiplicó enormemente. El
informe sobre el
Desarrollo
Humano del Programa de las
Naciones Unidas
para el Desarrollo indica que la brecha entre la quinta parte de
la población mundial que vive en los países
más pobres y la quinta parte que vive en los países
más ricos es ahora de 74 a 1. En 1990 era de 60 a 1, y en
1960 era de 30 a 1.
Los pobres no son realmente más pobres
–debajo de la línea de subsistencia nadie puede
seguir viviendo-, pero los ricos son mucho más ricos, y
hay cada vez más.
En Asia, los absolutamente pobres son ahora un tercio
del total, en comparación con la mitad en 1970. Su
expectativa de vida, es hoy de 65 años, en
comparación con 48 años entonces, en tanto que el
70% de los adultos sabe leer y escribir, en comparación
con el 40% de hace 30 años.
De manera que ha habido progresos. Pero la extrema
miseria aún está entre nosotros, mientras parte del
mundo rebosa de una prosperidad que jamás se había
conocido. Ahora bien, si la expectativa de vida se ha
incrementado considerablemente en los países más
pobres del tercer mundo es previsible que también los
índices de natalidad se hayan incrementado. Es decir, que
habrá allí más pobres, que saben leer y
escribir y que lógicamente estarán buscando mejores
horizontes para sus vidas y las de sus familias, lo que
convertirá a los países más pobres en
grandes expulsores de población.
Sumidos en el atraso sólo contarán con
actividades económicas de subsistencia, carecerán
de productos
exportables y de recursos para
importar los insumos necesarios para su población o para
encarar cualquier proceso de desarrollo.
Estos países únicamente
participarán de la globalización como receptores de
la ayuda humanitaria internacional –recordemos que en junio
de 1999 las principales economías del mundo cancelaron
más de la mitad de la deuda del Tercer Mundo, unos 70.000
millones de dólares- o como escenario donde las fuerzas de
paz de la ONU
tratarán de mantener los conflictos dentro de los niveles
mínimos de violencia y atender las necesidades más
urgentes de la población. Únicamente
aparecerán en las noticias por la frecuencia en que se
producirán grandes catástrofes en su
territorio.
En esta categoría se encontrarán algunas
naciones africanas y asiáticas, así también
como algunas naciones latinoamericanas en el caso de que no
puedan participar del proceso de formación de grandes
bloques
económicos.
A ellos podría sumarse un "cuarto mundo"
compuesto por países "fuera de la historia" y por
las regiones sin ley ausentes del mercado global y sumidos en
bolsones de miseria extrema y marginalidad,
verdaderas "terra incognita" de la sociedad global, tal como las
denomina Alain Minc.
10. EL TEMA MIGRATORIO
SE INTRODUCIRÁ EN LAS AGENDAS
INTERNACIONALES
En un mundo cada vez más globalizado, es decir
más interrelacionado, los movimientos de población
se incrementarán cada día más. El
crecimiento de población, la inestabilidad política
y/o la búsqueda de mejores condiciones de vida
actuarán de incentivo para que muchas personas
provenientes de los países del llamado tercer mundo se
desplacen hacia los países centrales.
Actualmente, según la
Organización Internacional de las Migraciones, hay
ciento cincuenta millones de personas trashumantes, emigrantes
legales e ilegales –voluntarios o forzados- que deambulan
por el planeta buscando mejores destinos y se instalan,
así sea en forma provisional en algún Estado
distinto del cual vieron la luz por primera
vez.
Al decir de Hardt y Negri esta masa migratoria
contrituye una ueva horda nómada, una nueva raza de
bárbaros que golpea las fronteras del Imperio
global.
Estos desplazamientos provocan posiciones encontradas
entre los gobiernos de los países involucrados. En tanto
los países expulsores se preocupan por el trato que
reciben sus connacionales en el extranjero y por las remesas que
estos envían a sus familiares; los países
receptores buscan limitar el ingreso de extranjeros y controlar
la actividad de los mismos en su territorio, mientras que crecen
sus temores con respecto al impacto que los nuevos emigrantes
ocasionarán en sus sistemas educativos, sanitarios y en
sus mercados laborales.
Como ocurrió a todo lo largo del siglo XX, pero
ahora con mayor intensidad, El nuevo nomadismo actúa como
resistencia y
cuestionamiento de la sociedad global Así, la
temática inmigratoria ocupará un lugar central en
la agenda diplomática y de seguridad de muchos
estados.
11.
APARICIÓN DEL DELITO ÉTNICO
También la globalización ha tenido
incidencia en el ámbito delincuencial. En las dos
últimas décadas se hizo evidente que las
organizaciones criminales comenzaron a desarrollar sus
actividades más allá de las fronteras nacionales.
La tendencia parece haberse incrementado a partir de las
fabulosas ganancias generadas por el narcotráfico y se
consolidó cuando se sumaron al negocio las organizaciones
criminales de los antiguos países comunistas enriquecidas
en el proceso de transición a la democracia
capitalista.
Así se desarrolló una "mafia
internacional" que explota tanto las actividades criminales
tradicionales -extorsión, juego,
prostitución, contrabando- como nuevos
delitos -tráfico de material nuclear, contrabando de
órganos humanos, tráfico de inmigrantes,
falsificación de productos de
marca o robo
de secretos industriales-.
Quizás quién mejor ha definido este
problema sea el Secretario General de las Naciones Unidas, Butros
Gali, quién hablando en la apertura de la "Primera
Conferencia de
Naciones Unidas sobre el Delincuencia
Transnacional Organizada", que tuvo lugar en la ciudad de
Nápoles, entre el 21 y el 23 de noviembre de 1994,
afirmó que "El crimen organizado tiende hoy a adquirir
un carácter impersonal y anónimo. Avalándose
en las nuevas
tecnologías se está convirtiendo en una fuerza
universal y sus grupos en verdaderas multinacionales del
crimen"… "La caída de los regímenes
comunistas y la fragmentación de la Unión
Soviética, la decadencia de las instituciones en los
países en vías de desarrollo, la pérdida de
consistencia del tejido social y la marginación en las
sociedades desarrolladas han permitido el rápido
crecimiento de las mafias a nivel internacional".
Agregando luego Butros Gali: "Todo ello hace que el
crimen organizado engangrene el mundo de los negocios,
corrompa a la clase política, amenace el derecho de las
personas, debilite la credibilidad de las instituciones y mine la
vida democrática de la sociedad".
Una característica destacada de las
organizaciones criminales internacionales y que hace
particularmente difícil combatir su accionar es la base
étnica que prima en la conformación de los cuadros
criminales. La Yakuza recluta únicamente japoneses, al
igual que las Tríadas chinas, y los Carteles colombianos,
o la mafia siciliana. El carácter étnico los hace
casi invulnerables a las actividades de infiltración por
las fuerzas policiales, fortalece los lazos entre sus miembros y
le brinda un componente adicional de seguridad a sus
comunicaciones, en especial porque sus miembros emplean en sus
conversaciones dialectos y/o jergas en lugar de idiomas puros
-siciliano en lugar de italiano, dialectos cantoneses en lugar de
chino mandarín, checheno o azerí en lugar de ruso
etc.-
Las organizaciones criminales cuenta con verdaderos
ejércitos privados, cuarteles y campamentos clandestinos,
sus servicios de
inteligencia
son tan sofisticados como los de cualquier estado desarrollado,
mantienen sólidos vínculos con el mundo
político y se relacionan con bancos y empresas
transnacionales. Sus actividades legales e ilegales se proyectan
por el mundo entero, por lo tanto, cuando es eficazmente
combatido en su país o región simplemente traslada
las operaciones a otro.
Las vinculaciones internacionales del crimen organizado
son por demás complejas. La Secretaría de Seguridad
Pública de Río de Janeiro, por ejemplo,
reveló que en el 2002 se incautaron granadas de
fabricación argentina en las favelas cariocas y
según la ONG Viva
Río, en los depósitos de la división
Fiscalización de Armas y Explosivos de Río de
Janeiro se han incautado 3.147 armas de fabricación
argentina.
En el continente americano, por ejemplo, las actividades
criminales presentan un pronunciado incremento en la
última década. En los Estados Unidos de
Norteamérica, según la agencia china Xinhua, se
produjeron 11,8 millones de delitos en 2001, un incremento de 2,1
por ciento frente al año anterior. En promedio, se
cometió un delito cada 2,7 segundos, mientras que se
produjeron cada día 44 asesinatos y 248 violaciones
–en total, 15.980 personas fueron asesinadas y 90.491
mujeres fueron violadas-.
En el año 2002 siguió
incrementándose la tasa de delincuencia en las grandes
ciudades estadounidenses, especialmente en Washington, donde se
registró una aumento interanual de 36%, en Bostón
67% y Los Angeles 27%.
La tasa de asesinatos en los Estados Unidos es entre
cinco y siete veces mayor que en la mayoría de los
países tecnotrónicos.
En Colombia ocurren unos 3.000 secuestros anualmente. La
actividad constituye una de las principales fuentes de
financiamiento de los grupos terroristas y del crimen
organizado. Entre 1992 y 1995, la industria del
secuestro
mantuvo niveles de unos 1.100 casos por año. Hacia el
año 2000 aumentó un 25% el promedio anual, hasta
llegar a 3.706 casos. Ese nivel, con tendencia ascendente en la
violencia ejercida sobre las víctimas, se mantiene hasta
el presente. Las autoridades colombianas calculan que la industria del
secuestro
opera por montos quie oscilan entre los 200 a 350 millones de
dólares a lo largo del año. En Medellín
mueren 12 personas asesinadas por día.
Algo similar ocurre en las principales ciudades
brasileñas. En Río de Janeiro, los asesinatos
diarios se cuentan por docenas. En San Pablo, el índice de
homicidios es de 70 por cada 100.000 habitantes, con un registro de unos
6.000 asesinatos al año. En las favelas del Río de
Janeiro, el "Comando Bermeho" dispone incluso de
artillería pesada. La organización criminal que dirige Luis
Fernando Da Costa, conocido como Fernandinho Beira Mar desde la
cárcel, inmovilizó durante cuatro días la
ciudad de Río de Janeiro, en septiembre de 2002, obligando
a las autoridades a desplegar 47.000 efectivos para normalizar la
situación. El conflicto se inicio cuando Fernandino
organizó un motín salvaje en el penal donde estaba
alojado para eliminar a golpes a cuatro presos rivales. Las
autoridades carcelarias lo sancionaron y respondió con
más violencia, ordenando a sus hombres que aterrorizaran a
Río de Janeiro durante cuatro días, hasta que se
cansaron. En febrero de 2003 organizó una nueva
acción sobre la ciudad carioca, que dejó como saldo
diversos edificios ametrallados, lanzamiento de granadas y 55
autobuses quemados, además de siete muertos.
Es interesante recordar que Fernandino Beira Mar fue
detenido el 21 de abril de 2001 en Colombia, mientras cerraba
negocios con la guerrilla de las FARC y deportado a Brasil donde
lo condenaron a 33 años de cárcel.
Prof. Dr. Adalberto C. Agozino
Profesor Universitario en Ciencia
Política. Doctor en Ciencia
Política. Investigador Principal del Instituto
Universitario de la Policía Federal Argentina.