- El concepto de seguridad
nacional - Del terreno militar al
político - Seguridad y
desarrollo - Conclusiones
Ni aun la más estricta
disciplina
reemplaza permanentemente
a la falta de confianza y
lealtad.
Pennington, Hough y Case
(La psicología del mando
militar)
Una de las más grandes enseñanzas que he
recibido es el axioma que me dijera el Doctor Javier
Patiño Camarena durante el curso de Derecho Electoral de
la Universidad
Cuauhtémoc: "El planteamiento correcto de un problema
equivale al cincuenta por ciento de su
solución".
Seguridad nacional es un concepto muy
escabroso, pues no sólo se refiere al hecho de estudiar
los fenómenos, personas o instituciones
que sustentan o atentan contra la soberanía, sino de encararlos -de acuerdo
con el citado axioma- y a partir de ahí evaluar el
problema, emitir un diagnóstico y dar alternativas de
solución con base en dichos criterios.
Seguridad nacional es, además, un concepto vago e
impreciso, pues muy pocos investigadores o personajes de la
política
se han atrevido a definirlo, y cuando así lo han hecho ha
podido notarse titubeo o ambigüedad en sus palabras. Por
tanto es un concepto mal definido y peor entendido, obviamente
mal aplicado y con resultados desastrosos, que nos urge
aclarar.
Un periodista muy conocido escribió: "el de
seguridad
nacional es un concepto nebuloso para la mayor parte de la gente
y de los propios políticos y casi siempre asociado con las
acciones
encubiertas de las policías y el ejército; lo cual
explica en buena medida, el por qué de tantos desatinos en
la materia".
Por su parte, el Doctor Paulino Ernesto Arellanes,
especialista en política exterior y
relaciones
internacionales de las universidades de las Américas y
Autónoma de Puebla, nos dice que "tradicionalmente -no
sólo en México
sino en todos los países del orbe- el término
seguridad
nacional se ha enfocado al aspecto bélico. Sin embargo,
también se refiere a otros ámbitos, entre ellos el
económico".
Con fundamento en estas concepciones y en otras
similares, es como determino que para México, en
este fin de siglo, la seguridad nacional no reside en el uso de
la fuerza
pública sino en el desarrollo
económico y democrático de su sociedad.
2. El
concepto de seguridad nacional
El mismo Paulino Arellanes señala que "en otra
época, la seguridad nacional se refería a los
aspectos militar y territorial, debido a que el dominio de unas
naciones sobre otras se daba por medio de movilizaciones
militares. Sin embargo, conforme los Estados consolidaron su
autosuficiencia económica, los más fuertes
empezaron a recurrir al dominio
comercial".
En su artículo "Seguridad Nacional", Javier
Ibarrola analiza el PDN del Presidente Zedillo, que en su primer
rubro, "Soberanía", considera que el tema es
prioritario para el Ejecutivo y añade que permanece la
confusión entre los conceptos de seguridad nacional y
seguridad interior.
Marco Antonio Contreras también enfatiza en esta
confusión de términos, sólo que él se
refiere a la existente entre seguridad nacional y seguridad del
Estado. El
aspecto más importante de la seguridad nacional es la
soberanía, pues implica la toma de
decisiones sobre asuntos internos. "La seguridad nacional del
Estado -en
cambio– es la
legitimidad de éste y la obediencia y respeto que le
guarda la sociedad".
Con ello definimos que la seguridad nacional se refiere
tanto a asuntos exteriores como interiores que puedan afectar la
estabilidad del país, independientemente que sean de
índole militar, política o
económica.
Resta decir que Javier Ibarrola, en el artículo
citado, opina que "para quienes en el ejército han pugnado
por la modernización y consolidación de las
capacidades militares de las Fuerzas Armadas, el PDN apunta hacia
la dirección correcta".
3.
Del terreno militar al político
En 1980, el general Félix Galván
López, entonces secretario de la Defensa, definió
la seguridad nacional como "el mantenimiento
del equilibrio
social, económico y político, garantizado por las
Fuerzas Armadas". Esa es la definición aceptada por el
Ejército: allí no cabe la fuerza militar
como solución a los problemas
nacionales. El enfoque mexicano es la negociación. Eso cancela la necesidad de
unas Fuerzas Armadas enormes.
Veámoslo así: ese equilibrio
está -únicamente- garantizado por las Fuerzas
Armadas, pero debe ser instrumentado y sostenido no por ellas
sino por el Estado,
evidentemente en el terreno de la administración
pública y las relaciones políticas.
Adolfo del Castillo nos dice lo siguiente: "La seguridad
nacional no tiene que ver con corporaciones policíacas ni
con la persecución de grupos
subversivos o no. No tiene relación con la tropa del
Ejército; no tiene que ver con la policía
política ni de cualquier otro tipo. No tiene que ver con
las actividades de supuesta 'inteligencia'.
El de seguridad nacional es un concepto eminentemente
político y es relativamente nuevo".
Quiero resaltar este comentario de Adolfo del Castillo,
ya que muchos periodistas e investigadores han externado una
preocupación enorme: que ante la terrible ola de
criminalidad y violencia que
vive el país y ante el surgimiento de guerrillas y
grupos
armados, el Ejército asuma el mando de la nación
para solucionar los problemas.
Algunos han imaginado tal vez un toque de queda; los más
pesimistas han temido un golpe de
Estado.
Leobardo Silva Vidals, en su artículo "La
militarización del país no es la solución",
habla de las guerrillas que tienen -en gran medida- su origen en
la desigual e injusta distribución de las riquezas del
país.
Desde 1968 los militares se rehúsan a emprender
acciones
represivas contra el pueblo de México. "Aprendieron la
lección en Tlaltelolco. El conflicto de
Chiapas los obligó otra vez a tomar las armas contra el
pueblo. Fue inevitable. Pero ya no quieren más de eso en
el futuro. No quieren seguir lavando los errores de los
políticos".
Heriberto Lara Herrera afirma que "toda sociedad, basada
en diversas experiencias históricas nacionales propias y
ajenas, deduce la necesidad de disponer siempre de una organización profesional que se ocupe de
defenderla ante cualquier enemigo virtual externo", y que "en el
particular caso de México, son las Fuerzas Armadas las
encargadas de realizar la encomienda nacional de defensa a la
soberanía del país".
Ello no sólo se refiere a enemigos externos sino
también internos, pues la ola de criminalidad y violencia, si
bien es generada por la crisis y el
desempleo, en
su mayoría es propiciada por quienes aprovechan dicha
crisis como
pretexto para hacer de las suyas.
México –fuera de Santa Anna, Huerta y el
Maximato Cristero– no ha sabido nunca lo que es un
régimen militar, al menos como en el resto de América
Latina. No existen evidencias hasta hoy que al interior de
las Fuerzas Armadas haya intentonas golpistas.
"Aún cuando resulta obvia la actividad
predominante para la cual se crea y mantiene el Ejército,
su propósito principal se orienta hacia la
preservación de la paz y el auxilio a la población civil". La seguridad nacional
depende del poder civil y
no de las corporaciones policíacas o de las Fuerzas
Armadas.
Hablar de seguridad nacional –como hemos
dicho– entraña varios aspectos: el narcotráfico y su combate, la democracia y
su fortalecimiento, la política exterior y su despliegue,
la política
económica y su estrategia, la
política militar y su conducción, considera el
investigador José Luis Piñeyro.
Este mismo autor añade que, "por desgracia,
durante el sexenio de Salinas se fue generando una creciente
situación de inseguridad
nacional, donde no se cumplieron los objetivos
nacionales: democracia,
crecimiento, justicia y
soberanía". Evidentemente, esto lo resintió el
gobierno de
Ernesto Zedillo y así lo asimiló la
sociedad.
Pero la justicia y la
soberanía se sustentan en la democracia y en el
crecimiento, al que prefiero llamarle desarrollo, y
que por supuesto van de la mano.
Nos dice Rigoberta Menchú que "aspirar a sociedades
democráticas es pretender erradicar la pobreza, pues
una y otra son incompatibles". Asimismo, afirma que la
relación entre seguridad económica y estabilidad
política de los países es muy estrecha.
Retomo las palabras de Rigoberta Menchú cuando
nos dice que "ante el hambre surgen los gritos de
indignación, la inseguridad
publica, los estallidos sociales, y que el gran desafío es
entender que no podemos hablar de democratización cuando
millones de personas están condenadas a la
miseria".
Luis Alamillo Gutiérrez, secretario
técnico de la Comisión de Defensa de la LV
Legislatura de la Cámara de Diputados, afirma que el
"desarrollo
significa progreso económico razonable; y razonable en
este contexto se debe definir como permanente".
Además, establece que "los objetivos del
desarrollo son la mayor autonomía económica y la
permanencia de la libertad y de
la autodeterminación", y que, "por paradójico que
parezca, la necesidad del desarrollo es igualmente importante
para las naciones ricas y para las naciones subdesarrolladas,
porque el atraso de las naciones pobres incide negativamente en
la seguridad estratégica de las naciones grandes, ya
desarrolladas". Y eso es algo que, inexorablemente, podemos ver
que ocurre en el país, pues como Luis Alamillo
concluye:
- "La verdadera seguridad dimana del progreso
económico y social. - La estabilidad política del país
está en función
de su desarrollo, pues existe una relación irrefutable
entre la violencia y la crisis económica, pues la
mayoría de los movimientos violentos que se han
producido en el mundo han significado el estallido, la
válvula de escape de las tremendas presiones sociales y
económicas existentes, consecuencia de la falta de
medios
económicos. - La seguridad no son las Fuerzas Armadas, aunque
puedan incluirse. Seguridad es desarrollo y sin desarrollo no
puede haber seguridad pues disminuye con esto la trágica
necesidad de que hombres desesperados recurran a la violencia
para conseguir sus imperativos sociales en fuentes de
presión
de toda índole, cuya capacidad de poder puede
llegar hasta amenazar la soberanía e integridad de la
nación".
Con esto definimos que el desarrollo depende del Estado
(a través de la instrumentación de estrategias de
fortalecimiento de la democracia y de programas
económicos coherentes y correspondientes a la realidad
histórica y social de México), concretamente si
éste es detentado por la autoridad
civil, y no de las Fuerzas Armadas, quienes, como dijo el general
Félix Galván, sólo garantizan el equilibrio
de la nación.
Como ya hemos visto, el concepto de seguridad nacional,
que suele entenderse erróneamente y aplicarse aún
peor, no corresponde ni al ejército ni a las corporaciones
policíacas, sino al Estado, y dicho con mayor
precisión, al poder civil –que es quien lo ejerce en
las democracias occidentales avanzadas–, quien debe velar
por la seguridad a través de la
administración pública y las relaciones
políticas, cuidando del fortalecimiento
democrático y del desarrollo
económico de la sociedad nacional.
Para comprender lo anterior hemos tenido que conocer
algunos antecedentes que dieron origen al concepto seguridad
nacional, que se refiere a seguridad interior y difiere
–aunque no del todo, sí en su justa medida– de
la seguridad del Estado.
Asimismo, del punto de vista militar hemos ido al
terreno político, que es el principal campo de
acción de la seguridad nacional, en donde -además-
debe diseñarse y aplicarse.
La paz y la pobreza no pueden
coexistir; la democracia y –principalmente– el
desarrollo son la base para la vida armónica de una
sociedad, lo cual debe ser y es responsabilidad del Estado, siempre con el apoyo
irrestricto de las Fuerzas Armadas.
La seguridad nacional, en este fin de siglo, no reside
en el uso de la fuerza pública sino en el desarrollo
económico y democrático de su sociedad.
EMILIO VELAZCO GAMBOA
Mexicano. Licenciado en Ciencias
Políticas por la Universidad del
Desarrollo del Estado de Puebla (UNIDES). Tiene los Diplomados en
Derecho Electoral y en Derecho
Constitucional, por la Universidad Cuauhtémoc.
Actualmente es consultor académico e investigador
independiente.
http://www.gratisweb.com/emilio_velazco/Investigador-Escritor
http://www.galeon.com/emilio-velazco/