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Siglo XVIII. La sociedad amantes del país y el Mercurio peruano (página 2)




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II.-
SIGLO XVIII EN EL PERU

2.1) LOS BORBONES EN
ESPAÑA

Carlos II, el último de los Habsburgos
españoles, no dejó descendentes directos pero
nombró como sucesor suyo al nieto de su hermana
María Teresa y Luis XIV de Francia,
Felipe de Anjou. Coronado Rey de España y
las Indias, Felipe V fue el primer rey Borbón español
inaugurando con su reinado la España de
la
Ilustración, una época de armoniosas relaciones
exteriores, reforma y desarrollo
interior.

El reinado de Felipe II se puede dividir claramente en
tres fases diferentes: en primer lugar, la etapa de tutelaje por
parte de Francia,
después, la independencia
y, finalmente, la etapa de equilibrio con
la gran nación
vecina.

1759-1788: Durante el reinado de Carlos III, la política del primer
ministro Floridablanca mantuvo a España alejada de
conflictos a
pesar de la tímida intervención en la Guerra de la
Independencia
americana. Carlos III realizó una profunda
reorganización de la nación,
reformó su agricultura e
introdujo las últimas novedades en concepción
urbana de su Nápoles natal. Fue el momento en que Madrid dejó de ser
sólo una población más de la Mancha para
convertirse en una ciudad moderna, plena de elegantes edificios a
la manera de París, Milán y Nápoles.
Disponía de agua
corriente, alcantarillado, iluminación urbana y una corte con gran
estilo y esplendor.

Aunque existía una resistencia
considerable a la introducción de nuevas ideas en los niveles
más bajos, los intelectuales del país eran
receptivos a los conceptos de la Ilustración y a la Enciclopedia de Diderot.
España empezó a formar arquitectos, ingenieros,
geógrafos y
naturalistas. Más tarde, las ideas democráticas
engendradas por la Revolución
Francesa iban a llegar a España, aunque no iban a ser
adoptadas por las clases políticas
y dirigentes.

Después de un breve período de forzada
alianza con Francia, que culminó con la derrota
británica contra la flota franco-española en
Trafalgar, las tropas de Napoleón invadieron España. La
sangrienta guerra de los
seis años que siguió –la Guerra Peninsular,
conocida en España como la Guerra de la Independencia —
en la cual se utilizaron las tácticas de guerrilla y
vandalismo, asestó un golpe mortal a la economía
española.

  1. REFORMAS BORBONICAS

En el presente capítulo hemos expuesto con
algún detenimiento cuáles fueron los cambios que el
visitador José de Gálvez inició en el
noroeste de la Nueva España y que hemos llamado las
reformas borbónicas. En este apartado presentaremos
algunas reflexiones sobre el fenómeno histórico
considerado en su conjunto, porque se trata de una
combinación de acontecimientos que incidieron
profundamente en la sociedad regional
y modificaron el rumbo de su evolución al alterar las relaciones entre
sus grupos internos y
también las relaciones con las sociedades
regionales vecinas y con la capital del
virreinato e, incluso, con el extranjero. Fueron tan importantes
los cambios inducidos por las reformas borbónicas que
podemos considerarlas como un hito en el proceso
histórico regional del noroeste en general y de Sinaloa en
particular.

Las reformas borbónicas llegaron del exterior,
concretamente de la corte imperial de Madrid; llegaron de fuera
como llegó la conquista en el siglo XVI. Afectaron todo el
imperio, pues no eran sólo para la Nueva España y
menos privativas del noroeste. El objetivo
último de los monarcas de Borbón era la
sujeción de las colonias para beneficio económico
de la metrópoli: corregir las fugas fiscales y promover la
producción para aumentar así la
recaudación de impuestos. Para
lograrlo se necesitaba reformar instituciones
y procedimientos
viciados —a juicio de los reformadores— que se
habían incrustado en las sociedades
coloniales y con los que ciertos grupos de
privilegiados medraban al amparo de la
debilidad de los gobernantes de la casa de Habsburgo. El
Consulado de Comerciantes, algunas corporaciones religiosas como
la Compañía de Jesús y la misma
institución del virreinato fueron el blanco de los golpes
de los reformadores.

Los cambios llamados de "libre comercio"
minaron las bases en las que se apoyaba el monopolio de
los comerciantes almaceneros del Consulado de México y
resquebrajaron su poder
económico y político. La otrora corporación
más poderosa de la Nueva España vino a menos;
siguió como la asociación más importante en
la Colonia, pero ya no fue la única, ni la rectora de la
política
comercial del virreinato ni la acaparadora de la riqueza
colonial. La expulsión de los religiosos de la
Compañía de Jesús eliminó de la
política imperial a un opositor temible por su poder
económico y su influencia en los estratos ilustrados de la
sociedad;
además, la confiscación de sus bienes produjo
considerables ingresos a la
hacienda del rey.

La implantación del sistema de
intendencias pretendía que, desde la metrópoli, se
ejerciera un control
más directo y efectivo sobre las regiones del imperio. El
intendente era un funcionario de la más alta
jerarquía, con un sueldo equiparable al del virrey y
revestido de amplios poderes en todos los ramos de la administración
pública dentro del territorio de su intendencia. El
intendente era nombrado por el rey y a él debía
responder de su gestión. Aunque no se dijo de manera
expresa, de hecho el sistema de
intendencias venía a suplantar la antigua
institución del virreinato; o, en otras palabras, en el
sistema de intendencias el virrey no era necesario. Resulta muy
interesante observar que Antonio María de Bucareli y el
segundo conde de Revillagigedo, virreyes de intachable lealtad al
monarca, respondieron con disgusto a la limitación de su
autoridad y la
disminución de sus funciones.
Ciertamente, la ley seguía
otorgándoles los omnímodos poderes que sus
antecesores ejercieron en todo el virreinato, pero ahora
sólo a través de los intendentes podían
hacer uso de tales poderes, y los intendentes no dependían
del virrey. Por esto, los virreyes consideraron al intendente
como una cuña que había puesto el monarca para
minar su poder.

La creación del ejército profesional fue
también una de las reformas más borbónicas,
y su objetivo fue
contar con una fuerza
represiva disciplinada y leal al rey. Las reformas lesionaron
muchos y muy fuertes intereses, así que el monarca
debía tener a mano el instrumento para reducir a los
inconformes. El ejército profesional fue objeto de los
máximos privilegios concedidos por el rey, y era tanta su
confianza en los altos cuadros del ejército que casi todos
los intendentes fueron oficiales de alta
graduación.

Veamos la magnitud de los cambios producidos en la
gobernación de Sinaloa y Sonora que se transformó
en la Intendencia de Arizpe. La primera reforma de
consideración fue la expulsión de los jesuitas que
eliminó de tajo una de las más importantes fuerzas
económicas y políticas
de la región, con el aplauso de mineros, alcaldes mayores
y comerciantes, pues quedaba despejado el campo para que los
ricos de la región recibieran más trabajadores
indígenas y tuvieran acceso a la propiedad de
la tierra y
el agua. La
política de incentivos a la
minería
también benefició a este grupo social,
que aumentó la producción de plata en forma
considerable.

La creación de la Intendencia de Arizpe
dotó a la región de un aparato burocrático
que no tenía; una autoridad
superior en la persona del
intendente y un grupo de
subdelegados nombrados por él y sólo dependientes
de él, a través de los cuales podía ejercer
su autoridad en todos los puntos de la intendencia; un aparato
para la recaudación fiscal que
extendió su campo de acción hasta el cobro de
diezmos y tributos (y el
intendente tenía injerencia en la
administración de estos ingresos). Por
medio de esta burocracia, el
intendente podía también ejercer funciones
militares, judiciales y de fomento de la economía regional. Y
es de notar que este aparato burocrático se
articuló en la misma región, del intendente hacia
abajo; ya no hubo alcaldes mayores cuya lealtad estaba
comprometida con los comerciantes de México. A
pesar de las fallas y confusiones, cosa explicable en un
organismo nuevo y sin antecedentes en la región, este
aparato sirvió bien al desarrollo de
los intereses locales.

La ruptura del monopolio
comercial de la ciudad de México puso término al
más gravoso mecanismo de explotación de la
región. De manera simultánea, la llegada de
comerciantes extranjeros abrió la oportunidad para que los
comerciantes locales, antes sujetos a los almaceneros de
México, pudieran operar por su propia cuenta y evitar que
las ganancias generadas por el comercio
fluyeran hacia la ciudad de México. Los capitales
mercantiles acumulados podrían invertirse en la
región para estimular el crecimiento de las actividades
productivas.

El gobierno de los
intendentes de Arizpe favoreció al grupo regional
privilegiado, como se puede observar en la política de
privatización de la tenencia de la tierra, tanto
de la baldía como la de las comunidades indígenas.
El empeño por repartir las tierras comunales
conducía a favorecer también a ese grupo, pues si
bien la tierra se
entregaba a indios y mestizos a la larga pasaría a manos
de los ricos, ya por compraventa o por despojo. Saúl
Jerónimo Romero ha estudiado este fenómeno en su
libro De las
misiones a los ranchos y haciendas. La privatización de la tierra en
Sonora, 1740-1860, en el que muestra con
detalle el acaparamiento de las tierras y aguas por un reducido
grupo de pudientes en lo económico e influyentes en lo
político. La actitud de los
intendentes fue muy favorable con los comerciantes, como se
observa con claridad en la tolerancia o
permisividad del contrabando de ingleses y estadounidenses, a
despecho de las leyes que
prohibían el comercio con
extranjeros.

Este comportamiento
de los intendentes resulta explicable si consideramos que
necesitaban una base de sustentación regional si
querían conservar su puesto y ejercer sus funciones. El
intendente era un forastero que llegaba a la región
respaldado por la autoridad de un rey muy lejano y amenazado por
la enemistad de un virrey más cercano, así que al
hacer causa común con los importantes de la intendencia de
Arizpe encontraba un sólido asidero que le permitía
desafiar incluso la autoridad del virrey.

Esta cadena de cambios en la política y la
economía del noroeste novohispano produjeron el
debilitamiento de las relaciones comerciales y políticas
con la ciudad de México, y por consiguiente la
organización de la economía tendió a
reforzar su sentido regional, para beneficio de quienes habitaban
la región o al menos para cierto grupo. Antes, la zona
dependía de México en todos los aspectos: las
decisiones políticas, económicas y religiosas para
la región se tomaban allá. Los gobernantes
regían al noroeste, principalmente, para beneficio de
ciertas gentes de la capital; el
noroeste era una "colonia" de los almaceneros del Consulado de
México. En este periodo se debilitó mucho esta
asimétrica relación que supeditaba nuestra
región a los intereses de algunas personas del centro.
Éste es un hecho que no debemos perder de vista en el
curso de los sucesos posteriores.

En capítulos anteriores dijimos que a finales del
siglo XVII se habían delineado con precisión los
tres principales grupos
sociales surgidos de la conquista y colonización de
las provincias del noroeste. Un grupo de prominentes,
pequeño en número pero grande en poder
económico y político, formado por autoridades,
comerciantes, mineros, capitanes de presidio y religiosos
jesuitas, todos ellos españoles aunque sólo algunos
peninsulares. El segundo grupo, el más numeroso, formado
por los indios, especialmente aquellos que estaban integrados en
comunidades misionales, que eran propietarios colectivos de la
tierra y del agua y cuya
organización les daba fuerza
económica y política, bajo la tutela de los
jesuitas. El tercer grupo social, el de los mestizos, mulatos y
negros, era el intermedio por el número de sus
integrantes, que vivían del alquiler de su trabajo a los
dueños de las minas y de las tierras o bien eran artesanos
independientes.

Con la repercusión de las reformas
borbónicas se inició una transformación
profunda en el concierto de estos grupos
sociales. Del grupo de los españoles
desapareció el poderoso sector de los religiosos jesuitas,
se integraron otros clérigos, como los párrocos
seculares, los misioneros franciscanos y el nuevo obispo, pero su
influencia no alcanzó el grado que había tenido el
poder de los jesuitas. Los integrantes de este grupo (autoridades
de la intendencia, propietarios de tierras, mineros y otros
empresarios) trabajaron en armonía y con sus intereses
más centrados en la región que en
México.

El segundo grupo, el de los indios de comunidad,
resultó muy afectado por las reformas borbónicas
que aniquilaron el sistema de misiones jesuíticas. La
política reformista tendía a la anulación de
la propiedad
comunitaria y a la implantación de la propiedad privada de
los recursos de la
comunidad. Se
inició un lento pero irreversible proceso de
cambio que
tendía a la destrucción de las comunidades y a la
asimilación de los indios al tercer grupo social, el de
los desposeídos.

El grupo de los mestizos y mulatos fue el que
creció más entre 1767 y 1821, pero no
resultó beneficiado por las reformas borbónicas,
sino que fue mejor controlado y objeto de las exacciones fiscales
de una burocracia
más amplia y eficiente.

2.3 SIGLO XVIII EN EL PERU

Para estudiar con precisión la sociedad colonial
en el siglo XVIII, es preciso tomar en cuenta sus dos principales
contradicciones: las de carácter
económico, mediante las cuales apreciamos la existencia de
diversas clases; y las de carácter
socio-cultural, que nos permiten ver la presencia de naciones
enfrentadas. 

 La nación española es la dominante y
la nación india es la
dominada. Una acumula riqueza y poder, a costa del sudor,
sangre y
extermino de la otra. Pero tanto o más importante que ese
abismo económico, son sus diferencias socio-culturales.
Una es diferente a la otra por historia, tradición,
costumbres, idioma, raza, etc. Por eso hablamos de naciones
enfrentadas. Pero los criterios de clase y de nación son
complementarios. 

 2.3.1 LA NACIÓN
ESPAÑOLA 

En un primer plano está la nación
española, que es la dominante, compuesta por
españoles peninsulares y españoles americanos
(criollos). Ambas facciones estuvieron siempre en colusión
y pugna, utilizando al estado
colonial dependiente de la metrópoli como principal
instrumento de la dominación. 

La nación española dominante no formaba un
bloque homogéneo. Porque tuvo al interior sus
contradicciones de clase. En la cúspide de la
jerarquía aparentemente figuraban los españoles
peninsulares, que formaban la alta burocracia colonial,
detentando por tanto el poder. Allí están el
virrey, el visitador, los oidores, corregidores, arzobispos y
obispos, generales y almirantes, etc. Pero con el transcurrir de
la vida virreinal los españoles americanos o criollos
llegaron también al poder, pues poseyendo la riqueza no
sólo corrompieron a todas las autoridades peninsulares,
haciéndolas juguete de sus intereses, sino que
compartieron los altos cargos civiles, religiosos y militares. Un
caso muy ilustrativo es el de la Real Audiencia de Lima, que en
el siglo XVIII tenía mayoría
criolla. 

Los poseedores de la riqueza en el siglo XVIII son, como
hemos dicho, en su mayoría criollos. En primer lugar
podemos citar a los terratenientes feudales, principalmente
ganaderos. En el siglo XVIII las haciendas se expanden por varios
factores, consumándose el despojo cada vez más
creciente de las comunidades campesinas. Poseer mayor
extensión de tierras permitía acceder a una mejor
posición social, y con su riqueza los terratenientes
feudales compraron títulos de nobleza. Pero otro sector a
tomarse en cuenta es el clero, que es también gran
propietario de tierras. Los hacendados ganaderos tenían
una buena posición, pues proveían de carne a las
minas y ciudades; de lana a los obrajes, etc. 

En segundo lugar debemos citar a los propietarios de
minas y obrajes, que utilizando abusivos mecanismos
también se convierten en propietarios de haciendas. La
minería y
la industria
textil están principalmente bajo el control de
particulares; y el estado se
beneficia sólo fiscalizando la
producción. 

En tercer lugar hay que mencionar a la burguesía
comercial financiera que se organiza en Lima, dedicándose
al comercio de importación y exportación. Son los grandes comerciantes
de mercaderías, que en el siglo XVIII utilizan a los
corregidores como instrumentos para acumular mayores ganancias.
Están estrechamente vinculados con los terratenientes,
propietarios de minas y obrajes, todos articulados en un nuevo
mecanismo de dominación que emerge con la
implantación del reparto. Conviene aclarar que algunos de
los miembros de esta burguesía comercial provinieron del
sector terrateniente, principalmente limeño, pues un
propietario de haciendas y esclavos podía ser a la vez un
rico comerciante. 

Todos los sectores hasta aquí citados, vale
decir, la alta burocracia colonial, los terratenientes feudales,
los dueños de minas y obrajes, y la burguesía
comercial financiera, conforman el sector de los ricos,
propiamente dichos, al interior de la nación
española dominante. 

Pero hay debajo de ellos blancos menos ricos, entre los
que podemos mencionar a los medianos propietarios de tierras,
chacareros y granjeros, y la pequeña burguesía,
conformada por los comerciantes, principalmente de provincias,
los profesionales y la burocracia menor. 

Finalmente, hay también blancos pobres, un sector
casi lumpenesco, en el que se confunden aventureros, desocupados,
prostitutas, etc.   

2.3.2 LA
NACIÓN INDIA 

La nación india o
dominada es la mayoritaria. Pero tampoco forma un bloque
homogéneo, pues muestra grupos
diferenciados: caciques o curacas; campesinos de las comunidades
o ayllus; forasteros; y yanaconas. Además debemos
comprender en esta nación a los diversos grupos
selváticos. 

  2.3.2.1 Los caciques o curacas:
Conformaron el grupo privilegiado dentro de la nación
india. A mediados del siglo XVIII sumaban algo más de dos
mil, cada uno con un promedio de trescientos indios bajo su
mando. En su mayoría son descendientes de los Incas o de los
señores provinciales prehispánicos. El estado
colonial les reconoció privilegios, porque a cambio de ello
los caciques colaboraron con españoles y criollos en la
opresión y despojo de la masa campesina. 
Los caciques sirvieron como intermediarios en la
recaudación de tributos y en
el reclutamiento
de mitayos. En pago recibían una parte del tributo y el
derecho a usar limitadamente la mano de obra gratuita de los
pueblos indios. 

Los caciques eran ricos, poseían grandes
propiedades de tierras. A veces contraían matrimonio con
blancas, seguramente en el afán de escalar la
jerarquía social; pero nunca lograron esto último,
pues por rico que fuese el curaca no dejó de ser un indio
para el español,
que lo despreció por prejuicio racial,
considerándolo de raza inferior, lo que no impidió
al curaca circular en todas las esferas de la sociedad colonial.
Ningún curaca accedió al clero ni a la
burocracia. 

Además de hacendado, el curaca podía ser
comerciante. Hubo varios que se dedicaron al arrieraje, entre
ellos Túpac Amaru. De otro lado, llegó a tener
mando militar, pero sólo entre los indios, como jefe de
milicias. 

Casi todos los caciques sabían leer y escribir.
Para ellos es estado
colonial creó los colegios de caciques, en Lima y el
Cuzco, regentados por los jesuitas, en los que adquirieron una
cultura
universal, poniéndose al tanto de lo que sucedía en
el mundo. No ignoraban, por ejemplo, los problemas de
España, en constante guerra con otras potencias
imperialistas europeas, caso Inglaterra.
Allí también conocieron y se entusiasmaron con los
"Comentarios Reales" del Inca Garcilaso, visión
idílica y utópica del pasado imperio que
cimentó en ellos un orgullo nacionalista. Compararon el
deficiente gobierno colonial
español con el muy bien organizado del Tahuantinsuyo,
sacando en conclusión que los Incas fueron
mejores gobernantes que los extranjeros. 

Pero llegó el momento en que los caciques se
transformaron de aliados en opositores del sistema. Esto se dio
con nitidez promediando el siglo XVIII, al dañar
seriamente el reparto mercantil sus privilegios. Se les
obligó a servir de intermediarios en ese nuevo mecanismo
de exacción y se les hizo responsables por las deudas que
los indios del común no pudieron cancelar. Los
corregidores los trataron como a cualquier indio,
despojándolos y precipitándolos a la
miseria. 

Conjuntados los factores culturales (orgullo
nacionalista frente a la discriminación racial) y económicos
(perjuicios por el reparto mercantil), cobró fuerza el
Movimiento
Nacionalista Inca, convirtiéndose los caciques en voceros
de las reivindicaciones de los indios del común, primero
por la vía legal y finalmente a través de la
insurgencia armada. 

 2.3.2.2 Los campesinos: En un
segundo plano ubicamos la presencia de los pueblos indios (ayllus
o comunidades), que todavía mantienen sus propiedades
colectivas resistiendo tercamente ante el despojo que perpetran
en forma cada vez más creciente los
terratenientes. 

Estas mayorías indias de los ayllus campesinos
son las que obligatoriamente pagan tributos al rey de
España; primero lo hicieron en especies y desde 1697 en
dinero. Los
pueblos indios, además, están obligados a servir en
las mitas, esto es, en el infierno de las minas y obrajes,
principalmente, donde se produce un terrible genocidio. Y por si
no fuera mucho el eterno suplicio, sobre la masa campesina se
impone el reparto mercantil, que en el siglo XVIII se convierte
en la más insufrible de las plagas, pues conduce a la
desesperación y finalmente a la
rebeldía. 

Algunos indios huyen de sus pueblos para escapar de los
tributos, las mitas y los repartos. Y al entrar en otros pueblos
son considerados como forasteros, lo cual es un pasajero alivio,
pues esa condición los exime de tributos y mitas, aunque
no del reparto. Pero para sobrevivir, y especialmente para pagar
ese reparto, el forastero se ve obligado a buscar un nuevo
trabajo, y termina de yanacona en las haciendas, en las que su
situación vuelve a empeorar. 

Los yanaconas son los siervos de las haciendas, que
trabajan para el terrateniente feudal a cambio de una parcela de
tierra para su supervivencia. No están obligados al
tributo ni a la mita, pero en las haciendas padecen tanto como el
resto de los indios. El hacendado es el supremo señor en
sus tierras y explota a sus siervos con extremado
rigor. 

Un punto aparte merece la mención a las naciones
indias selváticas, que son sociedades pre-clasistas o
esclavistas patriarcales. Algunas de ellas fueron sometidas por
los invasores occidentales a esclavitud y
servidumbre, pero en su mayoría resistieron con éxito.
Por ello, uno de los líderes del Movimiento
Nacionalista Inca, Juan Santos Atahualpa, escogió la selva
central para desarrollar allí la guerra liberadora, que se
mostró triunfante durante varios años. 
  2.3.3. LAS
MINORÍAS 

Hay en la sociedad colonial grupos minoritarios que no
pertenecen ni a la nación española ni a la
nación india. Estamos hablando de los mestizos (cruce de
blanco con indio) y de las castas (cruce de negro con blanco, que
da mulato, y de negro con indio que da zambo). Posiblemente,
cuando los documentos
coloniales hablan de cholo, se están refiriendo al cruce
de las tres razas. Otro grupo minoritario fue el de los
negros. 

  2.3.3.1 Los mestizos y las castas:
No todos fueron iguales. Tuvieron grupos diferenciados
según su capacidad económica. 

Hay medianos y pequeños propietarios de tierras,
como chacareros y granjeros. Hay pequeña burguesía:
comerciantes menores. Hay artesanos y trabajadores de diversos
oficios, como sastres, herreros, zapateros, etc. Y también
un sector al margen de la ley, compuesto
por vagos, bandoleros, prostitutas, etc. 

Están exceptuados de pagar tributo, pero en
varias ocasiones los visitadores tratan de incluirlos en las
listas de tributarios, dando lugar a revueltas antifiscales. Pero
sí reciben reparto del corregidor, en los núcleos
urbanos de provincias, principalmente. 
  2.3.3.2 Los negros: Tienen también
grupos diferenciados. Primero, el de los libres o libertos, que
de alguna manera han dejado de ser esclavos convirtiéndose
en pequeños propietarios, modestos comerciantes,
artesanos, etc. 

Está luego el amplio sector de esclavos, en el
que es posible diferenciar los esclavos domésticos de la
ciudad, que viven más o menos cómodamente; y los
esclavos del campo, braceros de las haciendas que padecen severa
explotación. 

 Finalmente están los cimarrones, o sean los
negros que habiendo fugado de la esclavitud se
trasladan al monte, estableciendo efímeros palenques que
son rápidamente destruidos por las autoridades virreinales
y los hacendados. Quienes escapan de la dura represión
terminan de salteadores de caminos, pues es la única
vía que se les presenta para sobrevivir. 
  2.3.4
SITUACIÓN DE LAS MAYORÍAS
INDIAS 

En el siglo XVIII, tanto o más que en los siglos
anteriores, la opresión colonial se puso de manifiesto de
la manera más inhumana. Dejaron testimonio de esa
situación no sólo representantes indios, como
Vicente Mora Chimo o Juan Huáscar Vélez de
Córdova, sino incluso funcionarios españoles que
pasaron a estas tierras enviados por la corona, como Jorge Juan y
Antonio de Ulloa, quienes corroboraron lo denunciado en el siglo
XVII por los valientes criollos limeños el abogado Juan de
Padilla y el fraile Buenaventura de Salinas y Córdova.
Todos coincidieron en mostrar los horrores de la
dominación, señalando que la nación
española vivió del sudor, sangre y
exterminio de la nación india. 

La maquinaria de dominación funcionó en
base a tres instrumentos fundamentales: el tributo, la mita y el
reparto mercantil.

2.3.4.1 El tributo: Los pueblos indios
fueron obligados a pagar un tributo al rey de España, en
reconocimiento de vasallaje. Estuvieron exonerados de ese pago
los indios forasteros y los indios yanaconas. En un principio el
tributo se pagó en especies, con lo que los pueblos indios
producían en sus tierras comunales. Fue el virrey Toledo
quien por 1570 organizó ese pago, fijando una tasa de
tributación. En ese tiempo se
encargaron de recaudarlo los encomenderos, quienes a cambio se
quedaban con una buena parte.  

Pero desde 1697 la corona exigió el pago de
tributo en dinero. El
indio no tenía mercado para
vender lo que producía en su tierra, y para conseguir
dinero tuvo que ofertar su fuerza de trabajo en haciendas, minas
y hasta obrajes. Y al ofrecerse masiva mano de obra, el salario se
redujo, complicándose su situación. A medida que
fueron suprimiéndose las encomiendas, el corregidor
quedó encargado de recaudar el tributo; y en 1720 se
convirtió en el único recaudador, al extinguirse
las encomiendas. El abandono que hacían los indios de sus
tierras para emplearse, favoreció la expansión de
la propiedad terrateniente. A veces los indios no volvían
a ellas, que eran declaradas baldías, poniéndose a
la venta. 

 A mediados del siglo XVIII, legalizado el reparto
mercantil, empeoró la situación. El reparto,
convertido en el principal mecanismo de exacción,
perjudicó varios intereses. Atentó contra la
corona, pues a diferencia del tributo que se pagaba para el rey,
el reparto benefició a particulares (la burguesía
comercial que proveía mercancías; el corregidor que
las repartía; etc.). El corregidor prefirió el
cobro de lo que más le daba provecho, llegando a extremos
increíbles. El reparto fue tan abusivo y su cobro tan
riguroso, que por pagarlo el indio quedó imposibilitado de
pagar el tributo, y al quedar insolvente, después de haber
perdido lo poco que le quedaba, el indio fue encarcelado o
vendido como esclavo.  

 La corona, viendo disminuir peligrosamente la
tributación y recibiendo informe sobre lo
escandaloso del reparto, envió al Perú al visitador
José Antonio de Areche con amplios poderes, por encima
incluso que el virrey. Areche aplicó entonces una nueva
política
fiscal, estableciendo aduanas, subiendo
el impuesto de la
alcabala y proyectando incluir en la lista de tributarios no
sólo a los indios que hasta entonces habían estado
exonerados (forasteros y yanaconas), sino incluso a los mestizos,
cholos y castas.  

 Ello daría motivo al estallido de revueltas
antifiscales. En Huaraz el movimiento fue dirigido por mestizos,
que no pedían la supresión del tributo, sino
simplemente mantenerse exonerados de pagarlo. Por ese tiempo fue que
estalló la Revolución
de Túpac Amaru, una de cuyas miras fue la abolición
del tributo. Areche renunció entonces a su proyecto de
incluir a los mestizos y castas entre los tributarios, temiendo
que por esta causa esos grupos se plegaran a Túpac Amaru,
que los llamaba a su lado. 

 Como se sabe, la revolución
fue derrotada, y el indio siguió pagando el tributo, no
sólo en el resto de la dominación colonial, sino
incluso en la república, pues recién lo
suprimió el mariscal Ramón
Castilla en 1856. 
  2.3.4.2 La mita colonial: Según las
leyes de
Indias, los aborígenes eran hombres libres, como vasallos
del rey de España. En la práctica fueron casi
esclavos. 

Una real cédula señalaba que a nadie
debía darse indios en particular; pero
añadía que si existían necesidades o
conveniencias, los indios estaban obligados a alquilarse saliendo
a las plazas y lugares públicos para que allí los
contratasen por días o por semanas. Esa disposición
estipulaba además que los indios estaban en libertad de
escoger a sus contratantes; y que podían fijar el tiempo
de su trabajo y el monto de su retribución. En la
práctica, todo ello fue burlado, pues estos indios de
alquiler padecieron lo indecible. 

En el Perú, los españoles y criollos
interpretaron esa real cédula como mejor les convino. Las
conveniencias dieron lugar a que el alquiler fuese convertido en
mita colonial, sobre la base de la mita Incaica que fue
deformada. 

La mita colonial fue el trabajo
personal y
obligatorio del indio en servicio del
estado. Así se definió en teoría.
Pero en la práctica, los grandes beneficiados fueron los
potentados particulares, tocándole al estado sólo
una participación en las exacciones. La ley decía
que correspondía a los cabildos sortear a los mitayos y
que éstos debían servir sólo un semestre.
Esto también fue letra muerta. No hubo tales sorteos, los
mitayos fueron cogidos como animales. Y
tampoco para servir sólo un semestre, porque a veces
sirvieron en la mita hasta morir. 

Utilizando diversas argucias, la clase dominante
colonial esclavizó a los indios mediante la mita, sin
interesarle sus nefastas consecuencias. La mita permitió
el lucro de los opresores, pero con el genocidio de los
oprimidos. La mita se destinó para las minas y obrajes,
principalmente; pero también para el servicio
doméstico en los centros urbanos; para chasquis,
etc. 

Fue tan bárbara esa opresión que los
indios huían de sus pueblos para salvarse de la mita,
dejando deshabitadas sus tierras; éstas eran entonces
declaradas baldías y las adquirían los
españoles o criollos, con lo cual se extendió la
propiedad terrateniente. Ocurrió también que muchos
mitayos no pudieron volver a sus tierras, al ser condenados de
por vida por deudas impagables; sus tierras pasaron entonces a
poder de los hacendados. 

La mita sirvió así para el enriquecimiento
de terratenientes, propietarios de minas y propietarios de
obrajes. Sobre sus horrores hay numerosos testimonios, no
sólo de indios, sino incluso de criollos y hasta de
españoles. Citaremos sólo uno, el del criollo
limeño Juan de Padilla, alcalde del crimen de la Real
Audiencia, quien el 20 de julio de 1657 firmó un Memorial
de los trabajos, agravios e injusticias que padecen los indios
del Perú, documento válido para toda la
época de la dominación colonial: 
  "… sienten los indios tanto el trabajo de
la mina de Huancavelica -escribió Padilla-, que es
constante que muchas madres lisian a su hijos cuando niños,
de brazos y de piernas, por excusarlos de él cuando
grandes… Pende este trabajo sólo del sudor, sangre y
vida de estos indios… y salen los mineros a la caza de ellos, o
esperándolos en los caminos o sacándolos
engañados de sus pueblos… y los cazan y los llevan en
colleras y prisiones a sus minas, donde los hacen trabajar como
quieren, y bien se deja entender cómo, sin que los
desdichados tengan a quien volver los ojos para que los saquen de
esa rigurosa opresión y violencia, de
día y de noche los tienen desaguando las minas, trabajo en
el que han de morir muchos…  

"(Y) traen a los obrajes a los muchachos de cinco
años para arriba, y denles a hilar lana, y a éstos
y los de más edad, si al entregar la tarea no está
bien hilada, los matan a azotes, y tienen señalados
verdugos para esto… Tienen unos que llaman guatacos, que en la
lengua general
de los indios quiere decir los que amarran o prenden, y que son
de ordinario mestizos, que sirven para coger a los indios que
faltan o huyen, y los traen amarrados a los obrajes donde los
meten en cepos, grillos y prisiones… (y) si el indio que buscan
no aparece, llevan esos guatacos al padre por el hijo, a la mujer por el
marido, o a su pariente o vecino más
cercano.  

"(Y) aprovéchense y fuerzan a las mujeres,
principalmente a las hijas, y a veces con consentimiento de los
padres, porque les excusen de llevar a los obrajes. (Y)
róbenles lo que tienen… Tienen en los obrajes
pulperías y tiendas públicas, y como los indios
(reciben ingenuamente) lo que le dan de fiado, dánselo a
excesivo precio, y
estando dispuesto por ordenanzas de este reino que no se puede
fiar a indios arriba de diez o doce patacones, hay indios que
están empeñados en ciento, doscientos, quinientos y
hasta más pesos, con que son perpetuos esclavos de los
obrajes, porque es imposible que puedan pagar… (Y) pasan los
indios estos agravios sin esperanza de remedio". 

Los líderes indios reclamaron siempre la
abolición de la mita, y en la guerra de Túpac Amaru
una de las primeras acciones
revolucionarias fue el incendio y arrasamiento de los obrajes,
con liberación de los mitayos. La mita recién fue
abolida en 1812. Pero posteriormente resucitaría en la
república bajo diversos disfraces. 
  2.3.4.3 El reparto mercantil: En el siglo
XVII comenzó a desarrollarse un nuevo mecanismo de
dominación, que se extendió en el siglo XVIII
agudizando las contradicciones sociales. 

Consistió en la venta forzosa de
diversas mercancías, que hicieron los corregidores en los
territorios a su cargo, opresión que se dejó sentir
terriblemente sobre los indios, aunque también se hizo
extensiva a los mestizos, castas y criollos
pobres. 

El reparto sirvió a los intereses de varios
grupos particulares. En primer lugar a la burguesía
comercial, que de esta manera encontró mercado para lo
que importaba, con parte de cuya ganancia financió el
florecimiento de la minería, industria
textil, ganadería
y agricultura,
en el afán de impulsar una producción que se
encargó de exportar. Esta burguesía otorgó
mercaderías en crédito
y con interés a
los corregidores, quienes de la manera más brutal se
encargaron de aplicar ese nuevo mecanismo de
dominación.  

Conviene recalcar ello: Los corregidores fueron
instrumentos de un nuevo mecanismo de dominación que
benefició a la burguesía comercial de Lima que se
alió con los terratenientes feudales y propietarios de
minas y obrajes. De esta forma, los potentados criollos pasaron a
ser la facción dominante, corrompiendo a toda la alta
burocracia colonial, incluido el virrey. 

Se repartía a un precio
multiplicado toda clase de mercancías, en su
mayoría superfluas para los indios.

Se repartía no lo que ellos necesitaban, sino lo
que al corregidor se le ocurría. Por ejemplo, medias y
listones de diversa calidad y
color, rejas
para ventanas, ropa occidental usada, etc. Y esto llegó a
extremos increíbles, como en el caso de un corregidor que
repartió collares de simples piedrecillas aduciendo que
servían para curar las paperas. 

Con el reparto se masificó la mano de obra. El
indio tuvo que buscar cualquier trabajo adicional al que
realizaba en sus tierras comunales, para procurarse el dinero que
le permitiese pagar el reparto. 

Fue tanta la codicia de los corregidores, que el abuso
llegó a horrores, al punto que finalmente los indios se
vieron imposibilitados de pagar sus deudas. Masificada la mano de
obra, el pago por el trabajo fue cada vez menor, y no
bastó para cubrir el costo del
reparto. Conviene señalar que los indios no tuvieron
mercado para vender lo que producían sus tierras; y la
tragedia sobrevino al quedar insolventes, pues el corregidor se
cobró despojándoles de sus animales, de sus
sementeras, de sus cosechas y finalmente de sus tierras, que
inmediatamente pusieron en venta. De esta manera, el reparto
favoreció también la expansión de la
hacienda. 

La pequeña burguesía, sobre todo los
comerciantes de las provincias, tanto los arrieros como los
dueños de tiendas, se perjudicó también
notablemente, pues el corregidor monopolizó el comercio
interior: en el campo repartía entre los indios; y en la
ciudad entre todos los otros grupos, con excepción de los
criollos y españoles ricos. 

Otro sector tremendamente afectado por el reparto fue el
de los caciques. Al principio aparentemente los había
favorecido, pues sirviendo de intermediarios recibieron el 4% de
las recaudaciones. Pero con el paso del tiempo se advirtió
otra realidad. Al no poder pagar los indios del común el
reparto, sus caciques quedaron como responsables de las deudas,
por el hecho de haber repartido como intermediarios la
mercancía. Frente a ellos no tuvo el corregidor ninguna
contemplación, despojándoles de sus propiedades y
empujándolos poco a poco a la
miseria.  

Fue entonces que la mayoría de caciques
pasó al campo opositor del sistema, adhiriéndose al
Movimiento Nacionalista Inca y asumiendo además las
reivindicaciones de la masa campesina. Con esto, anularon
relativamente la contradicción que existía al
interior de la nación india, pues los campesinos vieron en
los caciques a sus legítimos líderes. Primero
fueron las protestas legales ante las autoridades coloniales; y
al fracasar éstas, se pasó a la insurrección
armada. 

Pese a que el reparto beneficiaba fundamentalmente
intereses particulares, la corona, seguramente por tener centrada
su atención en las guerras
europeas, dejó progresar el reparto. De él
sólo alcanzaba beneficio indirecto, con la venta del cargo
de corregidores, que aumentó en su cotización; y
con el gravamen impuesto a las
mercancías que se comercializaba (alcabala). Pero en
cambio se vio grandemente perjudicada ya que el auge del reparto
produjo la disminución del tributo real. Temerosos de la
autoridad del cercano corregidor más que la del lejano
monarca, los indios priorizaron el pago del reparto, descuidando
el pago del tributo. Con ello el clero fue también
perjudicado, pues recibía diezmos, es decir la
décima parte del tributo. Ello explica que frailes y
curas, sobre todo de provincias, denunciaran los excesos del
reparto. 

En 1751 reaccionó la corona, pero de manera
contraproducente. Ordenó al virrey contener los abusos del
reparto, formando una junta de cuatro ministros que fijase un
tope en el volumen y precio
de las mercaderías a repartirse en cada provincia. Con
sólo hacer esta demanda, la
corona reconoció la validez del reparto. Por tanto, lo
legalizó. El virrey, mero instrumento de los potentados
criollos, organizó la junta tal como éstos la
quisieron, y se elaboró la tasa solicitada, que el rey
aprobó en 1754. 

Se agravó entonces la situación para los
pueblos indios. Hasta esa fecha, al no poderse quejar ante el
corregidor que era su principal verdugo, habían recurrido
a cabildos y audiencias, que a veces transmitieron esas quejas a
la corona. Ahora, los cabildos y las audiencias dejaron de tener
competencia en la
cuestión, pues todo lo relacionado al reparto se
derivó a la junta de ministros formada en Lima, vale
decir, a los otros verdugos. 

Aumentaron en consecuencia las rebeliones locales contra
el reparto, que entre 1760 y 1779 estallaron en varias provincias
del virreinato, creando condiciones propicias para la gran
sublevación de 1780. 

Los virreyes que gobernaron en aquel período,
Amat (1761-1776) y Guirior (1776-1780), fueron simples
instrumentos de los intereses de la burguesía comercial
criolla, y nada hicieron por contener el régimen de terror
impuesto por los corregidores. 

Por entonces estaba en el trono el rey Borbón
Carlos III, quien en uno de los breves períodos de paz que
tuvo en Europa, se
propuso sacar a España del letargo en que se encontraba, a
la zaga del desarrollo de otras potencias. Pero para impulsar ese
progreso requería de capital, y el dinero no
afluía como antes de las colonias. Decidió por ello
el envío de visitadores generales y al Perú vino
José Antonio de Areche, con poderes amplios por encima del
virrey. Areche llegó en 1778 y de inmediato
implantó una severa política
fiscal. Su intención fue terminar con el trastorno
causado por el reparto y creyendo perjudicar a los corregidores
estableció aduanas y
aumentó la alcabala del 4% al 6%, entendiendo que
así mejoraría la recaudación proveniente del
comercio. Y además de ello, quiso ampliar las entradas que
provenían del tributo al rey, intentando incluir en las
listas de tributarios ya no sólo a los indios de las
comunidades, sino también a los forasteros y a los
yanaconas de las haciendas, e incluso a los mestizos y a las
castas. En su primer año de gestión
tuvo aparente éxito,
pues los ingresos del fisco aumentaron por primera vez
después de largo tiempo.  

Pero ese éxito fue aparente, porque la severa
política provocó las revueltas antifiscales. Unos
se amotinaron contra el proyecto de ser
incluidos entre los tributarios, como los mestizos de Huaraz en
1779; y otros porque fueron perjudicados por las aduanas y alza
de alcabala, como fue el caso de la pequeña
burguesía comercial de las ciudades del
interior.  

En los primeros meses de 1780 hubo revueltas en Puno,
Arequipa, Cuzco, La Paz, Cochabamba, etc. Los cabildos de esas
ciudades defendieron los intereses de esa pequeña
burguesía provincial a la que representaban, y aduciendo
que las revueltas podían crear una conmoción
más grave, suspendieron el establecimiento de las aduanas
y volvieron la alcabala a su tarifa original del
4%.  

Respecto a los mestizos y castas, tampoco pudieron ser
incluidos entre los tributarios, Y Areche no pudo hacer frente a
esa reacción, porque el virrey se alineó con los
intereses de la burguesía comercial. Fue por ello que el
visitador recomendó al rey el cambio de Guirior, que ese
mismo año fue suplantado por el capitán general
Agustín de Jáuregui. De acuerdo con éste,
Areche hubiese seguramente extremado el rigor de su
política frente a los criollos, en resguardo de los
intereses de la corona, pero entonces se desató la
Revolución de Túpac Amaru, quien quiso recoger las
demandas de los varios sectores afectados por su renovada
política fiscal. 

Ante el peligro, ante el racismo desde
abajo que desbordó las originales concepciones de
Túpac Amaru, todos los no-indios, en su gran
mayoría, dejaron de lado sus contradicciones y se unieron
en un solo bloque para aplastar la
revolución. 

Túpac Amaru proyectó la abolición
del reparto y el exterminio de los corregidores, entre otros
ideales. Algo similar quiso Areche, quien en 1780 abolió
el reparto y en 1784 eliminó los corregimientos. Pero el
primero buscó además la independencia, mientras que
el segundo trabajó más bien para reordenar la
dependencia. 
2.3.5 LOS MOVIMIENTOS
POPULARES 

Todos los grupos de una u otra forma fueron afectados
por la dominación colonial, desarrollaron en el siglo
XVIII varios movimientos en respuesta a diversas motivaciones y
con un componente social distinto.  

Didácticamente, podemos hablar así de: 1)
Luchas de las minorías no-indias; y 2) Luchas de las
mayorías indias. 
2.3.5.1) Las luchas de las minorías
no-indias:
Comprendemos aquí las protagonizadas
por esclavos negros, vale decir del cimarronaje; y las revueltas
antifiscales que protagonizaron básicamente los criollos
pobres, mestizos y castas. 
a) El cimarronaje: Fue la forma de lucha adoptada
por los negros que padecían cruel esclavitud en las
haciendas, principalmente de la costa. Se había dado con
frecuencia en los siglos XVI y XVII, pero en el siglo XVIII
existen de ella pocas referencias. Se conoce, por ejemplo, la
sublevación negra en las haciendas de San Jacinto y San
José de ICA, el año 1768. 

Los negros esclavos fugan de las haciendas en procura de
la libertad, y
tratan de esconderse en los montes donde a veces construyen
palenques o se convierten en salteadores de caminos. Siempre
fueron brutalmente reprimidos por el estado y los
terratenientes. 

Cabe señalar que los líderes del
Movimiento Nacionalista Inca, como Juan Santos Atahualpa,
Francisco Inca y Túpac Amaru, intentaron conjuntar en sus
luchas a los negros esclavos, sin ningún éxito. Los
negros que se plegaron a Juan Santos y a Túpac Amaru
fueron la excepción de la regla. 
b) Las revueltas antifiscales: Como su nombre lo
indica, fueron movimientos contra la política fiscal del
estado. Ella afectó fundamentalmente a la pequeña
burguesía, compuesta por criollos pobres, mestizos y
castas. Tuvo como escenario las ciudades, y sólo en
contadas ocasiones los indios fueron arrastrados en ellos, sin
que se defendieran sus reivindicaciones. Surgieron como respuesta
a dos formas de agresión:  

En primer término, contra el intento mostrado por
algunos visitadores generales de incluir en las listas de
tributarios a los mestizos, cholos y castas. Por esta causa
estalla la revolución en Oropesa, Alto Perú, el
año 1730, comandada por el platero mulato Alejo Calatayud;
y la de 1779 en Huaraz, donde la población mestiza era
apreciable.  

En segundo término, contra la nueva
política fiscal implantada en 1778 por el visitador
Areche, con el establecimiento de aduanas y el alza de la
alcabala del 4 al 6%. Esto provocó revueltas en varias
ciudades, como Arequipa, Cuzco, Puno, La Paz, Cochabamba, etc.
Aprovechando la conmoción, los cabildos que representaban
a los sectores alzados, suspenden la aplicación de la
nueva política fiscal. Areche no tiene tiempo de
reaccionar pues a continuación se desata la
Revolución de Túpac Amaru, quien en el intento de
formar un frente amplio de clases oprimidas, asume entre sus
objetivos la
lucha contra los pesados gravámenes. Ello nos explica el
por qué una parte de la pequeña burguesía se
plegó a la revolución. 
2.3.5.2) Las luchas de las mayorías indias:
Conjuntamos aquí los movimientos que recogieron la
protesta y el ideal de las mayorías campesinas,
diferenciando las luchas inmediatistas, como fueron las
rebeliones locales, del proyecto de mayor envergadura, con
programa,
ideología y ejército, como fue el
que gestó el Movimiento Nacionalista Inca. Las rebeliones
locales se dieron a lo largo de todo el siglo XVIII,
desarrollándose paralelamente el Movimiento Nacionalista
Inca. 
a) Las rebeliones locales: Fueron movimientos
espontáneos, improvisados y de miras inmediatistas, que
surgieron como respuesta desesperada del campesinado a la
situación de inhumana opresión en que vivía.
Su escenario fue el campo. Allí el elemento visible de la
dominación era el corregidor, y las rebeliones terminaron
a veces con la muerte o
fuga de esos odiados funcionarios. Ello no solucionó nada
pues a un mal corregidor sucedió otro
peor.  

Las rebeliones fueron fundamentalmente en contra del
insoportable reparto; pero también en contra de la mita,
como lo demuestra el incendio de algunos
obrajes.  

Se dieron a todo lo largo del siglo XVIII, siendo su
ciclo mayor el comprendido entre 1770 y 1779, que precede a la
Revolución de Túpac Amaru, uno de cuyos objetivos fue
la abolición del reparto y el exterminio de los
corregidores. Las rebeliones estallaron en diversas regiones del
virreinato, con mayor incidencia en Apurímac, Cuzco y el
Alto Perú. 
b) El Movimiento Nacionalista Inca: Fue el
investigador norteamericano John Rowe quien acuñó
esta denominación para referirse a un movimiento indio de
mayor envergadura, que toma fuerza en el siglo XVIII liderado por
caciques que en su mayoría se consideran descendientes de
los Incas. 

 Este movimiento tiene un importante antecedente en
el siglo XVII, cual fue la conspiración india que se
descubrió en Lima el año 1666, liderada por Gabriel
Manco Cápac, movimiento que tuvo como objetivo matar a
todos los españoles. Las características allí presentes son
las que se dan en el Movimiento Nacionalista Inca del siglo
XVIII.  

En primer lugar, su carácter anticolonial, pues
se fija como meta acabar con el dominio
español. En segundo lugar, su carácter
mesiánico, pues pretende la restauración del
Imperio de los Incas. En tercer lugar, que sus líderes
tiene o adoptan nombres de antiguos emperadores del
Tahuantinsuyo: Juan Huáscar Vélez de Córdova
en 1739, Juan Santos Atahualpa Apu Huayna Cápac en 1742,
Francisco Inca en 1750 y José Gabriel Túpac Amaru
en 1780. 

Se aprecia en el Movimiento una ideología nacionalista, que se nutre en
la lectura y
difusión de los Comentarios Reales del Inca Garcilaso,
cuya visión idílica y utópica encaja con los
intereses de sus líderes, que provienen del sector de los
caciques. 

Ese grupo, enriquecido en la primera etapa de la
dominación colonial, no accede nunca al poder, pues en el
Perú virreinal se manejan criterios racistas. El cacique,
por más riqueza que tenga, siempre es despreciado por el
español o criollo, que lo ve como hombre de raza
inferior. Este desprecio origina por contradicción el
orgullo nacionalista en el cacique, que comparando el
régimen colonial con el idílico Tahuantinsuyo se
muestra convencido que los Incas supieron gobernar mejor que los
extranjeros. Este es el componente socio-cultural de su paso a la
oposición. Pero hay además y fundamentalmente, el
económico.  

El sector de los caciques, que como decíamos
mantuvo sus privilegios y aumentó sus riquezas en la
primera etapa de la dominación colonial, vio cambiar su
situación en el siglo XVIII al ser uno de los más
afectados por el reparto mercantil. Los caciques, que actuaban
como intermediarios y recaudadores del reparto, fueron
responsabilizados de las deudas de los indios insolventes, y el
corregidor las cobró
despojándoles.  

Una mayoría de caciques se adhirió
entonces al Movimiento Nacionalista Inca, a la vez que
asumió las reivindicaciones de los indios del
común, primero con la protesta legal, presentando
memoriales ante las autoridades; desoídas sus quejas,
proyectó entonces la sublevación. Los campesinos
vieron con simpatía ese cambio en los caciques y los
aceptaron como sus auténticos voceros y
líderes. 

Se plegaron también al Movimiento Nacionalista
Inca los indios que habitaban las ciudades, principalmente los
artesanos, y simpatizaron con la causa algunos sectores de la
pequeña burguesía. Túpac Amaru contó
con varios leales mestizos y criollos pobres. 

La labor proselitista fue desarrollada pacientemente; a
nivel de elite con la lectura del
Inca Garcilaso y a nivel de masa con la propaganda
mesiánica, anunciándose que el Inca volvería
para sacar a los indios de la época de caos en que
vivían.  

Los caciques aprovechaban los desfiles en las ciudades
para vestirse a la usanza de los Incas; y representaban ante la
masa obras teatrales propiciando el sentimiento nacionalista. Por
ejemplo, escenificaron la conquista de tal forma, que los indios
lloraban la prisión y muerte de
Atahualpa. Aquí se dio la unidad de la nación
india, sin distingo de jerarquías aunque tal vez los
caciques pensaron en una restauración del antiguo imperio
manteniendo sus distingos de clase. 

Los líderes poseían una sólida
formación cultural, pues se educaban en los Colegios de
Caciques de Lima y Cuzco, regentado por los jesuitas. En esas
ciudades existieron los dos principales focos conspirativos. Los
caciques estaban al tanto de lo que acontecía en el mundo;
por ejemplo, sabían que España estaba enfrentada
con otras potencias europeas, principalmente Inglaterra en
cuya ayuda confiaron.    

2.3.6 HITOS DEL
MOVIMIENTO NACIONALISTA INCA 

2.3.6.1) 1739-Oruro: Conspiración de Juan
Huáscar Vélez de
Córdova 

Este líder,
moqueguano de nacimiento, hizo labor proselitista en el Alto
Perú, ganando muchos adeptos. En el Cuzco buscó el
apoyo de Juan Bustamante Carlos Inca, a quien entonces se
consideraba el más cercano descendiente de los antiguos
emperadores; pero éste no se plegó al proyecto y
hasta intentó la disuasión para que no pasara
adelante. 

Vélez de Córdova adoptó el nombre
de Huáscar y como líder
del movimiento redactó un Manifiesto de Agravios,
denunciando los padecimientos de los indios y recordando a los
mestizos y criollos pobres que también formaban parte de
las clases oprimidas, tratando de ganarlos para su
causa. 

Dijo que había llegado la hora de acabar con el
dominio
español, restaurando el Imperio de los Incas. Y
fijó el 8 de julio de 1739 para el estallido de la lucha
armada. Pero un traidor delató todo ese plan a las
autoridades coloniales y abortó el proyecto, siendo
eliminados sus principales líderes. 
  2.3.6.2) 1742-1756 Selva Central: Rebelión de
Juan Santos Atahualpa
  

Tres años después del intento de Juan
Huáscar Vélez de Córdova, el virreinato va a
ser conmovido por el estallido de un movimiento de grandes
proporciones en la selva central, territorio hasta entonces
dominado en parte por el clero franciscano y por terratenientes
asentados cerca de las misiones. 

Juan Santos nació presumiblemente en Huamanga o
el Cuzco, indio o mestizo, y se educó con los jesuitas,
viajando con ellos por Europa y
África, experiencia que le proporcionó una amplia
cultura. 

Según informes
jesuitas, Juan Santos era considerado, desde antes de la
sublevación, como el más cercano pariente de los
antiguos emperadores del Perú. Lo cierto es que tuvo o
adoptó los nombres de Apu Huayna Cápac y
Atahualpa. 

Entendió que la selva central, donde las naciones
indias resistían tercamente el avance occidental, era el
territorio propicio para desatar una sublevación general,
y se internó por Huanta en las posesiones de los
AshánInkas, nación por otros llamada de los
Campas. 

Debió tener un gran carisma y conocimiento
de las lenguas nativas, pues tanto los AshánInkas como
otras naciones selváticas lo aceptaron como Inca,
expulsando a los blancos de las haciendas que tenían en
sus tierras. Todas las misiones fueron abandonadas y ese
territorio liberado, proclamando Juan Santos la
independencia. 

Demandó que los españoles se retirasen del
Perú, pues de lo contrario los aniquilaría, con el
apoyo no sólo de los indios selváticos sino
también de los indios serranos que se disponían a
seguirlo, según anunció. 

Fijó entre sus objetivos la abolición de
los trabajos forzados, del tributo y del comercio, que tanto
daño habían hecho a los indios. Y dijo que contaba
con el apoyo de los ingleses. Por ese tiempo, precisamente, se
situó frente a las costas del Perú una escuadra
británica al mando del almirante Anson. 

Durante catorce años, entre 1742 y 1756, Juan
Santos fue el Inca indiscutible en esa región.
Además de los AshánInka, se le unieron los
Amueshas, Shipibos, Cunibos, Setthebos, Piros y otras varias
naciones amazónicas. Tuvo a su mando un ejército
que derrotó sucesivamente a las tropas virreinales que
marcharon a combatirlo. Y nombró autoridades indias en el
territorio liberado. Parece que esperaba la insurrección
en la sierra, pero, como explicaremos a continuación,
ésta abortó. 

El final de Juan Santos es un misterio. Varias leyendas se
lucubraron al respecto. Lo cierto es que en 1756 se tuvo noticia
certera que ya no estaba entre los indios selváticos, por
lo que se supone que había muerto. 
  2.3.6.3) 1750-Lima y Huarochirí:
Conspiración y rebelión de Francisco
Inca
  

Posiblemente bajo la influencia del movimiento que
lideraba triunfante Juan Santos Atahualpa en la selva central, se
preparó en Lima una rebelión, que debió
haber estallado el día de San Miguel Arcángel del
año 1750. 

Se proyectó la toma de la capital por miles de
indios que bajarían de los contornos. El movimiento se
iniciaría con una matanza general de españoles,
incluidos los criollos. Lima se tomaría al mismo tiempo
que el Callao, para luego lanzar un llamado a las demás
provincias. La mira era un levantamiento general, para acabar con
la dominación extranjera restaurando el Imperio de los
Incas. Terminaría con ello la opresión de mitas,
tributos, corregidores, jueces y curas, según anunciaron
los líderes rebeldes. 

Pero todo ese plan
fracasó, por delación de un traidor, y pocos
días antes del día fijado para el estallido de la
sublevación cayeron en prisión los principales
líderes, exceptuando Francisco Inca, que pasó a
Huarochirí. Hubo un juicio sumario y poco después
la plaza mayor de Lima fue nuevo escenario de un holocausto
indio. Los líderes fueron ahorcados, decapitados y
descuartizados, fijándose sus restos, como macabros
trofeos, en el puente y en las salidas de la
capital. 

Las autoridades coloniales se equivocaron creyendo que
el terror aquietaría los ánimos, porque
inmediatamente Francisco Inca desató la rebelión en
Huarochirí, dando muerte al
corregidor de esa provincia y a sus principales secuaces.
Organizó un pequeño ejército, precariamente
armado, y bloqueó el camino de Lima, convocando el apoyo
de otros pueblos indios e incluso solicitando la adhesión
de esclavos negros, a los que prometió la libertad. Ecos
de ese llamamiento se escucharon hasta
Lambayeque. 

Fuerzas virreinales, desde Lima y desde Tarma, se
movilizaron en su contra, librándose sangrienta
campaña, cuyo epílogo fue una bárbara
represión, no sólo en Huarochirí sino
también en Canta. Los jefes indios sobrevivientes fueron
remitidos a Lima para ser ejecutados. 

El fracaso de la rebelión en Lima y
Huarochirí pudo ser determinante para que Juan Santos
Atahualpa no pasara más adelante de Chanchamayo,
encerrándose en la selva central. En las décadas
siguientes, al tiempo que se acrecentaba el número de las
rebeliones locales, el Movimiento Nacionalista Inca debió
efectuar principalmente labor proselitista, hasta 1780 en que se
desató como su mayor expresión la Revolución
de Túpac Amaru. 
2.3.7
LA REVOLUCIÓN DE TÚPAC
AMARU  

Fue el movimiento más importante que se dio
contra la dominación colonial. Su componente social fue
básicamente indio campesino, bajo el liderazgo de
curacas; pero intentó la unidad peruana, convocando a
todos los sectores con la única excepción de los
españoles peninsulares. Confió incluso en un sector
de los criollos ricos, especialmente en el clero provinciano, por
ejemplo en el obispo del Cuzco, Moscoso y Peralta. Ese fue uno de
sus grandes errores, pues la contradicción entre naciones
fue imposible de resolver. 

Tuvo un amplio programa
político, social y económico. Fue anticolonial:
Túpac Amaru, en el desarrollo de la guerra, se
definió separatista, proclamando la restauración de
la Autonomía Andina. Pero siendo un cacique culto, no
buscó la simple restauración del Imperio de los
Incas, sino la construcción de una monarquía moderna al estilo de la inglesa.
Con ello, traspasó los linderos del mesianismo y la
utopía, que existieron sin duda en la masa
campesina. 

Tampoco fue milenarista; no se advierte que la
reivindicación de dioses nativos haya tenido importancia.
Sólo un minoritario sector reclamó la
restauración del culto al dios Sol. Por lo demás,
Túpac Amaru dijo respetar la religión cristiana,
tal vez por su esperanza de captar el apoyo del clero
provinciano. Pero como se sabe, fue excomulgado y los curas se
alinearon en su contra, casi todos. 

El movimiento asumió las principales
reivindicaciones de los indios, tales como la abolición
del tributo, de la mita y del reparto; y aún más
importante fue que en su desarrollo propiciase una distribución más justa de la tierra,
adquiriendo un matiz antifeudal.  

Acciones como el ajusticiamiento del corregidor Arriaga
y el arrasamiento del obraje de Pomacanchis marcaron ese ritmo
revolucionario. Túpac Amaru actuaba como Inca, desde el
principio. 

Pero el líder, en su afán de captar a los
grupos no-indios, asumió otras demandas. Se
pronunció contra los gravámenes que afectaban a la
pequeña burguesía, formada por criollos pobres,
mestizos y castas. Y también contra la esclavitud de los
negros, decretando su libertad al iniciar la lucha
revolucionaria. 

Pero fue imposible alcanzar el objetivo de la unidad
peruana, primero porque la facción de los criollos ricos,
ante el desborde indio, se alineó inmediatamente con los
españoles peninsulares; y segundo porque la masa
campesina, principalmente en el Alto Perú, vio como
enemigo a todos los no-indios, desarrollando acciones de
violencia
racial, ante lo cual muchos mestizos y criollos pobres, que tal
vez se hubiesen plegado a la revolución, optaron por
apoyar a la clase dominante. De otro lado, los negros,
enfrentados desde siempre con los indios, tampoco entendieron o
no pudieron captar el mensaje libertario de Túpac
Amaru. 

Por eso debe decirse que el apoyo dado al movimiento por
algunos negros, castas, mestizos y criollos pobres, fue la
excepción de la regla. Pero fue un apoyo digno de todo
encomio, pues estuvo signado por una lealtad hasta el
sacrificio. 

Como se sabe, la revolución fue doblegada,
después de tres años de guerra sangrienta, con
más de cien mil revolucionarios muertos, y entre ellos
todos sus líderes. 

Es muy importante tomar en cuenta que un buen
número de caciques, los más ricos, defendió
la causa de los opresores, comandando milicias indias que
formaron en el ejército represor. Entre esos traidores a
su nación estuvieron Pumacahua y
Choquehuanca. 

Junto con la represión militar se
pretendió aplicar la represión ideológica.
En la sentencia pronunciada contra José Gabriel
Túpac Amaru, se prohibió a los indios el uso de sus
trajes ancestrales; se ordenó destruir las pinturas y
retratos que existían de los Incas; se requisaron los
pututos, argumentando que su sonido
lúgubre era por el luto que guardaban los indios por sus
pasados monarcas; y hasta se intentó borrar toda
mención a los Incas. Demás está decir que
los Cometarios Reales del Inca Garcilaso fueron requisados. Pero
ello no fue suficiente para destruir la tradición india,
que supervivió no obstante tantas
adversidades. 

Diremos finalmente que, aunque parezca irónico,
la corona española coincidió con Túpac Amaru
en varios de sus objetivos. Areche vino al Perú para
intentar contener el poder cada vez más creciente de los
potentados criollos. Túpac Amaru, por su parte, de haber
triunfado hubiese traído abajo el montaje de la
dominación del cual eran principales beneficiarios la
burguesía comercial financiera aliada a los terratenientes
feudales y los propietarios de minas y obrajes, en su
mayoría criollos.  

Tal como anota Jürgen Gölte, la
revolución políticamente fue contra España,
pero si estudiamos con detenimiento su trasfondo económico
veremos que apuntó a destruir el poder que controlaban los
criollos ricos. Esto explicaría el por qué este
grupo, inmediatamente desatada la revolución, cesó
de momento en sus disputas con la corona, formando un solo bloque
con los españoles peninsulares para aplastar un movimiento
que atentaba contra sus intereses de clase. 

Por otro lado, Túpac Amaru luchó por la
abolición del reparto y extinción de los
corregidores. Areche hizo lo primero en 1780 y lo segundo en
1784. Con esto se vino abajo todo el montaje de dominación
que había favorecido el progreso de la burguesía
comercial financiera de Lima, pues extinguidos los corregidores
no tuvo ya el instrumento que fue motor principal
de dicho mecanismo. En la sociedad colonial, frustrado el
proyecto burgués, las aguas volvieron a su nivel, quedando
como clase dominante principal la de los terratenientes
feudales. 

Después de la revolución, la corona impuso
gobiernos severos, y entonces pasó a ser principal la
contradicción que siempre había existido entre
españoles peninsulares y españoles americanos,
germinando el separatismo criollo. 

Mientras los españoles afianzaban su
posición en las tierras del incario y los nativos,
liderados por Manco Inca, se refugiaban en Vilcabamba, convertido
en eje de la resistencia a los
invasores, en 1542 fue creado por orden real el virreinato del
Perú. La ciudad de Lima fue la sede del gobierno virreinal
y acogió el 15 de mayo de 1544 al primer virrey del
Perú, Blasco Núñez de Vela. La tarea de este
funcionario chocó con los intereses de los encomenderos
que, encabezados por Gonzalo Pizarro, se habían alzado en
el Cuzco contra las leyes nuevasLa guerra civil costó la
vida al flamante virrey y sólo a partir de 1555 (mandato
de Andrés Hurtado de Mendoza) el Perú
comenzó a vivir una etapa de mayor tranquilidad y
prosperidad.

La nueva unidad política era más extensa
en superficie que el virreinato de México. Abarcaba todo
el continente sudamericano, excepto el Brasil
portugués, las Guyanés y la costa del Caribe en
Venezuela.

El ámbito del virreinato del Perú
incluyó, en principio, la mayoría de las
gobernaciones suramericanas. No obstante, el poder directo del
virrey se manifestó sobre Lima, Charcas y Quito, pues
éstas no tenían gobernador político.
Mientras tanto, Panamá,
Chile y el
Río de la Plata eran territorios regidos por
presidentes-gobernadores (autoridad máxima de una
gobernación que cuenta con una real audiencia, que
además eran capitanes generales, por tratarse de tierras
de guerra. En consecuencia, actuaban con plena autonomía
política dentro de la esfera del virreinato

Quizás una de las particularidades más
significativas del Perú estuvo en la temprana
explotación de los metales
preciosos, cuyo centro más importante fue el cerro rico de
Potosí, descubierto por los españoles en 1545.
Estas riquezas permitieron a Lima un amplio predominio en
América
que, sin embargo, después del auge indiscutido del siglo
XVI y parte del XVII, declinó y atravesó por un
período de decadencia en el transcurso del último
siglo colonial.

Finalmente, a lo largo del siglo XVIII, el virreinato
del Perú sufrió un paulatino desmembramiento
territorial que dio origen a los virreinatos de Nueva Granada y
del Rió de la Plata

El Virreinato estando ya prácticamente terminada
la conquista y dada la importancia del estado incaico que
había sido incorporado a la corona española, el Rey
de España don Carlos I decidió elevarlo a la
categoría de Virreinato, disponiendo que el "Reino del
Perú" fuera gobernado por un virrey que representara a su
real persona (Real
Cédula dada en Barcelona el
20 de
noviembre de 1542).

También dispuso por la misma Real Cédula
que en la "Ciudad de los Reyes" de Lima existiera una Real
Audiencia. Quedó así dispuesto que en América
del Sur", la superior autoridad y representación del Rey
de España estuviera en el Perú

El primer Virrey fue don Blasco Núñez
Vela, que hizo su apoteósico ingreso a Lima en mayo de
1544. Este virrey, hemos visto, era portador de unas Nuevas Leyes
dadas por el Rey que limitaban el uso de las encomiendas y con
ello dañaban las prerrogativas de los conquistadores,
así como daban otras disposiciones en favor de la naturaleza. El
Virrey propuso hacerlas cumplir violentamente suscitado la
reacción de la Real Audiencia.

Al final fue la deportación del Virrey por la
Audiencia. El nombre Perú deriva del nombre del cacique o
lugar llamado Birú, al sur de Panamá y
que fue visitado, parece que por primera vez, por Pascual de
Andagoya. El nombre Perú se empezó a usar y aparece
en los documentos de la
conquista en 1527. La Capitulación de Toledo ya habla
oficialmente del Perú.

Extensión
El Virreinato del
Perú fue el único que se creó en
América del Sur y abarco casi la totalidad de las
posesiones españolas en este continente. Sólo
quedó fuera de su jurisdicción la región de
Venezuela, que
dependía de la Audiencia de Santo Domingo, perteneciente
al Virreinato de Nueva España (México). Esta enorme
extensión comprendía los territorios de siete
Audiencias, que se fueron creando sucesivamente.

Ellas fueron: la Audiencia de Panamá (1535), la
de Santa Fe de Bogotá, en el llamado Nuevo Reino de
Granada (1549); la de Quito (1563), la de Lima (1542); la de
Charcas (1559); la de Chile (1609) y
la de Buenos Aires
(1661). Esta extensión la tuvo durante los siglos XVI y
XVII y hasta la segunda década del siglo XVIII, en que
comenzó a desmembrarse para dar nacimiento a nuevos
virreinatos.

Gobierno en el Virreinato
Las autoridades en el mismo Virreinato eran las
siguientes:

El Virrey

Era la primera autoridad en el Virreinato como
representante del Rey en España. Tenía funciones
políticas por que era el jefe de Gobierno colonial;
judiciales, era Presidente de la Real Audiencia; militares y
navales del Virreinato; económicas; por que recaudaba los
impuestos y
ejercía otras atribuciones.

La Real Audiencia

Era el organismo que administraba justicia en la
colonia. Estaba integrado por un presidente, varios oidores o
jueces nombrados por el rey así como un fiscal que
defendía los intereses de la corona.

El cabildo

Era el organismo o institución que se ocupaba del
gobierno, de las ciudades y que a dado lugar a las
municipalidades actuales. Esta formado por un alcalde y varios
regidores

El Corregidor
Era el funcionario encargado del gobierno de una provincia que
entonces se llamaba corregimiento. Era nombrado por el Rey por un
plazo de cuatro a cinco años y debía defender a los
naturales contra los abusadores encomenderos.

El Intendente
Después de la gran revolución de Túpac Amaru
II ocurrida como protesta por la triste situación de los
indígenas (1780) debido en gran parte a los abusos de los
corregidores, Carlos III abolió los corregimientos creando
las intendencias a cargo del intendente.

La Vida Comercial e Industrial en el Virreinato
El sistema económico implantado por España en sus
colonias estaba basado en 4 principios:

  • El Exclusivismo
  • El Intervencionismo
  • El Mercantilismo
  • Las Industrias
  1. GENERACION ILUSTRADA O
    MERCURISTA

Tres son las publicaciones que en su momento expresaron
ideas de futuro para la sociedad peruana. Amauta en el siglo XX y
La Revista de
Lima en la segunda mitad del XIX tuvieron por antecedente al
Mercurio Peruano, obra colectiva del pensamiento
ilustrado en el Perú.
Las páginas del Mercurio Peruano, notable periódico
científico y literario publicado entre 1791 y 1794 por la
Sociedad Amantes del País, no difundieron simplemente las
modernas teorías
y los ideales del cultivo de la ciencia y
de la razón, sino también revelaron el nacimiento
de una conciencia
ideológica nacional.

José Rossi y Rubí, José
Baquíjano y Carrillo e Hipólito Unanue fueron
algunos de los inquietos e ilustres criollos que, con sus
brillantes artículos, escritos primero con
seudónimos griegos y luego con sus propios nombres,
intentaron "conocer y hacer conocer el país".

Estos pensadores fueron permeables a las
ideologías contemporáneas, no aceptaron a ciegas
todo lo que llegó del Viejo Continente. Ajenos al
frío imitacionismo, ensayaron –como bien ha
señalado el historiador José Ignacio López
Soria– una síntesis
en la que el liberalismo y
el tradicionalismo "convivieron armónicamente", producto de la
observación y del estudio de nuestra
realidad.

El pensamiento
mercurista al lograr amalgamar tres polos (tradicionalismo,
liberalismo y
realidad peruana) consiguió un pensamiento original que,
si bien no logró cuajar por completo, evidenció la
presencia de un grupo pensante nacional que expresó un
"proceso de emancipación ideológica".

Ejemplo, si el naturalismo les invitaba a seguir las
leyes naturales y el mercantilismo
no monopolista les mostraba que el comercio era el medio para
obtener todo tipo de producto, la
realidad les enseñó que para inscribirse en el
comercio
internacional era necesario que el país se
especializara en la producción de aquellos recursos
naturales en los que tenía ventajas comparativas, como
era el caso de los metales
preciosos, para que con su venta se obtuvieran las manufacturas
que el país no producía.

La moralidad burguesa consagró la laboriosidad,
la ingeniosidad, la
ilustración y el esfuerzo como virtudes del buen
burgués y los sacralizó hasta convertirlos en
cánones de conducta. Los
Amantes del País,

Conscientes de que tales actitudes y
cualidades en el hombre eran
fundamentales para la consecución del bienestar, no
dudaron y se adhirieron a este tipo de moralidad, pero no se
despojaron de ciertos rasgos de la ética
cristiana, como la práctica humanitaria.

Para el pensamiento mercurista, la práctica
humanitaria no era una simple virtud natural, como lo veía
la filosofía ilustrada, sino que estaba estrechamente
vinculada con la caridad evangélica. Y lo más
importante: era considerada un medio que servía no
sólo para conseguir el equilibrio
social, sino también para lograr la salvación
eterna.

Respecto a la cuestión del Estado, los principios
mercuristas se ubicaron dentro de un proceso de transición
hacia la concepción liberal. Su ideología
política tiene sentido dentro de las ideas de los
fisiócratas y de los neomercantilistas. Un hecho
fundamental que explica su pensamiento político, si se
tiene en cuenta la formación escolástica que
recibieron, se encuentra en la misma realidad circundante, como
es el caso de la dación del Reglamento de Comercio Libre y
las consecuencias de su puesta en funcionamiento.

En efecto, para los mercuristas, la nueva
legislación y sus principios fundamentales, como la
necesidad de liberar al comercio de las viejas trabas del
monopolio y la importancia de las relaciones comerciales en la
unión de los pueblos, significaron la ausencia relativa de
control por el Estado en las actividades económicas, el
mayor reparto de los beneficios y otras libertades que sirvieron
a los mercuristas de base para su concepción del
Estado.

Situación distinta ocurrió en la
fundamentación de los principios sobre el ordenamiento
económico, pues en ese caso prima la ideología
mercantilista e incluso la reflexión de la realidad parte
del ideal de la propia ideología. Individualismo,
disminución de impuestos, naturalismo, etcétera son
algunos de sus postulados.
La generación mercurista concibe al Perú como un
país exportador de materias primas e importador de
manufacturas, es decir, pieza del sistema económico
occidental en la que, por la distribución internacional del trabajo, le
tocó jugar ese rol.

III.- LA
SOCIEDAD AMANTES DEL PAIS Y EL MERCURIO
PERUANO

    El Mercurio Peruano es el
periódico más importante de la Ilustración Peruana. Creado por un
círculo de intelectuales jóvenes se publicaron
entre 1790 y 1795 más de 400 números en los cuales
se trató los asuntos más diversos. Sin embargo, es
fácil resumir su tema principal: hacer conocer el
Perú y ilustrar a los peruanos. Por eso, el Mercurio
Peruano no sólo fue un gran periódico
del Siglo de las Luces sino también el primer
periódico netamente peruano.
El Mercurio Peruano de Historia, Literatura y Noticias
públicas (así su título completo) fue creado
en 1790 por la Sociedad Académica de Amantes del
País de Lima. El fin de esta sociedad fueron las
discusiones filosóficas y – sobre todo – la
publicación del Mercurio Peruano. La mayor parte de los
artículos se redactaron por miembros de la Sociedad aunque
con el transcurso del tiempo, otros autores tenían cada
vez más importancia. El
periódico se publicó dos veces a la semana
teniendo un tiraje entre 400 y 575 ejemplares, número
bastante elevado para le época. Sin embargo,
después de pocos años el Mercurio Peruano
entró en crisis. No se
podía mantener el alto nivel de los artículos y la
financiación de la publicación se hacía cada
vez más difícil. Cuando el Virrey Gil de Taboada
retiró el apoyo económico, el Mercurio Peruano
dejó de existir.

Los temas más importantes del periódico
fueron la geografía, la
historia, las ciencias
(sobre todo medicina y
historia natural) y la economía (comercio, minería
y economía
política ante todo). Ilustrar a los peruanos no
sólo significó darles a conocer información sobre el Perú sino
también ganarles para las ciencias y el
razonamiento moderno. Por eso, en muchos artículos se
explicaron nuevos inventos y la
utilidad que
iba a tener su aplicación en el Perú. Sin embargo,
abrazar el pensamiento moderno no equivalió rechazar la
religión
católica. Al contrario, el Mercurio Peruano
defendió un "catolicismo ilustrado" (p. 140) que frente a
la Revolución
Francesa se volvió muchas veces más
católico que ilustrado.

Los artículos sobre el Perú publicados en
el Mercurio Peruano constituyen hasta hoy una fuente
básica para conocer el Perú a fines del siglo
XVIII. De los muchos estudios sociales publicados destacan los
sobre indios (precolombinos y amazónicos, sobre todo),
sobre los negros y la esclavitud, sobre el rol de la mujer, sobre la
importancia de la educación y sobre
los pobres en el Perú. En los estudios económicos,
la minería y el comercio ocuparon el rol central.
Sorprende la poca importancia que se daba a la agricultura y a la
artesanía y manufactura
respectivamente.

El libro de
Clément será por muchos años el estudio
más completo del Mercurio Peruano. Efectivamente, quedan
pocas preguntas para investigar sobre este periódico y su
contenido. El estudio de Clément no pretende ser una
investigación sobre el surgimiento del
periodismo
peruano, la Ilustración en el Perú y menos, de la
emancipación peruana. Se limita estrictamente al análisis del Mercurio Peruano.
Tocará a otros autores integrar este estudio excelente
dentro de interpretaciones generales de la historia del
Perú.

EL PENSAMIENTO ILUSTRADO EN
EL

MERCURIO PERUANO 1791-1794

La prensa moderna
irrumpió en la sociedad peruana en el siglo XVIII. Desde
entonces, cimentó en la verdad y la justicia los
fundamentos esenciales de la labor informativa y ha sido un
elemento muy influyente en el desarrollo histórico del
país.

El pensamiento Ilustrado en el Mercurio Peruano
1791-1794 es un estudio integral del Mercurio desde la
perspectiva periodística.

Su influencia fue latinoamericana porque fue promotor y
modelo de
prensa para
Quito, Santa Fe de Bogotá y la Habana. Además tuvo
suscriptores en Guayaquil, México, La Paz, Buenos Aires,
Santiago y Concepción; e incluso corresponsales en algunas
de estas ciudades. El Mercurio tuvo un alto índice de
lecturabilidad, de 10 a 15 lectores por ejemplar, similar al de
El Comercio guardando las distancias
históricas.

El Mercurio fue esencialmente un periódico de
ideal. El libro descubre, desde las 3541 páginas de los
411 números, la similitud y el disentimiento con el
pensamiento ilustrado de los europeos, así como la
peculiaridad de la corriente en el Perú dieciochesco ya
que estudia al periódico como parte de una sociedad, que
influye en él, pero que también es influida por
éste.

Aun viviendo en la sociedad de la información, es importante conocer los
aportes del Mercurio porque "la historia es principalmente una
conciencia el
pasado, de su realidad, pero también de su
gravitación en nuestra vida contemporánea y
futura".

HIPÓLITO UNANUE
EN EL MERCURIO PERUANO

Presentamos la obra de Hipólito Unanue y
Pavón (1755-1833), recordado como precursor de la
Independencia del Perú, publicada en el ilustrado y
célebre periódico Mercurio Peruano (1791-1794). En
su obra, se advierte una clara influencia del pensamiento de la
Ilustración, en especial en los artículos de tema
científico y en aquellos en los que subraya la importancia
del comercio para el virreinato. Asimismo, recorremos sus
trabajos históricos y su constante intención de
reivindicar lo americano. Estos últimos temas nos muestran
que en ese entonces se empezaba a entender intelectualmente la
existencia del Perú como una continuidad histórica
y, a la vez, confirman el nivel de afirmación que
adquirió el sentimiento regional de ser
americano.

El Mercurio Peruano y los Médicos
Peruanos

En 1790, un grupo de jóvenes ilustrados
formó la Sociedad Académica de Amantes del
País, con la finalidad de discutir sobre los asuntos
nacionales. Este grupo, que reconoció como fundador a
Joseph Rossi y Rubí, estuvo conformado por José
María Egaña, Demetrio Guasque, Hipólito
Unanue y Jacinto Calero y Moreira. Los cuatro primeros junto con
otros dos conocidos por los seudónimos de Mindirido y
Agelasto, más tres damas conocidas como Dorálice,
Florida y Egeria, se habían reunido tres años
atrás durante poco menos de un año, formando la
Sociedad Harmónica, para discutir sobre literatura y las noticias
públicas. Esta Sociedad fue la base de la Sociedad
Académica de Amantes del País.

Los miembros de la Sociedad Académica de Amantes
del País decidieron plasmar en el papel los
temas de sus conversaciones. Así nació un
periódico al cual llamaron el Mercurio Peruano de
Historia, Literatura y Noticias Públicas. Poco
después, por la vastedad de las materias tratadas, se
vieron obligados a incorporar otros miembros. El 2 de enero de
1791 salió el primer número del Mercurio Peruano y
tuvo una buena acogida, contándose 220 suscriptores. Estos
alcanzaron a 398 en el mejor de sus momentos. La competencia por
la supervivencia, los suscriptores, fue dura entre el Diario de
Lima y el Mercurio Peruano y sería más rigurosa al
aparecer un nuevo periódico. En efecto, el 12 de junio de
1791 apareció el Semanario Crítico, por obra del
franciscano español Fray Antonio Olavarrieta. Este
semanario moriría con el número
16(4).

La más grande contribución del Mercurio
Peruano fue el hecho de que por primera vez, desde el arribo de
los españoles a esta parte del continente, se
estableció el concepto de
Perú como nación o país y de peruanidad como
sentimiento. Miembro notable de la Sociedad Académica de
Amantes del País fue el medico Hipólito Unanue; por
tanto, nos interesa conocer la participación de los
médicos de la época y el contenido de los temas
médicos en esta publicación.

De 173 temas tratados durante
los doce números, los referentes a Medicina fueron
en proporción creciente: 9.22 % en 1791, 19.93% en 1792,
18.43% en 1793 y 20.44% en 1794. Este interés
creciente por los temas de Medicina es parte del interés
por las materias de aplicación práctica en aquella
época. La descripción y tratamiento de las enfermedades fue muy
novedosa en ese entonces al igual que lo fueron los temas de
Geografía
(nuevos caminos, minerales, etc.),
Historia Natural (aprovechamiento de las plantas),
conceptos sobre economía y finanzas, la
herejía revolucionaria de los franceses, entre otros
temas.

De 517 suscriptores registrados, según la
actividad profesional, sólo se contó con los
siguientes médicos: el selecto aragonés Cosme
Bueno, ex-cosmógrafo mayor del Reino; José Manuel
Dávalos, maestro de Química en la
Universidad de
San Marcos, José Díaz de Arellano, primer cirujano
de la Armada y médico de cámara y de la familia del
virrey; José León y Vargas, médico en La
Paz; Gabriel Moreno, dedicado a la enseñanza de las matemáticas en la Universidad de
San Marcos y llegó a ser cosmógrafo mayor del
Reino; José Hipólito Unanue, catedrático de
Anatomía
en la Universidad de San Marcos; el mulato José Manuel
Valdés, notable cirujano de la época que
recién en 1806 sería aceptado como médico.
Como podemos apreciar, de estos siete médicos suscritos a
el Mercurio Peruano, sólo dos, Díaz de Arellano y
Unanue, ejercían propiamente la profesión en esta
parte del país.

Entre las razones que expliquen la escasa cantidad de
médicos suscriptores de el Mercurio podemos considerar
dos: el relativamente elevado costo de la
suscripción y el desinterés de los médicos
de la época por las publicaciones en general. Sobre lo
primero se sabe que la suscripción mensual era de 14
reales, sin considerar el parte, cantidad que era el 3,5 % del
sueldo de un oidor, y hasta el 28 % de lo que cobraba un
pequeño funcionario. En general, los suscriptores del
Mercurio Peruano pertenecían a los sectores bien
acomodados o pudientes de la sociedad. Sobre lo segundo, la
única evidencia es la casi inexistencia de publicaciones,
en general, por parte de los médicos.

Los temas médicos tratados se
refieren a la importancia de la anatomía, a la
inauguración del Anfiteatro Anatómico, el mal de
altura, la vejez y la
longevidad, un cólico extraordinario, un caso de tenia, un
aneurisma del labio inferior, la disentería, las aguas
termales, el veneno animal, el tratamiento de diversos
padecimientos de estas regiones, la quina o cascarilla, las aguas
minerales, las
virtudes de la coca, los pacientes de los hospitales de Lima, las
medidas higiénicas para conservar la salud y para la
preñez y otras curiosidades médicas. Estos temas
han sido revisados recientemente.

En conclusión, el Mercurio Peruano fue un
periódico cuya importancia radica en que junto con el
concepto de
Perú como nación se tocaron muchos temas, de los
cuales algunos reflejaron parcialmente el interés de los
médicos de la época, por lo menos de una
élite de ellos. Y, en general, la participación de
los médicos de la época como suscriptores fue
escasísima.

El decimosegundo y último número del
Mercurio Peruano salió el 31 de agosto de 1794. Las causas
de su desaparición fueron económicas,
principalmente la falta de suscriptores; la decadencia en la
calidad de los
artículos al agotárseles rápidamente la
producción a los miembros, optándose por recibir
otras colaboraciones que no siempre fueron de lo mejor; y, por
último, se tiene indicios de que hubo cierta censura
virreinal no obstante de la aprobación oficial para
circular.

En las décadas siguientes aparecieron numerosos
periódicos con alto contenido de ideas republicanas y en
los cuales contribuyeron también los médicos. La
mayoría de estos periódicos fue de existencia
efímera, pero algunos de ellos como la Minerva Peruana, la
Gaceta de Gobierno de Lima, El Verdadero Peruano, El
Investigador, tuvieron una vigencia mayor. Estos
periódicos ocasionalmente publicaron asuntos relacionados
con la medicina nacional, cuyos contenidos aún no han sido
bien estudiados. Médicos como Hipólito Unanue,
José Manuel Valdés, José Gregorio Paredes,
Miguel Tafur, Gabriel Moreno, José Pezet, el cirujano
Bartolomé Alcántara y el médico romano
Félix Devotti entre otros, dirigieron publicaciones y
publicaron notas de encendido contenido republicano además
de las propiamente médicas. Fue una época en que
muchos de ellos fueron acusados de "hacer proposiciones
heréticas", "tener libros
prohibidos" y "leer libros
vedados.

El diario La Floresta, que apareció en 1831 y
tuvo una breve existencia, debería ser considerado como el
precursor de la prensa médica nacional, según
opinión del Dr. Arias Schereiber, por la cantidad y
calidad de referencias a varios aspectos de la medicina
nacional.

IV)
DISCUSIÓN O COMPARACION DE IDEAS DE AUTORES Y DEL
ALUMNO

SIGLO XVIII MUNDIAL:

  • Según el autor (1) La ilustración es la
    salida de su auto culpable minoría de edad. ( sin la
    guía de otro)
  • Según el autor (2) La ilustración es el
    auge situacional en su escala de
    articulación económica –social del siglo
    XVIII.
  • Según el autor (3) La ilustración es la
    aplicación práctica de principios (Ej. Absolutismo)
  • Según el alumno: época donde nacen
    diversidad de ideas para ser aplicados en el siglo XVIII, por
    lo mismo que el país colonial era
    colonizado.

SIGLO XVIII EN EL PERU:

  • Según autor (1) la sociedad amantes del
    país y el mercurio peruano se crea por la época
    reformista procedente de América y de Europa
    ilustrada.
  • Según autor (2) El mercurio peruano nunca
    crítico abiertamente el régimen colonial,
    más bien defendió las estructuras
    sociales del perú colonial.
  • Según autor (3) El mercurio peruano ayuda a
    difundir el razonamiento moderno en el Perú, lo que
    significa arma poderosa contra el antiguo
    régimen.
  • Según el alumno: época donde nacen
    diversidad de ideas para ser aplicados en el siglo XVIII, por
    lo mismo que el país colonial era
    colonizado.

V)
CONCLUSIONES

  1. La ilustración es la salida de sus hechos
    situacionales y del valor para
    servirse por si mismo de el sin la guía de
    otro.
  2. Siglo XVIII, edad donde nacen diversos hechos
    históricos y la lucha por salir adelante y los cambios
    que se influyen de acuerdo al nivel de tiempo que se
    Vivian.
  3. Siglo XVIII, en el Perú resurgimiento de
    nuevas ideas coloniales del país y la creación de
    la sociedad amantes del país, dicho grupo surge como
    idea de poder transformar el país de acuerdo a las
    alternativas mundiales que se daban en aquella
    época.
  4. El mercurio da conocer los lineamientos que se
    pudieron haber empleado con más influencia con respecto
    a los sucesos de eses entonces, y como el Perú
    podía tener un escudo contra el otro régimen
    colonial.
  5. Siglo XVIII, idea de poder buscar nuestra propia
    identidad y
    desarrollo del país.

VI)
"BIBLIOGRAFÍA"

CLEMENT, JEAN PIERRE INDICES DEL MERCURIO
PERUANO, 1790 -1795.LIMA, 1979 BIBLIOTECA
NACIONAL; VOLUMEN I:
ESTUDIO; VOLUMEN II: ANTOLOGIA

HERR, R. ESPAÑA Y LA REVOLUCION DEL SIGLO
XVIII. MADRID, 1964

FRANKFURT, M. TEXTOS Y ESTUDIOS COLONIALES Y DE
LA INDEPENDENCIA. VOLUMEN II Y III (307 Y 329)

JULIO, CORTES-CAVANILLAS LOS BORBONES EN
ESPAÑA, MADRID 1980- VOLMEN I ,50pgs

VARGAS UGARTE, Rubén HISTORIA GENERAL DEL
PERU .LIMA
1966

ANEXOS: Argumentos periodísticos de "EL
PERUANO
"

 

LLAUCE CAJUSOL FRANCISCO DANIEL

LIMA –PERU

Partes: 1, 2
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