- Implicancias del Proceso de
Personalización - Narciso
Indiferente - Tatuaje y Corporeidad
postmoderna - El Tatuaje para ser
mostrado: "solo a unos cuantos" - Juventud y
tatuajes - Bibliografía
Normalmente, cuando se toca el tema de los tatuajes, se
suele hacerlo desde la visión a priórica de
algún desorden de tipo psicológico o de personalidad,
es decir, el sujeto tatuado no es normal. Lo que sucede, es que
por lo general las visiones se centran en quienes tienen
múltiples tatuajes y piercing, aquellos que han cubierto
su cuerpo casi completamente de estos adornos –y que son
los menos- quienes sí buscan placer en el dolor y se
acercan mucho más a la conducta
sadomasoquista.
Sin embargo, nuestro trabajo está centrado en los
tatuajes popularizados, los que de ninguna manera constituyen el
resultado de una patología, sino mas bien, una moda
más de la época postmoderna, sin finalidad ni
sentido profundo –pues si por algo se caracteriza la
postmodernidad, es por el reconocimiento de la
ausencia de profundidad y sentido- y que se ha vuelto una
práctica más común, por supuesto casi
siempre en jóvenes.
El análisis aquí presentado, muestra
también cómo la idea de corporeidad en la sociedad actual,
ha cambiado y ha terminado casi con la binarización cuerpo
y mente, constituyéndose así, en el sujeto en
sí, pues nada importa más que el cuerpo.
Primero, esbozaremos algunos conceptos previos que
expliquen al sujeto en el contexto postmoderno y luego tocaremos
el tema de los tatuajes, amparándonos siempre en conceptos
teóricos. También, y a lo largo del trabajo,
ensayaremos algunas hipótesis o mejor dicho, posibilidades a
las que arribamos (las cuales las presentaremos en letra cursiva
y negrita).
Implicancias del
Proceso de
Personalización
Antes de enfocar la mirada directamente al tatuaje y su
relativa –así como cierta aceptación- nos
parece importante iniciar el análisis, poniendo sobre la mesa un
concepto clave
y necesario, que nos conducirá a la comprensión de
las razones, o mejor dicho, de las circunstancias y procesos en
los que marcarse la piel pierde
trascendencia y responde a una relativamente nueva visión
y comprensión del cuerpo, relacionado directamente con el
pensamiento
postmoderno y una corporeidad reciclada. Dicho concepto es el de
"Proceso de
Personalización."
Nunca antes habíamos estado en un
contexto en el que pudiéramos elegir tanto y sobre todo,
que tuviéramos tanto de donde elegir. De esta manera,
estamos ante una sobremultiplicación de opciones y una
oferta en
constante crecimiento, que sustituyen aquella vieja
sujeción –característica del poder moderno-
por lo que ahora llamamos una libre elección. Esta
abundancia de libertad
constituye una estrategia a la
que podemos denominar "seducción"; estrategia de un
nuevo poder que
está en todas partes y que pasa desapercibido, y que ha
cambiado la vigilancia paranoica y coercitiva, por la
permisividad y la elección, una nueva forma de control
social.
La seducción –que es en sí un
proceso de personalización- a su vez, apela a la
persuasión, la cual actúa libre de
represión, convenciendo y ganando individuos, que en
nuestra sociedad
postmoderna, podrían ser llamados "narcisos". Según
Lipovetsky, la seducción es destrucción cool de lo
social, por un proceso de aislamiento que se da gracias al
hedonismo, la información y la responsabilización.
En este aspecto, la sociedad postmoderna se muestra
claramente abierta, plural y preocupada por los deseos de los
individuos, seduciendo mediante la constante apelación a
la persona
individual, a su libertad y
bienestar.
Pero, ¿a qué lleva este proceso de
personalización? Quizás la pregunta más
pertinente sería ¿cómo nos afecta este
proceso? Para responder a éstas preguntas, es necesario
ver con un poco más de detenimiento, nuestro día a
día, sin necesidad de sumergirnos en el
conocimiento del otro, pues precisamente nos daremos cuenta
de que ese desconocimiento y falta de importancia en la
alteridad, es uno de los síntomas del proceso de
personalización.
Consideremos y veamos qué ha sucedido con el
tiempo libre.
Actualmente, el tiempo de ocio es
tan personal e
individual, que puede –y debe- ser administrado de la
manera en que nos plazca, sin tener en cuenta cómo lo usan
los demás. Ya no es mal visto –ni mucho menos se
busca cambiar esto- que una persona tenga
tiempo exclusivamente para no hacer nada y hasta para aburrirse
de no hacer nada. El caso es que se ha liberado de toda culpa al
tiempo de ocio, lo cual encaja perfectamente con el hecho de que
"la rigidez y lo estándar ya no tienen buena prensa." Sin
embargo, esto podría sonar hasta cierto punto
contradictorio con el hecho de que veamos que la gente
–mucha gente- ocupa su tiempo de ocio en hacer deportes o realizar hobbies. Esto
no implica de ninguna manera una contradicción, y si
así lo fuera, dicha contradicción nos permite
hablar de otros tópicos tan importantes como la
indiferencia y el narciso, que tocaremos en el siguiente
punto.
Antes de concluir este primer ítem, y con
relación a las últimas líneas del párrafo
anterior, es importante aclarar, que las contradicciones al tocar
un tema tan complicado como el de la postmodernidad
están por doquier, lo cual no quita seriedad al
análisis sino más bien, ilustra mejor la
complejidad de esta nueva estructura
social. Los tatuajes, dentro de este análisis, no escapan
a la intrincada composición de una visión
postmoderna.
Resulta redundante el subtítulo debido a que para
efectos de nuestro análisis y, siguiendo la línea
de Lipovetsky, el narciso es de por sí –e implica
obligatoriamente- ser indiferente. Pero, cómo es que el
individuo o sujeto contemporáneo es indiferente, y sobre
todo, indiferente a qué, es lo que realmente interesa
aquí.
En este aspecto, hay que empezar por decir que la
necesidad de sentido, es decir, aquella existencia con un
contenido profundo, como antaño se acostumbraba o se
buscaba, es lo que precisamente está desapareciendo
–si es que no ha desaparecido ya- en la mayoría de
círculos sociales. El narciso –o sujeto
contemporáneo- no es más sujeto del resto, sino
únicamente de sí mismo, debido a lo cual, todo
aquello que no tenga que ver consigo mismo, le es indiferente.
Sin embargo, aquí se produce otra paradoja o
contradicción, pues el narcisismo actual es
"sensibilización epidérmica al mundo y a la vez,
profunda indiferencia hacia él".
Lo que sucede en estos tiempos es que, al desaparecer o
desvanecerse la necesidad del sentido en la existencia, los valores y
finalidades sociales, otrora necesarios, son abandonados y
reemplazados por el nuevo valor
universal -diferente en cada caso-, es decir, uno mismo.
Así, el narciso o individuo, es el nuevo valor en
sí mismo, que es a la vez producto de
ese proceso de personalización que primero lo seduce y
luego lo aísla en sí mismo y que, posteriormente lo
devuelve –porque este aislamiento no implica fin de la
interacción social ni mucho menos- a un ambiente
social indiferente, del que forma parte.
Esta indiferencia y ausencia del sentido, es en gran
parte la responsable –tal como lo señala Lipovetsky-
del miedo y aversión actual hacia la muerte y el
dolor, pues éstas, al igual que el envejecimiento, no
tienen sentido. Así, "lo que realmente revela contra el
dolor no es el dolor en sí, sino el sinsentido del dolor."
De esta manera aterrizamos en una primera hipótesis,
relacionada directamente con nuestro tema y es que
quizás, hacerse un tatuaje y aguantar el dolor que
produce, es darle sentido a algo que ya hace tiempo perdió
todo sentido.
Siguiendo esta misma línea, es importante
mencionar que otro de los síntomas o características de la etapa postmoderna es
la ausencia de emociones
duraderas, hecho acrecentado por la inmediatez y la velocidad con
que somos testigos de los sucesos mediatizados y porque el
proceso de personalización implica a su vez elegir de
entre un conjunto enorme de ofertas, que sólo tienen
vigencia mientras elegimos algo nuevo. Esta característica
postmoderna, nos lleva a pensar –con relación al
tema de los tatuajes- que los tatuajes en tanto marcas indelebles
se convierten en una experiencia duradera que es perseguida por
el individuo en un contexto en el que ya casi nada dura
mucho.
Sin embargo, no todos tienen tatuajes, y aunque esta
costumbre se ha popularizado en cierta medida, no es la
única forma de encontrar experiencias duraderas, puesto
que si así fuera, muchos más se harían
tatuajes. Además, esto tampoco quiere decir que todos
actualmente busquemos experiencias duraderas, sólo sugiere
que entre el universo de
motivaciones, ésta puede ser una que deberíamos
tener en cuenta.
Tatuaje y
Corporeidad postmoderna
La noción de cuerpo en nuestros días,
constituye otra ruptura con las generaciones pasadas y con su
forma de vivir. Ahora ya no se hace la diferenciación
clásica entre cuerpo y mente, pues el cuerpo es
inseparable del sujeto y en esa medida, es el sujeto en
sí. Esto tiene que ver con el hecho de que el pensamiento
postmoderno no busca sentido en la existencia, por lo cual, la
separación que antaño se hacía entre cuerpo
como máquina y sujeto como espíritu o algo superior
ya no funciona en nuestros días. Es decir, el binarismo
como forma de pensamiento, desaparece. Por el contrario, la
preocupación por el cuerpo actualmente ha adquirido
dimensiones nunca antes vistas, pues se ha desarrollado un culto
en torno a
él, que atraviesa en mayor o menor medida a toda la
sociedad.
La nueva visión del cuerpo y el culto hacia
él, tal como señala Lipovetsky, reclama juventud y un
no envejecimiento, debido a lo cual los cuidados hacia él
crecen. En este contexto, es quizás esta
búsqueda de no cambio
físico –pues la no vejez implica
no cambiar físicamente- así como una estética diferente, lo que puede explicar
que sean más los jóvenes los que se hagan tatuajes.
Lo que se buscaría en último término
sería contar con algo –un tatuaje- que les recuerde
su juventud y que
les de la idea de no envejecimiento cuando los años ya
hayan pasado.
Además, hay que tener en cuenta que esta nueva
visión del cuerpo responde directamente al proceso de
personalización, o quizás es en gran medida,
creadora de este proceso. En este sentido, el cuerpo es el nuevo
fin, en un contexto en que ya nada tiene ni una finalidad ni un
sentido.
Quizás, como lo señala Germán
Muñoz, "hoy el sujeto y la subjetividad tienden más
a ser concebidos como enraizados y situados en el cuerpo; incluso
este último ha empezado a entenderse como producto de
una construcción cultural, social, política, humana."
Sin embargo a esto habría que añadir, que ni
siquiera el cuerpo como construcción cultural, tendría una
finalidad determinada ni mucho menos un uso
determinado.
Viendo las cosas desde una perspectiva un poco distinta
–pero no opuesta- debemos tener en cuenta la realidad de
las sociedades de
control actuales,
que reemplazan a las sociedades
disciplinarias de antaño en un contexto en el que
aún conviven ambas. Antes, las sociedades de disciplina
hacían que el sujeto empiece de cero varias veces en su
vida, dependiendo de las etapas que le tocasen vivir, es decir,
todo estaba ya diseñado. Así lo dijo Deleuze,
cuando refiriéndose a estas sociedades menciona que se
pasaba de la escuela al
cuartel y luego del cuartel a la fábrica, lo cual hoy es
muy distinto, pues al vivir en una sociedad de control, nunca se
termina nada pues los límites
son siempre móviles. En este contexto, puede que el
cuerpo sea percibido como algo que tampoco debe cambiar ni
terminar, es decir, evitar su deterioro.
Si bien es cierto que Deleuze explica cómo
el hombre
pasaba antes de un "espacio cerrado a otro" y cómo es que
"las sociedades de control son las que están reemplazando
a las disciplinarias", no explica muy bien qué pasa con la
convivencia entre las mentalidades y prácticas
disciplinarias, que a nuestro parecer, es sumamente importante.
Lo interesante del asunto radica en que, al coexistir dos
mentalidades y prácticas tan distintas, se generan
reacciones que intentan sacarle la vuelta a la estructura que
se va (la disciplinaria) y adaptarse y aprender a sacarle el
mayor provecho a la que se viene (control), seductora por
excelencia, que de lejos supera en eficacia a la
visión disciplinaria.
Pero, ¿cómo aprovechar y sacarle el
máximo de provecho a una sociedad de control, si esta
misma iría en contra de lo que el sujeto
contemporáneo piensa o quiere? El hecho es que la sociedad
de control se caracteriza precisamente por la
sobremultiplicación de opciones y por estrategias
sumamente suaves –pero muy efectivas- de controlar, como
por ejemplo las tarjetas de
crédito, los documentos de
identidad,
etc. Así, la sociedad de control se adaptaría
perfectamente al narciso y pasaría casi completamente
desapercibida.
Regresando a la coexistencia de las sociedades
disciplinarias y de control, el tatuaje sería una
elección más (característico de una sociedad
de control que permite elegir) pero a la vez, una forma de
sacarle la vuelta a una estructura que aún existe en
muchos aspectos, es decir, la disciplinaria. No es que el hacerse
un tatuaje saque en realidad la vuelta a esa vieja estructura,
sino que da la sensación de hacerlo, lo cual, al fin y al
cabo, es lo único que interesa, pues el contexto actual
prioriza más la sensación, debido a la carencia de
una finalidad última o un sentido
trascendental.
El Tatuaje
para ser mostrado: "solo a unos cuantos"
Hemos visto que el proceso de personalización se
caracteriza por la ausencia del sentido y por una existencia
puramente actual. Además hemos mencionado que el
aislamiento del sujeto es importante en este proceso de
personalización. Sin embargo, ahora debemos mencionar, que
ese aislamiento es parcial y responde a la necesidad del sujeto o
del narciso de realizarse.
Aparentemente, la idea esbozada líneas arriba es
redundante, sin embargo no es así. Aquí lo
importante es que el sujeto se aísla para poder realizarse
y para poder reintegrarse a lo que Lipovetsky llama
"círculos cálidos de convivencia", que son los
pequeños grupos
sociales a los que el narciso pertenece y para los cuales se
muestra y comporta de determinadas maneras.
Lo que subyace a la idea de estos círculos de
convivencia, es que tanto la lucha por el reconocimiento como la
exposición a las miradas se privatizan,
adquiriendo mayor importancia en el círculo íntimo.
Si a esto le añadimos que el deseo de reconocimiento se
vuelve cada vez menos competitivo y cada vez más
estético, erótico y afectivo, entonces el
tatuaje como herramienta estética y de adorno para ser mostrado al
grupo
más íntimo, cobra mayor vigencia en estos
días y responde a una noción del buen gusto propia
del grupo al que
pertenece el sujeto tatuado.
Hay que añadir que si "hoy día no cuenta
tanto la devoción por el otro como la realización y
la transformación de uno mismo" entonces el tatuaje se
erigiría como transformación pura del cuerpo (un
cuerpo reciclado).
Un hecho evidente es que los tatuajes –desde la
perspectiva de las que hablamos aquí -es acaparada casi en
su mayoría por los jóvenes, quienes en muchos casos
identifican al tatuaje como cambio
corporal y como una "nueva forma de arte", es decir,
"llevar el arte en la
piel".
Además, "desde una perspectiva generacional, lo
juvenil construye una identidad a
partir de una coordenada fundamentalmente estética que
puede ser rastreada a través de tres elementos: cuerpo,
experimentación y música." Sin embargo,
aclaremos algo, dicha identidad es sólo una de las que el
sujeto contemporáneo posee y para nuestro análisis,
sólo responde a la que el sujeto desea mostrar en un
determinado círculo social.
Así, el joven tatuado, se tatuaría para
un determinado grupo –un grupo íntimo que ve bien y
que ve cool el tatuaje- y mostraría su tatuaje en ese
grupo, mas no en los otros círculos sociales a los que
también pertenece, en los que no ven con tan buenos ojos
los tatuajes. Esto quiere decir, que el tatuaje puede
constituir reconocimiento y estatus en el círculo
más íntimo y ser indiferente en otros
círculos o, en casos bastante comunes, ser mal visto. En
todo caso, lo más importante para el sujeto
contemporáneo aparte de sí mismo, es lo que
Lipovetsky denomina –y que ya hemos mencionado- su
círculo cálido de convivencia.
Finalmente, nos parece necesario mencionar, que el
tatuaje también es una moda en
sí, y en ese sentido, "es una lógica
social independiente de los contenidos." Siguiendo esta misma
línea y tal como lo consideraba Gabriel Tarde, la moda se
caracteriza por dos principios
correlativos principales, que son: a)relación de persona a
persona regida por la imitación de los modelos
contemporáneos y b)una nueva temporalidad basada en el
presente social, caracterizado por lo nuevo.
Lipovetsky, Gilles. La Era del Vacío: Ensayos sobre
el Individualismo Contemporáneo. Ed. Anagrama.
Decimotercera edición, diciembre de 2000.
Muñoz, Germán. Seminario
Internacional "Políticas
de Juventud: Un Enfoque desde la
comunicación y la cultura".
Deleuze, Gilles. "Posdata sobre las sociedades
de control". Ver en:
http://www.hipersociologia.org.ar/biblioteca/textos/index.htm
Lipovetsky, Gilles. El Imperio de lo Efímero: la
moda y su destino en las sociedades modernas. Ed. Anagrama. 1987.
p.301
Autor:
Jorge Armando Villanueva Rabanal
-Estudiante de Comunicaciones
de la Universidad de Lima, Perú.