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Violencia intrafamiliar: mal social, mal universal




Enviado por Emilio Velazco Gamboa



    1. Nota previa
    2. El término
      violencia
    3. Antecedentes históricos
      y filosóficos
    4. Perspectivas
    5. Consideraciones
      finales

    1. Nota
    previa

    El presente trabajo fue publicado por primera vez en
    1997 en la revista
    Asamblea, cuando colaboraba con el Comité de Asuntos
    Editoriales de la Asamblea de Representantes del Distrito Federal
    Primera Legislatura, hoy Asamblea Legislativa del Distrito
    Federal Segunda Legislatura.

    Sin embargo, el tema no ha perdido actualidad:
    ¿cuántos casos de violencia
    intrafamiliar conocemos o de cuántos hemos –al
    menos– escuchado y, por desgracia, aún seguimos
    siendo impotentes para evitarlos y erradicarlos? Actualmente,
    este fenómeno –desafortunadamente– se sigue
    reproduciendo con bastante frecuencia en el México
    contemporáneo. Es por ello que esta aportación no
    ha perdido vigencia.

    No obstante, conservo la esperanza de que en
    algún momento alguien lo lea, se crea este escrito y
    empiece a vivir una vida diferente, o cuando menos, no
    esté dispuesto a revivir errores cometidos en otros
    tiempos por otros actores; errores que sólo le
    harían daño a él y a los suyos. Es por eso
    que lo dejo a su consideración, amable lector.

    Quizá entonces la humanidad empiece a escribir
    una nueva historia y puede ser que el
    final, si no feliz, al menos no resulte tan crudo.

    2.
    Introducción

    En un mundo como éste, donde violencia es
    el verbo, el adjetivo, el sustantivo incluso, el todo de una
    sociedad
    irónicamente decadente a la vez que dotada con todos los
    medios y
    recursos para
    conquistar el universo
    conocido y florecer como raza, conviene hacer una breve pausa
    para reflexionar sobre tal hecho.

    Violencia, como acabo de decir, es el todo de la
    sociedad
    globalizada, posmodernista y complejamente virtual del naciente
    tercer milenio. Hay violencia en
    el cine, en
    la
    televisión, en la música, en las series
    y caricaturas infantiles, en los video juegos, en la
    Internet, en las
    revistas y demás prensa escrita,
    etc. Pero si acaso no la hubiera, basta con alcoholizarse un poco
    –ni siquiera hay necesidad de drogarse– para
    transformarse en un ser digno de las películas de Bela
    Lugosi o Peter Cushing, e inclusive más
    terrorífico.

    Hablando sobre Santo Tomás de
    Aquino, Ernest L. Fortin dice que "el hombre es
    un prodigio de la naturaleza, pues
    ésta lo manda más indefenso e inerme que
    ningún otro animal: desnudo, descalzo y desarmado, pero
    que en cambio, le ha
    dado la razón, el habla y las manos". Efectivamente, para
    sobrevivir, el hombre ha
    tenido que recurrir a toda la violencia de que puede ser capaz,
    sobre todo si se le compara con especies mejor dotadas para la
    lucha y capaces de adaptarse mejor a los rigores
    climáticos.

    Incluso, es aceptable pensar que, actuando
    metainstintivamente –y que me perdone la Real Academia de
    la Lengua por la
    palabra acuñada–, el hombre ha
    utilizado su imaginación, creatividad,
    genialidad y talento para someter al mundo y a los habitantes de
    éste en beneficio suyo. Pienso que cualquier especie
    evolucionada sería capaz de todo para lograrlo, sobre
    todo, si se trata de una raza conquistadora como la
    humana.

    Sin embargo, las atrocidades que a diario se ven en los
    periódicos y la televisión
    rebasan la peor noche de delirio y pesadilla de cualquier loco,
    pues mientras que éste se encuentra enfermo de la mente,
    aquellos que secuestran, que torturan que hieren, que violan o
    que matan como a veces nos toca ver o saber, están
    enfermos del alma, o quizá peor: ni siquiera la tienen
    ya.

    Y es que una cosa es el uso de la fuerza, por
    extrema que pueda ser, en pos de la supervivencia y la evolución, y otra, la aplicación de
    la crueldad a sangre
    fría, de la violencia por la violencia misma, de la furia,
    del odio, y de la maldad por puro placer, incluso sin
    justificaciones ni pretextos de ningún tipo. Así,
    con desfachatez y cinismo.

    Pero si la crueldad y la violencia hacia los
    desconocidos no se perdona y no se comprende, la violencia hacia
    el interior de nuestras familias, menos. ¿Acaso en
    ésta se encuentra el principio de la descomposición
    social que se vive en este mundo de parafernalia? Y de ser
    así, ¿de dónde viene semejante
    fenómeno?

    Para este investigador es factible creer que, como casi
    todo en la raza humana, el origen de dicha violencia es parte de
    una cuestión cultural, o mejor dicho, tiene sus
    raíces en los conocimientos, tradiciones, usos, costumbres
    y manifestaciones de los pueblos, quizá desde hace miles
    de años. Al menos así lo sugiere la revisión
    documental realizada al respecto.

    3.
    El término violencia

    Antes de comenzar, cabe preguntarse, ¿acaso hemos
    pensado lo que es la violencia más allá de la
    terminología y la doctrina? Es un mal de las mismas
    dimensiones que el cáncer
    y el SIDA; que
    corrompe y destruye a las personas y sociedades de
    manera lenta y gradual pero efectiva. Y es un mal más
    antiguo que los mencionados.

    Ahora bien, hay muchas clases de violencia, aunque todas
    desembocan en la violencia física o
    psicológica: segregación racial, adicción al
    alcohol y a
    los enervantes, delincuencia
    menor, vandalismo, delincuencia
    organizada, etc. Este terrible mal da pauta para que el hombre se
    destruya a sí mismo, irremediable y
    tristemente.

    El objetivo de
    este análisis es la violencia
    intrafamiliar, ya que si "la familia es
    la
    célula básica de la sociedad", ¿no
    está ahí el origen del mal? Quizá cuando
    tomemos plena conciencia de
    todo lo que encierra esa pequeña frase, empezaremos a
    actuar tal y como se debe, no cortando, sino aliviando el mal
    desde la raíz.

    4.
    Antecedentes históricos y
    filosóficos

    Las relaciones familiares determinan el carácter
    del sujeto, aunque inciden en ello otros factores como la
    herencia
    (según la teoría
    biológica del comportamiento) o el medio socio-cultural
    (teoría
    sociológica). En el caso de la gente con tendencias
    agresivas, diremos que la primera teoría atribuye una
    personalidad
    antisocial "a caracteres innatos producidos por la herencia genética,
    y la segunda, que todo joven es normal, pero el medio
    ambiente, sus relaciones, la educación y la
    familia lo
    pueden inducir a la violencia".

    El hombre, dada su capacidad cerebral y,
    consecuentemente, su raciocinio, actúa más con base
    en las normas de
    conducta
    social que por mero instinto, así que cualquier
    predisposición genética
    al delito o la
    violencia puede ser moderada gracias a sus vínculos
    familiares, los cuales redundan en las relaciones sociales del
    sujeto. Así, me atrevo a suponer que el planteamiento de
    la teoría biológica de la delincuencia puede ser
    superado por los factores familiares.

    La investigadora Laura Salinas nos dice que la violencia
    quebranta los derechos humanos
    de las mujeres, y que hay dos tipos de violencia: la
    intrafamiliar y la sexual. Ambas –según la
    autora– "no son privativas de México,
    sino que se dan en todo el orbe y tienen su origen en una
    tradición discriminatoria profundamente arraigada,
    según la cual, la mujer, por ser
    diferente al hombre, es menos que él". Esta actitud
    –desafortunadamente– se encuentra presente en casi
    todas las culturas con sistemas
    patriarcales.

    "En Roma", por
    ejemplo, "la mujer era tratada
    como un objeto de poca valía, y esa condición de
    sometimiento era consecuencia de la división que los
    romanos había hecho de las personas en alieni juris y
    suijuris, según estuvieran o no sujetas a la autoridad de
    otro". Como las mujeres, los niños y
    los esclavos eran alieni juris, el paterfamilias
    –consecuentemente– era sui juris, es decir, con
    autoridad
    suficiente sobre sus descendientes y todos aquellos que
    dependieran de él. Así, la mujer
    podía ser repudiada e incluso asesinada sin mayores
    problemas para
    el hombre, independientemente de la causa que motivase su
    fin.

    De igual modo, "en la cultura
    árabe, la mujer era
    considerada una esclava y podía sometérsele sin que
    ésta tuviera ningún derecho a rebelarse. En la
    cultura
    judía antigua existía un régimen patriarcal
    muy parecido al de Roma, e incluso
    en la Biblia –número 5:11/31– se especifica el
    castigo aplicable (las aguas amargas, es decir, la muerte por
    envenenamiento) a las mujeres acusadas o simplemente sospechosas
    de adulterio, inculpadas por sus maridos sólo por la
    denominada ley de los celos
    de esa época, sin que las infortunadas pudieran
    defenderse".

    La Psicóloga Sonia Araujo, en 1997 directora del
    Centro de Atención a las Víctimas de la
    Violencia Intrafamiliar (CAVI), órgano que depende de la
    Procuraduría General de Justicia del
    DF, dice que "éste es un problema ideológico basado
    en la desigualdad que se reproduce en el dominio de las
    formas tradicionales de la educación, donde el
    jefe o los jefes de familia ejercen
    el control por medio
    de la fuerza,
    considerando esto no sólo como algo normal sino como un
    privilegio".

    A través de muchos estudios, los especialistas
    han podido comprobar que las personas cuyo carácter
    se torna agresivo provienen de relaciones familiares altamente
    conflictivas o han sufrido rechazo o ausencia de amor por parte
    de sus padres.

    2También han podido determinar si sus padres son
    gente normal y equilibrada o no, y que, al servir como modelos de
    identidad al
    niño, le enseñan a vivir en esa clase de ambiente. A
    esto se añade inevitablemente la situación del
    medio en que han vivido (marginación y pobreza, o bien,
    exceso y abundancia, que suelen ser los peores extremos) y en el
    que se han educado". Así, comprobamos que "la violencia
    encuentra en el ámbito familiar su núcleo de
    reproducción, dado que el patrón de
    relaciones sociales se arma e inculca dentro de la
    familia".

    "En México hay muchos –podría
    decirse que demasiados– hogares donde el ambiente
    familiar es adverso, pues hay problemas de
    maltrato, alcoholismo y
    drogadicción entre sus miembros, que
    repercuten y se manifiestan en los niños
    como inseguridad,
    agresividad y falta de autocontrol".

    Así, no sólo la mujer es víctima de
    la violencia sexual, daños físicos y crueldad
    mental, sino también los niños, quienes sufren
    golpes, quemaduras, cortadas y mutilaciones que pueden llegar al
    homicidio;
    maltrato sexual –que incluye tocamientos, exhibicionismo,
    violación–; prostitución del menor, agresiones
    emocionales –que comprenden humillaciones, insulto,
    descrédito, daño a sus propiedades (juguetes,
    dibujos,
    ropa)–; y, por último, la conducta de
    negligencia y abandono, comprobándose, además, que
    sus familiares u otras personas cercanas abusan de la confianza,
    posición de poder y
    relación afectiva para agredirlos.

    Estos pequeños crecen con una grave imagen de
    fragilidad, inseguridad y
    amenaza cuando su personalidad
    es introvertida. Si son extrovertidos, crecen con un modelo de
    impulsividad agresiva, reacciones violentas, alcoholismo,
    drogadicción e incluso vandalismo y
    delincuencia.

    5.
    Perspectivas

    Tanto el Estado como
    la sociedad civil
    adoptan medidas para erradicar toda forma de violencia
    intrafamiliar, con lo cual coinciden la ONU-México
    y las comisiones de Derechos Humanos nacional y
    locales, que ya han promulgado los derechos de las mujeres, los
    niños, los ancianos y otros grupos
    vulnerables.

    Sonia Araujo Osorio, quien fuera directora del CAVI, en
    1997 señalaba que sólo existían once centros
    de apoyo y albergues para las víctimas de la violencia
    intrafamiliar distribuidos en la capital del
    país y en algunas entidades federativas, dirigidos por
    organismos de la sociedad civil.
    Sin duda, el esfuerzo para sostener y operar dichos centros es
    enorme, pero, al menos hasta ese momento, se podía ver la
    falta de atención del Estado
    mexicano y de las autoridades locales para apoyar o
    responsabilizarse de esa tarea.

    "La Asamblea Legislativa del Distrito Federal ha sido
    precursora de muchas leyes y programas en
    favor de los sectores más desprotegidos, e integró
    en su I Legislatura (1994-1997) la Comisión de
    Atención Especial a Grupos
    Vulnerables como comisión ordinaria permanente", que
    promovió la Ley de Asistencia
    y Prevención de la Violencia Intrafamiliar, la cual fue
    aprobada por la entonces Asamblea de Representantes por
    unanimidad el día 26 de abril de 1996 y publicada en la
    Gaceta Oficial del Distrito Federal el 8 de julio del mismo
    año.

    "Dicha ley fue pionera en la materia, pues
    no tiene precedentes de orden legislativo, ya que realmente la
    Asamblea Legislativa del Distrito Federal, la Procuraduría
    General de Justicia del
    D. F. y el DIF han sido los únicos órganos
    preocupados por el tema", junto con las comisiones nacional y
    locales de Derechos
    Humanos.

    Al menos, han sido los únicos órganos
    oficiales, y últimamente algunos legisladores federales y,
    en ocasiones, el propio Presidente de la República, pues
    en Puebla el único esfuerzo palpable ha residido en el DIF
    y en la Comisión de Derechos Humanos de Puebla. En el
    Congreso del Estado se
    crearon algunas leyes en materia de
    grupos vulnerables, pero no existe ni la más remota
    comparación con el caso del Poder
    Legislativo capitalino.

    En la referida Ley de Asistencia y Prevención de
    la Violencia Intrafamiliar se define de manera clara y precisa lo
    que es este tipo de violencia, quiénes son sus
    generadores, quiénes sus receptores y cuántas
    clases de violencia hay. Asimismo, prevé la
    creación de un Consejo para la Prevención de la
    Violencia Intrafamiliar integrado por el DIF, las
    secretarás de Gobierno,
    Salud, Desarrollo Social
    y Educación
    del D. F.; el jefe de gobierno
    capitalino y las delegaciones políticas,
    que son las responsables directas en la aplicación de la
    citada ley. También prevé penas y sanciones para
    los transgresores y, afortunadamente, el Senado está
    trabajando en una reforma al Código
    Penal Federal.

    6.
    Consideraciones finales

    Como ya se vio, la violencia intrafamiliar es un
    fenómeno que existe desde las civilizaciones más
    antiguas, cuyos prejuicios e intereses desembocaron en la
    subcultura del sometimiento de la mujer y los hijos a la voluntad
    y caprichos del paterfamilias.

    Por tanto, es un fenómeno cultural, es decir, que
    se ha ejercido por costumbre y tradición, pero que es
    susceptible de poder
    modificarse, transformando las estructuras
    machistas y de desprecio hacia la mujer en una serie de estructuras
    donde exista la tan anhelada equidad.

    Por supuesto, la consecución de dicha equidad
    habrá de traer consecuencias de distintos órdenes:
    sociológicas, políticas,
    legislativas, incluso económicas y hasta sexuales y
    psicológicas, pero corresponderá a otro estudio
    determinar éstas así como sus alcances.

    Volviendo al tema, es imposible erradicar este mal
    –la violencia intrafamiliar– de raíz, pero la
    instrumentación de medidas contundentes y
    efectivas para disminuir su presencia y efectos, es un buen
    comienzo. Es necesario, además, crear una cultura de
    respeto y
    comprensión hacia la pareja y la familia para derrumbar
    los mitos y
    prejuicios de la subcultura machista.

    Sólo así podremos desterrar la tendencia
    destructiva que padece el hombre en contra de sí mismo: No
    cortando, sino aliviando el mal desde su origen.

    A mi madre, a mi abuela

    y a mis hermanos

    Francisco, Tere Inés y
    Víctor Hugo

    EMILIO VELAZCO GAMBOA

    Mexicano. Licenciado en Ciencias
    Políticas con Especialidad en Administración
    Pública, Gobierno y Política Mexicana por
    la Universidad del
    Desarrollo del
    Estado de Puebla (UNIDES).

    Tiene los Diplomados en Derecho Electoral y en Derecho
    Constitucional, por la Universidad
    Cuauhtémoc. Actualmente es consultor académico e
    investigador independiente.

    http://www.gratisweb.com/emilio_velazco/Investigador-Escritor

    http:// emilio-velazco.galeon.com

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