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Antología Libertaria (página 2)




Enviado por hcetinamx



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Los ricos se rebelarían, cuando se trate de hacer
práctico el programa del
Partido Liberal, en el caso de que, pro un verdadero y
único milagro en la historia de las revoluciones
de los pueblos, se hubieran conservado intactos los ideales de la
revolución después del triunfo.

Como anarquistas sabernos bien todo esto. Sabemos bien,
lo que hay que esperar del mejor gobierno, que pueda pesar sobre
cualquier pueblo, y, como anarquistas, debemos poner todo de lo
que esté a nuestro alcance para que la revolución
que está en vísperas de estallar dé al
pueblo, todos los beneficios que sea posible
conquistar.

Para alcanzar grandes beneficios para el pueblo,
beneficios efectivos, hay que obrar como anarquistas
fácilmente aplastados aun por los mismo que nos tienen por
jefes. Todo se reduce a una mera cuestión de
táctica. Si desde un principio non hubiéramos
llamado anarquistas, nadie, a no ser unos cuantos, nos
habrían escuchado. Sin llamarnos anarquistas, hemos ido
prendiendo en los cerebros ideas de odio contra la clase
poseedora y contra la clase gobernante. Ningún partido
liberal en el mundo tiene las tendencias anticapitalistas, como
el que está próximo a revolucionar México y
eso se ha conseguido sin decir que somos anarquistas y no lo
habríamos logrado ni aunque nos hubiéramos titulado
no ya anarquistas como somos, sino simplemente socialistas. Todo
es, pues, cuestión de táctica.

Debemos de dar la tierra al
pueblo en el curso de la revolución; de este modo no se
engañará después a los pobres: No hay un
solo gobierno que pueda beneficiar al pueblo contra los intereses
de la burguesía. Esto lo saben bien ustedes como
anarquistas y, por lo mismo, no tengo necesidad de demostrarlo
con razonamientos o con ejemplos. Debemos también dar
posesión al pueblo de las fábricas, las minas,
etcétera. Para no echarnos encima a la nación
entera, debemos seguir la misma táctica que hemos
ensayado, con tanto éxito;
nos seguimos es llamando liberales en el curso de la
revolución, pero en realidad iremos propagando la
anarquía y ejecutando actos anárquicos. Iremos
despojando a los burgueses y restituyendo al pueblo.

He aquí que el medio que se me ocurre y que
someto a la atención de ustedes. En virtud de la
revolución las fabricas, las haciendas, las minas, los
talleres, etcétera, van a cerrar sus puertas, no porque
los trabajadores tomen las armas, pues no todos las
tomarán, sino por otras razones, entre las cuales pueden
contarse la paralización o amortizamiento de las
transacciones comerciales, debido a la irregularidad que hay para
los intereses, en tiempos en que el respeto a la
autoridad,
está relajado y la orden en todos los lugares dominados
pro la revolución, de que no se pague a los trabajadores
menos de un peso, por la jornada establecida por ocho horas. La
consecuencia de ese proceder de la burguesía será
el hambre, porque agotadas las existencias no se da paso a
producir más.

Nosotros no deseamos esperar a que llegue el hambre, por
lo mismo, tan pronto como una hacienda paralice sus trabajos, una
fábrica cierre sus puertas, una mina deje de extraer
metal, etcétera, invocaremos la utilidad
pública de que no cese el trabajo,
cualquiera que haya sido el pretexto de los amos para suspenderlo
y con la razón deque es preciso reanudar los trabajos,
para impedir el pauperismo, daremos a los trabajadores, las
negociaciones que hayan cerrado los burgueses, para que ellos
sigan explotando bajo un pie de igualdad.

Para evitar que los trabajadores así
beneficiados, pretendan hacerse burgueses a su vez, se
prescribirá que todo el que entre a trabajar a esas
negociaciones, tendrá derecho a participar una parte igual
a la de los demás. Los trabajadores mismos
administrarán esas negociaciones.

Si se trata de haciendas, seria injusto dar todo el
terreno a los trabajadores de las mismas, porque entonces muchos
se quedarían sin nada. Se daría a los trabajadores
de haciendas, lo que actualmente trabajan en ellas,
reservándose lo que no se utiliza para los demás
pobres. Como los trabajadores de las haciendas seguirán
trabajándolas conforme a este plan, los que
quieran tierras, de las que no se utilizan actualmente, al ver la
excelencia del trabajo en común practicado por los peones
redimidos, en lugar de trabajar la tierra
individualmente, querrán trabajar en común
también ellos y así no habrá necesidad de
fraccionar la tierra en parcelas, con lo que se ahorraría
la Junta, el odioso trabajo de dar a cada quien que lo solicite
un pedazo de tierra.

Aunque queden las negociaciones en manos de los
trabajadores, se prohibirá su enajenación como en el programa se
prescribe para las tierras. De este modo se reanudará el
trabajo en medio de la revolución y se habrá hecho
una obra anarquista invocando la necesidad de que no cese la
producción para evitar el hambre de las
masas.

Hay que tener en cuenta, que no contando los
trabajadores con moneda para pagarse un diario, con que comprar
lo que necesiten para vivir, es preciso que ellos mismo
establezcan una comisión de estadística, que llevará un riesgo de los
recursos con que cuenta cada región dominada por la
revolución, así como las necesidades de los
habitantes laboriosos de la misma región. Teniendo ese
registro los
trabajadores se cambiarán mutuamente sus productos y
habrá tal exceso de producción, que podrán
fácilmente sin sacrificio mantener a los soldados de la
revolución. Además se aconsejará a los
trabajadores, que estén armados ellos mismos, para
defender lo que la revolución les ha dado, de las
embestidas que denlos soldados de la tiranía y la probable
acometida que nos den los gringos o algunas de las
naciones.

Al principio no molestaremos a los burgueses
extranjeros, sino hasta que el pueblo casi todo, tenga algo
material que defender y algo para hacerse respetar. Cuando los
parias tengan algo que defender, veremos que no habrá uno
que deje de empuñar el fusil.

Se presentarán problemas
nuevos, pero no creo que sean de difícil solución,
estando los mismos trabajadores interesados en el asunto,
Vendrán, además muchos anarquistas españoles
e italianos al ver lo que está ocurriendo y ellos
ayudarán muy bien, Me parece que sería muy bueno,
que uno de nosotros fuera a dar una vuelta durante la
revolución, para animar a aquellos compañeros a
darnos una buena ayuda, viniendo a agitar las masas y dirigirlas
en todo lo que se necesite, Yo creo que vendrían
muchísimos y hasta se les pondría costear el viaje
derramándose después por todo el país una
nube de compañeros. Obrando como propongo, si no se vence
al menos habrá quedado una gran enseñanza.

Ya estoy cansado. Escribo en posición tan forzada
que me duele el pecho del que, entre paréntesis, estoy ya
muy enfermo. No ceso de toser, me duele la espalda y me siento
mal, muy mal. Lo que me sostiene es que no me abato. El
frío que continuamente hay en esta cárcel me
está agravando. Pesaba doscientas y diez y ocho libras y
hoy sólo peso ciento sesenta y ocho. La cárcel es
de hierro; nunca
recibe un rayo de sol; el viento frío sopla de día
y de noche y delicado como he sido siempre de los pulmones,
siento que no resistiré otro invierno; en esta
cárcel en donde hay calentadores para los presos. Tengo un
catarro muy fuerte, desde que nos metieron a la cárcel no
se me quita. Se me calma dos o tres días, pero para
atacarme con más fuerza.

En este momento estoy a acalenturado. La fortuna es que
no me abato y así mismo me doy fuerza. Pero volvamos al
asunto que motiva esta carta.

Creo que es necesario que me vengan muchos anarquistas,
para que aleccione al pueblo. Además, es bueno hacer
reimprimir folletos y libros
anarquistas para que sean repartidos por millones. De ese trabajo
pueden encargarse amigos de confianza.

No debemos mandar representantes, cerca de los gobiernos
extranjeros, porque entonces entraríamos a un mar de
compromisos que quitarían a la revolución su
carácter especialísimo. Debemos
cultivar relaciones
internacionales, pero no con los gobiernos, sino con las
organizaciones
obreras de todo el mundo, ya sean simplemente tradeunionistas,
socialistas o anarquista.

No se me ocurre algo más por lo pronto. Librado
los saluda cariñosamente. Reciban un fuerte abrazo de su
hermano Ricardo que mucho los quiere.

Continúo hablando del mismo hoy, quince de junio,
queridos hermanos.

Va a haber burgueses muy ladinos, que la ver lo que pasa
a sus compañeros, no cerrarán sus negociaciones y
entonces no habrá pretexto inmediato para arrebatarles la
propiedad. En
ese caso que va a ser tal vez más frecuente, se
agitará a los obreros de esas negociaciones para que pidan
"imposibles", de manera que los patrones se vean forzados a
cerrar. Entonces los obreros tomarán posesión de la
negociación.

Sé que de escoger dos caminos en que deba mejor
seguirse para las expropiaciones, la Junta puede decretarlas o
bien los obreros pueden consumarlas y en este caso, que me parece
el mejor, porque disfrazada muy bien el carácter
anarquista de la Junta, no debemos más que aprobar hechos
consumados. Para seguir está última táctica
hay necesidad de hacer una gran agitación entre los
obreros , repartirles folletos, libros, meter entre ellos
agitadores anarquistas. Todo esto puede hacer muy bien (me
refiero a la agitación) y creo que, lo que se haga por los
obreros mismos, será más sólido que lo que
se haga por decreto de la Junta. La cuestión es traerse,
una vez comenzada y formalizada la revolución, un gran
número de compañeros de Europa y fomentar
en México la publicación de muchos
periódicos anarquistas. Como tendremos dinero esto se
podrá hacer fácilmente. Sólo los anarquistas
van a saber que somos anarquistas, y les aconsejaremos que no nos
llamen anarquistas para no atemorizar a tanto imbécil, que
en el fondo de la conciencia
abrigan ideales como los nuestros, pero que sin saber que son
ideales anarquistas, pues están acostumbrados a oír
hablar a los anarquistas en términos favorables, Mas bien
que imbéciles son ignorantes. No hay que se
injusto.

Lo que se haga por los obreros mismos, tendrá que
ser más sólido, por ser resultado de un esfuerzo
consciente. Así pues, creo que esa será la mejor
táctica; incitar a los obreros induciéndolos a que
expropien. La Junta ante los hechos consumados tendrá que
aprobar. Así seguiremos dando "el timo" de liberalismo en
beneficio de nuestros bellos ideales.

Me parece que no tengo más que
agregar.

Si Librado o yo tenemos hoy visita extraordinaria, tal
vez podamos echar fuera esta carta y mi anterior
adjunta.

Hoy es diez y siete de junio y me refiero, querido
hermanito, a la tuya de ayer, quedamos enterados de que
saldrán el próximo sábado y, hermanito,
deseamos que no te ocurra nada desagradable en el viaje. A
Paulina o a Rómulo, como lo indicas, ocurriré
cuando se trate o llegase aquí algo en secreto, quedando
entendido de que conocen la clave.

Ayer hable con el compañero Gaitán, quien
va a El Paso con Goliat para entrar a la lucha. La
compañera de Gaitán sale mañana para el Paso
y convenimos que ella te llevará como equipaje el bulto de
manifiestos, la oportunidad es brillante. Si ya enviaste a
Ulibarri todos los membretes, quedará listo en asunto.
Manda decir desde luego a Gaitán, Ulibarri o Loya, la
dirección a que debe ir el bulto de
manifiestos para que no haya tropiezo. Toma nota dirección
Prisciliano y de la indicación de si es a Paulina a quien
debo por conducto del excelente Salvador mandar lo que para
ustedes tenga, para que ella le dé curso.

Ustedes con más acierto, podrán resolver
sobre lo que propone, la formación de la primera zona de
occidente; pero me parece que es muy poca la sierra para
constituir una zona. Magnífica la noticia de la
unión del escuadrón Zaragoza con Díaz
Guerra.

No caben rollitos más gruesos, que los que hacen
con papel de fumar wheat straw. En este papel me has de escribir,
digo esto porque no me puede dar Salvador la carta que
rompiste en cuatro. Tal vez en ella se diga sobre Díaz
Quintas. Ya no es tiempo para ir a verlo, sí que no
urge.

Yo también opino porque se publique
Revolución, el nombre después de todo es lo de
monos, pero por un romanticismo muy
natural, me gustaría que fuera Regeneración
el
periódico.

No tengo más que decir querido hermanito, sin
oque me quedo desesperado porque también quisiera estar
cerca del teatro de los
próximos deseados sucesos.

Yo creo ahora si, no podrá sofocar el viejo la
revolución y que al fin el pueblo se hará justicia.

Ojalá que la sangre que se derrame, sea fecunda
en bienes para el
proletariado, y creo que lo será, si nos proponemos, mejor
obtener un triunfo fácil allanándonos a la
burguesía, obtener verdaderas libertades para el pueblo,
emancipándolo económicamente, paso a paso o salto a
salto, como se pueda en el curo de la grandiosa
revolución, en cuyos umbrales nos hallamos.

Sueño con grandes, efectivas conquistas durante
la revolución. No debemos titubear. Es muy posible que
nuestra revolución rompa con el equilibrio
europeo y se decidan aquellos proletarios a hacer lo que
nosotros. Tal vez si llevamos a cabo lo que propongo, se nos
echen encima las potencias de Europa, pero esto será el
último acto de la farsa gubernamental, porque estoy
seguro no nos
dejarán parecer, nuestros hermanos del otro lado del
mar.

Si logramos tener éxito durante la
revolución, esto es, si logramos ir despojando y
restituyendo, no importa que se propague por años muestro
movimiento.

Debemos esforzarnos porque la mayoría de los
jefes y oficiales revolucionarios sean más o menos hombres
de nuestro modo de pensar y, al afecto Gaitan, como Palomares,
como otros más, Loyola por ejemplo, para que esté
la fuerza de nuestra parte, porque hay muchos, muchísimos,
que no piensan sino en su engrandecimiento personal.
Teniendo el mando los libertarios haremos una gran
obra.

Para jefes de zonas donde no hay ahora grupos debemos
nombrar libertarios.

Una fenomenal propaganda
libertaria se impone, Procuraremos encargar, nos envíen
folletos y periódicos anarquistas y reimprimirlos en
México, con dinero que se arranque a los burgueses. Todo
ese trabajo lo pueden desempeñar amigos de confianza para
que la Junta siga conservando aparentemente un papel
"libre".

Siguiendo la táctica que a ustedes propongo en la
adjunta carta, no volveremos a tener la oportunidad mejor para
trabajar por el ideal, como en medio de la
revolución.

Ya me despido.

Envió un fuerte abrazo a todos, y para ti,
hermanito, mi grande fraternal cariño. Librado
también los saluda a todos.

Ricardo Flores Magón.

1º. De octubre de 1910

TIERRA

"Millones de seres humanos dirigen en estos momentos al
cielo su triste mirada, con la esperanza de encontrar más
allá de las estrellas que alcanzan a ver, ese algo que es
el todo porque constituye el fin, forma el objeto del doloroso
esfuerzo, del penoso batallar de la especial del hombre, desde
que sus pasos vacilantes la pusieron un palmo delante de las
especies irracionales ese algo es la felicidad".

¡La felicidad! "La felicidad no es de este mundo",
dicen las religiones. "La felicidad
está en el cielo, está más allá de la
tumba". Y el rebaño humano lenta a la vista, e ignorante
de la ciencia del
cielo, piensa que éste está muy lejos, cuando sus
pies se apoyan precisamente en ese astro, que con sus hermanos
constituye la gloria y la grandeza del Firmamento.

La tierra, forma parte del cielo: la humanidad, por lo
mismo, está en el cielo. No hay que levantar la vista, con
la esperanza de encontrar la felicidad, detrás de esos
astros que embellecen nuestras noches: la felicidad está
aquí, en el astro Tierra, y no se conquista con rezos, no
se consigue con oraciones, ni ruegos ni humillaciones, ni
llantos: hay que disputar de pie y por la fuerza, porque los
dioses de la tierra, no son como los de las religiones:
blandos a la oración y al ruego, los dioses de la tierra
tienen soldados, tienen polizontes, tienen jueces, tienen
verdugos, tienen presidios, tienen horcas, tienen leyes, todo lo
cual constituye lo que se llaman instituciones,
montañas escarpadas que impiden a ka humanidad alargar el
brazo y apoderarse de la tierra, hacerla suya, someterla a su
servicio, con
lo que se haría de la felicidad, el patrimonio de
todos y no el privilegio exclusivo de los pocos que hoy la
detentan.

La Tierra es de todos. Cuando hace millones de millones
de años, no se prendía aún la tierra del
grupo
caótico que andando el tiempo había de dorar el
Firmamento de nuevos soles, y después por el sucesivo
enfriamiento de ellos, de planetas
más o menos bien acondicionados para la vida
orgánica, este planeta no tenia dueño. Tampoco
tenía dueño la Tierra, cuando la humanidad hacia de
cada viejo tronco del bosque o de cada caverna de la
montaña, una vivienda y un refugio contra la intemperie y
contra las fieras. Tampoco tenia dueño la Tierra, cuando
más adelantada la humanidad en la dolorosa vida de su
progreso, llegó al periodo pastoril: donde había
pastos allí de estacionaban las tribus que poseían
en común los ganados. El primer dueño
apareció con el primer hombre que tuvo esclavos para
labrar los campos, y para hacerse dueño de esos esclavos y
de esos campos necesitó hacer uso de las armas y llevar la
guerra a una tribu enemiga. Fue pues, la violencia el
origen de la propiedad territorial, y por la violencia se ha
sostenido desde entonces hasta nuestros días.

Las invasiones, las guerras de
conquista, las revoluciones políticas,
las guerras de dominar mercados, los
despojos llevados, a cabo por los gobernantes y sus protegidos
son los títulos de la propiedad territorial,
títulos sellados con la sangre y con la esclavitud de la
humanidad; y este monstruoso origen de un derecho absurdo, porque
se basa en el crimen, no es un obstáculo para que la ley
llame sagrado a ese derecho, como que son los detentadores mismos
de la Tierra, lo que han escrito la ley.

La propiedad privada territorial se basa en el crimen, y
por lo mismo, es una institución inmoral. Esta
institución es la fuente de todos los males que afligen al
ser humano. El vicio, el crimen, la prostitución, el despotismo, de ella nacen.
Para protegerla se hacen necesarios el ejército, la
judicatura, el parlamento, la policía, el presidio, el
cadalso, la iglesia, el
gobierno y un enjambre de empleados y de zánganos, siendo
todos ellos mantenidos precisamente por los vinieron a la vida
cuando la Tierra estaba ya repartida, entre unos cuantos bandidos
que se apropiaron por la fuerza o entre los descendientes de esos
bandidos, que han venido poseyéndola por el llamado
derecho de herencia.

La tierra es el elemento principal del cual se extrae o
se hace producir todo lo que es necesario para la vida. De ella
se extraen: metales
útiles, carbón, piedra, arena, cal, sales.
Cultivándola, produce toda clase de frutos alimenticios y
de lujo. Sus praderas proporcionan alimento al ganado, mientras
sus bosques brindan su madera y las
fuentes sus
linfas generadoras de vida y de belleza. Y todo esto pertenece a
unos cuantos, hace felices a unos cuantos, da poder a unos
cuantos, cuando la Naturaleza lo
hizo para todos.

De esta tremenda injusticia, nacen todos los males que
afligen a la especie humana. Al producir la miseria. La miseria
empuja al crimen, la miseria bestializa al rostro, el cuerpo y la
inteligencia.
Degradadas y, lo que es peor, sin conciencia de su
vergüenza, pasan generaciones en medio de la abundancia y de
la riqueza sin probar la felicidad acaparada por unos
pocos.

Al permanecer la tierra a unos cuantos, los que no la
poseen, tienen que alquilarse a los que la poseen, para siquiera
tener en pie la piel y la
osamenta.

¡La humillación del salario o el hambre:
este es el dilema!

Este es el dilema con que la propiedad privada
territorial recibe a cada nuevo ser que viene a la vida; dilema
de hierro que empuja a la humanidad a ponerse ella misma las
cadenas de la esclavitud , si no quiere permanecer de hambre o
entregarse al crimen o la prostitución.

Preguntad ahora por qué el gobierno, por
qué roba o mata el hombre, por
qué se prostituye la mujer.
Detrás de las rejas esos pudrideros de carne y de
espíritu que se llaman presidios, miles de infortunados
pagan con la tortura de su cuerpo y la angustia de su
espíritu, las consecuencias de ese crimen, elevado por la
ley a la categoría que de derecho sagrado: la propiedad
territorial. En el envilecimiento de la casa pública,
miles de jóvenes prostituyen su cuerpo y estropean su
dignidad,
sufriendo igualmente las consecuencias de la propiedad privada
territorial. En los asilos, en los hospicios, en las casa de
expósitos, en los hospitales, en todos los sombríos
lugares donde se refugian la miseria, el desamparo y el dolor
humano, sufren las consecuencias de la propiedad privada
territorial hombres y mujeres, ancianos y niños.
Presidarios, mendigos, prostitutas y huérfanos y enfermos
levantan los ojos al cielo con la esperanza de encontrar
más allá de las estrellas que alcanzan a ver, la
felicidad que aquí les roban los dueños de la
Tierra.

Y el rebaño humano inconsciente… de su
derecho a la vida, torna a encontrar la espalda trabajando
para otros la tierra con que la naturaleza los obsequió,
perpetuando con su sumisión el imperio de la
injusticia.

Pero de la masa esclava y enlodada surgen los rebeldes;
de un mar de espaldas emergen la cabeza de los primeros
revolucionarios. El rebaño tiembla presintiendo el
castigo; la tiranía tiembla presintiendo el ataque y
rompiendo el silencio, un grito que parece un trueno, rueda sobre
las espaldas y llega hasta los tronos: ¡Tierra!.

"¡Tierra!" gritaron los Gracos: "¡Tierra!"
gritaron los anabptistas de Munzer; "¡Tierra!" grito
Babeuf; "¡Tierra!" grito Bakunin; "¡Tierra!" grito
Ferrer; "¡Tierra!" grita la revolución
mexicana.

Y este grito, ahogado cien veces en la sangre en el
curso de las edades; este grito corresponde a una idea guardada
con cariño a través de los tiempos de todos los
rebeldes del planeta; este grito sagrado transportará al
cielo con que sueñan los místicos, a este valle de
lágrimas cuando el ganado humano deje de lanzar su triste
mirada al infinito y fije aquí, en este astro que se
avergüenza de arrastrar la lepra de la miseria humana entre
el esplendor y la grandeza de sus hermanos del cielo.

Taciturnos esclavos de la gleba, resignados peones del
campo, dejad el arado. Los clarines de Acayucan y Jiménez,
de Palomas y las Vacas de Biseca y Valladolid, os convocan a la
guerra para que toméis posesión de estas tierras, a
las que dais vuestro sudor, pero os niega sus frutos, porque
habéis consentido con vuestra sumisión, que manos
ociosas se apoderen de lo que os pertenece, de lo que pertenece a
la humanidad entera, de lo que no puede permanecer a unos cuantos
hombres, sino a todos los que hombres y a todas las mujeres que,
por el sólo hecho de vivir, tienen derecho a aprovechar en
común, por medio del trabajo, toda la riqueza que la
tierra es capaz de producir.

¡Esclavos, empuñad el Winchester, trabajad
la tierra¡ cuando hayáis tomado posesión de
ella. Trabajad en estos momentos la tierra, es remacharse la
condena porque se produce más riqueza los amos y la
riqueza es poder, la riquezas es fuerza, fuerzas física y fuerza
moral, y los
fuertes os tendrán siempre sujetos. Sed fuertes vosotros.
Sed fuertes todos y ricos haciéndoos dueño de la
Tierra; pero para esto necesitáis el fusil; compradlo,
pedid prestado en último casi, y lanzaos a la lucha
gritando con todas vuestras fuerzas:

¡Tierra y Libertad¡

(de Regeneración)

22 de Octubre de 1910

LA
CADENA DE LOS LIBRES

Al leer la Constitución de los pueblos cultos de la
Tierra, el filósofo no puede menos que sonreír. El
ciudadano según ellas, es casi un ser todopoderoso, libre,
soberano amo y señor de presidentes y de reyes, de
ministros y de generales, de jueces, magistrados, dispuestos,
senadores, alcaldes y enjambre de grandes y pequeños
funcionarios. Y el ciudadano, con un candor que la experiencia no
ha podido destruir, se cree libre… porque la ley lo
dice.

"Dentro del territorio nacional todos nacemos libres",
dice nuestra constitución ¡Libres! Y con los ojos de
la imaginación, vemos al peón encorvado sobre el
surco: dejo el lecho antes de que saliera el sol;
volverá a él mucho después de que haya
cerrado la noche. ¡Libres! Y en la fábrica, negra,
nauseabunda estruendosa, se agita una multitud de seres
sudorosos, envejecidos en plena edad viril: ¡Libres! Y
donde quiera vemos al los hombres y mujeres, ancianos y
niños trabajar sin descanso para poder llevar a la boca un
pedazo de pan, nada más lo suficiente, lo estrictamente
necesario para que el trabajador pueda reanudar sus labores.
¿Sucedía acaso todo lo contrario cuando por la ley
estaba instituida la esclavitud? ¿Trabaja siquiera menos
el hombre hoy, que es "ciudadano libre", que cuando era
esclavo?

El esclavo es más feliz, que lo es hoy el
trabajador libre; como había costado dinero al amo,
éste cuidaba al esclavo; lo hacía trabajar con
moderación, lo alimentaba bien, lo abrigaba cuando
hacía frío, y si se enfermaba, lo confiaba a los
ciudadanos de algún médico. Hoy los patrones no se
cuidan de la suerte de sus trabajadores. No costándoles
dinero la adquisición de estos, los hace desempeñar
tareas agotantes que en pocos años acaban con su salud no
importándoles que las familias de los trabajadores,
carezcan de comodidades y de alimentación porque
estas no les pertenecen.

El trabajador que hoy es esclavo, como lo fue el de
ayer, con la única diferencia de que tiene la libertad de
cambiar de amo, pero esa libertad, la paga bien caro desde que no
goza de las comodidades, de las atenciones de los ciudadanos de
que era objeto el esclavo de antaño y su familia. Pero si
hay que dolerse de la situación del trabajador, no hay,
por eso, que suspirar por los tiempos en que la esclavitud era
legal. Debemos buscar los medios
más apropiados para destruir el régimen actual, ya
que la experiencia nos demuestra que si el trabajador de hoy, que
lleva pomposamente el nombre de "ciudadano", es un verdadero
esclavo sobre el cual no sólo pesa la autoridad del amo,
sino que, además, tiene que soportar sobre las
débiles espaldas, todas las cargas sociales y
políticas de cuyo peso la ley ha librado
mañosamente a las clases ricas e ilustradas para hacerlas
caer, con toda su abrumadora pesadumbre, sobre el proletariado
exclusivamente.

La esclavitud y el asalariado, que son la misma cosa,
son la única diferencia de nombre, se funda en l oque se
llama derecho de capital. Se supone, por la ley, que el capital
es de la propiedad del que lo posee, quien, por el llamado
derecho de sucesión tiene el derecho de apropiarse de todo
lo que se produzca con ese capital. Pero ¿tiene alguien
derecho de declararse dueño del capital?

El capital, según la Economía
Política, es trabajo acumulado. La maquinaria, los
edificios, los buques. Las vías férreas, son
trabajo acumulado, esto es, obra de trabajadores, intelectuales
y manuales de
todas las épocas hasta nuestros días y por lo
mismo, no se ve la razón por la que ese capital deba
pertenecer a unos cuantos individuos. El capital, en efecto, es
el trabajo de generaciones laboriosas que pusieron su ciencia, su
arte o
simplemente, su trabajo manual para
formarlo. La maquinaria moderna no es más que el
perfeccionamiento llevado a cabo por generaciones de inventores
de obreros, de artistas, cada uno de los cuales puso su parte de
trabajo para producir los complicados mecanismos que hoy
admiramos, y que debieron pertenecer a todos, porque son el
resultado de una obra colectiva, pertenecen, sin embargo porque
así lo dispone la ley- la ley lucha por los ricos- a unos
cuantos individuos.

Si el capital es obra de las generaciones laboriosas de
la especie humana, como es indudable, no puede pertenecen a un
reducido número de individuos, sino que a todos los que
estén dispuestos a seguir los pasos de las generaciones
anteriores, que se esforzaron en aumentarlo y mejorarlo con su
trabajo personal. Esto es lo que la justicia y la lógica
aconsejan; pero la ley, para la cual son estorbos molestos, la
lógica, ordena lo contrario; es por eso, por lo que el
proletario tiene que ponerse a las órdenes de un amo para
poder vivir, permitiendo que el producto de su
trabajo pase casi integro a los bolsillos de los detentadores de
la riqueza social.

Por eso el filósofo al leer la
Constitución de los pueblos cultos, inclusive la nuestra,
no puede menos que sonreír…

La palabra "ciudadano" es un sarcasmo, la palabra
"libertad" es una ironía, y los tan llevados y
traídos derechos del hombre amparan
todo, menos lo que es esencial, el primordial derecho, sin el
cual la especie humana queda a merced de todas las injusticias y
e pasto de la miseria, de la prostitución y del crimen: el
Derecho a Vivir.

Todos los derechos están garantizados, menos el
de vivir.

El derecho de la vida es la base de todos los derechos y
consiste:

En la facultad que tiene, todo ser humano, de aprovechar
ampliamente, por el sólo hecho de venir a la vida, todo lo
que existe, sin más obligación que la de permitir a
los demás seres humanos que hagan lo mismo
dedicándose todos a la conservación y fomento de la
riqueza social.

Veis, proletarios, que tenéis derecho a algo
más que la limosna que os dan por vuestro trabajo a
percibir integro el producto de vuestro trabajo, porque el
capital es de todos los hombres y mujeres, ancianos y
niños. El salario, por lo tanto, es un ultraje: es la
cadena de los libres, la cadena que es preciso quebrantar para la
palabra "ciudadano"! deje de ser un ultraje por
aplicársela a verdaderos esclavos. Si eso se hace se
habrá obtenido la libertad económica.

La tarea, sin embargo, no es fácil. No
sólo se oponen a la realización de ese hermoso
ideal sus sostenedores, el fraile, el soldado, el polizonte, el
juez y toda la máquina gubernamental, sino que, al lado de
todo el sistema opresivo,
será está la pasividad de las multitudes, la
inacción de las masas acostumbradas a la servidumbre y al
ultraje hasta el grado de considerar absolutamente natural y muy
en orden que el pobre sea la bestia de carga del rico y que el
gobierno sea el padrastro feroz, facultado por la divinidad para
castigar a los pueblos.

Es necesario que la masa piense de otro modo, que
comprenda sus derechos, para que esté dispuesta a
reivindicarlos, siendo el principal de los derechos el Derecho de
la vida.

Ardua tarea de educación requiere
eso, y no basta con ir a las escuelas oficiales para obtener
la
educación. Las escuelas oficiales educan al pueblo en
el sentido de hacer de cada hombre un sostenedor del sistema
actual.

Si en la escuela oficial
se aprendiera, a desconocer el derecho que tienen los
capitalistas a apropiarse el producto del trabajo de los
proletariados, lo Estados Unidos
por ejemplo, habrían dado un paso en la vida de la
libertad económica, pues casi todos los estadounidenses
saben leer y escribir. Pero en las escuelas se enseña todo
lo contrario, se enseña al niño a admirar la
destreza con que algunos hombres saben sacar provecho del sudor y
la fatiga de sus semejantes, para convertirse en reyes de
acero, del
petróleo y de otras cosas, En la escuela se
enseña al niño que el ahorro y la
laboriosidad son el origen de las grandes fortunas de esos Cresos
modernos que dejan boquiabiertos a los imbéciles, cuando
la experiencia demuestra que sólo las malas artes, la
violencia y el crimen, pueden acumular la riqueza en las manos de
los hombre.

El pueblo pues necesita, educación, pero distinta
a la educación oficial, cuyos programas han
sido sugeridos o dictados por los interesados a perpetuar la
esclavitud de los pobres en beneficio de los audaces y de los
malvados.

La educación de las masas, para que sea
verdaderamente provechosa y vaya de acuerdo con la conquista que
ha logrado hacer el pensamiento humana, es preciso que
esté a cargo de los trabajadores, esto es, que ellos la
costeen y sugieran los programas educacionales.

De este modo se conseguirá que la juventud
proletaria entre de lleno a la vida, bien armada de las ideas
modernas que darán a la humanidad el suspirado bien de la
justicia social.

Al lado de la educación proletaria, debe estar la
unión de los trabajadores y así, con la
unión solidaria de los explotados y su educación,
se logrará romper para siempre la cadena maldita, que nos
hace esclavos a los pobres y amos naturales a los ricos: el
salario. Y se encargará la human9dad al disfrute libre e
inteligente de todo cuanto han podido acumular las generaciones
anteriores y está actualmente en poder de un reducido
número de modernos negreros.

Pero par que el proletariado mexicano pueda unirse y
educarse, necesita antes que cualquier cosa, algún
bienestar material, las largas horas de trabajo, la insuficiente
alimentación, las pésimas condiciones de los
lugares de trabajo y la habitación, hacen que el
trabajador mexicano no pueda progresar. Cansado por la labor
prolongada, apenas si le queda tiempo para descansar por medio
del sueño para reanudar su tarea de presidiario. Por lo
mismo, no le queda tiempo para descansar con sus
compañeros, y de discutir y pensar juntos sobre los
problemas comunes al proletariado, ni tienen humor para abrir un
libro o leer
un periódico
obrero. El obrero así , está absolutamente a merced
de ka voracidad del capitalismo.
Necesario es, por lo mismo, que se reduzcan las horas de trabajo
y se aumenten los salarios, al
mismo tiempo que se entregue la tierra a todos los pobres, para
de ese modo, crear un ambiente de
bienestar propicio a la educación y a la unión de
la clase trabajadora.

Pero para esto, hay que ejercita la violencia. Enfrente
del interés de
los desheredados está el interés de los ricos y el
interés de los bandidos que están en el poder. Los
poseedores de la riqueza no va a permitir por voluntad, que el
pueblo tenga algún respiro y cobre aliento
para entrar a la gran lucha todo lo que se opone a la
emancipación humana. No nos queda otro recurso a los
desheredados, que recurrir a al fuerza de las armas para formar
un esfuerzo, un medio mejor en el cual podamos educarnos y
unirnos firmemente para las grandes conquistas del
porvenir.

Educación y solidaridad,
teniendo como base el alivio de las condiciones existentes,
será el fruto inmediato de la próxima
revolución. Un paso más después de eso, y
habremos llegado a los umbrales del ideal.

Bienvenida sea la revolución: bienvenida des esa
señal de vida. De vigor de un pueblo que está al
borde del sepulcro.

(de regeneración)

12 de Noviembre de 1910

LIBERTAD POLÍTICA

Deseamos que nuestros compañeros, los
desheredados, entiendan bien lo que es la libertad política y los
beneficios que puede reportar a los pueblos. Nosotros tenemos la
convicción de que la libertad política por si sola
es impotente para hacer la felicidad de los pueblos, y es por eso
por lo que trabajamos con empeño por hacer entender al
pueblo que su verdadero interés es el de trabajar con la
libertad económica, que es la base de todas las
libertades, el cimiento sólido sobre el cual puede
construirse el grandioso edificio de la emancipación
humana.

La libertad política da al hombre el derecho de
pensar, el derecho de emitir su pensamiento, el derecho de
reunirse, el derecho de ejercer el oficio, profesión o
industria que
le acomode, el derecho de transitar libremente por el territorio
nacional, y entre otros muchos derechos y prerrogativas tiene el
derecho de votar y ser votado para los cargos públicos de
elección popular. En cambio de
estas libertades viene las obligaciones,
siendo las principales: el pago de las contribuciones para los
gastos
públicos, el servicio gratuito a las autoridades cuando
éstas necesitan auxilio de los ciudadanos, la
obligación de servir como soldados.

Ya hemos explicado otras veces, que la inferioridad
social del proletariado y del pobre en general, hace
completamente ilusoria la libertad política, esto es, no
puede gozar de ella.

La ignorancia y la miseria inhabilitan al hombre para
pensar y emitir sus pensamientos, y aun cuando lograse pensar y
emitir sus pensamientos, serían éstos de una
inferioridad intelectual marcada, que su influencia seria nula
por la imposibilitad de hacerlos preponderar sobre la brillante
argumentación de los hombres instruidos intelectualmente,
pues el proletariado está subordinado a la inteligencia de
los hombres cultos, que por el hecho mismo de su cultura gozan
de comodidades y tienen, por lo tanto, ideales que corresponden a
la vida fácil de la clase alta de la sociedad, cuyo
interés es conservar esas facilidades de existencia, que
no se fundan en un principio de igualdad y de justicia sociales,
sino en la desigualdad misma, en el hecho de la diferencia de
facilidades de existencia entre las clases altas y bajas de la
sociedad.

Se ve, por esto, que la libre emisión del
pensamiento aprovecha exclusivamente a las clases altas, el
derecho de la reunión es igualmente ilusorio para el
proletariado, en virtud de su inferioridad intelectual que lo
subordina, naturalmente, ideológicamente, a las clases
altas, que si se trata de reuniones políticas, se sirve de
la masa como fuerza numérica para decidir una contienda
electoral, o para hacer variar de política a un gobierno o
simplemente de tablado sobre el cual exhibirse y brillar
mejor.

Ilusorio es igualmente, el derecho de ejercer el oficio,
profesión o industria que se quiera, La ignorancia y la
miseria inhabilitan al hombre para entregarse libremente al
ejercicio de una profesión. Derechos que solamente pueden
ser disfrutados por las clases altas que tienen dinero para
sostener los estudios de sus hijos.

Igualmente se necesitan bienes de fortuna para
establecer una industria. Al proletariado no le queda otro
derecho que el de ejercer un oficio y aun para escoger un oficio,
se necesita gozar de alguna independencia
económica y poseer cierta instrucción,
circunstancias que no concurren en la generalidad de los
pobres.

Lo que se ha dicho a cerca de los derechos
políticos aquí numerados, se puede decir, que
ligeras variaciones de los demás. Para gozar de los
derechos políticos, se necesita la independencia
económica y la instrucción, y todo hombre que se
dedique sinceramente a trabajar por el bienestar del pueblo, debe
luchar, con todas sus fuerzas, por un cambio de las condiciones
políticas existentes, en otras que garanticen la
independencia económica, base de la educación y de
la libertad, o que garantice, al menos una independencia
relativa, gracias a la cual pueda el proletariado unirse,
educarse y emanciparse al fin.

El derecho del voto es también ilusorio, por la
misma razón que se hacen ilusorios los demás
derechos cuyo conjunto es lo que se llama libertad
política. La ignorancia y la miseria ponen a los pobres e
una situación de inferioridad que los subordina, natural y
lógicamente, a la actividad política de las clases
altas de la sociedad. Por razones de la educación, de
instrucción y de posición social, las clases altas
asumen el papel de directores de las contiendas electorales. Los
individuos de las clases altas, en virtud de su independencia
económica disponen de más tiempo que los
proletarios, para dedicarse a otras cosas distintas de las
ocupaciones ordinarias de la vida y todavía más,
muchos de los individuos de las clases directoras hacen de la
política la ocupación de su vida.

Todo esto contribuye a que el proletariado que, en
virtud de verse forzado a trabajar día con día,
para poder vivir, no puede tomar a su cargo la dirección
de las campañas políticas, tenga que subordinarse a
los trabajos de las clases, conformándose los trabajadores
con hacer el papel de votantes en las farsas electorales. La
discusión de los candidatos, la confección de los
programas de gobierno, el plan de la campaña electoral, la
propaganda y todo lo que requiere actividad y discernimiento,
quedan absolutamente a cargo de los directores del movimiento
electoral, pues aun en el caso en el que se formaran clubes
especiales, de trabajadores para los trabajos electorales, lo que
en ellos se hiciera, no seria sino el reflejo de lo que se hace
en los clubes electorales del as clases directoras, de las cuales
son meros espejos. De todo lo cual resulta que los pobres, no
tienen derecho que el de firmar las boletas electorales y de
llevarlas a las casillas, pero sin conocerse, a punto fijo,, las
cualidades de las personas que tiene elegir, a quienes
sólo conocen por lo que de ellas dicen los propagandistas
de las clases directoras.

El derecho de votar se reduce, en tales condiciones, a
la tarea de firmas una boleta y de llevarla a la casilla, y con
ello los trabajadores- y los pobres en general- nada ganan, como
no sea el de cambiar de amo, amo que no va a trabajar en
beneficio de los intereses de los pobres, sino en beneficio de
las clases altas de la sociedad, pues éstas fueron las que
en verdad hicieron la elección.

He aquí como la libertad política, por si
sola, no tiene el poder de hacer feliz a ningún pueblo, Lo
que urgentemente necesitan no sólo México, sino
todos los pueblos cultos de la tierra, es la libertad
económica, que es un bien que no se conquista con
campañas electorales, sino con la toma e posesión
de bienes materiales,
tales como la tierra y la dignificación y ennoblecimiento
de la clase trabajadora por medio de mejores salarios y menor
número de horas de trabajo, cosas que, como lo hemos
repetido mucho, darán al proletariado la oportunidad de
unirse, de estudiar los problemas, de educarse y emanciparse
finalmente.

Por lo expuesto se ve que, en realidad el pueblo no
ejercita, no puede ejercitar los derechos políticos, pero
eso no lo descarga de las obligaciones que le imponen la ley. No
tiene derecho a otra cosa que a morirse de hambre, pero,
está obligado a pagar las contribuciones para que vivan
con holgura precisamente los que lo dominan.

El brillante ejército, los polizontes de todas
clases, los funcionarios políticos, judiciales,
municipales y administrativos, desde los más altos hasta
los más humildes; los miembros de la Cámaras
legislativas federales y de los estados y una caterva de
empleados altos y bajos, tienen que ser pagados con las
contribuciones de todas clases, aduanales, de Timbre, directivas
y municipales que pesan exclusivamente sobre los hombros del
pobre, porque si bien es cierto que son los ricos los que las
pagan, por los negocios entre manos , sacan lo que han pagado al
gobierno encareciendo las rentas de las casas, de las tierras, de
los combustibles, de las mercancías en general, siendo por
lo tanto, los pobres, los únicos que tienen que pagar los
gastos del gobierno, entre los que hay que agregar las
subvenciones a la prensa gobiernista, las gratificaciones que
acostumbra dar a los más vitales y más bajos se los
aduladores y las cantidades que los hombres que gobiernan sacan
de las cajas de las oficinas para aumentar su riqueza.

Pero esta no es la única obligación de los
pobres. Entre otras está el servicio gratuito de deber
prestar, ya por medio de las rondas por cuidar intereses de los
ricos, ya componiendo las carreteras para que deslicen mejor los
automóviles de los ricos también y por ser tenor de
todos los demás servicios
hechos gratuitamente por lo de abajo en beneficio de los de
arriba y como digno remate de la burla con que se paga la
candidez de los pueblos, el proletariado debe dar sus mejores
hijos al cuartel y sus más bellas hijas al lupanar, para
que sus hijos asesinen cuando se declaren en huelga o
reclamen sus derechos y sus hijas sean muchachas para los
señoritos y los viejos también de la santa
burguesía.

Obligaciones, cargas, afrentas, miseria,
prostitución, crimen, ignorancia, desunión. Ese es
el sombrío cortejo de males que sobre el pueblo arroja la
libertad política cuando se le considera como panacea que
ha de curar todas las dolencias de la humanidad. La libertad,
así, es un edificio sin bases sólidas e incapaz de
tenerse en pie.

Lo que el pueblo necesita para gozar de libertades es
su emancipación económica, base inconmovible de
la verdadera libertad.

(de Regeneración)

19 de noviembre de 1910

Como se puede ver la fecha, este
artículo

Fue escrito 24 horas antes de que
estallara…

LA
REVOLUCIÓN

Esta por caer el fruto de bien maduro de la revuelta
intestina; el fruto amargo para todos los engreídos con
una situación que produce honores, riquezas, distinciones
a los que fundan sus goces en el dolor y en la esclavitud de la
humanidad; pero frutos dulces y amables para todos los que de
algún motivo han sentido sobre su dignidad las
pezuñas de las bestias que en una noche de treinta y
cuatro años han robado, han traicionado ocultando
crímenes bajo el manto de la ley; esquivando el castigo
tras la investidura oficial.

¿Quién teme a la Revolución?
Los mismo que la han provocado; los que son su opresión o
su explotación sobre las masas populares, han hecho que la
desesperación se apodere de las víctimas de sus
infamias; los que con la injusticia y la rapiña han
sublevado las conciencias y han hecho palidecer la
indignación a los hombres honrados de la
Tierra.

La Revolución va a estallar de un momento a otro.
Los que por tantos años hemos estado atentos a todos los
incidentes de la vida social y política del pueblo
mexicano, no podemos engañarnos. Los síntomas de
formidable cataclismo no dejan lugar dudas de lo que está
por surgir y algo por derrumbarse, de que algo está por
levantarse y algo por caer.

Por fin, después de treinta y cuatro años
de vergüenza, va a levantar al cabeza el pueblo mexicano y
por fin, después de esa larga noche, va a queda convertido
en ruinas el negro edificio cuya pesadumbre nos
ahogaba.

Es oportuno ahora volver a decir lo que tanto hemos
dicho; hay que hacer que este movimiento, causado por la
desesperación, no sea el movimiento ciego del que hace un
esfuerzo para liberarse del peso de un enorme fardo, movimiento
en que el instinto domina casi por completo a la razón.
Debemos procurar los libertarios, que este movimiento tome la
orientación que señala la ciencia. De no hacerlo
así, la Revolución que se levanta, no
serviría más que para subsistir un Presidente por
otro Presidente, o lo que es lo mismo un amo por otro amo.
Debemos tener presente que lo que se necesita, es que el pueblo
tenga pan, tenga albergue, tenga tierra que cultivar, debemos
tener presente que ningún gobierno, por honrado que sea,
puede decretar la abolición de la miseria. Es el pueblo
mismo, son los hambrientos, los desheredados, los que tienen que
abolir la miseria, tomando en primer lugar, posesión de
las tierras que, por derecho
natural, no puede acaparada por unos cuantos, sino que es
propiedad de todo ser humano.

No es posible predecir hasta dónde podrá
llegar la obra reivindicadora de la próxima
Revolución, pero si llevamos los luchadores de buena fe,
el propósito de avanzar los más posible por ese
camino, si al empuñar el weichester vamos decididos, no al
encumbramiento de otros amos, sino a la reivindicación de
los derechos del proletariado; si llevamos el campo de la lucha
armada, el empeño de conquistar la libertad
económica, que es la base de todas las libertades, que es
la condición sin la cual ni hay libertad ninguna; si
llevamos ese propósito, encauzaremos el próximo
movimiento popular por un camino digno de esta época, pero
si por afán de triunfar fácilmente; si por querer
abreviar la contienda, quitamos de nuestra tendencia el
radicalismo que las hace incompatibles con la tendencia de los
partidos netamente burgueses y conservadores, entonces habremos
hecho obra de bandidos y asesinos, porque la sangre derramada no
servirá más que para dar mayor fuerza a la
burguesía, esto es, a la casta poseedora de la riqueza,
que después del triunfo pondrá nuevamente la cadena
al proletariado con cuya sangre, con cuyo sacrificio, con cuyo
martirio gano el poder.

Preciso es, pues, proletariados; preciso es pues,
desheredados,

que no os confundáis.

Los partidos conservadores y burgueses os hablan de
libertad, de justicia, de ley, de gobierno honrado y os dice que
cambiando el pueblo los hombres que están en el poder por
otros, tendréis libertad, tendréis justicia,
tendréis ley, tendréis gobierno honrado.

No os dejéis embaucar. Lo
que necesitáis es que se os asegure el bienestar de
vuestra familia y el pan para cada día, el bienestar de
la familia no
podrá dárnoslo ningún gobierno. Sois
vosotros los que tenéis que conquistar esas ventajas
tomando desde luego posesión de latiera, que es la fuente
primordial de la riqueza y la tierra no os la podrá dar
ningún gobierno.

"¡Entendedlo bien!"… porque la ley defiende los
"derechos" de los detentadores de la riqueza; tenéis que
tomarla vosotros a despecho de la ley, a despecho del gobierno, a
despecho del pretendido derecho de
propiedad; tendréis que tomarla vosotros en nombre del
derecho que tiene todo ser humano a vivir y a desarrollar su
cuerpo y su inteligencia.

Cuando vosotros estéis en posesión de la
tierra, tendréis libertad tendréis justicia, porque
la libertad y la justicia no se decretan; son el resultado de la
independencia económica, esto es, de la facultad que tiene
el individuo de
vivir sin depender de un amo, esto es aprovecharse para si y para
los suyos del producto integro de su trabajo.

Así pues, tomad la tierra. La ley dice que no la
toméis, que es propiedad particular, pero la ley de tal
cosa dice, fue escrita por lo que os tienen en la esclavitud y
tan sólo responde a una necesidad general, que necesita el
apoyo de la fuerza. Si la ley fuera el resultado del
consentimiento de todos, no necesitaría el apoyo del
polizonte. Del carcelero, del juez, del verdugo, del soldado y
del funcionario.

La ley os fue impuesta y contra las imposiciones
arbitrarias, apoyadas por la fuerza, debemos los hombres dignos
responder con nuestra rebeldía.

Ahora: ¡A luchar! La Revolución
incontenible avasalladora, no tarda en llegar. Si queréis
ser libres de veras, agrupaos bajo la bandera libertaria del
Partido Liberal; pero si queréis solamente daros el
extraño placer de derramar sangre y derramar la vuestra
"jugando a los soldados" agrupaos bajo otras banderas, las
antirreleccionistas por ejemplo, que después de que
"juguéis a los soldados" os pondrá nuevamente el
yugo patronal y el yugo gubernamental; pero eso si, os
habréis dado el gusto de cambiar el viejo presidente, ya
que os chocaba, por otro infame, acabadito de nacer.

Compañeros la cuestión es grave. Comprendo
que estáis dispuestos a luchar, pero luchad con fruto para
la clase pobre. Todas las revoluciones han aprovechado hasta hoy
a las clases encumbradas, porque no habéis tenido idea
clara de vuestros derechos y de vuestros intereses, que como los
sabéis, son completamente opuestos a los derechos y a los
intereses de las clases intelectuales y ricas. El interés
de los ricos es que los pobres sean pobres eternamente, porque
la pobreza de las
masas es la garantía de la riqueza. Si no hay hombres
que tengan necesidad de trabajar para otro hombre, los ricos se
verán obligados a hacer alguna cosa útil, a
producir algo de utilidad general para poder vivir, ya no
tendrían entonces esclavos a quines explotar. No es
posible predecir, repito, lasto donde pueden llegar la
reivindicaciones populares, en la Revolución que se
avecina, pero hay que procurar lo más que se pueda. Ya
sería un gran paso hacer que la tierra fuera propiedad de
todos y si no hubiera fuerza suficiente o suficiente conciencia
entre los revolucionarios para obtener más ventajas que
esa, ella seria, la base de reivindicaciones próximas, que
por la sola fuerza de las circunstancias conquistaría el
proletariado.

¡Adelante compañeros! Ponto
escucharéis los primeros disparos, pronto
lanzarán el grito de rebeldía los oprimidos. Que
no haya uno solo que deje se secundar el movimiento, lanzando
con toda su fuerza de la convicción este grito
supremo:

¡Tierra y Libertad"

26 de enero de 1911

PARA
DESPUÉS DEL TRIUNFO

No , compañeros, no hay que dejar, para cuando
caiga el tirano, la implantación de los salvadores
principios del
Partido Liberal. Algunos revolucionarios creen que basta con
derribar a Díaz para que caiga sobre el pueblo una lluvia
de bendiciones. Otros piensan que es indiferente luchar bajo la
bandera de cualquiera de los partidos revolucionarios, pues dicen
que lo primero es derribar al tirano, y que, una vez conseguido
esto y hecha la paz, los dos partidos revolucionarios –el
Liberal y el Antirreelecionista convocarían al pueblo a
elecciones, se reuniría un Congreso que estudiase el
programa del Partido Liberal y se tendría ya listo un
flamante presidente, que ejecutase la voluntad del no menos
flamante Congreso.

Abramos bien los ojos, compañeros desheredados.
No confiemos a ningún gobierno la solución de
nuestros problemas. Los gobiernos son los representantes del
capital y por lo mismo, tienen que oprimir al proletariado. De
una vez por todas, sabedlo: ningún Congreso
aprobará el programa del Partido Liberal, porque no
seréis, vosotros los desheredados, los que vayáis a
sentaros a los bancos del
Congreso, sino vuestros amos y vuestros amos tendrán el
buen cuidado de no dejaros resollar. Vuestros amos
rechazarán indignados el programa liberal del 1º. De
julio de 1906, porque en él se habla de quitarles sus
tierras y las aspiraciones de los proletariados quedarán
burladas.

A los bancos del Congreso no van lo
proletariados,

sino los burgueses.

Pero aun suponiendo que por un verdadero milagro todos
los bancos del Congreso estuvieran ocupados por proletarios y
que, por esa razón, se aprobase el Programa del Partido
Liberal Mexicano, y se decretase la expropiación de la
tierra, para entregarla al pueblo; aun suponiendo que al frente
de los destinos del país, se encontrase un Ángel
bajado del cielo, para hacer cumplir la voluntad del congreso,
¿creéis que los señores hacendados
obedecerían la ley y se dejarían quitar las
tierras? Suponer eso, creer que los ricos se someterían a
la humillación de quedar en la misma posición
social que los trabajadores, es una verdadera
niñería. No: los señores hacendados se
levantarían en armas si algún Congreso tuviera la
audacia de decretar la entrega de la tierra al pueblo, y entonces
el país se vería envuelto en llamas del nuevo, en
las llamas de una revolución, en la que tal vez
naufragasen las sanas aspiraciones de los trabajadores
inteligentes.

¿Qué necesidad hay en aplazar la
expropiación de la tierra cuando se establezca el nuevo
gobierno? En la presente insurrección, cuando el
movimiento esté en toda su fuerza y el Partido Liberal
haya logrado la preponderancia necesaria, esto es, cuando la
fuerza del partido, pueda garantizar el éxito de la
expropiación, es cuando debe hacerse efectiva la toma de
posesión de la tierra por el pueblo y entonces ya no
podrán ser burladas las aspiraciones de los
desheredados.

Compañeros: Benito Juárez fue instado,
durante la revolución de Reforma, a que no quitase al
clero sus bienes hasta que se hiciera la paz. Pero Benito
Juárez vio bastante lejos, y comprendió que si se
expropiase al clero sus bienes cuando se hiciera la paz, el clero
volvería a trastornarla y el país se vería
envuelto en una nueva revuelta.

Quiso ahorra sangre y dijo: "Es mejor hacer una
revolución lo que tendría que hacerse en dos". Y
así se hizo.

Hagámoslo así los liberales, en una sola
insurrección dejemos como un hecho consumado la toma de
posesión de la Tierra.

No hagamos aprecio a los que aconsejan que se deje la
expropiación de la tierra "para después del
triunfo". Precisamente el triunfo debe de consistir en la
consumación del acto más grande que han visto las
naciones desde que comenzaron a vivir: la toma de posesión
de la tierra por todos los habitantes de ella, hombres y
mujeres.

Pero si, ofuscada vuestra razón por las promesas
de los políticos que todo lo aplazan "para después
del triunfo", nos afiliamos a las banderas de esas sirenas que
nos hablan de leyes libérrimas, de democracia, de derechos
políticos, de boletas electorales y de todas esas fuerzas
que sólo sirven para desviar al proletariado del camino;
si de nada nos sirven las elocuentes lecciones de la historia,
que nos habla de que ningún hombre puede hacer la
felicidad del pueblo pobre, cuando esté ya al frente del
gobierno, si queremos seguir siendo esclavos de los ricos y de
las autoridades "después del triunfo", no vacilemos,
volemos a engrosar las filas de los que pelean por tener un nuevo
amo que se haga pagar bien caros sus "servicios".

Compañeros: despertad, despertad, hermanos
desheredados, vayamos a la revolución,
enfrentémonos al despotismo; pero tengamos presente la
idea de que hay que tomar la tierra en el presente movimiento y
que le triunfo de este movimiento, debe ser la
emancipación económica del proletariado, no por
decreto de ningún gobernante, sino por la fuerza del
hecho, no por la aprobación de ningún congreso,
sino por la acción
directa del proletariado.

Me imagino, que feliz será el pueblo mexicano
cuando sea dueño de la tierra, trabajándola todos
en común somos hermanos y repartiéndose los
productos fraternalmente, según las necesidades de cada
cual.

No cometáis, compañeros la locura de
cultivar cada quien un pedazo. Os mataréis en el trabajo
exactamente como os matáis hoy, unios y trabajad la tierra
en común; pues todos unidos, la haréis producir
tanto que estaréis en aptitud de alimentar al mundo
entero. El país es bastante grande y pueden producir sus
ricas tierras todo lo que necesiten los demás pueblos de
latiera. Más eso, como digo, sólo se consigue
uniendo los esfuerzos y trabajando como hermanos, cada quien
naturalmente- si así lo desean puede reservarse un pedazo
para utilizarlo en la producción según sus gustos e
inclinaciones, hacer en él su casa, tener un
jardín; pero el resto debe ser unido a todos los
demás, si se quiere trabajar menos y producir más.
Trabajar en común la tierra, puede dar más de lo
suficiente con unas dos o tres horas de trabajo al día,
para poder vivir, por eso me parece mejor que la tierra se
trabaje en común y esta idea creo que será bien
acogida por todos los mexicanos.

¿Podrá haber criminales
entonces?

¿Tendrán las mujeres que seguir
vendiendo sus cuerpos para comer?

Los trabajadores llegados a viejos,

¿tendrán que pedir limosna?

Nada de eso

Nada de eso: el crimen es el producto de la actual
sociedad basada en el infortunio de los de abajo en provecho de
los de arriba.

Creo firmemente que el bienestar y la
libertad

son fuentes de bondad.

Tranquilo el ser humano, sin las inquietudes en las que
actualmente vive por la inseguridad
del porvenir, convertido el trabajo en un simple ejercicio
higiénico, pues trabajando todos la tierra,
bastarán dos o tres horas diarias para producirlo todo en
abundancia, con el auxilio de la gran maquinaria de que entonces
de podrá disponer libremente; desvanecida la codicia, la
falsedad de que hay que hacer uso ahora para poder sobrevivir en
este maldito medio, no tendrán razón de ser el
crimen ni la prostitucion, ni la codicia y todos como hermanos
gozaremos la verdadera libertad, igualdad y fraternidad que los
burgueses quieren conquistar por medio de la boleta
electoral.

Compañeros

¡A conquistar la
tierra!

4 de Febrero de 1911

EL
MOVIMIENTO LIBERAL

No escarmientan los pueblos: La historia es para ellos
un libro de hojas manchadas de tinta. Todo esperan de las leyes y
de los nuevos gobiernos. La experiencia tan necesaria para la
vida individual, parece que nada significa para la vida
social.

Eternos inocentes son los pueblos. Si padecen hambre, si
sufren injusticias, lo más que hacen es tomar las armas
para derribar al tirano y echarse otro encima. Los vuelve a
fastidiar el nuevo, naturalmente porque no se cumple lo que
prometió, pues a derribarlo y echarse encima a otro. Esta
es la historia de los pueblos todos de la tierra, pero no
escarmientan, tal parece que necesitan sentir sobre los lomos el
látigo del amo.

¿Es que no han llegado a entender los pueblos
que los gobiernos no son fabricantes de bienestar?

Los gobiernos no pueden hacer otra cosa que cobrar
contribuciones para pagar soldados y esbirros que protejan los
intereses de los capitalistas. Toda la maquinaria gubernamental
no tiene otro objeto que ese.

Los pobres, por si mismos, tienen que conquistar su
bienestar y hoy es el momento oportuno. No pensemos en quien va a
ser el nuevo amo, sino en negar al capital el derecho de
explotarnos.

Basta ya de dar la vida por encumbrar ambiciosos;
démosla pero para conquistar la emancipación del
proletariado y, la emancipación del proletariado no se
obtiene elevando la presidencia a algún hombre, sino
tomando posesión de la tierra que es la fuente natural de
toda la riqueza.

Por eso es por lo que lucha el partido liberal. El
partido liberal no tiene candidatos, ni reconoce a ninguno. Ni
quiere tenerlos. El Partido Liberal es un partido netamente
revolucionario que tiene el propósito de imponer sus
principios por medio de la fuerza en el actual movimiento de
insurrección.

Para cuando se restablezca la paz ya la tierra debe
estar en el poder del pueblo.

Más, para lograr tan grande bien, es necesario
que todos nos hagamos el propósito de hacer algo en
beneficios de la revolución. Con pena manifiesto que ha
notado mucho egoísmo con respecto al movimiento. Todos se
entusiasman con la idea de llegar a vivir felices en la tierra
que nos vio nacer; pero pocos, muy pocos son lo que ayudan de una
manera efectiva para que la revolución se
robustezca.

Verdaderos milagros ha hecho la Junta, con los escasos
elementos pecuniarios que han enviado los simpatizantes. Se
necesita mucho más, mucho más para fomentar la
revolución y es de desearse que todos, hombres y mujeres,
envíen su óvulo sin pérdida de tiempo y que
no se cansen de ayudar. Los valientes están exponiendo sus
vidas en los campos de batalla ¡por qué no hacer el
sacrificio de algunas monedas para fomentar el
movimiento…¿?

(de Regeneración)

11 de febrero de 1911

LA
GUERRA SOCIAL

Ya no tiene razón de ser la revolución
netamente política. Matarse por encumbrar a un hombre al
poder es sencillamente estúpido.

En nuestra época el personalismo sólo
puede ganar adeptos entre ignorantes o entre los cazadores de
posiciones y prebendas.

La república burguesa ya no satisface a los
hombres inteligentes y de buena fe.

La república burguesa sólo satisface a los
políticos, a los que quieren vivir a expensas del pueblo
trabajador; pero a la luz de la
filosofía
moderna es anacronismo, cuya existencia sólo es
justificada por la ignorancia de las masas y mala fe de las
llamadas clases directoras de la sociedad.

La república burguesa es un
cadáver.

Murió desde el momento en que, al hacerse la
declaración de los "Derechos del Hombre", todo se
garantizó, menos la igualdad social de los seres humanos
que componen las naciones y un cadáver no tiene derecho a
contaminar el ambiente; hay que enterrarlo.

El deber de los verdaderos revolucionarios es cavar
una fosa y arrojar en ella a la república
burguesa.

La igualdad social, que es el sueño generoso de
todos los hombres emancipados, se conseguirá conquistando
el Derecho de vivir, y ese derecho consiste en la facultad que
todo ser humano tiene de aprovechar los progresos alcanzados por
la ciencia y por la industria el la producción de todo lo
que hace agradable la existencia y es útil al desarrollo
integral de la raza humana.

El derecho de vivir, es lo que queremos conquistar los
liberales; ya no queremos orgullos señores de la tierra y
mustios esclavos de la gleba; ya no queremos señores
feudales, verdaderos amos de la horca y el cuchillo.

¡Quieren vivir en la tierra los señores
terratenientes?

¡Que la trabajen al igual que los que hasta
aquí han sido esclavos; los oprimidos
peones!

Una revolución que no garantice al pueblo el
Derecho de vivir, es una revolución de políticos a
quienes debemos dar la espalda los desheredados.

Necesitamos los pobres, una revolución que ponga
en manos de todos, los hombres y mujeres, la tierra que hasta hoy
ha sido patrimonio exclusivo de unos cuanto mimados de la
fortuna.

Pero hay que entenderlo bien, la solución del
problema debe quedar a cargo del proletariado. Si encomendamos la
solución de él a las clases directoras de la
sociedad, nos dirán que la aplacemos hasta que se haga la
paz, hasta que se constituya un Congreso que "decrete" la
felicidad de los habitantes de México y una vez
más: en la historia de nuestras esperanzas habremos hecho
el papel nada envidiable de carne de
cañón.

NO! La sangre está corriendo ya a torrentes y
bien pronto esos torrentes, serán ríos donde se
habrán vaciado las vidas de muchos hombres buenos, y es
necesario que ese derroche de energía, de vida y generosos
impulsos sirvan de algo más que al entronizamiento de otro
magnate. Es necesario que el sacrificio de los buenos, tenga como
resultado la igualdad social de los sobrevivientes, un paso hacia
esa igualdad es el aprovechamiento de los productos de la tierra,
por todos los que la trabajen, y por los amos. Si los amos
quieren gozar de la producción de la tierra, que empujen
también la azada; que entren al surco de los trabajadores;
que rieguen también, con su sudor la tierra, hasta hoy
empapada solamente con las lágrimas, el sudor y la sangre
de la plebe.

La igualdad ante la ley es una farsa: queremos la
igualdad social. Queremos oportunidad para todos, no para
acumular millones, sino para hacer una vida perfectamente humana,
sin inquietudes, sin sobresaltos por le porvenir.

Para el logro de esos beneficios, no sólo se
opone Díaz, se opone también el capital y se
opondrá cualquier otro gobernante que elijan las masas,
cualquiera que sea el nombre del candidato y por bueno que sea
personalmente. Por eso los liberales estamos resueltos a variar
el curso de la actual insurrección.

El mal, no es el hombre, sino el sistema
político económico que nos domina.

Si el mal fuera un hombre, bastaría con eliminar
a Porfirio Díaz, para que la situación del pueblo
mejorase; pero no es así. Puede desaparecer la odiosa
personalidad
del Dictador mexicano y el pueblo seguiría siendo esclavo,
esclavo de los hombres de dinero, esclavos de la autoridad,
esclavos de la ignorancia y de la miseria. Puede desaparecer el
sanguinario tirano, pero en nuevo Presidente, quien quiera que
él sea, tendrá listo el ejército para
asesinar a los trabajadores , cuando éstos se declaren en
huelga; tendrá listas las cárceles para castigar a
la víctimas del medio. Que han delinquido por culpa del
sistema social que nos ahoga; tendrá listos los jueces con
odiosos libracos, tan blandos para los ricos, tan duros y crueles
para los pobres. Puede morir el tirano; pero el sistema de
opresión y de explotación quedará vivo y el
pueblo seguirá siendo desgraciado.

Como ya lo he dicho otras veces, el gobierno no es sino
gendarme del Capital, el torvo polizonte que cuida las cajas
fuertes de las aves de
rapiña de la banca, del
comercio y de
la industria, para el capital tiene sumisiones y respeto; para el
pueblo tiene el prestigio, el cuartel y el
patíbulo.

No esperemos nada bueno del gobierno que llegue a
implantarse después de la Revolución. Si queremos
libertarnos, obremos por nuestra cuenta tomando posesión
de la tierra para trabajar en común, y armémonos
todos para que si alguna tiranía quiera arrebatarnos
nuestra dicha, estemos prontos a defender.

4 de marzo de 1911

LA LUCHA
DE CLASES

La humanidad está dividida en dos
clases:

La clase capitalista y la clase trabajadora

La clase capitalista posee la tierra, las minas, los
ferrocarriles, barcos y demás medios de
transportación, las fábricas, los talleres y, como
guardián de todos estos bienes cuenta con el gobierno en
cualquiera de sus formas; monarquía absoluta, monarquía
constitucional y república, ya sea central o federal. La
clase trabajadora no posee más que sus brazos, su cerebro y la
energía vital, que lo pone en aptitud de ejecutar
algún trabajo, mientras puede tenerse en pie.

Partes: 1, 2, 3
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