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La problemática antropológica: A propósito de una reflexión filosófica




Enviado por marisela



    1. Evolución histórica
      de las concepciones filosóficas sobre el
      Antropologismo

    Evolución
    histórica de las concepciones filosóficas sobre el
    Antropologismo.

    El problema filosófico central que ha preocupado
    a los pensadores de todas las épocas ha girado en torno al ser
    humano: su actitud ante
    la naturaleza, el
    principio natural que contiene hacia sus ascendientes y
    descendientes; los limites de la libertad del
    individuo, el
    sentido de la vida, la muerte y la
    inmortalidad, etc. El pensamiento
    filosófico apunta hacia éstas como cuestiones que
    constituyen lo que llamamos: "problema del ser
    humano".

    El término antropología proviene de la raíz
    griega antropos (hombre) y la
    terminación nominal logía (ciencia). Su
    significado etimológico es por tanto, el de ciencia del
    hombre, aunque desde una perspectiva más amplia la
    definición adecuada seria ciencia de la humanidad. Se
    sabe, sin embargo, que la antropología no es la
    única ciencia cuyo objeto son los seres humanos, ya que la
    naturaleza animal, por ejemplo, es estudiada por las ciencias
    biológicas. La antropología se constituye en una
    disciplina
    integradora y más amplia, ya que se combinan en ella las
    dos grandes divisiones de las ciencias: las ciencias
    biológicas y las ciencias humanísticas o sociales,
    ya que no se limita a un grupo
    particular de individuos ni a un periodo determinado de la
    historia, sino,
    que se orienta tanto a la formación pretérita de la
    constitución del hombre y la evolución estructural de la humanidad, como
    al desarrollo de
    sus civilizaciones o pueblos, enfocando este proceso desde
    una perspectiva filosófica.

    Afirma Carlos Marx:, en
    su célebre Tesis 6 sobre
    Feuerbach "… la esencia humana no es algo abstracto
    inherente a cada individuo. Es, en realidad, el conjunto de
    relaciones sociales". Ello implica que la concepción
    científica del hombre como sujeto histórico
    trasciende a un individuo humano concreto, que
    tiene sus particularidades biológicas, sus rasgos
    exteriores individuales determinada posición en la
    sociedad y una
    carrera propia de él; para afirmarse en el marco de la
    socialidad donde los hombres se realizan en el sistema de sus
    relaciones; lo que nos señala los principios
    esenciales que lo diferencian de la naturaleza, el carácter de sus relaciones con la sociedad,
    la base objetiva de la subjetividad humana y la esfera en que se
    desarrolla su actividad.

    La historia de la antropología nos muestra
    brillantes ejemplos de cómo se forma una nueva actitud del
    hombre hacia sus semejantes y hacia sí mismo, algo que
    evoluciona desde las sociedades
    esclavistas de la antigua Grecia y
    Roma.
    Sófocles, el gran trágico griego, expresó:
    "Muchas cosas hay admirables, pero ninguna es más
    admirable que el hombre". Es
    en este contexto de búsqueda de lo esencial humano, que
    aparece una nueva etapa de desarrollo del individuo humano, una
    nueva valoración social del hombre, con nuevos valores como
    libertad, responsabilidad, valentía, heroísmo,
    vergüenza; todos desconocidos en la sociedad primitiva. El
    mundo griego antiguo no es tan directo como el del hombre
    primitivo. El griego ya no puede centrarse en la armonía
    de lo inconsciente, en el tiempo y el
    espacio ilusorios, es decir, no puede encontrarse en las
    condiciones en que ha vivido el individuo de la sociedad
    primitiva. Por un lado siente más las relaciones con el
    cosmos, con sus semejantes, comienza a sentirse parte de un todo
    único. Por primera vez comienza a darse cuenta del
    dramatismo de su ser, reflejado en las relaciones contradictorias
    de la muerte y la
    inmortalidad, de lo finito y lo infinito, la necesidad y la
    libertad, la casualidad y la ley.

    En el mundo antiguo el comercio cada
    vez más intenso, las guerras
    intestinas y contra los estados vecinos, el dinamismo de la vida
    política,
    el ambiente de
    debates políticos, de libre discusión de complejos
    problemas
    estatales, hacían más estrecha las relaciones entre
    la gente, que no eran desde luego las relaciones existentes en la
    comunidad
    primitiva, pues ahora se organiza la vida social y el papel del
    hombre en la misma, a partir de un interés
    particularmente económico que estimula los intensos y
    variados contactos contactos entre grupos de
    hombres. Es decir, el hombre ya reconoce la existencia de un
    tiempo único para todos los seres humanos y de un universo
    único. No obstante sigue siendo un hombre dominado por el
    miedo y la confusión, en el cual la percepción
    del futuro desconocido se personificaba en la imagen del hado.
    En el pensamiento filosófico ya no se trata de un
    principio irracional, ciego y oscuro en que se basaba el mundo,
    sino que en la base del mundo actúa el logos como
    fundamento racional de lo existente, como lo deja sentado
    Heráclito, al abordarlo como un principio
    racional absoluto, es decir, como una ley objetiva.

    En el pensamiento socrático encontramos
    también un punto de avance de la doctrina
    antropológica. Sócrates
    fue el fundador de la concepción antropológica que
    situó al hombre en el centro de sus intereses, y
    utilizó como punto de partida al problema moral, a la
    autoconciencia: "Conócete a ti mismo" sería su
    máxima para organizar la actividad racional y la
    comprensión integral del papel y la significación
    del hombre en la realidad. A partir de esta idea, los problemas
    éticos como lo justo, lo bueno y lo bello, serían
    indicadores
    del papel del hombre en la realidad y prueba de su existencia
    intervinculada con el macrocosmos. Sus indagaciones revisten la
    forma de preguntas sobre conceptos generales de carácter
    moral: ¿Qué es la piedad? ¿Qué es el
    valor?
    ¿Qué es el autodominio? Para la doctrina
    socrática, el
    conocimiento auténtico no es el saber por el saber, es
    decir, el saber teórico; sino el saber práctico que
    tiene cierta utilidad para el
    hombre. Al decir de Sócrates, el hombre puede llamarse
    hombre únicamente cuando aspira a comprender las leyes universales
    en su unidad con el medio y no sólo cuando conoce las
    leyes del estado. En la
    obra socrática también hay un conocimiento
    profundo del pensamiento de los antiguos filósofos de la naturaleza, pero
    concentró su interés en el ser humano.
    Pretendió fundamentar un conocimiento riguroso y convertir
    a la filosofía en una ciencia. A pesar de su
    condición de ágrafo, ejerció una influencia
    decisiva en el pensamiento occidental, cuyo racionalismo
    fue uno de los primeros en configurar.

    El sofismo influyó también en la
    conformación de la teoría
    antropológica. Protágoras como el más
    importante de los sofistas, ocupa un lugar destacado en esta
    contribución. Aunque los investigadores burgueses han
    interpretado a Protágoras como si fuera un
    escéptico absoluto, haciendo una traducción lineal de uno de sus fragmentos
    más conocidos, hay un error metodológico en ello:
    "El hombre es la medida de todas las cosas: de las que son en
    cuanto son, de las que no son en cuanto no son". Sucede que la
    expresión griega correspondiente a "en cuanto" puede ser
    traducida de otro modo, a saber: "de las cosas que son porque
    son". Interpretando de este modo el fragmento, Protágoras
    no es subjestivista ni escéptico y su tesis contiene un
    elemento de Antropologismo que presenta un matiz materialista.
    Esto concuerda con la caracterización hecha por Sexto el
    Empírico, según la cual, para Protágoras, la
    materia es
    fluida y las causas fundamentales(los logos) de todas las cosas,
    se encuentran en la materia.

    De conformidad con Platón,
    por encima de todo está la idea del bien, la
    superación del principio sensual, ciego y oscuro en el
    hombre, el descubrimiento y el desarrollo de la parte razonable
    del alma triunfa
    sobre la parte sensitiva. Para los antiguos griegos, el hombre ha
    de tomar conciencia de
    sí mismo, de lo claro y lo oscuro que hay en él y
    sólo después rechazar lo que corresponde a la
    verdadera medida humana. La doctrina filosófica de
    Platón
    comprende una temática muy amplia: el ser, el mundo y su
    origen, el alma, la sociedad, la división del trabajo,
    la
    educación, el arte y otros;
    esta doctrina es idealismo
    objetivo, pues
    la materia es considerada como algo derivado de las "especies" o
    "ideas", inmateriales, que anteceden a la materia y existen fuera
    e independientemente de la conciencia de los hombres.
    Platón afirmaba que la mayoría de los hombres son
    incapaces de acercarse con sus esfuerzos personales a la
    percepción, de ahí la necesidad del Estado y las
    leyes.

    La doctrina de Platón ejerció excepcional
    influencia sobre todo al desarrollo posterior del pensamiento
    filosófico, en particular del idealista.

    Esta mirada al pensamiento filosófico en torno al
    hombre en la antigüedad clásica griega nos indica
    cómo se va vertebrando un gran paso de avance, pues el
    individuo obtiene el derecho a actuar de manera independiente y
    se concibe a la razón como medio de autocontrol de su
    actividad.

    En el arte griego se perciben estos elementos de
    cambio en
    cuanto a la concepción y el papel del hombre en la
    realidad, a partir de la gran influencia que recibe de las
    concepciones filosóficas de la época. Por ejemplo,
    en la escultura, los primeros años del conocido como
    período arcaico constituyen una fase de tanteos de la
    anatomía
    humana por parte del escultor, de ahí que las obras
    presenten una total limitación de los movimientos,
    observándose una marcada rigidez, por ejemplo en: "La
    Diosa Sentada". Sin embargo, ya en el siglo V ane, el llamado
    Siglo de Oro de Atenas,
    indudablemente el ser humano era el tema más digno de
    estudio. De ahí que la interpretación de la figura humana se
    basase en la representación anatómica del hombre en
    su conjunto. Se aprecia una tendencia a la idealización
    del hombre. Por esta razón, los temas que más
    escogían los artistas eran el amor a la
    naturaleza, el amor a la
    pareja, a la belleza del cuerpo humano,
    el deporte y por
    supuesto, pasajes de la mitología
    griega. Ello hace que modelen a hombres jóvenes y
    maduros, no viejos, porque para ellos la vejez es
    sinónimo de decadencia física. La más
    famosa de las esculturas de esta época es el
    "Discóbolo" de Mirón, que es una figura
    atlética reproducida en un conjunto de acentuada
    tensión de sus músculos, donde el movimiento no
    tiene antes ni después, es decir, que no se sabe de donde
    viene ni hacia donde va.

    En la arquitectura, lo
    que más se destaca es la construcción de templos, concebidos como la
    casa de los dioses, tal es el caso de la "Acrópolis" y el
    "Partenón", que por su belleza, perfección y
    tamaño van a reflejar el anhelo de grandiosidad del pueblo
    griego, pues sus dimensiones no hacen sentir al hombre
    empequeñecido ante la obra, sino todo lo contrario, se
    siente un hombre magnánimo que ha logrado cierto
    desarrollo de las fuerzas productivas, prosperidad material de
    las ciudades, cuyas construcciones deslumbrantes son la prueba de
    su poder. En la
    literatura
    también el hombre es el centro de su interés, pues
    aparecen muchos poemas
    dedicados al amor y la naturaleza, comenzando con los poemas
    épicos de Homero y
    Hesíodo. Del primero "La Iliada",
    que es un canto en torno a la cólera
    de Aquiles y del segundo es un poema del retorno de Ulises, que
    si bien está cargado de mitología, en sus paradojas exalta la
    condición mortal de la vida humana y sus aspectos morales
    como el amor, la paciencia y el destino.

    El teatro, vinculado
    directamente con el dios Dionisio, el más popular de la
    mitología de Grecia Antigua, al representar el principio
    fecundador de la vida, que desarrolla la armonía en
    la tierra y
    contribuye a la civilización, para lo que regala a los
    hombres la vid, riqueza básica de la economía griega. Fue
    un teatro muy popular que refleja la vida de la ciudad, sobre
    todo la política, destacándose las comedias y las
    tragedias de Esquilo que nos reflejan un ideal humano moralizador
    y una democracia
    teocrática, donde los hombres tienen responsabilidad
    dentro del marco religioso del estado; ello sucede, por ejemplo,
    en la obra "Prometeo Encadenado". En Sófocles se
    representa a un hombre esencialmente religioso, pues no
    está de acuerdo con el humanismo
    laico que se desarrolla en el pensamiento filosófico:
    él mantiene que el hombre no puede formar su propio
    destino, sino que son los dioses los que rigen el destino humano,
    lo que expone por ejemplo en "Edipo Rey".
    Otros de los grandes trágicos fue Eurípides, que
    representó en sus obras a los mitos, pero
    con un espíritu crítico y racionalista, influido
    por las ideas de los sofistas Protágoras y
    Geórgicas. Sus obras se convierten en un instrumento de
    lucha que denunció la crisis de
    la familia y
    la sumisión de la mujer como
    motivo de males insuperables., como sucede en su clásico
    "Medea".

    Podemos afirmar que si bien la filosofía griega
    configuró una imagen liberadora del hombre como sustento
    de su antropología, fue el arte el que mejor
    expresó sus tesis al brindar una imagen humana plena de
    significados y autenticidad para la
    civilización.

    En el medioevo, el feudalismo
    significa en la práctica una nueva concepción del
    papel del hombre en el mundo real, pues todos los problemas que
    preocupaban a la humanidad se reducían a uno solo, el de
    las relaciones entre el hombre y Dios. Es la época de
    dominación de la ideología cristiana: los problemas
    referentes a la lucha del hombre contra el destino, que ni los
    dioses podían cambiar, parecían estar resueltos: la
    ciega suerte cedió lugar a la Divina Providencia. En el
    mundo no hay nada casual, todo está subordinado a un solo
    principio regulador, que es Dios, que personifica al conocimiento
    absoluto, la perfección absoluta y el bien supremo.
    Según ellos el hombre no sólo existe, vive y
    siente, sino también es capaz de comprender y reflexionar
    y en ese sentido está emparentado con los ángeles.
    Si el hombre desarrolla ese don concedido por Dios,
    cumplirá su misión en
    el mundo y se "salvará". Es la catedral medieval, con sus
    formas arquitectónicas, el modelo del
    mundo tendiente a elevarse por los aires, a alcanzar la
    bienaventuranza. Para ellos, el mundo es cognoscible en su
    calidad de
    mundo creado, finito en el espacio y en el tiempo. De ahí
    que las posibilidades de perfeccionamiento del hombre en ese
    mundo finito sean limitadas. Las creaciones de Dios las puede
    conocer solamente la razón movida por la fe.
    También el método
    para conocer el mundo estaba lejos de ser científico. Por
    cuanto, el mundo no existe de por sí, parece ser escrito
    por Dios y el conocimiento de cualquier elemento de ese mundo
    sólo es posible si se aclara el lugar que en la idea
    general del creador corresponde a la idea creada. Por ello el
    objetivo del conocimiento consiste en descubrir las relaciones
    jerárquicas entre los protocolos
    divinos y sus manifestaciones terrenales.

    El individuo humano existe como una integridad
    sólo su relación con el servicio a
    Dios. Por eso todas sus manifestaciones exteriores individuales
    son censuradas. Por esto que la autobiografía como
    género
    casi no está presente en la literatura, solo se muestran
    vidas de santos que solo reflejan los rasgos típicos, pues
    el hombre ha de ser la encarnación de las virtudes
    típicas, comunes para todos. Para ellos el centro real del
    universo resulta ser Dios y no el hombre, en la práctica
    el antropocentrismo, concepción según la cual el
    hombre es el centro y el objetivo final del universo que surge en
    la antigüedad, se transforma en teocentrismo, según
    la cual Dios es el centro del universo. Por una parte, el hombre
    debe ser dueño del mundo, por otra depende enteramente de
    la gracia de Dios. Este dualismo se cernía sobre el
    hombre, pues en él estaban en pugna el alma y la carne, el
    pecado y la virtud, lo finito y lo infinito, lo general y lo
    singular.

    Uno de los máximos representantes fue Santo Tomas
    de Aquino, filósofo de la Edad Media, en
    cuya doctrina trató de explicar la armonía entre la
    fe y la razón. Consideraba que el entendimiento es capaz
    de demostrar racionalmente la existencia de Dios y de rechazar
    las objeciones a las verdades de la fe. Situaba todo cuanto
    existe en un orden jerárquico creado por Dios.
    Desarrolló la teoría de las cinco vías para
    demostrar la existencia de Dios.

    El hombre de la Edad Media se rechaza a sí mismo
    como hombre y considera que su meta es la vida totalmente
    espiritual. La muerte y la eternidad constituyen los valores
    más altos. La naturaleza en el arte tiene un
    carácter pecaminoso. Como resultado de la ruina
    económica, producida por el descenso del comercio, la
    crisis monetaria y el carácter agrario que fue tomando la
    vida, trae como resultado la decadencia de las ciudades y de la
    cultura en la
    región occidental. No obstante Oriente mantiene su
    estabilidad económica y se convierte en el continuador de
    la cultura romana.

    Los procesos
    económico-sociales de cambio en el antiguo mundo
    románico y la influencia del cristianismo
    producen un cambio en la forma de ver el mundo el artista, dando
    lugar al arte
    bizantino, en el que las imágenes
    de santos se multiplicaron considerablemente, revelándose
    no solo en los templos, sino también en las casas, en los
    centros de peregrinaje y en los monasterios. Es evidente la
    puesta en escena de las concepciones filosóficas y el
    pensamiento que sobre el hombre se tenía en la
    época. En esta etapa la forma resulta opacada por el
    contenido que subyace en ella. El bizantino es un arte religioso
    y monárquico, que responde a una autoridad que
    centraliza el poder eclesiástico, civil y militar, en la
    figura del emperador, exaltado hasta la altura de divinidad; que
    expresa el absolutismo
    autocrático y la grandeza sobrehumana de un imperio donde
    el hombre simple desaparece. La arquitectura dio lugar a la
    construcción de lugares especialmente ideados para el
    culto cristiano.

    En Europa
    Occidental, la iglesia se va
    a convertir en el mayor señor feudal y la principal
    potencia
    financiera, que rige la vida espiritual de señores y
    vasallos, posee el control de la
    cultura concentrada en los monasterios, donde se guardan
    celosamente las obras de la antigüedad y sólo en
    ellos es posible aprender a leer y a escribir. La
    proliferación de los monasterios, junto a los cuales se
    erigían los templos, es la tónica predominante en
    la edad media. Cada monasterio se caracterizaba, al igual que el
    castillo feudal, por estar rodeado de murallas. Los capiteles de
    las columnas, los dinteles y témpanos de las iglesias se
    cubren de figuras que narran pasajes de la historia sagrada o de
    la Biblia. Es característico de esta arquitectura la
    verticalidad, que posee un sentido simbólico, pues
    mientras más alto sea, así el hombre deberá
    elevarse a Dios. Las imágenes católicas se adaptan
    al gusto popular ambiental, que el hombre medieval comprende y
    asimila. La escultura representa las imágenes de Cristo en
    la cruz o de la Virgen con el niño, de una simplicidad
    extraordinaria. Algo significativo en esta etapa es que aparece
    el arte de la vidriera, con el fin de disminuir la penumbra de la
    iglesia románica, además de servir como elemento
    decorativo.

    Desde el punto de vista literario se desarrolla la
    cultura caballeresca, formada por grandes obras épicas, en
    que se reflejan los ideales de los caballeros. Un ejemplo de
    epopeya medieval es la "Canción de Roldán", que es
    un canto de gesta que simboliza la imagen del caballero perfecto.
    Entre las novelas
    caballerescas la más conocida es "Tristán e
    Isolda", que celebra la fidelidad y la abnegación en el
    amor. Paralelamente aparece la literatura ciudadana, entre la que
    adquirió fama "El Romance del Zong", en lque se utilizan
    algunos animales como
    símbolo para burlarse de los señores feudales, los
    curas y las representaciones religiosas. Por ejemplo: El
    león (rey), el lobo (caballero), el burro (cura) y el
    ciudadano astuto que era simbolizado por el zorro. En la música va a
    predominar el canto eclesiástico.

    En los albores de las relaciones capitalistas
    parecía llegar un nuevo "siglo de oro" para el hombre
    activo, terrenal, que había sacudido las cadenas del
    escolasticismo medieval, liberándose de la tiranía
    del autoritarismo. La evocación de la cultura antigua,
    prohibida en la Edad Media, era casi siempre una forma de luchar
    contra las contradicciones, normas sociales y
    valores del medioevo. Este período comprendido entre el
    siglo XIV y el XVII es conocido como Renacimiento.

    Durante el Renacimiento,
    el desarrollo de las relaciones monetarias–mercantiles, la
    urbanización y la ampliación de la producción, hicieron surgir un personaje
    típico: el hombre práctico, jefe, usurero,
    diplomático; distintas formas de contacto social que son
    para el individuo más que una necesidad exterior, un medio
    para alcanzar sus objetivos
    particulares. Cambian los límites
    espaciales de la vida del hombre, aumenta el campo de su
    actividad, pues es una nueva época caracterizada por el
    desarrollo de las nuevas relaciones comerciales, la época
    de grandes descubrimientos geográficos que abre ante el
    hombre mares y tierras incógnitas y lo hace superar
    enormes distancias. El hombre comienza a sentirse conquistador de
    nuevas tierras. Cambian asimismo las relaciones del hombre con el
    tiempo, pues con el desarrollo de la industria
    surge la necesidad de conocer el tiempo en precisión, de
    ahorrarlo, de economizarlo, ya que es un importante factor de la
    producción y de la intensa actividad qure caracteriza a
    esta época de titanes.

    La aparición de nuevos valores, el espacio que es
    posible dominar y el tiempo rápido que obliga al hombre a
    darse prisa para hacer más obras buenas y útiles,
    evidencia que la posición del hombre en el mundo se ha
    modificado. El hombre ante todo es un ser activo, capaz de
    convertir cualquier parte del espacio en objeto de su actividad,
    oponerse al mundo circundante, enfocar de manera crítica
    las tradiciones y normas existentes. El contenido de la actividad
    humana en esta nueva época es contrario al teocentrismo
    cristiano, que coloca a Dios en el centro de todo lo existente,
    ahora el hombre llega a ser el centro real del universo y el
    teocentrismo cede lugar al antropocentrismo. El antiguo modelo
    dualista del hombre: alma divina y carne mortal, se derrumba.
    Todo en el hombre es digno de admiración, todo es divino
    -tanto el espíritu como la envoltura material-, incluso el
    miedo a la muerte resulta ser estimulo para una vida activa y
    creadora en la tierra.

    En esta etapa se desarrolla la tesis humanista de: "Has
    lo que quieras", como expresión de la libertad creadora
    del hombre, que resulta transformada en la exhortación
    maquiavélica de: "El fin justifica los medios", por
    lo que el individualismo humanista cede lugar al egoísmo
    mezquino. El representante máximo de esta
    transformación de las concepciones humanistas burguesas
    fue Nicolás Maquiavelo,
    uno de los primeros ideólogos políticos burgueses,
    que planteaba: "La gente olvidara primero la muerte de sus
    padres, que la perdida de sus bienes". De
    esta forma estaba representando los rasgos fundamentales del
    individualismo burgués, que se iba estructurando y que
    expresaba la necesidad de liberar al hombre absolutamente de las
    trabas feudales. Por ello se opone a la concepción
    teocrática de que el estado
    dependa de la iglesia. Para el logro de este fin, plantea que hay
    que acudir a todos los medios incluso a los inmorales: el
    soborno, el asesinato, el envenenamiento, la perfidia y
    otros.

    El arte renacentista se caracteriza por el amplio legado
    de la utilización de la cultura clásica
    greco-romana de la antigüedad, pues la cultura pagana de los
    antiguos era más afin y comprensible para la
    burguesía, que la de la sociedad feudal; ello explica el
    nombre de Renacimiento que tiene esta época, indicando un
    renacer, un retorno a la antigüedad clásica. En esta
    etapa el humanismo se convierte en la nueva ideología de
    las relaciones de producción capitalistas. El
    término no va a ser utilizado para reflejar condiciones
    humanas relativas a la bondad y el desarrollo pleno del hombre,
    sino que da nombre a una ideología que convierte al hombre
    en el arquetipo, en el centro del mundo y de la vida terrena, a
    diferencia de la Edad Media, que lo rechaza a sí mismo
    como hombre y que consideraba como única meta la vida
    espiritual, donde Dios constituía el valor más
    alto.

    Lo primero que hace el Renacimiento es crear un
    humanismo concreto, transformando la vida material del hombre en
    la sociedad, porque entiende que el hombre tiene que vivir mejor
    en la tierra; a diferencia del hombre medieval que lucha por
    prepararse para vivir mejor en el cielo. Esto trajo como
    resultado que comenzara una modernización de las ciudades,
    desarrollo del alumbrado público, los acueductos, la
    higienización, la forma de vestir se hace más
    ligera. En la arquitectura se pone de manifiesto el poder de la
    burguesía, que necesitaba de construcciones especiales
    para discutir sus problemas públicos, dando origen a los
    palacios como expresión arquitectónica de los
    grandes cambios, comienzan a utilizarse más las
    dimensiones porque son más funcionales.

    El hombre renacentista aspira a eternizarse en memoria de la
    posteridad; los términos "fama" y "gloria" serán
    muy importantes en este período. Toda la vida del hombre
    estará consagrada tanto a la acción
    como al pensamiento. El hombre de letras será a su vez
    hombre práctico.

    En la pintura, la
    naturaleza va a perder su carácter pecaminoso que se le
    había conferido en el medioevo; lográndose una
    simbiosis de lo cristiano y lo pagano, pues se trasmite un
    mensaje religioso a través del intelecto y la razón
    pura, los santos son traídos a la tierra, a la naturaleza
    terrena y no son ya tan divinos, sino vivos y palpables. En la
    Edad Media era un pecado enseñar las carnes y los
    personajes se representan siempre vestidos, mostrando solo el
    rostro que representa el espíritu. El desnudo se inicia
    con Donatello a través de la escultura.

    El artista típico del Renacimiento fue Leonardo Da
    Vinci, que fue un verdadero hombre universal y
    práctico que aspiraba a dominar todo el saber. No
    sólo fue pintor, sino también fue poeta,
    músico, ingeniero y bebió en las fuentes de los
    humanistas de su época. Ejemplo su famosa "Mona Lisa".
    Rafael a través de sus "Madonnas" refleja la idea
    platónica de la perfección humana y el orden de la
    naturaleza. La escultura se preocupó por restaurar la
    belleza y la fuerza del
    cuerpo humano, la vivacidad del espíritu, que deben
    caracterizar al hombre renacentista. Por ejemplo: Donatello con
    el "San Jorge" y Miguel Ángel, que fue un titán que
    dominó a la vez la arquitectura, la escultura y la pintura
    de su tiempo y en las tres artes creó obras maravillosas,
    entre las que tenemos su famoso "David", que parece tener vida y
    movimiento; expresa la vigilancia, la fortaleza y la ira, sus
    músculos están en tensión como esperando al
    enemigo y su rostro denota la seguridad en
    sí mismo y la seguridad por el tiempo. También en
    esta etapa aparece una nueva función
    del arte, pues estas obras no solo se crearon para deleitar
    los sentidos,
    sino que comienzan a convertirse poco a poco en una
    mercancía; las familias aristocráticas dominantes,
    que acumularon en sus mansiones obras de artes dando origen a lo
    que hoy conocemos por museos y a partir de estos momentos
    llevará la firma del autor.

    Esta nueva concepción sobre la cultura
    también influyó en la literatura,
    destacándose Dante, Petrarca y Bocaccio, pero quien
    más va a reflejar en su obra los rasgos
    característicos de la nueva clase burguesa
    que se iba gestando fue William Shakespeare, con
    sus extraordinarias tragedias: "Hamlet",
    "Macbeth" y "Otelo", cuyos héroes son hombres de
    pensamiento poderoso y de firme voluntad, agitados por grandes
    pasiones, que no se detienen ante ningún
    peligro.

    El desarrollo de las relaciones capitalistas en Europa y
    la transformación de la burguesía en clase
    dominante conducían a la modificación de todos los
    aspectos de la vida social. Cambiaban asimismo las exigencias que
    la sociedad presentaba a sus miembros. A diferencia del hombre
    del Renacimiento, que tiene abierto todos los caminos, a partir
    del siglo XVII se va conformando en modelo más preciso,
    determinado y racionalista del ser humano. Se inicia la
    Ilustración, la época de inauditas ilusiones y
    grandes descubrimientos, periodo en que la nueva sociedad y la
    nueva clase social burguesa toman conciencia de sí misma,
    dando lugar a que no solo en la base económica, sino
    también en la superestructura se establezcan las
    relaciones burguesas.

    Los descubrimientos e invenciones técnicas
    de este periodo influían directamente en la
    autovaloración del hombre. La aparición de las
    nuevas realidades tales como la pólvora, la brújula,
    el horno de fundición de hierro, la
    transmisión mecánica y la imprenta,
    evidenciaba las enormes posibilidades del hombre. Los
    descubrimientos astronómicos de Copérnico, Galileo
    y Keppler, que acabaron con las viejas nociones sobre el espacio,
    sobre la
    organización y el carácter finito del universo,
    el descubrimiento de la circulación de la sangre por
    Harvey, la aparición de la mecánica newtoniana, que explica y
    sistematiza los descubrimientos hechos en la astronomía, la física y
    mecánica el desarrollo de la teoría de los métodos de
    conocimientos en los trabajos de Francis Bacon y René
    Descartes y
    otros. Todo eso conforma de manera patente la fuerza y las
    posibilidades ilimitadas de la razón humana. René
    Descartes en su concepción sobre el hombre asume una
    posición dualista, plantea: en el hombre, el alma y el
    cuerpo heterogéneos, ejercen entre sí una
    acción recíproca, donde el mecanismo
    corpóreo se concatena al alma.

    En la época de la Ilustración, el optimismo cognoscitivo del
    hombre era ilimitado. La razón permite conocer el mundo
    circundante y a sí mismo. Al aprender a contar, a
    economizar el tiempo, medir el espacio y penetrar los misterios
    de la naturaleza, el hombre se sintió dueño de sus
    capacidades, costumbres y deseos; se sintió dueño
    de sí mismo. Rompió las trabas familiares,
    religiosas, negándose a reconocer ningún poder,
    ninguna coerción que no fuera la voz de su propia
    conciencia, el sentido de su propia dignidad. El
    joven capitalismo
    era la sociedad que necesitaba de una personalidad
    activa y consciente de sí misma, con derecho a la libre
    opción.

    Una forma de tomar conciencia de esas necesidades
    objetivas del capitalismo en su desarrollo fue la llamada
    concepción antropológica que tenia una
    visión del hombre abstracta, al margen de la historia, que
    en vez de explicar la esencia humana por las relaciones sociales,
    deduce las características de la vida social, las
    cualidades humanas naturales y permanentes. Desde posiciones del
    antropologismo, la "naturaleza
    humana" no se basa en la sociedad, al contrario, la sociedad
    entendida como simple multitud de individuos, funciona
    según las leyes dependientes de la "esencia natural
    humana". Esta esencia natural significa que el hombre es la
    razón, el corazón y
    los sentimientos en acción.

    El filósofo alemán Ludwig Feuerbach,
    partidario del Antropologismo, define la esencia humana
    así: "En el hombre perfecto se encuentran reunidos la
    fuerza del pensamiento, la fuerza de le voluntad y la fuerza del
    corazón. La fuerza del pensamiento es la luz del
    conocimiento; la fuerza de la voluntad, la energía del
    carácter y la fuerza del corazón, el amor".
    Feuerbach, como representante de la filosofía
    clásica alemana y una de las fuentes teóricas
    inmediatas de las cuales se nutrió el marxismo,
    concibe al hombre solamente como un individuo abstracto, como un
    ser plenamente biológico, descontextualizándolo de
    las relaciones sociales. Sin embargo su antropologismo encierra
    gérmenes de la concepción materialista de la
    historia, pues trató de dar una explicación desde
    una base materialista a la religión. No obstante
    su antropologismo se halla al margen de determinadas relaciones
    sociales, porque al igual que los filósofos anteriores ve
    al hombre como un ser contemplativo, al no incluir la
    práctica como núcleo de la actividad
    humana.

    La crítica del antropologismo de Feuerbach,
    realizada por Marx, se expresa
    en su obra "Tesis sobre Feuerbach", al señalarse que:
    "Feuerbach diluye la esencia humana en la esencia religiosa, pero
    la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada
    individuo. Es en realidad el conjunto de las relaciones
    sociales"; con lo que se revela su error metodológico
    fundamental: ver al hombre como un ser contemplativo, pues no
    incluyen a la práctica como el núcleo de la
    actividad humana.

    El Antropologismo del siglo XVIII y parcialmente del
    siglo XIX tiene un carácter racionalista. La inteligencia
    se consideraba como una de las facultades maestras naturales del
    hombre. Los representantes principales de este pensamiento
    planteaban: "Si la razón es el mando supremo de la esencia
    natural humana, todas las desgracias del hombre y de la humanidad
    se deben a la falta o al desarrollo insuficiente de esa
    facultad". Se concibe entonces que la ilustración sea una
    condición indispensable para "dulcificar las costumbres"
    de la sociedad y cambiarla sobre principios juiciosos, pues
    educar al hombre significaba en realidad protegerlo de las
    influencias exteriores de carácter coercitivo

    Jean-Jacques Rousseau,
    partidario apasionado de la igualdad
    social y enciclopedista francés del siglo XVIII, opinaba
    que en la sociedad primitiva existía el llamado estado
    natural del hombre, cuando todos eran iguales, libres o
    independientes unos de otros. Concebía el ideal de la
    sociedad del futuro en el establecimiento de la igualdad natural
    de los hombres, violada por el desarrollo de la capacidad humana
    de perfeccionarse, cuando unos habían comenzado a
    adelantarse a los otros en su desarrollo. Es célebre su
    tesis de que la igualdad establecida es la igualdad del "contrato social".
    Para que el hombre que se une a sus semejantes continúe
    siendo libre, es necesaria la enajenación de una parte de sus derechos a favor de un todo
    social, sentenciaba Rousseau. Pero, perdiendo su estado natural,
    el hombre conserva lo más preciso: la libertad y el
    derecho de
    propiedad.

    En esa teoría, que con su sencillez, racionalismo
    y humanismo había provocado tanta admiración entre
    los hombres progresistas de aquella época; ya apuntaban
    los antagonismos de la sociedad capitalista. Ante todo porque
    él no separa los conceptos de libertad y de derecho de
    propiedad, es
    decir, que el hombre puede renunciar a muchas cosas menos a ese
    sagrado derecho de "Ser" y "Poseer". Ser (libre, feliz, iguales);
    Poseer (de propiedad). Estos dos conceptos van juntos en la
    concepción antropológica del hombre de la
    época de la ilustración, que no tardó en
    manifestar su falsedad.

    En esta etapa, después de afirmarse en las
    ciencias
    naturales estas ideas atomistas, éstas se extendieron
    a la esfera de la vida social. Por consiguiente el hombre
    también era un "átomo
    social", en el que se reunían cualidades eternas e
    inolvidables. Por un parte esta concepción era muy
    progresiva para su tiempo, porque fundamentaba la igualdad y daba
    impulso ideológico para destruir los tabiques sociales y
    por otra parte, tal concepción evidenciaba la falsedad en
    interpretar la relación hombre-sociedad, pues se supone
    que no debe de haber un divorcio entre
    el hombre y la sociedad y esto se afirmaba cuando era evidente la
    inminencia de la ruptura como resultado del proceso de
    enajenación.

    El Antropologismo fundamentó la
    justificación ideológica de la cada vez mayor
    discrepancia de intereses del individuo y la sociedad, la
    justificación de los procesos de enajenación en la
    sociedad capitalista. La concepción antropológica
    del hombre contenía no sólo la afirmación
    optimista acerca de la identidad del
    individuo en la sociedad, sino también la
    justificación teórica de su ruptura.

    Los enciclopedistas franceses Voltaire,
    Diderot, Rousseau, inspiradores ideológicos de la Gran
    Revolución
    Francesa del siglo XVIII, no se daban cuenta de esa profunda
    contradicción en su concepción del hombre. El curso
    de la historia, la actividad de los continuadores
    prácticos de los enciclopedistas que trataban de plasmar
    en la vida las ideas de la ilustración, puso de manifiesto
    dicha contradicción, pues hacia 1794 la República
    francesa eliminó el peligro de intervención,
    derrotó la contrarrevolución, eliminó los
    fenómenos residuales del feudalismo y al parecer
    abordó la construcción del reino de la libertad,
    igualdad y fraternidad. Pero sus guías pronto se
    percataron que la gente no se hacia mejor, pues aumentó la
    especulación, se acumula el capital y
    aparece la corrupción. Sus elevados principios eran
    utilizados por muchos para obtener bienes materiales.
    Sin querer, los líderes de la revolución
    abrieron el camino para el desarrollo impetuoso de la
    burguesía.

    La filosofía clásica alemana, cuyos
    representantes fundamentales fueron Luwing Fouerbach y Federico
    Hegel,
    también abordó la problemática
    antropológica, pero en nuevas condiciones
    históricas.

    El Marxismo supera las concepciones
    antropológicas de los filósofos anteriores
    introduciendo un nuevo contenido de lo humano, como producto
    superior de la evolución biológica: lo social, lo
    cual no puede ser comprendida en abstracto como algo externo al
    hombre, visto como un individuo acabado. El marxismo, al
    descubrir la esencia de la Concepción Materialista de la
    Historia, parte del hecho de que el núcleo de la actividad
    humana es la práctica y que el ser social es ante todo la
    vida material de la sociedad y la producción de bienes
    materiales. Se concibe al hombre como una compleja
    interrelación dialéctica entre lo biológico
    y lo social, como el valor supremo de la sociedad, pues ubica al
    hombre no como centro sino como un polo en su relación
    activa con la naturaleza, la sociedad y el
    pensamiento.

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      – 200 p.
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      Filosóficos de 1944. – La Habana: Editorial Pueblo y
      Educación, 1973. – 135 p.

     

     

     

    Autor:

    Lic. Virginia Porta Cosme

    Lic. Marisela Pérez Escalona

    Lic. Daniel Moreno González

    M. Sc. Lic. Rafael Izaguirre
    Remón

    MINISTERIO DE SALUD
    PÚBLICA

    FACULTAD DE CIENCIAS MÉDICAS "CELIA
    SÁNCHEZ MANDULEY"

    GRANMA.

    Manzanillo, junio del 2004.

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