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¿Alguien quiere aprender?




Enviado por gaalonso



Partes: 1, 2

    1. La relación
      alumno-aprendizaje
    2. Interés y
      motivación
    3. Para que todos quieran
      aprender

    Introducción

    Muchos de nosotros nos hemos entusiasmado demasiado, al
    menos por un momento, cuando viendo "The Matrix" (la
    primera de la saga) nos sorprendimos y esperanzamos al mismo
    tiempo con la
    escena "El entrenamiento":
    aquella en la cual Neo recibía clases de Jujitsu, Kung-Fu
    y hasta "boxeo borracho", mientras su cuerpo descansaba en un
    sillón… Por un momento nos imaginamos la
    posibilidad de adquirir conocimientos o nuevas habilidades con
    tan solo "instalarnos" un programa, sin la
    necesidad del esfuerzo, dedicación y "pérdida de
    tiempo" que demanda
    cualquier proceso de
    aprendizaje.

    Y otro caso es el que podemos observar en cualquier aula de
    cualquier universidad,
    donde en cada examen permanece siempre latente la posibilidad de
    sorprender a algún alumno mirando la hoja del
    compañero/a, cuando no valiéndose de algún
    "ayuda memoria"
    (machete, bah). Y eso que estamos hablando de la formación
    profesional, ¿no? Aquella que uno eligió porque le
    gusta, por vocación o por cualquier otro motivo…
    Suponíamos que esta etapa de formación podía
    ser afrontada con mayor responsabilidad.

    La paradoja parece instalada: todos queremos "saber", pero,
    aparentemente, resulta mucho más cómodo cuando no
    se necesita "aprender" para lograrlo, ¿entonces?

    Veamos…

    La
    relación alumno-aprendizaje

    Vaya uno a saber porqué, desde niños
    comenzamos a vivir las experiencias del jardín de
    infantes, escuela primaria
    y secundaria (estas dos últimas, ahora: EGB y Polimodal),
    como algo que no se puede evitar y que, para peor, nos resta
    tiempo de juegos y
    esparcimiento.

    Entonces, procedemos a categorizar y todo lo que tenga que ver
    con aprender algo pasa a recibir una connotación no del
    todo positiva y a experimentarse como una especie de "carga".

    Y también el tema de los roles experimentados debe
    asumir un papel importante a la hora de explicar la forma en que
    hoy nos relacionamos con quienes nos imparten enseñanza de algún tipo: la
    posición de autoridad
    desde la cual nos miraban nuestros primeros maestros, iba a
    marcar en nosotros la forma en la que debíamos
    relacionarnos con nuestros futuros "instructores" de allí
    en más.

    Pero no todo pasa exclusivamente por una relación de
    autoridad; otro punto que también merece algún
    análisis puede ser el de esa pasividad con
    la cual acostumbrábamos recibir los conocimientos que se
    nos impartían, entonces, desde ese punto de vista, tampoco
    podíamos involucrarnos demasiado en el proceso, sino
    más bien que debíamos sentarnos a "escuchar y
    aprender"…

    Con todo esto y algunas otras cosas de las cuales no hemos
    hecho referencia, ya podemos comenzar a entender porqué
    aquello que tiene que ver con aprender algo no suele verse como
    una experiencia demasiado apasionante.

    Interés y motivación

    Por todo lo anterior, resulta necesario trabajar duramente en
    captar el interés de
    nuestros alumnos, motivarlos e involucrarlos en el proceso. Ya
    aprendimos que considerar a los alumnos como "sacos
    vacíos" deseosos de ser "llenados" de conocimiento,
    no parece ser el mejor modelo ni el
    enfoque más apropiado.

    Y para despertar el interés por algún curso, por
    ejemplo, nada mejor que un buen título. El título
    es fundamental porque es la primera impresión; y como
    rezaba algún comercial de desodorantes de los años
    noventa: "la primera impresión es la que cuenta". El
    título debe ser breve e impactante. El título debe
    traducir el beneficio que recibirá todo aquél que
    tome el curso o el seminario o lo
    que fuere. Y cuando no se puede transmitir todo eso solo con el
    título, una buena descripción puede ayudar a nuestros fines,
    pero siempre haciendo hincapié en los beneficios, pensando
    empáticamente en qué es lo que nuestros potenciales
    alumnos pueden necesitar o qué es lo que a ellos los
    motivaría para "perder el tiempo" tomando ese curso.

    Pero tampoco el título lo es todo: así como el
    "amor a primera
    vista" no garantiza el éxito,
    sino que hay que esforzarse día a día para
    construir la relación, una relación docente-alumno
    también debe construirse día a día o
    clase a clase,
    aún cuando se trate de relaciones que no comparten el
    mismo tiempo o espacio físico.

    Partes: 1, 2

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