Algunas reflexiones y resultados sobre la autovaloración y la calidad de vida percibida vivenciada
- Resumen
- Desarrollo
- Hallazgos de la
investigación sobre calidad de vida percibida vivenciada
y la autovaloración - Relaciones entre la
autovaloración y los niveles del juicio valorativo de
calidad de vida - Conclusiones
- Bibliografía
" Si queremos saber algo acerca de una
persona,
lo mejor que podría hacerse era
preguntárselo" G. Allport
(En González, F., Et . Al 1982:
94)
En el presente artículo se exponen algunos
resultados de las investigaciones
realizadas por la autora en nuestro medio, en las que se analizan
y valoran las relaciones que se han encontrado entre la
autovaloración y la calidad de
vida.
Esta formación psicológica compleja ha
resultado tener un papel determinante sobre el nivel de calidad
de vida percibida vivenciada, y se ha encontrado que sus
diferentes formas de expresión pueden encontrarse en los
niveles tanto positivos como negativos de la calidad de vida
autorreferida.
Palabras claves: Calidad de vida,
autovaloración, relaciones, dimensión
personal
ABSTRACT
This article contains some results of the author’s
research in Cuba’s
environment aimed at analysing and assessing the relationships
found between self-assessment and quality of life.
Self-assessment, a complex psychological formation, has
proved to play a fundamental role in the level of perceived-lived
quality of life. The various forms of expression that
self-assessment involves may be found in both positive and
negative levels of self-referred quality of life.
Key words: quality of life, self-assessment, personal
dimension
En nuestro medio, son amplias las investigaciones
dedicadas a la autovaloración, por la significación
que tiene para la práctica asistencial psicológica
en los estudios de casos de rutina.
Sin embargo, son pocas las referencias
bibliográficas encontradas que vinculan la calidad de vida
con la autovaloración, a pesar de que puede parecer
lógica
la relación entre ambas, sobre todo desde la
subjetividad.
A pesar de ello, se reconoce por un número
importante de autores e instituciones,
entre los que se cita a Barreto y Pascual (1991),
Rodríguez- Marín, et al (1993), J. Grau, (1996), el
Instituto de Investigación
Social de la Universidad de
Michigan en EEUU (Arrebola,1992), el Centro Nacional de Estadística de Salud de EEUU (Butler,
2003), y muchos más, que se dedican al estudio de la
calidad de vida, que la misma tiene un importante componente
valorativo, y que es un fenómeno con una fuerte carga
psicológica personal.
Al respecto, R. Butler (2003), expresa que no existen
definiciones o medidas sencillas y simples de la calidad de vida,
pues la subjetividad y sus matices son esenciales en su
determinación.
Se plantea además, en los últimos
años, que, para analizar la calidad de vida percibida,
parece mucho más útil el estudio del aspecto
subjetivo, de naturaleza
psicológica, evaluado globalmente por el propio paciente.
(De Haes y Van Knippenberg (1989); Andersen, 1992, Cit. por T.A.
Estévez,1994; J. Grau et al, 2003).
De esta forma, Grau (2003) plantea que la tendencia
actual en los estudios de calidad de vida, está centrada
en la medición de los aspectos subjetivos que
refractan las condiciones materiales de
vida. Adquiere también relevancia en este enfoque la
cuestión de quién realiza la evaluación, si un observador externo o la
propia persona (evaluación externa o evaluación
interna respectivamente terminología propuesta por
González-Marín 1994).
Gran parte de los investigadores se inclinan por la
segunda opción, es decir por la propia persona. (S.
Reiniel de Carrasquel, 1992; I.B. Díaz, 1994; J. Grau,
1996; R. Botler, 2003).
Muchos autores, entre los cuales se cita al Dr R.
Pérez Lovelle (1987), abogan por la indudable ventaja que
tiene el ser humano de poder atisbar
directamente algunos aspectos de su propia vida psíquica,
lo cual puede servir para adelantar hipótesis sobre los mecanismos de
regulación psíquica que posteriormente pueden ser
comprobados con otros métodos de
observación y registro de la
actividad.
Esto impregna de un valor
incuestionable entonces al estudio de la fenomenología (subjetividad), y en
opinión del propio Lovelle, ésta puede ser un
antídoto eficaz para evitar la
simplificación de la psiquis humana.
Es por ello que, la tendencia actual de estudiar la
categoría calidad de vida centrándose en el
análisis desde su evaluación interna
(es decir por el propio sujeto), exige, desde nuestro punto de
vista, tener en cuenta en el estudio, el estado y
desarrollo de
la autovaloración sobre el cual se erige la
evaluación y el juicio emitido.
En aras de valorar la importancia de esta variable para
la calidad de vida percibida y autorreferida, se analizan a
continuación algunas cuestiones relativas a ella y a
resultados de investigaciones realizadas en nuestro medio por la
autora de este articulo, en las que se relacionan las
categorías de autovaloración y calidad de vida
percibida y vivenciada.
Sovonko (1981) define la autovaloración como un
componente indispensable de la autoconciencia, es decir, de la
conciencia que
el hombre
tiene de sí de mismo, de las fuerzas y capacidades
mentales propias, de las acciones,
motivos y objetivos de
su comportamiento, de su actitud ante
lo que lo rodea, hacia las personas y hacia sí
mismo.
La autovaloración incluye la facultad de evaluar
las habilidades y posibilidades, de examinarse con
espíritu crítico, y por tanto permite al hombre "medir"
fuerzas de acuerdo con las exigencias del medio ambiente
y, en consonancia con ello, plantearse independientemente
determinados objetivos y misiones. (Pereira y N´guyen,
2002).
La autovaloración como concepto cuenta
ya con varias décadas de historia, pero aún
conserva su vigencia y actualidad, así como utilidad para la
investigación de ella y los niveles de
calidad de vida percibida vivenciada, como se ha demostrado en
los recientes estudios realizados en nuestro medio, por nuestra
parte. (I. B. Díaz 1998, 1999).
La autovaloración surge como producto de
las valoraciones de las personas que rodean al individuo y
por los resultados de sus actividades (éxito o
fracaso).
Una vez desarrollada, constituye un importante regulador
del comportamiento y de las emociones de los
individuos, y es un factor significativo para el desarrollo y
formación armónica de la
personalidad. (F. González 1994; L.G. González
L.G. 2001; A. González 2002)
Chesnakova (1977), plantea que la autovaloración
puede tener distintos niveles de estabilidad, adecuación y
madurez, con diferentes tipos de relación entre sí,
lo que puede llevar al sujeto a prestar mayor atención a sí mismo y su mundo
interno a fin de comprender mejor su valor y su lugar en la vida.
(Pereira y N’guyen, 2002).
Se puede valorar como adecuada o inadecuada, con las
consecuencias para la personalidad
que de cada una de dichas autovaloraciones se
desprenden.
En nuestros estudios, esta formación
psicológica es valorada como variable psicológica
participante, al estudiar la calidad de vida autorreferida y
evaluada de una forma interna, es decir por el propio
sujeto.
F. González (1983) considera la
autovaloración como un subsistema de la personalidad que
incluye un conjunto de necesidades y motivos, junto con las
diversas formas de manifestación consciente, cuyos
elementos integrantes se expresan, esencialmente, en un concepto
generalizado y preciso del sujeto sobre sí mismo, que
integra un conjunto de cualidades, capacidades, intereses, etc.,
que participan activamente en la gratificación de motivos
integrantes de la tendencia orientadora de la personalidad, y
esta tendencia está integrada precisamente por aquellas
necesidades y motivos que forman el sentido esencial de su vida,
por lo que está emocionalmente comprometido con las
principales necesidades y motivos de la personalidad, y es
una expresión de la misma.
Se le atribuye por autores como González Rey, un
carácter sistémico al integrar los
elementos que la conforman. Así aspectos cognoscitivos,
como el razonamiento y la reflexión del sujeto, son
considerados expresiones del pensamiento
orientadas por las principales necesidades que forman estas
estructuras.
Dichos procesos
están incluidos en el aspecto funcional de la
autovaloración en tanto son portadores de la
carga emocional de las necesidades y motivos representados en
ella, y se expresan en las vivencias que los razonamientos sobre
sí mismos provocan, y del conocimiento
acumulado en torno a
éstos. (González, F., 1983).
Se dice que la autovaloración no es un producto
cognoscitivo terminado de las cualidades que integran la
personalidad, pues en ella pueden quedar incluidos aspectos que
el sujeto desea poseer y que aún no ha logrado, así
como, elementos ya superados por él, que se mantienen en
su elaboración autovalorativa en estrecha relación
con las principales aspiraciones y necesidades de la
personalidad. (Y. López ; I. Torres 1998).
No obstante, se observa cierta tendencia a su
estabilidad, como expresión de la necesidad que tiene el
individuo de mantenerse a toda costa, en su vínculo con el
medio y sus metas.
Se le atribuyen, como sistema regulador
constante de la actividad del hombre, y eje central de
todo proceso de
autorregulación, tres funciones:
valorativa, autorreguladora, y una función
defensiva. Esta última permite evitar preocupaciones y
tensiones, y defender al sujeto de situaciones que amenazan al
yo; no obstante, no es deseable que ésta se convierta en
una forma estable de autovaloración, ya que, de ser
así, se frenaría el desarrollo de la personalidad,
que siempre implica cambio y
nuevos desafíos.
Sin embargo, vinculados de una u otra forma a la
autovaloración, se cita en la literatura el hecho de que,
el autoconcepto, la autoestima, la
autoeficacia, la afectividad positiva (que en parte se logra por
un ajuste entre nivel de aspiraciones y nivel de logros, ante
eficientes mecanismos de autorregulación personal, como es
la autovaloración), el sentido de coherencia consigo
mismo, entre otros, son aspectos que están presentes en el
individuo como mediatizadores ante el foco estresor que pueda
amenizar la calidad de vida subjetivamente valorada.
(Sánchez-Cánovas y Sánchez, 1994)
Todos los aspectos mencionados están en estrecha
relación con la autovaloración y la
valoración del medio. Este último participa en la
selección de estilos de afrontamientos
eficaces y expectativas reales en su estimación, para
poder alcanzarlas, así como para precisar la distancia
real de posible adquisición de la meta u
objetivo
(material o espiritual) trazado.
Así, por ejemplo, con respecto a la autoestima,
se plantea que ésta juega un papel importante en la
evaluación cognitiva primaria, descrita por Lazarus
(1986), activada ante una situación, por ejemplo,
estresante, y se destaca el hecho de que un aumento del nivel de
estrés
debido a la percepción
de amenaza a la autoestima, podía provocar un cambio en
los estilos de afrontamiento de los sujetos, e incidir positiva o
negativamente en su bienestar personal, y la estimación de
su calidad de vida, al amortiguar o incentivar la
percepción de amenaza a su autoestima. (Lazarus, (1993),
cit. por A.E. López, 1999).
El auto concepto (Cheng, 1988), aspecto que se
deriva de la propia autovaloración que tenga
el individuo de sí mismo es otro de los aspectos
anteriormente referidos en la literatura, dentro de los factores
psicosociales sobre los que se han realizado estudios y en los
que no se aportan resultados muy categóricos, pero a los
que sí se les atribuye determinada influencia en los
sentimientos de bienestar subjetivo, como parte integrante de a
calidad de vida.
Se plantea entonces, con respecto al auto concepto, que
puede jugar un papel en la sensación subjetiva de
bienestar y la calidad de vida, si se tiene en cuenta que algunos
estudios han demostrado la relación existente entre
satisfacción con uno mismo y el nivel de
satisfacción global con la vida. (V. G. Andrews y Withey
1976; Campbell 19981; Larsen, Diener y Emmons 1985; Cit por
J.M.P. Sánchez-Cánovas, y Sánchez
1994).
Un elemento que se relaciona también con la
autovaloración, es el concerniente al nivel de
aspiración, considerado como "la relación que el
sujeto establece entre el valor del fin y las posibilidades que
él considera tener para su alcance" (Roloff);
evidenciándose su vínculo con los motivos del
hombre y su autovaloración. (S.R. Román y
N.González, 1996)
El nivel de aspiración en la temática de
calidad de vida y el bienestar psicológico, se contempla
dentro de la dimensión cognitiva de este último. Un
ejemplo de ello es el modelo de la
discrepancia (gap) entre aspiraciones y logros, que
defiende que las actitudes
sobre el bienestar subjetivo dependen del espacio o
relación existente entre ellas. (Parducci 1968; Mason y
Faulkenberry 1978; Michalos 1983; Calman 1984)
Todas las formaciones mencionadas están en
estrecha relación con la autovaloración y su
vínculo con el medio en que el hombre vive. El medio
resulta entonces decisivo para permitir la eficacia de los
estilos de afrontamientos y expectativas reales.
Algunos de los conceptos mencionados están
valorados por Antonovsky (1991) como fuerzas salutogénicas
que facilitan el afrontamiento con éxito y, por lo tanto,
contribuyen a la salud. (Sanchéz
Cánovas1994).
Todo lo planteado hasta aquí permite considerar
la autovaloración como un aspecto importante para
determinar los niveles de calidad de vida que las personas
expresan tener.
HALLAZGOS DE LA
INVESTIGACIÓN SOBRE CALIDAD DE VIDA PERCIBIDA VIVENCIADA Y
LA AUTOVALORACIÓN
Uno de los aspectos de mayor valor en los estudios
realizados por nuestra parte, ha sido caracterizar el componente
subjetivo–personal de la calidad de vida sostenido por la
autovaloración personal, como uno de los mecanismos
internos que regula y conduce la conducta y las
vivencias.
En los estudios se ha constatado la complejidad del
diagnóstico de esta variable, al
necesitarse para el análisis la elaboración
personal de los sujetos sobre los conceptos y categorías
evaluadas, y por ser una formación psicológica
compleja que encierra en sí, elementos dinámicos
que resultan a veces pocos precisos para su
diagnóstico.
Por ello se utilizó, además de la
categoría de autovaloración adecuada o inadecuada
(por exceso o por defecto), otra que la diagnostica como
indeterminada o fluctuante.
A continuación se muestra el
comportamiento de este indicador en uno de los estudios
realizados, que se ha valorado como uno de los más
representativos.
P = O.0306
Como se observa en la gráfica, las
autovaloraciones adecuadas son las que predominan en el estudio
realizado, con 66%, seguidas de las inadecuadas por exceso y las
fluctuantes con 17% y 15%, respectivamente. Las que fueron
diagnosticadas en menor cuantía fueron las inadecuadas por
defecto (2%).
Al correlacionarlas con la calidad de vida, se observa
que en el nivel Bueno se diagnosticaron autovaloraciones
inadecuadas por exceso pero en menor cuantía (15.4%). No
se diagnostican personas en este nivel con autovaloraciones por
defecto ni fluctuantes.
En el nivel de calidad de vida Aceptable
predominan también las autovaloraciones adecuadas (69,1%),
seguidas de las inadecuadas por exceso (22,1%) y por
ùltimo las fluctuantes (8,8%).
Para el nivel de calidad de vida Pobre se
observan autovaloraciones fluctuantes (52,9%) y adecuadas (47,1%)
con ese orden de predominio, sin que se apreciaran en esta
muestra las inadecuadas por exceso o defecto.
En nivel de calidad de vida Mala, el 100% de los
casos ubicados (en el estudio realizado) tenían una
autovaloración inadecuada por defecto.
Evidentemente, el tipo de autovaloración
diagnosticada tuvo significación estadística (p =
0.3606) con los niveles de calidad de vida.
Se han observado, en otros estudios realizados bajo los
mismos criterios y postulados (Díaz y colaboradores,
1996-2000), resultados similares, y se ubican, en
los diferentes niveles de CVPV, sujetos con autovaloraciones
adecuadas, inadecuadas o fluctuantes.
Lo que sí es evidente es que la
autovaloración permite proyectar ciertas tendencias a
valorar, distancias entre aspiraciones y expectativas,
satisfacción ante el nivel de logro y, en relación
con ellas, estados afectivos o reacciones emocionales que
contribuyen al predominio de un tono positivo o negativo general,
que son los que en definitiva ubican al individuo en los niveles
o rangos de la CVPV.
RELACIONES ENTRE LA
AUTOVALORACIÓN Y LOS NIVELES DEL JUICIO VALORATIVO DE
CALIDAD DE VIDA
Si se hace un intento por resumir en categorías
la posición que proporciona la autovaloración y su
efecto en el ajuste al medio desde el juicio valorativo de
calidad de vida, se podrían encontrar las siguientes
posibilidades:
Bienestar : Ante un adecuado ajuste
entre realidad y juicio positivo referido.
Aceptación: Ante valoraciones que
permiten evaluar defectos, pero, a la vez, sentir compensaciones
y, por tanto, no experimentar grandes insatisfacciones,
expresión de cierto nivel de adaptación al medio.
Estas pueden tener como base diferentes tipos de
autovaloración
Disonancia o Disregulación; Ante
juicios contradictorios, inestables, o incongruentes entre
realidad y percepción subjetiva, fruto de la ineficacia de
la autorregulación.
Se observa una clara incongruencia entre realidad y la
valoración emitida y se manifiestan insatisfacciones con
cierto nivel de intensidad y duración.
Insatisfacción y malestar:
Ante una valoración congruente entre realidad y
percepción de ella o por discrepancias valorativas entre
ellas, con fuerte carga negativa.
Como se puede observar en el análisis realizado,
no tiene el mismo significado y valor conocer que un sujeto se
ubica en un determinado nivel de calidad de vida, cuando existen
congruencias entre realidad y percepción subjetiva como
expresión de una adecuada autovaloración, que
valorar la ubicación del nivel elegido ante un juicio
discordante o disregulado entre ellas, resultado de
autovaloraciones inadecuadas o fluctuantes.
La autovaloración es diagnosticada por un experto
(que puede tener dificultades en las habilidades prácticas
para su diagnóstico). Por ello, sin restar valor a los
resultados encontrados, se sugieren posteriores estudios de
profundización entre estos dos aspectos.
La autovaloración ofrece la posibilidad de
ubicarse independientemente de su estado y
desarrollo en cualquier nivel, esto quiere decir que con una
autovaloración buena, por defecto, por exceso o
fluctuante, el sujeto puede estar ubicado en rangos positivos o
negativos de CVPV, al asociarse con otros indicadores
psicológicos de manera tal que potencie más
equilibrio o
no, al valorar la calidad de su existencia.
Esto lleva a pensar en la posibilidad de que la
autovaloración esté en algunos casos cumpliendo
más una función defensiva que reguladora o
valorativa, por lo que se invita a profundizar en posteriores
estudios en el aspecto dinamizador que ella juega para el juicio
valorativo de calidad de vida.
De hecho, una autovaloración por defecto puede
incidir sobre la autoestima de una persona, hacer que ésta
decrezca, y permitir que el sujeto valore su nivel de calidad de
vida como adecuado.
La literatura recoge muchos argumentos y teorías
cognitivas conductuales que, de hecho, dan constancia de esta
posibilidad, y, desde el pensamiento clínico, es
comprensible.
Pero puede ocurrir lo contrario: una
sobrevaloración puede incidir en un incremento de la
autoestima y potenciar niveles negativos de CVPV o hacerlos
positivos. Esta última afirmación sobre la
autoestima es considerada como aspecto salutogénico y
declarado para potenciar bienestar psicológico como parte
integrante de la calidad de vida.
Los resultados que se han expuesto, así como los
aspectos teóricos reseñados y analizados al inicio
del artículo, donde se considera la autovaloración
como eje central de todo proceso de autorregulación, su
tendencia a presentar cierta estabilidad y el papel tan
importante que se le confiere para el desarrollo armónico
de la personalidad, permiten aseverar que esta formación
psicológica compleja puede ser identificada como uno de
los determinantes psicológicos fundamentales del juicio
valorativo personal de calidad de vida.
Evidentemente, el tipo de autovaloración
diagnosticada tuvo significación estadística con
los niveles de calidad de vida percibida vivenciada.
En el nivel Bueno de CVPV predominan las
autovaloraciones adecuadas, e inadecuadas por exceso, pero en
menor cuantía.
En el nivel de Aceptable CVPV predominan
también las autovaloraciones adecuadas, seguidas de las
inadecuadas por exceso y por ultimo las fluctuantes.
Para el nivel de Pobre CVPV se observan
autovaloraciones fluctuantes y adecuadas, ese orden de
predominio, sin que se apreciaran en esta muestra las inadecuadas
por exceso o defecto.
En nivel de Mala CVPV, predomina (en el estudio
realizado) la autovaloración inadecuada por
defecto.
Estos hallazgos permiten valorar que cualquiera de los
tipos de autovaloración diagnosticada puede estar formando
parte de la caracterización psicológica de
cualquiera de los niveles de calidad de vida
establecidos.
No obstante, el predominio de la autovaloración
adecuada en los rangos positivos de CVPV, nos indica un buen
ajuste y armonía del individuo con el medio y sus
satisfacciones y comportamientos eficientes, pero no excluye que
otras formas de autovaloración puedan sostener juicios
positivos de calidad de vida.
La autovaloración permite proyectar ciertas
tendencias a valorar distancias entre aspiraciones y
expectativas, satisfacción ante el nivel de logro y, en
relación con ellas, estados afectivos o reacciones
emocionales que contribuyen al predominio de un tono positivo o
negativo general, que son los que en definitiva ubican al
individuo en los niveles o rangos de la CVPV.
Te voy a poner aquí mismo una
muestra de cómo debes corregir el asentamiento
bibliografico que hagas de ahora en adelante:
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Autor:
Lic. Ileana Beatriz Díaz Corral
Departamento de Psicología
Universidad de Oriente