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Afrontamiento y calidad de vida percibida vivenciada




Enviado por idiaz



    1. Resumen
    2. Desarrollo
    3. Relación entre
      afrontamiento y personalidad
    4. Hallazgos de la
      investigación
    5. Conclusiones
    6. Bibliografía

    ….."Arte de vivir en
    paz con aquello que no puedas cambiar"

    "Tener coraje para cambiar aquello que
    pueda ser cambiado"

    "Sabiduría para conocer
    diferencias,

    entre lo que puede y no se puede
    cambiar
    "……

    Goicochea, C., (1952)

    RESUMEN

    En el presente artículo se exponen algunas
    consideraciones teóricas y metodológicas para el
    estudio de los procesos de
    afrontamiento, que resulta importante tener en cuenta a la hora
    de realizar estudios e investigaciones
    en la ciencia
    psicológica sobre este importante proceso.

    Se exponen además, algunos resultados de las
    investigaciones de la autora sobre calidad de vida
    percibida vivenciada, que resaltan el papel que juega el
    afrontamiento sobre los niveles positivos y negativos de
    calidad de vida autorreferida y evaluada de forma
    interna.

    Palabras claves: Calidad de vida percibida,
    afrontamiento, relación

    ABSTRACT

    Theoretical and methodological considerations for the
    study of coping processes are presented in this article, along
    with some of the results of its author’s research in
    perceived and lived/self-evaluated quality of life,
    which underline the role of coping with internally evaluated,
    self-referred positive and negative levels, of the quality of
    life.

    Key Words: Perceived and
    lived/self-evaluated
    quality of life, coping.

    INTRODUCCIÓN

    El afrontamiento forma parte de los recursos
    psicológicos de cualquier individuo, y
    es una de las variables
    personales declaradas como intervinentes o participantes en los
    niveles de calidad de vida percibida, a la cual se atribuye un
    gran valor e
    importancia en las investigaciones sobre la calidad de vida y el
    bienestar psicológico.

    Los procesos de afrontamiento han sido
    estudiados por varios autores como son Lazarus et, Al. , (1986,
    1993), Font, A. (1990), Hernández, E. (1996), y otros, en
    su relación con la calidad de vida, y es uno de los
    conceptos más en boga en la investigación psicológica
    actual.

    Nosotros hemos estudiado el afrontamiento en las
    investigaciones que se desarrollan en nuestro medio sobre calidad
    de vida percibida vivenciada, y en ellas se ha
    develado la complejidad e importancia de su papel
    para entender los ajustes del individuo en su medio y
    poder percibir
    niveles positivos o negativos de la calidad de vida.

    Por ello, a continuación expondremos
    brevemente algunos aspectos referidos a esta variable
    participante, y algunos de los resultados de las
    investigaciones realizadas.

    DESARROLLO

    Para comenzar, ponemos a consideración del lector
    algunas cuestiones teóricas sobre los procesos de
    afrontamiento.

    Los procesos de afrontamiento

    El afrontamiento ha sido definido por Lazarus y Launier
    (1978), como "los esfuerzos intrapsíquicos y orientados a
    la acción
    (cognitivos y afectivos), en aras de manejar demandas internas y
    ambientales que ponen a prueba o exceden los recursos personales,
    al ser valorados como excesivos por el individuo en
    relación con los recursos de que dispone o cree disponer".
    (Cit. por Font, 1990: 91).

    Este concepto
    siguió perfeccionándose, por Lazarus y Folkman
    (1986), hasta su formulación desde una perspectiva
    eminentemente contextual y con un enfoque procesual en su
    análisis, así como con una
    connotación transaccional que implica una forma
    específica de interacción en la que hay efectos
    retroactivos de la conducta sobre
    las variables personales y situaciones, y, por
    tanto, una causación recíproca (Sánchez
    Canóvas, 1988).

    Desde esta perspectiva, en la actualidad, lo primordial
    en el análisis del afrontamiento es la descripción de lo que piensa y hace el
    individuo cuando realiza esfuerzos dirigidos a afrontar, y su
    vínculo con las emociones que
    experimenta el sujeto en un determinado contexto. (Lazarus 1993;
    cit por A.E. López,1999).

    Estas nuevas aportaciones del concepto no se encuentran
    instrumentadas en la mayoría de técnicas
    utilizadas para evaluar el concepto de
    afrontamiento, aspecto que, junto a la escasa
    validación de ellos en nuestro medio, limitó la
    selección de uno de ellos en los estudios
    realizados por nuestra parte.

    Se plantea que el afrontamiento es un término
    tanto coloquial como científico, y que aún existe
    falta de coherencia en cuanto a teorías, investigaciones y
    comprensión del tema. (Lazarus y Folkman, 1986; Buendia,
    J., 1999; López Martínez, 1999; Fierro, 1999). Este
    aspecto trasciende al plano instrumental, en relación con
    la selección de técnicas para su evaluación.

    Por su parte, por ejemplo, Costa, Sommerfield y McCrae
    (1996), plantean que el afrontamiento es una categoría
    especial de adaptación. (Fierro, 1999). Pero Lazarus y
    Folkman (1986) expresan que existe confusión al respecto
    al no tenerse claro el significado del afrontamiento y su papel
    en el proceso de adaptación.

    El afrontamiento ha sido tradicionalmente
    estudiado en su relación con el estrés y
    la enfermedad, considerada esta última como un evento
    estresante. Pero Lazarus y Folkman (1986) reconocen el valor que
    tiene el afrontamiento no solo en el contexto salud-enfermedad, sino
    también dentro de otros contextos como son la familia y
    el trabajo, y por ello demandan su estudio en estos
    ámbitos.

    Desde el punto de vista metodológico, esto
    adquiere un significado importante en los estudios realizados
    pues permite estudiar el fenómeno como afrontamiento
    actual y no rememorado (Buendia, J. 1999), ante situaciones de la
    vida cotidiana y en la adquisición de aspiraciones y
    logros, aspecto común tanto en personas sanas como
    enferma, en su lucha por mantener proyectos de
    vida.

    Pero esto a la vez, acarrea nuevamente la dificultad
    instrumental, pues ha de reconocerse que no abundan los
    instrumentos diseñados para estos fines y, por tanto,
    decidimos utilizar un registro del
    afrontamiento que consiste en una lista de conductas asociadas a
    él, que se extrae de un instrumento utilizado por un autor
    (Font, A.,1990), quien estudia el afrontamiento vinculado a la
    calidad de vida. Asimismo, decidimos centrar su análisis
    fundamentalmente, a través del estudio de caso, con el
    empleo del
    método
    clínico.

    La dirección tomada en la
    investigación reconoce, además, que el
    afrontamiento no solo se analiza ante situaciones que desbordan
    los recursos personales, sino que funciona también ante
    situaciones que se salen de la rutina y exigen tomar alguna
    decisión y, por tanto, requieren de algún esfuerzo.
    Esto es reconocido por los propios Lazarus y Folkman
    (1986), y es un argumento utilizado para la diferenciación
    del afrontamiento de las conductas y respuestas adaptativas
    automáticas.

    Tomar decisiones está presente en nuestra vida
    cotidiana con cierta frecuencia, y esta condición se hace
    más patente cuando las condiciones y circunstancias de
    vida son muy complejas y difíciles, tales como las que
    vive nuestro país en los momentos actuales, sobre todo a
    la hora hacer viable nuestro proyecto de vida
    y hacer posible el alcance de nuestras metas y aspiraciones
    individuales.

    Es por ello que consideramos plausible analizar el
    afrontamiento en las situaciones actuales de vida vinculado al
    logro de metas y aspiraciones personales, proyectando así
    su estudio en nuestras investigaciones.

    Tomamos en cuenta también, que el afrontamiento
    es reconocido por varios autores, como uno de los procesos
    utilizados por el individuo para manipular la relación
    individuo – entorno y, a la vez, es considerado como el
    proceso más organizado y maduro del yo, al ubicarlo en una
    escala
    jerárquica con otros recursos reguladores. ( Menninger,
    1963; Haan 1969, 1977; Vaillant, 1977; Cit. Por Lazarus
    1986).

    No obstante, Lazarus y Folkman, (1986) plantean que
    afrontar no es equivalente a tener éxito,
    y piensan que tanto el afrontamiento como las defensas deben
    verse como algo que pueden funcionar bien o mal en determinadas
    personas, contextos u ocasiones.

    En esta misma dirección, Kahn (1964), citado por los
    propios Lazarus y Folkman, ve el afrontamiento independientemente
    del éxito adaptativo y, por lo tanto, debe incluir tanto
    errores como éxitos. El afrontamiento eficaz
    incluiría todo aquello que permita al individuo tolerar,
    minimizar, aceptar, o incluso ignorar, aquello que no
    puede dominar.

    Son muchas las problemáticas que sobre el
    afrontamiento se debaten en la literatura, y que
    constituyen problemas a
    resolver en el tema, tornándolo complejo y también
    muy polémico. Por ello se hará referencia a algunas
    de esas cuestiones, que la autora tuvo que valorar para tomar
    decisiones al respecto, en la realización de
    su investigación.

    RELACIÓN ENTRE
    AFRONTAMIENTO Y PERSONALIDAD

    Lo concerniente a la relación entre personalidad y
    afrontamiento, es una de las cuestiones debatidas en la
    actualidad. Así, por ejemplo, Lazarus es uno de los
    autores que considera estos dos aspectos de forma independientes,
    y plantea que "el afrontamiento hace referencia a un proceso
    mutable o inestable a lo largo del día, y de las distintas
    situaciones vitales, y la
    personalidad debía ocuparse de elementos invariantes y
    dimensiones de funcionamiento humano". (Lazarus, cit por
    Buendía, 1999:146).

    Otros autores, como es el caso de Salvatore Maddi
    (1990), exponen, de forma contundente, que el afrontamiento
    representa un sector de funcionamiento personal y en
    él debe diluirse. Este punto de vista es hoy en día
    muy aceptado por diferentes autores como son Endler y Paker,
    (1990, 1993); Pelechano (1992); Lehr y Tomae (1993) (Cit. por
    Buendia, 1999).

    Por ello, "en los últimos años se acepta,
    la existencia de un afrontamiento disposicional, de corte
    más estable y otro situacional reactivo; el primero se
    encontraría en el mismo nivel de análisis de otros
    muchos componentes de la psicología de la
    personalidad". (Buendía, J. 1999:146).

    Este punto de vista es compartido por la autora, quien,
    además, considera que el afrontamiento disposicional se
    acerca más a los llamados estilos de afrontamiento, y el
    afrontamiento situacional reactivo tiene más similitud con
    las llamadas estrategias de
    afrontamiento; asimismo, opina que entre ellos pueden
    existir interrelaciones como las que se describen entre la
    ansiedad rasgo y la ansiedad estado,
    declaradas por diferentes autores (entre los que se encuentran
    los doctores cubanos en ciencias
    psicológicas Jorge Grau y Marta Martín).

    En esta dirección, autores tales como Mariartif y
    Toussieg (1976) establecen diferencias entre estilos y
    estrategias, plantean que los primeros parecen fundarse en
    diferentes estructuras de
    personalidad, y se refieren a la tendencia de los sujetos a usar
    preferentemente un tipo de afrontamiento. Las estrategias, por su
    parte, se refieren a las diferentes acciones
    concretas que lleva a cabo el sujeto dentro de su estilo. (Cit
    por Pereira, Y., D. N"guyen, 2000).

    Se asume por la autora para el estudio, el concepto de
    estilo ofrecido por Mariartif y Toussieg (1976) y su dependencia
    por tanto a estructuras de la personalidad.

    Aceptar el estilo de afrontamiento requiere, en
    opinión de esta autora, que se aclare, además, la
    diferencia de éste y los rasgos de personalidad declarados
    en la literatura; partiendo del hecho de que el estilo representa
    una forma más amplia, generalizada y abarcadora de
    referirse a los tipos particulares de individuos, mientras que
    los rasgos tienen un espectro más estrecho. (Lazarus y
    Folkman, 1986; Sánchez Cánovas, 1992).

    En esta dirección cabe destacar, lo expresado por
    Sánchez – Canóvas (1992) quien le confiere al
    concepto estilo una gran riqueza potencial, a la hora de ser
    utilizado como piedra angular de enfoque de cambio; y es
    que el concepto sirve para reconocer la unidad de la conducta a
    través de sus cambios, lo cual permite reconocer que es un
    mismo individuo el que se comporta, aún a través de
    manifestaciones distintas.

    Se le confiere entonces al concepto estilo una
    estabilidad no estática,
    y permite que el mismo no entre en contradicción con el
    término proceso, cuyo aspecto esencial es el
    cambio.

    Estas aclaraciones son realizadas pues Lazarus y su
    equipo (1981, 1985, 1986) no ven adecuado conceptualizar el
    afrontamiento como estilo estable, y lo definen como un proceso
    que permite libertad y
    flexibilidad de cambiar las respuestas según las
    circunstancias, y utilizan mucho más el concepto de
    estrategias de afrontamiento (Lazarus y Folkman,1986;
    Sánchez Canovas 1992).

    Pero Lazarus y Folkman (1986) no afirman que no exista
    estabilidad en el afrontamiento, ni que el individuo no tenga
    preferencias por estrategias determinadas a lo largo del tiempo.
    Más adelante, plantean que debería reconocerse que
    en el afrontamiento coexiste tanto la estabilidad como el cambio.
    ".(Lazarus cit, por Sánchez-Canovas, (1992):152 y
    153).

    Dos ejemplos que hablan a favor de estas valoraciones
    realizadas por Lazarus y sus colaboradores, son a juicio de la
    autora, la aceptación, por parte de ellos, del
    patrón de conducta A como un estilo de afrontamiento
    (Lazarus y Folkman, 1986:147); y más adelante el hecho de
    que Lazarus (1991) considere que el bienestar
    psicológico o subjetivo (como componente importante de la
    calidad de vida) es una consecuencia del afrontamiento, y sugiera
    que el mismo debiera ser considerado como una tendencia a
    afrontar, que se caracteriza por un estilo de valoración
    positivo y que guarda clara consistencia con las emociones y el
    bienestar. (Cit. por Rodríguez- Marin, ET. al.,
    1993).

    La consideración del patrón A de conducta
    como un estilo de afrontamiento y un modelo estable
    de compromisos y creencias, por Lazarus y Folkman (1986); devela
    una cuestión para la autora de gran valor e importancia, y
    es la participación del medio en su formación y
    desarrollo, al
    plantear que el patrón A probablemente surge
    evolutivamente por "la internalización de determinados
    valores
    socialmente deseados, reconocidos o conservados, que son
    más o menos característicos de las sociedades
    tecnológicas e industrializadas". (Lazarus y Folkman,
    1986: 148).

    Este planteamiento constituye un nexo entre la
    posición de autores representantes del enfoque
    cognitivo-conductual, con posiciones teóricas del enfoque
    histórico- cultural, que promulga y considera los factores
    sociales como los determinantes, como fuente de desarrollo del
    individuo, y recuerda lo expresado por González y
    Valdés (1994), al expresar que ninguna de las corrientes
    psicológicas del pensamiento es
    un conjunto coherente, homogéneo y sistemático de
    ideas, aspecto referido por otros autores, como M.A.
    Roca, (2000), quien le adjudica, además, a cada una,
    aciertos y desaciertos, pero acepta que al final han
    contribuido al desarrollado de la ciencia
    psicológica.

    Los aspectos teóricos referidos llevaron a la
    decisión de utilizar en el estudio los
    estilos de afrontamiento como variable participante.

    Se retoma la clasificación de los tipos de
    afrontamiento realizada por Lazarus y Folkman (1986) quienes
    valoran, además, las dos grandes funciones del
    mismo, a las cuales se les atribuyen sus nombres, con objetivos
    diferentes: regulación de la emoción del bienestar,
    y la posibilidad de acción respectivamente; estos autores
    distinguen dos tipos de afrontamiento: los orientados a la
    solución de problemas y los orientados a la
    regulación de la emoción.

    Para la investigación, además, denominamos
    activos a los
    orientados a la solución de problemas, y pasivos a los
    orientados a la regulación de la emoción; agregando
    la posibilidad de control o no
    sobre la conducta para ambos.

    Es válido destacar, no obstante, que el solo
    hecho de afrontar ya es indicativo de una conducta activa, por lo
    que la distinción realizada en esta dirección en el
    estudio es solo funcional ya que se asocian, al afrontamiento
    centrado en la solución, conductas, acciones y
    pensamientos que aparentan tener más movilidad en el plano
    externo del comportamiento.

    Varios investigadores relacionan el afrontamiento y la
    calidad de vida, entre ellos, Lazarus, et al (1984,
    1986, 1993), Moos. et. al (1982), A. Font, (1990),
    por citar algunos ejemplos. Al respecto se plantea que
    determinadas estrategias ayudan a experimentar una mejor calidad
    de vida o son las más adecuadas para determinadas
    situaciones; postulado apoyado por algunas investigaciones (A.,
    Font, 1990; E., Hernández, 1996).

    Sin embargo, esto no ha sido comprobado
    categóricamente, planteándose que existen
    interrelaciones entre los afrontamientos, de manera tal que uno
    puede facilitar e incidir sobre el otro y hasta ser utilizados
    conjuntamente, por lo que ambos se consideran efectivos al
    incrementar el resultado adaptativo (Lazarus y Folkman (1993),
    cit. por A. E. López, 1999)

    Se acepta, a partir de estas valoraciones, que el
    afrontar, en sí mismo, es indicativo de un cierto nivel de
    adaptación, independientemente de los resultados que se
    deriven de la actuación. Por ello, el concepto de
    adaptación se convierte en una clave primordial para
    entender la calidad de vida, convirtiéndose en el
    vínculo de unión entre aquél y el proceso de
    afrontamiento. (Rodríguez Marín; Pastor
    López-Roig, 1993)

    Algo interesante dentro de estos aspectos es el
    desarrollo de estilos de afrontamiento que aún siendo
    eficaces para el manejo de la situación específica,
    atentan contra la salud (Pérez Álvarez, 1990), lo
    que resulta en mayor vulnerabilidad del
    individuo a la enfermedad.

    Habría entonces, según A. E., López
    (1997), que preguntar en estos casos, si resulta válido lo
    expresado por Lazarus (1986), en cuanto a desligar
    los conceptos de adaptación y éxito de los
    resultados del afrontamiento.

    Las estrategias centradas en el problema y dirigidas a
    la modificación de alguna de las condiciones,
    resultarán positivas sólo en aquellos
    contextos que permitan la puesta en práctica de esfuerzos
    por ejercer algún control, por lo que no son
    necesariamente más eficientes, y se resalta en la
    investigación la dependencia contextual del
    afrontamiento.

    El afrontamiento está específicamente
    enlazado con la clase de
    emoción que el sujeto experimenta en un determinado
    contexto, y ella dependerá de los valores,
    las metas y las creencias con las que los individuos se hallan
    comprometidos. Las emociones también guardan,
    lógicamente, estrecha relación con la
    expresión y la determinación de la calidad de
    vida.

    El afrontamiento en el proceso salud–enfermedad se
    estudia en dos direcciones fundamentales: como papel de
    antecedente potencial de la enfermedad, y como mecanismo para
    responder de forma adaptativa a la enfermedad. En ambos casos su
    estudio resulta de interés
    para potenciar y valorar el ajuste y la calidad de vida ante
    afecciones de la salud.

    Al relacionar el afrontamiento con cualidades de la
    personalidad, se dice que la
    motivación para afrontar es el aspecto más
    importante de la relación.

    Sánchez Canóvas y L. Sánchez,
    (1994) concluyen que cada vez más se acepta la
    concepción de ver a la personalidad como mediadora de la
    relación entre estrés, bienestar personal y,
    por tanto, la calidad de vida.

    Existen otras reflexiones sobre estilos de
    afrontamientos también válidos, pero preferimos
    remitir a los interesados a la profundización de esta
    temática en los textos que se vinculan a ellos.

    A continuación ofrecemos algunos hallazgos
    encontrados en las investigaciones sobre el afrontamiento en
    estudios sobre calidad de vida percibida vivenciada.

    HALLAZGOS DE LA
    INVESTIGACIÓN EN LA RELACIÓN ENTRE AFRONTAMIENTO Y
    CALIDAD DE VIDA PERCIBIDA VIVENCIADA

    En los estudios realizados, los estilos de afrontamiento
    han reflejado su complejidad, dinamismo, su función de
    mediatizador de la adaptación encontrada, así como
    su efecto en la valoración positiva o negativa de la CVPV,
    y se ha demostrando su influencia sobre las emociones y el nivel
    de calidad de vida expresado. (Díaz, I. et al.,1995-
    2003)

    Los hallazgos acerca de los estilos de afrontamiento en
    los niveles de CVPV confirman que ambos, según el contexto
    y la estructura
    personológica de que se trate y la
    situación que enfrentan, pueden facilitar un mejor ajuste
    y, por tanto, el individuo podrá expresar
    calidad de vida en rangos positivos, con lo que queda
    confirmada la dependencia contextual y de eficacia de los
    estilos de afrontamiento.

    Ambos estilos contienen la posibilidad de control
    conductual y pueden facilitar una sensación o vivencia
    interna positiva como elemento crucial en el nivel de CVPV
    expresado; el siguiente gráfico muestra la
    significación estadística (p = 0.00002) de este
    indicador con los niveles diagnosticados de calidad de vida, en
    uno de los estudios realizados que se valoran como más
    ilustrativos para el análisis.

    P = 0.00002

     De manera general, en los rangos positivos de
    CVPV
    , predominan los estilos activos
    de afrontamiento (centrados en la
    solución del problema), o pasivos (centrados en el
    control de la emoción), que facilitan el control
    conductual y emocional provocando una adaptación. Esto
    lleva a coincidir con lo expresado acerca del concepto
    adaptación como vínculo entre afrontamiento–
    bienestar psicológico y calidad de vida. (López, A.
    E. 1998)

    No obstante, se observa que el estilo centrado en la
    solución de problemas potencia una
    actitud
    más activa, esperanzadora y optimista para enjuiciar y
    afrontar la existencia, sobre todo si el estilo asumido esta
    contextualizado, independientemente de los ajustes que
    proporcionan los estilos de afrontamiento centrados en la
    emoción.

    Esto puede ser una de las razones por las
    cuales se valora (sin que ello carezca de
    detractores), por resultados empíricos
    obtenidos, que las estrategias de afrontamiento centradas en la
    solución del problema potencien más bienestar y
    calidad de vida que las centradas en el control de la
    emoción. (Font, A., 1990; Hernández
    Menéndez, E.; et al. ,1996).

    Puede verse en el gráfico que en los niveles de
    pobre y mala calidad de vida no se observaron estilos de
    afrontamiento activos ni pasivos controlados.

    Predominan en los niveles más negativos (pobre y
    mala), los estilos de afrontamiento pasivos sin control y, en
    menor representación, los activos
    descontrolados.

    Todos estos resultados hablan de que ambos estilos
    pueden ser positivos siempre que estén en función
    de las propias demandas que el medio impone, es decir tienen que
    estar contextualizados, y es un análisis que permite
    comprobar lo planteado por Lazarus y otros autores (1986), de que
    el resultado del afrontamiento puede o no tener éxito para
    la conducta adaptativa. Ello corrobora, por otro lado, lo
    expresado por Fernando González (1997) al enfatizar el
    papel activo que tiene también el medio en su
    interrelación con la subjetividad y los niveles de
    funcionamiento óptimo en el
    hombre.

    Además, invita a pensar en las
    múltiples determinaciones que tiene la conducta humana,
    en la cual no solo participan procesos internos para
    lograr funcionamientos eficientes, sino que el medio
    también aporta y sostiene en ocasiones a éstos,
    como aspecto determinante en la conducta adaptada de aquí
    que se hable de recursos internos y externos para
    afrontar de manera exitosa.

    Los casos que se ubican en el nivel de aceptable calidad
    de vida (ver gráfico) que mostraron estilos de
    afrontamiento que no permitían control (activos y
    pasivos), tienen, como elemento común, autovaloraciones
    inadecuadas o ineficientes (por exceso o por defecto)

    Esto se puede traducir en aspiraciones y metas mal
    formuladas o conducidas por fallos en los mecanismos de
    regulación, o la no controlabilidad o viabilidad real en
    el contexto en que se valoraran y, por tanto, su inadecuado
    afrontamiento.

    Esto puede ser uno de los posibles vínculos entre
    el afrontamiento y la autovaloración, y su
    repercusión e incidencia en el nivel de calidad de vida
    expresado, y la posibilidad de pensar que ambos
    procesos puedan ser considerados como los determinantes
    fundamentales de la calidad de vida percibida vivenciada.
    (Díaz, I. B., 1998, 1999).

    Estos determinantes serían valorados como
    variables de mediación al intervenir en el proceso de
    seleccionar e interpretar la información situacional de acuerdo con sus
    predisposiciones cognitivas y afectivas.

    Ante esta situación, es útil plasmar lo
    expresado acerca de que "La resolución positiva de unas y
    otras crisis abre
    una nueva etapa de desarrollo
    personal y autorrealización. Pero el fracaso en
    afrontarlas puede hundir a la persona en la
    miseria, en la depresión
    y en la infelicidad" (Erikson (1968); Loevinger [1976] cit. por
    Fierro, A. [1997: 18]).

    Todo ello habla de la importancia del afrontamiento para
    la eficacia de la conducta, el control emocional y
    adaptación al medio.

    Por otro lado, resulta interesante ver en la población enferma o con algún
    padecimiento, estudiada en nuestro medio, estilos de
    afrontamiento utilizados para promover la aceptación y
    adaptación y experimentar niveles de calidad de vida
    percibida – vivenciada expresadas en niveles medios
    (aceptable y pobre) de manera general, a pesar de la existencia
    de aspectos objetivamente evaluados como negativos, estresantes,
    o de deprivación funcional (I. Díaz,
    et al. , 1996-1998).

    Pensamos, además, que existe cierta
    predisposición o tendencia al afrontamiento positivo, que
    permiten a la persona ver la vida de forma agradable
    y mostrarse como un ser optimista, a pesar de las realidades que
    se analizan y afrontan. Las paradojas que se describen en las
    investigaciones sobre calidad de vida pueden en parte ser
    explicadas por esta afirmación, que sostiene,
    además, como positivo, el hecho de que el
    individuo intente sobrellevar etapas y
    circunstancias negativas y conservar el significado y el sentido
    de vivir.

    CONCLUSIONES

    En el artículo se exponen aspectos
    teóricos de actualidad sobre la categoría
    afrontamiento, que develan cuán polémico resulta
    actualmente este concepto, que ya tiene más
    de 60 años de formulado, y que aún promete tener
    mucho valor, vigencia y actualidad para el quehacer investigativo
    y práctico de la psicología.

    Se dan a conocer hallazgos de los estudios de la autora,
    donde se relaciona el afrontamiento y la calidad de vida
    percibida vivenciada, realizados en nuestro medio, que nos
    llevan a valorar y considerar, a
    nuestro parecer, que el afrontamiento sea uno de los
    determinantes fundamentales en el juicio valorativo de la calidad
    de vida, y su posible vínculo con la
    autovaloración, ambos considerados mecanismos reguladores
    que permiten la adaptación del individuo y su
    medio.

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    Autor:

    Lic. Ileana Beatriz Díaz Corral

    Departamento de Psicología

    Universidad de Oriente

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