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Complejidad de la Gestión




Enviado por alvarezr



    1. Sumario
    2. Cambio de
      época
    3. Cambio de
      paradigmas
    4. Nueva visión: sistemas
      complejos
    5. La
      dialógica
    6. Unidad de los
      opuestos
    7. Dos vertientes: racionalidad y
      dialógica
    8. Complejidad de la
      gestión
    9. Referencias
      bibliográficas

    SUMARIO:

    Al sistema
    empresarial se le asigno la denominación de organización, con el propósito de
    asociarlo a la idea de orden, exactitud y control. No se
    concebía que estuvieran propensos a algún rasgo de
    desorden, de caos. Basándose en esta
    fundamentación, fueron configurados como sistemas
    mecánicos apegados a la racionalidad. Los avances de
    la ciencia han
    contribuido a cambiar de paradigmas y
    admitir que en el proceso de
    evolución están sujetos a curiosas
    dosis de desorden y de caos. El nuevo enfoque estimula la
    mentalidad dialógica que consciente la presencia
    simultánea de orden y desorden.

    Palabras clave: complejidad,
    administración, gestión, caos, pensamiento
    complejo, dialógica, paradigma,
    orden, desorden

    CAMBIO DE
    ÉPOCA

    El mundo atraviesa una de las épocas no
    solamente más inesperadas de su historia sino, tal vez, una
    de las más inciertas por los desafíos que se
    presagia esconde en sus entrañas un futuro que ya
    invadió espacios privilegiados del presente. Si hasta hace
    relativamente poco tiempo
    sabíamos hacia donde viajábamos y en qué
    sentido, hoy las perspectivas son justamente opuestas. Lo
    más desconcertante es que sin duda nos movilizamos sobre
    una pista de tierra
    movediza, resbalosa y sometida con frecuencia a fuertes e
    imprevisibles turbulencias.

    Los escenarios que se avizoran despiertan imágenes
    obsesivas porque la complejidad que presuponen, se percibe como
    si se tratara de un nudo de serpientes venenosas o una brasa
    ardiendo; no se halla la forma de tomarlos, de administrarlos. Y
    la razón es que quizá con la intención de
    amedrentar, el amanecer de los nuevos tiempos se haya propuesto
    como consigna abrumar al hombre con
    eventos que no
    pueda identificar y, por lo mismo, tampoco encuentre la manera de
    advertir por dónde comenzar o conseguir una pista digna de
    certeza que lo conduzca al Eden perdido.

    En los últimos diez o quince años se
    han venido cambiando tan sutil, inesperada e imperceptiblemente
    -como el domingo sigue al sábado- las reglas del juego en todos
    los aspectos que afectan al hombre: las relaciones sociales, la
    economía,
    la política,
    las relaciones
    internacionales y de manera particular la forma de enfocar
    los eventos relacionados con la
    administración de las empresas. Se ha
    producido, sin rodeos, un viraje que se inspira en principios
    totalmente diferentes a los que dominaron a los esquemas
    precedentes.

    El hombre contemporáneo encerrado en la
    cotidianidad del sistema industrial bajo el cual moldeó su
    manera de vivir y hasta de concebir el mundo, sigue hoy
    –ingenuo- aplicando las mismas guías, sigue
    orientándose por la misma vieja  casona del mismo ya
    anciano corregidor. Le sucede algo semejante a como cuando en una
    ciudad moderna, repleta de vehículos y abarrotada de
    enormes avisos de luces a colores, pretende
    orientarse por los mismos puntos de referencia que utilizó
    cuando cruzaba a lomo de mula las polvorientas calles de los
    pueblos macondianos.

    Sin darse cuenta, porque él mismo es
    protagonista de la comedia, las reglas del juego del avance de la
    civilización y del desarrollo
    tecnológico han cambiado radicalmente y de manera hasta
    dramática, no sólo en los países
    desarrollados sino también en los que como Colombia se
    encuentran en vía de desarrollo.

    Cuando a escondidas, escapándose de la
    realidad, se reflexiona sobre tan complejo panorama se alcanza a
    reconocer que los principios y valores que
    rigieron el entendimiento entre los hombres en el siglo tan
    sólo sepultado ayer han sido destronados y las esperanzas
    que se sembraron para que florecieran en el nuevo milenio ni
    siquiera alcanzaron a retoñar.

    Nítidamente se aprecia una espesa nube de
    confusión, una gruesa alfombra de incertidumbre que impide
    seguir haciendo las cosas como hasta ahora se habían
    venido haciendo y se divisa entre la espesa bruma del avance
    tecnológico un ambiente
    cargado de problemas que
    burlan la percepción
    porque están plagados de paradojas y para los cuales no se
    dispone de paradigmas para enfocarlos ni de predicamentos para
    sobrellevarlos. El reto trasciende visiblemente las posibilidades
    más optimistas. Un bosquejo apresurado de la silueta del
    fenómeno es suficiente para apreciar las
    características que lo tipifican.

    CAMBIO DE
    PARADIGMAS

    ¿Cuáles son los factores que han
    contribuido a cambios tan abruptos en campos tan diversos que han
    alterado tan sensiblemente el comportamiento
    y el metabolismo de
    la sociedad, el
    sistema económico y la forma tradicional de administrar
    las empresas?

    Resulta arbitrario y hasta incómodo alcanzar a
    determinar el peso específico de las circunstancias que
    actuando simultáneamente precipitaron la zozobra que hoy
    acosa a la sociedad y al mundo empresarial. Lo único claro
    es que en la modernidad no se
    habían presentado antes cambios tan bruscos ni tan
    indomables como los que ahora afloran como normales
    después de haber permanecido por tantos años
    sumergidos en el respecto y la admiración de la ciencia los
    postulados que hoy los amparan e impulsan. Las rectificaciones
    abarcan campos que se distancian sideralmente y se extienden a
    través de un amplio espectro imposible de cubrir.
    Reconociendo la incapacidad de abordar todos los aspectos que
    interactúan y, a la vez, se realimentan, impidiendo
    determinar la influencia puntual de cada uno aisladamente,
    sólo demandarán atención los que se consideran más
    influyentes o, concretamente, los más sentidos porque
    afectan órganos vitales  de la
    cibersociedad.

    A pesar de todo cuanto se ha avanzado, el primer acto
    de esta comedia lesiona el nervio central de todo el ecosistema: la
    economía. Todavía no ha sido posible encontrar el
    modelo
    económico que se ajuste a las cambiantes  y
    desiguales condiciones de los países. A la pobreza, la
    más sangrante lacra de la humanidad aún no se le ha
    encontrado remedio. Y lo que más desconsuela es que ni
    siquiera se vislumbra una fórmula que contribuya,
    solamente como posibilidad, a neutralizar su avance. Los
    desequilibrios que desencadena hacen tambalear todo el contexto;
    produciendo turbulencias perversas que precipitan ajustes
    desacostumbrados. Todos los síntomas predican que la
    pobreza
    seguirá profundizando sus raíces.

    Al lado de esta flaqueza aparece otra no menos
    importante. El avance arrollador de la tecnología
    está arrasando con todo lo que consigue a su paso. En su
    alocada carrera ha venido resquebrajando hasta los cimientos
    más sólidos en que se sustentaba la sociedad. El
    pilar que más lentamente se fue agrietando y que al fin
    terminó cediendo ante la fuerza de los
    embates de la civilización ha sido el de las instituciones:
    la familia, la
    iglesia, el
    sistema
    educativo, los partidos
    políticos, la justicia,
    etc.; hoy no tienen el mismo significado que antaño las
    connotaba debido, parcialmente, a que la
    globalización de la economía ha venido
    lentamente provocando la homogeneización cultural
    violentando de manera agreste las raíces de la identidad.

    La homogeneización cultural es un
    fenómeno que no ha sido abordado suficientemente o por lo
    menos con la seriedad y profundidad que merece; ¿acaso no
    pretende ni más ni menos que borrar los signos
    distintivos de la nacionalidad?
    ¿Hasta dónde nos llevará?

    Así como estamos destruyendo la biodiversidad,
    también estamos desnaturalizando la diversidad cultural.
    La homogeneización de la diversidad cultural y la
    destrucción de la historia cultural son las fuerzas
    centrales que subyacen en todas las crisis de las
    sociedades de
    todo el mundo. No recuerdo quien se refería a este tema
    enviando un mensaje que no sé si entenderlo como
    sátira o sencillamente como artificio consolador.
    Decía, -palabras más, palabras menos-, la
    homogeneización cultural tiene la ventaja no reconocida
    que contribuirá de manera desmedida a reducir los conflictos
    entre la sociedad.

    Particularmente en Colombia hasta hace relativamente
    poco tiempo había manifestaciones culturales muy bien
    definidas. Hoy muchos de esos comportamientos se menosprecian si
    acaso no son catalogados como ridículos.

    En un acto aparentemente apacible, no obstante, otro
    venerable principio ha sido vulnerado. Las premisas que guiaron
    la concepción del futuro y la planeación
    están siendo cuestionadas con argumentos sólidos,
    hasta tal punto que hay que  reconsiderarlos
    irremediablemente. Las empresas tendrán que aprender mucho
    de su pasado pero también olvidarlo. Dos metáforas
    concretarán la  relación entre el pasado y el
    futuro. El futuro debe considerarse como las segundas nupcias, lo
    cual  significa ineludiblemente que hubo un primer matrimonio
    Pero de la primera experiencia -el primer matrimonio- se
    tomará sólo aquello que contribuya a fortalecer el
    segundo. Sin olvidar el primer matrimonio se puede hacer de la
    segunda oportunidad un hecho realmente ensoñador. Quien
    pretenda tratar a la segunda pareja como trató a la
    primera o considerar el segundo matrimonio como una
    prolongación del primero fracasará. Hay que ser
    selectivos, tomar sólo lo que contribuya a mantener la
    unión en un ambiente de continua y prolongada
    dicha.

    Otra metáfora sirve para establecer la
    diferencia entre pasado y futuro. Piense en la empresa como
    un cohete que se dirige al espacio extraterrestre; de la misma
    manera,  una empresa debe
    estar dispuesta a desembarazarse de las partes de su pasado que
    no contienen ya combustible para el viaje y que se han convertido
    en exceso de equipaje.

    Las técnicas
    de previsión siguen dos procesos
    intelectuales
    posibles: la proferencia y la prospectiva.  En un
    enfoque de proferencia se da por sentado que el futuro es la
    continuación del presente que, a su vez, es la
    prolongación del pasado.  Se perciben los
    acontecimientos como pertenecientes a una cadena continua de la
    cual el presente no es sino un eslabón. En el enfoque de
    prospectiva el futuro no es necesariamente la prolongación
    del pasado, le concede sentido al devenir aceptando que existen
    discontinuidades. En esta época prima, entonces, la
    prospectiva.

    La planeación, argumento en que se
    inspiró por mucho tiempo el progreso de las organizaciones
    entró en barrena. Durante muchos años, hemos
    seguido un procedimiento
    equivocado al pensar en el futuro. El proceso consistía
    en  predecir  tratando de identificar un futuro
    particular teniendo en cuenta las cosas que estaban impulsando el
    cambio, o que
    potencialmente podrían ser canalizadas para precipitarlo,
    ignorando las discontinuidades inherentes a los sistemas
    complejos. El procedimiento fallaba además porque no hay
    datos
    patentados sobre el futuro. Lo único válido es que
    siempre habrá diferentes niveles de conocimiento
    sobre los diversos factores que podrían  abrir
    posibilidades para la revolución
    de las empresas.

     Aún cuando el embate es aparentemente
    devastador no pretendo sostener que se prescinda totalmente de la
    planeación; sencillamente la concibo desde una 
    perspectiva distinta a la sabiduría tradicional. Es
    posible que la planeación no sea muy eficaz para
    pronosticar el futuro, pero tal vez constituya una buena manera
    de evaluar el presente. De igual manera es útil para
    evaluar las compensaciones esperadas, las posibilidades, convida
    a imaginar los escenarios posibles, integra ideas y obliga a
    pensar sobre las eventuales consecuencias. Además, es
    capaz  de colocar a la administración en lo que el planeador Jivan
    Tabibian denomina "un estado de
    alerta previsor", (Farson, 1995, 121) a fin de que se encuentre
    mejor preparada para lo inesperado. El proceso, no el producto, es
    lo que reviste importancia.

    Ya no se podrá hablar del futuro con certeza
    como antes se pretendía. Se ha desterrado la idea de la
    previsibilidad, debido a que antes era permisible extrapolar
    sosteniendo que lo que estaba por venir dependería o
    sería semejante a lo que hasta ahora había
    funcionado. Esa idea murió. "La física tradicional
    vinculaba conocimiento completo y certidumbre, que ciertas
    condiciones iniciales apropiadas garantizaban la previsibilidad
    del futuro y la posibilidad de retrodecir el pasado. Apenas se
    incorpora la inestabilidad, la significación de las
    leyes de la
    naturaleza
    cobra un nuevo sentido. En adelante expresan posibilidades.
    … Como ya hemos destacado, tanto en dinámica clásica como en
    física cuántica las leyes fundamentales ahora
    expresan posibilidades, no certidumbres". (Prigogine, 1996,
    12-13).

    Se entenderá entonces, según esta
    versión, que el futuro no depende del presente y mucho
    menos del pasado; tendrá un desenvolvimiento
    autónomo que lo hace prácticamente imprevisible. Si
    antes reinaba la racionalidad, hoy se premiará la
    intuición, la creatividad y
    básicamente la tendencia a tomar decisiones sin muchos
    elementos de juicio. La velocidad a la
    que se desenvuelven los acontecimientos y la rapidez  de las
    comunicaciones
    no concede  tiempo para que se piensen mucho. Si se quiere
    escapar de la atracción gravitacional del pasado
    sencillamente habrá que olvidarlo.

    La conexión entre pasado y futuro tiene una
    connotación aún más trascendental. Aun
    cuando parezca contradictorio se tendrá que renunciar al
    éxito.  ¿Renunciar al
    éxito? ¡Si! Me explico mejor. El éxito de
    ayer puede ser enemigo consumado del futuro, sencillamente porque
    da la oportunidad para que usted se duerma en los laureles. Puede
    resultar hasta doloroso pensar en estos términos, pero la
    avalancha de la competitividad
    lo forzará a navegar en estas aguas tan tormentosas.
    Diría más exactamente, se requiere someterse a un
    proceso de reingeniería mental que alcance a trazar
    una manera diferente de pensar radicalmente, capaz de desterrar
    los esquemas ya enraizados.

    Desde otro perfil tendrá que entenderse que el
    desafío es tan grande que no basta con formarse
    profesionalmente para sobrevivir, como hasta ahora había
    sido. Para siempre tendrá que abordar el tren del aprendizaje
    continuo. De ahora en adelante estamos sentenciados a estar
    permanentemente aprendiendo y desaprendiendo.

    Este enfoque es posible que sorprenda o se juzgue
    salido de tono. Con todo, es el que impondrá el ritmo en
    el futuro. Vivir en función
    del éxito pasado es una forma imperceptible de contribuir
    al endurecimiento de las arterias organizacionales. El futuro
    debe tejerse con una trama tupida y con una madeja de hilo grueso
    fosforescente que permita distinguir  en el horizonte del
    tiempo que -tal como lo predica el hinduismo- las organizaciones
    emprendedoras tienen que venerar simultáneamente a tres
    dioses, a Brahma (el creador), a Vishnu (el preservador) y a
    Sihva (el destructor). Toda empresa no tiene
    más salida que olvidar o destruir lo que no funciona,
    recordar y preservar lo que ha contribuido a engrandecerla sin
    considerarlo insustituible, y, paralelamente, continuamente 
    estar aprovechando las oportunidades creando y  trabajando
    en tiempo real con la idea de la innovación.

    Estos desenlaces han sido producidos por factores que
    no es posible identificar puntualmente, sin embargo, los
    elementos de juicio que enseguida se esbozan pueden contribuir a
    comprender la razón de estos
    fenómenos.

    NUEVA VISIÓN:
    SISTEMAS COMPLEJOS

    El presente siglo vio derrumbarse la columna que
    soportaba la mayor carga. Se vino al piso la teoría
    newtoniana que se inspiraba en el reduccionismo y el ordenamiento
    cósmico. Newton
    construyó toda su teoría alrededor de esa
    concepción dando por sentado que la naturaleza y todo lo
    que al mundo respecta se puede armar y desarmar de la misma
    manera como acontece con un reloj. "Si la única
    herramienta es un martillo", afirma Ahraham Maaslow, "uno
    comienza a ver todo en términos de clavos". Como ese
    enfoque regía el destino de la humanidad, todo cuanto se
    construyó en esa época se sometió a la
    dictadura de
    ese esquema. Y, para más señales, también el
    enmarañado sistema de engranajes que hoy impulsan el
    progreso de la humanidad, como la sociedad y particularmente las
    organizaciones empresariales, fue diseñado bajo el imperio
    del mismo paradigma. Consecuentemente fueron configuradas como si
    fueran máquinas y
    como tal era de esperar que trabajaran como máquinas en
    forma rutinaria, eficiente, exacta y predecible. Las
    organizaciones mecánicas puesto que se programan para
    conseguir objetivos
    específicos sufren de incurables restricciones
    principalmente en cuanto a la flexibilidad para adaptarse a
    circunstancias imprevistas. Cumplen el propósito para el
    que fueron construidas, pero no son propensas a la
    innovación.

    El modelo newtoniano es determinista; según
    este modo de pensar todo es predecible, el caos era una
    complejidad que no podía desentrañarse y, por lo
    tanto, se ignoró. Fue un intento vano de la razón
    pretender doblegar la incertidumbre sencillamente
    desconociéndola aplicando la simplificación. No
    obstante, ya se ha comprobado que cuando se estudian sistemas
    complejos como la sociedad, la empresa o la economía las
    respuestas no son lineales y, cuando así ocurre, el efecto
    no es proporcional o se aparta notablemente de la fuente que lo
    originó y, repentinamente, se descubre que la
    conexión causa-efecto perdió
    vigencia.

    Un ejemplo llega como anillo al dedo para
    contextualizar la argumentación. Si una máquina
    funciona mal, encontrar el problema sería hasta
    relativamente fácil. Se ha roto un eslabón en la
    cadena de causa-efecto del sistema. Cuando se encuentra el
    eslabón el problema es superado. En este caso se procede
    linealmente. Sin embargo, cuando el cuerpo humano
    funciona mal, un médico puede diagnosticar que la causa
    reside en determinado factor, pero en realidad la "causa" de toda
    perturbación de la salud es siempre
    múltiple, pues un organismo viviente -sistema complejo-
    está constituido por un sinnúmero de rizos de
    realimentación. Se trata de un sistema no
    lineal.

    Los efectos "anormales" que se producen rompen la
    armonía invocada. Estas manifestaciones son suficientes
    para delatar que los sistemas complejos tienen una particular
    manera de comportarse lógica,
    por supuesto, en su arquitectura; y
    si los resultados no concuerdan con la causa es fácil
    deducir, sin lugar a dudas, que los altera algún evento
    extraño y por lo mismo como en la fábula de
    Marroquín, "en más de una ocasión sale lo
    que no se espera". Esos resultados inesperados, sorprenden.
    Luego, la pregunta obvia es: "¿De dónde
    salió esta perrilla? En los sistemas
    determinísticos, naturalmente, nunca ocurre. Pero son
    naturales en los sistemas complejos y dejan entrever claramente
    el entrelazamiento dinámico que existe entre el orden, el
    caos, el cambio y la totalidad.

    Estas claras manifestaciones de la naturaleza y de
    los fenómenos sociales dieron origen al pensamiento
    complejo que, desconociendo a Newton, concibe el mundo desde otra
    perspectiva. "Complexus", que es tanto como decir "lo que
    está en conjunto" es el origen latino de la palabra
    complejo. En primera instancia se instauró el concepto de
    separar para analizar. Luego, se formalizó el holismo,
    porque según esta manera de ver el mundo el pensamiento
    sólo es pertinente cuando se puede situar en su contexto y
    en su globalidad, prescindir de ese enfoque puede conducir a
    respuestas absurdas y desprovistas de sentido. No obstante, desde
    las postrimerías del milenio pasado es inherente al
    contexto el pensamiento complejo.

    Se ha venido hablando de lo complejo y la
    complejidad; creo que es el momento de expresar su significado de
    manera accesible. Prigogine deja entrever que se refiere a
    complejidad cuando en un sistema interactúa un gran
    número de elementos –no es posible identificar los
    elementos que intervienen ni cuántos son- y, por lo mismo,
    no se pueden anticipar las consecuencias de la
    interactuación. En general se considera complejo aquello
    que no se alcanza  a explicar, lo que produce
    turbación, confusión, lo que no se puede definir de
    manera simple o nombrar de manera clara, lo que no puede
    resumirse en una palabra maestra, lo que no parece obedecer
    ninguna ley, aquello que
    no puede reducirse a una idea simple porque se presenta con los
    rasgos inquietantes de lo enredado, del desorden, la
    ambigüedad, la incertidumbre, lo impredecible, (Morin,1996,
    21). En suma, la complejidad siempre está relacionada con
    el azar; está ligada a una mezcla íntima de orden y
    de desorden.

    Esos comportamientos "anormales" a que se hizo
    alusión fueron inicialmente detectados por  Henri
    Poincaré, después por Edward Lorenz y más
    recientemente por Ilya Prigogine. La idea inicial de
    Poincaré más tarde comprobada por Lorenz
    sostenía que pequeñas diferencias en las
    condiciones iniciales engendran otras muy grandes en las
    situaciones finales; un pequeño error en las primeras
    provocaría un error enorme en las últimas. Este
    comportamiento es típico de los sistemas sujetos a
    evolución, -la empresa lo es- porque son no-lineales, como
    ya se anotó. En estos sistemas un pequeño cambio en
    una variable puede generar efectos desproporcionados y aún
    catastróficos en otras variables.
    Lorenz y otros científicos comprendieron que en los
    sistemas dinámicos deterministas (causales), el potencial
    para generar caos (imprevisibilidad) está vigente en cada
    detalle. Así la no linealidad despedazó el
    sueño reduccionista.

    Prigogine después de desenredar los misterios de
    la naturaleza del comportamiento azaroso propone la llamada
    "ciencia de la inestabilidad". En este enfoque la
    aparición súbita del orden a partir del caos es la
    regla antes que la excepción; y se apresura a confirmar
    que en la mayor parte de los sistemas sean físicos,
    químicos, sociales,  económicos o
    empresariales los desenlaces no están
    predeterminados.

    Es posible que esta concepción despierte la
    adhesión de unos y el desafecto de otros, pero debe quedar
    claro que si hasta ahora se creía o aceptaba que en los
    sistemas complejos -la sociedad, o una empresa, por ejemplo- el
    futuro dependía en parte del pasado y el presente,
    tajantemente descarta esa posibilidad y, alternativamente, ofrece
    otra que explica elocuentemente que está también en
    función del azar o, por lo menos, de fuerzas que escapan
    cada vez más al control del hombre.

    Todos estos cambios conceptuales irreverentes, por
    supuesto, forzaron a reconsiderar el más venerable
    concepto de la modernidad: la racionalidad y la
    racionalización. La racionalidad siempre ha sido entendida
    como la aplicación de principios de coherencia a los datos
    que consigue la experiencia. Desde esta empinada cumbre, toda
    sociedad genera sus propios modos de dar interpretaciones
    consistentes a la realidad vivida. Sin embargo, corre el riesgo de ser
    perniciosa cuando se limita a la aplicación de la
    razón pura a los elementos, aislándolos del todo y
    del  entorno, porque se diluye el concepto de
    conjunto.

    La racionalización, tiene una acepción
    diferente; extrema, para decirlo de la manera menos alarmante.
    Tiene que ver con  la aplicación excesiva de
    lógica a los datos que provienen de la experiencia
    rechazando de plano la complejidad inherente a la realidad y,
    sometiéndolos, arbitrariamente, a sus caprichos que, en
    último término no son más que modelos
    desprovistos de sensibilidad. La racionalización pretende,
    sin conseguirlo, -naturalmente- acomodar una ballena en el
    refrigerador.

    La concepción holística condiciona el
    estudio de los sistemas con el tranquilizante de la racionalidad
    y rechaza de plano la racionalización. Porque no vemos el
    mundo como es, sino como nos han condicionado para verlo o,
    definitivamente, como se quiere ver. Ya ha hecho carrera la
    expresión; "Ser es ver". En este ambiente no es posible
    movilizarse sobre rieles. Existe primero la realidad real; y,
    luego, la percepción de la realidad. La percepción
    no reside ni en los ojos ni en los oídos; es el proceso de
    transformación que realiza el cerebro con la
    información que llega de los ojos, de los
    oídos y de los demás sentidos. Y tanto la
    racionalidad como la racionalización se inspiran en la
    percepción, que puede realmente haber perdido el
    rumbo  y estar desplazándose en contravía.
    Esta puede ser una causa de distorsión de la
    realidad.

    A todas estas distorsiones de la realidad ha estado
    expuesto el hombre,
    desde siempre. Sin embargo, el enigma ahora adquirió
    dimensiones insospechadas porque un nuevo agente disociador
    entró en escena.

    El mundo siempre ha estado atrapado por el flujo y
    reflujo de los ciclos económicos y aún cuando la
    interpretación que sigue no es generalmente
    compartida, desde  mi perspectiva -en la actualidad- la
    economía determina el rumbo de la sociedad. Ha sido una
    constante histórica. Hoy -por ejemplo-  estamos
    sometidos al yugo de la globalización de la economía que
    concibió y, después, dio a luz -en parto natural-
    a una diabólica criatura llamada competitividad que tiene
    en vilo hasta a las empresas que han deslumbrado por su
    empuje.  Este disolvente ha contribuido de manera
    excepcional a borrar los perfiles que definían las reglas
    del juego, provocando el desbordamiento de todos los ríos
    que desembocan en la cuenca del comercio
    internacional y, simultáneamente, desatando un
    incendio que  bordea los límites
    del universo. Se ha
    propagado por todos los costados la conflagración
    exigiendo creatividad, innovación y paradigmas nuevos para
    sofocarla.

     Naturalmente, de cualquier forma hay que resolver
    la ecuación de supervivencia. ¿Y cómo
    comenzar a despejar las incógnitas? ¿Acaso es
    posible percibir los escenarios como realmente son?

    La percepción se rige por los paradigmas. Una
    aproximación afortunada para entender
    espontáneamente este último concepto es asociarlo
    con la idea de mapa. El mapa no es el territorio. Un paradigma es
    exactamente un mapa mental, es una teoría, una
    explicación, un modelo de alguna otra cosa, es un mapa que
    sirve para llevar al observador a alguna parte. Cuando usted
    quiera llegar al Edén perdido un plano es una ayuda
    indiscutible. Pero, ¿qué pasa si el plano o el mapa
    está equivocado? Lo mismo que cuando quiere abrir el
    candado con una llave equivocada; sencillamente no abre. En el
    otro caso sin más explicaciones usted se pierde, no puede
    interpretar la realidad en sus verdaderas dimensiones; la
    desdibuja. Esta es otra causa para desenfocar la
    realidad.

    La racionalización sufre descalabros
    desagradables con las paradojas, porque invoca la linealidad. Y
    la paradoja, se rebeldiza, la desobedece. "La paradoja
    sólo es un conflicto
    entre la realidad y lo que usted siente que la realidad debiera
    ser", dice el Nobel Richard Feyerman, (Zohar,1994,45). Con otras
    palabras, la paradoja es una afirmación aparentemente
    contradictoria, pero que puede ser cierta. La paradoja mimetiza
    la realidad. ¿No existe acaso una eventual
    contradicción entre libertad 
    e igualdad? Una
    paradoja puede ser un distractor apropiado para perder de vista
    la verdadera realidad.

    Siguiendo la dirección de los vientos que soplan en el
    ambiente empresarial resulta ahora inevitable atar o conectar los
    conceptos propuestos para comenzar a entender por qué
    muchas personas afirman que el mundo actual está
    loco.

    LA
    DIALÓGICA

    Tomar una vía de razonamiento que se distancie
    de los enfoques tradicionales es, entonces, tanto como
    desplazarse a través de una amplia autopista. Y para no
    extraviar la idea conviene detenerse a la vera del camino en un
    paraje solitario, que sea propicio para distinguir entre lo que
    es un problema y un predicamento.

    Un problema -como al que se hizo alusión con
    la máquina- se resuelve cuando se encuentre el
    eslabón perdido, como ya se dijo. El caso es distinto
    cuando se trata con predicamentos. Los predicamentos no es
    posible resolverlos tajantemente, porque las opciones no se
    manifiestan obvias, no se vislumbra cuál alternativa puede
    ser la más factible o cuál puede resultar mejor que
    otra. ¿Qué carrera es mejor medicina o
    ingeniería? La respuesta no tiene
    argumentos suficientes. Pero sí los tendría para
    decirle a su hijo: ¿Quieres mejorar tu situación
    económica? ¡Busca un trabajo!, por
    ejemplo.

    La confusión que ahora nos agobia es inherente
    al momento histórico y no hay forma de evadirla. El
    escritor checo Bohumil Hrabal, anotó, "el hombre no se
    puede descoser de su época". El mundo actual ya no es el
    mismo que se formuló con los paradigmas convencionales. Si
    es necesario atravesar un río, sin duda hay que cambiar el
    medio de transporte. Lo
    mismo ocurre ahora, cuando estamos atravesando otra divisoria
    histórica en donde se interceptan y/o traslapan el
    anochecer del siglo XX y el amanecer del XXI. Es una coyuntura de
    transición en donde confluyen problemas aparentemente
    insolubles, y todos los horizontes congruentes con un cambio de
    época, no una época de cambios.

    Ahora surgen emergentes la "lógica confusa" y
    los nuevos paradigmas que permitan interpretar  las nuevas
    realidades. No es que el mundo esté loco. La insania se ha
    apoderado de   quienes quieren aplicar a una
    época diferente los paradigmas que se configuraron y se
    tomaron como guías en otro momento de la
    historia.

    Invocando a –Edgar Morin– entender la Complejidad de
    la Gestión se perfila como la caja de herramientas
    mejor dotada para afrontar los retos del nuevo milenio. Se
    fundamenta en tres principios: 1) El dialógico, 2) La
    recursividad organizacional y 3) El hologramático. (Morin,
    1996, 105).

    El principio dialógico admite la dualidad del
    orden y el desorden en el seno de la unidad; asocia dos
    términos a la vez complementarios y antagónicos. El
    recursivo reconoce que los productos y
    los efectos son, al mismo tiempo, causas y productos de aquello
    que los produce. Rompe con la idea lineal de causa-efecto,
    producto-productor, estructura-superestructura. Se trata de un ciclo
    en sí mismo auto-constitutivo, auto-organizador y
    auto-productor. El principio hologramático encarna la idea
    de que no solamente la parte está en el todo, sino que el
    todo está en la parte. La idea del holograma trasciende al
    reduccionismo que no ve más que a las partes, y al holismo
    que no ve más que al todo.

    Morin define la dialógica –propuesta
    para sustituir a la dialéctica- afirmando: "Lo que he
    dicho del orden y del desorden puede ser concebido en
    términos dialógicos. Orden y desorden son dos
    enemigos: uno suprime al otro pero, al mismo tiempo, en ciertos
    casos, colaboran y producen la
    organización y la complejidad. El principio
    dialógico admite mantener la dualidad en el seno de la
    unidad". (Morin, 1996, 106).

    En la modernidad, un escenario inverosímil es
    la forma como habíamos estado mirando  los
    fenómenos de la naturaleza y la sociedad. Hemos sido
    levantados bajo el imperio del maniqueísmo: las cosas se
    catalogaban como  buenas o malas, pero en ese modelo era
    inaceptable que tuvieran algo de lo uno y de lo otro. Hoy se
    acepta que la realidad puede estar matizada. Y se ha demostrado
    en la práctica que las empresas que han logrado triunfar
    han jugado con el absurdo: son a la vez centralizadas y
    descentralizadas, autoritarias y participativas, avanzan sobre
    programas
    conscientemente establecidos pero también aceptan cambios
    que las apartan del plan trazado para
    adaptarse a las exigencias imperantes. En la actualidad se
    comprende que una empresa puede ser lo suficientemente
    pequeña como para que sea humana y flexible, pero al mismo
    tiempo tan grande como para ofrecer un volumen de
    ventas que
    asegure su supervivencia.

    Está demostrado que las empresas
    exitosas  han jugado con el éxito y el fracaso, pero
    lo que las distingue es que han tenido una gran capacidad de
    rebote para liberarse de la adversidad. Dice Charles Handy, "Lo
    que debemos hacer es aprender a equilibrar los opuestos. Es como
    montar en un columpio. Uno tiene que saber que para que el
    columpio funcione tiene que haber una sucesión de
    movimientos ascendentes y descendentes y que ambos opuestos son
    necesarios para conseguir que el conjunto funcione. Una vez que
    uno comprenda cómo y por qué funciona, puede
    empezar a jugar. La vida es como un columpio, un juego en que el
    movimiento y
    la emoción se producen por el equilibrio
    entre contrarios porque es inevitable que la vida esté
    llena de paradojas". (Gibson, 1997, 23).

    La evidencia empírica confirma también
    que las compañías visionarias se aferran a unos
    principios rectores pero simultáneamente muestran un
    poderoso impulso hacia el progreso. Lo que retrospectivamente
    aparece como resultado de un proceso brillante de
    previsión y preplanificación es tan sólo a
    menudo el resultado de "ensayar un montón de cosas y
    conservar lo que funciona".

    UNIDAD DE LOS
    OPUESTOS

    Sin duda la estratagema más conocida en este
    ámbito es la unidad de los opuestos, contenida en la
    noción del yin y el yan; dos
    categorías complementarias en el universo, y se
    piensa que todas las cosas del mundo pertenecen a una u otra. La
    unidad de los opuestos resalta cómo pueden encontrarse
    actuando en conjunto: ofensa-defensa, fuerza-flexibilidad,
    regularidad-sorpresa, vacío-solidez, trabajo-descanso,
    fuerza-debilidad, día-noche, centralización-decentralización,
    opresión-libertad, anarquía-unidad,
    orden-caos.

    Esta arquitectura mental tan extendida sugiere -sin
    más preámbulos- que se abandone la
    racionalización y el maniqueísmo y se acepte el
    juego de la unidad de los opuestos: el yin y el
    yan. Los límites entre uno y otro son tenues, son
    bandas de parecidos, la demarcación es imperceptible. El
    milenio que recién despunta será el partero de un
    nuevo enfoque: el reconocimiento de la unidad de los contrarios.
    Todas las cosas del mundo contienen a uno  y
    otro.

    Se afirma que Richelieu, decia "el desorden es parte
    del orden".

     Todas las puntadas del complicado entramado
    empresarial se tejen alrededor de los dos últimos
    conceptos: "orden" y "desorden" o "caos", siendo este
    último término más preciso. Por "orden" en
    este ambiente se entiende lo estable, lo predecible, lo que es
    susceptible de ser controlado. Entretanto, el "caos" encierra
    todo lo que no es susceptible de predicción. El concepto
    admite la incursión de: lo contingente, lo inestable, lo
    incierto e impredecible, la incertidumbre, el flujo
    múltiple, complejo y azaroso y por extensión todo
    lo que no puede ser controlado. Se presta por consiguiente para
    ser entendido como flaqueza y puede vender la idea de exposición
    a la vulnerabilidad. Esa falta de certeza es lo que conduce a que
    se le desconozca o en el mejor de los casos se esquive o
    ignore.

    Establecido el significado de estos conceptos, se
    aprecia que no tienen relación con el principio de
    autoridad. El
    "caos" no implica ausencia absoluta de autoridad ni el "orden" el
    control total; la interpretación se aparta de la
    tradicional. Los conceptos deben ser interpretados con otro
    significado.

    Los ribetes de desorden que surgen en el mundo
    empresarial -que operan como detonantes- visualizados desde la
    óptica
    del razonamiento tradicional son interpretados como
    disfuncionales. Sin embargo, no siempre es así. Observados
    desde la perspectiva de la complejidad se debe pensar en otras
    opciones. Es perfectamente posible que perturbaciones generadas
    en el interior o turbulencias provenientes del entorno alteren el
    funcionamiento de la empresa y ésta en el afán de
    responder o de adaptarse a las nuevas condiciones imperantes
    exhiba comportamientos "anormales". Esos comportamientos
    "anormales" son precisamente los que ofrecen la oportunidad para
    introducir innovaciones que restablezcan el equilibrio de la
    empresa y garanticen su supervivencia. Por eso no sin
    razón se afirma que el "desorden" es fuente del "orden",
    de la creatividad, de la innovación.

    En el mundo real convergen tantos factores al mismo
    tiempo que es imposible concebirlo linealmente. La evidencia
    empírica también enseña que la vida real no
    se compone de una serie de acontecimientos interconectados que
    tienen lugar uno después de otro como las perlas de un
    collar, o, como se alinean los usuarios de un supermercado
    alrededor de un puesto de pago donde van pasando
    disciplinadamente uno tras otro.

    La dialógica tiene la virtud  de impedir
    que se opte por la conducta
    maniqueísta de ver las cosas o juzgar las situaciones
    desde ángulos radicalmente opuestos, o totalmente buenas o
    totalmente malas, como lo enseña la sabiduría
    convencional. Es una manera de pensar, de resolver los problemas,
    que se desplaza imperceptiblemente entre la lógica formal
    y el pensamiento lateral. No es posible reconocer cuándo
    actúa una y cuándo lo hace  la otra. Tal vez
    sea más apropiado decir que mientras se presuma tener bajo
    la mira lo predecible, lo controlable, el "orden", se acude a la
    lógica; en tanto que cuando se tropieza de frente con el
    "caos", lo impredecible, la incertidumbre, la ambigüedad, se
    apela a la intuición y al pensamiento lateral. Sin
    embargo, comparto la idea de que el cerebro tiene operando
    simultánea y permanentemente los dos
    programas.

    De la manera como se interpreten estos
    comportamientos "anormales" dependerá, entonces, el futuro
    de la empresa. El mundo empresarial es incoherente, por
    naturaleza. Y lo es, sencillamente, porque el hombre es coherente
    en el proceso de discernimiento. Cuando un competidor impulsa una
    acción,
    automáticamente se desencadena la reacción  de
    los competidores. La reacción lo puede inducir a
    retractarse, a replegarse o, alternativamente, a mantener la
    decisión. Y en ese tire y afloje se corre el riesgo de
    entrar en contradicción consigo mismo: rozar los
    límites de la incoherencia para sobrevivir. Por esa
    razón, el timonel con mentalidad dialógica siempre
    interpreta las reacciones como oportunidades, y la respuesta
    tiene que necesariamente inspirarse en  la creatividad y la
    innovación. Naturalmente, esta es una de las cualidades
    que permiten distinguir al hombre de éxito del que nunca
    lo consigue.

    DOS VERTIENTES: RACIONALIDAD Y
    DIALÓGICA

    Sentadas estas premisas el espesor de la experiencia
    en el campo empresarial faculta para distinguir dos vertientes
    claramente identificables: los empresarios que conceden prioridad
    al "orden" con lo cual piensan jugar siempre a lo seguro. En este
    mosaico se exhiben los analistas, los racionalistas y los
    racionalizadores. Son personas aferradas ciegamente a los
    resultados que se desprenden del manejo de modelos
    matemáticos. Adoptan las decisiones juzgando la
    información desde la óptica del "juicio". En la
    otra vertiente aparecen los que sin perder la noción de
    "orden" tienen mentalidad dialógica y por lo mismo son
    capaces de tolerar dosis domesticables de heterogeneidad, "caos",
    para decirlo claramente. En este caso, por supuesto,
    también se aplica el "juicio", pero utilizando otra
    lógica.

     La mentalidad dialógica consiste en una
    mezcla cuidadosamente dosificada de análisis basado en el razonamiento
    lógico, que aplica el juicio, y otra de pensamiento
    lateral. Edward de Bono ya patentó este concepto y para no
    prolongar la espera comprimo la idea: se piensa lateral o
    paralelamente, cuando se trata de resolver los problemas por
    medio de métodos no
    ortodoxos o aparentemente ilógicos. Una diferencia
    contundente entre uno y otro es que el pensamiento lógico
    es secuencial, el otro desprecia la secuenciación. Tal vez
    entregue la idea  -parcialmente, por cierto- diciendo que el
    lateral está muy cerca de lo que familiarmente se
    llamaría un "sexto sentido", -¿"intuición"?-
    pero es algo más que eso. Por eso se llama pensamiento
    lateral.

    He traído a cuenta estos conceptos porque en
    el mundo en que se vivía era posible y hasta plausible
    apelar al pensamiento lógico; pero, la revolución
    de las comunicaciones y la extinción de la distancia se
    juntaron con la atenuación de los principios y valores a
    que se hizo referencia antes y esos acontecimientos conjugados
    fueron manipulados por la globalización de la
    economía, evento que condujo a que se rompiera como por
    encanto el reverencial prestigio del pensamiento lógico
    formal.

    Los hombres con mentalidad dialógica adoptan
    sus decisiones aplicando análisis lógico hasta
    donde la información disponible lo permita; luego,
    incorporan a esos datos un "sexto sentido", llámelo
    intuición. He venido sugiriendo llamar a este modo de
    pensar intuición. Comprendo que no es propiamente
    intuición, pero es el concepto que en nuestra
    terminología se acerca más a lo que quiero
    expresar. ¿Qué es intuición? Pretendo
    explicarla más claramente diciendo que es un estado mental
    capaz de involucrar o tener en cuenta un gran número de
    factores -o datos- visibles o imperceptibles -irreconocibles
    conscientemente- los que luego transforma en información
    pertinente, de la cual deduce conclusiones sin poder explicar
    la lógica que se siguió.

    Lo que pretendo sostener es que  definitivamente
    –en estos casos- hay que abandonar el corredor de la
    lógica formal y apelar a otra forma de ver el mundo,
    acudir a una forma de razonamiento que al menos disipe la
    psicoesclerosis que no es más que el endurecimiento de la
    mente y el espíritu que nace de una dependencia extrema de
    la racionalidad y el análisis.

    Conectado con este modo de pensar Peter Senge
    recuerda a Dee Hock quien habla de las organizaciones
    "caordicas", una contracción de caos y orden. "Son
    organizaciones que parecen generar orden del caos, al contrario
    de las organizaciones tradicionales que tratan de imponer el
    orden (y a menudo acaban produciendo mucho caos, (Gibson, 1997,
    160).

    COMPLEJIDAD DE LA
    GESTIÓN

    Para pisar tierra firme una visión bastante
    aproximada del mundo actual puede configurarla considerando las
    complicaciones a que hice alusión al principio, esa mezcla
    difusa la aliña con la revolución de las
    comunicaciones, le añade el avance desbocado de la
    tecnología en todos los campos, luego le derrama una dosis
    indeterminada de competitividad y por último para terminar
    de sazonar despliega un extenso mapa mundial, envuelve el
    contenido, sella y lo rotula: globalización. Le
    será fácil reconocer que semejante engendro exige
    con furia y a gritos ensordecedores un modo de pensar que se
    distancie radicalmente de la sabiduría
    convencional.

    Adoptar decisiones en un ambiente con ese grado de
    contaminación es algo más que
    difícil; porque el conjunto de variables interactuando al
    mismo tiempo impide reconocer cuál es el fenómeno
    que prima y cuál su nivel de impacto. En este entorno
    propongo asumir una estrategia que
    denomino "visión expectante". Está claro que ni la
    linealidad ni la lógica son funcionales. Las oscilaciones,
    las perturbaciones y, en general, las turbulencias hacen
    inmanejables a los sistemas a corto plazo. Esta tendencia tan
    marcada hacia la inestabilidad -con altibajos tan pronunciados y
    a manera de zigzag- exige estar en  permanente vigilia,
    seguir de cerca las alteraciones que surgen en el quehacer
    diario; aceptarlas, adaptarlas y adoptarlas -como desenlaces
    naturales- sin presentar oposición. A esa actitud es a
    la que llamo "visión expectante".

    La idea podría cerrarla diciendo:
    fíjese objetivos claros a largo plazo, establezca metas de
    corto plazo, pero no se case con ninguna. El matrimonio puede
    amarrarlo. Más bien sígale la corriente a las ideas
    que le despiertan las sugerencias que las perturbaciones
    cotidianas le hacen, y tómelas como oportunidades. Si es
    necesario no lo piense dos veces, haga un giro hasta de ciento
    ochenta grados, sin perder de vista la estrategia de largo plazo.
    Acuérdese de lo que decía Winston Churchil, "Las
    personas a menudo tropiezan con la verdad,  pero por lo
    general se levantan y se dan prisa para hacer lo que
    tenían pensado". Y el pensamiento de este político
    lo consolido con otro de un hombre que se debatió en un
    campo donde las actividades se desarrollaban en ambientes
    bastante enrarecidos,  "La vida es lo que te va sucediendo
    mientras tu te empeñas en hacer otros planes", dijo Jhon
    Lennon, uno de los integrantes del grupo rock de los
    Beatles. Dos puntos de vista convergentes sobre el mismo tema,
    expresados por hombres que se desempeñaron en actividades
    radicalmente distanciadas. En el antiguo paradigma a un hombre
    que procediera de esa manera se le denominaría
    "veleta".

    En la tradición occidental  por inercia
    cultural tomar decisiones siguiendo este procedimiento,
    aparentemente, sería tanto como improvisar o utilizar la
    chiripa como recurso de la administración; y, por
    supuesto, sería descartado porque siempre se ha
    considerado que el proceso intelectual evoca a la razón,
    al orden, a lo científico y, bien estructurado, a lo
    sesudo y alejado del riesgo. En contraste, esta alternativa se
    califica como arrastrada por la tentación de la aventura,
    de la impulsividad, de lo espontáneo que no requiere mayor
    esfuerzo de discernimiento.

    Con todo, esta propuesta no es nueva, es tan vieja
    como la humanidad. Lo que sucede es que los hombres que han
    logrado llegar al pináculo del éxito lo explican
    tal como tradicionalmente nos han enseñado a llegar 
    allá, pero si se contara con la oportunidad de utilizar
    alguna herramienta virtuosa que permitiera retrotraer el tiempo,
    se constataría  que actuaron conjugando las dos
    modalidades de pensamiento. No fueron claramente lógicos,
    jugaron con el azar, se le midieron a los problemas, fueron
    constantes, creyeron en sí mismos y aprendieron y
    aplicaron la lección contenida en esta valerosa
    declaración, con la cual bajo el telón: "Los
    mejores aciertos se logran mediante experimentación,
    ensayos y
    errores, oportunismo y puro accidente", (Collins, 1995,
    11).

    REFERENCIAS
    BIBLIOGRÁFICAS

    COLLINS, James C. y PORRAS, Jerry I. Empresas que
    perduran. Bogotá: Norma, 1995. 385p.

    DE BONO, Edward. El pensamiento creativo. Barcelona:
    Paidós, 1994. 464p.

    DRUCKER, Peter. Su visión sobre: la
    administración, la organización basada en la
    información, la economía, la sociedad.
    Santafé de Bogotá: Norma,1996. 318p.

    FARSON, Richard. Administración de lo absurdo.
    Bogota: Norma, 1995. 180p.

    GIBSON, Rowan. Editor. Repensando el futuro.
    Santafé de Bogotá: Norma,1997. 
    319p.

    MORIN, Edgar. El método.
    Madrid:
    Cátedra, 1998. 4v.

    ———–Introducción al pensamiento complejo. 
    Barcelona: Gedisa, 1996.  167p.

    ———– Mis demonios. Barcelona: Editorial
    Kairós, 1995. 293p.

    NICOLIS, Grégoire y PRIGOGINE, Ilya.  La
    estructura de lo complejo. Madrid:  Alianza Editorial, 1994.
    390p.

    PRIGOGINE, Ilya. El fin de las certidumbres. Santiago
    de Chile: Editorial Andrés
    Bello, 1996. 222p.

    PRIGOGINE, Ilya y STENGERS, Isabelle. La nueva
    alianza; metamorfosis de la ciencia. Madrid: Alianza Editorial,
    1986.  359p.

    ZOHAR, Danah y MARSHALL, Ian. La sociedad
    cuántica. Barcelona: Plaza & Janes Editores, 1994.
    418p.

     

    Jesús Alvarez Rodríguez

    Ingeniero Industrial. Universidad
    Industrial de Santander. Postgrado en Elaboración y
    Evaluación
    de Proyectos de Desarrollo
    Económico. Convenio OEA-Universidad de
    Cartagena-Atlántico-CETREDE. (Brasil).
    Máster en Administración de Empresas. Convenio
    OEA-INSORA.(Universidad de Chile). Especialista en Teoría,
    Métodos y Técnicas de Investigación
    Social. Convenio Universidad de Cartagena-ICFES, 2001.
    Profesor de
    pre y postgrado en la Facultad de Ciencias
    Económicas de la Universidad de Cartagena, Asesor de
    empresas. Cartagena de Indias, Colombia.

    Categoría: Administración

     

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