El desarrollo económico en América Latina: entre la reafirmación del individualismo y la reivindicación de lo social
- Resumen
- Políticas neoliberales,
derechos e igualdad de oportunidades - Derecho, Estado, mercado y
democracia en la nueva era - El neoliberalismo frente al
derecho de la vida - Hacia una recuperación de
lo social en Latinoamérica - A modo de
conclusión - Bibliografía
«Sabemos que el trabajo es
el mejor medio para escapar de la
pobreza.
Pero
nadie puede imponer por medio de la legislación que
haya
trabajo y que desaparezca la pobreza. Se trata
de un proceso
largo
y
complejo que exige la colaboración de todos los
componentes de la sociedad
La
pobreza es el resultado de fallos estructurales y de sistemas
económicos y
sociales ineficaces. Es el fruto de una respuesta
inadecuada, de políticas
muy
poco
imaginativas y de un apoyo internacional insuficiente. El hecho
de que
siga
aceptándose denota una pérdida de valores
humanos fundamentales y de
voluntad internacional»
Juan Somavía. Director General de la
OIT
Septiembre del 2003
El presente ensayo es una
reflexión general sobre las transformaciones
económicas y sociales que han ocurrido en las
últimas décadas. Parte de la idea que el neoliberalismo
–articulado a una forma de economía global o
globalización– es una concepción y
un conjunto de ideas que desbordan el ámbito
económico y que se han interiorizado tanto en los Estados
como en la sociedad. El
núcleo central del neoliberalismo es la libertad
individual entendida como punto de partida para el beneficio y el
lucro de agentes económicos que desvirtúan el papel
intervencionista y social de los Estados, y a su vez menosprecian
la democracia y
los derechos. El
neoliberalismo vulnera los derechos fundamentales, principalmente
el de la vida. Por último, se considera la propuesta
actual de la Cepal que reclama una recuperación de lo
social en la agenda económica y política de los
gobiernos latinoamericanos.
Palabras clave: Neoliberalismo,
globalización, ciudadanía, intervensionismo, democracia,
libertad.
La mal denominada o más bien, las
múltiples interpretaciones de lo que se ha dado en llamar
como globalización que es la máxima
expresión mundial del neoliberalismo en la actualidad, ha
implicado reconsiderar el papel de los gobiernos –en
especial los de Latinoamérica– en la construcción e implementación de una
estrategia
económica que desconoce lo social y los derechos del
ciudadano.
Por eso, curiosamente y como una nueva oleada de
políticas –más por moda que por un
compromiso real- los actuales gobernantes reclaman la
reivindicación de lo social, cuando esto fue el objeto de
ataque de las políticas neoliberales en la última
década en la región, un ejemplo de esto, es la
convocatoria que hizo el presidente de Colombia Alvaro
Uribe Vélez a finales del año 2003 cuando
reunió a su equipo de ministros para exigirles una agenda
social en sus propuestas políticas, situación que
fue posterior a la elección de Lucho Garzón como
alcalde de Bogotá, quien tuvo como bandera la
recuperación de lo social dentro de las políticas
del gobierno
distrital.
Políticas
neoliberales, derechos e igualdad de
oportunidades
Pero más allá de los problemas
locales miremos más en detalle la experiencia
económica y social de las últimas décadas.
El neoliberalismo como concepción del mundo no se limita
únicamente al campo económico, sino que
también es una concepción del hombre y la
sociedad que tiene sus raíces en el pensamiento
liberal que se construye dentro del proceso de ascenso de la
burguesía como clase
dominante.
Como una continuación del liberalismo,
el neoliberalismo tiene su fundamento filosófico en la
defensa de la libertad individual y en la búsqueda del
bienestar social a través de un orden natural asociado al
proceso mercantil o de intercambio comercial que permite la
eficiencia en
la utilización de los recursos y la
justicia en la
distribución de los productos.
El neoliberalismo al igual que el liberalismo considera
que el individuo como
ser libre, es el mejor defensor de sus propios intereses y cuyo
fin es alcanzar ampliar sus beneficios con medios escasos
(hoy le llamaríamos maximización de beneficios). De
la suma de los egoísmos individuales brota la
armonía social, que encuentra su plena realización
en el mercado, ya que
es un escenario impersonal que no implica rivalidad y asigna
eficientemente los recursos y distribuye justamente los productos
(o beneficios).
La mano invisible de Adam Smith, es
realmente el provecho que la sociedad deriva de esta acción
libre de sus miembros, entonces el liberalismo reivindica la
libertad individual en la medida en que ésta produce el
bienestar social. Los privilegios y las discriminaciones, no se
da por la defensa de los intereses personales, sino en la
preservación de la sociedad, a través de la
promoción de la libertad individual. Pero
de esto se deduce que es imposible conciliar la libertad
individual que persigue intereses egoístas con el
bienestar social. La pretendida igualdad ante la ley, el
desconocimiento de la naturaleza del
poder, la
inocuidad de la propiedad
privada y neutralidad del Estado, desde
los cuales pudiera intentarse aquella conciliación, son
simples especulaciones (Hernández, 2000,
octubre-noviembre: 19-20).
En los nuevos procesos
económicos la construcción de un modelo social
que se corresponda a la aspiración de una realidad humana
novedosa esta muy distante de darse. El individuo liberal es una
ficción teórica, es la visión del individuo
racional maximizador egoísta de utilidades, se reemplaza
la concepción aristotélica del zoom politikon por
la del homo oeconomicus. La experiencia histórica muestra que
dentro de esta concepción de libertad, se busca "refinar"
la defensa de "quienes tienen mucho que defender", mientras que
la garantía de derechos políticos, la no
intervención del estado es un golpe para amplios sectores
de la población que reclaman por una vida
digna.
Se da la defensa del interés
privado frente al Estado, que equivale fundamentalmente la
defensa de quienes "tienen mucho que defender. Los únicos
derechos para el neoliberalismo son las libertades
políticas básicas formales, como el de
opinión, de participación, de asociación
entre otros. Los derechos socioeconómicos son vistos por
esa minoría que piensa y administra los derechos, como
reclamos inmorales de los desposeídos que penalizan la
propiedad de aquellos que "honestamente" han alcanzado el
éxito.
El neoliberalismo al igual que el liberalismo
clásico, combina la libertad con el "principio
ético" de la igualdad de oportunidades. Los individuos
pueden desarrollar sus capacidades a través de la competencia, que
posibilita el pleno desarrollo de
las potencialidades humanas (individuo + competencia = pleno
desarrollo potencialidades humanas). La igualdad de oportunidades
permite la creación de una estructura
ética,
jurídica y política que permite explotar al
máximo las potencialidades humanas. "Se trata de crear una
sociedad en la que todo el mundo y en especial los trabajadores y
los miembros de los grupos menos
favorecidos sepan que si producen más, su riqueza y su
remuneración se elevarán"(Ibid.: 20).
En la actualidad el incremento de la capacidad
productiva del trabajo no va
acompañado del aumento real de los ingresos o de las
remuneraciones.
Como lo señalan los expertos el retorno correspondiente a
la formación de capital humano no
se corresponde a la formación, es decir, a mayor estudio
menores ingresos, aunque se esperaría que fuera lo
contrario. Los desarrollos científicos y
tecnológicos expresión fundamental del incremento
de la capacidad productiva del trabajo que del capital, no
han mejorado los ingresos reales de los trabajadores que, por el
contrario, sufren un deterioro de su calidad vida y de
trabajo por el crecimiento del desempleo y la
caída del salario
real.
Los gobiernos y asesores neoliberales consideran que las
desigualdades sociales y económicas son necesarias ya que
son ventajosas para todos, y los empleos se corresponden a la
formación de los diferentes miembros de la sociedad. Se
trata de conciliar las desigualdades socioeconómicas
reales con el bienestar social, argumentándose que
sí se mejora la situación de los
desposeídos, las desigualdades se convierten en
"razonablemente ventajosas para todos", además se legitima
éticamente tales desigualdades, relacionando la
aceptación de éstas con la aparente posibilidad de
oportunidades en la accesibilidad de puestos de empleo.
La competencia como posibilidad de realización
humana tiene sus limitaciones, "pues el desarrollo que se logra
basado en la rivalidad que engendran el egoísmo, el
individuo aislado y desmembrado de su comunidad y
mediado fundamentalmente por el afán de lucro, la
ganancia, la gloria y el poder, ni permite el desarrollo de la
persona humana
ni, por otra parte, esta búsqueda del interés
individual egoísta conduce al bienestar de la sociedad en
su conjunto la que, por el contrario, se torna cada vez
más caótica y desigual" (ibid.: 21).
El escenario y el mecanismo regulador de esta
competencia es el mercado. En una sociedad determinada por el
mercado, los únicos nexos sociales son aquellos que se
derivan de la compra y venta de
mercancías. Se existe para los demás, sólo
en calidad de comprador y/o sólo en calidad de vendedor de
mercancías. Sí nada puedo comprar y nada puedo
vender, desaparece la existencia social. El mercado además
de ser el escenario de intercambio de mercancías es el
lugar en el que se hace abstracción de cualquier
relación humana, ya que son impersonales, abstractas y
limpias de toda emoción. A él concurren los
dueños de mercancías. La relación imperante
es la que se da a partir de las cosas – mercancías, la
relación social es secundaria y sólo cuenta cuando
los hombres se hacen propietarios de aquellas cosas –
mercancías.
Aunque la expresión y la equivalencia de todas
las mercancías se dan a través del dinero, es por
la competencia que se reconoce la rivalidad entre el capital y
los propietarios. Como señalará Marx: es por
medio de la libre competencia que se pone libre al capital y no a
los individuos, la libre competencia es el desarrollo real del
capital; "la libre competencia es el último desarrollo de
la condición humana, y la negación de la libre
competencia = negación de la libertad individual y de la
producción social fundada en la libertad
individual" (Ibid). La contradicción entre el capital y el
trabajo dentro de las transformaciones actuales se descarta de
antemano, ya que la acumulación de capital implica
explotación de grandes contingentes de obreros, el mercado
se considera como el espacio social de realización de la
libertad del hombre, pero a favor de los propietarios.
La famosa competencia y por consiguiente la eficiencia
que promueven los tecnócratas de los gobiernos, implica
realmente la concentración y centralización del capital, que se ha
traducido históricamente en una monopolización
extrema de la economía, que distancia cada vez más
a los propietarios del capital de los pobres que venden su
fuerza de
trabajo. Dentro de esa competencia se señala que el
mercado con su dimensión autoreguladora asociada a la mano
invisible tiene la posibilidad de generar un equilibrio
entre los que luchan por los beneficios de su inversión, pero se debe tener presente es
que esa competencia necesariamente se da entre los
capitales.
Sumado a lo anterior se ha construido un discurso que
habla de las de potencialidades humanas, la igualdad, la
libertad, etc., cuando éstas deben sujetarse a las
leyes del
capital y servir a su proceso de acumulación. El capital
es una relación social por la cual, una parte de la
sociedad, la de los propietarios de los medios de
producción, se apropia del trabajo de los no propietarios
(obreros y campesinos), además la capacidad para producir
bienes y
servicios,
corresponden al trabajo y no al capital. Por consiguiente, la
acumulación de la riqueza por parte de una pequeña
parte de la población se da a expensas del despojo del
trabajo de la inmensa mayoría, que se dan dentro de unas
relaciones sociales basadas en la explotación, la
dominación y la opresión que convierten la
libertad, la igualdad y la propia condición humana en una
ficción ideológica.
En efecto al mercado sólo asisten los
dueños del capital y de la producción, entre los
cuales es imposible la igualdad, pues ésta vendría
dada por un igual poder mercantil, el mercado obliga que la
igualdad social se rompa y se da una jerarquía entre los
capitalistas, subordinándose los más débiles
frente a los poderosos, así como sucede entre el capital y
el trabajo. Se habla inclusive dentro de la normatividad de la
igualdad y la libertad, pero en la realidad se da la desigualdad
social y relaciones de dominio y
subordinación (Ibid.: 22).
Derecho, Estado,
mercado y democracia en la nueva era
Si el Estado es
promotor de la competencia y fuente de su legitimación ética en la medida en
que garantiza la igualdad de oportunidades, lo que en
últimas esta haciendo es legitimar la ganancia, sea del
orden que sea (de los grandes monopolios o de pequeños
empresarios). Se habla en algunos escenarios que los "monopolios
naturales" son una realidad que no se puede desconocer en las
transformaciones sociales, pero infortunadamente sé esta
desconociendo la compleja historia y la naturaleza de
los procesos de concentración y centralización de
capital; los monopolios amplían su poder a través
de prácticas inescrupulosas para adueñarse de los
mercados, pero
también se alían con el poder político, que
pone a su servicio a
través de la corrupción
y con la desresponsabilización del Estado que pierde su
naturaleza comprometida parcialmente de asistencia
social.
El neoliberalismo convierte al mercado en el escenario
por excelencia de la competencia, que es el marco de referencia
para el desarrollo de las potencialidades humanas y se legitima
en apariencia en la existencia de iguales oportunidades para
todos. Por lo tanto, el Estado debe promover la competencia,
siempre y cuando ese Estado sea el resultado de un acuerdo previo
entre hombres libres y que no intervenga en la vida de los
particulares (o sea, el sector capitalista privado). De esta
manera, los gobiernos cumplen un papel discrecional y toda
actividad económica y social se ampara en los acuerdos
constitucionales y en la igualdad formal ante la ley.
El neoliberalismo cuestiona y ataca al famoso Estado de
Bienestar, que en América
Latina además de reflejar las contradicciones entre las
oligarquías y la mayoría de la población era
más un Estado Asistencialista. Todo intento por consolidar
un remedo de Estado democrático se vino al piso desde la
década de los setenta del siglo XX. "El neoliberalismo con
su ideal de Estado mínimo pero fuerte, comienza atacando
al socialismo,
prosigue su lucha contra el Estado de Bienestar y termina
enfrentándose a la propia democracia"
(Idid.:32).
Los economistas neoliberales prefieren un Estado
Mínimo que se reduzca a hacer cumplir los contratos y el
respeto de los
derechos de propiedad. Con esto se reducen las actividades del
Estado a unas pocas funciones, pero
el Estado no puede hacer cumplir los contratos ni la ley
eficientemente, sino se preside una sociedad en la cual los
ciudadanos obedezcan la ley, en razón de que entienda que
eso es lo justo y favorece sus intereses. Pero como esa no ha
sido la tendencia, la corrupción se generaliza y los costos de hacer
cumplir los contratos se incrementan rápidamente
(Bienefield, 1997, febrero – abril:20).
De esta forma, el ataque se hace desde una crítica
a los derechos colectivos y promueve la competencia que envuelve
el concepto de
responsabilidad individual. Si la sociedad, al ser
un todo, y la acción humana al estar determinada por las
leyes de la historia, es obvio que el individuo no tiene que
responder por sus actos. Todo se vale porque todo puede
justificarse en función de
los intereses o los designios del Estado o del capital, que en la
actualidad vendrían a ser casi lo mismo en nuestro
medio.
Dentro de la experiencia neoliberal, hay una fuerte
contradicción entre los postulados liberales y la
democracia. Un Estado democrático supone la
participación de los ciudadanos en la toma de
decisiones, particularmente aquellas que tienen que ver con
el bienestar de la sociedad, esto implica decidir sobre la forma
de producción, distribución de la riqueza social y
como se asume el bienestar social, tanto individual como
colectivamente. El Estado neoliberal sólo respeta la
lógica
del capital y a sus propietarios. Cualquier consideración
social o política que no se ajuste a los intereses del
capital simplemente debe ser desconocida. Como resultado de todo
esto, el empresario
económico busca la maximización de los beneficios
derivados de la renta y el empresario busca la
maximización del poder a partir del respaldo de sus
clientelas.
Para los neoliberales la democracia es un medio y no un
fin, debe ser juzgada por sus logros; la democracia es un
método
para conseguir ciertos fines y debe generar en torno suyo
consenso, que le dé solidez y legitimidad dentro de una
sociedad. La democracia encuentra su justificación en la
disparidad de criterios y por eso se plantea como método
de resolución de posiciones contrapuestas en cuanto a
esquemas de poder. "Pretender que representa una finalidad en
sí, es negar su propia razón de ser. Esto, es
válido para todo cuanto acontece en la vida social, donde
lo central son los aspectos individuales, pues es a partir de
ellos que se produce la colaboración" (Jaraquemada,
1991.p.43).
La democracia de acuerdo con lo anterior, debe ser
siempre un marco de referencia donde el individuo pueda actuar
libremente. Para Hayet, teórico del Neoliberalismo, los
hombres libres, usan los medios y tienen los conocimientos para
sus propios propósitos, no deben estar sujetos a reglas de
lo que deban hacer, sino que se les debe indicar que no deben
hacer. También los individuos deben someterse a la
tradición entendida como la imposición de normas necesarias
para todos y no como las disposiciones de la mayoría, en
últimas debe garantizarse la libertad
individual.
Según el pensamiento neoliberal es necesaria la
limitación del poder, o sea, la voluntad de la
mayoría no se puede convertir en árbitro supremo y
exclusivo del quehacer social. La coerción es permisible
si asegura la obediencia a las reglas de conducta aprobada
por una mayoría, ya que permite evitar el poder arbitrario
y es condición esencial de la libertad. La decisión
de las mayorías simplemente son unas formas para llegar a
acuerdos. Dentro de este enfoque, es fundamental la democracia
limitada porque se evita la concentración del poder, el
Estado cumple un papel subsidiario pero se destaca la
autonomía de la sociedad. La tarea del gobierno es
permitir que los individuos y los grupos puedan ir exitosamente
detrás de sus objetivos y
usar los poderes coercitivos para aumentar la recaudación
que les permita proporcionar servicios que antes no podían
suministrar por los monopolios estatales
(Ibid.:44-46).
De todo esto se concluye inicialmente que el
neoliberalismo es la negación de la democracia, la
realización de la democracia implica la supresión
del liberalismo y el de su mayor producto: el
Estado burgués de derecho. El neoliberalismo es una
concepción moderna de la democracia, en la medida en que
hace una reivindicación formal de abstractas libertades
políticas que garantizan unos supuestos derechos de todos
los individuos incluyendo los trabajadores y los sectores
marginados de la sociedad.
El neoliberalismo rescata la idea del mercado
autoregulado, que se basa en el criterio de que el valor de las
mercancías no depende del trabajo (teoría
histórica que señala que de acuerdo al tiempo
corresponde determinado «valor» producto) sino en lo
que el cliente (o
demandante) esté dispuesto a pagar de acuerdo con las
necesidades que él tiene. El concepto de costo de
producción correspondiente al trabajo es reemplazado
por el de costo de
oportunidad. Dentro del proceso de competencia el bien o la
mercancía será producido por el productor de menor
costo, el costo está representado por una oportunidad que
se ha dejado de lado, no por la cantidad de materias primas o
insumos.
Al desconocerse el trabajo como fuente de valor
(teoría del valor del trabajo), se produce unos efectos en
el mercado sobre la fuerza de trabajo que a su vez tiene unas
implicaciones políticas: se acentúa la
explotación de la fuerza del trabajo con la
desregulación de las normas y de los derechos consagrados
dentro del Estado Asistencialista (por ejemplo, el
desconocimiento de las horas extras, de las difíciles
condiciones de trabajo en horas nocturnas o en regiones
cálidas); a su vez se deja a un lado la
contradicción de clase ya que se reafirma la noción
de una sociedad igualitaria (todos somos iguales porque viajamos
en el metrobús –transmilenio- o por que caminamos
por los nuevos andenes adoquinados) pero se olvida que hay
diferencias sociales que se han marcado más en la
última década. Todas estas transformaciones buscan
eliminar cualquier tipo de resistencia, de
cuestionamiento al poder y de construcción de una sociedad
alternativa frente al capital.
El trabajo ya no tiene esa connotación de
"productivo" eso permite que los dueños del capital vivan
a expensas del sector productivo. Se promueve la usura que
corresponde a ese último estadio del capital: el
financiero. Las transacciones que allí se originan son
contraprestaciones entre los dueños del capital dinero y
quienes se benefician de dichos prestamos. En apariencia dichas
transacciones contribuyen a aumentar la producción, lo que
se reafirma realmente es el papel de la circulación
monetaria (a través de flujos de capital) que se distancia
de la esfera de la producción material, esto se traduce en
un desajuste de la economía capitalista. La noción
del sujeto económico es la del individuo autointeresado,
que racionalmente escoge entre diferentes alternativas la que sea
más rentable a sus intereses.
De esta manera, resulta difícil conciliar el
sujeto egoísta y autointeresado con el bienestar colectivo
y social, ya que el neoliberalismo reivindica la imagen de
Robinson Crusoe que en medio de una isla decide maximizar sus
beneficios con bienes escasos motivado por causas
egoístas, además ese egoísmo se lleva a las
relaciones interindividuales, en donde las decisiones de costo de
oportunidad permiten alcanzar el bienestar social. La sociedad se
reduce a relaciones interindividuales, en donde el hombre
existe independientemente de las condiciones materiales de
su existencia y de la sociedad misma. Es decir, que el hombre a
pesar de ser un producto social, es reducido por el
neoliberalismo a un sujeto asocial y ahistórico
(Hernández: 24).
Pero la sociedad no es simplemente un escenario de
relaciones interindividuales, sino el tejido que une los hombres
de manera orgánica, colectiva e interdependiente, el
fundamento de la sociedad es el trabajo: las formas en que
está organizado, las condiciones y los medios
técnicos con que se realiza y que determinan su productividad y
como se distribuyen sus resultados. Todo esto configura la
estructura básica de la
organización social existente, en la que se articulan
el desarrollo de la sociedad y la naturaleza
humana. En su proceso histórico, la sociedad atraviesa
por diversas etapas, correspondientes a las nuevas formas de
organización del trabajo, a la
apropiación que hace el hombre de la ciencia y
de la técnica y a la acumulación de experiencia y
saber.
Ahora bien, es casi imposible pensar en el bienestar
social bajo el neoliberalismo ya que en este momento del capitalismo,
se niega la condición humana y el fundamento social. La
posibilidad de recuperar los vínculos humanos sólo
se puede dar fuera del mercado, ya que dentro de él
sólo tiene validez la ganancia, así se maquille con
modelos
matemáticos, estadísticos, psicológicos y
con llamados a la seguridad
democrática.
La participación del Estado, se justifica bajo la
argumentación de que el Estado debe asumir el papel de
"promotor de la competencia" entre los capitales, como forma de
legitimar éticamente tanto la competencia como los
"monopolios naturales". Lo cierto es que en América
Latina, las burguesías, las elites y las
oligarquías que controlan el Estado, utilizan el poder
para beneficiarse. Los gobiernos de la región han
rescatado la idea del Estado de Derecho
–en Colombia se habla del Estado Social de Derecho, que
tendría una connotación muy similar-, que opera en
una sociedad democrática como una gran salvaguardia del
ámbito privado frente a los intervencionismos del Estado y
a la expansión de los límites
del ejercicio del poder (Jaraquemada: 52).
Además la participación estatal en la
economía es importante, ya que se debe mantener el
"equilibrio presupuestario", que se expresa en nuestro medio con
los llamados a la austeridad, al recorte del gasto, a la
eliminación de empresas
estatales, al aumento de desempleo, de tal forma que se reduce en
últimas la inversión social y se fomenta la
privatización de los activos
nacionales. Pero ese "equilibrio presupuestario" no permite la
crítica, ni la reducción en los gastos militares,
mantiene la corrupción bajo nuevas formas y otorga
garantías financieras al capital usurero. Se busca el
equilibrio macroeconómico, especialmente el de balanza de pagos,
el fiscal y el
monetario, para garantizar la acumulación de capital
olvidando el bienestar social.
Para humanizar su rostro el neoliberalismo propugna la
atención a los más
desposeídos, a través de llamados a los
capitalistas (como la propaganda
"done su computador a
las escuelas") y a través de subsidios directos
financiados por el Estado (como el anuncio de que se
amplía la cobertura para el sistema de
salud). Este
modelo señala que las calamidades del capitalismo se deben
a factores fortuitos, se desconoce entonces que las causas
fundamentales de estos males se encuentran en la estructura
injusta del sistema social. Todo se soluciona con ajustes
asociados con la ingeniería social o con el desmonte del
Estado (Hernández. 25).
No se debe olvidar que toda transformación
política necesita articularse con una dimensión
nacional, ya que el desarrollo social
y económico son fundamentalmente una empresa
social de largo aliento que exige que las sociedades
movilicen colectivamente una enorme cantidad de recursos, con el
fin de invertirlos en una infraestructura social y
económica, cuyos beneficios se disfrutarán a largo
plazo. Para que este proceso se dé, es necesario apoyarse
en una ciudadanía dispuesta a pagar los impuestos
necesarios, porque se siente comprometida con el futuro de la
sociedad y porque cree que los costos y riesgos
asociados serán equitativamente distribuidos. En nuestro
medio esto es algo complicado ya que una forma de
tributación regresiva en donde los que tienen más
capital pagan medianos impuestos, mientras los obreros tributan
altos pagos, viendo menguado su ingreso (Bienefield:
21).
Se puede señalar por último, que es
absurdo afirmar que la idea de libertad tenga tan sólo una
dimensión individual. La experiencia histórica ha
mostrado que el orden capitalista no es un orden
espontáneo, tampoco es una sociedad de ciudadanos libres
que controlan el Estado, ni es tampoco un orden regulador neutro
en beneficio de toda la sociedad. La libertad es posible
allí donde la libertad individual sea parte de la libertad
social, por eso un mal que ataca la existencia humana es la
desigualdad y la concentración del poder económico
y político.
El neoliberalismo es la expresión de la lucha de
los dueños del capital contra los trabajadores y contra
los fundamentos de la sociedad. Es una nueva forma de
explotación y dominación, en el que se establece
una sociedad con un grado creciente de caos y con un sujeto
social fragmentado, desconocido como ciudadano y obviamente como
sujeto de derecho, excluido por un régimen social
profundamente desigual y decadente. Frente a este panorama es
importante crear una sociedad alternativa, con una verdadera
ciudadanía incluyente y con verdaderos mecanismos de
participación que permitan alcanzar el bienestar social y
que rescate la condición humana y solidaria del
hombre.
El neoliberalismo frente
al derecho de la vida
Es importante considerar las implicaciones de la
hegemonía neoliberal, que significaron un aumento
gigantesco de los desequilibrios económicos mundiales,
siempre a favor del capital financiero, de la
concentración del ingreso y de la distribución de
al renta mundial, de la exclusión
social y del a aumento de la pobreza. América Latina y
África fueron las regiones que se sometieron realmente a
las políticas neoliberales. Ellas abrieron sus mercados,
fortalecieron sus monedas (con las reservas de la
suspensión del pago de la deuda), generaron
déficits comerciales, que buscaron compensar el aumento de
las tasas de
interés "para detener la inflación y para
atraer capitales del exterior". En consecuencia se transformaron
en prisioneros del capital de corto plazo y debilitaron sus
políticas públicas a favor del endeudamiento fiscal
y del aumento del pago de intereses.
El resultado: las políticas monetaristas
(asociadas al neoliberalismo) llevaron a nuestros países
al aumento de la dependencia, la concentración y la
exclusión. América Latina perdió
protagonismo en el comercio y en
la economía
mundial. Al mismo tiempo África se ahogó en el
hambre y en la violencia
tribal, las políticas del FMI y del
Banco Mundial
que la hizo retroceder a la condición de exportadora de
materias primas y que la entregaron a los intereses del capital
de corto plazo mientras se destruían sus primeros
esfuerzos para la construcción de sus Estados nacionales,
después de la victoria contra los colonizadores (Dos
Santos: 2004).
Al respecto, a mediados del año 2003 Pedro
Casaldáliga, obispo de Sao Felix do Araguaia (Mato Grosso,
Brasil)
afirmaba que: "La palabra de orden, hoy en América Latina,
el Caribe y el mundo es ‘neoliberalismo’, con las
consecuencias más dramáticas para el Tercer Mundo.
No podemos olvidar que el neoliberalismo continúa siendo
el capitalismo. A veces se olvida esto".
Así mismo monseñor Pedro
Calsadáliga señala que "contra el neoliberalismo,
la siempre nueva liberación". Para este personaje "el
neoliberalismo es el capitalismo transnacional llevado al
extremo. El mundo convertido en mercado al servicio del capital
hecho dios y razón de ser. En segundo lugar, el
neoliberalismo implica la desresponsabilización del
Estado, que debería ser el agente representativo de la
colectividad nacional. Y agente de servicios
públicos" (Casaldáliga , 2003,junio:
12).
Pero añade que al "desresponsabilizar al Estado,
de hecho se desresponsabiliza la sociedad. Deja de existir la
sociedad y pasa a prevalecer lo privado, la competencia de los
intereses privados". La privatización, es el extremo de la
propiedad privada que de privada, pasa a privativa y que de
privativa pasa a ser privadora de la vida de los otros, de las
mayorías. La privatización es
privilegización, la selección
de una minoría privilegiada que merece vivir
bien.
Sólo el 15% tiene derecho de vivir bien, el
neoliberalismo implica la marginación fría de la
mayoría sobrante. Es decir, "salimos de la
dominación hacia la exclusión". Y señala
irónicamente monseñor Casaldáliga: "hoy ser
explotado es un privilegio, porque muchos ni siquiera alcanzan la
‘condición’ de explotados, ya que no tienen ni
empleo" (Casaldáliga).
El neoliberalismo es negación de la utopía
y de toda posible alternativa, es también la mentira
institucionalizada, que se expresa en procesos como en la
modernidad, de
la técnica, de la libertad y de la democracia. Nada de lo
que expresan son, la modernidad es postmodernidad
en el primer mundo, en el nombre de la técnica se
expropian los recursos
naturales de los pueblos más pobres y se busca el
afán de lucro, en función de una falsa libertad y
de una aparente democracia. En América Latina pasamos de
las dictaduras a las "democraduras", el colectivismo dictatorial
es la degeneración de la colectividad y la negación
de la persona; el individualismo neoliberal es la
degeneración de la persona y la negación de la
comunidad. El individualismo egoísta neoliberal, es la
degeneración de la comunidad, que es participación
y compartimiento.
Para Pedro Casaldáliga, las tres grandes
preocupaciones para América Latina son el nacionalismo,
la inculturación y la ecología. Porque si
el nacionalismo nos incomoda es porque defendemos el
transnacionalismo; si la inculturación nos incomoda es
porque aún defendemos el colonialismo; si la
ecología nos incomoda, es porque defendemos el capitalismo
depredador (Casaldáliga).
Frente a los procesos de elección en
América Latina, considera que estos dependen de loas
grandes redes de
televisión. Hay una decepción frente
a los políticos y se pide una nueva generación. Los
partidos están desprestigiados. Se piensa en alianzas de
tipo popular. Pero la resistencia puede terminar en manos de las
fuerzas que nos dominan, aquellos que tienen en sus manos
el dinero,
los medios de
comunicación y los puestos políticos. Pero
monseñor Casaldáliga precisa:
«Pero no hay duda de que, bajo el poder del
capital neoliberal, representado por el FMI y por el Banco Mundial,
la alianza de esos políticos de marketing,
al servicio del mismo neoliberalismo y ante la impotencia de
amplios sectores de las fuerzas populares, es de temer que se
repitan, con algunos retoques, las elecciones de años
anteriores y hasta de siglos atrás. […] La
táctica en todas partes es la misma. Las promesas, los
programas
acaban siendo los mismos. Todos los partidos
políticos conocen muy bien las necesidades del
pueblo y saben programar teóricamente soluciones».
Una posible salida de la región es la integración latinoamericana de un modo
alternativo, no hay que aceptar las formulas ya conocidas y de
nuevos reprogramadas del Tratado de Libre
Comercio: "México lo
está pasando mal. Muchos empresarios tuvieron que cerrar
sus empresas […] se puede prever cualquier tipo de
insurrección en el país. Ya se llegó al
extremo de importar leche de
Australia".
Pero no hay que olvidar que nuestros países de
América Latina padecen un mal que llevan sobre sus hombres
desde hace mucho tiempo:
"la deuda externa
continúa siendo la sangría de nuestros pueblos.
Sigue siendo el gobierno real de nuestras democracias. No son
nuestras constituciones las que mandan; es la deuda externa.
Los presidentes y los ministros de hacienda de nuestros
países son representantes del FMI. La deuda externa, con
el pago de los intereses, es lo que condiciona los salarios,
los servicios públicos" (Casaldáliga).
Tal vez ese es el mayor mal que padecemos junto con los
intereses, ya no con los gobiernos del norte sino con sus
más dignos representantes: las empresas trasnacionales.
Mientras no se resuelva el problema de la deuda externa es
difícil construir una economía democrática
en nuestros países.
Hacia una
recuperación de lo social en
Latinoamérica
Aunque las alternativas aún están por
construir es interesante considerar las propuestas de una
institución que por décadas trató de
promover un desarrollo económico y político
autónomo de la región. La Cepal (Comisión
Económica para América Latina y el Caribe)
dependencia de las Naciones Unidas
ha tratado de volver un poco a las raíces que la
distinguieron en el escenario mundial a mediados del siglo XX. Su
nacimiento se articuló con la construcción de una
serie de recomendaciones de política
económica diferentes y alternativas para
América Latina. Pero en la década de los 80 la
Cepal se transformó en una institución regional de
asesoramiento en política económica.
La relativa autonomía de la Cepal se basó
en sus estrechas relaciones con las instituciones,
la política y la historia de América Latina y en su
intención de influir sobre los gobiernos a través
de los líderes políticos, pero que muchas veces no
pudo romper con las ambiciones de las elites y las
oligarquías regionales. Las ideas de este organismo fueron
una alternativa latinoamericana a las propuestas de las
instituciones globales que tienen el respaldo de los
países más ricos y de las transnacionales
más poderosas, tales como el Banco Mundial (BM) y el
Fondo Monetario
Internacional (FMI), que se alian permanentemente con los
sectores económicos y políticos regionales que ven
a sus países como una posibilidad de enriquecimiento y de
beneficio particular.
La Cepal ha tratado de incluir en su análisis la relación entre factores
institucionales y socioestructurales y los determinantes
generales del desarrollo macroeconómico. Dentro de los
conceptos más valiosos aportados por este organismo
están: «estructuralismo histórico»,
«estructuralidad heterogénea» y
«capacidad sistémica de competencia». La Cepal
al igual que muchos líderes en la década de los 90
no ofrecieron una alternativa a las propuestas y a las acciones
derivadas del
"Consenso de Washington", el más importante aporte fue el
informe en el
cual se acuño el término de la «Década
Perdida para América Latina». En los años
sesenta el 51% de la población de Latinoamérica
vivía en la pobreza. Los programas de sustitución
de importaciones
auspiciados por la Cepal impulsaron el crecimiento
económico; hacia 1980 la situación había
mejorado, solo 33% de la población quedaba en la pobreza.
Diez años después nuevamente la mitad de los
habitantes se encuentran en la pobreza. En 1989 surgió el
Consenso de Washington a partir de la conferencia
"Latin American Adjustment: How Much Has Happened", que reafirma
que el libre mercado es la clave del desarrollo económico
(Cypher, 1997: 36).
En el último lustro se observa una
posición crítica de la Cepal. El BM señala
que los ajustes estructurales fueron los que llevaron a
América Latina nuevamente a la senda del crecimiento, por
su parte algunos miembros de la Cepal muestran que eso no ha sido
cierto, ya que no hay relación estadística positiva entre ajuste
estructural y crecimiento económico. Por el contrario
afirman, que algunas reformas, como la flexibilización
laboral
–que en Colombia ya va por las reformas de cuarta
generación- y la liberalización del mercado de
capitales llevaron a una inestabilidad económica, que
pone en peligro el desarrollo social y amenaza la débil
experiencia de democracia de los países de la
región. "La «tierra
prometida» de un desarrollo económico y social para
las amplias masas queda cada vez más lejos"
(Freiberg-Strauss, 2002: 5).
En la mayoría de los países
latinoamericanos se ha profundizado el abismo o la brecha entre
los pocos ricos y los amplios sectores de población que
son pobres. En el escenario social aparecen nuevos protagonistas
provenientes de las clases medias que luchan por el cumplimiento
de sus derechos consagrados en sus Constituciones y leyes, como
en Argentina después de diciembre del 2001 y el
difícil proceso político que se desarrolla en
Venezuela.
Grupos tradicionalmente marginados como los indígenas,
adquieren un nuevo protagonismo en Ecuador y
México. En pocas palabras, la inestabilidad y la inseguridad se
han tomado a amplios grupos
sociales.
El descenso y la marginación sociales crean un
clima de
inseguridad y provocan una crisis de las
instituciones sociales y un renacimiento de
las exigencias de «ley y orden». El neoliberalismo
-que no es un modelo económico como lo han tratado de
presentar- busca eliminar el intervencionismo y la
regulación del Estado en la economía e incluso se
elimina como garante de los servicios públicos
básicos, por otra parte quiere garantizar la
supremacía del mercado, de la iniciativa particular y la
acumulación privada de capital.
Para lograr todo esto el neoliberalismo busca mantener
las condiciones mínimas de cohesión de la sociedad
que brinden seguridad a los intereses de los propietarios e
inversionistas privados. De esta manera, aparece y se da el
fortalecimiento del «Derecho a la Seguridad» que
cubre sólo a las clases y elites ricas, a los gobernantes
y a los privilegiados. Se consagra un Estado y gobierno
mínimos pero al mismo tiempo fuertes y estables para el
ejercicio del control social y
del dominio político, se reafirma constantemente el orden
y el apego a las jerarquías (Sánchez, 2001:
12).
Al respecto, el empresario colombiano José
Fernando Isaza señala que en momentos en que se debaten y
aprueban normas que vulneran los mínimos derechos
políticos de los ciudadanos, "es bueno precisar que esos
derechos no le pertenecen a la
administración para que disponga de ellos, sino que,
por el contrario son patrimonio de
la sociedad democrática". Entre los derechos fundamentales
e irrenunciables del ciudadano están: la presunción
de inocencia y el derecho de la libertad. Derechos que han sido
incorporados en la legislación de muchos países,
pero que en nuestro medio se aprobó una reforma
constitucional que los vulnera. Es preferible vivir en un
país de ciudadanos y no de sospechosos. El recorte de los
derechos al disfrute de libertad y a la intimidad, puede afectar
una verdadera seguridad democrática. Afirma José
Fernando Isaza.
"La seguridad se obtiene avanzando en el proceso de
legitimación y aceptación del Estado por parte
del ciudadano. La política de seguridad no debe
priorizar la seguridad para el Estado; por el contrario, la
democracia debe privilegiar la seguridad para sus miembros"
(Isaza Delgado, 2004).
Para salir a la crisis de la legitimidad del Estado y de
la política es necesario algo más que una propuesta
que integre factores económicos, políticos y
sociales, y que vaya más allá del lema "libertad y
orden" presente en los membretes de las entidades oficiales del
país. Lo que se necesita es una agenda de reformas con una
visión realista del desarrollo de la sociedad, capaz de
sustituir los actuales déficits de sentido por un nuevo
consenso social. En este punto es clave el papel del Estado, a
pesar de que puede ser un instrumento de dominación de una
clase sobre otra, pero es el único referente
político y social para articular la fragmentada sociedad y
para articular las economías nacionales y
regionales.
Frente a esto la Cepal señaló que los
mercados y los Estados no funcionan automáticamente, ya
que la estrategia que se impulso en los 80 fue el de la
combinación de liberalización de mercados y una
estabilización apoyada sólo en políticas
fiscal, monetaria y de comercio exterior
esperando como resultado un desarrollo exitoso. El Estado y los
gobiernos deben reconocer el fracaso de los mercados, la Cepal
reivindica una activa política estatal para mejorar la
función de los mercados
financieros y una activa política de fomento
económico.
Al igual que en muchos escenarios tanto políticos
como académicos en la Cepal se discuten hoy temas tales
como los derechos sociales, económicos y sobre todo
culturales y su inclusión en estrategias
económicas y sociopolíticas, como por ejemplo, la
reducción de la discriminación étnica, la igualdad
de derechos de la
mujer y hasta la vigencia de los derechos del ciudadano en un
contexto de Estado Social de Derecho. Uno de los últimos
documentos de
la Cepal: "Equidad,
desarrollo y ciudadanía", nos muestra algo muy sencillo
que se debe dar, la articulación de la política
económica y social con la vigencia de los derechos del
ciudadano en un Estado Social de Derecho, al respecto se
afirma:
"La ciudadanía implica un compromiso
recíproco entre el poder público y las personas.
El primero debe respetar la autonomía individual,
permitir y promover la participación política y brindar,
en forma consistente con el desarrollo económico,
posibilidades de bienestar social y oportunidades productivas.
Las segundas deben contribuir con su participación en el
ámbito público, haciendo aportes para
enriquecerlo. En este sentido, la ciudadanía implica una
ampliación del espacio público frente a la fuerza
centrífuga que hoy tiene el espacio privado, de manera
de crear más sociedad, una conciencia
más difundida sobre las responsabilidades de los
individuos y los grupos respecto del conjunto de la
organización social, espacios de deliberación y
formación de acuerdos entre ciudadanos, y
participación directa de ellos en la creación y
disfrute de "bienes públicos" y "bienes de valor social"
(CEPAL 2000, 2004:16).
Miremos con atención las reformas propuestas por
la Cepal. Los hilos conductores de la agenda de reformas son: a.
Un nuevo equilibrio entre el interés privado y el
público, y b. Un concepto amplio de políticas
públicas. Al igual que la Cepal el premio nobel Joseph
Stiglitz exige que se tome más en cuenta el
interés público en la formulación y puesta
en práctica de reformas económicas.
Argentina es un ejemplo de esto ya que su
política económica en los 90 favoreció el
pago y la amortización de la deuda externa a
través de una política de dolarización sacrificando su industria
nacional que fue modelo en las décadas anteriores.
Aquí entran en choque dos elementos de la economía
y la política, el cumplimiento del pago de los créditos [pago de deuda] y el contrato no
escrito entre Estado y ciudadanos [contrato social]
que busca garantizar el bienestar de los ciudadanos. Para
Stiglitz es la política del FMI el que mina el mercado y
la estabilidad a largo plazo de la economía y de la
sociedad (Freiberg-Strauss: 32).
Las recesiones profundas llevan a pérdidas a
corto plazo como el aumento del desempleo y de la pobreza, a
largo plazo conduce a pérdidas de conocimiento y
de capital humano, al tiempo que hace disminuir a mediano plazo
la disposición a asumir riesgos
empresariales. A finales del 2003 el Director General de la
Organización Internacional del Trabajo OIT,
manifestó que el trabajo era el mejor medio para escapar
de la pobreza, también señaló que casi tres
mil millones de personas vivían con menos de dos
dólares al día, y de ellas, cerca de mil millones
–23% de la población de los países en
desarrollo- vivían con un dólar al día.
América Latina pasó de 121 a 132 millones de
pobres. Así mismo propuso cuatro "indicadores
del progreso": creación de empleo, derechos garantizados
en el trabajo, protección social básica, y
promoción del diálogo y
solución de conflictos
(Somavía, 2003, septiembre: 4-6).
Un equilibrio entre el contrato (de economía
privada) de crédito
y el contrato social (político) implica desarrollar una
política de estabilidad macroeconómica, o sea, una
política por empleo y crecimiento, con una reducida tasa
de inflación y una balanza
comercial equilibrada. Este es el concepto keynesiano de
estabilidad, autor que es visto por los conservadores
neoliberales como muy revolucionario.
Al respecto en Colombia el actual gobierno promueve la
idea de un Estado corporativo, según el cual el
país debe administrarse como una empresa privada.
Pero lo cierto es que un municipio es más que la suma de
haciendas y casas, un país es muchos más que la
suma de los departamentos que lo componen. A esto se suman las
interrelaciones sociales que le dan un contenido diferente a esa
realidad política. José Fernando Isaza nos hace una
presentación interesante del papel social del Estado en la
actualidad:
"El horizonte de planeación de un estadista debe ser
diferente del de un empresario. Las tasas descuento que utiliza
así lo demuestran. Desde el punto de vista de rentabilidad
privada, debería preferirse la inversión en
educación
superior –que retribuye más en incremento
salarial- antes que la
educación básica, que tiene efectos de
equidad y de bienestar en horizontes más largos. Sin
embargo, desde el punto de vista del Estado, lo opuesto es lo
correcto en términos de justicia y proyección
intergeneracional. El uso de los recursos renovables y no
renovables, desde el punto de vista de rentabilidad privada,
puede conducir al agotamiento de estos o a la extinción
de muchas especies, si, por ejemplo, su tasa de reproducción es inferior a la tasa de
interés del sector privado" (Isaza).
El territorio también tiene un fin una utilidad
diferente, el sector privado vende los activos improductivos, es
decir, aquellos cuyo ingreso sea menor que los gastos que
conlleve; para un hombre de Estado, el territorio no es
transable, así haya que invertir así no se integren
al sector productivo. José Fernando Isaza señala
sobre el aspecto ideológico de introducir conceptos y
criterios del mundo empresarial al espacio ciudadano
que:
"No debe confundirse la eficiencia, el respeto por las
personas –principios
básicos del éxito empresarial, que pueden y deben
transferirse a la administración del Estado, en particular
al respeto a los ciudadanos- con el simple criterio de imponer
a este los conceptos de rentabilidad, tasas de interés,
tasas de descuento privadas que son y deben ser totalmente
diferentes" (Ibid).
Ahora bien, dentro de la propuesta de la Cepal se
propone desarrollar instrumentos para una política
anticíclica, que puede contribuir al aprovisamiento de
capital para la región –que en muchas ocasiones es
muy esquivo-. Entre esos instrumentos están: a. Una
política
monetaria y fiscal flexible, que permita evitar el
surgimiento de deudas públicas y privadas elevadas; b. La
introducción de funciones de control y
regulación en los mercados de capitales con elementos
anticíclicos, y c. Reformas institucionales que permitan
una gestión
de las deudas privadas y públicas.
En la década de los 90 la Cepal ha articulado las
anteriores reformas en tres aspectos fundamentales:
- Determinantes macroeconómicos de la competitividad. La preocupación central
es buscar los factores que desatan una dinámica económica. Tanto la
actividad industrial como la sensata explotación de los
recursos naturales permiten una integración de
América Latina en los mercados mundiales. También
en la cadena de producción las condiciones
macroinstitucionales llevan a una dinámica
económica autónoma. - La importancia de los cambios tecnológicos.
Son importantes los «clusters» (interrelaciones
económicas, sociales e institucionales a nivel local) y
los sistemas de innovación. Es necesario crear un entorno
apropiado con apoyo estatal. - Distribución del ingreso y el crecimiento
económico. América Latina tiene dos serios
problemas: la escasa competencia tecnológica y la
desigual distribución del ingreso. Hasta los 80 se
creía que lo importante era la equidad distributiva,
pero hoy se propone la reforma de los sistemas de seguridad
social y una nueva aproximación a la política
social, para detener la creciente marginación de
amplias capas de la sociedad (Freiberg-Strauss:
32-33).
No basta con exigir una equidad económica, sino
que es importante construir escenarios sociales muy diferentes a
los actuales que se han inspirado bajo el neoliberalismo. Una
sociedad socialmente justa debe garantizar a sus ciudadanos
derechos, sociales, económicos y culturales tal como
están descritos en la Carta de las
Naciones Unidas.
De este enfoque se derivan los fundamentos de la
igualdad en el sentido de iguales posibilidades y opciones,
solidaridad y no
discriminación. Esos derechos son
universales, indivisibles e independientes. Son la base de
los valores de
la política pública, que por ello es más que
política estatal. La puesta en práctica de esos
derechos implica que los ciudadanos los conciban como derechos
civiles y exijan su cumplimiento. Una adecuada comprensión
de los derechos civiles permite que las metas sociales y
culturales tengan un valor propio en la
política.
Una dificultad en el fortalecimiento de los derechos
ciudadanos, tiene que ver con el establecimiento de Tratados de
Libre
Comercio, hay una asimetría entre los convenios que
garantizan los derechos humanos
y los convenios que protegen el capital, los primeros son
declaraciones de intención o compromisos que no
están acompañados de instrumentos que garanticen su
cumplimiento, para los segundos hay mecanismos precisos que
garantizan severas sanciones en caso de incumplimiento. Un Estado
puede violar el derecho a la salud, acción que no
tendrá sanción a nivel internacional, pero si
incumple los acuerdos referidos a patentes o propiedad
intelectual, podrá ser sancionado a petición de
la compañía extranjera que no pudiera colocar sus
productos en ese mercado (Cubas, 2003, junio: 6).
Sin considerar lo anterior, la Cepal formula una
política de integración social con los siguientes
componentes que resulta válida para la experiencia de los
países de la región:
- Una política social, con una mayor eficiencia,
con carácter universal y solidario, para
articular a los pobres dentro de políticas de lucha
contra la pobreza. - Una política económica, que busca la
estabilidad macroeconómica, la creación de
puestos de trabajo y la reducción de la heterogeneidad
estructural entre los sectores productivos, y - Un fortalecimiento de los derechos del ciudadano,
sobre todo para los grupos pobres y discriminados, para que
esos protagonistas puedan participar en la formulación
de las políticas públicas.
A diferencia del BM y del FMI, la Cepal pone más
preocupación en soluciones institucionalmente sostenibles,
colocando, por ejemplo, la lucha contra la pobreza en el contexto
de una política de reformas institucionales de mediano y
largo plazo, la participación en torno a una vivencia de
los derechos ciudadanos y la política
macroeconómica en asociada con una mayor estabilidad, que
incluye la meta de mayor
empleo (Ibid.:33).
En el año de 1996 el teólogo
brasileño Leonardo Boff ofreció una entrevista, de
la cual extractamos algunos apartes y que nos sirven de balance
para esta reflexión:
"Sobre los capitalistas. No hay que condenar a
la empresa
porque la empresa puede ser la forma organizada de producir, de
crear empleos, bienestar, pero hay un tipo de empresas que
vive de la explotación del trabajo, de la injusticia, de
los salarios mínimos, de la corrupción. Esas
empresas cometen crímenes y es tarea de la justicia
social perseguirles. Pertenece a la pedagogía de la teología de la
liberación, ayudar a los ciudadanos a ser
críticos, a informarse de esas situaciones, para que
ellos como ciudadanos presionen a las autoridades para que no
siga este tipo de explotación cuyas principales
víctimas son los pobres".
"Democracia social. La teología de la
liberación no acepta la humillación de los
indígenas, los salarios de miseria, la
marginación de millones de personas. No acepta esta
situación y se da cuenta que uno de los factores
principales de esta situación, no el único, es el
sistema capitalista y a raíz de eso lo condena. Pero le
interesan ante todo los efectos de este sistema que son
antivida y producen sufrimiento y muerte al
pueblo. Queremos la vida, la libertad del pueblo y el camino
mejor, para eso es el propio pueblo. […] Nosotros creemos
en una democracia de carácter popular, democracia
social, que incluya cada vez más a toda la
sociedad".
"La esperanza. Yo me siento un cristiano, un
teólogo, que despertó por el grito de los pobres,
estando con ellos y desde ellos, e intento llevar adelante mi
misión
como cristiano, como ciudadano, como intelectual, apoyando,
estando ahí. […] Tengo la alegría que la
vida es finalmente más fuerte que la muerte;
que como nadie puede detener la venida de la primavera, nadie
puede detener la justicia de los pobres, el triunfo de los
mejores deseos del ser humano, que quiere vida, que quiere
compartir" (Boff, 1996, octubre – diciembre).
Frente a los retos que esperan tanto a América
Latina como a Colombia, José Fernando Isaza, reafirma la
diferencia y la búsqueda permanente de los derechos
fundamentales:
"Ustedes tendrán que asumir el relevo de una
generación que no conoció la paz; que
vivió un asombroso cambio
tecnológico y científico, que vio mejorar su
calidad de
vida por indicadores de cubrimiento de servicios, pero
desmejorada en lo fundamental: el goce de vivir sin temor.
Percibió unos atisbos de modernización de las
costumbres políticas, cierta consolidación de la
independencia de poderes y una mayor
participación política en las regiones. Estos
logros deben preservarse y servir de punto de partida a la
inserción de nuestro país en el mundo moderno. El
renunciar a lo adquirido en aras de un paralizante unanimismo
nos alejará de las sociedades civilizadas. Los invito a
que mantengan vigentes el derecho a disentir y a respetar el
disenso" (Izasa).
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(Colombia) – Universidad Central de Las Villas (Cuba).
Especialistas en Economía
Internacional. Universidad Antonio Nariño.
Participantes de la Cátedra Latinoamericana
«Antonio García Nossa» de la Universidad
Nacional de Colombia. Bogotá