Monografias.com > Psicología
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Roles: femeninos y masculinos. ¿Determinación biológica o construcción cultural?




Enviado por poli_san



    ¿Determinación
    biológica o construcción cultural?

    La identificación como hombre o como
    mujer tiene un
    aspecto dinámico (gender roles) que nos lleva a
    comportarnos como nosotros creemos que debe comportarse un hombre
    o una mujer en las múltiples situaciones que se nos
    presentan en la vida. Ahora bien, esta caracterización de
    la conducta humana
    está condicionada por diversos factores que nos han
    llevado a la incógnita de la verdadera raíz de esta
    identificación y que se tratará de desarrollar a lo
    largo de este trabajo siendo
    el aspecto biológico y el cultural los mayores
    condicionantes de la determinación de los roles
    sexuales.

    Como dicen Money y Ehrhardt, "el dimorfismo de
    respuestas en base a la forma de los genitales externos es uno de
    los aspectos más universales de interacción social y humana". Es por esto
    mismo que, investigando en el campo de la identidad de
    género
    y especulando su origen, se ha llegado a la conclusión de
    que existe una diferenciación de carácter importante en cuanto a la
    caracterización hombre/mujer. Esta conclusión es
    primordial ya que antes de abordar el tema de la
    determinación de roles es necesario establecer el
    complemento de la mujer y el
    varón.

    Donde juegan masculinidad y feminidad surge la
    fecundidad, no sólo en el aspecto biológico,
    también en el cultural, en el artístico, en el
    político y en el social. Lo masculino y lo femenino se
    potencian uno al otro y posibilitan la fecundad en todos los
    ámbitos. Eso es complementariedad. Durante siglos, se ha
    considerado que el varón era superior a la mujer;
    ésta no parecía tener valor por
    sí misma, era el complemento del varón y su
    única misión era
    servirle. Otras veces se ha considerado al varón y a la
    mujer como dos mitades de la humanidad. En este sentido se hizo
    como una distribución de virtudes y cualidades. Se
    ha hablado de virtudes femeninas y masculinas y de roles
    sociales: los trabajos desarrollados por las mujeres eran
    considerados como subalternos y de simple apoyatura a los
    masculinos. Y durante siglos se ha repartido el mundo pensando
    que la esfera privada pertenecía a las mujeres y la
    pública a los varones. Esos modelos de
    complementariedad están hoy superados, pues todas las
    razones pseudocientíficas en las que se apoyaban
    están hoy desmentidas por las evidencias de
    la ciencia.
    Sin embargo, teniendo cada persona, sea
    varón o mujer, capacidad para ejercitar todas su virtudes,
    éstas cristalizan igualmente de un modo distinto en el
    varón y en la mujer. Esta importancia de los roles
    sexuales queda patente en la importancia que ellos tienen tanto
    para la propia personalidad
    del individuo como
    para las relaciones grupales y sociales del mismo. Es decir, que
    existe una influencia muy importante para la vida personal de un
    individuo y sus consecuentes actos; ¿a qué se debe
    esta caracterización? ¿qué es lo que nos
    hace diferentes los unos de los otros?

    Se han desarrollado teorías
    concernientes al proceso de
    adquisición del rol sexual. Estas diferentes
    interpretaciones del proceso por el cual los niños y
    las niñas van organizando su desarrollo
    psíquico de acuerdo con las características
    masculinas y femeninas que se presuponen específicas de
    cada sexo, difieren
    entre sí en la consideración de cuáles son
    las causas determinantes de tal diferenciación. El enfoque
    biologicista tiene a subrayar los posibles efectos de la estructura
    anatómica y fisiológica, biológicamente
    determinada, en la aparición y desarrollo de diferencias
    en la conducto humana. La teoría
    psicoanalítica enfatiza la importancia que ejerce en el
    niño la identificación con la figura paternal del
    mismo sexo. La teoría del aprendizaje
    social destaca el papel que la observación y el moldeamiento
    desempeñan en la adquisición de conductas adecuadas
    para cada sexo. A su vez, la teoría cognitiva insiste en
    los caminos a través de los cuales los niños se
    socializan, tras haber quedado firmemente categorizados como
    varón o hembra.

    Dentro del enfoque antropológico, podemos
    distinguir tres conjuntos de
    teorías: las elaboradas por los primeros
    antropólogos, las derivadas del
    enfoque funcionalista y las enmarcadas dentro de la corriente
    estructuralista.

    El antropólogo inglés
    L. Morgan postuló la idea del colectivismo sexual
    primitivo que conlleva necesariamente al matriarcado, ya que la
    única manera de asegurar la filiación es por
    vía materna. Estas aportaciones fueron rechazadas a pesar
    de la buena aceptación de que gozaron al
    principio.

    El enfoque funcionalista enfatiza que los sentimientos y
    actitudes se
    hallan moldeados por el clima social y
    representan un papel activo en el funcionamiento social, pues son
    un instrumento que la sociedad
    emplea para regular sus actividades. Es decir, que las mujeres y
    los hombres pertenecen a ámbitos separados, diferentes,
    pero complementarios, y así han de mantenerse, so pena de
    crear poderosos conflictos
    sociales. En cuanto al ámbito biológico, se explica
    que las diferencias sexuales no son aplicables a los caracteres
    sociales del hombre y la mujer; sino que éstos son simples
    construcciones arbitrarias; por lo general, la sociedad no
    institucionaliza una sola pauta caracteriológica, sino que
    se asignan rasgos aislados para diferentes clases, sectas,
    edades, etc. Si la sociedad considera útil establecer una
    cierta pauta caracteriológica para un grupo de sus
    miembros, lo hará sin tener en cuenta sus cualidades
    reales, y tendrá éxito
    casi siempre.

    El principal representante del estructuralismo es el antropólogo
    alemán C. Lévi-Strauss quien dice que la
    "humanidad" surge con el nacimiento del matrimonio, que
    ocurre debido a la prohibición del incesto a la
    instauración de la exogamia. Y aquí es donde ocurre
    la dominación de la mujer por el hombre: la
    exogamia (que desempeña un papel político, pues
    permite asegurar la cohesión de los grupos
    sociales) lleva a que los hombres controlen el intercambio de
    mujeres.

    Los hombres se han reservado para sí el desempeño de aquellas tareas más
    importantes para el funcionamiento social, especialmente en la
    medida en que éstas implican el control sobre los
    demás aspectos de la dinámica social. Las características
    propias de cada sexo que encontramos en las expectativas y
    prescripciones sociales son: los hombres son más
    inteligentes, fuertes, hábiles y ágiles que las
    mujeres; están interesados en valores
    teóricos, económicos y políticos, mientras
    que las mujeres lo están en valores estéticos,
    sociales y religiosos; la
    personalidad del hombre posee como rasgos la independencia,
    dominancia, motivación
    por el éxito e inexpresividad, y de la mujer, la
    dependencia, afectividad y expresividad; el hombre tienen una
    sexualidad
    poderosa y activa, mientras que en la mujer el desarrollo de
    ésta es mínimo y tiene un carácter
    marcadamente pasivo.

    Los resultados de las investigaciones
    han demostrado, en líneas generales, que los hombres y
    mujeres se adecuan bastante en la práctica a lo que
    determinan estas prescripciones sociales como propio de su sexo.
    Sin embargo, las investigaciones han demostrado también
    que esa correspondencia entre las prescripciones sociales y la
    realidad se debe, fundamentalmente, a variables
    socioculturales y no a determinantes de tipo
    biológico.

    Considerando esta idea de que el factor cultural es un
    determinante a la hora de caracterizar los roles sexuales se debe
    desarrolla este campo en su plenitud. Para eso, se hará
    uso de una investigación realizada por la
    antropóloga norteamericana Margaret Mead quien es
    considerada una pionera en los estudios sobre adolescencia y
    sexo en las sociedades
    primitivas. Ella investigó a tres tribus: los arapesh, los
    mundugumor y los tchambull. Los estudios realizados sobre estos
    tres grupos humanos,
    demostraron que: los primeros, sean hombres o mujeres, son
    pacíficos, cooperativos y atentos con las necesidades de
    los otros. En marcado contraste con estas actitudes, los
    mundugumor de ambos sexos son mucho más agresivos, afirman
    su sexualidad con más fuerza y en su
    personalidad encontramos poca ternura maternal. En la tercer
    tribu que se estudió, la de los tchambull, se encontraron
    unas actitudes en relación al sexo que son precisamente el
    reverso de las que predominan en nuestra cultura:
    allí la mujer es la que domina, ordena y es fría
    emocionalmente, mientras que el hombre se muestra sometido
    y dependiente. Con estos datos, la
    conclusión es evidente: si esas actitudes que consideramos
    aquí típicamente femeninas (la pasividad sexual, la
    sensibilidad y la disposición para cuidar
    cariñosamente a los niños) son asignadas al sexo
    masculino en una tribu y tanto los hombres como las mujeres en
    otra, no existe ninguna base para relacionar tales actitudes con
    el sexo. La mayoría de los rasgos de personalidad que en
    occidente consideramos masculinos o femeninos, están
    unidos al sexo biológico de modo tan laxo como pueden
    estar la vestimenta, los modales o el peinado asignado a cada
    sexo, según la sociedad y la época. De modo que nos
    vemos obligados a concluir que la naturaleza
    humana es increíblemente moldeable y se conforma de
    modos muy diferentes dependiendo de las condiciones culturales
    vigentes. Pero si estamos de acuerdo en esta maleabilidad de la
    naturaleza
    humana, ¿cuál es el origen de las diferencias de
    personalidad que dictan las diversas culturas, o bien para todos
    sus miembros, o bien para los de un sexo en contraste con los del
    otro sexo? Si es cierto que tales contrastes son de origen
    cultural, de forma que cualquier bebé puede convertirse
    potencialmente en un pacífico arapesh o en el agresivo
    mundugumor, ¿por qué existen estas diferencias tan
    sorprendentes? Si no podemos atribuir a la constitución biológica de uno y de
    otro sexo el hecho de que entre los tchambull (y entre nosotros,
    los occidentales) se asignen rasgos de personalidad a los hombres
    y a las mujeres, ¿dónde se originan estos modelos
    con los cuales los arapesh, los mundugumor y los tchambull forjan
    el temperamento de sus miembros? Aceptemos que existen ciertas
    diferencias de temperamento entre los humanos que son
    hereditarias, o que tiene una base hereditaria y se establecen
    poco después del nacimiento. La cultura trabaja sobre
    estas cualidades innatas, propiciando ciertos rasgos considerados
    como deseables e incorporándolos al tejido social a
    través de sus manifestaciones: la crianza, los juegos
    infantiles, las canciones, la
    organización política, las
    ceremonias religiosas, las creaciones artísticas, la
    filosofía, etc.

    Habiendo ya apartado la construcción
    biológica de los roles sexuales existe todavía un
    campo que todavía no se ha adentrado en cuanto se refiere
    al tema de la caracterización del sexo: la historia.

    Es muy probable que en la Prehistoria,
    nuestras ancestras le pidieran a la Madre Naturaleza alimento y
    protección de los fenómenos naturales que
    hacían difícil su supervivencia. Sin embargo, hoy
    día son muchos los que están convencidos de que
    serían los padres de familia varones,
    los que pedirían ayuda mágica a un Dios masculino.
    Y creen que le solicitarían auxilio, para cazar animales y
    así poder mantener
    a su compañera embarazada y a sus hijos.

    Pero este hecho es absolutamente imposible que tuviera
    lugar, ya que los varones, igual que los primates varones, no se
    preocupaban en los inicios de la cultura humana, de alimentar a
    "sus hijos". Las únicas de quienes dependían la
    prole, era de sus madres (igual que pasa entre los
    primates).

    Posiblemente esta adjudicación errónea,
    haya sido condicionada por el uso incorrecto y sexista del
    lenguaje, dado
    que los historiadores "varones" (los únicos que han
    escrito la historia hasta hace poco), han atribuido "al hombre"
    todos los hechos culturales, con total descaro e
    injusticia.

    Las familias de la Prehistoria se han de considerar
    familias matricéntricas: la mujer en la Prehistoria no se
    vinculaba al varón, ella sola se cuidaba de alimentar a
    sus hijos. Y no existía vinculación masculina,
    porque en este período, el varón desconocía
    ser el causante de la fecundación humana.

    Por otro parte, la alimentación
    provenía de la recolección, tarea femenina. Es
    decir, que las mujeres tuvieron un importante papel en la
    alimentación del grupo. Las homínidas recolectaron
    los alimentos,
    inventaron los primeros instrumentos y fueron las que
    compartieron la comida con sus crías.

    Además existe la falsa idea de que los varones
    cazaban y las mujeres cocinaban lo traído por sus esposos.
    Este estereotipo es el resultado de proyectar sobre el pasado la
    distribución de los roles de la realidad circundante de
    "las mujeres dependientes y los varones sustentadores jefes de
    familia", sacando la conclusión de que siempre ha sido
    así.

    Confirma que las mujeres cazaban en la Prehistoria,
    diferentes manifestaciones plásticas de muchos lugares
    distintos en donde se manifiesta de manera implícita la
    participación y, en algunos casos, la exclusividad de la
    mujer en la caza.

    Entonces podemos decir que la teoría
    androcentrista de algunos historiadores, que han extendido
    la creencia de que las principales tareas de alimentación
    eran ejecutadas exclusivamente por los varones sin reconocer o
    afirmar con razón la participación real femenina y
    cooperativa,
    ya que toda la banda cazaba y viajaba junta.

    También lo corroborarían las
    teorías evolutivas en las cuales los nuevos
    descubrimientos aportan, en contra de las creencias
    estereotipadas, que las hembras tienen un papel importante en su
    sociedad y que participan en la caza en grupos (técnica
    tradicional compartida por los primeros humanos). Y son las
    hembras madres, las que enseñan a sus descendientes con su
    ejemplo: el
    conocimiento para la supervivencia y qué comida comer,
    a recoger los alimentos adecuados y a cazar. "Esta familia
    matricéntrica, que se da en todas las comunidades de
    primates, es la unidad de vida socioeconómica más
    probable de la sociedad protohumana".

    En aspecto religioso, se rendía culto al
    Principio femenino, a la más antigua Diosa que
    adoró la humanidad: la Madre Naturaleza. Y durante miles
    de años sólo la proporcionaban sus representantes
    femeninas. Por lo que, dado que era la mujer, quien proporcionaba
    el alimento a sus hijos, sería ella la que, como
    sacerdotisa, buscaría el medio de asegurarlo, mediante los
    rituales propiciatorios a la Madre Naturaleza. De forma que no es
    hasta la Edad de Bronce, cuando aparece la figura del sacerdote,
    por lo que no tiene sentido pensar que en la Prehistoria
    había brujos masculinos o, en su defectos,
    chamanes.

    Adentrándonos un poco más en la historia y
    en nuestro país, podemos advertir ciertos indicios de
    equidad con el
    hombre en cuanto a la mujer en el trabajo. En
    las cédulas censales de 1869 no es raro encontrar
    niñas de 8 a 9 años descriptas como lavanderas o
    agricultoras, por ejemplo, junto con sus madres y sus hermanas
    mayores. Cuando la labor se realiza fuera del hogar, los doce o
    trece años parecen haber sido un punto habitual de ingreso
    al trabajo.

    La ocupación femenina se mantuvo alta en las
    provincias del interior, donde la mujer solía ser desde
    siempre el sustento de la familia:
    "las mujeres guardan la casa, preparan la comida, trasquilan las
    ovejas, ordeñan las vacas, fabrican los quesos y tejen las
    groseras telas que se visten: todas las ocupaciones
    domésticas, todas las industrias
    caseras las ejerce la mujer: sobre ella pesa casi todo el trabajo
    y gracias si algunos hombres se dedican a cultivar un poco de
    maíz",
    escribía Sarmiento en la década de 1840 y la
    evidencia estadística en los censos de 1869, 1895 e
    incluso 1914 muestra la perduración de esas
    prácticas.

    A modo de conclusión, escribe Octavio Paz:
    "En un mundo hecho a la imagen de los
    hombres, la mujer es sólo un reflejo de la voluntad y
    querer masculinos. En el mundo hacen vulnerable a la mujer. Tanto
    por la fatalidad de su anatomía
    ´abierta´ como por su situación social –
    depositaria de la honra, a la española – está
    expuesta a toda clase de
    peligros…". Por lo que ya es hora de analizar los documentos y no
    las opiniones estereotipadas existentes. Hora es de revisar las
    pruebas, de
    proclamar que nunca ha sido cierta la idea imaginada por
    influyentes historiadores y antropólogos, que proyectaban
    sobre la idea de "los varones como seres superiores que
    subordinaban a las mujeres, consideradas seres maltratados y
    sumisos". Los datos nos demuestran que los roles sexuales
    sólo están condicionados por los factores
    culturales a los que una sociedad está sometida y es por
    eso que debemos revertir esta situación y afirmar
    vehementemente que el cambio en la
    configuración de los roles sexuales es necesario, debido
    tanto al sufrimiento y desgaste psíquico que produce como
    a la infrautilización de la potencialidad de hombres y
    mujeres ya que es importante evitar la diferenciación
    hombre/mujer y entender que estos dos géneros son
    complementarios.

    Bibliografía:

     

     

     

    Autor:

    Pablo David SANTIAGO

    finalizando último año del
    secundario

    Colegio: San Miguel

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter