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Directivos narcisistas




Enviado por jenebral1



    1. ¿Por qué es
      peligroso un directivo narcisista?
    2. ¿Cómo convivir con
      un jefe narcisista?
    3. ¿Es Ud.
      narcisista?
    4. Termino

     

    Casi todos hemos digerido mal algún logro y,
    desde luego, muchos de nosotros dedicamos una significativa parte
    de nuestra atención a cultivar el ego; pero en algunos
    casos, este consumo de
    atención parece realmente excesivo y nuestro rendimiento
    profesional se resiente. Para quienes, tras algunos éxitos
    iniciales, llegan al extremo de perfilar una personalidad
    narcisista, lo que viene después suelen ser sucesivos
    traspiés. En el entorno del narcisista hay personas a
    quienes consigue engañar, pero también hay otras
    que le perciben casi como es, y hasta sienten algo de
    vergüenza ajena. A veces se acompaña de algún
    grado de corrupción, pero el narcisismo ha de ser
    visto como un trastorno de la
    personalidad, como un grave e indecoroso exceso de autoestima.

    Resulta curioso que sea precisamente la atención
    al ego lo que les desactive el sentido del ridículo,
    aunque no todo el mundo les percibe impecablemente absurdos o
    extravagantes, ni –obvio esto– todos los que hacemos
    el ridículo somos narcisistas. El narcisista es una
    persona que se
    sobrestima en muy visible medida, y precisa ser admirado por los
    demás, a los que considera inferiores y desprecia.
    Fantasea sobre sus logros y méritos pasados y aun futuros,
    muestra falta
    de empatía, se manifiesta de forma arrogante y no tolera
    las críticas; el culto a sí mismo le lleva
    además a cuidar en extremo su aspecto e indumentaria. Con
    su falsa imagen propia, ya
    se ve lo peligroso que puede ser un narcisista en puestos
    directivos. Llega a considerar que sus subordinados están
    a su servicio en
    vez de al de la empresa, y su
    propio interés
    predomina sobre la legitimidad. Piensa que las normas no
    están para él y se las salta sin conciencia de
    culpa. Aunque sean muchos los estirados, los arrogantes o los
    engreídos, el narcisismo parece ciertamente algo
    más grave, sobre todo en quienes administran poder.

    He leído que ésta es la enfermedad de
    nuestro tiempo en el
    mundo empresarial, y parece ciertamente una enfermedad, porque,
    con juicio sano, un posible narcisista podría pensar casi
    lo mismo de sí, sin quedar tan en evidencia. Creo que vale
    la pena que dediquemos unos minutos a reflexionar sobre esta
    perturbación de la personalidad, en prevención de
    la misma o, en su caso, persiguiendo una posible, aunque
    difícil, toma de conciencia. Pero también podemos
    reflexionar juntos sobre la forma de convivir con un directivo
    narcisista, porque, en ese caso y según reaccionemos, nos
    puede ir bien o podemos correr serios riesgos.
    Diría ya que me sorprende que las organizaciones no
    se prevengan más contra estos trastornos, pero sea el
    lector quien llegue a sus conclusiones.

    Puede que casi todos hayamos pasado por alguna etapa de
    exagerada autoestima –yo lo admito–, pero en la
    madurez deberíamos estar ya curados y conocernos mejor. El
    tema me interesa desde hace tiempo. Siendo yo niño,
    había un empresario
    amigo de la familia,
    que era siempre el centro de atención allá donde
    estuviera; todos le consideraban una persona especial, y a
    él le gustaba mucho que lo escucharan. Ahora lo identifico
    como algo narcisista, pero entonces me parecía una
    referencia a considerar: acabó mal, por cierto. Luego, ya
    en mi trayectoria profesional de docente y consultor, he sufrido
    –y me han sufrido– más de diez jefes
    distintos, uno –sólo uno– de los cuales me
    parecía narcisista, en grado de trastorno. No me siento
    animado a evaluar a mis jefes, considerando además que
    tampoco yo mismo he debido ser el colaborador ideal; pero creo
    poder reconocer a un directivo narcisista, distinguiéndolo
    de quienes lo parecen pero no lo son, y de quienes simplemente
    amenazan serlo. De todos modos, es más seguro acudir a
    los expertos, y lo hacemos a continuación.

    Leído en un interesante libro
    (Mobbing) de Iñaki Piñuel que releo de vez
    en cuando, la DSM IV (Manual diagnóstico y estadístico de los
    trastornos mentales) apunta comportamientos
    característicos de la personalidad narcisista. Ya
    cabría hablar de tal, si se diera la mitad de los
    siguientes:

    • El sujeto posee una idea grandiosa de su propia
      importancia.
    • Le absorben fantasías de éxito
      ilimitado y de poder.
    • Se considera especial y único, y sólo
      puede ser comprendido por otras personas
      especiales.
    • Tiene una necesidad excesiva de ser
      admirado.
    • Tiene un sentido de "categoría", con
      irrazonables expectativas de un trato especialmente
      favorable.
    • Explota a los demás y se aprovecha de ellos
      para conseguir sus fines.
    • Carece de empatía.
    • La envidia, por pasiva o activa, reside en su
      conciencia.
    • Se manifiesta prepotente y arrogante.

    Quizá todos podemos ponerle cara a estos rasgos
    porque se ven por la tele: no se dan sólo en la empresa. Pero el
    propio Piñuel, en un capítulo de su libro sobre el
    acoso psicológico, nos traslada al entorno de las
    organizaciones, para identificar características
    más específicas del narcisismo. El autor
    sitúa al narcisista, entre otros perfiles, como un posible
    acosador u hostigador, y por eso le dedica varias páginas.
    Entre las características de este trastorno en la empresa,
    nos señala:

    • Pensamientos o declaraciones de autovaloración
      profesional.
    • Historias de grandes logros en el pasado.
    • Hipersensibilidad a la evaluación de los
      demás.
    • Utilización de los demás como espejo o
      auditorio.
    • Violación de los códigos éticos
      de la
      organización.
    • Sentimiento de imprescindibilidad y aun de
      infalibilidad.
    • Monopolización del mérito ajeno o
      colectivo.
    • Autoatribución de gran visión
      estratégica.
    • Evitación de que otras personas
      destaquen.
    • Propagación de la mediocridad, para brillar
      sin obstáculos.
    • Creencia de que las reglas no son para
      ellos.
    • Atención al nivel jerárquico en su
      relación con los demás.
    • Desprecio a colegas y subordinados.
    • Fobia al fracaso.

    Ya se va viendo lo pernicioso que puede resultar la
    perturbación que describimos. Probablemente, el daño
    que pueden hacer a sus organizaciones es proporcional a su poder,
    y no podemos sorprendernos de que un primer ejecutivo narcisista
    acabe llevando a su empresa al fracaso. A un observador, no pocos
    ejecutivos de grandes empresas pueden
    parecer distantes, fríos, estirados y egocentristas
    –como les suelen gustar los actos litúrgicos
    multitudinarios, uno puede observarlos bien–, pero eso no
    les hace siempre narcisistas. A mí, en experiencia propia,
    me llamó la atención que alguien a quien yo
    tenía por tal, respondiera siempre de manera muy abstracta
    a las preguntas que le hacíamos en las grandes reuniones,
    y que, cuando le pedíamos concreción, se fuera ya a
    detalles minúsculos; ahora sé que éste
    también parece ser un síntoma del
    trastorno.

    El lector podría llegar a otra conclusión,
    pero a mí me parece que el narcisismo podría tener
    su origen en una mala digestión de un éxito
    temprano, y verse favorecido por un exagerado reconocimiento del
    entorno. Si, aún inmaduro, el individuo
    sigue cosechando buenos resultados, puede ir acentuando el perfil
    o no; pero cuando, como parece normal, llega algún
    traspié, puede que sea ya demasiado tarde y la conciencia
    del individuo no pueda aceptarlo: ahí podría
    consolidarse, en su caso, la personalidad narcisista que
    describimos, quizá como defensa ante la adversa realidad.
    Puedo estar simplificando demasiado y aun especulando, pero el
    lector puede así contrastar su modo de verlo con el de un
    observador autodidacto que en la universidad no
    estudió Psicología, sino
    Electrónica.

    ¿Por
    qué es peligroso un directivo narcisista?

    Por lo que hace o deja de hacer, más que por lo
    que es. Cabe pensar que no importaría mucho que un
    directivo fuera narcisista si también fuera eficaz, es
    decir, si consiguiera los resultados esperados; pero es que el
    narcisismo resta eficacia a corto
    y a largo plazo, y erosiona la calidad de
    vida en la empresa. De modo que estamos ante un trastorno
    peligroso que afecta al deseable tándem del rendimiento y
    la satisfacción profesional; estamos ante un trastorno que
    parece anunciar desastres. Diríase, improvisando, que lo
    más peligroso de un directivo narcisista es
    que:

    • Tiene demasiado alterada su visión de la
      realidad.
    • Mantiene inútilmente ocupada una parte
      importante de su atención.
    • No es fácil establecer una comunicación auténtica con
      él.
    • Ignora las reglas de todo tipo, incluida la ética.
    • No es consciente de sus errores, no rectifica y no
      aprende.
    • Se pierde la ayuda de la empatía, la
      intuición genuina y otros recursos.
    • Es incapaz de lograr la activación emocional
      positiva de sus colaboradores.
    • Da prioridad a sus intereses personales.
    • Les ningunea, e hiere la dignidad de
      colegas y subordinados.
    • Espanta a los clientes, salvo
      connivencias o complicidades.
    • No se deja criticar ni aconsejar.
    • Es incapaz de fijar objetivos
      realistas.
    • Genera emociones
      negativas en su entorno.
    • Suele huir hacia adelante.
    • Propicia o asegura la mediocridad a su
      alrededor.
    • Constituye una referencia contagiosa para los
      inmaduros.
    • Practica castigos psicológicos a
      subordinados.
    • A menudo resulta complicado retirarle el poder que
      administra.

    Quizá el lector pueda añadir otros
    detalles, pero todo lo anterior, si estamos de acuerdo,
    obstaculiza la prosperidad de la organización y enrarece su clima. Al margen
    de la posible añadida corrupción –negligente o
    codiciosa– de magnitud diversa, si reflexionamos sobre la
    lista anterior, uno, sin poder evitarlo, sigue
    preguntándose por qué no se libran las
    organizaciones de estos peculiares directivos;
    ¿quizá porque la propia cultura de la
    organización los genera como efecto secundario? Por otra
    parte, merece comentario lo del clima de mediocridad militante
    que suele generar el narcisista como autoprotección:
    alguien que presentara ideas brillantes o innovadoras
    podría verse inmovilizado por los perros del
    hortelano
    . El narcisista no puede tolerar más brillos
    que los que él hace brillar; no puede celebrar
    éxitos que no sean suyos; tiene que ser el mejor, incluso
    cuando juega al tenis o al mus. Necesita, en suma, un entorno
    más mediocre que él.

    También destacaría yo la ausencia de
    autocrítica y la quiebra del
    espíritu de comunidad; pero
    todo, en general, invita a malos presagios. Adicionalmente, en su
    afán de notoriedad, este directivo puede servirse de su
    puesto para formar parte de clubs, asociaciones y otras
    iniciativas en que nutra su hambriento ego. (Naturalmente, hay
    que precisar, aunque no haga falta, que el hecho de participar en
    iniciativas diversas no implica narcisismo; de acuerdo: no
    hacía falta decirlo). El eco que en esos foros encuentra
    el narcisista, puede estar más vinculado a su
    contribución material que a la intelectual, porque en
    seguida se deja conocer, y no sólo se delata a sí
    mismo, sino que puede desacreditar a la empresa que representa.
    Cabe insistir en que estamos ante una conducta
    trastornada que se produce en diferentes grados, pero el hecho es
    que entre sus síntomas figuran la falsedad, la arrogancia,
    el juicio temerario y la jactancia, todos muy visibles y
    sospechosos.

    ¿Cómo
    convivir con un jefe narcisista?

    Como ante un jefe inepto o corrupto, ante un narcisista,
    y según el grado y las circunstancias, cabe largarse,
    quedarse hasta poco antes de que se hunda el barco, o hundirse
    con el mismo; pero no hay que descartar que la empresa haya
    conseguido situarse en aguas y vientos favorables, y
    continúe su trayectoria aceptablemente. Pensando en que
    hemos de convivir con un jefe a tope narcisista,
    ¿qué podemos hacer? ¿Hay realmente que hacer
    algo? Desde luego, el narcisista genera emociones en sus
    testigos. Si, por muy profesional que se sea, uno carece del
    estómago adecuado, parece natural que se reaccione de
    alguna manera, no siempre adecuada. Como yo lo he hecho muy mal
    cuando me he visto ante un jefe así, creo poder apuntar
    algunas cosas que sí podrían ser más
    válidas.

    Antes de hacerlo y aunque el lector se preguntará
    quién estaba más tocado, déjenme recordar
    algunas cosas que yo hacía, no sabiendo qué hacer.
    Hace ya tiempo de esto pero tuve, en efecto, un jefe que
    parecía encajar en el perfil que estudiamos. Recuerdo que
    cuando se acercaba a mi zona de trabajo, y
    aunque no se dirigiera a mí, yo me ponía de pie;
    noté que volvía la cabeza al irse, para comprobar
    si también coincidía su marcha con que yo me
    volviera a sentar. En la misma intención, cuando él
    me llamaba a su despacho, yo cogía mi chaqueta del
    respaldo de la silla, iba deprisa a su despacho, me paraba en la
    puerta y, ante sus ojos, me ponía apresuradamente la
    chaqueta antes de entrar; a veces, hasta me colocaba el nudo de
    la corbata. Nunca me dijo que dejara de hacer tonterías.
    Sigo creyendo que no se daba cuenta de que le estaba tomando el
    pelo, pero confieso mi irreverencia mientras lo recuerdo con
    cierta sonrisa.

    Bien pues, en torno al
    narcisista hay quienes optan por sumarse a la corte de aduladores
    y pleasers, en espera de contrapartidas. Pueden
    reconocerse también los políticamente correctos,
    que consideran que deben ser leales al jefe, sea lo que sea y
    haga lo que haga. Asimismo pueden aparecer quienes encaren la
    situación, ya sea con fines legítimos o espurios.
    Si Ud. rechaza la conducta del narcisista pero, mientras aparece
    una alternativa idónea, opta por sobrevivir en ese
    ambiente lo
    más dignamente posible, conservando algo de su iniciativa
    e independencia
    moral, le
    someto ya mis sugerencias:

    • Evite formular críticas o limítelas
      mucho en fondo y forma.
    • Esté atento a posibles trabajos-trampa que se
      le encarguen.
    • Prevéngase de reproches o acusaciones
      inmerecidas.
    • Realice su trabajo, si le gusta, con cierta
      autotelia.
    • Respire aire fresco
      (procure ampliar su horizonte), de vez en cuando.
    • Cultive apoyos a su alrededor.
    • Recele de los elogios internos que
      reciba.
    • Practique el aprendizaje
      permanente.
    • No alardee de sus conocimientos pero tampoco los
      oculte.
    • Disimule su alejamiento emocional del jefe y su
      corte.
    • Haga poco ruido, pero
      vaya ganándose respeto
      profesional.
    • Sin llegar a enfrentamientos, impida que se apropien
      de sus méritos.

    Básicamente, se trata de prevenir animadversiones
    y también de preparar defensas por si llegan. Nada nuevo
    en realidad, y además ya sabe que los consejos
    están para saltárselos, y que, bien pensado, lo que
    funciona es la intuición. Si a Ud. le funciona bien (la
    intuición y todo lo demás), es posible que
    esté a salvo. Pero ya ve: Ud., persona de cierta
    integridad, va a tener que dedicar una parte de ese recurso
    limitado que es la atención, para prevenir y combatir la
    mala intención de un jefe narcisista ante un colaborador
    no sometido. Ahora le voy a proponer un breve examen de
    conciencia por si quiere asegurarse de no ser usted mismo
    narcisista.

    ¿Es Ud.
    narcisista?

    Se lo pregunto porque, si lo fuera, probablemente no
    sería consciente de ello. Si ha leído este
    artículo relajado, sin inquietud interior, seguramente Ud.
    no lo es; pero si se ha sentido algo incómodo leyendo,
    entonces empiece a sospechar de sí mismo. Mi
    intención era inquietar a los posibles narcisistas, en su
    propio beneficio y por mi reconocida irreverencia. Si es el caso,
    busque feedback fiable y reflexione; y si lo prefiere,
    cumplimente el siguiente pequeño cuestionario y
    consulte luego el oráculo. Lo he confeccionado
    inspirándome en las creencias del narcisista, tal como las
    formula Iñaki Piñuel en el importante libro a que
    me he referido.

    Ya sabe: esto es para sospechosos de narcisismo.
    Otórguese de 0 a 4 puntos, en la medida en que cada una de
    las propuestas siguientes le identifique:

    1. Mis colaboradores están a mi
      servicio.
    2. A mí no me obligan las reglas.
    3. Soy imprescindible.
    4. Reúno méritos
      extraordinarios.
    5. Tengo gran visión de futuro.
    6. Yo no me equivoco.
    7. Todos me lo deben todo.
    8. Puedo esperar grandes cosas de mí
      mismo.
    9. Soy extraordinariamente inteligente.
    10. Soy objeto de gran envidia.

    Ud. ha debido obtener cero puntos o apenas unos pocos, y
    por lo tanto está lejos de ser considerado narcisista;
    pero si, respondiendo con toda la sinceridad de que es capaz,
    hubiera obtenido más de 20 puntos, yo también
    sospecharía de Ud. Y si hubiera obtenido más de 30,
    necesitaría ya tratamiento urgente, y debería,
    quizá, buscar ayuda. Puede empezar con un buen
    coach, sin descartar al psicoanalista.

    Termino

    A pesar de todo, deseo insistir en que, si se atiende a
    la calidad de vida
    en el trabajo,
    quizá un jefe narcisista no es lo peor que le puede pasar,
    si no lo tiene Ud. demasiado cerca: podría ser peor un
    jefe pusilánime, maquiavélico, acosador,
    obstruccionista, neurótico, cínico… Y hay que
    recordar –no se nos había olvidado– que hay
    jefes eficaces, auténticos, muy estimados por sus
    colaboradores, que crean a su alrededor climas o microclimas de
    confianza, alto rendimiento y elevada satisfacción
    profesional: durante mis 30 años en una gran empresa de
    brillante pasado, conocí algunos, y llegué a la
    conclusión de que, trabajando igual, uno puede ser feliz o
    no, en función
    del jefe que le toque. Naturalmente, los jefes podrían
    decir algo parecido de sus subordinados, pero creo que, en su
    caso, éstos sufren más a aquéllos que
    aquéllos a éstos. El tema da para más, pero
    no quería ponerme muy pesado. Gracias a quienes hayan
    llegado hasta aquí.

     

    José Enebral Fernández

    Consultor de Recursos Humanos

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