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Edith Stein: un camino hacia la verdad




Enviado por ysidrosanchez



    1. Resumen
    2. El Problema
    3. Contexto
      histórico-filosófico de Edith
      Stein
    4. Filosofía
      Cristiana
    5. Respuestas para el hombre de
      hoy
    6. Conclusión
    7. Bibliografía

    RESUMEN: En la obra "Ser finito y
    Ser Eterno", E. Stein nos induce a presuponer que el
    concepto de
    verdad es la convergencia sintética del Aristotelismo,
    Tomismo y de la Fenomenología: la verdad es el Ser mismo
    que se abre espacio, que se revela, que se manifiesta, que se
    descubre, a la inteligencia
    humana.

    Introducción

    En la obra "Ser finito y Ser Eterno", E. Stein
    nos induce a presuponer que el concepto de verdad es la
    convergencia sintética del Aristotelismo, Tomismo y de la
    Fenomenología: la verdad es el Ser mismo que se abre
    espacio, que se revela, que se manifiesta, que se descubre, a la
    inteligencia humana.

    La estructura de
    este trabajo
    monográfico está planteado en cuatro
    capítulos, descritos de la siguiente manera:

    • En un primer capítulo, el planteamiento
      del problema, el cual se resume en la descripción del camino de la Verdad que
      se propone Edith Stein, para una Filosofía Cristina, en
      su obra Ser finito y Ser Eterno.
    • El segundo capítulo, hace referencia al
      contexto histórico de la autora, su biografía; sus influencias
      filosóficas y religiosas; y sus aportes y
      características.
    • El sentido de una Filosofía Cristiana, basada
      en la pregunta: ¿qué es la Verdad? Buscadora de
      la Verdad. Relación entre Filosofía y
      mística; son los temas que planteo en este tercer
      capítulo.
    • En el cuarto capítulo planteo la propuesta de
      Edith Stein para el hombre de
      hoy, que por su experiencia de vida contrapone
      dialécticamente en estos seis puntos: el racionalismo, el pragmatismo,
      la degradación de la vida interior, la fuerza de
      arrastre de la sociedad, la
      falta de esperanza, además, de la actitud de
      muchos frente a la Iglesia.

    El presente trabajo trata de describir el camino hacia
    la búsqueda de la Verdad que propone Edith Stein, la cual
    es una filósofa mística del pasado siglo. Su
    pensamiento ha
    influido en el desarrollo de
    la filosofía propiamente dicho, pues si bien es cierto que
    desde su aparición habían surgido desde la
    antigüedad, innumerables pensadores que crearon escuelas,
    tendencias y corrientes de pensamientos y que hasta modificaron
    el rumbo de la historia con sus postulados
    filosóficos, no es menos cierto que en el campo del
    análisis gnoseológico, se
    concebía al mundo desde la relación sujeto-objeto;
    Edith Stein nos plantea una nueva relación entre fe y
    razón, entre Filosofía y Teología, es decir,
    la relación tomismo-aristotélico y
    fenomenología. El cual va a enfocar desde un
    círculo hermenéutico, donde se plantea la
    racionalización del filósofo frente al
    fenómeno y frente a la Verdad (del ser finito al Ser
    Eterno).

    La gnoseología de Edith Stein, no se circunscribe
    al aspecto religioso solamente, sino que se proyecta a los campos
    de la antropología, la educación y la
    política.

    Espero llenar las expectativas que se me han planteado
    con el estudio de esta filósofa y ampliar un tanto el
    panorama cultural que amerito como futuro religioso y guía
    espiritual de una hipotética grey; evitando así la
    unidireccionalidad de pensamiento que ha caracterizado y sigue
    caracterizando nuestro actuar en un campo de la vida del hombre, tan
    fundamental como lo es el campo espiritual.

    "El que anda tras la verdad vive preferentemente en
    ese centro interior donde tiene lugar la actividad encantadora
    del entendimiento; si en serio trata de buscar la verdad (y no
    de acumular meros conocimientos aislados), tal vez se halla
    más cerca de Dios, que es la misma verdad".

    E. Stein.

    CAPITULO I

    EL
    PROBLEMA

    1. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA.

    El pensamiento de Edith Stein surge en la encrucijada de
    las corrientes filosóficas del primer tercio de siglo, que
    tratan de repensar la realidad histórica, cuestionada por
    el drama de la primera guerra
    mundial (1914-1918). Ella participa en esta guerra como
    enfermera auxiliar en un hospital militar austriaco (1915),
    mientras prepara su tesis doctoral
    de Filosofía, bajo la dirección de Edmund Husserl. En la segunda guerra
    mundial (1940-1945), donde ella misma es víctima. Si
    en la primera lo hace prestando un servicio en la
    segunda lo hace entregando su vida. Es la mejor
    confirmación de que su pensamiento filosófico no es
    ajeno a la vida; no es una abstracción de la realidad,
    sino la inmersión más profunda de ella.

    Desde su condición de filósofa y
    posteriormente cristiana, se siente protagonista de la historia.
    Participa de lleno en los acontecimientos, tratando de
    reconciliarlos por los caminos de la verdad y de la convivencia
    humana; primero, desde las exigencias de la racionalidad
    filosófica; segundo, desde las exigencias de la fe
    cristiana.

    Esta condición no responde, a dos etapas de su
    vida, sino a dos perspectivas que en ella se complementan y se
    potencian. Como Edith Stein, desde su condición de
    filósofa en el ámbito de la fenomenología,
    se va abriendo progresivamente a la verdad como fenómeno
    cristiano; y el descubrimiento de la verdad de la fe redimensiona
    su pensamiento filosófico, dando paso a nuevos horizontes
    y dejándose cuestionar por nuevas experiencias de
    vida.

    Por eso este tipo de planteamiento nos concientiza sobre
    un tópico que ha tenido, tiene y tendrá vigencia
    mientras el ser humano siga buscando: una razón, un camino
    o una finalidad que explique o al menos justifique su
    tránsito terreno. Específicamente nosotros
    hipotéticos conductores de almas nos abrimos nuevos
    horizontes en el manejo de nuestra verdad.

    1. ¿Cómo analizar y comprender el sentido
      filosófico-cristiano de Edith Stein en su obra: "Ser
      finito y ser eterno"?

    2. Formulación del problema.
    3. Objetivo General.

    Describir el camino hacia la verdad que propone Edith
    Stein para una Filosofía Cristiana, según su
    obra: "Ser finito y ser eterno".

    4. Objetivos
    específicos.

    • Ubicar a E. Stein en el contexto histórico y
      filosófico en el cual se
      desenvolvió.
    • Analizar el sentido de Filosofía Cristiana
      de E. Stein en su obra "Ser finito y ser eterno
      ".
    • Comprender las respuestas de E. Stein frente al
      problema del hombre hoy.
    1. Justificación del problema

    La razón fundamental del presente trabajo lo
    constituye: demostrar una Filosofía construida,
    utilizando no sólo la razón natural sino
    también, la fe como fuente de conocimiento.

    En el camino de la búsqueda de la verdad son
    muchos los filósofos y las corrientes
    filosóficas que han dado respuesta a ésta
    interrogante. Preguntas como: ¿Qué es el hombre?
    ¿Qué sentido tiene la vida? ¿Hacía
    dónde se dirige? Son las interrogantes que inquietan a
    E. Stein, pues, así es su pensamiento; punto de
    unión o lugar donde se encuentran viejos caminos y otos
    nuevos se abren; entre Filosofía y Teología,
    Psicología y Espiritualidad, Individuo y
    Comunidad,
    Religión
    Judía y Cristiana. Ella se caracteriza por su gran
    cosmovisión
    cultural-antropológico-religioso-místico.

    Entre estos rasgos definitorios de su personalidad, destaca el de su pasión por
    la verdad, buscando por ello con ardor a través de sus
    estudios filosóficos. De este modo su itinerario
    espiritual se presenta como una corroboración de "las
    relaciones entre fe y razón", descritas por Juan Pablo
    II en su última encíclica como "camino en busca
    de la Verdad".

    Toda su obra filosófica se caracteriza por su
    empeño en llegar a una síntesis, como en las grandes sumas
    medievales, entre pensamiento filosófico y cristiano,
    entre razón y fe, entre filosofía y
    teología. Es consciente de las diferentes actitudes en
    la comprensión de esta relación, incluso entre
    filósofos y teólogos católicos y sin
    embargo, llegar a una unidad de pensamiento, que contempla
    la ciencia y
    la revelación como dos fuentes de
    verdad que se complementan, son cruciales para ella, en orden
    de salvaguardar la verdad del conocimiento humano, capaz de
    impulsar la historia por los caminos de la verdad y del
    bien.

    Ha sido la renuncia a contar con Dios y con la
    religión en aras de una pretendida autonomía de
    la razón humana, lo que ha conducido al pensamiento
    filosófico moderno a una situación, en la que
    comenzó a cundir el "desencanto" y desconfianza en la
    razón.

    Es por eso, la gran importancia que tiene para
    mí, hacer éste análisis de la obra "Ser
    finito y Ser eterno" de Edith Stein, donde desarrolla y aporta
    una gran síntesis filosófica entre Husserl y Sto.
    Tomas y logra la conciliación de un círculo
    hermenéutico entre fe y razón.

    CAPITULO II

    CONTEXTO HISTÓRICO-FILOSÓFICO DE
    EDITH STEIN

    "Yo he aprendido que rara vez se
    puede mejorar a las personas

    diciéndoles la verdad. Eso
    sólo puede ayudarles cuando ellas tienen un

    sincero deseo de mejorar y cuando
    ellas mismas conceden a alguien el derecho

    a decírsela".

    E. Stein.

    1. Edith Stein "judía, conversa, carmelita,
      importante filósofa cristiana, mártir",
      nació el 12 de octubre de 1891 en Breslau. En la familia
      era la menor de cinco hermanas y dos hermanos. Su padre,
      Siegfrid Stein, era comerciante mayorista en maderas y
      murió siendo ella todavía una
      niña.

      Su madre, Augusta Courant de Stein, logró con
      gran energía y esmero hacer del negocio familiar, que
      el padre había dejado endeudado, una
      compañía de prestigio. Ella misma una
      judía de arraigadas convicciones, llevaba una vida de
      profunda piedad y gran fidelidad a la ley. Edith
      Stein, en cambio, se
      había alejado ya en sus años de estudiante de
      la fe judía. "En aquellos años", dice ella,
      "abandoné conscientemente y por propia decisión
      el hábito de rezar". Edith era una niña muy
      alegre y despierta y fue siempre una alumna excelente.
      También como estudiante universitaria destacó
      sobre los demás estudiantes debido a su extraordinario
      talento. En Breslau y Gotinga estudió letras
      germánicas, historia y sociología; su preocupación
      principal fue, sin embargo, la filosofía, cuyos
      estudios concluyeron con exámenes
      brillantes.

      De esos años de estudio se pueden destacar
      dos características principales de la joven Edith. La
      primera es la búsqueda apasionada de la verdad. Edith
      se sentía inundada por un profundo idealismo
      ético, que no le permitía, aun alejada de la
      fe, callar la voz interior que la impulsaba a la
      búsqueda de Dios. Desde muy temprano comenzó a
      preguntarse por el sentido más profundo de la
      existencia humana. Esa pregunta por el hombre fue la
      raíz y el fundamento de sus estudios
      filosóficos a los cuales se dedicaba cada vez con
      mayor intensidad. Se puede muy bien decir que el método fenomenológico del
      filósofo Edmund Husserl fue el que le dio la
      posibilidad de percibir y elaborar sus prejuicios
      racionalistas para acercarse lentamente a la fe cristiana.
      Las clases del filósofo Max Scheler fueron un apoyo
      muy importante en ese largo camino de conversión, pero
      la influencia decisiva la ejercieron los muchos testimonios
      de fe de amigos cristianos y los escritos de Santa Teresa de
      Ávila. En el verano de 1921 tomó la firme
      decisión de convertirse al catolicismo y el 1 de enero
      de 1922 fue acogida por el bautismo en el seno de la Iglesia
      Católica en el templo parroquial de Bergzabern en el
      Palatinado.

      Como segunda característica de la joven Edith
      se puede mencionar el apasionado interés por los acontecimientos
      políticos de su tiempo y
      su pronunciada conciencia
      de responsabilidad social. Con insospechado
      énfasis se comprometió en la lucha por la
      igualdad
      de los derechos de la
      mujer y nunca pudo aceptar una actitud indiferente frente
      a los acontecimientos sociales y políticos de su
      época. Ya durante su primer semestre en la universidad se dedicó a dar cursos
      complementarios para trabajadoras y empleadas en la
      organización que se podría considerar
      precursora de la actual universidad popular alemana. Siempre
      le estuvo agradecida al estado
      alemán, pues éste le posibilitaba, a
      través de la universidad, descubrir los tesoros de la
      sabiduría humana y en gesto generoso se decidió
      a hacer de su profesión un acto de servicio al pueblo.
      En sus escritos se puede entrever cuán profundamente
      la conmovieron los sucesos bélicos que acosaban a su
      patria. Tanto, que se comprometió activamente en la
      primera guerra
      mundial y en la segunda hizo entrega valiente de su
      propia vida. En 1915 interrumpió sus estudios,
      inició su aprendizaje
      como ayudante de enfermería en la Cruz Roja y
      trabajó en un hospital de prevención de
      epidemias; en 1916 trabajó como suplente en una
      escuela
      secundaria de Breslau.

      Desde 1916 hasta 1918 fue asistente de Edmund
      Husserl en Friburgo de Brisgovia. Paralelamente dio clases de
      introducción a la fenomenología
      para estudiantes universitarios y publicó sus primeros
      trabajos sobre los fundamentos filosóficos de la
      psicología y sobre la comunidad y el estado.
      En ese tiempo intentó también acceder a una
      cátedra en la universidad, pero como por aquel
      entonces no se concedían cátedras a las
      mujeres, reunió en torno a
      ella un grupo
      privado de estudios en Breslau y dictó clases en la
      universidad popular. Después de su conversión
      llegó a ser profesora de alemán y de historia
      en el Liceo y en la escuela de maestras de las dominicas de
      Espira. En ese período publicó también
      tres tomos de traducciones (las cartas del
      Cardenal Newman y las cuestiones disputadas "Sobre la Verdad"
      de Santo Tomás) y numerosos artículos sobre
      pedagogía y educación. En 1922 fue nominada para la
      cátedra de antropología en el Instituto
      Alemán de Pedagogía Científica de
      Münster; pero apenas un año más tarde fue
      retirada del puesto, a causa de su procedencia judía.
      Durante sus años en Espira dictó también
      numerosas conferencias en diferentes ciudades de Alemania y
      del extranjero, dirigió programas de
      radio y puso
      siempre su acento en la formación de la mujer.
      Según sus propias palabras, su único objetivo
      era enseñar a los hombres cómo se puede empezar
      a vivir de la mano del Señor.

      De los años de docencia
      se pueden recalcar también otros dos caracteres
      propios de la
      personalidad de Edith Stein. En primer lugar, hay que
      mencionar la irrevocable y contagiante fuerza de su fe.
      Cristo y el Evangelio eran el cause sobre el cual ella, sin
      ningún tipo de reservas, orientaba toda su vida. Se
      da, además, por supuesto que sus conocimientos sobre
      la doctrina de la Iglesia y de los grandes santos y su
      comprensión de la liturgia y de la Sagrada Escritura
      eran realmente eximios. Su adoración por el
      Santísimo Sacramento y su devoción por
      María y por el Sagrado Corazón de Jesús eran tan
      simples y naturales, y a la vez tan profundas y vivas, que
      frente a ese hecho sólo cabe una gran
      admiración.

      Esa mujer
      erudita, que con refinado espíritu investigaba las
      más difíciles cuestiones teológicas y
      filosóficas, y que atraía en sus conferencias a
      cientos de oyentes, era la misma que muy a menudo pasaba
      horas arrodillada frente al Tabernáculo, tan
      profundamente recogida, como si no hubiera para ella ninguna
      otra cosa en el mundo. Su total entrega a la voluntad de Dios
      y la infinita confianza en su providencia y misericordia, aun
      en las horas de sufrimiento y persecución, eran
      sencillamente inamovibles. Otra característica propia
      de su personalidad era su nobleza y confianza para con los
      hombres que la vida le ponía delante.

      Edith Stein entró el 14 de octubre de 1933 en
      el convento de las Carmelitas Descalzas de Colonia y
      recibió en la toma de hábito el nombre de
      "Teresa Benedicta de la Cruz". El 21 de abril de 1938 hizo
      sus votos perpetuos y en el mismo año tuvo que emigrar
      al Carmelo de Echt, en Holanda, a causa de las intrigas
      antijudías del régimen nacionalsocialista de
      Hitler.
      Después de la ocupación alemana de los
      Países Bajos comenzó también en Holanda
      la persecución de los judíos y el primer domingo de agosto la
      GESTAPO tomó prisioneras a Edith Stein y su hermana
      Rosa, que trabajaba en la portería del convento y que
      se había convertido al catolicismo al igual que su
      hermana. Ambas fueron deportadas a Auschwitz donde murieron
      asesinadas en las cámaras de gas el 9 de
      agosto de 1942.

      En 1962 se inició su proceso de
      beatificación y el mismo Santo Padre expreso su gran
      interés de que ella estuviera junto a Maximiliano
      Kolbe en el catálogo de los santos. De este modo
      sería ella, que por la providencia de Dios
      llegó a ser famosa en todo el mundo, una digna
      representante de los innumerables mártires que
      permanecen anónimos y que corrieron su misma suerte de
      cruel aniquilación. El arduo trabajo de ese proceso
      fue coronado con su beatificación en Colonia, el 1 de
      mayo de 1987.

    2. Referencia biográfica y su entorno
      filosófico.
    3. Influencias filosóficas y
      religiosas
      .

    La filosofía de Edith Stein es una
    combinación original de fenomenología y
    pensamiento escolástico. De la primera tomó
    principalmente el método y los aspectos realistas, no
    sólo de Husserl, sino también de A. Pfänder
    y de Hedwig Conrad-Martius. Del segundo tomó
    principalmente el tomismo, pero en algunos puntos importantes
    tales, la cuestión del principio de individuación
    y la existencia de una materia
    espiritual, se adhirió a otras tendencias
    escolásticas, en particular al escotismo. Otro
    importante ingrediente del pensamiento filosófico de
    Edith Stein es la mística, sobre todo la de tres
    autores: el Pseudo- Dionisio, San Juan de la Cruz y Santa
    Teresa de Jesús. La relación con Heidegger no
    debe tampoco olvidarse, si bien Edith Stein rechazó
    enérgicamente el "finitismo" temporalista de ese
    filósofo. El interés principal de Edith Stein
    consistió en la edificación de una metafísica completa, nuevo eslabón
    de la Philosophia perennis, que sin dejar de ser estrictamente
    filosófica no descuidara las riquezas proporcionadas por
    la experiencia inmediata y su análisis
    fenomenológico. Puede decirse que su punto de partida
    era fenomenológico-inmanente, pero que su
    conclusión era realista-trascendente. En efecto la
    dialéctica entre el ser finito y el ser eterno (objeto
    del su libro sobre
    el sentido del ser) permitía, según Edith Stein,
    evitar el dogmatismo a que conduciría la adhesión
    pura y simple a cualquiera de las dos posiciones. La
    síntesis fenomenológica-escolástica era
    así, a la vez, una síntesis de razón y
    experiencia, de temporalidad y eternidad, de finitud e
    infinitud, de existencia y esencia.

    Los caminos espirituales a través de los cuales
    el alma llega al
    pleno conocimiento de sí misma y a la plenitud de su ser
    son fundamentalmente tres y responden a las propuestas de Santa
    Teresa de Jesús, Dionisio Pseudo-Areopagita y San Juan de
    la Cruz.

    1. La concepción steiniana de "Las Moradas":
      Edith Stein parte, en su análisis de la doctrina
      teresiana del alma, del principio que afirma que el alma es el
      centro de la unidad corporal-anímico-espiritual de la
      persona humana.
      El alma no puede ser identificada, sin embargo, con el "Yo
      puro" sino que representa el espacio vital en el cual el "yo"
      se descubre a sí mismo y no de manera puntual sino
      ascendente, desde la primera a la séptima morada. La
      divergencia con la doctrina teresiana a este respecto reside en
      el modo cómo el "yo" se descubre a sí mismo y en
      los pasos que le conducen a la plenitud de su ser en la
      unión mística con Dios. Sin duda alguna es la
      oración la puerta a través de la cual el alma se
      descubre a sí misma; Edith Stein, considera necesario
      complementar este acceso a las moradas interiores de la persona
      con los resultados de una sicología sana y de una
      antropología fundada en el carácter espiritual de la persona humana.
      La esencia misma del alma, aun cuando permanezca en
      última instancia en el ámbito del misterio, no es
      en sí misma un incógnito irreductible a vectores
      racionales, sino que ofrece múltiples posibilidades de
      acceso a sus espacios existenciales más íntimos.
      Según este principio, le pertenece al alma una
      estructura propia que puede ser considerada en independencia de su relación con Dios
      (filosofía) y el acceso a su interioridad no se reduce a
      la oración personal o
      litúrgica, sino que complementa con el análisis
      científico del alma (sicología) y con el contacto
      interpersonal (empatía). Sólo la
      conjugación de todos los elementos constitutivos de la
      persona humana y la aplicación de los diversos métodos
      de análisis y penetración de los diversos
      estratos anímicos puede tener como consecuencia la
      fundamentación de una espiritualidad y experiencia
      mística fructíferas.
    2. Dionisio, el Pseudo-Areopagita: el análisis de
      la doctrina dionisiana del conocimiento de Dios a través
      de la "teología negativa" representa para Edith Stein el
      marco introductorio de la "theologia crucis" de San Juan de la
      Cruz. La descripción de las vías de acceso a los
      ámbitos de la experiencia mística (vía
      purgativa, iluminativa y unitiva) se presentan como condiciones
      necesarias para la intelección de la "noche oscura" del
      sentido y del espíritu. Edith Stein propone,
      además, en parte fiel a la doctrina de Dionisio, tres
      vías de conocimiento de Dios: el
      conocimiento natural de Dios; el conocimiento de Dios a
      través de la fe, en el cual se basan los
      teólogos; y el conocimiento de Dios a través de
      experiencias sobrenaturales, en el cual el papel decisivo lo
      juegan la inspiración y la revelación. Este
      último es la base de la teología
      simbólica, que es el punto culminante de la
      teología positiva. La teología positiva
      permanece, esencialmente fragmentada si no es complementada por
      la teología negativa, que no sólo tiene por
      objeto la negación de atribuciones impropias al
      fenómeno divino, sino también la
      aceptación y la experiencia del misterio en cuanto
      tal.
    3. La ciencia de
      la Cruz: la idea central de la doctrina espiritual steiniana se
      funda y desarrolla en torno a la "teología crucis"
      según el modelo del
      padre de la mística española, San Juan de la
      Cruz.

    Toda experiencia mística pasa por la
    experiencia de la cruz; en lenguaje
    sanjuanista, por la experiencia de la noche oscura. El misterio
    de la cruz es la fuerza vivificante de la vida espiritual y la
    vida del hombre es un vía crucis, que le va
    identificando paulatinamente con el Crucificado, hasta la
    experiencia última de la unión mística con
    Dios. La verdadera ciencia de la cruz no consiste en la
    sistematización de principios
    abstractos o en la concatenación lógica de proposiciones ciertas, sino en
    la educación de los principios racionales a la vida
    personal y a la experiencia concreta. La ciencia de la cruz es
    también una teoría muy especial, que si bien tiene
    que ver con proposiciones ciertas, alcanza su plenitud en el
    reconocimiento y la aceptación de una verdad viviente y
    trascendente.

    La doctrina espiritual steiniana tiene, en función
    de su teología crucis un carácter eminentemente
    cristológico. Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios
    hecho hombre, es el único capaz de vivir la noche oscura
    hasta sus últimas consecuencias. Sólo Cristo
    puede encarnar en plenitud la figura del siervo sufriente de
    Yahvé y sólo él pudo experimentar el
    sentido más profundo del abandonó.

    1. Después de esa crisis
      religiosa existencial que la llevó incluso a abandonar
      los estudios, se convence asimisma, de tiene que seguir
      buscando. Decide acabar el bachillerato y en 1911 se inscribe
      en la universidad de su ciudad natal. La elección de
      las materias va estar motivada por su inquietud personal. Las
      asignaturas elegidas son: alemán, historia,
      psicología y filosofía.

      La psicología, que centrará sus
      estudios en los dos primeros años, era impartida por
      Willian Stern, con quién pensó incluso hacer su
      doctorado. Sin embargo, no va sentirse satisfecha,
      fundamentalmente porque ella buscaba averiguar la esencia de
      la persona humana, y lo único que le ofrecía la
      psicología de Stern era un método naturalista y
      puramente mecánico, que en fondo partía de la
      concepción de la persona sin alma. Desde su
      experiencia personal Edith Stein, no podía aceptar una
      visión reduccionista del ser humano. Era como privar a
      la persona de su dignidad
      más íntima.

      Sus estudios de filosofía, seguían el
      neokantismo, pero en un seminario con
      Richard Hönigswald, es donde Edith Stein va oír
      hablar de Husserl y la fenomenología. Lo poco que va
      captando de esta nueva corriente de pensamiento, va
      impactando su espíritu, hasta que se decide a leer las
      investigaciones lógicas. Descubre un
      nuevo modo de acercarse a la realidad y surge en su interior
      la inevitable comparación entre lo que estaba
      estudiando y las posibilidades que la fenomenología
      parecía ofrecer: Todos mis estudios de
      psicología me habían llevado al convencimiento
      de que esta ciencia estaba todavía en mantillas. Le
      faltaba el necesario fundamento de ideas básicas
      claras y que la misma ciencia era incapaz de elaborar esos
      presupuestos. En cambio, lo que hasta aquel
      momento conocía de la fenomenología me
      había entusiasmado, porque consistía
      fundamental y esencialmente en un trabajo de
      clarificación y porque desde el principio ella misma
      había forjado los instrumentos intelectuales que necesitaba".

      Edith Stein, decide continuar sus estudios en la
      universidad de Göttingen, donde Husserl es profesor,
      de quién aprende a enfrentarse a la realidad sin
      prejuicios. A través de esa actitud clara y objetiva
      de enfrentarse ante la realidad, como actitud
      filosófica-fenomenológica, se está
      abriendo, a la dimensión sobrenatural.

      El contacto y las relaciones con Husserl van a ser
      de gran futuro para Edith Stein: se siente identificada con
      él, y con su escuela fenomenológica, que
      considera durante toda su vida "su patria espiritual". A
      través de Husserl encuentra el camino para desarrollar
      sus propios conceptos. Integrada plenamente en la escuela
      fenomenológica decide hacer su tesis
      doctoral la "empatía", ese acto del conocer del que
      Husserl hacía mención en sus clases. Defiende
      su tesis doctoral el 3 de agosto de 1916 y obtiene la nota
      máxima. Husserl le ofrece la posibilidad de permanecer
      a su lado como asistente y ella acepta. Durante dos
      años se encargará de introducir en la
      fenomenología a los estudiantes de Husserl, y al mismo
      tiempo se encarga de transcribir los manuscritos de
      Husserl.

      También va ser testigo de la evolución del maestro hacia el
      idealismo trascendental, que provocará la
      separación de muchos de sus discípulos. Ella
      confesará que también puede seguirle en esa
      dirección, y siente la necesidad de elaborar sus
      propios trabajos. Por esta razón, por las dificultades
      de seguir trabajando con Husserl, y por sus deseos de acceder
      a una cátedra filosófica, decide dejar su
      puesto de asistente.

    2. El camino de la ciencia
      filosófica.
    3. Características y aportes fundamentales de
      su filosofía.

    Hablar de Edith Stein, es como hablar de un
    símbolo que encierra en sí muchos de los aspectos
    que han marcado nuestro siglo XX.

    • Su ateísmo fue fruto de una formación
      racionalista y de una falta de adaptación o
      modernización de las tradiciones, en su caso de las
      judías.
    • Su feminismo,
      es síntoma de una sociedad que va despertando a la
      igualdad, y de una mujer que exige que se reconozcan sus
      valores y
      su dignidad.
    • Su dedicación apasionada a la
      filosofía es signo del hombre moderno que entra en la
      crisis del relativismo y necesita de verdades sólidas
      que fundamenten su ser y su existir.
    • Su conversión al cristianismo es el resultado de la
      búsqueda del sentido de la existencia de un hombre
      "vacío" tras la barbarie de las dos guerras
      mundiales.
    • Su sintonizar la filosofía moderna con la
      filosofía cristiana es el resultado de un querer
      dialogar con la cultura,
      de un adaptar la vivencia de la fe a los nuevos
      tiempos.
    • Su pedagogía antropológica es
      inquietud por establecer unas bases sólidas en la
      formación de los jóvenes, para que crezcan como
      personas maduras.
    • Su mística es fruto de la experiencia de un
      Dios vivo y cercano, que ama al hombre y que quiere ayudarlo
      a alcanzar su plenitud.
    • Su martirio es el signo enigmático de un
      hombre salvaje, y de un hombre que en el amor es
      capaz del mayor sacrificio: ofrecer su vida por la
      salvación de todo.

    Son aspectos que cualifican su existencia. Su vida y su
    doctrina quieren ser un modelo para el hombre de hoy.

    CAPITULO III

    FILOSOFÍA CRISTIANA

    "Siempre ha estado lejos de mi
    pensamiento

    eso de que la misericordia de Dios
    está

    circunscrita a los límites de
    la Iglesia visible.

    Dios es la verdad. Y quien busca la
    verdad,

    Busca a Dios".

    E Stein.

    1. Es uno de los temas planteados por Edith Stein en
      sus escritos. Ella no busca polemizar, avivando esta vieja
      discusión, sino fundamentar sus indagaciones,
      certificando la continuidad entre filosofía y
      teología. Por eso resulta interesante acentuar su
      concepto de metafísica: "es la comprensión de
      toda realidad en relación con la verdad revelada,
      por tanto, fundada en la filosofía y en la
      teología". Es ineludible tener presente esta
      conceptualización para poder
      comprender el desarrollo de su filosofía, entendida
      como filosofía cristiana.

      En su obra Ser finito y Ser Eterno se plantea
      directamente la cuestión: ¿es posible hablar
      de una filosofía cristiana? ¿Qué
      sentido tiene? Ella descubre el primer obstáculo en
      el
      lenguaje diverso entre la filosofía medieval y
      la moderna, pero más directamente en el modo diverso
      de comprender la relación saber-creer, y
      filosofía-teología.

      Comienza aclarando el sentido de ciencia y
      afirma:

      "Toda ciencia tiende hacia el ser
      verdadero. Este se encuentra por encima de toda ciencia, no
      solamente antes de la ciencia humana en cuanto a empresa
      para adquirir un conocimiento correcto y con esto
      también proposiciones verdaderas, y en cuanto
      condensación tangible de todos los esfuerzos de este
      género, sino que también se
      encuentra por encima de la ciencia en cuanto
      idea".

      Es a partir de aquí que se puede hablar de
      tarea de la filosofía como consistente en esclarecer
      los fundamentos de todas las ciencias". Más aun, "la
      filosofía no se contenta con un esclarecimiento
      provisional, sino que su meta es llegar a la claridad
      última: quiere el logon didonai (dar cuenta) hasta
      los últimos fundamentos que se pueden alcanzar… La
      investigación del ser o del ente como
      tales es la tarea de la… metafísica".

      Aclarado el concepto de ciencia y filosofía
      se pregunta por el sentido de una filosofía
      cristiana. Si la filosofía se define como la
      investigación del ser, del ente, entonces
      ésta no puede pararse en el campo de lo simplemente
      natural, si realmente quiere llegar a la comprensión
      última.

      "La fe y la teología
      informan a la razón natural sobre el primer ente;
      sin su ayuda, la razón sola no llegaría
      jamás hasta allá… La razón se
      convertiría en sinrazón si se obstina en
      detenerse ante las cosas que no puede ella descubrir por su
      propia luz y si
      cerrara los ojos delante de lo que una luz superior le
      hace".

      En este sentido Edith Stein sigue la línea
      trazada por Jacques Maritain.

      Para Edith Stein resulta evidente la posibilidad
      de una filosofía cristiana, que no ha de confundirse
      con la teología, puesto que filosofía "cuando
      hace una adquisición de la teología, se ocupa
      de la verdad revelada en cuanto verdad".

      Los filósofos y los teólogos
      católicos tampoco están de acuerdo entre
      sí de hablar de una filosofía cristiana. Para
      muchos de ellos, parece no tener sentido hablar de una
      filosofía cristiana, pues se considera a esta (la
      filosofía) como una ciencia natural y racional;
      además que la filosofía de los grandes de la
      Edad
      Media se desarrolló a la sombra de las doctrinas
      de fe.

      Santo Tomás de Aquino en la Suma
      Filosófica establece un puente entre la
      Filosofía y la Teología que Jacques Maritain
      presenta como una solución tomista donde distingue
      la naturaleza y el estado de la
      filosofía. Según la naturaleza, la
      Filosofía es independiente de la Fe y de la
      Teología. Sin embargo, se puede hablar de un estado
      Cristiano de la Filosofía.

      Por filosofía se pueden entender estos dos
      significados: hacer filosofía o tener una vida
      espiritual (el filósofo es filósofo aun en
      los momentos en que no filosofa). Pero además hay un
      tercer significado la filosofía es una ciencia. La
      palabra latina scientia significa saber (en el
      sentido de habitus y de acto) y ciencia. El lenguaje
      teológico emplea también la palabra ciencia
      en el sentido de saber (cuando se habla de la
      ciencia del Espíritu Santo).

      La lógica y la teoría moderna de la
      ciencia, la entienden como una formación de ideas
      que tiene una existencia independiente de los
      espíritus pensantes individuales, una construcción bien edificada y
      ordenada según ciertas leyes:
      una construcción de nociones, de juicios y de
      argumentos.

      E. Stein nos describe la diferencia entre
      Filosofía Cristiana y Estado Cristiano a
      través de un círculo hermenéutico
      donde la Fe (Teología)=Estado Cristiano es la
      gracia, la participación de la vida eterna, la
      experiencia, el encuentro teologal con Dios Padre en Cristo
      por el Espíritu Santo (tomando la frase de San
      Agustín, fe teologal es la religación, la
      conversión, la revelación de Cristo). La
      razón (Filosofía)=Filosofía Cristiana
      es la reflexión, la razón natural que elabora
      un discurso
      sobre Dios creyente, pregunta, especula.

      La fe no da respuestas concretas, sino pistas,
      horizontes, sentidos, una cosmovisión. Para que la
      razón busque respuestas, a su vez, la fe, previene a
      la razón de errores. La filosofía cristiana
      tiene como tarea preparar el camino de la fe; mientras que
      el estado cristiano tiene como tarea caminar en la
      fe.

    2. Sentido de una filosofía
      cristiana.
    3. Filosofía y cristianismo

    El encuentro con Cristo y la conversión al
    catolicismo van a marcar la vida y el camino filosófico
    de E. Stein. Su interés siendo profundamente
    antropológico, parece centrarse en la necesidad de
    introducir la filosofía moderna dentro del cristianismo,
    tratando de armonizar, lingüística y
    metodológicamente la fenomenología con el
    tomismo. Fruto de este interés surgirán algunos
    de sus trabajos como:

    • La traducción de las Questiones Disputetae
      de Veritate de Santo
      Tomás de Aquino. Más que tratarse de una
      traducción, es una adaptación al lenguaje
      filosófico moderno de esta obra de Santo Tomás.
      El discurso también está adaptado al gusto
      moderno, rompiendo con la estructura tomista para crear un
      discurso lineal.
    • La fenomenología de Husserl y la
      filosofía de Santo Tomás de Aquino. La
      intención de E. Stein es buscar los puntos de
      encuentro entre las dos corrientes filosóficas a las
      que representan sus autores: el tomismo y la
      fenomenología.
    • Acto y potencia.
      Es el fruto de un proyecto
      filosófico de E. Stein, posiblemente con miras a
      acceder a una cátedra. Se le considera como la primera
      redacción de su gran obra Ser finito y
      ser eterno.
    • Estructura óntica de la persona y su
      problemática cognoscitivo-teórica. Este escrito
      nos ofrece sintéticamente el pensamiento
      filosófico-antropológico.
    • Ser finito y Ser Eterno. Este considerado cono la
      obra maestra de E. Stein, es el resultado de la
      reelaboración de su escrito Acto y potencia. A pesar
      de su carácter filosófico se descubre la huella
      profunda de la espiritualidad carmelitana, sobre todo en sus
      discursos
      sobre el alma humana y sobre la imagen de la
      Trinidad presente en todas las criaturas. Es la obra
      fundamental en el momento de establecer las bases de la
      antropología espiritual steniana. Además,
      aquí se observa el camino de su filosofar, que pasa de
      la contemplación del ser finito a la
      contemplación de Dios. Es un intento por crear una
      línea ascendente en la conquista del ser: es el paso
      de la filosofía a la mística.
    • La filosofía existencial de Martín
      Heidegger. Esta obra fue escrita como apéndice al
      libro Ser finito y ser eterno y trata de un análisis
      crítico de la obra Ser y tiempo de
      Heidegger.
    • La formación de la persona humana. Se
      refleja en una maravillosa síntesis toda su
      antropología, desde sus reflexiones
      filosóficas, hasta sus conclusiones teológicas
      y prácticas. Analiza el ser del hombre tanto desde su
      unidad personal como desde su unidad con Dios y con la
      humanidad. Aun a la antropología filosófica con
      la antropología teológica, para concluir con la
      formación humana. En esta obra se contempla patente la
      originalidad del pensamiento de su autora.
    1. La presencia de Hitler en el poder se presenta
      para E. Stein y para su pueblo judío como una gran
      amenaza, cuyas consecuencias se dejan sentir
      inmediatamente. Ella pudo marchar a América donde le ofrecían
      seguir como profesora, pero prefiere permanecer junto a los
      suyos. Su medio de lucha es la oración, la
      contemplación y la unión con el Todopoderoso.
      Su talante filosófico encuentra, en la
      dedicación a la contemplación y a la
      experiencia mística, el culmen de búsqueda de
      la Verdad, ya manifestado y experimentado en el momento de
      su conversión a Cristo.

      Precisamente esta experiencia personal se trasluce
      en los escritos realizados en el convento, la gran
      mayoría de ellos de carácter espiritual y
      místico. Ya en su obra Ser finito y Ser
      Eterno
      , contempla la experiencia mística como el
      culmen de la "filosofía":

      "La perfección completa del
      ideal hacia el cual tiende la filosofía en cuanto
      búsqueda de la sabiduría, es
      únicamente la sabiduría divina misma, la
      visión simple por el cual Dios se comprende a
      sí mismo y a todo lo creado. La realización
      suprema que puede ser alcanzada por un espíritu
      creado –seguramente por sí mismo- es la
      visión gloriosa que Dios le da al unirse a
      Él: el ser adquiere la participación del
      conocimiento divino viviendo la vida divina. El mayor
      acercamiento a este fin supremo durante la vida terrestre
      es la visión mística".

      Seguramente desde su propia experiencia, y
      también a partir de la profundización en los
      escritos de Juan de la Cruz, Teresa de Ávila y
      Dionisio el Areopagita completa su antropología.
      Descubre en la experiencia de los místicos esa
      interioridad del hombre tan accesible a la mirada de la
      razón.

      "Allí descubre, no
      sólo el centro de la unión con Dios, sino el
      centro de la realización personal, porque
      allí está el centro de su libertad. Es más llega al
      convencimiento que la contemplación y
      adquisición de la verdad suprema de las cosas se
      conquista a través de la oración
      contemplativa".

    2. Filosofía y mística.

      Husserl, el maestro de la "intuición de la
      esencia", ha moldado hasta ahora el alma de Edith Stein,
      sedienta del ser. Él le ha enseñado a
      acercarse desapasionadamente a las realidades intelectuales
      e históricas. Ante su entusiasmo por poder colaborar
      en ese revolucionario "redescubrimiento del
      espíritu", no se dan por satisfechas sus
      lógicas e imperturbables aspiraciones. Ese anhelo
      que palpita en ella hacia lo objetivo, hacia la santidad
      del ser, hacia la pureza y la castidad de las cosas,
      ¿ha encontrado realmente en Husserl una respuesta
      definitiva? Por mucho que considere los fenómenos,
      Edith tropieza siempre con el problema fundamental:
      ¿Qué lugar ocupa en el mundo la persona
      humana?, ¿Qué relación guardan entre
      sí alma y espíritu? Nada de cuanto emprende
      Edith Stein, puede hacerlo a medias. El radicalismo del
      pensamiento de Husserl no es para ella lo suficientemente
      radical. Ella toma su pensamiento de la objetividad con una
      seriedad nada común, incluso con más seriedad
      que el maestro.

      Con renovada decisión se plantea Edith
      Stein, el problema de la verdad. Ve ella claramente que el
      prometedor arranque ontológico de Husserl penetra en
      una esfera de ideas que tiene su patria tan sólo en
      la interioridad del alma. No se rompe el egocentrismo
      subjetivo; el amor
      científico que el maestro tiene a la verdad
      desemboca en una filosofía inmanente de la
      conciencia. Edith Stein, se pregunta si la filosofía
      es realmente el reino de la verdad, hacia el cual apunta el
      sentido del mundo asequible a la experiencia.

      Su idealismo fenomenológico, como antes la
      sicología experimental, sufre una conmoción
      esencial. Husserl no es un cristiano creyente. Respeta la
      religión; pero la verdad filosófica
      está para él por encima de todo. En esta
      actitud le ha seguido ella hasta ahora. Pero ya tiene Edith
      Stein un oscuro barrunto de que en las fronteras de la
      razón natural comienza un nuevo mundo. Por lo menos
      ve ella que aun la "filosofía como ciencia estricta"
      no satisface todas las exigencias ideales. La
      filosofía en cualquier estado…"Es siempre algo
      fragmentario y a ello se deben todos los errores, rodeos y
      deformaciones a que, en sus empresas, ha estado sujeto el
      espíritu humano".

      Por consiguiente, para Edith Stein continua viva
      la búsqueda de la verdad. El radicalismo de su
      problema metódico quiere llegar a una "claridad
      definitiva". En estas ideas que gradualmente se van
      abriendo paso tiene para ella una importancia decisiva el
      encuentro con dos personalidades.

      Edith Stein, conoce en Gotinga al
      fenomenólogo Max Scheler. Su filosofía
      poética deja en ella una impresión indeleble.
      Scheler vive en Munich, es judío converso y en la
      época en que ella oye sus lecciones está
      todavía totalmente prendado de las bellezas de las
      creencias católicas. La intuición apasionada
      de Scheler, su sentido de los
      valores, que lanza por la borda todos los sistemas, conceptos y apriorismos, para
      revelar la plenitud del ser al ojo observador y al
      corazón intuitivo, ponen a Edith Stein en contacto
      con un mundo para ella totalmente desconocido hasta
      entonces.

      Edith Stein no se deja deslumbrar por la
      fascinante oratoria
      de Scheler, pero el contenido de verdad de sus afirmaciones
      la impresiona hondamente. Ese hombre, Scheler, que reza y
      busca a Dios, ¿acaso no es eso ella misma en su
      ardiente anhelo de llegar a descubrir el núcleo
      esencial de toda verdad? Scheler le quita a Edith Stein una
      venda de los ojos, y su espíritu amante de la verdad
      no puede esquivar esa nueva realidad. Entre las personas
      que despertaban la admiración de Edith Stein,
      está sobre todo el joven profesor Adolfo Reinach.
      Este es la mano derecha de Husserl y sirve de
      eslabón entre el maestro y sus discípulos.
      Este erudito, muerto prematuramente, ejerció un
      influjo humanamente hondo e inolvidable sobre todos los
      fenomenólogos.

      La comunidad de destino en medio de los mortales
      peligros que amenazan a personas queridísimas
      enseña a Edith Stein que la última palabra la
      tiene, no el saber, sino el sacrificio personal de la
      propia existencia. De este modo se derrumba el argumento de
      su incredulidad y empieza a brillar para ella la
      posibilidad de que exista un mundo ultraterreno. Pero el
      entendimiento se resiste a una incondicional
      aceptación de la fe. Una nueva sacudida le
      sobrevendrá a ella.

      "Dios se apresura a sacudir en
      socorro de su alma indagadora. Su anhelo atrae sobre
      sí la respuesta del amor divino".

      La filosofía, es un caminante que busca la
      verdad, un camino que conduce a ella; un testigo que dice
      la verdad y arquitecto que la dimensiona de acuerdo con sus
      posibilidades problemáticas; la filosofía es
      pedagogía de la verdad sin la cual no habría
      opción de discurso, ni de conocimiento, ni de
      realidad.

      E. Stein se enclavija dentro de esta
      tradición filosófica que aparece como
      magisterio de la verdad. Pero, si queda al final la
      insatisfacción y la incertidumbre por la posibilidad
      de responder con cierta puntualidad a la pregunta por la
      verdad, el evangelio atribuido a San Juan constata que el
      mismo Hijo de Dios deja irresoluta la cuestión que
      le plantea Poncio Pilatos: "¿Y qué es la
      verdad?" (Jn 18,38). E. Stein, después de atravesar
      los recodos del camino de la verdad del Ser Eterno en la
      también joanea y anterior sentencia de Jesús
      "Ego eimí aletheia", "ego sum veritas", "Yo soy la
      verdad" (Jn 14,6).

    3. ¿Qué es la verdad?

      "Mi búsqueda de la verdad era
      una oración"

      E. Stein

      Mujer de nuestro tiempo, Edith Stein, con su vida
      y sus escritos, ofrece orientaciones precisas para ayudar a
      eliminar ciertas visiones unilaterales, que no se ajustan
      al pleno reconocimiento de la dignidad de la mujer y de su
      aportación específica a la sociedad y a la
      Iglesia.

      En aras de la verdad buscaba y encontraba, E.
      Stein fue entregando parte de su vida. Abandona, en un
      primer momento, la fe judía y se sumerge en la
      filosofía para tratar de comprender el sentido de la
      existencia humana. Del ateismo pasará a la fe
      católica y, en su seguimiento de Jesús,
      irá adquiriendo experiencialmente la "ciencia de la
      cruz".

      Repensando su camino de búsqueda de la
      verdad llegará a la conclusión de
      que:

      Dios es la verdad. Quién
      busca la verdad busca a Dios, lo sepa no; y también
      que el buscador de la verdad vive sobre todo en el
      corazón de la actividad de su razón; si se
      trata para él efectivamente de la verdad (no de un
      puro recoger conocimientos particulares) él
      está tal vez más cercano a Dios, que es la
      verdad, y con eso a su propio interior más de lo que
      él mismo piensa".

      Su larga búsqueda de la verdad y de la
      autenticidad hallará el último y definitivo
      impulso en el encuentro con Teresa de Jesús. Era el
      mes de agosto de 1921 cuando Edith Stein, huésped en
      casa de unos amigos, descubre en su biblioteca la autobiografía de la
      Santa de Ávila:

      "Yo tome por casualidad un grueso
      libro cuyo título era: Vida de santa Teresa de
      Jesús, escrita por ella misma. Yo me puse a leerlo y
      de golpe quedé cautivada y no me detuve sino hasta
      el final. Cuando cerré el libro, me dije: esta es la
      verdad".

      Como se decía arriba, la vida completa,
      tanto antes de su conversión al catolicismo, como
      después de la misma, de esta filósofa
      giró en torno a la búsqueda constate de la
      Verdad, una verdad que para ella lo comprendía todo:
      el mundo, el yo, el ser. Y buscarla es enriquecerse a
      sí mismo con ella, conociendo la propia medida. Esta
      verdad, cuando es entendida como valor
      supremo, hace a la persona humana, al hombre y a la mujer,
      lograr su plenitud.

      La búsqueda constante de la Verdad, tan
      ansiada por esta filósofa cristiana, desde su
      niñez, consistía en querer esclarecer el
      mundo interior del espíritu, y poder entender el
      problema del sentido y finalidad de la vida humana. Pero
      llega al convencimiento, al conocer a Cristo, de que estos
      misterios no los descifra el entendimiento, que procede
      paso a paso a partir de conclusiones sino la entrega
      amorosa.

      En esta búsqueda de la Verdad, Edith Stein,
      llegó a conclusiones, en la que supo apreciar, que
      ser totalmente de Dios, darse por completo a Él y a
      su servicio por la gracia del amor, es la vocación,
      no sólo de algunos elegidos, sino de todo el
      género humano, y más aún de todo
      cristiano, estando o no consagrado, sea hombre o mujer.
      Pues quién ama la Verdad sin medida, crece sin cesar
      como hombre.

      Descubre, esta santa filósofa, que en
      cuanto el hombre y la mujer se afanen por descubrir a
      plenitud el sentido de eso que se esconde en su interior,
      eso que le hace ser no tan sólo Persona Humana, sino
      feliz, será lo que les permitirá alcanzar la
      plenitud de su esencia: ser imagen y semejanza de su
      creador que es Dios.

      En esta búsqueda de la Verdad (encontrada
      en toda su plenitud en Jesucristo), es bueno indicar, que
      esta santa, no sólo le interesó saber el
      significado de lo que era la Persona Humana, el hombre y la
      mujer, sino que se preocupó en demostrar, que la
      Persona Humana, era un ser libre y más aún,
      un ser que poseía un "alma" que le hacía ser
      un ser espiritual.

      Edith Stein, hoy día, puede presentarse
      como alguien que quiso entender y dar razón de ser
      de su existencia y, también, a la de aquel que era
      su otro "yo" en el mundo. Ese otro "yo" o al que ella dio
      en toda su trayectoria tanto filosófica, como
      cristiana, el primer lugar, por entender, desde su persona,
      el valor que le merecía. Todo cuanto buscó
      acerca de la Verdad (teniendo como fin último, en
      ésta, al hombre), a través de los más
      profundos pensadores, ella siente, lo ha encontrado y se ha
      cumplido en Jesucristo: el humanado Hijo de Dios. Y es con
      su entrada al catolicismo en donde podrá afirmar,
      que todo el compuesto del hombre necesitaba ser sólo
      por Dios, y ser todo cuanto es Él.

      CAPITULO IV

      RESPUESTAS PARA EL HOMBRE HOY

      "El hombre está llamado a
      vivir en su interior,

      tomando en sus manos las riendas de
      todo

      él: sólo partiendo de
      aquí podrá el hombre

      encontrar el punto que tiene
      asignado en

      el mundo".

      E. Stein.

      Son muchas las respuestas que nos ofrece E. Stein
      con su vida y su doctrina. Por pura experiencia sabe que el
      hombre empeñado en alcanzar la verdad está
      buscando a Dios, aunque no sea consciente de ello. Ella fue
      una mujer que vivió sumergida en los problemas de su época y que se
      dejó arrastrar por las corrientes racionalistas que
      invadían la Europa
      Occidental desde la
      Ilustración. No son ni muchos los años
      que nos separan de ella, ni son muy distintos los problemas
      en que se ve sumergido el hombre de la sociedad
      moderna.

      Contemplando al hombre occidental
      fundamentalmente, constatamos que vive en crisis porque
      está en actitud de búsqueda, aunque no sabe
      bien que es lo que busca. Muchos caen en sectas, otros se
      orientan por las religiones
      orientales y otros buscan en el voluntariado un modo de
      satisfacer su vida con algo distinto. Estos últimos
      se llenan de satisfacción por hacer algo
      gratuitamente, pero todavía, aun cuando no son
      conscientes están todavía lejos de encontrar
      la auténtica solución. Pero,
      ¿Cuál es en el fondo el problema del hombre
      de hoy? Que vive fuera de su ser auténtico, que se
      ha dejado arrastrar hasta anular esa dimensión de su
      interioridad. Su natural se rebela porque no ha cuidado la
      parte esencial de su ser, y se descubre vacío, sin
      sentido, muerto.

      Según, Francisco Sancho Fermín, E.
      Stein, por su vivencia de estos problemas y por su camino
      de descubrimiento del ser humano, tiene una respuesta para
      esta situación que podemos resumir en cinco puntos:
      el racionalismo, el pragmatismo, la degradación de
      la vida interior, la fuerza de arrastre de la sociedad, y
      la falta de esperanza. A estos cinco puntos, a los que
      daremos una respuesta desde Edith Stein, añadimos
      también sobre la actitud de muchos frente a la
      Iglesia.

      Estos seis puntos concluyen el esquema del
      desarrollo de este tema, que sirve de conclusión a
      este trabajo.

      1. La razón, y nadie lo duda, es una de
        las capacidades que hacen del hombre una persona. Un
        hombre sin razón está privado de uno de
        sus componentes fundamentales. La razón
        científica no es capaz de dar respuestas a todo,
        mucho menos cuando se trata de cuestiones existenciales
        del hombre. Tampoco es la razón la única
        fuente de conocimiento del hombre. Si miramos a la
        joven atea E Stein descubriremos en ella una mujer
        aventurera en el mundo del estudio, a través del
        cual quiere encontrar respuestas a la existencia del
        hombre. Movida en primer lugar por su formación
        racionalista había recibido en la
        tradición familiar.

        El ateísmo de E. Stein, como el del
        hombre moderno, es fruto de la absolutización de
        la razón que desde ahí favorece la
        imposibilidad de creer, puesto que sólo se
        fundamenta en lo que ella puede conocer o creer. La
        corriente fenomenológica rompe no con la
        razón, sino con su endiosamiento. Ataca de
        raíz el reduccionismo racionalista, y se
        enfrenta a la realidad no desde la aparente
        imposibilidad de algo, sino desde la posibilidad de que
        algo exista. Este nuevo modo de entender el conocer sin
        prejuicios de ninguna clase, le ofrece a E. Stein, y nos
        ofrece a todos, la capacidad de acoger la realidad tal
        como se nos presenta, sin prejuicios. Ella analizando
        su propio ser y el de los demás, descubre que el
        hombre no se agota en su materialidad y racionalidad.
        Existe en él otra dimensión interior
        (espiritual), que forma parte de su ser. Desde este
        conocimiento, más experimental que racional
        llegará a adentrarse por el camino de la
        espiritualidad y la religión. Fe y cultura van
        unidas, ciencia y religión no se oponen,
        simplemente se complementan aunque desde niveles
        distintos que no se contradicen si son
        auténticos. Es el camino que Edith Stein
        presenta al hombre de hoy.

        1.2 Frente al pragmatismo
        absoluto.

        La mayor parte de las graves crisis que sufre
        el hombre moderno, especialmente la juventud, radican en sentirse
        inútil, no porque no sea capaz de hacer muchas
        cosas, sino porque las cosas que él sabe o puede
        hacer, no encajan dentro de un sistema que tiene sus ojos puestos en la
        productividad y en la eficacia sino encontrar respuestas y
        soluciones a algo mucho más
        esencial: la existencia del ser humano. Cuando conozca
        a Dios descubrirá el sentido más profundo
        de la importancia del ser. Para Dios no existen esas
        categorías humanas: "Delante de Dios las medidas
        humanas de grande y pequeño, de importante o de
        sin valor, pierden todo su significado" .

        La solución frente a esa mentalidad
        pragmática actual se encuentra en el hombre
        mismo. Tiene que convencerse de que su felicidad la va
        a encontrar no desde lo que hace, sino desde lo que es.
        El fundamento es la búsqueda de lo esencial, del
        sentido de su existencia, que se encuentra sólo
        en el contacto con lo espiritual: "Aquel que no
        encuentra a Dios no llega tampoco hasta sí mismo
        ni a la fuente de la vida eterna que lo espera en su
        interioridad más profunda" .

      2. Frente al racionalismo totalitario.

        Si el hombre se ve sumergido en el sentido de
        su existencia es precisamente porque ha dejado que se
        anule su interioridad. Y aquí no se trata de una
        cualidad más de su vida, sino del fundamento
        mismo de la existencia. ¿Cómo
        podrá ser feliz el hombre que prescinde de lo
        que es? Tarde o temprano su ser se revela, y no sabe
        por qué. Es un hombre que se conoce sólo
        desde el exterior y que tiene miedo al silencio y a la
        soledad, porque siente pánico de encontrarse consigo
        mismo. Edith Stein criticó duramente esa actitud
        científica que busca anular la espiritualidad
        del ser humano, ante la que el mismo hombre
        desnaturalizado llega a rebelarse. Tiene sus grandes
        semejanzas con la situación del hombre
        actual.

        Adentrarse en la propia interioridad es la
        aventura más arriesgada a la que puede
        enfrentarse el hombre. Pero se ve desprovisto de apoyo,
        porque seguramente descubrirá esa parte de
        sí que busca negar por todos los medios, porque no gusta a la sociedad en
        la que vive. El hombre no vive desde lo que es sino
        desde lo que quisiera ser, o mejor, desde lo que le
        quieren hacer ser. E. Stein ha luchado por estudiar las
        profundidades del ser humano, y acaba
        convenciéndose de que sólo hay un camino
        que lleva a la plena posesión y conocimiento de
        la interioridad del hombre: el camino de la
        oración:

        "El yo personal se encuentra
        enteramente en él en la interioridad más
        profunda del alma. Cuando vive en esa interioridad,
        dispone de fuerza total del alma y puede utilizarla
        libremente. Además, está entonces lo
        más cerca posible del sentido de todo lo que le
        sucede; está abierto a las exigencias que se le
        presentan, puede apreciar mejor su significación
        y su importancia. Pero pocos hombres viven tan
        concentrados en sí mismos. En la mayor parte el
        yo se sitúa más bien en la superficie;
        sin duda, si le sucede ser profundamente impresionado
        por sucesos importantes y atraído a la
        profundidad, entonces trata de responder al
        acontecimiento con una conducta conveniente, pero
        después de un tiempo más o menos largo,
        vuelve a la superficie…Pero el que vive recogido en
        la profundidad percibe igualmente las cosas
        pequeñas dentro de las grandes unidades; es el
        único que puede apreciar de una manera justa su
        importancia y ordenar su conducta de una manera
        adecuada".

        Desde la interioridad el hombre no sólo
        llega a conocerse, sino a poseerse en el grado
        más alto que es posible en esta vida. Desde
        ahí el hombre es el señor de su
        existencia. Pero una simple interiorización,
        como propugnan algunos métodos de
        relajación o corrientes pseudo-religiosas no es
        suficiente. En primer lugar porque el esfuerzo humano
        por sí sólo no alcanza el más
        profundo centro, y porque la interiorización
        debe llevarse a una meta, a un punto de plenitud de
        sentido al ser y a la existencia.

        1.4 Frente a la despersonificación
        social.

        El individuo siempre ha corrido el peligro de
        ser absorbido por la fuerza de la masa. En nuestra
        sociedad actual es una realidad; la presencia y el
        poder de los
        medios de comunicación favorecen la
        supresión de lo individual, a favor de unas
        medidas en las que todos tienen que encajar. Y lo pero
        es que todos acabamos influidos por esa continua
        presión. Hay cánones de
        belleza, de modos de vestir, de artículos que
        consumir. O se entra por ahí o uno es raro… Si
        todo quedase en lo externo no habría mayores
        pegas. Sin embargo, el individuo que fácilmente
        es absorbido queda identificado por esos
        cánones; y así se convierte en un ser
        irresponsable, pasivo y víctima de su
        vacío.

        A lo largo de la historia de la humanidad, en
        cualquier grupo étnico, cultural,
        político o religioso, se da una tendencia fuerte
        hacia la disolución de la individualidad. Por
        desgracia, en la misma Iglesia Católica sucede a
        veces lo mismo, y en algunos sectores asociativos
        (movimientos, congregaciones religiosas…) es muy
        fuerte tal tendencia. En el fondo el problema radica en
        una falsa concepción de la individualidad de la
        persona humana. Para E. Stein el estado y la Iglesia no
        tienen ningún derecho a anular ese
        carácter del individuo. La individualidad no es
        algo que le venga añadido a la persona, sino
        algo creado en ella directamente por Dios. Y tanto el
        ámbito de la Iglesia como el de la humanidad
        entera se comprenden como el lugar donde la persona
        tiene que desarrollar su ser propio, personal e
        intransferible.

        "Pertenece a la esencia del
        hombre ser un miembro particular y realizarse en la
        humanidad como un todo, con todas las posibilidades
        fundamentadas en ello; en la humanidad en la que los
        particulares son miembro a miembro. Cada uno debe
        encarnar a la naturaleza humana general para poder ser
        un miembro de este todo. Pero una naturaleza no es
        más que un marco que debe ser llenado por la
        diversidad de las esencias individuales que constituyen
        esencias que son miembros del todo… un miembro de un
        todo que se realiza en cuanto unidad vital y que
        sólo puede desplegarse dentro del todo en su
        lugar y con el concurso de los otros miembros… Todas
        las producciones del espíritu humano se
        convierten en bienes comunes de la
        humanidad".

        El hombre ha de empeñarse por
        reivindicar y desarrollar, si quiere ser feliz, su
        carácter personal; y la sociedad, y la Iglesia,
        ha de favorecer y apoyar para alcanzar su
        perfección y desarrollar su misión de estar al servicio del
        hombre el don que tiene en cada individuo:

        "Pertenece a la esencia del
        hombre que cada individuo y la entera humanidad
        consigan aquello para lo que están determinados
        según su naturaleza en un desarrollo temporal, y
        que este desarrollo está ligado a la libre
        cooperación de cada uno y a la
        colaboración de todos".

      3. Frente al destierro de la vida
        interior.

        La gran limitación de horizontes creada
        por la absolutización de la razón y de la
        eficacia, ha desterrado de la vida del hombre su ser
        más profundo, convirtiéndolo en un ser
        externo despersonalizado y consumista. Cuando el hombre
        cae en la cuenta de que todo esto que satisface sus
        ansias de felicidad y plenitud, se siente vacío.
        Y aunque externamente trata de disimular o superar su
        condición esta viendo en su interior una
        profunda crisis: falta de confianza, falta de paz
        alegría interior, cansancio ante la vida. En
        definitiva, el hombre ha perdido la esperanza como
        virtud.

        El primer paso para recuperar la esperanza
        consistirá, en rescatar a la persona, hacerle
        caer en la cuenta de que tiene que prestar atención a su interioridad y
        desarrollarla. Este el camino por el cual puede acoger
        y adentrarse en el misterio de Dios. E. Stein supo
        descubrir en lo cotidiano un motivo para ser feliz,
        para vivir esperanzados y tomar la vida como continua
        novedad regalada: abandonarse confiadamente como un
        niño en las manos de Dios. Este sentirse
        realmente sostenido por Dios llena la vida de paz y
        gozo. Incluso todas esas realidades negativas de la
        vida humana (el dolor, los problemas, la
        muerte), adquieren sentido pleno desde la
        comunión con el crucificado.

      4. Frente a la falta de
        esperanza.
      5. La Iglesia que el hombre moderno
        necesita.
    4. Buscadora de la verdad.

    La Iglesia católica es vista por muchos sectores
    sociales con sospechas y hasta con reticencias. Todos los
    pastoralistas se plantean directa o indirectamente esta pregunta.
    ¿Qué le pasa a la Iglesia? ¿Ya no es
    válida esta obra de Cristo? Sin duda alguna la obra de
    redención de Cristo sigue siendo actual y
    necesaria.

    El problema radica en cómo presentar la Iglesia
    al hombre moderno secularizado. Para E. Stein la Iglesia es ante
    todo y sobre todo ese misterio de amor, comunión y
    redención, signo de un Cristo presente en el
    mundo:

    "Pero la esencia de la Iglesia no se reduce a esta
    estructura jurídica, ni constituye ni siquiera su
    fundamento esencial propiamente dicho. Ciertamente, durante
    muchos años se le ha considerado sobre todo bajo este
    ángulo y aún ahora personas fuera de la Iglesia
    adoptan este punto de vista. Pero para los teólogos de
    nuestro tiempo y también para los simples creyentes, es
    la concepción paulina del Cristo, cabeza del Cuerpo
    vivo, la admitida. Dicho de otro modo, la Iglesia no es
    institución arbitraria, artificial, formada de fuera,
    sino un todo vivo."

    Una contemporánea de E. Stein Y con muchos
    aspectos en común con ella, es un signo profético
    más de la necesidad de esta conversión eclesial:
    Simone Weil. Aun viviendo profunda y místicamente el
    misterio de Cristo, nunca llegó a entrar en la Iglesia
    católica, precisamente por esa carga de institucionalidad
    que le asustaba. Por otro lado, el hombre moderno tiene sed
    "inconsciente" de espiritualidad, de vida interior, de
    experiencia, de mística. La iglesia está llamada a
    responder a esta necesidad, ofreciendo al hombre el camino de la
    experiencia de Dios. En cierto sentido la vida del hombre moderno
    es una crítica
    a esta ausencia en la vida eclesial. La conversión
    eclesial implica la recuperación de la mística, de
    la experiencia del misterio, para la pastoral y la misma vida
    litúrgica. No se puede seguir con las dicotomías.
    El obrar y celebrar de la Iglesia tiene que ir impregnada de la
    vida de Dios. La vida interior de la Iglesia es esencial a la
    misma, por eso tiene que cobrar su justo protagonismo. Como
    conclusión dejamos que hable Edith Stein:

    "En la vida oculta y silenciosa se
    realiza la obra de la redención. En el diálogo silencioso del corazón con
    Dios se preparan las piedras vivas con las que va creciendo el
    Reino de Dios y se forjan los instrumentos selectos que
    promueven su construcción. La corriente mística
    que discurre a través de todos los siglos, no es
    ningún brazo perdido que se haya separado de la
    oración de la Iglesia, sino que es su vida más
    íntima… La ilimitada entrega de amor a Dios y la
    donación de Dios a nosotros, la unión completa y
    duradera, es la suprema elevación del corazón que
    nos es posible alcanzar, el supremo grado de oración.
    Los hombres que lo han alcanzado son verdaderamente el
    corazón de la Iglesia. Escondidos con Cristo en Dios, no
    pueden sino irradiar en otros corazones el amor divino de que
    están llenos, y así colaborar en llevar a la
    perfección la unión de todos en Dios, que fue y
    es el gran deseo de Jesús".

    Los puntos antes desarrollados creemos que es desde
    donde E. Stein desarrolla su respuesta para el hombre de hoy.
    Ella como filósofa mística, buscadora de la verdad
    invita a este hombre fragmentado de la cultura actual a no
    quedarse en lo finito, material, placentero del momento sino que
    profundice su búsqueda de aquello que contribuya a su
    autorrealización y a la posibilidad de llevar a plenitud
    su vida , ya que sólo desde su alteridad vocacional
    encontrará el hombre moderno y posmoderno su encuentro con
    la Verdad y con el Ser Eterno.

    CONCLUSIÓN

    He presenciado el proceso de ordenación genética
    de una disyuntiva ontológica, tan factible como cualquier
    otra, que arranca desde la experiencia vital de una
    filósofa atea que gélidamente especula sobre el
    ser, desde el legado aristotélico-tomista, a la sombra del
    árbol fenomenológico, y que finaliza en el anegable
    río de la mística, al sol del encuentro divino,
    porque, lo que no estaba en los planes de Edith Stein sí
    estaba en los de Dios reservados para ella. La reflexión
    metafísica steiniana, parte del ser finito para llegar al
    Ser Eterno: Edith Stein comprueba el límite y la
    contingencia del ser mudable y, por deducción, o por la "analogía
    entis", afirma la ilimitación y la necesidad del Ser que
    permanece.

    Me ha hablado una mujer comprometida con la vida; una
    filósofa, más paradigmática que
    sintagmática. He recorrido un itinerario rastreador del
    ser desde el dato fenoménico del "ente", aportado por
    los sentidos y
    por la visión de la esencia, hasta la verificación
    de la "Substancia", deducida por la abstracción racional y
    corroborada por el éxtasis místico. Razón y
    fe, filosofía y teología, se han asociado en
    indisolubles esponsales para enseñarnos, con una simpleza
    pedagógica asombrosa, que el ser conduce al ser: lo finito
    a lo Infinito, lo imperfecto a lo Perfecto, lo temporal a lo
    Eterno, lo contingente a lo Necesario, lo provisional a lo
    Providencial, lo limitado a lo Ilimitado, lo precario a lo
    Total…

    Edith Stein se acerca no para aclarar la caducidad de la
    razón ni mucho menos para evangelizar la exclusividad de
    la fe, sino para integrar, en una síntesis escrupulosa las
    posibilidades de la especulación racional y del salto
    fideísta. Pero la doctora Stein la carmelita
    mártir, va más allá: ha relativizado el
    esfuerzo del ser que se ensoberbece en la vana razón la
    viabilidad del ser en Dios, "logos espermatikos", "razón
    seminal", como dirían los Padres de la Iglesia, de la
    realidad: Ser y verdad.

    Edith Stein propone un discurso verdadero hacia la
    verdad, despojando de la razón escéptica y
    agnóstica, que cuestiona, sospecha y simula, y desposado
    con la razón que, en la frontera de la
    fe, cree y asciende, no con la ingenuidad del tonito, sino con la
    lucidez del místico.

    Edith Stein invita a trascender sin comprender, porque
    la trascendencia sin la compresión puntual es,
    precisamente, la escala
    ascensional hacia el verdadero sentido del Ser Eterno. Edith
    Stein supera el fenómeno, la apariencia y exhorta a la
    esencia, al "eidós".

    Si la vida de Edith Stein es una apuesta por la verdad
    su mensaje es una propuesta de la verdad. Ella reunió en
    la Empatía los aportes sensibles e intelectivos que se
    rinden al sentimiento y a la voluntad; ella descubrió en
    la fenomenología el supuesto óntico de la persona,
    que se realiza en el amor, ella encontró en la
    mística el fundamento de la vocación de eternidad a
    la que el hombre, el ser finito que de mejor manera participa del
    Ser Eterno de Dios, está convocado, desafiando y
    misionado.

    La donación que Edith Stein extiende a la
    filosofía contiene:

    • Una posibilidad inductiva y analógica del
      construir la ontología y de vehicular el pensamiento
      desde el ser finito hasta el Ser Eterno.
    • Un derrotero interpretativo: el criterio de la
      verdad.
    • Un colofón místico: el ascenso hacia el
      Ser Eterno, Dios, el más metafísico de cuantos
      conceptos puede la filosofía elaborar, pero al tiempo la
      más inmediata de cuantas realidades le es permitido al
      hombre experimental.

    Espero haber llenado las expectativas de esta tesina,
    ya que las del enriquecimiento a nivel personal, aún no
    habiendo sido pautadas a priori, fueron retribuidas con creces,
    pues a través de dicho trabajo me he hecho entender que
    en nuestro mundo occidental, en lo que se refiere al aspecto
    religioso, un elevado porcentaje de los individuos que
    participamos de dicha cultura, en esencia nos ilumina una misma
    luz y lo que nos diferencia y nos separa, es el camino que
    seguimos para llegar a esa gran luz común que es Dios,
    nuestro Señor. Los términos, los ritos, las
    formas, son secundarios, lo verdaderamente importante,
    trascendental e imperecedero es esa Divinidad de la cual
    formamos parte, cuando nuestra libertad así lo
    asume.

    BIBLIOGRAFÍA

    • EDITH Stein, " Estrellas Amarilla". Espiritualidad.
      Madrid,
      1973.
    • EDITH Stein, "Los Caminos del Silencio Interior".
      Espiritualidad, 1988.
    • EDITH Stein, " Ser Finito y Ser Eterno". Fondo de
      Cultura Económico. México, 1996.
    • EDITH Stein, " La Mujer". Monte Carmelo. Burgos,
      1998.
    • EDITH Stein, "Obras Selectos". Monte Carmelo. Burgos,
      1998.
    • EDITH Stein, " La Estructura de la Persona Humana".
      B.A.C. Madrid 1998.
    • EDITH Stein, "Escritos Espirituales". B.A.C. Madrid,
      1999.
    • EDITH Stein, "Pensamientos". Monte Carmelo. Burgos,
      1999.
    • MARIA AMATA Neyer, "Edith Stein". Espiritualidad.
      Madrid, 1987.
    • T.a MATRE DEI, "Edith Stein en busca de Dios". Verbo
      Divino. >Estella 1988.
    • F. JAVIER Sancho Fermín," Edith Stein Modelo
      de Mujer Cristiana".Monte Carmelo. Burgos, 1998
    • Ciro García, "Edith Stein: Una Espiritualidad
      de Frontera". Monte Carmelo. Burgos, 1998.
    • F. JAVIER Sancho Fermín, "Una Espiritualidad
      para hoy según Edith Stein". Burgos, 1998.
    • M. TERESA RENATA del Espíritu Santo (Posselt),
      "Edith Stein; una gran Mujer de nuestro Siglo". Burgos,
      1998.
    • CIRO García, "Edith Stein o la búsqueda
      de la Verdad". Monte Carmelo. Burgos, 1999.
    • CHRISTIAN Feldmann, "Edith Stein Judía,
      Filosófa y Carmelita". Herder. Barcelona
      1999
    • JUAN PABLO II, "FIDES et Ratio". Trípode.
      Caracas, 1998.
    • Revistas, "Caminando con Edith
      Stein".
    • Revista "Vida Espiritual" 128-129
      (1998)

    DEDICATORIA

    • A Dios y María Santísima, nuestra
      Madre…
    • A mi familia y a los
      formadores del Carmelo Venezolano, a quienes debo mi
      formación cristiana, espiritual e intelectual, quienes
      con su ejemplo y coherencia de vida me han mostrado el camino a
      seguir.
    • A la profesora Gladys Portuondo, quién con su
      tolerancia,
      paciencia y amor a la filosofía, me enseñó
      a valorar el discurso filosófico.
    • Y, a Edith Stein que por su búsqueda de la
      verdad se encontró con el Ser Eterno y su ejemplo me
      enseña a ser caminante en búsqueda de la Verdad,
      Cristo Jesús.

      

     

     

    Autor:

    SÁNCHEZ MONTERO, YSIDRO S.

    SEMINARISTA

    VENEZUELA

    SEMINARIO ARQUIDIOCESANO

    "SAN BUENAVENTURA"

    MÉRIDA-MÉRIDA

    CATEGORÍA: FILOSOFÍA

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