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La relación Estado – Sociedad Civil en el debate sobre la nueva Ley de Educación




Enviado por edgarisch



    1. El Marco Teórico y
      Contextual
    2. Educación:
      responsabilidad del Estado y de la sociedad
    3. Necesidad de la
      participación social en
      educación

     

    El Marco
    Teórico y Contextual

    El análisis de las temáticas sociales
    no puede ser realizado al margen de consideraciones del momento
    histórico al que se refiere y de las determinantes que el
    mismo plantea a las tendencias de gobierno
    transitoriamente dominantes. Por ello, la problemática
    propuesta, la relación entre Estado y Sociedad
    Civil, debe interpretarse a partir de la consideración de
    que estamos aún viviendo la imposición del modelo
    neoliberal, como doctrina y práctica
    económica-social globalizada casi en la totalidad del
    planeta.

    El neoliberalismo
    con su idolatría del mercado, para
    usar el calificativo dado por teólogos como Franz
    Hinkelammert y otros, ha puesto todo en la balanza del mercado y
    de ese destino no han escapado ni siquiera las personas y,
    obviamente; las palabras. Los conceptos y las categorías
    de las ciencias
    sociales han sido de esta manera prostituidas, se venden a
    cualquier significado. Y esto es lo que sucede precisamente con
    definiciones como la de Estado y Sociedad Civil.

    Es necesario entonces, procurar fijar que es la una y el
    otro, dejando de lado apreciaciones equivocadas pero
    intencionalmente regadas, que solo justifican las tesis del
    neoliberalismo atroz, desprestigiado y fracasado al grado que la
    gran mayoría de los portadores de sus tesis se niegan a
    sí mismos la calidad de
    neoliberales y se autocalificarán de neoracionalistas,
    modernos, globalizados o simplemente integrados al mundo
    posmoderno.

    Un error frecuente y no siempre sin una oculta
    intención de convocar a la despolitización de los
    pobres y los pueblos, es colocar a la sociedad civil como lo
    opuesto de una sociedad política, lo que
    permite a algunos incluso inventar la existencia de "una clase
    política", abstracción, como tantas otras, que
    pretende hablar de una inexistente equidad
    social. Las personas que pueden sentirse parte de la sociedad
    civil no están al margen de la vida política
    primero, porque al ser seres humanos no pueden dejar de ser
    "animales
    políticos"; luego, porque toda la valor de
    incidencia de quienes asumen en uno u otro momento, justa o
    alevemente, la representación de la sociedad civil o de
    parte de ella, no está alejada del cabildeo y los
    mecanismos de presión
    políticos; y, porque sus planteos son en esencia
    políticos, son portadores de posicionamientos ante la
    realidad social o estatal.

    Se dirá entonces que de lo que se trata es de que
    no tenga una relación con la actividad político
    partidista, error igualmente craso, pues esto significaría
    discriminar a quienes hacen política y, especialmente,
    política contestataria desde la militancia y la
    búsqueda de transformaciones desde el poder. Lo
    más grave es que se descalifica también la acción
    de grandes movimientos sociales que, por tanto dejan
    supuestamente de tener legitimidad.

    Si tomamos como ejemplo el reciente levantamiento
    popular y huelga general
    en Bolivia para
    derrocar a un Presidente que, curiosamente es responsable de la
    Ley de Participación Popular elaborada desde el paradigma
    neoliberal, a partir del pensamiento
    mencionado no podríamos decir que la sociedad civil se
    movilizó, pues las direcciones fundamentales estaban
    centralizadas en el Movimiento al
    Socialismo de
    Evo Morales, el Partido Pachakutek del aymará Felipe
    Quishpe y otras organizaciones
    agrupadas en partidos de izquierda revolucionaria que encabezan
    la COB, los sindicatos
    campesinos, docentes y
    vecinales. Pero a nadie se le ha ocurrido negar que esos
    movimientos sociales, que son en sí mismos organizaciones
    políticas, han dejado de ser parte de la
    sociedad civil; sin embargo, cuando se mira casa adentro, resulta
    que fácilmente se niega validez allí donde
    están "personajes políticos", mientras asoman
    "nuevos actores" individuales justamente a disputar protagonismo
    político y dirección. Con esa lógica,
    el movimiento indígena ecuatoriano al expresarse en
    estructuras
    políticas como Pachakutik o Amauta Jatari, o por existir
    numerosísimos dirigentes indios que mantienen lazos con
    diversos partidos
    políticos, deja de ser parte de la sociedad civil. Con
    esa lógica, la UNE, la FESE, muchas asociaciones de padres
    de familia,
    curiosamente dejan de ser parte de la sociedad civil mientras que
    no se niega dentro de ella la presencia de las organizaciones de
    propietarios de planteles escolares, CONFEDEPAL y CONFEDEC ni el
    derecho a la acción política de los dirigentes de
    las cámaras empresariales.

    Un argumento de esa naturaleza,
    para guardar coherencia, significa que se debe separar a la
    sociedad civil no solo de la política sino también
    del mundo de la economía. Así
    lo señalan por ejemplo los estudiosos J. Cohen y A. Arato,
    quienes sostienen que "la sociedad civil moderna se crea por
    medio de formas de autoconstitución y
    automovilización; se institucionaliza y generaliza
    mediante las leyes, y
    especialmente, por medio de los derechos objetivos que
    estabilizan la diferenciación social … la sociedad civil
    debe distinguirse, a la vez, tanto de la sociedad política
    de partidos, de organizaciones políticas y de
    públicos políticos (en particular de los
    parlamentos) como de la sociedad económica, compuesta de
    organizaciones de producción y distribución, por lo común empresas,
    cooperativas,
    sociedades y
    otras similares, al tiempo que
    comprende a la
    familia."

    Existe coherencia en su planteamiento pero es evidente
    que no se responde a la verdad de los hechos sociales. Excluir de
    la categoría sociedad civil de toda expresión
    económica, por la relación de algunos sectores de
    poder económico con el poder y el Estado, es
    sin duda tan equivocado como el pretender excluir los
    posicionamientos políticos. ¿Las cooperativas
    comunitarias no son sociedad civil? ¿Cómo resolver
    la dicotomía de una familia que por sí sería
    considerada como sociedad civil, de aquella que actúa como
    unidad productiva o como parte de una estructura
    política y por tanto se excluye de la misma sociedad
    civil?

    La confusión teórica generada tiene un
    correlato desde el punto de vista del derecho, en donde la
    categoría "sociedad civil" aparece como un concepto
    jurídico indeterminado, sin disposiciones legales claras
    que reglamenten quiénes la conforman y cómo la
    sociedad civil escogerá a quienes la representen. Del
    análisis de J. Cohen y A. Arato, queda claro que debe ser
    resultado de un proceso de
    autoconstitución y no de mecanismos de cooptación
    paraestatal, a partir de convocatorias
    institucionales.

    Según Norberto Bobbio, la sociedad civil
    comprende la esfera de las relaciones sociales que no está
    regulada por el Estado. La sociedad civil se configura como el
    ámbito de las necesidades individuales, un ámbito
    intermedio entre la familia y la sociedad política, en el
    que surgen y se desarrollan los conflictos
    económicos, sociales, ideológicos y religiosos que,
    por otra parte, las instituciones
    tienen la misión de
    resolver, ya sea mediando en ellos, previniéndolos o
    reprimiéndolos. Es decir un ámbito, un escenario de
    disputa de la hegemonía, antes que personas individuales o
    jurídicas.

    Esta es, sin duda, una definición más
    clara y que permite entender porque la abstracción de
    sociedad civil como si se tratase de un todo único y
    homogéneo impide ver las diferencias sociales y se puede
    utilizar muy fácilmente para ocultar las distancias entre
    pueblo y oligarquía, entre izquierda y derecha, entre
    defensores del país y los que se someten a los designios
    del imperialismo.
    Y esto explica por qué, en ese todo falsamente
    homogéneo, es cada vez más visible que hay ONGs que
    disputan espacios y posiciones ideológicas, que mientras
    unas sirven a los intereses de los de abajo, otras se acomodan a
    los intereses de los de arriba.

    Si en la sociedad civil se presentan los problemas de
    la hegemonía económica e ideológica,
    volviendo a la definición de Bobbio, es al Estado (las
    instituciones dice él) a quién le corresponde
    resolverlas. De allí que el Estado es el conjunto de los
    aparatos que, en un sistema social
    organizado, ejercen el poder coactivo. Y ahora que ha quedado
    claro que no vivimos ni el fin de la historia, porque otro mundo
    es posible, ni el fin de las ideologías porque esa fue la
    tesis para someternos a una sola, podemos reiterar que esa
    capacidad coercitiva se realiza a nombre de una clase social que
    ostenta el poder en todas sus dimensiones.

    ¿Cómo se explica que sean el Banco Mundial,
    el FMI y el BID
    quienes en los últimos años han insistido en que se
    fortalezca la participación de la sociedad civil?
    Precisamente porque lo hicieron como mecanismo para debilitar a
    los Estados nacionales. Esos organismos financieros fomentaron el
    crecimiento del número de ONGs bajo el concepto de que el
    sector privado estaba en condiciones de hacer mejor las cosas que
    el Estado, de manera que los préstamos forzosamente
    incluían la tercerización de las tareas del
    Ministerio de Educación, en este
    caso, por medio de instancias privadas. Y esto nos lo
    decían abiertamente a quienes apoyábamos a las
    relativamente pocas ONGs existente a fines de los años
    80.

    Con su discurso y sus
    propuestas, el BM y el FMI hicieron que buena parte de los
    mejores funcionarios ministeriales, formados por el Estado,
    vendieran sus renuncias y crearan más ONGs, demostrando
    que sí eran capaces de hacer las cosas. El Ministerio fue
    debilitándose no solo por el desinterés del Estado
    de las clases dominantes de brindar calidad de educación a
    los pobres, sino también por este virtual desmantelamiento
    de sus instancias.

    Mientras tanto, en las ONGs muchos aceptaron al menos
    parte del discurso neoliberal, aprendimos a demandar cuentas de las
    instancias públicas pero a no brindarlas nosotros a la
    sociedad sino al financista del proyecto. Con un
    aire de
    superioridad y sueldos sensiblemente mayores a los de los
    funcionarios públicos, muchas veces no se tuvo capacidad
    de asumir que el país real, el país profundo, no
    estaba en los nuevos mitos de la
    supuesta excelencia de lo privado y de la competitividad
    educativa destructora de la solidaridad; de
    la democracia
    como voto o presencia puntual y no como garantía y
    vivencia cotidiana; de la educación como
    instrumento de producción y no como un derecho que debe
    ser garantizado para todos y para todas por contribuir a la
    realización humana integral.

    Con lo dicho no queremos de ninguna manera desvalorizar
    a las ONGs ni plantear que todas fueron parte de un plan
    maquiavélico de los Bancos
    multilaterales, sino que deseamos establecer que no se puede
    utilizarlas para condenar al Estado, para en unos casos
    reemplazarlos y convertirlas en aparatos paraestatales, ni en
    otros ponerlos al servicio
    ideológico del Estado, como para ejemplo denuncia Naomi
    Klein en referencia a las ONGs que reciben recursos de la
    AID para acciones en
    Irak, las que
    están obligadas a realizar labor de propaganda
    para el gobierno de Bush, mientras se crea otra instancia, "NGO
    Watch" (Observatorio de ONGs) para controlar y atacar a las
    organizaciones que de acuerdo al gobierno norteamericano amenazan
    las democracias liberales. Ello demuestra una vez más,
    como todos sabemos, que hay ONGs y ONGs.

    Por otra parte, es necesario asumir que las ONGs no son
    todas las organizaciones que representan la sociedad civil y
    plantear lo contrario es un reduccionismo que en ocasiones lleva
    a que una ONG aislada se
    autodefina como movimiento social o representante del conjunto de
    la sociedad civil.

    En los parámetros posmodernos, la
    participación, la equidad, el desarrollo
    "sostenido" cuando no sostenible, la democracia, se convirtieron
    en las banderas de los organismos multilaterales para destruir lo
    que esos conceptos significan y para, en infinidad de ocasiones,
    crear una ficción de ciudadanía uniforme, pero, como lo
    diría alguien, existen unos que son más ciudadanos
    que otros, al fin de cuentas la ley es para el de
    poncho.

    El neoliberalismo en el fondo aborrece la diferencia.
    Los neoliberales, incluyendo claro aquellos que no se identifican
    como tales, se crispan cuando escuchan que el país
    está dividido en los intereses de las diferentes clases y
    pueblos del Ecuador.
    Abundan de inmediato en argumentos sobre la necesidad de
    consensos, sobre la unificación de criterios. Pero, si
    entendemos que un consenso significa dar el mismo sentido a algo,
    está claro que consensos solo puede haber entre iguales.
    No hay consenso posible, por ejemplo en el tema salarial, entre
    el industrial que por lógica del sistema busca ganar
    más y eso significa extraer más plusvalía a
    los trabajadores, y esos trabajadores que desean salarios
    más altos, es decir entregar menos plusvalía al
    empleador. No puede haber consensos entre quienes entregan la
    Base de Manta u otras mancillando nuestra soberanía y los que defendemos esta
    tierra y su
    gente.

    Entre opuestos no hay consensos, lo que puede lograrse
    son acuerdos a corto o mediano plazo, y ver esto de manera
    objetiva permite plantear resultados de duración
    más larga que la lograda hasta ahora en tantos procesos de
    búsqueda de "consensos". Permite que establezcamos metas
    de país, metas duraderas, pero a partir de reconocer en
    realidad los intereses opuestos. De hecho Paulo Freire,
    uno de nuestros maestros más preciados, señalaba
    que "al diferente se le respeta, pero al contrario se lo
    enfrenta". Y esta lección bien vale tenerla en cuenta al
    hablar de construir un nuevo país, una nueva
    educación.

    Un elemento adicional está en la manera como los
    neoliberales, tras su Consenso de Washington sobre las reformas y
    los ajustes hasta hoy impulsados, plantean los consensos a partir
    de sus propios dogmas que han sido trasladados como una serie de
    caminos sin alternativa, como inevitables. Es como si el consenso
    estuviese definido antes de ponerse a conversar y, si uno se sale
    de ese libreto, es calificado de dinosaurio. Agradable
    calificativo sabiendo de quien proviene, porque seguramente los
    dinosaurios
    guardan más rasgos humanos que los neoliberales que
    impulsan reformas por las que se estima que 17 mil personas
    mueren en el mundo cada día. El arrepentimiento de
    Stiglitz, como "el globalizador que salió de la caverna"
    del Banco Mundial, es
    muy importante para entender como técnicos capacitados
    pueden cumplir su misión al margen de cualquier
    consideración ética
    sobre los resultados de sus acciones.

    Por último, debemos entender que no existe una
    separación absoluta entre Estado y Sociedad Civil, sino
    que las interrelaciones mutuas hacen que uno y otra solo puedan
    asumirse dentro de esa vinculación. Esto significa que
    transformar al Estado supone también transformar a la
    Sociedad Civil (que por esta razón en autores
    clásicos como Hegel y el joven
    Marx era casi
    un sinónimo de sociedad burguesa), y viceversa.

    Educación: responsabilidad del Estado y de la
    sociedad

    Nuestra Constitución Política señala
    una serie de normas que, una
    vez vigentes en los hechos sociales y no solo en el texto
    constitucional, permitirán que hablemos de que el nuestro
    es realmente un "Estado de
    derecho", como se dice en el Art. 1.

    Esto demanda que el
    Estado cumpla su papel con la sociedad dentro de lo que por mucho
    tiempo se considero "el contrato social".
    El ciudadano debe cumplir con las leyes y el pago de impuestos, a
    cambio de lo
    que el Estado le garantice sus derechos y establezca los sistemas para
    materializarlos. La sociedad en su conjunto, la
    ciudadanía, por supuesto que no son sinónimos de
    sociedad civil, sino que se trata de personas de carne y hueso,
    con derechos y deberes ciertamente, pero teniendo claro que son
    los primeros, es decir el reconocimiento y posesión de
    derechos, lo que le hace ciudadano.

    En los países capitalistas en los cuales se
    desarrolló el llamado Estado de Bienestar, así como
    en los países socialistas, esta ha sido una realidad. El
    Estado garantizaba en los hechos un conjunto de derechos y la
    sociedad los vivenciaba sin dejar de ser parte en la toma de
    decisiones.

    En los casos de los países dependientes, como el
    Ecuador, la realidad ha sido muy distinta y la educación
    ha sido tratada como un instrumento de producción antes
    que como un derecho. Esta óptica
    de análisis permite comprender las razones y formas de las
    reformas
    educativas en nuestro país, desde el control eclesial
    de las escuelas, pasando por la transformación
    revolucionaria del Alfaro en el marco del tránsito del
    país hacia el capitalismo,
    la ampliación de la cobertura como respuesta a la
    influencia de la revolución
    cubana y para que el desarrollismo económico pudiera
    realizarse, hasta los planteos de dividir a los estudiantes en
    futuros analistas simbólicos o trabajadores manuales,
    establecer una educación para la sobrevivencia dirigida a
    los más pobres o educar para la competitividad bajo la
    orientación de la
    empresa.

    De hecho, el neoliberalismo primero degradó el
    derecho a la educación a un simple servicio regido por las
    reglas del mercado, sin valores
    humanos y, segundo, estableció escalas de calidad
    diferenciadas para los distintos estratos sociales. Así
    como en economía se vieron forzados a añadir el
    concepto de los "excluidos" para definir a aquellos que
    más que marginales eran ya remanentes a los que no se les
    podía incorporar a la producción para mantener el
    nivel de lucro individual, en educación establecieron los
    parámetros instruccionales para los más pobres que
    no los preparan para incorporarse a la producción moderna,
    sino que les brinda casi únicamente una formación
    ideológica para que soporten la crisis del
    sistema como algo natural e incuestionable. Franz Fannon
    señalaba que solo cuando el esclavo cree que la esclavitud es
    natural, un sistema tal puede ser mantenido. Precisamente por
    ello se fortalece la función
    ideológica de la educación, mientras se reduce su
    función de formación de los nuevos
    productores.

    Calidad educativa para los ricos es preparar a sus hijos
    para gobernar, y así lo dicen en sus planteles. Calidad
    educativa dirigida a los hijos de los pobres, desde esa
    óptica, es convencerles de que la inequidad es natural,
    inevitable e irresoluble. Esto explica la desatención
    real, financiera y global, al sistema
    educativo; la existencia de proyectos
    financiados con deuda externa que
    más tarde se califican en los mismos organismos
    multilaterales como "ejemplo de lo que no debe hacerse"; la
    descentralización entendida como
    desmantelamiento de un proyecto educativo de país, sin el
    cual el proyecto del Ecuador que queremos se hará
    imposible; la desvalorización social del magisterio como
    arma para justificar intentos múltiples de
    desmantelamiento de su organización sindical, a la que se acusa de
    todos los males; evaluación
    de calidad basada en el "producto", es
    decir en los conocimientos de los alumnos, aunque ellos sean
    logrados en el marco del maltrato cotidiano; autonomía
    escolar como forma de recargar la responsabilidad estatal en las
    familias. En fin, un recetario que Pablo Gentili
    calificaría como "El Consenso de Washington en
    Educación" y que coronó el proceso con el que las
    instituciones financieras (BM, BID, etc.) se hicieron cargo de
    orientar la educación en los países dependientes y
    encadenados a la deuda externa.

    "El Consenso de Washington en Educación", se
    presenta como el conjunto de características comunes a las
    reformas propuestas por los neoliberales a la educación de
    Latinoamérica: la crisis de calidad se la
    identifica como crisis de "eficiencia,
    eficacia y
    productividad", a ella se suma una "crisis
    gerencial" y juntas serían la muestra de que
    "el Estado es incapaz de brindar calidad educativa" porque la
    "masificación para universalizar la educación trajo
    también la caída de su calidad". La solución
    está entonces en la "competencia" para
    la que requieren de la descentralización y la privatización que lleve a la gente a
    "invertir en la educación de sus hijos". Un discurso que
    por repetido pega, pero que por aplicado se lo puede negar como
    útil.

    Señalemos por tanto que estamos obligados a tomar
    posición: o se defienden las falsas promesas neoliberales
    o se rompe esa matriz
    ideológica para poder construir una educación de
    carácter democrático, al servicio de
    los pueblos que habitan nuestro Ecuador.

    Necesidad de la participación social en
    educación

    Una educación democrática, basada en una
    concepción de derechos y dirigida al cumplimiento de
    objetivos nacionales, demanda la participación. Pero la
    participación, para ser real, es tal solo en la toma de
    decisiones fundamentales. Se trata de generar una democracia
    escolar deliberativa.

    Participación que debe ser asumida como un
    mecanismo de mejor gestión
    y no de imposición de mayores cargas a las familias
    más pobres, a las que cada vez se les pide más y
    más: mingas (y otras formas indirectas de aporte
    económico) para las escuelas, hacerse cargo de la salud comunitaria,
    encargarse del mantenimiento
    vial, constituir parte de innumerables consejos y redes para suplir los
    incumplimientos estatales, construir "microempresas"
    para garantizar sus alimentos o
    viviendas, trabajar los fines de semana en proyectos de cultivos
    en la cooperativa,
    en fin, tanto, que al final parece que definitivamente los pobres
    están en la pobreza porque
    ellos no hacen lo suficiente y, para hacerlo, se les niega el
    derecho al descanso. Cuántas veces escuchamos a gente de
    todos los estratos quejarse de que un estadio esté lleno,
    expresando frases como aquella de que "después dicen que
    no hay dinero". Pero
    los pobres están en la pobreza
    sencillamente porque deben existir pobres para que existan ricos
    y esa es la lógica del sistema.

    La participación tampoco puede continuar
    utilizándose como mecanismo para imponer criterios y sobre
    todo para imponer que los padres y madres de familia paguen y
    gasten cada vez más en la educación de sus hijos.
    Dirán algunos que no hay dinero en el Estado para cubrir
    la inversión en la educación de
    niños,
    niñas y jóvenes ecuatorianos. Nada más falso
    y demostrable cuando para el salvataje bancario se entregaron sin
    mayor problema 6 mil millones de dólares. Falso
    también que la educación gratuita es un subsidio
    que como todos debe terminar, porque quedan en pié, aunque
    con otros nombres, subsidios a los bancos y las empresas, a los
    exportadores e inversionistas, y entonces se los defiende como
    incentivos
    productivos, como apoyo al empleo o
    cualquier otra cosa que oculte quien se beneficia de esos
    recursos. Recursos hay, pero las prioridades bajo las Cartas del
    Intención firmadas con el FMI, son otras.

    La participación también es,
    efectivamente, un componente necesario para lograr la
    gobernabilidad, pero esta no se encuentra en mano de los
    gobernados. Etimológicamente, gobernabilidad procede del
    latín guvernaculum que significa timonel que "da rumbo y
    estabilidad a la nave"; hace referencia a las responsabilidades
    del gobernante. Si no hay gobernabilidad, es sencillamente porque
    quienes tienen el poder no saben direccionar la nave del Estado
    ni dar un equilibrio
    entre las partes componentes del conglomerado social para evitar
    que la conflictividad crezca entre ellas.

    En el país hemos tenido experiencias de
    participación importantes que fácilmente se olvidan
    incluso por quienes hablan de su necesidad. En los últimos
    años hay que destacar el desarrollo de las dos Consultas
    Educación Siglo XXI, procesos que en cada caso contaron
    con participación en la consulta escrita de decenas de
    miles de personas o pequeños grupos; con
    múltiples talleres temáticos y por tipo de actores
    que incluyó a más de 300 organismos; con eventos locales,
    provinciales y una Conferencia
    Nacional final. En cada Conferencia final, se contó con
    organismos estatales, empresa privada,
    ONGs educativas y defensoras de derechos humanos
    (particularmente de la niñez y de las mujeres),
    organizaciones indígenas, gremiales y juveniles,
    universidades y partidos políticos, con el apoyo de
    organismos de Naciones
    Unidas.

    De las dos consultas Siglo XXI surgieron dos acuerdos en
    los que se planteaban las líneas de políticas en
    diversos aspectos de la labor educativa. Pero ambas fueron
    dejadas de lado, a pesar de que la UNE ha insistido en su
    utilidad y la
    amplitud de la participación.

    Un enfoque similar tuvieron las Jornadas Parlamentarias
    Educación y Desarrollo y no puedo dejar de lado la
    construcción de la propuesta de Ley de
    Educación Con Participación Social, proceso
    liderado por la UNE, Facultades de Filosofía y Pedagogía, Asociación de Profesores
    del Ministerio de Educación, Federación Nacional de
    Institutos Pedagógicos, Asociación Nacional de
    Supervisores del Ecuador, Asociación de Rectores de
    Colegios e Institutos Superiores, Asociación Nacional de
    Directores de Escuelas y Jardines, Comité Nacional de
    padres de Familia y la Federación de Estudiantes
    Secundarios del Ecuador. Para la construcción de esta
    propuesta de ley se contó con múltiples eventos y
    más de 24.000 participantes directos.

    En la Exposición
    de Motivos de esta propuesta se señala:

    "La estructura actual del Sistema
    educativo no ha permitido la participación social,
    consideramos que con nuestra propuesta la participación
    de la comunidad en
    los cambios de la educación es una condición
    básica, por eso se requiere institucionalizar el
    Congreso Nacional de Educación como el escenario para el
    diseño y elaboración de las
    políticas educativas a largo y mediano plazo. Esta
    participación de la comunidad también se
    hará evidente en la creación en cada
    establecimiento educativo del Consejo Comunal educativo par
    democratizar la gestión educativa y contar con una
    verdadera participación de los padres de familia,
    estudiantes y maestros en el mejoramiento de la calidad de la
    educación"

    Efectivamente, la propuesta establece una nueva
    estructuración del sistema educativo en tres niveles de
    administración: de dirección, de
    gestión y de ejecución.

    En el nivel de dirección, para determinar las
    políticas y estrategias
    educativas de largo y mediano plazo, e impulsar la
    Contraloría Social, se establecen Congresos de
    Educación Nacional, Provincial y Cantonal. En ellos hay
    representantes de las distintas instancias ministeriales,
    maestros, estudiantes, padres de familia, campesinos e
    indígenas, afroecuatorianos, sectores productivos y
    gobiernos locales.

    En el nivel de gestión, se ubican los Consejos de
    Educación Nacional, Provincial y Cantonal, definir los
    planes de educación en la jurisdicción
    correspondiente, evaluarlos, proponer proyectos e instrumentar
    las políticas educativas. Se trata de Consejos con
    potestades y no solo como organismos de consulta ocasional de la
    autoridad de
    turno, en los cuales se incorpora la participación del
    Ministerio y sus autoridades, UNE, CONFEDEC, CONFEDERAL, AFAFCE,
    Institutos Pedagógicos, estudiantes, padres de familia,
    pueblos indígenas y negros y los sectores
    productivos.

    Por último, en el nivel de ejecución se
    encuentran el Ministerio de Educación y Culturas, la
    Dirección Provincial de educación y los
    Establecimientos Educativos, en los que se establecen los
    Consejos comunales educativos integrados por el rector o
    director, un representante del profesorado, un representante de
    padres de familia, un representante de los estudiantes y uno de
    la comunidad.

    Este resumen apretado de partes de la propuesta es
    importante porque marca una ruta
    para la participación real, integral, en el marco de una
    descentralización administrativa y pedagógica (no
    financiera), que se orienta al logro de objetivos educativos y a
    la sinergia a
    favor de la educación y derechos de niñas,
    niños y adolescentes.
    Nada tiene que ver esto con el afán de contraponer como
    contrarios a padres y maestros, lo que no tiene ningún
    propósito educativo y que conflictúa la vivencia de
    los niños.

    Se determinan mecanismos válidos para lograr la
    participación, reconociendo igualmente la calidad de
    profesionales de educación de los maestros y maestras,
    capacidades y ámbitos de participación para cada
    quién. Hay distancia, por ejemplo, en contar con las
    importantes y necesarias opiniones y demandas del sector
    productivo, con entregar a ese sector la conducción de los
    planteles escolares o de redes, mecanismo con el que el espacio
    público llamado escuela pasa a
    ser conducido por intereses privados. Aunque el plantel
    continúe financiado por el Estado, es una forma disfrazada
    de privatización que destruye uno de los aspectos en el
    mundo más valorados de la educación pública
    y es el de ser constructora de democracia.

    Todo lo dicho, claro está, debe sumarse al hecho
    de lograr un ejercicio pedagógico participativo para que
    en el mismo los estudiantes no solo aprendan a aprender, sino que
    tengan una vivencia diaria de la participación, del debate
    y la independencia
    de pensamiento. Y, si bien nos hemos centrado fundamentalmente en
    la llamada educación formal, los mismos criterios son
    válidos y deben ser ampliados a los restantes mecanismos
    educativos que deben permitir al Ecuador cumplir con el Marco de
    Acción de Dakar de Educación para Todos (abril
    2000).

    En resumen, lo que se presenta en esta temática
    como en cualquier otra referida a lo social, es un escenario de
    disputa ideológica, política y cultural. Por ello,
    no hay respuestas fáciles ni únicas, pero construir
    una propuesta de país y de educación pasa
    necesariamente por asumir estas contradicciones, tratarlas y
    buscar los puntos de contacto. El camino del debate sincero y
    abierto es por ello indispensable para que la nueva Ley refleje
    hacia donde debemos caminar, siempre en el marco de una
    perspectiva de derechos, y que no se trate solo de paños
    tibios para una educación que adolece de todos los males
    imaginables, y frente a la que todos debemos actuar para darle
    buena y duradera salud.

     

    Edgar Isch

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