Monografias.com > Administración y Finanzas > Recursos Humanos
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Dirigir personajes: Estereotipos en la empresa




Enviado por jenebral1



    1. Los
      obstruccionistas
    2. Los
      narcisistas
    3. Los negativos
    4. Los trepas
    5. Los actores
    6. Los holgazanes
    7. Los
      parásitos
    8. Los desleales
    9. Otros
      estereotipos

     

    Aunque asumamos el mandato o mantra de mejorar
    continuamente nuestro perfectible perfil, obvia y quizá
    afortunadamente nunca dejaremos de ser, por humanos, imperfectos:
    unas veces para bien, y casi siempre para mal. Concretamente y en
    la empresa,
    quizá nos aproximemos a ciertos estereotipos:
    individualistas, maquiavélicos, whistleblowers,
    creativos, pleasers, trepas, queen bees,
    parásitos, back stabbers, downers,
    narcisistas, obstruccionistas… No todos los estereotipos
    esconden inteligencias perversas, pero sí pueden demandar
    especial atención de los jefes y, en general, de los
    entornos de trabajo. En
    alguna medida, todos poseemos rasgos
    tipificados.

    En realidad, cualquier persona con
    rasgos exagerados de personalidad
    (incluso aunque sean positivos, como la generosidad o la
    compasión) puede resultar problemática, como
    también las personas con desajustes mentales
    (también hay psicópatas y neuróticos en las
    organizaciones); pero veamos brevemente algunos
    estereotipos, de entre los más extendidos, tras los que
    hallamos personas difíciles to work with.
    Quizá sean minoría, pero ante ellas hemos de
    reaccionar convenientemente, para intentar neutralizar sus
    efectos —y quizá aprovechar sus
    particularidades— en beneficio de los
    resultados:

    Los
    obstruccionistas

    Algunos autores hablan de mediocridad militante; se
    trata de personas que no hacen cosas grandes ni dejan que otros
    las hagan: algo así como el perro del hortelano. Hay
    obstruccionistas que se limitan a entorpecer la marcha de las
    cosas incumpliendo sus compromisos y obligaciones, pero parecen más peligrosos
    los referidos canes de la huerta, sobre todo si tienen
    efectivamente poder para
    impedir que brillen los brillantes y surja o emerja el
    talento.

    El obstruccionismo, como otras formas de
    entorpecimiento (awkwardism), constituye una vileza en
    el plano personal, pero
    también supone un importante daño
    para la
    organización, perpetrado por estas personas en
    ilegítima defensa de sus intereses. Uno puede entorpecer
    las tareas sin proponérselo, pero aquí nos
    referimos a obstrucción deliberada, que ha de ser
    prevenida o destapada por el jefe, con habilidad y aun
    sutileza. Si el obstruccionista se sabe desenmascarado,
    vigilado, bajo sospecha, ya se le pone muy difícil
    mantener su estrategia. Y
    si la obstrucción viniera del jefe, el individuo
    afectado debe, al menos, llevar memoria
    documentada de los hechos concretos, mientras intenta librarse
    o liberarse del bloqueo.

    Los
    narcisistas

    El narcisista es una persona que se sobrestima en muy
    visible medida y precisa ser admirado por los demás, a
    los que considera inferiores y desprecia. Fantasea sobre sus
    logros y méritos pasados y aun futuros, muestra falta
    de empatía, se manifiesta de forma arrogante y no tolera
    las críticas. El culto a sí mismo le lleva a
    cuidar en extremo su aspecto e indumentaria. Hemos leído
    que el narcisismo es la enfermedad de nuestro tiempo;
    desde luego nos parece una enfermedad, y creemos que
    está demasiado extendida en nuestros
    días.

    Con su falsa imagen propia,
    ya se ve lo peligroso que puede ser un narcisista en puestos
    directivos. Llega a considerar que sus subordinados
    están a su servicio en
    vez de al de la empresa, y su
    propio interés
    predomina sobre la legitimidad. Piensa que las normas no
    están para él y se las salta sin conciencia
    de culpa. Al redactar estas líneas, uno recuerda algunas
    personas que encajaron plenamente en este perfil: conocieron
    algún éxito
    inicial, pero uno las recuerda más por la decadencia
    final. Se diría que los narcisistas necesitan una cura
    de humildad si tienen quien se la procure, pero, lo que sobre
    todo les falla, es el autoconocimiento. El entorno de los
    narcisistas debería poner más empeño en
    mostrales sus errores que en adularles…, si se puede asumir
    el consiguiente riesgo.

    Los
    negativos

    En su empeño por ver, siempre y
    únicamente, el lado oscuro de las cosas, los negativos o
    downers, con su habitual catastrofismo, podrían socavar
    los sentimientos edificantes de los demás. Bueno es
    analizar siempre los pros y los contras, pero los negativos
    sólo parecen ver inconvenientes y consecuencias no
    deseables. Puede que haya que buscar la raíz de su
    pesimismo en alguna frustración, pero es más
    rentable buscar la forma de eliminar o reducir esta actitud,
    quizá mediante paciente diálogo socrático.

    Parecería que la mejor reacción posible
    sería desoírles, que sus mensajes nos entraran
    por un oído y
    nos salieran por el otro; pero, mientras nos quede paciencia,
    deberíamos evaluar sus argumentos. No hay que descartar
    que acierten alguna vez en sus malos augurios. Lo deseable es
    que todas las personas sean constructivas y positivas, sin
    dejar de ver las dificultades y los inconvenientes. Parece
    probado que se es más eficaz desde la expectativa de
    éxito que desde el miedo al fracaso, pero la
    precaución —una más amplia visión de
    la realidad— no está de más, y muchas ideas
    desafortunadas se gestaron en ausencia de alguien que fuera
    más sensible a los problemas
    que podían aparecer y los previniera.

    Los
    trepas

    Ya sabemos que la atención es un recurso
    limitado; simplificando, unos la concentran en la tarea y hacen
    buenos trabajos, y otros la concentran en su lucimiento
    personal en busca de promoción. Ciertamente, hay personas que
    cultivan su imagen con especial cuidado y se relacionan con
    gran habilidad, con el propósito prioritario de
    ascender. Este es el fin, pero los medios son
    diversos y de diversa legitimidad. Generalmente, el trepa no
    está solamente dispuesto a explotar sus méritos
    sino también a atribuirse, sutil o descaradamente,
    algunos ajenos.

    Este alpinista laboral es
    calculador y su talento podría ser útil a la
    organización; pero cuando llega a su
    nivel de incompetencia, resulta obviamente incapaz y utiliza su
    inteligencia
    para ocultarlo. No duda en eliminar a quien pudiera hacerle
    sombra. Hay personas legítimamente ambiciosas y
    competentes, pero el que llamamos "trepa" busca el poder
    simplemente para tenerlo, o busca sencillamente el dinero:
    no trepa para hacer nada grande en beneficio
    colectivo.

    Lo dice el Pañchatantra y es de sentido
    común: se puede sacrificar una persona por un colectivo,
    pero no un colectivo por una persona. El trepa va a lo suyo:
    antepone sus propios intereses a los del colectivo y se vale de
    malas artes. Este tipo de actitudes
    acaba dando al traste con la prosperidad de las empresas.
    Cuando esta actitud está muy extendida por la
    organización, se puede producir un estiramiento vertical
    de la misma que típicamente acaba en rotura. A la
    Dirección corresponde distinguir, sin
    equivocarse y atendiendo al bien común, a los trepas de
    aquellas otras personas que son legítimamente
    ambiciosas, capaces, y respetuosas con los méritos
    ajenos.

    Los
    actores

    Actúan. No se sabe si son ellos mismos, o un
    actor que viene cada día a hacer su papel. Son
    previsibles: se comportan como un directivo típico.
    Avanzan rápido por los pasillos, no se detienen a tomar
    un café
    fuera de su despacho, hablan bien pero evitan entrar en
    materia.
    Parecen preocupados por que les descubran: son directivos
    falsos. Aparentan estar ocupadísimos y tienen muchos
    papeles en su mesa. Intentan ganarse a las personas, para
    evitar que les descubran.

    Ciertamente ya casi no quedan ejemplares de este tipo;
    pero estamos, por ejemplo, ante el caso de directivos que son
    contratadas por su larga lista de contactos, y que realmente no
    terminan de integrarse en la organización, aunque
    supuestamente ocupan un puesto en la misma e incluso tienen
    colaboradores asignados. Las empresas deberían resolver
    la relación profesional de una manera más acorde
    a la realidad en vez de inventar puestos directivos
    vacíos de contenido; entre otras razones porque la
    situación no escapa a los ojos de la
    plantilla.

    Los
    holgazanes

    Sí, hay todavía, en grandes
    organizaciones, algunos individuos que dan poco golpe y
    procuran vivir lo mejor posible. Parece que han renunciado al
    éxito o al reconocimiento y se quedan con la
    tranquilidad y la comodidad. Algunos holgazanes
    (lazybones) procuran camuflarse en equipos de
    trabajo y ocultarse tras el rendimiento colectivo;
    obviamente, pronto son identificados por sus compañeros,
    aunque para los jefes no siempre parecen constituir una
    prioridad.

    Uno es partidario de pensar que, en la empresa, el
    holgazán no nace sino que se hace, es decir, que se
    trata de una actitud reactiva; pero quizá no esté
    tan claro. Desde luego, las organizaciones no deberían
    permitir —y no suelen hacerlo— actitudes tan
    visibles e indeseables como éstas, al margen de que,
    además, puedan resultar autodestructivas para el propio
    individuo, y aun contagiosas. Los jefes han de optar por
    redimir, si es posible —a menudo lo es—, a estas
    personas o abrir un proceso de
    exclusión. No creemos que se trate de las personas
    más dañinas para las organizaciones, pero el bajo
    rendimiento, visible o no tanto, debe ser analizado y
    combatido; casi siempre puede venir bien un cambio de
    entorno o responsabilidad, con voluntad de
    solución.

    Los
    parásitos

    Hay ciertamente algunos detalles que los distinguen de
    los holgazanes; los parásitos o anopluros no renuncian
    al reconocimiento: tratan de atribuirse esfuerzos ajenos y
    salir en la foto. Procuran incluso que los demás
    les hagan el trabajo,
    aprovechando los postulados de colaboración y trabajo en
    equipo, o mediante la adulación. Se ponen en medio
    donde no hacen falta intermediarios. Suelen tener visibles
    habilidades interpersonales, pero las aprovechan en su
    beneficio.

    Son, en efecto, más ambiciosos que los
    lazybones; de hecho, el parasitismo se daba con alguna
    frecuencia en mandos intermedios asentados en el cargo, cuando
    su presencia en las empresas era mayor. Ahora las
    organizaciones son más planas e higiénicas, y el
    perfil de los directivos intermedios está cambiando
    sensiblemente; pero parece cierto que algunos vivían muy
    bien, luciendo como propio el esfuerzo de sus subordinados.
    Empero, el parasitismo no se ha erradicado todavía del
    todo, y además hay incluso directivos que deciden
    colocarse un parásito a su servicio (en tranquila
    convivencia), simplemente para que los aísle del
    personal de a pie.

    Los
    desleales

    Hay también deslealtad a la
    organización, pero hablamos aquí de
    puñaladas por la espalda: de los back stabbers.
    Algunos trabajadores o directivos caen en la insolidaridad, el
    egoísmo o la envidia, y eso les puede llevar a la
    más o menos sutil práctica de la
    humillación y la maledicencia. No todos los
    cínicos son back stabbers, pero estos sí
    hacen gala de cierto cinismo al referirse a sus víctimas
    ante los demás, o al manifestarse ante ellas.

    Entre terceros puede haber personas que identifiquen y
    desenmascaren al malhechor, pero también se dan
    actitudes de inhibición y complicidad: ya se sabe que
    nuestros méritos crecen cuando disminuyen los de los
    demás. De modo que la víctima ha de detectar
    estas maniobras y preparar su alegación para cuando,
    privada y serenamente, se enfrente a su verdugo
    mirándole a los ojos. En este diálogo, la
    victoria está más cerca de quien tenga la
    conciencia tranquila y sólo se podría escapar por
    defectos argumentales.

    Los jefes han de propiciar un clima de
    legítima lealtad, tanto hacia la organización
    como hacia los compañeros, sin confundir la lealtad con
    la complicidad. Si los propios jefes fueran desleales con sus
    colaboradores, quizá para mostrarse imprescindibles ante
    la Dirección, estarían sembrando la deslealtad
    como norma de conducta.

    Otros
    estereotipos

    Pero hay ciertamente otros estereotipos en las empresas;
    creemos que los siguientes no son tan perniciosos como los
    anteriores. Diríamos incluso que algunos son necesarios;
    ya verán:

    Los pleasers

    Si cabe censurar el "defecto" en la
    satisfacción de nuestros clientes
    internos y externos, también puede decirse que el
    "exceso" es, cuando menos, llamativo. Es visto con reservas por
    los compañeros, cuando el pleaser presenta un comportamiento de cierto servilismo y
    adulación ante el jefe. En principio, parece que todos
    debemos atender a las demandas legítimas de nuestro
    entorno, pero relacionándonos profesionalmente y
    respetando la dignidad
    propia como la ajena.

    En sus consecuencias, no es éste un
    comportamiento marcadamente negativo; si acaso, puede ser
    sospechoso de esconder deficiencias del desempeño, de perseguir mayores
    privilegios del jefe, de eludir responsabilidades o de
    introducir desequilibrios en las lealtades debidas. Si el
    pleaser o "pelota" ocultara alguna espuria pretensión,
    él solo llegará a la conclusión de que
    equivoca el camino. Aunque la actitud de servicio y la buena
    disposición son valores
    positivos, los jefes no deberían propiciar estas
    actitudes, sino aquellas otras más profesionales de
    asunción del protagonismo y la responsabilidad
    individuales.

    Los individualistas

    En tiempos en que tan rabiosamente se ha venido
    predicando el trabajo en equipo, los individualistas parecen,
    más que nunca, bichos raros; pero pueden ser altamente
    resolutivos y llegar a soluciones o
    resultados con una creatividad
    y eficiencia
    superior a la presumible. Ya se entenderá que ser
    individualista no supone necesariamente ser egoísta, ni
    preocuparse excesivamente por el ego; el individualista suele
    ser identificado así porque desea trabajar solo y
    quizá seguir normas propias. A menudo es especialmente
    talentoso en alguna actividad específica.

    Este es el hombre (o
    mujer) ideal
    para determinadas tareas, e incluso, cuando ha de ejercer de
    teammate, su contribución puede ser positiva si
    no se amenaza su cota de aislamiento o individualidad. El
    simple hecho de que el individualista tome conciencia de que lo
    es, facilita la modulación de su comportamiento. Por otra
    parte, la fiebre del
    trabajo en equipo parece haber pasado; lo que sí queda
    es la conciencia de que se ha de contribuir a los resultados
    colectivos y de que hay cosas que no podemos hacer solos. Los
    jefes lo son de personas, cada una distinta de otra, e incluso
    distinta de sí misma en diferentes momentos.

    Los políticamente correctos

    Pues sí; hay, en las organizaciones, personas
    que se caracterizan muy visiblemente por no mojarse nunca, por
    evitar pronunciarse con claridad, por no tomar partido. Estas
    personas respetan el statu quo y no se enfrentan al
    poder: sería políticamente incorrecto. Suelen
    tener siempre una respuesta diplomática y tomar siempre
    una posición segura. Tampoco es que esta actitud resulte
    especialmente negativa para la organización, pero no
    resulta positiva; es eso: neutra o… neutral. Los
    políticamente correctos no generan enemigos, pero al
    final sus más próximos los identifican y, en
    cierto modo, deciden pasar de sus opiniones.

    No hace falta aclarar que la corrección
    política
    es independiente del politiqueo, aunque puedan coincidir en
    algún caso. Pero sí nos parece encontrar
    correlación entre aquella y la falta de seguridad en
    uno mismo; también quizá con alguna dosis de
    pusilanimidad. Por el contrario, los políticamente
    incorrectos —quizá identificados como
    críticos— corren riesgos,
    más o menos conscientemente.

    Los maquiavélicos

    Astutos y profundamente calculadores ellos, lo
    deseable es que pongan sus cavilaciones al servicio de la
    empresa y no al suyo propio. La astucia o la inteligencia, como
    el poder o la autoridad,
    son buenas herramientas
    de contribución a los resultados si se administran bien;
    pero en la actuación maquiavélica hay una cierta
    malicia que no siempre conduce a buen fin. En su
    expresión más elemental, estamos ante esos jefes
    que nos invitan a café, nos preguntan por nuestros hijos
    y… finalmente salimos del despacho con un montón de
    marrones. O ante esos subordinados que nos recuerdan a la galga
    de Lucas (la que se ponía a orinar cuando salía
    la liebre). Pero hay, sin duda, prácticas mucho
    más complejas y retorcidas, que merecen sobradamente el
    calificativo de maquiavélicas, y aun sobrepasan con
    mucho al propio Maquiavelo.

    Los maquiavélicos generan grandes prevenciones
    entre quienes les han descubierto (aunque a veces se tarda en
    identificarlos); pero su visión panorámica, su
    anticipación a los acontecimientos, incluso su frecuente
    intuición, podrían generar muy positivos frutos,
    puestos al servicio de la causa.

    Los creativos

    Aunque los creativos puedan constituir una pesadilla
    para sus jefes, la creatividad es un valor al
    alza. En el pasado, la iniciativa y la creatividad de los
    trabajadores eran frecuentemente sofocadas, pero ahora, aunque
    a veces con la boca pequeña, se postulan. En la empresa
    —nos lo dice Mitchell Ditkoff—, las personas
    creativas investigan continuamente nuevas posibilidades,
    concilian la intuición y el análisis, se concentran en retos y
    problemas, perseveran, se automotivan…, pero suelen
    cuestionar el statu quo y eso, entre otras causas, les
    sitúa bajo sospecha.

    El profesor
    Csikszentmihalyi sostiene que los creativos son individuos de
    personalidad compleja, presentando opuestos rasgos de
    personalidad en diferentes momentos. Este prestigioso
    psicólogo americano, de origen húngaro, habla de
    los creativos como individuos a la vez, y según el caso,
    agudos e ingenuos, extravertidos e introvertidos, humildes y
    orgullosos, agresivos y protectores, realistas y fantasiosos,
    rebeldes y conservadores, enérgicos y pausados,
    integrados y diferenciados… Son personas que, en sus
    reflexiones cotidianas, no sólo se preguntan el
    qué y el cómo: también se preguntan por
    qué, incluso varias veces. No hace falta decir que ser
    creativo es algo más que ser talentoso, brillante o
    ingenioso. Desde luego, dirigir personas creativas requiere
    habilidad o paciencia, pero seguramente vale la
    pena.

    Los líderes

    Los directivos y mandos parecen haberse apropiado este
    calificativo, pero obviamente ni todos ellos lo son, ni todos
    los líderes ocupan puestos de gestión (a veces porque no quieren). No
    sabríamos decir si el liderazgo es
    genético o extragenético, pero se manifiesta
    pronto como rasgo social de personalidad. Los líderes
    constituyen una guía para los demás, consecuencia
    de su iniciativa y capacidad de aunar o alinear voluntades. No
    hace falta añadir que un líder
    lo es porque tiene seguidores, así como un jefe lo es
    porque tiene subordinados. Desde luego, cabe la figura del
    jefe-líder, que es la que vienen intentando implantar
    las empresas, especialmente desde los primeros años
    90.

    Cuando, en un equipo de trabajo, hay algún
    líder distinto del jefe, éste debe extremar sus
    habilidades sociales; pero no caber ocultar que pueden surgir
    problemas. Dirigir a líderes viene a constituir un reto
    y, por otra parte, los jefes pueden ser también tocados
    por la envidia; especialmente si el liderazgo de alguno de sus
    subordinados no es sólo social, sino que se basa
    asimismo en su nivel de conocimientos, o en su destreza
    profesional. Si es cierto que las empresas deben cuidar
    más la satisfacción de sus personas, nos parece
    que, si cabe, a los líderes hay que cuidarlos más
    (en todos los
    sentidos).

    Los críticos

    Tienen mala imagen, pero a menudo se echa de menos la
    función crítica o autocrítica en las
    empresas. Aun formulada con rigor y mesura, la crítica
    ha sido tradicionalmente mal recibida dentro de las
    organizaciones y sólo muy recientemente se viene
    impulsando, por ejemplo, el feedback ascendente, y
    señalando también la necesidad del
    autoconocimiento y el reconocimiento de los propios errores,
    como una positiva cualidad de los líderes. Hoy parece
    recomendable que la organización establezca canales de
    comunicación por los que encauzar las
    opiniones críticas, y que promueva el feedback
    multifuente en su justa dimensión. Y todos debemos ser
    más receptivos a los mensajes constructivos bien
    formulados.

    Hay quien parece feliz cuando encuentra un error
    ajeno, pero la criticidad compulsiva resulta rechazable; lo que
    sí cabe postular es la fluida comunicación entre
    las personas dentro de las empresas, con actitudes edificantes,
    alertadoras, enriquecedoras, preventivas y previsoras. Sabemos
    de grandes líderes empresariales que promueven muy
    decididamente la crítica dentro de sus organizaciones:
    es una forma de acceder a información que, quizá de otro
    modo, nos les llegaría.

    Los miméticos

    No sabemos bien cómo denominarlos, pero hay
    personas que parecen encajar en muy diversas funciones, sin
    desentonar. Quizá ahí esté la clave:
    "parecen" encajar. No me siento orgulloso del profazamiento,
    pero una vez sostuve de un directivo que no me parecía
    él, sino un actor que venía cada día a
    hacer su papel. Ya Sócrates decía: "Esfuérzate
    en ser lo que deseas parecer"; pero hay personas que parecen ir
    de paso por diferentes puestos, aparentando (culto a la imagen)
    un buen desempeño pero sin esperarse a que los
    resultados lo refrenden. Un periodo prolongado les
    delataría; varios años ejerciendo el papel de
    director comercial sin vender lo suficiente, levantaría
    sospechas. Su habilidad es aparentar.

    Es verdad que, en la empresa, casi todos intentamos
    aparentar ser mejores de lo que somos, o al menos intentamos
    lucir nuestras habilidades; pero los que denominamos
    miméticos no se plantean contribuir a la colectividad
    sino sólo aparentar la contribución. Intentan
    mostrar que el paisaje los necesita, pero son ellos los que
    necesitan del paisaje. El mimetismo me parece una
    perversión de la postulada polivalencia.

    Los Pepito Grillo

    Parece que los anglohablantes los llaman
    whistleblowers. Pueden ser tan molestos como los
    críticos, pero también es saludable su presencia
    si no se llega al exceso. De perfil ético, estos
    individuos suelen llamar a las cosas por su nombre, se atreven
    a disentir, se solidarizan con las víctimas de
    injusticias, son coherentes e íntegros, formulan
    preguntas incómodas a sus mandos, denuncian situaciones
    indignas… Iñaki Piñuel nos advierte que
    este tipo de personas corre especial riesgo de padecer
    mobbing. Los Pepito Grillo hacen algo más que
    criticar: reflexionan, meditan, analizan, prevén… y
    formulan serenamente sus pensamientos.

    Creemos que las organizaciones de cierto
    tamaño, en beneficio de su salud, necesitan estas
    personas como necesitan, por ejemplo, representantes
    sindicales. O, por lo menos, diríamos que su ausencia
    favorece el enviciamiento de las costumbres. Los Pepito Grillo
    forman parte de la "conciencia" de la
    organización.

    Conclusión

    Cada vez se consideran más separadamente los
    conocimientos, las habilidades, las actitudes, los valores y
    las personalidades de los individuos, tanto en los procesos de
    selección como en la planificación de las trayectorias
    profesionales y en el cotidiano ejercicio del management;
    pero todavía puede decirse que hay a menudo una buena
    porción de particularidades desaprovechadas por causas muy
    diversas, y que surgen también conductas en las
    organizaciones, aparte de la corrupción, a las que se ha de prestar
    mayor atención.

    La postulada alineación de los esfuerzos en
    beneficio de la eficiencia de las organizaciones, abarca
    también al necesario ajuste fino en la atención a
    los rasgos diferenciales de los individuos. Aquí hemos
    abordado una muestra: lo justo para desarrollar esta
    pequeña reflexión. Hasta donde sea posible, dejemos
    crear al creativo, criticar al crítico, liderar al
    líder, trabajar al currante… y neutralicemos
    asimismo las indeseables conductas desleales, catastrofistas,
    hostigadoras, obstruccionistas o trepadoras. No cabe duda de que
    los pecados capitales también llegan al entorno laboral,
    pero, por la misma razón, caben numerosas virtudes, todas
    muy cardinales, y éstas sí han de cultivarse
    más.

     

    José Enebral Fernández

    Consultor de Recursos
    Humanos

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter