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Etica de la responsabilidad y voluntad de poder




Enviado por victorhayden



    (Nietzsche y
    Jonas. Algunas consideraciones)

    Es propio de estos días el que los intelectuales
    hayan perdido vigencia. El neopopulismo para el cual el abandono
    de la idea de "cultura culta"
    es un avance inequívoco, y la desfundamentación que
    lleva a no requerir justificaciones sistemáticas, han ido
    quitando peso a los "letrados" dentro de la constitución social de sentido. No es que
    en otras épocas las grandes masas sociales atendieran a
    los intelectuales directamente; en general, los reverenciaban en
    tanto no los conocían. Pero ellos operaban por vía
    indirecta: la convicción de que era necesario fundamentar
    la ética,
    la política,
    etc., llevaba a que sus juicios fueran aquellos que
    servían de justificación a los discursos en
    muy diversos terrenos de la actividad social.

    También la actual baja de la cultura de la letra
    frente a la de la imagen contribuye
    en el mismo sentido. Este fenómeno es bien conocido, y se
    ha comentado largamente: en los hechos, ello ha llevado a un peso
    sin precedentes de los periodistas en la construcción de la opinión
    pública, con un predominio creciente de la inmediatez
    y de lo efímero por sobre los temas clásicamente
    llamados "de fondo". La superficialidad, y la falta de memoria y
    continuidad se imponen por sobre consideraciones conceptuales,
    cualesquiera que fueran.

    No son tiempos de hegemonía filosófica.
    Incluso, la filosofía, si la pensamos como el momento de
    lo general, representa un tipo de pensamiento
    que entra en colisión con el situacionalismo generalizado,
    con la idea de que toda referencia a lo global es ya imposible, y
    que ningún discurso va
    más allá de las específicas condiciones que
    lo engendraron.

    En esta situación, no es fácil encontrar una
    función
    y un destino para un intento filosófico como el de Hans
    Jonas. Más, cuando se trata de una filosofía que
    pretende ser formadora de conciencia y
    orientadora de la acción
    de los sujetos.

    Afortunadamente sabemos bien que jamás la
    ética real se configuró a través de los
    textos o en los cursos escolarizados de Ética. Sin duda
    que las predisposiciones a la acción se estructuran en los
    espacios sociales que son más inmediatos para el
    sujeto.

    Y sin embargo, en pocos momentos se ha apelado tanto a la
    ética como últimamente. La referencia a la
    ética está de moda. No es
    difícil advertir por qué. Las ideologías ya
    están poco definidas y se ha producido déficit de
    orientación. Hay que intentar cubrirlo por alguna parte.
    Podríamos pensar que la apelación a la ética
    opera en el campo del síntoma. Es decir, muestra que hay
    problemas con
    la ética, que en general los comportamientos no remiten a
    ética alguna, y que se intenta restituir lo ético
    por remisión a algunos principios que se
    pudiera establecer desde el discurso de los medios, las
    empresas o la
    cátedra y la literatura.

    En el caso de Jonas y su principio de Responsabilidad, el
    camino elegido hacia una ética que modere la conducta humana,
    pasa por lo que él llama "heurística del temor", y
    alude al previsible entendimiento, por parte de los hombres, de
    la real posibilidad de aniquilación de la especie humana,
    o de las características humanas, en un futuro cercano, en
    dependencia del mal o desmesurado uso de los avances
    científico-técnicos disponibles.

    La humanidad estaría en condiciones, por primera vez
    en su historia, de
    arrasar el medio ambiente
    en forma planetaria, de modificar la naturaleza de
    los seres y de sí mismo a través de la genética,
    y de convertirse en creador de vida clonada. El ser humano
    estaría ad portas de su perdición, ya sea por una
    hecatombe nuclear, ya sea por la devastación de las
    demás especies y la naturaleza, ya sea por su propia
    transmutación.

    La verdad es que los peligros que nos plantea Jonas, son
    aterradores. Lo peor de todo es que estas cosas ya están
    sucediendo, y de ahí el urgente llamado de este "viejo
    sabio", como lo llama Sánchez Pascual, a la mesura y la
    prudencia.

    Quisiera, sin embargo, y ese es el objetivo de
    este trabajo,
    plantear una pregunta, que puede parecer, por lo pronto,
    demasiado inquisidora y producto de
    una excesiva y algo entusiasta lectura de
    Nietzsche, pero que también recoge una visión de la
    realidad del poder
    político actual y las dinámicas de
    dominación institucional y social que funcionan a
    través de nuevas ideologías o de la falta de
    ellas.

    Siguiendo a Nietzsche, preguntaré por el tipo de
    voluntad de poder que mueve el proyecto
    ético de Jonas. Aludiendo a si esta voluntad es
    débil, y responde a una mecánica de resentimiento que violenta la
    realidad a través de la teología, la metafísica, el racionalismo,
    y busca fundamentos ontológicos y criterios objetivos, o
    si es fuerte, y acepta la vida y su devenir en ruina, sin
    intentar sistematizar o totalizar la realidad y sus
    posibilidades.

    Lo cierto es que en Nietzsche, hay un sin número de
    nociones y pistas que hacen muy clara su posición frente a
    una ética de la responsabilidad como la de Jonas, y frente
    a un diagnóstico del futuro tan desolador como
    el que éste filósofo nos plantea, y la posibilidad
    de revertirlo.

    Ya en un texto de 1873,
    Nietzsche, expone el destino catastrófico del hombre en el
    cosmos, y la arrogancia de éste por la invención
    del conocimiento.
    Conocimiento que al fin y al cabo sólo servirá para
    que tenga conciencia de su destrucción, al apagarse
    el sol que le
    da vida.

    La vida del ser humano es trágica, pues carece de
    sentido y se dirige hacia la muerte.
    Somos seres para la muerte, como
    diría Heidegger. A esta tragedia de una muerte segura, hay
    que agregar el develamiento nietzscheano de que no existen
    valores sino
    valoraciones, y de que el sujeto es más una ficción
    lógica
    y regulativa, que algo con realidad propia.

    Podemos decir que bajo estas premisas, la existencia se
    vuelve abismal, o por lo menos, temible. Ante esta
    constatación destinal irrevocable, las buenas intenciones
    de Jonas pecan de inocencia intelectual.

    Pero no me detendré en la tentación de Jonas
    de formular una ética social y política bajo
    fundamentos metafísicos específicos que
    escucharán sólo aquellos que compartan su creencia.
    Las buenas intenciones nunca están de más.

    La verdad es que no es fundamental que haya hombres sobre
    la tierra. Ya
    nos lo dijo Nietzsche, y la astrofísica moderna: Ya hay
    una fecha para el enfriamiento del sol y el olvido del ser
    humano. Aunque siempre puede ser antes. Y si esto no sucediera
    así, bueno, habremos sobrevivido demasiado.

    Podemos recordar también el carácter interpretativo de todo acontecer.
    Para Nietzsche, no existe el acontecimiento en sí. Por lo
    tanto no existe la devastación planetaria del medio
    ambiente como
    acontecimiento unificado y dirigido. Lo que sucede es un grupo de
    fenómenos seleccionados y resumidos por un ser que
    interpreta. No digo que la interpretación de Jonas sea errada. Existen
    muchos indicios científicos que apuntan hacia ella. Sin
    embargo, me parece que el fin de nuestro planeta será
    inesperado y desprovisto de todo anuncio mediático, visto
    el riesgo de caos y
    la cancelación masiva de suscripciones y seguros que ello
    acarrearía.

    Creo que existen suficientes datos para
    afirmar que El principio de Responsabilidad de Jonas y su
    pesimista concepción del hombre y su futuro se encuentra
    en total oposición frente al pensamiento vitalista y
    trágico de Nietzsche.

    Podríamos incluso arriesgarnos de ante mano, y
    concluir de inmediato que la filosofía de Jonas es movida
    por una voluntad del resentimiento y que la debilidad es lo que
    mueve su voluntad de poder, pero mejor veamos primero en
    qué consiste y cuál es la dinámica y adónde nos ha llevado la
    voluntad débil y su contraparte, no sea que caigamos presa
    de algún prejuicio.

    Al parecer no existe un estado natural
    y constante en los entes. Hoy la física ha mostrado
    que el movimiento es
    lo único constante, desde los kuarks al universo en
    expansión. El tiempo y el
    espacio serían dos dimensiones de lo mismo, como lo son
    entre sí la masa y la energía. Y el universo
    parecería infinito siendo que es finito. Si sacamos
    consecuencias de estos descubrimientos de la ciencia,
    nos quedaría claro que no hay ninguna situación
    inicial de inercia a la cual remitirse, un punto
    arquimédico de quietud en el cual establecerse. El
    movimiento, el desequilibrio, la fluctuación,
    serían, sin duda, los mecanismos básicos de
    comportamiento
    de lo material, y no podemos suponerlos como deformaciones de
    alguna sustancia previa que hubiera estado en el autosustento de
    la pasividad.

    De tal modo la paz y la prudencia no serían una
    especie de condición natural a la que tendemos, y de la
    cual nos hubiéramos apartado. Más bien, se trata de
    una permanente construcción sin garantías, de una
    tarea que se nos da en relación con el mito de
    Sísifo: subir permanentemente la montaña, y cuando
    se ha llegado a la cima tener que bajar para subir de nuevo, una
    y otra vez, y siempre haciéndolo y arriesgándose en
    cada ocasión a una nueva apuesta. Se impone una
    ética de la carencia: contra las idealizaciones que
    llevarían a imaginar un perfecto campo social sin conflictos,
    entender que los sujetos lo son de deseo, y por ello que el mundo
    es el enfrentamiento de deseos mutuamente no conciliados. Es
    decir, la vida humana es lucha por el reconocimiento, que
    Hegel
    entendía que era lucha a muerte. Tomemos la
    expresión hegeliana en un sentido no literal: se trata de
    lucha con todos los recursos a que se
    pueda tener acceso, y que se entiende servirán a los
    propios fines, siempre que esos recursos sean entendidos como
    legítimos por el que apela a ellos.

    Fue Freud quien
    señaló con claridad que la configuración de
    la subjetividad no es proclive a la armonía interpersonal.
    Las tendencias agresivas, el odio narcisista a quien realiza el
    deseo cuya plasmación quisiera para mí, los
    impulsos libidinales, todo ello debe ser reprimido para poder
    vivir en sociedad. La
    función de la cultura es ofrecer seguridad a
    cambio de
    pérdida de placer.

    Si se abandonara a los hombres a sus tendencias impulsivas,
    tendríamos la horda inicial, la lucha de todos contra
    todos, la imposición de la violencia para
    gozar del otro sexualmente, o eliminarlo si es un competidor. No
    hemos partido, entonces, de tendencias pacíficas que
    hubieran sido deformadas, sino por el contrario, la cultura ha
    ido progresivamente imponiéndose para construir
    trabajosamente el campo de las prohibiciones y las normas
    compartidas, a partir de las cuales ofrecer bases de seguridad
    para la vida en común.

    Dado que la cultura se cobra precios tan
    fuertes por mantener la posibilidad de la convivencia social, el
    resultado será una alta carga de energía
    síquica ligada al resentimiento y el endurecimiento de la
    autoexigencia y la exigencia a los otros. Esta es la conciencia
    culpable de la cual habla Nietzsche, y que se experimenta cuando
    el hombre,
    acostumbrado al pillaje, a la guerra, al
    vagabundeo y a la violencia de los instintos se ve de pronto
    sometido a las condiciones de la civilización y la paz.
    Cuanto menos realización del deseo, dice Freud, más
    sentimiento de culpa. Y más culpabilización hacia
    los demás.

    Según Nietzsche, este hombre primitivo,
    medio-animal, no habituado a la ley estatal de
    una raza conquistadora y su yugo, sino más bien a la
    hostilidad, la crueldad, a la alegría de perseguir, de
    destruir y matar, desarrolla la conciencia culpable. El instinto
    de libertad
    retrotraído a un estado de latencia, reprimido y
    encarcelado por una "raza de señores" (entiéndase
    "clase
    detentadora del poder"), se ve obligado a descargarse sobre
    sí mismo.

    Nos dice Nietzsche, que esa crueldad reprimida e
    internalizada del animal-hombre, aprisionada y domada, hizo
    surgir la conciencia de culpa para herirse a sí misma
    cuando vió bloqueada la descarga natural de este deseo de
    herir. Por otra parte, este hombre de la conciencia culpable se
    aferró a la religión para llevar
    su autotortura al máximo: la culpa ente dios.

    Se podría matizar esta afirmación, pero
    difícilmente rechazarla; debemos sostener, por tanto, que
    la irreductibilidad del conflicto
    entre impulsos y cultura, conlleva una noción nada
    roussoniana de lo que es la subjetividad, de cómo se da la
    cultura, y de cuáles posibilidades hay de sostener a
    ésta en un campo planamente conciliado.

    En el caso contrario, los nobles, o los detentadores del
    poder, no conocen el sentimiento de culpa, ni la
    conmiseración. Para ellos, el ejercicio del poder responde
    a la constitución interna de su clase y de su fuerza, y no
    busca ni esta emparentado con ideologías ni conceptos
    externos. Su voluntad de poder es la fuerte, y es aquella que
    descarta la posibilidad de imponerse a la realidad a
    través de sistemas y
    totalizaciones. Generalmente están alejados de toda
    fundamentación teórica, pues no la necesitan, y
    siguen viviendo del pillaje hoy, tanto como ayer.

    La revolución
    de los esclavos en moral no tuvo
    algún éxito
    efectivo. La verdad es que el poder siguió estando en
    manos de los "nobles". Es más, la preferencia por la
    racionalidad y la veracidad desarrollada de los nuevos "hombres
    de poder", les dio nuevas herramientas
    de dominio, que
    desarrollaron aún más, libres de todo prejuicio.
    Los "nobles" no necesitan ser inteligentes y racionales, tienen
    asistentes y consejeros.

    Estos hombres de voluntad fuerte, libres de la conciencia
    culpable y capaces de adaptarse a un mundo siempre cambiante, ya
    que no abrazan ninguna ideología, se retrotrayeron hacia esferas
    de influencia solapadas, en donde el poder se convierte de pronto
    en omnipotencia y en misterio.

    Como siempre ha sido, el poder requiere más poder.
    La vida desea sobrepasarse, incluso, o tal vez sobre todo,
    poniéndose en peligro, y el interés
    económico ha sido siempre el interés del poder por
    excelencia. Simplemente porque una enorme cantidad de dinero, deja
    de ser dinero y se convierte en un mecanismo que abre todas las
    puertas y cumple todos los deseos. Millones de dólares
    pueden convertir a alguien en dios.

    He aquí el gran problema. El gran escollo que tiene
    que sobrepasar la ética de Jonas. Los nobles nunca
    perdieron el poder. Tampoco estuvieron completamente
    detrás de ningún bando ideológico, de alguna
    cruzada moral o religiosa. Por eso, toda vez que perdían
    terreno en su juego eterno
    de guerras en las
    que se deleitan, pues gozan del herir y del violentar, se
    retrotraían y retiraban sus capitales, siempre avisados
    con tiempo.

    Antes de seguir quiero detenerme un momento y aclarar un
    punto. Cuando hablo de los de hombres de la voluntad de poder
    fuerte, hablo sólo y exclusivamente del hombre que detenta
    el poder político y económico mundial, de los
    "nobles" que Nietzsche nombra en su "Genealogía de
    la moral", y
    no del hombre de voluntad de poder fuerte que podríamos
    asociar con Zaratustra y el Übermensch, y con una
    superación del hombre histórico, y que a mi parecer
    es el verdadero hombre de voluntad fuerte, y que se debe buscar
    más en ámbitos místicos que en
    ámbitos de política contingente. No es mi
    intención hacer un estudio de la voluntad de poder fuerte
    en esta ocasión. Sigo.

    No es un secreto para nadie que Estados Unidos y
    su economía
    son el poder hegemónico en todo ámbito en este
    momento. Su poder militar es incontrarrestable y nos encontramos
    nuevamente, así como el mundo conocido de la época,
    bajo el dominio del imperio romano,
    obligados a rendir pleitesía y entregar nuestras
    economías a un mercado dominado
    por el dólar. Esto es así, porque hoy, al igual que
    ayer, "la nobleza política" que constituye una especie de
    "raza" multiracial se encuentra en todo el planeta sirviendo a
    los intereses del poder.

    Es interesante observar también, y volviendo a
    Jonas, cual es la posición de este poder incontrarrestable
    e invariable, frente a la cuestión medio ambiental, que es
    la que más le preocupa a nuestro filósofo.

    El gobierno de W.
    Bush, aparte de la guerra inventada a expensas del pueblo afgano
    y del pueblo iraquí, y de toda la devastación que
    producen las empresas norteamericanas en todo el mundo,
    protegidas por su gobierno, ha, además, abrogado normas
    que conferían un mayor poder al gobierno para negar
    contratos a
    empresas que violan leyes federales y
    medioambientales. Ha roto la promesa de campaña de
    invertir 100 millones de dólares al año en la
    conservación forestal. Se ha negado ha ratificar el
    Protocolo de
    Kioto de 1997, firmado por 178 países para frenar el
    calentamiento
    global. Ha rechazado un acuerdo internacional para reforzar
    el tratado de 1972 que prohibe la guerra bactereológica.
    Ha reducido en 500.000 millones de dólares el presupuesto de la
    Agencia para la protección del Medio ambiente. Ha
    incumplido su promesa de campaña de regular las emisiones
    de dióxido de carbono,
    factor determinante del calentamiento global. Ha impulsado el
    desarrollo de
    armas
    nucleares menores, diseñadas para atacar objetivos
    subterráneos, lo que supone una violación del
    tratado contra pruebas
    nucleares y ha propuesto la venta de
    áreas protegidas en Alaska que cuentan con reservas de
    petróleo y gas, entre otras
    cosas.

    Es con estos hombres que Jonas tiene que tratar. Son estos
    hombres los que deben ser "responsables" con el medio ambiente, y
    al parecer, y como era de esperar, el interés que
    despierta en el poder político imperante, y que es
    manejado por el hombre de voluntad fuerte, libre de culpa y de
    conmiseración, el destino de animales,
    vegetales y los millones de seres humanos que nunca fueron como
    él, es nulo. De la misma forma, también es de
    esperar que este hombre sea capaz de morir o de destruir todo a
    su paso antes de perder tal poder. Al estilo de Hussein, al
    abandonar Kuwait.

    Estados Unidos y la "nobleza poderosa" están
    nuevamente embarcados en un juego de poder incompasivo, esta vez,
    en un juego en el que por primera vez podrían perder su
    hegemonía. La guerra contra Irak, como ya
    comienza a inferirse, es la primera parte de la guerra contra
    Europa y el Euro.
    La historia se repite. El imperio deviene en ruinas y el hombre
    poderoso de la voluntad de poder fuerte saldrá
    ileso.

    Volvamos al temor de Jonas. La "heurística del
    temor" aparece como un método
    acorde con estos tiempos "llenos de peligros terminales" y con la
    gran destrucción de vida natural y humana que el hombre ha
    llevado a cabo desde que posee el poder sobre la técnica o
    viceversa, y sobre todo después de una guerra mundial en
    donde el cuasi exterminio de un pueblo entero fue
    permitido.

    Digamos que tener miedo es plausible, dada la naturaleza
    humana que hemos retratado someramente. Los humanos tenemos
    la desgracia de que, una vez maltratados, maltratamos. Nada es
    menos sorprendente que el hecho de que los niños
    que han padecido abusos acaben un día abusando de sus
    propios hijos. Después de que los estadounidenses
    bombardearan repetidamente a los pacíficos y neutrales
    camboyanos, masacrando a cientos de miles durante la guerra de
    Vietnam, los camboyanos acabaron volviéndose los unos
    contra los otros, masacrándose esta vez por su cuenta.
    Después de que la Unión Soviética perdiera
    veinte millones de personas durante la segunda guerra
    mundial, decidió prevenirse contra cualquier intento
    de injerencia externa invadiendo y dominando casi todos los
    países con los que lindaba.

    Una vez martirizada, la gente suele enloquecer y acaba por
    tomar medidas drásticas e irracionales para protegerse. El
    caso judío-palestino es paradigmático. Una vez que
    los judíos
    han sido perseguidos en todo el mundo y casi exterminados en la
    segunda guerra, no dejarán, una vez en el poder, que nadie
    vuelva a tocarlos y se mostrarán tan opresores como fueron
    con ellos. Esta vez le toca a los Palestinos. Demás
    está decir que tenemos nuestros propios ejemplos.

    Tener miedo es por tanto, bastante entendible. La verdad es
    que se puede tener miedo de casi todo. Hasta de lo más
    cercano. Del vecino que gusta impresionar y tiene un arma, del
    conductor de locomoción colectiva que no sabe leer y
    conduce a 90 km por hora, del carabinero en motocicleta que imita
    películas norteamericanas, y que puede ser un vecino; de
    los conductores, de los peatones, de las enfermedades, de los
    perros, de los
    gatos, los insectos, del ácaro del polvo, del alcohol,
    las drogas,
    ingeridas por uno o por el mismo vecino, etc. La vida es en
    sí muy peligrosa.

    Si bien la heurística del temor o simplemente el
    temor, sería un mecanismo de aplicación discreta
    que nos llevaría, idealmente, a la prudencia y al recato
    frente a las acciones
    técnicas que puedan implicar nuestra propia
    eliminación o decadencia, su aplicación
    ideológica o política, que es básicamente la
    idea de Jonas, y que ya es utilizada ampliamente en
    ámbitos económicos y militares, nos
    llevaría, si entendemos lo que venimos diciendo, al
    resultado contrario.

    El paso que hay entre la heurística del temor y la
    cultura del miedo, es insignificante. El uso discreto del temor
    ya es utilizado por los "nobles" en las esferas del poder, a
    través de los medios de
    comunicación masiva. Como podemos inferir, la
    utilización del miedo para fines de consumo es un
    descubrimiento de psicólogos y psiquiatras, todos tipos de
    voluntad débil, utilizado sin ninguna conmiseración
    por el hombre de voluntad fuerte.

    La relación que hay entre miedo y consumo es lo que
    mueve la macroeconomía imperante. Es así como
    cualquier gesto político amenazante moviliza
    inmediatamente los capitales y los ánimos. A pesar de la
    debacle económica en la se encuentra Estados Unidos,
    después del ataque a las torres gemelas, que si le creemos
    a Thierry Meyssan, y a la reciente historia norteamericana,
    habría sido otro horripilante montaje de los grupos de poder
    detrás del poder, la industria
    armamentista y de productos en
    general, tanto como la venta de seguros de todo tipo, aumentaron
    considerablemente dentro y fuera de norteamerica. Sin contar con
    los enormes negocios
    petroleros producidos por la guerra de Afganistán e Irak,
    para el lobby del petróleo.

    Lo cierto es que mantener al pueblo, o a los hombres de
    voluntad débil al borde del colapso nervioso, temerosos de
    un nuevo terremoto, una nueva guerra, el ataque de abejas
    asesinas, el aumento exponencial de la delincuencia,
    la destrucción del planeta, a resultado muy beneficioso
    para los intereses políticos y económicos
    dominantes.

    Contrariamente a lo que podría pensar Jonas, es
    precisamente el miedo lo que nos ha llevado a la situación
    de total depredación del medio ambiente, y a continuar la
    carrera armamentista, y a querer dominar la vida, antes que esta
    nos devore con su muerte.

    El curioso drama de lo humano es que lo mejor resulta
    enemigo de lo bueno, y que más allá de un cierto
    punto, las virtudes y las buenas intenciones humanas constituyen
    vicios. Es decir, toda virtud ya es, a la vez, su contrario, y
    ello se hace muy patente cuando existe cierto nivel de intensidad
    de su ejercicio. Por ello, por ejemplo, el ideal de la paz y del
    mantenimiento
    de la vida humana es enormemente sano, en tanto no encarne en
    ideal fuerte, pues llegado el caso alguien podría hacer la
    guerra, o cometer toda clase de arbitrariedades en nombre de
    salvaguardar lo "humano" y la paz. Es claro que las
    idealizaciones permiten siempre satanizar al adversario y sus
    proyectos, y
    considerar angélico e incontaminado el propio punto de
    vista, que aparece ignorado en tanto se señala solamente
    los errores adscriptos a los demás: toda actividad
    inquisitorial se basa en estos mecanismos síquicos y
    discursivos.

    Quiero pensar que el proyecto de Jonas es inocente de toda
    confabulación consciente para mantenernos aterrorizados y
    que no respondería al uso planificado e indebido de
    nuestra maltratada inocencia por parte de los eternos "nobles",
    que se alimentan de nuestra inestable culpabilidad.
    Más bien quiero pensar que Jonas es un hombre de voluntad
    débil que resiente el poder del poderoso y que teme al
    futuro incierto y a toda transformación de su
    condición actual, ganada con esfuerzo. Un pesimista
    conservador inocente, que inconscientemente trabaja para el orden
    establecido.

    "Sucede que nuestras fuerzas nos empujan
    de tal modo hacia delante, que no podemos soportar ya nuestras
    debilidades y perecemos por ellas; también nos sucede que
    prevemos este resultado, y, sin embargo, no queremos que sea de
    otra manera. Entonces nos hacemos duros para con lo que debiera
    ser mimado en nosotros, y nuestra grandeza es también
    nuestra barbarie. Tal catástrofe, que terminamos por pagar
    al precio de
    nuestra vida, es un ejemplo influencia general que ejercen los
    grandes hombres sobre los demás y sobre su época –
    justamente con lo que tienen de mejores, con lo que ellos saben
    hacer, arruinan a muchos seres débiles e inexpertos, que
    están aún en su desarrollo y en sus comienzos – , y
    que por esto son nocivos. El caso puede también
    presentarse donde sobre todo no hacen más que perjudicar,
    puesto que lo que tienen mejor no es absorbido sino por lo que en
    ello pierden su razón y su ambición, como bajo la
    influencia de una fuerte bebida: se colocan en tal estado de
    embriaguez, que sus miembros se romperán en todos los
    malos pasos a que les conduzca su borrachera"

    Friedrich Nietzsche

    BIBLIOGRAFÍA

    • Freud, Sigmund. "El malestar de la
      cultura".
    • Freud, Sigmund. " Esquema del psicoanálisis". Editorial
      Paidós. México. 1997.
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    • Nietzsche, Friedrich. " Sobre verdad y mentira en
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      Edit. Tecnos. Madrid.1998.
    • Nietzsche, Friedrich. "La voluntad de
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      . Edit. Edaf. Madrid.
      1998.

     

    Victor Hugo Hayden Godoy

    Santiago

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