(Nietzsche y
Jonas. Algunas consideraciones)
Es propio de estos días el que los intelectuales
hayan perdido vigencia. El neopopulismo para el cual el abandono
de la idea de "cultura culta"
es un avance inequívoco, y la desfundamentación que
lleva a no requerir justificaciones sistemáticas, han ido
quitando peso a los "letrados" dentro de la constitución social de sentido. No es que
en otras épocas las grandes masas sociales atendieran a
los intelectuales directamente; en general, los reverenciaban en
tanto no los conocían. Pero ellos operaban por vía
indirecta: la convicción de que era necesario fundamentar
la ética,
la política,
etc., llevaba a que sus juicios fueran aquellos que
servían de justificación a los discursos en
muy diversos terrenos de la actividad social.
También la actual baja de la cultura de la letra
frente a la de la imagen contribuye
en el mismo sentido. Este fenómeno es bien conocido, y se
ha comentado largamente: en los hechos, ello ha llevado a un peso
sin precedentes de los periodistas en la construcción de la opinión
pública, con un predominio creciente de la inmediatez
y de lo efímero por sobre los temas clásicamente
llamados "de fondo". La superficialidad, y la falta de memoria y
continuidad se imponen por sobre consideraciones conceptuales,
cualesquiera que fueran.
No son tiempos de hegemonía filosófica.
Incluso, la filosofía, si la pensamos como el momento de
lo general, representa un tipo de pensamiento
que entra en colisión con el situacionalismo generalizado,
con la idea de que toda referencia a lo global es ya imposible, y
que ningún discurso va
más allá de las específicas condiciones que
lo engendraron.
En esta situación, no es fácil encontrar una
función
y un destino para un intento filosófico como el de Hans
Jonas. Más, cuando se trata de una filosofía que
pretende ser formadora de conciencia y
orientadora de la acción
de los sujetos.
Afortunadamente sabemos bien que jamás la
ética real se configuró a través de los
textos o en los cursos escolarizados de Ética. Sin duda
que las predisposiciones a la acción se estructuran en los
espacios sociales que son más inmediatos para el
sujeto.
Y sin embargo, en pocos momentos se ha apelado tanto a la
ética como últimamente. La referencia a la
ética está de moda. No es
difícil advertir por qué. Las ideologías ya
están poco definidas y se ha producido déficit de
orientación. Hay que intentar cubrirlo por alguna parte.
Podríamos pensar que la apelación a la ética
opera en el campo del síntoma. Es decir, muestra que hay
problemas con
la ética, que en general los comportamientos no remiten a
ética alguna, y que se intenta restituir lo ético
por remisión a algunos principios que se
pudiera establecer desde el discurso de los medios, las
empresas o la
cátedra y la literatura.
En el caso de Jonas y su principio de Responsabilidad, el
camino elegido hacia una ética que modere la conducta humana,
pasa por lo que él llama "heurística del temor", y
alude al previsible entendimiento, por parte de los hombres, de
la real posibilidad de aniquilación de la especie humana,
o de las características humanas, en un futuro cercano, en
dependencia del mal o desmesurado uso de los avances
científico-técnicos disponibles.
La humanidad estaría en condiciones, por primera vez
en su historia, de
arrasar el medio ambiente
en forma planetaria, de modificar la naturaleza de
los seres y de sí mismo a través de la genética,
y de convertirse en creador de vida clonada. El ser humano
estaría ad portas de su perdición, ya sea por una
hecatombe nuclear, ya sea por la devastación de las
demás especies y la naturaleza, ya sea por su propia
transmutación.
La verdad es que los peligros que nos plantea Jonas, son
aterradores. Lo peor de todo es que estas cosas ya están
sucediendo, y de ahí el urgente llamado de este "viejo
sabio", como lo llama Sánchez Pascual, a la mesura y la
prudencia.
Quisiera, sin embargo, y ese es el objetivo de
este trabajo,
plantear una pregunta, que puede parecer, por lo pronto,
demasiado inquisidora y producto de
una excesiva y algo entusiasta lectura de
Nietzsche, pero que también recoge una visión de la
realidad del poder
político actual y las dinámicas de
dominación institucional y social que funcionan a
través de nuevas ideologías o de la falta de
ellas.
Siguiendo a Nietzsche, preguntaré por el tipo de
voluntad de poder que mueve el proyecto
ético de Jonas. Aludiendo a si esta voluntad es
débil, y responde a una mecánica de resentimiento que violenta la
realidad a través de la teología, la metafísica, el racionalismo,
y busca fundamentos ontológicos y criterios objetivos, o
si es fuerte, y acepta la vida y su devenir en ruina, sin
intentar sistematizar o totalizar la realidad y sus
posibilidades.
Lo cierto es que en Nietzsche, hay un sin número de
nociones y pistas que hacen muy clara su posición frente a
una ética de la responsabilidad como la de Jonas, y frente
a un diagnóstico del futuro tan desolador como
el que éste filósofo nos plantea, y la posibilidad
de revertirlo.
Ya en un texto de 1873,
Nietzsche, expone el destino catastrófico del hombre en el
cosmos, y la arrogancia de éste por la invención
del conocimiento.
Conocimiento que al fin y al cabo sólo servirá para
que tenga conciencia de su destrucción, al apagarse
el sol que le
da vida.
La vida del ser humano es trágica, pues carece de
sentido y se dirige hacia la muerte.
Somos seres para la muerte, como
diría Heidegger. A esta tragedia de una muerte segura, hay
que agregar el develamiento nietzscheano de que no existen
valores sino
valoraciones, y de que el sujeto es más una ficción
lógica
y regulativa, que algo con realidad propia.
Podemos decir que bajo estas premisas, la existencia se
vuelve abismal, o por lo menos, temible. Ante esta
constatación destinal irrevocable, las buenas intenciones
de Jonas pecan de inocencia intelectual.
Pero no me detendré en la tentación de Jonas
de formular una ética social y política bajo
fundamentos metafísicos específicos que
escucharán sólo aquellos que compartan su creencia.
Las buenas intenciones nunca están de más.
La verdad es que no es fundamental que haya hombres sobre
la tierra. Ya
nos lo dijo Nietzsche, y la astrofísica moderna: Ya hay
una fecha para el enfriamiento del sol y el olvido del ser
humano. Aunque siempre puede ser antes. Y si esto no sucediera
así, bueno, habremos sobrevivido demasiado.
Podemos recordar también el carácter interpretativo de todo acontecer.
Para Nietzsche, no existe el acontecimiento en sí. Por lo
tanto no existe la devastación planetaria del medio
ambiente como
acontecimiento unificado y dirigido. Lo que sucede es un grupo de
fenómenos seleccionados y resumidos por un ser que
interpreta. No digo que la interpretación de Jonas sea errada. Existen
muchos indicios científicos que apuntan hacia ella. Sin
embargo, me parece que el fin de nuestro planeta será
inesperado y desprovisto de todo anuncio mediático, visto
el riesgo de caos y
la cancelación masiva de suscripciones y seguros que ello
acarrearía.
Creo que existen suficientes datos para
afirmar que El principio de Responsabilidad de Jonas y su
pesimista concepción del hombre y su futuro se encuentra
en total oposición frente al pensamiento vitalista y
trágico de Nietzsche.
Podríamos incluso arriesgarnos de ante mano, y
concluir de inmediato que la filosofía de Jonas es movida
por una voluntad del resentimiento y que la debilidad es lo que
mueve su voluntad de poder, pero mejor veamos primero en
qué consiste y cuál es la dinámica y adónde nos ha llevado la
voluntad débil y su contraparte, no sea que caigamos presa
de algún prejuicio.
Al parecer no existe un estado natural
y constante en los entes. Hoy la física ha mostrado
que el movimiento es
lo único constante, desde los kuarks al universo en
expansión. El tiempo y el
espacio serían dos dimensiones de lo mismo, como lo son
entre sí la masa y la energía. Y el universo
parecería infinito siendo que es finito. Si sacamos
consecuencias de estos descubrimientos de la ciencia,
nos quedaría claro que no hay ninguna situación
inicial de inercia a la cual remitirse, un punto
arquimédico de quietud en el cual establecerse. El
movimiento, el desequilibrio, la fluctuación,
serían, sin duda, los mecanismos básicos de
comportamiento
de lo material, y no podemos suponerlos como deformaciones de
alguna sustancia previa que hubiera estado en el autosustento de
la pasividad.
De tal modo la paz y la prudencia no serían una
especie de condición natural a la que tendemos, y de la
cual nos hubiéramos apartado. Más bien, se trata de
una permanente construcción sin garantías, de una
tarea que se nos da en relación con el mito de
Sísifo: subir permanentemente la montaña, y cuando
se ha llegado a la cima tener que bajar para subir de nuevo, una
y otra vez, y siempre haciéndolo y arriesgándose en
cada ocasión a una nueva apuesta. Se impone una
ética de la carencia: contra las idealizaciones que
llevarían a imaginar un perfecto campo social sin conflictos,
entender que los sujetos lo son de deseo, y por ello que el mundo
es el enfrentamiento de deseos mutuamente no conciliados. Es
decir, la vida humana es lucha por el reconocimiento, que
Hegel
entendía que era lucha a muerte. Tomemos la
expresión hegeliana en un sentido no literal: se trata de
lucha con todos los recursos a que se
pueda tener acceso, y que se entiende servirán a los
propios fines, siempre que esos recursos sean entendidos como
legítimos por el que apela a ellos.
Fue Freud quien
señaló con claridad que la configuración de
la subjetividad no es proclive a la armonía interpersonal.
Las tendencias agresivas, el odio narcisista a quien realiza el
deseo cuya plasmación quisiera para mí, los
impulsos libidinales, todo ello debe ser reprimido para poder
vivir en sociedad. La
función de la cultura es ofrecer seguridad a
cambio de
pérdida de placer.
Si se abandonara a los hombres a sus tendencias impulsivas,
tendríamos la horda inicial, la lucha de todos contra
todos, la imposición de la violencia para
gozar del otro sexualmente, o eliminarlo si es un competidor. No
hemos partido, entonces, de tendencias pacíficas que
hubieran sido deformadas, sino por el contrario, la cultura ha
ido progresivamente imponiéndose para construir
trabajosamente el campo de las prohibiciones y las normas
compartidas, a partir de las cuales ofrecer bases de seguridad
para la vida en común.
Dado que la cultura se cobra precios tan
fuertes por mantener la posibilidad de la convivencia social, el
resultado será una alta carga de energía
síquica ligada al resentimiento y el endurecimiento de la
autoexigencia y la exigencia a los otros. Esta es la conciencia
culpable de la cual habla Nietzsche, y que se experimenta cuando
el hombre,
acostumbrado al pillaje, a la guerra, al
vagabundeo y a la violencia de los instintos se ve de pronto
sometido a las condiciones de la civilización y la paz.
Cuanto menos realización del deseo, dice Freud, más
sentimiento de culpa. Y más culpabilización hacia
los demás.
Según Nietzsche, este hombre primitivo,
medio-animal, no habituado a la ley estatal de
una raza conquistadora y su yugo, sino más bien a la
hostilidad, la crueldad, a la alegría de perseguir, de
destruir y matar, desarrolla la conciencia culpable. El instinto
de libertad
retrotraído a un estado de latencia, reprimido y
encarcelado por una "raza de señores" (entiéndase
"clase
detentadora del poder"), se ve obligado a descargarse sobre
sí mismo.
Nos dice Nietzsche, que esa crueldad reprimida e
internalizada del animal-hombre, aprisionada y domada, hizo
surgir la conciencia de culpa para herirse a sí misma
cuando vió bloqueada la descarga natural de este deseo de
herir. Por otra parte, este hombre de la conciencia culpable se
aferró a la religión para llevar
su autotortura al máximo: la culpa ente dios.
Se podría matizar esta afirmación, pero
difícilmente rechazarla; debemos sostener, por tanto, que
la irreductibilidad del conflicto
entre impulsos y cultura, conlleva una noción nada
roussoniana de lo que es la subjetividad, de cómo se da la
cultura, y de cuáles posibilidades hay de sostener a
ésta en un campo planamente conciliado.
En el caso contrario, los nobles, o los detentadores del
poder, no conocen el sentimiento de culpa, ni la
conmiseración. Para ellos, el ejercicio del poder responde
a la constitución interna de su clase y de su fuerza, y no
busca ni esta emparentado con ideologías ni conceptos
externos. Su voluntad de poder es la fuerte, y es aquella que
descarta la posibilidad de imponerse a la realidad a
través de sistemas y
totalizaciones. Generalmente están alejados de toda
fundamentación teórica, pues no la necesitan, y
siguen viviendo del pillaje hoy, tanto como ayer.
La revolución
de los esclavos en moral no tuvo
algún éxito
efectivo. La verdad es que el poder siguió estando en
manos de los "nobles". Es más, la preferencia por la
racionalidad y la veracidad desarrollada de los nuevos "hombres
de poder", les dio nuevas herramientas
de dominio, que
desarrollaron aún más, libres de todo prejuicio.
Los "nobles" no necesitan ser inteligentes y racionales, tienen
asistentes y consejeros.
Estos hombres de voluntad fuerte, libres de la conciencia
culpable y capaces de adaptarse a un mundo siempre cambiante, ya
que no abrazan ninguna ideología, se retrotrayeron hacia esferas
de influencia solapadas, en donde el poder se convierte de pronto
en omnipotencia y en misterio.
Como siempre ha sido, el poder requiere más poder.
La vida desea sobrepasarse, incluso, o tal vez sobre todo,
poniéndose en peligro, y el interés
económico ha sido siempre el interés del poder por
excelencia. Simplemente porque una enorme cantidad de dinero, deja
de ser dinero y se convierte en un mecanismo que abre todas las
puertas y cumple todos los deseos. Millones de dólares
pueden convertir a alguien en dios.
He aquí el gran problema. El gran escollo que tiene
que sobrepasar la ética de Jonas. Los nobles nunca
perdieron el poder. Tampoco estuvieron completamente
detrás de ningún bando ideológico, de alguna
cruzada moral o religiosa. Por eso, toda vez que perdían
terreno en su juego eterno
de guerras en las
que se deleitan, pues gozan del herir y del violentar, se
retrotraían y retiraban sus capitales, siempre avisados
con tiempo.
Antes de seguir quiero detenerme un momento y aclarar un
punto. Cuando hablo de los de hombres de la voluntad de poder
fuerte, hablo sólo y exclusivamente del hombre que detenta
el poder político y económico mundial, de los
"nobles" que Nietzsche nombra en su "Genealogía de
la moral", y
no del hombre de voluntad de poder fuerte que podríamos
asociar con Zaratustra y el Übermensch, y con una
superación del hombre histórico, y que a mi parecer
es el verdadero hombre de voluntad fuerte, y que se debe buscar
más en ámbitos místicos que en
ámbitos de política contingente. No es mi
intención hacer un estudio de la voluntad de poder fuerte
en esta ocasión. Sigo.
No es un secreto para nadie que Estados Unidos y
su economía
son el poder hegemónico en todo ámbito en este
momento. Su poder militar es incontrarrestable y nos encontramos
nuevamente, así como el mundo conocido de la época,
bajo el dominio del imperio romano,
obligados a rendir pleitesía y entregar nuestras
economías a un mercado dominado
por el dólar. Esto es así, porque hoy, al igual que
ayer, "la nobleza política" que constituye una especie de
"raza" multiracial se encuentra en todo el planeta sirviendo a
los intereses del poder.
Es interesante observar también, y volviendo a
Jonas, cual es la posición de este poder incontrarrestable
e invariable, frente a la cuestión medio ambiental, que es
la que más le preocupa a nuestro filósofo.
El gobierno de W.
Bush, aparte de la guerra inventada a expensas del pueblo afgano
y del pueblo iraquí, y de toda la devastación que
producen las empresas norteamericanas en todo el mundo,
protegidas por su gobierno, ha, además, abrogado normas
que conferían un mayor poder al gobierno para negar
contratos a
empresas que violan leyes federales y
medioambientales. Ha roto la promesa de campaña de
invertir 100 millones de dólares al año en la
conservación forestal. Se ha negado ha ratificar el
Protocolo de
Kioto de 1997, firmado por 178 países para frenar el
calentamiento
global. Ha rechazado un acuerdo internacional para reforzar
el tratado de 1972 que prohibe la guerra bactereológica.
Ha reducido en 500.000 millones de dólares el presupuesto de la
Agencia para la protección del Medio ambiente. Ha
incumplido su promesa de campaña de regular las emisiones
de dióxido de carbono,
factor determinante del calentamiento global. Ha impulsado el
desarrollo de
armas
nucleares menores, diseñadas para atacar objetivos
subterráneos, lo que supone una violación del
tratado contra pruebas
nucleares y ha propuesto la venta de
áreas protegidas en Alaska que cuentan con reservas de
petróleo y gas, entre otras
cosas.
Es con estos hombres que Jonas tiene que tratar. Son estos
hombres los que deben ser "responsables" con el medio ambiente, y
al parecer, y como era de esperar, el interés que
despierta en el poder político imperante, y que es
manejado por el hombre de voluntad fuerte, libre de culpa y de
conmiseración, el destino de animales,
vegetales y los millones de seres humanos que nunca fueron como
él, es nulo. De la misma forma, también es de
esperar que este hombre sea capaz de morir o de destruir todo a
su paso antes de perder tal poder. Al estilo de Hussein, al
abandonar Kuwait.
Estados Unidos y la "nobleza poderosa" están
nuevamente embarcados en un juego de poder incompasivo, esta vez,
en un juego en el que por primera vez podrían perder su
hegemonía. La guerra contra Irak, como ya
comienza a inferirse, es la primera parte de la guerra contra
Europa y el Euro.
La historia se repite. El imperio deviene en ruinas y el hombre
poderoso de la voluntad de poder fuerte saldrá
ileso.
Volvamos al temor de Jonas. La "heurística del
temor" aparece como un método
acorde con estos tiempos "llenos de peligros terminales" y con la
gran destrucción de vida natural y humana que el hombre ha
llevado a cabo desde que posee el poder sobre la técnica o
viceversa, y sobre todo después de una guerra mundial en
donde el cuasi exterminio de un pueblo entero fue
permitido.
Digamos que tener miedo es plausible, dada la naturaleza
humana que hemos retratado someramente. Los humanos tenemos
la desgracia de que, una vez maltratados, maltratamos. Nada es
menos sorprendente que el hecho de que los niños
que han padecido abusos acaben un día abusando de sus
propios hijos. Después de que los estadounidenses
bombardearan repetidamente a los pacíficos y neutrales
camboyanos, masacrando a cientos de miles durante la guerra de
Vietnam, los camboyanos acabaron volviéndose los unos
contra los otros, masacrándose esta vez por su cuenta.
Después de que la Unión Soviética perdiera
veinte millones de personas durante la segunda guerra
mundial, decidió prevenirse contra cualquier intento
de injerencia externa invadiendo y dominando casi todos los
países con los que lindaba.
Una vez martirizada, la gente suele enloquecer y acaba por
tomar medidas drásticas e irracionales para protegerse. El
caso judío-palestino es paradigmático. Una vez que
los judíos
han sido perseguidos en todo el mundo y casi exterminados en la
segunda guerra, no dejarán, una vez en el poder, que nadie
vuelva a tocarlos y se mostrarán tan opresores como fueron
con ellos. Esta vez le toca a los Palestinos. Demás
está decir que tenemos nuestros propios ejemplos.
Tener miedo es por tanto, bastante entendible. La verdad es
que se puede tener miedo de casi todo. Hasta de lo más
cercano. Del vecino que gusta impresionar y tiene un arma, del
conductor de locomoción colectiva que no sabe leer y
conduce a 90 km por hora, del carabinero en motocicleta que imita
películas norteamericanas, y que puede ser un vecino; de
los conductores, de los peatones, de las enfermedades, de los
perros, de los
gatos, los insectos, del ácaro del polvo, del alcohol,
las drogas,
ingeridas por uno o por el mismo vecino, etc. La vida es en
sí muy peligrosa.
Si bien la heurística del temor o simplemente el
temor, sería un mecanismo de aplicación discreta
que nos llevaría, idealmente, a la prudencia y al recato
frente a las acciones
técnicas que puedan implicar nuestra propia
eliminación o decadencia, su aplicación
ideológica o política, que es básicamente la
idea de Jonas, y que ya es utilizada ampliamente en
ámbitos económicos y militares, nos
llevaría, si entendemos lo que venimos diciendo, al
resultado contrario.
El paso que hay entre la heurística del temor y la
cultura del miedo, es insignificante. El uso discreto del temor
ya es utilizado por los "nobles" en las esferas del poder, a
través de los medios de
comunicación masiva. Como podemos inferir, la
utilización del miedo para fines de consumo es un
descubrimiento de psicólogos y psiquiatras, todos tipos de
voluntad débil, utilizado sin ninguna conmiseración
por el hombre de voluntad fuerte.
La relación que hay entre miedo y consumo es lo que
mueve la macroeconomía imperante. Es así como
cualquier gesto político amenazante moviliza
inmediatamente los capitales y los ánimos. A pesar de la
debacle económica en la se encuentra Estados Unidos,
después del ataque a las torres gemelas, que si le creemos
a Thierry Meyssan, y a la reciente historia norteamericana,
habría sido otro horripilante montaje de los grupos de poder
detrás del poder, la industria
armamentista y de productos en
general, tanto como la venta de seguros de todo tipo, aumentaron
considerablemente dentro y fuera de norteamerica. Sin contar con
los enormes negocios
petroleros producidos por la guerra de Afganistán e Irak,
para el lobby del petróleo.
Lo cierto es que mantener al pueblo, o a los hombres de
voluntad débil al borde del colapso nervioso, temerosos de
un nuevo terremoto, una nueva guerra, el ataque de abejas
asesinas, el aumento exponencial de la delincuencia,
la destrucción del planeta, a resultado muy beneficioso
para los intereses políticos y económicos
dominantes.
Contrariamente a lo que podría pensar Jonas, es
precisamente el miedo lo que nos ha llevado a la situación
de total depredación del medio ambiente, y a continuar la
carrera armamentista, y a querer dominar la vida, antes que esta
nos devore con su muerte.
El curioso drama de lo humano es que lo mejor resulta
enemigo de lo bueno, y que más allá de un cierto
punto, las virtudes y las buenas intenciones humanas constituyen
vicios. Es decir, toda virtud ya es, a la vez, su contrario, y
ello se hace muy patente cuando existe cierto nivel de intensidad
de su ejercicio. Por ello, por ejemplo, el ideal de la paz y del
mantenimiento
de la vida humana es enormemente sano, en tanto no encarne en
ideal fuerte, pues llegado el caso alguien podría hacer la
guerra, o cometer toda clase de arbitrariedades en nombre de
salvaguardar lo "humano" y la paz. Es claro que las
idealizaciones permiten siempre satanizar al adversario y sus
proyectos, y
considerar angélico e incontaminado el propio punto de
vista, que aparece ignorado en tanto se señala solamente
los errores adscriptos a los demás: toda actividad
inquisitorial se basa en estos mecanismos síquicos y
discursivos.
Quiero pensar que el proyecto de Jonas es inocente de toda
confabulación consciente para mantenernos aterrorizados y
que no respondería al uso planificado e indebido de
nuestra maltratada inocencia por parte de los eternos "nobles",
que se alimentan de nuestra inestable culpabilidad.
Más bien quiero pensar que Jonas es un hombre de voluntad
débil que resiente el poder del poderoso y que teme al
futuro incierto y a toda transformación de su
condición actual, ganada con esfuerzo. Un pesimista
conservador inocente, que inconscientemente trabaja para el orden
establecido.
"Sucede que nuestras fuerzas nos empujan
de tal modo hacia delante, que no podemos soportar ya nuestras
debilidades y perecemos por ellas; también nos sucede que
prevemos este resultado, y, sin embargo, no queremos que sea de
otra manera. Entonces nos hacemos duros para con lo que debiera
ser mimado en nosotros, y nuestra grandeza es también
nuestra barbarie. Tal catástrofe, que terminamos por pagar
al precio de
nuestra vida, es un ejemplo influencia general que ejercen los
grandes hombres sobre los demás y sobre su época –
justamente con lo que tienen de mejores, con lo que ellos saben
hacer, arruinan a muchos seres débiles e inexpertos, que
están aún en su desarrollo y en sus comienzos – , y
que por esto son nocivos. El caso puede también
presentarse donde sobre todo no hacen más que perjudicar,
puesto que lo que tienen mejor no es absorbido sino por lo que en
ello pierden su razón y su ambición, como bajo la
influencia de una fuerte bebida: se colocan en tal estado de
embriaguez, que sus miembros se romperán en todos los
malos pasos a que les conduzca su borrachera"
Friedrich Nietzsche
BIBLIOGRAFÍA
- Freud, Sigmund. "El malestar de la
cultura". - Freud, Sigmund. " Esquema del psicoanálisis". Editorial
Paidós. México. 1997. - Hegel. G.W.F. " Fenomenología del espíritu".
Fondo de Cultura Económica. México.
1982. - Jonas, Hans. "El principio de
responsabilidad". Edit.Herder. Barcelona. 1995. - Meyssan, Thierry. "La terrible impostura".
Edit. El Ateneo. Buenos aires.
2002. - Moore, Michael. "Stupid White Men". Ediciones
B. Barcelona. 2003. - Nietzsche, Friedrich. "La genealogía de la
moral". Alianza Editorial. Madrid.
1992. - Nietzsche, Friedrich. "El Gay Saber" en "El eterno
retorno. (Obras póstumas (1871-1888)". Edit.
Aguilar. Barcelona. 1949. - Nietzsche, Friedrich. " Sobre verdad y mentira en
sentido extramoral". Edit. Tecnos. Madrid.1998. - Nietzsche, Friedrich. "La voluntad de
poderío". Obras póstumas. Edit. Edaf. Madrid.
1998.
Victor Hugo Hayden Godoy
Santiago