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Identidad cultural y Educación: una relación necesaria




Enviado por amalaur



    1. Resumen
    2. Contenido del
      Artículo

    Resumen:

    En momentos en que las prerrogativas pedagógicas
    refrendan el ideal de la integralidad y contextualización
    de los currículum, la problemática de la identidad
    cultural emerge como recurso formativo de incuestionable
    valía para la elevación de la pertinencia y
    factibilidad
    de los proyectos
    educativos. En virtud de la trascendencia de este axioma se hace
    imprescindible el estudio de este fenómeno en su
    pluralidad concepcional, de modo tal que contribuya a su
    tratamiento coherente y a su adecuada prospección en el
    contexto educativo. Es este el criterio teórico que rige
    la racionalidad del presente trabajo puesto
    a su consideración.

    Contenido del
    Artículo:

    La aproximación teórica al fenómeno
    de la identidad cultural y su prospección educativa
    implica el estudio y análisis crítico de las incursiones
    que con similares objetivos
    preceden este intento. En este ámbito, resulta imposible
    soslayar los importantes aportes contenidos en trabajos cuya
    trascendencia amerita un tratamiento especial.

    Entre estos debemos someter a valoración la
    tesis
    expuestas por el especialista del Centro de Investigaciones
    de la Cultura
    Cubana, Rolando Zamora, quien en "Notas para un estudio de la
    identidad cultural cubana"
    (1994), expone una serie de
    proposiciones que constituyen ideas básicas para
    comprender la profundidad que encierra el proceso
    identitario; éstas pueden resumirse en las prescripciones
    siguientes:

    • Se hace necesario el énfasis en que "lo
      idéntico", en lo que respecta a la identidad cultural,
      existe solo en relación con el devenir histórico
      y los cambios que el mismo acarrea, lo que denota la no
      existencia de una identidad permanente o estable como producto
      terminado de un proceso previo.
    • La asunción de la identidad como un proceso
      comunicacional entre culturas, representadas por sus
      respectivos sujetos, advierte el carácter sociopsicológico de este
      concepto.
    • La definición conceptual y fenoménica
      de la identidad cultural debe expresar la continuidad de la
      historia como
      reflejo de su devenir.
    • Establecer distinciones entre dos procesos
      oposicionales: identificación y diferenciación,
      cuyas intervenciones inciden en la formación y
      consolidación de las identidades.
    • Diferenciar la identidad cultural popular de la
      identidad establecida por las clases y grupos
      dominantes.
    • Asumir la existencia de la diversidad dentro de una
      misma identidad.
    • En el análisis de la identidad cultural en
      Cuba es
      totalmente viable la introducción del concepto de transculturación, esbozado por el sabio
      cubano Don Fernando Ortiz.
    • La identidad ha de ser explicada a partir de sus
      manifestaciones en la cotidianeidad poblacional, donde puede
      interpretarse como una variable explicada o dependiente,
      cambiante en sus expresiones concretas: lenguaje,
      instituciones sociales, idiosincrasia, cultura
      popular, relaciones familiares, arte y literatura,
      etc.. Ellas están en función
      de un conjunto de variables
      independientes, entre las cuales resultan sumamente
      interesantes: el tiempo o
      momento histórico, espacio geográfico, estructura
      socioclasista, etnicidad, migraciones, género y
      generaciones humanas.

    En esta misma línea de análisis
    teórico aparece un trabajo con análoga procedencia,
    bajo la autoría de las investigadoras Maritza
    García Alonso y Cristina Baeza Martín (1996), que
    obedece al título: "Modelo
    teórico para la identidad cultural"
    . En este volumen las
    autoras refieren como finalidad presentar un aparato
    conceptual-instrumental que "permita interpretar la diversificada
    información obtenida en los distintos
    ámbitos de indagación en los cuales se intente
    desentrañar procesos interculturales
    característicos". M. García Alonso y C. Baeza
    Martín (1996: 11). La lectura y
    análisis de la fuente denota que la misma constituye una
    propuesta loable para hacer más objetiva la
    concepción del fenómeno estudiado.

    En este sentido se hace necesario precisar las
    principales determinaciones que alcanza el modelo:

    • Asunción holística del fenómeno
      de la identidad, a partir de una apreciación total del
      mismo, donde se tiene en cuenta, no sólo los objetos
      producidos por una cultura, sino otros elementos como: el alter
      y el sujeto con el que se comunica, la herencia
      cultural de éste y la actividad de la cual los objetos
      son resultado.
    • Considerar la identidad cultural como un proceso
      sociopsicológico, donde se tengan en cuenta la mismidad,
      la otredad y la relación entre ambas, en la
      conformación y expresión de la identidad
      cultural.
    • La apreciación de la identidad en distintos
      niveles, desde un grupo
      primario hasta una región supranacional,
      etc.
    • Al representar la identidad cultural un coeficiente
      de comunicación entre formas de cultura, la
      misma caracteriza el tipo de comunicación que se deriva
      de los sistemas
      sociales en que dichas formas se manifiestan.
    • La identidad cultural hace patente el derecho a la
      existencia, coexistencia y desarrollo
      de distintas formas de cultura, en las que los grupos humanos
      asumen sus proyectos de vida y actúan generando
      respuestas y valores
      retroalimentadores de la cultura.

    En este modelo, de acuerdo con las direcciones
    plasmadas, se considera la identidad cultural de un grupo social
    determinado (o de un sujeto determinado de la cultura) como: "la
    producción de respuestas y valores que,
    como heredero y trasmisor, actor y autor de su cultura,
    éste realiza en un contexto histórico dado como
    consecuencia del principio sociopsicológico de
    diferenciación–identificación en
    relación con otro (s) grupo (s) o sujeto (s) culturalmente
    definido (s). M. García Alonso y C. Baeza Martín
    (1996: 17-18)

    En una cultura dada, estas respuestas de identidad se
    comportan de una manera sistémica por los grados de
    relación, compatibilidad, coherencia y complementariedad
    que denotan en el desarrollo de las funciones
    comunicativas con otros sujetos de cultura que, dada su
    alteridad, se consideran otros significativos; en tanto, en la
    interacción comunicativa, se estrecha la
    relación natural, estructural y consciente de la
    diversidad de identidades fenoménicas que conforman y
    cimientan la identidad cultural.

    El concepto de cultura en el modelo objeto de
    análisis, constituye un pilar básico en su
    cosmovisión, el mismo es asumido como: "un sistema vivo que
    incluye a un sujeto socialmente definido que, actuando de manera
    determinada en una situación histórica y
    geográfica específica, produce objetos materiales y
    espirituales que los distinguen. La cultura en este sentido
    amplio surge (se forma) conjuntamente con el sujeto actuante e
    incluye su actividad y los productos de
    ésta". M. García Alonso y C. Baeza Martín
    (1996: 17-18)

    Cuando se procede al estudio del fenómeno de la
    cultura es posible percatarse que el concepto, que se ofrece en
    este modelo, se aviene a los criterios más generalizados
    en la antropología social contemporánea;
    donde éste se entiende como un conjunto de sistemas
    autosuficientes, que asimilan o rechazan influencias externas a
    partir de su propia estructuración y funcionamiento, al
    ser capaces de experimentar variaciones en estructuras y
    funciones a causa de fenómenos económicos,
    políticos, migratorios o sociológicos en
    general.

    En las últimas décadas del siglo XX y en
    los años iniciales del presente siglo se presentan
    fenómenos sociopolíticos de indiscutible
    complejidad y trascendencia. Estos, por su expresión en el
    escenario mundial, conllevan a los estudiosos e investigadores de
    las diferentes disciplinas humanísticas, a abordar el
    fenómeno de la
    comunicación entre las culturas y a tratar de
    desentrañar las variadas y complejas interrogantes que de
    ellas se derivan.

    En tal sentido, la investigación debe asumir el influjo del
    relativismo cultural en el mundo contemporáneo para hacer
    dejación de criterios que recurren a la asunción de
    las culturas como entidades o cuerpos homogéneos pocos
    mutables. Estos asuntos no se comprendían dentro del
    concepto de cultura vigente hasta la primera mitad del siglo
    pasado, sin embargo, la introducción de la
    problemática de la identidad cultural en dicho campo,
    ofreció el espacio idóneo para su
    solución.

    Es por ello que "el concepto de identidad cultural
    pudiera ser considerado como de intención
    axiológica sin que la escala de valores
    que ello conlleva tenga obligatoriamente una connotación
    ética,
    ya que puede referirse a otros ámbitos de la ideología, la espiritualidad y la conciencia de los
    grupos humanos". M. García Alonso y C. Baeza Martín
    (1996: 20)

    En esencia, el modelo teórico de la identidad
    cultural de García y Baeza(1996) se estructura sobre la
    base relacional y funcional de seis componentes:

    1. Sujeto de la cultura. 2. Otro significativo. 3.
      Sujeto de identidad.
    1. Actividad identitaria. 5. Objetos de la cultura. 6.
      Objetos de identidad.

    La relación y funcionalidad de los anteriores
    componentes, en torno al proceso
    de formación y desarrollo de la identidad cultural, se
    expresan a partir de la interacción comunicativa entre un
    sujeto de cultura (grupo humano, socialmente organizado en
    cualquier nivel de resolución sociológica, que se
    comporta como heredero, autor, actor y trasmisor de una cultura
    geográfica e históricamente condicionada) y el otro
    significativo (otro sujeto de cultura), que al actuar como alter
    en el proceso comunicacional y generar los procesos de
    diferenciación-identificación propicia el
    desarrollo de la actividad identitaria (un complejo proceso de
    acciones
    materiales y espirituales, que lleva a cabo el sujeto de cultura
    en el proceso de comunicación con otros sujetos de
    cultura).

    La actividad identitaria conduce a la
    transformación del sujeto de cultura en sujeto de
    identidad (sujeto de cultura que, en el proceso de
    comunicación con el otro significativo, se ha diferenciado
    de éste y ha reconocido como sujeto actuante su identidad
    cultural), el cual se cimienta en los valores
    culturales que evidencian y definen su identidad. Estos valores
    se distinguen de los objetos de cultura (son todas las
    producciones materiales y espirituales que el sujeto de cultura
    elabora) y se denominan valores u objetos de identidad (son
    producciones materiales y espirituales del sujeto de identidad
    objetivadas). Por todos estos procesos, gracias a la influencia
    de la memoria
    histórica, se conservan el conjunto de valores culturales
    identitarios que refrendan, sustentan y estructuran la
    identidad.

    El estudio teórico del fenómeno de la
    identidad revela la amplitud cosmovisiva de su esencia y lo
    profundamente polémico que resulta su contenido. Estas
    cuestiones son evidentes a partir de la diversidad de posturas
    intelectuales
    y presupuestos
    que asumen y defienden los estudiosos del tema. Las tendencias
    transitan desde el sobredimensionamiento de determinados
    componentes del proceso, pasando por la definición y
    conceptualización de la rica variedad de sus esenciales,
    hasta imposturas que se orientan hacia el nihilismo
    existencial del fenómeno, conducente a considerar
    innecesarias las definiciones y formulaciones teóricas en
    torno a este concepto.

    El pensamiento
    social cubano cuenta en su haber con sólidos antecedentes
    teóricos capaces de orientar los estudios sociales en
    torno al fenómeno de la identidad. Resaltan por su
    significación los preceptos epistemológicos
    existentes en las obras martiana y orticiana; en las cuales,
    aunque no se concreta una definición del fenómeno,
    se proyectan prescripciones metodológicas coherentes en
    función del desentrañamiento, comprensión y
    contextualización de la identidad en el plano
    fenoménico.

    En la conformación del imaginario sociocultural
    latinoamericano, Martí
    advierte la existencia en el Continente de "pueblos nuevos", cuya
    naturaleza
    raigal no obedece a la racionalidad tradicional de otros pueblos.
    El hecho denota la certeza existencial de una naturaleza
    americana, sustentada en la unidad cultural de la pluralidad de
    etnias que la formaron y aún la conforman, cuestión
    que implica el requerimiento de soluciones
    propias, que respondan a las exigencias contextuales de la
    realidad sociocultural latinoamericana.

    Ortiz establece direcciones precisas para el
    análisis concreto del
    fenómeno identitario, donde el mismo se percibe en su
    dinámica como proceso activo de
    creación y reconstrucción permanente, garante de la
    inclusión de las diferencias frente a la unidad. Aspecto
    que se materializa en los rasgos y valores de identidad, cuya
    singularidad se expresa en las particularidades nacionales y
    locales en su relación con el devenir histórico
    nacional, regional y global; cuestión que apunta hacia la
    percepción de la identidad como un proceso
    de interacción entre lo macro y lo micro en el
    ámbito socio – histórico.

    Este hecho repercute en la determinación de las
    peculiaridades del proceso etnocultural cubano a partir de un
    acontecer relacional, que en el plano histórico condiciona
    objetivamente la cubanía, como síntesis
    de lo diverso; cocinada en el caldero de los siglos, donde
    Yavé, Olofin y Atabey, confluyen en el ajíaco
    resultante del proceso de transculturación.

    Varios son los autores cuya dirección científica se proyecta
    hacia la conceptualización de la identidad, en tal sentido
    pudieran señalarse los casos de A. Cristóbal (1995:
    97), quien esboza que "la identidad comienza a manifestarse en el
    momento en que nos percatamos de las diferencias". C. Torres
    (1995: 63), denota que "la identidad es igual al ser nacional y
    su imagen, sus
    tradiciones, su historia, raíces comunes, formas de vida,
    motivaciones, creencias, valores, costumbres, actitudes,
    conciencia de mismidad". R. Pupo (1991: 39), define a la
    identidad como "comunidad de
    aspectos sociales, culturales, étnicos,
    lingüísticos, económicos y territoriales;
    así como la conciencia histórica en que se piensa
    su ser social en tanto tal, incluye la auténtica
    realización humana y las posibilidades de originalidad y
    creación".

    En el mismo contexto, E. Ubieta (1993: 32) asume la
    identidad como "un hecho cultural resultado de un proceso nunca
    concluso de autorreconocimiento que expresa una realidad objetiva
    y subjetiva de carácter histórico". Para F.
    González Rey (1995: 28) la identidad es "un
    fenómeno subjetivo que pasa por los sentimientos y las
    emociones,
    espacio donde nos expresamos y vemos emocionalmente. La
    investigadora C. Marín (1995: 123) lo define como "un
    fenómeno multideterminado, que produce al otro en la
    medida que se define a sí mismo". En el caso de G.
    Poggolotti (1995: 88) la identidad es entendida como "valor de
    síntesis en la medida que nos movemos en el terreno de la
    conciencia, en el cual intervienen, entre otros factores, algo
    tan importante como la memoria. La
    memoria no es la historia en su caos objetivo, sino
    tal como la vivimos; como nos ha sido transmitida por la
    tradición, entre ellos la tradición
    oral".

    Para los autores M. Arias; A. Castro y J. Sánchez
    (1998: 37), la identidad "es un proceso de formación y
    transformación, un proceso abierto, inacabado (…) y
    ese espacio convertido en una pradera dispuesta a recibir todas
    las lluvias, los vientos y las brisas, las semillas venidas de
    todas partes, sobre el fundamento de una capacidad de selección
    que asimila las influencias provechosas y se cierra a lo que
    pudiera dañarnos."

    Todas las definiciones anteriores son racionales y
    abordan científicamente el problema de la identidad;
    consideramos, sin embargo, que no logran abarcarlo en su compleja
    integralidad. Nuestra concepción de identidad, desde una
    perspectiva holística, considera los siguientes aspectos
    esenciales:

    • La identidad es diferenciación hacia fuera y
      asunción hacia adentro. Existe la identidad cuando un
      grupo humano se autodefine, pero a la vez es necesario que sea
      reconocido, como tal, por los demás.
    • La identidad es producto del devenir histórico
      y atraviesa distintas etapas; continuamente se está
      reproduciendo, situación que le permite desarrollarse y
      enriquecerse o debilitarse e incluso desaparecer.
    • La identidad presenta distintos niveles de
      concreción, se refleja en la vida cotidiana y en la
      cultura popular y adquiere vuelos a través de la
      creación intelectual del grupo portador. Esta
      producción, sin embargo, sería huera y
      vacía, si no sentara sus bases en el elemento
      popular.
    • La identidad de un grupo no significa completa
      homogeneidad entre sus miembros, ella no niega la diversidad,
      la heterogeneidad en su seno; aunque predomine lo común
      como regularidad.
    • La identidad se sustenta en la subjetividad humana,
      que constituye un factor de objetivación práctico
      social de sus valores. El individuo,
      no solo se reconoce como miembro de un grupo; sino que se
      percata de su cercanía con respecto a los demás
      miembros de su comunidad.
    • La identidad es un fenómeno social que permite
      la integración de grupos nacionales afines,
      a partir de la existencia de intereses culturales comunes. Esto
      hace posible la formación de identidades
      supranacionales.
    • La identidad tiene una estructura dialéctica
      compleja, en ella las formas superiores contienen o reflejan,
      de alguna manera, las inferiores. La misma parte de elementos
      simples como los ajuares domésticos, las vestimentas,
      etc.; se manifiesta en la idiosincrasia, las costumbres,
      tradiciones y el sistema de valores; marca la
      cultura popular y se expresa teóricamente en el
      pensamiento social y las creaciones artístico-literarias
      de una comunidad humana.

    La identidad, como ya hemos afirmado, es
    dialéctica y, de hecho, contradictoria; en este sentido
    puede apreciarse que el concepto de lo que somos emerge de una
    comparación y comprobación siempre
    antitética, referida a las diferencias y a las
    similitudes. Desde esta óptica,
    el fenómeno de la identidad, al establecerse socialmente,
    se manifiesta en una dinámica funcional cuya
    expresión implica la posibilidad de ser modificada,
    dirigida o reorientada.

    En el ámbito educativo, la identidad se
    manifiesta como la toma de conciencia de las diferencias y las
    similitudes referidas a comunidades, grupos
    sociales y entidades con procesos históricos similares
    o disímiles. El tratamiento a la dimensión
    identitaria de la educación implica
    la cosmovisión integral de los diferentes ámbitos
    de resolución social, natural y cultural del
    fenómeno, donde las relaciones del pasado y del presente
    se resumen en las culturas, proyecciones espirituales, imaginario
    social, formaciones político sociales, modos de
    producción y de vida, etc.; que han adoptado desde el
    pasado formas económicas, sociales y culturales
    propias.

    Si se asume con racionalidad la dialéctica del
    tal manifiesto, entonces resultará evidente el peligro que
    entraña el sobredimensionamiento de algún
    componente social del proceso de formación etnocultural de
    la identidad; aspecto que adultera los esenciales de determinadas
    realidades históricas pues, a veces, dentro de un
    errático credo nacionalista, símbolos y formas comunes a
    superestructuras funcionales del pasado, son desencajadas de su
    sentido práctico para hacerlas parte de una estética supuestamente popular, pero
    producidas en serie para el consumo
    turístico o el mercado
    general.

    En el proceso de formación y desarrollo de una
    identidad la lengua juega
    un papel vital. El fenómeno, tal como lo expresa el
    lingüista cubano Sergio Valdés (1998: 116), "no es
    sencillamente un fenómeno natural, es un hecho
    histórico-social, es un instrumento (…) esto
    significa que el lenguaje
    humano es necesario analizarlo desde el punto de vista natural,
    modificado históricamente por el trabajo social. A
    diferencia de la acción
    animal, el lenguaje, toda lengua, depende de principios,
    reglas, normas y valores
    relacionados con la
    organización de la sociedad que
    la utilice. Por ello la lengua es parte de la
    cultura".

    A semejanza de otros valores, la lengua es
    también un resultado del desarrollo histórico de la
    sociedad, aspecto que implica el requerimiento de no asumir una
    concepción instrumental en torno al fenómeno. Se
    precisa entenderla como un recurso relacionado con la actividad
    práctico-material y espiritual; además de
    constituir una herramienta indispensable para coordinar la
    actividad transformadora de los sujetos sociales.

    La utilización individual de la lengua, en este
    caso, no puede ser arbitraria, pues se rige bajo el control de la
    conciencia y de la experiencia social. Toda lengua manifiesta la
    fusión
    entre la actividad comunicativa y cognitiva, por eso se define el
    lenguaje como indicador de identidad y depósito o
    salvaguarda de las experiencias del pensamiento humano, de la
    historia y de la cultura: "la lengua es un marcador
    simbólico de la identidad sociocultural" Yolanda Lastra
    (1992: 371).

    En el caso histórico de Cuba la lengua
    española es parte inalienable de nuestra cultura. Las
    especificidades etnoculturales del proceso de formación de
    la identidad cubana, encuentran en la lengua un medio
    idóneo para su manifestación; la heterogeneidad
    raigal, en la génesis de nuestro pueblo, se compensa con
    la homogeneidad cultural y lingüística que nos define.

    El propio proceso de mestizaje biocultural
    propició la posesión ventajosa para la nación
    de una misma lengua, con la dualidad funcional del lengua oficial
    y lengua nacional; manifestación que no se expresa, con
    igual intensidad, en todos los países hispanohablantes del
    área: "el idioma español en
    Cuba desempeña satisfactoria y plenamente sus funciones
    cultural-representativa y nacional-representativa, como lengua
    del pueblo cubano a través de la modalidad nacional,
    cubana, del castellano. Esta
    modalidad, claro está, refleja en su seno el proceso de
    transculturación que dio origen a la nación
    cubana". Sergio Valdés (1998: 138).

    En fin, la lengua nacional se constituye en un claro
    reflejo del proceso de transculturación e
    interacción lingüística producido en el
    país. La modalidad cubana de la lengua española
    resulta un componente esencial de la identidad cultural de la
    nación, en demostración de la tesis sostenida por
    el lingüista español Vicente García de Diego,
    quien sentenció: "la lengua, como expresión de la
    cultura, se estudia mejor a la luz de la
    vicisitudes históricas de cada pueblo, así como la
    historia de cada nación se ve con más claridad por
    los testimonios de su lengua". En Sergio Valdés (1997:
    141).

    En su obra "Identidad
    Nacional y Globalización"
    el sociólogo
    alemán Heinz Dietrich (2000), realiza un interesante
    análisis del fenómeno de la identidad y destaca
    como el mismo no es privativo de la sociedad, sino que se
    extiende a la naturaleza como "una constante en los sistemas
    biológicos en general. Se trata de un requisito general en
    los sistemas biológicos, sin el cual no pueden
    sobrevivir". (2000: 129)

    Las conclusiones de dicho sociólogo no dejan de
    tener valor para el análisis de la problemática de
    la identidad, compartimos muchos de sus preceptos conducentes al
    estudio del fenómeno como un proceso de
    equilibración de dos tendencias contradictorias: la
    conservadora, tendiente a la defensa de la idiosincrasia del
    sistema frente al entorno y la adaptativa, conducente a atemperar
    el sistema conforme a los cambios del mundo circundante. El
    proceso se dirige a evitar posiciones extremas cuya adopción
    conduciría a la pérdida de la identidad; en el caso
    de sobredimensionar la primera, el sistema perece por
    conservadurismo y en el segundo caso, se disemina en el entorno,
    sobrevive por adaptación; pero pierde su identidad como
    ente propio, deja de ser sujeto identitario y pierde su
    razón de ser.

    Nuestras discrepancias con respecto a los criterios
    defendidos en la obra anteriormente citada, radican en que el
    autor no concibe claramente las diferencias cualitativas
    existentes entre las leyes naturales y
    sociales. Las regularidades naturales afectan al hombre como
    ser biológico y, aunque pueden influir, no determinan en
    el hombre como
    ser social. En realidad, impugnamos los postulados que se
    ciñen a la tendencia bilogicista de la filosofía
    contemporánea.

    La amplitud y profundidad del proceso identitario se
    expresa en distintos niveles de resolución: personal, grupal,
    local, nacional, supranacional, etc.; al significar una respuesta
    a la comunicación que se establece con sujetos de otra, o
    de una misma cultura. Evidentemente, la identidad es el recurso
    que nos identifica a nosotros y nos distingue de los otros y, por
    lo tanto, identifica a los otros y los distingue de
    nosotros.

    Por todas estas razones, es atinado precisar que la
    unidad de lo pluri o multicultural, al presentarse en un mismo
    país o nación, conforma identidades nacionales; al
    igual que identidades de áreas determinadas constituyen la
    relación de identidades particulares, plurales,
    múltiples y semejantes, o sea, la identidad es unidad
    cultural significativa de la diversidad social de expresiones y
    manifestaciones afines, próximas y comunes, compartidas.
    De ahí que la identidad se constituya de procesos, modos y
    formas culturales; por lo que los aspectos socioeconómicos
    y políticos constituyen elementos medulares en el sustento
    y la determinación de las identidades.

    Lo que se precisa incita a percibir el fenómeno
    identitario en su real magnitud. No basta con asumirlo como lo
    que distingue a una cultura o forma de cultura, pues es mucho
    más que eso; se trata del tipo de relación que se
    tiene o se establece con otras culturas o formas de cultura. El
    término identidad cultural indica incuestionablemente un
    concepto relacional; de no ser así, con la asunción
    o apelación al concepto de cultura sería
    suficiente.

    El carácter sociopsicológico del proceso
    es otro elemento a tener en cuenta. Este se relaciona con la
    ideología y sus implicaciones; lo que denota la influencia
    de lo ideológico en la diversidad de niveles donde
    repercuten las propensiones identitarias, al asumirse la
    ideología como reflejo subjetivo, racional y lógico
    de la actividad social y de la posición económica
    de los sujetos actuantes, en correspondencia con la tesis de
    Engels en torno a la interacción base-superestructura;
    donde, en última instancia, la segunda es determinada por
    la primera.

    Además de la asunción de lo
    ideológico, desde la coherencia de los cuerpos de ideas
    más estructurados; se hace necesario recurrir
    también a las ideas con menor grado de
    estructuración y con mayor cercanía a actitudes
    menos racionalizadas y más próximas a la vida
    cotidiana y a la realidad vital de los grupos sociales. Este
    análisis permite visualizar la trascendencia de la
    dimensión psicosocial del fenómeno, al interpretar
    los procesos socioculturales, a partir del mecanismo de
    aproximación dialéctica de lo micro y lo
    macro.

    Al asumir y reconocer el proyecto social
    de la comunidad, con el que nos identificamos y al cual debemos
    nuestra vitalidad existencial y espiritual, debemos comprender la
    riqueza, variedad y policromía de nuestros valores y
    esencia identitaria, que confluyen en ese espacio, nunca acabado,
    en el cual se coce lo más trascendente de nuestras
    raíces, donde la diversidad étnica precedente se
    funda en una sola cultura, en una sola nación. Estamos
    abocados a la defensa de una concepción social que
    distingue, vivifica y renueva la naturaleza y profundidad de ese
    ajiaco que, a juicio de Don Fernando Ortiz, constituye nuestra
    identidad nacional: "es decir, la síntesis lograda de una
    diversidad de procesos universales." Armando Hart Dávalos
    (1997: 28).

    La identidad cultural cubana, en contrastación
    con las regularidades culturales establecidas por los estados
    europeos durante su formación, no es el resultado de un
    proceso civilizatorio tradicional. Estamos en presencia de lo que
    el antropólogo Darcy Riveiro (1992) denomina "estilo de
    civilización de los pueblos nuevos", resultado de un
    proceso de confrontación, interacción y
    síntesis de determinados elementos culturales, que
    cimientan y distinguen nuestra realidad identitaria.

    Es la identidad cultural cubana un proceso que
    condiciona y refleja nuestro comportamiento
    y el modo de reaccionar ante cualquier intento que ponga en
    peligro la unidad e integridad nacional. En este contexto es
    esencial el estudio y conocimiento
    de la Historia como herramienta para la mantención de la
    memoria histórica, a contrapelo con las intenciones de los
    grandes centros de poder mundial
    de formar hombres desmemoriados, dóciles y fáciles
    de domesticar.

    En el proceso identitario de la cultura no pueden
    asumirse únicamente las expresiones de los logros,
    realizaciones y paradigmas;
    junto a ellos han de situarse a las utopías racionales y
    los errores, que contribuyen a perfeccionar nuestro proyecto
    social; "ese es el proyecto: una luz desconocida. Allí
    podemos estrenar todos los días una décima de El
    Cucalambé y un pensamiento de Sócrates,
    la intensidad reminiscente de una danza de
    Lecuona y … lo que gustéis (…) el tambor
    batá dialoga con la guitarra de mi hijo, y eso es algo
    más que mestizaje, algo más que sincretismo: eso es
    identidad como espiral, como sorpresa, como esperanza." Cintio
    Vitier (1996: 40).

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      Rebelde, La Habana. 22 – 6, P 3, 1997.

     

    Dr. C. Amauris Laurencio Leyva

    Universidad de La Habana. CEPES

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