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Imágenes distorsionadas de Dios




Enviado por vivianaendelman



    Partamos de algunos hechos que demuestran la
    existencia de imágenes
    distorsionadas en gran parte de los cristianos.

    • La vida, las actitudes,
      las opciones de muchos cristianos son reflejo claro de una
      imagen
      impersonal y lejana de Dios, un Dios castigador o que premia
      según las conductas, un Dios reducido a recurso de
      solución ante determinados problemas o
      situaciones difíciles. Un Dios con el que se tiene una
      "relación utilitaria", al que sólo se le pide lo
      necesario y del cual se prescinde si se cree que se tiene todo,
      o un Dios al que se asocia con la buena suerte y que se
      abandona cuando algo no va bien. Un Dios a quien se le atribuye
      el mal que sucede en el mundo, con evasión de la propia
      responsabilidad y libertad y
      aún de los límites
      de la existencia humana. Un Dios al que el hombre
      puede acercarse más por su esfuerzo racional, o un Dios
      adaptado al sentir, al cumplimiento perfeccionista sin amor, a una
      idea fría no hecha vida que lleva al ateísmo
      práctico y a la hipocresía. Un Dios inventado al
      que se le rinde culto y llega a motivar en otros el
      ateísmo. Muchas falsas imágenes de Dios han
      despertado en el hombre la
      angustia o la rebelión.
    • Otro hecho que demuestra la existencia de
      imágenes distorsionadas es el positivismo
      eclesiástico en el que se cae con frecuencia, que tiene
      sus raíces en una teología abstracta y
      cosificante de Dios y que no muestra una
      profunda orientación y búsqueda de Dios
      detrás de tantos planes de pastoral y reorganizaciones
      administrativas o del apostolado en diversas áreas
      humanas.

    Se observa a veces un cierto desplazamiento y ocultamiento
    de Dios, o un darlo "por supuesto" en la reflexión
    teológica y en el compromiso cristiano, recayendo el
    acento (pero con un Dios ausente) sobre las dimensiones
    humanas públicas y sociales, tales como la promoción del hombre o la liberación
    de los oprimidos.

    En este desplazamiento de lo teocéntrico por lo
    eclesiocéntrico o por lo antropocéntrico
    vacíos de Dios, el rostro de la Iglesia llega
    -con frecuencia- a ocultar el rostro real de Dios.

    • Falta a veces en los cristianos el descubrir a Dios en
      medio de la realidad que nos rodea, el tener una experiencia
      unificante entre la ciudad terrena y la ciudad celestial; por
      lo cual lejos se está del Dios que habla y actúa
      en la historia,
      del "Dios entre nosotros".
    • También muchas expresiones sobre Dios responden a
      una religiosidad natural, anterior a la revelación
      bíblica, como por ejemplo "esa energía", o ese
      "algo superior que tiene que haber", esa "mano poderosa que
      está por encima de nosotros".

    Veamos algunas causas que hay detrás de las
    imágenes distorsionadas

    • Como primera idea general, podemos decir que las
      imágenes distorsionadas de Dios que tienen los creyentes
      tienen causas históricas, sociales-culturales,
      personales y pastorales.

    Las versiones de Dios provienen de la doctrina
    teológica que inspira la cultura
    religiosa vigente, de la influencia de tradiciones, mitos,
    costumbres heredadas de épocas anteriores y de factores de
    índole socioeconómico. En cuanto a los factores
    personales, también contribuyen a formar una imagen de
    Dios el nivel de formación religiosa, o el grado de
    madurez afectivo e intelectual, las historias de vida, los
    procesos
    psicológicos, los estados interiores.

    • Nos proponemos profundizar sobre todo en los condicionantes
      estrictamente teológicos:

    En la configuración de la imagen distorsionada de Dios
    tiene que ver la formación desde una visión
    metafísica y esencialista de Dios (imagen
    predominante en los manuales de
    teología), y una teología abstracta y cosificante
    de Dios, recogida en gran parte por la presentación
    pastoral de Dios en los catecismos con los que han sido
    adoctrinados los fieles.

    -En los manuales tradicionales se encuentra una imagen de Dios
    identificada con una verdad absoluta, fría y lejana
    apoyada en el tratado clásico que divide el Dios uno del
    Dios trino, en el que la existencia de Dios aparece como algo
    distinto de su presencia histórica y de su
    revelación, de su presencia trinitaria manifestada en el
    NT.

    -Los pensadores del medioevo también dejaron sus
    huellas en los catecismos populares. Y nos encontramos con una
    catequesis sobre Dios donde hay falta del mensaje salvador y
    sobresale una exposición
    racionalista de la fe. Nos encontramos con una catequesis como
    transmisión de conceptos y abstracciones (aunque el motivo
    de fondo haya sido preservar la fe tradicional frente a
    determinadas corrientes y herejías). Una catequesis donde
    la fe es presentada como deber (carácter moralizante), como verdades que
    debemos creer más allá de la respuesta libre y
    dialogante de quien recibe y acepta la Palabra, descubriendo en
    ella el sentido más profundo de su existencia. ¿No
    es lógico que los creyentes tengan una imagen natural de
    Dios si sus guías les hablaron más de un Dios
    metafísico que de un Dios histórico, de un Dios
    presentado de manera abstracta e impersonal?

    Lejos de desarrollar la actitud de fe
    en cuanto adhesión personal y
    comunitaria del hombre con Dios, esta imagen de Dios presentada
    ha engendrado muchas veces en el creyente actitudes como el miedo
    o la sumisión por sobre la del amor.

    El proceso de
    despersonalización de la imagen de Dios es también
    fruto de considerar a Dios no como persona que
    actúa en la historia de la salvación, al que
    sólo nos aproximamos desde la experiencia existencial y
    dinámica, sino como alguien que posee
    ciertos atributos metafísicos esenciales y que se deben
    reconocer con la razón, alguien inaccesible para la
    experiencia, incomunicable, que está al margen de toda
    aspiración humana (un Dios en sí, no un Dios
    para nosotros).

    Especialmente la concepción teológica
    aristotélica-tomista ha producido una laicización y
    racionalización de la imagen de Dios, determinada sobre
    todo por la ausencia explícita de la persona y obra de
    Jesús en cuanto a los contenidos y por un proceso racional
    de acercamiento a Dios ajeno al dato revelado como metodología, donde ha estado ausente
    el carácter antropológico y pastoral.

    Junto con la exposición del en sí de Dios
    de carácter abstracto y filosófico (con
    relación casi exclusiva a su trascendencia: misterio
    inescrutable, omnipotente, justo juez, señor de los
    ejércitos, luz inaccesible,
    etc.), se observa la ausencia de la Escritura y de
    los ecos salvadores.

    • Por otro lado, podemos señalar que el Dios
      bíblico ha recibido numerosas añadiduras
      culturales. Y el Dios anunciado muchas veces no es sólo
      el Dios de la fe, sino una imagen de Dios en la que han entrado
      otros elementos culturales que pudieron ser en otro tiempo
      útiles a la interpretación del mensaje
      bíblico, pero que han sido desplazados por otra cultura.
      Por ejemplo, si nos situamos en la Edad Media,
      observamos que el ambiente
      cultural y social era muy distinto al presente: nos encontramos
      ante una aceptada situación sociológica de
      cristiandad –una cultura estática
      que no siente el estímulo de la historia- y ante una
      estructura
      social rígida y vertical, en que el feudalismo
      presenta un tipo de relaciones sociales basadas en la
      dialéctica autoridad-súbditos; todo lo cual
      contribuye a modelar una imagen de Dios autocrática y
      lejana. Más adelante, mientras la cultura es
      racionalista, iluminista, intelectualista, un Dios anunciado
      desde la razón no provocaba un rechazo especial. Pero,
      en una cultura interesada por la historia, por la existencia,
      la libertad y el futuro, y también
      antisobrenaturalista, surge un "lógico" rechazo
      de un Dios así presentado.

    En relación a esto, se hace evidente una falta de
    diálogo
    entre la fe revelada y nuestra cultura actual, o más bien
    un enfrentamiento de la cultura teológica medieval y la
    actual cultura técnica.

    Muchos de nuestros contemporáneos viven declarando:
    "¡O Dios o yo!". Para convertirse en adultos estiman que
    han de eliminar a Dios del pensamiento,
    de la cultura, y de la sociedad.

    Tanto la imagen metafísica de Dios que aparece en la
    reflexión teológica de los manuales como la
    presentación de Dios en los catecismos tradicionales ya no
    son válidas, no sólo en relación a la imagen
    bíblica de Dios sino también por la misma
    transformación cultural que se ha producido.

    • Destacamos, por último, que la falta de experiencia
      personal y comunitaria del Dios vivo ha causado el predominio
      de una imagen natural de Dios en muchos cristianos.

    ¿Cómo madurar hacia una imagen
    bíblica de Dios?

    • Primero creo que es importante descubrir qué imagen
      tengo de Dios, sobre todo revisando mis vivencias con Dios y
      mis actitudes de vida.

    Y puesto que en la imagen se mezclan la formación,
    estados interiores, situaciones psicológicas, me parece
    necesario abrirse a un proceso de evangelización integral,
    a una experiencia del amor de Dios hecha proceso de
    conversión desde una vida orante y fraterna. "Nadie ha
    visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los otros, Dios
    permanece en nosotros y el amor de
    Dios ha llegado a su plenitud en nosotros" (1 Jn. 4,12)
    Así, en la experiencia del amor, conocemos
    auténticamente a Dios. Además, el amor con que nos
    amemos es el signo para que otros crean (cf Jn. 17,21)

    • También me parece clave hacer un análisis crítico del pensamiento y
      la catequesis tradicionales sobre Dios y un análisis del
      ateísmo contemporáneo, que nos advierten sobre
      determinadas imágenes de Dios que son equivocadas. Pero
      sin dejar de abrirse a la enseñanza conciliar y la
      revelación del rostro real de Dios que se nos acerca.
      Junto con esto, la actitud que no debe faltar, a mi entender,
      es superar la distancia entre la reflexión y la vida,
      para poder
      encarnar lo verdadero y rechazar las imágenes falsas de
      Dios que vayamos descubriendo. Es necesaria una fe crítica, pero sobre todo una fe viva que
      transforme la existencia y que esta existencia hable de
      Dios.

    El Dios vivo de la revelación es el Dios que se
    manifiesta en la historia o sea que está
    íntimamente unido al hombre en Cristo; se revela a
    través de sus obras. Por tanto, la experiencia de Dios
    necesita de un discernimiento, una capacidad crítica para
    descubrirlo en medio de la realidad que vivimos, una sensibilidad
    para captar e interpretar los signos de los
    tiempos. Esto requiere docilidad al Espíritu
    Santo, gracias al cual podemos tener experiencia de Dios y
    anunciar al Dios que escuchamos, vemos, experimentamos, tocamos y
    compartimos, del cual nos sentimos hijos.

    La experiencia de Dios nos defiende de confundir la fe con
    ideas, conceptualizaciones, activismos, normas.

    • Además de la conversión personal, que va
      unida a una experiencia de fraternidad, a la práctica
      del amor mutuo, creo que es necesario avanzar hacia una
      renovación de las estructuras
      eclesiales para que estén orientadas totalmente hacia
      Dios, y que hagan transparente el rostro del Dios vivo desde
      una fe que obra por el amor.

    En esta renovación, y si estamos hablando de dar un
    paso hacia la imagen bíblica de Dios, me parece
    fundamental el darle un lugar central a la Palabra. La Biblia nos
    presenta a Dios como el que habló al corazón
    del primer hombre y la primera mujer; hizo
    alianza en Noé y los compañeros del Arca;
    escogió un pueblo en Abraham, Isaac, Jacob y los doce
    Patriarcas; se reveló a Moisés en la zarza ardiente
    y concluyó una alianza en el monte Sinaí; y
    habló por los profetas. El Evangelio nos revela que se
    hizo hombre en Jesús, en quien nos ha manifestado su
    verdadero rostro de Padre, que tiene un proyecto salvador
    para cada persona.

    Desde el Dios bíblico entendemos nuestra vida como un
    proyecto amoroso: somos creados por amor, no fruto de la
    casualidad ni del azar, y destinados a un futuro de amor en el
    encuentro con el mismo Dios que nos ha creado. Él es
    nuestro Alfa y Omega. En este sentido, es bueno, antes que
    reconocer a Dios como todopoderoso, descubrirlo como Padre. No
    somos esclavos sino hijos. A quienes le abren libremente su vida,
    Dios se muestra todopoderoso especialmente cambiándoles el
    corazón. El poder de Dios aparece en las obras de
    Jesús al servicio de la
    debilidad humana y se expresa en la misericordia y el
    perdón. Su omnipotencia no fuerza nuestra
    libertad.

    • No podemos los cristianos volcarnos prioritariamente a la
      acción y al obrar sin preocuparnos de ser
      comunidad
      con una unidad de vida manifestada en el amor fraterno. La
      comunidad es parte del ser cristiano y de este ser comunidad
      sigue la acción pastoral bajo la guía del
      Espíritu Santo.

    "Toda una generación de creyentes
    ha aprendido un concepto
    legítimo pero limitado de Dios (todos los conceptos
    humanos de Dios son limitados); se encuentran, por educación o por
    carácter, sin posibilidad de alternativa o voluntad de
    ampliación de su rígida catequesis y, al encontrar
    situaciones en la vida que no encajan con ese concepto, dejan el
    concepto y dejan a Dios. Es decir, dejan al Dios que
    conocían. Si lo hubieran conocido mejor, no lo
    habrían dejado. Hay que ampliar la catequesis, hay que
    abrirle ventanas al alma, hay que
    dejar a Dios ser Dios. La mejor manera de contrarrestar el
    ateísmo –misión de
    misiones en el mundo de hoy (y quizá de siempre)- es
    entender mejor a Dios. (…)

    Yo tampoco creo en el Dios en que los
    ateos no creen", declaró certeramente el patriarca
    Máximo IV en el Vaticano II. "

     

    Lic. Viviana Endelman Zapata

     

     

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