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Preparación de suelos para producción de piña (página 2)




Enviado por garbati



Partes: 1, 2

El drenaje y la eliminación del agua son
críticos para el crecimiento de la piña, y el
sistema radical es intolerante a los suelos mal aireados. Se
deben evitar áreas que acumulan agua o que tienen barreras
internas para el movimiento del
agua como pisos de aradura, compactados o estratos impermeables.
Los suelos ideales para el crecimiento de la piña tienen
alto contenido de materia
orgánica con excelente drenaje interno y alto contenido de
aire para proveer
cantidades óptimas de agua, nutrientes y oxígeno
a las raíces de las plantas (Hepton, 2003).

Las plantas de piña producen un fruto entre los 16 a 24
meses, para lo cual desarrolla un tallo erecto central sobre el
que crece el pedúnculo floral que, al madurar, origina el
fruto múltiple característico. En ese eje central,
pedicelos y frutos se unen formando una masa dulce y jugosa, de
gran tamaño y sin semillas en las variedades cultivadas,
que constituye el fruto agrícola.

La altura de las plantas adultas puede alcanzar 1,0-1,5 m; el
peso de las plantas completas oscila entre 4 000 y 4 500 g,
pesando el tallo 600-650 g, y el mazo de hojas hasta 3 500 g. El
diámetro de la copa alcanza 1,3-1,5 m.

En la tabla 1 aparece el volumen y
composición de los rastrojos en campos de piña de
demolición, variedad Española roja, con densidad de
plantación 33 000 plantas/ha.

Tabla 1. Masa vegetal y nutrientes presentes en los rastrojos
de piña, cultivar Española roja, después de
la tercera cosecha (Peña, 1984).

Órganos

Masa verde, t/ha

N,

kg/ha

P2O5, kg/ha

K2O, kg/ha

Ca, kg/ha

Mg, kg/ha

Hojas

78,0

150,0

60,0

630,0

20,0

40,0

Vástagos

19,0

6,6

16,6

93,3

3,3

13,3

Tallos

32,0

66,6

33,3

156,6

10,0

13,3

Raíces

4,0

6,6

3,3

10,0

3,3

3,3

Plantas completas

133,0

230,0

113,3

890,0

36,6

70,0

Después de la recolección del
fruto, las yemas axilares del tallo prosiguen su desarrollo y
forman una nueva planta semejante a la primera, que da un segundo
fruto o retoño, generalmente de tamaño inferior al
primero, al tiempo que las yemas axilares del hijo se desarrollan
a su vez para dar un tercer fruto. De esta forma pueden sucederse
numerosas generaciones vegetativas, pero en la práctica
para la mayoría de los cultivadores no resulta rentable ir
más allá de las dos o tres cosechas.

La densidad de plantación es de 30 000 a 40 000 plantas
por hectárea en dependencia de la variedad y el destino
del fruto, aunque en algunos países puede ser de hasta 70
000 plantas/ha.

Algunas exigencias de
la preparación de suelos para la producción de
piña.

Según Py et al. (1984) la calidad de la
preparación de suelos reviste una importancia particular
en el cultivo de la piña, debido a las
características de su sistema radical. Para obtener una
buena prospección del suelo por las
raíces y un buen funcionamiento de ellas, es indispensable
que:

  • El suelo sea muy esponjoso con la aportación de
    material vegetal hasta una profundidad de hasta 35-40 cm y que
    se mantenga el mayor tiempo posible;
  • No se expongan las raíces a la asfixia;
  • La materia orgánica procedente de la
    descomposición de los residuos del cultivo precedente
    sean bien descompuestas;
  • Contenga en estado
    asimilable los primeros elementos que la planta necesita;
  • Los niveles de contagio de los principales parásitos
    sean reducidos lo más posible.

Tres puntos son particularmente importantes en el caso de la
piña (Py et al., 1984):

  • Los residuos del cultivo precedente son muy importantes: su
    peso pasa frecuentemente de 200 t/ha, en dependencia de los
    niveles de fertilización.
  • Su descomposición es indispensable para evitar que
    ellos sirvan de hospederos a diferentes tipos de
    parásitos (nemátodos, cochinillas harinosas…),
    porque pueden contribuir a salvaguardar la fertilidad de los
    suelos y poner a disposición del cultivo sucesivo una
    parte de los elementos minerales que
    los componen.
  • El sistema radical es muy sensible al asentamiento
    (compresión) del suelo: en un suelo compactado la
    elongación de las raíces es reducida, la
    anatomía de las raíces afectada, y la masa de
    suelo explorado por las raíces es limitada. Es
    indispensable evitar la compactación durante las
    operaciones
    de preparación de suelos, reduciendo los pasajes
    después de la labor. El sistema radical es igualmente
    muy sensible a la asfixia.

Según Peña et al. (1996) para plantar un suelo
donde el cultivo precedente fue piña, es necesario
comenzar la preparación con un período no menor de
tres meses antes de plantar, a fin de lograr la
descomposición de los residuos vegetales, que en el caso
de la piña son abundantes y muy fibrosos, lo que hace
más lenta la descomposición. Para lograr este
objetivo se
pueden usar cuatro variantes:

  • Realizar la chapea de las plantas de piña y
    posteriormente incorporar los restos vegetales al suelo a
    través de las labores de aradura y gradas. Esta variante
    presenta el inconveniente que cuando el desarrollo foliar de
    las plantas es muy grande, no se realiza la
    incorporación completa de todo el material vegetal y,
    además, se dificulta la labor de aradura, la que no
    alcanza la profundidad necesaria.
  • Destruir los residuos de la plantación anterior de
    piña a través de la quema y después
    realizar las labores de preparación de suelo
    convencionales. Presenta el inconveniente que las plantas no se
    destruyen totalmente con el fuego, y ello afecta el proceso de
    acondicionamiento del suelo.
  • La combinación de las dos variantes anteriores, o
    sea, chapear, quemar y después realizar el resto de las
    labores de preparación del suelo. Esta variante puede
    resultar muy útil si se logra que la labor de primera
    aradura se realice adecuadamente.
  • Recogida mecanizada de todos los residuos vegetales para
    ser usados en la alimentación animal o para otros fines
    y después iniciar el proceso de preparación del
    suelo.

Hepton (2003) plantea que, debido a la morfología
de las hojas, las plantas de piña secan lentamente, y los
renuevos producidos por los tallos de las plantas vivas
incorporados al suelo pueden infestar los campos. Por ello es
común cortarlas para acelerar su desecación y
descomposición. Según Sánchez y Caraveo
(1996) la incorporación y descomposición de
residuos no resulta fácil debido a lo fibroso de la hoja y
a la dureza del tallo.

El crecimiento de las plantas de piña es relativamente
lento, mientras el terreno es muy expuesto, principalmente
durante los primeros meses de vegetación, a todas las formas de
agresividad del clima y, en primer lugar, a la erosión.
Los riesgos
varían de un suelo a otro según sus
características propias y dependiendo, en primer lugar, de
la intensidad y frecuencia de las precipitaciones, y de la
pendiente del terreno (Py et al., 1984).

Según Py (1968), al comenzar la preparación del
suelo donde ha existido cualquier otro cultivo y donde hubo otra
plantación de piña, es necesario destruir la
totalidad del material vegetal provocando su
descomposición o destruyéndolo por medio del fuego,
no solo para poner a su disposición los elementos que lo
componen sino también por razones sanitarias.

Una buena descomposición de los rastrojos de
piña no puede ser obtenida sin el fraccionamiento de los
tallos de esta masa vegetal; esto es obtenido habitualmente
haciendo uso de trituradoras o, con resultados inferiores pero
menos onerosos, con la utilización de arados con discos
dentados (Py et al., 1984).

Py et al. (1984) plantean que las exportaciones e
inmobilizaciones de nutrientes durante el cultivo de la
piña pueden ser restituidas al suelo con la
destrucción de las plantas madres. La plantación
sucesiva utiliza una parte de estos nutrientes, variable de
acuerdo a la forma en que los residuos retornan al suelo (quema,
mulch –cobertura de la superficie del suelo con residuos-,
o enterramiento).

La destrucción por el fuego -técnica
generalmente poco recomendable- es, sin embargo, la única
económicamente posible para las pequeñas
explotaciones, arrancando previamente las matas viejas para
facilitar su desecación, formando haces, en esta forma se
libera la mayor parte del terreno para otros cultivos (abonos
verdes) que pueden mejorarlo (Py, 1968).

Según Samson (1991), la quema provoca la
destrucción de la mayor parte de la materia
orgánica presente en la vegetación. No sólo
se pierde carbono,
hidrógeno y oxígeno, sino
también gran cantidad de nitrógeno y azufre se
incorpora a la atmósfera. La ceniza
que queda enriquece el suelo con minerales, especialmente
potasio, pero no por mucho tiempo. Una gran cantidad puede
perderse por escurrimiento o lixiviación. Por lo tanto, es
deseable no quemar completamente, o al menos hacerlo en la menor
proporción posible.

Dos especies de cochinillas, pertenecientes al género
Dysmicoccus (D. brevipes y D. neobrevipes), son reconocidas como
responsables de la enfermedad de Wilt, que puede causar
considerables pérdidas de rendimiento. Los residuos del
cultivo precedente pueden servir de hospederos a estas
cochinillas, que son entonces el punto de partida de nuevas
reinfestaciones, por lo que es indispensable destruirles. Es por
ello que, en grandes plantaciones, hay interés en
desmenuzar lo más posible y a enterrarlos para activar su
descomposición, o a quemarlos, pero esto no es posible hoy
y tiene sus inconvenientes. En las pequeñas explotaciones
se pueden arrancar y exportar para hacer compost o quemarlos (Py
et al., 1984).

Para la demolición de campos de piña aún
se utilizan prácticas que afectan el medio ambiente, como
la aplicación de herbicidas, la chapea y quema posterior
de residuos, o su trituración con pases sucesivos de
gradas o arados de discos, aunque se han utilizado otras soluciones
más avanzadas (Garbati Pegna y Zoli, 1997).

Tecnologías de
preparación de suelos para la producción de
piña en campos de reposición.

Garbati Pegna y Zoli (1997) realizaron un estudio sobre las
posibilidades de mecanización de la producción de
piña, incluyendo las tecnologías de
reacondicionamiento de suelos para establecer las nuevas
plantaciones. Plantearon que el uso de la mecanización
está condicionado por la disponibilidad y el costo de la mano
de obra en los países productores. A continuación
se recogen los criterios de estos autores con relación a
la producción de piña en Australia, Filipinas e
Islas Hawaii.

La producción de piña en Australia se concentra
en el estado de
Queensland, donde existen cerca de 320 haciendas dedicadas a este
cultivo. La variedad más cultivada es la Cayena lisa
(Smooth Cayenne) y la producción media anual esta
comprendida entre 200 y 500 t de frutos frescos por hacienda; la
producción total esta estimada alrededor de 135 000 t, de
las cuales casi el 70 % se procesa industrialmente.

Estas haciendas, generalmente, son especializadas, y tienen
una superficie de plantación que va desde algunas
hectáreas hasta algunas decenas de estas; la
producción es familiar, la intensidad cultural es bastante
alta y su nivel tecnológico es bueno.

En los campos donde sucesivamente se planta piña, los
residuos culturales son desmenuzados mediante láminas
dentadas de eje vertical o con fresa; menos frecuentemente con
trituradoras de mayales o rodillos con discos. La
incorporación de estos residuos al suelo se realiza con
azadas rotativas o arados de rejas. El número de pasadas
depende de la urgencia con que debe plantarse el nuevo cultivo,
pero entre el enterramiento y la nueva plantación pasan,
generalmente, de tres a seis meses.

En Filipinas la piña se cultiva en casi todo el
archipiélago, en pequeños campos, la mayoría
de las veces en producciones familiares y con poca
significación desde el punto de vista de la
mecanización, excepto en la isla de Mindanao, en el
extremo sur del archipiélago, donde, debido a las
condiciones ambientales favorables y la disponibilidad de mano de
obra barata, las principales multinacionales cultivan algunas
decenas de millares de hectáreas en la zona de Bukidnon y
Cotavato, y hacen de este país el primer productor del
mundo.

La gran extensión de superficie dedicada a la
producción de piña no ha proporcionado un notable
desarrollo de la mecanización debido a la facilidad de
disponer de mano de obra productiva y capaz a un costo muy bajo.
Aquí las plantaciones son mantenidas por dos ciclos
productivos y después se destruyen con varios pases de
azadas rotativas y arados con discos. La labranza para la
preparación de la nueva plantación se realiza con
arados y gradas de discos que se alternan sucesivamente.

En las Islas Hawaii actualmente se dedica a la
producción de piña alrededor de 9 000 ha de
terreno. Las producciones más importantes se encuentran en
la isla Maui y en Oahu, mientras las plantaciones menores se
hallan en Kauai y Hawaii. El costo de la mano de obra es elevado,
y sólo la mecanización permite al producto
hawaiano competir en el mercado
internacional; las labores manuales son
utilizadas principalmente en las fases de plantación y
cosecha, y para la localización del material de
plantación.

Para la preparación del terreno, los residuos
culturales de la plantación precedente se desmenuzan con
varios pases de arado de discos, dejándolos secar para
quemarlos o enterrarlos con un arado de vertederas. Una vez
eliminados los residuos culturales, el terreno es arado a una
profundidad de 450-600 mm y después repasado con un arado
de discos para desmenuzarlo y favorecer la penetración de
los fungicidas.

En Hawaii, la variedad Cayena lisa es la más extendida
en la producción de piña, se basa en 2-3 ciclos de
cosecha, requiriendo aproximadamente 32-46 meses,
respectivamente, para completar el ciclo productivo (Bartholomew
et al., 2002).

Según la Asociación de Productores de
Piña de Hawaii (1998), al final del segundo o tercer ciclo
de cosecha, el campo se destruye o "derriba" incorporando los
residuos de cosecha en el suelo con arados de vertederas. El
campo es dejado en barbecho (3-12 meses) para permitir el
deterioro de los residuos de piña, mejorar la cama de
siembra, y reducir la transmisión de enfermedades
(nemátodos y hongos).
Posteriormente, el campo de piña se cultiva con grandes
gradas de discos y subsoladores para obtener el deseado
desmenuzamiento del suelo. Según Bartholomew et al. (2002)
si el suelo no posee buen drenaje, se deben formar camas de al
menos 20 cm de altura.

Otra solución brindada a la demolición de campos
de piña fue mostrada a los participantes en el Segundo
Simposio
Internacional sobre la Piña Tropical celebrado en febrero
de 1995, en Trois-Ilets, Martinicas, Antillas Francesas, durante
la visita a la plantación mecanizada más importante
de esta isla.

La máquina consiste en la modificación de una
fresadora agrícola de eje vertical para realizar el
desmenuzamiento de las plantas de piña. Esta
máquina posee cuchillas verticales, lo que podría
tener como desventaja, al realizar el corte a lo largo de tallos
y hojas, o próximo a esta posición, la
obtención de residuos de gran tamaño,
dificultándose su enterramiento y descomposición,
además de su mayor complejidad constructiva, si se compara
con otro tipo de máquina trituradora.

Fig. 1. Máquina utilizada para demolición de
campos de piña en Martinicas.

En México, el
Instituto Nacional de Investigaciones
Agropecuarias y Forestales (INIFAP) ha recomendado, para la
preparación de suelos en los campos de piña que son
demolidos, la secuencia de labores siguiente: chapea e
incorporación de los residuos de cosecha, barbecho,
rastreo, nivelación y drenaje de los campos. La quema de
residuos es recomendada cuando hay antecedentes de plagas y
enfermedades en el cultivo anterior, con sus consecuencias sobre
la disminución de materia orgánica en el suelo, la
eliminación de los controles biológicos de las
propias plagas, entre otras (Sánchez y Caraveo, 1996).

En los suelos de turba de Malasia, las plantas son eliminadas
con Gramoxone para acelerar su desecación. Una vez
desecadas, los residuos de las plantas pueden ser quemados, o
incorporadas al suelo, proporcionando suficiente humedad y tiempo
para su descomposición (Hepton, 2003).

El uso de prácticas agrícolas inadecuadas ejerce
un efecto muy negativo sobre el medio
ambiente. En Honduras el cultivo intensivo (sin
rotación) de la piña ha tendido a empobrecer los
suelos, y a causar problemas de
erosión (Pomareda et al., 1997).

La producción de la piña en Costa Rica causa
un deterioro muy marcado de los suelos. Se han identificado
cuatro problemas específicos de manejo que amenazan la
sostenibilidad de la producción: la erosión, la
compactación, el deterioro en la actividad
microbiológica del suelo y la producción como
monocultivo. Se produce alta erosión de los suelos debido
a la mala selección
del área de siembra y la labranza antes de la siembra. Las
zonas con fuertes precipitaciones son susceptibles de sufrir un
serio impacto como consecuencia de la limitada cobertura vegetal
que el cultivo de la piña otorga al suelo, o por su
labranza en el período lluvioso, necesaria para escalonar
las producciones durante todo el año (Quijandria et al.,
1997).

En Panamá se
recomienda arar a una profundidad de 6 a 8 pulgadas y de 8 a 12
pulgadas si se va a encamar. Pasados unos 30 días,
realizar tres pases de rastra para que el terreno quede bien
suelto y sin terrones. En los suelos con problemas de drenaje, se
realiza el subsolado (dos pases cruzados) y se termina de pasar
la rastra; luego se procede a pasar la encamadora que conforma
camas de 25 cm de altura, 80 cm de ancho, y 30 cm de zanja. Entre
los implementos que se utilizan para estas labores se tienen, el
arado de disco, roma, semi-roma y
la rastra liviana o rotatiler.

El Departamento de Frutales del Ministerio de la Agricultura
de Cuba, en el
Instructivo técnico para el cultivo de la piña
(MINAG, 1989), plantea:

"Para incorporar los residuos vegetales al suelo, es necesario
comenzar la preparación de éste con el pase de una
chapeadora (desbrozadora), a fin de cortar toda la masa vegetal
en pequeños pedazos para facilitar así las araduras
necesarias y alcanzar con esto una masiva y uniforme
descomposición.

"Este método
puede confrontar dificultades en aquellas zonas donde el
desarrollo foliar sea muy grande, pues el carácter fibroso de la masa vegetal puede
entorpecer la función de
los órganos de trabajo o
discos de los implementos agrícolas.

"La destrucción de los residuos por el fuego debe ser
usada en las zonas donde las plantas alcancen gran desarrollo
foliar. Es muy eficaz, ya que en poco tiempo la materia vegetal
queda reducida grandemente, sin que se conozcan efectos nocivos
sobre los suelos".

Tales recomendaciones no se corresponden con las tendencias
actuales de la producción agrícola en el mundo, por
lo que resulta necesario establecer tecnologías más
respetuosas del ambiente, aspecto en el cual se trabaja en la
actualidad.

La demolición de los campos de piña se ha
realizado, tradicionalmente, utilizando una desbrozadora de eje
vertical (chapeadora CH-60), para posteriormente realizar la
labranza del terreno con tecnologías basadas en el uso de
arados y gradas de discos.

La chapeadora CH-60 realiza el corte en el plano horizontal,
utilizando sólo dos cuchillas, por lo que las dimensiones
de residuos triturados que se obtienen son grandes. Esto afecta
la preparación de suelos, al constituir los residuos un
obstáculo para la profundización de los implementos
de labranza, y retardarse el proceso de descomposición de
los residuos, lo que favorece la transmisión de plagas y
enfermedades del cultivo precedente a la nueva
plantación.

Según Peña et al. (1996) la chinche harinosa o
cochinilla produce agotamiento de las plantas de piña y es
vector de un virus conocido
como Wilt; ambos producen grandes daños a las
plantaciones. El control de la
cochinilla (Dysmicoccus brevipes) comienza con la
preparación de suelos, y la erradicación de las
plantas hospederas. En campos de reposición es necesario
que se logre la total descomposición de los restos de
cosechas, pues en ocasiones se observan pequeños
fragmentos de tallos y a diferentes profundidades en el suelo,
con fuerte grado de ataque.

La labranza intensiva con órganos de discos produce
pérdida de humedad, la compactación del terreno, la
mineralización de las sustancias húmicas presentes
y la degradación de la estructura del
suelo, incurriéndose en altos costos
energéticos y de trabajo. Como consecuencia, se afecta la
sostenibilidad de la producción.

La quema de rastrojos no permite el reciclaje de los
residuos vegetales. Con su realización se pierden materia
orgánica y nutrientes, y se afecta la calidad del suelo.
Además, esta práctica ha demostrado su ineficacia
en la destrucción de los tallos de piña, los que
constituyen un importante obstáculo para la
preparación del suelo, y pueden mantener su capacidad de
generar nuevas plantas a partir de sus yemas, con lo que se
originaría el nacimiento de plantas indeseables en el
cultivo establecido en el campo.

Fig. 2. Brote de retoños en tallos de piña de
plantas quemadas.

El empobrecimiento en materia orgánica es más
importante en la piña que en otros cultivos importantes
como el plátano. Según Py et al. (1984) esta
evolución se debe a:

  • La discontinuidad de las restituciones: éstas se
    realiza masivamente en el momento de la destrucción de
    los residuos, con intervalos de tiempo superiores a dos
    años;
  • La temperatura y la humedad del suelo: el suelo permanece
    desnudo o débilmente cubierto durante algunos meses de
    cultivo de la piña. Además de la elevación
    de la temperatura del suelo en que esto resulta, las
    consecuencias son múltiples sobre la erosión y su
    estructura.

Según King (1931, 1934), la piña responde a la
presencia y al incremento de la materia orgánica en el
suelo. La incorporación de residuos de piña no es
tóxica para el crecimiento de la siguiente
plantación en campos de reposición. Con la
incorporación de rastrojos de piña, la
relación C/N (carbono/nitrógeno) en el suelo se
incrementa, y la disponibilidad de nitrógeno disminuye
durante las primeras semanas pero se incrementa posteriormente
(Tam y Magistad, 1936).

Algunos resultados
de investigaciones experimentales obtenidos en Ciego de Avila,
Cuba.

La trituración e incorporación de rastrojos de
piña ha contribuido a la mejora de la calidad del suelo,
principalmente cuando se utiliza la tecnología de
labranza vertical en sustitución de las tecnologías
de labranza con el empleo de
arados y gradas de discos.

La calidad de la trituración de los residuos de
piña con la trituradora de mayales Nobili BNU-160 es
superior a la obtenida con la desbrozadora CH-60H utilizada
tradicionalmente, debido a las diferencias en las
características funcionales de ambas máquinas.

La desbrozadora posee un árbol vertical, en el cual se
colocan dos brazos con cuchillas articuladas, las cuales realizan
el corte por impacto al girar a alta velocidad en
el plano horizontal, próximo a la superficie del terreno.
Al realizar el corte, las cuchillas golpean las plantas de
piña, lanzándolas hacia atrás en la misma
dirección de movimiento de las cuchillas,
por lo que no se obtienen pequeñas dimensiones de los
residuos triturados.

La trituradora de mayales posee un árbol horizontal, al
cual se le articulan varias cuchillas, que giran a gran velocidad
en el plano vertical. Su principio de corte también es por
impacto, pero actúa mayor número de cuchillas sobre
la planta, produciendo una mayor trituración de los
residuos, con lo que se facilita la preparación de suelos
y la incorporación de los mismos.

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Fig. 3. Demolición de campos de piña con una
máquina desbrozadora CH-60H (izquierda) y con la
trituradora de mayales Nobili BNU-160 (derecha).

En la figura 3 se pueden apreciar residuos grandes, obtenidos
durante la demolición de campos de piña con la
desbrozadora (chapeadora) CH-60 H. El acordonamiento producido
por el lanzamiento de los residuos triturados hacia la parte
trasera de la máquina puede dificultar la labranza, debido
a la acumulación de residuos en los órganos de los
implementos de labranza.

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Fig. 4. Rastrojos de piña triturados con la
desbrozadora CH-60. Los residuos grandes no se incorporan durante
la aradura (a la derecha).

El contenido de materia orgánica se incrementó
en las parcelas donde se realizó la labranza vertical,
mientras en las parcelas donde se empleó la labranza con
órganos de discos inicialmente se produjo un incremento y
posteriormente decrecimiento del contenido de materia
orgánica.

El incremento del contenido de materia orgánica en el
estrato 0-10 cm, para la labranza vertical, se corresponde con el
hecho de que la mayoría de los residuos (54 %) se ubicaron
en la superficie, y prácticamente el 90 % de éstos
se distribuyeron entre la superficie y los primeros 10 cm del
perfil del suelo, y con las condiciones que se obtuvieron durante
la labranza, lo que ha favorecido la aireación, el
desarrollo de la fauna microbiana
del suelo y la descomposición de los residuos.

A pesar de que en las parcelas donde se realizó la
labranza con discos cerca del 70 % de los residuos se
distribuyeron entre la superficie (13,58 %) y los primeros 10 cm
del suelo, se produjo una disminución del contenido de
materia orgánica entre los seis y los 15 meses posteriores
a la preparación del suelo, influenciado no sólo
por la distribución de los residuos, sino también
por la acción intensiva de los discos sobre la estructura
del suelo, y por las fuertes lluvias, lo que provocó una
modificación sustancial del suelo.

La densidad aparente del suelo en el área donde se
utilizó la tecnología tradicional no
manifestó diferencias significativas con el testigo (suelo
en estado natural), pero sí con el área de laboreo
vertical, siendo más favorables las condiciones obtenidas
en las parcelas donde se utilizó ésta
última.

La velocidad de infiltración del agua en el suelo
también resultó favorecida por el empleo de la
labranza vertical, influido por la formación de capas
endurecidas (sellaje y piso de aradura) en la parte inferior del
estrato de suelo labrado debido a la acción vertical de
los órganos de discos. Esta acción física provoca
compactación y dificultades con la infiltración del
agua, afectando negativamente el desarrollo del cultivo.

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Ing. Jorge S. Pérez de Corcho Fuentes

Facultad de Ingeniería. Universidad de Ciego de Avila.
Carretera a Morón. Km. 9. Ciego de Avila.

CP 69450. Cuba.

Dr. Francesco Garbati Pegna

Dipartimento de Ingegneria Agraria e Forestale. Università di Firenze. Piazzale
delle Cascine, 15. Firenze. 50144. Italia.

Partes: 1, 2
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