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Principio de no maleficencia




Enviado por manujuan



     

    1. Diferencia entre beneficencia y
      no maleficencia
    2. Concepto de
      daño
    3. Principio de doble
      efecto
    4. Medios ordinarios y
      extraordinarios
    5. Matar y dejar
      morir
    6. La pendiente
      resbaladiza
    7. Suspender y no iniciar
      tratamiento
    8. Muerte digna y muerte
      piadosa

     

    1. Diferencia
      entre beneficencia y no maleficencia:

    El Informe Belmont
    (informe encargado por el Gobierno
    estadounidense y publicado en 1978 para la orientación de
    problemas
    relacionados con la bioética)
    los trata conjuntamente, pero dice que, por un lado, hay que
    procurar hacer el bien y planear las mejores alternativas
    posibles para el enfermo en todos los casos -en tratamientos o
    investigaciones– y por otro, pone un
    énfasis especial en el tema del cálculo de
    riesgos. Esto
    ha hecho que, a partir de entonces, muchos autores prefieran
    hablar de los dos principios por
    separado, subrayando la importancia del cálculo de
    riesgos. Es un concepto que
    tiende a diluirse si no se diferencia, y en la complejidad en la
    que hemos entrado, sobre todo en la experimentación y en
    las profesiones médicas, puede ser más
    diferenciador el cálculo de riesgos que la búsqueda
    del bien.

    Son muchas las teorías
    éticas, utilitaristas y no utilitaristas, que aceptan
    el principio de no maleficencia. Filósofos incluyen la no maleficencia y
    beneficencia en un solo principio. beneficencia y la no
    maleficencia son similares, y de hecho se utilizan en la
    filosofía moral como
    conceptos difíciles de distinguir.

    Si en un determinado caso el daño
    producido es insignificante y el beneficio importa, esta claro
    que la beneficencia tiene prioridad sobre la no
    maleficencia.

    Podríamos reconsiderar que la no maleficencia es
    cada vez más estricta: las obligaciones
    impuestas por el principio de no maleficencia suelen ser
    más rigurosas que las impuestas por el principio de
    beneficencia; y en ciertos casos la no maleficencia prevalece
    sobre la beneficencia.

    La beneficencia implica ayuda activamente, mientras que
    la no maleficencia es simplemente abstenerse intencionalmente de
    realizar acciones que
    puedan causar daño.

    El principio de beneficencia es directamente orientador
    de la acción.
    Es una expresión más del principio universal
    subyacente a cualquier sistema
    ético: se debe hacer el bien, se debe evitar el mal. Al
    margen de cualquier apreciación filosófica, es
    universalmente admitido, y sólo afecta su discusión
    la determinación de lo que sea el bien o el mal.
    Ciertamente, en esa determinación, parece más claro
    qué es el mal y más oscuro el concepto de bien, por
    lo menos cuando se refiere a acciones que tienen como objeto
    inmediato al prójimo. Por esa mayor evidencia de lo que
    sea el mal, podríamos definir la no maleficencia como una
    subclase de beneficencia, en la cual se pueden distinguir 4
    grados en preferencia: no se debe hacer el mal, se debe impedir
    el mal, se debe eliminar el mal, se debe hacer y promover el
    bien.

    El lograr diferenciar la no maleficencia y la
    beneficencia es muy importante. El primero nos obliga de modo
    primario, y por tanto es anterior a cualquier tipo de información o de consentimiento. El
    principio de no maleficencia no tiene nada que ver con el
    consentimiento informado, en tanto que el de beneficencia
    sí. Nunca es lícito hacer el mal, pero a veces no
    es lícito hacer el bien. En cualquier caso, ambos
    principios pueden reunirse en uno solo, que mande no hacer mal a
    nadie y promover el bien. Así entendido el principio de
    beneficencia, no hay duda de que ha sido y seguirá siendo
    el santo y seña de la ética
    médica.

    Concepto de
    daño:

    El concepto de no maleficencia se explica normalmente
    utilizando los términos "daño" e "injuria". Injuria
    significa tanto daño como injusticia violación o
    agravio. Él termino daño tiene una ambigüedad
    similar.

    Las enfermedades, los casos de
    fuerza mayor y
    la mala suerte causan daño sin agraviar, y cuando un acto
    de agravio, acaba produciendo beneficios existe agravio pero no
    daño. Para explicar el principio de no maleficencia
    utilizaremos la palabra daño, es decir, obstaculizar,
    dificultar o impedir que se cumplan los intereses de una de las
    partes. Otras definiciones consideran que solo se causa
    daño cuando se obstaculizan o alteran los intereses
    físicos, incluyendo el dolor, las incapacidades y la muerte, sin
    por ello negar la importancia de los daños mentales y
    otras series de perjuicios.

    Podemos también ir mas allá del principio
    de no maleficencia para lograr explicar el concepto de
    daño, uniendo de esta manera la perspectiva medica y
    jurídica, así el daño podría ser
    definido como: "cualquier alteración somática o
    psíquica que, de una forma u otra, perturbe, amenace o
    inquiete la salud de quien la sufre, o
    simplemente, limite o menoscabe la integridad personal del
    afectado, ya en lo orgánico, ya en lo
    funcional".

    Y analizándolo desde un punto de vista netamente
    jurídico, el daño puede definirse como: "un
    menoscabo que, a consecuencia de un acaecimiento o evento
    determinado, sufre una persona, ya en
    sus bienes vitales
    naturales, ya en su propiedad, ya
    en su patrimonio".

    Principio de
    doble efecto:

    El llamado "principio de doble efecto"  es una
    especie de clave que compendia la distinción entre lo que
    se considera directamente voluntario y lo indirectamente
    voluntario. Se recurre a esta distinción para afrontar
    situaciones conflictivas prácticas en las que sólo
    es posible evitar un mal o conseguir un bien, más o menos
    necesario, causando un mal que no se desea. El mal que se causa
    cuando se busca hacer un bien se considera justificado o
    permisible, si se cumplen cuatro condiciones:

    1. que la acción de la que resulta el mal sea en
      sí misma buena o indiferente, es decir, no moralmente
      mala
    2. que la intención del agente sea recta, es
      decir, que de verdad no se busque el efecto malo
    3. que el efecto malo proceda de la causa con la misma
      inmediatez que el efecto bueno
    4. que haya una razón proporcionalmente grave
      para permitir el efecto malo.

    El «principio de doble efecto» se llama
    así porque los efectos multidimensionales y
    simultáneos de un mismo acto se pueden agrupar en dos
    clases: son útiles o deseados, o bien dañinos o no
    deseados. El principio de doble efecto presupone que sólo
    los actos que permiten o causan algún daño pueden
    ser moralmente malos; sin embargo, no todos los actos que
    permitan o causen un daño son de hecho moralmente malos,
    porque en algunos casos interviene una «razón
    proporcionada» que hace que un daño permitido o
    causado quede fuera del objetivo de la
    acción en función de
    un beneficio mayor.

    Podemos decir así que este principio es
    ético, dado que como todo lo correspondiente al campo de
    la salud tiene un margen de error, del cual surge este concepto
    de principio de doble efecto proveniente de las falencias
    técnicas de los métodos de
    diagnóstico, de las particularidades
    metabólicas y clínicas propias de cada paciente, de
    las limitaciones inherentes a las diversas opciones
    terapéuticas y a las insospechadas variables
    aleatorias en relación con el medio circundante. Cuando de
    una acción bien intencionada se ocasiona
    simultáneamente un bien y un mal, hablamos allí del
    principio de doble efecto, que es ético, y no de que el
    fin justifique los medios. En
    caso de verse obligado ineludiblemente a tomar una
    decisión que tenga en consecuencia dos males, hay que
    escoger el menor. Este margen de error se considera ético,
    o no culpable, en cuanto que lo que se busca no es errar sino
    acertar.

    Medios
    ordinarios y extraordinarios:

    Anteriormente se hablaba de medios ordinarios y
    extraordinarios. Los ordinarios eran los que nunca podían
    faltar y los extraordinarios aquellos a los que se podía
    renunciar lícitamente. "El carácter ‘extraordinario’ era
    definido en relación al incremento de sufrimiento que
    podían procurar tales medios, o bien al gasto o incluso a
    la dificultad de acceder a ellos de todos los que pudieran
    requerirlos." Sin embargo esta terminología hoy día
    no resulta suficiente ya que la medicina suele
    apelar con buen éxito a
    medios extraordinarios como por ejemplo la mayor parte del
    instrumental utilizado en las terapias intensivas.

    En la actualidad la distinción entre medios para
    mantener la vida considerados ordinarios y obligatorios y los que
    no lo son se expresa a menudo en términos de medios de
    tratamiento «proporcionados» y
    «desproporcionados». Un medio es
    «proporcionado» si ofrece una esperanza de beneficio
    razonable al paciente; en caso contrario es
    «desproporcionado».

    Así entendida, la distinción entre medios
    proporcionados y desproporcionados es claramente significativa
    desde el punto de vista moral. Pero por supuesto no es una
    distinción entre medios de tratamiento, simplemente
    considerados como medios de tratamiento. Más bien se trata
    de una distinción entre beneficios proporcionados o
    desproporcionados que diferentes pacientes pueden obtener de un
    tratamiento particular. Así, el mismo tratamiento puede
    ser proporcionado o desproporcionado, en función del
    estado
    médico del paciente y de la calidad y
    cantidad de vida que puede ganar un paciente con su
    utilización. Por ejemplo, una operación dolorosa e
    invasiva puede ser un medio «ordinario» o
    «proporcionado» si se practica a una persona por lo
    demás sana de veinte años que tiene posibilidades
    de ganar una vida; podría considerarse
    «extraordinaria» o «desproporcionada» si
    se practica a un paciente anciano, que tiene además otra
    enfermedad debilitante grave. Incluso un tratamiento tan simple
    como una dosis de antibiótico o una sesión de
    fisioterapia se considera en ocasiones un tratamiento
    extraordinario y no obligatorio.

    La conclusión a la que se llega es que la
    diferencia entre los tratamientos ordinarios y extraordinarios es
    moralmente irrelevante y debería ser remplazada por la
    distinción entre tratamientos optativos y obligatorios en
    función de los riesgos y los beneficios que suponen para
    el paciente.

    Matar y dejar
    morir:

    Disparar a alguien es una acción: dejar de ayudar
    a la víctima de un disparo es una omisión. Si A
    dispara a B y éste muere, A ha matado a B. Si C no hace
    nada por salvar la vida de B, C deja morir a B.

    Algunos autores consideran poco plausible esta
    distinción entre matar y dejar morir, y se han realizado
    intentos por establecer la distinción de otro modo. Una
    idea plausible es concebir el matar como iniciar un curso de
    acontecimientos que conducen a la muerte; y
    permitir morir como no intervenir en un curso de acontecimientos
    que ocasionan la muerte. Según esta distinción, el
    administrar una inyección letal seria un caso de matar;
    mientras que no conectar al paciente a un respirador, o
    desconectarle, sería un caso de dejar morir. En el primer
    caso, el paciente muere en razón de acontecimientos
    desencadenados por el agente. En el segundo caso, el paciente
    muere porque el agente no interviene en un curso de
    acontecimientos (por ejemplo, una enfermedad que supone riesgo para la
    vida) que ya está en marcha y no es obra del
    agente.

    La distinción entre matar y dejar morir, o
    llevando esta distinción al campo de la eutanasia
    (eutanasia activa y pasiva, respectivamente), plantea algunos
    problemas. Si la distinción entre matar/dejar morir se
    basase simplemente en la distinción entre acciones y
    omisiones, el agente que, por ejemplo, desconecta la
    máquina que mantiene vivo a B, mata a B, mientras que el
    agente que se abstiene de conectar a C a una máquina que
    le mantiene con vida, meramente permite morir a C.

    Cuando se plantea el argumento sobre la
    significación moral de la distinción entre
    matar/dejar morir en el contexto del debate de la
    eutanasia, hay que considerar un factor adicional. Matar a
    alguien, o dejar deliberadamente morir a alguien, es por lo
    general algo malo porque priva a esa persona de su vida. En
    circunstancias normales, las personas aprecian su vida, y su
    mejor interés es
    seguir con vida. Esto es diferente en el contexto de la
    problemática de la eutanasia. En estos casos, el mejor
    interés de una persona es morir y no seguir con vida. Esto
    quiere decir que un agente que mata, o un agente que deja morir,
    no está dañando sino beneficiando a la persona de
    cuya vida se trata. Esto ha llevado a sugerir a los especialistas
    en esta materia lo
    siguiente: si realmente somos más responsables de nuestras
    acciones que de nuestras omisiones, entonces A que mata a C en el
    contexto de la eutanasia estará obrando moralmente mejor,
    en igualdad de
    condiciones, que B que deja morir a C -pues A beneficia
    positivamente a C, mientras que B meramente permite obtener
    cierto beneficio a C.

    Hoy día para hablar acerca de la eutanasia y la
    diferencia entre matar y dejar morir, se acuñaron
    distintos términos que se encuentran en la bibliografía mas reciente.
    así se puede distinguir entre Distanasia, ortotanasia y
    eutanasia. La distanasia es lo opuesto a la eutanasia. Esta
    practica consiste en procurar retrasar la llegada de la muerte
    por todos los medios, desproporcionados o extraordinarios aunque
    no haya esperanza alguna de restablecimiento, es lo llamado
    también clásicamente el "encarnizamiento medico".
    En realidad se infligen al moribundo unos sufrimientos
    añadidos, que solo aplazan idas u horas el deceso. La
    palabra ortotanasia, que según la etimología griega
    significa muerte recta, designa la actuación correcta ante
    la muerte, por parte de quienes atienden a un paciente en fase
    terminal. Supone tanto el respeto
    incondicional a la vida inocente como la aceptación de la
    finitud y de la mortalidad, realidades innegables que nuestra
    cultura actual
    trata de enmascarar. Ahora eutanasia se reserva para la
    acción que tiene por objeto "causar la muerte de un ser
    humano para evitarle sufrimientos, bien a petición de
    este, bien por considerar que su vida carece de la calidad
    mínima para que merezca la calificación de
    digna".

    La pendiente
    resbaladiza:

    Este argumento afirma que si un determinado evento
    ocurriese, otros eventos
    dañinos ocurrirían inevitablemente después,
    por lo cual no hay que permitir ni siquiera el primero. Es una
    falacia, debido a que da por fundadas consecuencias que no son
    seguras y a veces ni siquiera probables. Se ampara en la
    inquietud que desata el resultado final para colar algunas
    relaciones causa-efecto que son refutables. Es una temeridad dar
    el primer paso, porque las consecuencias se producirán de
    modo automático e irremediable. Este ejemplo puede parecer
    exagerado. De hecho es una deliberada exageración, pero
    cosas así se escuchan cuando alguien no sabe qué
    alegar. El ejemplo clásico es el sgte.: "Si se legalizara
    la marihuana,
    todo el mundo la probaría y después
    empezarían a engancharse con las drogas
    más fuertes, y en poco tiempo
    tendríamos una sociedad de
    drogadictos." Lo cual por supuesto no implica que yo este a favor
    de las drogas ni a la
    legalización de las mismas, vale la
    aclaración…..

    La teoría
    de la pendiente resbaladiza, llevada al plano de discusión
    medica, es un clásico argumento consecuencialista que se
    ha aplicado a la eutanasia para deducir que una vez legalizada en
    casos de solicitud voluntaria, el clima social
    conduce a los médicos y a los familiares a deslizarse
    hacia su aplicación en casos de enfermos inconscientes o
    incapaces que no han expresado su autorización. Se trata
    de un argumento que ha sido muy criticado por algunas
    aplicaciones poco rigurosas en el modo de elaborar los
    razonamientos previos a la conclusión. Sin embargo, en
    Holanda se ha comprobado su exacto cumplimiento puesto que ya
    hace años se reconocieron cifras importantes de casos de
    eutanasia no solicitada, cuando en un principio sólo se
    defendía su aceptación en casos de solicitud
    expresa y reiterada, como un ejercicio de autonomía. El
    argumento de la pendiente resbaladiza ha sido esgrimido por
    autores que no tienen reparos éticos ante determinadas
    peticiones de eutanasia, pero consideran que su
    legalización llevaría en la práctica a la
    eutanasia no solicitada, que consideran inaceptable y con graves
    repercusiones sociales.

    Suspender y
    no iniciar tratamiento:

    Este es un tema muy comentado y del que se suele
    escuchar, principalmente, entre los enfermos oncológicos.
    No hay mucha diferencia que hacer, solo entender que en el
    primero de los casos el paciente inicia un tratamiento el cual
    luego va a ser suspendido, en función de los deseos del
    mismo. Mientras que en el segundo de los casos es el propio
    paciente el que decide no iniciar el tratamiento
    directamente.

    Todo ese concepto se basa a mi entender en los propios
    deseos del paciente, es el mismo el que va decidir desde su
    propia autonomía si comienza un tratamiento o bien si
    suspende el mismo. Dado que desde su punto de vista tiene que
    haber un disbalance entre los costos y los
    beneficios, es decir prima en ambos casos la decisión de
    no continuar o comenzar con un tratamiento debido a que presupone
    que los beneficios son superados por los costos del mismo, y no
    me refiero pura y exclusivamente a cuestiones
    monetarias.

    Precisamente en la ultima clase
    hablábamos acerca de la decisión de una persona de
    no comenzar un tratamiento debido a que una vez iniciado este, el
    paciente debía suspender ciertas actividades que para
    él eran las que lo hacían disfrutar de la vida.
    Esto nos lleva a un viejo planteo filosófico, dado que
    abre las puertas de una discusión que va mas allá
    de un tratamiento, sino que es también aplicable a
    continuar o no viviendo. ¿Cuál es el punto en
    seguir vivo si esta no es la vida que yo quiero para mí?
    ¿Hasta que punto es necesario conservar la vida a
    cualquier precio?
    ¿No soy yo libre de elegir si quiero hacer tal o cual
    cosa?.

    Muerte digna y
    muerte piadosa:

    "Una de las funciones
    más nobles de la razón consiste en saber si es o
    no, tiempo de irse de este mundo".
    Marco Aurelio, Libro
    III.

    Muerte digna: Es la muerte con todos los alivios
    médicos adecuados y los consuelos humanos posibles.
    También se denomina ortotanasia.
    Pretenden algunos identificarla con la muerte "a
    petición", provocada por el médico, cuando la vida
    ya no puede ofrecer un mínimo de confort que sería
    imprescindible; sería para éstos la muerte
    provocada por eutanasia.

    Muerte piadosa: Concepto muy similar al anterior,
    solo que podríamos decir que en este caso interviene un
    factor extra y es la compasión, por esta razón es
    también llamada muerte por compasión o compasiva.
    En este caso se permite que una persona muera teniendo en cuenta
    que prolongar la vida de la misma seria prolongar también
    su sufrimiento.

    La muerte es la terminación de la vida, la
    desaparición física del escenario
    terrenal donde hemos venido actuando y viene a ser, por lo tanto,
    él ultimo e inevitable acto de nuestra existencia.
    Sencillamente, es él precio usual que pagamos por haber
    vivido.

    Los seres humanos transitan sus propias vidas alentados
    o estimulados por pequeñas o grandes aspiraciones, que
    algunos llaman los "acicates", es decir los incentivos para
    vivir. Pero de estos los que menos desea cualquier individuo son:
    la miseria y el dolor. El hecho de aspirar a no vernos colocados
    en circunstancias que inspiren lástima y compasión
    ante los ojos de los demás, establece una actitud frente
    a la vida, a la que se le llama dignidad.

    El morir dignamente sería entonces el morir libre
    de dolor, con los analgésicos y tranquilizantes necesarios
    para el desasosiego y con el suministro de medicamentos que se
    requieran contra las incomodidades que se puedan presentar,
    eliminando en lo posible el sufrimiento de morir en vida. Aunque
    no solamente reduciendo el dolor, lo que vale es una vida con
    cierta autonomía y libertad. El
    morir dignamente es que se respete la dignidad del
    moribundo

    Todos los seres humanos tenemos el derecho a la libertad
    propia que implica la tolerancia, la
    aceptación de la libertad de los demás incluso
    cuando no nos gusta lo que hacen. Obligar a vivir en sufrimiento
    es peor que permitir morir en paz.

     

    Juan Manuel Carrera

    Estudiante de Medicina de la Universidad
    Buenos
    Aires.

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