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La fiesta del monstruo




Enviado por martinreta78



    Notas preliminares para repensar (una
    vez más) al populismo

     

    1. Pueblo vs.
      Multitud
    2. El otro el la
      constitución del sujeto
    3. Populismo y
      decisionismo
    4. Populismo:
      ¿Hegemonía o
      representación?
    5. Conclusiones inconclusas: De
      nuevo a la política

     

    Antes de iniciar algunas reflexiones en torno al populismo
    conviene hacer aclaraciones sobra la preliminaridad de
    éstas notas. El presente trabajo busca
    indagar en la perspectiva que Ernesto Laclau abrió en el
    estudio del populismo y a su vez incorporarle algunos conceptos
    que la teoría
    política
    contemporánea ha desarrollado recientemente. No
    pretendemos dar una respuesta a un problema por demás
    complejo, sino indagar la fertilidad de un camino que puede
    brindar una mejor comprensión de los procesos
    políticos que nos atormentan en los heridos escenarios de
    América
    Latina. En particular nos interesa explorar las posibilidades
    de hacer una defensa del populismo, o al menos avanzar sobre las
    condiciones de posibilidad de proyectos que
    pueden ser rotulados como "populistas" pero en los cuáles
    puede hallarse un contenido
    popular-democrático.

    La idea que nos gustaría discutir y defender en
    el presente trabajo es la siguiente: el populismo en América
    Latina significó la articulación política de
    sectores subalternos (pueblo), una construcción hegemónica en el plano
    de los simbólico, una operación de sutura
    (re)constituyente del sujeto en un proyecto
    colectivo de orden social. De esta manera el populismo produce la
    reapertura de lo político sobre las ruinas de la
    política
    , y es reconstitutivo de lo
    social.

    Es un lugar común comenzar un escrito sobre el
    populismo refiriendo a los múltiples significados del
    término. Sin embargo, como nos enseñara Aristóteles y recordara Laclau, la
    polisemia se debe a la utilización análoga (y no
    meramente equívoca) del término en referencia al
    concepto de
    pueblo. Pero aprovechemos ya que nos referimos a un lugar
    común e invocamos al viejo Aristóteles para lanzar
    una hipótesis (tanto en el sentido
    epistemológico como en el etimológico de "estar por
    debajo"): El de Estagira le daba un sentido distinto a "lugar
    común" del que estamos acostumbrados a otorgarle nosotros.
    Lejos de frases gastadas, el topi koinoi
    aristotélico es una estructura
    común que los hombres comparten y que les permite
    entenderse, como tal se diferencia del topi idioi, los
    lugares especiales, que darían cuenta de formas de
    entendimiento particulares. Ahora bien, (y alejándonos de
    San Aristóteles) el proceso de
    constitución del sujeto político que
    estamos buscando supone una apertura de los lugares comunes de la
    polis a través de la articulación de lugares
    especiales subalternizados. Si observamos los lugares comunes
    como cierta forma de estructuración de lo social, el
    corrimiento producido por la articulación de las
    posiciones de sujetos produce la apertura de lo social a
    través de lo político. Sin embargo, para que
    ésta operación sea posible es necesario un proceso
    de subjetivación vinculado a la imposibilidad de la
    estructura
    social de ofrecer un cierre (es esto lo que produce las
    crisis que
    Gramsci llamó orgánicas). Es decir, aparecen de
    repente las multitudes (el subsuelo sublevado de la patria como
    decía Scalabrini Ortiz en referencia a las masas
    peronistas) y pugnan por constituirse como sujetos en la esfera
    política. Frente a ésta presión,
    la imposibilidad de responder pone en crisis la reproducción del orden y abre la puerta a
    que sean nuevos sujetos quienes dsiputen en el terreno
    político la dirección del proceso social.
    Pero…¿qué sujeto es el que encuentra un espacio
    de subjetivación?

    • Pueblo vs.
      Multitud

    La idea que orienta este apartado es que el populismo se
    origina en una forma de articulación que permite a la
    multitud iniciar un proceso de subjetivación hacia un
    sujeto pueblo (para disgusto del concepto de multitud del
    recientemente liberado Tony Negri y de Paolo Virno). De
    ésta manera cobra sentido la referencia a los lugares
    comunes y los especiales, el pueblo es un proceso de
    articulación no antagónica de posiciones de sujetos
    subalternos (en su particularidad), es una construcción
    permanente a partir de esos lugares especiales que pone en
    cuestión los lugares comunes. Cuando el lugar común
    niega los lugares especiales y esas situaciones opresivas pasan a
    ser vistas como una dominación, el corrimiento de la
    significación de esa relación social produce un
    conflicto. En
    el marco de ese conflicto producido tiene origen la
    articulación populista.

    En el ya célebre Imperio Hardt y Negri
    emprenden una cruzada en contra el concepto de pueblo y le
    oponen el de multitud. Pueblo representa para ellos a la
    unidad, a un sujeto con capacidad de acción,
    con voluntad propia y una identidad,
    mientras que "la multitud es una multiplicidad, un plano se
    singularidad, un conjunto abierto de relaciones que no es
    homogéneo ni idéntico a sí mismo" (Hardt y
    Negri 2002:100). Los autores proceden a suponer una
    definición de pueblo como algo homogéneo,
    estático, como una unidad constitutiva que no permite la
    diferencia, y de esta definición impugnan el concepto y le
    imputan un rol disciplinador.

    Según Negri "la multitud es una multiplicidad de
    singularidades, que de ningún modo puede hallar una unidad
    representativa; el pueblo es, por otro lado, una unidad
    artificial que necesita el Estado
    moderno como base de la ficción de legitimación" (Negri, 2002:13) Mientras que
    de acuerdo a Virno "El pueblo es resultado de un movimiento
    centrípeto: de los individuos atomizados a la unidad del
    ‘cuerpo político’, a la soberanía. El Uno es el mayor resultado de
    este movimiento centrípeto. La multitud, en cambio, es el
    resultado de un movimiento centrífugo: del Uno a los
    Muchos" (Virno 2003: 12) si bien no es nuestro objetivo
    analizar el concepto de multitud que elaboran los autores, lo
    cuál exigiría otro estudio, podemos tomar como
    punto de partida de la constitución del populismo a la
    multitud, en especial a partir de la definición propuesta
    por Paolo Virno si podemos lograr que el pueblo recupere la
    multiplicidad en una nueva unidad. Esto será posible solo
    si introducimos de nuevo a la vieja y desprestigiada
    dialéctica: como veremos más adelante el
    populismo sutura (el momento de la unidad) para desusturar (el
    momento de la multiplicidad)

    Según nuestra clave de lectura el
    populismo es una forma de articulación política, es
    un proceso que necesita y constituye al pueblo, en tanto "El
    pueblo nunca es sino que es un hacerse pueblo, o sea, sujeto. Ser
    pueblo significa tener una voluntad común como
    articulación de miles de millones de voluntades
    expresadas, no meramente por individuos, por particulares sino
    por colectividades, por grupos que se
    construyen como sujetos" (Dri 2002) De esta manera el pueblo,
    como una construcción histórica de sujetos
    vinculados por la práctica y un sentido compartido
    (discurso) no
    necesariamente homogeniza y disuelve la diferencia cultural, sino
    que las sintetiza, esto es conserva las identidades particulares
    en una forma articulatoria dinámica enmarcada en relaciones sociales,
    apropiaciones colectivas de la historia y relaciones con la
    alteridad. En tanto quitamos el peso esencialista del concepto de
    pueblo tan caro a la tradición germánica del
    volksgeist (espíritu del pueblo) y nos situamos en
    la construcción de lo popular en el plano de la
    articulación discursiva –como lo hace Laclau-
    estamos en condiciones de aceptar un versión
    democrático popular del populismo.

    Es preciso recordar que no estamos embarcados en un
    proyecto de explicación del populismo como
    categoría de la ciencia
    política que ha servido para referirse al nazismo, al
    maoísmo, al peronismo, al
    menemismo o al chavismo indistintamente. Sino que estamos tras
    las huellas de cierto populismo que como dice Laclau "consiste en
    la presentación de las interpretaciones
    popular-democráticas como conjunto sintético
    antagónico respecto a la ideología dominante" (1978:201)

    En tanto pueblo es un significante vacío no puede
    ser precisado sino es con referencia al contenido que lo captura
    y lo fija a una cadena de significantes (Laclau 2003, Zizek 1992,
    1998 y 2003), así "lo que está en juego en la
    lucha ideológica es cuál de los ’puntos
    nodales’, points de capiton, totalizará,
    incluirá en una serie de equivalencia a esos elementos
    flotantes" (Zizek 1992:126) Encontramos aquí uno de los
    espacios de disputa política más fuerte. El punto
    de "almohadillado" (points de capiton) en tanto puede dar
    sentido a otros elementos se constituye como espacio valiosos de
    constitución de un proyecto político.
    Términos como nacionalismo,
    feminismo,
    ecologismo o populismo pueden tener contenidos
    populares-democráticos o conservadores, ¿De
    qué depende su orientación? Punto nodal que puede
    otorgar significado a la cadena de significantes. En
    América Latina /y en los países del Tercer Mundo),
    por ejemplo, el uso de "pueblo" "patria" y "nación"
    (y nacionalista) tuvieron significados emancipatorios o
    conservadores según se anclen de una u otra manera. La
    "Patria" de la que hablaban Evita, El Che Guevara,
    Roque Dalton, Camilo Torres, los sandinistas, evidentemente no
    era la misma Patria que intentaban salvar de la marea roja
    los Videla y los Pinochet. Hay otro ejemplo que ilustra lo que
    estamos tratando de decir: Uno es relatado en "La Guerra del fin
    del Mundo" de Mario Vargas
    Llosa, el otro es el caso de Facundo Quiroga. Ambos lograron
    anclar un significado y desde allí pudieron significar
    elementos flotantes equivalentes. Antonio Conselheiro, un
    errático predicador que por años había
    vagado sin éxito
    por Brasil a fines
    del siglo XIX sólo logro movilizar cuando pudo en su
    aserto "La República es el Anticristo" dar un significado
    a las situaciones de las masas rurales que sufrían las
    consecuencias del paso el Imperio a la República. La
    rebelión que duró años pudo tomar sentido
    cuando los pobres campesinos brasileños pudieron dar
    sentido a las situación a partir de ese "significante
    amo". El otro caso se refiere a cómo Facundo, El tigre
    de los llanos
    , símbolo de la Barbarie según
    Sarmiento, articula su discurso en su bandera "Religión o Muerte".
    Laclau nos da otro ejemplo ilustrativo mostrando negro no tiene
    un significado particularmente aceptado, que puede ser un
    adjetivo calificativo con tintes racistas, pero también el
    significante privilegiado de un discurso que articule demandas de
    grupos subalternos.

    Si disputamos este punto (construyendo un sentido
    popular democrático) la sutura populista (como la
    articulación discursiva en el plano simbólico de un
    multitud de sujetos) podría lograr la desutura de los
    sujetos que aparecen en la esfera política. El líder
    "el populista" que cobra fuerza en la
    manifestación de una voluntad colectiva que lo mitifica
    (Maquiavelo,
    Sorel, Gramsci), en la misma operación ofrece a la
    multitud (como condición de su propia existencia) la
    posibilidad de autoconfigurarse colectivamente, el populista "es
    puesto en posición cuando su sutura desutura a todos los
    otros sujetos, les hace perder pie, los arroja a un vacío
    donde, por así decirlo, deben crearse a sí mismos".
    (Zizek 1998:35). No estaría seguro si Zizek
    aprobaría la utilización de sus conceptos para leer
    el populismo, pero amparados en la impunidad que
    nos da sabernos no-leídos por el autor, realizamos
    éste abuso: En el procesos de desuturación
    encontramos el contenido emancipatorio del populismo y disolvemos
    la tensión que encuentra Virno entre pueblo y multitud. A
    la vez nos permite hacer frente a viejas acusaciones que desde
    todo el espectro ideológico se ha vociferado contra el
    populismo. La crítica
    de la izquierda en referencia al populismo coincide con la
    liberal en la acusación de un cierre totalizante del
    concepto de pueblo. La primacía del elemento pueblo por
    sobre las clases (aunque el discurso populista pueda amarrar los
    destinos del pueblo con el triunfo de una clase) ha sido
    remarcado por cierta crítica marxista. Mientras que el
    miedo liberal a los sujetos colectivos no temió por la
    supresión de la clase sino del individuo. Sin
    embargo, si algo mostró el populismo en América
    Latina es su constitución en el ámbito de lo
    político como forma de incorporación de las
    demandas subalternas. Ese espacio abierto donde encuentra
    condiciones de posibilidad la praxis y el
    discurso emergente no es otro que el político y, por
    definición, "toda política es hegemónica;
    supone una fuerza capaz de galvanizar una serie de demandas
    insatisfechas" Laclau (2002). Este proceso de constitución
    democrática del sujeto supone la operación en el
    campo del antagonismo.

    • El otro el la
      constitución del sujeto

    Es conocido que Carl Schmitt
    funda la política en la distinción amigo enemigo.
    El enemigo es esa alteridad que niega en su propia existencia
    nuestra propia forma de vida, por lo tanto la convivencia es
    imposible. En la constitución del populismo podemos
    encontrar esa relación schmittiana de amigo-enemigo si
    pensamos en la relación antagónica que presenta la
    sociedad. A su
    vez el terreno de aparición del pueblo esta signada por la
    existencia de posiciones del sujeto con las que no se establece
    relaciones de amigo-enemigo, sino que el proceso es de
    articulación y de reconfiguración de nuestras
    posiciones para poder
    enfrentar el momento de la guerra, contra el Otro (ese que niega
    nuestra existencia). La relación no es meramente binaria
    como puede expresar el antagonismo amigo-enemigo o la lucha de
    clases. El otro –ya sea como enemigo o adversario- es una
    condición posibilidad intrínseca a la emergencia
    del sujeto, que a su vez es una articulación de una
    pluralidad de posiciones democráticas de
    sujeto.

    El papel del otro, de la alteridad tal como se presenta
    en la relación de enemigo (antagonismo, Schmitt) o de
    adversario (agonismo, Mouffe) se remite, la menos, hasta Hegel aunque en
    la etimología de la palabra bárbaro ya
    encontramos un reconcomiendo al papel del Otro en la
    constitución del Nosotros. En el célebre pasaje de
    la dialéctica del señor y el siervo (o el amo y el
    esclavo, según la traducción), Hegel explora la
    constitución de la autoconciencia el ser es siempre un
    ser-para-otro, necesario para el ser-para-si.

    La necesidad del enemigo es un momento fundante de la
    política. No hay espacio construido para el encuentro
    agonístico que no se articule sobre las cenizas del
    enfrentamiento bélico. Sin embargo, argumenta Chantal
    Mouffe, la democracia
    debe articularse en un espacio capaz de tolerar el conflicto
    entre los adversarios políticos pero que no establecen
    entre sí una relación antagónica, sino
    agonística. Es decir, es necesario salir de la
    situación bélica, para construir otra
    condición política que no se base en el antagonismo
    sino en el agonismo.

    Al menos las sociedades en
    éstos lados del mundo están condenadas a la falla
    (en un sentido psicoanalítico) y la vuelta del conflicto
    "como vuelve lo reprimido". Esas formas son la irrupción
    de lo real (ese real que se resiste a la completa
    simbolización según Jaques Lacan), y esa es la
    condición de posibilidad de la emergencia el populismo. La
    existencia latente de la guerra, del antagonismo propio de la
    política en un sentido scmittiano es condición
    necesaria del populismo. De ésta manera, la experiencia de
    los populismo Latinoamericanos de base popular podrían
    enseñarnos mucho sobre el conflicto (la guerra) como
    momento fundante de lo político.

    • Populismo y
      decisionismo

    Aquí nos aproximamos a comprender el populismo en
    su más cruda cara política, como forma de
    decisión, el líder la ejerce, pone en acto eso que
    estaba en potencia. La
    decisión como acción y discurso. Aquí parece
    conveniente hacer una observación: en la relación
    populista el líder puede tomar la decisión porque
    su acto está precedido de un subjetivación
    colectiva anterior, fundante. Por lo tanto la decisión no
    es plenamente soberana, no es en la decisión donde se
    funda el orden político (como podríamos desprender
    de las lecturas de Schmitt)

    Hay un acto anterior que es la constitución del
    sujeto político a través de una praxis, a partir de
    la multitud (como momento inmanente) y la articulación
    (como momento subjetivante). Este acto primero hace que la
    decisión no sea incondicionada y no tenga el peso (y la
    responsabilidad) se erigirse como constitutivo del
    ser, ónticamente hay algo que precede a la
    decisión, pero que no la determina. La decisión
    cierra una fase de constitución, y nos referimos a una
    fase porque el sujeto es una estructura que, por
    definición, no puede estar acabada y no pude ser
    representada isomorfísitcamente. Podemos retomar
    nuevamente la pregunta por el sujeto del populismo, y nos
    encontraríamos con que el sujeto es un proceso colectivo,
    no es "ni el populista el que inventa al pueblo" "ni el pueblo el
    que se manifiesta en el líder". En el campo del
    antagonismo (un genuino campo de batalla que se hace
    gráfico en el caso de Venezuela), el
    proceso de subjetivación abierto ante la imposibilidad de
    la estructura de dar lugar a la multitud, encuentra en la
    decisión un momento que resignifica todo el proceso de
    construcción colectiva.

    Una de las críticas más comunes al
    populismo es aquella que lo acusa de decisionismo y por lo tanto
    de arbitrario. El momento de las decisión es
    reconfigurante de lo político y ese"momento de la
    decisión política es también el momento de
    la emergencia del sujeto" (De Ipola, 2000:s/p) La
    constitución del sujeto no deviene de la
    realización de una esencia metafísica, sino de una operación
    política donde la decisión juega un papel
    importante. La decisión, como forma articulante, puede ser
    pensada como un paso más de la inmanencia hacia la
    articulación del sujeto suturado. En tal sentido la
    decisión pierde el carácter incondicionado y autofundante:
    "ésta es la forma en que yo establecería las
    distancias con el decisionismo: el sujeto que toma la
    decisión es solo parcialmente un sujeto; él
    también es un escenario de prácticas sedimentadas
    que organizan un marco normativo que opera como una
    limitación sobre el horizonte de oposiciones" Laclau:
    2003:90)

    • Populismo: ¿Hegemonía o
      representación?

    La concepción gramsciana de hegemonía
    tiene un recorrido que reconoce orígenes en una
    operación de la clase obrera en la estrategia de la
    alianza de clases leninista y desemboca en ser una forma de
    articulación de las identidades, según el uso que
    hace Laclau. Es este punto el que inaugura el espacio productivo
    de la articulación política: el terreno de la
    ideología. En tal sentido, y como condición de
    posibilidad de este giro, se esboza una redefinición de la
    ideología alejada de la falsa conciencia o del
    reflejo de la estructura. Es en esta nueva esfera de las
    superestructuras complejas (la autonomía de la
    política) donde se articulan y se conforman los sujetos
    sociales, lo que a su vez permite un paso hacia la
    desensialización economicista de los sujetos. Es decir, la
    posibilidad de pensar sujetos políticos se desliga de la
    obsesión por encontrar una correspondencia entre sujetos y
    lugares en la "estructura". El espacio de la política es
    el lugar donde conforman voluntades colectivas, articulaciones
    sociales culturales y políticas.
    Este espacio es de permanente construcción y
    formación del sujeto social, y ese es el espacio de
    constitución del populismo.

    La construcción colectiva de la identidad, de
    sentidos, de prácticas culturales presenten en el proceso
    de sutura es contingente, abierto y por lo tanto
    democrático, esto marca que "la
    concepción de alianza de clases es claramente
    insuficiente, ya que la hegemonía supone la
    construcción de la propia identidad de los agentes
    sociales y no la coincidencia racionalista ente agentes
    preconstituidos" (Laclau y Mouffe 1987:66)

    En el concepto de nacional-popular Gramsci avanza en la
    tipificación de la articulación hegemónica.
    No obstante la permanencia de la idea de una "clase fundamental"
    presente aún en el intelectual italiano le implica un
    anclaje en las relaciones de producción económica como lugar de
    origen (en última instancia) de los sujetos. Virtudes y
    limitaciones del pensamiento
    gramsciano. Para Laclau y Mouffe (1987), esto supone la
    permanencia del peso ontológico en la clase obrera y que
    el intento de una alianza con otras clases
    sociales (al tener intereses antagónicos en
    última instancia) inevitablemente deviene en un juego de
    suma cero. El planteo original de los autores de
    Hegemonía y estrategia socialista, en este sentido
    y situado en el paradigma
    posmarxista, es el concepto de articulación como "toda
    práctica que establece una relación tal entre
    elementos, que la identidad de éstos resulta modificada
    como resultado de esa práctica" (Laclau y Mouffe1987:119).
    Podemos pensar, de esta manera, que el populismo se presenta en
    la esfera de lo político en América Latina como una
    operación articulante de posiciones de sujetos
    subalternos.

    Atención: esto no significa que las experiencias
    populistas hayan sido formas puras de la democracia exenta de
    intereses particulares y lucha de facciones por obtener ventajas.
    La constitución del fenómeno populista no puede
    evadirse del problema de la representación, en tanto "esta
    oscilación entre la representación y la
    no-representación apunta al fracaso final dela
    representación significante del sujeto, pues el
    significante no tiene ningún significante propio que lo
    represente plenamente; toda representación significante es
    una mala representación que, aunque imperceptiblemente,
    siempre ya desplaza distorsiona al sujeto" (Zizek 1998:40) Es
    decir, en términos estrictamente políticos en tanto
    la representación es teóricamente imposible la
    crítica por no representar ciertos intereses (dados como
    los de clase) es aniquilada. Ya no hay Partido con
    primacía epistemológica frente a una clase con
    primacía ontológica (Lénin), no hay intelectuales
    que puedan alcanzar la verdad por no estar prisioneros de la
    ideología burguesa (Lukács) sino que estamos frente
    a un proceso colectivo de constitución subjetiva que
    manifiestan los problemas de
    la representación.

    De tal manera en el populismo sufre la imposibilidad
    misma de la representación, esa operación imposible
    y al vez necesaria: "no puede prevalecer ninguna relación
    pura de representación, porque la esencia misma del
    proceso de representación exige que el representante
    contribuya a la identidad de lo representado" (Laclau 1993: 8)
    Las fallas de representación obligan a un constante
    proceso de acomodación, de renegociación de los
    sujetos emergentes y de reconfiguración de las relaciones
    (imposibles) de representación.

    • Conclusiones
      inconclusas: De nuevo a la política.

    Podríamos arriesgar que el conjunto de
    prácticas, acciones y
    discursos que
    constituyen el fenómeno populista, significaron en
    América latina una intervención que abrió el
    espacio de lo política. Es decir, hizo políticos a
    sujetos que no lo eran, en tanto la pugna (a veces violenta)
    instauró un nuevo momento de lo político. No de la
    política, si por ésta entendemos un sistema de
    administración de recursos de
    poder, sino de lo político que "es el momento de la
    apertura, de indecibilidad en el que se cuestiona el principio
    estructurante de la sociedad, la forma fundamental del pacto
    social" (Zizek 1998: 253) La emergencia del sujeto
    político supone el momento de apertura del pacto, y en los
    procesos populistas latinoamericano que han articulado posiciones
    democráticas de sujetos esa apertura significó la
    posibilidad de discutir criterios distributivos de justicia
    social, en definitiva los criterios del "Dar y quitar" (Avaro:
    todos los miércoles)

    La esfera de la contingencia es propia de lo
    político, por lo tanto es un proceso abierto,
    indeterminado aunque no incondicionado (las prácticas
    sedimentadas son condición de posibilidad de lo
    político). A partir de la apertura de lo político
    es posible la elaboración de proyectos sociales, y es
    precisamente esta construcción la que "contribuye a
    especificar a lo real como el contexto en el que pueden surgir
    voluntades sociales" (Zemelman 1989:48) Muchos de los proyectos
    populares latinoamericanos han tenido componentes de populismo,
    en especial cuando las demandas populares "chocan con un sistema
    que las niega" (Laclau 2002). Cuando la política
    profesional no ofrece respuesta satisfactoria y se articulan las
    posiciones del sujeto de forma tal que son capaces de proyectar
    una cosmovisión "intelectual y moral"
    diría Gramsci, allí se pone en cuestión a la
    polis completa. El momento de la crisis de la política,
    condición de posibilidad de la emergencia del proceso de
    subjetivación, posibilita la interpelación del
    pacto y los proyectos en pugna por orientar el futuro de la polis
    adquieren tintes bélicos, que no son otros, como nos
    enseñó Schmitt que los tintes de la
    política. La relación agonística se vuelve
    insuficiente y es necesaria la aparición del fundamento
    trágico de lo político (Grüner,
    1999).

    En el corrimiento y la apertura de lo político
    brinda la posibilidad de constitución de nuevos sujetos
    que luchan por ser reconocidos como voces válidas para
    rediscutir el pacto. El populismo fue, muchas veces, la forma de
    ese reconocimiento. Es decir articuló una lucha por el
    sustento del hombre, pero
    también por un deseo de reconocimiento, en la esfera de lo
    político. Arriesgando podemos decir que el populismo
    significo la expresión de una lucha por el sustento
    el hombre en
    el doble sentido: material y espiritual.

    La articulación del populismo es la forma de
    representación (siempre incompleta y corrida) que
    interpela a la estructura social, si no existiera ésta
    forma de articulación lo que tendríamos
    sería los estallidos "micropolíticos
    apolíticos
    ", formas disruptivas de lo social no
    políticas (diversas manifestaciones de
    "desintegración") , tal vez ese sea el sentido que expresa
    Ranciere cuando dice "bien puede ser que el demos no sea
    otra cosa que el movimiento por el cuál lo múltiple
    [la multitud] se arranca al destino inercial que lo
    arrastra a tomar cuerpo como ochlos, en la seguridad de su
    incorporación a la imagen del todo"
    (Ranciere 1994:28) Si bien el todo de la posición
    del sujeto popular-democrática, no es una totalidad
    cerrada sino que permite la reconfiguración de las
    identidades particulares en el proceso de convergencia y
    constitución del sujeto, lo que nos interesa marcar es que
    el populismo tiene posibilidad de ser en tanto opera desde
    el borde de lo político para interpelar a la estructura
    social. Es una intervención organizada de lo
    no-representado (que busca representación y que choca con
    la lógica
    misma de la imposibilidad representativa) que obliga a un
    corrimiento de la estructura social (su apertura) y que instala
    en la escena de lo político al nuevo (y tumultuoso)
    sujeto. Dice Laclau en su último trabajo "si el populismo
    consiste en postular una alterativa radical en el seno del
    espacio comunitario, una opción en la encrucijada de la
    que depende el futuro de una sociedad ¿el populismo no se
    convierten en sinónimo de política? Podemos pensar
    el procesos venezolano como un intento de reconstrucción
    del espacio de lo político "El gobierno de
    Chávez mostró, hasta ahora, una voluntad de abrir
    lo político a la política misma: ahí
    está la violencia
    radical del contenido y de la forma que nos se encuentra en
    ningún rincón de AL" (Avaro: 13)

    El populismo como forma de instauración de "lo
    político" sobre las ruinas de la política y de
    allí como apertura del espacio de "lo social", en palabras
    de Laclau: "el populismo surge históricamente ligado a una
    crisis del discurso ideológico dominante, que es, a su
    vez, parte de una crisis social más general" Esto no
    significa que el proyecto populista pueda buscar la
    aniquilación de la política a partir de un cierre
    totalitario, el contenido del populismo dependerá del
    significado mismo puesto en juego en la constitución del
    sujeto, de allí su contenido emancipatorio o
    totalitario.

    El populismo como forma de refundación de lo
    social, tiene origen en una impugnación de la
    política
    (como espacio de gestión
    profesional de la cosa pública) para reabrir el espacio de
    lo político (como espacio de la ontología práctica) en ese sentido
    es un poder constituyente (potentia) tal como le gusta
    decir a Negri siguiendo a Spinoza. Esto "Significa concebir lo
    político como una articulación dinámica
    entre sujetos, prácticas sociales y proyectos, cuyo
    contenido específico es la lucha por dar una
    dirección a la realidad en el marco de opciones viables"
    (Zemelman 1989:83), es decir, la restauración del momento
    fundante de lo político, donde se sitúan
    antagonismos y, fundamentalmente, la lucha por la
    orientación de la polis.

    La contingencia del espacio político nos impide
    predecir el desarrollo
    histórico, pero a los latinoamericanos no queda la
    hercúlea tarea de buscar los puntos de anclaje
    popular-democráticos propios del siglo XXI, construir una
    forma plural que pueda "articular diferentes visiones del mundo
    en forma tal que el antagonismo potencial de las mismas se vea
    neutralizado" (Laclau 1978:188) No debemos olvidar que muchas
    veces los hechos de la historia aparecen "una vez como tragedia y
    la otra como farsa" (Marx :95) por lo
    tanto debemos estar alertas. Sin embargo, el riesgo de lo
    contingente no nos exenta de nuestra condición de animales
    políticos. Al contrario, nos obliga a aceptar la crisis
    política, observarla como nuestra crisis y abrir lo
    político para buscarle una resolución que
    será siempre provisora. El populismo del que venimos
    hablando es un intento en éste sentido.

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      Siglo XXI-Universidad
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      Unidas. México.
    • Zizek, Slavoj (1989) Porque no saben lo que hacen.
      El goce como factor político.
      Paidos. Buenos
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    • Zizek, Slavoj (1992) El sublime objeto de la
      ideología
      . Siglo XXI. Buenos Aires

     

    Martín Retamozo

    México D.F. 5 de diciembre de 2003

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