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Prioridades competitivas de la función de producción y operaciones




Enviado por sibarra



    1. Las prioridades competitivas u
      objetivos de producción
    2. Nivel de agregación de las
      misiones / prioridades competitivas
    3. Dimensión externa e
      interna de las misiones / prioridades
      competitivas
    4. Necesidad de prioridades
      competitivas concretas y comprensibles
    5. Misiones / prioridades
      competitivas genéricas o agregadas
    6. Consideraciones del medio
      ambiente e impacto ambiental

     Palabras clave: Misiones y/o
    prioridades competitivas; Función de Producción
    & Operaciones;

    Tipo de trabajo:
    Teórico (Journalistic)

    Las prioridades
    competitivas u
    objetivos de
    producción

    Antes de abordar este tema, es preciso destacar que se
    utilizan diversas denominaciones para referirse a las prioridades
    competitivas de la producción. En la literatura sobre el tema se
    utilizan indistintamente los términos prioridades
    competitivas
    (Leong et al.,1990; R. Hayes & S.
    Wheelwright, 1984); objetivos de producción
    (Anderson et al.,1989); tareas de producción
    (Skinner,
    1974); criterios de gestión (Wheelwright, 1978);
    metas de fabricación (Miller, 1983);
    variables competitivas (Marucheck et al.,
    1990); criterios ganadores de pedidos (Hill, 1989);
    outputs de fabricación (Miltenburg, 1995);
    criterios mercadológicos para el éxito (Voss, 1992; Adam & Ebert,
    1991); dimensiones competitivas (Swamidass &
    Newell, 1987); dimensiones de competencia
    (Corbett & Wassenhove, 1993) y misiones de
    fabricación
    (De Meyer et al., 1994).

    Aunque todas son correctas en el sentido en el que se
    utilizan, nos inclinamos más por el término de
    misiones de fabricación ya que este concepto
    tradicionalmente se ha usado en producción para describir
    su contribución a la estrategia
    corporativa y al valor para el
    cliente. La
    misión
    de fabricación no es más que lo que la
    función de producción debe proveer y facilitar a
    sus clientes, es la
    respuesta productiva al comportamiento
    estratégico deseado por el nivel corporativo. Así,
    la verdadera cuestión subyace en el hecho de definir –
    cuál de las distintas «misiones» que
    puede desempeñar la función productiva –
    poseerá la mayor preferencia en el orden de satisfacer los
    requerimientos, necesidades y expectativas actuales y futuras de
    los clientes y el mercado en
    general y, que a la vez, refleje consistentemente la estrategia
    de negocio. Entendemos, que sólo una vez que se ha
    asignado ese orden de preferencia, de unas en detrimento de
    otras, se podrá hablar de «prioridades
    competitivas» en la estrategia productiva. No
    obstante a esta observación, el término que
    mayormente se utiliza (ver fig. 5 anterior) es el de prioridades
    competitivas. Sin ánimo de entrar en detalles conceptuales
    y no contribuir más a la incoherencia terminológica
    de que adolece este paradigma,
    emplearemos indistintamente los términos misiones y
    prioridades competitivas.

    Al iniciar este apartado, es de justicia
    referirse una vez más al trabajo de Skinner de 1969, donde
    hace notar que la producción puede contribuir al
    éxito de la estrategia empresarial de manera distinta a la
    tradicional de la eficiencia, esto
    es, la minimización de costes. Hoy día se considera
    que existen otras dimensiones, además del coste, las
    cuales adecuadamente gestionadas pueden transformar la
    producción en una verdadera arma competitiva.

    Nivel de agregación
    de las misiones / prioridades competitivas

    Atendiendo a su nivel de agregación, las
    prioridades competitivas desempeñan fundamentalmente dos
    papeles. Desde un punto de vista agregado, señalan la
    orientación dominante de la producción, al objeto
    de alinear su actuación con la estrategia empresarial. El
    resultado es lo que Skinner (1985) denomina la tarea de
    producción, donde se pone de manifiesto qué
    es lo que la producción debe hacer especialmente bien para
    el éxito de la estrategia de negocio. La tarea
    – también llamada misión o meta – se
    deriva directamente de la estrategia empresarial y con frecuencia
    será un volver a expresar la misión de
    la empresa en
    términos de operaciones (Schroeder, 1992; p. 31). Sin
    embargo, para que las prioridades competitivas sirvan de
    guía para la fijación de políticas
    en las distintas áreas de decisión, así como
    para la toma de
    decisiones a largo y corto plazo, es conveniente su
    disgregación cualitativa (Garvin, 1994; p. 73) así
    como su expresión en términos cuantitativos y
    mensurables (Schroeder, 1992; Fernández Sánchez,
    1993).

    Dimensión externa
    e interna de las misiones / prioridades
    competitivas

    Corbett & Wassenhove (1993, p.108), identifican
    dos dimensiones en las prioridades competitivas, al ser
    utilizadas: a) como indicador externo de la
    competitividad de la empresa, y b) como indicador
    interno del saber hacer en fabricación (o sea de
    las
    capacidades de fabricación). Ambas
    dimensiones están estrechamente interrelacionadas, puesto
    que la competitividad
    depende de la eficacia de los
    atributos de los productos para
    satisfacer las necesidades del mercado y, a su vez, estos
    atributos tienen su origen en el modo en que se hacen las cosas
    en el área de producción. Estas dos dimensiones en
    realidad están muy relacionadas; se puede decir que
    constituyen las dos caras de la misma moneda según se las
    observe con el prisma del márketing o de la
    producción. Así, los atributos del producto que
    son visibles para el cliente – básicamente variables de
    márketing (tales como precio,
    producto o lugar) – constituyen la dimensión externa
    de las prioridades, mientras que las medidas de las capacidades
    de producción (como el coste, la calidad y el
    tiempo)
    podrían ser la dimensión interna de los anteriores
    criterios de competitividad.

    A pesar de esta interrelación, es necesario
    diferenciarlas, ya que desde el punto de vista de la estrategia
    de producción, la dimensión más relevante es
    la interna. Así, la estrategia de negocio suele estar
    expresada por medio de medidas externas, que realmente, son poco
    significativas para la producción; por tal razón es
    necesario traducirla en términos que tengan significado
    para los directivos de producción, en un lenguaje
    claro, que les permita distinguir cuales son las verdaderas
    prioridades y comprender cómo deben medirse frente a estas
    prioridades (Schmenner, 1990). La definición de una
    acertada tarea o misión de la producción es el
    punto de partida para el desarrollo de
    esta traducción.

    Por otra parte, se ha visto la fuerza que
    están tomando los planteamientos de la nueva teoría
    de los recursos y
    capacidades en la formulación de estrategias; la
    competitividad de las empresas a largo
    plazo está más vinculada a las capacidades internas
    que al posicionamiento
    en el mercado. De esta forma Corbett & Wassenhove (1993,
    p.110) señalan que si bien en el corto plazo las
    capacidades de producción no son una condición
    suficiente, y ni siquiera son una condición necesaria para
    la competitividad, en el largo plazo, sin embargo, la construcción de capacidades se convierte en
    una condición necesaria para mantener la
    competitividad.

    Necesidad de
    prioridades competitivas concretas y
    comprensibles

    Las prioridades competitivas de fabricación
    deben ser significativas, realizables y duraderas. Un error
    bastante común consiste en formular objetivos de tipo
    financieros, como pueden ser el beneficio o la rentabilidad
    económica, que sólo tienen sentido para la alta
    dirección, pero no guían a los
    trabajadores en el desarrollo de su labor. La prioridad
    competitiva proporciona un sentido de orientación a los
    directivos y trabajadores, estableciendo las directrices para su
    comportamiento diario. Así pues, debe absorber a la
    totalidad de la
    organización, orientando cada micro y macro
    decisión dentro de la fábrica y sistema
    productivo. Para ser realizable, la prioridad competitiva ha de
    tener sentido para todas las secciones y departamentos de la
    fábrica; en caso contrario, no podrá compartirse ni
    permitirá unificar e integrar las tareas de
    producción. La formulación y comunicación de la prioridad competitiva no
    puede tener éxito a menos que cada uno de los empleados la
    comprenda, la acepte y sea capaz de aplicarla en su área
    de responsabilidad. Por otra parte, una prioridad
    común produce un efecto sinérgico y evita posibles
    conflictos y
    luchas de poder internas
    entre las distintas secciones departamentales (Skinner,
    1974).

    La prioridad competitiva no ha de ser inestable (el
    año pasado el énfasis recaía en la calidad,
    pero este año recae en la eficiencia), pues se
    debilitaría el compromiso de los directivos y
    trabajadores, pero debe tener una orientación dinámica. Las prioridades estáticas
    sirven de normas y, en ese
    caso, los directivos sólo se concentran en el control, es
    decir, en minimizar las variaciones respecto al valor objetivo. Sin
    embargo, una prioridad con un marcado carácter dinámico persigue siempre
    el hábito de mejorar (Schonberger, 1991).

    Misiones / prioridades
    competitivas genéricas o agregadas
    .

    Los autores, tales como Leong et al. (1990,
    p.114), definen las misiones y/o prioridades competitivas como un
    "…conjunto concreto de
    objetivos o metas para la manufactura".
    Una revisión de la literatura y de los diferentes
    trabajos, revela que existe un alto nivel de acuerdo en cuanto al
    conjunto apropiado de prioridades competitivas para
    fabricación, similarmente al encontrado en lo relacionado
    a las diferentes categorías o áreas de
    decisión. Una visión conjunta nos permite constatar
    la existencia de cuatro misiones o prioridades competitivas
    básicas en producción: costes o eficiencia,
    flexibilidad, calidad y entregas
    .

    La reducción de costes – eficiencia y
    productividad

    Cada producto fabricado tiene un coste. El coste del
    producto es un concepto aparentemente directo, pero su medida
    puede ser difícil, especialmente cuando fabricación
    tiene gran cantidad de costes indirectos que tienen que
    asignarse. Cuanto más importante sea el coste con
    relación a otras variables, mayor será la inversión necesaria que tenga que hacerse
    en un sistema de control de costes industriales para rastrearlo y
    medirlo (Miltenburg, 1995). El coste expresa el valor monetario
    de los bienes y
    servicios
    consumidos por la empresa en el
    desarrollo de su actividad; se trata pues de un concepto que no
    surge hasta que no se ha producido el consumo. Las
    empresas con márgenes más altos (costes bajos),
    tendrán mayor capacidad de maniobra en el precio y
    podrán conseguir más mercados. No se
    debe dejar a un lado la tremenda ventaja que supone el reducir la
    inversión por unidad producida. Esta ventaja competitiva
    también proporciona una mayor capacidad de maniobra a la
    empresa para competir, puesto que reduce el punto de
    equilibrio.

    Es evidente la importancia de la reducción de
    costes como arma competitiva de la empresa. Por una parte, es uno
    de los condicionantes fundamentales del precio de los productos y
    servicios que venden y, aunque este último no sea siempre
    el factor determinante a la hora de competir, se ha podido
    observar que mantiene una importancia relevante. Por otra parte,
    su disminución aumentará el beneficio empresarial,
    que siempre será una meta importante de la organización.

    La dirección de producción / operaciones
    juega un papel fundamental en la consecución de dicho
    objetivo, dado que la mayor parte de los costes se concentran en
    esta área, especialmente en las empresas fabriles. A la
    hora de lograr reducciones de costes sin incurrir en reducciones
    de la calidad del bien o servicio,
    existen dos soluciones
    básicas (Domínguez Machuca et al.
    (1995):

    de economías de escala o de
    economías de alcance;

    • La mejora del aprovechamiento de los recursos
      existentes sin realizar inversiones, dando lugar a una
      disminución de los costes de mano de obra, de materiales,
      de defectos y desechos, etc.

    En ambos casos se persigue la reducción del coste
    a través de un aumento de la eficiencia, que puede
    ser definida como el «cociente entre la salida
    útil y las entradas necesarias para
    conseguirla
    ». La productividad es sin duda el
    indicador por excelencia de la eficiencia, evaluando para cierto
    período de tiempo, la relación entre la
    producción obtenida (outputs) y la cantidad de
    factor(es) empleado(s) para obtenerla (inputs). Aumentar
    la productividad
    significa producir más para una cierta cantidad de
    factores, lo que implica menor coste por unidad de producto. Ello
    puede traducirse en disminuciones de precios que
    impliquen un aumento de la demanda y/o un
    aumento del beneficio unitario. En ambos casos se
    incrementará el beneficio total, y con ello, la
    posibilidad de realizar nuevas reinversiones en
    tecnologías, las cuales traerán consigo nuevos
    incrementos en productividad, pudiendo iniciarse de nuevo el
    ciclo mencionado; lógicamente los incrementos citados no
    deben in en deterioro de otros objetivos del sistema. Una alta
    productividad constituye uno de los objetivos esenciales para las
    empresas, dado su importante papel a la hora de lograr una
    ventaja competitiva; y no sólo es importante el nivel que
    alcance esta variable en términos absolutos, sino que
    también es necesario tener en cuenta su valor en
    relación con la competencia y su tasa de
    crecimiento.

    Entre los factores importantes a tener en cuenta en la
    reducción / minimización del coste, se pueden
    mencionar los siguientes: (1) los materiales, constituyen
    un factor determinante para los costes de producción.
    Así, en algunas industrias, el
    coste de los suministros y aprovisionamientos externos llega a
    representar el 60% (o más) del coste del producto
    terminado; (2) la mano de obra y el equipo capital,
    los cuales deben ser empleados eficazmente evitando en lo posible
    los tiempos improductivos que se generan, ya sea por deficiencias
    en la selección
    y posicionamiento de productos, el diseño
    del producto, el diseño del proceso, el
    dimensionamiento de las instalaciones, la distribución en planta, el sistema de
    gestión
    de persona, el
    sistema de planificación y control de la
    producción, etc. y (3) los terrenos y edificios,
    donde su correcto aprovechamiento puede ser una causa muy
    importante de reducción de costes, particularmente cuando
    la empresa está en expansión y necesita ampliar sus
    locales. Un correcto diseño del proceso y la
    distribución de la planta serán factores
    determinantes en este sentido. También será
    relevante una adecuada planificación y control de la
    producción, que conduzca a la utilización de
    menores volúmenes de inventarios y la
    consiguiente reducción de espacios de almacenamiento.

    La mejora de la calidad

    Como indica Meredith (1992: p 56) "…a largo plazo el
    factor simple más importante que afecta la capacidad
    competitiva de la empresa es la calidad de sus productos y
    servicios, en relación con los de los competidores". Pero
    como luego puntualiza este mismo autor, "…esto es cierto, pero
    sólo si el precio y otras características alcanzan
    un nivel adecuado", dado que nunca pequeñas diferencias en
    calidad pueden llegar a justificar grandes diferencias en precio,
    salvo quizás, en bienes de lujo. En los tiempos actuales
    el precio ha perdido cierta relevancia en relación con la
    calidad, existiendo cada vez mayor cantidad de consumidores que
    prefieren pagar más caro si la calidad lo
    justifica.

    La percepción
    de la calidad puede variar de una empresa a
    otra. Realmente se trata de un factor muy complejo, y sólo
    el hecho de definirlo ya se vuelve un tanto complicado, porque si
    se consulta las definiciones que ofrecen los autores
    especializados en la dirección de la calidad,
    encontraremos una gran variedad de definiciones. La Sociedad
    Americana de Control de
    Calidad (A.S.Q.C), la define como "…conjunto de
    características de un producto, proceso o servicio, que le
    confieren su aptitud para satisfacer las necesidades del
    usuario". Así pues se puede medir la calidad de nuestro
    producto o servicio comparando las características que
    realmente posee con las que, teóricamente, se nos ha
    demandado. Esto va a llevar a definir varios tipos de calidad,
    dependiendo de las fases en que se divida el intervalo de tiempo
    que transcurre entre la demanda del producto o servicio hasta su
    utilización por parte del consumidor
    final.

    La primera fase, constituye la del diseño del
    producto, que estará controlada por la calidad de
    concepción, que tendrá como función medir
    las divergencias entre las características solicitadas por
    el cliente y las plasmadas en el proyecto. La
    comparación de éstas últimas con las que
    tenga el producto una vez elaborado, nos mostrará la
    calidad de concordancia. Por último, el consumidor
    tendrá en sus manos un producto, o habrá recibido
    un servicio, que comparará con lo que él deseaba,
    pudiendo así evaluarse la denominada calidad de producto /
    servicio.

    También se puede hablar de costes de la mala
    calidad. Así otro de los objetivos que se consiguen con la
    mejora de la calidad es la disminución de los costes
    generados por artículos defectuosos. Existe mucha
    diferencia de coste cuando el artículo defectuoso es
    identificado dentro de la empresa y cuando no lo es, llegando a
    venderse. Si el defecto se detecta en etapas iniciales y no se
    deja que siga avanzando por la planta, se incurrirá en
    menores cuantías de costes (materia prima,
    materiales, y algún valor añadido) que si se
    termina y mucho peor si se llega a vender; en este último
    caso se reporta quizás el mayor coste de la no-calidad (o
    mala calidad) ya que se afecta la reputación de la empresa
    y se produce mala imagen sobre la
    calidad del producto y del buen nombre de la
    organización.

    En este sentido Garvin (1993) propone que la calidad
    como objetivo y prioridad competitiva, implica competir en sus
    ocho dimensiones: 1) prestaciones,
    que son las características funcionales primarias del
    producto o servicio; 2) peculiaridades, que se refiere a todo
    aquello que sirve de complemento al funcionamiento básico
    de un producto o servicio; 3) fiabilidad, refleja las
    probabilidades de que un producto no se estropee o funcione
    incorrectamente dentro de un periodo de tiempo determinado, la
    cual es particularmente importante para los consumidores por la
    repercusión que tiene sobre el coste de los tiempos
    muertos por avería o mantenimiento;
    4) conformidad con las especificaciones, que se refiere al grado
    en que el diseño y las características funcionales
    de un producto cumplen las normas establecidas previamente; 5)
    durabilidad, se refiere a la vida útil de un producto y
    tiene una doble dimensión – técnica y
    económica – así desde el punto de vista
    técnico, la durabilidad se refiere a la cantidad de uso
    que una persona puede obtener de un producto hasta su deterioro
    físico, y desde el punto de vista económico, se
    refiere a la cantidad de uso posible hasta que su desempeño y/o reparación no sea
    económicamente viable; 6) disposición de servicio,
    esto es, la rapidez, cortesía, competencia en el trabajo y
    facilidad de reparación, destacando que a los clientes les
    preocupa no sólo si se avería el producto, sino
    también el tiempo que ha de transcurrir antes de que se
    pueda volver a utilizar, la puntualidad en las visitas de
    servicio, el trato del personal, etc.;
    7) estética, el aspecto, tacto, sonido, olor y
    sabor de un producto, es evidentemente un tema de
    valoración personal (subjetiva) que refleja las
    preferencias de un determinado individuo y 8)
    calidad percibida, se basa fundamentalmente en la imagen, la
    buena fama, la indudable reputación del producto, o sea
    las suposiciones sobre la calidad, más que la realidad
    misma. El impacto de un nombre, la imagen de la
    compañía y los aspectos publicitarios de calidad de
    productos predecesores, generan un continuo de alta calidad
    percibida en todos los productos sucesores.

    Los plazos de entrega

    El cumplimiento de las entregas se relaciona con la
    capacidad de respuesta del sistema productivo.
    ¿Cuántas veces se consigue cumplir con las fechas
    comprometidas? ¿Cómo se comporta la tasa de
    cumplimiento de pedidos con relación a la competencia?
    ¿Seremos capaces de servir los pedidos en un plazo menor
    al convenido con los clientes?. Los clientes se acostumbran a
    niveles cada vez más altos de servicio. Es bien sabido la
    gran ventaja que supone para los clientes entregas cada vez
    más rápidas.

    Este objetivo suele comprender básicamente dos
    aspectos, que configuran la denominada competencia basada en el
    tiempo (time based competition): «entregas
    rápidas» y «entregas en fecha». De
    acuerdo con ello se trataría de lograr:

    – El menor tiempo de entrega o tiempo de suministro
    posible, siendo éste el intervalo de tiempo que transcurre
    entre el momento en que se solicita un pedido y el instante de su
    llegada, entendida ésta última como el momento en
    que está disponible para ser utilizado.

    – Entregar en la fecha comprometida con el cliente el
    mayor número de pedidos posible, lo cual suele medirse en
    base al nivel de servicio o cociente entre las entregas
    realizadas a tiempo y el total de entregas efectuadas.

    La problemática del tiempo de entrega es
    realmente un tanto compleja. En configuraciones continuas va a
    venir determinado básicamente por la cadencia de la cadena
    de producción y por la adecuación entre la demanda
    y la capacidad productiva. En configuraciones por lotes, en
    cambio la
    cuestión se complica notablemente, pues cobran una gran
    importancia existencia de tiempos improductivos, tales como el
    tiempo de espera o en cola de los lotes en cada uno de los
    centros de trabajo en que han de ser procesados, los tiempos de
    traslados, los tiempos de cambio y preparación, etc. Es
    preciso resaltar que estos tiempos improductivos, pueden
    significar para el sistema entre un 70% y hasta un 90% (en
    situaciones extremas) del tiempo de ciclo o entrega. La longitud
    del tiempo de entrega, pues va a depender enormemente de la
    selección y diseño del proceso productivo, de la
    capacidad instalada, de la flexibilidad de la misma, de la
    distribución en planta definida, y del propio sistema de
    planificación y control de la producción.
    Así mismo estos últimos aspectos
    condicionarán también el nivel de servicio a
    clientes.

    Además de los dos aspectos considerados, el
    objetivo estratégico "entregas" alcanza una mayor
    dimensión si se consideran otros factores relacionados con
    él, los cuales interaccionan claramente con los objetivos
    de calidad y servicio, tales como (Garvin, 1994; p
    78):

    • Exactitud, o coincidencia entre la calidad y cantidad
      entregada y la solicitada por el cliente;
    • Accesibilidad a la información; el grado en que la
      información sobre un embarque y/o pedido está
      disponible en tiempo real para la empresa y el
      cliente;
    • Calidad correcta e intacta del producto al llegar a
      su destino;
    • Facilidad de pedido, de forma que el cliente tenga la
      mayor comodidad posible para su realización;
    • Flexibilidad de los pedidos intentando mejorar la
      libertad del
      cliente para elegirlos; eliminando trabas como lotes
      máximos o mínimos, restricciones en las
      combinaciones admitidas, etc.;
    • Facilidad de devolución, o voluntad de la
      empresa para asumir el coste de devolución del
      producto.

    Incremento y desarrollo de la
    flexibilidad

    El concepto de flexibilidad como objetivo e indicador
    del rendimiento empresarial no es nuevo; ya en 1978 Skinner lo
    incluía como tal. Sin embargo, de todas las prioridades
    competitivas, ésta ha sido la menos comprendida y la
    única que todavía no ha sido definida por completo;
    en la actualidad, como ya se ha puesto de manifiesto, el marco
    competitivo demanda que las empresas abracen la causa de la
    flexibilidad, prestándole una atención sin precedentes.

    En su acepción más simple, la flexibilidad
    alude a la capacidad de responder ante el cambio, a la
    adaptabilidad o a la habilidad para hacer frente de forma
    más eficiente y eficaz a las circunstancias cambiantes.
    Como señalan diversos autores, tales como Gupta &
    Somers (1992) y Beckman et al. (1990), son más de
    50 las definiciones existentes de flexibilidad.

    La "flexibilidad del Subsistema de Operaciones puede
    ser, por tanto, definida como la habilidad de una entidad para
    desplegar y replegar sus recursos de forma eficaz y eficiente en
    respuesta a las condiciones cambiantes" (Beckman et al.,
    1990). Esta variabilidad o condiciones cambiantes del entorno
    puede adoptar diferentes formas:

    • En la demanda: ésta puede tomar formas
      irregulares y estacionales, cada vez más
      difíciles de prever, afectando al volumen y mix
      de productos;
    • En el suministro: provocada por el comportamiento de
      los proveedores,
      la escasez de
      materias primas, los desechos en el proceso fabril, la amplitud
      de la variedad de los diferentes componentes empleados, la
      introducción de nuevos materiales, etc.,
      pudiendo dar lugar a desajustes importantes en el desarrollo de
      las actividades de transformación;
    • En los productos: puede aparecer tanto en los cambios
      diarios a ejecutar sobre los ya existentes, como en la
      introducción de otros completamente nuevos;
    • En el proceso: por la introducción de nuevas
      tecnologías de proceso, ligada generalmente al
      lanzamiento de nuevos productos, y por la introducción
      de nuevas técnicas
      de gestión del proceso, como por ejemplo: MRP, JIT,
      OPT, etc.;
    • En el equipamiento y la mano de obra: la fuente de
      variabilidad no tiene porqué ser externa a la empresa,
      pudiendo estar motivada por averías, mantenimiento y
      preparación (caso de los equipos), o ausentismos,
      rotaciones, políticas de personal, etc (caso de la mano
      de obra).

    Partiendo de las diferentes dimensiones de la
    variabilidad pueden definirse distintos tipos de flexibilidad,
    las cuales son recogidas en la Tabla 1. Estos tipos de
    flexibilidad pueden agruparse en dos conjuntos
    atendiendo a los objetivos estratégicos y tácticos
    de la empresa (García, 1996). El primer grupo se
    denomina flexibilidad en productos y diseño y
    está formado por las necesidades de flexibilidad
    planteadas por la estrategia empresarial en relación a los
    mercados en que pretende competir; esto es, mix de productos y
    volumen de fabricación. Dentro del mismo pueden incluirse
    las siguientes flexibilidades: en mercados, en expansión,
    en máquinas, en proceso, en producto, en
    producción y en volumen.

    La flexibilidad operativa forma el segundo grupo
    y está delimitada en la estrategia empresarial al
    establecerse los objetivos de coste, calidad y servicio
    (fiabilidad y tiempo de entrega) (Álvarez Gil, 1993;
    p.174). Esta recoge las flexibilidades: en programas, en
    rutas, el transporte y
    almacenamiento de materiales.

    Si la flexibilidad de diseño es esencial en el
    caso de los productos /servicios que se elaboran a medida, donde
    los cambios son continuos, también es vital en el caso de
    los productos estandarizados, en los que es igualmente importante
    poder introducir cambios con la mayor celeridad posible para
    adaptarse a las modificaciones en los gustos de los consumidores,
    adelantarse a la competencia, o en el caso opuesto, responder a
    sus iniciativas. Desde el punto de vista del volumen, la
    flexibilidad se convierte en una arma poderosa en la lucha contra
    la incertidumbre de la demanda futura. La consideración
    del dinamismo y turbulencias típicas de los entornos
    actuales, refuerza la importancia de este planteamiento. La
    flexibilidad operativa depende de la configuración
    productiva de la empresa, de tal forma que los procesos
    continuos y repetitivos han sido siempre más
    rígidos que los intermitentes y los proyectos, pero
    mucho más eficientes. La utilización de
    tecnologías de avanzadas de fabricación puede dar
    lugar a resultados y efectos sin precedentes.

    En cuanto a la flexibilidad de los abastecimientos y la
    maquinaria; ésta va a depender de la estrategia de
    diseño de la planificación y control de la
    producción, así como de la puesta en
    práctica de la misma. El desarrollo de sistemas como JIT
    (just in time),
    MRP (Planeación
    de las Necesidades de Materiales) u OPT (Tecnología de
    Producción Optimizada), ha permitido una mejora notable de
    la gestión trayendo consigo, entre otros aspectos, una
    mayor flexibilidad asociada, a la rápida
    reprogramación para poder adaptar la planificación
    a los cambios que van surgiendo a lo largo del tiempo. De otro
    lado, la puesta en marcha de programas de Mantenimiento
    Productivo Total (TPM) puede ayudar también a lograr la
    flexibilidad perseguida en este punto.

    Tabla 1: Los diferentes tipos de
    flexibilidad.

    TIPOS

    FLEXIBILIDAD EN :

    Maquinaria

    Variedad de operaciones que puede
    desempeñar una máquina sin incurrir en
    altos costes o emplear cantidades prohibitivas de tiempo
    al pasar de una operación a otra.

    Transporte
    y

    almacenamiento

    Habilidad del sistema para mover eficientemente
    diferentes tipos de piezas, incluyendo la carga y
    descarga, transporte entre máquinas y
    almacenamiento, bajo condiciones diversas.

    Operaciones

    Posibilidad de producir una pieza utilizando
    planes de proceso alternativos, generados a través
    de intercambios o sustituciones de las
    operaciones.

    Producto

    Facilidad con que se pueden añadir nuevas
    piezas o productos y/o sustituir las existentes; esto es,
    facilidad para modificar la gama actual de producto a un
    coste bajo y en un periodo corto.

    Rutas

    Habilidad de un sistema para producir una pieza
    alternando las rutas de fabricación.

    Volumen

    Habilidad del sistema para operar
    económicamente con diferentes niveles de output,
    permitiendo a los talleres realizar una amplia variedad
    de ajustes.

    Expansión

    Amplitud o extensión del esfuerzo global
    necesario para incrementar la capacidad y capacitación del sistema cuando sea
    necesario.

    Programas

    Habilidad del sistema para funcionar sin ser
    atendido durante un largo período de
    tiempo.

    Producción

    Universo de componentes o productos que el
    sistema puede generar sin necesidad de añadir
    equipamiento básico.

    Mercado

    Facilidad con que el sistema puede adaptarse a
    las condiciones cambiantes del mismo.

    Proceso

    Habilidad del sistema productivo para fabricar
    un conjunto variado de piezas sin incurrir en costes de
    lanzamiento importantes. Se define también como
    variedad en el mix de productos.

    Fuente: García (1996: p 236); elaborado a partir
    de Sethi y Sethi (1990).

    Con respecto a la mano de obra, los planteamientos
    japoneses de círculos de calidad y de programas
    continuados de formación encaminados al logro de una
    plantilla polivalente, pueden ayudar a reducir los problemas de
    ausentismo; por otra parte, una adecuada gestión de la
    capacidad permitirá determinar la eficiencia y
    utilización conseguidas por la mano de obra, así
    como la incidencia de la maquinaria sobre estas
    variables.

    La flexibilidad, como es lógico, no sólo
    ha de ser perseguida por el departamento de operaciones, sino que
    las otras áreas empresariales como marketing o
    investigación y desarrollo, han de
    participar activamente. La flexibilidad demandará nuevas
    estructuras
    organizativas, más adecuadas al entorno variable en que
    operan las firmas, para cuya consecución podrían
    emprenderse actuaciones encaminadas a mejorar y reforzar la
    comunicación horizontal y vertical, o la
    búsqueda de una reorganización basada en la
    reestructuración en subunidades (unidades
    estratégicas de negocio); éstas se
    orientarán hacia la consecución de outputs bien
    definidos y deberán estar dotadas de los recursos
    necesarios para su correcto funcionamiento. Otra posibilidad es
    la creación de células o
    centros de máquinas siguiendo los principios de
    tecnología de grupos.

    Las nuevas misiones de
    fabricación

    Además de las cuatro misiones / prioridades
    competitivas anteriores, en los últimos años se ha
    estado
    imponiendo un quinto objetivo estratégico en el
    área de producción y/o operaciones: el
    servicio.

    El servicio a clientes

    Paralelamente al enorme crecimiento del sector servicios en
    las economías desarrolladas, se ha ido difuminando poco a
    poco la frontera que
    separa producto y servicio puro. Como consecuencia, el uso de una
    estrategia competitiva orientada al cliente ya no puede limitarse
    a entregarle un producto con calidad, en el momento prometido y
    con un precio adecuado; además debe
    proporcionársele un adecuado servicio.

    La importancia que ha adquirido este objetivo de mejora del
    servicio al
    cliente se ha hecho patente con el peso creciente que ha
    obtenido entre las prioridades competitivas estratégicas
    de las empresas. Esta puede justificarse por diversas razones;
    entre ellas:

    • El servicio puede ser uno de los medios para
      lograr una ventaja competitiva sostenible vía
      diferenciación, especialmente cuando ésta se
      desarrolla a través de la comercialización;
    • Un mejor servicio aumenta el valor añadido del
      producto;
    • El servicio es un determinante muy importante para la
      percepción de la calidad por parte del cliente;
    • La creciente demanda de un alto nivel de servicio por parte
      de los clientes hace que, cada vez con más frecuencia,
      aquél se convierta en un requisito para competir,
      más que en una ventaja competitiva.
    • Son muchas las actividades de servicio que pueden
      desarrollarse en las empresas manufactureras, las que se
      pudieran agrupar en cinco conjuntos fundamentales (Bowen et
      al.
      , 1989):
      • Las encaminadas a satisfacer las exigencias y
        necesidades del cliente. Pueden estar relacionadas con el
        diseño del producto y/o servicio, (p.e: abrir el
        diseño al cliente para determinar sus necesidades y
        ajustarlo más a éstas), o con el proceso
        (p.e: hacerlo más flexible para responder a cambios
        en el mercado).
      • Las encaminadas a informar al cliente. Proporcionar
        toda la información técnica que se requiera
        sobre el producto, elaborar adecuados manuales de
        usuario, comunicar todas las opciones y
        características de la financiación, etc.
      • Las encaminadas a reducir el riesgo al
        cliente. La garantía y su funcionamiento, la
        cantidad y ubicación de los servicios de
        reparaciones, la rapidez y calidad de los mismos.
      • Las encaminadas a facilitar la acción de compra. Las modalidades de
        pago, servicios de crédito, etc.
      • Las relativas al trato con el cliente. El trato afable
        de los vendedores, de los empleados de los servicios de
        postventa, de la atención en la recepción y
        contratación de pedidos, etc.

    La evolución que se viene observando con
    relación a este objetivo, ha hecho aparecer en la
    literatura el término de «factoría de
    Servicios»
    refiriéndose a la empresa
    manufacturera que, además de sus productos, produce una
    serie de servicios integrados con cada uno de aquellos (Chase
    & Erikson, 1988).

    Se puede afirmar que la fábrica proporciona una serie
    de servicios a clientes tanto internos como externos. Respecto a
    los clientes internos, la fábrica puede actuar como un
    laboratorio
    interno que permite probar nuevos productos y procesos, asegurar
    la calidad y ensayar la fabricación. Los trabajadores
    pueden desarrollar tareas de asesoría técnica para
    los clientes de la empresa. Igualmente, la fábrica es
    susceptible de ser utilizada como lugar de demostraciones para
    los productos que elabora, resaltando la superioridad
    técnica de la organización e,
    implícitamente, la calidad o fiabilidad de sus productos y
    procesos. Para llevar a cabo esta labor, es necesario que: a) el
    personal de márketing y de producción trabajen
    conjuntamente con el fin de comprender lo que espera recibir el
    cliente y satisfacer dichas expectativas; b) los directores de
    producción y los empleados de talleres estén bien
    formados en técnicas de comunicación y
    presentación de informes; y c)
    la distribución de la fábrica incluya puntos de
    observación y ayudas audiovisuales para alcanzar la
    compensación de los procesos con vista a un mayor
    potencial de ventas (Chase
    & Erikson, 1988). En línea con estas consideraciones
    Garvin (1993) incorpora el objetivo de servicio como uno
    más del departamento de producción.

    Potenciando la innovación

    Algunos autores, tales como, Leong, Snyder & Ward (1990),
    Miltenburg (1995), Mansfield (1981), Maidique & Hayes (1984)
    y De Meyer et al. (1998) han incorporado una nueva
    dimensión en sus trabajos en calidad de una nueva
    prioridad competitiva en fabricación. Nos referimos a la
    innovación.

    Miltenburg (1995) sugiere que los buenos fabricantes deben
    diferenciar entre flexibilidad e innovación. Para ilustrar
    la diferencia pone un ejemplo de la industria de
    la confección destacando que, un fabricante de vestimenta
    es flexible cuando puede cambiar fácilmente los
    volúmenes de producción y la mezcla de modelos en
    respuesta a los cambios en la moda y la
    estación. Define así, la flexibilidad, como la
    habilidad del sistema para aumentar o reducir la
    producción de los «productos existentes». En
    cambio, la innovación, es la habilidad para fabricar
    «nuevos productos». Siguiendo con el ejemplo, resalta
    que un sastre es más innovador que flexible; tiene poca
    dificultad para producir un traje de nuevo diseño, sin
    embargo, es más difícil doblar el número de
    trajes producidos en un mes. La diferenciación entre
    flexibilidad e innovación ayuda a los fabricantes a
    diseñar y gestionar sistemas de
    producción que faciliten elevados niveles de las
    características que deseen sus clientes.

    En este sentido se destacan las actuaciones de empresas como
    Sony y 3M que constituyen probablemente uno de los mejores
    ejemplos de empresas que compiten facilitando innovaciones al
    nivel más alto. Estas empresas parecen ser siempre las
    primeras en introducir nuevos productos en sus respectivos
    sectores; Sony llegó a introducir tres generaciones de
    videocámaras portátiles en un año, cuando
    introdujo su cámara tamaño pasaporte (De Meyer
    & Wittenberg-Cox, 1994). Así se podría citar
    otras empresas como Hewlett-Packard, DuPont y BASF, quienes basan
    su competitividad fundamentalmente en la innovación. Las
    empresas innovadoras poseen el privilegio de poder presionar a
    sus competidores, cuya fabricación carece de la agilidad
    necesaria para sumarse a la corriente creadora de nuevos valores.

    La capacidad de innovación se relaciona con la
    habilidad para crear e introducir eficazmente nuevos productos y
    procesos y, de hacer cambios de diseño en los productos
    existentes. Adoptar la innovación como prioridad
    competitiva en fabricación, incluye una abundante
    diversidad de desafíos; significa hacer frente a cambios
    de órdenes de ingeniería, arranque rápido de la
    producción, reorganización de la producción
    de los productos renovados o rediseñados sucesivamente,
    desarrollo de nuevos procesos, tanto para los nuevos productos
    como para los actuales, etc. Supone disponer de una
    organización adaptada a los cambios constantes y que
    preserve las habilidades y los conocimientos conseguidos a
    través de la experiencia de generar nuevos productos.

    Consideraciones del
    medio ambiente
    e impacto ambiental

    En la literatura más reciente esta apareciendo una
    dimensión que algunos autores abogan por su
    incorporación en la lista de las misiones que
    fabricación debe y puede desempeñar en el apoyo y
    potenciación de la estrategia competitiva de la
    empresa.

    Así, reconociendo la implicación del área
    de producción en el desarrollo de nuevas
    tecnologías, y teniendo en cuenta algunos
    parámetros como los tipos y calidad de materias primas que
    se emplean, el tratamiento y administración de sustancias residuales, la
    eficiencia en la gestión de los contaminantes emitidos por
    los procesos, la seguridad y
    sanidad de los trabajadores, así como su impacto ambiental
    en general, se aboga por la integración del medio ambiente como
    un objetivo más de la dirección de operaciones.
    Kleiner (1991) sugiere que el área de operaciones ha de
    estar implicada en la protección del medio ambiente
    porque es ahí, en la fabricación, donde tiene su
    origen la mayor parte de la
    contaminación. Así mismo, Gupta (1995), en la
    misma línea de Kleiner, señala que la
    función de operaciones es la principal fuente de emisiones
    contaminantes, por lo que los programas y políticas de
    gestión
    ambiental deben ser desarrollados considerando la estrategia
    de operaciones y reforzándola. Si a esto unimos que la
    selección de productos y la selección de procesos
    son decisiones propias de posicionamiento en la estrategia de
    producción (Krajewski & Ritzman (1990), no cabe duda
    que las consideraciones ambientales deben integrarse en la
    estrategia de fabricación, como recomiendan, entre otros,
    Gupta (1995), Handfield et al. (1997), Klassen (1993),
    Klassen & McLaughlin (1996), Sarkis (1995), Sarkis &
    Rasheed (1995) y Vastag et al. (1996).

    Desagregación o descomposición de las
    misiones de fabricación

    Las misiones agregadas o prioridades estratégicas de
    fabricación se descomponen /desagregan en unos objetivos
    detallados (prioridades desagregadas u objetivos operativos de
    manufactura) susceptibles de ser cuantificados, lo que facilita
    su medición, evaluación
    y el control de los resultados de los diferentes centros de
    responsabilidad del departamento de producción. Esta
    desagregación consiste en el desarrollo de una lista de
    acciones que
    podrían conducir a la consecución de los objetivos
    superiores deseados. Esto constituye una descomposición y
    refinamiento de cada prioridad en sus elementos causales.
    Aquí deben identificarse procesos y prácticas
    específicas. Conceptualmente, este proceso de
    descomposición es sencillo: no requiere nada más
    que un listado de causas y relaciones de efecto. (Garvin, 1993;
    p. 93)

    La prioridad o meta abstracta, que configura la estrategia de
    producción, se vuelve más concreta a medida que se
    comunica a los distintos niveles jerárquicos y
    áreas de decisiones. Según se transmite hacia abajo
    se describe de una forma más específica y orientada
    a la acción, reflejándose al final, en valores
    cuantitativos específicos, explícitos y mensurables
    (Garvin, 1993); estos valores (o medidas) dependerán
    ciertamente de la empresa considerada y del sector donde
    ésta compite. La prioridad necesita, por tanto, adquirir
    un carácter operativo; y a menos que se cuantifique de
    alguna manera, será imposible medir la realización
    de las diferentes actividades. En otras palabras, no se puede
    afirmar con exactitud hasta qué punto se están
    cumpliendo las prioridades competitivas si no se dispone de
    alguna medida objetiva de las actividades que se están
    llevando a cabo en las plantas de
    producción.

    Es necesario tener en cuenta que aunque los objetivos se
    expresen en «números» para medir las
    diferentes actividades del departamento de producción,
    éstos sólo representan medidas y no la actividad
    misma, se utilizan como una especie de termómetro que mide la salud y el bienestar de la
    fábrica, son la primera línea de
    comunicación que informa a la dirección de lo que
    está aconteciendo y, cuánto más exactos
    sean, más se funden en «datos
    incontrovertibles», más diáfana será
    la comunicación (Geneen & Moscow, 1984). Los aspectos
    relacionados con la medición del rendimiento serán
    tratados en un
    apartado más adelante. En la Tabla 2 se presenta una
    relación de las principales misiones de fabricación
    aquí tratadas y algunos de sus posibles criterios de
    medida.

    En la Figura 1, se representa como ha acontecido la
    incorporación paulatina de las distintas prioridades
    competitivas anteriores al arsenal estratégico de la
    función de producción (POM). Se observa que por un
    periodo de más de 25 años la eficiencia en costes y
    la búsqueda de los precios bajos fue la prioridad
    competitiva por excelencia del área de producción /
    operaciones en las empresas manufactureras, coincidiendo con el
    papel reactivo y de neutralidad estratégica de esta
    función. Ello no significa que estas empresas no
    estuvieran comprometidas con la calidad o el desarrollo
    tecnológico, sino que invertían en ellas
    sólo cuando obtenían resultados los esfuerzos de
    reducción de costes. Por ejemplo GM, Ford o Volskwagen,
    implementaban medidas de calidad pero sólo una vez que
    habían calculado los costes (De Meyer &
    Wittenberg-Cox, 1994).

    Tabla 2. Principales prioridades
    competitivas de fabricación y algunos criterios de
    medida.

    Prioridades

    Ejemplos de criterios de medida / atributos
    de operacionalización

    Coste

    • Coste unitario de producto
    • Coste unitario de material
    • Gastos de operación e inventario
    • Utilización de máquinas /
      capacidad
    • Rotación de stocks
    • Rendimiento de materiales /
      procesos
    • Productividad del personal directo /
      indirecto

    Calidad

    • Porcentaje de defectos
    • Costes de desechos y de trabajos
      reprocesados
    • Costes de garantías
    • Calidad de materiales recibidos de
      proveedores
    • Índice de reclamaciones
    • Tiempo medio entre fallos

    Entregas

    • Plazo de entrega ofertado
    • Porcentaje de entregas en fecha –
      fiabilidad
    • Tiempo de ciclo de tramitación de
      pedidos
    • Retraso medio
    • Rapidez – menor plazo de
      fabricación
    • Precisión del inventario

    Flexibilidad

    • Número de productos en catálogo
      tamaño de la
      oferta
    • Número de opciones
      disponibles
    • Tamaño mínimo de la orden de
      producción
    • Tamaño medio del lote de
      fabricación
    • Duración del periodo
      «congelado» del programa
    • Número de componentes intercambiables
      del producto principal

    Servicio

    • Número de productos adaptados /
      personalizados al cliente
    • Índice (%) de clientes
      satisfechos
    • Tiempo medio de reacción ante
      reclamaciones, reposiciones y/o reparaciones
      postventa

    Innovación

    • Números de cambios de
      ingeniería realizados por año
    • Número de nuevos productos / procesos
      introducidos cada año
    • Nivel de inversión en I+D
    • Plazo de tiempo para diseñar nuevos
      productos

    Fuente: Elaboración propia, a partir de Leong
    et al. (1990) y Miltenburg (1995).

    Antes Incorporación a la carrera
    competitiva estratégica en fabricación
    Actualidad

    Coste

    Calidad

    Entregas

    Flexibilidad

    Innovación

    Servicio

    Misiones
    Combinadas

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

    1960-70 1970-80

     

     

     

     

    > 85´s

    > 90´s

    «Misiones clásicas»

    Condiciones necesarias pero no suficientes para
    diferenciarse y obtener una ventaja competitiva.

    Son alcanzadas por un gran número de
    empresas en la actualidad.

    Nuevas misiones relacionadas con el «factor
    tiempo» que persiguen la rapidez tanto en las
    entregas de los productos como en la creación,
    desarrollo e introducción de los nuevos
    diseños.

    Prioridad asociada y/o centrada en la
    atención y satisfacción del cliente de una
    forma continuada.

    «Nuevos desafíos»

    Muchas empresas están optando por ofrecer
    una combi-

    nación adecuada de estas
    misiones:

    – Flexibilidad eficiente en coste;

    – Alta calidad a bajo precio, etc.

    Figura 1. Proceso evolutivo de incorporación de
    las misiones en el proceso estratégico de
    Operaciones.

    Fuente: Elaboración propia.

    A principio de los 80´s irrumpen con fuerza los
    objetivos asociados a la calidad en sentido amplio coincidiendo
    con la creciente penetración japonesa en los mercados
    occidentales. Existían cada vez más consumidores
    dispuestos a pagar más caro si la calidad lo justificaba.
    Los productos japoneses superaban a los occidentales en calidad a
    la vez que eran iguales de eficientes; logrando así
    cambiar la base competitiva, del coste a la calidad. Para los
    fabricantes de vanguardia, la
    era de la calidad duró aproximadamente una década.
    Ya en los 90´s con la recuperación de occidente se
    habían reducido significativamente las diferencias. A
    medida que se conseguían cotas más altas de calidad
    y eficiencia y que los clientes se iban volviendo más
    exigentes, se incrementaba la necesidad de alcanzar otros
    objetivos para diferenciarse y ganar, o mantener, la
    posición de mercado. En consecuencia a finales de los
    80´s y principios de los 90´s la competencia en
    fabricación comenzó a librarse en el campo de la
    rapidez, tanto en la entrega de productos como en el
    diseño e introducción de los mismos.

    La importancia de los objetivos de coste y los asociados
    a la calidad perdieron terreno ante aquellos otros relacionados
    con el factor tiempo y se consolidaban como una condición
    necesaria, pero no suficiente, para alcanzar una ventaja
    competitiva. Ligada a la rapidez, la flexibilidad y a la
    importancia de la satisfacción del cliente, se incorpora
    la innovación a inicios de los 90´s, la cual cobra
    un papel cada vez más relevante en la competencia actual.
    Un aspecto a destacar es que la aparición de una nueva
    misión competitiva no derogaba en absoluto la importancia
    de la(s) anterior(es), si no que se sumaba(n) al arsenal de
    armas
    competitivas que se iban desarrollando en esta
    función.

    En la actualidad las empresas manufactureras disponen de
    todas estas armas estratégicas para abrirse camino en sus
    respectivos sectores. Muchas adoptan alguna combinación de
    estas misiones buscando su diferenciación e intentando
    construir sus ventajas competitivas con un carácter
    sostenible.

    El problema de las incompatibilidades entre las
    prioridades competitivas. Incompatibilidades vs.
    complementariedades.

    En la mayor parte de la literatura, subyace el modelo de
    incompatibilidades entre las prioridades competitivas de
    fabricación (o trade-offs). Un trade-offs significa
    conceder a una misión /objetivo de producción un
    tratamiento preferencial sobre las demás. El principio
    básico radica en que se ha de evitar que un mismo sistema
    de producción posea más de una misión
    (Miller, 1983). Esta idea tal y como se desprende del trabajo de
    Skinner (1969), es que rara vez es posible que una planta consiga
    mejoras significativas en más de una o dos de las
    prioridades competitivas al mismo tiempo, pues requerirían
    políticas de producción radicalmente distintas.
    Así las empresas que sueñan con derrotar a la
    competencia en todas las misiones posibles, les será
    difícil (o más imposible) a causa de las actuales
    limitaciones tecnológicas y de otro tipo. Muchas empresas
    intentan hacer demasiadas cosas en la misma fábrica; el
    resultado se traduce en una planta que no hace nada
    particularmente bien. Esto es tolerable siempre y cuando los
    competidores se comporten de la misma forma. Sin embargo cuando
    estos últimos focalizan /centran sus plantas en misiones
    concretas, las grandes plantas «no centradas» no
    pueden competir durante mucho tiempo.

    Tradicionalmente se ha reconocido que existe un cierto
    compromiso, ponderación o intercambio (trade-offs)
    entre las prioridades, de forma que mejorar significativamente en
    una de ellas supone renunciar o dejar de progresar en las
    restantes. Por ello Skinner (1974) sugiere la necesidad de
    enfocar los sistemas de producción (plantas) de
    forma que permitan concentrarse en la consecución de altos
    niveles en una de las mencionadas misiones competitivas. Los
    beneficios de la fabricación centrada como estrategia
    productiva incluyen, entre otros, el uso de capacidades dedicadas
    y el mejor sistema de producción en cada caso, la
    cooperación efectiva entre áreas funcionales,
    mejora del flujo de materiales, reacción mejorada antes
    problemas, conexión más estrecha con el mercado,
    mayores oportunidades de mejora, y mejor seguimiento de los
    costes (Miltenburg, 1995). Estos planteamientos de Skinner dieron
    lugar a la línea de pensamiento
    más importante en la actualidad. Este modelo ha
    permanecido vigente durante muchos años y en cierta forma
    ha inspirado la labor de los directivos.

    Sin embargo, no refleja adecuadamente la realidad y
    tendencias actuales del mundo de la competencia (Conca &
    Molina, 1998). La ruptura más significativa con el modelo
    trade-offs se produjo a mediados de los 80´s, al
    analizar los investigadores el éxito competitivo de las
    empresas japonesas y el nivel de rendimiento que
    conseguían en las diferentes misiones planteadas. Estas
    empresas han demostrado y el mercado así lo está
    exigiendo, que las mejoras asociadas a la calidad no
    necesariamente deben ir acompañadas de incrementos en el
    coste. Por otra parte, se suma la presión
    que según McCutcheon, Raturi & Meredith (1994)
    están recibiendo las empresas en muchos mercados que
    demandan cada vez productos más personalizados sin
    renunciar a la rapidez de respuesta, surgiendo de nuevo la
    necesidad de mejorar en otras dos dimensiones tradicionalmente
    contrapuestas: la entrega y la flexibilidad. Obviamente las
    anteriores afirmaciones y sugerencias sólo pueden hacerse
    en la medida en que se ha comprobado que hay organizaciones
    capaces de destacar en múltiples dimensiones a la vez.
    Desde luego son empresas que se han apartado de la diagonal
    principal de la matriz
    producto-proceso con la ayuda de las nuevas tecnologías
    flexibles y nuevos enfoques organizativos, logrando sistemas de
    producción capaces de mejorar y de responder en varias
    prioridades competitivas de una manera conjunta /compatible en
    lugar de contrapuesta.

    Así Hill (1989) y Miltenburg (1995), en un claro
    avance, sugieren que la fábrica puede seguir al mismo
    tiempo más de un criterio competitivo, lo que debe hacer
    elecciones entre aquellos que permitirán a la empresa
    ganar pedidos y cuales se servirán a un nivel sólo
    de aprobación (cualificado) en el mercado que le permita
    seguir siendo competitivo. Otros autores se desmarcan del modelo
    de trade-offs y abogan por alcanzar un equilibrio
    entre los objetivos contrapuestos, con objeto de maximizar la
    utilidad total
    del sistema a construir y operar (Starr, 1972). De esta forma
    Hass (1987) plantea, que con mucha frecuencia se puede lograr una
    mejora sustancial en dos o tres objetivos al mismo tiempo. Banks
    & Wheelwright (1979) reconocen la existencia de una
    relación y no un conflicto
    entre objetivos a largo y a corto plazo. De acuerdo con esta
    línea argumental Huge & Anderson (1988) abogan por
    mejorar simultáneamente los diversos objetivos de
    competencia, ya que como apunta igualmente Schonberger (1991) no
    son antagónicos y es posible alcanzarlos de forma
    concertada. Schonberger sugiere que es posible, realista y
    necesario mejorar continuamente la calidad, los costes, el tiempo
    de producción y el servicio a los clientes e igualmente
    importante potenciar la flexibilidad.

    Lo anterior parece poner entredicho la idea de
    incompatibilidad o compromiso entre las diversas prioridades.
    ¿Querrá ello decir que el conflicto entre objetivos
    ya no existe, y por tanto, ya no tiene sentido definir una tarea
    para la producción?. Reflexionando sobre estas ideas,
    Skinner (1992; pág. 20) llega a la conclusión de
    que "es absurdo suponer que una planta u operación de
    servicio puedan funcionar sin trade-offs ". Lo que
    ocurre es que "conforme las tecnologías se desarrollan, y
    ello incluye tanto las tecnologías directivas como las
    físicas, las relaciones pueden cambiar". Por tanto, tan
    erróneo es considerar que las prioridades siempre se
    contraponen, como que siempre se apoyan; en realidad, las
    distintas variables pueden evolucionar en paralelo u opuestamente
    para distintos niveles o amplitudes, tal y como se muestra en la
    Figura 2 para el caso del coste y la calidad.

    Figura 2. Relación entre el
    coste y la calidad.

    Fuente: W. Skinner (1992; pág.
    21).

    Dinámica de las prioridades
    ¿Intercambio o acumulación de
    capacidades?

    Respecto a estos planteamientos algunos autores optan
    por seguir un proceso secuencial para el logro de los objetivos
    competitivos. Ferdows et al. (1986), Miller & Roth (1988), De
    Meyer et al. (1989), Ferdows & De Meyer (1990) y De Meyer
    & Wittenberg-Cox (1994), a diferencia con el punto de vista
    tradicional, afirman que las prioridades competitivas no son
    sólo misiones posibles, sino que también describen
    grupos de
    destrezas que se convierten en acumulativas y que pueden ser
    desarrolladas y usadas para crear ventajas competitivas
    sostenibles. Es preciso considerar la calidad, el plazo, el
    coste, la flexibilidad, e innovación como "prioridades que
    la empresa alcanza secuencialmente a lo largo del tiempo",
    más que como objetivos puntuales incompatibles entre los
    que se debe elegir (De Meyer, Nakane, Miller & Ferdows;
    1989).

    Así De Meyer & Wittenberg-Cox (1994) proponen
    un enfoque diferente denominado modelo secuencial de
    creación y aprovechamiento de las habilidades y destrezas
    en fabricación o modelo del «cono de arena».
    Este enfoque considera adecuado que cada fabrica debe centrarse
    en una única prioridad competitiva en cada momento del
    tiempo, existiendo una secuencia lógica
    acerca de las sucesivas prioridades que es necesario desarrollar
    con el fin de obtener mejoras sustanciales en todas ellas. En
    concreto, el énfasis inicial debe realizarse en el
    objetivo calidad, para conseguir una producción de alta
    calidad y someter los procesos bajo control – y,
    sólo cuando el cono de arena haya crecido lo suficiente
    (calidad a niveles satisfactorios) se puede empezar la
    inversión en el segundo estrato: regularidad en la
    producción y entregas fiables. Pero al invertir en
    entregas – y de este modo incrementarse el tamaño
    del cono – se debe ensanchar la base
    simultáneamente, o sea, la mejora en las entregas
    (regularidad de la producción) no puede mejorarse sin
    mejorar en paralelo las habilidades y destrezas alcanzadas en la
    calidad (objetivo precedente); esto es lo que describe la
    naturaleza
    acumulativa de la creación de habilidades y mejoras
    productivas. Alcanzado un nivel satisfactorio en el objetivo
    entregas, se inicia la mejora en la flexibilidad, al tiempo que
    se perfeccionan los otros dos objetivos anteriores. Sólo
    cuando las habilidades en calidad, regularidad y velocidad de
    reacción son lo bastante fuertes, la empresa puede
    invertir en la fase final que es la reducción del coste. A
    criterio de De Meyer et al. (1994), esto es extremadamente
    importante ya que como destacan estos autores "las mejoras
    duraderas en costes son la consecuencia, no la plataforma de
    lanzamiento, de otras mejoras y de la creación de
    destrezas y habilidades en fabricación".

    Este modelo, que se puede observar
    esquemáticamente en la Figura 3, refleja que la
    caída de arena ensancha la base a medida que se eleva la
    altura. De hecho, el ensanchamiento de la base (objetivos
    precedentes) para poder mejorar los estratos superiores,
    está relacionado con la mejora continua, ya que se trata
    de ir perfeccionando los objetivos alcanzados a medida que se
    intenta lograr el siguiente objetivo previsto. Dado que las
    prioridades competitivas tienen un carácter acumulativo y
    se apoyan en las adquiridas previamente, no se presentan
    incompatibilidades manifiestas que dificulten su logro. Las
    prioridades desarrolladas con esta secuencia (o enfoque) se
    convierten en formidables armas competitivas, al surgir de
    prácticas de gestión coherentes y eficaces; por
    tanto, no pueden ser replicadas con facilidad y rapidez por los
    competidores, y tendrán un carácter estable y
    duradero.

     Para ver el
    gráfico seleccione la opción "Descargar" del
    menú superior

    Figura 3. Modelo acumulativo de
    mejoras duraderas en fabricación o

    «Cono de Arena»

    Fuente: De Meyer & Wittenberg-Cox
    (1994; pág. 136).

    Corbett & Wassenhove (1993) coinciden con la
    naturaleza dinámica de este enfoque de cono de arena, el
    que consideran como la vía por la cual las empresas
    podrían dirigir sus programas de mejoramiento continuo. La
    secuencia «calidad-entregas-flexibilidad-coste» fue
    construida sobre la evidencia empírica. No obstante estos
    autores reconocen que aunque la calidad puede ser una potente
    conductora del proceso, similar papel podría
    desempeñar el tiempo. Gestionando el tiempo puede de hecho
    enfocar la atención sobre problemas de calidad (pe.
    re-procesos, re-trabajos) y reducción de costes. Las
    capacidades de tiempo de ciclo-rápido mejoran obviamente
    la flexibilidad y la innovación. Así el tiempo y la
    calidad son dos caras de la misma moneda. Ambas pueden ser
    poderosas conductoras de los procesos de mejora competitiva. La
    elección entre ellas dependerá de la
    situación particular. Coste, por otra parte, es visto cada
    vez más como un resultado, no como conductor del proceso
    (Corbett & Wassenhove, 1993; pág. 112).

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    DATOS DEL AUTOR

    Santiago Ibarra Mirón

     Ingeniero Industrial por la
    Universidad Central de Las Villas (UCLV).

    Diploma Europeo en Administración y
    Dirección de Empresas.

    Magíster (MSc) en Creación, Estrategia y
    Gestión de Empresas por la Universidad Autónoma de
    Barcelona, España.

    Doctor (PhD) en Ciencias
    Técnicas por la Universidad Central de Las Villas
    (UCLV).

     

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