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San Martín, la Expedición Libertadora del Sur y la Independencia de los pueblos del Perú (1819-1821)




Enviado por Jorge G. Paredes M.



Partes: 1, 2, 3

     

    1. San martín prepara la
      Expedición Libertadora del Perú. Supe primer
      pueblo peruano en proclamar su
      independencia
    2. Desembarco del
      Ejército Libertador en Pisco
    3. Donferencia de
      Miraflores
    4. San
      Martín y su cuartel general en
      Huaura
    5. Primera
      campaña de Juan Antonio Álvarez de Arenales
      (octubre 1820 – enero 1821)
    6. Independencia
      de los pueblos del perú
    7. Crisis en las
      filas realistas: defección del Numancia y motín
      de Aznapuquio
    8. Conferencias de
      torre-blanca y punchauca
    9. Movimiento del
      Ejército Libertador en el primer semestre de
      1821
    10. Ingreso a Lima
      y proclamación de la Independencia

    INTRODUCCIÓN

    La llegada de San Martín al Perú
    sirvió para avivar aún más el
    espíritu separatista de un gran sector de la población del virreinato peruano que, desde
    mucho tiempo
    atrás, venía pugnando por establecer un nuevo orden
    político. En un trabajo
    anterior(*)
    analizamos la problemática que se planteara a partir de la
    década de los 70 del siglo XX acerca de la naturaleza de
    la independencia peruana y como se contrapusieron, y aún
    se contraponen, dos tendencias interpretativas, aunque, y
    justamente como consecuencia de dicho importantísimo
    debate, hoy
    tenemos una visión mucho más equilibrada y lo que
    es más importante, mucho más comprensiva acerca del
    proceso y
    naturaleza de la caída del gobierno español en
    el Perú, para utilizar el título de uno de los
    libros de
    Timothy E. Anna, historiador canadiense que ha brindado
    lúcido análisis de este tema.

    Por un lado tenemos la posición
    hipercrítica – herética para la década del
    70 del siglo XX- para la cual la independencia peruana estuvo
    determinada íntegramente por intereses extrarregionales,
    básicamente por los intereses comerciales y financieros de
    Inglaterra. La
    independencia no puede ser analizada ni interpretada como un
    proceso interno, como producto de un
    largo proceso de lucha por ella, sino que les fue impuesta a los
    peruanos, quienes realmente no la deseaban, por no convenirles la
    separación con relación a España.
    Según esta interpretación los peruanos consideraban
    que permaneciendo fieles a España tenían mucho
    más que ganar, o por lo menos mucho menos que
    perder.

    Frente a esta posición hipercrítica se
    encuentra aquella otra que habiendo nacido como una
    reacción de tipo nacionalista, por lo menos en ciertos
    historiadores, pasa en poco tiempo a estar caracterizada por un
    análisis más integral y profundo acerca del proceso
    y la naturaleza de la independencia peruana, en su contexto
    interno, regional y mundial. Esta posición tiene matices.
    Uno de ellos, que llamaremos nacionalista tradicional, sostiene
    que el proceso separatista peruano o guerra por la
    soberanía nacional, como prefiere
    denominarlo el historiador Edmundo Guillén Guillén,
    tuvo, en su vertiente primigenia, es decir indígena, un
    carácter de reconquista, que comienza
    inmediatamente después de la invasión hispana,
    aunque fue un proceso frustrado que alcanzó su punto
    climático con el movimiento de
    Túpac Amaru II, el cual, a su vez, marca una cierta
    relativa ruptura en dicho proceso, porque con posterioridad a
    dicho movimiento los que le seguirán
    cronológicamente serán ya en el siglo XIX y el
    mando ya no estará en manos del grupo
    dirigente indígena (caciques) sino de criollos.

    Pero la posición más importante frente a
    la que hemos denominado hipercrítica es la que
    reconociendo que la independencia peruana es y seguirá
    siendo un tema polémico, sin embargo considera que la
    posición que sostiene que la independencia peruana fue
    concedida a los peruanos es un mito. La
    prestigiosa historiadora peruana Scarlett O’Phelan Godoy ha
    dedicado gran parte de sus investigaciones a
    desentrañar la lucha revolucionaria de los siglos XVIII y
    XIX, pero desde una perspectiva geohistórica centrada en
    el sur andino, con lo cual se ha ganado en una mayor
    comprensión del fenómeno revolucionario y del
    proceso separatista. Su trabajo El mito de la "Independencia
    concedida": Los programas
    políticos del siglo XVIII y del temprano XIX en el
    Perú y Alto Perú (1730-1814)
    (1)
    constituye un análisis minucioso y muy profundo
    acerca de este acontecimiento. Esta temática la ha vuelto
    a tocar, con la sapiencia y claridad que a ella caracteriza, en
    su trabajo "Repensando la independencia del
    Perú".
    (2) Allí leemos:
    "…,los estudios sobre la independencia han obviado el hecho de
    que en la fase de los regionalismos, la participación de
    peruanos en la lucha insurgente fue significativa. Esclarecer
    este punto implica que, por un lado, la independencia no nos vino
    exclusivamente "desde afuera" y, por otro, que la "pasividad" que
    se achaca a los peruanos durante este periodo no fue un
    fenómeno extendido, como se ha pretendido demostrar. Hubo
    peruanos que desde muy temprano vieron en las juntas de gobierno
    el canal más efectivo para plantear sus discrepancias con
    el sistema
    colonial".

    Entre la copiosa obra de la Dra. O’Phelan no se
    puede pasar por alto el mencionar "La Independencia del
    Perú. De los Borbones a Bolívar".
    (3) Ella
    es la compiladora de los estudios presentados en el ciclo de
    charlas organizado por el Instituto Riva Agüero
    Escuela de Altos
    Estudios de la Pontificia Universidad
    Católica del Perú, el cual tuvo como tema central
    el proceso de la independencia. La mencionada historiadora nos
    ofrece allí un trabajo titulado "Sucre en el Perú:
    entre Riva Agüero y Torre Tagle"

    John Fisher en un libro muy
    importante titulado "El Perú borbónico
    1750-1824"
    (4), fruto de más de
    30 años de investigación, trata este tema con la
    solvencia intelectual que lo caracteriza. Precisa que, a riesgo de
    simplificar, el historiador en lo referente a este tema se sigue
    enfrentando con dos interpretaciones diferentes sobre la manera
    (y tal vez el momento, ¿1821 0 1824?) en que el
    Perú alcanzó la independencia.. Analiza el
    trasfondo ideológico que caracterizó el debate
    acerca de la naturaleza de la independencia peruana a partir de
    1970, considerando que a partir de 1990 se ha logrado un mayor
    realismo en
    los análisis interpretativos. Y considera que "uno de los
    frutos del revisionismo existente desde los años setenta
    es que ahora se acepta, en general, que tras la fachada del
    fidelismo peruano posterior a 1808 –cuando el virrey
    José Fernando de Abascal (1806-1816) logró enviar
    ejércitos comandados por oficiales criollos a que
    sofocaran las insurrecciones del Alto Perú, Chile y
    Ecuador– hubo
    un considerable descontento local, que dio lugar a rebeliones
    armadas en el sur (Tacna, 1811 y 1813; Arequipa, 1813) y el
    centro (Huamanga y Huánuco, 1812) del
    virreinato".

    Otra obra importantísima para comprender y no
    solo conocer la independencia peruana es el libro del historiador
    canadiense Timothy E. Anna "La caída del gobierno
    español en el Perú. El dilema de la
    independencia"
    (5) cuya edición
    en inglés
    es de 1979, pero que en español data recién de
    2003. Desde su prefacio ya nos advierte acerca de su
    posición: "Es importante echar nueva luz sobre el
    proceso de independencia, no para rendir homenaje a los oponentes
    individuales de España, sean estos grandes o
    pequeños, peruanos o extranjeros. Su historia, en cualquier caso,
    ha sido contada antes y será contada nuevamente. Por lo
    tanto no sostengo ni la tesis
    nacionalista ni la intervensionista sobre la independencia
    peruana, aunque quiero tratar de explicar por qué tanto la
    batalla de Ayacucho como el sitio final del Callao fueron
    necesarios y lo que significaron".

    Otra obra también muy importante aparecida no
    hace mucho es "La independencia del Perú y el fantasma
    de la revolución"
    (6) del
    historiador peruano Gustavo Montoya. Critica la posición
    marxista que acentuó el carácter fenoménico
    de la separación política del
    Perú con respecto de la monarquía española y según la
    cual la independencia fue resultado de las expediciones
    libertadoras del sur y del norte, lo que implicaba "el
    «silencio» de las clases populares, acentuando el
    carácter puramente político de la
    emancipación y en donde además los «factores
    externos» adquieren un sentido determinista"(p.23) Y
    más adelante nos dice: "Pero a fin de cuentas,
    ¿cuál es la razón que justifica el obsesivo
    lamento de una historiografía que se complace en denunciar
    la ausencia de un movimiento revolucionario? ¿Por
    qué tendría que haberse producido una
    revolución social, o existido una burguesía
    «nacional»? Fijaciones ideológicas de una
    historiografía que busca suplir la fragilidad hermenéutica de sus indagaciones, con el
    abuso del ensayo
    especulativo. Imágenes
    de la independencia organizada en función de
    la retórica de la «nueva izquierda". (p.126) La obra
    de Montoya es acuciosa y de gran originalidad.

    No puedo pasar por alto en esta breve enumeración
    de obras recientes que tratan el tema acerca de la naturaleza de
    la independencia peruana, el libro, también muy
    importante, del historiador peruano Heraclio Bonilla, que
    incluye, en el capítulo 2, su estudio que podemos decir
    marca el inicio del gran debate que se organizó en el
    Perú sobre la naturaleza de la independencia peruana. Me
    estoy refiriendo a "La Independencia en el Perú: Las
    palabras y los hechos
    ", escrito conjuntamente con Karen
    Spalding y por vez primera publicado por el Instituto de Estudios
    Peruanos, en 1972 (7). El nuevo libro de
    Bonilla se titula "Metáfora y realidad de la
    independencia en el Perú"
    (8) y en
    el se reafirma este prestigioso historiador en su
    interpretación.

    Una obra sumamente importante para esta temática
    -por la originalidad de sus análisis e interpretaciones-
    aunque no tenga como tema exclusivo el proceso separatista, es
    el trabajo de
    Marie – Danielle Démelas "La invención
    política. Bolivia,
    Ecuador, Perú en el siglo XIX
    " (9) Los
    capítulos III y IV de la primera parte ("América
    participa en la revolución española" y "Las
    insurrecciones americanas", respectivamente), así como "La
    cosecha del desengaño" parte preliminar de la segunda
    parte, contienen un sugestivo análisis y una
    interpretación muy meditada y original sobre lo que
    significó el tránsito de la etapa colonial a la
    etapa independiente. Refiriéndose a Lima al momento del
    inicio de la etapa explosiva de la revolución americana
    (1809 -1810), Demélas escribe: "Si la capital estaba
    condenada a la fidelidad, en el interior del país, cuyos
    lazos con Lima se deshilachaban, la esperanza despertada por
    Cádiz y el activismo de los clérigos, en acuerdo
    con los movimientos campesinos indígenas, desembocaron en
    insurrecciones de gran amplitud. Dos de ellas adquirieron una
    importancia excepcional; la primera afectó los pueblos y
    comunidades de las provincias de Huánuco y
    Huamalíes, en 1812; la segunda tomó la forma de una
    guerra dirigida por el Cuzco en todo el sur andino, entre agosto
    de 1814 y marzo de 1815" (Demélas, Lima, 2003, p.
    211)

    La obra de Demélas es su tesis de doctorado
    trabajada entre 1982 y 1989 bajo la dirección de Bartolomé Bennassar y
    que fuera defendida en 1990. Los archivos
    consultados pertenecen a diversos países (Francia,
    España, Argentina, Bolivia, Colombia, Ecuador
    y Perú). Esto lo enfatizo para poner de realce que sus
    interpretaciones están basadas en fuentes
    primarias, manuscritas e impresas, además de la consulta
    exhaustiva de las obras de investigación. No predomina,
    como en otros historiadores, el sustrato de concepciones
    ideológico políticas.

    Para el caso de la conspiración de Lima de 1809
    cuyo líder
    era José Mateo Silva, Démelas ha consultado un
    expediente conservado en el Archivo de las
    Cortes en Madrid que
    titulado por error como Expediente acerca de la
    insurrección de la provincia de Buenos Aires, en
    realidad se refiere a la conspiración de José Mateo
    Silva. Para el caso del movimiento de Huánuco de 1812 ella
    utiliza entre otras fuentes el trabajo de Jöelle Chassin y
    M. Dauzier.

    A veces, un tanto mezquinamente, no se suele citar una
    obra que considero fundamental. Me estoy refiriendo a "El azar
    en la historia y sus límites.
    Con un apéndice: La serie de probabilidades dentro de la
    emancipación peruana"
    (10),
    cuya primera edición data de 1973, pero que es un
    verdadero clásico dentro de la historiografía
    peruana. El apéndice, que sin embargo es la parte
    más extensa de la obra, trae tres capítulos
    realmente magistrales:

    -"La erosión en
    el Imperio hispánico de Ultramar: el caso del
    Perú"

    -"El retardo en la Independencia peruana"

    -"Luces y sombras en la Independencia
    peruana"

    Una obra recientemente aparecida en su versión
    española es «Nación
    y sociedad en la
    historia del Perú» del prestigioso historiador Peter
    Klaren, la cual condensa en un poco más de quinientas
    páginas toda la historia del Perú. Por su calidad
    excepcional no puede dejar de leerse. El tema que estamos viendo
    lo analiza Klaren en el capítulo IV, el cual lleva el
    sugestivo título «De la reforma imperial a una
    independencia a regañadientes, 1730-1824» y
    especialmente en el subtítulo «La caída del
    gobierno realista y el advenimiento de la independencia:
    1780-1824». Referente a la naturaleza de la independencia
    peruana y sus diversas interpretaciones, Klaren
    escribe:

    "Las interpretaciones de los orígenes de la
    independencia peruana por lo general se agrupan dentro de tres
    posiciones. La postura tradicional o patriótica, impulsada
    por el estado
    oligárquico antes de 1968, era que los peruanos de todos
    los grupos
    étnicos y sociales –indios, mestizos y criollos-
    fueron movilizados y liderados por «heroicos»
    líderes criollos en un levantamiento popular contra el
    dominio
    hispano. Esta versión oficial se enseñaba en las
    escuelas a todos los niveles y fomentaba el mito del
    «nacionalismo
    criollo» para unir la nación
    bajo el dominio de la elite.

    La revolución nacionalista y populista de Velasco
    de 1968, cuyo símbolo fue Túpac Amaru II, buscando
    reivindicar e incorporar las masas indias a través de la
    reforma
    agraria y otros cambios, articuló un discurso
    alternativo sobre el «nacionalismo indígena».
    En esta versión, se incorporó al panteón de
    los héroes de la independencia peruana a líderes
    indígenas como Túpac Amaru II, junto a los ya
    conocidos héroes criollos, sirviendo así de igual
    manera para unificar la nación, pero esta vez en forma
    más inclusiva y popular.

    Tanto la versión «criolla» como la
    «indígena» del nacionalismo, fueron
    cuestionadas por una escuela revisionista de historiadores
    marxistas, encabezados pro Bonilla y Spalding (1972, 1981), y que
    surgió a comienzos de la década de 1970. Bonilla y
    Spalding sostienen que el nacionalismo no existía en el
    Perú en 1820 ya que los criollos no estaban convencidos de
    la necesidad de la independencia pues sus intereses
    económicos y financieros estaban íntimamente
    ligados al antiguo régimen. …

    Desde la década de 1970, una nueva
    generación de historiadores aceptó los avances
    revisionistas, pero al mismo tiempo se movilizó para
    desplazar a Lima del estudio del colapso del viejo régimen
    hispano. Ellos describieron un movimiento mucho más
    complejo, fragmentado y regional en el cual la rebelión de
    Túpac Amaru II jugó un papel más decisivo,
    puesto que expresaba una visión multiétnica,
    transclasista y protonacionalista cuyos temas, como veremos
    más adelante, seguirían resonando en diversas
    rebeliones provinciales que condujeron a la
    independencia". (11)

    Nos centraremos en este trabajo en analizar cómo
    los pueblos del Perú reaccionaron durante la etapa de la
    presencia de la expedición libertadora del sur,
    capitaneada por José de San Martín. Veremos el
    proceso separatista peruano en esta fase, incluso desde la etapa
    previa a la llegada del ejército y escuadra libertadora,
    aunque bajo la influencia de sus agentes. Trataremos de
    acercarnos a los hechos para su adecuado conocimiento,
    porque tratar de interpretar hechos que se desconocen o se
    conocen poco es un sinsentido.

    Este trabajo lo he concebido en dos partes. La primera,
    que es la que ahora hago entrega, comprende desde los
    orígenes de la expedición libertadora del
    Perú comandada por San Martín, hasta la
    independencia de los pueblos del centro y norte del Perú,
    es decir con anterioridad a la proclamación del
    Perú realizada desde Lima. La segunda parte ha de abarcar
    desde la crisis en las
    filas realistas (defección del Numancia y motín de
    Aznapuquio) hasta la declaración, proclamación y
    jura de la independencia del Perú realizada desde Lima, en
    julio de 1821..

    NOTAS

    (1)
    O’Phelan Godoy, Scarlett. El mito de la
    "Independencia concedida": Los programas políticos del
    siglo XVIII y del temprano XIX en el Perú y Alto
    Perú (1730-1814). En: Independencia y revolución,
    Lima, Instituto Nacional de Cultura, 1987,
    tomo 2, pp. 145-199

    (2)
    O’Phelan Godoy, Scarlett. Repensando la independencia
    del Perú. En: Historia de la cultura peruana II, Lima,
    Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2001,
    pp.349-370

    (3)
    O’Phelan Godoy, Scarlett / Compiladora. La
    independencia del Perú: De los Borbones a Bolívar,
    Pontifica Universidad Católica del Perú. Instituto
    Riva Agüero, 2001

    (4)
    Fisher, John, El Perú borbónico, Lima,
    Instituto de Estudios Peruanos, 2000

    (5)
    Anna, Timothy E. La caída del gobierno
    español en el Perú, Lima, Instituto de Estudios
    Peruanos, 2003

    (6)
    Montoya, Gustavo, La independencia del Perú y el
    fantasma de la revolución, Lima, Instituto de Estudios
    Peruanos (Colección Mínima, 53), 2002

    (7)
    Bonilla, Heraclio y Karen Spalding, La Independencia en el
    Perú: Las palabras y los hechos. En: Bonilla, Heraclio, et
    al. , "La Independencia en el Perú" Lima, Instituto de
    Estudios Peruanos (Perú Problema, 7), 1972

    (8)
    Bonilla, Heraclio, Metáfora y realidad de la
    independencia en el Perú, Lima, Instituto de Estudios
    Peruanos (Colección Mínima, 45), 2001

    (9)
    Demélas, Marie – Danielle. "La
    invención política. Bolivia, Ecuador, Perú
    en el siglo XIX", Lima, Instituto Francés de Estudios
    Andinos / Instituto de Estudios Peruanos, 2003

    (10) Basadre, Jorge. El azar en
    la historia y sus límites. Con un apéndice: La
    serie de probabilidades dentro de la emancipación peruana,
    Lima, Ediciones P. L. Villanueva, 1973.

    (11) Klaren, Peter F.
    Nación y sociedad en la historia del Perú, Lima,
    Instituto de Estudios Peruanos, 2004, pp.160-161

    SAN MARTÍN
    PREPARA LA EXPEDICIÓN LIBERTADORA DEL PERÚ. SUPE,
    PRIMER PUEBLO PERUANO EN PROCLAMAR SU
    INDEPENDENCIA

    1817 puede ser considerado el año en el cual la
    Expedición Libertadora del Sur inicia su
    intervención directa en el proceso separatista del
    Perú. En aquel año llegaron al territorio del
    virreinato peruano diversos emisarios enviados por San
    Martín, con el objeto tanto de ponerse en contacto con
    reconocidos patriotas como para estudiar el ambiente
    reinante en este territorio.

    En noviembre de 1817 llegó a Lima, a bordo del
    navío Anfión, Domingo Torres, enviado con la
    aparente inocente misión de
    proponerle al propio virrey Pezuela un canje de prisioneros, pero
    en realidad con la secreta finalidad de hacer contacto con
    patriotas peruanos. Sabemos que llegó a ponerse en
    comunicación nada menos que con Remigio
    Silva.

    En mayo de 1818 llegó a Lima otro emisario, don
    Pedro Noriega, quien había sido tomado prisionero en la
    batalla de Maipú. Se presentó como representante de
    San Martín y entregó a Pezuela, según lo
    consignado por el propio virrey, un oficio de San Martín
    en el cual se le hacía responsable de la sangre que se
    derramara en lo sucesivo si no obraba con arreglo a la voluntad
    del pueblo peruano. Este oficio irritó al virrey, quien al
    respecto comentó: "Este niño con zapatos nuevos
    (pues era la única acción
    que había ganado, pues la de Chacabuco no se puede llamar
    tal) creyó enseñándomelos con el lenguaje
    que acostumbran estos hombres, a la menor ventaja había de
    amilanar a un soldado envejecido en ganar acciones sobre
    ellos; y así será la contestación que
    recibirá"

    En 1819 llegaron otros emisarios tales como José
    Navarro, José García y José Fernández
    Paredes. Navarro llegó al Callao el 4 de enero del
    mencionado año. Apresado, fue conducido a los calabozos
    del Real Felipe. Sabemos, por la misiva que Navarro
    escribió a San Martín desde Santiago, el 24 de
    marzo de 1819, que, a pesar de la incomunicación en la
    cual se le mantuvo, logró "notificar a mis
    compañeros de casamatas el buen estado de las
    cosas y del poco tiempo que les quedaba que sufrir para la
    restauración total de su libertad…"
    Asimismo logró poner sigilosamente una carta de San
    Martín en manos de Pedro Abadía. Sabemos, por dicha
    carta, que por denuncia de un gallego, Abadía no pudo
    actuar adecuadamente a favor de la misión de
    Navarro. (1)

    En marzo o abril de 1819 llegaron los emisarios
    García y Paredes. "Debían informarse de todo cuanto
    tenía relación con el ejército real, del
    plan de
    operaciones
    que se pensaba seguir en caso de ser Lima atacada y del punto de
    la costa por donde se esperaba que el enemigo había de
    desembarcar. Esto era lo principal, pero sus investigaciones
    debían extenderse a las personas que rodeaban al Virrey, a
    la situación e ideas que dominaban en ambos cabildos, el
    civil y el eclesiástico, a lo que pensaba el Arzobispo de
    Lima y sus familiares y, en general, debían dar los
    nombres de los que más se señalaban o por su
    aversión a la causa o por su patriotismo" (2).
    Por no sabemos qué razones, en noviembre, García se
    entregó a las autoridades e informó acerca de los
    pormenores de su misión, indicando incluso los nombres de
    todas las personas comprometidas por sus ideas separatistas. El
    virrey ordenó que el Teniente Coronel Fernando Cacho le
    tomase su declaración, la cual se levó a cabo el 15
    de febrero de 1820. Gracias a ella sabemos que había
    traído misivas para los sacerdotes Carrión y Tagle,
    Jerónimo Espinoza, Diego Aliaga, el doctor Pezet, el conde
    la Vega del Ren, Hipólito Unanue, Gaspar Rico, Riva
    Agüero, etc.

    Como podemos deducir de todo lo referido, el
    envío de los emisarios fue un plan muy bien meditado.
    Constituyó una etapa previa y necesaria antes de lanzarse
    a la fase decisiva de la intervención directa del
    Ejército Libertador del Sur en suelo peruano. No
    solo tenían como misión un plan de reconocimiento,
    sino también hacer proselitismo a favor de la
    separación, el publicitar en favor de la independencia
    mediante la circulación de diversas proclamas, muchas de
    ellas suscritas por San Martín.

    Habiendo logrado consolidar totalmente la independencia
    de Chile, San Martín se dirigió hacia Buenos Aires
    el 13 de abril de 1818, llegando a dicha ciudad el 4 de mayo. De
    inmediato se puso a trabajar para lograr los fondos necesarios
    para la expedición libertadora del Perú,
    solicitando la suma de quinientos mil pesos. No sería
    fácil esa tarea porque la situación en el
    Río de la Plata no era nada halagüeña.
    Pueyrredón le contestó en el sentido de que era del
    todo imposible reunir dicha cantidad. Por este motivo, y como una
    maniobra táctica para presionar a las autoridades
    bonaerense, San Martín presentó su renuncia el 4 de
    setiembre de 1818. Consiguió, en parte, su objetivo,
    porque le prometieron entregarle la cantidad
    solicitada.

    Entre octubre de 1818 y marzo de 1919 San Martín
    hizo un viaje a Chile. De regreso nuevamente a su suelo patrio,
    vino a aquejarle una dolencia que requería cierto cuidado
    y en vista de ello presentó, el 26 de diciembre de 1919,
    su renuncia al mando del Ejército de los Andes,
    argumentando encontrarse enfermo y necesitado de pasar a los
    baños de Cauquenes. El gobierno Rioplatense no le
    aceptó la renuncia, expidiéndose, con fecha 8 de
    enero de 1820, y con la firma de Rondeau, Director de las
    Provincias Unidas del Río de la Plata, un decreto por el
    cual se le concedía "su pase a los baños de
    Cauquenes y cuidar exclusivamente de su convalecencia y entera
    reposición, bajo aquella calidad, y con la investidura de
    Capitán General y en Jefe del citado ejército ya
    sea reunido o seccionado, en cuyo concepto
    deberá proveer lo conveniente en orden a su fomento,
    disciplina y
    demás desde el punto donde se hallase, pues así lo
    exige el buen servicio del
    Estado en cuyo obsequio ha prestado constantemente sus relevantes
    servicios" (3)

    1819 es trascendental en el proceso de la
    preparación de la empresa
    libertadora del Perú, puesto que en dicho año,
    exactamente el 5 de febrero, se suscribió el denominado
    «Tratado Particular entre el Estado de las Provincias
    Unidas del Río de la Plata y el de Chile». Este
    documento puede ser considerado, sin exageración alguna,
    como la partida de nacimiento de la expedición libertadora
    del Perú. Por su importancia lo transcribimos
    íntegramente:

    "Artículo 1° Conviniendo ambas partes
    contratantes con los deseos manifestados por los habitantes del
    Perú y con especialidad por los de la capital de Lima, de
    que se les auxilia con fuerza armada
    para arrojar de allí al gobierno español y
    establecer el que sea más análogo a su constitución física y moral, se
    obligan las dos partes contratantes a costear una
    expedición que ya está preparada en Chile con este
    objeto.

    Artículo 2° El ejército combinado de
    las Provincias Unidas y de Chile, dirigido contra los mandatarios
    actuales de Lima y en auxilio de aquellos habitantes,
    dejará de existir en aquel país luego que se halla
    establecido un gobierno por la voluntad libre de sus naturales, a
    menos que por exigirlo aquel gobierno y siendo conciliable con
    las necesidades de ambos países contratantes, se convengan
    los tres estados de Chile, Provincias Unidas y Lima en que dicho
    ejército permanezca por algún tiempo en aquel
    territorio. Para este caso deberán ir autorizados los
    generales u otros ministros de las Provincias Unidas y de Chile
    para tratar sobre este punto con el gobierno que se establezca en
    Lima.

    Artículo 3° Para evitar todo motivo de
    desavenencia entre los dos estados contratantes y el nuevo que
    haya de formarse en el Perú, sobre el pago de los costos de la
    expedición libertadora y queriendo alejar desde ahora todo
    pretexto que pudiera tomar los enemigos de América para
    atribuir a esta expedición las miras interesadas que le
    son más extrañas, se convienen ambas partes
    contratantes en no tratar de cobro de estos costos hasta que
    puede arreglarse con el gobierno independiente de Lima,
    observando hasta entonces el ejército combinado la
    conducta
    conveniente a su objeto, que es el de proteger y no el de
    hostilizar a aquellos habitante. Sobre todo lo cual se
    darán las órdenes más terminantes por ambas
    partes a sus respectivos generales.

    Artículo 4° Las cuentas del costo de la
    expedición libertadora y de la escuadra de Chile que la
    conduce, después de haber franqueado el mar
    Pacífico al efecto, se presentarán por los
    ministros o agentes de los gobiernos de Chile y delas Provincias
    Unidas al gobierno independiente de Lima, arreglando con
    él amigable y convenientemente las cantidades, plazos y
    términos de los pagos.

    Artículo 5° Las dos partes contratantes se
    garantizan mutuamente la independencia del Estado que debe
    formarse en el Perú, libertada que sea su
    capital.

    Artículo 6° El presente tratado será
    ratificado por el Excelentísimo Señor Director
    Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, y
    por el Excelentísimo Señor Director Supremo del
    Estado de Chile dentro del término de 60 días, o
    antes si fuera posible.

    Fecho y firmado en la ciudad de Buenos Aires, a 5 de
    febrero de 1819

    (f) Gregorio Tagle (f) Antonio José de
    Irizarri (4)

    1819 no es tan solo el año de la
    suscripción del acta oficial de la expedición
    libertadora del Perú, sino también el del
    envío al Perú de los dos cruceros que estuvieron al
    mando del intrépido marino Lord Tomás Alejandro
    Cochrane, conde Dundonald. Ambas expediciones tenían como
    objetivo el tomar contacto directo con el territorio peruano, el
    cual pronto sería el teatro de
    acciones de la expedición libertadora del sur. Pero no
    solo con el territorio. También con personas que de una u
    otra manera podían ser útiles para el proceso
    separatista.

    El primer crucero se levó a cabo entre enero y
    junio de 1819. La escuadra, al mando de Cochrane, zarpó de
    Valparaíso el 14 de enero. Ese día zarparon los
    navíos O’Higgins, San Martín, Lautaro,
    Chacabuco, comandados por Roberto Forster, Guillermo Wilkinson,
    Jorge Martín Guise y Tomás Carter, respectivamente.
    Dos días después lo hicieron los navíos
    Galvarino y Pueyrredón. El 27 de febrero se encontraban ya
    en la isla de San Lorenzo, frente a la capital del Perú.
    Continuaron la travesía y el 28 de marzo anclaban en
    Huacho y de inmediato tomaban el pueblo de Huaura, un pueblito al
    norte de la ciudad de Lima.

    El virrey Pezuela fue informado de estos sucesos el 1 de
    abril, tal como lo consigna en su Diario: "Al amanecer
    recibí un extraordinario de Guacho, participándome
    haber fondeado la escuadra enemiga en aquel puerto el día
    28 por la tarde y pasado el aventurero Cochrane al Comandante
    militar un oficio en el que le decía que no iba hacer
    daño
    alguno…" Al día siguiente recibió la noticia del
    desembarco de Cochrane y la toma de la ciudad: "Tuve aviso de
    Guacho participándome que lo enemigos habían
    desembarcado el 29, 400 a 500 hombres, dirigidos a Huaura, que
    tomaron con muy poca resistencia,
    auxiliados de todos los indios del numeroso pueblo de guacho que
    al instante se unieron a ellos… lo mismo ejecutaron casi todos
    los habitantes de Huaura, a excepción de muy pocos buenos
    españoles…"

    Pezuela nombró, el 2 de abril, a D. Rafael de
    Ceballos, Comandante del Batallón de Cantabria, como jefe
    de una partida que debería marchar hacia Huaura. Dicha
    partida estaba integrada por tropas de los batallones del
    Infante, del Cantabria, de los Húsares y de los Dragones
    de Lima, con un total de 700 efectivos. Encargaba a Ceballos no
    solo el mando militar sino también aprehender y juzgar a
    todos aquellos habitantes que hubiesen auxiliado a la escuadra de
    Cochrane.

    Mientras tanto Cochrane había ordenado abandonar
    Huaura. Parte de la escuadra se dirigió hacia el Callao y
    parte hacia Supe. Hacia este último lugar llegó el
    propio Cochrane. Aquí ocurriría un hecho de
    relativa trascendencia histórica, por cuanto es un
    indicador de la actitud
    favorable del pueblo peruano a favor de la independencia. Explica
    hechos que poco tiempo después ocurrirían con la
    presencia del ejército libertador del Perú y con
    anterioridad a la proclamación de la independencia desde
    Lima. Este hecho es la proclamación de la independencia
    por el pueblo de Supe, que ocurrió el 5 de abril de
    1819.

    El propio virrey Pezuela es quien nos da
    valiosísimos datos sobre el
    particular. En su Diario o Memoria de
    Gobierno, con fecha 8 de abril anotó pormenores de tal
    suceso. Consigna allí lo siguiente: "…los vecinos de
    Supe se juntaron en Cabildo el día 5, proclamando la
    patria y ofreciendo sus esfuerzos a favor de ella". Señala
    asimismo que se abrió, a consecuencia de todos estos
    sucesos, tres procesos. El
    primero de ellos en Guacho, a aquellos naturales que
    habían auxiliado a la escuadra de Cochrane. De este
    proceso resultaron ocho indios y una mujer condenados
    a la pena d muerte,
    habiéndose llevado a cabo dicho castigo sólo con
    cuatro de ellos, pues los otros cuatro y la mujer fueron
    perdonados. El segundo proceso fue abierto "por la infidencia
    cometida en el pueblo de Supe, donde recibieron a los enemigos
    con la mayor demostración de amistad, tuvieron
    cabildo abierto, donde juraron la bandera de ellos y su causa de
    independencia de una manera escandalosa, que excepto uno que otro
    que huyó, casi todos los restantes abandonaron la causa
    del Rey prestándoles toda clase de
    auxilio…"

    ¿Quiénes fueron los dirigentes de este
    movimiento de Supe? De resultas del proceso que allí se
    abrió podemos conocer los nombres de estos, todos los
    cuales fueron sentenciados a la pena capital, aunque esta no pudo
    llevarse a cabo porque casi todos lograron embarcarse en la flota
    de Cochrane, excepto Manuel Fonseca. Los dirigentes de este
    movimiento fueron: Andrés de los Reyes, Francisco de
    Vidal, Cayetano Requena, Juan Fonseca, Manuel Fonseca, Juan
    Franco, Manuel Villanueva, Juan Aranda, Doroteo de los Santos y
    el zambo Luis Risco.

    El tercer proceso se instauró contra los
    siguientes personajes: Marcelino Saldamando (sentenciado a cuatro
    años de prisión), Anselmo Borjas, fraile
    guardián de San Francisco; frailes Juan de Belén,
    Vicente Sevilla y el limosnero de los santos lugares,
    sentenciados a ser reprendidos por sus respectivos
    prelados. (5)

    Cochrane no permaneció muchos días en
    Supe. El 7 de abril levaba anclas y se dirigió hacia
    Huarmey. Allí, el 10 de abril, se apoderó del
    bergantín francés "La Gazelle" y de un cargamento
    de sesenta mil duros, de propiedad
    española.

    De Huarmey enrumbaron hacia Samanco donde capturaron la
    goleta Macedonia, propiedad de un tal Smith. Luego se dirigieron
    a Paita, donde llegaron el 13 de abril, tomando al día
    siguiente la ciudad luego de haber hecho huir la
    guarnición realista situada en el mencionado
    puerto.

    Después del último suceso mencionado la
    escuadra al mando de Cochrane comenzó el retorno a Chile.
    En el puerto del Callao debería reunirse con el resto de
    la flota, la cual al mando de Blanco Encalada se encontraba,
    desde el 4 de abril, bloqueando el mencionado puerto. Pero cuando
    Cochrane llegó al Callao se dio con la sorpresa de no
    encontrar a Blanco Encalada, por lo que tuvo que volver a Supe,
    donde el 8 de mayo hizo desembarcar un contingente de 40 hombres
    al mando de Guillermo Miller y de Roberto Forster. Luego
    siguió rumbo al norte, desembarcando el 14 de mayo en
    Huarmey. Pasó después s Samanco, desde donde
    emprendió nuevamente el regreso. Llegó al Callao y
    no encontrando por segunda vez a Blanco Encalada, decidió
    seguir con destino a Valparaíso, donde arribó el 16
    de junio. No había podido hallar a Blanco Encalada porque
    este, por falta de víveres y agua,
    había tenido que levantar el asedio de la capital peruana
    y emprender el retorno a Chile.

    La segunda travesía de Cochrane por la costa
    peruana se realizó entre setiembre y diciembre de 1819. La
    flota estaba compuesta por los mismos navíos que
    habían tomado parte en el primer crucero, con
    excepción de la fragata Independencia, que
    reemplazó a la Chacabuco

    (Ver cuadros)

    Navíos

    Oficiales

    Marinos

    Extranjeros

    Marinos

    Chilenos

    Grumetes

    Artilleros

    De mar

    Soldados de

    Infantería

    Total

    Cañones

    Comandantes

    O’Higgins

    7

    47

    94

    45

    20

    70

    283

    48

    R.Forster

    San Martín

    8

    102

    169

    35

    72

    69

    456

    52

    G. Wilkinson

    Lautaro

    9

    109

    80

    27

    26

    38

    282

    48

    J. G. Martín Guise

    Chacabuco

    7

    6

    78

    18

    109

    20

    Tomás Carter

    Total

    31

    264

    421

    107

    118

    195

    1130

    168

    4

    Navíos

    Clases

    Cañones

    Comandante

    O’Higgins

    Fragata

    48

    Vicealmirante R. Forster

    San Martín

    Navío

    64

    D.G. Wilkinson, Capitán de
    Navío

    Lautaro

    Fragata

    50

    J.M. Guise, Capitán de
    Navío

    Independencia

    Fragata

    28

    A. Forster, Capitán de
    Navío

    Victoria

    Bergantín

    28

    Destinada a brulote

    Jerezana

    Bergantín

    28

    Idem

    Galvarino

    Fragata

    18

    D.J. Spry, Capitán de corbeta.

    Araucano

    Fragata

    16

    D. Crosby, Capitán de Corbeta.

    CDIP, La Expedición Libertadora,
    t. VIII, v. 3°

    A diferencia de la primera travesía esta segunda
    no dio como resultado ninguna proclamación de
    independencia.

    El 12 de setiembre la escuadra libertadora al mando de
    Cochrane zarpó del puerto de Valparaíso.
    Después de 16 días de navegación, es decir
    el 28, llegaba a inmediaciones de la isla de San Lorenzo, frente
    a la capital del Perú. Permaneció Cochrane en el
    Callao hasta el 7 de octubre, día en el cual una parte de
    la flota enrumbó hacia el sur y la otra hacia el norte.
    Aprovechando de su permanencia en las costas del Callao,
    aprovecharon para atacar varios navíos realistas surtos en
    el puerto del Callao.

    El grupo que se había dirigido hacia el sur, y
    que esta dirigido por Guise, desembarcó en Pisco el 7 de
    noviembre, después de vencer la resistencia realista al
    mando del coronel Manuel Gonzales.

    Habiéndose aprovisionado adecuadamente volvieron
    a embarcar y tomaron dirección norte con el objeto de
    unirse con el resto de la escuadra. El 16 de noviembre y a la
    altura de Santa, se llevó a cabo la reunión de
    ambas partes. El 21 comenzaron la persecución de la
    fragata española "Prueba" y tras de ella llegaron hasta el
    fondeadero de la isla de Puná, donde se apoderaron de los
    navíos Begoña y Águila. El 13 de diciembre
    la escuadra abandonaba el puerto de Guayaquil y ahora sí
    emprendían viaje de regreso a Chile. (6)

    El 28 de enero de 1820 se le comunicaba a San
    Martín que el Director Supremo de Chile, "a
    satisfacción del ejército y de todo buen patriota"
    lo acababa de nombrar General en Jefe del Ejército
    Expedicionario" (7)

    La situación anárquica imperante en el
    Río de la Plata creaba serias dificultades, tantas que San
    Martín creyó conveniente dimitir su cargo de
    General en jefe del Ejército de los Andes, para lo cual el
    26 de marzo de 1820 dirige a Gregorio de las Heras, Coronel Jefe
    del Ejército de los Andes, un oficio presentando su
    renuncia. San Martín da como explicación
    justificativa de su actitud el hecho de no existir ni el Congreso
    ni el Director Supremo de las Provincias Unidas, autoridades de
    las cuales emanaba la suya. Leamos lo que el propio San
    Martín consignó en el oficio: "El Congreso y
    Director Supremo de las Provincias Unidas no existen; de estas
    autoridades emanaba la mía de General en Jefe del
    Ejército de los Andes, y por consiguiente creo mi deber y
    obligación el manifestarlo al cuerpo de oficiales de
    Ejército de los Andes, para que ellos por sí y bajo
    su espontánea voluntad nombren un general en jefe que deba
    mandarlos y dirigirlos y salvar por este medio los riesgos que
    amenazan a la libertad de América" (8)

    En vista de la actitud de San Martín, los jefes y
    oficiales del citado ejército se reunieron e Rancagua el 2
    de abril, con la finalidad de examinar el planteamiento de San
    Martín y tomar un acuerdo al respecto. En dicha
    reunión hizo uso de la palabra el General D. Enrique
    Martínez, en el sentido de que los argumentos esgrimidos
    por San Martín para declarar la caducidad de su
    máxima autoridad
    carecían en realidad de verdadero fundamento y que por lo
    tanto no debería procederse a la elección de un
    nuevo jefe. Esta opinión fue respaldada por los coroneles
    Mariano Necochea, Pedro Conde y Rudecindo Alvarado. Se
    convirtió ella en moción y como tal fue sometida al
    voto, resultando aprobada, como era de esperar. En virtud de este
    acto, San Martín quedaba confirmado en su delicada
    función de General en Jefe del Ejército de los
    Andes. Se encargó de inmediato a Las Heras para que
    transmitiese dicho acuerdo al interesado, debiéndose
    señalársele que los jefes y oficiales habían
    convenido que quedaba "sentado como base y principio, que la
    autoridad que recibió el General de los Andes para hacer
    la guerra a los españoles no ha caducado ni puede caducar,
    pues que su origen, que es la salud del pueblo, es
    inmutable" (9)

    El 6 de mayo de 1820 el gobierno de Chile
    confirió a San Martín el mando de General en Jefe
    del Ejército Libertador del Perú. Este hecho
    debió tranquilizar, por lo menos un tanto, a aquellos que
    desesperaban al ver que la expedición tardaba tanto en
    emprender su misión. Esta impaciencia se refleja
    claramente en el
    periódico chileno El Censor de la Revolución,
    en el cual se llega a acusar al gobierno de Chile de no hacer los
    esfuerzos necesarios para llevar a cabo la expedición. En
    el número 1 del citado periódico,
    de fecha 20 de abril de 1820, se lee lo siguiente:
    "¿Habrá o no habrá expedición al
    Perú? El interés de
    toda la América la exige, los pueblos del Perú la
    desean con ansia, la existencia de Chile depende de ella, y la
    tranquilidad de las provincias del Río de la Plata acaso
    resultará de su buen éxito" (10)

    Aunque la expedición solo saldrá a
    mediados de agosto, ya en el número 7, de 10 de julio de
    1820, de la misma citada publicación, se habla de la
    inminente salida de ella y por anticipado le brinda sus mejores
    augurios: ¡Felices los que van a participar los riesgos de
    esta empresa! Su
    suerte será envidiada de todas las almas, a quienes
    el amor de la
    gloria inspira una pasión fuerte por los grandes
    designios" (11)

    Siguiendo con los últimos preparativos de la
    expedición, el senado chileno creyó conveniente
    darle al jefe de ella una serie de instrucciones, a las cuales
    debería ceñirse rigurosamente. Estas Instrucciones
    fueron dadas el 23 de julio de 1820 y constaban de veinticinco
    artículos. Se establecía que la fuerza solo
    debería ser utilizada en los casos de obstinada
    resistencia y después de haber convidado a los pueblos con
    la paz

    En gran parte la actuación militar y
    política de San Martín en el Perú, que a
    muchos desconcierta por su actitud pacífica y
    relativamente lenta, encuentra su explicación en estas
    instrucciones. Se establecía que deberían ser
    tratados como
    hermanos los pueblos que se entregasen voluntariamente a la causa
    separatista. Por ningún motivo se ofendería ni
    insultaría a nadie, ni siquiera a aquellas personas
    contrarias a la separación. Se debería castigar
    severamente a los miembros del Ejército Libertador que
    incumpliesen estas normas. Es a este
    espíritu de exigencia principista que se ciñe la
    proclama que San Martín dirigió a su tropa apenas
    llegado a las costas del Perú, que más adelante
    tendremos oportunidad de conocer.

    En las Instrucciones a las cuales nos estamos refiriendo
    se ordenaba, asimismo, que cuando se ingresase a un pueblo se
    convocaría a elecciones para nuevos gobernantes, y que
    sería a estas nuevas autoridades a quienes se le
    solicitaría todo lo necesario para la guerra libertadora.
    En los pueblos que voluntariamente se ofrecían a la causa,
    se elegirían dichas nuevas autoridades y se
    gestionaría la proclamación pública y
    solemne de la independencia. Este mandato fue fielmente cumplido
    por el libertador, quien logró, como tendremos oportunidad
    de analizar, ganar a la causa separatista y conseguir que todo el
    centro y norte del Perú proclamasen su independencia antes
    que Lima fuese tomada. Las instrucciones establecían que
    si se presentaba el caso de que Lima, la capital del Perú,
    y algunos otros pueblos no aceptasen los ofrecimientos de paz y,
    por esta circunstancia, tener que recurrir al uso de la fuerza,
    tendría que tomarse las medidas adecuadas para evitar los
    saqueos, las violencias y, en general, cualquier posible exceso.
    En las localidades tomadas por la fuerza se reuniría a los
    elementos patriotas que en dichos pueblos existiesen, para que
    fuesen ellos los encargados de elegir a los nuevos gobernantes.
    Quedaba terminantemente prohibido para los jefes y oficiales del
    Ejército Libertador asumir cargo político alguno.
    Se establecía que en Lima se elegiría un Director o
    una Junta Suprema, para que, con plenos poderes, gobernase sobre
    todo el territorio. Las Instrucciones autorizaban, asimismo, el
    poder separar
    de los empleos políticos y militares a todos aquellos
    funcionarios de gobierno o militares contrarios a la causa
    separatista.

    El General en Jefe del Ejército Libertador
    tendría que solicitar a la suprema autoridad constituida
    en la ciudad capital la redacción de una Constitución
    provisoria, la cual debería ser jurada solemnemente por
    todas las provincias del Perú. Se señalaba que para
    la redacción d esta Carta Constitucional debería
    conciliarse el nuevo sistema liberal con las antiguas costumbres,
    las cuales "no podrán ser alteradas sin pesadumbres y
    notables sentimientos de sus habitantes, y cuya
    extirpación debe ser obra de la prudencia y del
    tiempo".

    En concordancia con este principio, en los pueblos que
    fuesen plegándose a la causa separatista no se
    haría la menor novedad en el orden jerárquico d los
    nobles, caballeros, cruzados, títulos, etc. Se
    cuidaría que no se hiciesen secuestro de
    bienes, salvo
    en los casos de aquellas personas que hubiesen fugado para
    reunirse con los realistas y también en el caso de los
    bienes de peninsulares. Se debería recibir amigablemente a
    todos aquellos que habiendo sido contarios a la independencia,
    decidiesen quedarse y conformarse con el nuevo
    sistema.

    En cuanto a las contribuciones que fuesen estrictamente
    necesarias imponer, ellas deberían recaer en primer lugar
    sobre los españoles, criollos tercos y obstinados, y en
    segundo lugar sobre los indiferentes.

    Quedaba autorizado aplicar la pena de destierro,
    así como también el remover de sus empleos
    públicos a los sacerdotes que se considerase estrictamente
    necesario. Sin embargo debería tenerse siempre presente
    que las iglesias y sus bienes eran inviolables. La religión
    católica sería respetada fielmente y cualquier
    transgresión a este mandato sería severamente
    castigado.

    En cuanto al trato con los indígenas se
    establecía que deberían ser tratados con lenidad y
    aliviados, en cuanto fuese posible, de las graves pensiones con
    que los oprimía el sistema español. Deberían
    entrar en igualdad de
    condiciones que los demás pobladores en cuanto al goce de
    la libertad civil.

    Si fuese necesario levantar cuerpos militares con los
    naturales del país debería cuidarse que se
    confundiesen las castas, "entre quienes siempre se observan
    ciertos principios de
    rivalidades ofensivas a la unión y disciplina militar. Se
    mandaba no se hiciese novedad alguna en lo referente a la
    libertad de los negros esclavos, pues esto debería ser
    privativo de las autoridades que se constituyesen. Sin embargo se
    podría recibir en el ejército a todos los negros y
    mulatos que voluntariamente se presentasen, pero sin darse por
    entendido de su libertad, salvo que mediasen circunstancias
    gravísimas que así lo exigiesen, Si se diese el
    caso de que muchos esclavos se presentasen para el
    ejército, entonces se remitirían a Chile dos o
    más batallones. Se establecía que existía la
    obligación de comunicar cualquier resultado o providencia
    que tomase al Supremo gobierno y Senado de Chile, interín
    se acordaba la remisión de un diputado" (12)

    Estas Instrucciones dirigidas expresamente al
    Excelentísimo General en Jefe de la Expedición
    Libertadora del Perú, y a las cuales debería
    ceñirse estrictamente, en realidad no fueron aceptadas por
    San Martín, quien, encontrado algunos puntos contrarios a
    sus planes, e ideas muy sagazmente se dio maña para
    ignorarlas oficialmente, llegando al punto de afirmar, tiempo
    más tarde, que nunca las había conocido. Esta
    afirmación la hizo a raíz de la publicación
    en el periódico limeño El Correo Mercantil, de las
    mencionadas instrucciones. San Martín dirigió al
    Director de dicho periódico una misiva en la cual
    enfáticamente negaba haber recibido de gobierno chileno el
    citado documento. La carta en
    mención es la siguiente:

    "Mendoza, 1 de junio de 1823

    Señor Director del "Correo Mercantil" de la
    capital del Perú.

    Muy señor mío.

    Es en mi poder un impreso publicado en esa capital el
    que se encabeza del modo siguiente:

    «El ministro, plenipotenciario de Chile, cerca del
    gobierno del Perú, cree conveniente publicar el siguiente
    documento:

    Instrucciones que debe observar el ejército
    libertador del Perú. Según las instrucciones en 25
    artículos firmados por los que componían el primer
    Senado de Chile el 23 de junio de 1820».

    El que suscribe protesta no haber recibido ni
    éstas ni ningún otro género del
    gobierno de Chile, ni del de las Provincias Unidas, a menos de no
    tenerse por tales las órdenes de marchar con 3800 bravos
    de ambos estados a libertar sus hermanos del
    Perú.

    Si usted se sirve insertar en su periódico esta
    exposición se lo agradecería su
    atento servidor

    José de San Martín (13)

    De lo señalado al comentar este hecho se
    desprende claramente que opinamos que San Martín sí
    conoció estas Instrucciones. Sin embargo, en esta misiva
    transcrita San Martín dice no haberla conocido. A pesar de
    ello no miente al afirmar categóricamente no haber
    recibido, ni del gobierno de Chile ni del de las Provincias
    Unidas el mencionado documento. Pero no mentir no significa decir
    la verdad, por lo menos toda la verdad. San Martín
    formalmente no miente porque él consiguió que
    O’Higgins, Director Supremo de Chile, y su amigo
    íntimo, no le trasmitiese oficialmente copia de las
    mencionadas Instrucciones, con lo cual quedaba totalmente libre
    para actuar en atención a sus propios planes, ideas y
    principios. El no haber recibido oficialmente ese documento le
    permitió actuar sin tener que ceñirse
    necesariamente a las instrucciones dadas, aunque el
    análisis que de ella hemos hecho muestra que en
    realidad San Martín siempre las tuvo presente, pero que
    pudo actuar con mayor libertad.

    Resulta lógico preguntarse el por qué
    afirmamos que San Martín sí conoció con toda
    anticipación las Instrucciones dadas por el Senado
    chileno. Ello lo hacemos teniendo en cuenta tres factores. En
    primer lugar, porque es necesario recordar que dichas
    instrucciones fueron aprobadas por el senado chileno en sesiones
    no secretas. En segundo lugar, San Martín estaba
    íntimamente vinculado a las esferas gubernamentales
    chilenas y sobre todo con O’Higgins. En tercer lugar,
    porque encontramos que muchos de sus actos en el Perú
    siguieron fielmente lo que se había estipulado en dichas
    instrucciones.

    Si todo esto es así, ¿qué vio en
    ellas San Martín que decidió no aceptarlas
    formalmente? Consideramos que debió considerar que, a su
    criterio, algunas de estas instrucciones no eran las más
    adecuadas, que no eran concordantes con los planes que él
    debió haberse formado sobre los medios, fines
    y proyecciones de la campaña libertadora del Perú.
    Consideramos que el análisis realizado sobre este tema por
    el historiador Irrazabal Larraín es el más certero
    y es por ello que lo venimos exponiendo. El citado historiador,
    escribe: "Que San Martín tuvo conocimiento y por
    más de un conducto de tales instrucciones, adoptadas en
    sesiones no secretas del Senado, es ingenuidad pretender
    desconocerlo. Lo cierto sí ha de ser que San Martín
    al medir a primera vista cuan reñidas con sus planes
    propios podían en la práctica presentarse aquellas,
    obtuvo de O’Higgins que no le fuera trasmitidas
    oficialmente, pudiendo de este modo no sólo esquivar su
    cumplimiento sino, al ser preciso, alegar ignorancia a su
    respecto" (14)

    Faltando casi un mes para zarpar al mando de la
    expedición rumbo al Perú, San Martín,
    siempre preocupado por la suerte de su patria y desilusionado por
    el caos reinante en ella a consecuencia de la falta de un
    gobierno central, dirigió a los habitantes de las
    Provincias unidas una sentida proclama, que puede ser considerada
    como una pieza antológica representativa de su pensamiento
    político, y en la cual les hace ver los graves yerros
    cometidos y en los cuales aún viven. Esta proclama
    está fechada en el Cuartel General en Valparaíso,
    el 22 de julio de 1820. Comienza ella con las siguientes
    expresiones:

    "Voy a emprender la grande obra de dar la libertad al
    Perú. Mas antes de mi partida quiero deciros algunas
    verdades, que sentiría las acabaseis por
    experiencias"

    Luego, en forma directa y con una franqueza
    incomparable, señálales los males que los
    aquejan:

    "Vuestra situación no admite disimulo; diez
    años de constantes sacrificios sirven hoy de trofeo a la
    anarquía; la gloria de haberla hecho, es mi pesar actual,
    cuando se considera su poco fruto. Habéis trabajado un
    precipicio con vuestras propias manos, y acostumbrados a su
    vista, ninguna sensación de horror es capaz de deteneros.
    El genio del mal os ha inspirado el delirio de la
    federación. Esta palabra está llena de muertes y no
    significa sino ruinas y devastación… Pensar en
    establecer el gobierno federativo en un país casi
    desierto, lleno de celos y antipatías locales, escaso de
    saber y de experiencia en los negocios
    públicos, desprovisto de rentas para hacer frente a los
    gastos del
    gobierno central, fuera de los que demande la lista civil de cada
    Estado, es un plan cuyos pliegos no permiten infatuarse, ni aun
    con el placer efímero que causan siempre las ilusiones de
    la novedad".

    Les enrostra, asimismo, las calumnias que continuamente
    se han levantado contra él, tanto las que en un primer
    momento fueron en la cobarde oscuridad del anonimato y del rumor,
    como las posteriores ya sin ningún disfraz, de las que
    tuvo que recibir los "improperios más exagerados".
    Justifica, más adelante, su abstención en la lucha
    contra los federalistas, afirmando que su actuación
    habría significado el tener que "renunciar a la empresa de
    libertar el Perú" (15)

    Un día antes de darse inicio a la empresa de
    libertar al Perú del dominio hispano, San martín
    volvió acordarse de su patria y se dirigió al
    Cabildo de Buenos Aires, esta vez a través de una nota
    fechada el 19 de agosto de 1820, informándole que al
    día siguiente zarparía rumbo al Perú y que
    una vez que se estableciese un gobierno central en las Provincias
    Unidas, el Ejército de los Andes quedaría de
    inmediato subordinado a sus órdenes. El oficio en
    mención es el siguiente:

    "El día de mañana da a la vela la
    expedición libertadora del Perú. Como su general,
    tengo el honor de informar a V.E. que representa al pueblo
    heroico, al virtuoso pueblo más digno de la historia de
    Sud-América y de la gratitud de sus hijos, protestando que
    mis deseos más ardientes son para su felicidad; y que
    desde el momento en que se erija la autoridad central de las
    Provincias, estará el Ejército de los Andes
    subordinado a sus órdenes superiores, con la más
    llana y respetuosa obediencia" (16)

    NOTAS

    (1)
    Documentos del
    Archivo de San Martín. (Buenos Aires: Imprenta De
    Coni Hnos. , 1910, tomo VII; pp. 136-137). [En adelante obra
    será citada como DASM]

    Comisión Nacional del Sesquicentenario de la
    Independencia del Perú. "Colección Documental de la
    Independencia del Perú", La expedición libertadora,
    tomo VIII, v.2°, pp.379-380. [En adelante esta obra
    será citada como CDIP]

    (2)
    Vargas Ugarte, Rubén. Historia General del
    Perú, Barcelona, I.G. Seix y Barral Hnos., S.A.,editor
    Carlos Milla Batres, 1966, tomo VI, p. 65

    (3)
    DASM, tomo I, p. 265

    (4)
    DASM, tomo VII, pp. 201-203

    CDIP, La expedición Libertadora, tomo VIII, v.
    2°, pp. 60-61

    Comisión Nacional del Sesquicentenario de la
    Independencia del Perú, "Antología de la
    Independencia del Perú", Lima, Imprenta del Colegio
    militar Leoncio Prado,1972, pp.221-222

    (5)
    Pezuela, Joaquín de la. Memoria de Gobierno
    (1816-1821", Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos,
    1947

    Bonilla, Manuel. "Fecha y primer lugar del Perú
    donde se proclamó la independencia"

    Mariátegui Oliva, Ricardo. "Supe, primer pueblo
    del Perú que proclamó su independencia", Lima,
    1949.

    Rosas Cuadros, Emilio. "El prócer Francisco Vidal
    y su contribución a la emancipación del
    Perú"

    Regal, Alberto. "Historia del Real Felipe del Callao
    1746-1900" Callao, 1961,cap. V, parte primera

    Pons Muzzo, Gustavo. "La expedición libertadora".
    En: CDIP, tomo VIII, volúmenes 1°, 2° y

    Cochrane, Lord Tomás A. "Memorias de
    Lord Cochrane"

    (6)
    Las mismas que para la nota 5

    (7)
    DASM, t. VII, p. 205

    (8)
    CDIP, La expedición libertadora, t. VIII, v. 2°,
    pp. 221-222

    (9)
    CDIP, La expedición libertadora, t. VIII, v. 2°,
    pp. 222-224

    (10) "La Prensa en la
    Independencia del Perú. Museo Mitre, Buenos Aires,
    1910

    (11) "La Prensa en la
    Independencia del Perú. Museo Mitre, Buenos Aires,
    1910

    (12) CDIP, La expedición
    libertadora, t. VIII, v. 3°, pp. 360-364

    Quirós, Mariano Santos de "Colección de
    Leyes,
    decretos y órdenes publicados en el Perú desde su
    independencia", Lima,1831-1854, t. I, pp. 1-4 [En adelante:
    Quirós, CLDO)

    (13) CDIP, "La expedición
    libertadora", t. VIII, v. 3°, p. 365

    DASM, t. VII, p. 293

    (14) Irrazabal Larraín,
    José M. "San Martín y sus enigmas" (Santiago de
    Chile,1949, t. I, p. 400

    (15) DASM, t. VII, pp.
    214-218

    (16) Busaniche, José
    Luis. San Martín vivo, Buenos Aires, EUDEBA, 1963, pp.
    111-112

    Partes: 1, 2, 3

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