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Clasificacion de las diversas teorias eticas




Enviado por manujuan



    1. Teorías de la
      satisfacción.
    2. Teorías libertarias
      individualistas 
    3. Teorías libertarias
      de orientación social
    4. Teorías de la
      excelencia o de la perfección
    5. Eticas
      formales
    6. Teorías, principios y
      reglas bioéticas

    Si consideramos la definición o contenido formal
    de lo que consideran el Valor
    máximo, las distintas concepciones éticas pueden
    dividirse en dos grupos
    fundamentales: las teorías de la satisfacción y las
    de la excelencia. Téngase en cuenta, que todo intento de
    esquematización implica de alguna manera simplificar lo
    que las distintas corrientes postulan. Sin embargo, un esquema
    tiene la ventaja de poder brindar
    una visión de conjunto que permite al lector que se inicia
    en la ética,
    tener una idea somera de la diversidad de opiniones en este
    campo.

    Teorías de
    la satisfacción.

    También llamadas "éticas del bien",
    éticas consecuencialistas o teleológicas.
    Tienen en común que todas, -de una u otra manera-
    consideran que lo decisivo para que el ser humano escoja los valores
    éticos, es la mayor cantidad de consecuencias favorables,
    en cuanto a satisfacción de los deseos se refiere, que
    tienen aquellos comportamientos o normas de
    conducta que
    se adopten. Conciben la ética como una reflexión (o
    teoría)
    sobre la satisfacción de los deseos del hombre. De
    forma un poco simplificada, podríamos decir que todas
    coinciden en afirmar que es bueno aquel objeto del deseo,
    permanente y sin coacción que le ocasiona
    bienestar.

    Dentro de las teorías
    éticas consecuencialistas podemos hablar de dos
    subtipos de teorías: Las teorías libertarias
    individualistas, las cuales comparten la idea de que el objeto
    del deseo ético es individual y que la libertad
    consiste en poder satisfacerlo.

    Las teorías libertarias de orientación, el
    rasgo que tienen en común es la eminencia que le dan a la
    ponderación de las consecuencias que acrecienten la
    armonía social o que lleven a la eliminación del
    conflicto. En
    ese sentido consideran que es valor ético todo aquello que
    ayude a la convivencia social mutuamente satisfactoria, que sea
    la menos conflictiva o que más acuerdo social
    genere. Por eso son también llamadas éticas de
    la convivencia social armónica.

    Teorías libertarias individualistas:
    Entre ellas tenemos al: 

    EMOTIVISMO: Hume, Ayer, Stevenson,
    son sus principales exponentes. Lo principal acerca de esta
    corriente es que no existe ninguna referencia ética que
    trascienda el propio individuo: lo
    único que vale es el interés de
    cada uno. La convivencia es algo que tenemos que aceptar en la
    medida que "nos satisface" o rechazar en la medida que "nos
    molesta". Pese a que la vida social requiere necesariamente
    ciertas limitaciones "soportables", éstas deberían
    ser las mínimas necesarias para que cada individuo pueda
    realizar su propia conducta moral privada.
    Las éticas "postmodernas" son, en esencia, un gajo del
    motivismo

    La razón humana tiene que ver -únicamente-
    con la verdad o la falsedad de "los hechos empíricos" y
    por tanto sólo se ocupa de ver los medios
    eficaces para lograr los fines. La voluntad y los afectos no
    pueden ni responder ni contradecir a la razón. Un afecto
    sólo puede ser irracional en cuanto sea un medio falso
    para obtener un fin, pero como tal afecto no es ni racional ni
    irracional.

    De ahí que la moral sea
    una cuestión de afectos y las reglas morales no puedan ser
    consideradas como derivadas de la
    razón. Cuando rechazamos un homicidio no
    decimos que sea malo porque haya sido contrario a los medios
    racionales adecuados para que se llevara a cabo tal acto, sino
    porque tenemos un sentimiento que nos dice que está mal.
    El emotivismo ético considera que las proposiciones
    éticas no establecen nunca lo verdadero o lo falso, sino
    simplemente "yo abomino esto" o "yo rechazo aquello", o "yo
    estimo esta manera de comportarme". Para el emotivismo, el hecho
    de que, por ejemplo, haya unanimidad en que la mentira es mala es
    una cuestión simplemente de las ciencias
    sociales, pero no de la ética. Solamente da a entender
    que una comunidad
    concreta (aunque sea universal) ha coincidido en "preferir
    emocionalmente la verdad".

    "OBSERVA QUÉ CONSECUENCIA PROVOCAS Y
    SABRÁS LA QUE ES BUENA", con esto podemos con una frase
    destacar la idea general del emotivismo. 

    ESPONTANEISMO VITALISTA: Nietzsche es
    el principal representante de esta corriente. Su
    afirmación básica es que la ética no depende
    de reglas sino que es "fabricada" por el instinto de poder que
    tiene el hombre y su
    tendencia a ejercer el dominio sobre los
    demás. No hay límites a
    este instinto. El hombre tiene la "obligación" de buscar
    la realización de esta espontaneidad vital sin que nada se
    lo impida. 

    HEDONISMO: Así formula Epicuro la
    ética hedonista o del placer:

    "El principio y la raíz de todo bien es el placer
    del vientre…No sé qué idea me forjaría
    acerca del bien… si suprimiese los placeres del beber y del
    comer, del oído y de
    la vista y los de Venus".

    Una versión más refinada del placer es la
    de Bentham

    Epicuro abogaba por una vida de continuo placer como
    clave para la felicidad—el objetivo de
    sus enseñanzas morales. Su gran perspicacia para
    satisfacer este fin consistía en identificar el
    límite de nuestra habilidad para experimentar el placer en
    cualquier momento.

    El mensaje epicúreo, sin embargo, con su enfoque
    sobre el placer como base natural de la moralidad,
    tiene más fuerza para
    resistir. Cuando un epicúreo contempla el placer lo hace
    ponderando más ampliamente el cómo lograr que
    éste se maximice. Él puede abstenerse de ciertos
    placeres, pero actúa así para ganar aún
    más placer en el futuro, de manera alguna para desechar el
    placer en sí mismo.

    DECISIONISMO O PREFERENCIALISMO: Hare es el
    principal representante de esta corriente ética. Él
    considera que toda conclusión de valor exige premisas de
    valor y que los principios
    morales no se adquieren por medios cognitivos ni son
    autoevidentes. Son las decisiones libres de cada uno las que
    hacen que uno valore una cosa y no otra. Sin embargo Hare acepta
    que esa preferencia no es completamente irracional ya que
    elegimos ciertos principios y los propugnamos para los
    demás porque estamos convencidos que siguiéndolos
    podemos tener una vida más acorde con nuestros deseos. De
    alguna manera Hare propugna que se trata de elegir principios que
    satisfagan los deseos de todos. Por eso hay que saber aprovechar
    los principios morales del pasado, porque muestran una
    experiencia acumulada de siglos, pero hay que cambiarlos si se ve
    que ya no satisfacen los deseos del presente. Para Hare, no hay
    -evidentemente- principios universales.  

    Teorías libertarias de
    orientación social:

    UTILITARISMO: Stuart Mill es considerado el
    fundador del Utilitarismo. El valor ético máximo o
    último que él defiende es el de la Utilidad. Este
    concepto se
    refiere a que las acciones
    humanas serán consideradas como éticamente "buenas"
    en la medida que proporcionen felicidad o bienestar; y "malas" en
    la medida que produzcan lo contrario. En cualquier circunstancia
    lo que es imperativo será buscar aquella conducta que
    comparada con otras produzca un mayor dividendo de bienestar para
    el mayor número. El principio se centra en las
    consecuencias de los actos más que en las acciones mismas.
    Ninguna acción
    está bien o mal en sí misma. Tampoco pueden
    juzgarse las acciones por las intenciones o deseos del que las
    hace. Solo las consecuencias son decisivas: romper una promesa,
    mentir, causar dolor, matar, pueden ser buenas en ciertas
    circunstancias y malas en otras. En todos los dilemas hemos de
    considerar aquel que produce el máximo beneficio al menor
    costo

    La objeción principal que se hace al utilitarismo
    globalmente considerado es de que el principio de utilidad
    (beneficio de mucha gente) puede justificar la imposición
    de un gran sufrimiento a una minoría. Esto va en contra
    del principio de justicia: no
    puede ser legítimo que la felicidad de muchos se haga a
    costa del sufrimiento de unos pocos. 

    Una segunda objeción es que el utilitarismo se
    queda sin forma de argumentar con respecto a la eticidad de
    determinadas acciones humanas. Parecería que es una
    evidencia universalmente aceptada que matar a un inocente es una
    conducta éticamente reprobable. Pero si para un
    determinado individuo es de enorme utilidad matar a un inocente
    del que la sociedad no
    podría esperar ya nada ventajoso, el utilitarismo no
    tendría argumentos para considerar que ese determinado
    acto es ilícito ya que la sociedad ni se enterará
    nunca, ni se verá perjudicada.  

    Una tercera objeción es que el criterio del
    "mayor número" o "utilidad para la mayoría"
    es  arbitrario y ambiguo. ¿Cuándo empieza a
    ser "el mayor" número?. ¿El 90 o el 80 % de la
    población?  ¿La mitad
    más 1 o los 2/3? 

    Lo que realmente tiene importancia para la evaluación
    del bienestar no es la cantidad de bienes que un
    individuo posea, si no lo que consigue haciendo uso de
    éstos.

    PRAGMATISMO Y SOCIOLOGISMO: El primero
    representado por James y por Dewey, mientras que el segundo lo
    esta por Durkheim. Los
    pragmatistas asumían, una concepción racional de la
    verdad que en términos sociológicos se tradujo por
    una mayor sensibilidad para escuchar el punto de vista de los
    actores sociales. Fue así como la historia social europea
    pasó a verse substituida en la sociología de Norteamérica por las
    historias de vida. El sociologismo afirma que la ciencia es
    un producto de la
    sociedad, que los científicos crean los hechos, ignoran la
    existencia de la realidad, la sociedad influye en la ciencia, ya
    que es ésta quien dicta lo que hay que investigar. Las
    tesis
    sociologistas no admiten que la ciencia sea un conocimiento
    universal.

    MARXISMO: Obviamente que postulado por Marx y
    también por Engels, ellos postulan que "bueno" es lo que
    permite construir la sociedad sin clases o lo que respeta la
    estabilidad de la sociedad sin diferencias
    socioeconómicas. 

    ALTRUISMO: Adam Smith, es su principal exponente.
    La base de la moral es la simpatía por los semejantes.
    Para Smith y su psicologismo altruista, el valor y el contenido
    de la conciencia moral
    se derivarían de un sentimiento de simpatía. Este
    sería el sentimiento moral básico que haría
    que desaprobemos ciertas acciones y abriguemos otras. Las reglas
    morales son pues una generalización de sentimientos de
    simpatía por ciertas acciones que se encuentra en la
    interacción social hasta llegar al
    consenso. Se daría un proceso como
    el siguiente: 1_. Hago un acto, el otro lo aprueba
    (simpatía); apruebo su aprobación (simpatizo con su
    simpatía), y este es el juicio moral de aprobación
    referente a mi propio acto o 2_ El otro desaprueba mi acto
    (antipatía), apruebo esta desaprobación (o
    simpatizo con esta antipatía) y es el juicio moral de
    desaprobación de mi acto. El juicio moral que concierne a
    mi acción es una simpatía que pasa por la
    simpatía del otro, es decir, es altruista.. Y dentro de
    estos, tenemos al  Altruismo evolucionista que considera que
    "bueno" es lo que favorece la conservación de la
    especie.

    POSITIVISMO O LEGALISMO: su lema es que lo
    "bueno" es lo que está mandado por la ley. Si existe
    una ley legítimamente establecida por los representantes
    del pueblo democráticamente elegidos eso es lo que hay que
    cumplir para poder convivir socialmente. Más allá
    que la "verdad" encontrada por los representantes elegidos, no es
    posible. 

    En resumen, las teorías consecuencialistas son
    todas relativistas, es decir, no tienen un criterio
    universalmente válido  para juzgar las acciones
    humanas sino que las valoran según las circunstancias en
    las que se llevan a cabo y especialmente de la simpatía o
    antipatía que por ellas tengan las personas, los grupos o
    las sociedades

    Teorías de la excelencia o de la
    perfección:

    Se pueden incluyen aquí tanto las llamadas
    éticas deontológicas como las
    teleo-lógicas  o de la finalidad del ser humano
    (telos=fin). Ambas, de una u otra manera dan por supuesto que hay
    un ideal específicamente humano para el hombre, que
    éste puede llegar a conocer por medio de la razón.
    Ejerciendo esta capacidad el hombre puede llegar justificar por
    qué se deben defender determinados valores o
    normas. El ideal ético variará según cuales
    sean las teorías: podrá ser el de comportarse "de
    acuerdo con lo que le indica la razón", "cumplir la ley
    universalmente válida", llevar a cabo el "ideal de
    perfección creado por Dios", la "adecuación a la
    naturaleza del
    hombre", etc. En las teorías de la excelencia, el ideal
    ético es el que juzga qué valor tienen las
    consecuencias; no al revés, como sucedía con las
    teorías de la satisfacción. Son también
    llamadas deontologismos porque mantienen que ciertas
    características -formales- de los actos humanos, que no
    son sus consecuencias, hacen correcta o incorrecta una
    acción. En ese sentido, para la mayoría de los
    autores deontológicos, hay actos que siempre son
    reprobables, como por ejemplo el mentir, el matar, el traicionar,
    etc.

    ETICAS
    FORMALES:

    DEONTOLOGIA KANTIANA: Para Kant las
    consecuencias de una acción son irrelevantes. Una
    acción es legítima cuando está de acuerdo
    con el imperativo categórico: "Actúa solamente
    según aquella máxima que puede ser convertida en
    ley universal". Este criterio es también llamado el
    Principio de la universalización. Para Kant y sus
    seguidores, la única manera que tiene la mente humana para
    saber cómo debe actuar es preguntarse si una determinada
    ley puede ser aceptable universalmente. Así por ejemplo,
    no podría ser nunca aceptada por todos los seres humanos
    una ley que dijese: debes mentir. En cambio
    sí la que mandase decir siempre la verdad. ". Esto
    implica que cada persona tiene un
    valor en sí mismo por el hecho de ser racional, y por
    tanto posee una voluntad autónoma autolegislante que es
    inalienable. 

    Para Kant la racionalidad confiere a cada uno un valor
    intrínseco. En ella reside la fuente última de la
    moralidad. El imperativo categórico es un imperativo que
    debe ser seguido por todo ser humano racional. Sólo una
    cosa es buena: la buena voluntad. Pero… ¿qué es
    una buena voluntad?: la voluntad que actúa sólo por
    el cumplimiento del deber o sea, con máximas que cumplen
    el imperativo categórico. No es pues el motivo que subyace
    a nuestras acciones, lo que determina el carácter moralmente bueno de un acto, ni
    los resultados, ni nuestros sentimientos, sino la universalidad
    de la norma aceptada por la razón. 

    Hay cuatro características principales en la
    teoría kantiana:

    1. La insistencia en que el ideal de vida para el
    hombre consiste en la aceptación a ciertas normas o
    mandamientos expresados en imperativos universales que se
    mantienen para todos los seres humanos sin excepción (el
    imperativo categórico)

    2. La insistencia de que los imperativos morales
    son incondicionales: es decir innegociables, no cambiables por
    otros; absolutos: sin excepciones; supremos: predominan sobre
    todos los otros imperativos en caso de que existan conflictos.

    3.  La insistencia de que la voluntad a la que el
    sujeto  se somete no pertenece a otra persona sino a
    él mismo; y reside en su capacidad de raciocinio, a
    través de la cual llega a encontrar los principios
    universales. (A esto se llama autonomía
    moral).

    4. La insistencia especial en ciertos valores
    éticos como la autonomía, la libertad, la
    dignidad, el
    auto-respeto
    y  el respeto por los derechos individuales, que
    han sido considerados valores esenciales desde la Revolución
    francesa hasta la actualidad. 

    RACIONALISMO: Expuesto por Hegel y Schellin
    entre otros, ambos de una u otra manera van a decir que el
    criterio fundamental para juzgar lo que es bueno, es lo que
    resulta coherente con la racionalidad humana.

    ETICA DEL DISCURSO O DE
    LA ACCION COMUNICATIVA:
    Habermas, Apel, y Adela Cortina como
    principales exponentes. Para estos, es "bueno" lo que la
    "comunidad de acción comunicativa" encuentra como tal, por
    medio del diálogo
    igualitario y racional. 

    Apel busca, pues, una ética que tenga un criterio
    de universalidad y al mismo tiempo que
    permita encontrar contenidos concretos aplicables a la
    interacción humana. Es en el "hecho" de que los hombres
    interactúan entre sí a través de
    argumentación, del diálogo, de la discusión,
    donde estos autores se ubican para extraer de ese "facto" los
    valores éticos universalmente válidos; es decir,
    parten de que la "práctica" comunicacional de todos los
    hombres es el "factum" innegable y universal apropiado para
    fundamentar los cimientos de la moral. Nadie puede desconocer que
    todo hombre racional interactúa a través de
    la
    comunicación con los demás. Quien quisiera
    negar ese hecho, ya está argumentando y "practicando" la
    comunicación. Entendiéndolo
    así, la práctica humana de la comunicación
    es el punto de partida en la que Apel y sus seguidores creen ver
    esa base firme para fundamentar una ética que sea al mismo
    tiempo formal (universalmente aceptada) y material (que permita a
    los hombres solucionar los problemas de
    la práctica). 

    ETICA INTUICIONISTA: Moore admite hechos
    éticos definitivos. Por ejemplo, decir que mentir es
    bueno, puede representar un hecho directamente observable como
    que el cielo es azul. Eso lo capta el ser humano simplemente por
    intuición. "Si se me pregunta qué es bueno, mi
    respuesta es que lo bueno es bueno, y con ello se termina la
    cuestión. O si se me pregunta cómo hay que definir
    el bien, mi respuesta es que no se puede definir, sin que se
    pueda decir más al respecto"

    ETICA VALORATIVA: Max Scheler que postula que
    todo deber encuentra su fundamento en el valor. Para este autor
    el valor no se funda en el imperativo categórico universal
    (el deber) tal como lo plantea Kant, sino a la inversa. Es la
    norma la que tiene su fundamento en los valores, es decir, la que
    pone en práctica a los valores. Estos son objetivos, es
    decir, independientes de la conciencia y pueden ser conocidos
    porque existe en el hombre una "capacidad estimativa"
    intuitiva,  que le permite al hombre captarlos y 
    así discriminar las acciones buenas de las malas en su
    práctica ética. Para Max Scheler el valor por
    excelencia es la persona humana, por eso bien puede
    incluírselo entre los personalismos
    éticos. 

    ETICA ARISTOTÉLICA Y TOMISTA:
    Aristóteles y Tomás de Aquino son los precursores
    de esta etica. Para la ética clásica y medieval el
    bien del hombre es realizar el fin o su esencia tal como se puede
    percibir en su naturaleza. La conducta moral está marcada
    por la concordancia con ese fin. Ambos autores consideran que la
    rectitud de las acciones es algo determinado por la misma
    naturaleza de las cosas, no por las leyes positivas,
    costumbres o preferencias afectivas. La naturaleza de las cosas
    puede ser descubierta por la razón y reflexión pero
    no es creada por la razón. El ser humano tiene una
    naturaleza que comparte con el resto de los seres creados y una
    naturaleza racional, cuya ley es la que debe seguir en sus actos.
    La razón es la fuente de la moralidad porque es la que
    descubre a la ley natural que siempre tiende a un único
    principio: "hay que hacer el bien y evitar el mal". El bien es
    aquello a lo que tienden nuestras inclinaciones naturales
    especialmente las de la razón. Con la reflexión
    sobre cuales son nuestras inclinaciones naturales de tipo
    biológico, personal y
    social, el hombre puede establecer un cuerpo de principios
    morales y reglas que sean iguales para todos los tiempos, pueblos
    y lugares. Todos los hombres pueden reconocer la ley natural,
    pero es natural también, reconocer que Dios haya querido
    revelar de forma explícita a los hombres, cual es el fin
    de nuestros actos y la plenitud de la
    sabiduría. 

     La posición "iusnaturalista" de los
    aristotelismos y tomismos, sostiene que las acciones no se pueden
    legitimar por las consecuencias. Para estos autores hay acciones
    que son inmorales en sí mismas, con independencia
    de las posibles circunstancias y sean cuales fueren las
    consecuencias; así, el falso testimonio, la
    traición a la lealtad y la exclusión de toda
    procreación, la muerte del
    inocente, etc. 

    Teorías, principios y reglas
    bioéticas:

    Puede afirmarse que lo que se contiene bajo la
    denominación de Bioética,
    en lo que tiene de disciplina
    doctrinal, es expresable a través de un conjunto de
    principios y de un conjunto de reglas. No se trata
    de reducir las doctrinas bioéticas a esos conjuntos de
    principios o de reglas que, en todo caso, no son exentas, como si
    aquellos fueran meros sistemas
    proposicionales. Son doctrinas referidas a situaciones reales
    planteadas por la vida real, ya sea considerada en situaciones
    singulares propias de la dinámica hospitalaria, como en las
    situaciones globales con las que se enfrenta la política mundial
    relativa, por ejemplo, al control de la
    natalidad o la distribución de alimentos para el
    tercer mundo. Pero sí tiene sentido considerar a tales
    conjuntos de principios o de reglas como los centros de
    atribución más significativos en el total del
    contenido de la disciplina.

    Las declaraciones de «principios»
    constituyen, de hecho, una de las actividades más
    características de la disciplina bioética. En
    muchas ocasiones estas declaraciones son ratificaciones o
    «recuperaciones» de principios propuestos con
    anterioridad a la constitución de la Bioética como
    disciplina (Código
    de Nüremberg o Declaración de los Derechos Humanos
    en 1948; Declaración de Helsinki de 1964).
    Podríamos poner por caso la Declaración
    universal sobre el genoma y derechos humanos
    del
    Comité de Bioética de la UNESCO de 1997. Han
    adquirido un predicamento especial tres principios incluidos en
    el llamado Informe Belmont, propuesto por la
    comisión del Congreso de los Estados Unidos
    que trabajó durante los años 1974 a 1978 —el
    «principio de autonomía», el «principio
    de beneficencia» y el «principio de
    justicia»— a los cuales se agregó, en otras
    propuestas, el «principio de no-maleficencia», como
    es el caso de la propuesta de T.L. Beauchamp (que fue miembro de
    la Comisión Belmont) y J.F. Childress, en su libro
    Principles of Biomedical Ethics (Oxford University Press
    1979, 3ª ed. 1984).

    La propuesta de reglas es explícitamente
    diferenciada de la propuesta de principios en muchas ocasiones.
    Por ejemplo, en el Convenio de Asturias del Consejo de
    Europa, antes
    citado, se establece como regla general el contenido del
    artículo 5 del capítulo II, sobre el
    consentimiento («regla general: una
    intervención en el ámbito de la sanidad sólo
    podrá efectuarse después de que la persona afectada
    haya dado su libre e informado consentimiento»).

    ¿Qué hay detrás de esta
    distinción entre principios y reglas, utilizada en diverso
    grado en la disciplina bioética? La propia
    distinción entre principios y reglas sólo puede ser
    analizada adecuadamente mediante un tratamiento
    filosófico, o dicho de otro modo: la distinción
    desborda cualquier tratamiento meramente técnico o
    categorial, aunque no sea más que porque la
    distinción aparece en contextos categoriales muy
    diferentes. Y esto significa que la distinción entre
    principios y reglas no es exenta, sino que ella
    está inmersa en una constelación de ideas cuyas
    relaciones aparecen establecidas en función
    del sistema
    filosófico, explícito o implícito, desde el
    cual se consideren. Por ello mismo, un cambio en la
    consideración de una proposición dada como
    principio o como regla, puede significar un cambio radical en la
    consideración filosófica de la disciplina de
    referencia

    Principialismo o la denominada "ética de los
    principios" o "principialismo". En efecto, fue en 1974 cuando el
    Congreso de EE.UU. creó la National Comisión for
    the protection of Human Subjects of Biomedical and Behavioral
    Research, con la indicación de que llevara a cabo una
    amplia investigación y estudio a fin de
    identificar los principios éticos básicos que
    deberían orientar la investigación con seres
    humanos en las ciencias del
    comportamiento
    y en biomedicina. Cuatro años después, el grupo de
    expertos publicó el que se puede considerar como el
    documento más importante de la bioética
    norteamericana: el Informe Belmont.
    Los expertos, tras hacer hincapié en la dificultad de
    aplicar los códigos históricos -como, por ejemplo,
    el de Nuremberg- al problema que les había sido
    encomendado, elevaron a consideración de los legisladores
    unos "principios éticos básicos" entre aquellos
    aceptados por la tradición del país, que
    consideraron particularmente relevantes: los principios de
    respeto por las personas (hoy más conocido como "principio
    de autonomía"), beneficencia y justicia. La
    Comisión reconocía que otros principios
    también podrían ser relevantes, pero hacía
    énfasis en el valor de estos tres. Además, entre
    las aplicaciones más inmediatas de los tres principios
    éticos básicos destacaban el "consentimiento
    informado" (que debería contener tres elementos: información, comprensión y
    voluntariedad), la "evaluación del riesgo y el
    beneficio", y la "selección
    de los sujetos". En suma, un documento breve, que supuso un nuevo
    enfoque metodológico y procedimental, en el modo de juzgar
    la validez ética de las acciones
    médicas.

    Los agentes de la relación médico-paciente
    pueden reducirse al final a tres: el médico, el enfermo y
    la sociedad, cada uno de ellos con una significación moral
    específica. Así el enfermo actúa guiado por
    el principio moral de autonomía; el médico,
    por el de beneficencia y la sociedad por el de
    justicia. De forma natural, la familia se
    proyecta en relación al enfermo por el principio de
    beneficencia y en este sentido actúa desde el punto de
    vista moral, de una forma muy parecida a la del médico, en
    tanto que la dirección de la unidad asistencial, los
    gestores del seguro de
    enfermedad (de existir éste) y las autoridades
    competentes, tendrán que mirar y preocuparse, sobre todo,
    por salvaguardar el principio de justicia. Esto pone en
    evidencia, de manera irrefutable, que en la relación
    médico-enfermo están siempre presente,
    interactuando entre sí, si se quiere de forma
    dialéctica y necesaria, esas tres dimensiones: la de
    autonomía, beneficencia y justicia, y que es bueno que
    así sea 1,4. Así las cosas, si el
    médico y la familia se
    pasarán o intercambiaran con armas y bagajes
    de la beneficencia a la justicia, sin lugar a dudas la
    relación sanitaria sufriría de modo irremisible,
    como sucedería también si el enfermo renunciara a
    actuar como sujeto moral autónomo. Una vez más: los
    tres factores son esenciales, lo cual no significa que siempre
    hayan de resultar complementarios entre sí, pudiendo en
    ocasiones resultar conflictivos; por ejemplo no siempre es
    posible respetar por completo la autonomía sin que sufra
    la beneficencia y respetar esta sin que se resienta la justicia.
    Esto pone en evidencia la necesidad de tener siempre presente los
    tres principios ponderados de manera adecuada en cada
    situación concreta.

     

    Juan Manuel Carrera

    Estudiante de Medicina de la
    Universidad
    Buenos
    Aires.

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