Monografias.com > Lengua y Literatura
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

"Wakefield" de Nathaniel Hawthorne




Enviado por alvarosarco007



    1. Marco
      histórico-literario
    2. Expresión
      temática
    3. Significación
    4. Conclusiones

    INTRODUCCIÓN

    La literatura de los Estados Unidos ha
    dado a la humanidad muchos hombres de genio; uno de ellos es
    definitivamente Nathaniel Hawthorne. Sus novelas y
    cuentos logran
    superar la retórica del romanticismo, y
    la subordinación del arte a lo
    moral en la
    alegoría.

    La indagación de los elementos que determinan su
    actualidad, su permanencia, es el objetivo
    principal de esta monografía; para ello, nos detendremos en
    el análisis interpretativo de uno de sus
    más logrados cuentos; Wakefield.

    En tal sentido, y desde el punto de vista
    metodológico, nos centraremos en el análisis y
    evaluación de las obra a la luz de unos
    patrones interpretativos que no omitan la tradición
    literaria que la respalda o el contexto histórico de la
    obra, conjugándolos con el análisis de la estructura y
    los recursos
    literarios; todos ellos capaces de hacernos descubrir y expresar
    el significado concreto del
    objeto de estudio.

    La elección de un autor norteamericano
    decimonónico tiene que ver con la influencia que ha
    ejercido en algunos escritores contemporáneos: James
    Joyce, Frank Kafka, Arthur Miller, Ernesto
    Sábato, además de los que señala Carlos
    Eduardo Zavaleta: el chileno Guillermo Blanco y el peruano Julio
    Ramón
    Ribeyro.

    Por lo antes mencionado, consideramos que de alguna
    manera estudiar a Hawthorne, es acceder a una de las fuentes que
    nos ayudarán a establecer las motivaciones y bases
    formales sobre las cuales se ha concretado la narrativa de
    nuestra época.

    CAPÍTULO I

    MARCO
    HISTÓRICO-LITERARIO

    Nathaniel Hawthorne nació el 4 de julio de 1804
    en el Puerto de Salem, Massachussets. Este pequeño poblado
    era conocido entonces por su obsesivo fervor puritano. Dicha
    secta se había formado en el siglo XVII en Inglaterra, y
    poco tiempo
    después consiguió llegar a Norteamérica con
    los primeros colonos.

    El puritanismo se caracterizó, o se preció
    de observar una religión más
    estricta que la del Estado, y por
    eso, sus doctrinas fueron más rigurosas y
    austeras.

    Esta exagerada escrupulosidad de la conducta
    llevó en 1692 a los pobladores de Salem, a torturar y dar
    muerte a 19
    personas bajo la acusación de brujería o de estar
    en un imperdonable contubernio con el demonio. Esto, que
    podría ser una anécdota más de la pertinaz
    superstición humana, tendría una decisiva
    importancia, años después, en la
    personalidad, y por supuesto, la obra de
    Hawthorne.

    Debido a que uno de sus antepasados había
    participado como juez en aquellos juicios por hechicería,
    Hawthorne se sintió acosado por la culpa de tales
    ascendientes, por eso cada una de sus novelas, romances y
    cuentos, exhiben una conciencia moral
    abrumada por los remordimientos.

    Aquel nefando Juez de tales procesos, y
    ascendiente de nuestro escritor, se llamó John Hawthorne,
    de quien Nathaniel escribiría:

    Tan conspicuo se hizo en el martirio de las brujas,
    que es lícito pensar que la sangre de esas
    desventuradas dejó una mancha en él. Una mancha
    tan honda que debe perdurar en sus viejos huesos en el
    cementerio de Charter Street, si ahora no son polvo. No
    sé si mis antepasados se arrepintieron y suplicaron la
    divina misericordia; yo ahora lo hago por ellos y pido que
    cualquier maldición que haya caído sobre su raza
    nos sea desde el día de hoy perdonada.

    Hawthorne consideró -predispuesto por algunas
    creencias como el puritanismo, el pecado original, la
    predestinación y el castigo de los pecadores en una vida
    ulterior- que había heredado una mácula que
    debía limpiar de alguna manera. Consciente de que su
    vocación eran las letras, dio inicio a la
    "purificación familiar" por ese derrotero, utilizando para
    ello con asiduidad la alegoría. Leamos al propio Hawthorne
    acerca de este punto, en su introducción a su afamado libro La
    Letra Roja
    : "¡Un escritor de libro de cuentos!,
    ¡Vaya tipo de ocupación en la vida!,
    ¡Qué modo de glorificar a Dios o de ser útil
    a la humanidad en su día y generación!,
    ¡Tales son los cumplimientos que me enlazan con mis grandes
    señores antepasados a través de distintas
    edades!"

    Otro rasgo de primer orden de sus obras, es su
    preferencia en cuestiones temáticas, por las
    fantasías de la conducta, por los efectos
    psicológicos del pecado sobre los creyentes, o del
    supuesto vacío moral que se forja por el descreimiento y
    la inteligencia.
    Los que consintieron tan peculiar interés
    para la época, fueron las ya señaladas
    consideraciones sobre su orden moral, y quizá una
    imperiosa inclinación por la soledad. Esta última
    lo habituó a una recreación
    fantasiosa, más que a un realismo
    narrativo.

    Se refiere que siendo un niño, Hawthorne
    padeció un accidente y debió estar mucho tiempo sin
    ir a la escuela. Tiempo
    después, en 1818 (en Maine, uno de los Estados de
    Norteamérica lindante con New Hampshire, con el
    Canadá y el Océano Atlántico) pasó
    muchos meses dedicado a la caza, a la pesca, y a
    recorrer los bosques, y absorto también, en los
    días de lluvia, con las lecturas de Shakespeare y
    Buyan. De ambas experiencias diría después que
    produjeron sus hábitos de soledad. Luego de unos
    años, y de un infeliz paso por las aulas universitarias,
    volvería a Salem para recluirse 12 años en casa
    junto a su madre (había quedado huérfano de padre a
    los 4 años) y a la literatura: "Me he convertido en
    prisionero de mí mismo me he encerrado en una mazmorra y
    ahora no encuentro la llave para ponerme en libertad, y si
    la puerta estuviera abierta, casi tendría miedo de salir.
    Durante los últimos 10 años no he vivido, sino
    sólo soñado que vivía." Fue lo que
    escribió Hawthorne en el transcurso de una carta al poeta
    Henry Wadsworth Longfellow. En esa época, nuestro escritor
    transitaba los días escribiendo breves relatos
    fantásticos y esbozos de otros aún en perspectiva
    (testimonios de los mismos se hallan registrados en sus curiosos
    American Notebooks). Entregado al fin, a la literatura de
    índole sobrenatural y moral, jaloneado además por
    dos fuerzas antagonistas, las literarias y las extraliterarias; y
    casi al término de su autoexclusión, fue que
    escribió un libro de relatos denominados Twice Told
    Tales
    (1837), que contiene el cuento que
    ahora nos convoca; Wakefield. Posteriormente
    escribiría otras memorables obras, como la citada La
    Letra Roja
    (1850), y además La casa de los siete
    tejados
    (1858).

    Ya no nos ocuparemos de datos libres ni
    de posteriores noticias
    biográficas a los ya señaladas, puesto que
    excederían notoriamente a los propósitos del
    presente escrito; bastará decir que Hawthorne murió
    en New Hampshire el 18 de mayo de 1861 mientras dormía, y
    que en los libros
    posteriores a Twice Told Tales, el concepto de
    pecado se multiplicó en un intento por tratar de encontrar
    una explicación moral a la época, sin conseguirla.
    Para ello incurrió en el defecto de resumir lo descrito en
    moralejas, acta que ensombreció la originalidad y el
    misterio de las situaciones planteadas.

    No fue ese el caso de Wakefield, ya que
    ahí la función
    estética o estrictamente artística
    se sobrepuso a la finalidad ética,
    subyugando con ello a lectores contemporáneos y
    posteriores de la talla de Poe, Melville, Sábato
    y Borges.

    CAPÍTULO II

    EXPRESIÓN TEMÁTICA

    1. Determinación del tema
    principal:

    Hawthorne leyó en
    una publicación una noticia que, simplificada, nos la
    refiere en las primeras líneas del cuento
    Wakefield: "En alguna revista o
    diario viejo recuerdo haber leído la presunta historia de un hombre que se
    ausentó durante mucho tiempo de su hogar."

    Este breve pasaje es pues todo el argumento del cuento.
    Indagando en una analogía contemporánea sobre este
    procedimiento
    de presentar el suceso ya completo al inicio del relato, nos
    encontramos con la obra El túnel de Ernesto
    Sábato, en ella el escritor argentino refiere los
    pormenores del hecho central, es decir, el crimen y el desenlace
    carcelario de su personaje Juan Pablo Castel en las primeras
    páginas; esto nos indica que tal relato no es de
    índole policial, puesto que el delito ya ha sido
    esclarecido y resuelto.

    Su interés, entonces, radica en otro aspecto; la
    singular psicología de los personajes, sus
    relaciones, sus desencuentros. Igualmente Hawthorne, se propone
    conjeturar sobre las posibles reflexiones, así como la
    naturaleza del
    carácter de Wakefield.

    Ahora bien, esto no pasa de ser un procedimiento que se
    utiliza en relación a un objetivo o tema principal que
    consideramos se encuentra señalado claramente en el
    siguiente párrafo: "Wakefield examina sus ideas tan
    minuciosamente como puede, y siente curiosidad por saber
    qué ocurre en su casa, cómo soportará su
    ejemplar esposa la viudez de una semana y, en síntesis,
    cómo afectará su alejamiento a la pequeña
    esfera de criaturas y circunstancias de las cuales él es
    centro. Una morbosa vanidad, pues, se encuentra en el mismo
    centro de su conducta."

    Es decir, la especulación de los caracteres y
    situaciones están justificadas por el afán de
    desarrollar una idea que es muy común en las personas; la
    de indagar como sufrirían sus repentinas ausencias cada
    uno de sus familiares y conocidos.

    Ya antes de la publicación de su libro Twice
    Told Tales
    , Hawthorne había registrado tal
    preocupación en uno de los esbozas que integran su
    American Notebooks: "En todo corazón
    humano existe el mal, que quizá pueda permanecer latente
    de por vida; pero las circunstancias pueden activarlo. Imaginar
    dichas circunstancias."

    Como vemos, pues, Hawthorne partió de una
    inquietud central, la peculiar vanidad antes descrita. Y a partir
    de ello, imaginó o recaló en un suceso que
    activaría tal sentimiento "malévolo", para
    finalmente, de acuerdo a su conciencia oscurecida por la doctrina
    de la predestinación, justificar una moraleja,
    insertándola al final del relato a manera de
    apéndice.

    2. Determinación de subtemas:

    Las mejores obras son aquellas que siendo susceptibles
    de múltiples interpretaciones o lecturas, atraviesan las
    edades, las estéticas. Aquello se explica en gran medida
    por el genio del escritor para la narración, y,
    además, a la serie de subtemas que incluye en un
    determinado escrito ficcional; sobre éste último
    punto, alguna oscuridad o vaguedad, cuando así el autor se
    lo propone, es sumamente útil en relación a la
    eficacia del
    texto
    artístico.

    En Wakefield, ubicamos una gran cantidad de
    subtemas que están relacionados a profundas reflexiones
    sobre la condición humana (que como después
    veremos, determinaron su actualidad o interés
    contemporáneo).

    Un primer subtema, es la abnegación de la
    señora Wakefield. El sacrificio voluntario de sus afectos
    o intereses por su esposo. Esto, aunque es abordado aparentemente
    al margen o como una característica superficial de la
    esposa, está presente en casi todo el relato. Todo aquello
    evidencia una admiración de Hawthorne hacia tal
    sentimiento tan femenino. Sobre este punto, podríamos
    arriesgar una interpretación de índole
    biográfica: recuérdese lo ya señalado, que
    Hawthorne vivió casi 12 años encerrado en su casa,
    dedicado a la literatura en compañía de su madre y
    hermanas (además que desde muy temprana edad estuvo bajo
    el cuidado exclusivo de su progenitora).

    Como prueba de esta inclusión de la
    abnegación en el cuento, están estos
    pasajes:

    Si se hubiera preguntado a sus amistades quién
    era el hombre de
    Londres de quien podía asegurarse con mayor certeza que
    todo lo que hiciera hoy sería olvidado mañana,
    ellos habrían pensado en Wakefield. Sólo la
    esposa de su corazón hubiera vacilado. Ella sin haber
    analizado el carácter de su marido, tenia conciencia de
    un cierto egoísmo tranquilo que habría penetrado
    en la inactivamente de Wakefield, de un género
    peculiar de vanidad, el más inquietante de sus
    atributos, de una predisposición a la superchería
    y, finalmente, de lo que ella a veces calificaba de una cierta
    rareza del buen hombre. Esta última cualidad era
    indefinible, y quizás no existiera.

    Nótese en la anterior cita que el cariño
    de la señora Wakefield se sobrepone a los defectos que ha
    detectado en su esposo. Incluso llega a atribuir ciertos rasgos
    insanos a la "rareza del buen hombre".

    Otro pasaje dice: "Ella preguntaría de buena gana
    cuánto va a durar su viaje, cuál es su meta, y
    cuándo estará de vuelta; no obstante, indulgente
    con el inocente amor por el
    misterio de Wakefield, lo interroga sólo con la
    mirada."

    Aquí es notorio el desprendimiento,
    superponiéndose la confianza que va más allá
    de un inesperado viaje de Wakefield. Obviamente, no hay que
    olvidar el carácter de las relaciones maritales de la
    época en que fue escrito el cuento. La situación
    pasiva de la esposa -que en la mujer
    contemporánea está atenuada- era
    mayúscula.

    Pero también es justo señalar que
    Hawthorne no hace una apología del machismo. Una atenta
    lectura
    más bien nos sugiere una vindicación del
    carácter sensato de la mujer, en
    contraposición con la veleidad del género
    masculino, además de cierta exaltación de la
    fortaleza de la personalidad
    femenina ante las adversidades (esto último se manifiesta
    contrariamente a lo que Wakefield creía que
    sucedería; el deceso de la esposa ante el pesar de la
    ausencia del marido).

    Un segundo tema está relacionado con la
    insignificancia del hombre en las grandes urbes o en
    relación con el orbe. Leamos: "Pero lo que nos interesa es
    el marido. Debemos correr tras él por la calle antes de
    que pierda su individualidad y se confunda en la gran maza de la
    vida londinense. Allí seria inútil
    buscarlo."

    Las populosas ciudades y los convencionalismos sociales,
    han determinado que el hombre moderno se despersonalice y pase a
    formar parte de una innumerable sucesión de elementos
    similares:

    Está en la calle contigua a la de su casa y al
    final de su viaje. Apenas puede confiar en la buena fortuna de
    haber pasado hasta ese momento inadvertido: recuerda que, en un
    momento, fue detenido por la multitud bajo el mismo foco de un
    farol encendido; y que había pasos que parecían
    seguir los suyos, diferenciados de la trampa multitudinaria que
    lo circundaba, y recuerda cuando oyó una voz que gritaba
    a lo lejos y que según le pareció, pronunciaba su
    nombre. Sin duda, una docena de chismosos lo observó y
    contó a su esposa todo el asunto. ¡Pobre
    Wakefield! ¡Cuán poco conoces tu propia
    insignificancia en este mundo!

    Las posibilidades humanas, se ven dramáticamente
    reducidas para los patrones que impone a sus miembros la propia
    sociedad, en
    ella cada individuo es
    un elemento de características similares al resto, lo que
    determina, aunque parezca paradójico, cierta soledad, pues
    el hombre contemporáneo se ve desatendido o se siente
    desapercibido, instalando de este modo en su espíritu o
    carácter, cierta idea de nimiedad o insignificancia que lo
    aflige.

    El tercer subtema tiene que ver con los efectos del
    sufrimiento en el individuo: "No te alejes ni siquiera por una
    semana de tu lugar en su casto corazón. Si por un solo
    momento ella te imaginara muerto o perdido, o alejado de ella
    para siempre, pronto experimentarías el dolor de conocer
    un cambio
    perdurable en tu esposa. Es peligroso abrir cierta grieta en los
    afectos humanos y no porque sea tan larga y ancha, sino por lo
    pronto que vuelve a cerrarse."

    La propuesta de Hawthorne es bastante
    esquemática, pero no falta a la verdad, el dolor por
    más fuerte que sea nunca será mayor al instinto de
    supervivencia del hombre, el cual finalmente logra superarlo o al
    menos atenuarlo. Sin embargo, para el propio Wakefield, Hawthorne
    le depara una conciencia que difiere notablemente con la idea
    general: "Wakefield está fascinado. Debemos dejarlo,
    durante alrededor de diez años, en los que ronda su casa
    sin llegar a cruzar el umbral, se mantiene fiel a su esposa, con
    todo el afecto de que es capaz su corazón, mientras su
    persona se
    esfuma gradualmente en el corazón de ella."

    En este punto se percibe la moralidad, que
    consumía mucho del ingenio de Hawthorne. El escritor trata
    de "castigar" a su personaje, manteniendo invariable el
    cariño hacia su esposa; en abierta oposición a lo
    que siente ella: "Sus pesares han desaparecido, o se han hecho
    tan esenciales para su corazón que difícilmente los
    cambiaría por la alegría."

    3. Determinación de constantes
    temáticas:

    Si indagamos por un rasgo distintivo de Hawthorne, nos
    encontraremos inevitablemente con la utilización de los
    símbolos, con aquellas imágenes
    verbales que tratan de representar un concepto moral o
    intelectual. Esto tiene una explicación de tipo
    histórico, se ha señalado que en la época
    que le tocó vivir a Hawthorne, la moral
    puritana de los primeros colonos pasaba de la conciencia
    directriz de la conducta o el comportamiento
    a la fantasía, obteniendo de tal manera, delicadas formas
    de simbolismo en el arte.

    En Wakefield, encontramos algunos temas
    recurrentes, que por ahora nos limitaremos a mencionar y ubicar
    en al ámbito del cuento: "Tras varios rodeos y retornos
    inútiles, lo encontraremos cómodamente sentado
    junto al hogar de un pequeño departamento cuyo alquiler
    estaba apalabrado de antemano," en otro pasaje se refiere:
    "Wakefield se apresura hasta su casa, cierra la puerta con
    cerrojo se echa a la cama."

    Explícita o implícitamente, también
    encontramos al hogar o casa marital como objeto de constantes
    reflexiones: "Su pobre cerebro,
    atormentado por este dilema, finalmente se aventura y decide
    cruzar el extremo de la calle y lanzar una rápida mirada a
    un abandonado domicilio." Con parecido dramatismo también
    se menciona la casa, en estas líneas: "Reúne coraje
    para detenerse y mirar hacia la casa, pero su sentimiento de que
    algo ha cambiado en el familiar edificio lo deja perplejo, al
    igual que todos nos sentimos afectados cuando, tras una
    separación de meses o años volvemos a ver alguna
    colina, lago u obra de arte de la cual somos viejos
    amigos."

    La multitud, la muchedumbre en movimiento,
    está reiteradamente retratada: "Debemos de correr tras
    él por la calle antes de que pierda su individualidad y se
    confunda en la gran maza de la vida londinense (…) En medio de
    la muchedumbre de una calle de Londres, distinguimos a un hombre,
    ya de alguna edad, con pocas características que puedan
    atraer a observadores distraídos."

    Hay dos constantes que finalmente nos queda
    señalar; el carácter o la singular personalidad del
    protagonista y además la presencia de la señora
    Wakefield.

    Especial interés adquiere la psicología de
    Wakefield, pues debido a ella, es que se logra la dinámica del relato y no a través de
    una peripecia tras otra. La mente de Wakefield es, entonces, el
    escenario donde se desarrolla el trajín de la
    ficción. Allí la señora Wakefield cobra
    también interés, no por sus propias reflexiones,
    sino como objeto de angustiosas conjeturas.

    CAPÍTULO III

    SIGNIFICACIÓN

    1.- Interpretación de las
    Constantes:

    Jorge Luis Borges
    afirma en su excelente ensayo
    Nathaniel Hawthorne, que entre la absurda historia de
    Wakefield y muchas de las fantasías de Kafka hay una
    asombrosa similitud que tiene que ver no sólo con una
    ética común, sino también con una
    retórica. Existe, por ejemplo la trivialidad o la nimiedad
    del protagonista, de análoga condición al
    "héroe anónimo" Kafkiano, producto de la
    burocracia, el
    incomprendido mundo artístico y del gentío. Esta
    insignificancia del protagonista en los términos
    contemporáneos en que se entiende el fracaso y el éxito
    (el dinero, la
    publicidad, el
    arribismo), contrasta con la magnitud de su desvarío, y
    esto "lo entrega aún más desvalido a las
    furias."

    Existe también el fondo borroso o difuso contra
    el cual se apoya la trama. Hawthorne, en muchas de sus
    invenciones se remite a un pasado romántico, en
    éste logra un Londres contemporáneo,
    burgués.

    El genial aspecto artístico de Hawthorne,
    tiñe de una oportuna oscuridad a sus relatos. Esto es,
    creemos, su principal virtud y lo que favorece también en
    gran medida a su condición de clásico, es decir,
    sus casi infinitas reelecturas e interpretaciones.

    Wakefield debe su eficacia a un contraste entre su
    "violencia
    interna", de patéticas reflexiones, y a la elegancia, la
    sobriedad de la prosa, es decir, entre el estilo delicado y las
    oscuras sugerencias que nos obsequia Hawthorne. Tal contraste se
    sirve de una correcta utilización de los símbolos y
    constantes temáticas que a continuación trataremos
    de interpretar.

    La habitación o el cuarto donde se oculta
    Wakefield, simboliza el aislamiento a que se ve sometido el
    hombre que se aparta de lo establecido por su sociedad. Es la
    celda moral que le depara su entorno por permitirse ejecutar una
    idea descabellada. Esto lo intuye el protagonista, pero lo logra
    para mayor desgracia suya: "Esas ideas brillan a veces en las
    tinieblas de la mente de Wakefield, y le dan una vaga conciencia
    de que una valla casi insuperable separa su alojamiento alquilado
    de su anterior casa. ¡Pero si está en la calle
    próxima!, se dice a veces."

    El hogar familiar, simboliza el mundo que ha perdido
    Wakefield por su desvarío, por su ofensa contra los
    convencionalismos sociales. Allí la vida transcurre,
    después un breve paréntesis de estupor por la
    desaparición del esposo, de manera habitual, y todo eso lo
    observa Wakefield. Como si el mundo le enrostrara la necedad que
    ha cometido, como si le recordara de esa manera su
    insignificancia, su carácter prescindible en un mundo que
    produce seres que puedan cumplir su labor por millones.
    Así que, puede irse, pues, no habrá perjuicio, y si
    lo hay, será sólo para él.

    Hawthorne bien pudo escoger alguna ciudad de los Estados
    Unidos como escenario para su cuento. Pero no lo hizo así,
    más bien cruzó el Atlántico e instaló
    a Wakefield en la ya populosa Londres. De tal manera obró
    a semejanza de otro genio de las letras americanas, Edgar Allan
    Poe.

    Tal elección no es arbitraria, por el contrario,
    es un eficaz artificio literario para resaltar más la
    insignificancia del protagonista, su trágico aislamiento
    dentro de su propia ciudad.

    La multitud que arrastra a Wakefield, que se muestra
    implacable ante cualquier propósito de arrepentimiento, es
    a la vez, un elemento que dentro del relato cumple la
    función de ocultar al protagonista y también la de
    sugerir la idea de trivialidad de los proyectos
    individuales humanos, en comparación con los de la
    multitud, que termina por marginarlos si van en contra suya. Esto
    es lo que señala la parábola con la que termina el
    cuento:

    "En medio de la confusión aparente de nuestro
    misterioso mundo, los individuos están tan perfectamente
    ajustados a un sistema, y los
    sistemas entre
    sí y con un todo, que un hombre, con sólo
    apartarse de su sistema por un instante, se expone al terrible
    riesgo de
    perder para siempre su lugar en el mundo. Al igual que
    Wakefield puede convertirse por así decirlo, en el
    Desterrado del Universo."

    Los mejores cuentos pueden ser leídos de muchas
    maneras, en los casos como los de Hawthorne, en donde hay una
    predilección por la fantasía, la simple idea de
    leerlos por el único placer de lo fantástico, no es
    desdeñable.

    Pero Wakefield, cautiva no sólo por su
    carácter de absurdidad que encandila de por sí,
    sino también porque el lector de ésta época
    puede percibir en él, el drama del hombre de la sociedad
    contemporánea. El individuo que, asimilado por las grandes
    urbes y despersonalizado por los convencionalismos sociales, vive
    una existencia monótona.

    De tal condición quiso apartarse por un instante
    Wakefield, mediante un "malévolo antojo", pero su
    desvarío se amplió debido a que una sola noche de
    exilio de su casa marital, lo sedujo. Es aquí que opera el
    castigo de la sociedad, y éste se da a través de la
    señora Wakefield. Su inicial resignación, y su
    posterior olvido, son la resignación y el olvido de toda
    la sociedad para con Wakefield: "En el cielorraso se refleja la
    sombra grotesca de la buena señora Wakefield. El sombrero,
    la nariz y la mandíbula, y la amplia cintura, forman una
    caricatura admirable que danzan mientras suben y bajan las
    llamaradas del hogar, de un modo casi excesivamente alegre por
    tratarse de una viuda entrada en años."

    2. Visión del mundo:

    Hawthorne, como descendiente de puritanos, como heredero
    de una serie de prejuicios y sentimientos de culpabilidad,
    sintió que su vocación de escritor era una
    frivolidad, o inmoralidad intolerable. Pero
    simultáneamente también adoleció de la idea
    de la predestinación, y es por eso que no se opuso a su
    destino de escritor.

    Tal aparente contradicción la solucionó de
    esta manera: compuso alegorías y fábulas;
    es decir, se preocupó por hacer del arte un instrumento de
    la moral.

    Él sufría la idea del inalterable destino;
    nuestras vidas, la humanidad misma según él,
    tenían prefijada su existencia. Por ello creyó que
    era inútil oponerse al rol que se nos presenta en la
    sociedad, pues eso iría sólo contra nosotros
    mismos. Cualquier desvío, no es sino el camino del
    destierro y el olvido.

    Esta interpretación, basada en pormenores de la
    biografía
    de Hawthorne, no desmerece una lectura al margen de esas
    consideraciones del cuento Wakefield.

    La sociedad contemporánea, la civilización
    es posible gracias a una serie de represiones que la sociedad,
    para obtener un orden, se ve obligada a dictar. La convivencia
    dentro del mundo del siglo XX es posible por la tolerancia y las
    restricciones de aquellos deseos que puedan afectar a otra
    persona. Sin embargo, esto no implica que el hombre logre anular
    las fantasías, sus secretos sueños de libertad.
    Algunos sólo los conservan en agradables
    ensoñaciones, otros los recrean mediante el
    arte.

    Pero existen también aquéllos que no se
    resignan a ello, y los realizan, obteniendo a cambio la
    represión social, por atentar contra el orden establecido.
    Tal fue el caso de Wakefield y de su propio autor, que
    sufrió la soledad de la incomprensión de la mediana
    sociedad norteamericana de entonces.

    3. Punto de vista crítico:

    El critico literario Malcom Cowley, encontró en
    la lectura de
    Wakefield una alegoría de la extraña
    reclusión de Hawthorne. Esta interpretación es
    aceptable, pero no única; lo que si prueba, es que la gran
    obra también puede ejecutarse en el total aislamiento, al
    margen de la experiencia vivida.

    Como lo prueban los bosquejos de cuentos de sus
    American Notebooks, Hawthorne primero imaginada o tomaba
    una situación, de preferencia insólita o
    notoriamente fantástica, y luego inventaba a los
    personajes que la representaran.

    Tal fue el procedimiento que utilizó para con
    Wakefield. Hawthorne leyó un extraño hecho
    (que realmente acaeció, tal como lo confirma Poe, y no
    como cree Borges que Hawthorne "simuló con fines
    literarios haber leído el hecho"), reflexionó sobre
    él, y luego se entregó a la tarea de elaborar a sus
    actores. Pero hay una peculiaridad en este cuento que lo
    distingue de otros del mismo autor, como El Experimento del
    Doctor Heidegger
    o El Velo Negro, y es que allí
    se nos muestra el cuento haciéndose en el acto
    imaginativo. Por eso es que se pueden percibir tres personajes en
    el cuento. Wakefield, la señora Wakefield y el propio
    autor.

    Ya que no se conforma Hawthorne con ser el omnisciente
    narrador, sino que trata de persuadir a su personaje Wakefield.
    El cuento que pudo ser lineal o contado como una unidad, se llena
    con intervenciones del autor: "Ve tranquilamente a tu cama,
    insensato; y mañana, si eres sabio, vuelve a tu hogar con
    la buena señora Wakefield y cuéntales la
    verdad."

    Así como de adelantos y retrocesos durante la
    narración. Estos aparentes desórdenes e
    intromisiones, que podrían haber sido incurables defectos,
    aquí se transforman en un ejemplar ejercicio y prueba
    invalorable de lo que es el arte de la
    creación.

    Hawthorne, gracias a su genio, se logró salvar
    del daño
    estético que produce la alegoría. Prueba de ello es
    la eficacia del relato, su permanencia. El que Hawthorne
    persiguiese una justificación moral para su obra no lo
    anula. Al respecto, Borges Escribe: "Si en el autor hay algo,
    ningún propósito, por baladí o
    erróneo que sea, podrá afectar de un modo
    irreparable, su obra un autor puede adolecer de prejuicios
    absurdos, pero su obra, si es genuina, si responde a una genuina
    visión, no podrá ser absurda."

    Y estas páginas, nos parece han demostrado la
    vigencia de los temas y la estética del escritor
    norteamericano.

    Durante la época que le tocó vivir,
    Hawthorne fue un oscuro hombre de letras, casi ignorado por la
    medianía de los críticos de entonces. No obstante,
    tuvo el reconocimiento de dos hombres de genio: Edgar Allan Poe
    en un ensayo
    estricto, pero elogioso, y Herman Melville, que lo exaltó
    en un artículo periodístico y que le brindó
    el más grande homenaje al dedicarle su portentosa novela, Moby
    Dick.

    CONCLUSIONES

    1. El tema es contemporáneo. El aislamiento y la
    despersonalización del hombre en las grandes
    urbes.

    2. Por su oscuridad, este cuento se presta a infinitas
    interpretaciones.

    3. Innova una forma narrativa, que posteriormente se
    desarrollaría en la "literatura del absurdo", explotada
    por los escritores contemporáneos.

    4. Acoge como personaje principal, no a un tipo exitoso,
    en términos de la sociedad contemporánea, sino a
    los anónimos individuos que la componen; procedimiento que
    luego seguirían grandes novelistas y cuentistas como
    Kafka.

    BIBLIOGRAFÍA

    BORGES, Jorge Luis, Otras
    Inquisiciones
    . Buenos Aires,
    Emecé, 1985.

    CORTÁZAR, Julio, Ensayos y
    Críticas de Edgar Allan Poe
    . Madrid,
    Alianza Editorial, 1973.

    COWLEY, Malcom, The Portable
    Hawthorne
    . New York, The Viking Press, 1948.

    CHASE, Richard, La Novela
    Norteamericana
    . Buenos Aires, Sur, 1958.

    HAWTHORNE, Nathaniel, La Letra
    Roja
    . Buenos Aires, Editora Espasa-Calpe,
    1952.

    ……………………………………
    Relatos. Buenos Aires, Centro Editor de América
    Latina, 1969.

    KAZIN, Alfred, Hawthorne: El sentido
    fantasmal
    . Washington, Agencia de Información de los Estados Unidos,
    1996.

    LOAYZA, Luis, Nathaniel Hawthorne: la
    imaginación en movimiento
    . Lima, El Caballo Rojo,
    1986, p. 11.

    Mc. WILLIAMS, JOHN P. Jr.,
    Hawthorne, Melville y el Carácter
    Norteamericano
    . Buenos Aires, G.E.L., 1988.

    PÉREZ, Cándido, Historia de
    la Literatura Norteamericana, Síntesis, Crítica
    y
    Temática. Madrid, Taurus,
    1987.

    SPILLER, Robert, Historia de la Literatura
    Norteamericana
    . Buenos Aires, Ediciones La Reja,
    1957.

    ZARDOYA, Concha, Historia de la Literatura
    Norteamericana
    . Barcelona. Ediciones Labor S.A.,
    1956.

    ZAVALETA, Carlos Eduardo, "Las fantasías
    de Hawthorne", en Revista de Letras, N° 65. Lima,
    Facultad de Letras y Ciencias
    Humanas de la U.N.M.S.M., 1961.

     

    Datos del autor de la
    monografía:

    Álvaro Sarco

    Lima-Perú.

    El presente trabajo
    monográfico se elaboró entre junio y julio de
    1996.

    Reseña biográfica: He realizado
    estudios de Derecho en la Pontificia Universidad
    Católica del Perú, y curso actualmente el
    último año de Literatura en la Universidad Nacional
    Mayor de San Marcos. He colaborado en diversas revistas y diarios
    del medio local con trabajos relacionados a la Literatura e
    Historia. Me desempeño como docente y articulista
    cultural.

    Categoría: Literatura (literatura
    norteamericana).

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter