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Los adornos corporales en las comunidades aborígenes cubanas




Enviado por armando



    1. Desarrollo
    2. Notas y referencias
      bibliográficas

    Palabras claves: "adornos
    corporales" y "comunidades aborígenes".

    INTRODUCCIÓN

    La especie humana como regla general, siempre a tratado
    de embellecer el entorno que la rodea incluyendo a su propia
    persona, de
    una forma u otra los pueblos antiguos le han incorporado a su
    anatomía
    elementos para hacerla más hermosa, según sus
    parámetros de belleza; los primeros cubanos no fueron la
    excepción.

    Esta investigación a logrado reunir elementos
    aportados por la Arqueología, la Etnografía y por Las Crónicas de
    Indias en torno a los
    adornos corporales de los aborígenes cubanos,
    fundamentalmente de los llamado Tainos, cultura
    agricultora-ceramista, que tuvo una mayor convivencia con los
    españoles y por lo tanto de ella tenemos la mayor cantidad
    de información. Se hace un análisis de las características
    físicas de esos pueblos, así como el uso del
    arte
    plumífero, la utilización de collares, aretes,
    pectorales; de los distintos materiales que
    emplearon, también se le dedica espacio al empleo de
    fibras tejidas y las pinturas corporales.

    DESARROLLO

    Los primeros pasos que dio el hombre
    encaminados al arte, fueron sin dudas adornando su propio cuerpo;
    por lo que debemos iniciar este estudio deteniéndonos
    brevemente en sus características físicas antes de
    entrar en los distintos adornos que utilizaron para ser
    más bellos.

    Según el estudio de los restos óseos, se
    ha podido caracterizar físicamente a los integrantes de
    las comunidades prehispánicas de Cuba como de
    mediana estatura y corpulencia, coincidiendo con los
    parámetros de los encontrados en los aruacos continentales
    actuales.

    Dejemos que Colón nos guíe y veamos
    cómo en su "Diario de Navegación" describe a
    los aborígenes:

    "Ellos andan todos desnudos como su madre los
    parió, y también las mugeres, aunque no vide mas de
    una farto mosa, y todos los que yo ví eran todos mancebos,
    que ninguno vide de edad de mas de treinta años; muy bien
    hechos, de muy fermosos cuerpos, y muy buenas caras: los cabellos
    gruesos cuasi como sedas de cola de caballos, e cortos: los
    cabellos traen por encima de las cejas, salvo unos pocos de tras
    que traen largos, que jamás cortan: de ellos se pintan de
    prieto, y ellos son de la color de los
    canarios, ni negros ni blancos, y dellos se pintan de blanco, y
    dellos solo los ojos, y dellos solo el
    nariz".
    1

    Valiosísima la información que nos brinda
    el Almirante, pero antes de comenzar su análisis, veamos
    otro fragmento de sus anotaciones:

    "… y todos de la frente y cabeza muy ancha mas que
    otra generación que fasta aquí haya
    visto…".
    2

    Como señala Colón la desnudez era
    común entre nuestros aborígenes; lo cual no implica
    que no adornaran sus cuerpos; lo hacían con plumas,
    collares de cuentas de
    piedra, conocidas con el nombre de sibas y de conchas, con
    pectorales y aretes (también de conchas y de huesos),
    según Las Casas, llamados "taguaguas".

    Todo parece indicar que en momentos importantes algunos
    jefes usaban un cinto alrededor de las caderas hecho con plumas
    tejidas, o de algodón.

    Las mujeres después de casadas utilizaban las
    naguas, que eran faldas cortas tejidas de algodón, en
    ocasiones les adornaban la parte delantera con piedras de
    colores.

    Los hombres y las mujeres llevaban rodetes de
    algodón en las piernas debajo de las rodillas y en los
    tobillos.

    Felipe Pichardo Moya en la obra "Cuba
    Precolombina"
    comenta un texto de
    Andrés Bernáldez, capellán del Arzobispo de
    Sevilla, que fue amigo de Colón y lo tuvo de
    huésped al regreso de su segundo viaje a las Indias, donde
    describe el vestuario de ciertos aborígenes:

    "Al decir de Bernáldez, traía un
    cacique un sayo de plumas coloradas, de hechura de cota de arma,
    y en la cabeza una bella pluma de gran lucimiento; y dos hombres
    de los que con él iban, lucían también
    plumas en la cabeza, una de ellas en forma de celada, otros dos
    llevaban un como sombrero de palmas verdes, y uno de ellos
    además una joya de alambre de guanín, en forma de
    flor, en un collar de cuentas de piedras de mármol, y una
    guirnalda y un cinto de las mismas cuentas. Una de las mujeres,
    iba del todo desnuda, con un solo cinto de pequeñas
    cuentas de piedra negra, del que pendía un corto delantal
    de algodón tejido y
    adornado de piedrecillas
    verdes; y la otra, apenas se cubría con un delantal de
    algodón en forma de hoja de naranjo, llevando en las
    piernas y cerca de las rodillas unas grandes ajorcas,
    también de
    algodón".
    3

    Como se ha venido señalando, dominaban las
    técnicas del tejido del algodón y
    otras fibras textiles; aunque no hemos encontrado
    refiriéndose a nuestro país, ningún pasaje
    donde se describa un telar o algo parecido, lo cierto es que los
    cronistas hacen alusión en reiteradas ocasiones a objetos
    tejidos e
    incluso algodón hilado.

    Oviedo nos hace una descripción de esa única prenda de
    vestir femenina conocida como nagua que no queremos dejar de
    incluir en esta parte:

    "… las naguas son una manta de algodón que
    las mugeres desta isla, por cubrir sus partes vergoncosas, se
    ponian desde la cinta hasta media pierna, revueltas al cuerpo;
    é las mugeres principales hasta los tobillos: las
    doncellas vírgenes, como he dicho en otras partes, ninguna
    cosa se ponian ó traian delante de sus partes vergoncosas,
    ni tampoco los hombres se ponian cosa alguna, porque, como no
    saben que cosa es verguenca,assí no usaban de defensa para
    ella".
    4

    En la cita anterior de Andrés Bernáldez se
    hace referencia a una joya de alambre de guanín en forma
    de flor, este es una de los pocos comentarios sobre el uso del
    oro como
    adorno
    corporal en nuestras comunidades aborígenes.

    En el año 1948 fue presentado un trabajo por
    Orencio Miguel Alonso titulado "El primer ídolo de oro
    precolombino de Cuba",
    donde se daba a conocer el
    descubrimiento en Yaguajay, Banes, del primer ídolo
    confeccionado con ese precioso metal, describía una
    pequeña figurilla de oro fundido de 10 kilates que mide 48
    milímetros y 8 adarmes de peso, representando una mujer desnuda de
    pie. Después de encendidas polémicas los más
    destacados arqueólogos de esa época dictaminaron
    que la pieza en cuestión no se había confeccionado
    en Cuba y que por el mayor número de analogías
    debía corresponder a la cultura Veraguas de Panamá,
    con la cual hubo repetidos contactos desde el llamado
    Descubrimiento, Conquista y Colonización de
    Cuba.

    En la década de los 80 el cerro de Yaguajay
    volvió a ser noticia al ser localizado un residuario
    funerario de grandes magnitudes, estudiado por el Doctor
    José Manuel Guarch y que comentamos en otra parte de este
    trabajo; junto a los restos humanos aparecieron varios adornos
    corporales siendo sin dudas los más llamativos los del
    enterramiento número 57, correspondiente a una joven
    perteneciente a la raza mongoloide americana, confeccionados con
    oro.

    Se destaca entre las piezas un ídolo de oro de 10
    kilates, de 3,5 gramos de peso y una altura de 23
    milímetros que representa la cabeza de un ave estilizada,
    elaborado por la técnica de forja (batido y martillado),
    además fueron encontrados cuatro pendientes; consistentes
    en láminas de oro y plata o cobre de 10
    kilates, perforados en un extremo; un cascabel de oro aleado con
    plata y dos cuentas de oro hechas con hilo de ese metal
    martillado.5

    Con mayor frecuencia que las joyas de oro, los collares
    de conchas y piedras embellecieron la fisionomía de los
    indocubanos, tal como nos cuentan los cronistas y como la
    arqueología ha comprobado.

    Sobre el "arte plumífero", o sea, el de
    adornar con plumas, muy poco escribieron aquellos
    españoles que conocieron a nuestros aborígenes,
    realmente parece que no fue muy difundido, aunque no desconocido,
    como ya se ha podido ver y que se reafirma en la siguiente
    referencia tomada del día 3 de diciembre de 1492, del
    "Diario de Navegación" de Cristóbal
    Colón:

    "No quiso el Almirante salir del rio, antes hizo
    remar en tierra
    hácia donde ellos estaban, que eran muchos, todos
    teñidos de colorados y desnudos como su madre los
    parió, y algunos dellos con penachos en la cabeza y otras
    plumas…".
    6

    Colón en la ya un poco lejana cita de partida de
    este acápite, nos comenta la forma de sus pelados,
    recordémosla: "… los cabellos traen por encima de las
    cejas, salvo unos pocos de tras que traen largos, que
    jamás cortan."

    Fácil es imaginarnos el tipo de pelado que
    usaban, pero un poco más difícil es saber
    cómo lo lograban, con qué instrumentos; alguien que
    los vio pelarse nos ayuda a comprenderlo:

    "Algunos indios se trasquilan puesto que comunmente
    ellos y ellas tienen buen cabello muy llano é negro hasta
    la mitad de las espaldas, é bien cortado igualmente
    é por encima de las cejas, y en lugar de tisseras tienen
    navajas de pedernales, que cortan como buenas
    tisseras".
    7

    Cuando Colón señala: "… y todos de la
    frente y cabeza muy ancha",
    está haciendo
    alusión a los rasgos exteriores de la deformación
    craneana artificial, que se realizaban estos pueblos y que es
    conocida como deformación fronto-occipital.

    "…pero son bien hechos é proporcionados,
    salvo que las frentes anchas é las ventanas de las narices
    muy abiertas, é lo blanco de los ojos algo turbio. Esta
    manera de frentes se hace artificialmente; porque al tiempo que
    nascen los niños,
    les aprietan las cabecas de tal manera en la frente y en el
    colodrillo, que como son criaturas tiernas, las hacen quedar de
    aquel talle, anchas las cabecas delante é detrás,
    é quedan de mala gracia".

    8

    La deformación craneana en Cuba era llevada a
    cabo sólo por los taínos, posiblemente con un fin
    estético o buscando parecerse a las tortugas a quienes
    estaban unidos mitológicamente.

    Desde las primeras descripciones que hace Colón
    de nuestros pueblos originarios está la que explica
    cómo se pintaban el cuerpo de varios colores, con fines
    decorativos, rituales y para protegerse del ardor del sol y las
    picadas de los mosquitos y otros insectos que no se les acercaban
    cuando estaban pintados.

    "También he dicho de sus pinturas de la bixa
    é de la xagua é de otras maneras, assí en
    guerra como en
    paz ellos y ellas, pero en especial en la guerra se acostumbran a
    pintar mas á menudo los indios, é les paresce que
    no es hombre militar
    el que no lo hace. Algunos quieren decir que no es solamente gala
    tal pintura, sino
    porque se hallan más sanos, pintándose con tales
    cosas; y por esso no dexan de usar tales pinturas perpetuas, que
    no turan menos que sus
    vidas…".
    9

    Para obtener el color rojo utilizaban el fruto de la
    planta conocida como bija o el mineral hematita y para el negro
    la planta jagua o el carbón vegetal; los colorantes eran
    mezclados con grasas de
    animales para
    confeccionar la pintura.

    "La distribución del "ocre rojo" por las
    Antillas… aparte de los datos que ya
    tenemos para Cuba, encontramos que Rainey y Rouse lo encuentran
    en todos los sitios "Courí" explorados por ellos en
    Haití. Además el arqueólogo Gudmund Hatt lo
    reporta con abundancia en los conchales de Krum Bay, St. Thomas,
    Islas Vírgenes; así como Osgood, dice tener
    referencias de haberse encontrado algunos sitios en Venezuela".
    10

    Muchos pueblos aún se pintan con los propios
    dedos o utilizando palillos; en varias partes del Caribe,
    incluyendo a Cuba, han aparecido ciertas piezas que reciben el
    nombre de "sellos" o "pintaderas", hechas en madera o
    barro, cuya utilidad pudo ser
    aplicar la pintura sobre el cuerpo, repitiendo determinado motivo
    en los integrantes de un grupo
    específico, haciendo rodar por el cuerpo los
    "sellos" después de ser mojados en la pintura
    preparada para este fin.

    Pocas referencias hay sobre los tatuajes como formas de
    pinturas corporales permanentes, pero al menos con las que hoy
    tenemos, podemos conocer que fueron practicadas como una forma de
    adornarse el cuerpo o tal vez pensar que se protegían de
    enemigos reales o irreales.

    Aunque desnudos en la mayoría de los casos, en el
    aborigen cubano que el conquistador español
    conoció existían gustos estéticos bien
    definidos a la hora de adornarse, mezcla de arte y de misticismo
    religioso.

    Refiriéndose a los caribes que conoció en
    la isla de Martinica, el padre francés Jean–Baptiste
    Labat en su obra "Viajes a las
    islas de América" describe las pinturas corporales
    de esas comunidades aborígenes, que como podrá
    comprobar el lector no difieren de las que hemos venido
    explicando: "En cuanto a la tez, es difícil de
    juzgarlo, pues se pintan todos los días con bija disuelta
    en aceite de
    carapa o palmacristi, que hace que parezcan a cangrejos cocido…
    Cuando van a la guerra, a un festín o una visita de
    importancia, sus mujeres tienen el cuidado de hacerles bigotes y
    rayas negras en la cara y en el cuerpo con el sumo de bayas de
    genida (jagua)".
    11

    Notas y referencias
    bibliográficas

    1 Cristóbal Colón.
    Diario de Navegación, página 49.

    2 Ídem. Página
    50.

    3 Felipe Pichardo. Cuba
    Precolombina
    , páginas 53-54.

    4 Gonzalo Fernández de Oviedo.
    Historia General y Natural de las Indias, Tomo I,
    página 134.

    5 Alexis Rojas. Chorro de
    Maíta, encuentro temprano de primera clase
    , en
    periódico Gramma, 28 de mayo de 1990,
    página 4.

    6 Cristóbal Colón. Obra
    citada, página 114.

    7 Gonzalo Fernández de Oviedo.
    Obra citada, Tomo III, páginas 138-139.

    8 Ídem. Tomo I, página
    68.

    9 Ídem. Tomo III,
    páginas 138-139.

    10 Ernesto Tabío. Culturas
    más primitivas de Cuba precolombina
    , en Revista de
    Arqueología y Etnología Números 13-14,
    página 135.

    11 Jean Batiste Labat. Viajes a las
    islas de América
    , página 59.

     

     

    Autor:

    Armando Rodríguez Alonso

    Rossana Lorenzo Rodríguez

    Datos de los autores: – Armando
    Rodríguez Alonso (),
    cubano, nació en 1959, es Licenciado en Historia y Ciencias
    Sociales, graduado en el año 1980 en el Instituto
    Superior Pedagógico "Félix Varela" de Villa
    Clara.

    – Rossana Lorenzo Rodríguez (),
    cubana, nació en 1971, es Licenciada en Historia, graduada
    en el año 1993 en el Instituto Superior Pedagógico
    "Félix Varela" de Villa Clara.

    Categorías: Historia o Arte y
    Cultura.

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