Monografias.com > Antropología
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Inmigración y literatura



    1. Motivos
    2. El viaje
    3. Primeros
      días
    4. Actitudes
    5. El idioma
    6. Religión
    7. Oficios
    8. Qué
      comían
    9. Costumbres
    10. Entretenimientos
    11. La
      nostalgia
    12. Volver
    13. Conclusiones
    14. Bibliografía

    Presentaciòn

    Me propongo en este trabajo
    recuperar para los inmigrantes y sus descendientes esas historias
    cotidianas que nos describen la vida en la tierra nueva.
    Para ello, he recurrido a los testimonios de escritores,
    historiadores, actores, periodistas, y de los inmigrantes que
    conozco, incluidos los familiares. También transcribo
    testimonios de hijos y nietos de quienes llegaron de lejos.
    Encontré mucho material en librerías "de viejo" y
    en bibliotecas.
    Archivando y preguntando, llegué a reunir los recuerdos
    transcriptos en esta obra, que intenta ser un homenaje a quienes
    vieron a la Argentina como la tierra de
    "paz, pan y trabajo".

    Los textos a los que me refiero, y que transcribo
    parcialmente, provienen de memorias,
    biografías, ficción, poesía
    y reportajes. Salvo algunos pasajes provenientes de dramas, el
    teatro, tan rico
    en expresiones acerca de la inmigración, no ha sido reflejado en estas
    páginas; lo abordaré en un futuro.

    Escribir este libro
    llevó muchos meses, y un trabajo de archivo de
    años. Fue una tarea difícil en lo emotivo, porque
    muchos de los episodios relatados se referían a la
    crueldad humana y su reflejo en toda la sociedad, pero
    especialmente en los más desprotegidos. En América, esos inmigrantes encontraron una
    vida digna –aún debiendo soportar a los
    xenófobos-, pero su historia de hambre,
    persecuciones y torturas los acompaña, estén donde
    estén. Como contrapartida, asistimos también al
    relato de sus logros, los que alcanzaron con fe, laboriosidad y
    privaciones.

    Tiene semejanza con otros libros
    escritos anteriormente –La Colonia San José,
    de Celia Vernaz y La gran inmigración, de Ema Wolf
    y Cristina Patriarca- y con uno que apareció luego,
    Historias de inmigración (1850-1950) de
    Lucía Gálvez. Al libro de Vernaz se aproxima en la
    atención puesta en "El viaje" y los
    "Primeros días", títulos que utilicé sin
    saber que ella los había utilizado antes. Se aproxima al
    de Ema Wolf y Cristina Patriarca en el tipo de indagación
    realizada; se diferencia en que esa obra llega hasta 1910,
    mientras que el mío abarca cuatro décadas
    más. Del de Lucía Galvez se diferencia por incluir
    manifestaciones artísticas, y se aproxima a él por
    el período elegido. En un principio, tomé el lapso
    que va de 1900 a 1950 –alrededor de esa fecha llegaron a
    Buenos Aires
    mis abuelos gallegos, y a Tandil, mis bisabuelos lombardos-;
    luego me di cuenta de que era necesario incorporar material
    relativo a la segunda mitad del siglo anterior, sin el cual,
    el trabajo
    quedaría incompleto.

    "Inmigración y literatura" fue el
    título del primer artículo periodístico que
    escribí sobre este tema, publicado en el diario El
    Tiempo
    de Azul, en el que colaboro desde 1983. Esa
    visión literaria se fue ampliando con historias de vida,
    historietas, films y muchos otros aspectos que resultan valiosos
    a la hora de conocer una etapa. Las monografías que
    componen este volumen fueron
    publicadas durante 2002 en el sitio www.monografias.com.
    Luego las amplié y actualicé.

    Faltan muchas historias, y hay colectividades
    representadas con más testimonios que otras. No hay una
    "razón de amor"
    –salvo en lo referido a los gallegos-; sucede que sobre
    algunas nacionalidades hay más información que sobre otras.

    Este libro, en el que hablan personalidades relevantes y
    otras que no lo son, es el tributo que rindo a esos hombres y
    mujeres, para que sus sacrificios, sus tradiciones, sus
    anécdotas, sean recordados por los protagonistas y
    conocidos por sus descendientes, quienes hoy quizás
    tientan suerte en la tierra de sus abuelos.

    I LOS
    MOTIVOS

    Algunas de las páginas que se escribieron sobre
    la inmigración nos muestran la idea de emigrar desde los
    instantes en los que surge. La vemos afirmándose,
    madurando en esas mentes en las que la desesperación es un
    sentimiento tristemente cotidiano. Porque –como dice
    Gustavo Cirigliano, en sus "Disquisiciones tangueras"- "Todo
    aquel que dejó su país, su patria de origen, de
    hecho –nos guste o no- fue abandonado o aún
    expulsado por ella, fue impelido a irse al no ser protegido ni
    retenido. Se lo echó, dicho sin vueltas" (1).

    José Luis Baltar Pumar, presidente de la
    diputación de Orense, se refirió en 1998 al
    sentimiento de los gallegos emigrantes: "Los gallegos han
    colaborado en la realización de la Argentina, pero nunca
    se han olvidado de su madre patria, cuando podría existir
    un sentimiento de rencor por no haberles dado la posibilidad de
    progresar en su lugar de nacimiento. Ellos saben que si Galicia
    no les ha dado oportunidades es porque no ha podido"
    (2).

    En el sitio "Asturias en la emigración", Luciano
    Méndez Muslera enumera los motivos que llevaron a los
    asturianos a emigrar; habla de la imitación e
    inculcación, la salida de los hidalgos segundones y gente
    acomodada, los "ganchos" o agentes de los armadores, la
    evasión del reclutamiento
    militar, y los motivos económicos o de población (3). Estos motivos, aunque con
    variantes, pueden aplicarse a ciudadanos de otros países,
    pero es necesario agregar otros: las guerras
    mundiales, los pogrom rusos –que el autor no menciona por
    referirse sólo a la emigración asturiana- y los
    dramas personales –los cuales, aunque mínimamente,
    también fueron causa de emigración.

    Notas

    1. Cirigliano, Gustavo: "Disquisiciones tangueras", en
      El Tiempo, Azul, 30 de septiembre de 2001.
    2. Estévez, Paula: "Buenos Aires es nuestra
      5° provincia de ultramar", en La Prensa, 7 de
      noviembre de 1998.
    3. Méndez Muslera, Luciano: "Asturias en la
      emigración", www.telepolis.com.

    Guerras, persecuciones

    Leopoldo Díaz, en el poema "Tierra prometida",
    expresa: "¡América! te anuncia el nuevo día/
    en que el arte y la ciencia te
    den gloria./ Serás del pensamiento la
    victoria,/ no la victoria de la guerra
    impía.// La voz del porvenir es la voz mía;/ mi
    palabra augural no es ilusoria;/ hecha de luz y
    lágrimas tu historia/ habla en mí con fervor de
    profecía.// El viejo mundo se desploma y cruje… El odio,
    entre la sombra acecha y ruge…/ Una angustia mortal tiene la
    vida…// Y como leve arena que alza el viento,/ a ti
    vendrán el paria y el hambriento/ soñando con la
    Tierra Prometida" (1).

    La política aparece
    reiteradamente como motivo de emigración. Del fascismo y sus
    reiteradas golpizas huye el protagonista de El laúd y
    la guerra
    , libro de Martina Gusberti. Decidió emigrar
    "porque él, como vehemente socialista, fue apaleado varias
    veces por los camisas negras". El anciano narra qué
    había sucedido: "Sabían que era músico,
    director de una banda, y me buscaron para colaborar, pero yo me
    negué a tocar la marcha fascista y por eso me ligué
    unos buenos bastonazos, ¡brutte bestie! Me
    protegí la cabeza como pude, pero ésa es otra
    historia. Después, emigré a América"
    (2).

    Syria Poletti evoca la guerra, por ejemplo, a
    través de los ojos de un personaje, en "Agua en la
    boca". La protagonista se encuentra con un hombre que
    sufre las secuelas de la contienda. Así lo describe:
    "Comenzaba ya a bajar cuando vi que por el sendero empinado
    trepaba oscilante Chero, el loco, borracho como siempre. Para
    él, la guerra era un permanente estado de
    alerta, porque en ella había perdido un brazo y encontrado
    todas las alucinaciones que todavía lo trastornaban. Y
    sólo en el vino encontraba un ruidoso olvido"
    (3).

    En "Desarraigo", cuento de Ana
    María de Benedictis, el narrador, que piensa en emigrar de
    la agobiada Argentina del siglo XXI, se arrepiente, evocando una
    historia familiar vinculada con la guerra: "Recordó que
    una mañana muy temprano llegó una carta bordeada de
    una franja verde, blanca y roja; que la abrió su abuela
    materna y comenzó a secarse las lágrimas con el
    delantal; (…) esperaron en la vereda a su padre. (…) Su
    madre, Mariana, había muerto hacía ya quince
    días. El correo tardaba mucho y él hacía
    quince años que no la veía. Recordó el duelo
    a distancia y el dolor de tanta ausencia amontonada, de tantos
    besos perdidos y de tanta soledad impuesta por un país
    destruido por la guerra" (4).

    Los recuerdos bélicos tienen que ver para el
    autor de La tierra incomparable, con la figura paterna. En
    un reportaje, Antonio Dal Masetto recuerda al italiano Narciso,
    un hombre valiente. De él dice: "era tremendamente
    trabajador, tremendamente amante de su familia y
    tremendamente testarudo. Durante la Segunda Guerra
    Mundial, él trabajaba en una fábrica. Su turno
    terminaba a medianoche. Había toque de queda desde las
    siete de la tarde, y muchos se quedaban a dormir en la
    fábrica, por temor. Mi padre volvía a casa. Su
    argumento era grande como una montaña. Decía: Yo
    quiero dormir en casa. Tengo una casa, y nadie me lo puede
    prohibir. Ni Hitler, ni
    Mussolini…
    " (5).

    También escapa del fascismo el padre de Roberto
    Raschella. El escritor narra: "Mi padre vino varias veces desde
    la primera preguerra, hasta que, perseguido por el fascismo, se
    quedó aquí para siempre en 1925. Mi madre,
    después de muchas dificultades para poder salir de
    Italia,
    llegó en 1929" (6).

    Debieron emigrar Julián Centeya (Amleto Vergiati)
    y su familia: "El 15 de septiembre de 1910 nació en
    Borgotaro, un pueblo de la provincia de Parma, Italia, Amleto
    Enrique Vergiati, hijo de un periodista del diario Avanti,
    cuyo jefe de Redacción era Benito Mussolini, el futuro
    ‘Duce’. Diez años después, realizada ya
    la histórica marcha sobre Roma (1920), la
    represión sobre la izquierda se tornó violenta y
    obligó a muchos opositores al régimen a decidir su
    exilio. La familia
    Vergiati, integrada por Carlos, el padre, Amalia, la madre, y los
    tres hijos, dos mujeres y Amleto, no fue una excepción y
    viajó hacia la Argentina como casi la mayoría de
    los refugiados políticos de ese momento" (7).

    Juan Fazzini recuerda que su madre los impulsó a
    emigrar: "Fue Rina quien alentó a la familia a dejar
    Italia y venirse a la Argentina para escapar de la miseria que
    había dejado la Segunda Guerra
    Mundial. ‘Es una tierra donde no hay hambre y no hay
    guerra’, le decía a su esposo Pedro, que era
    mecánico de vuelo" (8).

    Hubo quien vino por un tiempo, y no
    pudo regresar. Finalmente, se estableció aquí: "Mi
    abuelo, un anárquico antifascista, había partido en
    1926 por motivos políticos –comenta Laura Pariani,
    escritora italiana autora de Quando Dio ballava il tango.
    Estaba convencido de que el fascismo caería de un momento
    a otro y de que su estadía en la Argentina, fruto de la
    necesidad, habría de durar poco. Mi madre tenía
    menos de un año cuando él partió. La idea de
    mi abuelo era regresar, pero el fascismo no cayó. Fue
    así como, postergando cada año el regreso, mi
    abuelo construyó su nueva vida en la Argentina, donde
    vivió sus últimos cuarenta años"
    (9).

    Huyendo del Mariscal Tito venían los Ranni, de
    Trieste. Cuenta Rodolfo: "viví muchos años con el
    recuerdo del rincón donde había dejado mis juguetes,
    cuando nos escapamos. Fue una fuga como en el cine: mi
    hermano y yo escondidos en el altillo de la casa de mi padrino,
    que era el cura del pueblo; mi mamá, en un carro tirado
    por caballos de un padrino de mi papá. Y como estaba por
    dar a luz a mi hermano, en la frontera
    inglesa la dejaron pasar…" (10).

    La emigración aparece como una alternativa que
    otros italianos no aceptan, porque no pueden abandonar a sus
    muertos. En su novela La
    pie
    l, Curzio Malaparte dice que los difuntos "no pueden
    pagarse un billete para América, son demasiado pobres. No
    sabrán jamás lo que es la riqueza, la felicidad, la
    libertad. Han
    vivido siempre en la esclavitud; han
    sufrido siempre el hambre y el miedo. Incluso muertos
    serán siempre esclavos, sufrirán hambre y miedo. Es
    su destino, Jimmy. Si supieses que Cristo yace entre ellos, entre
    estos pobres muertos, ¿Lo abandonarías?"
    (11).

    Vino de Italia –donde había emigrado
    anteriormente- el abuelo de José Eduardo Abadi. El nieto
    relata: "El abuelo paterno era juez, en Siria, pero como tuvo que
    abandonar el país por razones políticas,
    se mudó a Milán con toda la familia. Al poco
    tiempo, llegó el fascismo y tuvieron que volver a
    emigrar… Así llegaron a la Argentina" (12). Los
    sirio-libaneses llegaron "dejando atrás los conflictos
    producidos por la invasión del Imperio Otomano, para
    radicarse en zonas inhóspitas del Noroeste, San Juan y la
    Patagonia
    fronteriza" (13).

    El croata Miro Kovacic padeció la guerra en su
    país de origen. Así recuerda el efecto de la
    contienda en los espíritus: "Se descubren tantas cosas en
    este otro mundo. El de los muertos vivientes. Descubrí que
    el ser humano tiene una capacidad de sufrimiento sorprendente y
    se adapta a las situaciones más difíciles. Es
    más. En esos momentos en los cuales la vida no vale una
    moneda (mucho menos que un cigarrillo), se dan situaciones en las
    que se puede notar una clara certeza de la existencia del otro a
    nuestro lado y un ‘darse’ a él que asombra a
    quien se ha acostumbrado a ver el lobo del hombre comiendo al
    contrario, o al mundo, y aún comiéndose a sí
    mismo. Es notable ver cómo alguien puede pasar de un acto
    de crueldad extrema a otro de la más sublime bondad en el
    mismo día. Cada uno lleva dentro de sí
    ángeles y monstruos. Esa es la lucha constante con la que
    debemos cargar" (14).

    Pedro Opeka, sacerdote en Madagascar, "tiene cincuenta y
    cinco años y dos padres eslovenos que se establecieron en
    Argentina tras huir de la Yugoslavia comunista de posguerra.
    Junto a ellos y sus siete hermanos se crió en Ramos
    Mejía, donde aún viven doña María y
    don Luis" (15). También emigraron los eslovenos, entre
    ellos, los padres de un periodista: "Alfonso Pipan y Tatiana
    Svajgar, prófugos de su país natal terminada la
    Segunda Guerra Mundial,
    llegaron como inmigrantes en 1948 a la Argentina"
    (16).

    A la vienesa Hedy Crilla, "el creciente antisemitismo
    de los nazis en el poder las empujó, como a tantos, al
    exilio: primero en París –donde vivió entre
    1936 y 1940 y trabajó en teatro, radio y cine- y
    luego en la Argentina" (17).

    "En 1939, como tantos otros judíos
    perseguidos por las hordas de Hitler, los Hurwitz se despidieron
    de su casa", en Alemania
    (18).

    Fueron perseguidos los Flichman en su tierra, cuenta una
    inmigrante afincada en Mendoza. En Rojos y blancos,
    Ucrania
    , Rosalía de Flichman evoca el entorno en el
    que se desarrolló su infancia. Las
    persecuciones, la revolución, la guerra civil, las
    violaciones y los asesinatos –a los que se suman las
    inundaciones y el tifus- son el cuadro con el que Rosalía
    debe enfrentarse a muy corta edad: "Los blancos están en
    la ciudad, persiguen sin cesar a los judíos. Matan a los
    hombres, se apoderan de las mujeres jóvenes y hasta de las
    niñas. Estoy cansada de tanto horror. Y los cambios
    continúan. Hoy los blancos, mañana los rojos. Como
    somos despreciables burgueses, estos invaden la casa y nos
    reducen a dos habitaciones. El hambre se hace sentir,
    duele".

    Más adelante manifestará una preferencia,
    en su desgracia: "Quiero que vuelvan los rojos; cantan la
    ‘internacional’ y nos asustan, pero que vengan
    pronto. Los blancos son peores, ignorantes, desalmados,
    asesinos". Afirma que ella y su familia eran perseguidos en su
    país de origen por dos motivos: su condición de
    judíos y de burgueses. Si estas dos causas motivaron la
    amenaza constante a la que estaban sometidos, también
    significaron la posibilidad de radicarse en nuestra tierra, ya
    que la madre se apoyó "en instituciones
    judías que ayudan a los emigrantes fugitivos que salen de
    Rusia", y el
    hecho de ser pudientes les permitió una salvación
    que a otros estuvo negada (19).

    María Arcuschín recuerda, en De Ucrania
    a Basavilbaso
    , los relatos familiares sobre la razón
    que los llevó a emigrar. Los antepasados "Fueron casa por
    casa, puerta por puerta alertando sobre el peligro del
    próximo pogrom y la urgencia de partir hacia
    América en busca de libertad y de paz" (20).

    El pequeño protagonista de "Historia con tango y
    misterio", de Oche Califa, pregunta por qué sus abuelos
    emigraron de Rusia. El padre le contesta: "Por el ejército
    del zar. Cada vez que aparecían por la aldea donde
    vivía era para llevarse a los jóvenes a pelear en
    alguna guerra en la otra punta del país" (21).

    Emigraron, asimismo, los padres de Alejandra Pizarnik:
    "Flora Pizarnik –nacida en Buenos Aires en 1936, apodada
    Buma, convertida en Alejandra con la edición
    de su segundo libro- hizo su elección definitiva por la
    poesía. Flora (Buma en idish) era la segunda hija
    del matrimonio
    formado por los rusos Elías Pizarnik y Rosa Bromiker, que
    en 1934 dejaron su Rovne natal (donde algunos años
    despúes los nazis masacraron a sus familias), para
    instalarse en los suburbios soleados de Avellaneda"
    (22).

    Max Gurovitz, su esposa Fany y su hijo David emigran de
    Polonia, donde "Otra vez los gritos de ‘yid’
    atronaban la calle. El viaje había sido inútil. Se
    culpó por haberla dejado sola mientras él iba al
    mercado.
    Aún tenía el uniforme ruso de inválido, si
    no ya estaría hecho pedazos. Para ellos la guerra
    había terminado pero no su odio por los judíos.
    (…) el celo polaco podía dejar atrás a los
    alemanes si de matar judíos se trataba. (…)
    También de Polonia debían irse" (23).

    Alejandro Kokocinski, "hijo de un polaco y una rusa,
    nació en Italia pero creció en la Argentina. (…)
    Recién a los 21 años Alejandro Kokocinski
    consiguió una nacionalidad,
    la argentina. Hasta entonces era un apátrida. ‘Yo
    tengo una gran pasión por la Argentina, me considero muy
    argentino –aclara-. Recién me dieron la doble
    ciudadanía italiana de grande, porque como
    aquí rige la ley de sangre yo no
    tenía una patria. Mis padres eran dos refugiados corridos
    por la guerra, un polaco y una judía rusa’. (…)
    Los dos tuvieron la gran fortuna de que descarrilara el tren que
    los llevaba al campo de exterminio nazi de Treblinka
    ‘porque si no yo no estaría aquí’.
    Huyeron entre mil peripecias, estuvieron un año escondidos
    y llegaron a un campo de refugiados en Italia. (…) ‘En
    ese contexto dramático yo vine al mundo en 1948’.
    (…) Papá Kokocinski organizó con otros soldados
    la liberación de su pareja. Escaparon todos. Llegaron a
    Génova y se escondieron. Querían ir a la Argentina.
    ‘El cónsul se apiadó y los dio un
    salvoconducto’. Una carreta del mar los trajo a Buenos
    Aires" (24).

    Para proteger a su hija de lo que vendría es que
    una madre judía quiere que la niña deje Europa.
    Cumpliendo la última voluntad de su esposa, el belga Divas
    se traslada con su hija a Ensenada "a finales de los treinta". La
    moribunda había dicho: "ma fille doit arriver en
    Amérique avant que mon cadavre refroidisse
    " (25). Esta
    es la historia que relata Gabriel Báñez en
    Virgen, novela finalista en el Premio Planeta
    1997.

    Entrevistado por Mario Diament, dice Máximo
    Yagupsky: "¿Cómo han venido aquí nuestros
    judíos? Escapando, prácticamente, de
    pogroms. Los que han venido a la Argentina, sobre todo. No
    los movía, como a los italianos, el buscar una vida
    más confortable o huir de la miseria. Allá los
    judíos eran pobres, pero estaban acostumbrados a la pobreza.
    Amaban la vida en el ghetto porque significaba la vida en
    común, en la gran familia, a tal extremo que mi abuela
    murió a los noventa y tantos años y hablando de su
    país de origen decía siempre ‘allí, en
    mi casa’. A pesar de que vivían en la miseria, era
    su hogar" (26).

    "El país de Gales, viendo comprometido su
    antiquísimo patrimonio
    cultural ante la presión
    ejercida por Inglaterra,
    decidió responder a la política inmigratoria
    propuesta por la República Argentina. Así fue como
    algunos eligieron a la Patagonia cuya condición
    deshabitada alentó sus ideales" (27).

    La Guerra Civil fue el motivo para que muchos
    españoles emigraran, entre ellos, el gallego Arturo
    Cuadrado Moures, pasajero del Massilia, quien recuerda ese
    trance: "En el año 1936 sube Franco, aquella tremenda
    traición en donde los hombres tuvieron que matar a los
    hombres. Surge la famosa guerra civil que duró tres
    años y donde han muerto casi dos millones de
    españoles. Nosotros, el ejército republicano, que
    dominábamos Madrid,
    Valencia y Barcelona, no teníamos fuerzas, teníamos
    la canción y teníamos a América"
    (28).

    Durante la contienda, "los dirigentes del PNV (Partido
    Nacionalista Vasco) se refugiaron en las colonias vascas de
    América
    latina y buscaron el respaldo logístico y
    económico de Estados Unidos y
    Gran Bretaña. En nuestro país se produjo una
    movilización de la comunidad para
    favorecer la radicación de los fugitivos vascos, tanto de
    los que procuraban salir de España
    como de los que se habían establecido
    momentáneamente en Francia antes
    de que fuera ocupada por el ejército nazi. El presidente
    Roberto Ortiz, un descendiente de vascos, reconoció ya en
    1940 a un comité de personalidades argentinas y
    españolas como intermediario para la rápida entrada
    de los que emigraban de Europa, con la garantía de que no
    tuvieran antecedentes comunistas" (29).

    La Guerra Civil hizo que emigrara la española
    María Luisa Robledo, casada con el argentino Aleandro,
    hijo de italianos. Recuerda la actriz Norma Aleandro: "Estaban en
    la compañía de De Rosas en
    España, se conocieron, se enamoraron. Tuvieron a mi
    hermana y con la guerra se vinieron para acá. Con mi
    abuela, la madre de mi madre, de manera que yo nací en
    Buenos Aires" (30).

    El humorista Quino es "nieto de una comunista militante
    e hijo de republicanos exiliados". Acerca de sus mayores,
    expresó: "Mi abuela era una militante que vendía
    los bonos del
    partido. Mi padre no quería que lo hiciera. Y se armaban
    unas trifulcas terribles en mi casa. Cuando era niño,
    escuchaba radios de Moscú y de Pekín. Pero
    también admiraba a Bing Crosby y estaba enamorado de
    Mirtha Legrand. Yo tenía diez años"
    (31).

    Manuel García Ferré nació en
    Almería en 1929. "Llegó a nuestro país a los
    17 años, dejando atrás los sinsabores de la Guerra
    Civil en su España natal" (32).

    El guitarrista murciano Manolo Iglesias, en una entrevista,
    contó: "Primero vino mi padre solo a buscar trabajo en
    1948, como inmigrante, escapado de la guerra civil en
    España. Al año siguiente vinimos mi madre y yo. Yo
    contaba sólo con dos años de edad cuando llegamos.
    (…) yo me crié aquí, llegué desde muy
    chico, tengo mi casa, mi familia, mi padre murió
    aquí, vivo con mi madre" (33).

    Llegaban sefaradíes. En su libro La cita en
    Buenos Aires, Saga de una gran familia sefaradí
    ,
    Vittorio Alhadeff, "oriundo de la ciudad de Rodas, hace desfilar
    ante el lector diversos episodios del dominio turco y
    de la ocupación italiana del Dodecaneso. Pero la tremenda
    verdad de las guerras da paso a la crueldad del fascismo y del
    nazismo para
    cerrarse con la llegada en los años 40 a Buenos Aires,
    donde se refugian los últimos miembros de una familia que
    creyó en el trabajo y en el progreso" (34).

    De Esmirna viene otros sefaradíes, aterrorizados
    por las matanzas de griegos y armenios: "Masaltó
    sabía que la situación en Izmir no les
    ofrecería paz por mucho tiempo, que su dolor por la
    pérdida de Antoinette y toda esa familia armenia,
    le dolía por las familias armenias deportadas de
    Izmir, esa herida no cerraría con facilidad"
    (35).

    "Acerca de las causas de la emigración, los
    armenios de la Argentina consideran que la misma fue forzada, a
    partir de las persecuciones políticas en el Imperio
    Otomano, antes de la Primera Guerra (matanzas de Adana, 1909) y
    durante ella (Genocidio de 1915)" (36).

    En "A los que se encuentran en un pozo" (37), Gustavo
    Bedrossian homenajea a su abuelo: "esta es una historia real,
    crudamente real, maravillosamente real. La situación es la
    siguiente: el protagonista es un adolescente que ha perdido a su
    familia. Hace minutos vio cómo delante de sus narices
    mataron a parte de su familia a palazos. A él mismo luego
    de golpearlo lo arrojan a un pozo donde tiran los
    cadáveres de los que golpean y matan pensando que
    está muerto. Pero él no está muerto…
    Siguen matando gente y tirándola encima de este muchacho.
    Sangre, gritos, el propio dolor, el pánico.
    Un pozo… un pozo donde sólo se respira muerte.
    ¿Qué expectativas podemos tener de este muchacho?
    Quizá el más optimista puede suponer que sobreviva
    y termine con algún tipo de enfermedad mental.
    ¿Sabés cómo siguió la historia? Este
    chico, de nacionalidad
    armenia, que simuló estar muerto, por la noche, cuando se
    fueron los turcos, pudiendo sacarse algunos cuerpos de encima,
    logró escapar con otros muchachos más. Un detalle
    para agregar: un hermano suyo que sobrevivió
    prefirió quedarse en el pozo para estar con una mujer que
    suponía era su madre. Ese muchacho se llamó Agop
    Bedrossian. Fue mi abuelo".

    Décadas después llegarían
    más japoneses (38), a sumarse a la colectividad que ya
    estaba instalada aquí en tiempos del Centenario
    (39).

    En Flores de un solo día, Anna Kazumi
    Stahl relata la historia de "Aimée y su madre, Hanako. Las
    dos llegaron procedentes de Nueva Orleáns (o la nada)
    cuando Aimée era apenas una niña. La japonesa
    Hanako parece la más desprotegida de las dos: muda, tal
    vez loca, decidida a permanecer siempre adentro. El paso de los
    años las adapta: Aimée va a la escuela, aprende
    el idioma, crece y termina por hacerse cargo de una
    florería. La siempre muda Hanako se dedica a fabricar con
    paciencia, muy buen ánimo y éxito,
    creaciones florales e ‘ikebanas’ diarios para la
    propia casa" (40).

    "Gaijin (‘extranjero’), primera
    novela de Maximiliano Matayoshi, es la historia de un adolescente
    que en la segunda posguerra deja su Okinawa natal para emprender
    un viaje geográfico y sentimental a la otra punta del
    globo. La vida en el barco, los puertos, la amistad
    iniciática, la comunidad japonesa en Argentina son escalas
    de una historia familiar, la de su padre, que Matayoshi recrea en
    cuarenta y nueve breves capítulos de ritmo ágil y
    prosa sobria y contenida. Por este libro, el autor
    –veintitrés años, estudiante del traductorado
    y del taller literario de Diego Paszkowski- ganó el Premio
    2002 a la mejor ópera prima de la Universidad
    Autónoma de México y
    la editorial Alfaguara, cuyo jurado presidió Mario
    Bellatin" (41).

    En América, las opiniones estaban divididas.
    Relata Ema Wolf : "En 1896 se creó la Asociación
    Patriótica Española. Organizó una bolsa de
    trabajo, se ocupó de repatriar a los que carecían
    de medios para
    hacerlo y colocó comisarios en los barcos para que
    controlaran las condiciones en que se hacían las
    travesías. Pero el motivo de su fundación fue la
    guerra entre España y Cuba".

    "A mediados de la década del ’90 la nutrida
    colonia hispana se conmovió al saber que cobraba fuerza en Cuba
    la lucha por la independencia,
    debido a la acción
    de José Martí y
    los grupos de
    patriotas. La Asociación promovió colectas para
    ayudar a la nación
    en guerra y a los soldados que se batían lejos de la
    patria. Las opiniones, sin embargo, no eran unánimes.
    Dentro de la colectividad había quienes apoyaban la causa
    cubana. A los gritos de ‘¡Viva España!’
    y ‘¡Viva Martí!’ se trenzaban los dos bandos
    en las veredas de la Avenida de Mayo, y en una oportunidad
    volaron como proyectiles las sillas y mesas del café
    Tortoni. Cuarenta años más tarde, cuando la Guerra
    Civil partió a España en dos, se enfrentaron en el
    mismo escenario franquistas y republicanos. Nada de lo que
    sucedía allá resultaba indiferente a esta especie
    de sucursal de la península".

    "Al ser bombardeado en la bahía de La Habana el
    acorazado Maine, de la marina de los Estados Unidos, esta
    potencia
    encontró un pretexto para intervenir en Cuba e iniciar
    acciones
    contra España que, debilitada, ya no pudo defenderse. Los
    españoles en la Argentina manifestaron su
    indignación en mítines callejeros agitando banderas
    amarillas y rojas. Con festivales y suscripciones, la
    Asociación Patriótica logró reunir fondos
    para adquirir un buque de guerra, el crucero Río de la
    Plata, que donó a la armada de su país. Pero el
    enemigo ya era otro y muy dispares las fuerzas. España
    resignó su colonia, que no hizo sino cambiar de mano"
    (42).

    Los avatares de las contiendas se vivían con gran
    tristeza Lo recuerda María Trepicchio de Danna, a los 101
    años: "Ah, la Primera Guerra se sufrió mucho porque
    todos los inmigrantes tenían a sus familiares en Europa".
    La ayuda a los damnificados no se hizo esperar: "Con el
    Círculo de Damas Francesas tejí para los soldados
    partidarios de De Gaulle". Cuando la guerra llega a su fin,
    también en la Argentina festejan: "la paz se
    celebró con locura, en casa entonamos La Marsellesa aquel
    día, con la bandera desplegada en el living"
    (43).

    En un poema de Marcos Silber se evoca la amargura de los
    que, en la nueva tierra, sabían que los suyos eran
    víctimas de la persecución. Desde la Argentina,
    quienes emigraron observan impotentes el genocidio. La angustia y
    la desolación son presentadas por medio de imágenes
    de los adultos, a los que un niño comprende desde su
    infinita sabiduría: "Mamá llorándole toda la
    cabeza al pequeño. Regándole/ el sueño, todo
    el juego.
    Mamá que regresa con papeles./ Cartas, papeles
    de adiós y tormento. Avisos de nuevos/ silencios. 1940"
    (44).

    A un suceso de la infancia de Marcos
    Aguinis, se refiere Jorge Fernández Díaz: "El
    pibe tenía siete años y estaba parado junto a la
    puerta del dormitorio de sus padres escuchando exclamaciones y
    ruidos sordos. Había llegado por correo una carta desde
    Europa, y aquellos dos inmigrantes taciturnos se habían
    encerrado bajo llave a leerla en secreto. El hijo no
    entendía, en ese momento, por qué lo habían
    dejado afuera, donde permanecía con el aliento contenido.
    En esa vigilia y en ese desconcierto estaba cuando el padre
    salió despacio, doblado por el dolor, y entonces el hijo
    lo vio llorar por primera vez en toda su vida. La carta narraba
    sin eufemismos la suerte que habían corrido su abuelo y
    las dos tías que Marcos jamás llegaría a
    conocer, en la lejana República de Moldavia, donde los
    nazis arreaban judíos para hacinarlos en los campos de
    concentración o asesinarlos en los hornos de exterminio"
    (45).

    Norma Manzur afirma: "Aunque en ese entonces lo
    ignoré, fueron años de mucho dolor y tristeza en
    nuestra familia. Las cosas importantes, serias y sobre todo la
    tristes se hablaban en idisch, idioma que nunca aprendí.
    La guerra en Europa mataba a los judíos y los padres,
    hermanos y otros parientes de mamá y papá no
    escaparon a ese destino. Sólo después que Gerardo
    viajó a Polonia al 50 aniversario del Levantamiento del
    Ghetto de Varsovia, supe que mis abuelos maternos murieron en el
    campo de concentración de Treblinka. Qué
    pasó con el resto de la familia, mi abuela paterna y mis
    dos tías y otros parientes cuyo registro nunca
    tuve, no lo sé" (46).

    Escribe Mauricio Goldberg que en una familia de
    inmigrantes judíos, "para el sábado era reservada
    esa única posibilidad en la semana de encontrarse todos
    alrededor de la mesa compartiendo la comida. Cualquier intento
    por modificar esa costumbre hallaba la cerrada oposición
    del padre y sus recuerdos que flotaban durante los almuerzos en
    la casa del abuelo. Ese abuelo que Mario no había conocido
    a resultas de la guerra, la misma que de una u otra forma se las
    arreglaba para hacerse presente entre ellos" (47).

    Mónica Sifrim escribe: "No señor. En mis
    antepasados no hay diabéticos, hipertensos,/
    cardíacos ¿Cómo explicarle? De cada diez
    antepasados míos,/ uno moría en las revoluciones,
    otro en las cámaras de gas/ y cuatro o
    cinco de melancolía" (48).

    Los inmigrantes padecen las secuelas de la guerra. En un
    cuento de Sebastián Jorgi, un hombre dice a su mujer: "A
    la semana de vivir juntos, mamá Freda se largaba a llorar
    todas las noches en la habitación contigua. Vos me
    explicaste que estuvo en el Ghetto de Varsovia y no quiere dormir
    sola porque tiene mucho miedo de sólo pensar que los nazis
    la llevarán a la casona del fondo del campo"
    (49).

    Los padres de Daniel Goldman, "ambos polacos, fueron
    sobrevivientes del Holocausto. Su
    padre fue un partisano (guerrilla que luchaba contra el nazismo
    en la Segunda Guerra Mundial) y su madre vivió tres
    años en un sótano después de escapar de un
    gueto. Se conocieron en Polonia y en 1948 emigraron juntos a un
    país que parecía sinónimo de una nueva vida.
    Pero en las valijas se trajeron todo el miedo, el espanto ante
    cualquier autoritarismo y un sentido profundo de que la vida es
    un tesoro a resguardar. Así es que en el hogar de los
    Goldman casi no se dormía: por las noches su madre
    visitaba los cuartos para asegurarse de que él y su
    hermana estuvieran bien, y a las 4 de la mañana todos
    estaban desayunando. De día, las pesadillas se
    contrarrestaban con una educación amiga del
    idealismo"
    (50).

    Escribe Luis León: "El holocausto que
    impactó de lleno en todas las comunidades
    ashkenazíes de Europa, golpeó también a los
    sefaradíes de Grecia y los
    Balcanes. Por eso las noticias de
    los antecedentes que concluyeron con la declaración de la
    independencia del Estado de Israel,
    movilizó a los djidiós en igual magnitud que
    a las otras comunidades judías de Buenos Aires. Un gran
    acto en el cine Villa Crespo de Corrientes al 5500, reunió
    a centenares d personas, aunque el acto central fue organizado en
    el estadio Luna Park.. En esa ocasión, un número
    importante de djidiós de Villa Crespo concurrieron
    al acto en bañaderas, desde las que
    exteriorizaba su entusiasmo. Desde temprano, se formó una
    columna en que se destacaban los jóvenes, reunidos
    alrededor del mástil que en esa época se alzaba en
    el encuentro de las avenidas Corrientes y Canning, recuerda
    ‘L’. ‘Desde el balcón del quinto piso de
    uno de los escasos edificios de altura de esa época, mi
    abuela, gritaba alentando a la muchedumbre sin reflexionar si era
    o no escuchada por ellos. Yo que tenía seis años,
    iba y venía sobre mi triciclo haciendo sonar el timbre del
    manubrio, por simple entusiasmo de ver a mi abuela en esa
    actitud.
    Cuando la columna fue numerosa y comenzó a marchar hacia
    el centro, ella corrió hacia el ropero, extrajo una gran
    bolsa de confites de almendra y los arrojó hacia abajo a
    la gente, fina y cara costumbre que reservaba exclusivamente para
    los grandes acontecimientos, especialmente los nacimientos’
    " (51).

    Afirma Carlos Szwarcer: "Pasaron los años y el
    Café lzmir se consolidó como referente de la
    colectividad. La Segunda Guerra Mundial agitaba los ánimos
    de sus habitués y sus paredes pintadas con arabescos
    —dibujos de
    palmeras y siluetas orientales que simulaban las Mil y una
    Noches—, eran parcialmente cubiertas por banderas de los
    países vencedores de la contienda" (52)

    Durante la primera guerra
    mundial, en Mendoza, "En San Rafael, que contaba con una
    colectividad italiana bastante representativa, se produjeron
    escenas de verdadero patriotismo. Especialmente los italianos de
    la alta Italia, oriundos de zonas fronterizas, salieron a la
    calle portando banderas de su país y realizaron desfiles
    en los que iban cantando viejas canciones guerreras. (…) El
    gobierno de
    Italia lanzó una proclama solicitando la inmediata
    incorporación de todos aquellos compatriotas que quisieran
    presentarse como voluntarios, quienes deberían regresar a
    su país cuanto antes. Muchos fueron los que lo hicieron,
    sobre todo aquellos que ostentaban un grado importante como
    reservas del ejército italiano" (53).

    Las privaciones pasadas en el país de origen
    durante la guerra marcan a quienes emigraron. Una calabresa,
    llegada a la Argentina en 1933, acostumbra a sus nietos a
    aprovechar el alimento del que se puede disponer en la nueva
    tierra. Lo cuenta una nieta, Griselda García, en un poema:
    "mi abuela obligándonos a terminar el plato,/ haciendo
    bocaditos fritos con las sobras porque/ ‘ustedes por suerte
    no conocen lo que es la guerra, el hambre…’ "
    (54).

    Los españoles inmigrantes se organizaron para
    ayudar a sus compatriotas en guerra. Lo cuenta Manuel Castro:
    "Durante los años de la guerra civil, Dopazo y sus
    músicos, entre los que se encontraban sus hijos, eran
    llamados para recaudar fondos para la Madre Patria. Los del bando
    nacional lo hacían por medio de Lola Membrives en el
    Teatro Avenida y los republicanos en el Luna Park"
    (55).

    Helvio Botana escribe en sus memorias: "mi padre
    convirtió la guerra española en problema argentino,
    pues así se lo tomó… Por influjo de
    Crítica nuestra población tomó
    partido a favor o en contra de Franco. Así fue, en toda la
    República una beligerancia polémica nos
    invadió. Y como en toda guerra, hubo hechos notables y
    ridículos, abnegados y aprovechados. El ‘no te
    metás’ desapareció. La Argentina vibró
    y se vivió pasionalmente un suceso que fue nuestro"
    (56).

    Rodolfo Alonso recuerda que en el medio en el que
    él vivía "se hablaba de lo que ocurría en el
    mundo –y en el mundo ocurrían nada menos que la
    guerra civil española y el nazismo- o en nuestro propio
    país, este último vivido más bien a nivel de
    realidad cotidiana, y no sin reflejos del anterior"
    (57).

    Gladys Onega evoca en Cuando el tiempo era otro,
    un conflicto
    bélico relacionado con la vida cotidiana de los
    inmigrantes y sus hijos: "nunca he dudado de que la Guerra Civil
    también se libró en mi casa. El día del
    cumpleaños de mi hermana Chichita, el 17 de julio de 1936,
    Franco declaró el estado de
    guerra en las Canarias y ésa fue la señal para que
    el 18 se extendiera a toda España. El 1° de abril de
    1939, a los veinte días de mudarnos a Rosario,
    terminó. En esos tres años, mientras yo estaba viva
    en Acebal, la mitad de España moría, muerta por la
    otra mitad. No sabíamos que había comenzado la
    matanza y ese día, como siempre, mis hermanos, mis primos
    y los chicos tomamos chocolate. Cuando hubo pasado tres
    años, Bebo, Chichita y yo supimos el día final
    porque entró Justo Vega y llorando lo dijo, ya no en mi
    casa natal sino en el departamento alquilado de Rosario donde
    vivíamos y yo, la niña que era entonces y hoy
    evoco, sé que sentí dolor por las lágrimas
    de Justo, por el silencio de mi padre y porque no pude aliviarlo
    con juegos en las
    calles del pueblo, que ya no estaban, y todavía yo no
    tenía con quién jugar" (58).

    Llorarían asimismo los padres de María
    Rosa Lojo, autora de Canción perdida en Buenos Aires al
    Oeste
    , quien se define como "la primera generación
    argentina nacida de una pareja de exiliados durante la Guerra
    Civil" (59).

    En 1982, la guerra, que parecía tan lejana, tan
    europea, llegó a la Argentina. En "La noche de la cruz de
    plata", Jorge Torres Zavaleta evoca otra contienda. En este
    cuento se narra la historia de una familia inglesa que vive en
    nuestro país. Tan argentino se siente el hijo que, cuando
    se declara la guerra de las Malvinas, se
    alista para combatir a los ingleses. Muere en el combate,
    luchando contra los soldados de la nación
    de sus padres. Miss Lucy, al enterarse de la muerte del
    joven, "pensó que de lejos, sin advertirlo, sus
    compatriotas la habían mutilado" (60).

    El festejo del inicio de la Guerra de las Malvinas
    irrita a un italiano. En "16 de Junio de 1982", escribe Marili
    Flores: "Esas idas a la Pza. Ramírez
    con la gurisada del barrio en mi Citroen en manifestaciones
    multitudinarias con vinchas y banderitas celestes y blancas se
    convertían ese atardecer en la violada utilería de
    una puesta de teatro del absurdo y nosotros, actores que
    grotescamente festejábamos un conflicto bélico.
    Esos bocinazos me aturdían, ahora. Esos con los que,
    estertóreamente expresábamos en patrioterismo de
    mundial de fútbol la dramaturgia horrorosa de una guerra.
    Lo que me impidió entenderlo al Nonno Juan, cuando en el
    asado de aquel domingo me preguntaba en su cocoliche, "ma caraco
    que festeca?! Una guera?" y pensé, cincuenta años
    en este país, pero no es argentino, no entiende . Esa
    tarde sentí al Nonno, creciendo otra vez desde su
    sabiduría, desde mi dolor" (61).

    Notas

    1. Díaz, Leopoldo: "Tierra prometida", en
      Cantan los pueblos americanos. Selección de Germán Berdiales;
      ilustraciones de David Cohen. Buenos Aires, Ediciones Peuser,
      1957.
    2. Gusberti, Martina: El laúd y la guerra.
      Buenos Aires, Vinciguerra, 1996.
    3. Poletti, Syria: "Agua en la boca", en Taller de
      imaginería
      . Buenos Aires, Losada, 1977.
    4. De Benedictis, Ana María: "El desarraigo", en
      El Tiempo, Azul, 24 de marzo de 2002.
    5. Roca, Agustina: "Historia de vida", en La
      Nación Revista
      , 12 de julio de 1978.
    6. Ingberg, Pablo: "El amor a
      los vencidos", en La Nación, Buenos Aires, 14 de
      febrero de 1999.
    7. Criscuolo, Eduardo: "Un habitante ‘gris’
      de Coghlan: Julián Centeya", en El Barrio Periódico de Noticias, Buenos Aires,
      diciembre de 2003.
    8. Barbiero, Daniel: "Confieso que he vivido", en El
      Barrio Periódico de Noticias
      , Año 5, N°
      50, Mayo de 2003.
    9. Patat, Alejandro: "El país de los
      sueños perdidos", en La Nación, Buenos
      Aires, 28 de abril de 2002.
    10. Gaffoglio, Loreley: "El teatro me contuvo", en La
      Nación
      , Buenos Aires, 20 de diciembre de
      1998.
    11. Malaparte, Curzio: La piel. 1949.
    12. Aubele, Luis: "A boca de jarro", en La
      Nación
      , 23 de junio de 2002.
    13. S/F: "Viaje a la tierra de uno", en
      Clarín, Buenos Aires, 27 de septiembre de
      1998.
    14. Anzorreguy, Chuny: El ángel del
      Capitán. Biografía del Capitán Croata Miro
      Kovacic
      . Buenos Aires, Corregidor, 1996.
    15. Savoia, Claudio: "Un milagro argentino en Africa", en
      Clarín Viva, Buenos Aires, 3 de agosto de
      2003.
    16. S/F: "Una vida dedicada a los ferrocarriles", en
      El Barrio Periódico de Noticias, Buenos Aires,
      Noviembre de 2003.
    17. Saavedra, Guillermo: "Vida en escena", en La
      Nación
      , Buenos Aires, 28 de enero de
      2001.
    18. Savoia, Claudio: "El equipaje de los sueños",
      en Clarín Viva, 14 de enero de 2000.
    19. Flichman, Rosalía de: Rojos y blancos,
      Ucrania
      . Buenos Aires, Per Abbat, 1987.
    20. Arcuschín, María: De Ucrania a
      Basavilbaso
      . Buenos Aires, Marymar. 1986.
    21. Califa, Oche: "Historia con tango y misterio", en
      Un bandoneón vivo, Buenos Aires, Sudamericana,
      2002.
    22. Amuchástegui, Irene: "Poeta del insomnio", en
      Clarín Viva, Buenos Aires, 14 de diciembre de
      2003.
    23. Goldberg, Mauricio: Donde sopla la nostalgia.
      Buenos Aires, Grupo Editor
      Latinoamericano, 1985.
    24. Algañaraz, Julio: "Pintor y aventurero", en
      Clarín Revista, Buenos Aires, 8 de junio de
      2003.
    25. Báñez, Gabriel: Virgen.
      Barcelona, Sudamericana, 1998.
    26. Diament, Mario: Conversaciones con un
      judío
      . Buenos Aires, Fraterna, 1986.
    27. S/F: Hotel Gwesty
      Tywi, Gaiman, Patagonia – Hostería Galesa –
      Welsh Colonial B&B.htm
    28. S/F: "Esa magnífica legión de viejos",
      en Revista Mayores, Año II, N° 11,
      1994.
    29. García Lupo, Rogelio: "Los espías
      vascos que operaron en la Argentina", en Clarín,
      Buenos Aires, 19 de enero de 2003.
    30. Mactas, Mario: "Norma Aleandro. Estados del corazón", en La Nación
      Revista
      , Buenos Aires, 8 de diciembre de 2002.
    31. Reinoso, Susana: "Quino: ‘ Los adultos
      están arruinando a los chicos’ ", en La
      Nación
      , Buenos Aires, 7 de diciembre de
      2003.
    32. Varios autores: Enciclopedia visual de la
      Argentina
      . Buenos Aires, Clarín, 2002.
    33. S/F: "Manolo Yglesias", en Contratiempo 1°
      Magazine del Flamenco y la Danza
      Española
      . Año 1 N° 6. Buenos Aires, Mayo
      de 1998.
    34. Malinow, Inés: "Testimonio familiar", en La
      Nación
      , Buenos Aires, 4 de enero de
      1998.
    35. León, Luis: "Historias de Izmir. Los
      finiricos", en SEFARaires, N° 3, Julio de
      2002.
    36. Boulgourdjian-Toufeksian, Nélida: Los
      armenios en Buenos Aires La reconstrucción de la
      identidad
      (1900-1950
      ). Buenos Aires, Centro Armenio,
      1997.
    37. Bedrossian, Gustavo: "A los que se encuentran en un
      pozo", en www.psicorecursos.com.ar.
    38. Castrillón, Ernesto G. y Casabal, Luis:
      "Japoneses en la Argentina. Recuerdos de la guerra", en La
      Nación Revista
      , 27 de septiembre de
      1998.
    39. Fainsod, Jéssica: "La infancia de la ciudad",
      en Clarín Viva, Buenos Aires, 4 de abril de
      1999.
    40. Gandolfo, Elvio E., Cedoc (foto):. "Las raíces
      del presente" en Noticias, Buenos Aires, 6 de diciembre
      de 2002 (www.noticias.uolsinectis.com.ar).
    41. Costa, Flavia: "De nombre extranjero", en
      Clarín.
    42. Wolf, Ema y Patriarca, Cristina: La gran
      inmigración
      . Buenos Aires, Sudamericana,
      1991.
    43. Muzi, Carolina: "El siglo que yo vi", en
      Clarín Viva, 26 de septiembre de
      1999.
    44. Silber, Marcos: Doloratas. Buenos Aires,
      Milá, 2001. (en colaboración con Carlos
      Levy).
    45. Fernández Díaz, Jorge: "Marcos Aguinis.
      Un hombre del Renacimiento",
      Fotos: Daniel
      Merle, en La Nación Revista, Buenos Aires, 6 de
      junio de 2004.
    46. Manzur, Norma: Lazos y Nudos. Cuentos, Buenos
      Aires, Editorial Milá, 2003.
    47. Goldberg, Mauricio: op. cit.
    48. Sifrim, Mónica: Novela familiar. Buenos
      Aires, Ultimo Reino, 1990.
    49. Jorgi, Sebastián: "Tardes del Lorraine", en
      Tardes del Lorraine. Buenos Aires, Ediciones del Valle,
      1996.
    50. Fondevila, Fabiana: "Los personajes del año",
      en Clarín Viva, Buenos Aires, 8 de diciembre de
      2002.
    51. León, Luis: "Recuerdos de la
      partición", en SEFARaires, N° 13, Mayo de
      2003.
    52. Szwarcer, Carlos: "El café Izmir", en Todo
      es historia
      , N° 422, Septiembre de 2002.
    53. Bianchi, Alcides J.: Valentín el
      inmigrante
      . Santiago de Chile, Edición del autor,
      1987.
    54. García, Griselda. Poema
      inédito.
    55. Castro, Manuel: "Manuel Dopazo", en Viajero
      Celta
      , Buenos Aires, Año I N° 9, Julio de
      1996.
    56. Botana, Helvio: Memorias. Tras los dientes del
      perro
      . Buenos Aires, 1977.
    57. Alonso, Rodolfo: Entrevista en Historia de la
      literatura argentina
      . Buenos Aires, CEAL, 1980. Vol. VI
      (Capítulo).
    58. Onega, Gladys: Cuando el tiempo era otro.
      Buenos Aires, Grijalbo-Mondadori, 1999.
    59. Lojo, María Rosa: Canción perdida en
      Buenos Aires al oeste
      . Buenos Aires, Torres Agüero,
      1987.
    60. Torres Zavaleta, Jorge: El palacio de verano.
      Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1997.
    61. Flores, Marili: "16 de Junio de 1982", en
      www.elmuro.com

    El
    reclutamiento

    "Principalmente los que tenían hijos varones
    necesitaban huir del largo e interminable servicio
    militar, que atrapaba a los adolescentes
    sin liberarlos antes de cinco años" (1), escribe
    Arcuschín.

    Bajo el reinado del zar Alejandro II (1855-1881),
    "causó gran impacto entre los colonos alemanes la noticia
    de que el zar había resuelto dejar sin efecto la promesa
    formal de Catalina II que los eximía del servicio militar
    a ellos y a sus descendientes. Dicho servicio era particularmente
    temido puesto que duraba entre cinco y siete años
    –más nueve en la reserva- y se efectuaba en lugares
    muy alejados del Volga. Juan Denzel, que vino a la Argentina en
    1914, recuerda que el principal motivo de descontento
    seguía siendo ése, tanto en su época como en
    la de su padre. Les resultaba intolerable e injusto ‘salir
    jóvenes de las colonias y volver con canas’. Por
    ello, muchos desertaban durante sus meses de licencia quedando
    así fuera de la ley y sin otra alternativa que la
    emigración. Desde luego que aquellos que permanecieron en
    Rusia hasta esa fecha siendo adultos, sumaban al temor de la
    milicia el de las guerras; primero la ruso-japonesa (1904-1905) y
    luego la primera guerra mundial, con la paralela situación
    de revolución interna" (2).

    Luciano Méndez Muslera menciona como motivo de
    emigración de los asturianos la evasión del
    reclutamiento militar: "el sistema de
    reclutamiento era de tiempos de Carlos III y consistía en
    tomar a un mozo de cada cinco de reemplazo (de ahí que se
    les defina con la palabra ‘quintos’ a los reclutas)
    quedando así vinculado a la tropa por un período de
    ocho años, aunque por diversas causas económicas
    del estado español en
    aquellos tiempos, se llegaron a conceder licencias temporales
    (preferentemente durante las cosechas)".

    Los españoles no estaban de acuerdo con esa
    reglamentación: "El sistema de ‘quintos’ fue
    muy contestado (motín 1773 Barcelona) y también fue
    rechazado por algunas localidades como Madrid, así como
    también por profesiones como licenciados, clérigos,
    maestros de escuela, etc". Como en todo reglamento, siempre
    había excepciones: "el sorteo no se hacía con rigor
    y el quinto sorteado era sustituido por un pobre o vagabundo, si
    el médico no lo declaraba incapacitado. Esto dio lugar a
    que los más desamparados o sin influencia alguna fuesen al
    servicio militar". Además, "en 1837 quedó
    establecido que se podía sustituir la obligación
    militar por una cantidad de dinero, (…)
    estas cantidades estaban muy por encima de las posibilidades de
    los campesinos asturianos".

    El período de reclutamiento, ya largo, se
    extendió décadas más tarde: "En el
    año 1885 se estableció también que la
    duración del servicio militar se fijara en doce
    años, desde la entrada en la caja de reclutas hasta el
    término de la segunda reserva". Y se agrega una nueva
    alternativa: "También se crea la figura del sustituto,
    otra de las posibilidades de librarse del servicio militar; los
    quintos destinados en ultramar podían buscarse un
    sustituto, que debería ser de la misma zona, soltero o
    viudo sin hijos y sin sobrepasar los treinta y cinco años.
    Esto dio lugar a que los dueños de las caserías
    llegaran a amenazar a sus inquilinos con perder la casería
    que tenían en régimen de alquiler si uno de sus
    hijos no hacía el servicio militar en sustitución
    de un hijo del dueño de las fincas". Recién en la
    segunda década del siglo XX deja de llevarse a cabo esa
    práctica: "Estas reglamentaciones siguieron en vigor hasta
    1912 en que se suprimieron y aparecieron otras formas de servicio
    militar".

    No sólo la posibilidad de ser reclutados alarmaba
    a los jóvenes: "Esta larga duración era suficiente
    para animar a la emigración, pero a esto se
    añadían las guerras (Cuba, Filipinas, carlistas en
    España y otras guerras coloniales, sobre todo la de
    Marruecos que fue la que más alto grado de
    emigración produjo)" (3).

    El gallego Francisco Coira llegó a la Argentina
    en 1925, "como vienen todos los inmigrantes, para buscar algo
    mejor… y en realidad, escapando del servicio militar, que se
    hacía en Africa…(…) lo que significaba, con las
    pestes, la guerra y todo, casi ir a morirse…" (4).

    Por la misma razón vinieron los tres hermanos
    asturianos Fernández Montes, enviados por su madre, quien
    quedó en España con sus otros hijos (5).

    Encontramos en una novela una alusión a esta
    realidad. En Un dandy en la corte del rey Alfonso,
    María Esther de Miguel refiere a propósito de unas
    monedas, el motivo que llevó a su padre a emigrar y la
    situación económica en la que debió hacerlo:
    "todas habían pertenecido a mi papá, quien vino de
    España por no hacer la conscripción en Marruecos.
    Llegó con una mano atrás y otra adelante, en su
    maleta un mantón de mi abuela y… Y nada más.
    ¡Ah, sí: las monedas!" (6).

    Sin embargo, para un personaje de Rubén
    Benítez, hay un destino peor que el reclutamiento. En
    La pradera de los asfódelos, un hombre que se
    marchó cuando llamaron a su quinta, escribe a una madre
    española: "Cuando el muchacho crezca, mándamelo.
    Hay campos inmensos sin labrar que pueden dar dos o más
    cosechas al año. Los animales, que no
    se cuentan sino de tanto en tanto, andan sueltos. Aquí
    hará fortuna. Cuando convoquen a su quinta mándalo.
    Y si quieres venir tú con él, vente. No te
    arrepentirás. Sobra lugar y faltan manos". La madre
    exclama: "No, hermano. Prefiero que lo manden a Marruecos antes
    de que escape a la Patagonia. De Marruecos regresan todos, de la
    Patagonia no vuelve ninguno" (7).

    Luis León transcribe el testimonio de Arouj de
    Bembasat: " Mi padre un día en Izmir, se encontró
    con un conocido que le dijo que lo buscaban para que fuera a
    hacer l´askierlik, el servicio militar obligatorio
    en Turquía, muy temido por lo prolongado y riesgoso. Sin
    dudarlo, pidió que avisara a su madre, y sin regresar a
    tomar siquiera un poco de ropa se subió al primer barco
    que estaba en el puerto, ignorando a dónde lo
    llevaría. Así llegó a Buenos Aires,
    allá por 1902 ó 1903.. (…) Trabajó muy
    fuerte y le fue muy bien" (8).

    Notas

    1. Arcuschín, María: De Ucrania a
      Basavilbaso
      . Buenos Aires, Marymar, 1986.
    2. Weyne, Olga: El Ultimo Puerto. Del Rhin al Volga y
      del Volga al Plata
      . Buenos Aires, Editorial Tesis/Instituto Torcuato Di Tella,
      1986.
    3. Méndez Muslera, Luciano:
      op.cit.
    4. Ceratto, Virginia: "Gris de ausencia. Volver a
      empezar en un mundo nuevo", en La Capital, Mar del
      Plata, 26 de noviembre de 2000.
    5. Ceratto, Virginia: op. cit.
    6. Miguel, María Esther de: Un dandy en la
      corte del rey Alfonso
      . Buenos Aires, Planeta,
      1999.
    7. Benítez, Rubén: La pradera de los
      asfódelos
      . Bahía Blanca, Siringa,
      1988.
    8. León, Luis: "Inmigrantes sefaradíes.
      Allá por la calle 25 de Mayo", en SEFARaires
      N° 24, Abril de 2004.

    Hacer la América

    "Es de tener en cuenta también los factores
    económicos –dice Méndez Muslera-; con la
    desamortización de Mendizábal se agrava la
    situación de los campesinos, al elevar los propietarios
    las rentas de las caserías, forzando a los campesinos a
    emigrar, a la vez que impedía también el que los
    colonos pudieran acometer mejoras en la explotación. (…)
    También el factor poblacional es de tener en cuenta, ya
    que en la segunda mitad del siglo XIX las altas tasas de
    fertilidad alcanzadas no permitían ofrecer tierras a los
    hijos a través de nuevas particiones de caserías
    por alcanzar éstas una extensión mínima.
    Esto añadido a la elevación de las rentas y de los
    impuestos
    forma otro pilar fundamental como causa de emigración"
    (1). En otras regiones de Europa, la situación no era
    mejor.

    Sobre los irlandeses, leemos: "Muy arraigados a su
    tierra, y con escasa inclinación a emigrar, es posible que
    la clase obrera y
    campesina nunca hubiese abandonado su país de no haberse
    producido la gran catástrofe de los años 1845 a
    1849. Pero esos años fueron fatídicos y decisivos.
    Parecía como si de pronto todas las fuerzas de la naturaleza se
    hubieran confabulado para dar al traste con un pequeño
    país que, tras siglos de abandono y mala administración, carecía enteramente
    de reservas. Los verdes campos asolados por la terrible plaga de
    la papa; epidemias de tifus y escorbuto diezmando cruelmente a la
    población. En el breve período de aquellos cuatro
    años, dos millones aproximadamente de sus pobladores
    perecieron a causa del hambre o las fiebres, ya en su propia
    tierra, ya en el curso de los espantosos viajes a que
    les llevó el intento de salvarse" (2).

    Mariana Gaynor Heduan relata lo sucedido a uno de sus
    antepasados: "¿Qué motivos lo llevaron a Thomas
    Gaynor a emigrar a la República Argentina? De inmediato se
    puede señalar uno que alcanzó a ser dominante para
    muchísimos irlandeses de toda esa comarca: la noticia,
    insistentemente difundida, que se podía alcanzar muy
    pronto una gran prosperidad en dicho país a través
    del cultivo de la oveja que comenzaba a tener entonces un gran
    desarrollo en
    la ‘pampa bonaerense’. Todos esos jóvenes eran
    ovejeros desde su infancia y se creían capaces de
    convertir la lana pampeana velozmente en oro. Parece
    también que después de 1840 un cierto Michael
    Murray (apodado en Buenos Aires ‘Spanish Mickey
    Murray’ por sus aptitudes como lingüista),
    emigró de la región a Buenos Aires
    estableciéndose luego en Capilla del Señor y
    construyendo una gran fortuna en lanares. El éxito de
    ‘Spanish Mickey Murray’ sirvió de imán
    para muchos jóvenes ovejeros. En el caso de Thomas Gaynor,
    había también otro motivo para emigrar. La Irlanda
    de mediados de siglo pasado se hallaba muy agitada; no
    sólo por el motivo político de la dominación
    británica, sino también por el desgraciado sistema
    agrario que se venía heredando desde siglos atrás.
    El irlandés medio no era propietario de la tierra que
    labraba, era un simple arrendatario que podía ser
    desposeído en cualquier momento por su propietario, que
    las más de las veces, poseía su título
    fundado en conquista bélica y solía habitar lejos
    de las poblaciones a él sometidas. Cualquier
    mejoría introducida en la propiedad del
    arrendatario era motivo para un aumento de alquiler; se dio
    inclusive el caso de un arrendatario que vio aumentada su prima
    porque a su mujer se le había ocurrido plantar unas flores
    en la puerta de su cabinita. ‘Si tienen plata para flores,
    tienen plata para pagar un mejor alquiler’.
    ¡Mentalidad no totalmente desconocida tampoco en la
    República Argentina!. A mediados del siglo pasado los
    propietarios encontraron que podían aprovechar sus tierras
    echando a sus inquilinos, algunos de los cuales habían
    habitado el mismo sitio por centenares de años y,
    reemplazándolos con vacunos, cuya venta
    redituaría un interés
    mayor que el alquiler hasta entonces recabado. Estas medidas
    puestas en práctica, provocaron grandes reacciones entre
    la juventud de la
    población agrícola; estas se manifestaron no
    sólo en los sectores políticos, sino también
    mediante la proliferación de sociedades
    agrarias, más o menos secretas, más o menos
    violentas, dedicadas a la protección de la
    población indefensa frente a la agresividad brutal de los
    terratenientes. Estas sociedades accionaban contra los
    propietarios y también contra los ocupantes de tierra
    cuyas antiguas poblaciones habían sido
    ‘barridas’; como las leyes y la
    justicia
    estaban al servicio de los propietarios, se entiende como la
    policía, la milicia y el ejército, fueron pronto
    movilizados contras estos defensores del pobre. Thomas Gaynor se
    vinculó en su juventud con algunas de estas sociedades y
    atrajo sobre si la atención de los guardianes del orden y
    creyó prudente alejarse de su país. Su
    ‘pecado’ no pudo haber sido muy pequeño,
    porque al volver a Irlanda muchos años más tarde,
    con la intención de radicarse allí definitivamente,
    y habiendo ya elegido una propiedad donde pensaba constituir su
    hogar, tuvo noticias, por alguna vía reservada, que la
    policía andaba haciendo preguntas a fondo sobre su
    persona,
    circunstancia que lo indujo a tomarse prontamente el vapor y
    volver a la República Argentina" (3).

    Hacia América parte un hombre desde Italia. Por
    amor al marido emigrado tiempo antes, la madre abandona a sus
    hijas, llevando al hijo varón, en el cuento "El tren de
    medianoche" de Syria Poletti. La escritora recuerda así
    este episodio: "En ese instante, momento en que mi madre me
    dejó para reunirse con mi padre en tierras de
    América, nacen el drama y la rebeldía, pero
    también la revelación de la soledad y su misterio.
    Fue como si de pronto se hubiesen abierto las compuertas de la
    vida adulta, y, al mismo tiempo, asomara la certeza de otro
    llamado. Al irse, mi madre respondía a un llamado
    ineludible. Yo también, con el tiempo, respondería
    a un llamado" (4).

    Santo Oficio de la Memoria es la novela de
    Mempo Giardinelli que obtuvo en 1993 el Premio Rómulo
    Gallegos. En ella narra, por boca del hijo mayor, las
    circunstancias en las que Antonio Domeniconelle y parte de su
    familia tuvieron que emigrar: "Padre y madre vinieron de Italia
    porque allá éramos muy pobres. Muy pobres.
    Más pobres que toda la pobreza que hayas
    visto" (5). Veinticinco años después llegaron a la
    Argentina, per fare l’América, los abuelos
    abruzzeses de Eduardo Mignogna, escritor que mereció el
    Premio Emecé 1998/9 por La Fuga .(6).

    En un reportaje a Antonio Dal Masetto, se señala
    cuál fue la razón que lo trajo a América:
    "Después de la Segunda Guerra Mundial, la subsistencia se
    puso difícil en Italia y la familia emigró en 1950
    a nuestro país" (7). En otro reportaje, se narra que
    "Narciso Dal Masetto llegó a la Argentina en 1948 desde
    Intra, un pueblo alpino italiano a los pies del lago Maggiore.
    Huía de los estragos de la guerra. Dos años
    después arribaron su mujer, doña María, y
    sus hijos, Rita y Antonio César" (8).

    En algunas regiones, los factores climáticos
    agravaban la situación. Afirma Celia Vernaz: "El
    gobernador Juan Pujol, de Corrientes, había solicitado a
    las casas contratistas de Basilea el envío de colonos para
    su provincia. Esto era posible porque en la zona del Valais,
    Saboya y Piamonte se había generado una corriente
    emigratoria hacia América. Las causas eran varias: falta
    de trabajo, familias numerosas, pobreza en general, a lo que se
    sumaban cataclismos como avalanchas e inundaciones que diezmaban
    a las poblaciones de la montaña" (9).

    Para los gallegos había dos destinos: Buenos
    Aires y Cuba. Mi abuelo paterno y sus hermanos emigraron a
    Manzanillo; desde allí, mi abuelo se trasladó a
    Buenos Aires, mientras que sus hermanos quedaron en la isla. Un
    personaje de Joel Franz Rosell cuenta las peripecias de una
    anciano emigrante: "-Tú sabes que Cuba fue colonia
    española hasta 1898. Después de la independencia,
    muchos españoles continuaron yendo allí a buscar
    fortuna. Entre esos emigrantes estuvo tío Fermín,
    que se fue muy joven y sin un duro. No sabemos cómo
    logró hacerse con tierras, montar una fábrica de
    conservas y otros negocios.
    Llegó a tener buenos amigos en el gobierno y eso
    acabó por traerle la desgracia cuando la revolución
    de 1959…" (10).

    "Diego Corrientes" es uno de los textos que Francisco
    Grandmontagne escribió para su "Galería de
    inmigrantes", publicada en Caras y Caretas. En esa
    estampa, publicada en 1899, leemos: "La falta de pan y la sobra
    de hijos arrojaba a Dieguillo del hogar nativo. Tenía 12
    años, saludables como las vetas de joven encina; cual
    aguilucho, ágil y fuerte, y bello además, como
    engendro de dos cuerpos torneados por duro trabajo"
    (11).

    El portugués "Joaquín Alves, (…)
    formó una familia numerosa como era común en aquel
    entonces y él fue el primero de la familia que en un
    contexto general de hambre en Europa se decidió a venir a
    probar suerte a una tierra lejana y desconocida. Así que
    llegó a la Argentina alrededor de 1935 y trabajó en
    la fábrica Loma Negra en Olavarría. Luego de unos
    años, después de terminada la segunda guerra,
    Joaquín volvió a su tierra con intenciones de
    quedarse pero la situación no era como él pensaba.
    Luego de estar alejado de su familia por casi diez años en
    Europa casi nada había cambiado y en Portugal incluso las
    cosas eran más difíciles aún porque un
    dictador tomaba ahora las decisiones en el gobierno. Ante tal
    panorama, Zulmira, ya adolescente presionaba a su padre para que
    regrese a la Argentina pero esta vez con toda la familia. Y
    así fue" (12).

    En "Israel Mantel Cada inmigrante una historia", relata
    José Mantel: "Mi abuelo Shemaia Chilibi Mantel
    falleció c. de 1912 presuntamente de fiebre tifoidea.
    Mi abuela Rifka quedó viuda con cinco hijos en la
    más absoluta miseria. Vivían en el
    pasheico’, uno de los lugares más
    pobres y sombríos de Izmir. Como era costumbre en ese
    lugar y en esa época, sus hijos apenas llegaban a la
    adolescencia
    empezaban a noviar con vecinitas de la colectividad. Así,
    el mayor de mis tíos, Bohor por supuesto, se casó
    con Alegre Lereaj y nació mi primo, Felipe (se supone que
    es la traducción del nombre de mi abuelo) y se
    vinieron para Sudamérica. El segundo de los hermanos,
    Mordehai, le siguió los pasos, y al poco tiempo
    mandó a buscar a su novia Reyel, con quien se casó
    en Paraguay. Luego
    vino el tercer varón, José. En Izmir quedaba mi
    abuela, la única hija mujer, Yamila, que se había
    casado con Abraham Barsimantov, y mi padre Israel que contaba con
    16 años y esperaba con ansiedad que sus hermanos le
    enviaran el pasaje hacia aquí. Este pasaje no era
    solamente el viaje a través del océano, sino el
    paso de la tristeza y el hambre a la alegría y la
    esperanza" (13).

    Notas

    1. Méndez Muslera, Luciano: op.
      cit.
    2. Mac Dermott Doreann: "Quinquenio de terror", en
      Viajero Celta. Año II, N° 17. Buenos Aires,
      mayo de 1997.
    3. Gaynor Heduan, Mariana: "Los Gaynor", en
      www.irlandeses.com.ar.
    4. Fornaciari, Dora: "Reportajes periodísticos a
      Syria Poletti", en Taller de imaginería. Buenos
      Aires, Losada, 1977.
    5. Giardinelli, Mempo: Santo Oficio de la
      Memoria
      . Buenos Aires, Seix Barral, 1991.
    6. Mignogna, Eduardo: "Destinos cruzados de un libro y
      una vida", en Clarín, Buenos Aires, 19 de
      noviembre de 2000.
    7. Roca, Agustina: op. cit.
    8. Gaffoglio, Loreley: "¿Cómo me explico y
      me cuento?", en La Nación, Buenos Aires, 9 de
      septiembre de 2001.
    9. Vernaz, Celia: La Colonia San José.
      Santa Fe, Colmegna, 1991.
    10. Rosell, Joel Franz: Mi tesoro te espera en
      Cuba
      . Buenos Aires, Sudamericana, 2002.
    11. Grandmontagne, Francisco: "Diego Corrientes", en Fray
      Mocho, Félix Lima y otros: Los costumbristas del
      900.
      Sel. y pról. de Eduardo Romano, notas de Marta
      Bustos. Buenos Aires, CEAL, 1980.
      (Capítulo).
    12. Da Conceiçao, Mauro; Euguaras, Mariano;
      Flibert; Francisco; Marino, Roberto; Sánchez,
      Julián: "Sabores de una historia", en www.ciet.org.ar.
    13. Mantel, José: "Israel Mantel Cada inmigrante
      una historia", en SEFARaires, N° 17, Septiembre de
      2003.

    Imitación,
    inculcación

    Así explica Méndez Muslera uno de los
    motivos de emigración: "Según aumentaba el movimiento
    emigrador, parece que se fue rebajando la edad a la que se
    embarcaba, son dos los motivos principales, por un lado
    está la imitación del vecino del pueblo que se
    marcha y triunfa en América, volviendo con fortuna, por
    otro lado se les inculca a los niños
    la idea de que al llegar a los quince años tienen que
    partir para América, al lado de algún pariente o
    amigo. Este ‘echarles de casa’, que
    caracterizó la educación aldeana
    de Asturias, es el signo que encontramos con mayor imperativo
    entre la colonia asturiana del Uruguay. Se
    les decía: ‘tienes que ir a la escuela y aprender
    mucho para que luego te vayas a América’ "
    (1).

    "Venían a sobrevivir –escribe Jorge
    Riestra-, a intentar vivir una vida mejor, a hacer fortuna, por
    qué no, algo les habían contado de la generosidad
    de estas tierras, de la abundancia que desbordaba en las manos de
    quienes la trabajaban. Cuando se les hablaba del Nuevo Mundo,
    ellos pensaban en un mundo nuevo. Lo que les esperaba era el
    Hotel de Inmigrantes y luego la ciudad, las ciudades, y en las
    ciudades la dispersión, el enigma de las calles y de la
    gente, qué comerían y dónde
    dormirían" (2).

    En La patria desconocida, Baldomero
    Fernández Moreno muestra a su
    padre como el emigrante a quien se desearía imitar. Afirma
    que en el español se operó una
    transformación completa: "de muchacho aldeano a rico y
    conspicuo miembro de una colectividad, fundador de clubes y
    protector de hospitales". Cuando el próspero emigrante
    regresa a España junto con su familia, el escritor
    tenía seis años: "Un día del año 1892
    era recibido a su entrada con alegre estrépito de cohetes,
    mientras que un coro de ceñidos danzantes tejía
    alrededor del nuevo indiano y los suyos, levantando el polvo, los
    típicos bailes del país. (…) Mi padre estaba de
    levita, muy atusado de bigote y mosca. No comprendía yo
    cómo, salido de la aldea tan pobre como cualquiera de
    aquellos rapaces que jugaban conmigo, por el hecho de haber
    pasado al nuevo mundo, se había transformado en un gran
    señor" (3).

    En Su único hijo, Leopoldo Alas retrata al
    americano Sariegos, "el más rico de la provincia, que
    podría aturdir a todos los Valcárcel del mundo
    envolviéndolos en papel del Estado y en acciones del
    Banco y otras
    mil grandezas" (4). El mensaje era que la riqueza estaba al
    alcance de cualquiera, salvo que fuera como "Elizabide el
    vagabundo", protagonista de un cuento de Pío Baroja, que
    en América "estuvo muchas veces a punto de hacer fortuna,
    lo que no consiguió por indiferencia". Cuando
    volvió, lo recibieron con desdén, y "todo el mundo
    recordó que antes de salir de la aldea, ya tenía
    fama de fatuo, de insustancial y de vagabundo". No obstante, al
    hablar de sus viajes, "tuvo suspensos de sus labios a todos"
    (5).

    En La comida de las fieras, un personaje de
    Jaicnto Benavente expresa: "¿Por qué vivimos en
    Europa? En América el hombre
    significa algo; es una fuerza, una garantía…; se lucha,
    sí, con primitiva fiereza; cae uno y puede volver a
    levantarse pero en esta sociedad vieja, la posición es
    todo, el hombre nada…, vencido una vez, es inútil volver
    a luchar. Aquí la riqueza es un fin, no un medio para
    realizar empresas. La
    riqueza es el ocio; allí es la actividad. Por eso
    allí el dinero da
    triunfos… y aquí desastres… Pueblos de historia, de
    tradición; tierras viejas donde sólo cabe, como en
    las ciudades sepultadas de la antigüedad, la
    excavación, no las plantaciones de nueva vegetación y savia vigorosa"
    (6).

    José Ortega y Gasset, en cambio,
    consideraba que "América, lejos de ser el porvenir era, en
    realidad, un remoto pasado, porque era primitivismo. Y
    también, contra lo que se cree, lo era y lo es mucho
    más América del Norte que la América del
    Sur, la hispánica" (7).

    En Italia también fascinaban los relatos de
    quienes regresaban de América. Lo narra Edmondo
    D’Amicis, en La maestrita de los obreros. Al ir a
    dar su clase, la protagonista encuentra que "Faltaba esa noche
    más de una docena de alumnos. La maestra investigó
    las razones de la ausencia, y supo que habían ido, con
    muchos otros, a pasar la velada en un establo, donde un viejo
    aldeano, de vuelta de América, un espíritu jovial y
    extraño, había invitado a medio arrabal para
    relatarle la historia de sus aventuras" (8).

    Nora Ayala relata: "El tío de Luigi había
    estado en América, donde había muchos italianos,
    todos ricos, por lo menos para el parámetro del
    paese y cuando volvía a Bagnasco entre un viaje y
    otro, encantaba a amigos y parientes con los relatos de esos
    mundos lejanos y maravillosos. La vida de los contadini
    era penosa y se trabajaba desde que salía el sol hasta que
    se ponía, de lunes a lunes, sin ninguna esperanza de
    cambio, solamente para comer" (9).

    Parte de Italia el matrimonio Vairoleto con su
    primogénito, porque "en aquella región las
    posibilidades de prosperar eran muy escasas para los aldeanos
    pobres, y Vittorio concibió el proyecto de ir a
    América. Algunos emigrantes, incluso un cura que
    había estado en la parroquia de la villa, escribían
    enviando noticias favorables desde la Argentina, un país
    donde hacía falta mano de obra y eran bienvenidos los
    labriegos italianos para poblar las colonias agrícolas.
    Ilusionados por esas perspectivas, Vittorio y Teresa se
    dispusieron a marchar al nuevo continente con su bebé
    recién nacido" (10).

    De la nueva tierra, en la que tanto ha prosperado,
    vuelve a Italia uno de los emigrantes, en Guido, novela de
    Andrés Rivera. El hombre afirma: ""Acá, nada
    más que mujeres… Soy un indiano que está de
    visita, y al que le gustan las mujeres intrépidas"
    (11).

    Otras veces, los emigrantes prósperos no
    regresan, pero envían cuantiosas sumas para colaborar con
    el desarrollo de la región que los vio nacer. En las
    Aguafuertes gallegas, Roberto Arlt
    se refiere a don Gumersindo Busto, y los hermanos Juan y
    Jesús García Naveira, filántropos que
    hicieron obras con parte de la riqueza acumulada en
    América (12).

    Las ilusiones tras las que se marcharon los inmigrantes
    también son tema literario. Aunque muchos consideraron que
    habían logrado "hacer la América", otros se
    sintieron defraudados. Esta frustración es la que evoca
    Carlos de la Púa, en su poema "Los bueyes", en el que
    dice: "Vinieron de Italia, tenían veinte años,/ con
    un bagayito por toda fortuna/ y, sin aliviadas, entre
    desengaños,/ llegaron a viejos sin ventaja alguna"
    (13).

    En La pradera de los asfódelos, novela en
    la que un español recuerda las promesas y la realidad que
    le tocó vivir, escribe Rubén Benítez:
    "Aquí hay trabajo y riqueza para todos. Venid cuanto
    antes, nos decía. Y a pesar de los ruegos de las madres,
    nos fuimos. Durante un año trabajé muy duro en la
    salina, ahorrando céntimo tras céntimo, hasta que
    pude pagarme el regreso. Volví como había ido. Nada
    debo a aquella tierra. Sólo el desengaño.
    Aquí está nuestro pueblo, el terruño de
    nuestros abuelos, la finca de mi padre. Dos veces, hija,
    lloré en mi vida. Cuando me di cuenta de lo lejos que
    había quedado mi pueblo y cuando regresé a
    él" (14).

    En su poema "Inmigrante", Cristina Pizarro evoca la
    misma desolación: "Yo era el que no tenía
    título,/ ni un doble apellido,/ el que deseaba vivir en un
    chalet de dos pisos/ con jardín/ y revestimientos de
    piedra Mar del Plata./ Era uno de esos/ originarios de tierras/
    devastadas./ Ahora/ soy/ este aire ambiguo/
    este daño/
    que regresa/ y este adiós/ menoscabado" (15).

    Se sienten engañados los inmigrantes que evoca
    José Pedroni en "La invasión gringa", incluido en
    Monsieur Jaquin: "¿Dónde se hallaba el oro,/
    de todos alabado?/ El oro estaba en un pequeño
    árbol;/ el oro era un engaño:/sólo
    pequeñas flores/ de oro perfumado./ Aromitos floridos,/
    orillas del Salado". En el mismo poema, una mujer escribe: "-Nos
    casamos./ La tierra es nuestra, ¡nuestra!/ Todo lo que
    tocamos/ va siendo nuestro:/ el buey, el horno, el rancho…/
    Nuestros todos los árboles;/ nuestro un único
    árbol,/ tan grande, tan coposo,/ que da gusto mirarlo./ Es
    una nube verde/ asentada en el campo" (16).

    En "La conquista de Buenos Aires", de Enrique
    Loncán, Cicerón vuelve a la vida en el siglo XX y
    emprende un viaje del que se arrepentirá amargamente.
    Estas palabras lo impulsaron a realizar la travesía:
    "más allá del Atlante existe una ciudad nueva,
    maravillosa, pletórica de esperanzas. Es la tierra
    prometida de los inmigrantes, la meta de los
    destinos fantásticos y las riquezas fabulosas. Se cuentan
    por millares los hijos del Lacio que en Buenos Aires hicieron
    fortuna… ¿Por qué no la harías tú
    también, Marco Tulio Cicerón, que llevas en tu
    sangre lo más puro de la raza latina y en tu mente todo el
    genio de la estirpe inmortal?" (17).

    Notas

    1. Méndez Muslera, Luciano: op.
      cit.
    2. Riestra, Jorge: "Las voces de la ciudad".
    3. Fernández Moreno, Baldomero: La patria
      desconocida
      . Buenos Aires.
    4. Alas, Leopoldo: Su único hijo.
      Barcelona, Bruguera.
    5. Baroja, Pío: Cuentos. Alianza
      Editorial
    6. Benavente, Jacinto: La comida de la
      fieras
      .
    7. Ortega y Gasset, José: La rebelión
      de las masas.
    8. D’Amicis, Edmondo: . La maestrita de los
      obreros
      . Buenos Aires, Anaconda.
    9. Ayala, Nora: Mis dos abuelas. 100 años de
      historias
      . Buenos Aires, Vinciguerra, 1997.
    10. Chumbita, Hugo: Ultima frontera. Vairoleto: Vida y
      leyenda de un bandolero
      . Buenos Aires, Planeta,
      1999.
    11. Rivera, Andrés: Guido, en Para
      ellos, el Paraíso
      . Buenos Aires, Alfaguara,
      2002.
    12. Arlt, Roberto: Aguafuertes gallegas. Buenos
      Aires, Ameghino, 1997.
    13. De la Púa, Carlos: "Los bueyes", en L.
      Lugones, B. Fernández Moreno, R. Molinari y otros: La
      poesía argentina
      . Buenos Aires, CEAL, 1979.
      Pág. 89. (Capítulo).
    14. Benítez, Rubén: op.
      cit.
    15. Pizarro, Cristina: La voz viene de lejos.
      Buenos Aires, Ayala Palacio, 1996.
    16. Pedroni, José: Hacecillo de Elena.
      Santa Fe, Colmegna, 1987.
    17. Loncán, Enrique: "La conquista de Buenos
      Aires", en Cuentos y esquicios.

    Salida de los hidalgos
    segundones

    "La salida de hidalgos segundones y gente acomodada
    cuando la emigración no era aún masiva, ha servido
    de apoyo a planteamientos como el que la emigración desde
    las provincias del norte de España excepto Galicia, no se
    debía a la falta de trabajo, ni a causa alguna física o
    económica, a diferencia de muchos levantinos que emigraban
    a causa de su miseria y que muchos emigrantes vascos,
    santanderinos y asturianos suelen llevar pequeños
    capitales y una formación cultural adecuada" (1). No hemos
    encontrado testimonios al respecto.

    Notas

    1. Méndez Muslera, Luciano: op.
      cit.

    Los "ganchos" o agentes de los
    armadores

    "Uno de los motivos de la salida de los campesinos
    asturianos hacia la emigración –continúa
    Méndez Muslera-, era la propaganda
    ‘ilícita’ de los agentes o armadores por sus
    anuncios y reclamos notoriamente falsos. Estos agentes de los
    armadores, se dedicaban a hacer publicidad de los
    próximos viajes y también a arreglar los papeles
    para la salida de los campesinos. Ya avanzado este siglo esta
    especie de Agencias de Viajes para Ultramar pasaron a estar
    sometidas al control de las
    Inspecciones de Emigración (…), recibiendo el nombre de
    ‘Oficinas de Información y Despacho de Pasajes para
    Emigrantes’ condición que obligaba a llevar un
    ‘Libro de Registro’, con los datos relativos
    al comprador de cada uno de los pasajes y un ‘Copiador de
    Cartas’ con la correspondencia relativa al mismo asunto;
    ambos libros tenían que ser visados por la
    Inspección correspondiente" (1).

    En 1857, Antoine Bonvin emigra desde Valais, y se queja
    amargamente del engaño de que ha sido víctima.
    Desde Buenos Aires lo trasladan en vapor al Ibicuy: "Llegamos al
    tercer día; se nos desembarcó en una vasta llanura
    que no tenía más que un poco de buen terreno; no se
    veían allí más que grandes pantanos o
    bosques, pero de madera toda
    espinosa. El agua era
    mala y llena de toda clase de insectos; un país muy
    malsano donde jamás nadie podía prosperar. Se
    tenía peligro de verse devorado por las bestias feroces,
    tal como el tigre, los cocodrilos y otros. Puedo decir que en
    este momento estábamos todos desesperados de vernos
    engañados de esta manera. Reclamábamos
    inútilmente la promesa que nos había sido hecha
    antes de nuestra partida: pero todo eso ya era inútil, ya
    no se podía más escapar, uno se creía
    exiliado en esta isla" (2).

    Estanislao Zeballos se refiere a los agentes en La
    rejión del trigo
    , obra de 1883. Allí leemos:
    "La palabra de los agentes y de los contratistas
    está desacreditada en Europa desde el siglo pasado. No
    solamente es ineficaz: no es siquiera oida" (3).

    Por otra parte –afirma Alejo Peyret-, los
    potenciales emigrantes eran tentados con ofertas de otros
    países: "Necesitamos poblaciones que no solamente tengan
    la actividad física, la laboriosidad en grado
    relativamente superior, sino que sean también superiores
    intelectualmente y exentas de las preocupaciones de la
    superstición y del fanatismo. Para conseguir nuestro
    propósito sería menester mantener agentes
    permanentes en Europa, que no dejemos un momento sin llamar la
    atención sobre estas comarcas. Sería menester
    acudir a los periódicos, a las publicaciones baratas, a
    folletos, avisos, etc. Sería menester combatir por la
    prensa y la
    propaganda oral la acción de los enganchadores que
    trabajan para los Estados Unidos y para Brasil"
    (4).

    En El laúd y la guerra, Martina Gusberti
    evoca uno de esos engaños. Dice que Resistencia "fue
    fundada por un puñado de inmigrantes italianos que,
    remontando el Río Negro y traídos por empresas
    contratistas con el señuelo de poblar tierras
    fértiles y prósperas, hallaron en cambio terrenos
    ásperos, cubiertos por bosques salvajes plagados de
    mosquitos. Era el 2 de febrero de 1878, durante un verano
    abrasador. Se dice que los colonizadores estuvieron varios
    días en el barco sin querer aposentarse en esa tierra
    inhóspita. Luego, vencidos por la circunstancia, no
    tuvieron otra opción que desembarcar con sus familias"
    (5).

    Juan Faccioli, pionero friulano, narra también un
    episodio relacionado con la colonización chaqueña:
    "Según Faccioli, al llegar al Hotel de Inmigrantes se
    enteraron de que estaban destinados al Territorio Nacional del
    Chaco, donde les darían tierras que estaban habitadas por
    aborígenes: algunos huyeron del Hotel de Inmigrantes, pero
    luego de vagar sin conseguir trabajo ni comida volvieron y
    aceptaron llegar a Reconquista y, desde allí, a una
    colonia que se formaría al otro lado del arroyo El Rey"
    (6).

    También fueron engañados los judíos
    que evoca Ricardo Feierstein en La logia del umbral,
    quienes, al llegar a Santa Fe advirtieron que no tenían
    herramientas
    ni dónde guarecerse (7).

    Desde Tucumán, donde sufre explotación,
    enfermedades,
    hambre y discriminación, José Wanza escribe,
    en 1891: "Aquí estoy sin comunicación con nadie en el mundo.
    Sé que las cartas que mandé a mis amigos no
    llegaron. Es probable que éstos nuestros patrones que nos
    explotan y nos tratan como a esclavos, intercepten nuestra
    correspondencia para que nuestras quejas no lleguen a conocerse.
    Vine al país halagado por las grandes promesas que nos
    hicieron los agentes argentinos en Viena. Estos vendedores de
    almas humanas sin conciencia,
    hacían descripciones tan brillantes de la riqueza del
    país y del bienestar que esperaba aquí a los
    trabajadores, que a mí con otros amigos nos halagaron y
    nos vinimos. Todo había sido mentira y engaño"
    (8).

    A veces, los engaños no provenìan de los
    armadores. En Fuegia, de Eduardo Belgrano Rawson, un
    sacerdote afirma: "Uno llega repleto de ilusiones. Como usted
    dice: con la Revista del Misionero en el bolsillo. Al
    final nos contentábamos con que juntaran las manos y
    repitieran Misericordia, Jesús, varias veces. Pero
    no era seguro que lo
    recordaran al día siguiente". Acerca de los anglicanos
    expresa: "Pobres diablos. ¿Cómo no van a sentirse
    desengañados? Ya sabemos cómo hacen para
    reclutarlos. ¿Acaso no les pintan todo esto como un
    paraíso repleto de aldeas? Me imagino las fantasías
    que traen. ¿Y qué encuentran a su
    llegada?".

    La viuda del reverendo Dobson evoca los planes que
    hacìan sobre la emigraciòn, alentados por noticias
    tendenciosas: "Despuès de pasar una tarde en la
    Uniòn Misionera, volvìan a casa con su marido por
    un sendero de gramilla perfumada. Llevaba seis meses de casada
    con Dobson. Hicieron un alto en el parque y abrieron un paquete
    de bollos. Charlaron del futuro viaje a Sudamèrica. Dobson
    dibujò la misiòn sobre el papel de los bollos.
    Habìa un grupo de canaleses entonando sus himnos y un
    paquebote en el horizonte. Los canaleses figuraban como
    ‘naturales amistosos’ en todas las publicaciones del
    Almirantazgo, de modo que agregò un nativo haciendo
    cabriolas. Su mujer le suplicò que dibujara una huerta.
    Dobson puso la huerta y metiò algunas ovejas. Estuvo
    tentado de añadir el cementerio, pero desistiò a
    ùltimo momento. Ella estudiò bien el dibujo y
    concluyò que nada faltaba. Tratò vanamente de
    hallarle algùn parecido con su aldea de Sussex. Pero igual
    le propuso: ‘Pongàmosle Abingdon’.
    Pensò emocionada: ‘El Señor es mi
    pastor’ " (9).

    Gabriel Báñez evoca otra clase de
    engaños. La Zwi Migdal era una organización de trata de blancas que
    tenía en Ensenada el centro de sus operaciones. Casi
    todas las pupilas "venían de Varsovia, engañadas
    por un correo que les prometía casamiento y fortuna en la
    nueva tierra y con el cual refrendaban un contrato que
    avalaban los padres de las jóvenes. En cuanto pisaban
    puerto, debían enfrentarse sin embargo con la letra chica
    del contrato: la prostitución o el remate" (10).

    Un personaje de Vázquez-Rial explica el procedimiento: en
    las aldeas judías de Polonia hay "mucha hambre. Más
    de la que se puede aguantar. Y lo más caro de todo, lo
    más inútil, son las hijas. Hay que librarse de
    ellas: casarlas o venderlas, que viene a ser lo mismo. (…) Yo
    nunca llegué a saber si esos viejos que vendían a
    las hijas creían o no en lo que hacían, pero lo
    hacían, y había que seguirles la corriente. (…)
    Eran jóvenes hermosas, criadas con miedo a Dios y
    obediencia absoluta al padre que las vendía. Ruth,
    digamos, por ponerle un nombre, respetuosa, humilde, delgada…
    La metían en un barco con un tipo como yo, la bajaban en
    Buenos Aires, la encerraban en un sitio inmundo, para que el
    quilombo, después, le pareciera el cielo, y a la semana o
    a los quince días la mandaban a la Boca: una pieza, o dos,
    o las que fueran, y el patio, con veinte, treinta hombres
    esperando a la luz de unas velas, cualquier hombre, los
    más horrorosos, carreros o cirujas…, cirujas
    también. Yo lo sabía, pero pensaba en la guita y
    tragaba saliva; y repetía la escena" (11).

    Se recuerda asimismo a "las ‘niñeras’
    que bajo la promesa de venir a trabajar a la casa de un rico
    pariente lejano y enseñarlo modales europeos a sus hijos,
    terminaban pasando sus días y noches en los
    prostíbulos" (12).

    Segio Pujol se refiere a las inmigrantes
    engañadas que observa en el tango: "muchas de las mujeres
    del imaginario tanguero enfermaban al errar el camino y dejarse
    tentar por las luces del centro. Un imaginario de la muerte como
    castigo ejemplar dejaba entrever, a su vez, una gama de
    posiciones. Estaban las mujeres engañadas por el sistema
    (como las francesitas que llegaban a Buenos Aires mal informadas
    o las provincianas que rodaban ‘una noche en el
    Maipú’), pero también estaban las pecadoras
    por voluntad propia" (13).

    Notas

    1. Méndez Muslera, Luciano: op.
      cit.
    2. Vernaz, Celia: op. cit.
    3. Zeballos, Estanislao: La rejión del
      trigo
      . Madrid, Hyspamérica, 1984.
    4. Vernaz, Celia: op. cit.
    5. Gusberti, Martina: op. cit.
    6. S/F: "Friulanos sobre el Paraná", en La
      Nación Revista
      , Buenos Aires, 29 de julio de
      2001.
    7. Feierstein, Ricardo: La logia del umbral.
      Buenos Aires, Galerna, 2001.
    8. Panettieri, José: Los trabajadores.
      CEAL, 1982.
    9. Belgrano Rawson, Eduardo: Fuegia. Buenos
      Aires, Sudamericana, 1991.
    10. Báñez, Gabriel: op.
      cit
    11. Vázquez-Rial, Horacio: Frontera sur.
      Barcelona, Ediciones B, 1998.
    12. S/F: "Editorial: Los gringos de hoy", en
      Infohuertas N° 6, Febrero de 2002. Netfirms Web
      Hosting.
    13. Pujol Sergio: "Peligros de la vida disipada. La
      tragedia de las Esthercitas", en Clarín, Buenos
      Aires, 31 de agosto de 2002.

    Dramas personales

    Pero también hubo otros motivos que llevaron a
    quienes emigraron a tomar una decisión tan
    difícil.

    La censura social impulsa allende el mar. En 1886
    –escribe Claudio Savoia-, "zarpó el barco que sacaba
    de España al niño Manuel Miranda, alejado de su
    patra por su abuela para protegerlo –a él y a su
    madre- de la vergüenza de ser hijo natural" (1). De su
    abuela dijo el periodista Vicente Muleiro: "Como decía
    Gila, mi abuela era una solterona… Tan solterona era
    doña Francisca Muleiro que a sus hijos les puso su
    apellido.(…) Murió cuando yo era un adolescente y se
    llevó el secreto de su infancia gallega y la íntima
    épica de su inmigración" (2).

    Algunas mujeres recibían la "llamada" de sus
    novios o maridos. En Amor migrante, de Stella Maris
    Latorre, un gallego escribe a su novia, en 1943: "sabes Olimpia
    no es tan fácil la vida aquí como la pintan, todo
    lo que tengo me ha costado mucho sacrificio, sobretodo gran dolor
    el no tener donde apoyar la cabeza para derramar esas
    lágrimas a veces por las grandes injusticias, a las cuales
    no puedes hacerles frente, porque siempre eres uno de afuera y
    debes agachar la cabeza, ahora estoy muy bien pero pagué
    mi derecho de piso como le llaman aquí. Ahora soy
    patrón, este hotel está esperando a su patron,
    pienso que ya es tiempo de que vengas aquí a Buenos Aires,
    nos casaremos en una Iglesia que se
    llama De La Piedad es muy antigua y hermosa, queda cerca de
    nuestro hotel; ya ves lo que digo ‘nuestro Hotel’,
    (…) quiero que me contestes pronto, quisiera que para el mes de
    septiembre a más tardar te decidas a venir, en esa
    época aquí es primavera, es una época
    hermosa, donde florecen las plantas, las
    amarillas se llaman aquí son las xestas nuestras,
    así florecerá nuestro amor, deseo me contestes
    pronto, haremos los preparativos, para hacer una boda bonita,
    como tú te lo mereces, no te ates por tus hermanos,
    más adelante los podemos traer si ellos quieren venir,
    Olimpia haz de cuenta que estoy a tu lado
    acompañándote, pronto lo estaremos de verdad, ya
    verás te acostumbrarás (…) espero me contestes
    pronto, disculpa que insista pero necesito poner fecha de
    casamiento. Me despido de ti con un abrazo de tu Manuel Machado
    Ocampo" (3).

    La protagonista del film Herencia, dirigido por
    Paula Hernández, "es una inmigrante italiana que
    llegó a la Argentina tras la Segunda Guerra Mundial.
    Aunque nunca pudo encontrar al hombre cuyos pasos seguía,
    decidió adoptar a Buenos Aires como su ciudad"
    (4).

    Un amor imposible causa la emigración de un
    italiano: "El mismo día en que Enrico se hizo cargo de la
    sastrería, el único auto de la villa se detuvo
    enfrente. El chofer entró: ‘La hija del
    Patrón se va a casar con un doctor de Zóppola, como
    él ha dispuesto; y aquí te manda este dinero a
    cuenta del traje de novia que le vas a confeccionar’.
    Enrico lo entregó y se embarcó. Para no ver
    jamás el mar viajó tierra adentro, hasta el centro
    de la Argentina; hasta su huerta, en medio de la manzana del
    medio del pueblo" (5).

    Un gallego, en Frontera sur, huye de la ira de su
    suegro: "Primero tuve que escapar yo. Pasé un mes en el
    monte. Me buscaron con perros, decididos
    a matarme". Vuelve a buscar a su novia, y se casan en
    Cádiz. En Barcelona muere la mujer, dejando
    a un hijo. "Desde el momento en que la enterré –dice
    el viudo-, me entregué a un único propósito:
    ganar dinero, porque con dinero se puede todo. Quería
    comprar mi vida y la tuya, mi libertad y la tuya, y regresar para
    vengarme, empezando por tu abuelo…" (6).

    La justicia por mano propia es otro de los motivos para
    dejar el país. En De aquí hasta el alba,
    novela de Eugenio Juan Zappietro, el cirujano belga Hubert Leroy
    debe huir de Francia pues durante una operación dio muerte
    intencionalmente a un ministro asesino: "Cuando Francia
    descubrió el crimen, Hubert Leroy estaba ya en
    América" (7).

    Por miedo a unos acreedores que harían justicia
    por propia mano, es que el abuelo de Jorge Fernández
    Díaz llega a la Argentina: "En dos o tres aldeas, y en un
    pequeño municipio, mi abuelo había cobrado por
    anticipado trabajos que nunca terminó. Unos damnificados
    de pocas pulgas le habían dado un ultimátum y
    después habían prometido coserlo a navajazos.
    Vendrían de un momento a otro, y a José no le
    quedaba más alternativa que levantar los petates y
    largarse bien lejos. Consuelo, su hermana menor, había
    cruzado el Atlántico y llevaba una existencia decorosa en
    una ciudad monumental llamada Buenos Aires" (8).

    En 1892, Jimmy –"nacido James Radburne"-
    llegó a la Patagonia, "huyendo de la pobreza y los
    prejuicios ingleses, y pasó toda una vida improvisando
    oficios para sobrevivir y métodos
    para huir de las policías argentina y chilena". Se
    dirigió a esa región pensándola "como
    garantía de anonimato para pasados difíciles"
    (9).

    Por medio de una carta, Butch Cassidy comunica su
    paradero a sus amigos ilegales estadounidenses. Ese manuscrito
    "permitió certificar su estancia en la región
    décadas después de su muerte". Lo relata Francisco
    N. Juárez en el trabajo titulado "Una carta de Butch
    Cassidy" (10), en el que escribe "Aunque la carta de Cholila
    ahora carece de la última carilla con su rúbrica
    (firmaría Bob, como las demás, pero es su
    caligrafía) resulta una maravillosa síntesis
    de la nueva vida del bandido. Elegantemente alude a ‘un
    tío (que) murió y dejó 30.000 dólares
    a nuestra pequeña familia de tres miembros. Tomé
    mis 10.000 y partí para ver un poco más del
    mundo’. En realidad, se refería al asalto de un
    banco de Winemuca en Nevada, el 10 de septiembre de 1900. Ahora
    estaba solo, es cierto, pero por pocos meses, de manera que
    mentía ese dato. Daba cuenta de su patrimonio ganadero:
    ‘300 cabezas de vacunos, 1500 ovinos, 28 caballos de
    silla’, además de dos peones y la alusión al
    rancho como ‘una buena casa de cuatro habitaciones’,
    galpones, establo y gallinero. Se quejaba de su soledad, la falta
    de una cocinera y su ‘estado de amarga
    soltería’. Luego, agregaba otras quejas. Se hablaba
    español, ‘pero el país, en cambio, es
    excelente’. Daba cuenta de la extensa y fértil
    región, la distancia con Buenos Aires y esperaba
    fortificar las ventas de
    ganado a Chile, ‘nuestro gran comprador de carne
    vacuna’, porque de allá habían abierto un
    camino cordillerano (se refería al sendero de
    Cochamó, el que denunció Clemente Onelli como
    contrario al laudo arbitral que expediría la corona
    británica ese mismo año)".

    En "El cura y el cowboy" se recuerda a "El
    Norteamericano", que vivió en Santa Cruz: a principios del
    siglo XX: "Por la zona había un malvado y muy conocido
    bandolero… era ‘El Norteamericano’, el cual hablaba
    inglés
    y un poco de castellano
    bastante mal, por cierto. Este era de esos que donde ponía
    el ojo ponía la bala y hasta la policía le
    tenía terror a enfrentársele. Era
    ‘yankee’ en serio. Era común que cuando eran
    buscados por la justicia del país del norte y ya no
    había muchas chances por allá; se subían a
    algún barco en la zona de California para bajar en Punta
    Arenas… y seguir ‘ejerciendo’ en la Patagonia. Tal
    era el caso de este auténtico cowboy" (11).

    Notas

    1. Savoia, Claudio: op. cit.
    2. Muleiro, Vicente: "El mirador", en
      Clarín, Buenos Aires, 27 de septiembre de
      1998.
    3. Latorre, Stella Maris: Amor migrante. Buenos
      Aires, De los Cuatro Vientos Editorial,
      2004.
    4. Ormaechea, Luis: "Con ánimo de conciliar", en
      www.otrocampo.com.
    5. Cassini, José Luis: "El mar en los ojos", en
      Rotary Club de Ramos Mejía. Comité de
      Cultura
      . 1994.
    6. Vázquez-Rial, Horacio: op.
      cit.
    7. Zappietro, Eugenio Juan: De aquí hasta el
      alba
      . Barcelona, Planeta, 1971.
    8. Fernández Díaz, Jorge:
      Mamá. Buenos Aires, Sudamericana,
      2002.
    9. Cristoff, María Sonia: "Inglés en
      fuga", en La Nación, Buenos Aires, 19 de
      noviembre de 2000.
    10. Juárez, Francisco N.: "Una carta de Butch
      Cassidy", en La Nación, Buenos Aires, 25 de
      agosto de 2002.
    11. S/F: "El cura y el cowboy", en
      www.misionorg.com.ar.

    …..

    Motivos no faltaron. Tristeza sobró a estos
    hombres y mujeres que, un día, debieron dejar su tierra y
    embarcarse hacia un país desconocido, en el que se
    establecieron y del que, quizás, nunca pudieron
    regresar.

    II EL
    VIAJE
    (1)

    Permiso para embarcar – La partida – Un viaje penoso
    – En el puerto

    III
    PRIMEROS DIAS (1)

    El Hotel de Inmigrantes – Nuevos porteños –
    Hacia el interior

    IV
    ACTITUDES(1)

    El 80 – En el siglo XX –

    V EL IDIOMA (1)

    El conventillo – La escuela – Otros caminos –
    Opciones

    VI
    RELIGION (1)

    Devoción católica – Festividades
    católicas – Funerales católicos – Festividades
    judías – Funerales judíos – Festividades
    musulmanas

    VII
    LOS OFICIOS (1)

    En la tierra natal – En el barco – En Buenos Aires –
    En las provincias – Inmigrantes destacados

    VIII
    QUE COMIAN (1)

    En la tierra natal – En la travesía terrestre
    – En el barco – Abundancia americana – En el Hotel de Inmigrantes

    En el conventillo – En los barrios – En el
    interior

    IX:
    COSTUMBRES (1)

    La ética – La
    solidaridad –
    Hijos, nietos – Contar – Cantar – Festejos familiares –
    Año Nuevo – Carnaval

    XI: ENTRETENIMIENTOS (1)

    Reuniones – Tìteres – Cine – Televisión
    – Radio – Lectura –
    Música –
    Baile – Juegos – Hobbies – Fútbol – Pelota

    XI
    LA NOSTALGIA (1)

    La tierra natal – Los amores – Paliativos – Nostalgia
    argentina

    XII
    VOLVER (1)

    Opciones – De regreso – En busca de las
    raíces

    (1) Para ver el texto completo
    seleccione la opción "Descargar" del menú
    superior

    CONCLUSIONES

    Cuando todo nos habla del futuro, hay una vuelta a las
    raíces. Nunca como en el presente vimos un interés
    tan generalizado por el pasado inmediato, por saber de
    dónde venimos y por qué estamos aquí. Basta
    con abrir un diario para leer que se proyectan nuevos museos, se
    realizan muestras, se vuelve constantemente al tiempo de nuestros
    mayores.

    Algunas colectividades, que enseñaban ya sus
    idiomas, sus tradiciones, y sus danzas, cuentan ahora
    también con colegios en los que formar a los hijos de los
    inmigrantes o a sus nietos. Entre estas instituciones recordamos
    a las escuelas italianas, las judìas, el Liceo Jean Mermoz
    y el colegio gallego Santiago Apóstol, inaugurado este
    último hace muy pocos años.

    Los libros de memorias, biografías y
    ficción sobre el aluvión inmigratorio, escritos por
    aquellos que eligieron la Argentina o por sus familiares, son una
    feliz costumbre en las letras de nuestro país. Día
    a día continúan apareciendo como agua que proviene
    de un río caudaloso.

    Las "Noches Célticas", lideradas por Manuel
    Castro, fueron un suceso porteño; el Chango Spasiuk,
    presentó en un CD la
    música de los inmigrantes en Misiones, y Lerner y
    Moguilevsky grabaron un tríptico con los temas
    judíos de Basavilbaso. Julio Nudler y José
    Judkowski, a su vez, analizaron la participación
    judía en el tango. Todos ellos nos muestran la herencia de la
    que son depositarios, y el homenaje que les rinden a sus mayores
    con esta labor desinteresada.

    Al hablar de pintura, el
    nombre que viene a nuestra mente es el de Quinquela, que tan
    magistralmente reflejó la situación de los
    inmigrantes en La Boca. Junto a este ilustre nombre habrá
    que recordar de ahora en más los de Guillermo Roux, Carlos
    Alonso, José Marchi, Fernando Allievi, Mónica Weiss
    y Carlota Petrolini, quienes presentan magníficos cuadros
    que tienen como protagonistas a los llegados a estas
    tierras.

    El cine brinda también su aporte. En Buenos Aires
    se vio Aller simple, filme franco-argentino que narraba la
    historia de tres inmigrantes procedentes de diferentes
    países que arribaron a la Argentina y el Uruguay. Se vio
    Titanic, en la que se muestra las condiciones en las que
    se realizaba la travesía desde Europa hacia los Estados
    Unidos, y la desigual suerte que la primera clase y las otras
    tenían en el momento de acceder a los botes, durante el
    naufragio. Se anuncia la filmación de Fare
    l’América
    , película de Eduardo Mignogna,
    escritor y director que ya presentó inmigrantes en su film
    La fuga. Ellas se suman películas anteriores, como
    Asì es la vida, Los gauchos
    judìos
    , La Patagonia Rebelde -un hito en lo que
    a testimonios sociales de inmigración se refiere- y muchas
    otras.

    Se inauguran espacios públicos destinados a
    perpetuar la memoria de
    los extranjeros que se afincaron en nuestro país. Se
    recicló el Hotel de Inmigrantes. Este edificio ya era
    Monumento Histórico Nacional. Al filo del milenio, se
    designan Monumentos el Apostadero que lo precede, la colonia
    santafesina de Moisés Ville y las bodegas
    mendocinas.

    Merced al esfuerzo de descendientes de colonos,
    autoridades del gobierno y organizaciones
    interesadas en el proyecto, se modernizó el Museo
    Histórico Regional de la Colonia San José, en Entre
    Ríos, cuyo patrimonio corría serio peligro de
    deterioro.

    Un plan del gobierno
    municipal, "apoya el proyecto que fuera presentado en el Primer
    Congreso de Museografía y Museología, celebrado en
    San Clemente del Tuyú en 1990 y que comprendía la
    creación de varios museos, que en conjunto dieran con sus
    contextos, la idea de los principios socio-culturales y
    económicos, origen del desarrollo de lo que es hoy
    Olavarría". Este proyecto fue "presentado por el entonces
    encargado del Museo Etnográfico ‘Dámaso
    Arce’, del Instituto de Investigaciones
    Antropológicas I.I.A.O., Museólogo A. E.
    Chiérico". Se crearon así el Museo de los Alemanes
    del Volga, el Museo Municipal de Sierra Chica y el Museo de la
    Colonia San Miguel, en la provincia de Buenos Aires.

    En fotografía, vimos la muestra incluida en
    Buenos Aires, 1910, Memoria del
    Porvenir
    , la de Raquel Biggio y la colección de
    Mauricio Kartun, entre otras.

    Estas son sólo algunas de las noticias
    importantes al respecto. A poco de empezado el milenio, surge en
    nosotros una pregunta: ¿será que ese pasado que nos
    toca tan de cerca nos da las armas para
    enfrentar el desafío que implica el cambio de siglo?
    ¿O el regreso a las fuentes se da
    como la búsqueda de un refugio, de un ayer menos
    apresurado y más cálido? ¿Por qué,
    frente al siglo XXI, recordamos al abuelo que nos dejaba
    oír el tic-tac de su
    reloj de cadena? ¿Nos sentimos más importantes,
    más queridos, si evocamos a quienes se reunían
    alrededor del fuego para contar historias de su aldea?

    Llama la atención la proliferación de
    iniciativas tendientes a resucitar, en el siglo entrante, la
    ternura del 1900. Si tantos seres humanos están de acuerdo
    en lo mismo, vale la pena escucharlos. El nuevo milenio invita a
    reflexionar.

    BIBLIOGRAFIA

    Para ver el texto completo seleccione
    la opción "Descargar" del menú
    superior

    Actualización del trabajo enviado

    a www.monografias.com
    por

    María González Rouco

    Licenciada en Letras UNBA, Periodista Profesional
    Matriculada

    Noviembre de 2004

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter