Una vez, en una cantina de Veracruz, una
mujer
–siempre eran mujeres las que
formulaban esa clase de
preguntas–
le había preguntado por qué
era marino, y no abogado o dentista,
y él se limitó a encogerse
de hombros antes de responder
al cabo de un rato, cuando ella no
esperaba ya contestación:
"El mar es limpio". Y era cierto. En alta
mar el aire era
fresco,
las heridas cicatrizaban antes, y el
silencio se tornaba
lo bastante intenso como para hacer
soportables
las preguntas sin respuesta y justificar
los propios silencios.
ARTURO
PÉREZ-REVERTE
La carta
esférica
Una simple definición de diccionario
dice que navegar es la "acción
de hacer viaje o andar por el agua con
una embarcación o nave. Por analogía –explica
la misma fuente–, navegar también es hacer viaje por
el aire en globo o aeroplano".
Asimismo, el término navegación
equivale al de náutica, que es el arte y ciencia de
navegar y de la maniobra de la nave, o a la acción y
efecto de navegar. Por tanto, navegante es el sujeto u objeto que
navega. Pero detrás de todas estas definiciones y
conclusiones se encierra algo más que meros signos,
significados y significantes: se esconde la esencia misma de la
naturaleza
humana: el espíritu de aventura.
Si bien, nacer y vivir todos y cada uno de los
días de la existencia constituyen de suyo todo un reto, el
mencionado espíritu de aventura va más allá
de la rutina, el orden diario y la tranquilidad moral,
emocional e intelectual del individuo
pues, de hecho, tiene que ver directa e indisolublemente con el
riesgo, la
planeación de la acción –esta
última como una constante plagada de contingencias–,
los peligros, etc. mezclados con el ingenio, la astucia, la
capacidad de improvisación y otros factores vitales para
el navegante.
Este artículo está dedicado a los hombres
y mujeres que, aun a costa de su propia vida, surcaron y
están surcando las aguas, el aire y el espacio. A la vez,
se dedica a aquellos y aquellas que, a través de la ciencia y
la tecnología, se esfuerzan por encontrar
nuevos medios,
vehículos y sistemas de
navegación. Internet es un claro y
pujante ejemplo de ello y anima a este autor a afirmar que, en el
fondo, todos los seres humanos, incluso los más apacibles,
en el fondo somos unos navegantes, o sea, unos
aventureros.
¿Qué hay imposible para la voluntad
humana? Prácticamente nada, y la navegación tiene
mucho que ver con ello.
La náutica o navegación, dentro de la
cultura
humana, surge principalmente por tres causas:
- Económicas.- Para dedicarse, desde
actividades primarias como la pesca, y
hasta para buscar y/o establecer nuevas rutas, intercambios y
alianzas comerciales, básicamente, pero sin otro
afán que obtener ganancias provenientes de las ventas o el
trueque. - Políticas.- Para realizar
descubrimientos, conquistas, expansiones y alianzas con fines
bélicos, políticos, culturales e incluso
comerciales, pero en este caso a través de la guerra o la
diplomacia. Aquí, por ejemplo, sí se buscaba el
establecimiento de relaciones de amistad y/o de
alianza política fundadas
en la diplomacia, o de dominación política con
base en las armas. - Científicas.– Estas causas tienen su
origen en el afán de saber más a través de
la exploración y la investigación, de saber lo que hay
más allá de las fronteras conocidas, de recorrer
las distancias conocidas con mayor velocidad,
eficacia y
seguridad,
etc.
De esa manera, el hombre
empezó a navegar, primero que nada, para crecer en el
aspecto económico, esencialmente, a través del
comercio, y
cuando otros pueblos no aceptaron tal relación,
cargó sus armas al hombro y surcó las aguas
–fueran mares u océanos– para convencerlos
–a través de los recursos de la
negociación, la conciliación y la
concertación política–, o bien, para
persuadirlos o disuadirlos –por medio de la fuerza y,
evidentemente, de la guerra– y someterlos a aceptar dicha
situación.
Forzosamente, la necesidad de descubrir nuevas rutas o
territorios con afanes guerreros o comerciales, tanto para
expandirse como para precaverse de otras culturas que
eventualmente pudieran tener intenciones similares, llevó
al ser humano a explorar, primero, para descubrir territorios y
recursos, y a investigar, y después, con el fin de hallar
provecho de esos territorios y recursos con diferentes
propósitos –militares, médicos, industriales,
comerciales, etc.–.
Como ya se dijo, el espíritu de aventura es el
motor de la
navegación. A su vez, el afán de expansión y
de conquista es su combustible. Pero para que haya
navegación, antes se necesita un navegante, y ése
es un hombre que
pretende explorar o conquistar nuevas tierras, nuevas
civilizaciones. Pero, ¿cuáles son las facultades
y/o cualidades que debe reunir el navegante en
cuestión?
Dicho en las palabras de un escritor latinoamericano,
un marino debe navegar. Sin embargo, debe reunir varios
requisitos para poder llamarse
aventurero. El gran viajero o explorador o conquistador, en el
sentido en que lo entendemos, debe proponerse ante todo un fin;
poseer luego la voluntad férrea y codiciosa que impulsa
hacia este fin a través de todas las tribulaciones, la
capacidad mental de distinguir lo primordial de lo accesorio y,
por último, la suerte de ser el primero en partir hacia
la
meta.
Cuatro razones –individualmente o relacionadas
entre sí– orillan al explorador –al explorador
en general, por supuesto, sea navegante o caminante– a la
aventura:
- El mero afán de descubrir;
- El anhelo de riquezas;
- El ansia de honores, y
- El orgullo, que a veces incluye revanchismo o deseos
de venganza.
Quien conoce las grandes obras literarias así
como la historia de la
humanidad dirá si este autor miente o dice la verdad
respecto a la anterior aseveración. ¿Acaso no fue
por el mero afán de descubrimiento que Cristóbal
Colón se lanzó a cruzar las aguas del
Atlántico para encontrar una nueva ruta para llegar a las
Indias Orientales? ¿Quién no recuerda a Sir Phileas
Fogg, el héroe de "La vuelta al mundo en 80 días"
de Julio Verne que, impulsado por el orgullo, se lanzó a
la aventura para defender sus ideas y su honor, incluso a costa
de su fortuna y de su propia vida? La literatura y la historia,
como ya se dijo, están llenas de ejemplos como estos, y la
lista es larga.
"El primer viajero que nos cuenta la historia es un
navegante llamado Hannón. Su relato es conocido como el
‘Periplo de Hannón’ y escrito probablemente
por los años 505 antes de Cristo". Asimismo, se tiene a
Simbad el Marino, legendario viajero de origen árabe, a
Hernán Cortés, a Fernando de Magallanes, a Sir
Francis Drake, y a otros. Yya desde tiempos inmemoriales las
grandes culturas antiguas y modernas han navegado, y más
de una ha florecido gracias a la navegación.
La mayoría de las culturas que florecieron en la
historia antigua y reciente lo hicieron gracias al recurso de la
navegación. Las normales limitaciones de espacio impiden
detenerse a revisar cada caso, pero se puede mencionar a Atenas,
Roma, Fenicia y,
en esta era, a Holanda, España,
Francia,
Portugal y, sobre todo, Inglaterra.
Las fronteras con que ha terminado la navegación
son, esencialmente, la geográfica, la ideológica,
la cultural, la política, la económica y la
militar.
El orden en que se mencionan y discuten no implica
sucesión cronológica sino más bien cultural,
y no pretende generalizar o totalizar, sino reflejar su impacto
desde la óptica
de la civilización occidental.
La primera frontera en
derrumbarse gracias a la navegación fue la
geográfica al romperse los esquemas de creencia
tradicional de que la tierra era
plana y el mundo acababa en el horizonte. Nuevas ciencias
surgieron o encontraron otras aplicaciones al conocerse un nuevo
orden, y entre ellas se cuenta la cartografía, la hidrografía y la
oceanografía.
La segunda frontera que se derrumbó gracias a la
náutica fue la ideológica y la de las creencias, al
demostrarse la redondez de la Tierra. Con
esa aventura se dio fin a más de un milenio de creer
–primero los griegos y después la Iglesia–
que la Tierra era plana y, de paso, que era el centro del
universo. Lo
demás es historia: Copérnico, Képler,
Galileo y otros, lo confirmaron con ayuda de la
ciencia.
La tercera frontera fue, definitivamente, la cultural.
Recuérdese que los mayores avances de la humanidad han
provenido de los intercambios culturales. Gracias a la
navegación, los pueblos pudieron acceder a nuevos
territorios ya fuera con fines políticos, comerciales,
etc.
Sin embargo, tanto los pueblos visitados como los
visitantes, ya fuera en la mutua calidad de
defensores y conquistadores o de vendedores y compradores,
forzosamente adoptaron costumbres y conocimientos de sus
congéneres –tanto locales como forasteros–,
los cuales, gradualmente, se mezclaron con los ya existentes,
dando origen a nuevas formas y manifestaciones
culturales.
La cuarta frontera –la política–
exigió, para un buen entendimiento y establecimiento de
las relaciones diplomáticas, que los representantes de las
naciones inmersas en tales procesos,
conocieran las costumbres, conocimientos y comportamientos de sus
homólogos para sobrellevar el trato y lograr sus objetivos,
situación que se reflejó en su educación y en las
relaciones con otros pueblos.
Y se derrumbó precisamente en el momento en que,
con ayuda del recurso naval, los cónsules, parlamentarios,
ministros, mandatarios y embajadores pudieron llegar a
países lejanos. La historia no existiría como la
conocemos –y por supuesto la humanidad no sería
igual– si esto no hubiera ocurrido.
La quinta frontera considerada, la económica, una
de las primeras en caer, cayó en el momento en que un
puñado de hombros intercambió productos con
habitantes de otras tierras. Además, se intercambiaron
divisas, recursos
materiales
–naturales al igual que industriales, artesanales,
etc.–, recursos financieros diversos, en fin.
Finalmente, se evaluó la frontera militar, no
sólo en materia de
guerra sino también de los recursos que la hacen, la
previenen, la refuerzan, la modifican y/o la culminan. Como
militares y como especialistas de la Ciencia Política, el
Derecho y la Sociología, algunos hombres sabemos que "la
guerra es considerada como fenómeno social, originado
principalmente por causas económicas" y que "no
desaparecerá mientras haya conflictos
económicos".
Asimismo, se considera que "existe una relación
muy estrecha entre la guerra y la política, ya que
ésta es su generadora, la prepara y la conduce, y
posteriormente, explota sus resultados", ya sea con fines de
dominio
político propiamente, económico, territorial, etc.
sea para su explotación, saqueo, anexión, en
fin.
Es en este terreno donde aparecen las primeras flotas
navales preparadas para desarrollar operaciones
bélicas, al principio, con catapultas, más adelante
con cañones y, más recientemente, con torpedos,
proyectiles teledirigidos y, en algunos casos, con naves
aéreas.
Así, las Armadas o Marinas de Guerra cumplen las
siguientes funciones:
salvaguardar los territorios desde el mar, costas, golfos y aguas
interiores; conducir personal y
unidades de combate terrestre o aéreo a naciones
extranjeras con el fin de desarrollar operaciones bélicas
en ellas, proteger escuadras comerciales, diplomáticas,
etc.
Y definitivamente, puede afirmarse que el concepto de
combate naval modificó radicalmente el concepto de la
guerra, ya sea para seguridad de una nación,
o para realizar conquistas y dominios sobre otros
pueblos.
Las contribuciones de la náutica al desarrollo de
la humanidad como civilización han sido grandes, sin duda.
De la náutica, además, el hombre evolucionó
a la aeronáutica y a la astronáutica, y más
aún, pues hoy se habla de cibernavegación o
internáutica.
Se han derrumbado hoy las fronteras del aire y, aunque
incipientemente, también las fronteras del espacio. "El
Internet y la
comunicación satelital han convertido a este viejo y
amado planeta en una aldea global –expresión
favorita para algunos sociólogos y economistas–,
terminando de algún modo con otras fronteras: la del
tiempo y las
distancias, pues hoy es posible ver en tiempo real,
acontecimientos en cualquier parte del mundo", es posible comprar
cosas en China estando
en México y
también comunicarse con un amigo o familiar sin importar
demasiado las diferencias de horario.
Quisiera concluir este artículo diciendo que,
"aunque generalmente se cree que la inventiva es hija de la
necesidad, en realidad la inventiva surge de un sublime
descontento con las cosas tal y como son y de la
convicción de que el hombre puede mejorarlas".
Así, el hombre efectivamente inventó el
barco para satisfacer algunas necesidades, y efectivamente, el
barco fue uno de los inventos clave de
la humanidad. Sin embargo, la navegación es toda una
ciencia y un arte, y va más –mucho más–
allá de las naves que utiliza para surcar las aguas, el
aire, el espacio e incluso el ciberespacio.
Vuelvo ahora a preguntar: ¿Qué hay
imposible para la voluntad humana? Prácticamente nada, y
la navegación tiene mucho que ver con ello.
Como prueba se han mencionado las fronteras que ha
derribado, o al menos, las visibles, porque, con seguridad, el
navegante seguirá buscando nuevos horizontes para
conquistarlos.
- Abismos oceánicos (1985). Enciclopedia
Salvat del Estudiante tomo 5 pp. 16-20. México:
Salvat. - Barrow, Ben (Febrero 28, 1979). De los que dieron a
conocer el mundo: Pequeñas exageraciones. Novelas
inmortales N° 67 pp. 226-227,
México. - Diccionario Porrúa de la Lengua
Española (1981). México:
Porrúa. - Enciclopedia "Grandes descubridores y
conquistadores" tomo I (1985). México:
UTEHA. - Las raíces de la invención (1983).
Inventos que cambiaron el mundo. México:
Selecciones del Reader’s Digest. - Nociones de estrategia tomo 1 (1980).
México: Secretaría de la Defensa
Nacional. - Pérez-Reverte, Arturo (1999). La carta
esférica. México: Alfaguara. - Sartori, Giovanni (1999). Homo Videns: La sociedad
teledirigida. México: Taurus.
EMILIO VELAZCO GAMBOA
Licenciado en Ciencias Políticas
por la Universidad del
Desarrollo (UNIDES) y Diplomado en Derecho Electoral y en
Derecho
Constitucional por la Universidad Cuauhtémoc Campus
Puebla. Consultor Internacional en Ingeniería Política,
Ingeniería Comercial, Ingeniería Administrativa e
Ingeniería Legislativa. Escritor.
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