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El día que Nietzsche lloró




Enviado por elenita666



    1. Análisis
    2. Irvin D.
      Yalom
    3. Glosario
    4. Opinión
    5. Bibliografía

    "Es un intento de tocar el
    cielo con los dedos, al pretender sumergirse en el laberinto del
    pensamiento de
    Friedrich Nietzsche y no salir inmerso y contagiado de las
    profundas reflexiones filosóficas bajo las que
    circunscribe su pensamiento. En este marco, Irving D. Yalom en su
    obra "El día que Nietzsche lloró" hace un largo
    viaje a las profundidades del alma de uno de
    los más grandes espíritus librepensadores que ha
    habido en los apenas tres mil años de filosofía
    racional. Quién mejor que Yalom para hacer hablar en una
    novela la
    vívida conciencia de
    Nietzsche; él que conoce las profundidades de la
    conciencia, merced a su estudio penetrante de la psique humana,
    se encarga de esta sideral tarea."

    – Víctor Figueroa Bahena

    1.
    INTRODUCCIÓN

    "El día que Nietzsche lloró", escrito por
    el psicólogo judeo-americano Irvin D. Yalom, es una
    magnífica obra, un gran desafío por meterse en la
    mente de uno de los mayores filósofos que la historia ha conocido. Si
    bien ficticia, todos y cada uno de los hechos aquí
    sucedidos pudieron haberse dado perfectamente.

    Situado a finales de noviembre y diciembre de 1882, la
    historia está ambientada en la cultura
    vienesa de confort y estabilidad económica, donde sus
    habitantes viven regidos por las normas de una
    sociedad
    rígidamente estructurada donde la voluntad de
    decisión es ya algo secundario.

    Destacan en la obra personajes de gran relevancia
    histórica, como ser Sigmund Freud en
    el campo del psicoanálisis, Josef Breuer en el
    psicoanálisis y la medicina, y
    Friedrich Nietzsche en el existencialismo filosófico. Toman parte
    también personajes históricos como Richard Wagner,
    gran compositor alemán, el filósofo Paul
    Reé, y Lou Andreas-Salomé, escritora alemana de
    origen ruso que cumple con un gran protagonismo dentro de la
    historia.

    "El día que Nietzsche lloró" es, en
    sí, un vistazo al comienzo del psicoanálisis,
    haciendo hincapié en hechos reales, como ser el caso Ana
    O. llevado a cabo por Josef Breuer, y la ayuda que regularmente
    presta el en esos tiempos el aún joven pero brillante
    Sigmund Freud.

    La historia comienza cuando el afamado médico
    vienés, Josef Breuer, acude a un inesperado encuentro con
    la joven e imponente Lou Salomé, hermosa tanto en belleza
    como en ideas, quien dice acudir en su ayuda con intención
    de ayudar a un desconocido amigo suyo de claras tendencias
    suicidas. Si bien éste no es de carácter famoso, ella le augura un glorioso
    futuro, un sujeto "bajo cuyas reflexiones está el futuro
    de la filosofía alemana", según sus propias
    palabras. Si bien al principio se muestra
    indispuesto, se encuentra a sí mismo aceptando al final la
    propuesta seducido por los encantos de la joven. Sin embargo, hay
    otro problema: Nietzsche (como es su nombre) se muestra
    reluctante a todo tipo de ayuda y no admite su problema
    psicológico. Breuer deberá cumplir con la
    difícil misión de
    curar su mente sin que éste lo sepa, para lo cual
    será necesario tender la farsa de una serie de enfermedades físicas
    que acosaban al filósofo.

    Pronto acude Nietzsche a su consultorio, tan educado y
    calmo que contrasta, según Breuer, con el escandaloso tono
    plasmado en sus libros
    (cedidos a él en primera instancia por Lou Salomé y
    posteriormente por el mismo Nietzsche). Así empieza a
    tratarse el filósofo con el doctor Breuer. De esta forma
    se desarrolla la trama de la historia, donde cada intento por
    parte del médico con intención de que Nietzsche
    revele algo de sí mismo se ve fuertemente frustrado debido
    a su agudeza mental, que siempre parece ubicarse un paso
    más adelante que la suya.

    La historia cambia su curso cuando Breuer termina
    transformándose de médico a paciente, y Nietzsche,
    por su parte, ya casi en el final de la historia brinda a Breuer
    su confianza.

    2.
    ANÁLISIS

    CAPÍTULO UNO

    El primer capítulo comienza cuando el doctor
    Josef Breuer recibe en medio de sus vacaciones una extraña
    solicitud, hecha por una joven a la cual no conoce,
    citándolo para un encuentro que ella declara de gran
    importancia. Si bien en un principio se encuentra irritado ante
    el tono atrevido con el que se dirige a él la joven en
    la carta,
    decide finalmente concurrir al lugar propuesto por ella. Y
    ahí es donde empieza toda la historia.

    Ensimismado en sus pensamientos, molesto aún por
    la impertinencia de Lou Salomé (como se llamaba la joven),
    simplemente se limita a esperarla en el lugar acordado.
    Finalmente, cuando la ve dirigirse hacia él a
    través del café,
    no puede más que sentirse admirado por la apariencia de la
    joven que, si bien representaba ser de de poca edad, tenía
    una elegancia tan cautivamente que no pudo más que dejar
    de mirarla. Desde el primer momento en que intercambian palabras,
    ella demuestra ser poseedora de una gran independencia.

    Afirma que el hombre a
    quien quiere que trate, llamado Friedrich Nietzsche, se encuentra
    al borde del suicidio. Sin
    embargo, lo que más sorprende, es que la joven insiste en
    que su pérdida sería de gran importancia para todo
    el mundo, puesto que en él reside el futuro de la
    filosofía. Acto seguido le extiende una carta escrita por
    el compositor Richard Wagner, a quien Breuer admiraba, dirigida a
    Nietzsche con grandes elogios pero también con profundas
    preocupaciones por su estado de
    ánimo. A continuación Lou Salomé le explica
    su elaborado plan para curar
    la enfermedad del filósofo. Le aclara, a su vez, que
    éste no está al tanto de su visita y que,
    además, éste no debe saber que está siendo
    ayudado. De lo contrario, todo se vendría
    abajo.

    Le informa que el problema de Nietzsche es la
    desesperación y, ante la negativa de Breuer, que afirma no
    tener remedio alguno para la cura de dicha enfermedad, ella hace
    referencia al caso Ana O., recientemente llevado a cabo por el
    médico y concluido con el éxito
    de una cura para la histeria. Si bien Breuer insiste en que el
    caso Ana O. y el de Nietzsche presentan diferencias tan grandes
    que sería casi imposible curar la desesperación del
    filósofo, más aún si éste presentaba
    una negativa a aceptar ayuda, termina accediendo, influenciado
    por la convicción de la joven.

    Si bien en este primer capítulo no podemos
    apreciar muchos datos sobre el
    propio Nietzsche, sí podemos destacar, de lo poco que se
    informa, rasgos de su pensamiento tales como su repudio ante
    valores
    tradicionales como la ayuda, la compasión, etc. Nos deja
    entrever breves rasgos de la
    personalidad especial de la que goza el
    filósofo.

    CAPÍTULO DOS

    En el segundo capítulo Breuer recibe, ya en su
    consultorio en Viena, la visita de Lou Salomé. Antes de
    esto atiende a tres pacientes y medita sobre la cura de sus
    enfermedades, cómo éstas afectan su personalidad.
    Finalmente, cuando llega, él la hace pasar y ella le
    cuenta con toda sinceridad su relación con Nietzsche y
    consecuentemente el por qué de su sentimiento de responsabilidad para con la situación del
    filósofo. Ella, Nietzsche, y Paul Reé (un amigo de
    ambos) habían estado involucrados en una clase de
    amor
    triangular, denominada por ellos mismos como "La Profana
    Trinidad", la cual, según destacaba la propia Lou
    Salomé, era puramente casta y filosófica. Aporta
    datos también sobre su adversa relación con
    Elizabeth, la hermana de Nietzsche. Cabe destacar el importante
    dato de su radical antisemitismo,
    al que hace relación al mencionar cómo
    vilipendió a Paul Reé al enterarse de su origen
    judío. Se sabe también, como es aclarado a su vez
    por Lou Salomé en el segundo capítulo, que
    Elizabeth era muy posesiva para con Nietzsche, y ésta
    ejercía a su vez una gran influencia sobre el
    filósofo. Es muy probable que, por consecuencia, el
    repudio de Nietzsche hacia los judíos
    fuese en gran parte debido a su hermana y otros factores
    mencionados posteriormente en la novela, tales como el oficio de
    su padre, entre otros.

    Otro importante dato a tomar en cuenta en este
    capítulo es la desesperación que sufrió
    Nietzsche como consecuencia del desencanto amoroso sufrido a
    manos de Lou Salomé, escribiendo a veces cartas plasmadas
    de odio, otras veces de desesperación suicida, y algunas
    incluso ilógicas. Para ese momento Nietzsche y Reé
    se han enemistado casi totalmente y "La Profana Trinidad" se ha
    absuelto a consecuencia de esto. "… Escribe cartas demenciales;
    unas insultantes, otras amenazadoras o francamente
    desesperadas…", según las propias palabras de Lou
    Salomé. Esto, visto ya desde una perspectiva más
    personal que
    histórica, podría bien indicar los primeros
    indicios de Nietzsche en la demencia de la cual sucumbiría
    en Weimar el 25 de agosto de 1900.

    Se vuelve a resaltar también la independencia,
    impulsividad y escasez de
    convencionalismos que caracterizaban la personalidad de la joven.
    Esto es un dato conocido de su vida real, como también su
    profesión de poeta. Se hace referencia también, por
    primera vez en la historia, a dos obras de Nietzsche: "El Gay
    Saber"
    y "Humano, demasiado humano", ésta
    última publicada en 1878 y la primera (segunda en
    cronología) en 1882. Ambas son brindadas al Doctor Breuer
    por Lou Salomé bajo la estricta recomendación de
    mantenerlo oculto a Nietzsche, ya que, como es otro dato
    histórico, sus libros no se publicaban en abundancia (de
    hecho, era realmente escasa su venta). Por otro
    lado, era menester que éste no estuviese al tanto de la
    relación ahora existente entre Lou Salomé y Josef
    Breuer, ya que bien podría considerarlo una
    traición, arruinando por consiguiente todo. Así
    concluye el segundo capítulo.

    CAPÍTULO TRES

    Este capítulo se centra principalmente en la
    relación existente entre Josef Breuer y el aún
    joven pero prometedor Sigmund Freud. En la historia, apreciamos
    cómo la dedicación de Breuer a sus pacientes y la
    reciente obsesión por Bertha Pappenheim (conocida por
    todos como Ana O.), ha provocado el deterioro de su matrimonio con
    Matilde Altmann, su esposa. Ésta, a su vez,
    mantenía una relación también estrecha con
    Sigmund Freud, poniendo ambos al joven en la difícil
    situación de ser confidente de sus problemas
    maritales.

    Apreciamos también características de la
    época en que sucede la historia, tales como el fuerte
    crecimiento del antisemitismo, la abundancia del protestantismo y
    una sociedad regida por un modelo social
    estático y – como comprobaremos posteriormente
    – muchas veces incluso asfixiante. Sabemos de la
    indecisión de Sigmund Freud con respecto a qué
    profesión seguir y, a la vez, Irvin D. Yalom deja entrever
    en la historia los primeros indicios de lo que será la
    brillante mente del futuro fundador del psicoanálisis,
    tales como su admirable capacidad para detectar rasgos de la
    psique humana. Se describe también en este capítulo
    apreciaciones detalladas de lo que se había convertido en
    la difícil vida cotidiana de Josef Breuer, tales como la
    ausencia de comunicación conyugal, las largas horas que
    pasaba fuera de casa, y la ausencia de cariño paternal
    para con sus hijos. Su eminencia en el campo de la medicina
    vienesa no compensaba, como él mismo declaraba, su ahora
    deteriorada relación marital, sino que, por el contrario,
    era causa de ella.

    Casi al final del capítulo, se pueden apreciar
    con mayor claridad las apenas iniciadas ideas que
    conformarían al futuro psicoanálisis de Freud. En
    un intento por dar explicación al reciente y repetitivo
    sueño de Breuer (como siempre relacionado con Bertha),
    apreciamos tanto la imaginación como la indiscutible
    capacidad de Freud para interpretar los sueños. En dicho
    sueño, Breuer siente un temblor, viéndose al
    instante corriendo en medio de la oscuridad, buscando a Bertha.
    Luego cae desde cuarenta pies sobre una losa de mármol, de
    la cual no es capaz de leer la escritura
    inscripta. Luego de relacionar los cuarenta pies con los
    recientemente cumplidos cuarenta de años de Josef Breuer,
    y ante la interrogante de este sobre que, de ser así,
    éstos se transformarían en cuarenta y uno al
    alcanzar esta edad, apreciamos cómo por primera vez hace
    referencia Freud a su aún apenas forjada idea del
    inconsciente. Insiste en que algo más allá de
    nuestro conocimiento
    habita en nuestra mente, enviándonos mensajes que expresan
    nuestros deseos o temores, siempre de forma
    críptica.

    Posteriormente se nos da a conocer, a través de
    la información que brinda Josef Breuer a
    Sigmund Freud, los detalles del caso Ana O., famoso por haber
    tratado con éxito parcial una enfermedad tan misteriosa
    como incurable: la histeria. Breuer, sin embargo, se muestra
    reluctante a pensar que el mismo tratamiento usado con Bertha
    pudiese surtir efecto en Nietzsche, dado que, mientras los
    síntomas de ésta eran específicos, los del
    filósofo parecen remitirse a un fracaso amoroso
    desencadenado en tendencias suicidas. También, como
    elemento en contra, está el hecho de que Bertha no
    sólo estaba conciente sino que buscaba la cura de sus
    males, mientras que Nietzsche, además de no aceptarlo,
    repudian con vehemencia la ayuda, característica
    típica – como antes dicho – de sus ideas
    conocidas como la "transmutación de los valores",
    en la que virtudes tales como la compasión y la ayuda son
    degradadas por el filósofo.

    Sin embargo, a pesar de todo esto, Josef Breuer parece
    mostrarse confiado en su capacidad de abordar los problemas
    psicológicos de sus pacientes a través de sus
    malestares de salud. Lo que comprobaremos
    a lo largo de la historia, es cómo fue ésa
    confianza, ese, por así llamarlo, "subestimar" con
    respecto a la confianza de Nietzsche, lo que casi hizo colapsar
    el plan.

    CAPÍTULO CUATRO

    Este capítulo, de breve extensión, trata
    sobre la llegada de Friedrich Nietzsche al consultorio de Breuer
    en Viena, y cómo impacta en éste último la
    primera impresión, "la… discrepancia entre el
    Nietzsche de carne y hueso y el Nietzsche de papel". Sin embargo,
    al principio, se centra en el temor profesado por el
    médico ante el paso de los años. Se mira al espejo
    buscando la juventud que
    antaño poseía, sólo para descubrir los
    estragos que poco a poco causa en él el inminente
    envejecimiento.

    Desde el principio de la conversación, Breuer
    trata de captar la atención de Nietzsche de una forma
    especial, tratando de demostrarle que él es diferente a
    los demás médicos. Varias veces intenta encaminar
    su charla, que en un principio estaba destinada a tratar los
    problemas de salud de Nietzsche, a un campo más personal.
    Sin embargo esto se le hace difícil ya que Nietzsche
    insiste siempre en mantener la conversación centrada en su
    salud. "No es un hombre con el
    que se pueda hablar de temas cotidianos e intrascendentes",
    según propias palabras de Breuer.

    Cuando Nietzsche le extiende unos documentos hechos
    por otros médicos sobre su enfermedad, Breuer afirma que,
    si bien no sería conveniente pasarlos por alto, prefiere
    hacer su propio análisis antes de leerlos, para así
    no disminuir la capacidad imaginativa. Haciendo referencia al
    antiguo trabajo de
    Nietzsche como profesor de
    filología griega en Basilea, pretende demostrarle al
    filósofo que ambos comparten las mismas ideas, para
    así compenetrar más con él. El
    capítulo concluye cuando Breuer comienza a hacer el
    análisis a Nietzsche, instándolo a que lo describa
    primero él con sus propias palabras.

    CAPÍTULO CINCO

    Básicamente este capítulo trata sobre la
    primera conversación que tienen Nietzsche y Breuer,
    éste último analizando cada palabra dicha con gran
    libertad por
    el filósofo. Su análisis está basado en
    pasos definidos, mediante los cuales llega siempre a un diagnóstico exacto de la enfermedad del
    paciente. Al llevar a cabo el último paso de su
    análisis, el que consistía en un exhaustivo suceso
    de preguntas sobre la vida de Nietzsche, Breuer se muestra
    sorprendido por la indiferencia que presenta el filósofo
    ante este tema, ya que por experiencia propia sabía que a
    la mayoría de los pacientes le entusiasmaba hablar sobre
    su vida.

    También le sorprende a Breuer la cantidad de
    males que afectaban a Nietzsche, tal cual sucedió en su
    vida real. Al hacer mención a los períodos negros
    en el humor de Nietzsche, según sus propias palabras: "no
    forman parte de mi enfermedad, sino de mi ser. Podría
    decirse que tengo la valentía de padecerlos", hace
    referencia a una de las grandes ideas del filósofo. Toda
    su vida sostuvo que era necesario para el nacimiento del
    Superhombre el padecimiento de ciertos males, los cuales lo
    fortalecerían. "Lo que no nos mata, nos hace más
    fuertes", como es una de sus frases más
    famosas.

    Otro dato importante, que hace referencia a aspectos de
    su vida personal, es la vida casi nómada en busca del
    clima
    perfecto, ya que su salud, en especial sus fuertes jaquecas, se
    veían afectadas por los cambios climáticos. La
    abundancia de datos sobre su enfermedad, lleva a Breuer a pensar
    que Nietzsche bien podría ser un hipocondríaco. Sin
    embargo, concluye convenciéndose de lo contrario, al notar
    que el filósofo no describe su enfermedad en busca de
    compasión, sino por el mero hecho de hacerlo con plena
    libertad. Irvin D. Yalom nos da a entender, a
    continuación, que Nietzsche poseía un carisma
    especial, capaz de despertar interés
    inmediato en las demás personas.

    Posteriormente, Breuer procede al análisis
    físico. Si bien esto no posee en sí mucha
    importancia, cabe resaltar los datos sobre la muerte del
    padre de Nietzsche, cuyo fallecimiento se había debido a
    un reblandecimiento cerebral, referente a cualquier
    anomalía en el cerebro. Este fue
    un hecho que temió mucho Nietzsche en su vida real: el
    sufrir la misma enfermedad que había causado la muerte a su
    padre.

    En repetidas veces intenta Breuer mediante diferentes
    métodos,
    llegar al origen de la desesperación de Nietzsche, si
    bien, es hábilmente burlado por sus inteligentes
    respuestas. El último de estos consiste en que el
    filósofo le cuente sobre un día típico en su
    vida. Es ahí que, al cuestionarlo Breuer sobre sus
    relaciones
    humanas, Nietzsche hace mención a tres traiciones
    anteriores, en la que su confianza se había visto
    engañada. El médico, emocionado ante la posibilidad
    de adentrarse en el interior de Nietzsche, hace un intento de que
    éste le hable sobre dichas traiciones. Sin embargo, en
    esta ocasión, se ve directamente rechazado, ya que
    Nietzsche asegura que, al no estar éstas relacionadas con
    su enfermedad, no hay necesidad alguna de describirlas. Visto
    frustrado su plan, Breuer decide finalmente poner fin a esa
    reunión y, dándose suficiente tiempo para
    leer los libros de Nietzsche (anteriormente brindados a él
    por Lou Salomé), prepararse mejor para la
    próxima.

    Es importante resaltar la relación existente
    entre las tres traiciones mencionadas en la novela con las
    traiciones sufridas por Nietzsche en su vida real. Estas fueron,
    posiblemente, una de las razones por las cuales la vida del
    filósofo fue siempre, y en su mayoría, solitaria.
    Esto ayudó a construir su idea de un Superhombre libre de
    toda atadura, de todo compromiso emocional con otro ser. Un
    superhombre, en conclusión, poseedor de libertad
    absoluta.

    CAPÍTULO SEIS

    Ya en este capítulo podemos apreciar con mayor
    claridad las ideas que conformaron toda la teoría
    nietzscheana del Superhombre. Nietzsche formula tres preguntas, a
    su criterio de suma importancia, al Dr. Breuer, siendo estas: si
    sus ataques serían para siempre, si quedaría ciego
    o si, como su padre, sufría de una enfermedad cerebral
    progresiva que concluiría en muerte o demencia. Esto da
    lugar a una polémica discusión entre ambos. En un
    análisis más profundo, podemos notar cierto
    paralelismo entre la hipocresía alemana "que se erigen en
    sacristanes de la verdad y, sin embargo, callan lo que saben" y
    el cristianismo
    tan criticado por Nietzsche. Todo esto lo expresa en sus
    afirmaciones para con Breuer de que el médico jamás
    debe esconder al paciente lo que a este pertenece, esto es, la
    verdad. Ante la réplica de Breuer basada en que hay
    situaciones en que, por el bien del paciente, el médico
    debe ocultar sus conocimientos, el filósofo contesta que
    eso no es más que apropiarse del derecho que tienen los
    demás a tomar sus propias decisiones. A
    continuación, cuando Breuer sostiene que es su deber, como
    médico, consolar a sus pacientes, Nietzsche contesta que
    esto oblitera el deber fundamental que cada persona tiene de
    descubrir la verdad. Magistralmente expuesto por Irvin D. Yalom,
    podemos desentrañar la teoría nietzscheana sobre
    cómo el cristianismo, por así decirlo, "aprisiona"
    al ser humano y le impide, por conveniencia, encontrar su propia
    verdad bajo la ilusión de falsas promesas.

    A continuación Breuer, al argumentar Nietzsche
    que nadie posee el derecho de determinar qué desea o no
    conocer uno, le presente el caso de un paciente amigo suyo. Con
    una enfermedad terminal que, seguramente, le matará en
    tres días, este paciente evita preguntar sobre cualquier
    dato que pueda darle una respuesta que no desea oír.
    Informarle sobre su pronta muerte, esto es, decirle aquello que
    no desea escuchar, sería a criterio del Dr. Breuer un acto
    de suma crueldad. Es aquí, ante la exposición
    de Nietzsche de que, en tanto la vida y la muerte son
    despiadadas, un maestro debe ser también despiadado, que
    podemos apreciar una de sus más fuertes ideas sobre el
    Superhombre. La piedad y la compasión, según la
    teoría nietzscheana, son valores cristianos creados en el
    afán de someter a los fuertes y enaltecer a los
    débiles. Limitan a aquellos más dotados para la
    existencia en tanto la parte más enferma de la sociedad se
    hace con el poder.
    Resumiendo, suprimen el nacimiento del Superhombre.

    También podemos destacar aquí ideas
    anteriormente expuestas en el capítulo quinto, tales como
    el
    conocimiento obtenido a base del sufrimiento. Es en este
    momento, al exponer Breuer que su trabajo como médico es
    facilitar la vida y dificultarla, que Nietzsche se declara a
    sí mismo, como podemos comprobar en la mayoría de
    sus libros, "un profeta de verdades amargas". Sostiene que su
    misión es aumentar la tensión, hacer las cosas
    más difíciles de forma que aquellos que lo precedan
    puedan dar a luz al aún
    no nombrado (si bien mencionado) Superhombre.

    Breuer insiste, por otro lado, en que no hay
    razón para afirmar que la idea de Dios no es
    también una forma de verdad. Ante esto Nietzsche,
    enardecido ya por la discusión, sostiene que Dios no es
    una verdad, sino el simple deseo infantil de aferrarse a algo
    inexistente cuando es el propio ser humano quien falla. Como base
    científica de la superfluidad de Dios, toma el ejemplo de
    la teoría de la evolución hecha por Darwin, a quien,
    como sabemos, admiraba en gran magnitud.

    "Dios ha muerto, se dice que lo mataron los hombres",
    esa es la más básica idea de toda la teoría
    nietzscheana sobre el cristianismo, y es, a su vez, la expuesta a
    continuación con la afirmación de Nietzsche hacia
    el Dr. Breuer de que, en tanto los hombres crearon a Dios,
    también pueden matarlo. Sostiene que la religión no es una
    opción para el hombre, sino la elección de algo
    externo, un agente que debilita. "… siempre hace al hombre
    menos de lo que es. Yo amo lo que nos hace más de lo que
    somos", según sus propias palabras sostienen.

    A continuación Breuer, harto ya del campo
    abstracto al que hace referencia Nietzsche, le insta a remitirse
    al caso concreto de su
    paciente. ¿No es acaso mejor brindarle esperanza que
    atormentarle con una realidad que no está listo para
    aceptar? Ante esto, como podremos comprobar en
    prácticamente todas las obras del filósofo,
    éste responde que la esperanza es el peor de los males, en
    tanto prolonga el sufrimiento. Sostiene que no hay derecho por el
    cual una persona pueda privar a otra del derecho a morir, puesto
    que cada quien es dueño de su propia muerte. Al
    cuestionarlo Breuer sobre sus opciones con respecto al suicidio,
    Nietzsche se muestra igualmente firme, sosteniendo su anterior
    teoría sobre cómo es morir algo cruel. "La
    recompensa final de los muertos es no tener que volver a morir",
    según sus propias palabras, publicadas en una de sus obras
    más famosas: El Gay Saber.

    Tras aprovechar Breuer la oportunidad de recibir, por
    así decirlo, "normalmente" los libros de Nietzsche,
    éste le informa lo poco de su triunfo como escritor,
    puesto que la venta de sus libros era casi nula. Es aquí
    cuando, compadeciendo Breuer su situación, Nietzsche se
    torna repentinamente gélido y le da la espalda. Podemos
    apreciar en esta escena, como antes establecido, el cortante
    rechazo del filósofo ante toda muestra de
    compasión. Esto se debe a su fuerte reacción frente
    al poder, expresado detallada y exclusivamente en su obra La
    voluntad de poder
    , publicada por primera vez en el 1901, un
    año después de su muerte.

    El capítulo concluye con Nietzsche abandonando
    con irritación el consultorio de Breuer, tras establecer
    una próxima reunión.

    CAPÍTULO SIETE

    El capítulo comienza con detalladas descripciones
    de la ansiedad sufrida por el Dr. Breuer con respecto no solo a
    su situación matrimonial, sino a factores más
    complejos. Si bien ya mencionado anteriormente, se vuelve a
    resaltar como un tema de preocupación esencial en la vida
    de los judíos de esa época, el creciente
    antisemitismo que décadas más tarde
    desencadenaría la Segunda Guerra
    Mundial.

    Otra importante característica que podemos
    resaltar, es la teoría de Sigmund Freud sobre el
    inconsciente. Todo esto podemos apreciarlo cuando Breuer, al
    mirar a su esposa Matilde y encarnar en su joven y esbelto rostro
    el envejecimiento y la muerte, reconoce que aquellos pensamientos
    no fueron creados por su conversación con Nietzsche sino
    "despertados". Acto seguido, medita sobre la posibilidad de que
    Freud esté en lo cierto con respecto a su teoría
    sobre un "depósito de pensamientos" (nótese que en
    la novela apenas comienza a desarrollar las ideas que lo
    llevarán a ser el fundador del psicoanálisis) que
    permanece totalmente ajeno a nosotros, esperando a ser llevados
    al plano del pensamiento consciente.

    Se hace presente también el temor a la muerte,
    acentuado en los sentimientos de Breuer, que ve cada día
    con mayor exasperación la cercanía de la vejez y la
    consecuente deterioración de la belleza. A mayor
    profundidad, podemos discernir en esta leve información
    sobre Breuer, la realidad de que, sin importar cuán
    racionales o librepensadores seamos, todos poseemos
    inconscientemente un temor hacia lo sobrenatural, aquello que
    presenta algo diferente o ajeno a nuestros previos
    conocimientos.

    Posteriormente, Breuer se plantea la posibilidad de que
    exista en él una inclinación innata hacia las
    discusiones filosóficas, heredada de su padre. Podemos
    resaltar aquí, cuando hace referencia a un mundo libre de
    las pasiones carnales, rasgos de la teoría
    platónica sobre un mundo sensible y uno superior
    denominado inteligible. "… el reino de las ideas
    puras… donde no se sentía mancillado por Bertha y
    la carne", según está expresado magistralmente en
    la novela.

    Breuer, por otro lado, se siente admirado por la
    libertad de Nietzsche, su facilidad para expresar opiniones
    completamente radicales a lo establecido. Un librepensador
    ejemplar. Y si Nietzsche es poseedor de tamaña libertad,
    ¿por qué entonces él, Josef Breuer, no?
    Luego de meditarlo, concluye, finalmente, que la razón es
    que Nietzsche se ha buscado esa libertad, él mismo se la
    ha construido. Cabe resaltar que este es una importante
    característica de la ideología nietzscheana, la cual, basada en
    el ejemplo del león en lo referente a la lucha por la
    libertad (camelloà leónà niño),
    establece que cada quien debe crearse su propia verdad. Cabe
    resaltar que esta verdad a la que hace referencia Nietzsche es
    muy diferente al concepto popular,
    el cual identifica como una imposición que nos convierte
    en esclavos de un modelo social de vida
    preestablecido.

    Podemos apreciar nuevamente un leve hincapié en
    el rechazo de Nietzsche ante toda implicación de
    misericordia o ayuda, al mostrarse éste enfadado ante la
    educada preocupación de Frau Becker, la secretaria de
    Breuer. Acto seguido, cuando el médico se dedica a leer
    los libros otorgados a él por Nietzsche, podemos destacar
    rasgos de su escritura, tales como su indudable y magistral
    habilidad para la poesía,
    y su costumbre de escribir en aforismos, a veces incluso frases
    que apenas guardaban relación entre sí. Otra
    admirable característica a resaltar, es su capacidad para
    discurrir sobre una incontable variedad de temas, tales como
    música,
    arte, hermenéutica, política, historia,
    etc. Tanto sus libros como las ideas en ellos expresadas,
    excelentemente expuesto por el autor judeo-americano Irvin D.
    Yalom en la novela "desafiaban toda caracterización,
    aunque, en conjunto, eran una provocación deliberada;
    transgredían todas las convenciones, cuestionaban –
    e incluso denigraban – las virtudes convencionales y
    ensalzaban la anarquía". Esto es fácilmente
    apreciable y resumido en su única idea sobre la así
    llamada transmutación de los valores, esto es, un
    cambio radical
    en los valores
    morales propios de la sociedad, los valores
    cristianos.

    Posteriormente, podemos apreciar en la charla que
    sostienen el Dr. Breuer y el entonces estudiante de medicina
    Sigmund Freud, cómo éste último comienza a
    inclinarse levemente al campo psicológico,
    apartándose el cuadro clínico. Este rasgo se
    mantiene casi hasta el final del capítulo, también
    basado en el caso de Nietzsche, a quien Breuer presenta con el
    seudónimo de Eckart Müller. Ante la cuestión
    sobre las tendencias suicidas de Nietzsche, Freud afirma que es
    muy posible que se esté mintiendo a sí mismo,
    sosteniendo que es muy posible que él no lo sepa,
    aún cuando este sentimiento exista en una parte
    inconsciente de él. He aquí, entonces, una
    magistral exposición de la teoría freudiana sobre
    la psique humana. Según palabras de Breuer, "estaba
    germinando en él un carácter pleno de audacia,
    determinación y firmeza en la defensa de sus
    convicciones".

    Vuelve a hacerse hincapié a continuación
    en la extrañeza del accionar de Nietzsche, su repudio
    hacia todo intento de ayuda y sus sin iguales convencionalismos.
    Acto seguido podemos apreciar con magnífica claridad una
    de sus más famosas ideas, expuesta bajo su obra La
    voluntad de poder
    , publicada en 1901 un año
    después de su muerte. Esto está expuesto en un
    párrafo
    extraído de Humano, demasiado humano, el cual se
    encuentra en la página 113 de la novela. En este expone la
    situación de dos personas que están a punto de
    superar una barrera para encontrarse. Sin embargo, al proponerla
    la primera hacer lo ya planificado, la segunda se retracta,
    interponiendo con esta acción
    abismales obstáculos. Con esto, Nietzsche hace referencia
    a la voluntad de poder. La segunda persona se niega a llegar a la
    primera luego de la invitación porque lo interpreta como
    sometimiento, una pérdida de su propia dignidad. He
    aquí la teoría nietzscheana de que toda
    acción humana, por mínima que sea, se encuentra
    regida por la voluntad de poder. Sostiene, por otro lado, que el
    principal error de los mayores filósofos fue el intentar
    interpretar la verdad sin conocerse antes a ellos mismos. Esto
    es, que uno debe primero establecer su objetivo antes
    de disponerse a avanzar.

    Este extenso capítulo concluye con una carta
    ponzoñosa y acusadora para Friedrich Nietzsche por parte
    de su hermana, Elizabeth.

    CAPÍTULO OCHO

    Si bien al comienzo de este capítulo no se trata
    mucho sobre el pensamiento nietzscheano en sí, podemos
    discernir, al principio de la charla entre Breuer y Nietzsche, un
    gran realce de actitudes
    importantes como la sinceridad y el realismo.
    También comenzamos a presenciar de forma más
    directa el ateísmo nihilista de Nietzsche, resaltado en el
    fragmento de la charla que hace referencia a la búsqueda
    de una verdad auténtica (no una falsa, como define el
    filósofo la del cristianismo).

    Podemos destacar, a continuación, la
    convicción de Nietzsche sobre que sus enfermedades le
    aportan ciertos beneficios, según sus propias palabras:
    "Lo que no me mata, me hace más fuerte". Menciona,
    también, su primera obra El nacimiento de la
    Tragedia
    (1872), y cómo ésta generó
    tensión entre sus colegas, lo cual causó su
    abandono de la Universidad de
    Basilea. Otro aspecto a destacar es cómo Breuer se
    veía obligado a improvisar nuevas ideas, cuidando de no
    mencionar nada que afectara a Nietzsche de forma
    directa.

    Conforme avanza la charla, Breuer encuentra semejanzas
    entre el pensamiento de Nietzsche y de Freud acerca de la psique
    humana, ya que el filósofo dice que se mente y su cuerpo
    parecen funcionar con independencia, y que éstos, a su
    vez, parecen conspirar en su contra. Posteriormente el plan de
    Breuer se ve hábilmente replegado al afirmar Nietzsche que
    no tiene intención alguna de eliminar su tensión,
    ya que la necesita para escribir sus libros. A su vez, afirma que
    las verdades contenidas en sus libros están dedicadas
    sólo a los fuertes.

    Ya al final del capítulo, Breuer le hace a
    Nietzsche una proposición para ingresar a la
    clínica Lauzon en Viena, usando como excusa nuevos y
    mejores tratamientos para su enfermedad. Sin embargo, éste
    se resiste a aceptar su solicitud por diferentes motivos,
    haciendo referencia a la traición de Lou Salomé y a
    una carta escrita por su hermana.

    Cabe resaltar también un importante aspecto de su
    filosofía: la soledad. Afirma que su vida debe ser
    solitaria, ya que desde el momento en que establece una
    relación estaría sujeto a unas determinadas reglas,
    que no le permitirían escribir con total libertad sus
    libros. En su teoría filosófica, esto puede
    asociarse a su afirmación de que la vida del Superhombre
    debe ser solitaria para lograr la libertad completa.

    CAPÍTULO NUEVE

    El capítulo comienza con Nietzsche
    negándose nuevamente a aceptar la oferta de
    Breuer. Ante esta respuesta, el médico le impone un punto
    de vista diferente en un intento de cambiar la mentalidad del
    filósofo. Ante la insistencia de Breuer, Nietzsche le
    pregunta cuál es su verdadero motivo para ayudarlo.
    Sostiene que la verdadera motivación
    humana nunca ha sido ayudar a los demás, sino a uno mismo.
    "Todas las acciones van
    orientadas hacia uno mismo, todo servicio sirve
    a uno mismo, todo amor es amor por uno mismo", según las
    palabras que brinda como respuesta. Afirma que el ser humano ama
    el deseo y no a quien desea. Critica esta característica
    propia del cristianismo, más específicamente, de
    los sacerdotes cristianos.

    Ante esto, Breuer le dice que su intención no es
    solamente tratarlo para mejorar su bienestar físico sino
    ayudarlo a ser quien de verdad es: un gran filósofo. Cabe
    resaltar que se basa en esto utilizando una frase propia de
    Nietsche: "Llega ser quien eres". A continuación hace
    referencia a una de las ideas más importantes del
    filósofo, expuestas en su obra póstuma La
    voluntad de poder
    , al afirmar que Breuer sólo quiere
    establecer un poder sobre él. "Todo eso le fortalece a
    expensas de mi fortaleza", según dice con
    convicción Nietzsche. Estas afirmaciones hacen referencia
    a una de las principales ideas del filósofo: que toda
    acción humana está basada en la búsqueda de
    poder, la necesidad de dominar al otro.

    Todas estas palabras de Nietzsche concluyen por hacer
    que Breuer pierda el control,
    afirmando que el filósofo alemán es un hombre
    insufrible, que para todo hace aflorar lo peor, los motivos
    más bajos. Finalmente, lo único que logra es que
    Nietzsche opte por abandonar su terapia con él y regresar
    a Basilea.

    Cabe resaltar que en este capítulo se destaca con
    vehemencia la terquedad y el punto de vista totalmente negativo
    de Nietzsche con respecto a la sociedad alemana de su tiempo y a
    la conducta humana
    en sí. Se vuelve a destacar, también, el repudio de
    Nietzsche ante la compasión y la lástima que pueda
    inspirar a Breuer, siendo las últimas y duras palabras
    dirigidas hacia él por el médico las que concluyen
    en la drástica decisión tomada por el
    filósofo asceta al final de de este noveno
    capítulo.

    CAPÍTULO DIEZ

    Este capítulo carece casi totalmente de
    relevancia filosófica, puesto que apenas se remite a hacer
    breves reseñas sobre la deplorable vida matrimonial del
    Dr. Josef Breuer y de su reputación como uno de los
    mejores médicos de Viena, teniendo como pacientes a
    famosos de la sociedad de aquellos tiempos.

    Si bien escapa al ámbito filosófico, cabe
    resaltar, en tanto es un hecho verídico y uno de los
    más importantes hallazgos en el campo de la medicina, el
    descubrimiento de la sede del equilibrio por
    parte de Breuer. Llevando a cabo su experimento, basado en el
    estudio del oído de
    las palomas, fue capaz de descubrir que es un minúsculo
    aparato en el oído el que permite mantener el equilibrio
    en todas las especies.

    Se vuelve a resaltar también el antisemitismo,
    extendido incluso hasta las universidades, cuando Max
    (cuñado ficticio de Breuer) afirma que, de no ser el
    médico un judío, sería ya uno de los
    más importantes catedráticos de Viena.

    Todo lo demás es irrelevante, puesto que apenas
    se remiten a discutir sobre el ajedrez, la
    situación matrimonial y los problemas
    sociales de aquella época. Sin embargo, podría
    tomarse como planteamiento filosófico una cuestión
    llevada magistralmente por Irvin D. Yalom al final de este
    décimo capítulo: ¿qué es el amor? Todo
    esto se basa en el problema de que, así como Breuer, Max
    admite que, teniendo a su lado una bella esposa, se encuentra por
    otro lado atraído hacia mujeres de baja dignidad y
    carentes de belleza. Tal vez, según este último
    personaje, no se debo esto a más nada que, al obtenerse
    algo, se pierde ya la
    motivación, expresado en la frase (y discúlpese
    el término, pero así está escrito en la
    novela) "Por cada mujer hermosa que
    existe siempre hay un pobre hombre cansado de jodérsela".
    Tal vez, analizado más a fondo y profundizando más
    en la charla de Breuer y su cuñado, todo este
    planteamiento no signifique más que, alcanzada una vez
    la meta, ya
    nada implica interés en nosotros y nos aburrimos. El
    desafío ya no existe y, una vez superado, el premio ha
    dejado ya de emocionarnos.

    Posteriormente, el capítulo finaliza con el
    doctor Breuer siendo vencido por Max en una difícil
    partida de ajedrez.

    CAPÍTULO ONCE:

    Este capítulo comienza cuando Breuer, ya
    dispuesto a dormir, es informado repentinamente por el
    dueño de una posada sobre Nietzsche. Éste se
    encuentra muy enfermo, víctima de terribles dolores y
    vómito
    compulsivo. Cabe resaltar en estos datos la referencia hecha a su
    mala salud, la cual no cesó de acosarlo durante toda su
    vida.

    El posadero, Herr Schlegel, informa a Breuer sobre la
    renuencia de Nietzsche a recibir ayuda médica, lo cual
    destaca la personalidad obstinada del filósofo y, por otra
    parte, ya desde un punto de vista más personal, la fuerte
    convicción hacia sus ideas. "Resiste hasta el final,
    incluso cuando está inconsciente", como fueron las propias
    palabras de Breuer al comprobar la obstinación de
    Nietzsche en la negativa de recibir ayuda aún al borde de
    entrar en coma debido a un exceso de medicamento.

    Posteriormente, cuando el Dr. Breuer se dispone ya a
    curarlo, se nos revela un aspecto quizá relacionado
    más con las ideas de Sigmund Freud que con las de
    Nietzsche, y éste es la existencia de otra, por así
    decirlo, "identidad" que
    habita en nuestra mente. Todo esto se expresa en el hecho de que,
    al acercar Breuer el oído a la boca de Nietzsche,
    dispuesto ya a escuchar algún insulto o alguna
    invitación a marcharse, lo que escucha en realidad no es
    más que una desesperada súplica de ayuda. "Lou
    Salomé estaba equivocada: su amigo era capaz de pedir
    ayuda, si bien se trataba de otro Nietzsche, de alguien a quien
    Breuer acababa de conocer", como está expresado en la
    propia novela. Estas ideas, cabe resaltar, no conforman
    más que la teoría de Sigmund Freud del "super-yo",
    una, por llamarla de alguna manera, "entidad" de nuestra mente
    que nos es totalmente desconocida e inconsciente. He aquí
    el por qué de que, luego de mejorado, Nietzsche no
    recuerda ya nada de lo dicho durante su enfermedad.

    Finalmente, luego de la mejoría parcial del
    filósofo, Breuer vuelve a ofrecerle internación en
    la clínica Lauzon con efecto de vigilar con mayor seguridad su
    enfermedad, aunque en realidad todo cuanto quiere lograr es
    evitar que Nietzsche parta a Basilea, como tenía planeado
    hacer al día siguiente. Sin embargo Nietzsche, con su
    clásica obstinación de siempre, se rehúsa lo
    más amablemente posible, alegando "razones más
    allá de las razones", según sus propias palabras.
    Abandonando decepcionado a Nietzsche, Breuer parte hacia su hogar
    con una duda: ¿envidia él la fría y
    solitaria vida de Nietzsche? ¿Qué le atrae tanto al
    filósofo?

    El capítulo concluye con un animado Breuer
    caminando a paso rápido, encontrada ya la solución
    para hacer que Nietzsche se quede en Viena.

    CAPÍTULO DOCE

    Ese lunes por la mañana, Nietzsche acude
    finalmente al consultorio de Breuer con objeto de pagar la cuenta
    y marcharse de una vez por todas a Viena. Es entonces, cuando
    Nietzsche está ya por abandonar el consultorio, que Breuer
    pone en práctica su ya planeada táctica.

    Propone al filósofo un intercambio: la cura
    médica por la cura espiritual. Ofrece a Nietzsche ser el
    médico de su cuerpo, esto es, curar su enfermedad, y el
    filósofo, en cambio, curará su mente, la
    desesperación que lo embarga. Si bien al principio hay
    negativa por parte de Nietzsche, Breuer maneja con magistral
    habilidad las palabras justas para convencerlo. Afirma que, en
    tanto es imposible experimentar con toda una especie, se deben
    basar las investigaciones
    primero en un espécimen prototípico, para luego
    recién generalizar el experimento. Es importante resaltar,
    en este aspecto, la referencia que hace Breuer a sus
    investigaciones llevadas a cabo durante más de diez
    años en el oído de palomas, con objeto de descubrir
    la raíz del equilibrio. Este fue un muy importante
    descubrimiento, puesto que se aplica no sólo al reino
    animal sino también a los seres humanos.

    Cabe también resaltar dos rasgos de la
    ideología Nietzscheana, siendo el primero su teoría
    sobre cómo el darwinismo pudo, por así decirlo,
    "anticuar" a Dios, y el segundo la "transmutación de los
    valores", esto es, cómo todo lo antiguo es eliminado para
    dar paso a lo nuevo, un cambio necesariamente radical en todo
    cuanto se creía bueno y encomiable. Según expresa
    Breuer haciendo referencia a lo dicho por Nietzsche:
    "…demostrar que a partir del escepticismo es posible crear
    un código
    de conducta para el
    hombre, una nueva moralidad, un
    nuevo saber que reemplace el saber surgido de la
    superstición y el anhelo por lo sobrenatural…". Se
    declara a Nietzsche como el poseedor de la importante
    misión de "salvar a la humanidad tanto del nihilismo como
    de la ilusión". Todo esto es perfectamente apreciable
    tanto a lo largo de la novela como en las mismas obras de
    Nietzsche.

    A continuación, luego de convencer Breuer a
    Nietzsche de aceptar el trato, el capítulo concluye con
    una carta escrita por Nietzsche a su amigo Peter Gast. En
    ésta le cuenta todo lo sucedido y, entre ello, lo
    magnífico y a la vez intrigante que le resulta el Dr.
    Breuer. Es importante destacar, de esta carta, una de sus duras
    críticas contra el sacerdocio cristiano, basado en su
    primera impresión del Dr. Breuer. "Pero ya conocemos a
    esos curanderos sacerdotales que proyectan su debilidad en los
    demás y luego los atienden con el único
    propósito de incrementar su propia fuerza.
    ¡Conocemos muy bien la «caridad cristiana»!",
    según sus propias palabras. A partir de esto, podemos
    discernir cómo interpreta la piedad y la compasión
    propias del cristianismo como nada más que un deseo
    desmedido, por así decirlo, "casi vampírico" de
    fortalecerse consumiendo la esencia de los demás, de
    proyectar la debilidad propia en aquellos que acuden por
    ayuda.

    Finalmente, el capítulo termina con duras y
    ponzoñas palabras relacionadas a Lou Salomé,
    maldiciendo el día en que la conoció, creyendo
    todas y cada una de las falsas acusaciones de su hermana
    Elizabeth.

    CAPÍTULO TRECE

    En este capítulo Breuer ya ingresa a Nietzsche en
    la clínica Lauzon con la falsa identidad de "Eckart
    Müller" con objetivo de mantenerlo en el anonimato, si bien
    luego se arrepiente debido al incremento de la ya difícil
    duplicidad en su relación. Luego de asegurarse de un
    cómodo establecimiento para Nietzsche, Breuer se va
    planeando ya una estrategia para
    su siguiente encuentro.

    Posteriormente, Breuer se dedica a relatar lo sucedido
    con total exactitud de detalles a su amigo Sigmund Freud, con
    quien espera ser capaz de idear una estrategia acorde a lo que
    implica la situación. Si bien al principio hay cierto
    reproche por parte de Freud con respecto a la última
    proposición de Breuer a Nietzsche, no tarda mucho en
    mostrarse animado con la aventura que supone tal hazaña.
    Es importante destacar cómo expresa Breuer lo
    erróneo en el término "atrapar" cuando se hace
    referencia a Nietzsche, "es como capturar a un gorila de
    quinientos kilos con una red para
    mariposas".

    Cuando Breuer hace mención a la falta de
    necesidad de fingir una desesperación – puesto que
    ya tiene una – Freud se alarma, aludiendo que, estando
    él en la "cúspide de la vida", nada tiene que
    desesperarle. Es entonces cuando Breuer alega que el problema de
    toda cúspide es que inevitablemente conduce hacia abajo.
    Luego de comprender que hay temas que por variadas razones no
    puede discutir con su joven amigo, deciden centrarse más
    en el tema motivo de su reunión.

    Ya al final del capítulo, podemos resaltar con
    perfecta claridad otro avance dentro de la teoría
    freudiana. Ante la intriga de cómo tratar al Nietzsche,
    por así decirlo, "real" y al otro Nietzsche de su
    inconsciente, ese que pide ayuda, Freud formula una sugerencia
    que, analizada más a fondo, podremos discernir como uno de
    sus métodos para la cura de los problemas acarreados por
    la contención de sentimientos en el inconsciente. Esto es,
    propone, en la novela de improvisto, que lo ideal no sería
    "liberar" a nadie, sino "integrar", lograr que estas dos facetas
    de la personalidad de Nietzsche se unan para formar una sola.
    Nuevamente, Irvin D. Yalom nos permite desentrañar con
    magistral habilidad las ideas que ya comienzan a fecundar en la
    mente del futuro fundador del psicoanálisis.

    CAPÍTULO CATORCE

    En este capítulo, si bien no se informa mucho
    sobre lo más importante de la filosofía
    nietzscheana, es menester destacar aspecto que, si bien no
    conformaron su encomiable ideología, fueron, más
    bien, causa de ella.

    Todo comienza cuando Breuer, en aras del tratamiento
    ideado por ambos el día anterior, revela a Nietzsche todos
    los aspectos de su vida, los más oscuros y los más
    benévolos, aquellos que le afligen y le quitan el
    sueño. Le habla de su temor a la vejez, a la muerte, su
    sensación de estar atrapado por una vida que no ha
    elegido, su obsesión por Bertha y su arrepentimiento por
    Eva Berger – asistente suya a quien había despedido
    forzado por la decisión de su esposa – al no haber
    aceptado su "sacrificio". Mirado con más profundidad, son
    éstos muchos de los aspectos sobre los cuales se basa la
    filosofía de Nietzsche, los rasgos humanos que más
    critica.

    Sin embargo, la charla se centra esencialmente en la
    – perdónese el término – burda
    opinión de Nietzsche con respecto a las mujeres. Afirma
    que Bertha, en lugar de ser eximida del peso que causa sobre
    Breuer debido a su condición de paciente, debe ser
    castigada, juzgada. Interpreta sus actuaciones histéricas
    como un vil método
    para humillar y establecer su poder sobre Breuer. Lo mismo sucede
    con Eva Berger, a quien califica como "depredadora". Así
    también sucede con Mathilde, su esposa. "Y en cuanto el
    tema de las mujeres, es bárbaro, apenas parece humano",
    según las palabras de Breuer en sus notas sobre Nietzsche.
    Cabe resaltar que este es uno de los aspectos que tal vez fueron
    causa de su filosofía tan, por así decirlo,
    "machista".

    "Tratas con mujeres, ¡no olvides el
    látigo!", como es una de sus frases más famosas.
    Afirma también que la voluntad del hombre debe estar
    siempre impuesta a la de la mujer. Todo
    esto se debe a que, como redactado en la novela, Nietzsche
    sufrió en su vida grandes desengaños amorosos, de
    los cuales el más doloroso de ellos fue el de Lou
    Salomé.

    Otro importante aspecto a resaltar es, tal vez, el de
    sus ideas con respecto al sacerdocio cristiano. En sus notas
    sobre Breuer al final del capítulo, se puede apreciar una
    clara comparación de su personalidad con la de los
    sacerdotes cristianos. Irvin D. Yalom lo expresa magistralmente
    en las siguientes palabras: "¿No será de los que
    fingen dar para que se les de? (…) ¿Es de los que
    reverencian que se les reverencie?".

    El capítulo concluye con una dura y a la vez
    adolorida carta hacia Lou Salomé, reprochándole una
    y otra vez su traición y la decepción causada, y a
    la vez haciéndole ver que aún guarda cariño
    hacia ella y Paul Rée, si bien aborrece este sentimiento,
    "es casi sofocante" según sus propias palabras.

    CAPÍTULO QUINCE

    El capítulo comienza con Breuer intentando en
    vano conciliar el sueño, presa de extraños
    sueños y nuevamente acosado por las incesantes imágenes
    de Bertha. A continuación, cuando va a encontrarse con
    Nietzsche en aras de su acuerdo, le relata nervioso sus
    sueños, los cuales posteriormente descifran como una forma
    utilizada por el inconsciente para expresar lo mucho que
    había perturbado a Breuer el haber revelado quizás
    demasiado. Es importante resaltar de este aspecto cómo
    empieza a tomar importancia el tema de los sueños con
    respecto a la psique humana. Esto, sin duda, es una forma de
    expresar la influencia de Freud y sus teorías
    sobre el Dr. Breuer.

    Posteriormente, cuando Nietzsche asocia este hecho a la
    voluntad de poder – inquiriendo que lo que preocupa a
    Breuer no es haber causa mala impresión sino haber perdido
    poder – podemos apreciar claramente lo, por así
    llamarlo, "radical" de la teoría nietzscheana. Al sostener
    Breuer que no es el haber perdido una batalla lo que lo
    desasosiega sino la extrema preocupación de haber
    provocado una mala imagen, Nietzsche
    sostiene con vehemencia que toda relación humana, incluso
    las más encomiables, se encuentran regidas por la voluntad
    de poder, incluso el amor. Dominar tanto cuerpo como mente:
    ése es el objetivo de tan loado "amor". Sostiene, a su
    vez, que amante no es quien ama, sino quien desea la
    posesión del ser amado.

    Al escandalizarse Breuer afirmando que todo cuanto
    preocupa a él es la aprobación de sus colegas
    – lo cual, dicho sea de paso, le perturba – y que su
    obsesión por Bertha es más sexual que amorosa, la
    respuesta de Nietzsche es igualmente sórdida. Sostiene que
    el buscar la aprobación de los demás no es
    más que llana y humillante sumisión ante la
    voluntad de otros, un temor a encontrarse consigo mismo. Afirma,
    también, ante la insistencia de Breuer sobre su
    obsesión por Bertha, que no es el sexo lo que
    odia sino al hombre que suplica tenerlo, y abdica así en
    la mujer que se lo da, cediendo todo su poder por algo tan vano
    como lo carnal.

    La sensualidad, dice él, no forma parte de la
    naturaleza
    sino que, por el contrario, es enemiga de su parte más
    elevada. La degrada afirmando que el objetivo es "crear lo
    superior, no reproducir lo inferior". Para mayor explicitud,
    aplicando sus propias frases, defina la sensualidad como "una
    perra que nos mordisquea los tobillos, y una perra que sabe muy
    bien cómo suplicar un pedazo de espíritu cuando se
    le niega un pedazo de carne".

    Ante la observación de Breuer sobre el
    ahínco con que responde Nietzsche a sus palabras,
    éste replica que "se necesita pasión para derrotar
    la pasión". Breuer, por otro lado, protesta afirmando que
    lo que hace Nietzsche es divagar sobre lo abstracto en lugar de
    centrarse en su verdadero problema, su mente y sus sentimientos.
    Dice que el cambio que él propone es imposible por el
    simple hecho de que la sociedad se encuentra regida por un modelo
    social estricto. Uno nace de por sí esclavizado a ese
    régimen, por lo tanto no es cuestión de
    elección el seguirlo o no. Ante esto, Nietzsche dice a
    Breuer que quien no se obedece a sí mismo inevitablemente
    es gobernado por otros. Esto, cabe resaltar, es una importante
    característica no sólo de su filosofía, sino
    de su visión general con respecto a la típica
    sociedad alemana que tanto repudiaba.

    Posteriormente, sostiene también que "el hombre
    se construye en función de
    sus elecciones", con lo cual sitúa a Breuer en una
    cuestión irrefutable. Ante esto, el médico replica
    que todos al nacer parecen estar destinados a una función
    específica en la vida, rememorando así cuando
    alguien, en su infancia, lo
    denominó como "niño de la promesa infinita".
    Analizado con mayor profundidad, podemos apreciar aquí
    características típicas de su teoría sobre
    la evolución del Superhombre (camelloà
    leónà niño). En sentido
    análogo, la situación actual de Breuer sería
    la del camello, sumiso ante las imposiciones de su vida social y
    su matrimonio, incapaz de rebelarse. El proceso al
    cual se somete con Nietzsche representaría su etapa de
    león, intentando luchar, de alguna forma, por ganarse el
    derecho de crear sus propias reglas, en este caso, liberarse
    tanto de su estilizada vida social tanto como de su conflictivo
    matrimonio y sus lujuriosas obsesiones por Bertha, de la cual
    quiere librarse con mayor prontitud.

    El capítulo concluye cuando Nietzsche, poniendo
    final a la charla, insta a Breuer a reflexionar sobre su
    situación e intentar descubrir en qué
    pensaría sino Bertha no existiera.

    CAPÍTULO DIECISÉIS

    Si bien este capítulo es breve, complementa, con
    gran claridad, características del anterior, esto es, el
    capítulo quince. Esa mañana, cuando él y
    Nietzsche vuelven a reunirse, Breuer le pide el omitir los
    títulos profesionales y llamarse por el nombre de pila en
    objeto de lograr una mayor confidencialidad. Si bien no a buen
    gusto, Nietzsche acepta.

    En el relato que hace Breuer acerca de sus sentimientos
    con respecto al envejecimiento y la muerte, esto es, el haber
    alcanzado ya la cúspide de la vida. Afirma que su
    principal temor no es el descender sino el no ascender, para
    mayor explicitud, la carencia total de motivos que impulsen la
    vida. Es en ese momento, cuando surge la idea de que todo el
    mundo lleva consigo una frase secreta que impulsa su existencia,
    que surge el primer aspecto de significativa relación con
    el capítulo anterior. El así llamado "niño
    de la promesa infinita" – palabras de Breuer ante las
    cuales Nietzsche sonríe en aprobación – no es
    más que la etapa final del proceso, el Superhombre. Esta
    última idea puede apreciarse con mayor claridad ya al
    final del capítulo, en las notas de Nietzsche sobre el Dr.
    Breuer, donde menciona que "…nunca entendió el
    carácter de esa promesa. Nunca entendió que su
    deber era perfeccionar la naturaleza, superarse a sí
    mismo, vencer su cultura, a su familia, su
    lujuria, su brutal naturaleza animal, llegar a ser quien era y lo
    que era (…) nunca mudó la primera piel".

    Todo esto representa, sin lugar a dudas, la etapa final
    del proceso por el cual, según su teoría, el ser
    humano común se convierte en Superhombre. Cuando Breuer
    interpone ante esta idea la situación de que, esclavizado
    por una cultura y una sociedad preestablecidas, nadie es
    responsable de lo que hace con su vida, esto es, que no hay
    capacidad de elección, Nietzsche replica que somos lo que
    elegimos. Cabe resaltar que fue ésta una de las ideas
    sobre las cuales Nietzsche basó, no sólo su
    filosofía, sino también su vida.

    Posteriormente, Breuer menciona la muerte de Oppolzer
    como la primer "crisis" de su
    vida. Oppolzer, cabe resaltar, fue durante mucho tiempo como un
    segundo padre para Breuer, su maestro y, si bien Breuer
    jamás llegó a ocupar su cátedra, se sabe que
    lo preparaba para ser su sucesor. Sin embargo, circunstancias
    adversas produjeron que esto no se diera, produciendo "el primer
    asalto al mito de la promesa infinita", según propias
    palabras de Breuer. Describe, luego, la depresión
    causada ante la conciencia de lo irremediable del tiempo, de lo
    sinsentido del infinito y lo inevitable de la muerte. A todo
    esto, por el contrario – con la misma oposición
    radical clásica de su filosofía – Nietzsche
    replica que todo aquello a lo que Breuer hace referencia como
    algo lamentable, esto es, la aproximación de la muerte, la
    impotencia y la insignificancia propia, es en realidad algo por
    lo que considerarse con suerte. "Sólo los afortunados
    llegan a comprender estas cosas", según sus propias
    palabras.

    Es importante resaltar, ya casi al final del
    capítulo, en las notas de Breuer sobre Nietzsche,
    cómo éste primero descubre en filósofo a un,
    por así decirlo, "ser humano". "¡A pesar de ser un
    librepensador, en el fondo no es más que un vienés
    y ama sus títulos casi tanto como su impersonalidad!",
    como observa Breuer luego de ver a Nietzsche titubear ante la
    proposición de adoptar los nombres de pila. También
    podemos distinguir en esta misma parte un rasgo de la
    personalidad de Freud, uno que, como es de adivinar,
    influyó mucho en su futura fundación del
    psicoanálisis, este es, su capacidad para detectar
    cualquier fingimiento.

    El capítulo concluye con otra sórdida
    carta de Nietzsche hacia Lou Salomé, permitiéndonos
    ver, más allá de su indiscutible habilidad para la
    escritura, lo mucho que sufrió lo que él
    creyó una "traición" por parte de la
    joven.

    CAPÍTULO DIECISIETE

    Ya en este capítulo, donde menciona leves datos
    de lo que era la estadía y el comportamiento
    de Nietzsche en la clínica Lauzon, se nos aporta un muy
    importante dato, como ser los comienzos de la que sería su
    mejor obra, ejemplar y síntesis
    de casi toda su filosofía: Así habló
    Zarathustra
    . Ya en ese momento, comenzaba a formar parte en
    su mente, perteneciendo a este ejemplar las anotaciones que,
    según la novela, hacía cada mañana en sus
    paseos por el jardín de la clínica Lauzon. Cabe
    resaltar también el contraste – expresado mediante
    los pensamientos de Breuer – entre el tacto amable y
    cordial de Nietzsche con el tono estridente y combativo de sus
    libros. En la respuesta que él da a Breuer, esta es, "Si
    nadie quiere escuchar, es natural que se grite", se nos aporta un
    dato que, además de revelado anteriormente en la novela,
    es un dato histórico de su vida, de que no tenía
    mucos lectores, por no decir ninguno. Podemos resaltar de este
    capítulo, también, el desprecio que manifestaba
    hacia filósofos tales como Kant y Hegel, a quienes
    acusaba de escribir sólo para la comunidad
    académica en lugar de para la vida misma.

    En otro párrafo, se nos informa sobre
    cómo, a diferencia de la apariencia que mostraba a los
    demás, sus días eran todo menos idílicos.
    Con su mente ocupada constantemente por la imagen de Lou
    Salomé, escribía a ella cartas desesperantes,
    enfurecidas, menguando así su fuerza y
    distrayéndolo tanto de Breuer como de
    Zarathustra.

    Ya casi al final del capítulo, Lou Salomé
    acude al consultorio de Breuer, con el fin de obtener
    información al mostrarle cartas enviadas por Nietzsche a
    ella. Si bien esas cartas eran de gran importancia para el
    proyecto,
    Breuer se niega a seguir leyéndolas
    y a brindarle información de Nietzsche, ya que al hacerlo
    estaría traicionando su confianza.

    Finalmente, Lou Salomé abandona enojada el
    consultorio al no obtener lo que quería, y Breuer se queda
    solo con sus pensamientos.

    CAPÍTULO DIECIOCHO

    El capítulo comienza con Breuer relatando a
    Nietzsche uno de sus sueños, inmediatamente seguido por un
    análisis del mismo. Al mencionar su desesperación,
    hace referencia a dos autores conocidos, estos son, Werther y
    Goethe. En este análisis, se hace referencia a una idea
    propia de Sigmund Freud, como lo es la importancia del
    análisis de los sueños.

    Posteriormente, Breuer se queja de que las palabras de
    Nietzsche no surten efecto en él ya que hay una gran
    diferencia entre saber las cosas y sentirlas. A esto, Nietzsche
    contesta que los únicos especialistas en emociones son los
    curas, ya que pintan una imagen perfecta del mundo, y debilitan
    así a la gente. Esta idea se expresa esencialmente en esta
    obra El Anticristo (1896). Más adelante, en su
    discusión con Breuer, Nietzsche menciona por primera vez
    en la novela a Paul Reé, a quien define como un amigo ya
    perdido. El motivo por el cual lo menciona es que ambos sostienen
    que Dios no existe. Sin embargo, la diferencia entre ambos es
    que, mientras Paul Reé dice que una vida sin Dios carece
    de sentido, Nietzsche afirma que es en realidad motivo de
    alegría. Todo esto se puede apreciar en la frase de
    Nietzsche "Dios ha muerto, y si no ha muerto hay que matarlo",
    donde expresa su fuerte repudio hacia el cristianismo, al que
    acusa de someter a los fuertes mediante el enaltecimiento de los
    débiles.

    Al tratar el temo de la obsesión de Breuer,
    Nietzsche comienza a insultar a Bertha, haciendo que el
    médico se enfurezca. En este capítulo el
    filósofo vuelve a despreciar también a las mujeres.
    Esto se debe a que durante su vida sufrió de muchos
    desencantos amorosos, lo cual lo llevó a sentir
    resentimiento hacia ellas. En su obra Así habló
    Zarathustra
    , Nietzsche expresa esto en su frase "El hombre
    dice «yo quiero», la mujer dice «él
    quiere»".

    Otro aspecto a resaltar sobre la filosofía
    nietzscheana, es su teoría sobre que es mejor tomar
    venganza a tragarse el resentimiento, puesto que esto
    inevitablemente conducirá a la enfermedad. Afirma,
    también, que no son las excusas sino los actos quienes
    constituyen al hombre. He aquí por qué se muestra
    tan rudo para con Breuer al hablar de Bertha, ya que el
    médico justifica la enfermedad de la joven debido a la
    muerte de su padre. Así concluye la sesión de ese
    día.

    A la siguiente, a petición del propio Breuer,
    ambos deciden atacar su obsesión de forma más
    directa, tales como gritar o infringirse dolor tanto
    físico como económico cada vez que piense en
    Bertha. Ninguno de estos surte efecto.

    Finalmente, ya casi al final, podemos apreciar dos notas
    posteriores a la reunión: la primera sobre Nietzsche y la
    segunda sobre Breuer, en la que ambos expresan lo humillante de
    la situación del médico y la necesidad de un cambio
    drástico y efectivo. Es interesante, por otro lado, ver
    cómo reconoce Nietzsche en sus notas que el mal que lo
    acaece aún no ha curado y que, para curar a Breuer, debe
    primero curarse a sí mismo.

    El capítulo concluye con una sórdida carta
    de Nietzsche dirigida a Lou Salomé, donde expresa su
    resentimiento y el repudio que siente ante cómo se humilla
    en la carta. "Compréndeme, quiero que te eleves, no que te
    reduzcas", como expresa en sus propias palabras. Afirma,
    también, ser incapaz de perdonarla puesto que no reconoce
    en ella a alguien para quien existe la remota posibilidad de
    perdón. Es, probablemente, en esta carta donde Irvin D.
    Yalom se ve traslucir con nítida claridad cuánto
    duele a Nietzsche la traición de ambos Lou Salomé y
    Paul Reé.

    CAPÍTULO DIECINUEVE

    En este capítulo, si bien se basa especialmente
    en la obsesión de Breuer por Bertha, se nos dan a conocer
    importantes aspectos de la ideología nietzscheana. Al
    preguntar Nietzsche a Breuer sobre el motivo de su
    obsesión por Bertha, esto es, el significado más
    inmediato que pueda ocurrírsele, Breuer responde que
    Bertha representa para él el peligro, la huida de la
    monótona vida cotidiano que tanto le aflige. Ve en ella a
    "una belleza embrionaria", – según sus propias
    palabras – alguien que aún tiene tiempo de
    expandirse, de perfeccionarse. Ve también, por otro lado,
    la victoria segura: no importa qué obstáculo se
    interponga, siempre será él quien
    triunfe.

    Esto, por obvias razones, podemos asociarlo no
    sólo a ideas de Nietzsche sino a nuestra propia vida real,
    en la que la gente se aferra generalmente a lo seguro, a aquello
    que le proporcionará siempre un triunfo constante.
    Sostiene también, que lo más factible en el ser
    humano es que, una vez alcanzada la meta, ya no hay motivación, ya no nos interesa el premio.
    "Estamos más enamorados del deseo que de lo que deseamos",
    como expresa Nietzsche en su innegable frase. Uno no puede atarse
    a un solo objetivo porque en la vida necesitamos de una
    "pasión" que nos impulse a seguirla, una constante
    motivación que nos incite a valorarla.

    Posteriormente ahondan más en el tema de la
    soledad. Analizándolo más afondo, podemos discernir
    claramente cómo la soledad de la que ambos hablan nada
    tiene que ver con la presencia o ausencia de otras personas, sino
    que radica en un punto más bien intelectual. "A veces
    contemplo la esencia de una manera tan profunda que de repente
    miro a mi alrededor y veo que nadie me acompaña, que mi
    único compañero es el tiempo", como nadie mejor que
    Nietzsche podría haberlo descrito.

    Ya en el último párrafo del
    capítulo, en una de las notas escritas por Nietzsche sobre
    sus encuentros con Breuer, podemos apreciar con maravillosa
    claridad uno de los aspectos quizá más importantes
    de su obra Humano, demasiado humano, una clase de resumen
    para sintetizar todas las ideas de su obra. "Tal vez debamos
    despojar los significados de uno en uno hasta que Bertha no
    signifique nada más que ella misma. Una vez despojada de
    significados superfluos, la verá como al ser atemorizado,
    desnudo, humano, demasiado humano, que ella y en realidad todos
    somos", como son sus exactas palabras.

    CAPÍTULO VEINTE

    El capítulo comienza cuando Breuer llega a la
    clínica invitando a Nietzsche a dar un paseo, puesto que
    el sol se
    encontraba ahora radiante en el cielo vienés. Aprovechan
    este momento para ir al cementerio a depositar algunas flores en
    la tumba de los padres de Breuer, como acostumbraba hacerlo un
    sábado de cada mes.

    Allí, Breuer indica a Nietzsche –
    aportándonos una importante visión – que en
    el cementerio los verdaderamente muertos son aquellos a quienes
    ya nadie recuerda, y no los que aún tienen familiares que
    les lleven flores.

    Al preguntarle Nietzsche por la presencia de guijarros
    en las tumbas, éste contesta que es una vieja costumbre
    judía que simboliza el recuerdo. Es importante destacar,
    de este tema, la apreciación de Breuer, muy similar por
    cierto a la de Nietzsche, sobre la vida, a la que afirma
    considerar desde niño como no más que "una chispa
    entre dos vacíos idénticos, la oscuridad antes del
    nacimiento y las oscuridad después de la
    muerte".

    Otro aspecto a resaltar es la afirmación por
    parte del filósofo de que casi todos nuestros recuerdos
    existen en el subconsciente, esperando a ser rememorados.
    Sostiene que debe existir alguna clase de extraño
    depósito para los recuerdos inconscientes. De otra forma,
    no se puede explicar el hecho de que, como sucede por ejemplo en
    los sueños, fusionemos aspectos de nuestra vida
    cotidiana.

    Más adelante, Nietzsche vuelve a hacer
    mención no sólo a su asociación de las
    mujeres con la perdición, sino también a la
    búsqueda de la verdad, ofuscada por el amor hacia una
    mujer: nos impide ver lo asqueroso de la realidad
    fisiológica que hay debajo. He aquí, entonces, una
    de sus frases más famosas: "una vida sin verdad es la
    muerte en vida". Para Nietzsche, además, el amor es algo
    que va más allá de dos personas que anhelan
    poseerse, sino de "un amor en el que las dos personas compartan
    la pasión por la búsqueda de una verdad superior",
    como son sus propias palabras.

    Cabe resaltar que aquí no sólo hace
    además referencia a su relación fastuosa con Lou
    Salomé, sino también a un amor, por así
    decirlo, "más amistoso", menos traicionero y más
    sincero. Un amor que tenga por fin el perfeccionamiento y la
    superioridad, no la degeneración la decadencia. Se vuelve
    a hacer mención, también, al temor hacia la muerte,
    esta vez por parte de Nietzsche expresado en un antiguo
    sueño de la infancia. Afirma que no es la
    aceptación de la muerte lo que él propone, sino
    morir en el momento oportuno. "La muerte pierde su cualidad
    aterradora si uno muere cuando ha consumado su vida. Si uno no
    vive cuando debe hacerlo, no puede morir en el momento justo",
    como dijo Nietzsche a Breuer ante este tema.

    "Yo no puedo decirle cómo de vivir de manera
    diferente porque, si lo hiciera, usted seguiría viviendo
    según el designio de otro", como son las palabras de
    Nietzsche, expresan su idea de que hay que evitar la
    opresión de las personas para que estas puedan crear su
    propia vida. Ésta es también una
    característica del Superhombre.

    Luego Nietzsche menciona su idea del eterno
    retorno
    , esto es, que nuestras vidas y todos sus actos
    están condenados a repetirse incesantemente como granos en
    un reloj de arena que da vueltas continuamente. Con esto quiere
    decir que cada acto de nuestra vida debemos elegirlo
    cuidadosamente, puesto que lo cometemos por toda la
    eternidad.

    Más adelante, cuando Breuer hace referencia a su
    deplorable matrimonio y a cómo ansía la libertad de
    éste viéndose, sin embargo, prisionero por sus
    promesas. Resalta, también, su deber para con sus hijos y
    su esposa. A esto, Nietzsche replica que para criar hijos, debe
    uno primero consolidarse a sí mismo. "Tus edificios deben
    ser más altos que tú, pero antes has de estar
    construido tú mismo, cuadrado de cuerpo y alma", como son
    sus propias palabras en Así habló
    Zarathustra
    , considerada por algunos como su novela ejemplar
    y de mayor importancia.

    Ya al final del capítulo hace mención, al
    meditar sobre su reacción para con Breuer, sobre la
    necesidad de endurecerse para no llenarse de piedad.

    CAPÍTULO VEINTIUNO

    Casi todo el capítulo consiste en la experiencia
    llevada a cabo por Breuer y Freud en conjunto – como se nos
    da a conocer más tarde – en la que Breuer
    experimenta, hipnotizado, la, por así denominarla,
    "libertad". En ella se ve abandonando Viena, su trabajo, a
    Mathilde, a sus hijos, volviendo a visitar a Bertha y Eva Berger.
    Todo esto le hace comprender, finalmente, que no es esa clase de
    vida la que desea. La libertad absoluta, como él mismo
    expresa, es de por sí una utopía, puesto que
    siempre nos encontraremos encadenados a algo, sean los
    demás, seamos nosotros mismos, nuestras metas, nuestros
    sentimientos. Sin embargo, nos es imposible vivir sin esa
    utopía. Como dijo un famoso escritor – Kero -:
    "cuando la idea de libertad deje de ser una utopía, el
    hombre dejará de existir". Esto es, en sí, lo que
    descubre Breuer al experimentar lo que sería la
    sensación de dejarlo todo para adquirir una "libertad
    absoluta".

    El capítulo, en sí, no contiene
    ningún dato relacionado directamente con la
    filosofía de Nietzsche – de hecho, son totalmente
    superfluas las instancias en que lo nombra siquiera –
    aunque sí hace mención, ya al final, a la
    técnica de hipnosis de Freud. Ésta fue
    posteriormente perfeccionada en sus futuros experimentos
    cuando fundaba ya el psicoanálisis.

    CAPÍTULO VEINTIDÓS

    Este capítulo, desenlace de toda la novela y
    razón de su título, es el más importante y,
    tal vez, más significativo de todos. En él se
    muestra, por fin, el verdadero significado, la razón de
    todo lo sucedido en la novela.

    Breuer entra animado, feliz y rebosante al consultorio
    de Nietzsche, anunciando en una amplia sonrisa que está ya
    curado. La obsesión por Bertha se ha ido. No hubo
    victimario en lo sucedido sino dos víctimas que, por
    igual, se aferraban a una ilusión en búsqueda de
    seguridad. Nietzsche, para sorpresa de Breuer, se encuentra
    anormalmente interesado en el procedimiento
    utilizado por él para librarse de Bertha.

    Y es aquí que todo cobra mayor sentido. La
    razón por la que Nietzsche se había empeñado
    tan arduamente en encontrar una cura para la obsesión de
    Breuer, era porque él mismo la necesitaba. Es importante
    destacar, de esto, la reiteración que le hace Breuer sobre
    su propia filosofía – esto es, su teoría de
    que no hay un mismo camino para dos personas diferentes –
    al pedirle Nietzsche que le revele cómo hizo para
    erradicar a Bertha de su vida. Podemos apreciar, también,
    el gran contraste entre las palabras de Nietzsche y su propia
    reacción. Afirma la obligación de encontrar el
    camino propio, si bien buscaba el suyo en Breuer. Sostenía
    que la lujuria era algo enfermizo y degradante, si bien él
    había ya cedido a ella. Y, lo que es tal vez más
    importante que cualquier otro aspecto en cuanto a la novela, es
    que, reiterando repetidas veces en sus reuniones con Breuer que
    la soledad es imprescindible para el nacimiento del Superhombre,
    ni él mismo fue capaz de soportarla.

    El capítulo concluye en una emotiva escena donde,
    liberando por fin las lágrimas contenidas por tanto
    tiempo, Nietzsche se alegra de haber obtenido la tan deseada
    amistad. "Siempre
    estaré solo, pero qué diferencia, qué
    diferencia maravillosa, poder elegirlo", como son sus palabras
    finales y con las que concluye su tratamiento con
    Breuer.

    3. IRVIN D.
    YALOM

    BIOGRAFÍA

    Nacido en Washington D.C., un 13 de junio de 1931, era
    hijo de padres inmigrantes provenientes de Rusia (una
    pequeña villa llamada Celtz cerca de Polonia) poco
    después de que estallara la Primera Guerra
    Mundial. Su hogar era el centro de la ciudad de Washington
    – en un pequeño apartamento sobre la tienda de su
    padre en First and Seaton Street. Durante su infancia, Washington
    era una ciudad muy segregada, donde vivió en el medio de
    un pobre, así llamado, "barrio de negros". La vida en las
    calles era, por lo tanto, peligrosa. Dentro de su hogar leer era
    un refugio y, dos veces a la semana, llevaba a cabo el viaje
    hasta la librería central a adquirir nuevos
    libros.

    No había dirección alguna a su disposición:
    sus padres tenían prácticamente ninguna educación, sin
    jamás haber leído libro alguno y
    permanecían casi totalmente consumidos en la lucha por la
    supervivencia económica. Sus opciones en cuanto a la lectura
    eran caprichosas, dirigidas en parte por la arquitectura de
    la librería: el largo pasillo situado en el medio
    llamó particularmente su atención, donde
    pasó un año entero leyendo los libros desde la
    sección "A" (John Adams) a la "Z" (Zoroaster). Pero era
    principalmente en la ficción donde encontraba refugio, un
    mundo más satisfactorio, una fuente de inspiración
    y sabiduría. En algún momento de su vida temprana,
    desarrolló la noción de que escribir una novela es
    la más enalteciente actividad que una persona puede
    hacer.

    La escuela
    médica parecía ser más cercana a Tolstoy y
    Distoevsky, y se dedicó así a la medicina habiendo
    ya resuelto especializarse en psiquiatría.

    Sus primeros escritos fueron contribuciones
    científicas a diarios profesionales. Su primer libro,
    La práctica y teoría de Psicoterapia
    en grupo
    , ha sido ampliamente usada (700.000 copias) como
    texto de
    entrenamiento
    para terapeutas. Ha sido traducida en doce lenguajes y se
    encuentra ahora en su cuarta edición. Su editor para este y cada uno de
    sus libros es Basic Books, con quien ha mantenido una excelente
    relación. Los intructores admiran su texto sobe la terapia
    en grupo ya que
    está basado en la mejor evidencia empírica. Afirma
    él que debe su éxito a la facilidad con la que se
    puede leer. Por más de doce años, estudiantes le
    han dicho que puede leerse como una novela.

    Su esposa, Marilyn, recibió ya un premio en
    literatura
    comparativa (francés y alemán) de Johns Hopkins y
    ha llevado también una próspera carrera como
    profesora de universidad y escritora. Sus cuatro hijos viven en
    el área comprendida en la Bahía de San Francisco,
    habiendo elegido una variedad de carreras (medicina, fotografía, escritura creativa,
    dirección de teatro, y
    psicología
    clínica respectivamente). Cuenta ya con quince
    nietos.

    OBRAS

    Sus más famosas obras – entre otras de
    menor importancia – son:

    • "La práctica y teoría de
      Psicoterapia en grupo"
    • "Psicoterapia existencial"
    • "El día que Nietzsche
      lloró"
    • "Recostado en el sofá"
    • "Momma y el significado de la vida"

    4.
    GLOSARIO

    4.1 Friedrich Nietzsche

    Filósofo alemán, poeta y filólogo,
    cuyo pensamiento es considerado como uno de los más
    radicales, ricos y sugerentes del siglo XX. Nació el 15 de
    octubre de 1844, en Röcken, Prusia. Su padre, un ministro
    luterano, murió cuando él tenía 5
    años, y fue educado por su madre en una casa donde
    vivían su abuela, dos tías y una hermana.
    Estudió filología clásica en las
    universidades de Bonn y Leipzig, y fue nombrado profesor de
    filología griega en la universidad de Basilea a los 24
    años. Su delicada salud (estuvo afectado toda su vida por
    su poca vista y sus constantes jaquecas) le obligó a
    retirarse en 1889. Al cabo de diez años sufrió una
    crisis nerviosa de la que nunca se recuperó. Murió
    en Weimar el 25 de agosto de 1900. Además de la influencia
    de la cultura helénica, en particular de las
    filosofías de Sócrates,
    Platón
    y Aristóteles, Nietzsche estuvo influenciado
    por el filósofo alemán Arthur Schopenhauer,
    por la teoría de la evolución y por su amistad con
    el compositor alemán Richard Wagner. Escritor
    prolífico, escribió varias obras importantes, entre
    ellas El origen de la tragedia (1872), Así
    habló Zaratustra
    (1883-1885), Más
    allá del bien y del mal
    (1886), La
    genealogía de la moral
    (1887), El crepúsculo
    de los dioses
    (1888), El Anticristo (1888), Ecce
    Homo
    (1889) y La voluntad de poder (1901). Uno de los
    argumentos fundamentales de Nietszche era que los valores
    tradicionales (representados en esencia por el cristianismo)
    habían perdido su poder en las vidas de las personas, lo
    que llamaba nihilismo pasivo. Lo expresó en su tajante
    proclamación "Dios ha muerto". Estaba convencido que los
    valores tradicionales representaban una "moralidad esclava", una
    moralidad creada por personas débiles y resentidas que
    fomentaban comportamientos como la sumisión y el
    conformismo porque los valores implícitos en tales
    conductas servían a sus intereses. Nietzsche afirmó
    el imperativo ético de crear valores nuevos que
    debían reemplazar los tradicionales, y su discusión
    sobre esta posibilidad evolucionó hasta configurar su
    retrato del hombre por venir, el 'superhombre' (übermensch).
    De acuerdo con Nietzsche, las masas (a quien denominaba
    "rebaño", "manada" o "muchedumbre") se adaptan a la
    tradición, mientras su superhombre utópico es
    seguro, independiente y muy individualista. El superhombre siente
    con intensidad, pero sus pasiones están frenadas y
    reprimidas por la razón. Centrándose en el mundo
    real, más que en las recompensas del mundo futuro
    prometidas por las religiones en general, el
    superhombre afirma la vida, incluso el sufrimiento y el dolor que
    conlleva la existencia humana. Su superhombre es un creador de
    valores, un ejemplo activo de "eticidad maestra" que refleja la
    fuerza e independencia de alguien que está emancipado de
    las ataduras de lo humano "envilecido" por la docilidad
    cristiana, excepto de aquéllas que él juzga
    vitales. Nietzsche sostenía que todo acto o proyecto
    humano está motivado por la "voluntad de poder". La
    voluntad de poder no es tan sólo el poder sobre otros,
    sino el poder sobre uno mismo, algo que es necesario para la
    creatividad.
    Tal capacidad se manifiesta en la autonomía del
    superhombre, en su creatividad y coraje. Aunque Nietzsche
    negó en multitud de oportunidades que ningún
    superhombre haya surgido todavía, cita a algunas personas
    que podrían servir como modelos:
    Sócrates, Jesucristo, Leonardo da
    Vinci, Miguel Ángel, Shakespeare,
    Goethe, Julio César y Napoleón. Al concepto de superhombre se le
    reprochó a menudo ser el fruto de un intelectual que se
    desenvuelve en una sociedad de amos y esclavos y ha sido
    identificado con las filosofías autoritarias. Muchos
    eruditos niegan esta lectura
    ideológica y lo atribuyen a una mala interpretación de la obra de Nietzsche.
    Aclamado poeta, Nietzsche ejerció mucha influencia sobre
    la literatura alemana, así como sobre la literatura
    europea y la teología. Sus conceptos han sido discutidos y
    ampliados por personalidades como los filósofos alemanes
    Karl Jaspers y
    Martin Heidegger, el filósofo judío alemán
    Martin Buber, el teólogo germano-estadounidense Paul
    Tillich, y los escritores franceses Albert Camus y
    Jean-Paul Sartre. La
    proclama de Nietzsche "Dios ha muerto" fue utilizada por
    teólogos radicales posteriores a la II Guerra Mundial
    (en especial por los estadounidenses Thomas J. J. Altizer y Paul
    van Buren) en sus intentos por adecuar el cristianismo a las
    décadas de 1960 y posteriores.

    4.2. Josef Breuer

    BIOGRAFÍA

    Josef Breuer era el hijo de Leopold Breuer (1791-1872),
    un liberal profesor judío de religión en Viena.
    Luego de la muerte de su madre cuando contaba apenas con 4
    años, fue criado por su abuela materna. A la edad de 8
    años regresó a la Akademisches Gymnasium of Viena,
    donde pasó el Abitur – Sus más famosas obras
    – entre otras de menor importancia – son:

    • "La práctica y teoría de
      Psicoterapia en grupo"
    • "Psicoterapia existencial"
    • "El día que Nietzsche
      lloró"
    • "Recostado en el sofá"
    • "Momma y el significado de la vida"

    secundaria – en 1858. Luego asistió a la
    Universidad de Viena durante un año por estudios
    generales, antes de ingresar a la universidad médica en
    1859. Se graduó en 1864.

    Luego de aprobar sus exámenes en 1867, Breuer se
    convirtió inmediatamente en el asistente del interno
    Johann Ritter von Oppolzer (1808-1871) en la clínica
    médica en Viena. En esta posición emprendió
    una investigación sobre las causas
    fisiológicas de las regulaciones de la temperatura en
    la respiración.

    Con la muerte de Oppolzer en 1871, Breuer
    renunció a su cargo de asistente para dedicarse a la
    práctica privada. En este período llevó a
    cabo investigaciones sobre la anatomía del
    oído interno, describiendo lo que es actualmente conocido
    como el flujo Mach-Breuer o la teoría sobre la endolinfa
    del oído interno. Esta investigación fue la base
    para su habilitación de medicina interna en 1875, al
    recibir la venia legendi (permiso para enseñar como
    docente privado).

    Renunció a su venia legendi diez
    años después, probablemente por las altas demandas
    de su práctica, y porque sentía que se le
    había negado el acceso a pacientes debido a sus
    intenciones de enseñanza.

    ESTUDIOS ACERCA DE LOS PROGRESOS
    PSICOLÓGICOS

    Breuer no tenía discípulos ni
    afiliación permanente con universidad o instituto alguno,
    pero fue uno de los grandes fisiólogos del siglo XIX. Su
    mayor logro científico – llevado a cabo con el
    profesor Karl Ewald Konstantin Hering en el Josephinum en Viena
    – le aportó una gran fama. Su próxima
    investigación se basó en el funcionamiento del
    laberinto, admirable debido a su importancia, y aún
    más porque fue llevada a cabo en privado, trabajando en su
    propio hogar y apoyado únicamente por los beneficios
    económicos de su práctica médica.

    Su primer trabajo científico importante fue
    publicado en 1868. Conjuntamente con Edwald Hering, profesor de
    psicología en la escuela militar de medicina de Viena,
    demostró que la respiración era un reflejo natural.
    Fue uno de los primeros ejemplos de retroalimentación del sistema nervioso
    autónomo de los mamíferos. Sus experimentos cambiaron la
    manera de ver de los científicos acerca de la
    relación de los pulmones con el sistema nervioso
    – este mecanismo, de hecho, aun se denomina "reflejo de
    Hering-Breuer".

    En 1873 descubrió la función sensora de
    los canales semicirculares en el oído interno y su
    relación con el sentido de posición y el
    equilibrio.

    En 1868, Breuer contrajo matrimonio con Mathilde
    Altmann, con quien tuvo cinco hijos: Robert, Bertha Hammerschlag,
    Margaret Schiff, Hans and Dora. Tras la muerte de Oppolzer en
    1871, Breuer comenzó a trabajar en privado. Aun
    así, encontró tiempo para el estudio
    científico. Trabajaba en casa, obteniendo los fondos para
    dichas investigaciones de su profesión de médico.
    Volviendo su atención hacia la psicología del
    oído, descubrió el funcionamiento de los canales
    semicirculares. Este trabajo proporcionó el fundamento
    para el entendimiento moderno de cómo los receptores
    sensoriales detectan posición y movimiento.
    Breuer publicó un total de aproximadamente 20 trabajos
    sobre psicología en un período de 40 años.
    Aunque se unió a la facultad de medicina interna de la
    Universidad de Viena en 1875, sus relaciones allí eran muy
    tensas; renunció a su puesto en 1885.

    ANA O.

    Fue en el año de 1880 cuando Breuer
    observó por primera vez el desarrollo de
    una enfermedad mental severa en una de sus pacientes, "Anna O.",
    cuyo nombre verdadero era en realidad Bertha Pappenheim. Breuer
    notó que podía reducir la severidad de los
    síntomas de Anna animándola a describir sus
    fantasías y alucinaciones. Comenzó a utilizar la
    hipnosis como medio para facilitar dichas sesiones. Se dio cuenta
    de que cuando ella rememoraba una serie de recuerdos de vuelta a
    la memoria
    traumática, uno de aquellos síntomas
    desaparecía, proceso que Breuer denominó
    "catártico". Pronto, Breuer comenzó a tratar a Anna
    mediante hipnosis dos veces al día y eventualmente todos
    sus síntomas acabaron por desaparecer.

    Breuer sacó dos conclusiones importantes de su
    trabajo con Anna: que sus síntomas eran resultado de
    pensamientos enterrados en su inconsciente y que al exteriorizar
    dichos pensamientos y hacerlos conscientes dichos síntomas
    desaparecían. El tratamiento de Anna O. es el primer
    ejemplo de "psicoterapia intensiva" llevado a cabo durante un
    extenso período de tiempo.

    Breuer no publicó los resultados sobre el
    tratamiento de Anna. Sin embargo, enseñó estos
    métodos a Sigmund Freud y juntos comenzaron a desarrollar
    esta nueva forma de psicoterapia. Breuer no volvió a
    tratar pacientes tales como Anna. Aunque él declaraba que
    las demandas de su ocupada carrera médica le
    impedían continuar con la psicoterapia, Freud creía
    que estaba decepcionado por el fuerte afecto que Anna
    desarrolló hacia Breuer hacia el final de su tratamiento,
    un fenómeno que pasó a ser conocido como
    "transferencia". Cuando Freud comenzó a usar los
    métodos de psicoanálisis de Breuer, ambos
    comenzaron a discutir acerca de los pacientes de Freud y las
    técnicas y resultados de sus tratamientos.
    En 1893 publicaron un artículo en su trabajo y, dos
    años después, el libro que marcó el comienzo
    de la teoría del psicoanálisis, Studien ubre
    Hysterie
    . Aproximadamente durante aquel tiempo, su
    colaboración – y su amistad – tocó fin.
    Aparentemente fue la ambivalencia de Breuer lo que
    alimentó la desavenencia entre ambos.

    Sin embargo, su desacuerdo final ocurrió acerca
    de la cuestión sobre los recuerdos infantiles de
    seducción. En aquel tiempo, Freud creía que la
    mayoría de sus pacientes habían sido, de hecho,
    seducidos cuando niños.
    Sólo más tarde se dio cuenta de que Breuer
    tenía razón acerca de creer que aquellas no eran
    sino memorias de
    fantasías infantiles.

    Breuer abandonó su estudio del
    psicoanálisis, mientras Freud continuó
    desarrollando sus teorías de manera independiente. Sin
    embargo, se atribuye usualmente a Breuer el haber sido el primero
    en sugerir, entre otras ideas, que la percepción
    y la memoria son
    procesos
    psíquicos diferentes, y de haber desarrollado una
    teoría acerca de las alucinaciones. Breuer influyó
    grandemente en el desarrollo de las teorías sobre la
    psicología, y está claro que su influencia en
    el trabajo de
    Sigmund Frued ha sido subestimada. Algunos psicólogos, los
    "breuerianos", continuaron utilizando el método
    catártico original sin adoptar las modificaciones y
    amplificaciones de Freud.

    Breuer fue reconocido como uno de los mejores
    psicólogos y científicos en Viena. Falleció
    en Viena en el año 1925. Al ser confrontada con
    deportación por el régimen nazi, su hija Dora se
    suicidó. La nieta de Breuer, Hanna Schiff, fue asesinada
    también por los nazis. Los restantes de su descendencia
    viven en Inglaterra,
    Estados Unidos
    y Canadá.

    4.3. Sigmund Freud

    Sigmund
    Freud (1856-1939), médico y
    neurólogo austriaco, fundador del
    psicoanálisis.

    Freud nació en Freiberg (actual
    Príbor, República Checa), el 6 de mayo de 1856 y se
    educó en la Universidad de Viena. Cuando apenas
    tenía tres años, su familia, huyendo de los
    disturbios antisemitas que entonces se producían en
    Freiberg, se trasladó a Leipzig. Poco tiempo
    después, la familia se
    instaló en Viena, donde Freud residió la mayor
    parte de su vida.

    Aunque su ambición desde
    niño había sido dedicarse al ejercicio del derecho,
    Freud se decidió a estudiar medicina justo antes de entrar
    en la Universidad de Viena en 1873. Inspirado por las
    investigaciones científicas del poeta alemán
    Goethe, sintió un vehemente deseo de estudiar ciencias
    naturales y de resolver alguno de los retos que en aquel
    momento afrontaban los investigadores de su tiempo.

    Ya durante el tercer curso, Freud
    comenzó a investigar sobre el sistema nervioso
    central de los invertebrados, en el laboratorio de
    fisiología que dirigía el
    médico alemán Ernst Wilhelm von Brücke. Estas
    investigaciones neurológicas fueron tan absorbentes que
    Freud descuidó sus obligaciones
    académicas, permaneciendo en la facultad tres años
    más de lo habitual antes de obtener su licenciatura en
    Medicina.

    En 1881, después de cumplir
    un año de servicio militar obligatorio, finalizó su
    licenciatura. Sin embargo, no quiso abandonar el trabajo
    experimental y permaneció en la universidad como ayudante
    en el laboratorio de fisiología. En 1883, presionado por
    Brücke, se vio obligado a abandonar la investigación
    teórica.

    Así, Freud estuvo tres años
    en el Hospital General de Viena, dedicándose sucesivamente
    a la psiquiatría, la dermatología y los trastornos
    nerviosos. En 1885, tras su designación como profesor
    adjunto de Neuropatología en la Universidad de Viena,
    dejó su trabajo en el hospital. A finales del mismo
    año, recibiría una beca del gobierno para
    estudiar en París diecinueve semanas junto al
    neurólogo Jean Charcot, que a la sazón trabajaba en
    el tratamiento de ciertos trastornos mentales mediante la
    hipnosis, en el manicomio de Salpêtrière del que era
    director. Los estudios de Freud con Charcot, centrados en la
    histeria, encauzarían definitivamente sus intereses hacia
    la psicopatología, el estudio científico de las
    enfermedades mentales.

    En 1886 Freud se estableció
    como médico privado en Viena, especializándose en
    los trastornos nerviosos. Sufrió una fuerte
    oposición de la clase médica vienesa por su defensa
    del punto de vista de Charcot sobre la histeria y el uso de la
    hipnosis, entonces considerados como enfoques poco ortodoxos. El
    enfrentamiento resultante retrasó la aceptación de
    sus hallazgos posteriores sobre el origen de las neurosis.

    4.4. Lou Andreas Salomé

    Lou Andreas-Salomé (1861-1937), escritora alemana
    de origen ruso, una de las primeras defensoras del
    psicoanálisis de su tiempo.

    Nació en San Petersburgo en el seno de una
    familia aristocrática. A los 19 años viajó a
    Zurich, allí asistió a la universidad y
    empezó a escribir poesía. En 1882 visitó
    Roma, donde
    conoció al filósofo Paul Rée y, a
    través de él, a Friedrich Nietzsche.
    Andreas-Salomé vivió un idilio platónico con
    Rée hasta 1887, cuando se casó con Friedrich Carl
    Andreas, un profesor de universidad. Esto no impidió que
    siguiera viajando, escribiendo y teniendo amantes, entre ellos el
    poeta Rainer Maria Rilke. En 1911 conoció a Sigmund Freud
    y se convirtió en su confidente y discípula. En las
    últimas décadas de su vida permaneció al
    lado de Andreas y ejerció como psicoanalista.

    Fue una autora prolífica, pero no le apasionaba
    tanto la literatura en sí como la religión, el sexo
    y la psicología de la mujer. Sus ocho novelas resultan
    interesantes por el tratamiento que hace de estos temas, pero es
    conocida sobre todo por sus ensayos. Los
    dos primeros estudios de Andreas-Salomé, Las
    heroínas de Ibsen
    (1892) y Friedrich Nietzsche en
    sus obras
    (1894), recibieron críticas entusiastas.
    Escribió la parte más importante de su obra durante
    sus últimos años; a ella pertenecen la obra teatral
    El diablo y su abuela (1922), Mi agradecimiento a
    Freud
    (1931) y Mirada retrospectiva (1951).

    Aunque pueda parecer que la vida de
    Andreas-Salomé estuvo dominada por los hombres que
    conoció y amó, su obra tiene una importancia propia
    que deriva de la manera en que hace de las experiencias de la
    mujer un asunto central. En su juventud escribió: "Lo que
    desde luego haré es construir mi vida de acuerdo conmigo
    misma".

    4.5. Richard Wagner

    (Leipzig, actual Alemania,
    1813-Venecia, Italia, 1883)
    Compositor, director de orquesta, poeta y teórico musical
    alemán. Aunque Wagner prácticamente sólo
    compuso para la escena, su influencia en la música es un
    hecho incuestionable. Las grandes corrientes musicales surgidas
    con posterioridad, desde el expresionismo
    hasta el impresionismo,
    por continuación o por reacción, encuentran en
    él su verdadero origen, hasta el punto de que algunos
    críticos sostienen que toda la música
    contemporánea nace de la armonía, rica en
    cromatismos, en disonancias no resueltas, de Tristán e
    Isolda. La infancia de Wagner se vio influida por su padrastro
    Ludwig Geyer, actor, pintor y poeta, que suscitó en el
    niño su temprano entusiasmo por toda manifestación
    artística. La literatura, además de la
    música, fue desde el principio su gran pasión, pero
    el conocimiento de Weber y, sobre
    todo, el descubrimiento de la Sinfonía núm. 9 de
    Beethoven lo orientaron definitivamente hacia el cultivo del arte
    de los sonidos, aunque sin abandonar por ello su vocación
    literaria, que le permitiría escribir sus propios libretos
    operísticos. De formación autodidacta, sus
    progresos en la composición fueron lentos y
    difíciles, agravados por una inestable situación
    financiera, la necesidad de dedicarse a tareas ingratas
    (transcripciones de partituras, dirección de teatros
    provincianos) y las dificultades para dar a conocer sus
    composiciones. Sus primeras óperas –Las hadas, La
    prohibición de amar, Rienzi– mostraban su
    supeditación a unos modelos en exceso evidentes (Weber,
    Marschner, Bellini, Meyerbeer), sin revelar nada del futuro arte
    del compositor. Hasta el estreno, en 1843, de El holandés
    errante, no encontró el compositor su voz personal y
    propia, aún deudora de algunas convenciones formales que
    en posteriores trabajos fueron desapareciendo. Tannhäuser y
    Lohengrin señalaron el camino hacia el drama musical, la
    renovación de la música escénica que
    llevó a cabo Wagner, tanto a nivel teórico como
    práctico, en sus siguientes partituras: El oro del Rin
    (primera parte de la tetralogía El anillo de los
    nibelungos) y Tristán e Isolda. En estas obras se elimina
    la separación entre números, entre recitativos y
    partes cantadas, de modo que todo el drama queda configurado como
    un fluido musical continuo, de carácter sinfónico,
    en el que la unidad viene dada por el empleo de unos
    breves temas musicales, los leitmotiv, cuya función,
    además de estructural, es simbólica: cada uno de
    ellos viene a ser la representación de un elemento, una
    situación o un personaje que aparece en el drama. No
    sólo en el aspecto formal fue revolucionaria la
    aportación wagneriana: en los campos de la melodía,
    la armonía y la orquestación –con el uso de
    una orquesta sinfónica de proporciones muy superiores a
    las que tenían las habituales orquestas de
    ópera–, sino que también dejó una
    impronta duradera. Su gran aspiración no era otra que la
    de lograr la Gesamtkunstwerk, la «obra de arte total»
    en la que se sintetizaran todos los lenguajes artísticos.
    Sus ideas tuvieron tantos partidarios como detractores. Uno de
    sus más entusiastas seguidores fue el rey Luis II de
    Baviera, gracias a cuya ayuda económica el músico
    pudo construir el Festspielhaus de Bayreuth, un teatro destinado
    exclusivamente a la representación de sus dramas
    musicales, cuya complejidad superaba con mucho la capacidad
    técnica de las salas de ópera convencionales. En
    1876 se procedió a su solemne inauguración, con el
    estreno del ciclo completo de El anillo de los nibelungos.
    Años antes, en 1870, el compositor había
    contraído matrimonio con la hija de Franz Liszt, Cosima,
    con quien había mantenido una tormentosa relación
    cuando aún estaba casada con el director de orquesta Hans
    von Bülow. Wagner dedicó los últimos
    años de su vida a concluir la composición de
    Parsifal.

    Para ver el gráfico seleccione la
    opción "Descargar" del menú superior

    (fotografía mencionada en la novela)

    5.
    Opinión

    ELENA BENÍTEZ

    "El día que Nietzsche lloró"
    es, en mi opinión, una de las novelas más
    bellamente inquietantes que haya leído. Si bien me es
    imposible concordar con Nietzsche en varios aspectos de su
    filosofía, es realmente inevitable negar su brillante
    intelecto. Era un verdadero poeta, un luchador innato. Sus
    palabras, como bien nos permite apreciar Irvin D. Yalom, son
    sencilla y pulcramente hermosas. Es innegable, también,
    que muchas de sus afirmaciones incitan a la reflexión. Por
    otra parte, me parece que su filosofía, más que
    producto de un
    descubrimiento propio, no fue más que resultado de su
    resentimiento hacia la vida. Sus afirmaciones son
    magníficas estructuras
    poéticas, pero cuando se trata de la realidad no pasan de
    meras palabras insustanciales. Nietzsche habla de la verdad y el
    Superhombre en un tono casi sagrado, como si quisiera sustituir
    una religión por otra. En cuanto al tema de las mujeres,
    me decepciona en grande. No supo darse cuenta que su atroz
    experiencia tanto con Lou Salomé como con su madre y su
    hermana, no eran motivo para despreciar a todo el sexo. En cuanto
    a la religión, Nietzsche careció, en más de
    un aspecto, de objetividad. Interpretaba el cristianismo de una
    forma muy personal – como podemos apreciar claramente en la
    novela – llegando a obviar casi en su totalidad la propia
    religión. Afirmaba que la fe debilita, cuando es innegable
    la fuerza y el valor de los
    que gozaron ejemplos tales como los mártires, Mahatma
    Gandhi, la Madre Teresa y, sin ir más lejos, el propio
    Jesucristo. A mi parecer, Nietzsche era incapaz de discernir
    entre la verdad y su verdad, casualmente uno de los
    rasgos que criticaba a ese tan hipócrita cristianismo
    suyo. Esto es, explicando con mayor claridad, que la verdad es y
    será siempre una sola. Ahora, uno puede coincidir o no
    coincidir con ella. No, por así decirlo, "mutarla"
    según conveniencia propia. Este fue, a mi juicio el gran y
    absurdo error de Nietzsche. En su obsesión – a mi
    parecer de débiles fundamentos – contra el
    cristianismo, el filósofo asceta no criticó a una
    religión, sino que adaptó esa religión a sus
    críticas.

    Ya con respecto a la novela, creo – personalmente
    – haberle encontrado un significado, tal vez, mucho
    más profundo del que puede apreciarse a simple vista. Sin
    ir más lejos, el título, en sí, nos presenta
    el atractivo contraste entre un hombre supuestamente duro y
    fuerte, y un sentimiento erróneamente asociado por todos
    con la debilidad: el llanto. Probablemente, no haya una novela
    más profunda y más bellamente ideada que
    ésta. Es en el final del capítulo donde aprendemos
    que todos, en el fondo, tenemos una debilidad. Todos, en el
    fondo, reprimimos aquellos sentimientos por los cuales tememos
    que nos rechacen. Y, lo que es más importante, todos, en
    el fondo, necesitamos de compañía. "El día
    que Nietzsche lloró" es, en mi opinión, una novela
    que incita a descubrir que, no importa cuán mezquina nos
    parezca la gente, siempre, en el fondo, son tan débiles y
    tan necesitados de compañía como
    nosotros.

    Es la utilización de personajes reales lo que nos
    hace comprender, con mayor claridad, que esto no es cosa de
    ficción sino también un hecho real, algo que bien
    podría haber sucedido a cualquiera de nosotros. Nos
    enseña que la desesperación puede atacar incluso al
    menos esperado, como ser Josef Breuer – médico
    exitoso y rico, de vida envidiada por todos – y Friedrich
    Nietzsche – en apariencia reacio a todo contacto humano.
    Todos como Breuer y Nietzsche, construimos una muralla de
    aparente estabilidad para ocultar lo que sentimos, algo que tarde
    o temprano nos llevará, como a ambos personajes, a la
    desesperación más insoportable. He de suponer, ya
    desde un punto de vista mucho más personal, que uno de los
    principales factores que llevó a Nietzsche a la demencia,
    fue sin duda su aislamiento total de todo ser humano.

    Admito, sin embargo, que mi opinión bien puede
    estar alejada de la verdadera intención de la novela, pero
    no hay nada, para mí, como poder encontrar un significado
    reconfortante en una novela tan bien escrita. Y es que debemos
    comprender que, ante todo, nadie permanece inmune al dolor, ya
    que todos somos humanos… "demasiado humanos".

    6.
    Bibliografía

    María Elena Benítez
    Formoso

    Tacuarembó – Uruguay

    Colegio Jesús Sacramentado

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