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Valoración clínica retrospectiva de José Martí y Pérez




Enviado por ecordero



    1. Objetivos
    2. Materiales y
      métodos
    3. Desarrollo
    4. Conclusiones
    5. Bibliografía

    Introducción

    José Martí
    es, sin lugar a dudas, la figura histórica cubana
    más extensamente estudiada desde los más diversos
    aspectos.

    Todos lo recordamos como el luchador incansable que
    llegó con su pluma hasta los más recónditos
    parajes, el amigo sin límites,
    el amante apasionado, el férreo patriota que
    organizó la Guerra Necesaria, el autor de La
    Edad de Oro,
    el
    autor intelectual del Moncada, en fin, como un hombre
    íntegro que admiramos y respetamos.

    Sin embargo, hay un tema de su vida de vital
    importancia, fundamentalmente para nosotros, futuros
    profesionales de la salud, del que
    prácticamente se desconoce, y es el referente a las
    patologías que padeció nuestro
    Apóstol.

    Con la presente investigación, aspiramos incentivar en
    nuestros colegas el deseo de continuar profundizando en este
    vasto y apasionante apartado de su vida.

    Motivó la realización de la presente
    investigación el desconocimiento generalizado que existe
    en nuestro sector de la salud sobre este tema.

    Objetivo General

    • Incrementar los conocimientos acerca del estado de
      salud de José Martí, nuestro Héroe
      Nacional.

    Objetivos
    específicos

    • Realizar un análisis clínico sobre las
      patologías que sufrió José Martí a
      lo largo de su vida.
    • Evidenciar cómo limitó el estado de
      salud del Apóstol su participación en las gestas
      independentistas de Cuba.
    • Dar a conocer cómo José Martí
      antepuso a las alteraciones orgánicas que
      padecía, su firme voluntad de liberar a Cuba del yugo
      colonial.

    Materiales y métodos

    En el presente trabajo se
    empleó el método de
    revisión bibliográfica. Además el de
    análisis y síntesis,
    así como los métodos
    histórico y lógico.

    Los materiales
    empleados fueron la bibliografía consultada y
    la información recibida de expertos en el
    tema.

    Desarrollo

    José Martí era de constitución física débil,
    aunque en su vida sacaba fuerzas extraordinarias para poder realizar
    la misión que
    su supremo ideal le imponía: la libertad de
    Cuba. Su salud comenzó a sufrir las alteraciones
    orgánicas desde su prisión en las Canteras de San
    Lázaro. En su cuerpo juvenil quedó grabado
    permanentemente la huella de la injusticia humana y de ese mal
    siempre sufrió Martí a través de todos los
    tiempos.2

    En el presidio, las condiciones de vida eran inhumanas,
    ni el más robusto de los hombres era capaz de soportar
    tanta crueldad; como el propio Martí citara en el
    documento "El presidio Político en Cuba", publicado en
    1871, durante su primera deportación a España,
    tenían que trabajar 12 horas al día, con el agua a la
    cintura, el pico en la mano y el grillo en los pies, azotados por
    el brigada (persona encargada
    de hacerlos trabajar bajo cualquier circunstancia) que disfrutaba
    con el continuo chasquido del palo en las carnes de los
    prisioneros, y cuando alguno de ellos caía en tierra
    desmayado, era arrojado a un recodo estrechísimo donde las
    moles de piedra descendían frecuentemente, poniendo en
    peligro su vida, y entonces el brigada, para cerciorarse de la
    certeza del desmayo, lo comprobaba a puntapiés.

    No obstante, en este trabajo el Apóstol no
    plasmó directamente su propio dolor, reflejándolo
    de forma solapada, al referirse al de los demás
    prisioneros, pues consideraba que su sufrimiento palidecía
    ante el ajeno: " ¿A qué hablar de mí mismo,
    ahora que hablo de sufrimientos, si otros han sufrido más
    que yo? Cuando otros lloran sangre,
    ¿qué derecho tengo yo para llorar
    lágrimas?". Y así describió las extensas y
    sangrantes llagas en la espalda de uno de sus compañeros,
    el viejo Nicolás, lo que hace pensar al lector la
    intensidad de sus propias lesiones. Únicamente
    escribió sobre sí mismo en la obra para hacer
    alusión al día tan amargo en que recibió la
    visita de su padre: "(…) y yo procuraba ocultarle las grietas
    de mi cuerpo, y él colocarme unas almohadillas de mi madre
    para evitar el roce de los grillos, y vio al fin, un día
    después de haberme visto paseando en los salones de la
    cárcel, aquellas aberturas purulentas, aquellos miembros
    estrujados, aquella mezcla de sangre y polvo, de materia y
    fango, sobre que me hacían apoyar el cuerpo, y correr, y
    correr!".16

    Es preciso señalar que Martí, a pesar de
    estar en contacto con enfermedades altamente
    contagiosas, como la viruela y el cólera
    en el presidio, unido a las condiciones favorables del mismo para
    el desarrollo de
    patologías infecciosas, no hay evidencia alguna de que las
    haya padecido, lo cual nos hace pensar en la integridad de su
    sistema
    inmunológico hasta ese momento.

    Indiscutiblemente el Presidio le dejó secuelas
    físicas y psicológicas que influirían en su
    salud por el resto de su vida.

    Después de sufrir prisión en las canteras
    de San Lázaro y confinamiento en Isla de Pinos, es
    desterrado a España. Llega Martí a Madrid en
    febrero de 1871, se hospeda en un modestísimo cuarto de
    casa de huésped situada en la calle Desengaños
    No.10 y logra como único sostén económico el
    que le proporcionaban unas clases que daba a los hijos de don
    Leandro Álvarez Torrijos y a los de la señora
    Barbarita Echevarría, cubana, viuda del general español
    Raveret, en cuya casa fue acogido con muestras de verdadero
    cariño y admiración.

    Desde un principio entra en contacto con su antiguo
    amigo y compañero de actividades revolucionarias en La
    Habana, el estudiante de medicina,
    Carlos Sauvalle y Blaín, de acomodada familia, quien
    por sus inquietudes políticas
    había sido deportado a España y puesto casa en
    Madrid.

    La amistad entre
    ambos desterrados llegó a estrecharse tanto que Sauvelle
    trató en varias ocasiones de hacer que Martí se
    trasladara a su casa, pues se había convertido en un ideal
    secretario y verdadero enfermero de su quebrantada salud y fue
    él quien llevó a su lecho de enfermo al cirujano
    cubano, Dr. Hilario Candela, después notable
    catedrático de obstetricia de la Facultad de Medicina de
    la Universidad
    Central de Madrid, quien en unión del doctor Gómez
    Pamo, lo intervino quirúrgicamente en dos oportunidades en
    esta época, de un sarcocele o tumor sólido del
    testículo,
    producto de su
    estancia en las canteras, por el rozamiento de las cadenas en la
    ingle, afección que con frecuencia era muy dolorosa. Sin
    embargo, los procederes quirúrgicos del Dr. Candela
    –según deducciones por apuntes históricos-
    consistían en punciones o cistoscopias, lo que
    conducía a mejorías, pero no a la curación
    definitiva, por lo que no curó del todo y lamentablemente
    lo acompañó durante el resto de su existencia.
    Además existen algunos indicios que nos hacen pensar que
    hubo una tercera intervención quirúrgica. Otro
    médico amigo de Manuel Mercado, en
    México, le
    practicó una exéresis del testículo mediante
    intervención quirúrgica, lo que se comprueba en la
    autopsia
    realizada por Pedro Valencia a Martí.

    El mayor desarrollo en esta rama en aquel entonces se
    encontraba en Francia y su
    operación fue realizada en Madrid, alejada de toda
    influencia del adelanto.

    En noviembre de 1871, al ocurrir la recaída de
    esta dolencia, Sauvelle logró llevar para su casa a
    Martí y le costeó la intervención
    quirúrgica.

    Otro de sus íntimos amigos, el entonces
    estudiante de medicina Manuel Fraga Leiro, que años
    más tarde sería miembro fundador de la Sociedad de
    Estudios Clínicos de La Habana (1879) y después
    médico y farmacéutico emigrado en Cayo Hueso
    durante la guerra
    independentista de 1895, quiso que Martí conociera al
    joven patriota puertorriqueño y también estudiante
    de medicina Manuel Zeno Gandía.

    Al ocurrir la presentación y extender la mano al
    puertorriqueño, lo detuvo el cubano con estas
    palabras:

    "Un momento… como usted no me conoce es preciso que
    sepa usted antes, si un hombre ultrajado, que no ha tomado
    todavía la revancha de las injurias sufridas, es digno de
    que se le estreche su mano… Quiero que el señor aprecie
    por sí mismo las injurias" –y llevándolo a un
    portal de escasa luz,
    próximo al lugar, se quitó la chaqueta y con
    rápido ademán mostró su espalda desnuda.
    Había en ella una terrible cicatriz que oblicuamente la
    abarcaba toda, dejando ver la huella cárdena de un
    latigazo que debió, al producirse, formar una
    úlcera.

    En diciembre de 1872, en busca de un medio ambiente
    más saludable y económico que les permitiera
    terminar sus estudios y mejorar su estado de salud, se trasladan
    Martí y Fermín Valdés Domínguez a
    Zaragoza..

    Juan Santos Fernández, quien llegó a ser
    una de las figuras más importantes de la medicina cubana,
    oftalmólogo de renombre internacional, cuya
    bibliografía activa, que pasa de los mil títulos,
    es una de las más numerosas de las ciencias de
    habla hispana, conoció a Martí en sus días
    de estudiante en Madrid, y a pesar de sus ideas conservadoras e
    integristas, sintió por el Maestro una admiración y
    un cariño que no lograron disminuir ni el tiempo ni la
    separación.

    Cuando Martí estuvo en La Habana secretamente
    (usó en el pasaporte sus segundos nombre y apellido), de
    enero a febrero de 1877, visitó en dos ocasiones a Santos
    Fernández en su consulta de Neptuno No.62. Por su
    "Libro de
    anotaciones de la consulta", que rigurosamente llevaba el
    eminente oftalmólogo, se sabe que el 27 de enero le
    diagnosticó "conjuntivitis catarral crónica en
    ambos ojos y flictena conjuntival en el derecho" y le
    prescribió tratamiento. Cuatro días antes de partir
    de Cuba el revolucionario, lo visitó por última vez
    el 20 de febrero y el médico le recetó duchas
    oculares y le ordenó cristales convexos No. 24 como
    lentes, sin embargo, parece que no llegó a usarlos nunca,
    pues ninguno de sus contemporáneos lo recordó con
    espejuelos.3

    Por información obtenida de los apuntes de aquel
    médico y por deducciones históricas y
    análisis médico, creemos que la causa de tal
    afección ocular se debió a su intenso y agotador
    trabajo en la corrección de pruebas de
    imprenta y
    otras labores realizadas en México, que él mismo
    recordara en el poema "De noche, en la imprenta", que recayeron
    en sus ojos que ya habían sido seriamente lastimados por
    la cal de las Canteras durante su vida en prisión, y que
    no aceptarían acogerse a reposo.

    En junio de 1876 el Dr. Alfonso Herrera Franyutti, en
    España, le diagnosticó Sarcoidosis. La misma es una
    enfermedad granulomatosa multisistémica de
    etiología desconocida, caracterizada
    histológicamente por granulomas epitelioides no
    caseificantes que afectan a diferentes tejidos y
    órganos, con síntomas dependientes del grado y
    lugar de afectación. Aparece sobre en todo en personas
    entre 20 y 40 años. Los síntomas dependen del lugar
    de afectación, y pueden estar ausentes o ser leves o
    graves. Al comienzo se puede presentar fiebre,
    pérdida de peso y artralgias. La fiebre persistente es
    frecuente cuando existe afectación hepática. Las
    linfadenopatías periféricas son habituales y
    generalmente sintomáticas. La función
    del órgano puede estar alterada por la enfermedad
    granulomatosa activa o por la fibrosis secundaria. La tos y la
    disnea pueden ser mínimas o no aparecer.

    En pacientes con sarcoidosis crónica suelen
    existir lesiones cutáneas (placas, pápulas,
    nódulos subcutáneos), y pueden aparecer granulomas
    en las mucosas nasal y conjuntival. Se encuentran granulomas
    hepáticos en la biopsia hepática del 70% de los
    pacientes, que pueden estar asintomáticos y con pruebas de
    función hepática normales. Se detecta hepatomegalia
    en <10% de los pacientes, siendo rara la disfunción
    hepática grave y progresiva con ictericia.

    Aparece uveítis granulomatosa en el 15% de los
    casos; suele ser bilateral y, si no se trata, puede producir una
    pérdida de visión grave debida a afectación
    de la retina, vitreítis grave o granuloma secundario. En
    ocasiones existe aumento de tamaño de las glándulas
    lacrimales, infiltraciones en conjuntiva y párpados,
    así como queratitis seca. La afectación del
    miocardio, que se observa entre el 5 y el 10% de los pacientes,
    puede producir angina, insuficiencia
    cardíaca o arritmias mortales. La poliartritis aguda
    puede ser predominante. La afectación del SNC puede ser
    muy variada, pero lo más frecuente son las
    parálisis de los pares craneales (en especial
    parálisis facial), que afectan al 5% de los pacientes.
    Puede desarrollarse una diabetes
    insípida. pueden producir cálculos renales o
    nefrocalcinosis con insuficiencia
    renal.

    La causa puede ser un agente desencadenante único
    o la alteración de las reacciones de defensa estimuladas
    por diferentes razones, y los factores genéticos
    también pueden ser importantes. Los hallazgos
    histológicos característicos son los granulomas
    epitelioides no caseificantes, que se localizan principalmente en
    ganglios linfáticos mediastínicos y periféricos, pulmones, hígado, ojos
    y piel, y con
    menos frecuencia en bazo, hueso, articulaciones,
    músculo esquelético, corazón y
    SNC. Estos granulomas pueden desaparecer por completo o
    evolucionar hacia la fibrosis.

    Después de consultar su epistolario, sus
    destinatarios, biografías suyas
    escritas por eminentes historiadores, las obras completas, entre
    otros, hemos podido conocer manifestaciones clínicas
    presentadas por él que pudieran atribuirse a dicha
    enfermedad, entre las que figuran: fiebre a repetición;
    manifestaciones respiratorias como disnea y tos, y en varias
    ocasiones se le diagnósticó bronquitis y
    laringitis. Además presentó taquicardia, así
    como síntomas, no bien descritos en su obra, de dolencias
    hepáticas y biliares. Por algunos apuntes que dejara
    escrito el Dr. Alfonso Herrera hemos podido conocer que dicha
    enfermedad le provocaba además infartos ganglionares en la
    ingle.

    Podemos plantear que las manifestaciones respiratorias
    referidas por Martí, pudieran tener además un
    componente cardiovascular, pues en uno de sus textos expresa:
    "(…) el corazón salta más de lo que debe" (8 de
    agosto de 1891), manifestación que interpretamos como
    taquicardia, lo que pudiera estar relacionado con la
    patología en cuestión.

    Respecto a las dolencias respiratorias que
    sufrió, a continuación plasmamos algunos
    planteamientos hechos por él en relación a
    ello:

    "(…) aquí cobro pulmones nuevos". (Progreso, 28
    de febrero de 1877).

    "(…) los pulmones se me quejan". (8 de agosto de
    1891).

    "Y libros le he
    de escribir, en cuanto le vuelvan al pulmón las fuerzas".
    (1892).

    "No estoy bueno, por supuesto; pero ya le echaremos un
    remiendo al pulmón". (New York, 3 de febrero de
    1893).

    "Sigue malo el pulmón, y va una línea por
    mano ajena". (1894).

    "La hormiga del pulmón no me deja trabajar, pero
    ya me recupero y sigo escribiendo".

    El 26 de diciembre de 1891, Martí llega a Tampa
    muy enfermo, víctima de una broncolaringitis aguda,
    diagnosticada y atendida por el Dr. Eligio
    Palma.17

    El 15 de enero de 1892 escribió: "Ya no escribo
    más. En cama la semana sin voz, y en un temblor"; y el
    día 27: "Como me iba a encontrar si me levanto de mi cama
    todos los días para ir a mi clase de noche
    ¿y de que ha de vivir su amigo fiero ¿De la clase a
    la cama no escribo más porque el pulmón me quema y
    no me deja."

    El 18 de julio de 1892 en la noche concurre a la velada
    político-literaria que se efectúa en el Liceo
    Cubano
    , aunque no puede hablar por encontrarse enfermo de la
    garganta.

    Cuando Martí comenzaba los preparativos para la
    guerra, conoció al doctor Ramón L.
    Miranda y Torres. En aquella época le diagnosticó
    bronquitis.3

    "En esta época la enfermedad se trataba por
    síntomas, el tratamiento no era completo. Ahora se conoce
    que se puede tratar con esteroides."

    Son numerosas también las ocasiones en que
    menciona que tiene fiebre, y en muy diversas fechas, lo cual
    indica que este era un síntoma recurrente y frecuente en
    él. Por ejemplo:

    "(…) mi cuerpo, con fiebre ahora, me niega su ayuda".
    (1876).

    "Venía yo de la Habana, herido de fiebre". (28 de
    febrero de 1877).

    En cuanto a las manifestaciones hepáticas y
    biliares, algunos fragmentos son:

    "(…) el verano me ha caído con furia sobre el
    hígado, y acabo de pasar por una tempestad verde. Las paso
    en pie, pero con la cabeza turbia y sin poder hilar los
    pensamientos". (1887).

    "He estado en cama, como todos los veranos, con un
    odioso ataque de bilis, que me ha tenido casi el mes sin conciencia de
    mí". (1887)

    "El hígado no me dejaba estar sentado". (Enero de
    1888).

    "Postrado del hígado desde principios del
    mes, caí al fin en cama y me levanté antier.
    Sufrí mucho." 17

    El 16 de diciembre de 1892 regresa a
    Tampa. Llegan a la ciudad, donde elementos al servicio del
    enemigo intentan asesinarlo mediante envenenamiento. En aquella
    oportunidad presentó cuadro agudo de diarreas y
    mitos, siendo
    atendido por el Dr. Miguel Barbarrosa.

    Se teme por su vida.

     El 19 de enero de 1893 
    continuaba enfermo como consecuencia del intento de asesinato.
    Escribe a Serafín Sánchez: "A Vd. puedo decirle que
    mi enfermedad de Tampa no fue natural, -que el aviso expreso que
    recibí de antemano sobre el lugar, y casi sobre la
    persona, fue cierto,-  y que padezco aún las de una
    maldad que se pudo detener a tiempo".

    Al analizar el estado de salud del Apóstol, es
    necesario valorar el aspecto psíquico, que en él
    cobra especial importancia, el cual contribuía a lacerar
    su ya precario estado de salud desde el punto de vista
    orgánico. En este sentido, se impone declarar que
    Martí sufrió mucho a lo largo de su vida por las
    múltiples incomprensiones y contradicciones de su hogar,
    por sus ideales revolucionarios, su incondicional y firme
    amor a la
    patria; la incomprensión de su esposa Carmen Zayas
    Basán; la separación del hijo que tanto amaba; el
    fracaso matrimonial; la impotencia que sentía al ver a
    Cuba humillada, ultrajada, sin que él pudiera hacer todo
    lo que quisiera; la incomprensión de que era
    víctima porque lo acusaban de verboso y hombre de poca
    acción,
    cuando en realidad su quebrantada salud era lo que le
    impedía participar más directamente en el fragor de
    la lucha; el hecho de estar desterrado en tierras lejanas,
    separado de sus seres más queridos; las falsas acusaciones
    y envidia de que era blanco constantemente, muchas veces por los
    propios cubanos.

    Tras analizar una amplia documentación de Martí, así
    como escritos de otras personas respecto a su persona, hemos
    determinado que padecía, además, Depresión.
    La misma es un trastorno psíquico, habitualmente
    recurrente, que cursa con una alteración del humor
    básico de tipo depresivo (tristeza), a menudo
    acompañada de ansiedad y en los que pueden darse,
    además, otros síntomas psíquicos como
    inhibición, sensación de vacío,
    desinterés general, disminución de la
    comunicación y del contacto social, alteraciones del
    apetito (más frecuente la anorexia), del
    sueño (insomnio tardío), agitación o
    enlentecimiento psicomotor, sentimientos de culpa y de
    incapacidad, ideas de muerte e
    incluso intentos de suicidio,
    así como síntomas somáticos
    diversos.

    Hay evidencia de que era víctima de esta
    patología al menos desde su adolescencia,
    que lo llevó incluso a pensar en el suicidio, como se
    evidencia en el siguiente fragmento de una carta que le
    escribe a su maestro y amigo Rafael María de Mendive en
    1869:

    "Trabajo ahora de seis de la mañana a 8 de la
    noche y gano cuatro onzas y media que entrego a mi padre. Este me
    hace sufrir cada día más, y me ha llegado a
    lastimar tanto que confieso a Vd. Con toda franqueza ruda que Vd.
    me conoce que sólo la esperanza de volver a verle me ha
    impedido matarme. La carta de Vd.
    de ayer me ha salvado. Algún día verá Vd. mi
    Diario y en él, que no era un arrebato de chiquillo, sino
    una resolución pesada y medida."17

    Su depresión se palpa en otros momentos de su
    vida, como por ejemplo, durante los trabajos forzados en las
    Canteras de San Lázaro, escribiendo en "El Presidio
    Político en Cuba": "He venido enfermo de dolor y horror
    más que de responsabilidad y de trabajo".

    En otro fragmento por él escrito podemos
    percatarnos de su modo de ver la vida: "No, la vida humana no es
    toda la vida. La tumba es vida y no termina. La vida humana
    sería una invención repugnante y bárbara si
    estuviera limitada a la vida en la
    tierra."

    En varias ocasiones se refirió a la muerte. Por
    ejemplo: "Afortunadamente viviré poco" (29 de septiembre
    de 1877); "aunque la impotencia en que me veo para hacer todo el
    bien que pudiera me tenga a veces padeciendo, como ahora, de un
    apetito desordenado de la muerte" (marzo de 1891); "La muerte o
    el aislamiento serán mi premio único" (mayo
    1894);

    "muerte apetecida" (18 de mayo de 1895).

    En el poema "Canto de otoño", del libro "Versos
    Libres", hace reiteradamente referencia a este tema: "(…) la
    Muerte está sentada a mis umbrales: cautelosa viene";
    "Mujer más
    bella no hay que la muerte!: por un beso suyo bosques espesos de
    laureles varios, y las adelfas del amor, y el gozo de remembrarme
    mis niñeces diera!"; "(…) y amé la vida porque el
    doloroso mal me salva de volverla a vivir"; "Puede ansiosa la
    Muerte, pues, de pie en las hojas secas, esperarme a mi umbral
    con cada turbia tarde de otoño, y silenciosa puede irme
    tejiendo con helados copos mi manto funeral"; "(…) abre los
    brazos, listo estoy, madre Muerte: al juez me
    lleva!".13

    También sufrió de insomnio, como se
    refleja en los siguientes fragmentos de cartas escritas
    por él:

    "No en vano el sueño a mis pálidos ojos es
    negado".14

    "Mis ojos… queman, me queman, nunca
    duermen".

    "Con mis voraces ojos en el cráneo y en sus
    órbitas anchas encendidos".15

    "Anoche, a la madrugada, me desperté con pena,
    como deben despertarse los culpables" (21 de mayo de
    1892).

    "(…) Y una angustia de corazón que no me deja
    dormir desde antier". (octubre de 1892). No fue esta la
    única vez que se refirió a la angustia que
    sentía, sino que es algo que repite muchas veces en sus
    escritos, como en una de esas ocasiones en que expresó: "
    ¿Qué sabe Vd. de las angustias, y de las tormentas
    de este amigo suyo…?"

    Otro de los síntomas que delatan su enfermedad es
    el cansancio, del que también se quejó
    frecuentemente, como cuando expresó: "Venía yo de
    la Habana, herido de fiebre y de cansancio" (28 de febrero de
    1877), o cuando escribió: "pero el cansancio, por no decir
    la enfermedad, me rinde".

    Dando muestras de ansiedad, expresó el día
    20 de abril de 1894, como lo haría en otras ocasiones: "Y
    luego esta agonía que no cesa, y el esperar la hora de la
    calma que no llega. Se lo dije una vez, y siempre es
    así".

    El pesimismo fue otro rasgo de su carácter que estudiamos, el cual pone de
    manifiesto al escribir: "(…) perdida como tengo la esperanza de
    ser por ahora, y por siempre acaso, útil a mi patria". (22
    de marzo de 1886)

    Existen muchas otras expresiones donde el Maestro da
    muestras de esta enfermedad, pues a ello se refiere en la
    mayoría de sus cartas. A continuación expondremos
    algunos de esos fragmentos:

    "(…) siento que los puntales se me van cayendo".
    (1886).

    "(…) pero yo recojo del suelo mis propios
    pedazos, y los junto y ando con ellos como si estuviera vivo".
    (1886).

    Y en una carta dirigida a Manuel Mercado el 21 de marzo
    de 1889, refiriéndose a la separación de su esposa
    e hijo, escribió: "Vivo con el corazón clavado de
    puñales desde hace muchos años. Hay veces en que me
    parece que no puedo levantarme de la pena".

    "A Ud. le contaría yo, seguro de que no
    se reiría de mí, las mordieras que me tienen tan
    silencioso, y suelen parar, como este mes, en enfermedad, que un
    médico cura con píldoras, y otro con purgas, como
    si de la soledad del alma, de la
    plétora de la vida, de la inactividad forzosa, de la
    vergüenza y la pesadumbre del empleo
    fútil, pudieran curar a un hombre sincero mixturas y
    dracmas". (26 de agosto de 1889).17 En este
    último fragmento hace alusión además a
    cómo influye su estado psíquico en sus dolencias
    orgánicas y a su soledad, fundamentalmente.

    Indiscutiblemente, como se puede comprobar con las citas
    anteriores y otras muchas que lo ilustrarían y que no han
    sido colocadas todas aquí debido a su extensión,
    Martí presentó depresión con casi todo su
    cortejo sintomático, desde muy joven, viniendo a agravar
    el resto de las enfermedades que padeció.

    "Puede afirmarse, sin embargo, -dice Gonzalo de Quesada
    y Miranda- sin lugar a discusión, por cartas, documentos y
    relatos fidedignos, que su principal padecimiento físico
    fue aquella cruel herida del presidio político, que
    exigió varias operaciones en
    España y también en México, sin que
    jamás sanara completamente."

    En Martí los dolores orgánicos no
    hacían tanta mella como los dolores morales.

    A pesar de su estado físico, era de una fortaleza
    extraordinaria, pues jamás padeció de males que lo
    postraran durante largas temporadas, con excepción de las
    etapas en que se recrudecían los dolores de las llagas y
    lesiones producidas en el Presidio.

    No podemos afirmar que en su vida haya sido
    víctima de ninguna de las graves enfermedades de aquella
    época, lo cual nos hace pensar que las manifestaciones
    respiratorias que tanto lo aquejaran no se debieran a tuberculosis
    pulmonar, sino que las atribuimos a la sarcoidosis de base.
    También descartamos que se haya tratado de asma bronquial,
    neumonía, cáncer de pulmón,
    entre otras patologías.

    Sentía tanto en lo profundo de su alma las
    espinas de los problemas
    morales, como en su cuerpo los dolores físicos, que le
    producían las viejas heridas, el agotamiento del trabajo y
    el fragor de la constante lucha. Sentía muy hondo el dolor
    de Cuba irredenta. Cada día que suspiraba profundamente,
    Mayía Rodríguez le dijo que nole gustaba
    oírle suspirar. Martí le explicó: "Hay en
    Yucatán unos ríos subterráneos y salobres;
    de trecho en trecho la tierra se abre dejando oír por las
    grietas el rumor del río, que va con sus aguas amargas a
    perderse en el mar. Les llamaba "Cerotes"… Pues bien, esos
    cerotes, son mis suspiros".2

    " Resulta inconcebible –como muy bien dice el
    doctor Gonzalo de Quesada y Miranda- que no exista una hoja
    clínica de Martí, ni se haya realizado un estudio
    psicopatológico por ninguno de los médicos que lo
    trataron, incluyendo al propio doctor Miranda"

    Martí no tuvo jamás el temor a la muerte.
    Él sabía que la vida es tránsito. Lo que
    ambicionaba era tiempo para poder realizar la obra que se
    había propuesto.

    Aunque varios galenos trataron y asistieron a
    Martí en España, en México y en los propios
    Estados
    Unidos, eran atenciones circunstanciales, nunca de una manera
    permanente como lo hizo el doctor Ramón L. Miranda hasta
    que abandonó la ciudad de New York para ir a ofrendar su
    vida en Dos Ríos.

    Debido a la gran intimidad que se creó entre el
    doctor Ramón L. Miranda y Martí, el doctor con su
    sistema pausado, suave y convincente, lograba llevar muchas veces
    a Martí a tratamientos que él descuidaba, abrumado
    por el peso de la responsabilidad que tenía sobre
    sí. Este mismo doctor, no sólo le trataba sus males
    físicos, sino que se preocupaba de aliviarle la
    tensión de los males morales, de los que era
    víctima constantemente, por parte no de los adversarios,
    sino de los propios cubanos, que por sus incomprensiones,
    egoísmos, precipitaciones, vanidades y envidias, le
    hacían blanco de sus saetas envenenadas, que
    acabarían por llevarlo a la inmolación de Dos
    Ríos a morir de cara al sol.

    Es cierto que en Cuba la guerra –acontecimiento
    que Martí valoró
    y asumió siempre desde una perspectiva política abarcadora,
    irreductible a la insoslayable dimensión estrictamente
    militar, que ocupó el debido espacio en su labor de
    organización revolucionaria- se
    debatía en disensiones internas y otros motivos de
    debilitamiento visible que anunciaban, ya para entonces, el
    estancamiento que la conduciría al Pacto del
    Zanjón, en 1878. Pero todavía estaba en pie, y
    Martí le procuraría los servicios que
    le resultaban posibles cuando todavía él
    –como secuela de su etapa de Presidio y de trabajo forzado-
    padecía un estado de salud que le impedía
    participar más directamente en la contienda.

    El 30 de julio de 1876 suscribió, junto con otros
    compatriotas residentes en México, una comunicación que solicitaba a la Agencia
    General del gobierno cubano
    –radicada en los Estados Unidos– que los remitentes fueran
    inscritos en el registro de
    ciudadanos abierto por aquella. Ese derecho se ganaba con
    servicios prestados a la patria, y la mencionada solicitud no era
    un mero trámite formal, sino incluso más que una
    declaración de fe. Dado el carácter clandestino que
    debían tener muchos de los actos de apoyo material a la
    guerra independentista, es explicable que falten datos que los
    rebelen o confirmen.

    Pero indicios no han faltado para creer, por ejemplo,
    que martí participó de alguna manera en un fallido
    intento expedicionario para enviar refuerzos desde México
    a las tropas cubanas.

    Entre el 27 de mayo y el 19 de junio de 1875
    polemizó desde Revista
    Universal con dos publicaciones que en México
    representaban intereses españoles de signo reaccionario:
    La Colonia Española y la Iberia. Ambas le recriminaron su
    tratamiento de la cuestión cubana, a propósito de
    la cual denunciaba monstruosidades cometidas por el
    régimen colonialista. Pero la primera de aquellas
    publicaciones lo zahirió directamente porque
    permanecía en México mientras Cuba estaba en
    guerra. Él encaró el asunto con su natural dignidad.
    Aludiendo a su responsabilidad familiar en México, o a su
    estado de salud, o quizás a las dos circunstancias,
    respondió:

    "La causa que me aleja de la revolución, me enorgullece por lo mismo que
    me oprime, y por lo mismo que obedecerla es mi verdadero
    sacrificio. Es un deber inmediato que cumplo, porque, en mal hora
    para mí, nadie podrá cumplirlo más que yo.
    Es un deber sencillo y respetable que no quiero exponer a una
    burla injuriosa, y que el
    periódico español ni necesita ni sabría
    entender".22

    Con todo, no sería fortuito ni reprobable
    conjeturar que en Martí crecía la sospecha que
    aquella guerra iba ya hacia un atolladero y no sería la
    que diera a Cuba la independencia.
    El fracasado intento expedicionario se ha podido ubicar
    –aunque hipotéticamente y con argumentos en contra-
    hacia finales de 1875. Si de veras tuvo lugar por entonces, cabe
    pensar que se asoció a otros hechos que bastaban para
    ofrecerle nuevas confirmaciones al respecto. Con ello tal vez se
    relacione la asunción por martí de nuevas
    responsabilidades familiares, pues nunca subordinó la
    patria a intereses personales. En diciembre de aquel año
    conoció a la mujer con quien decidiría
    casarse.

    Al respecto, en carta a Manuel mercado fechada el 12 de
    octubre de 1877, expresó: "De los de la Habana, no me
    olvido. – Ellos sufren menos, en tanto me da Carmen
    más fuerzas. –Olvidarlos hoy es la manera de
    salvarlos luego. –Si no, Ud. Sabe qué camino
    -¡por ellos no entendido!- llevaban mi salud y mi
    razón".

    Cómo se sentiría física y
    psíquicamente cuando en mayo de 1885 dejaría
    impreso, en su polémica con el diario La colonia
    española: "Ya que no puedo por mi mal ir a combatir al
    lado de los que defienden la independencia de mi patria, no fuera
    honrado que donde pudiera yo responderle quedasen incumplidas
    respuestas afirmaciones gratuitas y vulgares."

    A pesar de su delicado estado de salud, Martí
    organizó la Guerra Necesaria, como él mismo la
    llamara, de forma genial, con toda la intensa labor que eso
    implica, de unir los pinos nuevos con los pinos viejos de la
    anterior contienda, recaudar fondos, material bélico,
    crear un sistema de organización, e incluso, participar
    directamente en el combate, donde no tenía experiencia,
    habilidad ni la salud requeridas, dando al traste con su muerte.
    En más de una ocasión hizo alusión a sus
    ánimos de liberar a la patria pese a cualquier
    obstáculo, donde se incluía su deteriorada
    salud:

    "Enfermo desde que salí, resucitado a trechos
    para cumplir con los deberes grandes". (enero de
    1892).

    "De años atrás sólo estoy en pie
    por la esperanza de ser útil". (14 de marzo de
    1894)

    "La convicción de mi utilidad relativa
    me tiene vivo, pero me amarga y exaspera la imposibilidad de ser
    verdaderamente útil, contra tantos obstáculos como
    pone a la verdad la vida". ( igual fecha que el
    anterior).

    "Mi porvenir es como la luz del carbón blanco,
    que se quema él, para iluminar alrededor". (15 de mayo de
    1894).

    "Padezco, tasco, pero serviré". (marzo de
    1895).17

    Cuando Martí comenzaba los preparativos para la
    guerra, conoció al doctor Ramón L. Miranda y
    Torres, suegro de su discípulo predilecto Gonzalo de
    Quesada y Aróstegui. El propio médico dejó
    escrito cómo fue el encuentro:

    "En esa época, me mandó a buscar por estar
    enfermo, y me dirigí a su casa al oeste de la calle 61,
    cerca de la Avenida de Columbus; lo encontré en su modesto
    y estrecho cuarto, postrado en cama, febril, nervioso; examinado,
    diagnostiqué Bronquitis y que en breve se curaría;
    él se había alarmado creyendo que su enfermedad
    pudiera agravarse y me dijo: "doctor, cúreme pronto, tengo
    una misión sagrada que cumplir con mi patria; poco me
    importa morir después de realizarla; la muerte para
    mí no es más que la cariñosa hermana de la
    vida".".

    Desde aquel momento se convirtió, hasta la
    partida de Martí para Cuba, en su médico y
    colaborador más asiduo en las tareas
    revolucionarias.3

    El 10 de abril de 1895 embarcaron José
    Martí, Máximo Gómez y otros patriotas desde
    Montecristi hacia Cuba a bordo de la goleta Brothers, y a la
    medianoche del día 11 de ese mismo mes desembarcaron por
    Playitas, antigua región de la provincia de Oriente. Tan
    pronto como el 5 de mayo se entrevistaron ambos jefes mambises en
    La Mejorana con el lugarteniente general del Ejército
    Libertador Antonio Maceo, el 13 acamparon Martí y
    Gómez en la sabana de Dos Ríos, entre los afluentes
    Contramaestre y el Cauto.

    El día 19 se recibió la noticia de la
    cercanía de las tropas españolas, las cuales, por
    su parte, escogieron con cautela el campo de operaciones y se
    situaron en los puntos más estratégicos de dicha
    sabana. Alrededor del mediodía comenzaron los disparos.
    "¡A caballo!", demandó el Generalísimo, quien
    decidió cruzar a toda costa el caudaloso río
    contramaestre y, apenas alcanzada la orilla opuesta, cargó
    con fortuna sobre la avanzada española que allí se
    encontraba, no sin antes ordenar al Maestro que se quedara
    atrás; pero este, haciendo caso omiso de la advertencia,
    se separó de su lado.1 Nadie supo con certeza
    en qué momento, quizás por decisión propia o
    muy desorientados por el fragor del combate, Martí y su
    ayudante Ángel de la Guardia, cayeron en una emboscada, de
    la cual su acompañante escapó ileso para
    comunicárselo a Gómez, quien a pesar de todo su
    empeño no logró rescatar el cuerpo de su tenaz
    amigo.9 Allí estaba físicamente muerto
    el excelente escritor, el periodista, el brillante
    diplomático que había sabido encarar tan
    difíciles tareas, el sabio político que nunca
    escatimó entregar lo mejor de sí a favor de la
    libertad de Cuba.

    El enemigo tenía información de que
    Martí se hallaba entre los insurrectos, de modo que al
    concluir la batalla no se demoró mucho la tentativa de
    identificar el cadáver, después de lo cual el
    coronel don José Ximénez de Sandoval10,
    jefes de las fuerzas compuestas por el segundo, quinto y noveno
    batallones peninsulares, así como por una sección
    del Hernán Cortés, ordenó que el cuerpo
    fuera trasladado a Remanganaguas, lugar cercano adonde cayera el
    Apóstol; misión que se llevó a efecto bajo
    una intensa y casi continua lluvia, que les hizo llegar al fuerte
    del poblado al amanecer del día 20 de
    mayo.6

    Mediante el telégrafo ubicado en la zona, se
    trasmitió el parte oficial de la acción en las
    primeras horas de la mañana del 20 de mayo y el
    capitán general Martínez Campos optó por
    consultar al ministro de ultramar lo concerniente a la
    exhumación y el reconocimiento forense para garantizar la
    identificación definitiva.

    El comandante general de Santiago de Cuba, general de
    división don Juan Salcedo y Mantilla de los Ríos,
    envió al doctor Pablo Aureliano de Valencia y Forns,
    médico forense radicado en la ciudad santiaguera, natural
    de La Habana, de veintitrés años de edad, graduado
    en España y especializado en práctica forense
    – que constituía en aquellos tiempos todo el alcance
    de la medicina
    legal-, con dos propósitos esenciales: establecer la
    identificación personal de
    José Martí Pérez y embalsamar el
    cadáver del titulado Presidente de la República,
    para que pudiera ser trasladado hasta Santiago de
    Cuba.18

    El mencionado facultativo, provisto de la
    documentación necesaria sobre los rasgos
    fisonómicos del occiso, algunas señas articulares
    que supuestamente le individualizarían (elementos
    suministrados por personas que habían conocido al Maestro)
    y ciertos detalles característicos de su aparato dental,
    llegó a Remanganaguas el día 22 en horas
    vespertinas y el 23 realizó la exhumación del
    cadáver. Colocó los restos mortales sobre una
    perihuela y los reconoció e inyectó como parte del
    embalsamamiento, hecho lo cual fueron trasladados al fuerte
    militar del propio poblado dentro de una tosca caja custodiada
    por un centinela.

    El informe rendido
    por el médico se cita textualmente a
    continuación:

    CERTIFICADO DE DEFUNCIÓN DE JOSÉ
    MARTÍ

    El que suscribe, doctor Pablo A. De Valencia, Licenciado
    en Medicina y Cirugía. CERTIFICA:

    Que el día 22 de mes y año que cursan, por
    orden del excmo. Sr. General Salcedo, comandante general del
    1er. Distrito de la provincia de Santiago de Cuba, se
    personó en el poblado de Remanganaguas con el objeto de
    identificar un cadáver que se suponía fuese del
    titulado Presidente insurrecto don José Martí, a
    tenor de los datos que acerca de dicho señor se
    tenían, acondicionándolo al propio tiempo para que
    pudiese ser trasladado a esta ciudad.

    Que los datos relativos a don José Martí,
    suministrados por personas que lo habían tratado
    íntimamente, son los siguientes:

    1ro. Se cree que tendría
    aproximadamente unos 48 años de edad.

    2do. A la sazón en que
    desembarcó en esta Isla para ponerse al frente del
    movimiento
    revolucionario, estaba regularmente nutrido, de
    constitución regular y temperamento bilioso. Aunque
    delgado, bien conformado, de estatura regular, pelo
    castaño oscuro rizado, una pequeña calvicie en la
    coronilla y entradas muy pronunciadas en las sienes; frente ancha
    y despejada; cejas de igual color del pelo y
    no muy pobladas, ojos claros; nariz aguileña; orejas
    pequeñas, boca regular, bigote fino y poco poblado; buena
    dentadura, sólo que le faltaba el segundo incisivo de la
    mandíbula superior del lado derecho y los dientes, en su
    mayor parte, eran puntiagudos; cara de forma oval.

    Y 3ro. Que presentaba en las piernas
    señal de haber llevado grillos.

    Que en presencia de dichos datos se procedió a
    las cinco y media de la tarde del día 23 del propio mes y
    año, al reconocimiento del cadáver, después
    de exhumado, y además de encontrarse bastante adelantada
    la putrefacción se observó en él lo
    siguiente:

    Dicho cadáver parece ser de un hombre cuya edad
    fluctúa entre 45 y 50 años. De musculatura firma y
    algo enjuto en carnes, circunstancias que aún
    podían observarse a pesar de la deformación propia
    del estado en que se hallaba, y de estatura regular.

    El pelo rizado, de color castaño oscuro, con una
    calvicie en la parte más alta de la cabeza, tiene grandes
    entradas hacia las sienes, que ponen de relieve una
    frente ancha y despejada. No llevaba barba, sino bigote muy fino
    y poco poblado, y de color más claro que el pelo. La
    dentadura está conforme con los datos arriba mencionados,
    así como también todos los relativos a la cabeza y
    la cara.

    Que presenta además en la pierna derecha y en su
    tercio superior, una hendidura especial de la piel,
    correspondiendo dicha hendidura a un color más oscuro que
    el resto del cuerpo, pruebas evidentes de haber sufrido en
    aquella parte, durante algún tiempo, una presión
    con la contusión siguiente, producida por un anillo de
    hierro
    colocado en dicho punto.

    Que presentaba las siguientes heridas:

    Una herida de bala penetrante en el pecho, cuyo orificio
    de entrada parecía corresponder a la parte anterior del
    pecho, a nivel del puño del esternón, el cual
    había sido fracturado, presentando al parecer dicha herida
    su orificio de salida por la parte posterior del tórax, en
    el cuarto espacio intercostal derecho, como a diez
    centímetros de la columna vertebral. Otra herida de bala
    en el cuello, cuyo orificio de entrada estaba debajo de la barba,
    como a unos quince centímetros de la misma, y a cuatro de
    la rama del maxilar inferior y cuyo orificio de salida se
    encontraba por encima del labio superior, lado derecho, cuyo
    labio se hallaba destrozado. Otra herida, igualmente de bala, en
    el tercio inferior del muslo derecho y hacia su parte interna.
    Además presentaba algunas contusiones en el resto del
    cuerpo.7

    De todo lo expuesto se deduce:

    1ro. Que entre el individuo
    muerto en el encuentro que con los insurrectos han tenido
    nuestras tropas el día 19 del que cursa, y cuyo
    cadáver se encuentra ante nuestra vista y los datos y
    antecedentes suministrados respecto a la persona de don
    José Martí, hay completa conformidad.

    2do. Que en cuanto a los caracteres
    físicos y condiciones orgánicas existe igualmente
    completo acuerdo, por lo que podemos asegurar que el
    cadáver expuesto a nuestros ojos es el del titulado
    Presidente de la República. Una vez identificado se
    procedió a su conservación y preparación, a
    fin de que pudiera ser trasladado.

    Es todo cuanto tengo que exponer, y para que conste
    donde convenga, expido la presente en Santiago de Cuba a los
    veintiséis días del mes de mayo de mil ochocientos
    noventa y cinco.

    (F) Doctor Pablo A. de Valencia.

    ¿Cómo se desarrolló la segunda
    exhumación del cadáver de Martí?

    Doce años más tarde, el gobernador civil
    de la antigua provincia de Oriente, señor Francisco
    Pérez Carbó, creó una comisión
    denominada "Restos de Martí" y designó,
    además de los testigos presenciales del acto de
    exhumación, a dos coroneles del Ejército Libertador
    como peritos: los doctores Pedro Echevarria Sánchez y
    Guillermo Fernández Mascaró, aunque también
    exigió el concurso del doctor Antonio Illas Portuondo,
    jefe local de Sanidad.

    Para llevar a cabo lo anterior se escogió la
    fecha del 24 de febrero de 1907, duodécimo aniversario del
    glorioso Grito de Baire, como tributo de amor y gratitud hacia el
    jefe civil de nuestras guerras de
    independencia y así se hizo constar en el acta no. 293 del
    distrito notarial de Santiago de Cuba. A las 10:00 a.m. del
    citado día, ante el notario público y abogado,
    licenciado Donato Valiente y Portuondo, así como de otras
    personalidades, se procedió a la apertura del nicho 134,
    que fue fumigado por los tres médicos ya mencionados,
    antes de extraer los restos del Maestro. La concurrencia se
    encontraba silenciosa y conmovida, al tiempo que la Banda
    Municipal interpretaba la Marcha Fúnebre de Chopin; pero
    la emoción alcanzó lo más altos grados de
    sensibilidad cuando se escucharon las vibrantes notas de nuestro
    Himno Nacional.

    Entre los testigos figuraban el señor arzobispo
    de la ciudad, doctor Francisco Barnada y Aguilar; el general
    Saturnino Lora Torres, jefe de la Guardia Rural, el presidente de
    la Audiencia, licenciado Jorge Milanés y Figueredo; el
    cónsul estadounidense, señor Ross E. Hollyday; el
    jefe de las fuerza
    norteamericanas destacadas en el Morro, coronel A. L. Meyer, y el
    capitán del Ejército Cubano José
    Martí Zayas – Bazán, hijo del Apóstol,
    entre otros.

    El doctor Mascaró tomó el cráneo
    entre sus manos, y mostrando a los presentes los restos mortales
    de Martí, afirmó que de acuerdo a los testimonios
    de los peritos se encontraban completos y así se expuso en
    el acta notarial 293 del distrito notarial de Santiago de
    Cuba:

    ACTA NOTARIAL
    293.

    En la ciudad y distrito notarial de Santiago de Cuba, a
    veinticinco de febrero de mil novecientos siete.

    Ante mí, Licdo. Fernando Salcedo y Bonastra,
    abogado y notario público colegiado, con residencia y
    estudio abierto en esta capital
    provincial.

    COMPARECEN

    El Dr. Señor Pedro Hechavarría y
    Sánchez, natural de esta ciudad y casado.

    El Dr. Señor Guillermo Fernández
    Mascaró, natural de puerto Rico, de este vecindario,
    casado, y

    El Dr. Señor Antonio Illas y Portuondo, natural y
    vecino de esta ciudad, casado.

    Todos son mayores de edad y Médicos cirujanos,
    los dos primeros Coroneles de Sanidad Militar del Ejército
    Libertador y el último Jefe Local de Sanidad, a quienes
    conozco y tienen capacidad para el otorgamiento de la presente
    acta descriptiva del estado de los restos de José
    Martí y al efecto dicen:

    Que a las nueve de la mañana del día de
    ayer veinticuatro de febrero, duodécimo aniversario del
    Grito de Independencia, requeridos por al comisión
    nombrada "Restos de Martí" se constituyeron en el
    cementerio general de la ciudad, nombrado Santa Ifigenia, con
    objetivo de
    proceder a la exhumación y descripción de dichos restos, lo que se
    verificó en presencia del Notario autorizante
    después de haber cumplido con las disposiciones vigentes
    en materia de sanidad en la siguiente forma:

    Abierto el nicho ciento treinta y cuatro de la
    Galería Sur por el empleado del cementerio Señor
    Campos y comprobada la destrucción de la caja o
    ataúd, procedióse a la extracción de los
    huesos,
    comenzando por el cráneo. El peso del mismo fue obtenido
    por el Dr. Hechavarría y ascendió a setecientos
    setenta gramos.

    Todos los huesos componentes del cráneo y de la
    cara Antero externa del maxilar superior izquierdo, así
    como del cuerpo, de la escápula izquierda, se encontraba
    en partes destruidos por el proceso de
    putrefacción cadavérica. Los demás huesos
    que forman el esqueleto, fueron cuidadosamente recogidos e
    inspeccionados al objeto de poner de manifiesto las lesiones que
    pudieran presentar, habiéndose podido precisar la
    existencia de una lesión producida por proyectil de arma
    de fuego que produjo la fractura completa de la tibia y el
    peroné derechos en su tercio
    superior. Los fragmentos de los huesos mencionados y varias
    esquirlas de la tibia derecha nos permiten comprobar la clase de
    herida productora del las lesiones descriptas.

    Los demás huesos del esqueleto no presentaban
    lesiones aparentes de ninguna clase, pues aunque algunas
    costillas estaban divididas en dos fragmentos estiman los
    firmantes, por el estudio de los mismos, que dicho estado
    podía explicarse por el proceso de descomposición
    pútrida que destruyó dichos órganos,
    así como algunas falanginas y falangetas que no pudieron
    ser encontradas.12

    Con lo cual se dio por terminada esta acta de presencia
    de los testigos instrumentales si excepción, Sres.
    Francisco Chávez Milanés, Doctor en Derecho Y
    Secretario del Gobierno Provincial y Francisco Lorié y
    García, Secretario de este Ayuntamiento.

    Y enterado del derecho que tienen de lee cada uno de por
    sí esta escritura, por
    su acuerdo procedí a la lectura
    íntegra de la misma, en cuyo contenido se ratifican los
    otorgantes y firman todos.

    De conocimiento,
    vecindad y profesión de los otorgantes y de todo lo que se
    deja consignado en este instrumento público, yo, el
    notario, doy fe.

    Pedro Hechavarría Sánchez, G.
    Fernández Mascaró, Antonio Illas, Francisco
    Chávez Milanés y Francisco Lorié.

    Licenciado Fernando Salcedo.11

    Una vez terminada la peritación médica, se
    recogieron los restos y se depositaron en una urna de plomo, y
    con ellos, dentro de un tubo de cristal rotulado con la palabra
    MARTÍ, la copia de esta acta; se cerró
    herméticamente y se introdujo en otra urna de caoba, en
    cuy exterior aparecía también el primer apellido
    del Maestro, y se colocó de nuevo en el nicho
    134.

    ¿Cuál fue la trascendencia
    histórica de la identificación de José
    Martí por su aparato dental?

    Hasta la segunda exhumación de sus restos
    mortales, el reconocimiento de nuestro Hére Nacional se
    había basado, sobre todo, en los rasgos fisonómicos
    obtenidos por el mando español a través de aquellas
    personas que lo habían conocido estrechamente, unido a
    otras señas particulares como "[…] una marca en la
    pierna derecha por haber llevado grilletes en prisión y
    características de su aparato dental […]",19
    y al examen de su vestuario y pertenencias ocupadas, que para el
    doctor Pablo A. de Valencia constituyeron pruebas tan
    categóricas de su inequívoca identidad, que
    así lo dejó plasmado en el acta de
    defunción.

    Entre los signos
    particulares se utilizaron el esquema dentario como elemento de
    individualidad, que se aceptó como bueno en dicho dictamen
    (además de que en la dentadura del occiso sólo
    faltaba el segundo incisivo superior derecho), y la marca
    susceptible de haber llevado grillos, que se encontraba en el
    tercio superior de la pierna derecha; sin embargo, esas
    descripciones no se correspondían en realidad con las del
    Maestro, pues al morir presentaba alteraciones irreversibles y
    muy bien individualizadas en su aparato dental, que de haberse
    realizado un examen odontológico detallado del cuerpo el
    23 de mayo de 1895 en Remanganaguas y percatarse de que la marca
    producida por el grillete debía estar en el tercio
    inferior de la pierna derecha, hubieran obligado
    técnicamente a escudriñar aún más
    sobre la identificación personal de Martí. Por otra
    parte, los signos de violencia que
    presentaba el cadáver, carecían de una correcta
    descripción en cuanto a distancia, localización y
    trayecto de los disparos.

    Si ciertamente no se avenían las señas
    particulares ofrecidas por el mando español con las
    existentes en el cadáver, esta discordancia tenía
    que haber sido reflejada en el dictamen, como es práctica
    establecida en Medicina Legal.

    Durante la exhumación de los restos el 24 de
    febrero de 1907, el doctor Juan Montero Zambrano,
    odontólogo presente en el acto, describió en
    público las características del aparato dental de
    José Martí:

    […] En el maxilar superior vi un diente central
    orificado. El primer molar derecho estaba empastado con amalgama
    en su parte inferior, faltándole el diente central
    izquierdo; así como también le faltaban tres
    bicúspides cuyas piezas perdió Martí muchos
    años antes de su muerte. Noté la falta del canino
    del alveolo cuando se extraían los restos del nicho y or
    mucho que se buscó en aquel momento no fue posible
    encontrarlo. En tanto se cerraba la urna, yo busqué un
    jibe d cernir arena y raspando los pedazos de madera del
    ataúd y cerniendo con mis propias manos en diversas
    ocasiones, al fin encontré la pieza que
    faltaba..4

    En poder de esta información, el secretario
    interino de Instrucción Pública, doctor Lincoln de
    Zayas, envió una comunicación al doctor
    Fernández Mascaró redactada en estos
    términos:

    […] ruego a Usted, pues, sirva contestarme qué
    de ha de entenderse por "la dentadura en perfecto estado" a la
    que alude la descripción del cadáver publicada,
    pues la dentadura de Martí no era perfecta, y sobre este
    extremo bueno sería oír la autorizada
    opinión del ilustre Doctor en Cirugía Dental
    Virgilio Zayas – Bazán, del cual fue su cliente.20

    En efecto, en su descripción odontológica,
    el doctor Montero Zambrano no sólo ratificó las
    opiniones periciales del los doctores Hechavarría
    Sánchez y Fernández Mascaró al considerar el
    aparato dental como bueno, sino tampoco preciso localizaciones
    específicas de algunas características
    estomatológicas importantes para la identidad, con lo cual
    provocó variadas discusiones al respecto que obligaron al
    doctor Zayas – Bazán a dirigirle una
    comunicación al doctor Fernández
    Mascaró.

    […] Observé un error donde dice que la
    dentadura de Martí estaba intacta, pudiera ser de gran
    trascendencia para la historia de nuestra
    independencia; creo que es mi deber comunicarle que como dentista
    que fui de Martí, habiéndole tratado el 4 de
    diciembre de 1894 por última vez, dos meses antes de
    estallar la revolución, que el estado de sus arcadas
    dentarias no era como dice el referido informe, el esquema de su
    boca es el que tengo el gusto de acompañarle.

    Como usted observará, los dos laterales
    superiores eran dientes muertos y fueron tratados por
    mí en aquella fecha y el central superior izquierdo lo
    había perdido anteriormente.

    Si le es posible, sería conveniente hacer un
    nuevo reconocimiento de ese cráneo, fijándose bien
    si el estado actual de las arcadas corresponden a mis
    indicaciones, pues puede ser que haya ocurrido un error en la
    conservación de los restos del Héroe José
    Martí.21

    En vista de la polémica generada, el doctor Zayas
    – Bazán remitió otra correspondencia al
    coronel Marín Coronado el 27 de febrero de 1907, en la
    cual explicaba las operaciones realizadas en varias sesiones
    (entre el 4 y el 9 de diciembre de 1894) en el aparato dental del
    Maestro:

    […] ya en esa fecha, Martí había perdido
    hacía algún tiempo el incisivo central superior
    izquierdo y el lateral del mismo lado se hallaba en tal mal
    estado, que fue necesario la desvitalización y
    reparación de la raíz para insertarle un diente
    artificial sobre espiga. Esa inserción no pudo hacerse,
    pues vino ha impedirlo el fracaso sufrido con la sorpresa en la
    Fernandina, el Amadís, El Logonda y el Baracoa, primera
    expedición de guerra preparada por el gran patriota. Este
    suceso violentó a Martí hasta tal punto, que
    aún recuerdo sus palabras. "Deje usted eso – dijo –
    , que importa un diente cuando se trata de dar la libertad a mi
    Cuba ", y efectivamente no me permitió terminar la
    operación, haciéndole una obturación
    provisional a la raíz. El lateral superior derecho fue
    tratado como un diente muerto.

    Dispense la relación minuciosa que hago de estos
    hechos, por lo que ello pueden servir para establecer la
    identificación absoluta de los gloriosos restos del
    Maestro.5

    Sobre esa base, el doctor Fernández
    Mascaró respondió oficialmente al doctor Zayas
    – Bazán, reconociendo que hubo un error en la
    información ofrecida al respecto a que "la dentadura
    estaba intacta"; equívoco que, según él, se
    debió al hecho de que al referirse en acto público
    al estado de los restos, se había limitado a las lesiones
    traumáticas, pero los reporteros lo hicieron extensivo al
    aparato dentario.

    ¿Cuáles fueron realmente los signos de
    violencia presente en los restos mortales de José
    Martí?

    En el dictamen emitido por el doctor Pablo A. De
    Valencia, el 26 de mayo de 1895, se mencionaban tres disparos de
    proyectiles de armas de fuego en
    el cadáver del Maestro y algunas contusiones en el resto
    de su cuerpo, sin precisar en que partes. De acuerdo con lo
    plasmado en los documentos de ambas exhumaciones, así como
    en relación con el actual análisis medicolegal,
    puede plantearse lo siguiente:

    Se dijo que representaba un orificio de entrada n la
    región anterior del cuello, por debajo de la barbilla,
    como a unos quince centímetros de la misma, pero sin
    especificar en qué lado, por lo que debe entenderse que el
    mismo se localizaba en la línea media de la porción
    anterior del cuello, mientras que el orificio de salida se
    hallaba por encima del labio superior, lado derecho. Como
    resultado de la segunda exhumación, los doctores
    Hechavarría y Fernández señalaron la
    destrucción del maxilar superior izquierdo, que
    atribuyeron al proceso de putrefacción. Sin embargo, tanto
    la ciencia
    como la experiencia pericial medicolegal han demostrado que la
    putrefacción cadavérica no alcanza de ordinario las
    estructuras
    óseas en los restos depositados dentro de un nicho durante
    un período de doce años y menos aún de forma
    selectiva en estructuras óseas fuertes como los maxilares,
    excepto que estén debilitados por ausencias de piezas
    dentarias, sepsis alveolar o infección del seno maxilar
    pre – mortem.

    También se preciso que el maxilar superior
    derecho se encontraba intacto y el izquierdo destruido, con
    desprendimiento de piezas dentarias como la no. 23 o canino
    superior izquierdo. Este último, buscado y localizado por
    el doctor Juan Montero Zambrano, fue reclamado por el hijo del
    Maestro y entregado, mediante un acta notarial, al gobernador de
    la provincia. Actualmente se muestra en el
    museo Emilio Bacardí de Santiago de Cuba.

    Con estos argumentos y al observar también la
    fotografía
    tomada por Higinio Martínez antes de inhumar los restos en
    el nicho 134, pudimos precisar que el orificio de salida
    debió producirse en el maxilar superior izquierdo, de
    manera que destruyó el labio superior a ese nivel. La
    trayectoria del proyectil fue de abajo hacia arriba y a la
    izquierda, puesto que el agresor estaba situado en un plano
    inferior, enfrente o a la derecha del agredido.

    El doctor Valencia indicó otro orificio de
    entrada en la parte anterior del pecho, a nivel de puño
    esternal, con salida por detrás del tórax y en el
    cuarto espacio intercostal derecho, aproximadamente a diez
    centímetros de la columna vertebral; sin embargo, los
    doctores Echevarria y Fernández señalaron la
    destrucción de la escápula izquierda, pero no
    así de la derecha. Si trazamos la trayectoria de ese
    disparo, de acuerdo con la localización anatómica
    informada por el doctor Valencia, se verá que el mismo
    debió la escápula derecha y lacerarla. Ahora bien,
    teniendo en cuenta los resultados concretos del examen de los
    restos, las consideraciones hechas sobre la posible lesión
    traumática y no como consecuencia de la
    putrefacción, así como el hecho de que la bala
    debió dañar la escápula derecha, la cual se
    encontraba íntegra, y en cambio la
    afectación se había producido en la izquierda, es
    obvio pensar que hubo un error de orientación en cuanto a
    la posición anatómica y lo que se estimó
    como derecho realmente era izquierdo; por tanto, la salida tuvo
    lugar a nivel del cuarto espacio intercostal izquierdo, a diez
    centímetros por fuera de la columna vertebral, con una
    trayectoria anteroposterior de derecha a izquierda, situado el
    agresor en el mismo plano.

    Otro orificio de entrada por disparo de proyectil de
    arma de fuego fue descrito en el tercio inferior y cara interna
    del muslo derecho, sin orificio de salida, por lo cual se
    consideró como un sedal incompleto. En la
    exhumación se observaron lesiones de ese tipo en el tercio
    superior de la pierna derecha, causantes de las fracturas de la
    tibia y el peroné. ¿Dónde se hizo entonces
    el disparo, en el tercio inferior del muslo derecho o en el
    tercio superior de la pierna derecha?

    Si realmente ocurrió como apuntara el doctor
    Valencia, el proyectil siguió una trayectoria de arriba
    hacia abajo y afuera, de acuerdo con la lesión apreciada
    en el tercio superior de la tibia y el peroné derechos. De
    existir otro error en la localización anatómica del
    orificio de entrada, éste debía encontrarse a nivel
    del tercio superior y cara interna de la pierna derecha, con una
    trayectoria recorrida de izquierda a derecha, que impedía
    determinar si el agresor se hallaba en un mismo plano por no
    tener orificio de salida y desconocerse el ángulo de
    incidencia del proyectil.

    En cuanto las contusiones, el doctor Valencia no
    aludió a su localización anatómica ni a las
    características de las mismas, los cual no permite
    correlacionarlas con el posible agente productor, que pudo muy
    corresponder a su caída del caballo en marcha.

    Como resultado de este análisis, el
    cadáver presentaba tres heridas por proyectiles de arma de
    fuego, sin precisarse a que distancias se efectuaron los
    disparos. De ello se deduce que el o los agresores que dispararon
    al cuello y tórax podían haberse hallado de frente
    o a la derecha del Maestro, en un plano inferior el que lo hizo
    al cuello y en un mismo plano el que apuntó hacia el
    tórax. El tercer disparo se produjo de izquierda a
    derecha, a un mismo nivel o en uno superior con respecto a la
    víctima. Esto revela que los atacantes se encontraban en
    diferentes posiciones en relación con el
    agredido.

    El disparo del cuello pudo ser letal, debido a posibles
    lesiones de las estructuras vasculares del mismo, que originaron
    profundo sangramiento, capaz de provocar una
    broncoaspiración sanguínea y la muerte por
    asfixia.

    El disparo recibido en el tórax pudo ser
    definitivamente mortal, ya que debió interesar
    órganos y vasos importantes a ese nivel y ocasionar una
    hemorragia interna, con un cuadro de anemia aguda o
    choque hipovolémico; mientras que el de la pierna derecha
    pudo generar una hemorragia externa, que limitó sobre todo
    la ambulación u coadyuvó al choque
    hipovolémico.

    ¿Cómo se produjo su muerte?

    Aunque no fue objeto de nuestro análisis
    correlacionar los signos de violencia presentes en el
    cadáver de nuestro Héroe Nacional, pero conociendo
    por lo menos la existencia de dos hipótesis en relación con su
    caída , decidimos exponerlas a
    continuación:

    1era. Fue muerto directamente en combate, víctima
    de la emboscada y el fuego nutrido casi a quemarropa por
    encontrarse las fuerzas españolas acampadas y en espera de
    los insurrectos, los cuales habían determinado romper el
    cerco por orden del Generalísimo.

    2da. Cayó herido y luego fue ultimado por sus
    enemigos, ya que el práctico de las tropas
    españolas, Antonio Oliva, conocido como Mulato,
    aseguró haber disparado al Maestro cuando se encontraba
    herido en el suelo.8

    La primera hipótesis puede
    ser posible si se recibió el primer disparo en el
    tórax cuando se hallaba sobre su caballo, con el tronco
    flexionado hacia delante; el segundo, erguido, con la cabeza
    hiperextendida por efecto del primer disparo; y el tercero, al
    caer, en la cara interna de la pierna derecha, al cruzar
    ésta por encima del lomo del caballo.

    Tal suposición nos recuerda el cuadro de Esteban
    Valderrama, en cuya pintura recrea
    el instante de su caída en Dos Ríos.

    De acuerdo con al segunda hipótesis, Martí
    debió haber recibido los disparos en el cuello y la
    pierna, según la forma descrita, cayó herido y fue
    víctima, de ser así, de un tercer disparo en el
    tórax, de carácter mortal, cuando se encontraba en
    el suelo en decúbito supino (boca arriba) o semisentado de
    frente al agresor.

    Las contusiones descritas en su cuerpo, en ambos casos,
    debieron producirse al caer del caballo en marcha y aún
    con vida. Este análisis nos lleva a reflexionar, desde el
    punto de vista histórico – médico –
    legal y en relación con los dictámenes
    médicos periciales ofrecidos en las dos oportunidades en
    que se procedió a la identificación y
    descripción de los signos de la violencia presentes en los
    restos mortales del Maestro, que estos exámenes no fueron
    todo lo exhaustivos que las circunstancias requerían, a
    pesar del poco alcance de la Medicina y Estomatología
    Legales en aquella época, lo cual no justifica que
    hubiesen sido tan poco explícitos y que no llamaran la
    atención sobre los aspectos no coincidentes
    en cuanto a la identidad, así como tampoco se omitieran
    algunos signos de violencia que hubieran podido ilustrar mucho
    mejor los momentos finales de su muerte.

    De tal manera, caracterizadas por la incertidumbre,
    quedaron esas consideraciones doce años después,
    cuando tuvo lugar la exhumación del cadáver, en la
    cual se volvió a incurrir en errores por no describir
    detalladamente las alteraciones que presentaban sus restos
    mortales, quizás motivado por la premura en ofrecer los
    resultados de los exámenes en los diferentes momentos
    históricos en que se produjeron.

    He aquí un ejemplo significativo de la
    trascendencia del dictamen pericial, tanto medicolegal como
    estomatológico, que ofrecemos a las futuras generaciones
    de médicos legistas y estomatólogos forenses como
    una interesante reflexión histórica.

    Conclusiones

    Cuando muere en Dos Ríos, Martí se
    encontraba en muy mal estado de salud. Si no hubiese muerto como
    él quería, peleando y de cara al sol, hubiera
    fallecido relativamente joven dada la precaria salud que le
    provocaron las enfermedades crónicas y altamente lesivas
    que padeció.

    Dada la severidad de las enfermedades del
    Apóstol, este, aunque sólo parcialmente, vio
    limitada su participación en las gestas independentistas
    cubanas, especialmente en la Guerra de los Diez
    Años.

    José Martí fue un hombre excepcional, que
    siempre puso en segundo plano su salud. Su amor a Cuba lo hizo
    superar y vencer las trampas de las enfermedades.

    Bibliografía

    1. Carta de Máximo Gómez al coronel
    José Miró Argenter, 26 de mayo de 1895, en el
    Centenario del natalicio de José Martí.
    Publicaciones del Archivo Nacional
    no. XXXVI, La Habana, 1953, p. 454.

    2. Cuadernos de Historia de la Salud
    Pública. (1992). Trabajos académicos y otros
    estudios, No.70. Publicación del Consejo Nacional
    de Sociedades
    Científicas. Ministerio de Salud Pública,
    pp.98-100. La Habana.

    3. Delgado García, Gregorio. (1993). Martí
    y los médicos cubanos revolucionarios. Cuadernos de
    Historia de la Salud Pública, No. 78, pp. 47-55. Editorial
    Ciencias Médicas. La Habana.

    4. "Documentos relativos a la exhumación de los
    restos del Apóstol José Martí ", en
    Centenario del natalicio de José Martí,
    Publicaciones del Archivo Nacional no. XXXVI, p. 412, La Habana,
    1953.

    5. "Documentos relativos a la exhumación de los
    restos del Apóstol José Martí", en
    Centenario del natalicio de José Martí,
    Publicaciones del Archivo Nacional no. XXXVI, p. 416, La Habana,
    1953.

    6. "Dos Ríos, muerte de José
    Martí", en Centenario del natalicio de José
    Martí, Publicaciones del Archivo Nacional no.
    XXXVI, p. 440, La Habana, 1973.

    7. "Dos Ríos, muerte de Martí ", en
    Centenario del natalicio de José Martí,
    Publicaciones del Archivo Nacional no. XXXVI, p. 436.
    1953.

    8. "Dos Ríos, muerte de Martí ", en
    Centenario del natalicio de José Martí,
    Publicaciones del Archivo Nacional no. XXXVI, p. 438, La Habana,
    1953.

    9. Eusebio Leal Spengler: "Cesa todo el rencor", en
    Juventud
    Rebelde, pp. 6, Cuidad de La Habana, 16 de mayo de
    1993.

    10. Ibídem.

    11. Emilio Bacardí: Crónicas de Santiago
    de Cuba, t. 8, p. 131, Ed. Arroyo y Hermanos, Santiago de Cuba,
    1924.

    12. Gerardo Castellanos: Los últimos días
    de Martí, E. Ucar García, La Habana, 28 de enero de
    1937, p 345.

    13. Martí Pérez, José. (1991).
    Versos Libres. Canto de otoño, pp. 11-13. Editorial Pueblo
    y Educación.
    La Habana.

    14. Martí Pérez, José. (1991).
    Versos Libres. Homagno, pp.25-26 . Editorial Pueblo y
    Educación. La Habana.

    15. Martí Pérez, José. (1991).
    Versos Libres. .Media noche, pp. 23. Editorial Pueblo y
    Educación. La Habana.

    16. Martí Pérez, José. (1996) El
    presidio Político en Cuba. Cuadernos martianos, tomo III,
    pp. 5-34. Editorial Pueblo y Educación. La
    Habana.

    17. Martí Pérez, José. (1975).
    Obras completas, tomo 20. Editorial de Ciencias
    Sociales. La Habana.

    18. Pablo A. De Valencia Y Forns: "Acta de
    defunción de José Martí ", 26 de mayo de
    1895, en Centenario del natalicio de José Martí,
    Publicaciones del Archivo Nacional no. XXXVI, p. 434, La Habana,
    1953.

    19. Pablo A. de Valencia y Forns: Ob. cit., p.
    434.

    20. Ibídem, p. 415.

    21. Ibídem.

    22. Toledo, Luis. ( ). Cesto de llamas, pp.
    60-61.Editorial

    Janet González Sotero

    Odalmys Rodríguez Curbelo

    Idanys Orea. Cordero

    Estudiantes del 5to Año de la carrera
    de medicina. Facultad de Ciencias Medicas, "Dr. Ernesto
    Che Guevara de la Serna". Provincia de Pinar del
    Río, Cuba.

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