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Monacato cristiano




Enviado por maria_zurlo



    1. Monacato Cristiano. Cultura
      Religiosa y Mentalidad Medieval
    2. La vida como viaje interior.
      Construcción de una sabiduría
      espiritual
    3. Génesis y
      difusión del modelo cultural
      cristiano
    4. El factor político.
      Alianza Iglesia – Estado
    5. El factor económico.
      Modelos productivos
    6. Consideraciones
      finales
    7. Bibliografía

    Introducción

    La intención de este informe es
    realizar un trabajo
    reflexivo, centrado en destacar la colaboración prestada
    por la institución monacal para la consolidación de
    la Iglesia como
    potencial espiritual y temporal en la cosmovisión
    medieval. La idea es, tras la lectura de
    diversos textos y documentos,
    analizar el fenómeno del monacato cristiano occidental en
    el contexto del afianzamiento del poder
    eclesiástico durante el período medieval y esbozar
    lineamientos generales del desarrollo del
    monacato, así como los diálogos entre esta
    institución, la Iglesia, la política y sociedad de
    esta época.

    Monacato
    Cristiano

    Cultura Religiosa y Mentalidad
    Medieval

    Las formas de organización monacal no fueron exclusivas
    del cristianismo
    ni se originaron en este marco religioso. Los autores consultados
    coinciden en afirmar la importancia de la influencia oriental de
    esta institución, trasladad a Occidente. También
    coinciden en que las comunidades monásticas de mayor
    trascendencia religiosa y cultural son las cristianas.

    Muchas obras de la mística cristiana han sido
    elaboradas en monasterios y recogen la experiencia espiritual de
    hombres y mujeres empeñados no solo en vivir, sino
    también en manifestar su itinerario espiritual.

    La vida como viaje
    interior- Construcción de una sabiduría
    espiritual.

    La primera forma del monaquismo fue la de los
    eremitas, que se habían aislado del mundo para
    servir a dios en la soledad y austeridad: "… que tu y
    cada uno de tus hermanos vivan cada uno por su lado sin
    encontrarse en toda la semana…".
    Se atribuye el inicio
    de este movimiento a
    los cristianos que se refugiaban en desiertos y montes durante
    las persecuciones. Sin embargo Cookafirma que este movimiento
    ascético floreció recién cuando acabaron las
    persecuciones contra los cristianos.

    Muchos hombres y mujeres se trasladaron al desierto para
    rezar y vivir austeramente del trabajo de sus manos: "antes
    estabas en el desierto y, ya que no había nadie, Dios
    acudía en tu ayuda…"
    . Se vio en este estilo de vida
    de servicio a
    Dios una manera de demostrar la fe, no siendo posible ya el
    martirio: "…con afán cotidiano, era diariamente
    mártir de su conciencia y
    batallaba en las luchas de la fe."
    A partir de esto se
    comienza a construir el discurso
    monástico de la vida como viaje interior:
    "… el Reino de Dios está dentro de
    vosotros…"
    . Este viaje interior comienza con la
    renuncia al mundo y el aislamiento para hallar el camino que
    llevará finalmente al monje a la adquisición de una
    sabiduría de las cosas espirituales, un saber que supera
    al conocimiento
    mundano e intelectual. "…una vez acudieron a él
    dos filósofos griegos, pensando que
    podían poner a Antonio en evidencia…Se retiraron
    admirados, pues vieron que incluso los demonios temían a
    Antonio."

    A partir del siglo IV se generalizará la
    práctica de la convivencia en comunidades donde se
    compartía las comidas, la liturgia y el trabajo
    manual. Esto
    surge a causa de las dificultades derivadas de la
    estadía en el desierto, alejados de los sacramentos;
    privados de defensa o salud, o del hecho de la
    vejez de
    muchos monjes. Estas comunidades no suplantaron la vida
    eremitita, simplemente coexistieron ambas formas:
    "…Nosotros somos siete hermanos Si queréis que
    moremos juntos seamos como esta estatua: que se la injurie o que
    se la adule, ella no se preocupa jamás… los
    hermanos se prosternaron y le dijeron al abba Anoub: actuaremos
    según tu deseo Padre y escucharemos lo que nos
    digas…".

    El origen del monacato se sitúa, entonces, en la
    porción oriental del Imperio Romano,
    se extiende por oriente y Tierra Santa,
    llegando a Occidente hacia mediados del siglo IV. San Atanasio se
    dedicó a difundir la vida y obra del eremita Antonio como
    ejemplo de vocación monástica. También se
    destacan los escritos de San Basilio y Juan Casiano que
    ejercieron gran influencia en la formación del monacato
    occidental a través de sus obras literarias. Con ellos
    quedaron trazados los fundamentos de la vida monástica
    occidental.

    Pero se destaca también el aporte de San Benito,
    cuya Regla constituye un código
    para la vida en los monasterios. Es eminentemente práctica
    y pretende ser una guía para la actividad monástica
    de cualquier clase de
    monjes, de cualquier edad, así como también
    adaptable a las condiciones del lugar donde se insertara el
    monasterio. Según la Regla, el monasterio es una familia
    organizada bajo la dirección de un abad-obispo, en quien
    descansa un poder paternal. Hacia el siglo IX se habla ya de la
    universalidad de la Regla de San Benito en la cristiandad
    latina.

    Génesis
    y difusión del modelo
    cultural cristiano

    A mi modo de ver, la consolidación de una
    organización estable en los monasterios constituyó
    también una forma de entrar en contacto, no solo para
    evangelizar, con los pueblos germanos, de influir en sus modos de
    vida a través, por ejemplo del ordenamiento del
    día, que comienza con la misa a la mañana temprano,
    o la división del día en diversos momentos segundas
    actividades de los monjes. Constituyó, en definitiva una
    manera de ejercer control sobre las
    poblaciones paganas o semi-cristianas. A partir de la premisa
    benedictina del trabajo se generará un nuevo marco de
    influencia eclesiástica: el económico. Es decir
    que, aunque el monacato pretendió el alejamiento del
    mundo, de la sociedad, la cultura
    cristiana gestada en el interior de los monasterios se filtro
    hacia esa sociedad a través de la acción
    misma de los monjes.

    En efecto, asistimos a lo que Le Goff llama el "conflicto"
    entre la cultura pagana y el espíritu cristiano, aunque
    personalmente no lo denominaría como tal, puesto que, a mi
    entender, se trató mas bien de una asimilación de
    la cultura grecorromana a la cristiana, de una compilación
    muchas veces descontextualizada y fragmentada de la cultura
    grecolatina con el objeto de utilizarla en la construcción
    de la cultura cristiana: " si los filósofos han emitido
    por azar verdades útiles a nuestra fe…no solo no
    hay porque temer a esas verdades sino que hay que
    arrebatárselas para nuestro uso a sus ilegítimos
    poseedores.
    " En esta frase San Agustín nos acerca a
    los pensadores cristianos de la época. La Iglesia
    cristiana se constituyó heredera de la tradición
    cultural del Bajo Imperio Romano. Como heredera y custodia de
    este bagaje cultural se verá en el derecho de utilizarlo y
    reformularlo en el marco del pensamiento
    cristiano. En este contexto se explicaría también
    la premisa de "rebajarse para conquistar", en el sentido
    de que "puesto que los ignorantes y los sencillos no pueden
    elevarse a la altura de los letrados, que los letrados se dignen
    descender hasta su ignorancia. Los hombres instruidos pueden
    comprender lo que se ha dicho a los sencillos, mientras que los
    sencillos no serian capaces de sacar provecho de lo que se
    diría a los cultos."
    Esto nos da una idea de la tarea
    que tenían por delante los líderes religiosos.
    Tarea que transforma a la Iglesia en un puente intercultural,
    posición que afianzo la primacía de la Iglesia de
    Roma y de la sede
    de San Pedro, conformando un imperio espiritual.

    La Iglesia debió enfrentarse a la precariedad
    material y de costumbres de los pueblos a evangelizar, y en el
    marco de la precariedad intelectual, al surgimiento de las
    herejías, con lo que tal vez resulta lógico el
    recurso del lenguaje sencillo y sin pretensiones",
    método
    eficaz de evangelización y también de
    aculturación del pensamiento y de la civilización
    romano-cristiana.

    A la vez que la nueva sociedad cristiana se organizaba
    alrededor del obispo y las parroquias, mientras las sedes de
    obispados y centros de peregrinación se convertían,
    junto a las residencias reales, en centros urbanos de
    importancia, los monasterios difundirán el cristianismo y
    sus valores al
    mundo campesino. Se
    iniciará un movimiento de cristianización llevado a
    cabo por los monasterios en los siglos VII y IX, una
    continuación del movimiento irlandés caracterizado
    por un espíritu individualista, misionero y rigurosamente
    ascético que justifica el carácter mas activo de la
    evangelización emprendida, en contraste con la regla de
    San Benito, más moderada y constituida sobre la base de la
    exploración económica, la actividad intelectual y
    artística y la vida espiritual. Con esta regla, los
    monasterios se convertirán en centros de
    irradiación religiosa; y gracias a la regla irlandesa,
    hacia el 705, una red de monasterios
    cubría la región izquierda del Rin y los antiguos
    obispados romanos estaban reinstaurados, originándose
    también el fenómeno de reaparición de las
    ciudades alrededor de las iglesias y monasterios. Los obispados y
    episcopados se fueron revistiendo de gran prestigio, que se
    manifiesta en el hecho del acceso a estos cargos de personajes de
    grandes familias, incluso de las dinastías reales. Esto
    condujo también al aumento del patrimonio de
    la Iglesia a través de donaciones y herencias. Un
    interesante ejemplo es el Testamento de Guillermo de Aquitania,
    por el cual lega a la Iglesia el emplazamiento para la
    construcción del monasterio de Cluny: "…yo,
    Guillermo…sostendré una comunidad de
    monjes a perpetuidad… entrego… en plena
    dominación, el dominio de Cluny,
    que me pertenece en propiedad… hago esta donación con
    una disposición particular: que sea construido en
    Cluny… un monasterio regular; que los monjes que vivan
    allí sigan la Regla de San Benito, y que ellos posean,
    tengan, guarden y administren estos bienes…"

    Así el poder temporal de los obispos fue en
    aumento junto al desarrollo económico; se hizo necesaria
    la elaboración de una defensa culta de los bienes
    eclesiástico, basada en la justificación del
    patrimonio eclesiástico como patrimonio de los pobres, y
    durante los siglos VI y VII los obispos se mostrarán,
    efectivamente, como protectores de los pobres. En este contexto,
    lo monjes serán también auxilio material de los
    pobres a la vez que guía espiritual y consejeros de los
    poderosos, aumentando el prestigio de la vocación
    religiosa. Durante este proceso la
    nobleza no solo contribuyó materialmente, como Guillermo
    de Aquitania, sino que muchos de sus miembros fueron abades y
    benefactores de los monasterios y los utilizaron como lugares de
    refugio ante los conflictos
    políticos o sociales. El monaquismo resultó,
    entonces, un aliado de la nobleza.

    El factor
    político. Alianza Iglesia – Estado.

    Esta alianza entre la Iglesia y el poder político
    se evidencia también en la estrecha colaboración
    entre esta institución y el Estado
    durante el reinado de los carolingios. Por un lado, el emperador
    era el protector del patrimonio eclesiástico.
    Favoreció a las abadías que tenían una
    misión
    eolítico-religiosa o le servias de instrumento para ser
    mejor obedecido, las transformo en abatías reales. Hecho
    que le permitía, en realidad, ejercer mejor control sobre
    estas instituciones.
    Por otro lado, la figura del cura de pueblo, por ejemplo, jugaba
    un papel importante en la consolidación del acatamiento
    popular al rey.

    A grandes rasgos, la política carolingia se
    basó en un clericalismo que integraba la Iglesia en el
    Estado: este necesitaba de aquella para sobrevivir. Carlomagno
    necesitaba a la Iglesia para conformar un Estado, pero, el Estado
    debía ser superior y la Iglesia debía someterse al
    control real. Su sucesor, Luis el Piadoso, en cambio
    concebía mayor independencia
    de la Iglesia y separación entre esta y los asuntos
    políticos.

    En la visión de Carlomagno, "no hay Estado sin
    Dios", se confirmaba la idea de las misiones evangelizadoras como
    instrumento de expansión del Imperio. La consecuencia de
    esta visión fue el nacimiento de un nuevo espacio
    geográfico: Europa, espacio
    unificado por un sentido político-religioso que
    comprendía a todos los pueblos cristianos, latinos y
    romanos. Se trata de una denominación de carácter
    religioso, más que político en realidad. Con Luis
    el Piadoso, la idea de dominación política
    pasará a segundo lugar. Su interés se
    centró en la conversión del interior del imperio
    para consolidar la idea de la unidad religiosa europea. Otro
    hecho será la reforma general del orden monástico,
    impulsada por Benito de Aniane, que volvía a poner en
    vigencia la obligatoriedad de la regla benedictina, con el objeto
    de dar al culto y la plegaria la supremacía sobre las
    funciones
    políticas, sociales o culturales, o sea,
    volver a la acción monástica fuera del mundo. En un
    acto eminentemente político, se suprime el eremitismo,
    considerado generador de
    anarquía.

    Lo interesante en este contexto es resaltar la
    acción eclesiástica, que más allá de
    los conflictos de poder en las altas esferas políticas,
    continúa la construcción de un pueblo de
    bautizados, de una nueva cultura espiritual, ascética,
    bíblica, humanista y latina. Una nueva cultura
    caracterizada por la reducción progresiva en materia de
    conocimiento: ante la falta de clérigos y de hombres
    versados en la Escrituras, la ignorancia se instaló en los
    órdenes eclesiásticos y sociales. Se privilegiaba
    la conversión dentro y fuera de la romanizad, antes que el
    estudio y conocimiento de formas culturales "inútiles". Si
    bien durante el renacimiento
    carolingio se intentará mejorar la formación de los
    cuadros laicos y eclesiásticos, no se trató de una
    reforma sistemática y sostenida. Era necesario extender la
    fe como elemento homogeneizador, tarea privativa de
    clérigos y monjes: en el 813, el Concilio de Tours
    ordenó los sacerdotes predicar en "lengua romance
    rustica o germánica"
    . Dando vital importancia a la
    conversión, se eliminaron sistemáticamente aspectos
    de la cultura antigua consideradas prescindibles en la tarea de
    lograr una Europa compuesta por varios reinos pero
    unificada por una misma cultura cristiana y popular, de la que,
    junto a la cultura letrada, los monjes eran poseedores y
    dispensadores.

    Me parece importante recalcar entonces que esta unidad
    perseguida se logró sobre la base de una cultura
    común suministrada por la Iglesia, que promovió la
    aculturación de los reinos europeos, imponiéndoles,
    pasivamente, en algunos casos, y en otros con más
    agresividad un alma y una
    organización común bajo el poder real. Para esto
    necesitó poseer un brazo armado, papel que llevo a cabo el
    reino franco con la dinastía carolingia.

    El
    factor económico. Modelos
    productivos.

    Un último pero no menos importante aspecto a
    considerar es el factor económico vinculado a la
    organización monástica. Según la regla
    de San Benito, la vida de una comunidad benedictina es
    eminentemente agrícola. Pero la modificación de las
    condiciones económicas y sociales en el transcurso del
    tiempo
    obligó a distintas interpretaciones de la Regla con el fin
    de adaptarla a las necesidades de la época. Estas
    diferentes interpretaciones se basan generalmente en la codificación o regulación de las
    necesidades de la comunidad: por un lado, las necesidades de
    vestimenta, satisfechas a través del abastecimiento
    externo y por otro, las necesidades alimentarias cubiertas por
    los propios monjes: "… son verdaderos monjes que viven
    de sus propias manos como hicieron los santos padres y los
    apóstoles…
    " La necesidad de proveer al consumo
    alimentario interno, no solo de los mismos monjes sino
    también de los pobres y enfermos que acudían al
    monasterio, insertan a éste en una economía de
    subsistencia. Cada institución se organizaba según
    una demanda regida
    por costumbres rigurosas. En función de
    esta demanda se establecía el sistema agrario a
    aplicar, el tipo de artículos a producir, el sistema de
    explotación de las tierras y el nivel y volumen de
    comercialización de los excedentes. En
    efecto, la comunidad no se preocupaba por el desarrollo
    progresivo de la producción sino solo por mantenerla en los
    índices que alcanzaran para cubrir las necesidades.
    Tampoco se ocupaba de la explotación directa de las
    tierras. Exceptuando la horticultura, la producción
    agrícola quedaba en manos de terceros: asalariados,
    arrendatarios. Y las sucesivas interpretaciones a la regla fueron
    acentuando más la distancia, y condujeron, según
    Duby, a los monjes a vivir como señores.

    Otro aspecto es que las tierras productivas se hallaban
    generalmente lejos de las abadías y esto trajo aparejado
    dos consecuencias: por un lado, al no existir centros de
    explotación agrícola alrededor del monasterio, este
    se convertirá en centro de una rápida
    reurbanización gracias ala instalación de poblados
    en zonas aledañas a la institución
    monástica. Por otro lado, al derivar trabajo manual hacia
    asalariados y extraer los recursos
    alimentarios de explotaciones rurales alejadas, los monjes se
    convirtieron en promotores de una economía de intercambio
    fundado en el dinero.
    Intercambios que fueron en jumento y que, al ritmo de la
    evoluciona económica del siglo XI produjeron una mejora en
    el nivel de vida y consecuentemente una relajación de las
    costumbres austeras tradicionales.

    El aumento de las operaciones
    comerciales, el consumo y los gastos de los
    monasterios no fue bien visto en los diversos órdenes de
    la Iglesia y la sociedad en general. Se comienzan a oír
    las voces de los reformadores del monaquismo proponiendo la
    vuelta al desierto y la austeridad. Pero esta reforma no
    consideraba necesario que los monjes se convirtieran en
    trabajadores rurales, al contrario, se preveía que su
    existencia estaría asegurada por el trabajo de otros: el
    mantenimiento
    del grupo
    monástico correspondería a los religiosos de
    segundo orden (conversi), a quienes su incultura los
    hacía inaptos para la plegaria y la meditación.
    Como resultado de estos intentos de reforma, en el siglo XII se
    afianzarán dos sistemas del
    monacato occidental en apogeo: el cluniacense y el
    cisterciense. El primero, con su modelo de agricultura
    exterior era vulnerable, se hallaba en el centro de las
    críticas por el lujo que ostentaba y su economía
    monetaria lo obligaba a acrecentar continuamente sus ingresos en
    dinero. A
    partir de 1120 comenzará una etapa de endeudamiento
    progresivo y permanente que opacará su antiguo
    esplendor.

    El segundo sistema, el cisterciense, se
    constituyó como un modelo ajustado a las condiciones
    económicas de la época: explotación del
    patrimonio territorial realizado por la comunidad, los
    conversi eran mano de obra gratuita. El ideal
    ascético impidió la acumulación de joyas,
    dinero y el gasto excesivo en decoración de las iglesias;
    el dinero se invertía en la adquisición de tierras.
    Todo esto llevó a la prosperidad de la orden cisterciense,
    prosperidad que contrastaba con el ideal ascético que
    proclamaba y que nos muestra que no
    cuestionaba a los cluniacenses ni la posesión territorial
    ni el manejo del dinero, si no tal vez, la ostentación y
    la estructura de
    explotación económica a través de
    asalariados en vez de optimizar la misma mano de obra de los
    monjes.

    Otras voces que abogaban por la reforma eran las nuevas
    formas de vida monásticas que habían ido surgiendo
    ya desde el siglo XI, específicamente las órdenes
    mendicantes nacidas de la acción de Santo Domingo y San
    Francisco de Asís. El análisis de estas órdenes
    significaría analizar los nuevos ámbitos de
    actuación y control de la Iglesia. Efectivamente, estas
    órdenes proponían ejercer su acción en el
    mundo, en las grandes ciudades dónde se van desarrollando
    nuevas fuentes de
    poder vinculadas al desarrollo urbano y del comercio, al
    aumento de la densidad
    poblacional, al incremento sobre todo de los grupos de
    indigentes que es necesario neutralizar a fin de evitar posibles
    revueltas populares por la desigual distribución de las riquezas. En este
    contexto estas órdenes centrarán su atención en la ayuda y, en cierto modo,
    vigilancia de las masas pobres.

    Pero este tema ya no pertenece al marco de nuestro
    análisis inmediato.

    Consideraciones finales.

    En definitiva, el monasterio será un gran centro
    de la civilización durante la Edad Media. Se
    trata de un centro de producción cultural y modelo
    económico. Como institución se relaciona con la
    nobleza, posee prestigio e influencia, goza del favor real. Son
    los monjes, en su calidad de
    cronistas, analistas o redactores de documentos quienes
    resguardaron la cultura clásica, y tomando de ella
    aquellos fragmentos adaptables al pensamiento cristiano,
    contribuyeron a perfilar una imagen de la Edad
    Media. Con su colaboración, la Iglesia transformó
    las mentalidades del disgregado mundo del Bajo Imperio Romano en
    una Europa religiosamente unificada.

    Los monjes fueron los inspiradores de la ideología medieval, junto a los obispos,
    supieron traducir y justificar en términos
    dogmáticos o morales la distinta correlación de
    fuerzas que estructuraba la sociedad.

    "¡Tarea bienaventurada! ¡Trabajo digno de
    elogio! Predicar con la fatiga de las manos, abrir con los dedos
    las lenguas mudas, llevar silenciosamente la vida eterna a los
    hombres, combatir con la pluma las sugestiones peligrosas del mal
    espíritu. Sin salir de su celda, a una larga distancia,
    desde el lugar en que está sentado, el copista visita las
    provincias lejanas; se lee su libro en la
    casa de Dios; las multitudes le escuchan y aprenden a amar la
    virtud. ¡Oh espectáculo glorioso! La caña
    vuela sobre el pergamino, dejando la huella de las palabras
    celestes, como para reparar la injuria de aquella otra
    caña que hirió la cabeza del
    Señor."

    Bibliografía

    • Bonassie, Pierre. Vocabulario Básico de la
      Historia
      Medieval. Trad. y Adap. M. Sánchez Martínez.
      5ª edic. Crítica, Barcelona, 1999;
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    • Cook, William y Herzman, Ronald. La visión
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    • Rouche, Michel. La fragmentación de las
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      www.mercaba.org/FICHAS/Cister/monasterios_ayer.htm
      .

    Trabajo realizado por

    Maria A. Zurlo

    Lic. en Historia, UNNE, Argentina. 25/11/04.

    Categoría: Historia

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